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Vasquez, A.

(2006) La crisis de la mitad de la vida dentro del contexto general del


desarrollo adulto y del estudio de la dimensión temporal. Revisión y reflexiones.
EN: VIII Jornadas de Psicología Universitaria. Montevideo: UdelaR-Fac de
Psicología. 111-117.

La crisis de la mitad de la vida dentro del contexto general del desarrollo


adulto y del estudio de la dimensión temporal. Revisión y reflexiones.

Alejandro Vásquez Echeverría

Resumen: La crisis de la mitad de la vida, definida por Jaques en 1966, se


caracteriza por el debilitamiento de las defensas maniacas y de negación que
protegían al self, hasta ese momento efectivamente, del reconocimiento de la
inevitable propia muerte futura y de la existencia de impulsos de destrucción y odio.
Se produce en el entorno de los 40 años e implica profundos cambios en la vivencia
subjetiva del tiempo.

El presente trabajo se trata de un artículo de revisión sobre el estado actual del


estudio de la crisis de la mitad de la vida entendida en el contexto general del
desarrollo adulto. Para ello, se presenta la teoría de Daniel Levinson, se discute si el
fenómeno evolutivo que se produce en la mitad de la vida es una transición o una
crisis y se analizan en detalle los cambios acaecidos en la vivencia subjetiva del
tiempo. Asimismo, a lo largo del artículo se intenta mantener como categoría de
análisis la perspectiva de género y una concepción del desarrollo ontogénico que
implica: a) que el mismo dura toda la vida y b) que ninguna etapa vital tiene un rol
determinante en la regulación de la dirección o naturaleza del desarrollo.

Palabras Clave: crisis de la mitad de la vida – desarrollo adulto – temporalidad.

1. Introducción. 50 años, un rezagado: el Desarrollo adulto

Dentro de la psicología evolutiva sin duda el tema históricamente más relegado ha


sido el desarrollo adulto. Su descripción y conceptualización es pobre aunque ha
captado la atención de muchos psicólogos en los últimos años. Subyacente a esto,
esta la creencia fuertemente arraigada en la psicología de que el desarrollo
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ontogénico tiene un cierre sobre la juventud y un declive hacia la vejez. El porque


esto ha sucedido así puede explicarse por varias razones (véase Amorín, 2006,
Rappoport, 1978, Levinson, 1986). Específicamente, Levinson argumenta que las
teorías más relevantes en el estudio del desarrollo infantil como la de Freud y Piaget
no permiten preocuparse por el desarrollo adulto ya que en las mismas, el desarrollo
en general culmina con la adolescencia.
Sobre la segunda mitad del siglo XX esta tendencia inicial se ha ido
revirtiendo con la aparición de los trabajos por ejemplo de Erikson, Neugarten y
Levinson. Por tratarse del modelo más comprehensivo para entender el periodo de
la adultez, presentaremos a continuación el modelo de Daniel Levinson.

La concepción del desarrollo adulto de Daniel Levinson

Levinson desde la década de 1970 realizó una compleja serie de investigaciones


que le condujeron a formular una concepción del desarrollo adulto muy refinada. Su
modelo es estructuralista y se basa en 3 pilares: los conceptos de curso vital y ciclo
vital; el concepto de estructura vital y su evolución durante la adultez.

El concepto de curso vital (life couse) es un termino descriptivo, que no implica un


alto nivel de abstracción teórica. Busca resaltar que la vida esta en constante
evolución desde el nacimiento hasta la muerte en todas las áreas de la vida.
Mientras que en el concepto de ciclo vital, “ciclo” implica que existe un orden
subyacente en el curso vital por el que todo humano debe atravesar. Dentro de este
contexto, Levinson define a la estación (season) o era como el mayor segmento o
división dentro del ciclo vital. El cambio también se da dentro de las estaciones y las
transiciones son necesarias para pasar de una estación a otra. Las eras tienen
características generales: a) cada era tiene su correlato con un carácter
biopsicosocial definido, b) se superponen relativamente; c) cada era o periodo del
desarrollo empieza a una edad muy definida. Se proporciona la edad promedio y no
variaría más de ± 2 años (para todos los sujetos); d) Se trataría de una constante
universal (1986) de trayectorias diferentes.
Las eras que conforman la macro estructura del ciclo vital en la concepción de
Levinson son la preadultez (0-20), la adultez temprana (17-45), la adultez media (40-
65) y la adultez tardía (60 en adelante, comúnmente denominado vejez).
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Estructura vital individual (life structure). El concepto de “Estructura vital” es


definido como “un patrón o diseño subyacente de la vida de una persona en un
momento dado”. Es un concepto bisagra entre los de “estructura social” y el de
“estructura de la personalidad” porque los interrelaciona. En el modelo de Levinson,
la evolución de los “periodos” equivale a los periodos de evolución de las estructuras
vitales a lo largo del curso vital. Requiere examinar todas las relaciones significativas
que establece el sujeto, cual es su patrón y que tarea vital están cumpliendo. Para
lograrlo se debe intentar responder estas preguntas: ¿Como es la vida del sujeto
ahora? ¿Cuales son las partes mas importantes de su vida y como se
interrelacionan? ¿En que emplea la mayor parte de su tiempo y energía? ¿Cuales
son las relaciones (con personas o instituciones) que quiere mejorar y darle más
importancia? ¿Hay intereses menores que quiere volver más relevantes?

