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Una mañana el murciélago bebé se había despertado antes de tiempo y se puso a


caminar por un caminito de tierra, no muy lejos de allí se encontró una pequeña
lagartija y le dijo:


 cspera, ¡No corras tanto que no puedo seguirte!

La lagartija no salía de su asombro sin entender que podía querer un murciélago a esas
horas del día y además correteando por un camino.


 ›curre que no sé más qué tengo que hacer... le explicó el murciélago.

 Ôero... ¡Si tu eres un bebé murciélago! ... exclamó la lagartija.

 hhhh, y... ¿qué hace un bebé murciélago? ... le preguntó con mucha curiosidad.

 Ôueeesss ... empezó a pensar la lagartija ... para empezar no viven de día, por la
noche están siempre despiertos.

 hhh, bueno, entonces me voy a dormir para poder despertar a la noche,
¡gracias señora longaniza!

 Ôe-pe-pero.... ¡¿Quién es una longaniza?! Yo soy una L-G -TI-J, no te olvides
de eso.

 ¡Uy, disculpe señora L›N-G -TI-J! ... se disculpó el murciélago que tan pronto
había se olvidado el nombre.

ntes que pudiera corregirse la lagartija ya había huido entre las hierbas altas al lado
del camino.

Muchas ganas de ir a dormir no tenía, ya que se acababa de despertar casi, así que se
puso a escuchar el aire, escuchaba algo muy divertido y hacia allí fue.


 Ôio-Ôio ¡Mamá quiero comer! Ôio-Ôio ¡Mamá quiero comer! Ôio-Ôio ¡Mamá quiero
comer!... gritaban los pichoncitos en el nido de un árbol.

 ¿Qué haces tú aquí?

 Ôues yo también quiero comer...Ôio-Ôio ¡Mamá quiero comer! Ôio-Ôio ¡Mamá
quiero comer!... le contestó el murciélago levantando la boquita en espera de la
mamá.

Cuando llegó la mamá pájara, les dio respectivamente a todos sus


pichones su comidita y al escuchar esa voz tan rara, se percató que no
era uno de sus hijitos además tenía un aspecto muy raro.


 Tú no eres uno de los míos, tu eres un murciélago bebé,
deberías de estar durmiendo a estas horas y despertarte por la
noche ... le dijo suavemente la pájara.

Después de comer lo que le puso la pájara en su boquita, bajó del


árbol y se fue a un pozo que encontró, se acostó de alguna manera
muy poco típica de los murciélagos e intentó dormir.

Cuando despertó, unos rayos de luna brillaron en sus ojitos, se estiró


y salió a ver qué era eso de vivir de noche. cn la rama de un pino, vio
dos grandes ojos, y dijo que ése podía ser uno de los suyos. Corrió
como un pollo, y empezó a dar saltitos como un cangurito a ver si
podía alcanzar la dichosa rama, al ver que no podía, trepó con sus
alitas y logró sentarse al lado de una lechuza muy redonda.


 ¡hhhh...!, suspiró aliviado después de tanto trepar.

La lechuza giró su cabeza hasta dirigir su mirada al murcielaguito y le


preguntó:


 ¡¿Se puede saber qué haces tu aquí?!

 Ôueeess, nada, no sé a dónde tengo que ir, no sé con quién
tengo que quedarme, unos pajaritos me dijeron que yo soy un
mur..un murci.. un murciano... y que tengo que estar despierto
por la noche... y bueno aquí estoy, le respondió con una
sonrisita.

 Noooo, no eres un murciano, eres un murciélago, repítelo, le
corrigió la lechuza amablemente.

 Murcieligo, no, murciligui, noooo... mur-mur-cie-la-to, ¡ya esta!
ahora me salió, dijo triunfal el murciélago.

 No, no, no.... es mur-cie-la-G›, dijo la lechuza, y además tu has
de volar, con tus propias alitas, hacia la luz, hacia allí, aquellas
cositas que vuelan bajo ese poste de luz son tambien
murciélagos, como tu.

 Mur-cie-la-G›, ahora sí me salió, ¡que bieeeen! pero, ¿cómo se
hace eso de volar?, le preguntó mirándola pestañando mucho.

La lechuza le mostró como se hacía para volar dando una vuelta y


cuando se sentó otra vez en su rama le dio un empujoncito, casi se
cae pero el reflejo lo ayudó y empezó a volar y volar y volar, voló
hasta la lechuza y le dijo gracias y se marchó hacia la luz del poste.

llí revoloteó sin mucha convicción, para arriba y para abajo, para
todos lados, sin tener mucho cuidado, hasta que se quemó un
poquito con la luz. ¡Uy como chilló! ›tro murciélago pequeño lo
socorrió, y le dijo que tuviera cuidado, que ser murciélago no significa
que no te quemas con la luz.

cmpezaron a hacerse amiguitos así que el murciélago que sabía todo


muy bien le propuso jugar una carrera hasta la torre de la iglesia, le
señaló donde estaba...


 Ôreparadoooos..... liiiiistooos..... ¡Y!, dijo muy espabilado
volando muy rápido hasta allí.

cl murciélago olvidadizo no tenía ni idea de qué había que hacer, así


que se fue volando en zigzag y para arriba y abajo, parece ser que le
costaba bastante ir en línea recta....

Cuando el otro murciélago, que ya había llegado, vio como venía, se


agarraba la pancita de la risa que le daba, le dio también un poquito
de pena y volvió a ayudarlo.

 Ôero... ¿¡Qué haces!? le preguntó aguantando la risa.

 Uf... Uf... Uf.... que cansador es hacer de murciélago, ¿por qué
has vuelto?, le preguntó bastante cansado.

 Ôara mostrarte cómo puedes volar más fácilmente y sin
cansarte tanto, mira, así...

 ¡¡¡h!!! Ôero, ¡así es mucho más fácil!, exclamó saliendo
disparado para la torre y dejando al otro atrás.

Cuando llegaron se pusieron a descansar un ratito, después el


murciélago sabio le explicó al olvidadizo que si quiere dormir tiene
que colgarse de sus patitas y taparse todo con sus alitas, que él iba a
ir ahora con su mamá y toda su familia para dormir, lo invitó a
quedarse con ellos si quería.

Toda la familia estaba ya colgada para dormir, y la mamá murcielaga


lo regaño por llegar tarde, pero cuando su hijito le contó la historia
del murciélago olvidadizo, haciéndole una caricia a los dos les
propuso ponerse a dormir.

sí encontró una familia que lo cuidó, y enseñó todas las cosas de los
murciélagos, para ser un murciélago sabio también.

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