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Silvia Gabriel
[...] la “crisis” no señala la ausencia de todo fin, sino la conversión del fin inminente en fin in-
manente [...] De este modo, los golpes más audaces asestados a las expectativas paradigmáticas
no salen del juego de “deformación regulada”, gracias al cual la innovación ha replicado conti-
nuamente a la sedimentación. Un salto absoluto fuera de cualquier expectativa paradigmática es
imposible [...] Es inimaginable que la narración pueda prescindir de toda configuración 5
Ricoeur piensa que uno de los rasgos epistemológicos que la historiografía francesa le hab-
ía otorgado acaso acríticamente a la noción de “acontecimiento”, el de “desviación” o de
“innovación”, lo haría insignificante –en el sentido propio de la palabra– o incapaz de ser
aprehendido, si los acontecimientos no fueran tributarios del paradigma de la trama sobre el
cual ejercen precisamente ese fenómeno de desviación o de innovación.
Ahora bien, por un lado, si tomamos en serio aquel “paso decisivo en el trayecto de la poé-
tica a la política”6 del que el autor hablara en 1977, o dicho en otras palabras, su pretensión
de “preservar la preciosa dialéctica de la poética y lo político”,7 el desafío que se nos pre-
senta es cómo leer en clave política la reapropiación de la Poética de Aristóteles.
El texto fundacional del pensamiento político de Ricoeur es “La paradoja política” (1957)
donde el autor distingue claramente lo político de la política de la siguiente manera:
Si lo político existe sin intermitencias, puede decirse en cierto sentido que la política no existe
más que en los grandes momentos, en las “crisis”, en los “torbellinos”, en las encrucijadas de la
historia [...] De lo político a la política se pasa del advenimiento [de un sentido] a los aconteci-
mientos [...] de la Razón histórica al Poder.8
Tanto como en este pasaje la ligazón entre “crisis” y “acontecimientos” resulta explicita y
confinada al ámbito de la política, presa a su vez del mal político que hunde sus raíces en
las pasiones humanas al servicio de la conquista, el ejercicio, la conservación y el reparto
del poder, el vínculo entre lo político, el “sentido” y la “estructuración” significante de la
realidad humana surge con igual claridad de su libro Crítica y convicción (1995). Ahí afir-
ma que: “la política, entendida como maniobra del poder, está dentro de lo político, enten-
dido como estructuración de la realidad humana.”9
Insistimos, de querer dar aquel paso decisivo de la poética a la política, y al mismo tiempo
de tomar en serio la afirmación que hace en Sí mismo como otro (1990) sobre que “ninguna
acción es sólo poiésis o sólo praxis. Debe ser poiésis con miras a ser praxis”,10 nuestra
3
Podría [...] definirse el proyecto democrático como el conjunto de disposiciones tomadas para
que lo racional prevalezca sobre lo irracional, pero simultáneamente para que el vínculo hori-
zontal del deseo de vivir en comunidad [lo político] prevalezca por lo general sobre la relación
irreductiblemente jerárquica propia del gobierno y la autoridad [la política].12
[…] el análisis se bifurca en dos direcciones que definen dos estilos diferentes de la filosofía
política, según se ponga el acento en la forma o en la fuerza. Las filosofías racionalistas, como
todas las del siglo XVIII, como también las de Hannah Arendt y Eric Weil [a las que claramen-
te se dirigen sus preferencias filosóficas] ponen el acento más decisivamente sobre la forma que
sobre la fuerza, los marxistas y los pensadores del totalitarismo, sobre la fuerza [...] No vacilo
en decir que la paradoja política [entre lo político y la política] consiste precisamente en esta
confrontación entre la forma y la fuerza [...] 14
III. Conclusión
[…] ni la noción de paradigma, según Kuhn, ni la de corte epistemológico, según Foucault, con-
tradicen de modo radical el análisis de las tradiciones de Gadamer. Los cortes epistemológicos
se harían insignificantes [...] si no caracterizasen por el estilo mismo de la tradicionalidad el
modo único con que esta se auto-estructuró.25
Para variar los términos, los cambios repentinos ligados al concepto corriente de “crisis”,
las reformas radicales, las rupturas o las discontinuidades revolucionarias de orden social y
político, no podrían siquiera establecerse en un vacío paradigmático. Lo que equivaldría a
decir que sólo serían pensables como discordancias o innovaciones siempre tributarias del
paradigma de la concordancia propio de la auto-estructuración de la “tradición”. Llegados
a este punto uno podría preguntarse si su declarada imposibilidad de “pensar en una anomia
radical, sino únicamente en un juego con reglas”,26 no fue en gran parte solidaria de su re-
conocido fracaso en la misión de pacificación que como decano de la Facultad de Letras de
5
Nanterre tuvo que sobrellevar en tiempos del conocido movimiento o “revolución” (entre
comillas) estudiantil del ’68.
