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NATALIO R. BOTANA La tradicién republicana Alberdi, Sarmiento y las ideas politicas de su tiempo Bree vl EL PUNTO DE PARTIDA ‘Ta revolucién en América del Sur fue una rupture que sbrié paso al drama-histirico. Asf Ia juzgaron Alberdi y Sarmiento. Ambos nacieron cuando ea circunstancia sacudi6 al continente, Un cuarto de siglo més tarde, el punto de partida era como un gigantesco desgarro: el antiguo réglmen que cadueaba; las primeras experancas prontamente segadas; sobre los escombros, al cabo de aquel intenso momento fundacional, el expeetro del despotismo{*Aqué termina ~eseribfa Samiento en Re- ceuerdos de provincia Ia historia colonial, lamaré af, de ri familia, Lo que sigue es la transcin lenta y penosa de tun modo de ser a otto; a vida de In Replica naciente, Ja lucha de los partidos, la guerra evil, ls proseripetén y el destierr." Esta penosa transicin era una historia inevitable de cuya fatalidad el joven Alberdi no dudaba, Bn el Diseur so de apertura al Salén Literario, en 1837, la revolueion americana se inscribia, como norma subortinada, dentro 4e Ia ley del progreso histérico, que, sin embargo, estaba sujeta ala modatidad propia de cada nacié “Cada vez que se ha dicho que nuestra revolucion es hij de se abitraredades de un Virwy, de Ia invasion peninsular de Napo- Jeén, y de otros hechos semelantes, se ha tomado, en mi opinion, lun motivo, un pretexto por una enuss, Otro tanto ha sicrdido 264 NAPALIO R. BOTANA ccuantas vous oe ha dado por causa del revoluclin de Norte Amé rica Ia euestin del té; por emuss de la Revolucin Francesa los de- Srdenes fnancieros y las igolencss de una arstocracia degrada. Ga, No erels, sefires, que de unos hechos tan efimeros hayan po- ido nacer resultados inmortales, Todo lo que queda, y contin fesenvolvéndose, ha tenido y debido tener un desenvolvimiento fatal y nscexario. Si os colocis por un momento sobre as cimas de la iatri, versal género humano marchando, desde los tiempos ‘més primitivos, eon tna admirable solidaridad, su desarolo, su perfeceién indefinida.”™ En su representacin inicial el punto de partida de la revolucién sudamericana no es, para Alberdi y Sarmiento, ni una biografia de la continuidad, como querfa Tocque- ville, ni tampoce Ia lenta incorporacién de un modo pri- tmitivo de ejercer Ia libertad politica en una vasta repé- blica, La revolucién del sur es todo lo contrario. Bs drama « inevitabilidad.,“He necesitado andar todo e'camino que dejo recorrido para llegar al punto en que nuestro drama comienza”, escribié Sarmiento en el Capitulo IV del Fa- eundo, “La causa, pues, que ha dado a luz todas las re piblicas de las dos Américas; la causa que ha producido Ja revolucién francesa, y Ia préxima que hoy amaga a la Europa, no e¢ otra que esta etema impulsién progresiva de I humanidad”,replicaba Alberdi en el Discurso... * De allf, de esa suerte de histérica sentencia, in ‘en Condorcet y SaintSimon, que conduce a un estadio de mayor perfectibilidad, habré de nacer el nuevo mun- do. Una ereacién pura, sin arraigo, inmersa en la soledad. La revolucién norteamericana, se erefa, era hija legitima de un pasado venturoso. Pero ahora, cuarenta afios des- ppués del grito de 1810, Sarmiento se presentaba como protagonista de una épica que carecfa de rumbo.