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REDUCCIONES

Y
LA ALDEA DE KIANG DESPUES DE LA MUERTE

Cristian Cruz

Editorial
FUGA
R E D U C C I O N E S
C r i s t i á n C r u z ©
Editorial FUGA 2008

R e g i s t r o d e p r o p i e d a d nº 161110

w w w. e d i t o r i a l f u g a . c l
Es una mano artificial la que trajo
Papel y lápiz en el bolso del desahuciado
No va a escribir Contra la muerte, ni El arte de morir
¡felices escrituras! no va a firmar un decreto
de excepción que lo devuelva a la vida.

Enrique Lihn
Debe estar agonizando por la poesía otra vez:
Reducciones de Cristian Cruz.

¿Qué te pasa, / otra vez enfermo de poesía?


(“Acerca de Tu Fu” (Li Po))

“Felices escrituras” dice Enrique Lihn en el epígrafe a Reducciones,


tomado por Cristian Cruz de su Diario de Muerte. Pero Lihn sabe
que no son felices escrituras las de Rojas y Hahn. No lo son en el
sentido que están permeadas por la calva y nadie puede escribir desde
la felicidad de la muerte, así como nadie envía mensajes desde el
mas allá o escribe “desde la muerte”: son felices, nos quiere decir,
por la forma en que se resuelven: la felicidad de la textualidad, la
felicidad del lector frente al texto logrado. Pero quizás Lihn se refiere
también a otra cosa: son felices porque son dos textos escritos desde
el país de los sanos y no (como su propio Diario de Muerte o Poemas
Renales de Jorge Torres, o Veneno de escorpión azul de Millán) desde
la inminencia, la sufriencia del desahuaciado que desde la otra vereda
o país de los enfermos envía y recibe mensajes de sus “verdaderos
conciudadanos”. Por eso en el poema La mano artificial nos dice
que “el papel se llena de signos como un hueso de hormigas”. Es ese
quizás el peligro de escribir “sobre la muerte”, pero que los buenos
escritores han sabido sortear, cuando ella te roza, te toca y se aleja
“como una buena maestra”: pienso en Los sonetos de Gabriela Mistral
o en Réquiem y El Sol Ciego de Díaz Casanueva.

Pero se puede escribir desde la felicidad de morir? Quizás.


Así como podemos imaginar a alguien dichoso que pone fin a sus días.
Teillier lo dice bien en relación a Esenin: cruzó un bosque y lo que
vio al final “tal vez era demasiado desagradable o demasiado hermoso
para seguir viviendo del mismo modo”.

Cristián Cruz / 5
Pero Cristian Cruz no es un aparecido en estas lides y sabe
saltar todos los problemas que conlleva la tamaña misión de escribir
sobre este tema: Reducciones es de esta manera, la continuación de
un trabajo poético enraizado en nuestra tradición poética, lo que para
algunos un defecto, para nosotros una virtud: los epígrafes de Lihn, de
Molina Ventura, Pablo de Rokha o Robert Browning nos sirven para
situar su poética. También Celán, aunque no esté explicitado, y toda
la poesía chilena y universal que Cristian a masticado y digerido en
los años que lleva “en el ambiente”. Ya sus libros anteriores Pequeño
país (2000), Fervor del regreso (2002), La fábula y el tedio (2003)
los organiza como unidades cerradas de sus obsesiones y, en muchos
casos, de su nostalgia, palabra a la que no teme. La unidad del texto
se transforma en una constante en cada una de sus entregas: así la
provincia y el entorno familiar simbolizado en la territorialidad de su
“Pequeño país” o el paisaje devenido en desastre y los cazadores en
Fervor del regreso; así el mundo de los bandoleros, los pendencieros, los
outsider de un lejano oeste donde se cruzan los “fantasmas literarios”
del poeta en el territorio del desencanto y el vacío en La fabula y el
tedio; así la camuflada, “la zorra que merodea la alambrada”, en estas
Reducciones.
Cruz llama a la muerte “camuflada del profundo aroma” en el
primer poema del texto, con la certeza que a través del canto poético se
le puede vencer: “Quien vivo se encuentre y traficando la noche/ haga
de su sombra su propio canto/ quien muerto se halla y sus parientes
lo hagan traficar en las fotografías/ entregad la mirada cantando/ para
derrotar a la desidia y a la muerte”. Este tono esperanzador y elegiaco
a la vez es el que cruza la mayoría de sus textos hasta llegar a “La
aldea de Kiang después de la muerte”, poema de la esperanza y el
reencuentro. En Reducciones se dan cita el enfermo que agoniza, el
corazón de la fosa que se jacta a la distancia del Ego, “ese odiado
aliento” que “por temporadas se hospeda en casa”, terminando el poema
(“Por las venas ya la respiro”) con una cita de Pezoa y su “Tarde en

