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CONDICIONAMIENTOS M CULTURALESDELA & VIOLENCIA EN COLOMBIA’ Pee rear El presente trabajo intenta mostrar, en una primera parte, una serie de aspectos relacionados con la especificidad del proceso politico y politico- cultural colombiano en el siglo XX en el contexto del desarrollo latinoameri- cano, y algunas de las transformaciones que se han venido desarrollando mds o menos desde la década delos 80 enla economia, la sociedad, la politica y la cultura. En una segunda parte, llamaremos la atencién sobre ciertos planos de la violencia asociados a la cultura politica y la vivencia colectiva de la vida cotidiana en nuestro pais, en el marco de unos procesos histéricamente situados de socializacién politica y de conformacién de un régimen comuni- cativo particular El trabajo intenta vincular estos factores o rasgos de violencia presentes en la cultura y la vida cotidiana, con una serie de planos macro-sociales relacionados con el funcionamiento, el no funcionamiento o el mal funcio- namiento de nuestras instituciones politicas, juridicas y sociales. Trataremos de ilustrar algunas de nuestras reflexiones con ejemplos y circunstancias de la vida diaria en nuestro pais. * Ponencia presentada al Congreso de la Asociacién Latinoamericana de Sociologia ALAS. México, octubre 26, 1996. ** Historiador, Politélogo, Profesor Facultad de Comunicacion, Pontificia Universidad Javeriana, Investigador del Instituto de Estudios Politicos y Retaciones Internacionales, Universidad Nacional, LUNIVERSITAS Humanistica o7 I. Colombia 0 el pais inclasificable en las tipologias del desarrollo latinoamericano Colombiaexperimenta,comootras }1 sociedades de la region, una crisis de las formas tradicionales de ha- cer politica. Vive una profunda cri- sis del sindicalismo, afectado por los cambios relacionados con la apertura econémica y la reconver- sién aboral, y un desmoronamien- to de las opciones politicas de iz- quierda, que no han podido asimi- Jarlacrisis de las utopias omnicom- prensivas y la bancarrota de los sistemas socialistas del Este para reconfigurar un proyecto de izquier- dademocratica capazdeconstituir- % se en una terceria competitiva al sistema bipartidista. Los partidos politicos tradicionales experimen- tan una crisis, que sin embargo, es distinta de la de agrupaciones poli- ticas tradicionales en otros paises delaregién. Colombia nohatenido partidos sélidamente estructura- dos, con carnetizacién, reunion periédica de sus militantes, o ins- tancias de estudio ode formulacion de politicas. Han sido mas bien par- tidos de notables, oligarquicos en su espiritu, si bien policlasistas en cuanto a su composicién social. Centran ellos prioritariamente su trabajo enlamovilizacin electoral, noenplataformasprogramaticas,y para la mayoria de los analistas politicos constituyen federaciones de microempresas electorales, de feudosclientelistasregionales,que j para las coyunturas eleccionarias ainan sus esfuerzos y conforman alianzas temporales. La crisis de LUNIVERSITAS Humanistca cy estos partidos y de su capacidad de representaci6n no es nueva. Ha es- tado presente a lo largo de los 80 y enladécadade los 90. Sin embargo no es una crisis radical. Los parti- dos Liberal y Conservador han te- nido una gran capacidad de adapta- cién y de renovacién gradualista, moviéndose en una cierta tension entre sus segmentos modernizan- tes y sus tendencias clientelistas. La crisis de la izquierdas y cierta readecuacién del clientelismoa las condiciones de la nueva Constitu- cién de 1991, no permiten atribuira los partidos tradicionales una cri- sis en su capacidad de representa- cién, mayor de la que han tenidoen los tiltimas décadas. Colombia sufre también la crisis de los modelos socio-econémicos ge- nerados después de la segunda postguerra, con la especificidad de no haber tenido fuertes gobiernos populistas e intervencionistas que fortalecieran el sector estatal. La tradicién de manejo delaeconomia ha sido mas bien de corte liberal, reacia al estatismo, y por ello mis- mo, las politicas neoliberales no tienen el mismo impacto en la orga- nizacion estatal y social que en otras latitudes de América Latina. No obstante, y de manera similar a otros paises de la region, con las politicas de reconversién econdmi- cay de apertura a la economia in ternacional, se observa también aquiciertaerosién del Estadocomo referente, alrededor del cual se ha- bian constituido las identidades so- ciales de los actores colectivos a partir de los afios 30 y 40. Hay que anotar, ademas, que Colombia no ha vivido los fendmenos hiperinfla- cionarios de otras economias lati- noamericanas, con su efecto de ero- sion o de pérdida de legitimidad de las agrupaciones politicas tradicio- nales. Tendriamos que agregar que la apertura de la economia al merca- do internacional ylaaplicacion mas radical dela politica neoliberal ocu- rreenColombiaacomienzos delos 90, con el gobierno de César Gavi- ria (1990-1994), constituyendo por lotanto, un fendmeno bastante mas tardio comparativamente con otros paises de la regién. Es importante hacer esta precisién, pues tal cir- cunstancia implica que no se vea muy claramente en nuestro casola tendencia a la suplantacién del Es- tado por el Mercado como nuevo principio de organizacién de lo so- cial. Hay que anotar que en el par- tido liberal, en el poder durante los tltimos 9 afios, no ha habido w dad en cuanto al apoyo a una politi- ca econémica neoliberal, y una de sus alas aboga por el mantenimier to del intervencionismo y la capaci dad reguladora del Estado en una sociedad con profundos desequili- brios y fragmentaciones. Otra de las caracteristicas de la politica colombiana en el siglo XX es no haber vivido un proceso de consolidacién del populismo des- de el poder, inicialmente frustrado con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitan el 9 de abril de 1948 y posteriormente con el de- rrocamiento del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) en 1957. Esta no consolidacién del populis- mo en Colombia probablemente hayatenidosus efectosculturalesy simbélicosen cuanto aqueennues- tro pais no se habria dado cierta funcién reivindicativa del mundo de lo popular y de lo nacional pre- sente