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¿ES POSIBLE UNA ÉTICA UNIVERSAL?

Ricardo Cruz
Ricardocruz721@gmail.com
Universidad de Minuto de Dios

Resumen: Éste ensayo tiene por objeto sugerir que es posible consolidar una ética universal al margen
de la idea de Dios. Semejante idea está sustentada a través de la racionalidad del hombre. Por medio de
la razón, el hombre es capaz de vincularse a los demás hombres a través de la amistad y la generosidad.
Siendo estos dos últimos conceptos, bases fundamentales de la propuesta ética de Spinoza, servirán de
apoyo a la tesis aquí sugerida, así como los conceptos de: razón, virtud, entendimiento y conocimiento
que no van en contra de la propuesta aquí planteada, sino que por el contrario, pueden ser utilizados
para demostrar la teoría de que es posible una ética universal al margen de la idea de Dios.

“Cuanto más nos esforzamos en vivir bajo la guía de la razón,


Más nos esforzamos en depender menos de la esperanza
Y librarnos del miedo, y en dominar, en cuanto podemos,
A la fortuna, y en dirigir nuestras acciones
Con el consejo seguro de la razón”
Baruj Spinoza

Existe un elemento común entre los hombres, que es capaz de congregarlos y


entrelazarlos, de unirlos y estrecharlos. Existe un elemento que hace concordar al
mendigo y al magnate, al iraní y al americano, a la meretriz y a la señorita. El
hombre dispone de una herramienta capaz de congregar al africano y al europeo, de
conciliar al campesino con el letrado, al indio con el colono, en pocas palabras al
hombre con el hombre. Ese elemento que es común a todos los hombres, esa
herramienta que los congrega y los dispone es la razón. Por medio de la razón, el
hombre se perfecciona, deja atrás la torpeza y busca el conocimiento, a través de ella
abandona los impulsos primitivos y se vuelve cauto, hace a un lado lo parcial y
obtiene una postura imparcial, completa. Si todos los hombres están provistos de tan
magno don, será posible una ética universal. Si todos los hombres se congregan
alrededor de la razón y logran consolidar sus máximas, será posible redactar y
concretar una ética universal.
De qué manera contribuye el filósofo holandés Baruj Spinoza a la consolidación
de una ética universal, él mismo lo a referido en su libro Ética demostrada según el
orden geométrico, al afirmar: “esta doctrina contribuye a la vida social, en cuanto
que enseña a no odiar a nadie, ni despreciar, ni burlarse, ni irritarse, ni envidiar a
nadie” (E 2/49, escolio 3.º, página 120). Invita Spinoza a guiarse por la razón,
promulga que su doctrina: “enseña de qué forma deben ser gobernados y dirigidos
los ciudadanos, a saber, no para que presten un servicio, sino para que hagan
libremente lo que es mejor” (E 2/49, sc 4.º, página 120). Con todo lo anterior se
muestra que un proyecto ético contribuye al desarrollo de la sociedad y al
mejoramiento del hombre. Teniendo en cuenta las nociones de razón, virtud,
entendimiento y conocimiento que encontramos en la Ética demostrada según el

