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Desert moon

Gaara vigilaba meditabundo la caída del atardecer sobre la aldea de la


arena desde la almena del kazekage. Eses había sido el camino elegido por
él. Una ironía, pensaba, jurar proteger a quienes le rechazaron cuando
apenas era un niño. Cuando tan sólo era un pequeño asustado y confundido
había sido odiado por su pueblo y por sus parientes, quienes le apartaron
como a un monstruo. Pero el resentimiento lo había fortalecido en aquel
entonces, lo había alimentado como una llama que le mantuviera caliente el
alma congelada.

Aún lo recuerda, ese dolor insufrible, la hiel que le asfixiaba con el anhelo
asesino de la muerte. Lo recuerda, aun ahora, cuando todo aquello tan sólo
es una sombra, ahora, que él había ganado la aceptación y el respeto de los
suyos. Incluso en algunos momentos, la oscuridad volvía. Se asomaba a
sus ojos de improviso y amenazaba con tragárselo de nuevo. Entonces,
como ahora, cerraba los ojos y respiraba hondamente, la brisa del desierto
le inundaba lentamente los pulmones y llevaba paz a su espíritu agobiado
por los fantasmas del pasado.

Esta vez el viento traía consigo la fragancia del jazmín que crecía en los
jardines de palacio. Unos momentos después, escuchó unos pasos
apagados que se acercaban por el pasillo. Una figura menuda apareció en el
umbral de la terraza. Era Matsuri. La joven no alcanzó a captar la
expresión obnubilada de su antiguo maestro, puesto que él se volvió de
espaldas antes que ella se acercara. Gaara se sintió momentáneamente
sorprendido pues no había podido dejar de notar que, ante la proximidad de
Matsuri, el aroma de jazmín se hacía más penetrante dispersando de golpe
la oscuridad en su interior. Se giró lentamente hacía la kunoichi, lo cual le
dio tiempo de recomponer su semblante.

- Puedes seguir Matsuri-san-. Pronunció con recobrada serenidad el


nombre de su antigua discípula.

-Gracias, Hokage-sama-. Matsuri hizo una reverencia y mantuvo baja la


mirada mientras pronunciaba estas palabras. Siempre le costaba mirar
directamente a su ahora líder y antiguo maestro.- Gaara-sama-... Titubeó un
momento más y prosiguío con la mirada baja aun para ocultar su
confusión.- Señor, Temari-sama lo espera con la comitiva de la Hoja en los
jardines de palacio. Me pidió le recordara que todos en la aldea aguardan su
presencia para dar comienzo al festival de la Luna.

- Comprendo, iré en un momento… dijo el joven Kazekage con un gesto de


contrariedad y añadió más para sí que para su asistente - Nunca antes había
asistido al festival , no era un invitado muy grato realmente - sonrió
sarcásticamente Gaara-. Quien creería que hoy el festival no puede
comenzar sin mí.

- Señor-, le reconvino Matsuri con voz dulce y profundamente respetuosa,


mientras dirigía, al fin, la mirada hacia el rostro de su superior - estoy
segura de que todos esperan ansiosos por usted, el pueblo le admira y
respeta. Esta es la primera vez que las aldeas de la Hoja y la Arena realizan
el festival de la Luna juntas. Es una muestra de paz duradera y una fuerte
alianza entre ambas aldeas. Tras eso, Matsuri tragó saliva, bajó la cabeza
avergonzada y, con voz azorada y las mejillas sonrojadas, terminó de
entregar el mensaje- Discúlpeme por favor, hokage –sama. Además, La
señora Temari le pide que recuerde que, como Señor de la Arena, debe
oficiar la ceremonia de la dama Luna del festival. – Matsuri se calló
entonces abochornada.