en la politica de los nacional- populismos triunfantes en otras la- titudes de la region. Un factor fundamental para la ubi- caci6n del caso colombiano en las tipologias de la evolucién politica de la region, es el no haber sufrido en las décadas recientes un quie- bre dictatorial. Por eso mismo es dificil ubicar nuestra experien en los pardmetros construidos por los cientificos sociales del Cono Sur para dar cuenta de los procesos de redemocratizacién y de transi- cidn a la democracia experimenta- dos por Chile, Argentina, Brasil y Uruguay. Elno habervivido un quiebre dicta- torial del juego politico democrati- co, no implica que hubiéramos es- tado libres de intentos autoritarios como el que se produjo durante la administracién Turbay Ayala (1978- 1982) con sus politicas de repre- sion, tortura y persecucién a diri- gentes del movimiento popular y de izquierda, asi como a intelectua- lesy personalidades democraticas. Si bien no podemos hablar de rede- mocratizacion, enlamedidaen que no hemos experimentado una rup- tura dictatorial, si podemos hablar de un cierto proceso de apertura politica y de democratizacion, aso- ciado aia promulgaci6n y desarro- lo dela Constitucién de 1991.Seha venido abriendo un espacio parala critica de la tracicién de intoleran- cia presente tanto en la cultura po- litica dominante como en la oposi- cién de izquierdas. Se desarrollan actualmente desde la sociedad y desde algunas instituciones estata- lesnumerosos proyectos de educa- ci6n para la democracia, la parti pacién y la civilidad, de negocia- cion y tratamiento politico de los conflictos, asi como programas de jueces de paz, de conciliadores en equidad y de participacién comuni- taria en la resolucién de asuntos menores de justicia. La Constitucién del 91 fortalecié Jos procesos de reconocimiento de Ja pluralidad cultural constitutiva del pais. Tenemos hoy una atmés- feramas favorable para el reconoci- miento de las minorias étnicas, lin- giiisticas y religiosas. Sin embar- go, no es muy clara la apertura al reconocimiento de otras opciones ideolégico-politicas distintas a las de los dos partidos tradicionales (por ejemplo, a las de la politica de izquierdas) Aqui parece expresar- se cierta inerciapolitico-cultural de exclusion anticomunista y anti-iz- quierdistaheredadadelasdécadas precedentes. Los derechos humanos como pre- ocupacién social han venido cobran- do fuerza, en gran medida por la grave situacién a este respecto y por las repercusiones negativas para la imagen y las relaciones co- merciales del pais. Sobra decir que ainclusién por los Estados Unidos en su agenda bilateral con Colom- bia, de la cuestién de las violacio- nes a los derechos humanos en nuestro pais como un tema priori- tario, también ha llevado a tomar un poco mas en serio el asunto. La accién de las ONGs, de algunas instituciones estatales (Defensoria del Pueblo, Procuraduria) y degru- pos de activistas de derechos hu- manos, ha logrado desmarginali- zar la cuestiOn de los derechos hu- manos, sensibilizando a algunos sectores de la burocracia estatal y de la sociedad a este respecto. Sin embargo, la situacién no es nada idilica, y no presenta la necesaria claridad en lo que respecta a la participacion de agentes estata- les en desapariciones y extralimi- taciones. Laaceptacién por cuatro de las or- ganizaciones insurgentes (Movi- miento 19 de Abril M-19, Ejército Popular de Liberacién EPL (de as- cendencia maoista), Partido Revo- lucionario delos Trabajadores PRT y Movimiento Armado Proindige- nista Quintin Lame) de la Carta del 91, significé una cierta relegitima- cién de las instituciones. Por pri- mera vez en nuestra historia re- ciente, un bloque altamente repre- sentativo de organizaciones de iz- quierdaacepta el ordenamiento po- liticojuridico vigente y toma la de- cision de moverse dentro del esce- nario legal pactado por la nueva constituciér Pero la persistencia del conflicto armado del Estado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co- lombia FARC y con el Ejército de Liberacién Nacional ELN, tiene graves implicaciones para el logro de una cierta transparencia y credi- bilidad de la democracia colombia- na. El conflicto armado configura amplios margenes para las viola- ciones de los derechos humanos dela poblacién civil en las regiones de conflicto, tanto de parte de los miembros de las Fuerzas Armadas como de los guerrilleros. Los abu- sos de la guerrilla apelando al se- cuestro y a imposiciones econémi- cas alos hacendados para su finan- ciaci6n, han creado un clima enra- recido de retaliacién, de negativa rotunda desde Ciertos sectores a didlogos de pazy ala aceptacion de formas de expresién politica de iz- quierda en el pais. La presencia guerrillera en multiples regiones dela geografia nacional y laimposi- bilidad de las Fuerzas Armadas de contrarrestarla, han dado pie a la conformacion de grupos paramili- tares financiados por los hacenda- dos con el apoyo (no reconocido oficialmente) de las fuerzas milita- res oficiales, circunstancia que es- timula las formas de justicia priva- da y la ausencia de monopolio ofi- cial de la violencia legitima. El caracter escalonado de los pro- cesos de paz (no hay una negoci: cién total con todos los grupos in- surgentes, sino con una parte de ellos, permaneciendo otros en la insurgencia), no permite la gesta- cién de un clima favorable a los procesos de reinsercién a la vida civil de los grupos ya desmoviliza- dos. En un ambiente de propagan- da de guerra, de estigmatizacién de los grupos armados como delin- cuentes comunes (que se favorece por lamisma practica del secuestro y la «vacuna» de los grupos insur- gentes y por las fronteras a veces muy laxas entre delincuencia poli- tica y delincuencia comin), los guerrilleros desmovilizados expe- rimentan el rechazo social en las resistencias de los empleadores a darles trabajo, y un compromiso muy precario desde el Estado por impulsar una politica de reinser- cién susceptible de estimular la re- conciliacién nacional y de jalonar nuevos procesos de paz y de desarme. isis del sistema de justicia in de los juzgados, impu- nidad), el fendmeno del narcotrafico y su impacto corruptor sobre los distintos estamentos de la socie- dad, asi como el problema de la