Sea como fuere, de querer aplicar, por un lado, esta misma hipótesis al campo de la historia,
vemos que ella se corrobora en Tiempo y narración III (1985) cuando frente al privilegio
asignado por Michel Foucault a la discontinuidad de la historia asociada a su arqueología
del saber, Ricoeur replica que:
[…] la discontinuidad correspondería al momento de la innovación, y la continuidad al de la se-
dimentación. Fuera de esta dialéctica, el concepto de transformación, totalmente pensado en
términos de corte, corre el riesgo de conducir de nuevo a la concepción eleática del tiempo que,
en Zenón, desemboca en la composición del tiempo de los minima indivisibles. Es preciso decir
que La arqueología del saber asume este riesgo como elección de método.27
Por otro lado, la hipótesis también queda ilustrada cuando en el campo antropológico, y
después de afirmar en su artículo “Una interpretación filosófica de Freud” (1966) que “La
lectura de Freud es al mismo tiempo la crisis de la filosofía del sujeto”,28 Ricoeur no trata
esta “crisis” como la “desaparición” del “sujeto”, a la manera que profetiza Foucault en Las
palabras y las cosas cuando advierte, por ejemplo, que “el hombre se borraría, como en los
límites del mar un rostro de arena”. 29 Por el contrario, Bernhard Waldenfels resume la in-
tención de Sí mismo como otro (1990) diciendo que con su propuesta de un Cogito militan-
te y herido nuestro autor despliega en Sí mismo como otro diciendo que Ricoeur “intenta
salvar de la filosofía del cogito, inclusive de la teoría del sujeto de Husserl, tanto cuanto sea
posible y el mínimo que sea necesario […] dirigiéndose hacia una adscripción práctica y
finalmente hacia un testimonio ético.”30
Ahora bien, esta posición que vemos asumir al autor en el campo de la filosofía de la histo-
ria y de la antropología filosófica se mantendría aun al precio del desconsuelo que deja en-
trever en la arena que nos ocupa, la específicamente política. Y ello porque la propia legi-
timidad de la “autoridad”, ligada de un modo u otro a la “tradición”, repetiría o recogería
“el residuo de una violencia fundacional”31 sepultada bajo el estatuto de lo indeterminado,
de lo informe, de lo olvidado radical. Violencia fundacional que operaría incluso como
subsuelo de los regímenes democráticos.
En efecto, lejos de Claude Lefort para quien la democracia consiste básicamente en una
dinámica constante de autoinstitución, algo que surge frente al vacío de una instancia tras-
cendente y cuya condición de posibilidad está dada por la disociación moderna entre el
ámbito de lo teológico y el ámbito de lo político,32 Ricoeur reniega de esta autofundamen-
tación de la democracia cuando advierte que “en lo referente a su fundación las democra-
cias recogen la herencia del pasado. La herencia de los regímenes de estructura jerárquica
o, dicho de otro modo, de los teológico-políticos.”33
Y si esta afirmación no le impide sostener a continuación, sin auto-contradicción alguna,
que “La democracia se ha constituido primero como ruptura con esta tradición autoritaria,
afirmándose inmediatamente después en contraposición con el totalitarismo”34, es porque la
noción misma de “ruptura”, insistimos, debe ser entendida a la manera de una “deforma-
ción regulada” que se limita a operar a modo de réplica al paradigma de la tradición y a su
estilo acumulativo siempre en el marco del “fenómeno fundamental, el de la alternancia
entre innovación y sedimentación; […] fenómeno [que] es constitutivo de lo que llamamos
una tradición”.35
6
1
V. Aristóteles, Poética (tr. Eilhard Schlesinger), Emecé Editores, Buenos Aires, 1947, esp. Caps. VII y ss.
2
Ricoeur, P.,Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico (tr. Agustín Neira), Ma-
drid, Ediciones Cristiandad, 1987, pp. 94 ss.
