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Ponencia de José I.

Cafferata Nores

Tema:“Ley del Congreso Nacional que establezca las

exigencias constitucionales mínimas para los procesos penales

en el territorio de la República”.

Sumario: I.-Advertencia; II. Introducción; III. La igualdad ante la ley; IV.

Principio de oportunidad; V. Querellante; VI. Garantías; VII. Anexo:

Proyectos alternativos.

I.-Advertencia

Debemos comenzar esta ponencia aclarando que, más que formular una propuesta

concreta sobre el tema asignado, hoy solo intentamos dejar –sintéticamente- a la

consideración de los participantes, algunas ideas y reflexiones que sirvan para un

debate mas profundo y participativo: algunas ya las expusimos antes, otras las

presentamos ahora, salpimentamos con vivencias propias y valoramos algunas

opiniones de otros juristas que han influido en las nuestras.

Es así que hemos tratado de evitar la profundización ( y debate) de conceptos que

ya cuentan con estados de opinión “estables” -a favor y en contra-, por lo que este

trabajo está desprovisto de toda aspiración “dogmática”. Tan es así que hemos

preferido anexar dos propuestas alternativas sobre el tema ( sin desconocer

que puede haber otras), para aportar a una libre discusión y procurar una mínima

orientación al intercambio de ideas propuestas que, por cierto, no pretenden agotar

las posibles soluciones sino más bien presentar un par de ellas, un poco mas

elaboradas.

Y en este orden de cosas destacamos que, aunque no nos ocuparemos de ellas aquí

expresamente, existen autorizadas opiniones que pretenden llevar las pautas de


uniformidad a otros aspectos orgánicos de las fiscalías, las defensas públicas, la

administración de justicia penal, o al campo de la cooperación interjurisdiccional en

la materia, etc.

Pretendemos, en suma, alejarnos de las disquisiciones teóricas (tanto tradicionales

como revisionistas), y acercarnos a la praxis, pues es aquí en donde influirán

concretamente las nuevas normas jurídicas que creemos posibles.

II. Introducción

Hace ya bastante tiempo nos pareció posible que el Congreso Nacional dictara una

ley sobre bases uniformes para la procuración y la administración de la justicia

penal, de aplicación en todo el país, que a través de disposiciones tradicionalmente

consideradas “sustanciales” ( vgr. titulares públicos y privados del ejercicio de la

acción pública; criterios de oportunidad ), o del desarrollo conceptual de algunas

garantías y derechos constitucionales, ( vgr. normas sobre prisión preventiva;

recurso del condenado contra la condena ) intentara lograr una cierta

uniformidad respecto de elementos esenciales de aquellas actividades en el

ámbito de las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y el Fuero Federal

(Proyecto de ley Expten° 1581, Sec. D, 1 de abril de l998 ante la H. Cámara de

Diputados de la Nación), en pro del principio de igualdad ante la ley y de trato

antes los tribunales de justicia (arts. 16, 75, inc. 22, CN, y 14.1, PIDCP) en todo el

territorio del país, en donde rige – vale la pena recordar- un único Código Penal.

Aquella inquietud (algunos de cuyos principales aspectos tomaremos sintetizados,

agregando otros), no tuvo mayor eco. Y si alguna acogida recibió en ámbitos de

gobierno (vgr. Ministerio de Justicia de la Nación, año 20041), esta se diluyó – o al

1 Mas precisamente se hace referencia a la reunión de expertos sobre “Estandares minimos del proceso

penal”, propiciada por el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación (24/06/04)
con la intervención de Abel María Fleitas Ortiz de Rozas, Martín Montero , Norberto Quantin, Alejandro
Slokar, Alberto Binder, José I. Cafferata Nores, Carlos Alberto Chiara Díaz, Víctor Corvalán, Julio Federik,
Hernán Gullco, Angela Ledesma, Adrián Marchisio, Rita Mill de Pereyra, Daniel Horacio Obligado,
Calóggero Pizzolo, Enrique Alfredo Sosa Arditti y Marcos Salt, reunión que tomó como documento base
menos así se dijo- por las encontradas opiniones sobre el tema de los expertos que

fueron convocados y prestaron su desinteresada colaboración2.

Los once años transcurridos desde aquél primer intento han servido para evidenciar

–por cierto que a nuestro modesto juicio- que quizás hubiera valido la pena

ocuparse del asunto, al menos respecto de los puntos que hemos elegido enfatizar

en este trabajo.

Si así hubiese ocurrido, seguramente tendríamos una mayor uniformidad entre los

Codigos Procesales Penales en materia de garantías del imputado ( vgr, duracion de

la prisión preventiva). Y no existiría la actual posibilidad de una aplicación

“calidoscópica” del único Codigo Penal que rige en todo el pais, por la vía de la

recepción en las Provincias (en muchas, no en todas- Pcia de Buenos Aires, Rio

Negro, Chaco, Mendoza, Santa Fe, Ciudad Autonoma de Buenos Aires) de

variopintos criterios de oportunidad (que hemos hasta propiciado, pero como

de trabajo las “Bases uniformes para la procuración y administración de justicia penal en Argentina”,
proyecto de ley de José I. Cafferata Nores, presentado como Expte. nº 1581, Sec. D, el 1/4/98, ante la
Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

2 En el seno de la frustrada “Reunión de expertos” ( ver nota n°1) se escucharon diferentes posiciones.

Algunos manifestaron en líneas generales su conformidad con la idea de que el Congreso Nacional fijara
las bases para lograr una cierta uniformidad, de origen constitucional, en los Códigos provinciales ( Sosa
Arditti), una “una suerte de código tipo … tendiente en definitiva a la puesta en acto del modelo
constitucional..” (Obligado). Hubo quienes pensaron que no era el Congreso Nacional el que debía fijar
ciertas bases uniformes sobre garantías constitucionales, sino que esa era función de la Corte Suprema
de Justicia ( Gullco), pero que se podía pensar no “una ley de la Nación hacia las provincias sino una ley
que establezca un estándar y le diga a la Corte , le clarifique, vinculando esa ley de garantías
constitucionales en el proceso penal estrictamente al recurso extraordinario”( Binder). Otros advirtieron
acerca del recelo de la Provincias sobre lo que iban a entender como un avance sobre sus atribuciones
constitucionales (Corvalán), o la existencia de opiniones que alertaban sobre una intromisión política de
la Nación ( Chiara Diaz). Otras voces señalaron caminos alternativos, sobre la base de argumentos de la
realidad. En este sentido se dijo que “ las prácticas que están enquistadas en el Poder Judicial no van a
permitir ni que el mejor modelo pueda funcionar, si no se empieza a trabajar por el convencimiento: y el
convencimiento tendrá que venir no imponiendo pautas o bases sino tratando de encontrar consensos
(Mill de Pereyra), o se sugirió “revisar en cada región cuales son los problemas concretos, cuales los
comunes a todos y a partir de allí cuales son las medidas que podemos aconsejar para resolver uno a
uno los problemas comunes y después los particulares de cada región a través de un marco que pueda
ser o establecer criterios de uniformidad, que es lo que buscamos” (Federik).
legislación “sustancial” dictada por el Congreso Nacional de uniforme aplicación en

todo el país).

Y quizás también (distanciándose del debate sobre su origen constitucional) se

hubiese encausado la discusión sobre la posibilidad o el alcance de las atribuciones

de la victima de un delito de acción pública para intervenir en el proceso penal

como querellante (que también hemos propiciado), sobre todo si se diera una

postura desincriminatoria del acusador público (es decir, si el querellante debe

conformarse con la primera postura de esta naturaleza que se produzca, o puede

discrepar requiriendo la intervención de un tribunal o fiscal superior que decida

sobre su discrepancia, o si puede llevar adelante “ en solitario” la acusación pública

– y en su caso- en qué etapas procesales, etc), hipótesis que tiene una desigual

solución legal en los distintos Códigos Procesales Penales3, los que a su vez son

objeto de interpretaciones judiciales encontradas.

Se trata, como puede verse, de cuestiones esenciales acerca de la “praxis” de la

procuración y administración de la justicia penal, sobre la que la dispersión de

criterios afecta, como venimos reiterando, un principio constitucional: el de

igualdad ante la ley y ante los tribunales de justicia (arts. 16, 75, inc. 22, CN, y

14.1, PIDCP).

Es verdad que hay quienes se oponen a que el Congreso Nacional dicte una ley de

este tipo (al menos sobre algunos de estos puntos) por considerar que sería

inconstitucional. Y otros que consideran que la ley debería estar dirigida a la Corte

Suprema de Justicia, para que la uniformidad que se pretende sea lograda a través

de sus fallos4 (ver Proyecto Alternativo II).

Respecto de lo primero, nosotros creemos que, al menos en los contenidos que

ahora ofrecemos, el Poder Legislativo de la Nación puede legítimamente hacerlo: en

esa línea se enrola el Proyecto Alternativo I. Respecto de la segunda variante, la

3 Valga como ejemplo citar la diferente regulación entre el CPP de la Nación y el CPP de Córdoba en
orden a los recursos del querellante contra decisiones jurisdiccionales desincriminatorias del imputado.

4 Ver nota n° 1.
discutimos con su autor 5, e influyó en la redacción final del Proyecto Alternativo II.

Ambos los adjuntamos –tal como ya adelantamos- como meros documentos de

trabajo.

III. La igualdad ante la ley

Nuestra idea sigue siendo que estos puntos (el fin del monopolio fiscal en el

ejercicio de la acción penal pública, la incorporación homogénea de criterios de

oportunidad como excepción al principio de legalidad, y el desarrollo conceptual de

algunas garantías y derechos constitucionales- puntos interconectados, desde

luego- 6) logren, mediante una ley del Congreso Nacional, una cierta uniformidad

en su funcionamiento concreto en todo el territorio del país, como un modo de

asegurar un mínimo de igualdad ante la ley de todos los argentinos, con

prescindencia de la jurisdicción judicial a que deban someterse, proveyendo

además a los Estados provinciales de una base insoslayable de la cual deberán

partir para cumplir con el encargo constitucional, no sólo de administrar justicia

penal (art. 5, CN), sino también de hacerlo con plena vigencia del derecho a la

igualdad de trato por parte de los tribunales y cortes de justicia, que debe

garantizarse a todos los habitantes del país (arts. 16, 75, inc. 22, CN, y 14.1,

PIDCP) cualquiera sea la jurisdicción judicial que se trate (nacional o provincial).

5 Se trata de Alberto Binder quien, con la aguda creatividad que lo caracteriza, ha desarrollado ahora

una propuesta que, en realidad “va por más”, y que puede verse en el Relato “ Los dilemas de la

unificacion del proceso penal” presentado a este Congreso.

6 Permitir mediante una ley nacional al ofendido por el delito intervenir en el ejercicio de la acción penal

pública, es un modo de dar vida a la garantía de orden constitucional de la “tutela judicial efectiva” que
le asiste, cuyos alcances deben exhibir una cierta uniformidad en todo el país. La regulación – como
excepciones al principio de legalidad - de determinados criterios de oportunidad, influirá en el grado de
desarrollo y truncamiento del proceso penal, y atenderá en muchos casos a garantías constitucionales
del imputado ( vgr. principio de mínima intervención del derecho penal para casos de insignificancia) y
del ofendido (vgr. privilegiando su reparación frente a la imposición de la pena) aspectos estos que
también deben presentar una cierta uniformidad en todo el país.
Pocos años después la Corte Suprema de Justicia de la Nación en cierta forma

pareciera que nos vino a dar la razón respecto a esta aspiración de un amínima

uniformidad, en el conocido precedente “Verbitsky”7. Allí dijo, que “cualquiera sea

el sistema procesal de una provincia y sin desmedro de reconocer su amplia

autonomía legislativa en la materia, lo cierto es que si bien no puede llevarse la

simetría legislativa hasta el extremo de exigir una completa igualdad para todos los

procesados del país, la desigualdad tampoco puede extremar las situaciones

hasta hacer que el principio federal cancele por completo el derecho a la

igualdad ante la ley, pues un principio constitucional no puede borrar o

eliminar otro de igual jerarquía. Una asimetría total en cuanto a la legislación

procesal penal destruiría la necesaria unidad en materia penal que se mantiene en

todo el territorio en virtud de un único Código Penal”.

Si bien esta definición (sumada a una concreta exhortación a los legisladores para

que respeten los estándares internacionales en la materia) se refería al

encarcelamiento preventivo durante el proceso, su argumento central es aplicable a

los puntos que son objeto de la propuesta de una mínima uniformidad que

sostenemos.

Por cierto que no llegamos al extremo que propugna Bortoloni Ferro8: ni pensamos

que la propuesta de Maier9 sea indiscutible. Nuestra postura mas bien se

emparenta con el pensamiento de Bidart Campos10, o Zaffaroni11 .

