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David
Huerta
Elevación de los elementos
y otros poemas
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN
Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 59
Coeditores:
MÉXICO
Fernando Ruiz Granados
2
José Solórzano
José Eugenio Sánchez
ARGENTINA
Mario Alberto Manuel Vásquez
Francisco A. Chiroleu Elevación de los
Patricia del Carmen Oroño
Ángel Balzarino
Fernando Sorrentino elementos
ESTADOS UNIDOS
José Acosta
Aníbal Rosario
David Huerta, México
José Alejandro Peña
César Sánchez Beras
ESPAÑA
Henriette Wiese Edición Digital Gratuita
Giulia De Sarlo
María Caballero
Elena Guichot distribuida por Internet
Teresa Sánchez Carmona
Losu Moracho
Rocío Parada
HONDURAS
Muestrario de Poesía 59
Dardo Justino Rodríguez
VENEZUELA
Milagros Hernández Chiliberti Editor:
Tony Rivera Chávez
URUGUAY Aquiles Julián, República Dominicana.
Marta de Arévalo
APLA Uruguay
COLOMBIA Primera edición: Abril 2010
Ernesto Franco Gómez Santo Domingo, República Dominicana
Julio Cuervo Escobar
PERU
Luis Daniel Gutiérrez
Nicolás Hidrogo Navarro Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la
Juan C. Paredes Azañero Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores,
REPÚBLICA DOMINICANA
difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de
Ernesto Franco Gómez
Eduardo Gautreau de Windt
cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus
Félix Villalona herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los
Ángela Yanet Ferreira artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos
Cándida Figuereo para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la
Enrique Eusebio obra del autor al que homenajeamos en la edición.
Julio Enrique Ledenborg
Vaugn González
Efraím Castillo
Oscar Holguín-Veras Tabar Este e-libro es cortesía de:
Edgar Omar Ramírez
Carmen Rosa Estrada
Roberto Adames
Valentín Amaro
Alexis Méndez
Libros de
Juan Freddy Armando
NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE
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SUIZA Escríbenos al e-mail librosderegalo@gmail.com
Ulises Varsovia
HOLANDA
Pablo Garrido Bravo
PUERTO RICO
Mairym Cruz-Bernal
ECUADOR
Anace Blum
3
Contenido
Pausa 47
Zoología de la luz 48
Simulacro 49
El peso de una chispa 56
Escena de costumbres 56
La noche del cuerpo 57
Olvidar 58
Plegaria 58
Cuaderno de noviembre 59
Algunos deseos 60
La orden 61
La dimensión desconocida 62
Conjuro desde septiembre 63
En la ciudad 64
Sweet angel 64
Puerta de vidrio 66
Maquinarias 69
Antes de decir cualquiera de las grandes palabras 71
Abres y cierras 72
Canción de la inquietud 73
Pasiones 73
Hombre enfermo 74
El poema 75
Por la ventaja 76
Elementos 76
Heridas 77
Dones de abril 78
Discursos 78
Preceptos materiales 79
Me caigo y me levanto 80
Declaración de antipoesía 80
Viento de luz 81
Juan Rulfo 82
Cielo abierto 82
David Huerta: esa otra ciudad que habitan los poetas / Guadalupe Alonso 84
David Huerta, el poeta de lo incurable / Ignacio Solares 88
La chispa en el sistema nervioso / Carlos Urrutia 90
Hijo del también poeta Efraín Huerta, David Huerta oscila entre el humor y la imagen
melancólica, entre la pincelada irónica y la imagen barroca. Una poesía de gran riqueza
de imagen, de formidables desplazamientos formales, que rezuma lecturas
fundamentales y da continuidad no sólo a la poesía mexicana o a la poesía de nuestra
lengua, sino que se apropia, hace suya y da continuidad a lo mejor de la poesía
contemporánea.
Este número también es un apoyo a la Feria Internacional del Libro, dedicada en esta
feliz ocasión a México.
La cultura mexicana, no sólo su alta cultura sino también su cultura popular ha sido una
influencia enriquecedora en la nuestra. Nos sentimos más que contentos porque esta
Feria honra y reconoce a un país que es uno de los que más aportes han hecho y siguen
haciendo al arte, la cultura y el desarrollo latinoamericano.
Aural
Escarcha sucia del audio
en la penumbra nómada
del automóvil;
ciénaga de sonidos
en donde la aguja del oído
apenas puede moverse.
De pronto, una torch singer
desmenuza a Wittgenstein
con tenedores de Cante...
¿Cómo lo hace? ¿Cómo
desenlaza, destraba los lenguajes,
hace fluir el mundo -y por añadidura
suma la gracia
y la tragedia?
El automóvil
entra en la noche
ungido por la música.
Abres y cierras
Abres un filo de navaja
para que gotee la transparencia.
Cierras el sonámbulo cubo de la noche
y un río de sombra se derrama.
Abres y cierras el diafragma líquido
de mi corazón -y amanezco
en el decuplicado y lento
destello de tus manos.
11
Plegaria
Por un instante
La lluvia se desgajó como un fruto blanco
sobre la superficie azul del mundo:
aquí, allá, se desdoblaron
cajas y presencias,
la cauda de los accidentes,
el infinitesimal estallido inicial del dolor.
