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0:iag ote {Bstructuras clinicas i y psicoandlisis ee Dor rrortu editores unos Airs - Madrid ‘Biblioteca de psicologia y psicosndtisis ‘Dirwotres: Jonge Celapito y David Maldavsky ‘Structure et einigue peychonalytique Joel Dor {© Soll Dor, 189. ‘Traducsns Victor Coatatn Primera edicén on casino, 2000; primera rekmpresidn, 2006 ‘©Tios os derechos de a edicin on eastoliano reservade pir ‘Amero ediores S.A, Paraguay 1225, 7 piso CLOSTAAS Buenos Aires ‘Amorrortu ediores Rspafia SL, OfSan Andrés; 28- 28004 Madrid wrweamorrortveditores.com Laepredosin total aril tlio nr tino moliiada por ulterior, ele o inform, inhyends to Sop, riba, dgilisacinooalgir sistema de anacenienay fexuperecin dente, oo autvisnd por editors, vila ee Sonrserad ‘Queda hecho el dopésito que previene la ey n° 11.728. Induetria argentina, Made in Argentina ISBN-10: 950-518-0810 ISBNS: 978.950.518.061 Dor, Joel ‘Betructuras clinics y péicoandlisis, - 3° ai; 1° relmp. - Buenos ‘Aires Amarrort, 2006. ‘T16p.; 24x14 et (Biblioteen de pleologtay palcoanslisis/ rigid por Jorge Colazintoy David Maldaveky) ‘Traducedn de: Victor Goldstein ISBN 950-516-0810 4, Paiconnlisis, 1. Goldstein, Vitor, trad. italo ‘cop 150.196 Tropreso en los Talleres Graficos Color Bf, Paso 192, Avellaneda, pro- vincia de Buenos Aires, en diciembre de 2005, ‘Tinda de esta edielén: 1.500 eeinplares. i ie issn wut Prefacio Introduceién Primera parte. Diagnéstico y estructitrti 1. La noeién de diagnéstico én psicoandlisis 2, Sintomas, diagnésticos y-rasgos estructurales 8. La funeién paterna y las estructuras pstquicas Segunda parte. La estructura perversa 4, El panto de vista freudiano sobre las perversiones 5. El punto de anclaje de las perversiones 6. Diagnéstico diferencial entre las perversiones, la histeria y la neurosis obsesiva 7. El perverso y la ley del padre 8, La madre fillica 9, Nuevo diagnéstico diferencial entre las estructuras neuréticas y las perversiones Tercera parte. La estructura histérica 10. Estructura histérica y l6gica faliea 11. Los rasgos de la estructura histérica 12. La mujer histérica y su relacién con el sexo m8 121 127 129 138 141 149 155 159 18, La histeria masculina 14, La relacién con el sexo en él histérico masculino Cuarta parte, La estructura obsesiva 16. La problemstica obsesiva 16. Los Fasgos de la estructura obsesiva 17. El obsesivo, la pérdida y la ley del padre 18, Bl obsesivo y sus-objetes amorosos Bibliografia de las obras citadas Bibliogratia de referencia Prefacio El texto! que sigue corresponde, en su contenido, al ‘curso propuesta a los alurtinos de emaestria» del Insti {to de Psicologia de la Universidad Federal de Rio de ‘Agradezco infinitamiente a Luis Alfredo Garcia Roza, Teresa Pinheiro y sus colegas? por haberme hhe- =, cho el honor de confiarme esa actividad de ensefianiza, ""sabiendo que se presentaba desde el odmienzo en con- “diciones que, a peticién de los docentes brasilefios, -resultaban seguramente cémodas para mf, pero que E planteaba tal ver dificultades para los estudiantes que “f° “escogieron asistir a ella, De hecho, se habia decidido ‘presentar el contenido de dicha ensefianza integramen- te en lengua francesa. Esta propuesta me resulté par- ‘expresarme en porhugués y que entendia dirigirme » Sun pablico con notable dominio de mi propia lengua. 5). Por afiadidura, debo reconocer que me vi enfrentado ‘un auditorio particularmente alerta, muy bien prepa- rado para las difcultades que suponia la transmision a de articulaciones te6ricas y clinicas caya formulacién gen francés era ya suthamente ardua. =» Lacogida célida e intelectualmente rigurosa que se ‘E-vbrinds a esta ensefianza confirma mi sensacién de aber logrado transmitir lo esencial de su contenido. Si +} Aungue se trata de la organizacién escrita de una enseflanza, ‘onservé ciertas cldusulas de estilo que recuerdan y recogen el ~ perfil dele alocucién original, 2 Joal Birman, Anna Carolina Lo Bianco Clementino, Vera Lucia | ‘Silvia Lopes. ‘ hiciera falta una pnieba, alli estarian los méltiples pe- didos que se me hicieron de dejar la huella sustancial de miis intervenciones a disposicién no sélo de la Uni- versidad Federal de Rio de Janeiro, sino también de los estudiantes que conocfen ella. Les agiadezco profunda- mente. ‘Reciba mi especial reconocimiento Carmen Myriam da Poian por haber sabido presentir el interés de tales pedidos