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De la huerta casera a la mesa...

Angela Andrea Ñungo Serrano.


Profesional de Campo
Proyecto Regional ECOFONDO-ACDI Tolima-Huila

Cuando hablamos de seguridad


alimentaria, casi siempre sólo nos
referimos a la huerta casera que
maneja mamá mientras papá realiza las
labores que requieren un gran esfuerzo
físico para que la finca no se enmonte y
se pueda recoger una mejor cosecha de
los cultivos. En el marco de los
resultados propuestos por el proyecto
en cuanto a garantizar esa autonomía y
el acceso a alimentos sanos y de una
alta calidad nutritiva; hoy, luego de
tres años de trabajo, podemos decir
con seguridad que lo logramos; más
allá de ser un trabajo solo para mamá,
hoy en día todos ponen su granito de arena para mantener en producción constante la huerta familiar.

Bajo este propósito, el proceso de fomentar la autonomía alimentaria y con ello mejorar la calidad de
vida de los productores y las productoras se ve reflejado en el mejoramiento de la dieta alimenticia de
la familia.

Con el establecimiento de las huertas caseras las mujeres y los hombres participantes del proyecto se
han convertido en los principales productores y proveedores de alimentos, para mejorar la
alimentación de sus familias y convertirse en productores “pioneros" en el desarrollo de sus parcelas.

Las 47 señoras lideran con gran entusiasmo


sus pequeñas áreas de cultivo, confiadas en
que están consumiendo alimentos sanos,
nutritivos y limpios, libres de agrotóxicos;
este espacio lo han defendido y sostenido
luego de 36 meses de trabajo.

Las 50 familias participantes del proyecto


afirman que la producción de alimentos
sanos no solo les permite un control sobre la
nutrición de la familia, porque son
alimentos de alta calidad; sino que, además,
impide la dependencia de los alimentos
externos, porque ahora los cultivan en la
finca y antes los compraban en el pueblo.
Es de resaltar que las señoras comprobaron que la nutrición del núcleo familiar ha mejorado y que hay
muchas recetas y formas de preparar los alimentos: “El amor de la familia se fortalece en la mesa,
compartiendo los alimentos”; con estas palabras define Liliana Censio, la costeña, lo que para ella significa
sustentar su huerta casera.

Gracias al amor que sienten por la tierra, desde que iniciaron el proceso de reconversión de sus fincas,
el trabajo se ha convertido en un estímulo para soñar con esa finca ideal que constantemente
construyen con esfuerzo y aplicando técnicas más amigables con la naturaleza. Cada una de estas
familias es un ejemplo a seguir, en comunidades en donde la escasez de productos y la pobreza no les
dejan alcanzar un mejor futuro; y aunque el trabajo no ha sido nada fácil, el propósito de sacar
adelante sus huertas y proveer de alimento a sus familias es el motor de cada día.5

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