Insomnio de verano
Desatada
Fábula de Narciso
Tenía que asomarme a doscientos espejos
pero un agua embebida en imágenes de Narciso
me detuvo con una sensualidad egocéntrica
16
Épica de la conferencia
Tiene uno que sentarse ante un montón de personas
que no conoce y tratar de ser a la vez amable
y enciclopédico y también agudo sin ser cargante
Necesidad de la memoria
Tiene uno que recordar lo que tiene que recordar
aunque duela de pronto surgen fantasmas
de boca torcida y ojos siniestros en la memoria
Llego y me voy
Como el Perro Negro de Stevenson llego y me voy
tenía que llegar y luego irme para llegar
a otro lugar a otro lado desde todos lados
La segunda persona
Uno
Dos
Tres
Cuatro
22
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Yo
Todos los que son yo
dicen amargamente
que han pasado los días
2
[De su música y su filosofía]
En la penumbra suena
tu guitarra de estruendo, tus tambores
de blancuras espesas,
ángel que callas, ángel que desgarras
con tus gritos inmóviles la tela
más profunda del aire,
3
[Despedida y pavana]
El ángel se inclinaba
hacia los fuegos pálidos.
En la ciudad
La lluvia cae
sobre la ciudad envenenada.
Un olor de agua
se mezcla
con el agrio tejido
del humo.
El clima pesa
cual una mano
hecha de mecates
y crudos caldos.
Nadie camina por las calles.
Nadie respira
en las habitaciones.
El mundo se cierra
con un lejano chasquido.
Alguien abre los ojos.
El testigo
Fiel vasallo de labios silenciosos has ardido lo mismo en la sombra tenaz y en el luciente
fuego; has saqueado tu vida y has visto al fin, entre las ruinas de la noche, el instante
propicio de tu muerte.
El rencoroso
El sueño de la ciudad
es más hermoso el sueño de la ciudad
que el mío
Jules Romains
Esos personajes astrosos, levemente horribles, que medran bajo los portales de barrios
misérrimos. Figuras tambaleantes o rotundas en su heterogeneidad indumentaria, que
aparecen y des aparecen mágicamente en los zaguanes de Peralvillo, o bruscamente
iluminan las abigarradas banquetas de San Juan de Letrán, el dominio sombrío de la
Colonia Guerrero, la desvencijada calle —única y diversa— del arrabal arquetípico.
Actores en busca de un director imposible, metáforas a la vuelta de la esquina; carne de
presidio, siluetas para los aguafuertes de Giambattista Piranesi. Los veo y me pregunto
32
en el confín de esta luz de ceniza si el sueño de la ciudad es más hermoso que el sueño
de los hombres.
Exploraciones
Pulso, fervor. La mano del que busca se hunde en torsos de luz; rescata del más árido
silencio una cárcel de polvo. Agujas de neblina en el acoso del minuto impalpable.
Exploraciones, días como afrentas; la mano que ciñe sueños claros, dádivas calcinadas,
ominosos naufragios.
Así la dársena reúne sus vivas navegaciones. Los flamboyanes agitan su incandescencia.
Hay espigas ornadas de reflejos que el asombro ha tatuado. Abrazos en las habitaciones
de coral de la bahía. Marfil marino en la fuerza obstinada que es culpe estaciones de
vidrio. Fiesta, comunión, semejanza.
Vuelos que abren salones de larga claridad. Guirnaldas de ceniza sobre el agua. El
verano se mira largamente en un espejo aterciopelado; prende sus lámparas en cantiles
de seda. Rocas de la montaña como estatuas que arraigan en los declives de la brisa,
diurnas elevaciones que deslumbran.
Espejo
El rostro sucesivo
arde en la tenue luz
del espejo entrañable.
33
Brocal de la agonía,
claridad que dirime
laberintos y enigmas
de la vigilia numerosa;
el espejo de sed,
el espejo de sal,
el cristal serenísimo
Cuaderno de noviembre
(Fragmento, 1976)
Hay una menuda profecía en la pared más pobre del aire, los muchachos despiertan en
otro sueño, deslizan sus
manos irreales bajo los utensilios de la costumbre,
dicen palabras enormes y amarillas, muerden los alimentos que surgen del instante
más nutritivo y terso del otoño, en la luz “de la época”.
Cosas breves y espléndidas, frases que se alargan secretamente
en medio de fiestas cocinadas en la penumbra de no moverse, recipientes que el sigilo
sellara, ínfimos brotes, apariciones en una superficie desconcertante:
estas “nobles realidades” conmueven al caballero esparcido en el muelle de no moverse,
en los licores de lo fijo, fascinantes vuelos, inmóviles ruinas, momentos que bastan
como piedras para cimentar las vacaciones terribles
de un fantasma que toma el sol en nuestra boca, azaroso.
El día civil está aquí retorcido, es una cosa deliciosa de ver, un apacible monstruo, un
cartapacio lánguido.
34
¿Cómo es el nictálope, cómo? Tiene cubos, aristas, cabello, sangre de ojos en los ojos, y
en el mirar que atraviesa la selva de moverse como una avispa perforaría las baldosas de
la nariz moral.
El nictálope sabe, sufre o gime, siempre igual, en su techo de lumbre, en su sello de tibia
guitarra, con los brazos abiertos a su sangre de espuma, con los ojos fundidos en aquello
que ve, y mientras ve tartamudea.
(Pero hay cosas que interesan a las señoras de espaldas oceánicas y de eso se habla sólo
reticularmente; de eso se habla sólo en la espesa colisión de la madrugada y en las
congregaciones de la voz baja; porque ahora no es la blanca sombra de lo mullido-claro
lo que nos interesa, sino el juguete de la perduración, la risa de una piedra, las
inclemencias y los destellos negros de la palabra no.)
Pero hay algo en otra voz, una palabra enemiga de esa que no repetiremos y que está ahí
colmada en su festejo de mercurio; contra esa palabra de léxico infinito y lumbre de
espejos ensartados,
escribiremos hoy esa otra palabra, la que se oye y provoca la preocupación y la angustia
enfermiza que todos
conocemos en el reino extendido de no moverse; ésta es la palabra equívoca y unánime:
la partícula se. Hemos tocado la arcilla de esta palabra tantas veces;
nadie diga que no, porque no resonara fielmente esa palabra.