Periodos evolutivos en la adultez temprana y la adultez media. Según Levinson los


periodos evolutivos siguen una secuencia predefinida y universal que aplicaría para
todos los sujetos adultos. La secuencia en este periodo es una alternancia de
periodos de construcción de estructura y cambio de estructura (periodos
transicionales).

Construcción de estructura. La tarea principal en los periodos de esta naturaleza es


tomar decisiones claves para crear una estructura vital alrededor de ellas y luego
intentar sostenerlas y alcanzar las metas y los valores que nos propusimos. No es
un periodo fácil, sobretodo cuando nos damos cuenta de que esa estructura no era
tan satisfactoria como nos lo habíamos imaginado. La duración media es de 5 a 7
años, excepcionalmente pueden extenderse hasta 10 años

Cambio de estructura (transición). La tarea aquí es reevaluar y dar por finalizada la


estructura anterior y crear las posibilidades psicológicas para que surja una
estructura nueva así como ver que viabilidad hay de tomar decisiones claves. Su
duración es de 5 años. Casi la mitad de la vida adulta implica periodos de transición.

En suma, la secuencia descubierta por Levinson ofrece el siguiente panorama para


la adultez temprana y media: 1) la transición adulta temprana; 2) comienzo de la
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estructura vital para la adultez temprana; 3) transición de los 30 años; 4) cierre de la


estructura vital para la adultez temprana; 5) transición de la mitad de la vida; 6)
comienzo de la estructura vital para la adultez media; 7) transición de los 50 años; 8)
cierre de la estructura vital para la adultez media y 9) transición hacia la adultez
tardía.

Aspectos Metodológicos. Disgustado con los métodos longitudinales y los trans-


seccionales, Levinson recupera el método biográfico para el trabajo de investigación
ya que, según él, es el que mejor captura el fluir del curso vital. La persona
reconstruye su historia vital asignándole sentido a cada uno de los momentos
evolutivos, con ayuda, si es necesario del entrevistador. Se entrevistaron a 40
hombres, 45 mujeres y se analizaron además 100 autobiografías suficientemente
reportadas y sin saltos temporales y otros relatos de diversas fuentes escritas y
diferentes culturas y épocas históricas. El análisis de las mismas es altamente
cualitativo. Levinson recalca que los descubrimientos de las eras y los periodos
fueron dados por la investigación y nunca se formularon en términos de hipótesis a
priori de investigación. Asimismo, la diferencia temporal entre la investigación de las
“estaciones en la vida de un hombre” y de las “estaciones en la vida de una mujer”
arrojaron la existencia de diferencias de género en torno a la elaboración y
búsqueda de realización del sueño. El sueño se define como una visión, una
posibilidad imaginada que genera emoción, excitación y vitalidad, además de un
sentido para la vida. El sueño tiene una importancia psicológica alta en el sentido de
que organiza la creación de estructura de vida y facilita el logro de satisfacción
personal. Mientras que entre los varones son principalmente profesionales o
sociales, entre las mujeres el tema del Sueño es doméstico y familiar. Además,
Kittrell (1998) repasando el trabajo de Levinson, agrega que carecían de un Sueño
tal como él lo conceptualizó ya que no generaba en ellas excitación, emoción ni
vitalidad, incluso entre mujeres profesionales. La mayoría de las entrevistadas no
pudieron formar un Sueño ni habían establecido relaciones-mentor hacia el final del
la Transición Adulta Temprana (23 años). El mismo Levinson afirmó que las metas
domesticas “no generaban un sueño estimulante para ninguna de esas mujeres”. En
conclusión, el trabajo comparativo de Kittrell confirma la existencia de diferencias
sociales provocadas por el género para la organización de la temporalidad (Tiempo
III).
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2. La mitad de la vida ¿crisis o transición?