Recordó entonces que su maestro elegiría esa noche a la Dama Luna,


entre las jóvenes de la aldea que danzarían ante él en la ceremonia de
apertura. Era una tradición guardada desde la fundación de la aldea. A
quien eligiera entonces sería su pareja y acompañante durante todo el
festival, de pronto este pensamiento le oprimió el pecho con una inquietud
punzante. Gaara cortó la madeja de pensamiento en que se devanaba
Matsuri con una expresión de ingenua confusión en su rostro
normalmente severo, tal como solía hacerlo en los días cuando eran tan
solo maestro y aprendiz en medio del desierto y las estrellas, se acordó
Matsuri.

- Es verdad, había olvidado la ceremonia.- dijo el joven kazekage con gesto


ofuscado… Si bien Temari, no se cansó de repetírmelo toda la semana-.
Gaara al fin suspiró resignado y concluyó:- Bueno, ya que no puedo
escapar a este proceso, será mejor que me apresure, no es cortés hacer
esperar a los invitados de la Hoja. Y resuelto, emprendió el camino hacia
los jardines de palacio, donde se celebraría el festival, seguido de la
menuda figura de su aprendiz, que le seguía con el corazón acongojado.

II

La música se hacía más fuerte y alegre conforme se acercaba, los tambores


producían el ritmo ancestral del festival y las dulces voces de la flauta
colmaban con su melodía evocadora la brisa nocturna. En el jardín, una
fuente labrada en roca blanca destacaba en medio del lugar, el agua se
derramaba a su alrededor guiada por canales que llevaban el precioso
líquido en una red que cubría el extenso vergel, imposible de imaginar en
principio para un pueblo del desierto. Las antorchas alumbraban en
derredor la luz que se multiplicaba en el rocío de la fuente; las mesas bajas
donde los invitados estaban sentados charlando. Todo estaba dispuesto
alrededor de la fuente, dejando un círculo amplio en el centro que estaba
cubierto de arena plateada por los rayos de la luna llena.

El aparentemente sereno Kazekage que se aproximaba a paso lento a la


concurrencia, pudo divisar a lo lejos a los invitados de la Hoja, entre los
que destacaba un hablador ninja rubio, quien al parecer, estaba ya un tanto
beodo) nada menos que Naruto,-se dijo para sus adentros- parecía
acompañado de una joven pelirroja que zarandeaba su compañero sin
contemplaciones, a la cual recordó como a la ninja médica Haruno Sakura
y un tanto alejado de ellos al introvertido capitán Shikamaru, quien se
encontraba acompañado por su propia hermana, Temari. El grupo le saludó
con una venia mientras él se dirigía hacia la fuente para iniciar la
ceremonia de apertura. Luego tendría oportunidad de conversar
tranquilamente con sus amigos, reflexionó y redujo la velocidad del paso
mientras entraba al círculo de antorchas. Descubrió entonces sorprendido y
secretamente agradecido, que prácticamente todos en el pueblo de la
Arena-, niños, jóvenes ninjas, mujeres, hombres, civiles y ancianos, estaban
reunidos allí para el festival, también le saludaban con una venia
respetuosa y una sonrisa cálida a su llegada. Entonces, reparó en que se
encontraba sólo en medio de la reunión. -¿Qué se habría hecho Matsuri? ,
se preguntó por un segundo apenas, pero no tenía tiempo para inquietarse
por ello, elevó la voz ante la multitud y con gesto más sosegado posible,
inició la ceremonia que abría el festival de la luna.
- Los saludos hoy compañeros y hermanos, Aldeanos de la Arena y
amigos de la aldea de la Hoja, hoy celebramos juntos por primera vez, el
festival de la Luna. Nuestro pueblo celebra hoy con alegría la alianza de
entre las Aldeas en la inauguración del festival de la Luna, como quinto
Kazekage , doy comienzo a la ceremonia de la Dama Luna. Saludo y llamó
ahora como narrador de la ceremonia a mi lugarteniente Sabakuno
Kankuro san-. El hermano mayor de Gaara, Kankuro, saludó a la multitud
expectante y ocupo un lugar al lado de su hermano y Kazekage, dando
comienzo a la antigua historia. Tenía grabada en fuego cada palabra de la
leyenda, todo niño de la aldea las conocía…