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el hospital”. Deambulan también el Presidente suicida “que reaparece
en su mármol” para arengar nuevamente a la multitud (“El que fue”),
el hecho de reducir una tumba para hacerla habitable nuevamente
mientras “pareciera que en ese rescoldo/ que en ese bracero apagado/
la tumba cantase aún/ y todo allí adentro” (“Reducción”). El poeta
muerto por quien “las nubes deshechas sangran” (“Canción de las
nubes por el poeta muerto”), el hospital donde muere la madre, el
cuerpo que pasa flotando sobre el río y que es nuestro propio cuerpo
visto desde la orilla. En “Nada dura, nada queda” es un poeta quien
asemeja la vida a un poema corto donde pasamos “entre la noria y
el corredor” y “citas de tercera” pero con la certeza (nuevamente la
certeza y la esperanza) de que por lo menos “aves de algún pasaje
de mi vida/ traerán su voz y eso basta”: la voz de quienes lo amaron
antes de caer “a la trinchera final”. Está presente también el anhelo de
resucitar en “Canto último”, la necesidad de eternidad aunque sea en
el amor entre la amada y el gusano en “Metro cuadrado”. “Trapecista
calcinado” instala la duda frente a la ultratumba: quizás no hay nada
después del “ronroneo de la nada magullando nuestra puerta”:
“Porque esta forma de respirar
fue la insistencia de remar y remar
por la carencia y la sorna.
Se sucumbe entonces porque el bramido cruje en los vidrios
y el acento que le dimos a la vanidad
se recuesta como el enfermo que llevamos dentro.
Maquillemos el dolor de sabernos perecibles
en dos o tres palabras dadas para entregar la fe.
Palabra proscrita porque se muere irremediablemente”

El texto final de esta primera parte (“Yo soy mi pastor”) es


un poema notable en el cual el sujeto poético declara su santidad y su
inmortalidad, a pesar de estar en una caja donde todo le falta. Es así
como se lleva a su entorno, lo atesorado y logra vencer a la muerte:

Cristián Cruz / 7
“Momifico mis libros entonces/ me llevo a mi gato su ronroneo fino/ a
todo lo anterior le sumo la aldea y el vino, / yo soy mi pastor, nada me
faltará”. Es el suicida, en fin, que opta por la muerte y en esa opción
está su victoria:
“Yo arreo mi carne
soy mi pastor nada me ha de faltar
yo arreo mi carne
y estas piltrafas en las que estoy convertido
arreo gusanos, hedor, estío
arreo los rezos, floreros, los lirios
soy mi pastor nada me ha de faltar.
Yo arreo mi carne
estas piltrafas, gusanos y hastío
arreo la bala, la cuerda, el vacío
ahora que estoy muerto
ahora que estoy desprovisto”.

Poeta que no le teme a la nostalgia (como tantos) y como


ejemplo de ello está la segunda parte de este libro titulada “La aldea
de Kiang después de la muerte”, que dialoga con el poema de Tu Fu,
pero en este caso es un regreso desde el averno, desde “ese lugar
donde nadie lleva nombre” (Poema IV). Kiang puede ser cualquiera
de nuestros países chamuscados, quemados, destruidos y nosotros
los muertos de una Comala/Kiang que deambulamos entre el mito/la
supervivencia/la re re realidad que apenas soportamos porque el ser
humano no soporta tanta poesía: ”Después de vagar en el averno//
El muerto vuelve a casa/ simula estar bien y sonríe para sus hijos
que esperaban este regreso/ Su esposa recoge sus lágrimas echadas
en tierra/ y lo recibe con un canto y el vino rastrojeado de los odres”
( Poema I). En la aldea todos se reúnen y preguntan por sus seres
perdidos, pero es aquí que en el poema V se nos revela que en este
espacio también todos están muertos cuando “ambos cadáveres

