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SAN TARSICIO, mártir (+258)

La Iglesia celebra su fiesta


el 13 de agosto.
San Tarsicio es el Patrón de los
Monaguillos y de los Niños de
Adoración Nocturna. Por algo se le
conoce como el Mártir de la
Eucaristía.

Francisco Martínez A
Agosto 2010
San Tarsicio era un acólito (monaguillo)
o ayudante de los sacerdotes en Roma
en el siglo III siendo Emperador
Valeriano quien tenía fama de duro y
sanguinario.
Valeriano se había convencido de que
los cristianos eran los enemigos del
Imperio y había que acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus
cultos se veían obligados a esconderse
en las catacumbas o cementerios
romanos. Era frecuente la trágica
escena de que mientras estaban
celebrando los cultos llegaban los
soldados los cogían de improviso y allí
mismo sin más juicios los decapitaban o
les infligían otros martirios. Todos
confesaban la fe en nuestro Señor
Jesucristo.
El pequeño Tarsicio había presenciado la
ejecución del mismo Papa mientras
celebraba la Eucaristía en una de estas
catacumbas. La imagen macabra quedó
grabada fuertemente en su alma de niño y
se decidió a seguir la suerte de los
mayores cuando le tocase la hora, que
ojalá, decía él, fuera "ahora mismo".
Un día estaban celebrando la Eucaristía
en las Catacumbas de San Calixto. El
Papa Sixto recuerda que algunos
hermanos se encontraban encarcelados
por profesar ser cristianos los cuales no
tenían sacerdote y que por lo mismo no
podrían fortalecer su espíritu para la lucha
que les esperaba sino recibían el Cuerpo
del Señor.
Pero ¿quién será esa alma generosa
que se ofrezca para llevarles el
Cuerpo del Señor? Son montones las
manos que se alargan de ancianos
venerables y jóvenes fornidos. Todos
están dispuestos a morir por
Jesucristo y por sus hermanos
Uno de estos tiernos niños es Tarsicio.
Ante tanta inocencia y ternura exclama
lleno de emoción el anciano Sixto: " ¿Tú
también, hijo mío?"
Y le dice: ¿Y por qué no, Padre? Nadie
sospechará de mis pocos años.
Ante tan intrépida fe, el anciano no duda.
Toma con mano temblorosa las
Sagradas formas y en un relicario, las
coloca con gran devoción a la vez que
a la vez que las entrega al pequeño
Tarsicio de apenas once años, con
esta recomendación: "Cuídalas bien,
hijo mío".
-"Descuide, Padre, que antes pasarán por
mi cadáver que nadie ose tocarlas".

Sale fervoroso y presto de las


catacumbas y poco después se encuentra
con unos niños de su edad que estaban
jugando
-"Hola, Tarsicio, juega con nosotros.
Necesitamos un compañero".
- "No, no puedo. Otra vez será", dijo
mientras apretaba sus manos con fervor
sobre su pecho.
Y uno de aquellos mozalbetes exclama. "A
ver, a ver. ¿Qué llevas ahí escondido?"
Debe ser eso que los cristianos llaman "Los
Misterios" e intentar verlo.
Lo derriban a tierra, poniendo en su pecho
los mozalbetes sus piernas con el fin de
hacer fuerza de palanca para abrirle sus
bracitos y arrebatarle las Sagradas Formas,
le tiran pedradas, y Tarsicio no solo puso
resistencia sino que Dios hizo el milagro de
que quedasen sus brazos herméticamente
cerrados de forma que no pudieron
abrírselos jamás (ni siquiera después de
muerto) siguen dándole pedradas, y va
derramando su sangre. Todo inútil. Ellos no
se salen con la suya. Por nada del mundo
permite que le roben aquellos Misterios a
los que él ama más que a sí mismo...
Momentos después pasa por allí Cuadrado,
un fornido soldado que está en el período
de catecumenado y que por eso conoce a
Tarsicio. Los niños huyen corriendo
mientras Tarsicio, llevado a hombros en
agonía por Cuadrado, llega hasta las
Catacumbas de San Calixto en la Vía Apia.
Al llegar , ya era cadáver.
pero aún sostenía fuertemente las
Sagradas Formas contra su pecho lasque
sólo soltó ante la presencia del Papa Sixto
para que las reservara en el Tabernáculo.
Los cristianos recogieron el cuerpo de
Tarsicio y le dieron honrosa sepultura en el
Cementerio de Calixto.
Desde entonces, el frío mármol guarda
aquellas sagradas reliquias sobre las que
escribió San Dámaso, "queriendo a San
Tarsicio almas brutales de Cristo el
sacramento arrebatar, su tierna vida
prefirió entregar, antes que los Misterios
celestiales“
Se ve el gran amor que Tarsicio profesaba
por la Sagrada Eucaristía, cuando fue
sorprendido por unos impíos que trataron
de arrebatarle su tesoro para profanarlo,
prefirió morir y ser martirizado antes que
entregar a los perros rabiosos la Eucaristía
que contiene la Carne Divina de Cristo.
La Iglesia Católica ha tenido muy especial
cariño a este joven que con tanto amor
llevaba la Comunión a los prisioneros y
con tan enorme valor supo defender la
Santa Eucaristía de los enemigos que
intentaban profanarla.
La fiesta en su memoria se celebraba
antiguamente el 15 de agosto pero luego
de la Proclamación del Dogma de la
Asunción de María se trasladó al 14 de
agosto. En muchos países se celebra esta
fecha