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orden geométrico, será posible construir e impartir una ética universal que sea
idónea y adecuada a todos los hombres.
Dice Spinoza que: “no se puede afirmar, en general, que el hombre obra por
virtud, en cuanto que es determinado a obrar por el hecho de tener ideas
inadecuadas, sino tan sólo en cuanto que es determinado por el hecho de entender”
(E 4/23, p. 199). Con esto queda claro que el hombre no puede actuar por la
impresión errónea que se crea de las cosas, es decir, por ignorancia, sino que debe
basar sus actos en la confianza infalible que le proporciona el entendimiento, o sea,
su facultad de entender. “la esencia de la razón no es otra cosa que nuestra alma,
en cuanto que entiende con claridad y distinción, todo aquello por lo que nos
esforzamos en virtud de la razón, no es otra cosa que entender… ese esfuerzo por
entender es el primero y único fundamento de la virtud; y no nos esforzaremos en
entender las cosas por algún fin, sino que por el contrario, el alma en cuanto que
razona, no podrá concebir que le sea bueno sino aquello que le conduce a
entender” (E 4/26, demostración, p. 200).
Luego, continuará el autor holandés su exposición del asunto diciendo: “el alma,
en cuanto que razona, no apetece otra cosa que entender, ni juzga que le sea útil
otra cosa que lo conduce a entender… el alma no tiene certeza de las cosas sino en
cuanto que tiene ideas adecuadas, o sea en cuanto que razona. Luego no sabemos
con certeza que algo es bueno, sino aquello que conduce realmente a entender; y, al
contrario, malo, aquello que puede impedir que entendamos” (E 4/27, p. 201). De
esta forma, se explica la importancia de las cosas que conllevan a entender, así como
de la certeza y las ideas adecuadas, pues éstas conducen, a un conocimiento
adecuado y completo de las circunstancias y hechos que acontecen en cualquier
situación, permitiéndonos así, obrar con buen juicio y estar amparados por la razón.
Adhiero a la postura de Spinoza que invoca: “sólo en cuanto que los hombres
viven bajo la guía de la razón, concuerdan siempre y necesariamente en
naturaleza” (E 4/35, 205). Con esta proposición, se hace posible la consolidación de
una ética universal. Pues como se ha venido diciendo, los hombres se congregarían
en torno a un elemento común que todos poseen o todos pueden alcanzar: la guía
de la razón. “los hombres, en cuanto que viven bajo la guía de la razón, sólo hacen
aquellas cosas que son necesariamente buenas para la naturaleza humana, y, por
tanto, para cada hombre, es decir, aquellas que concuerdan con la naturaleza de
cada hombre” (E 4/35, p 205). Continúa diciendo Spinoza: “el hombre actúa
plenamente en virtud de las leyes de su naturaleza, cuando vive bajo la guía de la
razón” (E 4/35, corolario 1, p 205). Con lo cual se muestra que existe la posibilidad de
que los hombres concuerden y fraternicen entre ellos bajo el dictamen certero de la
razón. Si tenemos en cuenta todo lo anterior, tendremos razones de peso para creer
que es posible una unificación ética de los hombres sin importar su condición, ni su
origen o su clase social, sin que interfiera su posición política o condición sexual, su
religión o su nivel social, como tampoco su nacionalidad o idioma.