Alguien despierta de su sueño, se acerca a los pedazos de su sueño,
pero encuentra intacta y desmedida es palabra: se despierta, despiértase.
Yo volvía entre la magnitud confusa, rodeado por la sombra del reino, por el minuto que
pasaba
con sus naufragios y sus tintas, esperando las reanudaciones de la noche, la fijeza de la
misericordia y el color de la tarde;
regresaba con una delicia de animal, suspendido en el tamaño de mi persona y
36
enmascarado
por un gesto borroso, murmurando mis pasos
en el paisaje de los nombres, asombrado del polvo y acogido a la voluntad de la luz que
dominaba, pero el desconcierto de ese caminar ya era un principio de ruido oscuro y
acechante,
una cosa torcida vigilando por las orillas, en el borde infinito de lo que se mezclaba
abajo,
inalterablemente: esa taza, el objeto inclinado contra la ventana leal,
el sabor del aire en mis labios y mis cabellos irreales detrás de la veladura del tiempo,
pero eso no estaba ahí,
yo no recuperaba mis adustas regiones, era otro el que determinaba el túnel de estar ahí,
otro el que se detenía y observaba,
con una lentitud parecida al océano, la mutación y a llama de lo que establecía su
quebrada sustancia,
se articulaba y hundía en ese lugar inconsolable, otro el invitado, mis posesiones ardían
y mis instrumentos
estaban perdidos en la soledad más tenue de la ceniza con apariencia de mar, no había
“ni brizna de ti, oh
lúgubre”,
era la sed inagotable, la fisura del frío sucesivo, una irresponsable agitación que
sobrevivía en la inquietud de los pies
como el escozor de la huida frente al arma de fuego y como la sonrisa en un charco de
luto, prisionero entonces en el aire que me excluía,
cancelado por el vacío que germinaba sofocante, yo decidí alejarme sordo a las escasas
reconvenciones de lo real
y me abrigué y salí, fui a la calle y quise encerrarme en los aturdimientos de la ciudad.
37
Crucigrama
Acercarse a la torre de los congelamientos, al pozo del agobio. Tocar con mano de
esmeralda
el margen de las perfecciones. Abolir el espacio, abolir el instante, romper las ataduras.
Salir del círculo de lo visible. Salir hacia el relámpago, el ojo de la cosa y los prados
biológicos.
Arder como los cínicos, como los impiadosos, como los rencorosos. Recostarse en un
mueble de polvo. En sueños esculpir inútiles fogatas. Caminar en la brasa del deseo.
Beber con lentitud un veneno nutricio. Asir los colores de la muerte. Naufragar en
espejos.
Historia sentimental
Graffiti
1
(cultura)
Manejas con pulcritud
la prosa castellana.
Tu verso es grave y ceñido.
Tu prosodia es exacta.
Tienes porte académico.
y un pensamiento digno.
2
Entre el destazamiento y el coito
Ella prefiere
(Pues conoce la diferencia
Que separa al espíritu del cuerpo)
45
3
Laura se excita
Con las bebidas fuertes
Vivián prefiere a Mahler
Isadora exige
Manos enérgicas
Y autos deportivos
Aquella muchacha
(No recuerdo su nombre)
Sólo iba a la cama
Después de haber leído
Una o dos frases de Mein Kampf
4
(¿Edipo?)
La ve sobre la cama
con inmensa amargura.
La toca apenas
como el alba indecisa
toca el mundo.
La posee
con inmensa amargura,
sin embargo.
5
En un paisaje de novela gótica
La bruma se adelgaza
Desaparece.
Ahí están
Temibles y vampíricos
Los acreedores
46
6
Han visto a la condesa Bathory
En la pequeña ciudad donde vivimos
La policía vigila a todas las mujeres
Pero las jóvenes románticas
(Que saben imposible una cita
Con el apuesto profesor de Gimnasia)
Cuchichean durante los descansos
En el Liceo
Y se estremecen ilusionadas
En el calor de estas noches de estío
El conocimiento y el amor
Pero si vuelves tu confuso cabello bajo las hojas del árbol contiguo, desordenando la luz
o desatándola,
una membrana diferente enseña sus emblemas en la turbia constata ción de mis labios
—y ya no soy el fardo sumiso y sumergido que ignorabas sino la persona inaudita que
inicia el camino hacia ti con una penosa seguridad,
el camino hacia tu frágil deseo de lluvia, hacia tu acercado perfil, desnudo contra e!
despojo de una tarde.
Oigo tu voz anterior, cubierta por un polvo azul, tu voz junto a mi postura de nube,
tu voz que disolvería las estatuas que llevo hace años en el talón de mi sueño
—estatuas de viva piedra, de posiciones incomprensibles y de arenosa violencia.
(“... la noche cava una cifra en las caras, en la sombra sujeta al espesor del silencio:
acercarse altera este orden recto y sombrío, la... temperatura del silencio
47
es una curación para la roja fibra interna de la cosa, un estilo de articular el peso contra
la humedad que el silencio
prepara y distribuye
—ese resto de agua contra la diurna magnitud, hilos embebidos en un temblor de
retinas…“)
Verás mi boca sobre un hielo del deseo, mis uñas encendidas bajo la huella de tu sonrisa
oscura;
un cerco de mí o de mi desprendido inmovilizarme rodeará tu cuerpo a la deriva,
puesto en la cercanía del otoño como una letra sobre el ojo seco del ansia.
Estaré otra vez en tu boca para que tu superficie convenga con la mía,
y examinaré el río que te conduce, la fuerza que te lleva de esa manera
sobre el amor de las cosas y el aire desdoblado de los otros.
(El numeroso silencio deja caer sus duros granos, divide o ahoga todo lo que está aquí.
Pero lo hace con una aguja desvanecida:
apartaremos la desolación del silencio, su distancia opaca,
para llevar esta marca de nosotros a la duradera realidad.)
