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Y
LA ALDEA DE KIANG DESPUES DE LA MUERTE
Cristian Cruz
Editorial
FUGA
R E D U C C I O N E S
C r i s t i á n C r u z ©
Editorial FUGA 2008
R e g i s t r o d e p r o p i e d a d nº 161110
w w w. e d i t o r i a l f u g a . c l
Es una mano artificial la que trajo
Papel y lápiz en el bolso del desahuciado
No va a escribir Contra la muerte, ni El arte de morir
¡felices escrituras! no va a firmar un decreto
de excepción que lo devuelva a la vida.
Enrique Lihn
Debe estar agonizando por la poesía otra vez:
Reducciones de Cristian Cruz.
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Pero Cristian Cruz no es un aparecido en estas lides y sabe
saltar todos los problemas que conlleva la tamaña misión de escribir
sobre este tema: Reducciones es de esta manera, la continuación de
un trabajo poético enraizado en nuestra tradición poética, lo que para
algunos un defecto, para nosotros una virtud: los epígrafes de Lihn, de
Molina Ventura, Pablo de Rokha o Robert Browning nos sirven para
situar su poética. También Celán, aunque no esté explicitado, y toda
la poesía chilena y universal que Cristian a masticado y digerido en
los años que lleva “en el ambiente”. Ya sus libros anteriores Pequeño
país (2000), Fervor del regreso (2002), La fábula y el tedio (2003)
los organiza como unidades cerradas de sus obsesiones y, en muchos
casos, de su nostalgia, palabra a la que no teme. La unidad del texto
se transforma en una constante en cada una de sus entregas: así la
provincia y el entorno familiar simbolizado en la territorialidad de su
“Pequeño país” o el paisaje devenido en desastre y los cazadores en
Fervor del regreso; así el mundo de los bandoleros, los pendencieros, los
outsider de un lejano oeste donde se cruzan los “fantasmas literarios”
del poeta en el territorio del desencanto y el vacío en La fabula y el
tedio; así la camuflada, “la zorra que merodea la alambrada”, en estas
Reducciones.
Cruz llama a la muerte “camuflada del profundo aroma” en el
primer poema del texto, con la certeza que a través del canto poético se
le puede vencer: “Quien vivo se encuentre y traficando la noche/ haga
de su sombra su propio canto/ quien muerto se halla y sus parientes
lo hagan traficar en las fotografías/ entregad la mirada cantando/ para
derrotar a la desidia y a la muerte”. Este tono esperanzador y elegiaco
a la vez es el que cruza la mayoría de sus textos hasta llegar a “La
aldea de Kiang después de la muerte”, poema de la esperanza y el
reencuentro. En Reducciones se dan cita el enfermo que agoniza, el
corazón de la fosa que se jacta a la distancia del Ego, “ese odiado
aliento” que “por temporadas se hospeda en casa”, terminando el poema
(“Por las venas ya la respiro”) con una cita de Pezoa y su “Tarde en
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el hospital”. Deambulan también el Presidente suicida “que reaparece
en su mármol” para arengar nuevamente a la multitud (“El que fue”),
el hecho de reducir una tumba para hacerla habitable nuevamente
mientras “pareciera que en ese rescoldo/ que en ese bracero apagado/
la tumba cantase aún/ y todo allí adentro” (“Reducción”). El poeta
muerto por quien “las nubes deshechas sangran” (“Canción de las
nubes por el poeta muerto”), el hospital donde muere la madre, el
cuerpo que pasa flotando sobre el río y que es nuestro propio cuerpo
visto desde la orilla. En “Nada dura, nada queda” es un poeta quien
asemeja la vida a un poema corto donde pasamos “entre la noria y
el corredor” y “citas de tercera” pero con la certeza (nuevamente la
certeza y la esperanza) de que por lo menos “aves de algún pasaje
de mi vida/ traerán su voz y eso basta”: la voz de quienes lo amaron
antes de caer “a la trinchera final”. Está presente también el anhelo de
resucitar en “Canto último”, la necesidad de eternidad aunque sea en
el amor entre la amada y el gusano en “Metro cuadrado”. “Trapecista
calcinado” instala la duda frente a la ultratumba: quizás no hay nada
después del “ronroneo de la nada magullando nuestra puerta”:
“Porque esta forma de respirar
fue la insistencia de remar y remar
por la carencia y la sorna.