y, durante mi reciente estada-en Rio, haberme pertnitido concluir én ios mejores plazos, ante las edi- ciones Taurus, la soluci6n editorial que convenfa ai esa expectativa. Hago extensive éste agradecimiento a Georges Bastos. Paris, Diciembre de 1990 10 A titulo introductotio, me gustarfa puntualizar algu- <= "nas de Jas razones que-me condujeron a organizar la i. tama de esta enséfianza alrededor del tema «Bstructu- “yas clinicas y psicoanalisis». En primer lugar, me interesa subrayar que se trata 22 de una aproximacién psicoanalitica organizada segtin + umia perspectiva sintética, que cref poder definir en tor- tio de la nocién de «diagnéstico». “ Sin duda alguna, la cuestion del diagnéstico nos re- ‘\ inite directamente a la dimensién de un -obstdculo tée- £1 Snico» en-el campo del ineonsciente, desde el momento “¥en que el clinico debe enfrentar, con la urgencia consa- “© bida, los azares de la préctica. Se trata, ante-todo, de una dificultad de docaliza- ‘on», término utilizado, como se sabe, en una acepeién. ‘asi exclusivamente topogréfica. Localizacién que, en ‘este nivel, se convierte en una regla, confrontado como “estd el analista con ciértas confusiones én los indicado- clinicos que; en ocasiones, hasta pueden parecer ‘inexistentes. ‘Con seguridad, no hay un expediente radical para = “Sortear esta dificultad. Todos sabemos que, en gran me- “dda, depende de un tiempo inevitable de adquisicién : do experiencia, Asimismo, depende también de las En este breve estudio, Freud nos ofrece una ilustra- ci6n brillante de la prudencia que debemos tener en ‘euainto al diagnéstico, y de los peligros que resultan de tuna intervencién basada en la causalidad logica vigen- te en el catnpo médica, Nos muestra, principalmente,* hasta qué punto la «interpretacién salvaje» se apoya siempre en una racionalizacién causalista precipitada y fundada en un proceder hipotético-deductivo desde- oso de la distancia que separa el decir de lo dicho. El acto psicoanalitico no puede apoyarse abrupta- mente en laidentificacién diagnéstica como tal, Una in- terpretacién psicoanalitica no puede constituirse, en su aplicacién, como tina lisa y liana consecuencia légica de un diagnéstico. Si asf fuera, podriamos disponer de tra- tados de terapia analitica comparables a los que ut 2an, en sus respectivos campos, todas las disciplinas miédicas. ‘Asf, la sagacidad precot de Freud nos permite ex traer algunas ensefianzas preliminares en cuanto @ ests problema del diagnéstico, °- La primera de estas ensefianzas consiste ya en po- ner de manifiesto la dimensién potencial del diagnésti- co. En la élinica analitica, el acto diagnéstico es por fuerza, al comienzo, un acto deliberadamente planiea- doen suspento y consagrado a un devenir. Resulta casi imposible determinar con seguridad una evaluaaién dicgnéstica sin el apoyo de cierto tiempo de andlisis. Sin embargo, es preciso determinar lo més pronto posi- ble una posicién diagnéstica para decidir la orientacién dela cura. ‘La segunda ensefianza responde al hecho mismo de esa potencialidad. Puesto que se trata de una evalua- 8VéaseS, Freud, «A propos dela psychanalyse dite sauvage», en ‘La technique psychanalytique, Paris: PUR, 1975, pags. 36-42. [Sobre el psicoandlisis “silvestre”, en AE, vol. 11, 1979.] “Ibid, véanse sobre todo page. 37-9. 18 “Es: cién diagnéstica destinada al devenir de una confirma- cién, esa potericialidad suspende, al menos por un tiem: ‘po, la puesta en acto de una intervencién con valor di- rectamente terapéutico. . ‘ace ‘La,tereera ensefianza, que résulta de las dos prece: 22° dentes, insiste en el tiempo nevesario que es preciso ob- servar antes de toda decisién:o propuésta de ‘tratamien- to. Es el tiempo dedieado a lo que habitualmente llama- mos «entrevista preliminar» o.incluso, para recoger la {i tupresiOnfroidiana: cl tratanilento de prucba»® ‘Por més que sea un tiempo de.observacién, este. SE tiempo preliminar, desde su inicio, se encuentra ins- 43 exipto en el dispositiyo analitieo: o ‘>. , dBste ensayo preliminar constituye ya, sin embargo, el 8 eomienzo de un andlisis y debe ajustarse a las reglas, que lo rigen: la unica diferencia puede estar en que el > (#2. psicoanalista deja hablar sobre todo al paciente, sin S...ceomentar sus decires mds de lo absolutamente necesa- > rio para la prosecucién de su relato».