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sostienen por un instante su amor/ y enjuagan sus bocas con el vino de
Kiang/ “Estamos todos muertos, tú regresaste del averno/ y la aldea
al igual que yo te esperábamos”/ entonces los animales y las gentes
ya desaparecidas/ dormían en sus chozas”. ). La aldea de Kiang es
también un poema del amor por las cosas atesoradas en vida y un
poema de la convicción que en el recuerdo y sus afectos todo puede
sobrevivir. En la honestidad todo puede sobrevivir. Es así como se nos
advierte en el poema XI sobre el propio averno, sobre los peligros de
una vida en la impostura del hacer cotidiano y la impostura también
de la palabra poética: “Tú que yaces vivo y deleitándote/ que aún no
formas tu pequeña aldea/ y que has visto en las palabras una forma de
escalera/ En cuyos peldaños colocas candados en vez de llaves”. Pero
a pesar de la muerte, a pesar de ser la casa una “choza calcinada” que
“aún estando muertos (…) habitamos susurrando”, La aldea de Kiang
se abre a la esperanza, a la supervivencia por sobre el despojo y la
precariedad y se transforma en un canto por las cosas perdidas, por
el terruño, el lar, el hogar. La nostalgia aquí no es una pérdida, es una
recuperación del pasado y una apuesta por el futuro, se transforma,
en palabras de Bengoa, en una “ontología de la nostalgia”, aquella
que nos hace mirar hacia la comunidad perdida para reencontrar
nuestra esencia, nuestro presente, nuestra modernidad. Por eso en el
último poema se les dice a los habitantes de Kiang (nosotros mismos
quizás): “No importa que estemos muertos/ ya hemos ascendido con
la humareda de la choza/ y bajado con la tortuosidad de las lluvias//
canta el estanque, canta el morral/ la arquitectura de ustedes sentados
a la mesa,/ los voy a levantar hermanos de Kiang/ como quién levanta
los tesoros y los muestra al firmamento”.
Así sea.

Ricardo Herrera Alarcón.


Carahue, septiembre de 2008

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REDUCCIONES

Fuimos todos los de la casa ese día


le había crecido el cabello y las uñas,
mi hermano enterraba una varilla en el montículo de tierra.
CAMUFLADA DEL PROFUNDO AROMA

Qué me ha pedido la noche y sus galerías


una mansedumbre?
Un calabozo en donde rujan el vagido y las palabras,
que la noche y la muerte
ambas primas hermanas,
han cavado sus recámaras en mí,
han lanzado su artillería en mí
¿Y en ti, han traspasado tu corazón?

¿Qué ha hecho Satán sobre nosotros?


¿Qué ha hecho Dios sobre nosotros?
Nada que no sintamos más que la muerte
esa zorra que merodea la alambrada.
¡Oh! Camuflada del profundo aroma de los jardines,
uno se acerca a ella odiándola
con ese sabor podrido de salmuera en la boca.
Sacad mi caja entonces
y dadle a mis huesos el paisaje, aquel antiguo sabor dulce
/ de la provincia.
Quién vivo se encuentre y traficando la noche
haga de su sombra su propio canto,
quién muerto se halle y sus parientes lo hagan traficar
/ en las fotografías,
entregad la mirada cantando
para derrotar a la desidia y a la muerte.

Cristián Cruz / 13
MORIBUNDO EJEMPLAR

La arbitrariedad
y todo por lo que usted a luchado
y lo tuvo de cabeza en la pega, en los lugares comunes
todo lo traspasa ahora como una bala
y todos corren por usted
se orina y se caga al mismo tiempo,
pero desea escuchar en el tocacintas unos tangos
y echa a llorar.
Su miserable condición lo hace picadillo a cada resolle,
a ratos despotrica contra Dios
pero ve a su hijo arrastrando un tren de cajas de
/ fósforos y se conmueve.
Y todos corren por la casa nuevamente
/ con la chata, con la esperanza entre las manos.
usted quiere que esto pase pronto, ¡sí! muy pronto
pero resulta que hay cadenas de oración en el pasaje,
en la fábrica, en la faena
y se acuerdan de usted frente a un bosque de cervezas y
/ dominó
y no pensaba que lo querían tanto.
Se orina y se caga nuevamente
y todo el cuadro se comienza a empañar
por más que afine sus sentidos Insecto aplastado por el aire
usted se comienza a empañar
se comienza a empañar
y se queda quieto
como un lago o una montaña.

