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El SECR ETO del VAMPIRO

[Por Alhazred]

La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo,


sino que uno es joven.

Oscar Wilde.
U
n impulsivo beso volvió a enlazar sus lenguas, suscitando un repentino e infinito
placer que recorrió sus cuerpos, encendiéndoles la sangre. Pero refrenándose
afanosamente, él interrumpió el abrazo, y mirándola a los ojos retomó la
conversación:
- Lo que te digo es verdad, mi amada Eva. Hoy cumplo 83 años. Nací en 1927, el
mismo domingo que tu admirado novelista colombiano.
La joven de sensual figura lo observó con asombro, y por un instante creyó que
hablaba en serio.
- Deja ya esa broma. - respondió ella sonriendo, mientras acariciaba el largo
cabello oscuro de su enamorado, que tanto le atraía. No había en ese pelo ninguna cana, ni
encontró marca alguna del tiempo en ese cuerpo viril, que pudiera apoyar aquella alocada
afirmación.
- Ya te he dicho que no se trata de una broma. Te amo, y es por esa razón que
tengo que contarte la verdad.
- Mmm, pues empieza a contarme por qué, con la edad que dices tener, luces como
si acabaras de cumplir poco más de veinte años... - dijo sin dejar de sonreírle; y
provocándolo, con los labios rozando su oído, agregó susurrando - pero mejor explícamelo
después...
Entonces él comenzó a desnudarla parsimoniosamente, y el arte sublime con que
le acarició la piel, despertó impulsos y sensaciones tan deliciosas y desconocidas, que
parecían haber transmutado la habitación de aquel remoto hotel en el mismísimo paraíso.
- Si continuamos conocerás el secreto tras mi edad.
Ignorando el extraño tono de advertencia en la voz de su amado, Eva le contestó
que no le importaba cuántos años tuviese, y convencida de que se trataba de alguna clase
de juego, le pidió que no dejara de hacerle esas exquisitas cosas a su cuerpo.
Pero la confianza de la hermosa joven se quebró al contemplar el extraordinario
modo en que brillaron los ojos negros de aquel hombre... o más precisamente cuando
sintió los labios de éste sobre su delicado cuello. Los placeres que experimentaba se
tiñeron del abominable pensamiento que de súbito cruzó su mente. Llegado ese momento
todo se volvió claro para ella, era algo predecible en retrospectiva, algo que no había
imaginado, pero que ahora se daba cuenta de que no podía ser de otra forma: él era un
vampiro. ¿Por qué no lo había notado antes? Quizás el amor la había cegado, inventando
excusas y explicaciones para todos esos detalles que ahora asociaba, y que parecían tan
obvios. Su apariencia física, su personalidad exótica y seductora, y la reciente insistencia
acerca de su contradictoria edad, todo encajaba perfectamente en el estereotipo del
vampiro romántico. Demasiado tarde comprendió su situación, y su voluntad se rindió,
envuelta en pánico, al inexorable destino que le aguardaba.

No obstante la elocuencia de sus conclusiones, no hubo colmillos que,


atravesándole la carne, llegaran para confirmarlas, y terminar con su vida. Lejos de ser así,
la siguiente acción de su novio fue besarle la boca con extrema delicadeza. Increíblemente
esa tontería de la edad había conseguido afectar su cordura, y durante unos segundos, que
se le hicieron demasiado largos e insoportables, Eva estuvo convencida de una realidad
tan espantosa como imposible. Se sintió avergonzada por albergar tales temores, y
desterrando de su mente esas ideas devolvió el beso a su amado "vampiro", alcanzando
fogosamente su lengua. Pronto ambos ardían con mayor vehemencia en deseos, dedicando
el resto de la noche al frenesí amatorio.

-1-
La luz del nuevo día comenzaba a infiltrarse en la habitación, junto a los
discordantes sonidos de la madrugadora ciudad, cuando ella despertó. Estaba aún
exhausta, pero al pensar en la larga vida que planeaba y esperaba compartir junto a tan
maravilloso hombre, Eva sonrió inmensamente feliz. Qué equivocada estaba. Primero se
percató de que se encontraba sola en la cama, y un tanto desorientada se levantó a toda
prisa en busca de su amor. Mas lo que vio en el espejo del baño la paralizó de terror. Y es
que la imagen que le devolvió el frío vidrio abatió duramente su juicio. Los ojos, abiertos
como platos, se le cubrieron de lágrimas al contemplarse convertida en una dama
octogenaria.

Su reflejo era la atroz evidencia de que los vampiros son algo más que una simple
invención de la Literatura, y también de que ésta yerra acerca de sus métodos... Pues antes
de que se extinguiera definitivamente su razón, antes de que un incontrolable impulso la
llevara a golpear una y otra vez, con creciente violencia, a esa imagen llena de arrugas que
la miraba con ojos de locura, antes de que toda realidad se perdiera en una terrible
sombra, Eva pudo comprender, con desesperanza y horror, el secreto del vampiro.

-2-

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