Se sucumbe entonces porque el bramido cruje en los vidrios
y el acento que le dimos a la vanidad
se recuesta como el enfermo que llevamos dentro.
Maquillemos el dolor de sabernos perecibles
en dos o tres palabras dadas para entregar la fe.
Palabra proscrita porque se muere irremediablemente”
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“Momifico mis libros entonces/ me llevo a mi gato su ronroneo fino/ a
todo lo anterior le sumo la aldea y el vino, / yo soy mi pastor, nada me
faltará”. Es el suicida, en fin, que opta por la muerte y en esa opción
está su victoria:
“Yo arreo mi carne
soy mi pastor nada me ha de faltar
yo arreo mi carne
y estas piltrafas en las que estoy convertido
arreo gusanos, hedor, estío
arreo los rezos, floreros, los lirios
soy mi pastor nada me ha de faltar.
Yo arreo mi carne
estas piltrafas, gusanos y hastío
arreo la bala, la cuerda, el vacío
ahora que estoy muerto
ahora que estoy desprovisto”.
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sostienen por un instante su amor/ y enjuagan sus bocas con el vino de
Kiang/ “Estamos todos muertos, tú regresaste del averno/ y la aldea
al igual que yo te esperábamos”/ entonces los animales y las gentes
ya desaparecidas/ dormían en sus chozas”. ). La aldea de Kiang es
también un poema del amor por las cosas atesoradas en vida y un
poema de la convicción que en el recuerdo y sus afectos todo puede
sobrevivir. En la honestidad todo puede sobrevivir. Es así como se nos
advierte en el poema XI sobre el propio averno, sobre los peligros de
una vida en la impostura del hacer cotidiano y la impostura también
de la palabra poética: “Tú que yaces vivo y deleitándote/ que aún no
formas tu pequeña aldea/ y que has visto en las palabras una forma de
escalera/ En cuyos peldaños colocas candados en vez de llaves”. Pero
a pesar de la muerte, a pesar de ser la casa una “choza calcinada” que
“aún estando muertos (…) habitamos susurrando”, La aldea de Kiang
se abre a la esperanza, a la supervivencia por sobre el despojo y la
precariedad y se transforma en un canto por las cosas perdidas, por
el terruño, el lar, el hogar. La nostalgia aquí no es una pérdida, es una
recuperación del pasado y una apuesta por el futuro, se transforma,
en palabras de Bengoa, en una “ontología de la nostalgia”, aquella
que nos hace mirar hacia la comunidad perdida para reencontrar
nuestra esencia, nuestro presente, nuestra modernidad. Por eso en el
último poema se les dice a los habitantes de Kiang (nosotros mismos
quizás): “No importa que estemos muertos/ ya hemos ascendido con
la humareda de la choza/ y bajado con la tortuosidad de las lluvias//
canta el estanque, canta el morral/ la arquitectura de ustedes sentados
a la mesa,/ los voy a levantar hermanos de Kiang/ como quién levanta
los tesoros y los muestra al firmamento”.
Así sea.
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REDUCCIONES
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MORIBUNDO EJEMPLAR
La arbitrariedad
y todo por lo que usted a luchado
y lo tuvo de cabeza en la pega, en los lugares comunes
todo lo traspasa ahora como una bala
y todos corren por usted
se orina y se caga al mismo tiempo,
pero desea escuchar en el tocacintas unos tangos
y echa a llorar.
Su miserable condición lo hace picadillo a cada resolle,
a ratos despotrica contra Dios
pero ve a su hijo arrastrando un tren de cajas de
/ fósforos y se conmueve.
Y todos corren por la casa nuevamente
/ con la chata, con la esperanza entre las manos.
usted quiere que esto pase pronto, ¡sí! muy pronto
pero resulta que hay cadenas de oración en el pasaje,
en la fábrica, en la faena
y se acuerdan de usted frente a un bosque de cervezas y
/ dominó
y no pensaba que lo querían tanto.