delincuencia comiin y los delitos contra la vida humana (alrededor de33,000homicidiosanuales),com- plican mucho més el enrarecido panorama de la democracia colom- biana. Laintegracién nacional es otro pro- blemadesumacomplejidad.Lague- rrilla tiene en varias regiones peri- féricas y en algunas intermedias entre el centro y la periferia, el control politico-militar, socio-territo- rial,y enalgunas regiones incluso el control culturalatravésde formasde civilizacién autoritariade las relacio- nes sociales (expulsién por la via de la intimidacién, de drogadictos eindeseables sociales, eliminacién de abigeos y delincuentes comu- nes, prescripcién de determinadas formas de comportamiento fami- liar 0 de pareja, cumplimiento de funciones de policia y de justicia). Volviendo alos rasgos positivos de la actual coyuntura, es necesario subrayar el actual proceso de cam- bio de la institucién eclesidstica. Una institucién marcadamente je- rarquica y durante muchas déca- das favorable al status quo como la iglesia catélica colombiana,’ en los Ultimos afios (podriamos decir que en esta primera mitad de los 90) experimenta una redefinicin sus- tancial hacia posiciones mas auté- nomascon relaciénal establishment, y de mayor compromiso con la de. fensa de la vida y los derechos hu- manos, asi como con las opciones de salida pacifica y negociada al conflicto armado. Con relacién al contexto cultural y comunicativo actual, hay que ano- tar que cada vez es mas sentido el impacto de la extensién de la «so- ciedad informatizada» y de la «cul- tura mediatica». Esta ultima apare- ce cada vez mas claramente, y se expresé, en su novedad y en la inexperiencia de los actores y de ‘sus promotores, en el debate televi- sivo entre los candidatos Samper y Pastrana en la pasada contienda presidencial. Un cierto reemplazo de la escena publica ‘tradicional- moderna’ (la argumentacién pro- gramatica, el peso del periddico en su version racional-iluminista y en su caracter de cultura letrada, la identificaci6n ideolégico-partidaria del candidato), por la escena elec- tronica (aparicién del ‘creativo’ po- litico, busqueda de formas mediati- cas de puestaen escenay deseduc- cién de masas), empieza a abrirse paso en la politica colombiana. El triunfo del matematico y filésofo independiente y ex-rector de la Universidad Nacional Antanas Mockus en las elecciones para la Alcaldia de Bogota, fue producto en buena medida de la visibilidad lograda por su propuesta en los medios de comunicacién, y consti- tuyé la expresiéa de la inconformi- dad de los bogotanos con las for- mas tradicionales de hacer politica y con los partidos Conservador y Liberal. Asistimos también aradicales trans- formaciones en la sensibilidad ge- neracional de nuestrosjévenes. Los discursos pesadosy laretéricaideo- logica parecen no ser de buen reci- bo. Como nos comentaba un diri- gente sindical, los obreros jévenes ya no se aguantan discursos de mas de cinco minutos, y las asam- bleas universitarias en las universi- dades publicas que duraban tres dias seguidos, de 9a.m.a7p.m.y que reunian a masas estudiantiles que se deleitaban y pertrechaban con discursos ideolégicos recurren- tes, son hoy dia una reminiscencia lejana de un tiempo superado. Al parecer los jévenes se inclinan por una vivencia de la vida mas ‘cool’ y mas ‘light’, menos marcada por la intencién de renuncia a si mismos y mas preocupada por la busqueda de un principio de felicidad y de autorrealizaci6n? [No nos referimos sor supuesto, al Frente Unido de Camilo Torres Restrepo en los 60, algrupo de Golconda, al papel del Centro de Investigaciin y Educacin Popular CINEP dela ‘Compania de Jess oalas comunidades eclesia- lesde base, institucicnes y movimientos den- tifcados con una perspectiva de favoreci ‘miento de los intereses de los grupos mas pobres y manginades de nuestra sociedad. + Sobre ese elemento llama la atencién Ma- ‘uel Antonio Garretén en «Transformacio- ‘es culturales y representacin politica», en Revista de Critica Cultural, Santiago de Chi le, No, julio de 1992, .10 IL. Algunos condicionamientos culturales de nuestra violencia En esta segunda parte queremos llamar Ia atencién acerca de una serie de factores culturales que configuran cierta proclividad a la violencia en distintos sectores y grupos de nuestra sociedad. Haremos referencia al problema de la ausencia de un conjunto de normas definidas consensualmen- te y acatadas por el conjunto de la poblacion; a ciertas tradiciones de intolerancia politicay cultural arrai- gadas en lavidacolombiana; al mun- do cultural y valorativo de los acto- res de nuestros conflictos, y a la relacin del pensamiento y la prac- tica democraticos con las actitu- des de los seres humanos ante el conocimiento y la cuestién de ‘la verdad’. Recurriremos en nuestra exposi- cidn, a algunas descripciones y a algunos ejemplos concretos toma- dos de nuestra vida diaria, para visualizar mas claramente algunas de nuestras reflexiones y teoriza- ciones. UNIVERSITAS Humanistca 72 y violencia cotidiana Muchas de las expresiones de vio- lencia presentes en nuestra vida cotidiana tienen que ver con la so- cializacién de la poblacion en una tradicién historica y en unos con- textos sociales e institucionales marcados por la ausencia de un orden democratico acatado por la poblacién que provea a ésta de un conjunto de normas de conviven- cia, y le depare ciertos niveles de cohesién social y de integracién normativa. Miremos un caso de la vida diaria en Bogotay esel dela asistencia de los bogotanos a cine en el Teatro Embajador. Para la entrada a las peliculas de mayor éxito se produ- cen largas colas, y ante esto ha aparecido una mafia de intermedia rios que por el pago de cierta suma de dinero ubican a las personas que aceptan la transaccion en un lugar privilegiado dela fila, irrespe- tando el tiempo y el derecho de quienes han Iegado temprano y aspiran a ocuparun buen puesto en el teatro. El espectaculo es grotes- co por la desfachatez agresiva de estos singulares empresarios del abuso, que llega a generar protes- tas y en ocasiones conatos de pe- lea. Pero ademas de grotesco, ex- presa claramente, en aquellas per- sonas que le hacen el juego a este insdlito negocio, el individualismo agresivo y la insolidaridad