Pausa
Zoología de la luz
Un rasgo existe en esa palabra que yo escuchaba, una raya larga que desataba el aire de
una relojería o goteaba sobre un rostro —y era un efecto de visibilidad
expuesto al humor de ios días, al cielo múltiple, a las reacciones del ser.
Ahora estoy en el humo y examino mi desorden de sótano, mi oscuridad bajo las vendas.
Despierto bajo una rotura, bajo un animal despedazado. El aire se afila contra la luz.
Simulacro
El mundo es una mancha en el espejo.
Todo cabe en la bolsa del dia, incluso cuando gotas de azogue
se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan
con finas patas de insecto las palabras del alma humana. El mundo es una mancha sobre
el mar del espejo,
una espiga de cristal arrugado y silencioso,
una aguja basaltica atorada en los ojos de la nina desnuda. En medio de la calle, con el
ruido de la ciudad como otra ciudad
conectada en la pantalla de la respiracion,
veo en mis manos los restos del espejo: tiro todo a la bolsa y
sigo mi camino,
todo cabe en la bolsa del dia, incluso la palabra incluso,
un manchon negro en la linea que se va deshojando en la boca. Si me acercara, con un
sonido genital y absolutamente humedo,
tocando las paredes del miedo con manos espaciosas y una
circulacion de letras aplastadas contra la linfa color de olvido
si me acercara, seco y coordinado en los pliegues, oyendo el paso
de los otros en el techo,
una legion sorda, un estertor de marabunta, un hueso
desmoronandose,
una lluvia caliza por el suelo, en el paladar
si me acercara, si desmenuzara una figurilla con los dedos que
gotean vino
si me procurara un placer, un desvio, un tocamiento de nubes o
un roce plateado,
un manoseo en el oro, un deslizarse en la entrepierna de los
muebles para dormir ahi un sueno de saliva y silencio
si me acercara, dando en el tiempo un acorde caliginoso, un tempo
funebre de reunion a oscuras... ¿Como comprobar entonces que estas ahi,
construido en el plinto de tu ser sujeto, continuo y manifestado
como un dato hundido en el fango de la evidencia,
pensando en medio de las cosas, entero y positivo como un
50
Escena de costumbres
La region que buscabas en el azul del sabado es una reliquia
desprendida del corazon humedo del aire: una zona de poca
fortuna
Para la riqueza de tus manos —rectas y dolorosas, metidas en el azar
57
de un brusco acercamiento
o penetradas por el disturbio de una desnudez que nadie sospecharia. Ahora tu escena
es una composicion de velocidades e imaginaciones
nuevas:
acccidentes de caceria, oscuros trapos, paredes repletas para tu ojo
sin costumbre. Tu cuerpo es un vino que atravesaba la confusion de cuerdas y
relojeria sin manchar el mantel,
una medicina en la atmosfera de cabellos del sabado, una palida risa
que se desvanecio detras de ti.
Escucha como se propaga la escasa conversacion de los otros,
tensa en las bocas cuidadas para la muerte, ilesa y reflejante
como una gastada maquinaria sobre la carne del mundo,
tocada una y otra vez por la salud y el orgullo, invadida
por un enorme paisaje conmovedor.
Olvidar
Aquí están los nervios
que envuelven, como un papel fragante,
las melodías obtusas
del rencor.
Y aquí la risa
como un pájaro ebrio. Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.
La espuma del sufrimiento
cala en el encaje naufrago
de mi silbido matinal. Aquí están los sonidos
olvidadizos, las crepitaciones
que amarillean.
Una vez más,
todo será escuchar
u olvidar. Olvidare estos doblados
enigmas, estos relojes
rectilíneos de esperas, este cuerpo
ajeno
en la llama de sándalo.
Plegaria
Señor, salva este momento.
Nada tiene de prodigio o milagro
como no sea una sospecha
de inmortalidad, un aliento
de salvación. Se parece
a tantos otros momentos...
Pero esta aquí entre nosotros
y crece como una luz amarilla
de sol y de encendidos limones
- y sabe a mar, a manos amadas,
huele a una calle de Paris
donde fuimos felices. Sálvalo
en la memoria o rescátalo
para la luz que declina
59
Cuaderno de noviembre
(fragmentos)
Algunos deseos
Que vuelvas a ver la enorme catedral
y la erizada Capilla
y sientas el paso distante, los rumores
de los Cruzados y de San Luis. Que vuelva la calle Monsieru le Prince
61
La orden
(para Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo)
No quiero saber
si lo comiste.
o si aquel alimento
y aquella orden
las apagaron para siempre.
Aquí fuera
también
te persigue.
La dimension desconocida
Capítulo I
Capítulo 2
Capítulo 3
En la ciudad
La lluvia cae
sobre la ciudad envenenada.
Un olor de agua
se mezcla
con el agrio tejido
del humo.
El clima pesa
cual una mano
hecha de mecates
y crudos caldos.
Nadie camina por las calles.
Nadie respira
en las habitaciones.
El mundo se cierra
con un lejano chasquido.
Alguien abre los ojos.
Sweet Angel
Aparezco en la saliva del ángel, ante mí los papeles ilusorios —desatados en
la blancura del
amanecer
y a punto de sumergirse en la manecilla de tinta, escritos o escribidos con el adorno
de ebrios
tachones,
como un césped meticuloso en la montaña de mi cuerpo, como la droga tibia del
Unicornio que
abre los
ojos en los residuos, en los intersticios, en lo que pasa.
