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Hay un viento suave que acaricia la tierra, que mueve las piedras y que no
Estas siempre quieto en este gran desierto, con los ojos abiertos. Yo se lo
libertad. En este desierto solo tú estas quieto, parado por no saber dejar de
No se si respiras, si amas o padeces pero creo que algo has dejado atrás que
caminante ¡camina de una vez! De tanto que te has parado has dejado de ser
caminante.
Hay un viento suave que te acaricia la piel, que te besa los labios y que no
maldito caminante, que estas en un camino hecho para ser andado! Nunca
Tienen los dioses una gran manía: Dar lo mismo que quitan. Robar a
los que mas necesitan, matar a los mas muertos y pegar a los mas débiles.
mismo que quitan, la de robar a los que mas necesitan, la de matar a los mas
Hay dos mundos, uno lleno de manías y otro donde el hálito de la brisa vaga
tiene significado y se ignoran los por qué y los para qué. Uno está dentro de
ti, el otro en tu exterior. Es tan fácil como mirar sin preguntar, como
deleitarse con un concierto del mar o dejarse embaucar por el sol y creer que
llora porque es ufano. Solo has de mirar, es tan fácil que resulta
Vive valientemente, enfréntate a los problemas del día a día. Puede resultar
sencillo dejarlos pasar pero algún día tendrás que hacerles frente y acudirán
todos ligados. Esta historia está dedicada a esas personas que no ven la
relente. Sentada frente a una fina mesilla de madera está María, una niña de
8 años compartiendo las características del cuarto, tan insignificante este que
la mesa y su silla son lo único que junto a ella tienen cabida. Es una morada
más semejante a un armario que a una habitación. Su cara redonda casi sin
barbilla parece triste, sus labios son pequeños y sus ojos aunque grandes se
dejan cerrar por el peso de los párpados. Sobre la mesilla, que está fría y
húmeda presentando una textura gomosa de fácil desgaste, reposa las manos
regalado.
Comienza a cantar en susurros mirando al suelo jugando con sus manos pero
cerrada. Tuvo que enmudecer por aquel golpe conciso y rudo, sin duda su
brotó de ella una lágrima que cayó sobre la madera; la observó y cerró los
habitáculo. De nuevo otro golpe mas fuerte que el anterior pero esta vez
entre la oscuridad sonaba también una voz difusa que gritaba al otro lado de
la puerta: “¡calla de una vez, puta!”- Era una voz masculina que aunque
Alzó la cabeza y miró la puerta observando la luz que se filtraba por debajo
artificial por lo que parecía ser de noche. Provenía de las bombillas del
fuerte cogida: “Me tienes harto, niña de mierda. Voy a enseñarte a callar”.
Ella solo intentaba apartar sus ojos de los del hombre, la cara de este no se
distinguía por estar entre las sombras. Su cuerpo lo colmaba todo y la niña
los ojos negros del hombre fueran imanes de polaridad contraria a los suyos,
los de la niña no podían parar de danzar y rehuir, como agua y aceite, como
Todo concluyó con un golpe directo al cráneo de la niña que calló al suelo
puerta y a apagar la luz. Por debajo de la puerta podía verse como también
pequeña habitación donde María yacía en el suelo sintiendo cada uno de sus
Quien le iba a decir que cuando despertara todo iba a cambiar de manera
casi mágica.
¿dónde estás? ¿Dónde está mi niña?” El eco de aquella dulce voz revotaba
abrirla. La luz podría así expandirse por aquel cuarto y sobre el rostro joven
e inocente de María.
“Ay, bicho, ¿dónde estabas?” – dijo la madre mientras abrazaba con gran
cobró mas fuerza, hasta el punto de que la niña pudo escuchar los latidos del
ondulaciones en su caída por los lados de la cara. Sus ojos canelos brillaban
acojedor que nos resguardaba del frío del mundo. Allí dentro todo es mucho
mas fácil, no hay que luchar, ni comer y ni siquiera pensar, basta con vivir
para vivir con la única finalidad de vivir sin pensar por qué se vive.
Con aquel espejismo creado al cerrar los ojos resultaba fácil recordar
buenos momentos. De ese modo pudo reencontrarse con los dulces días en
los que hacían postres y por tanto con aquel aroma sabroso endulzado con
luz que comenzaba a desvanecerse de nuevo. Cuando la niña abrió los ojos
no pudo observar nada, todo estaba oscuro... aquello había sido una quimera
aunque aún podía sentir los dulces aromas del recuerdo. La puerta estaba
¿Qué puedo hacer? ¿Qué pasó con mi mamá?” Solo respondía la resonancia
de las botellas, la colisión del vidrio y el líquido que caía. Aquel sonido no
vacía.