Fuente: páginas alusivas al


tema en internet
Su fiesta se celebra el 10 de Agosto
San Lorenzo Mártir Año 258

Fuente: EWTN y otros


Señor Dios: Tú le concediste a este
mártir un valor impresionante para
soportar sufrimientos por tu amor, y
una generosidad total en favor de los
necesitados. Haz que esas dos
cualidades
las sigamos teniendo todos en tu Santa
Iglesia: generosidad inmensa para
repartir nuestros bienes entre los
pobres, y constancia heroica para
soportar los males y dolores que tú
permites que nos lleguen.
Su nombre significa: "coronado de
laurel".
Los datos acerca de este santo los
ha narrado San Ambrosio, San
Agustín y el poeta Prudencio.
Lorenzo era uno de los siete
diáconos de Roma, o sea uno de
los siete hombres de confianza del
Sumo Pontífice. Su oficio era de
gran responsabilidad, pues estaba
encargado de distribuir las ayudas
a los pobres.
En el año 257 el emperador Valeriano
publicó un decreto de persecución en el
cual ordenaba que todo el que se
declarara cristiano sería condenado a
muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto
estaba celebrando la santa Misa en un
cementerio de Roma cuando fue
asesinado junto con cuatro de sus
diáconos por la policía del emperador.
Cuatro días después fue martirizado su
diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que
cuando Lorenzo vio que la
Sumo Pontífice lo iban a matar
le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin
llevarte a tu diácono?" y San
Sixto le respondió: "Hijo mío,
dentro de pocos días me
seguirás". Lorenzo se alegró
mucho al saber que pronto iría
a gozar de la gloria de Dios.
Entonces Lorenzo viendo que el peligro
llegaba, recogió todos los dineros y
demás bienes que la Iglesia tenía en
Roma y los repartió entre los pobres. Y
vendió los cálices de oro, copones y
candeleros valiosos, y el dinero lo dio a
las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un
pagano muy amigo de conseguir
dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me
han dicho que los cristianos emplean
cálices y patenas de oro en sus
sacrificios, y que en sus celebraciones
tienen candeleros muy valiosos. Vaya,
recoja todos los tesoros de la Iglesia y
me los trae, porque el emperador
necesita dinero para costear una
guerra que va a empezar".
Lorenzo le pidió que le diera tres días de
plazo para reunir todos los tesoros de la
Iglesia, y en esos días fue invitando a todos
los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos,
viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos que él ayudaba con sus limosnas.
Y al tercer día los hizo formar en filas, y
mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya
tengo reunidos todos los tesoros de la
iglesia. Le aseguro que son más valiosos
que los que posee el emperador".
El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues
ahora lo mando matar, pero no crea que
va a morir instantáneamente. Lo haré
morir poco a poco para que padezca todo
lo que nunca se había imaginado. Ya que
tiene tantos deseos de ser mártir, lo
martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y
ahí acostaron al diácono Lorenzo.
San Agustín dice que el gran deseo
que el mártir tenía de ir junto a Cristo
le hacía no darle importancia a los
dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir
rodeado de un esplendor hermosísimo y
sintieron un aroma muy agradable
mientras lo quemaban. Los paganos ni
veían ni sentían nada de eso
Después de un rato de estarse quemando
en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez:
"Ya estoy asado por un lado. Ahora que
me vuelvan hacia el otro lado para quedar
asado por completo". El verdugo mandó
que lo voltearan y así se quemó por
completo. Cuando sintió que ya estaba
completamente asado exclamó:
"La carne ya está lista, pueden comer". Y
con una tranquilidad que nadie había
imaginado rezó por la conversión de
Roma y la difusión de la religión de Cristo
en todo el mundo, y exhaló su último
suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Prudencio dice que el martirio de
San Lorenzo sirvió mucho para la
conversión de Roma porque la vista del
valor y constancia de este gran hombre
convirtió a varios senadores y desde ese
día la idolatría empezó a disminuir en la
ciudad.
San Agustín afirma que Dios obró muchos
milagros en Roma en favor de los que se
encomendaban a San Lorenzo.
Un siglo más tarde, el papa Dámaso I
(366-384) reconstruyó la iglesia, hoy en día
conocida como Basilica di San Lorenzo
fuori le Mura, mientras que la iglesia de
San Lorenzo in Panisperna se alza sobre
el lugar de su martirio. En el siglo XII, el
papa Pascual II (1099-1118) dijo que la
parrilla usada en el martirio fue guardada
en la iglesia de San Lorenzo de Lucina.
La leyenda dice que entre los tesoros de la
Iglesia confiados a Lorenzo se encontraba
el Santo Grial (la copa usada por Jesús y
los Apóstoles en la Última Cena) y que
consiguió enviarlo a Huesca, junto a una
carta y un inventario, donde fue escondido
y olvidado durante siglos. Los padres de
Lorenzo, santos Orencio y Paciencia, sí
serían de Huesca, y habrían llegado a la
ciudad de Valencia España por motivo de
las persecuciones.
El 10 de agosto el relicario que contiene su
cabeza quemada es expuesto en el
Vaticano para recibir veneración.
Víctimas de las persecuciones de Valeriano
destacan los Papas San Esteban I,
degollado sobre la misma silla pontificia; y
Sixto II decapitado el 6 de agosto del 258.
Obispos como Cipriano de Cartago,
decapitado en el Norte de África.
Diáconos como Agapito, o el popular San
Lorenzo: una leyenda citada por san
Ambrosio de Milán dice que Lorenzo se
encontró con Sixto en su camino al
martirio, y que le preguntó: «¿A dónde
vas, querido padre, sin tu hijo?
¿A dónde te apresuras, santo padre, sin tu
diácono? Nunca antes montaste el altar
de sacrificios sin tu sirviente, ¿y ahora
deseas hacerlo sin mí?», a lo que el papa
profetizó: «En tres días tú me seguirás».

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