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POR LAS VENAS YA LA RESPIRO

El ego, ese odiado aliento


por temporadas se hospeda en casa
/ y nos engañamos ¡oh Dios!

¿quién se jacta a la distancia?


El corazón de la fosa, sí, el corazón de la fosa.

La fractura de tu pecho y el montículo


un idiota que yace, el haragán que espera.

Yo no sé a quién citar cuando los huevos sean


/ un montón de estiércol agusanado,
yo no sé a quién citar
si entre los cálculos, me imagino;
un camastro, una ventana
y la lluvia “grácil, leve” .

Cristián Cruz / 15
A TANTO TIEMPO DE LA MUERTE DE POMPIER

¿Nos hemos encontrado alguna vez?


tú volvías de la cámara de gas
que los obreros comparten como un sino.

No había que morir


y claro que nos hemos encontrado alguna vez
yo rasurándote antes del desastre
con una tristeza de anden
con una vergüenza de mujer desdentada
pero con un aposento donde los estados
/de la pena se repliegan,
porque era tu rostro de animal enfermo
/trastabillando en sus dominios
el que irradiaba la escena.

Tus ojos eran un acantilado donde se podía ver el mar


y tus manos quietas en el pecho
el nido primaveral y su estampida.

16 / Reducciones
HE VENIDO A COMPARTIR ESTA OSCURIDAD

Se revuelve el estanque cerca de allí


como si un cuerpo entrase en él
como si una bandera oscura flameara tras nosotros.
Es repentino mi pasar por aquí
por estos pantanos estruendosos,
mis pedazos se quedan enganchados en la ramas
y el dolor se retuerce en sus vapores.

Verdores refrescan las antiguas carreteras


¡Oh habitación conmigo y contigo dentro!
deja tocar tu campana adolescente
deja olvidar que en el pantano se hunden mis alas.
el cabello se enreda en los árboles
y unas manos desechas llevan la copa a mis labios
/ que también hacen otro tanto.
He venido madre a compartir estos pantanos
y la oscuridad.

Abrázame jardín profundo


Aunque estés lejos.

Cristián Cruz / 17
ENTRE EL SOLLOZO

Y mientras escuchan/ el lento y grave canto de la tierra


que de ellos se alimenta/ se preguntan en su vacío corazón
si han de morir algún día.

Eduardo Molina Ventura

Como una fe
los ropajes y huesos de la amada
viajan desde la cámara raída
y celebran entre el sollozo.

Ovillo, ovillo la angustia entre los dedos


esos pasos que dejaron de sonar en la casa,
que hurguetearon en la cocina
regresando ahora de ese final tormentoso en el lecho.

Por eso la amada celebra a la distancia


Y su vaho casi me toca.

La han sacado de la cámara oscura


sudando de tierra, bañada de un silencio
de una canción que traspasa nuestras bocas
y nos hace cantar.

No son despojos los que ven el día nuevamente


es una desnudez superior a la piel,
restos que también amé
y que en la ópera mortuoria nos separamos un poco.

Celebra la amada entre el sollozo


y su vaho casi me toca.

Se ha vuelto a tejer nuestra red


yo de pie junto al montículo

18 / Reducciones
la amada tendida y un poco desordenada por el tiempo,
entre el sollozo celebra la amada
y como una luz tras el visillo de la noche
su vaho casi me toca.

Cristián Cruz / 19
EL QUE FUE

Arruinado el muerto se vuelve en sí


/y reaparece en su mármol,
al igual que un presidente saluda desde su balcón agujereado
mientras la multitud, llena de sed,
vitorea su nombre.
Entonces desde sus pedazos y desde su mano agitada
el muerto da la espalda al populacho
y baja rengueando a su oficina, oscuro, cantando una arenga

20 / Reducciones
REDUCCIÓN

Implacable es la salida de los tallos


que parecieran cantaran también.
Qué oscuridad ahueca la estancia?
Y está silbando el panteonero junto a la reducción
junto a unos ojos hundidos y clavículas desechas,
junto al escombro desparramado bajo el tiempo primaveral,
pereza y carnaval juntos.
Arremolinado frente a la tumba
pareciera que todo el mundo cayera en ella
y el gesto de nosotros es un arrastrarse frente al impasible.
Con él fueron a dar a la fosa los ríos y las manadas preñadas
y el nido empollado también buscó fondo.
Será la reducción y esos ojos hundidos
que el reductor cigarro en mano vuelve a mover
/como si agitara los últimos estertores de felicidad
la palabra ventana, la foto de todos y los animales de la casa.
Pareciera que en ese rescoldo
que en ese bracero apagado
la tumba cantase aún
y todo allí dentro.