* Asi, pues, desde un principio, Freud enfatiza la im- >. portancia del dispositivo de diseurso libre ya en las en- "> trevistas preliminares. De hecho, este es el punto fan- 8 VeaseS, Freud, «Ledébut dutraitements enLa technique pey- chanalytique, op. ct, pgs. 81-2. {Sabre le iniciacin del trata- ‘miento (Nuovos consijos sobre Ta técnica psicoanalitica, D>, en ‘AE, vol. 12, 1980) Bid, pig. 81. damental que sustenta el problema de la evaluacién diagnéstica, la que ha de cireunseribirse ms al «decir» del paciente que a los contenidos de su «dicho», De ello resulta una movilizacién imperativa dela escucha. Es- te tinieo instrumento de discriminaicién diagnéstica de- be tener prioridad sobre el saber nosogrdfico y sobre las racionalizaciones causalistas. ‘Maud Mahrioni consagré a estos temas.im exeelente ‘trabajo donde insiste en esta movilizacién inmediata de leescucha: «Por ello, la primera entrevista con el psicoanalista es ms reveladora én las distorsiones del discurso que en ‘su propio contenido».7 En general, los desarrollos que consagra Maud Mannoni a las primeras entrevistas ilustran de mane- ra harto pertinente esta problemidtica ambigua, pero inevitable, del diagnéstico en el campo del psicoandlisis tal como Freud, tempranamente, nos la sefiald. ™M. Mannoni, Le premier rendez-vous avec le peychanalyste, Paris: Denodl/Gonthier, 1965, pég. 164. 20 2. Sintomas, diagnésticos y rasgos estructurales En toda préctica clinica, es habitual tratar de esta- blecer correlaciones entre la especificidad de los sinta- mas y la identiffeacién de un diagnéstico, Felizmente, Jo’ éxitos terapéutieos dependen, en gran medida, dela existencia de'teles correlaciones. No obstante,'si ese dispositive causalista es eficaz, es porque el cuerpo res- ponde a1un proceso de funcionamiento élmismo regula- do segiin un principio idéntico, Exists cierto tipo de de- terminismo orgénico. Cuanto més profundo es el cono- cimiento de dicho determinismo, tanto més se multip! ‘ean la‘cantidad de correlaciones entze las eausas y los efectos, yestoredunda en una espetiicacién més afina- da de los diagnésticos. Si esto prindpio os uniformemente vélid on Jos d- ‘versos campos da la clinica médica, de ningyin mada Io es en el espacio de la clinica psi¢oanalitica. Esta dife- rencia debe ser acreditada al determinismo particular ‘que opera en el nivel de los procesos psiquicos, 0 sea, a la causatidad psiquica, que procede por otras vias. En gran medida, el éxito de la terapéutica médica queda supeditado a la regularidad, ala fijeza de las ocu- rrencias causales que intervienen en el nivel del cuer- po. En lo que concierne a'la causalidad psfquica, hay también determinismo, pero se trata de un determi- nismo psiquico que no obedece a tales lineas de regula- ridad. En otros términos, no existen acomodaciones stables entre la naturaleza de las causas y la de los, .efactos. No es entonces posible establecer previsiones, ‘como resulta habitual en las disciplinas biol6gicas y en particular médicas. En el campo ciéntifico, una previsién s6lo es admisi- ble ena medida en que se apoye en unaley. Ahora bien, una ley no es otra cosa que la explicacién objetiva y generalizable de vina articulacién estable entre causas y efectos, La causalidad psiquiea no es objeto de leyes, por lo menos en el sentido empirico y estricto que el tér- mino adoptaen las ciencias exactas. O, lo que es lo mis- ® mo, el psicoandlisis no es una ciencia,} pretisamente a causa de ésta ausencia de legalidad entre las causa y los efectos que, de antemano, invalida toda previsién estable. Por consiguiente, debemos partir de ese estado de cosas que nos inipone comprobar que rio hay inferencias ® estables entre las causas pstiquicas y los efectos sintom- ticos en la determinacién de un diagnéstico. Esta com- probacién es esencial, por Jo mismo que se inscribe en contra del funcionamiento habitual de nuestros proce- sos mentales. Pensamos esponténeamente en un orden, de racionalidades cartesiano que cominmente nés con- duce a estructurar nuestras explicaciones segiin Iineas de pensamiento sistematicamente causalistas, on el sentido del discurso de la ciencia. Recusar dicho orden de penscimiento regido por implicaciones légicas consti ‘tuye siempre, pues, un esfuerzo particular que es preci- 0 efectuar en el umbral del trabajo psicoanalitico.. Esto no quiere decir que tal articulacién no esté suje- ta a ciertas exigencias de rigor. No todo es posible al capricho de las fantasfas de cada cual. No todo es