\Sin his ‘oria que recuperar, instalada sobre una brusca negacién de la cultura que le dio origen, esa revolucion no tenia otro horizonte que construir una repitblica desde la rai: frac LA TRADICION REPURLICANA 265 “Norio América se separaba de la Inglaterra sn rnegar la hi {orla de sus lbertades, de su jurados, sus parlamentos Nosotros, al dis siguiente de Ia revolucion, debfamos vo ojos todas partes buscando con qué llenat el vacfo que debian dejar Ie inquisicin destruida, e! poder abeolutovencido, I excl- si6n rligiosaensanchada,* La fevolucién giraba en tomo de un enorme vacio tedrico que coincidia con Ia pavorosa realidad del dis- sensus universalis, fusion de anarquia y despotismo, incomprensible para el ingenuo racionalismo de los fun. dadores, brutal y violento como las pasiones a las cuales ninguna institucién formal podia contener. América del ‘Sur comenzaba su larga marcha en procura de una legiti- ‘midad de reemplazo. El drama era pues semejante a un triptico: arrancaba de la aparente destruccién del orden colonial; se hacia més hondo con los interrogantes sin respuesta; e infundfa terror en los recién legados ala vida priblica por esa violencia hobbesiana que en todo penetra- ba, costumbres, usos, habitos. Habfa una revolucin feliz en América del Norte con «guerra exterior y sin violencia intema, Haba otra, la fran- ‘esa, que evocaba una esperanza frusteada. Y por fin, en- ‘re ambes experiencias, yaofa la revolucin del sur, pura violencia agénica, guerra sin término, drama reconcentra- do, Sarmiento citaba con frecuencia a Shakespeare! Como fen una tragedia en varios actos, las décadas que corrfan entre 1810 y la aparicién del Facundo condensaban la larga historia de la civilizacién. La revolucién de treinta ‘ios hacfa visible Io que en Ia vieja Europa exigi de preparacién. Era el regreso simulténeo, sobre el esce- nario argentino, del antiguo régimen aistocritico y Ia corupeién de 1a polis clisica, de Ia invasion de los birba- +08 y el nacimiento del despotismo; todo ello resumido durante 1os primeros afios de una biograffa que sera larga, 206 RATALIOM. BOTANA Segin se ha repetido a menudo, con palabras de In “In troduccién”” del Facundo, la revolucion era un enigm: tuna esfinge devoradora de ilusiones que, imperturbable thrente al ensayo teérico, imponta la servidumbre del them- po historico: “om eteépto del carro y las trompetas —damabsAlberdl— ‘aturde nuestra concencla |... Un dia, Sefores, cuando nuestra ve inocente y pura sonefa‘en el geno de sus candorons si Pes de vlidad, de repente slente sobre su hombro una mano pe- ada que Te obliga a dar vuelta, y se encuentra con Ia cara austere ‘hal Tempo que le dice: est coro el dit de las iuslones: hora ‘es de volver bajo mi eetro."" Bl viaje interior: las etudades y la barbarie 1 eundro doi evolucin abarcabs, entonces, figure superpustan La pineipl er hecho desnudo de 1 p> aeerege, sobre ella sof instal la interpreta, Fa gander a ruplira no er nootaro haber Iefdo a chet oa Quinetsbastabn con pacer el vértigo del wae inarpretacin, en eamblo,proponia un nove “toe hous ane dea raid, Poco después del fa oo a ginevon non esto del legladr eapre Sie con muuro bro, quiado por itancones semelanes, eique munido de’ lms hetramienas Bld en aa gm un aot explorader de legimidades ign sar is prec’ Habe vido ito 9 adlocent, en wre igus ropinen que derrumbaba y entre tanto etre cota pore, en pa tnt, In rad sta ropableana Ht primer peso or pues una neers srearacton, Sto que este prolimina ante, tala nomen acres ol torpe dxpzaiento, un dosborde de imégenes que luego, quizé, podrian decantar en s {EA TRADICION REFUBLICANA 261 cespiritu alguna certeza con respecto a esa inasible legiti- ‘midad de reemplazo: "Como se forman las ideas ~proguntaba Sarmiento en Recuer- dos de provinela~. Yo ereo que en el espiitu de los qu estudian ‘cede como en Its inundaciones de los ros que las agua l pasar euien porto tanto ene poder en ta sociedad bitba va? Sogin Sarmiento ese poder deriva de una station donde las rlaiones de mando obedienia se desent ‘ven a partis de clertospapees que se repten con free €ia, para luego colina, xl personaje existe, en una