7 CSJN, “Verbitsky, Horacio s/ Habeas Corpus”, 03/05/2005)

8 Así, hace ya casi 70 años, Bortoloni Ferro sostenía (con sólidos argumentos, aunque con un exceso

en las consecuencias): “... si todos los habitantes del país son iguales ante la ley, según el art. 16, y si la
igualdad, en la ciencia y en el espíritu de la Constitución, no es otra cosa que el derecho a que no se
establezcan privilegios y excepciones, que excluyan a unos de lo que se concede a otros, en igualdad de
condiciones, cuando la Constitución a todos aquéllos los ampara con un juicio previo, en la aplicación de
las sanciones que establece el Código Penal, como garantía de justicia y de libertad, que reconoce a
todos ellos, parecería obvio que ese amparo y garantía deban ser iguales para todos... Y parecería obvio
también que, para que ese amparo y esa garantía de justicia y de libertad sean iguales para todos los
habitantes, sea necesario que se organice y discipline del mismo modo en el país, el juicio previo, el
proceso, para que ese juicio previo no excluya a unos…, en un lugar, de lo que se concede...a otros, en
Es que, como ya anticipamos, creemos que el principio de igualdad ante la ley

(CN, art. 16), y ante los tribunales y cortes de justicia (PIDCP, art. 14.1), exige

cierto desarrollo conceptual uniforme para orientar el modo en que las provincias

otro u otros lugares de la República...” Bartoloni Ferro, Abraham, Sobre reformas procesales penales,
Santa Fe, 1939, ps. 29 y 30.

9 Respecto del juicio por jurados Maier expresa: “… con fundamento… en el texto expreso del art.

75, inc. 12, CN, se afirma que se trata de un poder (legislativo) expresamente delegado por las
provincias en el Gobierno federal (competencia legislativa nacional para todo el país), que, por ello, no
está incluido dentro de las facultades conservadas por las provincias (CN, 121). Si esa determinación es
correcta, -prosigue- según creo, gran parte de la problemática que plantea el proceso penal es de
competencia legislativa del Congreso de la Nación, pues la organización del jurado de enjuiciamiento no
se comprende sin alusión a un tipo determinado de sistema procesal… La cláusula expresa algo más que
una ley de organización, determinante de la integración del jurado; se extiende a la integración básica
de los tribunales y a aspecto políticos cruciales de la forma del juicio, por más que los tribunales y su
administración siempre serían provinciales…” Maier, Julio B. J., Derecho procesal penal, 2ª ed., Buenos
Aires, 1996, ps. 792 y ss.

10 Escribió Bidart Campos: “Nos tienta proponer que lo que de procesal hay –o puede haber– en la

prisión cautelar y en los institutos que liberan de ella, queda indisolublemente unido al derecho penal de
fondo, como acaso lo está la prescripción, la extinción de la acción penal, la legitimación, la ejecución de
la condena, etc. Es común aceptar que cuando lo procesal presenta una inherencia indudable respecto
del derecho de fondo o sustancial, la naturaleza de éste asume y absorbe el matiz procesal, con la
consecuencia de que la competencia para legislar sobre el derecho de fondo adhiere así la de legislar
también sobre lo procesal... Como por ahora no albergamos duda acerca de la ortodoxia de esta teoría
que, por otro lado, sirve para situar en el ámbito competencial del gobierno federal los perfiles fondales
del derecho procesal constitucional, nos atrevemos a aventurar que la duración razonable del proceso
penal…, no sólo son legislables sino que lo son por el Congreso para todas las jurisdicciones –federales y
locales– ... En suma, la matriz pertenece al derecho de fondo, como se trata –nada menos– que de
cuestiones que hacen a derechos personales de rango constitucional (constitución federal y tratados de
derechos humanos de jerarquía constitucional)” (el destacado nos pertenece) . Bidart Campos, Germán
J., El encarcelamiento cautelar de los procesados en la ley 24.390, en “El Derecho”, t. 164, p. 252.

11 Según Zaffaroni: “Si es verdad que nuestra Constitución reserva nítidamente toda la materia

procesal al resorte legislativo provincial, …..las mismas son obviamente inconstitucionales. Sin embargo,
mirando la cuestión con un poco más de fineza, nos percatamos de que esa reserva de la legislación
procesal es un principio rector, pero no un límite, al menos en los términos absolutos en que suele
pretendérselo... las provincias no han delegado todas las facultades legislativas procesales, pero
tampoco se han reservada todas. No puede pasarse por alto que el Gobierno de la Nación, por ejemplo,
pueda celebrar tratados internacionales que incorporen normas procesales al derecho interno...”. Y
agrega: “de la diversidad procesal que la Constitución autoriza no se puede derivar una desigual
aplicación de los ‘códigos de fondo’, que resulte violatoria del art. 16 de la misma Constitución...”
Zaffaroni, Eugenio R., Tratado de Derecho Penal, Buenos Aires, 1995, ps. 197 y ss.
hacen operativos los derechos y garantías procesales penales establecidas a favor

del imputado o del ofendido por el delito (víctima) en nuestro Constitución

Nacional y la normativa supranacional incorporada por el art 75 inc 22 CN, y

también para evitar asimetrías en orden a la aplicación o la no aplicación del Código

Penal en sus respectivos territorios, lo que permitiría superar diferencias

actualmente existentes entre las regulaciones procesal penales de los Estados

provinciales, que se producen en perjuicio de la igualdad de trato de los justiciables

de un mismo país, solo por razones “político- geográficas”.

Esto implica sostener, que el Congreso de la Nación tiene facultades no solo

para dictar la legislación penal de fondo ( vgr. titularidad y ejercicio de la acción

penal pública), sino también para sancionar ciertas normas procesales aplicables en

las provincias. No ignoramos que tradicionalmente, tanto nuestra jurisprudencia

como la doctrina han entendido que el dictado de normas procesales penales se

encuentra entre las facultades no delegadas por las provincias al Gobierno Federal

(CN, art. 121). Pero creemos que esta afirmación tajante puede ser relativizada por

fundadas razones12, y que si bien el Congreso de la Nación no tiene facultades

para dictar un único Código Procesal Penal para todas las provincias, sí tiene

competencia para dictar ciertas normas mínimas respecto de la procuración y

administración de la justicia penal en esas jurisdicciones, en pro de una igualitaria

tutela de derechos constitucionales del acusado y la presunta víctima.

Cabe recordar también –aparte del más moderno precedente “Verbitsky”- la

antigua jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ha

reconocido como facultad del Congreso la de sancionar disposiciones en resguardo

de la aplicabilidad y eficacia en forma general y uniforme de las instituciones

establecidas por sus leyes (Fallos, 138: 157; 168:342; 1184:490; 211:410;

227:145; 258:255), lo que éste ha hecho reiteradamente, aun cuando aquellas

12 Ver notas 10 y 11.


disposiciones pudieran considerarse puramente reglamentarias de disposiciones

constitucionales13, o de mero corte procesal.

Argumentando desde otro lugar cabría mencionar que la facultad del Congreso

Nacional para dictar ciertas normas procesales penales, también puede derivarse de

la atribución constitucional que tiene el Gobierno Federal de firmar tratados con

potencias extranjeras sobre esas materias. No tendría sentido que el Gobierno

Nacional pudiera, por un lado, obligar a las provincias en materia procesal penal

mediante la firma de tratados internacionales, y, por el otro, no pudiera dictar

siquiera ciertas normas mínimas para asegurar su aplicación uniforme en todo el

país.

Además en los últimos años, nuestro país ha firmado diversos instrumentos

internacionales de derechos humanos (hoy de nivel constitucional –art. 75, inc. 22,

CN–) que incluyen garantias procesales de la victima y del imputado. Estos tratados

generan a la República Argentina responsabilidad internacional indivisible en caso

de incumplimiento de sus cláusulas, responsabilidad que puede generarse no sólo

por aplicación de normas procesales penales nacionales infractoras, sino también

por normas provinciales con idéntico defecto14, o por cualquier otra omisión al

mandato de tratado en este materia.

13En la aludida “Reunión de expertos” del MJS y DDHH de la Nación, Abel Fleitas Ortiz de Rosas señaló

que no tenía “dudas acerca de la sustentabilidad constitucional de la propuesta, ya desde antiguo la


Corte ha aceptado la posibilidad de dictar leyes federales que establezcan bases o elementos procesales
que se consideran importantes para afirmar determinadas instituciones, o sea, en la medida que hay
determinados valores constitucionales que pueden estar en una expresión procesal, se ha aceptado que
son válidas las leyes nacionales que establezcan pautas procesales de aplicación en todo el país”.

14 Sobre el punto advierte Ángela Ledesma que “estamos todos de acuerdo en orden a la necesidad de

que todos los códigos procesales del país se adecuen a lo que significa hoy el impacto de la normativa
supranacional. Pero ya aquí han surgido algunos inconvenientes en torno a si realmente puede ser
regulado a partir de bases comunes” (Reunión de expertos sobre “Estandares minimos del proceso
penal”, organizado por el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación (24/06/04)
Ello obliga a pensar sobre cómo puede prevenir el Gobierno Federal la

vulneración por las provincias de dichos instrumentos internacionales, generando

responsabilidad a toda la Nación.

Sobre el punto creemos que la posibilidad de dictar ciertas bases mínimas para

la procuración y administración de justicia es una herramienta que tiene el

Congreso de la Nación para lograr este objetivo, sin violar las autonomías

provinciales. Y que, en consecuencia, esta facultad del Congreso también encuentra

sustento normativo en el art. 31 de nuestra CN, ya que tiende a asegurar la

supremacía de la Constitución Nacional y los tratados con Estados extranjeros.

Desde luego que aquellas bases no se inmiscuirán en las competencias

provinciales para dictar sus códigos procesales penales, sino que sólo les darán a

aquellas un marco mínimo dentro del cual puedan ejercer sus funciones no

delegadas.

IV. Principio de oportunidad

Es necesario recalcar la necesidad de que el Congreso Nacional, en uso de la

facultad reconocida pacíficamente de regular el régimen de acciones (Código Penal,

art. 71 y subsiguientes) así como las causales de extinción de la acción penal

(Código Penal, art. 59 y subsiguientes) -normas tradicionalmente consideradas por

nuestra doctrina y jurisprudencia como sustanciales o de fondo15 (y, por lo tanto,

de la competencia del Congreso de la Nación)-, legisle como excepciones al

principio de legalidad16 que impone el art 71 del C.Penal, criterios de

oportunidad 17 de uniforme aplicación en todo el país18. Ver nota n° 24.

15 Ya que si bien no establecen cuáles son las conductas prohibidas penalmente y las sanciones que

les corresponden, condicionan la potestad del Estado de reprimir los delitos (al establecer, por ejemplo,
los delitos de acción pública dependientes de instancia privada) y dan, en ciertos casos, la solución a los
casos concretos que deben resolver los jueces (por ejemplo, mediante el instituto de la prescripción de
la acción).

16 Se ha conceptualizado a la legalidad como la automática e inevitable reacción del Estado a través

de órganos predispuestos (generalmente la Policía o el Ministerio Público Fiscal) que, frente a la hipótesis
Solo así se evitará que las Provincias legislen sobre ellas19 del modo inorgánico

que lo vienen haciendo20, permitiendo que bajo diferentes eufemismos (extinción

de la acción penal, acuerdo de mediación; archivo; insubsistencia de la acción

de la comisión de un hecho delictivo (de acción pública), se presenta ante los órganos jurisdiccionales
reclamando (o realizando) la investigación, el juzgamiento y, si corresponde, el castigo del delito que se
hubiera logrado comprobar.

17 Este principio puede expresarse como la atribución excepcional que se acuerde a los órganos

encargados de la promoción de la persecución penal, fundada en razones diversas de política criminal y


procesal, de no iniciar la acción pública, o de suspender provisionalmente la acción iniciada, o de
limitarla en su extensión objetiva y subjetiva, o de hacerla cesar definitivamente antes de la sentencia,
aun cuando concurran las condiciones ordinarias para “perseguir y castigar.