po- sible, so pretexto de que es preciso desprenderse de la racionalidad légica habitual. Subsiste una gufa, que es el bilo conductor que debe seguirse: el decir de aquel al que se escucha. Sélo en el decir es localizable algo de la 1 Consagré aeste problema la redacciéa de una obra: La-sciznti- ficité de la psychanalyse. Tomo I: Valiénation de la peychanalyse. ‘Tome Il: La paradoxalité instauratrice, Paris: Editions Universi- {aires, 1008, Puliacbn base en Aes Medias, juliode 22 _. estructiira del'sujéto. Ahora bien, para establécer un Giagnéstico debemos contar con la estructura. Las correlaciones que existen entre un sintoma y la identificacién diagnéstica suporien la puesta en acto de una cadena de procesos intrapsiquicos eintersubjetivos que dependen de la dindmiea del incensciente. Esta dindmica jams se desarrolla en el sentido de tuna im- iplicacién l6gica e inmodiata entre la naturaleza de-un sfntoma y Ja identificacién de Ja estructura del sujeto que manifiesta tal sintoma. Nuestro comocimiento ac- tual de estos procesos inconscientes invalida de ante- ‘mano tal posibilidad de relacién causal inmediata, Bas- ta observar cualquier aspecto del proceso inconséiente para advertir que no podemos esperarnada de un. de- terminismo semejante. Algunas ilustraciones elemen- tales permiten justificar este punto. * Recordemos los argumentos.desarrollados ‘por Freud a propésito del proceso primaria Con él, nos ve- mos remitidos al corazén mismo de la ligica desconeer ‘tante de los procesos inconscientes. Para no citar més que un aspecto, prestemos atencién per un instante a aguel «destino pulsional» que Freud denomina vuelta hacia la persona propia: «La vuelta hacia la persona propia se’¢eja comprender mejor en cuanto se considera que el masoquismo es pre- cisamente un sadismo vuelto sobre el yo propio, y que el exhibicionisme incluye el hecho de mirar el propio euer- po, La observacién analitica no deja ninguna duda so- bre este punto: el masoquista también goza del furor di- rigido sobre su propia persona, el exhibicionista com- parte el goce del que lo mira desnudarse».2 Resulta perfectamente claro que ¢l aleance dé un proceso de este tipo invalida ia idea de una relagion 29, Freud, sPulsions et destins des pulsionm, en Métapeycholo: agie, Paris: Gallimard, «Ides, n° 154, 1968, pég. 26. (sPulsiones: Aestinos de pulsion», en AB, vol. 14,1979.) é causal directa entre un diagnésticoy un sintoma, La ac. tividad sédica sintomatica supone esta légica contra- dictoria de la vuelta hacia la persona propia. Ahora bien, este proceso de vuelta no'pérmite aplicar una ex- plicacién causal inmediata: Avancenios mds en las consecuencias de esta obser- vacién. Supongamos que esta Iégica contradictoria sea una légioa estable en el nivel de los procesos inconscien- tes, Asi, imaginemos equivalencias fijas: masoquismo exhibicionismo ==== sadismo <=> voyeurisme im coando estas oquvalencias oesenesiabes, ello no nos permitiria deducir un diagnéstico seguro a tirde manifestaciones sintomaticas, Dehecho, ‘eidos los datos cotidianos de la experiencia clinica desmienten tal seguridad, _ Supongamos que él sintoma voyeurista implique 16- gicamente el exhibicionismo; por lo tanto, supongamos admitido que la «vuelta hacia la propia persona» consti- taye una ley fija. {Puede por ello deducirse um diagnés- tico de perversién a partir de la observacién deun sinto- ma como el exhibicionismo? _ Nada de eso. La ensefianza que extraemos de la elf- nica nos muestra que el componente «exhibicionista» puede estar también muy presente en la histeria. Baste como prueba la disposicién espectacular del «dado para ver» [edonné a voir] en los histéricos, Examinemos otro ejemplo: la actividad sintomatica del orden y del arreglo, En algunos sujetos, esta acti- vidad, que adopta proporciones inguietantes, se con- vierte en una cabal invalidez para actuar, Tradicional- mente, las investigaciones freudianas nos familiariza- ron con Ja idea de que esta particalaridad sintomética del comportamiento deberia ser acreditada al compo- nente erdtico anal, que es una disposicién constitutiva 24 “dela neurosis obsesiva, Freud lo explica en tres textos * fundamentales.