reivndicaién absolute del astendiente personals El poder en la sociedad bibara es una biogas: las perpetas de nal, By el mundo ri en efeto, hay capataces, juntos de campata y comandantes, El eapata, que marcha a frente de la tropa de carretas, encama la fuerza’ El juez representa el miedo: “el teror de su nombre es mds poderoso que los eastigor que aplica’. El comandan. te de campaia reine ambos strbutos, Po indapen. sable para hacer de un elo un aspota, ete fe el fol due deventaon Artigas, Facundo y Rosa) orden que propone el gobiemo birbaro est enton: ces animado por ub principio (nico y un resort fund mental: es el miedo, “enfermedad del dnimo que aqueje 4 las poblaciones comm el edlera morbus", que se recon centra en tomo al déspotay se propaga entre el intinvo ‘egoista de los habitantes.{Asi, !a barbarie, como forma de > fobiemo, adguiere un perfil preciso: naturalesn. sts Tada a la extensin_y a ln ausencla de socablidady brincpio que I hace andar alas pasiones predominantes_{ de la fuerza, el_miedo_y el eoismo. Es un gobierno | Bien Yan pblico: } "Con esta sociedad, pues, en que la cultura del expititu es inti © imposibie, donde los negocios muniipales no existe, donde et bien pico es una palabra sin sentido, porque no hay piblico, et hombre dotado eminentemente 3¢-esfuerza por producine, ¥ ae [NATALIO . BOTANA audopta para ello los meds y los eaminos que eneuenta. HI gaucho feed un malnechor un caudil, sogin el rambo que lat cosas tomen en el momento en que ha Hegado a hacersenotable.”*” Contra lo que podria imaginar una teoria estitiea del despotismo, el gobierno birbaro es movimiento. Por eso, como querian Thierry y Michelet, ese destino no podia ser simplemente calificado con el juicfo del moralista. Sar- ito hizo mucho més: narr6 el despotismo y con ello pretendi6 develar el fracaso y la fortuna del caudillo argentino, A ese gigante lo convocé al principio como una sombra, fugaz instinto que muy pronto descenderia al ‘mundo de los muertos. Pero este despertar era suficiente para poner en movimiento ala sociedad ignorada. Facun- do es quien despierta a Ia masa rural y Is hace marchar hacia la Gnica colina que sobresalfaen el desierto: peque- fio espacio inerme, las ciudades sucumben sin resistencia, Podian “reivindicar glorias, civilizacién y notabilidades pasadas. Ahora el nivel barbarizador pesa sobre todas cllas”, Es la fusién entre el campo y la ciudad antigua que reduce la calidad urbana hasta un nivel rasante donde ya no se observa diferencia alguna entre una y otra realidad. Este trdnsito significa mucho més que una mera conquista porque a su término emergeri una ciudad diferente, sede {indiseutible de un nuevo orden politico. Las ciudades del interior fueron presa fécil; cuando cay6 Buenos Aires ‘concluyé el ciclo revolucionario de la independencia y la guerra civil: “, . y to que en & (Facundo} era solo lnstint, inicaciéo, ten- denis, convirtiése en Rosas en sstome, efecto y fn; la naturales campestre, colonial y bérbar, cambiose en esia metamorfois en are,en sstema y en politica regula..”** [La barbarie conduce pues ala tiranfa urbana. Si ambos gobiemos comparten un mismo principio, que conjuga la fuerza con el miedo, su naturaleza es sin einbargo dife- {UA TRADICION REFUBLICANA, 269 rente. Bl gobierno birbaro jamés se detiene, es disperso, sigue ala montonera. La tiranfa urbana viene a contener ‘ese movimiento. Entre Ias ruinas que ha dejado la guerra social emerge como el sistema mas eficaz para frenar a esa ‘masa rural y transformarla, paulatinamente, en clientela politica. Bs un régimen que concentra el poder disperso y luego lo expande: ha conquistado a la ciudad para desde allf dominar al contomo. Replegado en palacio, ese esti- lo, que