de mu- chos habitantes bogotanos para quienes el interés colectivo simple- mente no existe y para quienes la satisfacci6n de sus interesesindivi- duales al costo que sea, es su ley de leyes. Paradéjicamente, me tocd observar esta situacién en los dias en que se exhibia «La Estrategia del Caracol». El mensaje de su di- rector Sergio Cabrera en términos de rescate del sentido de lo colecti- vo, del respeto al otro y del valor de lasolidaridad, resultaba muy perti- nente luego de lo vivido a la entra- da. Si en la cinta la policia aparece formalista, claramente comprome- tida con el poder y auspiciando in- sensible el desalojo de los morado- res de un inquilinato, acd en la vida real de nuestra antesala ala pelicu- la, ni siquiera estaba presente, y cuando llegé, lo hizo para poner orden a la brava sin enterarse de qué era lo que efectivamente pasa- ba, y cuando el abuso ya estaba consumado. Mehe extendidoenlanarracién de este episodio en la medida en que muestra cémo se reproduce, en un escenario aparentemente sin nin- guna importancia para la practica democratica, la insolidaridad y la desconsideracién hacia los demas, en gran parte debido ala ausencia de mecanismos de regulacién o de arbitraje social de los pequefios conflictos de la vida cotidiana. Comportamientos individualistas similares y mucho més graves en cuanto a la erosi6n de la conviven- cia, se pueden observar permanen- temente en lavidacolombianay no solamente en la capital. La preca- riedad del Estado en nuestro caso, la no extensién de su cobertura social e institucional sobre la totali- dad del territorio, la fragil legitimi dad de las instituciones politicas, corrupcion administrativa, la legit macién tacita del ascenso social a través del contrabando o del trafico denarcéticos, la ausencia de mono- polio oficial sobre la fuerza, los abu- sos yla falta de transparenciade las instituciones policial y militar, son sélo algunos de los factores que inciden en un clima ético de no respeto a normas y de frecuente percepcién del orden por parte de muchos sectores de la poblacion comoun orden ilegitimoy por ende transgredible. Laimpunidad, la crisis del sistema de justicia o la ausencia a veces total de ésta en algunas regiones del pais, estimula poderosamente las salidas individualistas, las solu- ciones de justicia «por mano pro- pia» alos conflictos,y consecuente- mente, la no configuracién de una cultura juridica democratica por parte de la poblacién. Hace unas semanas tuvimos oportunidad de ver en un noticiero de televisién el caso del intento de robo de un nifio por parte de un individuo. Este fue sorprendido en elmomento del rap- to del menor por un grupo de per- sonas que al percatarse del hecho, le persiguieron, le dieron alcancee intentaron lincharlo. Al ser entre- vistada, la persona que encabezaba la persecucién del plagiario expre- 86: «Nosotros queriamos lincharlo, pero desafortunadamente llegé la Policia». He aqui una buena muestra de las concepciones, pero tam- bién de las practicas, que algunos sectores de la poblacién manejan acerca de la ley, el orden y la justicia. Lano presencia ola presencia pre- cariae insuficiente de instituciones estatales sobre todo en regiones de colonizacién, pero también en mu- chas zonas marginadas de nues- tras metrépolis y ciudades inter- medias, hallevadoalaconstituci6n en ellas de poderes autoritarios re- presentados por la guerrilla o por grupos paramilitares 0 de autode- fensa (en el caso de las ciudades las milicias) que suplen asila ausencia del Estado, asumiendo funciones tributarias y de imparticién de jus- ticia, de organizacion de la pobla- cién y de policia. Como bien lo han mostrado los trabajos de Alfredo Molano (véase por ejemplo «Aguas Arriba» sobre el caso de Guainia), muchas poblaciones han crecido y vivido un proceso de socializacion politica a través de esas formas de civilizacion autoritaria de las rela- ciones sociales. Numerosos colombianos han ter- minado acatando y en ocasiones apoyando decididamente poderes paralelos, que asi sea por la via del autoritarismo y de la intimidacién, procura a los habitantes unas re- glas dejuegoy ua modelo de orden que posibilita ciertos niveles mini- mos de convivencia a esas comuni- dades. Resumiendo los argumentos y ejemplos planteados en este apar- te, podemos decir, con Ferndn Gon- zilez, que «la sociedad colombiana parece resistirse a verse represen- taday reguladapor el Estado como Ambito péblico de resolucién de conflictos, lo que implica una pro- clividad para la biisqueda de las soluciones privadaso grupales, fre- cuentemente violentas, a dichos conflictos» > Lasalternativas ante los problemas aqui esbozados se han sefialado en miltiples diagnésticos oficiales y no oficiales de la crisis colombiana: agilizar y modernizar el sistema de justicia, acabar con la impunidad, combatirlacorrupcién, extenderla ® Gonsélez, Feman, «Deslegitimacion de lo politico, Estado y Sociedad», en Coyuntura Politica, Boletin dela Corporacién Didlogo Democritico, Afto 2, Nimero 6, Santafé de Bogotd, abril de 1904 UNIVERSITAS Humanistic 2B cobertura social e institucional del Estado a las zonas marginadas ur- banasy rurales, avanzar en ladepu- racién de la policia y de las fuerzas armadas y en el logro desde ellas de unaactitud mds favorable al res- peto de los derechos humanos (re- estructuracién de Ia Policia Nacio- nal y reforma a la Justicia Penal Militar), etcétera. Quisiera anotartresideasadiciona- Jes para concluir este aparte: Primera: estas tareas hay que lle- varlas a cabo con la gente, con lide- razgo, con el apoyo y la convocato- ria de la opinién publica; que la gente sienta que participa en ellas. Desafortunadamente y en la gran mayoria de los casos, la politica colombiana se hace sin la gente (a pesar de las consignas electorales del «jtiempo» y «la hora de la gen- te»!), Se hacen procesos de paz y procesos de reinsercién de bajo perfil, sin convocatoria a la socie- LUNIVERSITAS Humanistica 4 dad, perdiéndose asi valiosas posi- bilidades y espacios para ir gestan- do progresivamente una culturade lareconciliacién nacional. Lalucha contra la impunidad, por la agiliza- cién y modernizacién del sistema de justicia, por su extensién a 20- nas marginales como Urabi, para poner