18 Los últimos trabajos orgánicos del Ministerio de Justicia y DDHH de la Nación siguen la línea
expresada en el texto. Así el Anteproyecto de CPP para la Nación elaborado por la “Comisión Asesora
para la reforma de la Legislación Procesal Penal” (Dec. n° 115/ 2007 del PEN), que funcionó en el ámbito
del M.J. y D.H reglamenta la tramitación procesal del principio de oportunidad en los casos
“expresamente autorizados por el Código Penal”.Sigue así la posición de la “Comision para la elaboracion
del Proyecto de Ley de Reforma y Actualizacion integral del Codigo Penal”, creada por la Resolución M.J.
y D.H. Nº 303 del 14 de diciembre de 2004, (y Nº 136 del 2005), que incorpora el principio de
oportunidad (art 49) del siguiente modo: El Ministerio Público Fiscal podrá fundadamente no promover la
acción o desistir de la promovida ante el juez o tribunal hasta antes de la fijación de fecha para el
debate oral, en los siguientes casos: a)Cuando se trate de hechos que por su insignificancia, no afecten
gravemente el interés público, salvo que fuesen cometidos por un funcionario público en el ejercicio o en
razón de su cargo; b)Cuando las consecuencias del hecho sufridas por el imputado sean de tal gravedad
que tornen innecesaria o desproporcionada la aplicación de una pena, salvo que mediaren razones de
seguridad o interés público; c)Cuando la pena en expectativa carezca de importancia con relación a la
pena ya impuesta; d)Cuando exista conciliación entre las partes y el imputado haya reparado los daños
y perjuicios causados en los hechos delictivos con contenido patrimonial cometidos sin violencia física o
intimidación sobre las personas, o en los delitos culposos, salvo que existan razones de seguridad o
interés público.En los supuestos de los incisos a) y b) es necesario que el imputado haya reparado los
daños y perjuicios ocasionados, en la medida de lo posible.

19 Debe reconocerse, no obstante, que este fenómeno ha sido favorecido por la reticencia del Congreso

Nacional a legislar sobre el tema, a pesar de la existencia de múltiples Proyectos al respecto, incluso
emanados de Poderes Ejecutivos con amplias mayorías en el Senado y en la Cámara de Diputados.

20 No termina de convencernos el argumento de que cada una de las Provincias tenga una realidad

diferente a las otras ( lo que implica predicar que cada una tiene unas homogeneidad “interna”), lo que
habilita a que, por tal motivo, legislen sobre criterios de oportunidad adecuados a esa realidad especial,
con miras a lograr una mejor administración de justicia. Ello porque, vaya como ejemplo, no parece
fácil establecer una diferencia entre la Capital Federal y Olivos de la Provincia de Buenos Aires; o
encontrar parecidos en esa jurisdicción de las realidades de La Matanza y Pergamino.
penal, prescindencia de la persecución penal) y cumplidos ciertos trámites en

relación con la víctima, sujetos culpables terminen sobreseídos -cuando según el

C.Penal deberían ser condenados-, en atención al lugar del país en el que

cometieron el delito. Podría hasta decirse que de este modo, cada Provincia (de las

que aceptan criterios provinciales de oportunidad) elige que es lo que no va a

penar, o sea, en que casos no va a aplicar el Código Penal21.

Este fenómeno22, además de atribuirle a las Provincias una atribución de la que

constitucionalmente carecen, genera una situación de desigualdad para los

habitantes, que tiene una doble proyección: en los estados provinciales en donde

no se ha legislado sobre el tema, rige en plenitud el principio de legalidad ( nadie

puede beneficiarse con un criterio de oportunidad); y en las que se ha legislado, lo

21 Una de las principales espadas de esta corriente es Alberto Binder, cuya opinión se puede consultar

en su Introducción al Derecho Procesal Penal, 2 edición,( Ad Hoc 1999), págs 215 y ss.. Un estudio en
profundidad sobre el tema realiza Gustavo Herbel, Constitución, accion penal y criterios de oportunidad,
en Nueva Doctrina Penal, ( Del Puerto, 2003 A) págs 35 y ss., quien sintetiza la cuestión señalando que
los “Estados locales” tienen la “facultad de organizar sus administraciones de justicia, de modo que, si
así lo consideran necesario para asegurarla, puedan articular en sus normas procesales los mentados
criterios de oportunidad ( p. 62).
l
22Como muestra más reciente de la recepcion del principio de oportunidad en las Provincias
reproducimos el art 19 del nuevo CPP de Santa Fé (ley provincial 12734): “Criterios de oportunidad. El
Ministerio Público podrá no promover o prescindir total o parcialmente, de la acción penal, en los
siguientes casos:
1) cuando el Código Penal o las leyes penales especiales lo establezcan o permitan al Tribunal prescindir
de la pena;
2) cuando se trate de hechos que por su insignificancia no afecten gravemente el interés público, salvo
que fuesen cometidos por un funcionario público en el ejercicio o en razón de su cargo;
3) cuando las consecuencias del hecho sufridas por el imputado sean de tal gravedad que tornen
innecesaria o desproporcionada la aplicación de una pena, salvo que mediaren razones de seguridad o
interés público;
4) cuando la pena en expectativa carezca de importancia con relación a la pena ya impuesta por otros
hechos;
5) cuando exista conciliación entre los interesados, y el imputado haya reparado los daños y perjuicios
causados en los hechos delictivos con contenido patrimonial cometidos sin violencia física o intimidación
sobre las personas, salvo que existan razones de seguridad, interés público o se encuentre
comprometido el interés de un menor de edad;
6) cuando exista conciliación entre los interesados y el imputado, en los delitos culposos, lesiones leves,
amenazas y/o violación de domicilio, salvo que existan razones de seguridad, interés público o se
encuentre comprometido el interés de un menor de edad;
7) cuando el imputado se encuentre afectado por una enfermedad incurable en estado terminal, según
dictamen pericial o tenga más de setenta años, y no exista mayor compromiso para el interés público.
En los supuestos de los incisos 2, 3 y 6 es necesario que el imputado haya reparado los daños y
perjuicios ocasionados, en la medida de lo posible, o firmado un acuerdo con la víctima en ese sentido, o
afianzado suficientemente esa reparación.
que en algunas de ellas puede ser beneficiado por un criterio de oportunidad, en

otras no podrá, y viceversa 23.

Hoy se encuentra parcialmente ( y expresamente) regulado el principio de

oportunidad en la legislación de fondo. Por ejemplo la suspensión del juicio a

prueba -común ( art. 76 bis); delitos sexuales (art. 132 in fine):adictos ( ley

23737, arts 21 y 18)-, el avenimiento en delitos sexuales (art. 132); y el

“arrepentido” -narcotráfico ( ley 23737, arts 29 ter);-terrorismo (ley 25,241, arts 2

y 3 ) y secuestros extorsivos ( art 41 ter).

Pero existen otros supuestos en los que –creemos y lo hemos propuesto

formalmente- también deberían contemplarse criterios de oportunidad 24, para

23 Pidiendo “licencia docente” hemos teatralizado ( con exageraciones e imprecisiones, sin duda, pero

creemos elocuentemente) esta situación: “Un abogado que hace penal, recibe la visita de un cliente que
es ladrón. Y le dice: “doctor, vengo a que me dé consejo, porque yo soy ladrón de profesión y quiero
saber cómo puedo hacer mi profesión tratando de zafar de la pena”. El abogado le contesta: “es un tema
que lo he estado estudiando ayer: mire acá tengo este “mapa” ( que se lo muestra). Fíjese, el tema es
que usted elija la Provincia y la modalidad. En todos los casos, si lo agarran tiene que arreglar. Si robó,
devuelva. Usted arregla con la victima y zafa de la condena, pero mire bien cuales son los lugares y
cuales son las modalidades. En la provincia de Buenos Aires usted puede robar, robo simple, siempre
que robe muy poquito. Que haya una insignificante afectación al bien jurídico propiedad. Está claro, hay
que arreglar con la víctima pero después termina sobreseído. En cambio, en el Chaco, usted también
puede robar, robo simple, sin armas, robo simple, con fuerza o violencia, pero robo simple, pero ahí no
interesa que sea insignificante. Ahí robe. Si lo agarran, hay que devolver, arregla con la victima y zafa.
Para robar con arma, pero no de fuego, vaya a Río Negro: allí usted puede robar con arma blanca
porque en Río Negro luego de una mediación con la victima, usted puede liberarse de la pena. Y si
quiere, como se dice en la jerga tumbera, “ir de caño” y robar con arma, váyase a Mendoza, porque en
Mendoza no existe ningún limite penal, mientras devuelva y arregle una reparación con la víctima puede
zafar de la pena. Ah -agrega el rábula- y allí hay todavía otra alternativa: si tiene un cómplice y no tiene
con qué devolver, delate al cómplice, que hay una disminución de pena para los
“arrepentidos”.(Cafferata Nores, José I. Disertación en el ciclo “10 años de vigencia del sistema
acusatorio en la Pcia. de Buenos Aires” -La Plata, Colegio de Abogados, 25 y 26 de septiembre de 2008-
.

24 Ya señalamos que en término generales puede decirse que la obligación de “perseguir y castigar”

todo delito, inherente al principio de legalidad, puede admitir excepciones fundadas en distintas razones
de oportunidad (en las que se mezclan lo práctico con lo teórico). Entre ellas se destacan la necesidad
de descongestionar el saturado sistema judicial, permitiendo evitar los irracionales efectos que en la
práctica provoca el abarrotamiento de causas (v. gr., la priorización inversa; la conveniencia de canalizar
la enorme selectividad intrínseca de la persecución penal, evitando sus desigualdades en contra de los
favorecer la eficacia de la justicia penal25, proteger mejor el interés de la víctima,

lograr la resocializacion del agente con el menor daño posible y atender razones

humanitarias26.

más débiles, ajustándola a criterios predeterminados y racionales, asignándole responsables e


imponiéndole controles; la utilidad de evitar total o parcialmente la punición de algunos delitos cuando
esto permita el descubrimiento y sanción de ilícitos de extrema gravedad o el desbaratamiento de
organizaciones delictivas (v. gr., el llamado “arrepentido”), o de convenir (bajo ciertas condiciones) la
menor extensión de la pena por acuerdo entre el acusador y el acusado, para acelerar y abaratar el
proceso, permitiendo una mejor asignación de los recursos judiciales y una rápida decisión del conflicto;
o la priorización de otros intereses sobre el de la aplicación de la pena, sobre todo en delitos de mediana
gravedad, autores primarios, o mínima culpabilidad o participación como, por ejemplo, la reparación de
la víctima (que hoy se plantea hasta como uno de los fines del Derecho penal), o la “resocialización” del
autor (prevención especial) por tratamientos alternativos (v. gr., cumplimiento de las condiciones de la
suspensión del juicio a prueba) o su rehabilitación (v. gr., tratamiento de recuperación del adicto
acusado de tenencia de droga para consumo personal), o la pérdida del interés de castigar (v. gr., delito
que en sí mismo o en su consecuencia infringe un daño al autor superior a la pena), o cuando la entidad
de la pena impuesta por otros delitos hace irrelevante perseguir el nuevo, o cuando concurre la misma
razón por la gran cantidad de hechos imputados, entre otros ( Cafferata Nores, José I. Cuestiones
actuales sobre el proceso penal, Del Puerto, 2000, p 33).

25 En términos más precisos, ya desde el punto de vista de la política criminal, pensamos que para

lograr que la investigación penal sea eficaz, se debe aceptar la posibilidad de que la justicia penal tenga
la atribución legal expresa de escapar al principio de legalidad, y mediante criterios de oportunidad
desechar la investigación de algunos casos de menor cuantía, realizando una selección que permita
destinar los mayores recursos humanos y materiales de que se dispongan a la investigación y
juzgamiento de los delitos de mayor gravedad y trascendencia. Esto no implica, sin embargo, que cada
provincia tenga la atribución de legislar al respecto; pero tampoco significa que ellas no puedan, a través
de sus órganos competentes, establecer prioridades en materia de investigación o juzgamiento de
causas penales.
26 Para no reiterar opiniones anteriormente vertidas sobre este aspecto, quizás sea más ilustrativo, en

primer lugar, hacer concreta referencia al último Proyecto de ley -que obtuvo media sanción del Senado
de la Nación ( Expte S 176-04 ) - que incorpora como artículo 74 del Código Penal, el siguiente texto:
“La acción penal pública se transformará en acción privada, por aplicación de criterios de oportunidad,
cuando no exista interés público en su prosecución y se de algunos de los siguientes casos: Cuando se
trate de un hecho que por su insignificancia evidencie la escasa afectación de un bien jurídico protegido;
cuando el imputado haya sufrido un daño físico o moral grave, que torne desproporcionada la aplicación
de la pena o desvirtúe su finalidad; cuando la pena correspondiente al delito de que se trate carezca de
importancia en consideración a una pena ya impuesta por otro delito; cuando el imputado se halle
afectado por una enfermedad incurable en estado terminal, según dictamen pericial, que ponga en
riesgo directo su vida, en consideración a las circunstancias del caso”. Y en segundo lugar, señalar las
críticas que, nos parece, pueden formularse al proyecto, a saber: acepta criterios de oportunidad sin
condicionarlos a la reparación de la víctima; no debería permitirse respecto de funcionarios públicos o en
delitos contra el patrimonio del estado; no fija con precisión cuales son los efectos de la aceptación de
V. Querellante

Las mismas consideraciones son aplicables respecto de la posibilidad del

ofendido por el delito (víctima) de participar en el ejercicio de la acción penal

pública. Ello es así porque la ley de fondo está legitimada para reconocerle a ella un

interés propio y autónomo en materia de persecución penal, que le permita ejercer

su derecho constitucional a una tutela judicial efectiva.