cultiva el misterio, oculta un proyecto ecuménico porque Ia tiranfa urbana persigue, con obstinado empetio, la unificacién nacional. Esta primitiva reduecién a la uni. {dad es para Sarmiento un resultado no querido, algo pare- ido @ Ia mano invisible que guia ala tiranfa urbana hacia un fin por ella misma ignorado: “Pero no se vaya creer que Ross no ha consegudo hacer pro ‘gresar a Repiblica que despedaza, no: es un grande y poderoo ins- trumento de i Proridencia, que realiza todo To que al porvenie de la patsin Interest, Ved cémo, Hxistia antes de él y de Quiroga e1 ‘spirit federal en las provncias, en ls cludades, en los federales 1 en los unitarios mismos; 6 los extingue, organiza en provecho ‘uyo el sistema unitario que Rivadaia queria en provecho de to do Hoy todes esos eaudilejos del interior, degradsdos, envilee- os, temblan de desagradario,y no respiran sn su consentimlent, [La iden de los unitarios esti realizads,sbloexté demise irano;el «fa que un buen gobierno se estabezea, halla as resstncias loca- les vencidas,y todo dispuesto par la vxtow.”** ("Sin quererfo, la tirania ha realizado aquello ante lo cual se estrell el legislador unitario. La repGblica de la ciudad antigua era un proyecto inconeluso porque esos gobiemos ‘Pequefios, animados por ta vieja cultura urbana, no |habfan logrado ssociarse para formar na unidad mayor. Bl trinsito constitutivo de la Nueva Inglaterra, que Toe queville expuso en el punto de partids, habia fracasado en la Argentina. La unidad que resultaba de Ia asociacién de pequefias repiblicas era una inolvidable utopia, Su 284 [NATALIO R, BOTANA lugar lo ocupaba el hecho rotundo de una ciudad despé- tice que ineorporaba el tertitorio ayer fragmentado 8 un ‘orden nacional més fuerte y homogéneo. Solo bastaba ‘que una espada victoriosa ("jProteja Dios tus armas hon- rado general Pazi”) derrocara esa cabeza tirinica para iniciar de inmediato In reconstruccién, La solueién del enigma oftecfa un porvenir venturoso y, al mismo ‘tiempo, estaba marcada por una perturbacién inicial, AL principio, las eiudades habfan fracasado en su intento de constituir, de abajo hacia arriba, una repiibliea democri- ‘ea. Ahora, después del despotismo, quien pretendiese reconstmair ese maltrecho pais debia trabajar a partir de una centralizacién impuesta por la necesidad. As{ la revo- Iuci6n legabe a su término: ““cyoo haber demostrado que la Revolucion de a Repébilon Ar. ‘ontine est ya termineda, y que solo a exstenca del execralet Fano que ella ngendeestorba que hoy mismo entre en una earer no interrumpida de progress que pudleran enviar bien pronto flgunos pueblos americancs j..j Las tusiones han pasado yx la CCansituelon de la Reptiles s har sin sentir de sf misma, sin que rae se lo haya propuesto, Unita, fedora mixta, ella ha de salir {de og hechos consumados.""° EI Facundo esti todo impregnado de una historia al servicio de un proyecto politico. En ella encontr6 Sar- ‘miento la explieacién del drama; en su trama aleanz6 a pereibir la solucién del enigma, Tras los desmanes del combate, el viaje interior no descuidaba una elemental ccauitela que le haefa respetar hechos y tradiciones. El ho- rizonte se abria, de este modo, en Ia circunstancia nacio- nal: era un proyecto que se avizoraba desde el desierto ‘bérbaro, Cada capitulo del programa reformador se pre- sentaba como un término que se oponfa ala tiranfa urba- nna, El progreso era algo asi como su sistemitica nega- eién. LA TRADICION REPUBLICANA, 265 Blviaje exterior: la revelacion de la democracia Moy pronto, Sarmiento dacubicé oto hoxzote y para lof niceno alta ctano. Conc na “ony reson" pe mmo de propa en fen ese mismo afo de 1845, Sarmiento inicié un viaje txteror que Sade Chl To condo haa none