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Y no es que la bondad tenga algo de malo. Es un valor que desarrolla en cada persona la
disposición a servir que podría ser la base de una mejor convivencia humana. Las personas
saludablemente bondadosas sienten un gran respeto por sus semejantes y se preocupan por su
bienestar, apoyándolas amorosamente y poniendo un gran interés en ello… hasta cierto límite.
Sin embargo hay que distinguir cuando alguien es “demasiado bueno” ya que este exceso va en
detrimento de la salud y el bienestar. El “amar demasiado” se vuelve una patología que algunos
autores han llamado “adicción a la aprobación”, otros “dependencia emocional”, otros “adicción
al amor” y otros “co-dependencia”.
Los hombres que aman demasiado cuidan tanto de los demás que sus seres queridos se vuelven
dependientes e incapaces de atender sus propias necesidades. Aunque parecen amorosos
rescatadores que ponen en primer lugar las necesidades del otro, en realidad están motivados por
un deseo de control que intenta esconder su inseguridad. Muchas veces se sienten incómodos
ante las mujeres y para evitar el rechazo las complacen en todo, dejando a un lado sus propias
necesidades y deseos. Huyen de los conflictos y se desconectan de su energía sexual.
Ciertas veces tienen la noción de que amar está relacionado con sufrir y se enredan en historias
que en lugar de darles plenitud los hacen sentir seres desdichados que buscan obtener eso que no
pueden lograr: bienestar emocional con su pareja.
Cuando no nos gustan las conductas y características de la otra persona, pero las soportamos
pensando que querrá cambiar si somos lo suficientemente cariñosOs e insistentes, estamos
“amando demasiado”.
Tengo noticias para ti: si en tus relaciones pasas de la alegría jocosa al drama hirviente en
cuestión de un minuto, si tu relación con una pareja, un hijo u otro, perjudica tu bienestar
emocional e incluso tu salud, no te sientas personaje de melodrama de Pedro Infante, tienes un
problema que te conviene resolver. Consulta a tu psicólogo.