Este sería un modo de superar la tan interesante como interminable discusión sobre

si la victima tiene un verdadero derecho constitucional a intervenir en el proceso

penal por delito de acción pública como acusador (querellante) con el propósito de

procurar la condena del culpable: regular la cuestión por una ley del Congreso

Nacional que le reconozca expresamente tal derecho, que podrá o no integrar el

Código Penal, pero deberá ser respetada por todas las jurisdicciones del país,

La cuestión no presentaría mayores dificultades de regulación en el supuesto que el

órgano público de la acusación, la impulse hasta la obtención de una sentencia

firme, que decida sobre ella.

Lo que sería mas complejo –y por ende, más merecedor todavía de una

reglamentación uniforme para todo el país-, es la resolución de la situación

opuesta. O sea determinar qué atribuciones tendrá el querellante de acción pública,

cuando el titular estatal de ésta, o sea el Ministerio Fiscal, decida no poner en

marcha la persecución penal, o detener su avance negándose a proseguirla –

instando la desestimación o el archivo-, o rehusándose a formular la acusación base

del juicio público –instando el sobreseimiento- , o prescindiendo de requerir la

imposición de una pena al acusado en su alegato al final del debate –pidiendo su

un criterio de oportunidad en caso de pluralidad de partícipes: no se regulan los efectos de la oposición


de la victima ; y carece de una regulación procesal para la Ciudad de Buenos Aires y las Provincias.
absolución-, u omitiendo recurrir el sobreseimiento dictado de oficio o la sentencia

absolutoria.

Debería ser aceptado para todo el país la posibilidad de la víctima de un delito de

acción pública de excitar autónomamente por sí –frente a la pasividad o incluso la

opinión contraria del Fiscal - la actividad de los diferentes órganos requirentes

superiores o jurisdiccionales del Estado procurando la investigación, el juzgamiento

y eventual castigo del delito que lo ha ofendido.27

En suma: Creemos que bien podría dictarse una ley del Congreso Nacional que a la

par de establecer que el Ministerio Público Fiscal tendrá la obligación de ejercer, de

oficio, la acción penal pública, establezca además que también tendrá derecho a

hacerlo la persona ofendida por el delito mediante querella, en las condiciones que

fijen las leyes procesales, las que le permitirán actuar en conjunto con el Ministerio

Público Fiscal, pero en ningún caso podrán subordinar su actuación a directivas o

27 En términos generales debe decirse que la posibilidad de que el querellante pueda, frente a la

deserción del fiscal, impulsar por si mismo la persecución penal, parece más sencilla de imaginar cuando
ello requiera solo de una actividad suya puramente conclusiva o impugnativa, como por ejemplo el
formular un pedido de pena al terminar el debate, permitiendo así al tribunal de juicio condenar al
acusado (aún frente a un pedido fiscal de absolución- así CSJN, Santillán, 13-VIII-1998-), o recurriendo
– mediante las vías impugnativas legalmente habilitadas a tal fin- la sentencia absolutoria (aún frente a
la conformidad del Ministerio Fiscal con ella) permitiendo que un tribunal de alzada controle la corrección
fáctica y jurídica de tal decisorio y como consecuencia, hasta pueda dejarla sin efecto (posibilidad
expresamente reconocida, por ejemplo, por el CPP Nacional, arts 460 y 458 inc 1°). Más complicada es
la situación frente a la deserción fiscal en la investigación preparatoria. Vease la nota siguiente.
Específicamente en orden a la formulación de la acusación base del juicio, en el supuesto de que el Fiscal
haya pedido el sobreseimiento del imputado y el querellante haya formulado requerimiento acusatorio
“en principio no sería objetable desde un punto de vista de la imparcialidad que el querellante sea el que
reclame ante el tribunal su derecho de elevar la causa a juicio, para ejercitar el derecho a ser oído en
juicio oral y público” ( CSJN, -"Quiroga, 23/12/2004, voto del juez Maqueda), pues la “facultad del
querellante de requerir la elevación a juicio solo, no permite suponer una afectación genérica de la
imparcialidad del tribunal, en la medida en que su intervención quede limitada a asegurarle a aquél
ejercer el derecho que la ley le concede a ser oído en juicio oral y público (conf. doctrina caso
"Santillán", Fallos: 321:2021), ni una afectación intolerable a la independencia del Ministerio Público” (
CSJN, -"Quiroga, 23/12/2004).
conclusiones de éste. Aquellas deberán garantizar que si el representante del

Ministerio Público Fiscal se negara a investigar los hechos contenidos en la querella,

el ofendido podrá recurrir ante un tribunal28 ( o a un fiscal superior), el que, si así

correspondiere en derecho, podrá ordenar a otro fiscal que inicie la investigación; y

que si en los momentos “conclusivos” del proceso, el Ministerio Público Fiscal no

formaliza la acusación o no requiere el dictado de una sentencia condenatoria, las

peticiones del querellante en cualquiera de estos sentidos habilitarán a los

tribunales a abrir el juicio y a juzgar y a condenar.

VI. Garantías

También pensamos –tal como hemos anticipado- que el Congreso Nacional ( Ver n°

III) debe legislar para lograr una aplicación uniforme en todo el territorio nacional

de una serie de garantías procesales de jerarquía constitucional , procurando, de

este modo, cumplir con los compromisos internacionales que nuestro país ha

contraído al ratificar diversos pactos de derechos humanos, que hoy integran su

sistema Constitucional (art. 75, inc. 22, CN).

Claro está que no se piensa en una mera reiteración de los preceptos

constitucionales ni de los contenidos regulados por los pactos internacionales. Por el

28 Pero si se quiere reconocer al querellante de acción publica un verdadero derecho a lograr un juicio

sobre su pretensión acusatoria, una vía para lograrlo será acordarle la atribución para apelar las
decisiones del Juez de Instrucción que impedirán anticipadamente su realización (archivo o
sobreseimiento) aun contra la posición desincriminatoria del Fiscal, y si como efecto de ese recurso un
tribunal de alzada encuentra que hay mérito para que la investigación (que busca fundamentos para el
juicio) prosiga, o concluida ésta, que el juicio se abra, la solución será imponer obligatoriamente a otro
fiscal la prosecución de la investigación o la formulación de la acusación.
Es que como el querellante carece de potestad pública ( y por lo tanto no tendrá a su disposición los
medios materiales y humanos que ella implica) para investigar eficientemente y así lograr las pruebas
necesarias para provocar el juicio mediante una acusación, como el M Fiscal es su representante (
porque el querellante invoca un interés que integra -pues es parte de él- el general de la sociedad que el
M.Fiscal debe defender), es este órgano público quien debe hacerse cargo de la prosecución de la
acusación, ya no por un impulso propio - que demostró no tener al pedir o consentir el archivo o el
sobreseimiento- sino como reflejo del interés de su mandante, la víctima-querellante, interés cuya
legitimidad y razonabilidad han sido reconocidos por un tribunal de apelación.
contrario, y como ya lo adelantamos, lo que se procura es explicitar el contenido de

algunas garantías y derechos, que necesitan de cierto desarrollo conceptual

uniforme para orientar el modo en que las provincias los harán operativos con

plena vigencia del principio de igualdad en todo el territorio nacional.

En tal sentido creemos conveniente dar un contenido preciso a las garantías de

juicio previo, jurado, independencia e imparcialidad del tribunal, principio de

inocencia, in dubio pro reo, derecho de defensa, inadmisibilidad de la persecución

penal múltiple, exigencia de motivación de las resoluciones judiciales y de los

requerimientos acusatorios, prohibición de declarar o actuar contra sí mismo, el

derecho del imputado a recurrir las resoluciones judiciales que le causen agravio 29

y las relacionadas con la ejecución de la pena.

29 Este quizás sea un ilustrativo ejemplo de la necesidad de la relativa uniformidad que propugnamos.

Bajo el imperio de disposiciones procesales locales y prescindiendo muchas veces de la normativa


supranacional que jerarquiza con nivel constitucional el derecho del condenado a recurrir su condena (
art 75 inc 22 CN) en la jurisprudencia de los Tribunales Superiores y Cortes Supremas de Provincia y en
la propia Cámara Nacional de Casación Penal, se visualizaban dos posiciones – la restrictiva (“ortodoxa”)
y la amplia (“flexibilizadora)- en orden al alcance de las atribuciones revisoras del recurso de casación
como herramienta para hacer efectivo aquél derecho, generando por ello una vigencia desigual del
mismo en el país, según la jurisdicción que lo examinara. Hubo que esperar diez años para que la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, fijara un nuevo estandar para el recurso de casación al resolver los
autos “Casal Matias Eugenio” ( 20-9-05), que ( sin entrar en la discusión sobre su fuerza vinculante para
el futuro) dio un contenido amplio al recurso de casación, con pretensión de uniformar su aplicación en
todos los fueros y estados provinciales. Bajo el argumento de que no es posible distinguir entre “hechos
“ y “derecho” en una sentencia de condena, “Casal” acuerda al tribunal de casación la atribución-
obligación de revisar todo lo que sea revisable: solo no admite revisión de aquello que inevitablemente
sea irrevisable por imperio de la oralidad, conforme a la naturaleza de las cosas. La revisión casatoria,
entonces, alcanza incluso a las conclusiones de hecho establecidos por aquélla decisión y a la prueba
que fué utilizada para fundarlas, siempre que de sus pormenores existiera constancia actuada (o sea,
todas las pruebas de la investigación preparatoria que se hayan introducido por la lectura- documentos,
actas, pericias, -declaraciones de los imputados o testigos, etc-, las constancias sobre contenidos
probatorios que se hayan consignado en el acta del debate, o en la versión taquigráfica o grabada de
éste y la descripción que la sentencia de condena haga de los contenidos probatorios sobre los que
funda sus conclusiones fácticas, o de los que no utiliza a tal fin). Quedan, en principio, fuera de esa
revisión la prueba recibida y no registrada, aquello que surja de manera directa y excluyente de una
inmediación “desmagnificada” ( reducida sólo a las pruebas cuyo contenido o fiabilidad no se pueda
establecer también por otros medios no alcanzados por la inmediación, como serían aquellas que de sus
pormenores existiera constancia actuada), y la derivada de las impresiones personales de los jueces
sobre los testigos en tanto estas fueran racionalmente fundamentadas ( aspecto este – el de la
fundamentación- que sí entrará en el ámbito de la revisión casatoria). Esta síntesis, marcadamente
Un mayor desarrollo se debe acordar, sin duda, a las garantias referidas a la

víctima 30, que realizan el derecho de jerarquía constitucional a una tutela judicial

efectiva, y las que establecen ciertas regulaciones en materia de coerción personal

del imputado ( vgr. duración de la prisión preventiva), o la integralidad de su

defensa ( vgr. derecho al recurso contra la condena).

VII. Proyectos alternativos

Como ya se adelantó, adjuntamos como anexos dos Proyectos Alternativos, de

contenido casi idéntico, salvo que el n° I refleja nuestra posición sobre la

posibilidad de que el Congreso Nacional dicte una ley sobre los temas

precedentemente mencionados, aplicable en todo el país, mientras que el n° II

recoge la idea de que la ley fijando estándares debe dirigirse a la Corte Suprema de

Justicia, atando esa ley de garantías constitucionales en el proceso penal,

estrictamente al recurso extraordinario ( ley n°48).

“heterodoxa” en relación a la posición tradicional sobre la capacidad revisora del tribunal de casación,
debería haber generado una vigencia mas uniforme del derecho del condenado a recurrir su condena en
todo el territorio nacional. Esta cierta uniformidad es la que creemos se hubiera podido lograr mejor con
una ley de bases mínimas.

30 Ver n° V.de este trabajo.


VIII. Anexos

PROYECTO ALTERNATIVO I

Ley de garantias mínimas para la procuración

y administración de justicia penal

en Argentina

TÍTULO I

Disposiciónes generales

Capítulo I

Ámbito de aplicación

Artículo 1. Prevalencia. Las garantías establecidas en la Constitución Nacional y en

los tratados internacionales incorporados a su mismo nivel (art. 75, inc. 22) y los

principios básicos establecidos en esta ley serán de aplicación directa y

prevalecerán sobre cualquier otra disposición en todo el territorio nacional. Serán

utilizados como fundamento de toda interpretación de los actos del procedimiento

penal y como condición para su validez.

Artículo 2. Generalidad. Las garantías y principios previstos en esta ley serán de

cumplimiento obligatorio en todo procedimiento que implique una sanción penal, o

cualquier disposición restrictiva de la libertad adoptada en el curso de aquél.