Burops, Aiea y low Baad Udon dep de opto dl alo, arene eaten Buonon Ae, ue "ner eipone haber Pao de ple whey > 7 emi eee eo pr ote ovolun ep tcamin Sala vuelta a la realidad: aa oe “tp ete, gad oeraer md, cir cx bern parte ease rns made haan Toe ssa cia ee ee eto Sel tae atayany eee ee cin Gt ye, ee o naa eee nat ‘lane bales 7 pune asin Renee tenet opt le et ae ey rumors tordor, que Ios mismos que habitaban el pais no meaning ‘que habitaban el pais no sleanza- Wor un lado, pues, la representacién del porvenir, el Viajero y los libros, la esperanza del 48, “Asistia, sin sabor- Jo, al ditimo dia de un mundo que se iba” el mundo que demotian los historiadores de la revolucién y de las na- clonalidades para justificar los inevitables cambios del Presente, Michelet, Blane, Lamartine y Gioberti: “estos uatro tbr eran nustro paso, devorado con ania en las horas que nos dejaban libres las correrias”"Por ute, of ehogue con la eid, desecant qu dba luna sociedad de antiguo régimen tan s6lida ain como si "radical desigualdad. Y eso —lasreliquias feudales, a trama 286 NATALIO R.BOTANA de privilegios, la extrema divisi6n do clases~ era para Sar- miento una ingoportable cargs,sCuando desembareé en tierra francesa, “apocado y medroso”, estirando el traje, “palpando el nudo de la corbata”” como “‘cuando el ena- rmorado novel va a presentarse ante las damas”, una turba dde miserables, condenados al trabajo servil y a la mendici- dad, lo roded de inmediato. La civilizacién ‘Sarmiento con su otra cara, la corte de milagros, todavia viva, que Hugo retraté en Nuestra Sefiora,.. Exclam6 en- tonces: “Bh, la Europa, triste mezcla de grandeze y de abyeccién, de stber y de embrutecimiento a la vez, su- blime y sucio recepticulo de todo lo que al hombre eleva © le tiene degradado, reyes y lacayos, monumentos y la- zaretos, opulencia y vida salvaje!” sa repulsa de Ia sociedad europea, que provenia de ‘una instintiva reaccién frente a los “millones de campesi- nos, proletarios y artesanos viles, degradados, indignos de ser contados entze los hombres”, era una indirecta critica ‘las teorfas que querfan articular, en una f6rmula mixta, Ja desigualdad con la libertad. El sistema que Montes- ‘quieu expuso en el Libro XI de Del Eapiritu de las Leyes se recortaba sobre un cuadro de fuertes contrastes. No era otro el sentido de la libertad aristocritica. Hl precio de uri gobierno limitado era la servidumbre de los pobres. Sar- ‘miento no estaba dispuesto a pagazlo. Observaba las obras de arte y el prodigioso avance de la ciencia; disfrutaba “con aplomo imperturbable”, cuidando de no revelar su Jgnorancia, de la amable acogida, matizada con.eruclitos discursos en latin, que Ie brindaron los profesores de la Facultad de Humanidades de Gotinga, en Prusia. Pero también miraba hacia abajo. Sarmiento habria gozado ‘hasta el cansancio del placer de quien alza la vista en una sociedad aristocritica si en cada recodo de su camino no hhubiete tropezado con Ia “costra de mugre” que cubria LA THABICION REFURLICANA 287 los euerpos de la muchedumbre, sus “harapos y andra- jos! La combinacién de miseria y progreso era tipica de sociedades gobemnadas por formas monérquicas. Las repi- blicas no existfan en aquella Europa, a excepeién de Sui- 42a; y ni ese pequefio régimen salfa indemne, Sarmiento no soportaba que en esa repiibica coexistiera una armoniosa comunidad rousseauniana, radicada en la sociedad, con los privilegios que ain albergaba el sistema federal. En la vvida cotidiana, protegidos tras la “aislada casita suiza, pintada, blanqueada, frotada, y bamizada diariamente”, Jos ciudadanos repetfan en mayor escala los gestos de si ‘madre: “Los mismos brazos que cultivan la tierra en Suiza, fabrican relojes y telas de