Aparezco en la cintura del ángel, negros papeles en mi boca y en el funesto ángulo
de mis
65
Dirás una o dos veces que divago, sin explicar las cosas, como si aparecer en
la cabellera del
ángel no fuera suficiente,
como si en la sopa común pudiera no aparecer el Unicornio, alucinado y perfecto,
numeroso y
nombrado,
de la misma exacta y ebria manera en que aparezco yo, moi méme y malgré tout!, en
la zona del
ángel, en el alcohol del ángel, en la comisura llameante del ángel,
risas todos los días y decir otra vez "todo es oscuro", etcétera, carajo,
escribir, escribir, escribir, con estas cosas tremendas ante los ojos, y abrir la boca
desesperadamente mientras todo,
y "todo es oscuro", alrededor se derrumba con un ruido de tatuajes y desgajamientos, y
mirar
es convertirse en luz,
¡pero la luz escurre con jirones, con manchas, "Todo es oscuro" y las risas, por los
pasillos,
cruzan la muerte
como la misma luz, el Monstruo de la Luz, que entra en una cuchillada y la selva de
la retina
oscila:...
—somos los mismos de siempre, en fila y peinados, animales con su cucharada
de lenguaje azul,
con su frágil ración,
con su ciudad cerrada en el fondo desordenado de los ojos!
66
Aparezco en el sótano del ángel como una gota clasificada, oigo mi tos en el
aire, women come
and go talking of Michelangelo, cumpliré quizás cuarenta o cuarenta y tres años,
leeré libros y quemaré hojas secas, idos el entusiasmo y la fuerza, sumergido
en pliegues de
relatividad, ahora veo, allá arriba,
la venenosa risa del ángel cubriéndolo todo con la palabra oscuro, con la palabra
mí, con mi
pasaporte y con la sombra de mi cabello,
con la basura de unos párrafos dedicados al olvido, con la fórmula etcétera, con mis ojos
arrancados a la
mitad del sueño, con esta lluvia donde alguien, quizás, oscuramente, oye
ruidos maravillosos,
transformándose.
Puerta de vidrio
Me acerqué a la puerta de vidrio como si yo mismo fuera una ficción,
toqué su pausado pulimento, puse la frente sobre los brillos de su agua suspensa.
Mi cuaderno estaba junto a mí, cerrado de delirio. Y tuve miedo de perder el equilibrio
bajo los efectos de la droga que la puerta de vidrio hacía entrar en mi
desconcertada cabeza, en
mi
cabello colocado bajo la influencia primaveral que desdeñaba.
Me acerqué a la puerta de vidrio para verme, como si fuera posible percibir en esa
inocencia
transparente
los arraigados materiales que me construyeron para el tiempo.
Nada reconocía más que la conducida limpieza de tiempo, sus aprendidos engaños.
Me aparté
con un miedo nuevo y sabiendo
que si alguien soy no he de reconocerme sino para la fuerza.
Por tu cuello salían chispas como el aserrín de un muñeco degollado.
Encadenado a la pared, eras miles, miles de hombres. Y el policía que te pegaba
era él mismo y otro, tú acaso. Levantaste los brazos para defender la playa de tu torso y
volviste la cabeza
para ver si tus camaradas habían huido, abriste la boca para decir algo y viste
la boca abierta del policía ya adentro un calendario, un lápiz y una orden
de aprehensión.
Por un instante supiste que te iban a matar pero luego resolviste esperar otra fracción
de
segundo bajo los golpes
67
y sacar la feroz alegría que hasta ahí te llevó, cerraste la mano para sentir la terrenal
fuerza
marmórea de tu puño
El vidrio de la puerta sabía que detrás de la frente del hombre había una piscina
y amaba esta palabra y lo que designaba, porque la puerta, a su modo "vidriado",
se reconocía en lo que estaba detrás de la frente del hombre y en la palabra que le tocaba
en ese
mundo.
Esa palabra era un lenguaje entre la niebla, era un sueño entre las fuentes y los senderos
floridos,
y se enlazaba con naturalidad al armonioso canto de los pájaros.
Era un lenguaje de vida que tenía esguinces de muerte y de niebla que también estaba
"vidriado".
La puerta escribía en el hombre una frase larga y neblinosa.
La puerta interrogaba al hombre sin interrogarlo, y éste
había sabido siempre que su principal interés en la vida
era responder a ese interrogatorio neblinoso, que quizá no era en verdad
un interrogatorio.
La puerta de vidrio le preguntaba al hombre, una y otra vez, con un ritmo neblinoso
de sueño,
cosas cuya respuesta él ignoraba pero que le dejaban en el paladar un regusto de vino
y de
quemadura.
Eran preguntas de una civilización perdida, preguntas sobre los horarios de los trenes
de la
Gran Ciudad,
preguntas sobre lo Mismo y lo Diverso, preguntas sobre la filosofía y preguntas sobre el
tabaquismo.
Esas preguntas entraban como plumajes de acero, sin encontrar ninguna resistencia,
en medio de la cabeza del hombre y rozaban la piscina como un pájaro lleno de sed y de
furia
sexual
—y esa manera de entrar depositaba en el hombre un perfume de cabellos asesinados y
un grito extenso hecho sólo de ojos y páginas destrozadas.
El hombre no sabría responder a las preguntas de la puerta de vidrio y sin
embargo antes
ha conocido el misterio delgado y sanguíneo de sus emociones frente a esas preguntas y
frente
a esa puerta, todo ello
depositado en el hombre de una manera "vidriada" y neblinosa. Como un sueño entre
los
senderos floridos y
el armonioso canto de los pájaros.
La puerta no es lo que se dice, ni se abre o cierra según las técnicas o la moral
en uso, técnicas
impiadosas y automáticas, como de un sueño hueco, frías como un teatro frío.
Pues la puerta que interroga al hombre no es una posibilidad de entrar o de salir,
de cerrar o
abrir,
69
Maquinarias
1
con el resto del vocabulario, para que puedan rozarse sin daño
con las demás y libertad no lastime demasiado
Abres y cierras
Abres un filo de navaja
para que gotee la transparencia.
en el decuplicado y lento
destello de tus manos.
