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Carolina Alzate
Universidad de los Andes, Bogotá
calzate@uniandes.edu.co
Este artículo señala lugares interesantes de la literatura del siglo XIX hispanoameri-
cano en los que aparece la metáfora orientalista, estudia estos lugares y ofrece una
aproximación crítica a ellos y a sus metáforas. La palabra orientalismo aparece ya en
1867 en uno de los textos estudiados y como comentario irónico que arroja una luz
de ficción sobre el discurso fundacional. La autora mencionada en el título hace un
llamado de atención sobre la forma en que los relatos europeos describen los territo-
rios de ultramar y sobre la India como una de sus metáforas. En los otros dos textos
estudiados, la metáfora que orientaliza ciertos lugares del espacio americano y algunas
de sus poblaciones se revela esencial a los procesos de fundación nacional.
Palabras clave: Literatura de fundación nacional, literatura de viajes, estudios
poscoloniales.
This paper focuses on some texts in the 19th Century Hispanic-American literature
in which the orientalist metaphor appears. It studies and offers a critical approach to
them and their metaphors. The word orientalism already appears in 1867 in one of
the texts studied herein and as an ironical comment which throws a light of fiction on
the nation-founding discourse. The female author mentioned in the title calls attention
to the way in which European narratives describe overseas territories and especially
to India as one of its metaphors. In the other two texts studied, the metaphor that
orientalizes certain places of the American locus and some of its peoples reveals itself
as essential to the processes of national building.
Keywords: Poscolonial Studies, Travel Literature, Nation Building.
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Hace como diez o doce días apareció en el mundo literario una novela
de una señorita Girard, de la cual empiezan a hablar con elogios.
[…Esta novela] es una serie de cuadros de la revolución de 93 i de
varias descripciones de costumbres de la India. La trama es anticuada
i ridícula […] En cuanto a las descripciones de la India, imaginadas por
una persona que apenas conoce la Francia, no pueden ser verídicas.
[...] Esta moda de componer novelas sobre países que jamás visitó el
autor, se está haciendo mui común, […] El autor […] se sueña poemas
magníficos en que los personajes son estraños y nobles, i donde el
[oro] llueve sobre los héroes con una constancia estraordinaria; i no
hai ni serpientes, ni calor ni mosquitos, así es que no se encuentra
ningún obstáculo para hacer el bien, o el mal. (“Revista parisiense”
91. Mi énfasis)
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destino para sobrevivir a una doble desilusión: nada de lo que había leído
sobre América se corresponde con la realidad, y su amado Carlos (inventado
también a partir de sus lecturas románticas) no vendrá nunca a buscarla.
Lucía enferma pero no muere: se sobrepone y logra sobrevivir, contrario a lo
que le habría ocurrido a varias otras heroínas románticas. La América de esta
novela se resiste a quedar enmarcada dentro de las dicotomías civilización/
barbarie o naturaleza/cultura: la holandesa se enfrenta a una materialidad
compleja que pone a prueba sus coordenadas de compresión y que reta la
orientalización de América.
1 Alo largo de todo este trabajo escribiré la palabra Oriente en cursivas para señalar el hecho
de que Oriente mismo es una creación cultural hecha por autores europeos en contextos
culturales, económicos y políticos específicos, como ha señalado Edward Said. La palabra
Oriente cubre y encubre, bajo una aparente homogeneidad que los hace colonizables, cul-
turas y territorios con enormes diferencias entre sí.
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2 “odalisca. (Del turco ódah liq, concubina, a través del francés) f. Esclava dedicada al
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3 “Laluna llena en el Oriente se elevaba azulada sobre las llanuras del Éufrates” (traduc-
ción de C. Alzate). Constantin Volney (1757-1820), escritor francés, autor de Ruines ou
Méditations sur les révolutions des empires.
4 Edward Said, autor de origen palestino, estudió este tema en detalle en su libro Orientalism.
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hoy extraño ese empleo de la palabra desierto, hoy que nuestra noción está
quizá poblada de arena5. Tal vez en el siglo XIX también lo estaba, aunque
metafóricamente, como lugar de soledades inabarcables y resistentes a la
civilización elaboradas a partir de la construcción del Oriente. Por esto hay
desiertos extensísimos en las selvas que bordean el río Magdalena de Honda
hacia abajo en los relatos de José María Samper (1858) y los hay no muy
lejos de la casa la paterna en la novela María. También los hay en las llanuras
de la Luisiana de Chateaubriand (Atala, 1801); este orientalismo del autor
francés es responsable de las imposibles metáforas supuestamente indígenas
de cabelleras como ondulantes campos de arroz en su novela Atala (17), cuyo
carácter romántico aparentemente cerrado en sí mismo no puede ocultar el
contexto imperial en el que emerge y que hace tan complejo el hecho de su
apropiación en nuestros países.
5 Lapalabra desierto se emplea, como adjetivo, para calificar los lugares despoblados,
inhabitados; como sustantivo significa lugar estéril y sin vegetación.