seda; cada casa posee una industria, y cada villa lanza al aire la eolumna de humo de su usina’. Entre esta comunidad del trabajo y el sistema {federal del Estado suizo habia una sidetal distancia, En tun plano imperaba, esponténea, la mn otro cam- pPeabs el mal de la fragmentacién, “una olla podrida”” que ‘contenfa el particularismo de los eantones, los diferentes lenguajes, las “tradiciones feudales més en pie que los eas- tilleos”, el pluralismo religioso eon sus facciones intole- antes, y un arraigado patriotismo local. Lo pequefio es admirable cuando Sarmiento advierte en él la concordia social; ese recinto estrecho es, on cambio, despreciable cuando entre 1os mismos ciudadanos se interpone la ré ‘mora opaca de los privilogios."* (Qué quedaba, pues, de esta visién de un mundo que arecia sin remedio, pese al destello revolucionario del 487 ,Acaso la diatriba contra la sociedad mediterrénea, las tinfeblas que pesaban sobre Rspaii, el desprecio a la ciudad italiana, apenas matizado por el recuerdo de Pio TIX, aquel pontifice ilustrado de 1847, atento a la liber tad de opinién, tolerante con los protestantes, que abrie 288 MATALIO R.BOTANA las cérceles, fomentabs la educacion, moderaba la censura y recordaba con ternura’a los primeros gobemantes de ‘América del Suz? ,O quizé la admiracién que en Sarmien- to despertaban los gobemantes prusianos a cuya voluntad se debfa un sistema paiblico y obligatorio de educacion?™ Situaciones, suma de casos aislados sin el hilo conductor de una civilizacién comprensiva. Bso fue lo que habria de ‘encontrar en los Bstados Unidos. ‘Las ideas polfticas tienen muchas veces el ritmo del viajero. Necesitan desplazarse para ver confirmada su intuicién fundamental, Cuando Tocqueville atraves6 el ‘Atldntico Norte levaba en su espirita el concepto de igualdad que defendian Royer-Collard y los doetrinarios. ‘Cuando Sarmiento emprendié su viaje lo hizo siguiendo el astro de esa misma, ineluctable marcha de la histori (Las cosiedadet moderastienden ala igualdad; no hay ya eas- tas privilegindas y ocloea; la educacin que complela al hombre, se da oficialmente sin distinlén; Ia industela exea necesidades, y la ‘lencla abre nuevos camino de satistacerlas; bay ya pueblos en que todos los hombres tenen derecho a gobomar por el sufagio unt ‘oral; la grande mayoria de las naciones padec; as radciones se ebiliian, y un momento ha de lear en que esas masas que hoy se sublevan por pan, pidan a los parlamentos que diseuten las horas ‘que deben taba, una parte de las utilidades que su sudor daa los capitaista, Entones Ia politic, la eonstitucén, la forma de go blemo, quedarin reducidas a esta simple euestién: jeémo han de centendere los hombres iguals entre sf, para proveor a su subs teneln presente y futura, dando aa parte al capital puesto en act- vide, «ln intaligenea que lo dlnige y hace produetr, yal trabalo ‘manual de los millares de hombres que hoy emples,cindoles ape- fs con qué no moxie, y a veces maténdolos en eos mismo, en fs familia yen su progenie?™”) En lugar de Tocqueville, Sarmiento recordaba a Fou- rier para refrendar este aserto, Pero la percepcién de Ia {gualdad, como incontenible fuerza histérica, se aproxi- maba mis al argumento de La democracia en América aque a las originales intuiciones del creador de los falans- terios (pese a sus desvarfos, un “pensador profundo, un Ingenio de observacién”) NLo cierto es que Sarmiento des- ccubrié Ia igualdad en los Rstados Unidos al paso de una pista tedrica trazada de antemano. La pasién dominante de esa democracia latfa. como cosa viva en las “costum- bres y en las formas”, era el resorte bisico de 1os usos sociales que todo impregnaba, la vestimenta, el papel de la mujer, el hacha del pionero, el