73
Canción de la inquietud
Inquietud en el cielo de los ocres, inquietud en el sedoso
laberinto de las tripas, inquietud
en las plumillas dobles y triples del dibujante,
inquietud entre los maizales y los rosarios
manipulados con nerviosismo
por la señora nalgona y sus naguales,
inquietud en el agua
con su cara de transparencia y lodo
y en los órganos azules del viento, inquietud
ante la cercanía de los insectos y frente a las
alas del alcaraván ceniciento, inquietud en la jarra
y en la taza, inquietud entre los cuatro muros de la casa
y a la intemperie, inquietud hacia el sur
y hacia el norte de la Rosa levemente manchada,
inquietud en la tensión ecuatorial
que sostiene el vientre con un esfuerzo sublime
entre el oeste de la defecación y el este de la orina,
inquietud en los genitales barnizados de lo que no debiera,
inquietud rumbo a los torrentes mayores y los arroyos mínimos,
inquietud sobre la cabeza rapada de la calavera
y debajo de los pelos gritones del trazo sepia,
inquietud en la máscara centellante de los dioses
y en la cara redonda o escuálida de los traseros,
inquietud de los cuerpos y las almas a un lado del camino
y en la intimidad erizada de los baños.
Pasiones
En cada objeto la sombra de la Pasión
cae como cae la luz de la mañana.
se depositan clavos,
coronas de espinas, gallos.
Hombre enfermo
El perro nocturno come
dos anillos de sangre
pero el perro vespertino lo ahuyenta.
El poema
Para Arturo Cantú
Por la ventana
Por la ventana, veo líneas de polvo
y el caedizo rumor material de las cinco de la tarde;
hombres y mujeres atraviesan
una niebla letárgica, se entrecruzan
con monstruos que no los ven,
lloran sin saberlo al bajar hacia los túneles
del Metro y se hieren
por cualquier cosa. Por la ventana
entran en nuestro cuarto rombos de plata
que asumen, con un centelleo, catadura de fantasmas.
Por la ventana se derrama sobre tu rostro amado
el verdor del jardín, el estallido silencioso
de las jacarandas y los colorines. Por la ventana
como por el libro de diamante –que es otra ventana-
entiendo la expresión Deus sive natura, me inclino
hacia el mundo y recojo gestos de dolor y de exaltación
y ademanes de náufrago, espasmos, finitudes,
largas locuras, pedazos del amor desconcertado,
fulgores de mutilación y bruscos gritos del silencio.
Elementos
Qué me dibuje en agua olvidadiza
el esplendor del fuego: tu presencia.
Heridas
Nos herimos. Volvemos la mirada, en medio
de verdes luces, a los rostros confusos; caminamos
entre desechos y turbulencias; pensamos
con una tensa cuerda de dolor en el pecho.
Y nos herimos, insaciables. Negrura y débil saliva
cunden. Sombras decuplicadas se asientan
sobre párpados tersos; pedazos de nada que tenga
nombre ni sustancia revolotean sobre las lenguas;
fatigas concretas dejan luido el ojo y secos los labios.
Nos herimos y continuamos, exhaustos. Abajo silban
ráfagas incoloras. Nos herimos y nos levantamos
unos a otros, tropezando siempre con piedras
que son lo Mismo, sin cesar angustiados
por el espectro formidable de los errores y los engaños.
El día da vueltas sobre sí mismo y nos deja en la boca
una mancha de luz infatigable. Caminos se bifurcan
frente a la posibilidad ingente de las heridas. El dolor.
78
Dones de abril
Los gestos de San Luis,
los panes y el café, la magia
de los herreros, la prosa
de Schwob y las enmeraciones
de Saint-John Perse, los libros
de historia medieval, el sol
entre las jacarandas, la lluvia
intempestiva, las fotografías
de dos o tres niños, la mitología
de los indoeuropeos, los viajes
del Veneciano y de sus contemporáneos,
los cuadernos para dibujar,
el aislamiento entre la luz dorada,
las noches frescas para pensar
y las mañanas
de las risas compartidas.
Discursos
De labios escondidos salen rumores y vendavales,
largas frases de naufragios, de pérdidas; de bocas lentas
y minuciosas se desprenden fábulas de vapor y delirio,
pálidas declaraciones de amenazante desnudez.
Preceptos materiales
Me caigo y me levanto
Declaración de antipoesía
Yo no quiero escribir acerca de la ciudad-tendida-a-mis-
pies
ni de una clase de luz que nada más yo puedo percibir y
entender.
Preferiría hacer versos donde los rechinidos y las
81
crepitaciones
que me circundan algunas noches, no demasiadas
-ruidos y sombras cuyo significado ignoro-,
tengan un lugar y le den a los lectores
esa sensación de inquietud semejante
a la de sueños inolvidables por razones ignotas. Quisiera
un poco de claridad en el misterio y un poco de misterio
en el paso de una palabra a otra. Estoy cansado de la
vanilocuencia
y de la trascendencia de tantos poemas que no me
convencen,
me irritan, me dejan exhaustos de pompa y de mensajes
-como D.H. Lawrence estaba cansado
de las mujeres que fingen un amor que no sienten y exigen,
con estridencia, una reciprocidad, acaso igualmente
fingida.
Sin embargo, ¿qué haré cuando la ciudad se tienda a mis
pies
y la inunde una luz de ultramundo? Haré a un lado esa
imagen
y me concentraré en otras cosas: ese gesto perdido que
tenía
un aroma de salvación, la giración de ciertas moscas, el
silbido
de los comerciantes callejeros. No sé si podré. Pero no
saberlo
me da un gran sentimiento de alivio lleno de
contradicciones.