sélo un ejemplo, deberia constituir una empresa colectiva, capaz de arrojar resultados progre- sivos y tangibles, de tal forma que los ciudadanos puedan sentirse participes y co-responsables en la construccién del orden deseado. Segunda: el pais requiere de ma- yor claridad en la relacién con el narcotréfico. Somos conscientes que dadas las dimensiones del fe- némeno y sus ramificaciones en la sociedad, es un problema supera- ble sélo en el largo plazo y que no puede ser resuelto a partir de la adopcién de actitudesy politicas de fundamentalismo moral. No obs- tante, y dado el impacto que el nar- cotrafico ha causado sobre lasocie- dad (incidencia en el sistema de justicia, en el manejo oscuro del mundo del fitbol y de los senti- mientos e intereses a él asociados, enlare-concentracién dela propie- dad de latierra, en la militarizacion de muchos conflictos regionales, enlaalteracién de la escala de valo- res de distintas clases y grupos, de sus parémetros de ascenso social y personal, etc.), se precisa un redi- sefio democratico de la sociedad colombiana y de sus instituciones. Este fendmeno, este actor social y este problema, debe ser objeto de un tratamiento claro como factor de conflicto, de erosién del tejido social, de corrupcién y de envileci- miento del sentido del trabajo. Se- ria deseable que las claridades en términos de si somos, de si quere- mos ser 0 No queremos ser una narco-democracia, provengan mas de nosotros mismos y de nuestra propia capacidad de orientacion de la politica colombiana, que de las impugnaciones y exigencias de la politica norteamericana. Tercera: La solucién politica y ne- gociada del conflicto armado debe ser una tarea de prioritaria aten- cion. Ella, a través de la progresiva desaparicién de la insurgencia ar- mada a la que daria paso, estimula- ria la recuperaci6n del campo para Jainversién y el trabajo, crearia un clima favorable para la extincién progresiva de otros aparatos arma- dos, y posibilitaria la extension a todo el territorio nacional de una institucionalidad democratica tni- ca, superando los para-estados y las multiples para-institucionalida- des actuales. Podria generar ade- mas, condiciones favorables para el desarrollo de una cultura politica dondelaviolenciapierdapeso como instrumento de la accién politica y donde los recursos legales e insti- tucionales adquieran una nueva dimensi6n como instrumentos del cambio social. La desaparicién del fenémeno guerrillero por la via de la negociacién y la consecuente conversion de sus segmentos mas politicos junto a sus bases sociales en partidos 0 movimientos repre- sentativos de los intereses de de- terminados sectores de la pobla- , constituiria para las institu- es politicas colombianas una ganancia en cuanto a su legitimi- dad, y una posibilidad de ampliarla representacién delossectoressub- alternos, hoy dia no muy clara den- tro denuestro sistema politico (pre- cisaria que los partidos de izquier- da o las formas politicas de repre- sentaci6n no son, por supuesto, las iinicas formas de representacién de los intereses de los sectores populares). Otra importantisima consecuencia de la desaparicién del conflicto ar- mado seria el cambio de funcién de las Fuerzas Armadas, que releva- das de su papel protagénico en el manejo del orden piiblico y de las labores de contrainsurgencia, ten- drian unosmargenesmenores para verse involucradas en situaciones proclives a abusos y violaciones de los derechos humanos, y en el pla- no cultural y formativo podrian le- vantarse en un imaginario y en una vision del mundo mas pluraly abier- taal reconocimiento de la diversi- dad politica, ideolégica, étnica y cultural de la sociedad (en un ma- yor respeto al dirigente popular, al lider indigena, al militante de iz- quierda, al sindicalista, etc. Significaciones hegeménicas en la cultura politica y formacién de representaciones desde los individuos En cada cultura nacional y como resultado de un proceso histérico intersubjetivo en el cual interac- tian los individuos, la escuela, la familia, los medios de comunica- cién, la iglesia, el Estado, los parti- dos politicos, los dirigentes nacio- nalesy regionales, etc.,se constitu- yen una serie de significaciones, representaciones, valores y com- portamientos hegemédnicos, los cuales coexisten junto a otros co- rrespondientes a minorias 0 sub- culturas presentes también en el escenario nacional. Cada pais en cuanto cultura nacional hegeméni- a, tiene sus propias tradiciones y sus rasgos particulares de cultura politica. Como bien lo ha anotado Clifford Geertz cada cultura produ- ce su propio universo de significa- ciones: «Creyendocon Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significacion que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el analisis de la cultura ha de ser por Jo tanto, no una ciencia experimen- talen buscade leyes, sino unacie ciainterpretativaen busca de signi- ficaciones».‘ “Geertz, Clifford, Lainterpretacion delascul- turas. Gedisa Editorial, Barcelona, 1989.20 EI andlisis comparativo (historia comparada, culturas politicas com- paradas, politica comparada, etc.) puede ayudar a mirar las diferen- cias entre distintas culturas nacio- nales a nivel por ejemplo, de Amé- rica Latina, pero también a recono- cer peculiaridades del desarrollo de cada pais. Conceptos como «de- mocracia», «participacién, «justi- cia», «politica», «nacionalismo», etc,, adquieren una significacién particular en el contexto de cada cultura politica nacional. Nos pare- ce necesario subrayar la importan- cia de los estudios comparativos para una valoracién menos provin- ciana, mas ecudnime y més univer- sal de los problemas colombianos. Si bien Ia Violentologia ha contri- buido a plantear alternativas a mu- chos de nuestros conflictose inclu- so ha posibilitado el desarrollo de la historia regional a través de in- vestigaciones histéricas sobre la LUNIVERSITAS Humantstca 7 ‘Violencia en las distintas regiones del pais, las Ciencias Sociales Co- lombianas requieren insertarse en una perspectiva mas universal, menosinstrumental, que relacione nuestra trayectoria y nuestros pro- blemas con conflictos similares 0 distintos en otras latitudes y que nos provea de mayor bagaje y de mas mundo para valorar nuestra