Artículo 3. Solución del conflicto. Todos los tribunales penales procurarán también

contribuir a la restauración de la armonía social entre los protagonistas del conflicto

surgido a consecuencia del delito, de conformidad con los principios contenidos en


esta ley y en el ordenamiento jurídico. A tal fin podrán recurrir a servicios de

mediación autorizados.

Capítulo II

Garantías del Imputado

Artículo 4. Juicio previo. Nadie será condenado a sanción penal alguna si no es por

sentencia firme dictada luego de haber sido oído en condiciones de plena igualdad

con su acusador, en juicio con debate oral y público, y plena vigencia de la

inmediación, contradicción e identidad física de los integrantes del tribunal, en las

condiciones previstas en esta ley.

Los códigos procesales podrán regular procedimientos abreviados por acuerdo de

partes, con resguardo de las garantías individuales. Regirá el art 16 inc 4.

Artículo 5. Jurado. El acusado tendrá derecho a elegir ser juzgado por un tribunal

integrado por jurados, en las condiciones previstas en la ley respectiva.

Artículo 6. Independencia e imparcialidad del tribunal. Los jueces serán imparciales

e independientes, sometidos únicamente a la Constitución, a los tratados

internacionales vigentes y a las leyes.

Artículo 7. Principio de inocencia. Todo imputado es considerado inocente del delito

que se le atribuye y debe ser tratado como tal hasta que sea declarada su

culpabilidad por sentencia firme, fundada en pruebas legítimas aportadas por los

acusadores, que la acrediten indudablemente. Hasta entonces ninguna autoridad

podrá presentarlo como culpable

De existir alguna duda, los jueces siempre deberán optar por lo que sea más

favorable al imputado.

Artículo 8.Duración máxima del proceso. El proceso deberá concluirse en un

término razonable, en atención a la gravedad de los hechos y a las dificultades de


la investigación. Si el mismo se agotara sin que los pedidos del acusado para lograr

ser juzgado hayan sido acogidos, deberá concluir por sobreseimiento.

Artículo 9. Sometimiento a proceso. Nadie será sometido a un procedimiento penal

sin que medien pruebas suficientes de su participación en un delito. Pero la simple

indicación de ello deberá serle comunicada a la persona indicada, y autorizará a

ésta a ejercer el derecho de defensa en todas sus manifestaciones, sin que por ello

se la repute imputado.

Artículo 10. Persecución penal única. Nadie puede ser perseguido penalmente más

de una vez por el mismo hecho, aunque se afirmen nuevas circunstancias, o se

modifiquen su calificación legal, el grado del delito o la forma de participación

atribuidos.

Artículo 11. Motivación de las resoluciones y requerimientos acusatorios. Las

resoluciones jurisdiccionales, para ser válidas, deberán ser fundadas en los hechos

y en el derecho, e indicar el valor convictivo asignado a los medios de prueba. Esta

exigencia rige también para los requerimientos y conclusiones de los acusadores.

Artículo 12. Defensa. El derecho de defensa es inviolable. El imputado tendrá

derecho a intervenir en todos los actos del procedimiento que incorporen elementos

de prueba y a formular todas las peticiones y observaciones que considere

oportunas, sin perjuicio de la defensa técnica.

Artículo 13. Prohibición de exigir declarar o actuar contra sí mismo. El imputado no

podrá ser obligado a declarar ni a cumplir ninguna otra actividad en contra de su

voluntad. Su silencio o negativa de actuación no podrán ser valorados en su contra.

A la declaración del imputado deberá asistir siempre su defensor.

Artículo 14. Defensa técnica. Todo imputado tiene derecho a la asistencia y defensa

efectiva de un abogado desde el primer acto del procedimiento hasta el fin de la

ejecución de la sentencia. Este derecho es irrenunciable.


Cuando se niegue a designar uno o no cuente con los recursos suficientes, se le

nombrará un defensor a cargo del Estado.

El imputado que se encuentre detenido, tendrá siempre derecho a entrevistarse

privadamente con el defensor, desde el inicio de tal situación.

Capítulo III

Derechos de la víctima

Artículo 15. Calidad de víctima. Se considerará víctima:

1) a la persona ofendida por el delito;

2) en los delitos cuyo resultado sea la muerte de la víctima, al cónyuge, conviviente

por más de dos años, o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o por

adopción, o segundo de afinidad, y al heredero testamentario;

3) a los socios, respecto de los delitos que afecten a una sociedad, cometidos por

quienes la dirigen, administren o controlen, o sus gerentes;

4) a las asociaciones con personería jurídica en aquellos delitos que afecten

intereses colectivos o difusos, siempre que el objeto de la asociación se vincule

directamente con la defensa de esos intereses;

5) a cualquier ciudadano cuando se trate de delitos que comprometan gravemente

el interés general, y hayan sido cometidos por funcionarios públicos en ejercicio de

sus funciones y con abuso de su cargo.

Artículo 16. Otros derechos de la víctima. La víctima tendrá los derechos siguientes

durante el procedimiento penal:

1) a ser tratada con el cuidado, respeto y consideración que por su dignidad

merece;

2) a contar con asesoramiento jurídico, aun a cargo del Estado cuando no pudiese

afrontar los gastos en forma particular;


3) a ser informada de los resultados del procedimiento, aun cuando no haya

intervenido en él, siempre que lo solicite;

4) a ser escuchada antes de cada decisión que implique la extinción o suspensión

de la acción penal, o la recuperación de libertad del imputado, siempre que lo

solicite;

5) a exponer en el juicio, aun cuando no haya participado en el procedimiento.

6) a intervenir como querellante en las condiciones previstas en esta ley;

7) a deducir la acción civil resarcitoria en el procedimiento penal.

La víctima será informada por escrito sobre sus derechos cuando realice la denuncia

o en su primera intervención en el procedimiento.

Artículo 17. Representación especial. La personas enumeradas en los incs. 1º y 2º

del artículo 15 podrán solicitar que sus derechos y facultades sean ejercidos

directamente por una asociación de protección o ayuda a las víctimas o de fomento

al bien jurídico o interés afectado por el delito, sin fines de lucro, cuando la

participación en el procedimiento le pueda causar mayor daño psíquico o moral o

cuando sea más conveniente para la defensa de sus intereses.

TÍTULO II

El ejercicio de la acción pública

Principios de actuación

Artículo 18. Principio de legalidad. El Ministerio Público Fiscal tendrá la obligación de

ejercer, de oficio, la acción penal pública, salvo que dependa de instancia privada.

Artículo 19. Querellante. También tendrá derecho a hacerlo, mediante querella,

toda persona definida en esta ley como víctima, en las condiciones que fijen las

leyes procesales.

Podrá actuar en conjunto con el Ministerio Público Fiscal, pero en ningún caso se

podrá subordinar su actuación a directivas o conclusiones de éste.


Si un representante del Ministerio Público se negara a investigar los hechos

contenidos en la querella, la víctima podrá ocurrir ante un tribunal, o un superior

jerárquico de aquél, según lo disponga la ley procesal, el que podrá ordenar a otro

fiscal que inicie la investigación.

Si en las oportunidades procesales que correspondan, el Ministerio Público Fiscal no

formaliza la acusación (art. 34 ) o no requiere el dictado de una sentencia

condenatoria (art. 37 ), las peticiones del querellante en cualquiera de estos

sentidos habilitarán a los tribunales a abrir el juicio (art. 35 ) a juzgar y a condenar

(art. 37 ), con arreglo a lo que dispongan las leyes procesales, salvo lo dispuesto

por el artículo 20.

Artículo 20. Criterios de oportunidad. No obstante el deber impuesto por el artículo

18, los funcionarios del Ministerio Público Fiscal podrán plantear al tribunal el cese

del ejercicio de la acción penal, total o parcialmente, o su limitación a alguna o

varias infracciones, o a algunas de las personas que participaron en el hecho, en los

siguientes casos:

1) cuando se trate de un hecho que por su insignificancia, por lo exiguo de la

contribución del partícipe o por su mínima culpabilidad, no afecte mayormente el

interés público, salvo que haya sido cometido por un funcionario público con abuso

de su cargo;

2) cuando el imputado haya sufrido, a consecuencia del hecho, un daño físico o

moral grave, que torne desproporcionada la aplicación de la pena;

3) cuando la pena que probablemente podría imponerse por el hecho que se trata,

carezca de importancia en consideración a la pena ya impuesta o a la que se debe

esperar por otros hechos.

4) cuando el imputado se encuentre afectado por una enfermedad incurable, en

estado terminal, según dictamen pericial, o tenga más de setenta años y no exista

mayor compromiso para el interés público.

En los casos previstos en los incisos 1 y 2 será necesario que el imputado haya

reparado el daño ocasionado, o firmado un acuerdo con la víctima en ese sentido, o


afianzado suficientemente esa reparación, o haya demostrado fehacientemente su

voluntad de reparación.

Si el tribunal considerase conveniente la aplicación de alguno de los anteriores

criterios, deberá solicitar la opinión del fiscal. En caso de discrepancia entre el fiscal

y el tribunal, se requerirá opinión al fiscal superior del interviniente, la que será

vinculante.

. Regirá el art 16 inc 4.

TÍTULO III

Procedimiento

Capítulo I

Coerción personal

Artículo 21. Finalidad y alcance. La libertad personal y los demás derechos y

garantías reconocidos a toda persona por la Constitución Nacional, y los tratados

internacionales incorporados a su mismo nivel (art. 75, inc. 22, CN), sólo podrán

ser restringidos cuando sea absolutamente indispensable para garantizar el

conocimiento de la verdad sobre la acusación, el desarrollo del procedimiento y la

aplicación de la ley.

Artículo 22. Caracteres. Las únicas medidas de coerción aplicables en contra del

imputado serán las que se encuentren autorizadas expresamente. Su aplicación

será siempre excepcional, y debidamente fundamentada.

Son de carácter personal, se aplicarán con criterio restrictivo y se ejecutarán de

modo que perjudiquen lo menos posible a la persona y reputación de los afectados.

Artículo 23. Privación de libertad. El imputado permanecerá en libertad durante

todo el proceso salvo que existiere peligro cierto de fuga, o cuando su libertad

ponga en riesgo la efectividad de un acto concreto de la investigación, lo que

deberá acreditarse en cada caso.


No se restringirá la libertad personal del imputado sino en la medida imprescindible

para evitar aquellos peligros. Nunca podrá disponerse tal restricción para garantizar

el resarcimiento del daño civil, el pago de costas o multas.

Toda disposición que imponga una medida de coerción personal será recurrible.

Artículo 24. Límite temporal. La privación de libertad durante el procedimiento no

podrá durar más de un año sin que haya dado comienzo el debate oral y público

sobre la acusación. Verificada tal condición el imputado será liberado, sin que

pueda invocarse ningún motivo para no hacerlo.

Sólo en caso de delitos graves con dificultades probatorias extraordinarias el plazo

podrá ser prorrogado por otro tanto mas, por un tribunal superior.

Artículo 25. Tratamiento. Los detenidos preventivamente serán alojados en

establecimientos especiales, diferentes a los que se utilizan para los condenados.

Deberán ser tratados en todo momento como inocentes que sufren la detención con

el único fin de asegurar el desarrollo correcto del procedimiento penal. Su

sometimiento voluntario a programas de trabajo carcelario podrá considerarse a los

fines del art 23.

Artículo 26. Indemnización de la prisión arbitraria. Si el imputado que fuese

sobreseído o absuelto hubiera sido arbitrariamente privado de su libertad, tendrá

derecho a ser indemnizado por el Estado por los perjuicios sufridos.

Artículo 27. Revisión. Cuando a causa de la revisión de sentencia el condenado sea

absuelto o se le imponga pena menor, será indemnizado en razón del tiempo de

privación de libertad o inhabilitación sufrida, o por el tiempo sufrido en exceso. La

multa o su exceso será devuelta.

Capítulo II

Actividad probatoria

Artículo 28. Responsabilidad probatoria. Incumbe al acusador la responsabilidad de

probar la verdad sobre los extremos de la imputación delictiva. En los delitos de


acción pública esta responsabilidad recaerá exclusivamente en el Ministerio Público

Fiscal, sin perjuicio de las atribuciones del querellante.

Artículo 29. Legalidad de la prueba. Los elementos de prueba sólo tendrán valor si

han sido obtenidos por medios lícitos.

Artículo 30. Libertad. Salvo lo dispuesto en el artículo siguiente, los tribunales sólo

admitirán como prueba aquellos elementos de convicción que puedan conducir al

conocimiento de la verdad acerca de la imputación delictiva, de la personalidad del

imputado, y de las circunstancias para la individualización de la pena.

Además de los medios de prueba previstos por las leyes procesales, podrán

utilizarse otros distintos, siempre que no afecten las garantías personales.