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No obstante, será clave señalar que el proyecto de una ética universal, no necesita
la idea de Dios (pieza fundamental en la doctrina de Spinoza) pues la intención de
concretar una ética universal, está dirigida a la comunión de los hombres y al amor
entre ellos pero no hacía Dios. Es aquí donde se establece una diferencia
trascendental respecto la teoría de Spinoza, pues en su doctrina, la meta consiste en
el amor intelectual a Dios. En contraposición a él, el proyecto de una ética universal
apta a todos los hombres, no tiene por objeto otra cosa distinta que la utilidad que le
puede traer al hombre mismo y los beneficios a que conllevaría a la sociedad, así
como a la humanidad. Es decir, no se pretende una cosa distinta que el
entendimiento entre los hombres y procurar su unión en torno a la razón. No se
persigue con el proyecto de una ética universal otro ideal más que el de conseguir,
promover y proveer al hombre de conocimiento, serle útil e instruirlo en la paz.
Por eso, de aquí en adelante debe tenerse en cuenta que, (aunque estemos basados
en los postulados de Spinoza y utilicemos algunos conceptos de su doctrina) el
propósito de promover una ética universal no está referido al conocimiento de Dios
y nada tiene que ver con él. Aunque podría decirse que el filósofo holandés no se
aleja mucho de nuestra intención, si tenemos en cuenta la proposición 41 de la
quinta parte, (guardando las proporciones claro está, y entendiendo la postura de
Spinoza, así como la de éste ensayo) “El primer y único fundamento de la virtud o
fundamento de la norma recta de vida es buscar la propia utilidad. Ahora bien,
para determinar las cosas que la razón enseña ser útiles, no hemos tenido en cuenta
la eternidad del alma, ya que sólo la hemos conocido en esta quinta parte. Así, pues,
aunque en aquel momento ignoráramos que el alma es eterna, hemos considerado
primordiales las cosas que hemos mostrado que se refieren a la firmeza y a la
generosidad. Y, por consiguiente, aun cuando también ahora lo hubiéramos
ignorado, consideraríamos primordiales los mismos preceptos de la razón” (E
5/49, demostración, p. 267). Esta visión del pensador holandés, no entra en disputa
con lo que en éste ensayo se pretende, pues, al fin y al cabo, el hombre no necesita a
Dios ni la inmortalidad del alma para imponer orden en el mundo y llevar a cabo
exitosamente un proyecto de ética universal.
Dejando en claro todo lo anterior, prosigamos entonces con el proyecto de que es
posible una ética universal basada en la razón. “los hombres, en cuanto que viven
bajo la guía de la razón, son sumamente útiles para el hombre; y, por tanto, bajo la
guía de la razón, necesariamente nos esforzaremos en lograr que los hombres vivan
bajo la guía de la razón. Pero el bien que desea para sí todo aquel que vive bajo la
guía de la razón, esto es, que persigue la virtud, es entender. Luego el bien que
desea para sí todo aquel que persigue la virtud, lo deseará también para los demás
hombres. Por otra parte, el deseo, en cuanto que se refiere al alma, es la misma
esencia del alma, y la esencia del alma consiste en el conocimiento” (E 4/37,
demostración [1], p. 207). Si entendemos que en el proyecto de una ética universal
tienen cabida los términos de razón, virtud, entendimiento y conocimiento, pero que,
a diferencia de Spinoza, no están referidos al conocimiento de Dios y encaminados
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al amor intelectual a él; podremos vislumbrar de igual forma un camino ético
confiable y eficaz en procura de la comunión y la paz entre los hombres.
En la teoría del filósofo holandés, aparecen dos términos claves que también son
muy útiles para nuestro cometido, la firmeza y la generosidad. Por firmeza se
entiende el deseo con el que cada uno se esfuerza en conservar su ser en virtud del
sólo dictamen de la razón, y por generosidad se entiende el deseo por el que cada
uno se esfuerza, en virtud del sólo dictamen de la razón, en ayudar a los demás
hombres y unirlos a sí mismo por la amistad. “Quien se esfuerza en guiar a los
demás por la razón, no obra por impulso, sino humana y benignamente, y es de
ánimo sumamente coherente” (E 4/37, escolio 1 [a], página 208). Por todo lo cual el
hombre será conducido a la piedad, que Spinoza define como: “deseo de hacer el
bien, que surge de que vivimos según la guía de la razón. Y al deseo, por el que el
hombre que vive según la guía de la razón, es consciente de que tiene que unir a los
demás a él por amistad, lo llamo honestidad; y honesto llamo a aquello que alaban
los hombres que viven bajo la guía de la razón” (E 4/37, escolio 1 [b], p. 208). Con
este panorama, quedan establecidas las condiciones para lograr una ética universal
que acoja a todos los hombres. Dirá Spinoza además, (apoyando la tesis de una ética
universal que no esté referida a Dios necesariamente) que: “la verdadera virtud no
es otra cosa que vivir bajo la guía de la razón” (E 4/37, escolio 1 [c], p. 208).
En lo que se refiere a la construcción de una ética universal, que no tenga por
objeto el amor intelectual a Dios ni su conocimiento; los argumentos y conceptos
que emplea Spinoza nos son igualmente útiles y favorables. Al parecer, los pautas y
los principios de Spinoza no están muy alejados de las metas y los objetivos que el
proyecto de una ética universal busca (así no estén referidos a Dios). Entonces
ambos proyectos coinciden en que, “quien vive bajo la guía de la razón, se esfuerza
cuanto puede en no sufrir los conflictos de los afectos del odio” (E 4/46,
demostración, p. 215). También se soporta en Spinoza que, “quien vive bajo la guía
de la razón, se esforzará en compensar el odio de otro con el amor, es decir, con la
generosidad” (E 4/46, demostración, p. 215). Y para las cuentas de una ética universal
que no está referida a Dios, el amor es el afecto más noble de entre todos los afectos,
pues todo lo reforma y todo lo construye. Además de ser obvio que quien pretende
vengar las injurias con el odio recíproco, vivirá sin duda míseramente y no hallará la
paz ni el sosiego que todos los hombres buscamos. De esta forma, si es enseñado el
amor como el más noble y magno de los afectos, si es el amor ensalzado y
enaltecido para todos los hombres, se evitará la guerra y se promulgará en parte la
paz, al no poder ser garantizada del todo, a causa de algunos insensatos que no se
guíen por la razón.
La virtud es otra pieza fundamental dentro de los objetivos de la consolidación de
una ética universal, con todo y que, en la doctrina de Spinoza, la virtud esté
enfocada hacía Dios; pero como es la racionalidad lo que tienen de común la
doctrina de Spinoza y la pretensión de una ética universal aquí planteada, la