Cristián Cruz / 21
CANCIÓN DE LAS NUBES POR EL POETA MUERTO

Nubes desechas sangran por él


quien se amó en ellas
como en el camastro los amantes torrenciales
que al fin se marchitan
/y se desgastan.
Las impenitentes nubes van mejilla con mejilla
cara a cara con la mortaja
y reptan, se deshacen y se inmolan sobre la colcha silenciosa
/ del cadáver.
Dentro de la escena
una nube baja y se arrastra sobre el mármol
del otro lado unos labios desechos
cantan en el abismo.

22 / Reducciones
CÁNTICO ÚLTIMO

Se anhela resucitar,
yo quisiera darte ese don ¡oh! Bellísima
pero entiendo sobre tu cadáver
que misteriosamente desapareces
/ con un ademán de carne podrida.
Aquí yacemos ¡oh! Bellísima
en este día calcinados por la pena
y al ritmo de los cantos o lamentos que son lo mismo
acusamos una esperanza.

Cristián Cruz / 23
TRAPECISTA CALCINADO

Fue el rito de hacer desaparecer


como en un océano terrestre inframundo
lo que queda.
La insistencia de dar unos revolcones a la misma ceniza
y al fin, la deuda que nos suda
“El cadáver tierno en la oscuridad de la cámara”.

Como un trapecista que da sus primeros pasos


damos un vistazo a la línea calcinada y dolorosa,
preferimos quedarnos como en un día de aleteos
y cantos tras el telón del patio.
Porque esta forma de respirar
fue la insistencia de remar y remar
por la carencia y la sorna.
Se sucumbe entonces porque el bramido cruje en los vidrios
y el acento que le dimos a la vanidad
se recuesta como el enfermo que llevamos dentro.
Maquillemos el dolor de sabernos perecibles
en dos o tres palabras dadas para entregar la fe.
Palabra proscrita porque se muere irremediablemente.

Viene una noche marfilada de duda,


a dónde vamos se pregunta el muerto
masticando lo que se le hizo creer una y otra vez
/ por seres de su misma condición dudosa.
Busquemos el rostro del otoño
cuya mueca nos advierte el carnaval oscuro,
el ronroneo de la nada magullando en la puerta.

24 / Reducciones
NADA DURA, NADA QUEDA

Odiaría que la muerte vendará mis ojos y se mostrara indulgente


y me diera la bienvenida cautelosamente;
¡No! Dejadme probarla en todo su sabor, como mis camaradas.
Robert Browning

Era corto el poema y en fin


el camino donde sombrean tantos seres tras nosotros
como esperando un estremecimiento
la respiración final que acalle la meseta que aúlla,
mi viaje entre la noria y el corredor
la bala entre sien y sien
la lumbre en una esquina de la noche.

Nada dura, nada queda


y en los pantanos que vamos dibujando
/ a punta de imaginillas,
/ citas de tercera,
aún se desvanecen y creemos soñar.

Caeremos sí,
y estaremos al nivel de las alimañas y más abajo,
yo recordando mi ir y venir entre la noria y el corredor
mientras el mármol invernal
destila sobre la corbata y el despojo
porque hasta en eso hay ceremonia.

No cantarán Uds. de seguro


pero aves de algún pasaje de mi vida
traerán su voz y eso basta.
Me iré a dormir nada más
como todas las noches y en diferentes cuartos
/ porque así fue la vida.

Cristián Cruz / 25
Yo sé que agazapadas están las trompetas oscuras
y que no hay más tristeza que mi calle
/ y sus madrigueras,
al mirarme una noche la punta del zapato
/ descubriré al buitre,
yo con mi resignación
él con la piedad incrustada y su plumaje.