® {Cabe concluir de estas explicaciones, Eee de tal sintoma, un diagnéstico de neurosis ob- “Es Sgosiva? En este punto debemos mostramos, una vez 2) mas, muy prudentes. La experiencia clinica nos mues- ‘tra regularmente la existencia activa de este’ sintoma ap encieres casos de histeria, De hecho, en algunas histé- 5/2 vieas, este sintoma encuentra su despliegue favorable, 2 especialmente en la administraci6n hogaretia. Bien sa- “2. pemos que se trata de un sintoma de «préstamo conyu- i> gal». Bn su tendencia a adelantarse al deseo del otro; “qa mujer puede tomar fécilmente en préstamo ese ”*. sintoma de su compafiero masculino obsesivo, gratias a- ‘un proceso de identifieacién histérica. : ‘Una vez més, este ejemplo muestra que no existe s0- ‘hiciéa de continuidad directa entre una cartograffa de sintomas y una clasificacién disgnéstica. Esta disconti- “.. muidad entre la observacién del sintoma yla evalluacién diagn6stica impone centrar el problema de una manera diferente, sobre todo a la luz de la especificidad de los procesos inconscientes, que no pueden ser objeto de ob- servacién directa sin exigir la participacién activa del paciente, es decir, una participacién de palabriis. ‘Encontramos as{ una de las prescripcionés freudia- nas fundamentales, emplazada en el imbral del edifi- cio analitico: «Bl suefio es la via regia que conduce al in- EE 88, Proud, véase 1") «Caractire et érotieme anal» (1908), en "RE Néurose, paychose et perversion, Paris: PUF, 1978, pags. 148-8 > (WCarseter y exotismo anal, en AB, vol. 9, 1979); 2) «La diaposi- “on bla névroee ebsessioaelle. Unecontribaton au probleme de Ge choiadeda neve (1918), pgs, 188.07 La prediosicion a la neurosis cboesiva. Contribucién al probloma de a cleceicn de neuresie, en AX, vol. 12, 1980] 5" «Sur les transpositions de pale sioae, plus particulltvement dans Vértisme anal» (191, en La vie seruls, Pie: PUR, 1959, pdgs. 106-12 (Sabre las traaposi- clones dea pulsién, en particular dl erotismo snals, en AB, vl 47,1978) Fe, conscienter. Pero esta preseripeién s6lo obtiene su efec- tividad én la medida en.que un sujeto se vea levado a proferir un «iscurso» a propésito de su suefio, La via regia es, precisamente, el discurso. Sin él, no podria existir decodificacién posible de la puesta en acto del in- constiente. Eneste aspecto, recordemos lgunas diréeciones de perisamiento formulades por Lacan desde la perspecti- va de su famoso «retorno a Freudy: «E incluso eémo un psicoanalista de hoy no se sentirfa egado a'eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta‘el ruido de fondo de sus incertidumbres? »(., .) Bs toda la estructura del lenguaje lo que la ex- periencia psicoanalitica descubre en el inconsciente>.* Por otra parte, en-un texto de 1956: «Situacién de} psicoandlisis y formacién del psicoanalista ex 1956»,° Lacan:no dejaba de subrayar la incidencia dela palabra en a experiencia del inconsciente: «Para saber lo que ovtrte en el andlisis, hay que saber de dénde viene la palabra, Para saber lo que esa resis- tencia hay que saber loque sive de pantalla al adveni- miento dela palabra (.. .) por qué eludir las preguntas ‘que el inconsciente provoca? »Sila asociacion Hamada libre nos da acceso a él, Jes por tna liberacién que se compara a la de los automa- tismos neurolégicos? 45, Lacan, «instance de la lettre dans Finconscient ou la raison depuis Freads (1957), en Berits, Paris: Seuil, 1966, pags. 494-5. [La instancia de la letra en el inconsciente o la razén desde Freud>, Becritos 2, México: Siglo veintiuno, 1976) SJ. Lacan, «Situation de la paychanalyse et formation du psy chanalyste en 1856», bid. pégs. 458-91. (Situacién del paicoans- _y formacién del psicoanalista en 1956s, en Escritos 1, México: Siglo veintiuno, 1975.) 26 »Silas pulsiones que se descubren en él son del nivel diencefélico, o aun del rinencéfalo, zebmo coneebir que se estructuren en términos de lenguaje? Pues desde el origen ha sido en él lenguaje donde se han dado a conocer sus efectos —sus uslucias, que he- ‘mos aprendido desde entonces a reconocer, no denotan. Jnenos en su trivialidad como en sus finuras, tin proce- dimiento de Tenguajer§ Para volver més directamente 4 la problematica del sintoma, evoquemos esta formula de Lacan extraida del «informe de Roma» (1953): el sintoma se resuelve por entero en un andlisis del lenguaje, porque 61 mismo esté éstructurado como ‘un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser Ubrada»? Por io mismo que la formacién del sintoma es tribu- taria de la palabra y del lenguaje, el diagnéstico esté necesariamente implicado en ellos. Los indicadores diagniésticos estructurales sblo aparecen en este tinico registro. Ahora bien, rio constituyen elementos fisbles ‘en ¢sta evaluacién diagnéstica sino a condicién de que eos pueda desprender de la identificacion de los sinto- mas, La identidad de un sfntoma nunca és més que un artefacto acreditable a los efectos del ineonsciente. Ast, ‘pues, la investigacién diagniéstica deberd hallar eu ba- samento més acé del sititoma, 0 sea, en un espacio in- tersubjetivo, el que Freud definfa como comunicacién de inconsciente a inconsciente a través de su célebre metéfora telefémica.