3
Ibid., p. 342.
4
Hay que recordar que para Ricoeur la “estructura [...] es a la obra compleja lo que el sentido es al enunciado
simple”, Ricoeur, P.,La metáfora viva (tr. Graziella Baravalle), Buenos Aires, Ediciones Megápolis, 1977, p.
331.
5
Ricoeur, P.,Tiempo y narración II. Configuración del tiempo en el relato de ficción (tr. Agustín Neira),
Madrid, Ediciones Cristiandad, 1987, pp. 50-51.
6
Ricoeur, P.,“Nombrar a Dios” (tr. Juan Carlos Gorlier), en ib., Fe y filosofía. Problemas del lenguaje reli-
gioso, Buenos Aires, Almagesto-Docencia, p. 120.
7
Ibid., 122.
8
Ricoeur, P.,“La paradoja política”, en ib., Historia y verdad (tr. Alfonso Ortiz García), Encuentro Ediciones,
Madrid, 1990, p. 236
9
Ricoeur, P.,Crítica y convicción, 1995, p. 141.
10
Ricoeur, P.,Sí mismo como otro (tr. Agustín Neira Calvo), México, Siglo XXI, 1996, p. 181n.
11
Ricoeur, P.,“La paradoja...”, p. 236. [El resaltado es nuestro]
12
Ricoeur, Crítica..., p. 139.
13
Ricoeur, P.,Sí mismo..., p. 186 y cc.
14
Ricoeur, P.,“Ética y política”, en íb., Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II (tr. Pablo Corona),
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 367-368.
15
Ricoeur, Crítica..., p. 139.
16
Ricoeur, P.,“Hermenéutica y crítica de las ideologías”, en Del texto...., p. 318.
17
V. Ibíd., p. 344.
18
Ricoeur, Tiempo y narración III…, p. 953.
19
Ricoeur, P.,Crítica..., p. 137.
20
V. Ricoeur, P.,“Poder y violencia”, en M. Abensour, Ch. Buci-Glucksmann y otros (eds.), Política y pen-
samiento. Actos del Coloquio Hannah Arendt, Éditions Tierce, París, 1989.
21
V. Levinas, Immanuel, Humanismo de otro hombre, México, Siglo XXI, 1974.
22
V. Lyotard, Jean-François, Heidegger y “los judíos” (trads. A. Kaufman y V Weiss), Buenos Aires, La
marca, 1995.
23
Ricoeur, P.,Tiempo y narración II..., p. 34.
24
Michel, Johann (2007), “Ricoeur, Paul”, en V. Bourdeau y R. Merrill (dir.), DicoPo, Dictionnaire de théo-
rie politique, 2007. Versión digital: http://www.dicopo.org/spip.php?article46 (Consultado: 09/07/2007)
25
Ibíd., p., 34n..
26
Ricoeur, P.,“Narratividad, fenomenología y hermenéutica”, en Gabriel Aranzueque (ed.), Horizontes del
relato. Lecturas y conversaciones con Paul Ricoeur (tr. G. Aranzueque), Madrid, UAM. Cuaderno Gris, p.
485.
27
Ricoeur, P.,Tiempo y narración III…, p. 957.
28
Ricoeur, P.,ib., El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica (tr. Alejandrina Falcón),
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 150.
29
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas (tr. Elsa Cecilia Frost), México, Siglo XXI, 1968, p. 375.
30
Waldenfels, Bernhard, De Husserl a Derrida. Introducción a la fenomenología (tr. Wolfgang Wegschei-
der), Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, España, 1997, p. 80.
31
Ricoeur, P.,Crítica..., p. 137.
32
V. Lefort, C. La invención democrática (tr. Irene Agoff), Buenos Aires, Nueva Visión, 1990.
33
Ricoeur, P.,Crítica..., p. 147.
34
Ibíd., p. 149.
35
Ricoeur, P.,“Narratividad…”, p. 486.