Nos vamos y se quedan las ruinas


con un crepitar de nuez otoñal.
El huevo y su farándula en el nido serán para nadie.
Nos vamos y no hay estrella que caiga
sólo se puede ver, contra nuestra voluntad:
un montón de cicatrices entrando lastimosamente
/ cayendo en desuso
a la trinchera final.

26 / Reducciones
METRO CUADRADO

Pudo ser el rostro del afiche


lo apetecido, lo fino
miel sobre los carteles iluminados
una flor de ejemplo.
Sucede ahora
que yace en esta caja barnizada
que está solo el cadáver y a la deriva.
Un gusano le susurra al oído que se deje llevar
que él ha nacido para amarla
y el cadáver que se deshace con el tic-tac de la noche
pide y ruega que en esa relación ambos sean redimidos,
que gusano y carne vivan por la eternidad.

No se puede encontrar un amor tan inclaudicable, tan


/ bien urdido
en un metro cuadrado.

Cristián Cruz / 27
EN UN HOSPITAL

En la sala de un hospital
esperamos retirar el cadáver de mi madre
mi sombra tirita en el blanco de la pared
el silencio reposa en la provincia de su delantal.
Mudo su color, mudo yo
muda su blusa con florecillas,
¡ay! Médico, dame una esperanza
tráeme las florecillas,
tráeme la sala del hospital
para volver a ver el cadáver de mi madre.

28 / Reducciones
LA NOCHE ENMALEZADA

Ingreso al gran crepúsculo en el cual


tu ataúd marcha a la vanguardia de los muertos.
Pablo De Rokha

sentado a la orilla de un río


veo pasar mi cuerpo boca arriba,
las aguas se cerraron cual flor, cual verja de un palacio.
En una antigua carretera
yace mi cuerpo sobre jadeantes yuyos
entre la maraña y las abejas quise acercarme
pero ambas me rodearon
como al establo las madreselvas.
Mi cuerpo se zarandea en otro país
lo mismo que una canción furtiva
el rostro del muerto en la noche enmalezada.

Cristián Cruz / 29
YA NO PUEDO ESCRIBIR SOBRE EL AMOR

Ya no puedo escribir sobre el amor


se me hace difícil entrar o salir de los
/ almanaques del corazón
y en este charco de sangre en una carretera
mientras levantan a uno, dos, tres cuerpos
me dan unas tremendas ganas de hablarte,
pero se me olvida que yo preparaba un libro
/ sobre la muerte.
Quizás este poema dirán los amigos
no corresponda al espíritu de ese libro
pero me dan unas tremendas ganas de hablarte
aunque sea pensando en un cuerpo que se pudre
/ y que nada podemos hacer por él.
Seguramente este será el peor poema del libro que
/ te hablaba
un intento en los almanaques del amor
mientras se llevan a uno, dos, tres cuerpos
desvanecidos en la carretera cuya sangre
/ engrosa la estadística.
Pero acaso nuestro amor no es uno de esos cuerpos
/ retorcidos entre las palabras,
un charco de sangre seca al otro día de sucedido
/ los hechos
a caso este poema no encaja ahora en el espíritu
/ del libro
a caso no debemos tú y yo
bajar cada noche a golpear los baúles para ver el cadáver.
Yo te quisiera hablar de un viaje de regreso
/ de la casa de un amigo
copiosamente cruzábamos la noche
uno, dos, tres cuerpos tragándose a escorpión
que tiritaba en el vacío

30 / Reducciones
mientras voy entrando en uno de sus cuerpos
para que me hables pausadamente del amor.

Cristián Cruz / 31
SOY MI PASTOR

Yo arreo mi carne
soy mi pastor nada me ha de faltar
yo arreo mi carne
y estas piltrafas en las que estoy convertido
arreo gusanos, hedor, hastío
arreo los rezos, floreros, los lirios
soy mi pastor nada me ha de faltar.
Yo arreo mi carne
estas piltrafas, gusanos y hastío
arreo la bala, la cuerda, el vacío
ahora que estoy muerto
ahora que estoy desprovisto.
Momifico mis libros entonces
me llevo a mi gato con su ronroneo fino
a todo lo anterior le sumo la aldea y el vino,
yo soy mi pastor, nada me faltará
y todo me falta en esta caja
en la que me voltea la sed y la inmortalidad
extrañamente la inmortalidad.