Artículo 31. Exclusiones. Los actos que vulneren garantías consagradas por la

Constitución y la normativa supranacional incorporada a ella (art. 75, inc. 22, CN)

carecen de toda eficacia probatoria. La ineficiencia se extiende a todas aquellas

pruebas que, con arreglo a las circunstancias del caso, no hubiesen podido ser

obtenidas sin su violación y fueran consecuencia necesaria de ella.

Artículo 32. Valoración. El tribunal asignará el valor convictivo correspondiente a

cada uno de los elementos de prueba, con aplicación estricta de los principios de la

sana crítica. Deberá explicar, adecuadamente, las razones por las cuales les otorga

determinado valor, con base en la apreciación conjunta y armónica de toda la

prueba esencial.

Capítulo III

La acusación

Artículo 33. Preparación. Estará a cargo del Ministerio Público Fiscal la etapa

preparatoria de investigación de todos los delitos de acción pública, siempre bajo el

control jurisdiccional de los derechos y garantías de los justiciables, y sin perjuicio

de la intervención del querellante prevista en esta ley (art. 19). Tendrá por
finalidad la preparación del juicio oral y público, mediante la recolección de todos

los elementos probatorios que permitan fundar la acusación del fiscal o del

querellante y la defensa del imputado.

Si el fiscal se negare a acusar, un tribunal podrá requerir la opinión del superior

jerárquico de aquél. Si ambos compartieran la misma posición, no podrá abrirse el

juicio, salvo que exista acusación del querellante (art. 35).

El Fiscal que formulara la acusación podrá intervenir en el juicio, a su pedido o a

requerimiento del Fiscal que deba actuar en esa etapa, o por decisión de la máxima

jerarquía del Ministerio Publico interviniente.

Artículo 34 Contenido de la acusación. La acusación contendrá:

1) los datos que sirvan para identificar al imputado;

2) la relación precisa y circunstanciada del hecho delictivo que se atribuye;

3) la fundamentación de la acusación, con la expresión de los elementos de

convicción que la motivan;

4) la precisión de las disposiciones legales aplicables.

Artículo 35. Control jurisdiccional. Un tribunal resolverá, a pedido del acusado, si

hay suficiente fundamento para abrir el juicio, sobre la base de la acusación del

fiscal y la acusación del querellante, si la hubiese. En caso de que ellas fueran

contradictorias o irreconciliables, aquel órgano jurisdiccional precisará los hechos

sobre los cuales versará el juicio.

Si se abre el juicio sólo sobre la base de la acusación del querellante, el Ministerio

Público Fiscal deberá continuar con su actuación en el juicio, pero no está obligado

a sostener la pretensión de aquél.

Artículo 36 Límites. En ningún caso se podrá abrir el juicio si no existe, al menos,

una acusación, ni incluir en la sentencia hechos no contemplados en ella, ni podrá

el tribunal producir prueba de oficio. La acusación originaria podrá ser ampliada o

modificada durante el juicio, siempre que se salvaguarde el derecho de defensa


Artículo 37. Sentencia y acusación. El tribunal no podrá condenar al acusado si el

Ministerio Público Fiscal o, en su defecto, el querellante, no lo solicitan al concluir el

debate. Tampoco podrá imponerle una sanción más grave que la solicitada por

aquellos.

Tampoco podrá condenar al acusado en virtud de un precepto penal distinto del

invocado en la acusación o en el alegato final del acusador, salvo que durante el

debate fuese advertido de tal posibilidad, dándosele oportunidad de defensa.

El Ministerio Público Fiscal solo podrá requerir la absolución del acusado cuando

considere que la prueba recibida en el juicio ha privado de sustento razonable a la

acusación que lo originara.

Capítulo IV

El juicio

Artículo 38. Inmediación. El juicio se realizará con la presencia ininterrumpida de

todos los jueces, el fiscal, el acusado y su defensor y de las demás partes.

Artículo 39. Publicidad. El juicio será público. No obstante, el tribunal podrá

resolver, aun de oficio, que se realice total o parcialmente a puertas cerradas sólo

cuando:

1) se afecte directamente el pudor y la vida privada de alguna de las partes o de

alguna persona citada para participar;

2) corra riesgo la integridad física de los jueces, de alguna de las partes o de

alguna persona citada para participar;

3) peligre un secreto previsto legalmente;

4) intervenga un menor de dieciocho años y el tribunal considere inconveniente la

publicidad.

La resolución será fundada y constará en el acta del debate.

Desaparecido el motivo de la reserva, ingresará nuevamente el público y el

presidente relatará brevemente lo sucedido.


El tribunal podrá imponer a las partes que intervienen en el acto el deber de

mantener en reserva los hechos que presenciaron o conocieron, dejando en acta

constancia de la decisión.

Artículo 40. Medios de comunicación. Para informar al público lo que suceda en el

debate, las empresas de prensa, radiodifusión o televisión, o periodistas

profesionales podrán instalar en la sala de audiencias aparatos de grabación,

fotografía, radiofonía, filmación, transmisión de imágenes, u otros. El tribunal

señalará, en cada caso, las condiciones en que se ejercerán esas facultades. Podrá,

sin embargo, por resolución fundada, prohibir esa instalación o restringir la

registración o trasmisión de imágenes o voces, cuando ello perjudique el desarrollo

del debate o afecte alguno de los intereses señalados en el artículo anterior.

Si alguna persona que deba prestar declaración solicitare expresamente que

aquellos no graben su voz o su imagen, el tribunal podrá así disponerlo.

Artículo 41 . Oralidad. El juicio será oral. Sólo podrán ser excepcionalmente

incorporados al juicio por lectura:

1) las pruebas que se hayan recibido durante la investigación preparatoria (art. 53)

con posibilidad de efectivo contralor de las partes, sin perjuicio de que éstas exijan

la comparencia personal del testigo o perito, salvo que sea imposible. Fuera de

estos casos sólo podrán leerse declaraciones de testigos o peritos que hayan

fallecido imprevistamente.

2) las declaraciones o dictámenes producidos por comisión o informe, cuando el

acto se haya producido por escrito, y siempre que no sea materialmente posible la

comparencia personal del perito o testigo;

3) la denuncia, la prueba documental o de informes y las actas de reconocimiento,

registro o inspección practicadas conforme a lo previsto en el inc. 1, sin perjuicio

que se requiera la comparecencia personal de las personas que hubiesen

intervenido en ellas en cualquier carácter.


Todo otro elemento de prueba que se incorpore al juicio por su lectura no tendrá

ningún valor.

Las resoluciones del tribunal durante la audiencia se dictarán verbalmente.

Artículo 42. Continuidad. Iniciado el juicio, éste se realizará sin interrupción todos

los días hábiles hasta que se dicte sentencia, y sólo podrá suspenderse en caso de

imposibilidad material, por un tiempo no mayor de diez días corridos.

Artículo 43. División del debate. El presidente del tribunal podrá, cuando sea

conveniente para individualizar adecuadamente la pena o para facilitar la defensa

del acusado y siempre a pedido de éste, dividir el juicio en dos partes. En la

primera, el tribunal tratará y resolverá todo lo relativo a la existencia del hecho y la

culpabilidad del acusado; y en la segunda, lo relativo a la invididualización de la

pena aplicable.

Al finalizar la segunda parte del debate, el tribunal se pronunciará sobre la pena y

completará la sentencia según las reglas previstas para esa resolución.

Artículo 44. Requisitos de la sentencia. Toda sentencia contendrá:

1) la mención del tribunal, lugar y fecha en que se ha dictado, el nombre de los

integrantes del tribunal, el fiscal y las partes, y los datos personales del imputado;

2) la enunciación del hecho contenido en la acusación y sus circunstancias que

hayan sido objeto del juicio;

3) el voto de los jueces sobre la existencia del hecho, la culpabilidad del acusado, la

individualización de la pena y la acción resarcitoria que se hubiere intentado, con

exposición de los motivos de hecho y de derecho en los que se fundan, y con base

sólo en las pruebas producidas en el juicio (art. 41);

4) la determinación precisa y circunstanciada del hecho que el tribunal estima

acreditado;

5) la parte dispositiva, con mención de las normas legales aplicables.


Capítulo V

Recursos

Artículo 45. Derecho del imputado. El imputado tendrá derecho a recurrir de las

resoluciones judiciales por los medios y en los casos expresamente establecidos por

las leyes procesales, siempre que le causen agravio.

El recurso contra la sentencia condenatoria podrá procurar su anulación en el caso

de evidente violación de lo dispuesto por los arts. 7, párrafos 1 y 2, 11 y 32 de la

presente ley.

Artículo 46. Efecto extensivo. Cuando en una causa existan coimputados, el recurso

interpuesto por uno de ellos favorecerá a los demás, a menos que los motivos en

que se base sean exclusivamente personales.

Artículo47 . Reforma en perjuicio. Cuando la resolución haya sido impugnada solo

por el imputado o su defensor, o a su favor, no podrá ser modificada en su

perjuicio. Esta prohibición también regirá en el juicio de reenvío.

Artículo 48. Recurso del querellante. El querellante tendrá derecho de recurrir en

contra de las resoluciones jurisdiccionales, en todos los casos que se autorice a

hacerlo al Ministerio Público Fiscal, aunque éste las consienta o desista del recurso

interpuesto.

TÍTULO IV

Diversidad cultural

Artículo 49 Procedimiento. Cuando el juzgamiento del caso o la individualización de

la pena requieran un tratamiento especial, por referirse a hechos acaecidos dentro

de un grupo social con normas culturales propias, o cuando por la personalidad o

vida del imputado sea necesario conocer con mayor profundidad sus patrones de

comportamiento referenciales, el tribunal ordenará una pericia especial o dividirá el


juicio conforme a lo previsto en el art. 43 para permitir una mejor defensa y

facilitar la valoración de la prueba.

TÍTULO V

Ejecución de la pena

Artículo 50 Judicialidad. Los jueces de ejecución competentes controlarán el

cumplimiento de la legalidad durante la etapa de ejecución penal y garantizarán el

respeto de los derechos y garantías previstos en la Constitución y en los tratados

internacionales.

La intervención de los jueces será indispensable en la resolución de todas las

cuestiones e incidentes que impliquen una alteración sustancial de las condiciones

de cumplimiento de la sanción penal y siempre que la administración aplique

cualquier medida restrictiva de los derechos reconocidos a las personas privadas de

libertad.

La administración penitenciaria actuará subordinada a la autoridad judicial

competente en todo lo que se relacione con la ejecución de las condenas penales.

En estas tareas los funcionarios de la administración actuarán como auxiliares

directos del tribunal.

Artículo 51 Defensa. Las personas privadas de libertad podrán ejercer todos los

derechos y las facultades que la Constitución, los tratados internacionales, las leyes

penales y penitenciarias y los reglamentos le otorgan, planteando ante los jueces

competentes, todas las observaciones que, con fundamentos en aquellas reglas,

estimen convenientes. Los internos tendrán derecho a intervenir de manera amplia

en los incidentes de ejecución manifestando cuando crean conveniente,

proponiendo pruebas y controlando toda la prueba que se produzca.

Regirá el art. 14.

Artículo 51. Incidentes. Se adoptará para el trámite de las cuestiones e incidentes

de ejecución un procedimiento rápido e informal que prevea la participación del


Ministerio Público Fiscal y del interno interesado y que respete los principios y

garantías previstos en la presente ley. Regirá el art 16 inc.4, en cuantyo sea

pertinente

Artículo 52. Alternativas especiales de ejecución. En caso de que la sanción

impuesta por el delito no exceda de tres años de privación de libertad de

cumplimiento efectivo, el Juez, en atención a las circunstancias del hecho, la menor

extensión del daño causado o su reparación, y la personalidad del agente podrá, en

el momento de dictar sentencia, disponer que su ejecución se ajuste a lo dispuesto

por los artículos 36 y 39 de la ley nº 24.660.

TÍTULO VI

Disposiciones transitorias

Artículo 53. Vigencia. Esta ley entrará en vigencia en todo el país a los ciento

ochenta días de su publicación.

Artículo 54. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

PROYECTO ALTERNATIVO II

Ley de garantias mínimas para la procuración


y administración de justicia penal
en Argentina

TÍTULO I

Disposición general
“Toda persona sometida a un proceso penal en cualquiera de las
jurisdicciones existentes en el país estará protegida, como mínimo, por los
principios y garantías que establece esta ley y podrá solicitar su resguardo ante la
Corte Suprema de Justicia o la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
conforme las leyes y tratados que les otorgan competencia.

Asimismo, toda víctima que solicite la tutela de sus derechos en el proceso


penal, en cualquiera de las jurisdicciones del país, tendrá las facultades mínimas
establecidas en esta ley y podrá solicitar su resguardo cuando esa tutela haya sido
menoscaba o se vuelva ineficaz.”