propia realidad y para imaginar enfoques y soluciones nuevas a nuestros problemas. Para explicitar la idea arriba expre- sada sobre la pertinencia de los estudios comparativos, quiero ci- tar a José Joaquin Brunner en un ensayo en donde intenta mostrar algunos rasgos de la tradicién poli- tico-cultural chilena hegeménicos por lo menos hasta 1973. Preste- mosatencién al texto en cuanto nos muestra una trayectoria de cultura politica notoriamente distinta de la colombiana. Nos dice asiel socidlo- go chileno: LUNIVERSITAS Humanistica 76 El régimen comunicativo de la sociedad chilena hasta 1973 se basé en la politica, la ley y la escuela, Fue, por tanto, la expre- sién del predominio en el espacio piiblico de las clases medias, con su apego al formalismo legal, su valoracién de la ensefanza y su uso de la politica como medio de onganizacién yfomento dela inte- gracién nacional. Estos tres me- dios de control social definieron una comunicacién que aspiraba ala igualdad, al universalismo y al participacionismo. Crearon una esfera piiblica regida por los valores de la palabra; donde lo que importaba era, en iltima ins- tancia, la capacidad de los diver- sosgrupos de movilizar sus intere- ses bajo la forma de un discurso persuasivo. Las ideologias, como proyectos colectivos de accién en torno a imdgenes de una «socie- dad posibler y de un sbuen or- den», ocupaban el centro de la escenapiiblica. Elreformismo pri- mero y luego el revolucionarismo arrancartan asimismo de esas tres ‘fuentes. Tendrian un fondo lega- lista, escolarizado y de absoluta fe en los poderes transformadores de Ia politica, En suma, la ley, la escuela y la politica conforman un medio piiblico, un régimen comunicativo, que es tendencial- ‘mente integrativo, que gira en torno al ciudadano, que valora el conocimiento certificado, el dis- curso ¥ los proyectos colectivos. Mas adelante, refiriéndose al tipo de estado configurado en su pais, Brunner anota que «de hecho, el Estado representé en Chile, duran- teeste periodo quellegahasta 1973, Ja encarnacién de esas figuras que regulaban el régimen comunicati- vo de la sociedad. Fue a la vez un Estado providente, proteccionista, educador y transaccional. A este Estado suele llamarsele en lalitera- tura especializada un «Estado de compromiso». Buscé y promovié Ja negociacién entre las diversas clases y grupos sociales; promovid mediante la escuela, la ley y la poli- tica la movilidad social, primero que todo la de las propias clases medias;y se afané por distribuirlas oportunidades de participacion en Jaesfera publica con miras alograr la legitimidad, aunque no siempre obtuviera la eficiencia».* Cualquier conocedor y observador atento de la historia y la cultura politica colombiana que revise des- de una intencién comparativa este excelente conjunto de ensayos de Brunner titulado Un Espejo Triza- do, se percataria de la diferencia en cuanto atrayectoria de cultura poli- tica entre los dos paises. Retoman- do la cita arriba transcrita, tendria- mos que reconocer que en nuestro 5 Brunner, José Joaquin, Un Espejo Trizado. Ensayos sobre cultura y polticasculturaes, Facultad Latinoamericana de Ciencias Soci les FLACSO, Santiago de Chile, 1988, pp67. 68, Las negrillas son cursivas en el texto de Brunner FL. caso no hubo tal centralidad de la ley en la vida de la sociedad, ni protagonismo y autonomia de las clases medias. Tampoco participa- cionismo como actitud imperante en la politica, ni mucho menos un funcionamiento de ésta como inte- gracién y transaccién. Tal vez mucho de lo que Brunner describe como caracteristico del régimen comunicacional y politico- cultural chileno anterior a 1973, apenas empieza a despuntar en Colombia como posibilidad Intolerancias inerciales e imaginarios de los actores de nuestros conflictos EnlaColombiacontemporanea, dis- tintas tradiciones de cultura politi- ca han sembrado, junto a un con- junto deelementospositivosy cons- tructivos, una serie de factores de desgarramiento del tejido social, de autoritarismo, exclusién e into- lerancia* Quiero introducir este tema rela- tando un suceso ocurrido a finales de los 70a una pareja amiga. Viaja- ban ellos en su carro por la carrete- raPopayan-El Tambo cuandoescu- charon por Ia radio la informacién acerca del accidente de un bus en que viajaba un grupo de miembros del Partido Comunista que se des- plazaban haciaalgiin evento. Minu- tos antes, estos amigos habian re- cogido en el caminoa una campesi- naque les habia pedido quelalleva- ran hasta un lugar cercano en la rutaque ellosilevaban. Alescuchar la noticia, Ia campesina anoté «qPero, menos mal que eran comu- nistas!>. El anterior suceso, aunque a algu- nos pudiera parecer casual 0 ex- cepcional, noloes. Desde miinves- tigacién sobre izquierdas he llama- do la atencién sobre el arraigo de actitudes deintolerancia anticomu- nistay antizquierdista en la cultura politica bipartidista y en la vieja cultura eclesidstica colombiana, derivadas en buena medida de la relacién conflictiva establecida por laiglesia catélica con os valores de lamodernidad (con el liberalismo, el libre examen, el socialismo, la libertad de cultos, elcomunismo, la revolucién social, etcétera). Este tipo de relacién con los valores del mundo moderno se expresé, en el caso concreto de la inculcacién ala poblacién de valores y actitudes anticomunistas, no sélamenteen la prédica desde el pilpito, sinoen los manuales de ensefianza de la reli- gidny delahistoria como la eHisto- ria de Colombia» de Rafael Maria Granados SJ. y las «Nociones de Historia Religiosa» de Brufio, mas comtinmente conocida como «His- toria Sagrada», para citar sélo algu- nos textos que se usaron durante décadas en la educaci6n formal.’ © Véase mi trabajo «Tradiciones de cultura politica en el siglo XX» en Cérdenas, Miguel Eduardo (coord), Modernidad y sociedad politica en Colomiia, FESCOL-Foro Nacio- tal por Colombia Tasttuto de Estudios Polt- ticos Universidad Nacional, SantafédeBogo- 4, 1993. También mi ensayo «Autoritarismo ceintolerancia en lacultura politica» en Ané- lisi, No.6, CINEP, Santafé de Bogotd, 1982, 7 Ver el aparte «Los rasgos de intolerancia en la cultura colombiana> en mi trabajo «Culty: rapoliticade las clases dirigentes en Colom bia: permanencias y rupturas+ en Lépez, Fa- ‘bio (Comp), Ensayos sobre cultura politica ccolombiana, Controversia No. 162-163, Cl- NEP, Bogotd, 1990 Ver también el capitulo «Lasociedad colombianadelos anos 60 70: contexto formativo de las izquierdas+ en mi libro Lzquierdasy celtura politica: Oposicién a?,CINEP, Santaféde Bogota, 1994 UNIVERSITAS Humanistica 7 Tal vez por lo anterior, pero tam- bién por las dificultades del comu- nismo colombiano y de la gran mayoria de las otras fuerzas de iz- quierda para asimilar la tradicion nacional y para lograr un arraigo sélido en la historia y la cultura colombiana, mientras en Chile du- rante muchas décadas «ser de iz- quierda» Ileg6 a ser sindnimo de «ser demécrata», en Colombia has- tanuestros dias en el imaginario de los colombianos se mantiene una connotacién negativa de «ser de izquierda», que se asociaa ser «pe- ligroso», «potencialmente violen- to», «subversivo», «contestatario» y hasta «malo». Habria que precisar que en la cons- truccién de tal universo de signifi- cacién juega un papel importante el manejo sesgado y muchas veces ideolégico desde los medios de co- municacién de los asuntos relacio- UNIVERSITAS Humanistica 8 nados con el mundo de las izquier- das, la dificultad para comprender que éste tiene que ver no sélamen- te con la accién armada de la gue- rrilla, sino también con movimien- tos sociales, artisticosy culturales, utopias, ideales y formas de la sen- sibilidad colectiva.’ Agregaria ade- mas, que en la produccién de esa significacién peyorativa o negativa juega también la desatencién de Jos medios de comunicacién hacia el mundo del sindicalismo, de las, organizaciones no-gubernamenta- les, del magisterio y dems formas organizativas de los sectores popu- lares. En la cultura politica de las iz- quierdas mas ortodoxas y menos proclives a la redefinicién de los viejos paradigmas construidos al calor del tiempo de los 60 y 70, se pueden observartambiénintoleran- cias inerciales derivadas de la vi- sién clasista del Estado y de los medios de comunicacién «burgue- ses», prevenciones hacia el funcio- nario estatal, apreciaciones esque- maticas del empresariado, de la iglesia y de las universidades de élite, visionesdelos militares como ontologicamente perversos y viola- dores innatos de los derechos hu- manos, etc. "ease la portada de las Lecturas Dominice les de EI Tiempo (91-1994) dedicadas, para dojicamente, a comentar el libro del mexica: no Jonge Castaneda La Utopia Desarmada, sobre lasizquierdas en América Latina y sus redefiniciones actuales. La representacién iconogréfica que alli se hace de la iquierda bajoel titulode ‘Seacab6laizquierda?>esla ‘de una pedrea del estudiantado (mds exacta ‘mente deus gruposmas extremistas)conla Policia en los predios de la Universidad Na- ional. Uno se pregunta necesariamente so bre las razones para reducir el complejo ‘mundo de las izquierdas.alarepresentacién visual de una pedrea de los guardias rojos y Js «anarquistas- encapuchados con la fuer- a piblica. Estas intolerancias inerciales que tienen que ver con pautas de exclu- sion gestadas desde distintas ideo- logias y distintas tradiciones de cultura politica, se han articulado con y se han nutrido ademas de las violencias, de los conflictos recien- tesy de los abusos contra la vida y Jos derechos humanos, cometidos en medio de ellos desde los distin- tos bandos. Cada victima de estos distintos conflictos, siembra con fre- cuencia la semilla de la venganza, nuevos odios irreflexivos y visio- nes unidimensionales de aquel de quien vino o de quien se cree que vino la accién mortal. Democracia y actitud ante el conocimiento Laconstruccién o no construccién deuna cultura democratica, la posi- bilidad de configurar actitudes abiertas ocerradasalreconocimien- to de la diversidad y de la diferen- cia, tiene que ver con las maneras deconcebir el conocimiento huma- no. En su novela «Céndores no entierran todos los dias», Gustavo Alvarez Gardeazbal, al mostrar la actitud del «Condor», Leén Maria Lozano, hacia la informacién, des- cribe muy bien la relacién que muchas veces se establece entre laspersonalidadesautoritariasy un tipo singular de conocimiento dela realidad: Asi y todo, Agripina jamds se lamé conservadora ni le pre- gunté nada a su marido de las cosas del partido. Leén Maria, sin embargo, la obligaba todas las tardes, mientras él tenia los pies en agua caliente, a oir los editoriales de El Siglo, que él leia en voz alta tratando de no olvidar la costumbre que adqui- rié cuando su padre quedé cie- go. No compraba ni leéa otro periédico y no dejaba oir emiso- ra distinta a La Voz Catélica. Todo lo demas, o no era conser- vador 0 no era catélico y ni a él ni a su familia les podia intere- sar. Por eso quizé tampoco leyé el mismo dia la carta quecontra 4 mandé un grupo de liberales de Tulud, pues ésta habia salido en El Tiempo. Mucho menos pudo leer las crénicas de Lino Gil sobre las huelgas de las tri- Hadoras de Tulué ni los escritos que Gertrudis Potes logrésacaren Relator engaftando la censura. No leia sino lo estrictamente in- dispensable para ser un buen con- servador...” Lo interesante en esta situacién planteada por Gardeazabal, es que tal tipo de relacién con el conoci- miento y con la informacién, no es exclusiva de los viejos conservado- res sectarios colombianos. Idénti- cas situaciones, casi que al pie dela letra de lo descrito por el escritor tuluefio, podrfamos encontrar en la actitud ante el problema de la ver- dady ante la informacién, de parte de muchos militantes de Ia vieja izquierda. Las personalidades au- toritarias pueden existir en las mas distintas vertientes ideolégico-po- liticas eindependientemente de los discursos libertarios que a veces ellas vehiculen. Un caso que impacté la opi durante la pasada campaiia presi- dencial, y donde se conjugan las intolerancias inerciales a las que nos hemos referido antes y la acti- tud ante el conocimiento y ante la diversidad de la sociedad, es el de las declaraciones de Monsefior Dario Castrillén exigiendo a los li- berales catélicos abstenerse de votar para presidente por Sampery votar en blanco, con el argumento de que la alianza electoral del can- didato liberal con los grupos cris- tianos podria «vulnerar la unidad de nuestro