32 / Reducciones
LA ALDEA DE KIANG DESPUÉS DE LA MUERTE

(Paráfrasis sobre el poema la “Aldea de Kiang”


del poeta chino Tu Fu, 714-774 d.c. )
I

Después de vagar en el averno


el muerto vuelve a casa
simula estar bien y sonríe para sus hijos
/ que esperaban este regreso.
Su esposa recoge sus lágrimas echadas en tierra
y lo recibe con un canto y el vino rastrojeado de los odres,
“Anduve demasiado entre las llamas”
relata el muerto con los niños entre sus rodillas,
“Allá se libraban muchas batallas
y los ejércitos jadeaban entre las ruinas”
su esposa no cesaba de enjuagar sus lágrimas en la cocina
mientras insistía sobre los odres para que sustentaran el vino.

Cristián Cruz / 37
II

Aún quedan las terrazas


pero los campos están solos,
el muerto recorre los túmulos dispuestos
y reconoce allí la tumba de sus padres,
los intenta levantar con un canto
pero han sido llevados al igual que las cosechas
más allá del oriente,
En la soledad brinda y llora por ellos.

38 / Reducciones
III

Ahora, en el patio se reúnen junto a unas vasijas


para que el regresado relate las historias tan temidas
/ del averno,
este aparece con una túnica nueva
rodeado por sus hijos,
echa unas semillas a la boca y comienza su relato,
los vecinos subidos en las bardas contemplan y escuchan;
“Era vacío todo allí, y con mis otros acompañantes,
/ a pesar de las llamas
cantábamos la canción de Kiang para mitigar el dolor”
así aparecieron las primeras luminarias en el patio
y se dio por acabada la historia
mientras el vino era dispensado por las bardas
y los ancianos miraban a las estrellas.

Cristián Cruz / 39
IV

Queremos que vengas a nuestra casa


dijeron los más pobres de la aldea,
el muerto sorprendido echó a llorar
/ y arrastró su túnica hasta allí.
Nuestra morada está vacía
nuestros hijos, dijo el padre, fueron llevados
/ igual que tú al averno.
Cuéntame de ellos,
mientras en un plato la anciana de la casa
/ le estiraba su misericordia
“No sé de tus hijos querido anciano
sólo sé que en ese lugar nadie lleva nombre,
pero al cantar la canción de Kiang
ellos cantaron a la distancia”.

40 / Reducciones
V

La esposa prepara la cama y los perfumes,


la promesa del regreso fue cumplida
y ambos cadáveres sostienen por un instante su amor
y enjuagan sus bocas con el vino de Kiang.
“Estamos todos muertos, tú regresaste del averno
y la aldea al igual que yo te esperábamos”
entonces los animales y las gentes ya desaparecidas
dormían en sus chozas.

Cristián Cruz / 41
VI

Cantan los gallos de Kiang


y susurra el arroyo a través de la ventana,
el muerto va a lavar sus heridas y llagas después de mucho,
“Me llevaron y castigaron en los pies y las manos
a algunos cercenaban sus lenguas para silenciarlos,
nosotros en cambio siempre cantamos a Kiang
/ en la caverna del pecho
mirando al oriente”.

42 / Reducciones
VII

No teman una nueva partida


esposa e hijos míos,
sé que estoy condenado a vagar entre los purgatorios
/ y los avernos,
lo sé, pues el canto de Kiang
aquel que entonábamos cuando estábamos vivos
mientras la campana de la choza tañía sobre nuestra mesa
/y resonaba en los odres
me obliga a combatir,
aunque sea con mi corazón desaparecido.

Cristián Cruz / 43
VIII

Canten a la aldea de Kiang


aunque estén muertos,
y ustedes mascotas amadas que lamen mi sombra
que aún persiguen los antiguos rebaños de Kiang
échense a mis pies como antaño.
Que sacuda el gallo sus alas
y el gato se recueste en la mesa.
Kiang está desolada
pero mis hijos se cuelgan de mi
Temiendo siempre una partida,
¡oh! Mujer que lloras en la cocina
canta siempre por la llegada,
la aldea ha “quebrado una rama de sauce” 1
¡oh! Mi choza calcinada
aún estando muertos te habitamos susurrando.