® 6 Tid., pags. 461 y 466. 1 J-Lacan, «Fonction et champ de a parole et du langage on psy- chanalyse, ibid., pag. 269. [«Puncién y campo de la palabra y el Jenguaje en paicoandlisis»,en Excritos 1, México: Sigh veintiuno, 1976) 8 Wease 8. Freud, «Conseils aux médecine sur le traitement analytiques, on La technique psychanalytique, Parts: PUF, 1975, En otros términos, este espacio intersubjetivo es aguel ordenado por la articulacién de la palabra. Esos indicadores diagnésticos estructurales se, manifiestan,- pues, en el despliegue del decir eval brechas significa. vas del deseo expresadas en el que habla, Estos indica- Gores no son.mas que los indicios que balizen el funcio- namiento de la estructura subjetiva. Como. ‘tales, si pue- den suministrar informaciones sobre el funcionamien- to dela estructura, es s6lo porque representan los «car. teles de sefializacién» ‘impuestos por la dindmica del deseo. De hecho, la especificidad dela estructura de un sujeto se caracteriza ante todo por un perfil predetermi- nado de la economia de su deseo, regida esta por una trayectoria estereotipada. A semejantes trayectorias estabilizadas las lamaré, hablando con propiedad, ras- 08 estructurales, Los indicadores diagnésticos estruc- turales aparecen, pues, como indicios codificados por Jos rasgos dela estructura que son testigos, au vez, de Ja economia del deseo. De als la necesidad, para preci- sar el cardcter operatorio del diagnéstico, de establecer claramente la distincién que existe entre los «sintomas» ¥ los «rasgos estructurales». ‘Sien verdad se quiere utilizar un ediagnéstico» en la clinica psieoanalitica, conviene poner el acento en la di- ferencia esencial que existe entre sintomas y rasgos es tructurales, Es fécil sacar ala luz esta diferencia a partir de cusl- quior caso clinico, He aportado larga y minuciosamente esa ilustracién a partir de una experiencia dela clinica de la histeria surgida de mi préctica personal, en mi obra Estructura y perversiones, a la eval pueden uste- des remitirse. Recuerden cuando insistfa Freud en decirnos que el sfntoma est siempre sobredeterminado, por hallarse directamente ligado a la accién del proceso primario, pg. 68. [ Les recuerdo que el advenimientoa lo simbélico es' Oy | advenimiento del sujeto propiamenté dicho, ganado en 2 terreno de una conquista que es precisamente aque- {Jo por lo que se elabora la estroctura patquica. "Hasta organizacién estructural, que se constituye on {os azcanos de la dialéctica edtpica, permanece marc. {da por los dos tiempos fuertes que representan la di- 2 Unensién del ser y la dimensidn del tener con respecto al | alo. Hn esta dindamica del pasaje del ser al tener se ha: gen sentir, en efecto, ciertas apuestas decisivas desde el punto de vista de la inscripeién del nifio en la fancién falica. ‘in tanto regula el curso del Edipo, la funcién fallen supone cuatro protagonists: a madre, el padre, el nie 7 al falo, Este iltimo t6rmino constituy® el elemento ‘ceintral a cuyo alrededor vienen a gravitar los deseos rrespeotivos de los otros tres. En este sentido, Lacan de ‘Glaraba a quien queria oftlo que, para hacer psicoandli- sis, por lo menos bacta falta saber contar hasta tres. De todos modas, en esta alfabetizacién numérica minima, saber contar hasta tres implica especialmente saber contar hasta tres a partir de wio, por lo tanto hasta cua- tro. De hecho, como ese elemento uno es elfalo, se trata del nico indicadar que permite al sujeto regular sa de- seo en relacién con el deseo de otro. "Bl falo—en cuanto dicho elemento wuno»—es elele- mento que se inscribe fuera de la serie dé los deseos, puesto que s6lo con relacién a él puede constituirse una Sorie de deseo; pero al mismo tiempo es el elemento que ordena la posibilidad de tal serio, ya que, fuera de su presencia, el deseo no s¢ desembaraza de su anclaje 2 34 jnaugural. Por lo demés, es preciso partir