Se orina y se caga nuevamente
y todo el cuadro se comienza a empañar
por más que afine sus sentidos Insecto aplastado por el aire
usted se comienza a empañar
se comienza a empañar
y se queda quieto
como un lago o una montaña.
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POR LAS VENAS YA LA RESPIRO
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A TANTO TIEMPO DE LA MUERTE DE POMPIER
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HE VENIDO A COMPARTIR ESTA OSCURIDAD
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ENTRE EL SOLLOZO
Como una fe
los ropajes y huesos de la amada
viajan desde la cámara raída
y celebran entre el sollozo.
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la amada tendida y un poco desordenada por el tiempo,
entre el sollozo celebra la amada
y como una luz tras el visillo de la noche
su vaho casi me toca.
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EL QUE FUE
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REDUCCIÓN
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CANCIÓN DE LAS NUBES POR EL POETA MUERTO
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CÁNTICO ÚLTIMO
Se anhela resucitar,
yo quisiera darte ese don ¡oh! Bellísima
pero entiendo sobre tu cadáver
que misteriosamente desapareces
/ con un ademán de carne podrida.
Aquí yacemos ¡oh! Bellísima
en este día calcinados por la pena
y al ritmo de los cantos o lamentos que son lo mismo
acusamos una esperanza.
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TRAPECISTA CALCINADO
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NADA DURA, NADA QUEDA
Caeremos sí,
y estaremos al nivel de las alimañas y más abajo,
yo recordando mi ir y venir entre la noria y el corredor
mientras el mármol invernal
destila sobre la corbata y el despojo
porque hasta en eso hay ceremonia.
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Yo sé que agazapadas están las trompetas oscuras
y que no hay más tristeza que mi calle
/ y sus madrigueras,
al mirarme una noche la punta del zapato
/ descubriré al buitre,
yo con mi resignación
él con la piedad incrustada y su plumaje.
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METRO CUADRADO
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EN UN HOSPITAL
En la sala de un hospital
esperamos retirar el cadáver de mi madre
mi sombra tirita en el blanco de la pared
el silencio reposa en la provincia de su delantal.
Mudo su color, mudo yo
muda su blusa con florecillas,
¡ay! Médico, dame una esperanza
tráeme las florecillas,
tráeme la sala del hospital
para volver a ver el cadáver de mi madre.
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LA NOCHE ENMALEZADA
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YA NO PUEDO ESCRIBIR SOBRE EL AMOR
30 / Reducciones
mientras voy entrando en uno de sus cuerpos
para que me hables pausadamente del amor.
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SOY MI PASTOR
Yo arreo mi carne
soy mi pastor nada me ha de faltar
yo arreo mi carne
y estas piltrafas en las que estoy convertido
arreo gusanos, hedor, hastío
arreo los rezos, floreros, los lirios
soy mi pastor nada me ha de faltar.
Yo arreo mi carne
estas piltrafas, gusanos y hastío
arreo la bala, la cuerda, el vacío
ahora que estoy muerto
ahora que estoy desprovisto.
Momifico mis libros entonces
me llevo a mi gato con su ronroneo fino
a todo lo anterior le sumo la aldea y el vino,
yo soy mi pastor, nada me faltará
y todo me falta en esta caja
en la que me voltea la sed y la inmortalidad
extrañamente la inmortalidad.
32 / Reducciones
LA ALDEA DE KIANG DESPUÉS DE LA MUERTE
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38 / Reducciones
III
Cristián Cruz / 39
IV
40 / Reducciones
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VI
42 / Reducciones
VII
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VIII
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1 En la cultura china es símbolo de despedida
44 / Reducciones
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vayan donde el anciano ciego para que afine
/sus laúdes hijos míos
y junto a él canten en mi honor
que yo lo hago a cada paso por estos llanos incendiados.
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2 Campanas legendarias que al caer la escarcha se ponían a tocar
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XI
48 / Reducciones
Índice
Prólogo 5
Reducciones
I 37
II 38
III 39
IV 40
V 41
VI 42
VII 43
VIII 44
IX 45
X 46
XI 48
C o l o f ó n :
R e d u c c i o n e s
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C r i s t i á n C r u z
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Angela Barraza Risso
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A r t u r o L e d e z m a