rstico confort de una casa bien construida, Jos mapas y 1os vapores del viajero, las ciudades construidas sobre Ia hulla. As{ se formaba un paisaje de infinitos colores que marcaba un rotundo con- traste con la oscuridad del sur y la penumbra europea. “Al ver esta sociedad sobre cuyos edificios y plazas pare- ce que brill con més vivacidad el sol”(Samaiento se reen- contré con el ideal antiguo vaciado en el molde del mun- do modemo: “una cosa sin modelo anterior, una especie de disparate que choca a la primera vista’, (is que la repiblica se prosentaba, po? vex primera, ‘como una postbilidad histérica)('*;Y cierto —gritaba casi ‘vor en cuello~larepiblica est”), tan distanto de los sue ios iniciales como de Ias combinaciones entre la libertad civil y los viejos privilegios en las monarqufas europeas. a originalidad del descubrimiento deslumbraba; los ca- pitulos a través de los que analizaba su pasado y presente eran no obstante més conocidos. En esa democracia, en efecto, Sarmiento advertia un punto de partida, In pre- sencia activa de la libertad politica y el gesto colectivo, liariamente repetido como principio fundacional, de la asociacién voluntaria: “la aldea norteamericana es ya todo el Estado, en su gobiemo civil, su prensa, sus escue- las, sus bancos, su municipalided, su censo, su espiritu ¥ su apariencia™; de alli, la legtimidad de origen remonta- ba “por el condado, el tertitorio, el Estado hasta el Pre- 290 ATALIO R.BOTANA sidente y el Congreso”; de af, en fin, arrancaba ta legi- timidad de ejercicio. ‘Para Sarmiento, igual que para Tocqueville, la demo- ‘eracia del porvenir debia conjugar la igualdad con la liber- tad politica, Cuando percibié este maridaje en la masa de 1a poblacién no supo qué nombre darle. Lo Uamé “sentimiento” y también “conciencia politica”, pero sabia —ya se lo habia ensefiado Bancroft con su historia de la inevitabilidad democrética~ que la libertad politica tera en los Estados Unidos producto de la continuidad: tuna legitimidad conservadora de instituciones, como el ‘habeas corpus 0 el juicio por jurados, implantadas siglos| atrés en tierra virgen, que hacfan del yanqui un ser “la- talmente republicano". Habia pues un origen y un des- tino, est necesidad histériea en cuyo dilstado efrculo los cciudadanos se entregaban a la tarea de asociarse libre- mente: “4. donde quiera que se reinan dlez yanks, pobres, andrajosos, etipdos, antes de pone el hacha al pie de los éboles para cons- ‘ime una moreda, se renen para arrgla ls bases de uns aso cdacion; un ia egari en que no se eseiba este pacto, porque ‘tard sobreentendido siempre; y este pacto es como ha visto Ud. Ja ley orgénica de Oregén, una serie de dogmas, un deeslogo. Cada ‘uno ered lo que cree; cada uno nombrard quion haya de gober taro; cada uno ded su palabra y por escrito su pensimlento seré juzgndo por un jurado, 2 le admit fanza decirel segura por todo data que no merecea pena eapital.”™? Esta democracia no constitufa necesariamente un or den perfecto. Tenia lacras semejantes a las que recapitu- aba Tocqueville, tanto por la afligente circunstancia de In osclavitud ~"vegetacién parisita que ta coloni- ‘zacién inglesa ha dejado pegada al érbol frondoso de las Uibertades americanas"— cuanto por los. defectos ‘menos perceptibles de la sociedad igualitara, el cansancio ‘que depara la vision de un pueblo gozoso en su bienestar {LA TRABICTON REFURLICANA 201 y aquejado sin embargo de “monétona uniformidad”, sa, por cierto, era una perspectiva preocupante que poco pperturbaba al optimismo de Sarmiento, Y aqui, posible- ‘mente, se encuentre la Ifnea divisoria entre las conviccio- nos de dos vialeros. ‘Mientras Tocqueville Uev6 al nuevo mundo el espiritu de un aristSerata resignado, Sarmiento