de este punto de anclaje si queremos localizar rigurosamente los m0- mentos decisivos a los que me refert anteriormente. En efecto, se trata ante todo de circunscribir aquellos mo- ‘mentos en qué la economia del deseo del nifio se topa. ‘con la funci6n félica, para negociarse con ella a la medi- da de una inseripeién. a Esta funcién falica se caracteriza prioritariament por la incidencia que adquirir4, para el nifio, el soni cante félico en el curso de la evolucién edipica. Desde-el to de vista de Ia estructura, el primer momento de, cisivo es aquel en que se esbaza, para‘ él, el euestios .. tiento de la identificacién flea. Se trata de una ; yencia identificatoria primordial donde el nitio es radi- = ealmente identificado con el tnico y exclusive objeto del| deseo de la madre, es decir, con el objeto del deseo del’ ‘Otro, y por consiguiente con su falo.... “ ‘Tal cuestionamiento es fundamental para él nifio, al ‘menos por la razén esencial de que, finalmente, se va a |S... eacontrar con la «figura paternay. No se trata, por su- "puesto, de la figura paterna en tanto «presencia pater- © na», sino en cuanto instancia mediadora del deseo. De __ hecho, la intrusién de esta figura del padre va a intro- dncir, en la economia del deseo del nifo, certo modo de veetorizacién qué es, hablando eon propiedad, lo que se « designa por funcién paterna y que no esotracosaquelag SF funcién félica, con toda la resonancia simbélica que es- ‘to supone.. [La fancién flies es operatoria por lo mismo que vec- toriza el deseo del nitio respecto de una instancia sim- ; bblica mediadora: el padre simbdlizo, Otro modo.de éecir que debemos sitnarnos segiin la distincién fon- ~ camental introducida por Lacan, entre padre real, pa- E) dre imaginario y padre simbélico. Sobre\este punto, los EE). remito una vez mas a uno de mis trabajobsLe pire et 0a fonction en psychanalyse,? donde me esforeé por mos- ‘8J, Dor, véase el cap. IV, «Le pare réel, le imagit ea i Pe ls dbs anaes edit trar euén erucial resultaba esa distineién desde-el pun- to de vista de su incidencia en la organizacién dela es- truchura del sujeto. Zeta distincn introducda yor Lacan entre padre real, imaginario y simbélico no es una pura y simple Geplicacon de la trilogia Simbélico, Imaginario, Real SLR). : : El pre rea se padre ona eid eu se, decir, el padre hie et nunc, sea 0 no progenitor. Abora bien, on ol «aqui y ahora» de'su historia, este padre real nunea es aquel que interviene en el'curso del complejo de Edipo. El que intercede es el padre imaginario. En este punto encontramos, con toda su significacién, el ‘término imago en el sentido que Freud le atribuye. El padre nunca es captado o aprehendido por el nifio de otro modo que bajo la forma de la imago paterna, es de- cir, una figura del padre tal como el nifio tiene interés en percibinla en la economia de su deseo, pero, igual- mente, tal como puede darse una representacién de ella a través del discurso que la madre profiere para él. Por lo mismo que esta distancia se define entre la di- mensién del padre real y la figura del padre imagina- rio, la-consistencia del padre simbdlico queda todavia més particularizada, en el sentido de que su interven- . De- ne», en Le Pire et sa fonction en psychanalyse, Pais: Point hors ligne, 1969, pigs. 51-85. Publicacién brasileaia en Zaher, 1991. “43. Dor, véase el cap. V, ara resolver subjetivamente el enigma que le plantea Ja diferencia de sexos, En efecto, la dindmica edipica re- @ presenta el recorrido imaginario que el nifio se ve lleva- doa construir para encontrar una respuesta satisfacto- ria a esa pregunta. ” De esto resulta una consecuencia clinicamente im- Portante: el padre real aparece como perfectamente se- cundario en las apuestas deseantes edipicas. Por otra parte, esto permite precisar todas las ambigiiedades suscitadas por expresiones tales como: la presenéia pa- terna, incluso las carencias paternas. Cuando estos atributos son relacionados con Ia dimensién del padre Teal, no tienen ningtin aleance significativo y operatorio frente a la funcién fundamentalmente estmicturante & del padre simbélico, De hecho, que el padre real esté Presente 0 no, que sea carente 6 no, esto es completa- mente secundario para las apuestas edfpicas, En cam- bio, si la presencia o la carencia paterna concierne més directamente al padre imaginario o al padre simbolico, estos atributos, entonces, se vuelven esencialmente de. terminantes, En otros términos, una evolucién psiquica perfecta- mente estructurante para el nifio puede cumplirse fuera de la presencia de cualquier padre real. Esto su- pone, en cambio, en tal hip6tesis, que las dimensiones del padre imaginario y del padre simbélico estén consti- tutivamente presentes, No hay aqui ninguna paradoja. 