Viento de luz
Los órganos del cielo se desplazan
y se extienden
bajo los labios nubosos de la penumbra.
John Constable observa
con los ojos cerrados,
cuerpo adentro,
cada centímetro
82
Juan Rulfo
Con esa luna seca y sola entre los matorrales
como única luz, nunca podremos encontrar el camino.
No hay estrellas, nada que sirva para orientarse en estos
yermos.
Los perros enflaquecen al paso de los minutos.
Los cuerpos se destiñen, canijos, requemados de frío.
Hemos estado caminando por aquí, por allá.
Parece que andamos en una línea derecha, pero luego
se ve que está torcida. No hay cobijo.
Pedazos de tierra se caen de las peñas y nosotros
miramos el polvo de los senderos entre la sombra,
como si nada más verlo fuera a salir de ahí el
entendimiento.
No hay comida. El cielo está arriba, abajo la planicie.
Se desprenden terrones bajo los pies. Más tarde se
extiende la luz
y empieza el bochorno. Y vuelve a empezar,
otra vez un paso y otro. Ya nadie pregunta ni para qué.
Ni cómo. Seguimos caminando, tratando de ver. Hace
mucho frío, luego vienen esos ardores que parece
83
Cielo abierto
A los grandes desconocidos
1/2
David
Huerta: Esa
otra ciudad
que habitan
los poetas
Por Guadalupe Alonso
En días recientes la Facultad de Filosofía y Letras
rindió un merecido homenaje al poeta David Huerta,
una de las voces fundamentales de la poesía
mexicana actual. Guadalupe Alonso entrevista al
autor de Incurable y Cuaderno de noviembre, en
tanto que Salvador Gallardo Cabrera incursiona en
la obra del poeta con un texto crítico de profundas
implicaciones filosóficas.
Deudor —como todos nuestros grandes poetas— de la gran poesía del Siglo de Oro: de
Garcilaso, Quevedo o Góngora, David Huerta ha abrevado en lo mejor de la lírica en
nuestra lengua y al mismo tiempo no ha sido ajeno a otras tradiciones poéticas. A partir
de Cuaderno de noviembre (1976), su segundo libro, Huerta exploró los caminos del
versículo o verso extenso que nos recuerda a Paul Claudel, Ezra Pound, Eliot y, en
nuestras letras, a Pablo Neruda, José Carlos Becerra y José Lezama Lima, por citar sólo
algunos nombres. En este sentido, David Huerta es un poeta barroco, devorador de
tradiciones y poéticas, de formas y estrategias.
como los calígrafos japoneses sus dibujos: hay una hoja de papel, que es el espacio y
también el tiempo, hay un pincel que una mano deja correr para trazar signos que se
enlazan, juegan consigo mismos, buscan su propia armonía y estilo y de pronto se
interrumpen en el punto exacto en que ellos mismos así lo determinan.
Uno de los medios que encontró David Huerta para hacerse de una voz personal fue el
versículo: versificación extensa, mucho más amplia, que involucra ideas y percepciones,
emociones y narraciones y que cristaliza con Versión, el libro por el que ahora recibe el
Premio Villaurrutia. Este tipo de versificación ondulante, que se ramifica en distintas
direcciones, permite a David entablar vivos contactos entre la razón y la emoción, entre
la narración y la reflexión, de una manera, decíamos, original y propia. Los géneros se
disuelven, la narración deviene poema, el cuento canción, el poema reflexión, el verso
aforismo. Por eso, el principio de inestabilidad permanente, de continua incertidumbre
—un término de la física cuántica—, rige la poética de David.
Y también por esto cada fragmento de su poesía está íntimamente ligado a otros
provenientes de otros libros, estableciendo un diálogo constante consigo mismo como,
decíamos, los signos del calígrafo japonés en
su dibujo.
Pero hay libros que —aun dentro de esa ligazón y comunicación permanente de unos
con otros—, constituyen una especie de parteaguas para el poeta. Quizá, por ejemplo,
para Octavio Paz lo fue La estación violenta y quizá para Efraín Huerta lo fue El
Tajín. Libros que se erigen como momentos clave en la obra de su autor. Me parece
que Versión es ese libro parteaguas en la obra de David: el libro en que el poeta ha
conformado un universo lírico propio, una voz irremediablemente personal, como la
huella dactilar, según decía Cortázar. Es el momento en que el yo biográfico y el yo
poético intercambian sus identidades y se funden en una sola presencia, que dista
mucho de ser unívoca, sino que asume su otredad incurable, su capacidad de
transformación y metamorfosis.
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Por eso resulta significativo el título del libro: Versión, o sea, aparentemente no se trata
de un original sino de una traducción, una exégesis, una interpretación. Como sucede de
forma por demás reveladora con los heterónimos de Fernando Pessoa, o con la idea de
la máscara en Ezra Pound, el poeta se vuelve otro, accede a la otredad de su propia
expresión, de su propia escritura. Esa escritura que, a partir de ese momento, será su
única casa habitable. Porque, nos dice David Huerta en Versión:
Qué privilegio tener en nuestras letras un poeta como David Huerta, cuya lectura de su
poesía nos permite habitar ese lugar donde vivir puede valer la pena.
Sobre las influencias que recorren su poesía, David Huerta afirma que van “desde Sor
Juana hasta Antonio Deltoro, y todo lo que quepa en medio”; que relee sus poemas al
paso del tiempo para “como el minero, encontrar nuevas vetas y caminos sin explorar
que me hacen continuar por otros lugares”.