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definición de virtud que da Spinoza es igualmente compatible a la que estamos
buscando: “obrar por virtud no es otra cosa que obrar bajo la guía de la razón” (E
4/56, demostración, p. 220). Y es que debemos tener claro que el hombre que obedece
a la razón está por encima del ignorante que sólo se guía por sus afectos, sus
opiniones, sus ideas inadecuadas o la mera imaginación. El hombre que se guía por
la razón se hace libre y consigue la paz, en términos de Spinoza obtiene la quietud.
Para Spinoza existen dos clases de hombres, uno que es esclavo, es decir, ignorante;
y otro que es libre, aquel que es guiado por la razón.
En lo referente al hombre libre, Spinoza encaja perfectamente con nuestro
propósito de una ética universal excluyente del concepto de Dios. Pues según dice
Spinoza, la verdadera libertad del hombre se refiere a la fortaleza, esto es a la
firmeza del ánimo y a la generosidad. Agrega Spinoza además, que el hombre que
tiene fortaleza, no tiene odio a nadie, no se irrita contra nadie, no envidia, ni se
indigna, ni desprecia a nadie, y no es en absoluto soberbio. El hombre fuerte sabe
que el odio debe ser vencido con el amor. El hombre guiado por la razón desea para
otros el bien que desea para sí. Por eso, debemos concordar con Spinoza cuando dice
que lo mejor que podemos hacer cuando no tenemos un conocimiento perfecto de
nuestros afectos, es concebir una recta norma de vida o unos criterios seguros de
vida y grabarlos en la memoria y aplicarlos. “quien intenta moderar sus afectos y
apetitos por el solo amor a la libertad, ése se esforzará cuanto puede en conocer las
virtudes y sus causas, y en llenar el ánimo del gozo que nace de su verdadero
conocimiento” (E 5/10, escolio [d], p. 252). Por otra parte, debemos señalar, (al igual
que Spinoza) que nos es provechoso tener a mano el principio de nuestra verdadera
utilidad y asimismo el bien que se sigue de la mutua amistad y de la sociedad
común, pues de todas estas cosas y de la recta norma de vida se sigue la suma
tranquilidad del ánimo; y, ya sea en Spinoza, o en el proyecto de una ética alejada
del conocimiento de Dios, la tranquilidad del ánimo es un regalo para el hombre y le
permite estar en paz y ser apacible.
En conclusión, se entrelaza nuestro proyecto al proyecto de Spinoza, al momento
de reseñar que los hombres que se rigen por la razón, los hombres que buscan su
utilidad según la guía de la razón, no apetecen nada para sí mismos, que no lo
deseen también para los demás, y que, por tanto, son justos, fieles y honestos. Se
entrelaza nuestra visión con la visión de Spinoza en cuánto que las dos ponderan y
resaltan el poder del hombre sabio sobre el ignorante, pues en ambos sentidos, el
sabio adquiere la serenidad, mientras que el ignorante padece de angustia.
Retornando un poco a lo que se había planteado anteriormente en este ensayo, en
la proposición 41 de la quinta parte de la Ética demostrada según el orden
geométrico, se podría entrever o concluir (a favor de nuestra intención) que gracias a
la razón, el hombre no necesita a Dios para imponer orden en el mundo, que se basta
a sí mismo y a su racionalidad. Se puede decir que en ambos proyectos, los
preceptos de la razón conducen a la firmeza y a la generosidad y que por tanto,

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sería inocuo consolidar una ética referida al conocimiento de Dios, en tanto que, la
idea de Dios es un concepto sumamente oscuro y confuso a los hombres, y, por
tanto, estaríamos divagando en la ignorancia de lo que creemos o imaginamos y no
de lo que podemos constatar y establecer como conocimiento certero.
El conocimiento que podamos tener de Dios es sumamente inadecuado y
mutilado, pues su existencia es para nosotros un misterio así como su realidad y su
naturaleza. Entonces, ¿para qué introducir el concepto de Dios en la redacción de
una ética? Para qué nombrarlo, si el conocimiento que tenemos de él es tan parcial y
limitado que no nos otorga ninguna certeza, y, más bien sí podría hacernos caer en
conjeturas falsas, en delirios o teorías que no pueden ser comprobadas ni aceptadas
por la razón. Además, la idea de Dios es tan radicalmente distinta entre los hombres,
que no se congregarían a esta ética, sino que se alejarían los unos de los otros a
causa de no concordar en sus creencias y de no aceptar la descripción que de Dios se
da en el proyecto ético. Introducir a Dios en un proyecto ético, como ha sido
mostrado, es sumamente problemático.
Marginando a Dios del proyecto de una ética universal, será más fácil y viable
congregar y estrechar a los hombres. Excluyendo a Dios de la redacción y
consolidación de una ética universal, se salva el derecho de la libre creencia en él o
no, y, por tanto, se gana más bien dejar a un lado las disputas de ideologías
religiosas y se consigue así, unificar a los hombres por lo que les es común (la
razón) y no por lo que los aleja (sus creencias religiosas). Haciendo esta salvedad
entre lo que la doctrina de Spinoza promulga y lo que en éste ensayo se pretende,
podremos decir que es posible una ética universal y señalar con toda autoridad y
afecto hacía el filósofo holandés: que brillante es, el trabajo de Spinoza.

BIBLIOGRAFÍA
Spinoza Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico. Edición y traducción de
Atilano Domínguez. Editorial Trotta: Madrid, 2005.

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