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Me miro en el espejo y veo a “Pepe el Toro”.

En ningún lugar se ha romantizado tanto al corazón masculino como en la trilogía


cinematográfica de Ismael Rodríguez: “Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos” y “Pepe el
toro”. Allí vemos al personaje de Pedro Infante con una disposición natural a hacer el bien, de
manera amable y generosa. Es como si tuviera la necesidad de ser “bueno”.

Y no es que la bondad tenga algo de malo. Es un valor que desarrolla en cada persona la
disposición a servir que podría ser la base de una mejor convivencia humana. Las personas
saludablemente bondadosas sienten un gran respeto por sus semejantes y se preocupan por su
bienestar, apoyándolas amorosamente y poniendo un gran interés en ello… hasta cierto límite.

Sin embargo hay que distinguir cuando alguien es “demasiado bueno” ya que este exceso va en
detrimento de la salud y el bienestar. El “amar demasiado” se vuelve una patología que algunos
autores han llamado “adicción a la aprobación”, otros “dependencia emocional”, otros “adicción
al amor” y otros “co-dependencia”.

Los hombres que aman demasiado cuidan tanto de los demás que sus seres queridos se vuelven
dependientes e incapaces de atender sus propias necesidades. Aunque parecen amorosos
rescatadores que ponen en primer lugar las necesidades del otro, en realidad están motivados por
un deseo de control que intenta esconder su inseguridad. Muchas veces se sienten incómodos
ante las mujeres y para evitar el rechazo las complacen en todo, dejando a un lado sus propias
necesidades y deseos. Huyen de los conflictos y se desconectan de su energía sexual.

Ciertas veces tienen la noción de que amar está relacionado con sufrir y se enredan en historias
que en lugar de darles plenitud los hacen sentir seres desdichados que buscan obtener eso que no
pueden lograr: bienestar emocional con su pareja.

La terapeuta norteamericana Robin Norwood, en su libro “Mujeres que aman demasiado”


expone que “a pesar de todo el dolor y la insatisfacción que acarrea, amar demasiado es una
experiencia TAN común para muchas mujeres que casi creemos que es así como deben ser las
relaciones de pareja”.

Cuando no nos gustan las conductas y características de la otra persona, pero las soportamos
pensando que querrá cambiar si somos lo suficientemente cariñosOs e insistentes, estamos
“amando demasiado”.

En una relación, el codependiente no puede poner límites y lo perdona todo. El codependiente


confunde la "obsesión" y "adicción" que siente por el otro con un inmenso amor que todo lo
puede. Por lo tanto es incapaz de alejarse de una relación enfermiza, por más insana que ésta sea.
Es muy común que piense que más allá de esa persona se acaba el mundo.

Tengo noticias para ti: si en tus relaciones pasas de la alegría jocosa al drama hirviente en
cuestión de un minuto, si tu relación con una pareja, un hijo u otro, perjudica tu bienestar
emocional e incluso tu salud, no te sientas personaje de melodrama de Pedro Infante, tienes un
problema que te conviene resolver. Consulta a tu psicólogo.

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