A veces, David Huerta se ha definido como “un rocanrolero frustrado, que aún toca la
guitarra”; otras, como “un obrerito de la literatura, por una nostalgia izquierdista”. Lo
cierto es que su poesía está enraizada en la más acendrada tradición poética de la lengua
española, que con su voz se renueva en una cosmovisión vigorosa, que recupera la fuerza
de las imágenes, en una escritura que mucho le debe a los poemas de José Lezama Lima,
y sobre todo, a la idea del cubano de que el poeta es “el amateur de todas las cosas”:
“Soy un escritor de poesía más bien tradicional. Yo diría que lo que hago es una poesía
de imágenes, de metáforas, de símiles, de metonimias, de todo tipo de tropos, de figuras
del lenguaje. Más que el culto o la devoción de la imagen, tengo la certeza de que todavía
a través de las imágenes podemos decir cosas que nos ayuden a vivir, un poco al margen
del mercado, si eso es posible”.
jóvenes. David Huerta fue el único de los participantes que entregó sus poemas a
tiempo. Los otros, “misteriosamente”, no entregaron nada. Arellano pidió a Huerta que
aumentara algunas cuartillas a su poemario y fue así que surgió El jardín de la
luz(1972).
Un día de 1987, David Huerta llegó a la presentación de su libro Incurable vestido con
una guayabera amarilla hecha en Nicaragua, parte de la herencia de su padre que había
muerto cinco años atrás. En ese libro, particularmente extenso para tratarse de un
poemario, dividido en 9 libros pequeños que forman una unidad; “9 partes como un
embarazo, porque Incurable es como una criatura, como un organismo vivo”, el poeta
hace una introspección para descubrirse ante los demás y realizar un intento de
curación sobre sus obsesiones.
En palabras de David Huerta, Incurable “es un libro más de poetización que de poesía.
Es una forma de experimentar con el lenguaje, de estar siempre en marcha, sin buscar
un fin. Es una introspección al servicio de la expresión: meterse en uno mismo para
hablar de uno mismo. Es un doble movimiento: entrar en ti para sacar lo que se puede
decir”.
El mundo es una mancha en el espejo; con esa imagen en que caben todas las imágenes,
comienza Incurable, un libro construido para la lectura aleatoria, para comenzarse y
terminarse en cualquier punto, que ofrece una lectura que no se agota, que hace de la
exploración una forma de conocimiento, que cambia la claridad por la polifonía para
vincular los sentimientos que construyen al poeta.
“La inconformidad, la insatisfacción con la vida que podría ser mejor, con el lenguaje
que podría ser más bello, más comunicativo, es lo que impulsa a uno a escribir. Esa
disidencia no creo que sea un rasgo nada más. Es algo que le da sentido, dirección y
significado a la vocación artística”, expondría David Huerta sobre su trabajo con el
lenguaje y su búsqueda de imágenes que cautiven al lector.
Después de Incurable, David Huerta comenzó una exploración de versos breves, casi
como apuntes y vocetos de poemas, que él mismo califica como una “taquigrafía
memoriosa”. Ejemplo de esa búsqueda son La sombra de los perros (1996) —que
93
Además de esos poemarios, David Huerta ha dejado evidencia de los estrechos lazos que
unen su obra con las imágenes pictóricas, y ha participado con su palabra en los
libros Lluvias de noviembre (1984), en colaboración con Vicente Rojo; Los objetos están
más cerca de lo que aparentan (1990), en coautoría con Miguel Castro Leñero; Los
cuadernos de la mierda (2001), con dibujos de Francisco Toledo y Homenaje a la línea
recta (2001), con fotografías de esculturas de Gunter Gerzo. En esos volúmenes, la
poesía y la plástica dialogan en un intercambio de formas, líneas e imágenes poéticas
donde, al multiplicarse los significados, al mismo tiempo se profundiza y extiende la
perspectiva de la creación artística.
Al margen de la poesía, ha sido articulista de periódicos por más de 15 años, “un oficio
muy noble que siempre me ha dado para comer”; y ha dirigido diversas revistas y
suplementos, tales como la Enciclopedia de México, La Talacha y La Gaceta del FCE.
David Huerta es definido por Christopher Domínguez como “una persona tierna y
apasionada. Su vasta cultura incluye la botánica y la curiosidad científica, cualidades
escasas en un poeta contemporáneo. Pero más allá de sus atributos intelectuales y de sus
debilidades estéticas es un genio. Quiero decir que pudiendo ser un personaje más de
nuestra literatura, su obra sólo se explica mediante la intersección de la gracia entre el
talento y la palabra”.
Pero para David Huerta, la labor poética continúa sin descanso. La poesía es una chispa
que él intenta transformar en palabras. Es esa la búsqueda a la que ha quedado
condenado desde que descubrió el poder de las palabras y sus formas:
“Para mí, la poesía es un destello en el sistema nervioso que puede desarrollarse a través
de las palabras, que son tan toscas al mismo tiempo que finas, y están llenas de
capacidad de resonancia, incluso de materialidad; y esa materialidad está en la
capacidad que tenemos de proferirlas o escucharlas. No hay tangibilidad, pero sí
materialidad. Por ahí va la cosa”.
94
Obra
Tomado de Wikipedia
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Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo
Pasos Rojas
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
Carranza Gamoneda
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
Burgos 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
Delgado. Szymborska
8. Haikus / Matsuo Basho 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas /
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Seamus Heaney
Darwish 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas /
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas Eugenio Montejo
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
Drummond de Andrade 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Brull
Enzersberger 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes Holan
contemporáneos 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas /
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego Gastón Baquero
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
Raworth 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú Giannuzzi
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
Rawlings 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza Torres
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 53. Territorios Extraños /José Acosta
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
Martínez Rivas 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís
24. Antología esencial / Joseph Brodsky Fernández
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova Vásquez
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
Rothenberg 58. Días de Carne / César Sánchez Beras
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio 59. Elevación de los elementos / David Huerta
Pacheco
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas
Elytis
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth
Rexroth
97
Colección
Muestrario de
Poesía
2010