37 sat sen Por el contrario, se trata de una exigencia de palabras, de discurso, vale decir, de wna exigencia significante: el q padre siempre debe ser significado al nifto, aunque et eho no esié confrontado con la presencia real del pa- re. 7 Lo estructurante para él nifio es poder fantasma- tizar un padre, e8 decir; elaborar la figura de un padre ‘ maginario a partir de la cual investiré ulteriormente, : ia dimensién de un padre simbélico. "Bin el caso extremo en que él paidre real est ausente o.es designado como inexistente» en la realidad, de to- dos modos la funcién estructurante es potencialmente operatoria, siempre y cuando esta referencia a un ‘otron (héteros) éea significada en el discurso materno ee ‘instancia.tercera mediadora del deseo del "La distincién entre el padre real, el padre imagina- rio y el padre simbélico constituye un indicador sin el ‘cual, no sélo la dimensién del complejo de Edipo resulta en gran parte ininteligible, sino incluso. refractaria al sentido y al aléance del acto psicoanalitico. ‘Asi, pues, si el nifio encuentra al padre en l Edipo como él elemerito perturbador capaz de cuestionar la certeza de su identificacién félica, es esencialmente en torno de la diniénsi6n del padre imaginario, Tal exes ‘tionamiento nunca es instituido de hecho. Sélo,puede jntervenir porque ya esté allf, impl{citamente presente, enel discurso de la madre. Aun cuando noregistre esto en lo inmediato, el nifio presiente que la madre se signi- ica a él corno objeto potencial del deseo del padre. Porlo demés, este presentimiento conduce al nifio a una so- breinterpretacién referente a su propio | estatuto ante la, madre. Cuando comienza a adivinar que la madre no s6lo lo desea a él, transforma imaginariamente ‘esta ve- rificacién en una apvesta de rivalidad. S¢ esfuerza por ocultar que la made pueda desear al padre y, al mismo tiempo, inviste al padre como objeto de deses rival ante Ta madre. En otros términos, el padre se vuelve un ob- 38 ~ Taucho mds enigmético y que anuncia.elorden delacas- jeto filico rival de él mismo ante ella. La puesta én dadet® = de la identificacin falica del nifio no puede compren- *-derse fuera de este espacio de rivalidd flea propia~ mente dicha: «to be or not to be el falo» (Lacan). Resulta facil advertir cudnta importancia tienen los - significantes en ese momento decisivo, puesto que,’es é cabalmente a través del discurso como el nifio percibe = estar hallando los iridicadores que le’permitiran vecto- ; rizar su deseo en una direcei6n donde podré promover su despliegue hacia otro horizonte. Pero, al mismo ( tiempo, esta direccién puede obturarse por falta de sig- nificantes consecuentes, pata llevar més all4 la interro- p> gacién deseante del nif, hacia la cuiestiGn de la difé- : > Tencia de sexos. ‘ ‘Aqui, la fncion de los significarites interviene como una operacién dinamizante; casi podria decirse, una , fancién catalizadora. En Ja medida en que ¢l discitfso materno deja en suspenso la interrogacién del nifio so- » bre el objeto del deseo de la madre, esta cuestién resur- ge con mayor fuerza y lo empiija a profundizay su in- terrogacién. Esta «suspensién significante» ante el ‘enigma de la diferencia de sexos es capital, en l sentido que impone al nifio interrogar‘al deseo materno mas alld del lugar en que su identificacién filica encuentra i ‘un punto de detencién, Hl discurso de la madre le asé- gura, pues, un apoyo favorable hacia nuevas investiga ciones, que lo conducirén al umbral de un horizonte tracién. Dicho de otro modo, los significantes maternos © rosultan determinantes para miovilizaf al nifiohacia un espacio diferente del deseo inmediato que 61 négocia con ella, ‘A.poco que este impuleo dal nifio encuentre el menor soporte para suspenderse, toda su dindmica deseante ‘ tenderd hacia un estadoen el que la entropfa llevard las de ganar sobre el esfuerzo psiquico que él debe producir ‘ para combatirla. De esta suspensién inducida alrede- dor de la puesta en duda de la identificacién félica, pue-

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