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Un carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la

cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo
según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle.
Por extensión se llaman así algunas fiestas similares en cualquier época del año. A pesar de
las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es
la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.

En cuanto a la etimología de la palabra carnaval, también hay muchas versiones, algunos,


basados en la “carne” para dar paso a 40 días de abstinencia y ayunos. Para otros,
deriva de Carrum navale que se refiere a un festejo de burla o locura.

En .

I. La carnavalización literaria según Bajtín

, la categoría de la cultura no oficial; aquella que se aparta del ser y hacer de la


ideología dominante para hacer escarnio y burla de sus rígidas estructuras
organizacionales.
Subvierte el mundo social jerarquizado para convertirlo en el “mundo al revés” en
donde se ridiculiza las figuras autoritarias, ya sea aristocráticas, religiosas o familiares, a
través de personajes paródicos que cumplen análoga función, pero en un medio festivo e
irreverente que anula la imagen y las acciones que representan. (No sólo se acortan
distancias respecto a las autoridades o personajes de nivel elevado, sino que también las
distancias entre personas de la misma condición popular).
Los valores morales e idealizados, son opacados por el exceso y la desmesura, por la
degradación a lo corpóreo y la comunión con referentes considerados inmorales.
El cuerpo, la vestimenta, la alimentación, la bebida, el sexo; son los medios
utilizados para provocar dicho universo carnavalesco. A ello debemos agregar el
elemento esencial: el lenguaje. El lenguaje otorga un significado especial a las personas y
hechos, mediante éste se producen los mecanismos anteriormente señalados. Era el
lenguaje del pueblo, muy diferente al de los diferentes estamentos oficiales y reinaba en
las calles, muy especialmente en las plazas, aunque a veces “contaminaba” los sitios
normados por el orden.
El momento primordial de lo carnavalesco era el carnaval y su espacio por
excelencia la plaza pública. No por ello no puede aparecer en otros momentos y
lugares, pero estos eran sus espacios y tiempos por naturaleza 
Durante el carnaval se organizaba un lenguaje que expresaba hechos concretos y
sensibles, acciones realizadas en masas o pequeños actos individuales y que se prestaba a
una transposición al lenguaje de la literatura, fenómeno que ha venido a llamarse
carnavalización literaria. El texto literario se explicaría entonces en relación con la cultura.
 
Bajtín llamaría literatura carnavalizada “a aquella literatura que haya
experimentado, directa o indirectamente, a través de una serie de eslabones
intermedios, la influencia de una u otras forma del folklore carnavalesco. (Bajtin.
1986:152). ( No es necesario encontrar un texto poblado de elementos que remitan a lo
carnavalesco para señalarlo como carnavalizado, lo que posibilita abarcar una gran
cantidad de obras literarias en este aspecto. Toda la literatura cómica es literatura
carnavalizada, y textos serios como las obras de Dostoievsky y el Quijote de Cervantes son
textos carnavalizados cuyos elementos carnavalescos aparecen difuminados por el carácter
trágico o solemne que se les ha dado. Bajtín cita entre otros fragmentos, uno de Bobock
en donde el narrador aparece burlándose de los muertos, y Agustín Redondo repara en la
risa que provoca la parodia del Quijote al caballero andante.)

I.1. Categorías de lo carnavalesco.

El carnaval, como fenómeno social, estaba orientado por actitudes


comunes entre sus participantes que alteraban el curso normal de la vida y
que Bajtín los enmarcó en cuatro categorías.

1) “contacto libre y familiar entre la gente”, a la aniquilación de las


distancias entre las personas y en todos los sentidos. Distancias provocadas
por la situación económica, el estamento social, la edad, la relación familiar y el
grado de amistad; pierden su valor cuando el individuo ingresa a la plaza pública
durante el carnaval. Se desarrolla un contacto libre y familiar entre los participantes
que permite un nuevo modo de relación entre la gente el cual se opone a la relación
jerarquizante de la vida cotidiana. El carnaval es el momento de liberación que lleva
a la excentricidad.

2) “la excentricidad”. Es la manifestación de los aspectos


emocionales reprimidos y que se expresa en forma concreta. Se encuentra
relacionada con la primera categoría. La anulación de distancias permite la
excentricidad y mediante la excentricidad se anulan las distancias. En esta
categoría los individuos asumen caracterizaciones y actitudes que contradicen
el actuar normal y las buenas costumbres. Se ridiculiza a las personas
distantes con la finalidad de acercarlas y hacerlos partícipes del carnaval.

3) “las disparidades carnavalescas”, a la aniquilación de distancias entre


los valores, ideas, fenómenos y cosas. Se anulan las fronteras que separaban lo
concebido como bueno y malo, se mezclan invirtiéndose o difuminando su carga
valorativa. Son los participantes del carnaval quienes se encargan de la nueva
valoración.

 4) “la profanación”, al rebajamiento de lo considerado sagrado y


mantenido en un status especial para la comunidad. No sólo los referidos a la
religión cristiana, también la tierra como fuerza productora, los juramentos y
parodias de lo sagrado. La imitación rebaja porque es negación de lo real y apuesta
por la imitación.

Estas cuatro categorías determinan una visión de mundo carnavalesco, en


donde puede estar presente más de una categoría. Su existencia dentro del texto le
da un carácter carnavalesco a la narración y subvierte el universo ordenado
donde se desenvuelven sus personajes. Se trata, entonces, de textos
carnavalizados.

Miércoles de Ceniza: renovación y conversión

 La ceniza, del latín “cinis”, es producto de la combustión de algo por el fuego. Por extensión,
pues, representa la conciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano,
y en sentido trasladado, de humildad y penitencia.

Ya podemos apreciar esta simbología en los comienzos de la historia de la Salvación cuando


leemos en el libro del Génesis que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gen 2,7).
Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es
precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19). En
Gén 18, 27 Abraham dirá: “en verdad soy polvo y ceniza. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo,
para describir la conversión de los habitantes de Nínive. La ceniza significa también el
sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (Jb 42,6) es explícítamente signo de dolor y
de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los
monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en
forma de cruz.

El gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente, se hace como respuesta a la


Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y entrada al ayuno
cuaresmal y a la marcha de preparación para la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza
y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse
en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

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