________________________
1 En la cultura china es símbolo de despedida

44 / Reducciones
IX

Los ancianos de la aldea


aquellos que vi morir y que enviamos barca abajo por el río
han brindado una cena en mi honor,
me preguntan cómo salí de las tinieblas,
les respondo con mi vaso de vino en la mano
que quisiera cantarles una canción y que en ella
/ busquen respuesta,
luego de terminada mi canción
ellos llenaron mi copa llorando.

Cristián Cruz / 45
X

Buscaré tañir las “Campanas de Escarcha”2


bajando o subiendo el monte que oculta a Kiang
desde ahí cantaré mis canciones
y veré como arrastran sus túnicas
/ por entre los arroyos y la muerte.
Cantaré con mi laúd a Kiang
para descender por ustedes
para pedir por ustedes entre las oscuridad
/ y los cielos sin estrellas.

Aldea muerta, gentes desaparecidas


nombren a Kiang para reencontrarnos junto al grano
y los licores amados,
hijos míos también muertos, interpreten siempre el laúd
como quién recibe a un hermano vuelto de la guerra.
Trataré de regresar con los frutos maduros
y la luna nueva.
La muerte no derribará nuestro canto
de choza en choza trafica
/y levanta su copa de vino.
Para todos mis hermanos he preparado una ermita
/ en medio del averno,
allí encontrarán odres llenos y hogazas de pan,
así podrán cantar a Kiang holgadamente.

Mi túnica y mis palabras


Son simples como la fabricación del vino

Contemplo la aldea nuevamente,


en medio de los árboles veo sus rostros amados
/ balanceándose con el viento.
Reparen los corrales y protejan las mascotas,

46 / Reducciones
vayan donde el anciano ciego para que afine
/sus laúdes hijos míos
y junto a él canten en mi honor
que yo lo hago a cada paso por estos llanos incendiados.

Cuando estuvimos vivos


reímos junto a nuestros padres camino del estanque
y colgamos nuestros morrales en las acacias
/ con la intención del regreso.
No importa que estemos muertos
ya hemos ascendido con la humareda de la choza
y bajado con la tortuosidad de las lluvias,

canta el estanque, canta el morral


la arquitectura de ustedes sentados a la mesa,
los voy a levantar hermanos de Kiang
como quién levanta los tesoros y los muestra al firmamento.

_______________________________________
2 Campanas legendarias que al caer la escarcha se ponían a tocar

Cristián Cruz / 47
XI

El averno que se hospeda en nosotros


no debe nublar la canción de Kiang.
Tú que yaces vivo y deleitándote
que aún no formas tu pequeña aldea
y que haz visto en las palabras una forma de escalera
En cuyos peldaños colocas candados en vez de llaves,
yo regreso a Kiang para advertíos
para levantar los cadáveres con mis canciones
y a mis hijos para sentarlos en mis rodillas,
tu casa es una choza sin campana
y aún no construyes el estanque,
mi cadáver y el tuyo gozan de salud si cantamos
/ unidos en la fosa,
recojan las reducciones de Kiang
la luna de Kiang y bebed los odres cantando,
mi averno fue el silencio
por eso canta mujer que lloras en la cocina
canta esa canción que aquieta las sacudidas del corral.
Traed mi túnica, mi amor por Kiang y sus ancianos,
debo partir
lanzar las barcas al río
voy a cantar entre las llamas la canción de Kiang
No abandonen las cosechas ni el vino de los odres.

48 / Reducciones
Índice

Prólogo 5

Reducciones

Camuflada del profundo aroma 13


Moribundo ejemplar 14
Por las venas ya la respiro 15
A tanto tiempo de la muerte de Pompier 16
He venido a compartir esta oscuridad 17
Entre el sollozo 18
El que fue 20
Reducción 21
Canción de las nubes por el poeta muerto 22
Cántico último 23
Trapecista calcinado 24
Nada dura, nada queda 25
Metro cuadrado 27
En un hospital 28
La noche enmalezada 29
Ya no quiero escribir sobre el amor 30
Soy pastor 32
La aldea de Kiang después de la muerte

I 37
II 38
III 39
IV 40
V 41
VI 42
VII 43
VIII 44
IX 45
X 46
XI 48
C o l o f ó n :

R e d u c c i o n e s
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C r i s t i á n C r u z
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E d i t o r i a l F U G A

E q u i p o E d i t o r i a l
Angela Barraza Risso
C r i s t i á n G ó m e z O.
A r t u r o L e d e z m a

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