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Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Escuela de Historia
Revoluciones Burguesas

Cuentos y campesinado: Visión de mundo.

Nombre: Joaquín Díaz Salgado

Asignatura: Revoluciones Burguesas

Profesor: Leopoldo Benavides

Fecha de entrega: 19/04/2010

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Los campesinos de la Francia del siglo XVIII se encontraban inmersos en una
cultura de desigualdad, diezmos, impuestos y trabajos casi forzados. La cultura
del Viejo Régimen se estructuraba en relaciones de privilegios y anchos
espacios sociales. Desde la nobleza, el clero y los terratenientes se producía
una presión descendiente que caía sobre las espaldas del campesinado, cuyo
modo de vida oscilaba entre la pobreza y la indigencia. Desde esta
perspectiva, la vida paupérrima del campesino común, se desenvuelve en un
estado de perpetuo trabajo, desde la infancia hasta la muerte; así, la relación
del campesino francés del 1700 con la tierra que trabaja es casi de lejanía: el
poco espacio que se les asignaba para trabajar con fines productivos privados,
los vacíos de temporadas de cosecha, la opresión ejercida por los dueños de la
tierra con arriendos, tributos y despojos de la sobreproducción ocasional
causaron un sentimiento de filiación muy débil, transformándolos en muchas
oportunidades en buscadores de suerte en los caminos.
La cultura que se gestaba en relación a esta forma de vida no era poca y
menos aun simple. La cosmogonía, como estructura social, la visión del mundo
desde los ojos del campesinado, es riquísima en historias. Desde usos
culturales, modos de vida, carencias y horrores, los recursos como las
canciones y los cuentos populares son una ventana al quehacer y al día a día
en las villas y los caminos franceses del siglo XVIII. Desde este ángulo, la
vastísima riqueza del folclore campesino es un registro vívido de su moral,
anhelos y testigo de su cultura, la cultura no oficial que acusa la pobreza, los
abusos y la sordidez que envolvió el campo francés.
Las fábulas y especialmente los cuentos consistían en fieles ejemplos de la
cosmogonía rural durante el Viejo Régimen, mostrando la ‘inmovilidad histórica’
que acaeció sobre el campesinado por encontrarse sumido en un sistema de
yugo económico. En dichos cuentos que dan fuerte presencia a la continuidad
de la oralidad en los estratos analfabetos, se muestra la vida como un espacio
de prácticas coloridas, llenas de humor, horror, picardía y descontento social
por un modo de existencia que estancaba su Historia y nos les permitía
alzarse. Esta continuidad se ve reflejada en amplio espacio temporal en el que
se presentan prácticamente las mismas situaciones; la oralidad es el canal en
que nietos cuentan las peripecias de sus abuelos, sus padres y la suya propia
frente a la chimenea que arde con la leña que han trabajado los niños.

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Las imágenes describen situaciones extremas en tiempos de necesidad, como
el enviar a sus hijos a mendigar o incluso el deshacerse de ellos en los
bosques o enfermándolos para morir por la imposibilidad de mantener la
familia; se hacen presente en dichos cuentos como en la vida real los
personajes clásicos como los huérfanos, las madrastras, los embusteros en los
caminos y las figuras privilegiadas. Los campesinos, en sus cuentos, podían
sortear el sino y vencer a los demonios de la pobreza, humillar a los
terratenientes e incluso quitarle la corona el rey. Aquí y en relación a la pronta
Revolución, podrían entenderse estos relatos como cantos insurgentes, pero
respondían principalmente a la generalizada voz de descontento social, al
modo de vida sórdido al que se les empujaba, a la delgada línea entre ser
pobre y ser indigente; de este modo surgen ciertos valores como la astucia, la
artimaña y la inteligencia, para desenvolverse en un mundo que quería lo que
ellos querían: surgir y volver a querer a su tierra.
En el mismo marco, los personajes en los cuentos, adornados por lo
sobrenatural o lo alegórico eran los granjeros y los señores mostrados con su
mismo comportamiento, disfrazados con monstruosidad o virtudes para lograr
retratar su visión del mundo, esa cosmogonía de la villa y los caminos como
lugares contrapuestos, horrendos y peligrosos donde poder levantarse,
obteniendo, claro está, cierta satisfacción al poder cobrar el abuso contra los
ricos y privilegiados, como debían hacerlo realmente en los juicios y los
tributos.
Al escuchar (o leer) algunos cuentos al estilo francés, estilo marcado por lo
visceral de lo que se muestra, vemos de inmediato el dejo moral en todo
sentido: cuestiones relativas a herencias, interacción entre diferentes estratos
sociales, reivindicación y descontento; vemos los usos culturales: la vida de las
mujeres trabajando a la par con los hombres y su relación tortuosa con los hijos
que debían ser enviados a trabajar, mendigar o a la muerte; también la vida de
esos niños, que apenas en su niñez temprana debían recolectar la leña y en su
pubertad enviados lejos a seguir trabajando o elegir los peligrosos caminos y
hacerse la vida como pudieren.

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Los cuentos, en sus diferentes versiones, se muestran como la vida misma:
geografía, arquitectura, estratificación social y éticas cambiando simplemente
algunos detalles y poniendo aquella pincelada de fantasía, es una visión del
campesinado frente al Antiguo Régimen, y del inmenso descontento social que
casi a finales de siglo les haría tomar las armas, para recuperar esa filiación
distante siempre con el pensamiento en la mente, de aquellas noches frente al
fuego escuchando a su abuela o madre actuar histriónicamente los retratos de
la dura e injusta vida, siempre expectantes a encontrar a la vuelta de algún
camino al hada o bruja buena que les diera bonanza.

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Bibliografía y Fuentes

-Darnton, Robert; “La gran matanza de gatos y otros


episodios en la historia de la cultura francesa”,

-Mellafe Rojas, Ronaldo; Historia de las mentalidades: una


nueva alternativa

-Clases, textos de.

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