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Si “A juzgar por las relaciones de los viajeros del Asia se cree uno transportado
al fondo de sus interminables desiertos, descendiendo el Éufrates y oprimido
por la majestad de una soledad asombrosa” (28), como mencioné antes, en
otro fragmento hay “A cada paso islas tan primorosas, tan pintorescas que,
salvo el calor y las plagas, hacían pensar en los archipiélagos del Mediterráneo”
(21). En otro lugar “Las preciosas islas que surgen de trecho en trecho, […]
le dan al paisaje […] una increíble semejanza con el bajo Danubio” (17).
Magdalena abajo predominan por mucho “las soledades infinitas, los desiertos
ardientes y la monótona uniformidad” (8); “El río, como para revelar mejor
el carácter salvaje que le rodea, se hace más perezoso en su marcha”, “sus
ciénagas y barrancos de salvaje tristeza revelan que allí no ha fundado el
hombre su poder” (8-9). La región se puebla de “los gritos salvajes de los
bogas” que luchan con el río por entre “monstruosos peñascales” (9). “Por
todas partes lujo y extravagancia de vegetación”, “pero ausencia absoluta
de población y de cultivo” (9-10). Allí “[e]l hombre [desaparece] para ceder
el campo exclusivamente a la vegetación” (9). ¿Pero qué hombre es el que
desaparece?, ¿cuál es la población absolutamente ausente? Porque hay hom-
bres y aldeas al margen del río: pero aldeas de bogas sin orden alguno, y
“bogas que gritan atrozmente y parecen una legión de salvajes del desierto”
(11). Samper, más bien europeo que boga del bajo Magdalena, asume las
coordenadas del paisaje americano que ya Humboldt había “despoblado” y
declarado disponible (como ha señalado Mary L. Pratt)7, y orientalizado (ver
Lubrich), para hacerlo más fácil objeto de apropiación. Nuestros letrados no
se consideran a sí mismos, ni son considerados, parte de Oriente o de lo Otro,
sino una extensión de la mismidad (ver Mignolo, 174); pero la fracción no
domesticada del territorio y de la población queda cobijada bajo el concepto
de lo bárbaro que clama y está destinado a ser civilizado.
6 Samper es consciente del carácter imaginado de su Europa: más adelante dirá que el
viejo mundo habría luego de parecerle “muy inferior a lo que los libros [se] lo habían hecho
soñar” (47).
7 Ver Ojos imperiales. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1997.
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Y ¿de dónde sale la “savia” que “vivifica todas las empresas industriales del
globo”? (164), se pregunta Samper. No sale de los bosques americanos o
asiáticos: sale del Banco de Londres y de los centenares de bancos parti-
culares que también lo sobrecogen allí. En este sentido, este relato de José
María Samper se abre como un texto en el cual puede resultar especialmente
fructífero el análisis de la modernidad en tanto colonialidad, en el sentido
de Walter Mignolo8, así como del sujeto moderno-colonial que tendría en
Samper una de sus múltiples expresiones.
8 VerWalter Mignolo, “La razón postoccidental”. Mignolo inscribe su producción teórica como
parte de la poscolonialidad: “discurso crítico que pone en primer plano la cara colonial del
sistema-mundo moderno” (160). En este mismo texto, Mignolo cita a Dussel para señalar
cómo “La modernidad surge cuando Europa se afirma a sí misma como ‘centro’ de la historia
mundial inaugurada por esta; la ‘periferia’ que rodea este centro es consecuentemente parte
de su definición” (Dussel, 65): “La modernidad es para muchos (para Jürgen Habermas o
para James Taylor, por ejemplo) un fenómeno esencial o exclusivamente europeo. En estas
clases voy a argumentar que la modernidad es, de hecho, un fenómeno europeo, si bien
constituido en una relación dialéctica con una alteridad no europea que es su contenido
último” (ibid).
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Los Docks “de las Indias Orientales” [sobre el Támesis] son enormes.
Es allí donde se acumula esa famosa escuadra pacífica, si se me
permite la expresión, compuesta por millares de navíos de grandes
dimensiones, que alimentan el comercio entre Inglaterra y las regio-
nes del Indostán y China que han sido exploradas hasta ahora por la
compañía de las Indias. (123)
Cierre
La exploración del tema del orientalismo hecha hasta aquí en cinco textos
hispanoamericanos muestra, por una parte, que el tema está allí y que
sobre él hay algún nivel de conciencia. Muestra también que las posiciones
de nuestros letrados decimonónicos con respecto a la orientalización de
América son diversas, pero que hacen parte siempre de posturas políticas
y dependen de ellas.
9 “Lagrande obra de la raza española en la civilización fue la conquista del Nuevo Mundo.
Cumplida esta grandiosa y trascendental epopeya, el pueblo español ha debido buscar su
fuerza y sus elementos de actividad en alianza con otras familias de la humanidad, so pena
de descender” (342).
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Bibliografía
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