TÍTULO II
Garantias
Capítulo I
Ámbito de aplicación y contralor federal
Artículo 1. Prevalencia. Las garantías establecidas en la Constitución Nacional y en los tratados
internacionales incorporados a su mismo nivel (art. 75, inc. 22) y los principios básicos establecidos en
esta ley serán de aplicación directa y prevalecerán sobre cualquier otra disposición en todo el territorio
nacional. Serán utilizados como fundamento de toda interpretación de los actos del procedimiento penal
y como condición para su validez.
El control final de su observancia compete a la Corte Suprema de Justicia de la Nación por medio del
recurso extraordinario de la ley n° 48 y sus modificatorias.

Artículo 2. Generalidad. Las garantías y principios previstos en esta ley serán de cumplimiento
obligatorio en todo procedimiento que implique una sanción penal, o cualquier disposición restrictiva de
la libertad adoptada en el curso de aquél.
Artículo 3. Solución del conflicto. Todos los tribunales penales procurarán también contribuir a la
restauración de la armonía social entre los protagonistas del conflicto surgido a consecuencia del delito,
de conformidad con los principios contenidos en esta ley y en el ordenamiento jurídico. A tal fin podrán
recurrir a servicios de mediación autorizados.

Capítulo II
Garantías del Imputado
Artículo 4. Juicio previo. Nadie será condenado a sanción penal alguna si no es por sentencia firme
dictada luego de haber sido oído en condiciones de plena igualdad con su acusador, en juicio con debate
oral y público, y plena vigencia de la inmediación, contradicción e identidad física de los integrantes del
tribunal, en las condiciones previstas en esta ley.
Los códigos procesales podrán regular procedimientos abreviados por acuerdo de partes, con resguardo
de las garantías individuales. Regirá el art 16 inc 4.
Artículo 5. Jurado. El acusado tendrá derecho a elegir ser juzgado por un tribunal integrado por jurados,
en las condiciones previstas en la ley respectiva.
Artículo 6. Independencia e imparcialidad del tribunal. Los jueces serán imparciales e independientes,
sometidos únicamente a la Constitución, a los tratados internacionales vigentes y a las leyes.
Artículo 7. Principio de inocencia. Todo imputado es considerado inocente del delito que se le atribuye y
debe ser tratado como tal hasta que sea declarada su culpabilidad por sentencia firme, fundada en
pruebas legítimas aportadas por los acusadores, que la acrediten indudablemente. Hasta entonces
ninguna autoridad podrá presentarlo como culpable
De existir alguna duda, los jueces siempre deberán optar por lo que sea más favorable al imputado.

Artículo 8.Duración máxima del proceso. El proceso deberá concluirse en un término razonable, en
atención a la gravedad de los hechos y a las dificultades de la investigación. Si el mismo se agotara sin
que los pedidos del acusado para lograr ser juzgado hayan sido acogidos, deberá concluir por
sobreseimiento.

Artículo 9. Sometimiento a proceso. Nadie será sometido a un procedimiento penal sin que medien
pruebas suficientes de su participación en un delito. Pero la simple indicación de ello deberá serle
comunicada a la persona indicada, y autorizará a ésta a ejercer el derecho de defensa en todas sus
manifestaciones, sin que por ello se la repute imputado.
Artículo 10. Persecución penal única. Nadie puede ser perseguido penalmente más de una vez por el
mismo hecho, aunque se afirmen nuevas circunstancias, o se modifiquen su calificación legal, el grado
del delito o la forma de participación atribuidos.
Artículo 11. Motivación de las resoluciones y requerimientos acusatorios. Las resoluciones
jurisdiccionales, para ser válidas, deberán ser fundadas en los hechos y en el derecho, e indicar el valor
convictivo asignado a los medios de prueba. Esta exigencia rige también para los requerimientos y
conclusiones de los acusadores.
Artículo 12. Defensa. El derecho de defensa es inviolable. El imputado tendrá derecho a intervenir en
todos los actos del procedimiento que incorporen elementos de prueba y a formular todas las peticiones
y observaciones que considere oportunas, sin perjuicio de la defensa técnica.
Artículo 13. Prohibición de exigir declarar o actuar contra sí mismo. El imputado no podrá ser obligado a
declarar ni a cumplir ninguna otra actividad en contra de su voluntad. Su silencio o negativa de
actuación no podrán ser valorados en su contra.
A la declaración del imputado deberá asistir siempre su defensor.
Artículo 14. Defensa técnica. Todo imputado tiene derecho a la asistencia y defensa efectiva de un
abogado desde el primer acto del procedimiento hasta el fin de la ejecución de la sentencia. Este
derecho es irrenunciable.
Cuando se niegue a designar uno o no cuente con los recursos suficientes, se le nombrará un defensor a
cargo del Estado.
El imputado que se encuentre detenido, tendrá siempre derecho a entrevistarse privadamente con el
defensor, desde el inicio de tal situación.

Capítulo III
Derechos de la víctima
Artículo 15. Calidad de víctima. Se considerará víctima:
1) a la persona ofendida por el delito;
2) en los delitos cuyo resultado sea la muerte de la víctima, al cónyuge, conviviente por más de dos
años, o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o por adopción, o segundo de afinidad, y al
heredero testamentario;
3) a los socios, respecto de los delitos que afecten a una sociedad, cometidos por quienes la dirigen,
administren o controlen, o sus gerentes;
4) a las asociaciones con personería jurídica en aquellos delitos que afecten intereses colectivos o
difusos, siempre que el objeto de la asociación se vincule directamente con la defensa de esos intereses;
5) a cualquier ciudadano cuando se trate de delitos que comprometan gravemente el interés general, y
hayan sido cometidos por funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones y con abuso de su cargo.
Artículo 16. Otros derechos de la víctima. La víctima tendrá los derechos siguientes durante el
procedimiento penal:
1) a ser tratada con el cuidado, respeto y consideración que por su dignidad merece;
2) a contar con asesoramiento jurídico, aun a cargo del Estado cuando no pudiese afrontar los gastos en
forma particular;
3) a ser informada de los resultados del procedimiento, aun cuando no haya intervenido en él, siempre
que lo solicite;
4) a ser escuchada antes de cada decisión que implique la extinción o suspensión de la acción penal, o la
recuperación de libertad del imputado, siempre que lo solicite;
5) a exponer en el juicio, aun cuando no haya participado en el procedimiento.
6) a intervenir como querellante en las condiciones previstas en esta ley;
7) a deducir la acción civil resarcitoria en el procedimiento penal.
La víctima será informada por escrito sobre sus derechos cuando realice la denuncia o en su primera
intervención en el procedimiento.
Artículo 17. Representación especial. La personas enumeradas en los incs. 1º y 2º del artículo 15 podrán
solicitar que sus derechos y facultades sean ejercidos directamente por una asociación de protección o
ayuda a las víctimas o de fomento al bien jurídico o interés afectado por el delito, sin fines de lucro,
cuando la participación en el procedimiento le pueda causar mayor daño psíquico o moral o cuando sea
más conveniente para la defensa de sus intereses.

TÍTULO III
El ejercicio de la acción pública
Principios de actuación
Artículo 18. Principio de legalidad. El Ministerio Público Fiscal tendrá la obligación de ejercer, de oficio, la
acción penal pública, salvo que dependa de instancia privada.
Artículo 19. Querellante. También tendrá derecho a hacerlo, mediante querella, toda persona definida en
esta ley como víctima, en las condiciones que fijen las leyes procesales.
Podrá actuar en conjunto con el Ministerio Público Fiscal, pero en ningún caso se podrá subordinar su
actuación a directivas o conclusiones de éste.
Si un representante del Ministerio Público se negara a investigar los hechos contenidos en la querella, la
víctima podrá ocurrir ante un tribunal, o unsuperior jerárquico de aquél, según lo disponga la ley
procesal, el que podrá ordenar a otro fiscal que inicie la investigación.
Si en las oportunidades procesales que correspondan, el Ministerio Público Fiscal no formaliza la
acusación (art. 34 ) o no requiere el dictado de una sentencia condenatoria (art. 37 ), las peticiones del
querellante en cualquiera de estos sentidos habilitarán a los tribunales a abrir el juicio (art. 35 ) a juzgar
y a condenar (art. 37 ), con arreglo a lo que dispongan las leyes procesales, salvo lo dispuesto por el
artículo 20.
Artículo 20. Criterios de oportunidad. No obstante el deber impuesto por el artículo 18, los funcionarios
del Ministerio Público Fiscal podrán plantear al tribunal el cese del ejercicio de la acción penal, total o
parcialmente, o su limitación a alguna o varias infracciones, o a algunas de las personas que participaron
en el hecho, en los siguientes casos:
1) cuando se trate de un hecho que por su insignificancia, por lo exiguo de la contribución del partícipe o
por su mínima culpabilidad, no afecte mayormente el interés público, salvo que haya sido cometido por
un funcionario público con abuso de su cargo;
2) cuando el imputado haya sufrido, a consecuencia del hecho, un daño físico o moral grave, que torne
desproporcionada la aplicación de la pena;
3) cuando la pena que probablemente podría imponerse por el hecho que se trata, carezca de
importancia en consideración a la pena ya impuesta o a la que se debe esperar por otros hechos.
4) cuando el imputado se encuentre afectado por una enfermedad incurable, en estado terminal, según
dictamen pericial, o tenga más de setenta años y no exista mayor compromiso para el interés público.
En los casos previstos en los incisos 1 y 2 será necesario que el imputado haya reparado el daño
ocasionado, o firmado un acuerdo con la víctima en ese sentido, o afianzado suficientemente esa
reparación, o haya demostrado fehacientemente su voluntad de reparación.
Si el tribunal considerase conveniente la aplicación de alguno de los anteriores criterios, deberá solicitar
la opinión del fiscal. En caso de discrepancia entre el fiscal y el tribunal, se requerirá opinión al fiscal
superior del interviniente, la que será vinculante.
Regirá el art 16 inc 4.

TÍTULO III
Procedimiento
Capítulo I
Coerción personal
Artículo 21. Finalidad y alcance. La libertad personal y los demás derechos y garantías reconocidos a
toda persona por la Constitución Nacional, y los tratados internacionales incorporados a su mismo nivel
(art. 75, inc. 22, CN), sólo podrán ser restringidos cuando sea absolutamente indispensable para
garantizar el conocimiento de la verdad sobre la acusación, el desarrollo del procedimiento y la
aplicación de la ley.
Artículo 22. Caracteres. Las únicas medidas de coerción aplicables en contra del imputado serán las que
se encuentren autorizadas expresamente. Su aplicación será siempre excepcional, y debidamente
fundamentada.
Son de carácter personal, se aplicarán con criterio restrictivo y se ejecutarán de modo que perjudiquen
lo menos posible a la persona y reputación de los afectados.
Artículo 23. Privación de libertad. El imputado permanecerá en libertad durante todo el proceso salvo
que existiere peligro cierto de fuga, o cuando su libertad ponga en riesgo la efectividad de un acto
concreto de la investigación, lo que deberá acreditarse en cada caso.
No se restringirá la libertad personal del imputado sino en la medida imprescindible para evitar aquellos
peligros. Nunca podrá disponerse tal restricción para garantizar el resarcimiento del daño civil, el pago
de costas o multas.
Toda disposición que imponga una medida de coerción personal será recurrible.

Artículo 24. Límite temporal. La privación de libertad durante el procedimiento no podrá durar más de un
año sin que haya dado comienzo el debate oral y público sobre la acusación. Verificada tal condición el
imputado será liberado, sin que pueda invocarse ningún motivo para no hacerlo.
Sólo en caso de delitos graves con dificultades probatorias extraordinarias el plazo podrá ser prorrogado
por otro tanto mas, por un tribunal superior.
Artículo 25. Tratamiento. Los detenidos preventivamente serán alojados en establecimientos especiales,
diferentes a los que se utilizan para los condenados. Deberán ser tratados en todo momento como
inocentes que sufren la detención con el único fin de asegurar el desarrollo correcto del procedimiento
penal. Su sometimiento voluntario a programas de trabajo carcelario podrá considerarse a los fines del
art 23.
Artículo 26. Indemnización de la prisión arbitraria. Si el imputado que fuese sobreseído o absuelto
hubiera sido arbitrariamente privado de su libertad, tendrá derecho a ser indemnizado por el Estado por
los perjuicios sufridos.
Artículo 27. Revisión. Cuando a causa de la revisión de sentencia el condenado sea absuelto o se le
imponga pena menor, será indemnizado en razón del tiempo de privación de libertad o inhabilitación
sufrida, o por el tiempo sufrido en exceso. La multa o su exceso será devuelta.