voleé en él la espe- +anza de quien renuneiaba al ancien régime colosial, ala guerra y al despotismo que incubaron sus escombros. La democracia era para Tocqueville el Ginico lugar, im- puesto por una inevitable tendencia, donde podia resca- tarse, bajo otras formas, el viejo sentido de la libertad aristocrética, Para Sarmiento no habja rescate posible porque, sencillamente, desde ese momento, el pasado ej6 do ser en 61 motive de pesar. La nostalgia eapax de ‘conmover a Sarmiento era la que sugeria el horizonte tuado en el porvenir de la historia, la utopia que la arras- tra como permanente incitaciéy,El punto de partida era aqui un punto de mira, el blanco donde acertar. Toeque- ville vivi6 siempre en tensi6n entre la libertad aristocré- tica, condenada por la igualdad a su irremediable desa- paricién, y la libertad demoerética que podia sucumbir bajo el despotismo igualitario. Para el Sarmiento que ha descubierto Ia democracia, esa vivencia era en cambio una Dbrusea nogacién de su pasado, la afirmacién de una sola historia ~aquella que “tione por base las libertades an ‘canas"~ nacida de la divisi6n del mundo por la reforma protestante. La historia del pasado, secas sus raices, no tenfa otro destino que la historia del porvenir, He aqui 1 lugar donde se debe llegar, © mejor, “esta novela ut6- pica que no aleanzo a disefiarsiquiera” El viaje exterior le dio a Sarmiento otra medida de ‘comparacién. En el Facundo y Recuerdos de provincia, 1 punto de partida se confunde con las vcisitudes de una revolucién nacional. Bs un comiento al principio uépico fn aqulls ciudades antigua de los unitaros,dolorose- mente real mas tarde cuando eis cludades, confundidas on la barbaric, son el inevitable cimiento desde donde onsruir la replies modera, En los Viaes ese panto se ha desplazedo en sentido horizontal, Ha encontrado un Tugar, que no es precamente asa inexitente de Toms More sino una sociedad democritica cuya exisencia y Togro ls erigen, de inmediato, en modelo inaustiubl. ‘Ga primera utopia det Facndo es una legtimidad pr migenia quo no se repetich més, De Rivadavay Ia cudad Eligua slo merecen conservarse Ja intanein y los fins; no ast Tos medios qu se adoptaron ¥ menos sus trécos tfectos. La sorunda tops, que ae Snepira en La demo- trata en Amérla, se presenta como un modelo rel a ial el artista drige constantemente In mirada para reali tar su obrajEs un model euyos rigor prstan més aten- Gién a los medios y alos efectos. All se advertn, por fin, rnulados tanglbles, la realidad que super la ideas tmvuetasen libros y dacuroe. Por esos Lo debe imitar 9 rlnterprear. Para Sarmiento el expacio era una maldi- thén. {Ca primera utopia habia sueumbido arasada por la barbaric ‘del desierto. La segunda utopfa, savado ol cecollo de la tania urbana, dba reanaar con més of cecia el eemino inverrumpido para remodelar es epacio como quorfan Jffercon y la virtud agaria. La primera ttopfa evocaba una derrota; la wegunda ofreta el tiunfo Gel progresoy ma promess mucho més trascendents que Ta que surgfa de la neceacia victoria militar. Poco tiem- po después, en Argirépoll., Sarmiento pint xa expe anza con a iugar comin del poeta... el sueBo que se hace realidad: “:Dirigonos que todos estos son suefios? {A sueios en efec: to; pero suetioe que ennoblecen al hombre, y que para los pueblos {LA TRADIOION nEPUBEACANA 293 basta que los tengany hagan desu relizacién ol objeto de sus api ‘acones, para verlos reaisadot.Suefos, pero, que han realizado {todos los pueblos evlizados, quo se repite por horas en los Estados Unidos y que California ha hecho rugar en un afo, sin gobiemo, sin otro ausiio que Ie voluntad individual contr la naturaleza

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