pais». Los apartes mas reveladores del pronunciamiento del arzobispo de Bucaramanga di- cen asi: «Yo le pediria al pueblo creyente liberal, que ante estaalian- za con los protestantes, no se sin- tiera obligado a votar por un candi- dato de otro partido, pero que vota- raen blanco» (...) «Abierto a todos, amo a mis hermanos protestantes. Tengo optimos amigos. El proble- manoes de amistad, es que no hay dos verdades, hay unasola, ysihoy la tenemos yo no quiero que se rompa» (...) «La Conferencia Epis- copal ha dicho: ‘Voten por el me- jor’. Qué significa eso?: Hay dos candidatos. ¢Como hace la gente para saber cual es el mejor? (...) Desde el punto de vista de la fe, no hay duda que hay un voto que per- judicaria la unidad religiosa de la Reptiblica y que crearia un proble- ma més». (...) No podemos permi- tir que se vulnere mas por incons- ciencia launidad de nuestro pais». Las declaraciones de Castrillén re- vivieron sin duda viejas polémicas hace rato olvidadas, y nos record: ron las destrucciones e incendios de templos protestantes en el Toli- ma durante la Violencia al calor de Jas intolerancias politico-religiosas de aquellos dias. Pero lo que nos parece importante resaltar alrededor de lo expresado por este alto jerarca de laiglesiaes, por un lado, la constatacién de la presencia en nuestra cultura de se- dimentaciones culturales muy va- riadas y complejas. Por otro, los retos que parael mundocultural de muchos actores (seriamos simplis- tas si pensaramos que el problema se reduce a Dario Castrillon) plan- tea el reconocimiento dela diversi- dad-en gran parte debido al miedo ala diferencia-, concebir la unidad enmediodeladiversidady nocomo una entidad monolitica y sin fisu- ras, y operar con concepciones de laverdad menos absolutas y unidi- mensionalesy mas abiertasal reco- nocimiento de otras dpticas, otras opciones filoséficas, politicas, reli giosas y vivenciales. ° Alvarez Gardeazdbal, Gustavo, Céndores no centierran todos los ¢ias, ELAncora Editores, Bogoté, 1992, p51 % «Voten en blanco’ pide Castrilldns, en EL ‘Tiempo, domingo 12 de junio de 1994, p.15A, A manera de conclusién La sociedad colombiana, como re- sultado de las transformaciones socio-culturales vividas en las ulti- mas décadas, pero también como pais que seinvolucraen un proceso creciente de apertura econémica y de internacionalizacién de su eco- nomia y de adaptacién a las condi- ciones del nuevo orden mundial en gestacién, experimenta una crisis de los viejos paradigmas de com- prensi6n de la realidad. La crisis de los paises del llamado ‘socialismo real’ y de la via revolu- cionaria de transformacién de la sociedad, ha sumido a las izquier- das en la incertidumbre y en la necesidad de revisar muchos de sus anteriores postulados y rede- finir su proyecto de sociedad. El fin de la bipolaridad este-oeste y de la guerra fria, ha erosionado los referentes de muchos secto- res de la derecha y de aquellos sectores del estamento militar comprometidos con la ideologia de la seguridad nacional y del ‘enemigo interno’ (aunque la per- sistencia del conflicto Estado-gue- rrilla en Colombia tiende a man- tener cierta operancia de los vie- jos referentes)." Con Ia apertura socio-econémica y la reconversién industrial y labo- ral, (para no hablar del impacto de lacrisis de las izquierdas sobre él), el sindicalismo experimenta tam- bién una profunda crisis y unos retos muy grandes a sus tradicio- nales formas de concebir la activi dad sindical. En la economia asis- timos también a la crisis del mo- delo sustitutivo y de los referen- tes cepalinos de orientacién de la politica econémica. La anterior nocién de soberania se ve tam- bién fuertemente confrontada por los procesos de apertura econd- UNIVERSITAS Humanistica 80 mica, de internacionalizacion y de globalizacion. Resumiendo los efectos de estas distintas crisis de los viejos refe- rentes, podemos afirmar con Nor- bert Lechner que «nos encontra- mos en una época de mutaciones en que los mapas mentales se trastornan. Las anteriores claves interpretativas pierden validez y todavia no se afianzan nuevos cédigos. Muy diferentes diagnos- ticos, opiniones y preferencias se yuxtaponen dando lugar aun am- biente de confusion, ambigueda- des e incertidumbres. Me parece crucial retener este entorno cul- tural pues influye tanto en la per- cepcién de los problemas y desa- fios como especialmente al for- mar expectativas, imaginar solu- ciones y seleccionar los me- dios», Teniendo presente los problemas derivados de esta situacion de in- certidumbre sobre los cuales Ila- ma la atencién Lechner, -los que por lo demas plantean un gran reto a los medios de comunica- cién ya los formadores de opinion publica-, creo que hay que ver al mismo tiempo las eventuales posi- bilidades y los aspectos positivos de esta coyuntura. Me parece que el actual contexto puede ayudar a erosionar muchas de las intole- rancias inerciales de la cultura politica colombiana y a gestar un clima mas favorable al dialogoy a la construccion de consensos y acuerdos parciales. Perolas posibilidades de este nue- vo contexto dependeran del ma- nejo adecuado de nuestros distin- tos conflictos (Estado-guerrilla, delincuencia comun-sociedad, Estado-narcotrafico, etc.), de la lucha decidida contra la impuni. dad, del crecimiento de la inver- sidn social, de laimplementacion de una estrategia economica para Ja paz, del fortalecimiento de las garantias del derecho a la vida, y de una politica sostenida de afirmacién de la legalidad, pero sobre todo de la legitimidad de nuestras instituciones democra- ticas. 11 Bl articulo «Quiénes son los responsables? ‘Un militar ante la violencia colombiana+, del Inspector General del Ejército, General juan Salcedo Lora, publicado recientemente (sLec- turas Dominicales de EI Tiempo, junio 26 de 1994, p, 810), nos parece que refleja muy bien fs transformaciones que el nuevo con- texto internacional esti generando en a cos movisiondelos militares, como también cier- {a inercia de las maneras tradicionales de abordar el conflict colombiano desde eles- tamento castrense % Lechner, Norbert, «Las sombras del ma- ‘anay en Coleccién Estudios CIEPLAN, 'No.37, Santiago de Chile, Junio de 1998, paz

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