-Cuenta la leyenda que el Shodaime logró guiar a nuestros ancestros


sedientos y cansados de errar nómadas por el desierto hasta un secreto oasis
que les salvó de la muerte, ayudado por la Dama Luna. La inmortal
doncella sólo le puso como condición adivinar quién era ella entre una
multitud de jóvenes hermosas iguales en belleza, altura y resplandor, que se
presentaron al momento ante sus ojos danzando con singular armonía.
Nuestro ancestro aceptó el reto de la Dama Luna y entre las ilusiones que le
nublaban la mente mas no el espíritu, logró atrapar a la verdadera.
Finalmente esta deidad compadecida le llevó hasta este vergel, corazón
vital que riega con sus aguas desde entonces nuestra aldea.

Ahora como cada año en esta fecha, en agradecimiento a la señora plateada


de la Luna, realizaremos la ceremonia de la Dama luna, nuestro Kazekage
eligirá entre las jóvenes kunoichi más ágiles aquella quien será la Dama
Luna del Festival-.

La música en principio ligera aumentó su volumen, las flautas entonaban


una melodía fascinante cada vez más cercana, aparecieron de la nada como
llevadas por la brisa nocturna o materializadas por los rayos de la luna un
grupo de jóvenes vestidas con atuendos albos y vaporosos en un círculo
ante la multitud rodeando a la figura del Kazekage con sus pasos leves y
miradas cautivadoras.

Gaara era consciente de que eran las ninjas de su aldea que habían sido
elegidas como sacerdotisas de la Luna en este año. Sin embargo, no logró
evitar sentirse hechizado ante esas figuras esbeltas que le hicieron una
venia antes de comenzar la antiquísima danza de la Dama Luna.
Ante sus ojos hipnotizados por el movimiento sutil y acompasado de los
velos que se alzaban etéreos en círculos, y los pies ligeros que parecían
apenas rozar la arena sobre la que pisaban, las doncellas mezclaban sus
figuras en pasos ancestrales, pero llenos de rozagante vitalidad y elegancia.
Los ojos de las jóvenes eran centelleantes, embebidos del trance en que los
llenaba la danza ritual. Poco a poco se cerraban el círculo a su alrededor, al
parecer todas llevaban una perfecta simetría en sus movimientos, (tanto
que se dirían clones de sombra de una misma damisela), pero si así fuera,
igual no podía utilizar su habilidades ninja para atrapar a la real sin
hacerle daño; de modo que debía guiarse por su intuición para encontrar a
la genuina dama luna, la que tenía en su espíritu puro la bendición de la
verdadera Dama Luna para la aldea de la Arena.

Después de un momento de vacilación, sintió que caía momentáneamente


en una incertidumbre vergonzosa por no saber con seguridad a quien elegir,
si se equivocaba podría ser que la Dama Luna no bendijera la Aldea con su
protección. Se rió entonces, por sus quiméricos temores y cerró los ojos
invocando el alma de su ancestro para que le guiara en este trance
vergonzoso. Le inundó de repente, un aroma conocido inflamando su
espíritu inquieto con un sentimiento sorpresivo. Le latía el corazón
desbocado, pero su mente al fin había despejado las dudas, quien lo hubiera
creído, que el sabio e inteligente Kazekage había estado ciego ante la
verdad que le acompañaba risueña y tierna tanto tiempo a su lado, esa
silueta luminosa que desenredaba su urdimbre de fantasmas. Abrió
entonces los ojos, su mirada límpida y trasparente ubicó unos ojos
profundos y negros, tiernos y amorosos, deslumbrantes y acogedores que
ya conocía. Atravesó entre las ondulantes gasas seguro de su objetivo,
como si atrapará a un pájaro etéreo en sus sueños, con delicadeza pero con
total seguridad, cercó entonces entre sus brazos a la joven con aroma de
jazmín, a la única que había penetrado las sombras de sus alma sin
arrendarse, a su joven discípula, Matsuri, quien quitándose el velo que
cubría su rostro, le abrazó a su vez en el colmo de la alegría y le susurró
suavemente al oído- gracias Gaara-sama-.

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