Capítulo II
Actividad probatoria
Artículo 28. Responsabilidad probatoria. Incumbe al acusador la responsabilidad de probar la verdad
sobre los extremos de la imputación delictiva. En los delitos de acción pública esta responsabilidad
recaerá exclusivamente en el Ministerio Público Fiscal, sin perjuicio de las atribuciones del querellante.
Artículo 29. Legalidad de la prueba. Los elementos de prueba sólo tendrán valor si han sido obtenidos
por medios lícitos.
Artículo 30. Libertad. Salvo lo dispuesto en el artículo siguiente, los tribunales sólo admitirán como
prueba aquellos elementos de convicción que puedan conducir al conocimiento de la verdad acerca de la
imputación delictiva, de la personalidad del imputado, y de las circunstancias para la individualización de
la pena.
Además de los medios de prueba previstos por las leyes procesales, podrán utilizarse otros distintos,
siempre que no afecten las garantías personales.
Artículo 31. Exclusiones. Los actos que vulneren garantías consagradas por la Constitución y la
normativa supranacional incorporada a ella (art. 75, inc. 22, CN) carecen de toda eficacia probatoria. La
ineficiencia se extiende a todas aquellas pruebas que, con arreglo a las circunstancias del caso, no
hubiesen podido ser obtenidas sin su violación y fueran consecuencia necesaria de ella.
Artículo 32. Valoración. El tribunal asignará el valor convictivo correspondiente a cada uno de los
elementos de prueba, con aplicación estricta de los principios de la sana crítica. Deberá explicar,
adecuadamente, las razones por las cuales les otorga determinado valor, con base en la apreciación
conjunta y armónica de toda la prueba esencial.

Capítulo III
La acusación
Artículo 33. Preparación. Estará a cargo del Ministerio Público Fiscal la etapa preparatoria de
investigación de todos los delitos de acción pública, siempre bajo el control jurisdiccional de los derechos
y garantías de los justiciables, y sin perjuicio de la intervención del querellante prevista en esta ley (art.
19). Tendrá por finalidad la preparación del juicio oral y público, mediante la recolección de todos los
elementos probatorios que permitan fundar la acusación del fiscal o del querellante y la defensa del
imputado.
Si el fiscal se negare a acusar, un tribunal podrá requerir la opinión del superior jerárquico de aquél. Si
ambos compartieran la misma posición, no podrá abrirse el juicio, salvo que exista acusación del
querellante (art. 35).
El Fiscal que formulara la acusación podrá intervenir en el juicio, a su pedido o a requerimiento del Fiscal
que deba actuar en esa etapa, o por decisión de la máxima jerarquía del Ministerio Publico interviniente.
Artículo 34 Contenido de la acusación. La acusación contendrá:
1) los datos que sirvan para identificar al imputado;
2) la relación precisa y circunstanciada del hecho delictivo que se atribuye;
3) la fundamentación de la acusación, con la expresión de los elementos de convicción que la motivan;
4) la precisión de las disposiciones legales aplicables.
Artículo 35. Control jurisdiccional. Un tribunal resolverá, a pedido del acusado, si hay suficiente
fundamento para abrir el juicio, sobre la base de la acusación del fiscal y la acusación del querellante, si
la hubiese. En caso de que ellas fueran contradictorias o irreconciliables, aquel órgano jurisdiccional
precisará los hechos sobre los cuales versará el juicio.
Si se abre el juicio sólo sobre la base de la acusación del querellante, el Ministerio Público Fiscal deberá
continuar con su actuación en el juicio, pero no está obligado a sostener la pretensión de aquél.
Artículo 36 Límites. En ningún caso se podrá abrir el juicio si no existe, al menos, una acusación, ni
incluir en la sentencia hechos no contemplados en ella, ni podrá el tribunal producir prueba de oficio. La
acusación originaria podrá ser ampliada o modificada durante el juicio, siempre que se salvaguarde el
derecho de defensa
Artículo 37. Sentencia y acusación. El tribunal no podrá condenar al acusado si el Ministerio Público
Fiscal o, en su defecto, el querellante, no lo solicitan al concluir el debate. Tampoco podrá imponerle una
sanción más grave que la solicitada por aquellos.
Tampoco podrá condenar al acusado en virtud de un precepto penal distinto del invocado en la acusación
o en el alegato final del acusador, salvo que durante el debate fuese advertido de tal posibilidad,
dándosele oportunidad de defensa.
El Ministerio Público Fiscal solo podrá requerir la absolución del acusado cuando considere que la prueba
recibida en el juicio ha privado de sustento razonable a la acusación que lo originara.

Capítulo IV
El juicio
Artículo 38. Inmediación. El juicio se realizará con la presencia ininterrumpida de todos los jueces, el
fiscal, el acusado y su defensor y de las demás partes.
Artículo 39. Publicidad. El juicio será público. No obstante, el tribunal podrá resolver, aun de oficio, que
se realice total o parcialmente a puertas cerradas sólo cuando:
1) se afecte directamente el pudor y la vida privada de alguna de las partes o de alguna persona citada
para participar;
2) corra riesgo la integridad física de los jueces, de alguna de las partes o de alguna persona citada para
participar;
3) peligre un secreto previsto legalmente;
4) intervenga un menor de dieciocho años y el tribunal considere inconveniente la publicidad.
La resolución será fundada y constará en el acta del debate.
Desaparecido el motivo de la reserva, ingresará nuevamente el público y el presidente relatará
brevemente lo sucedido.
El tribunal podrá imponer a las partes que intervienen en el acto el deber de mantener en reserva los
hechos que presenciaron o conocieron, dejando en acta constancia de la decisión.
Artículo 40. Medios de comunicación. Para informar al público lo que suceda en el debate, las empresas
de prensa, radiodifusión o televisión, o periodistas profesionales podrán instalar en la sala de audiencias
aparatos de grabación, fotografía, radiofonía, filmación, transmisión de imágenes, u otros. El tribunal
señalará, en cada caso, las condiciones en que se ejercerán esas facultades. Podrá, sin embargo, por
resolución fundada, prohibir esa instalación o restringir la registración o trasmisión de imágenes o voces,
cuando ello perjudique el desarrollo del debate o afecte alguno de los intereses señalados en el artículo
anterior.
Si alguna persona que deba prestar declaración solicitare expresamente que aquellos no graben su voz o
su imagen, el tribunal podrá así disponerlo.
Artículo 41 . Oralidad. El juicio será oral. Sólo podrán ser excepcionalmente incorporados al juicio por
lectura:
1) las pruebas que se hayan recibido durante la investigación preparatoria (art. 53) con posibilidad de
efectivo contralor de las partes, sin perjuicio de que éstas exijan la comparencia personal del testigo o
perito, salvo que sea imposible. Fuera de estos casos sólo podrán leerse declaraciones de testigos o
peritos que hayan fallecido imprevistamente.
2) las declaraciones o dictámenes producidos por comisión o informe, cuando el acto se haya producido
por escrito, y siempre que no sea materialmente posible la comparencia personal del perito o testigo;
3) la denuncia, la prueba documental o de informes y las actas de reconocimiento, registro o inspección
practicadas conforme a lo previsto en el inc. 1, sin perjuicio que se requiera la comparecencia personal
de las personas que hubiesen intervenido en ellas en cualquier carácter.
Todo otro elemento de prueba que se incorpore al juicio por su lectura no tendrá ningún valor.
Las resoluciones del tribunal durante la audiencia se dictarán verbalmente.
Artículo 42. Continuidad. Iniciado el juicio, éste se realizará sin interrupción todos los días hábiles hasta
que se dicte sentencia, y sólo podrá suspenderse en caso de imposibilidad material, por un tiempo no
mayor de diez días corridos.
Artículo 43. División del debate. El presidente del tribunal podrá, cuando sea conveniente para
individualizar adecuadamente la pena o para facilitar la defensa del acusado y siempre a pedido de éste,
dividir el juicio en dos partes. En la primera, el tribunal tratará y resolverá todo lo relativo a la existencia
del hecho y la culpabilidad del acusado; y en la segunda, lo relativo a la invididualización de la pena
aplicable.
Al finalizar la segunda parte del debate, el tribunal se pronunciará sobre la pena y completará la
sentencia según las reglas previstas para esa resolución.
Artículo 44. Requisitos de la sentencia. Toda sentencia contendrá:
1) la mención del tribunal, lugar y fecha en que se ha dictado, el nombre de los integrantes del tribunal,
el fiscal y las partes, y los datos personales del imputado;
2) la enunciación del hecho contenido en la acusación y sus circunstancias que hayan sido objeto del
juicio;
3) el voto de los jueces sobre la existencia del hecho, la culpabilidad del acusado, la individualización de
la pena y la acción resarcitoria que se hubiere intentado, con exposición de los motivos de hecho y de
derecho en los que se fundan, y con base sólo en las pruebas producidas en el juicio (art. 41);
4) la determinación precisa y circunstanciada del hecho que el tribunal estima acreditado;
5) la parte dispositiva, con mención de las normas legales aplicables.

Capítulo V
Recursos
Artículo 45. Derecho del imputado. El imputado tendrá derecho a recurrir de las resoluciones judiciales
por los medios y en los casos expresamente establecidos por las leyes procesales, siempre que le causen
agravio.
El recurso contra la sentencia condenatoria podrá procurar su anulación en el caso de evidente violación
de lo dispuesto por los arts. 7, párrafos 1 y 2, 11 y 32 de la presente ley.
Artículo 46. Efecto extensivo. Cuando en una causa existan coimputados, el recurso interpuesto por uno
de ellos favorecerá a los demás, a menos que los motivos en que se base sean exclusivamente
personales.
Artículo47 . Reforma en perjuicio. Cuando la resolución haya sido impugnada solo por el imputado o su
defensor, o a su favor, no podrá ser modificada en su perjuicio. Esta prohibición también regirá en el
juicio de reenvío.
Artículo 48. Recurso del querellante. El querellante tendrá derecho de recurrir en contra de las
resoluciones jurisdiccionales, en todos los casos que se autorice a hacerlo al Ministerio Público Fiscal,
aunque éste las consienta o desista del recurso interpuesto.

TÍTULO V
Diversidad cultural
Artículo 49 Procedimiento. Cuando el juzgamiento del caso o la individualización de la pena requieran un
tratamiento especial, por referirse a hechos acaecidos dentro de un grupo social con normas culturales
propias, o cuando por la personalidad o vida del imputado sea necesario conocer con mayor profundidad
sus patrones de comportamiento referenciales, el tribunal ordenará una pericia especial o dividirá el
juicio conforme a lo previsto en el art. 43 para permitir una mejor defensa y facilitar la valoración de la
prueba.

TÍTULO VI
Ejecución de la pena
Artículo 50 Judicialidad. Los jueces de ejecución competentes controlarán el cumplimiento de la legalidad
durante la etapa de ejecución penal y garantizarán el respeto de los derechos y garantías previstos en la
Constitución y en los tratados internacionales.
La intervención de los jueces será indispensable en la resolución de todas las cuestiones e incidentes que
impliquen una alteración sustancial de las condiciones de cumplimiento de la sanción penal y siempre
que la administración aplique cualquier medida restrictiva de los derechos reconocidos a las personas
privadas de libertad.
La administración penitenciaria actuará subordinada a la autoridad judicial competente en todo lo que se
relacione con la ejecución de las condenas penales. En estas tareas los funcionarios de la administración
actuarán como auxiliares directos del tribunal.
Artículo 51 Defensa. Las personas privadas de libertad podrán ejercer todos los derechos y las facultades
que la Constitución, los tratados internacionales, las leyes penales y penitenciarias y los reglamentos le
otorgan, planteando ante los jueces competentes, todas las observaciones que, con fundamentos en
aquellas reglas, estimen convenientes. Los internos tendrán derecho a intervenir de manera amplia en
los incidentes de ejecución manifestando cuando crean conveniente, proponiendo pruebas y controlando
toda la prueba que se produzca.
Regirá el art. 14.
Artículo 51. Incidentes. Se adoptará para el trámite de las cuestiones e incidentes de ejecución un
procedimiento rápido e informal que prevea la participación del Ministerio Público Fiscal y del interno
interesado y que respete los principios y garantías previstos en la presente ley. Regirá el art 16 inc.4, en
cuantyo sea pertinente
Artículo 52. Alternativas especiales de ejecución. En caso de que la sanción impuesta por el delito no
exceda de tres años de privación de libertad de cumplimiento efectivo, el Juez, en atención a las
circunstancias del hecho, la menor extensión del daño causado o su reparación, y la personalidad del
agente podrá, en el momento de dictar sentencia, disponer que su ejecución se ajuste a lo dispuesto por
los artículos 36 y 39 de la ley nº 24.660.

TÍTULO VII

Disposiciones transitorias
Artículo 53. Vigencia. Esta ley entrará en vigencia en todo el país a los ciento ochenta días de su
publicación.
Artículo 54. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

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