Comúnmente se ha descrito que los hombres en el entorno de los 40 años pasan


por un momento de profundo cambio del self, de la perspectiva que tienen de la vida,
de la percepción del tiempo lo cual conduce -luego de este periodo de movilización
emocional- a la preparación psicológica para la segunda mitad de la vida y a
cambios o reformulaciones en sus valores, expectativas y sentimientos.
Jaques (1966) fue el primero en definir conceptualmente este fenómeno como
la “crisis de la mitad de la vida” (CMV). Desde entonces se lo ha estudiado
reiteradamente, la mayoría de las veces aisladamente aunque cada vez mas la
tendencia es a enmarcarlo dentro del escenario más amplio del desarrollo adulto,
como por ejemplo hemos visto en Levinson. Según Jaques en esta etapa se hacen
ineficientes los mecanismos defensivos maniacos y de negación (efectivos hasta ese
momento) para estos dos hechos: la eventual propia muerte futura y la existencia de
impulsos destructivos y de odio dentro de cada persona.
Se trata de un fenómeno evolutivo, por el que atravesarían en mayor o
menor medida todas las personas. Para Moffatt es una de las transiciones “mas
importantes desde el punto de vista de las situaciones de emergencia
psicológicas a las que dan lugar” (1982: 18) siendo la CMV, la sexta de las 9
crisis evolutivas. Entender a la CMV como crisis evolutiva también permite
desechar argumentos que postulan que la misma es una “quimera” (cf. Kruger,
1994) por no despertar síntomas clínicos como mayores niveles de ansiedad o
depresión (Oles, 1999). Se trata de una crisis profundamente existencial donde el
trabajo principal es reasignar el sentido de la vida y tomar conciencia de la propia
muerte futura (elaboración del duelo por la transitoriedad individual).

Por las propias características del trabajo psíquico de este periodo y por no
estar asociado a cambios corporales específicos (al menos no en hombres), se ha
puesto en duda la utilidad del concepto “crisis” para denominar este fenómeno.
Levinson quizás fue el primero en hacerlo. Para Levinson las preocupaciones de
este periodo se correlacionan al cambio de estructura vital de la adultez joven a la
media. Por esto, como ya vimos, optó por denominar a esa etapa “transición de la
mitad de la vida” siendo las tareas principales de esta etapa a) la re-evaluación del
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sueño; b) el establecimiento de relaciones-mentor, esta vez en el rol de mentor; c)


culminación del establecimiento profesional y d) la reformulación del sentido o
estado de las relaciones amorosas.

Montero (2005) por su parte, propone utilizar ambos conceptos dentro de un


continuum transición-crisis, donde en el primer caso de produce un énfasis en el
decurso evolutivo, y en el segundo hay un énfasis en el conflicto específico y un
procesamiento más patológico del mismo.

Ciertamente, la denominación de crisis tiene connotaciones semánticas


variadas pero es un término generalmente asociado a enfrentamientos bélicos o a
debacles económicas. Si reservamos su sentido a como se lo ha entendido en
psicología evolutiva considero que el uso de las palabras crisis o transición es una
sutileza que responde a la concepción del desarrollo adulto subyacente y esta
discrepancia terminológica no debería generar mayores discusiones sobre la
existencia del fenómeno al que se está haciendo referencia. En resumen, parece
tratarse de un fenómeno universal pero que se transita y resuelve con importantes
diferencias inter-individuales (Oles, 1999).

3. Un factor crítico para entender el desarrollo adulto y el proceso de envejecimiento:


el tiempo y su percepción subjetiva.

La temporalidad de las personas constituye una de las dimensiones más importantes


del psiquismo. De los 4 niveles temporales por los que está atravesada la vida de la
persona, para la psicología evolutiva de la vida entera el más importante resulta ser
el Tiempo III, el tiempo de la memoria y los proyectos. Esta dimensión hace especial
hincapié en el análisis y estudio de la organización de la trama narrativa que crea el
yo (Moffatt, 1982) y de la integración de los tres momentos temporales que se
fusionan en la conducta intencional (Jaques, 1984). Esto incluye, la organización y
logro de los deseos y proyectos en el pasado, la organización los deseos y
proyectos de la persona a futuro, de que manera los alcanza o planifica alcanzar.
En particular para la CMV se ha descrito la existencia de un fuerte cambio en
la percepción del tiempo subjetivo, cuando se produciría una aceleración en la
percepción del paso del tiempo biográfico, lo cual esta asociado a distintos
fenómenos de cambio físicos, en el ambiente y en especial, psicológicos.
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Frecuentemente esta percepción subjetiva dispara procesos ansiógenos donde la


persona siente por ejemplo, que el paso del tiempo se le ha vuelto un gran problema
por no haber alcanzado las metas propuestas, por sentir haber perdido muchas
oportunidades en la vida, por no haberse desarrollado personalmente y a un
aumento en la toma de conciencia de la propia muerte futura.
Esta situación produce fuertes movilizaciones lo cual conduce a que se
caracterice a este periodo de la adultez por su fuerte evaluación, re-evaluación y
reflexión sobre el sentido de la vida, la transitoriedad de la misma y el problema de la
incompletud personal. Me planteo aquí en que medida puede la CMV estar asociada
al fenómeno cognitivo de la aceleración subjetiva del paso del tiempo físico: ¿son los
procesos de duelo disparados por dicha aceleración? 1 Sea por medio de influencia
causal o retroalimentación, ambos fenómenos parecen estar muy ligados ya que
repetidamente en la literatura son ubicados en el entorno de los 40 años.

4. Discusión final

La mayor parte de la vida de una persona, ese periodo “amorfo y poco conocido”
(Levinson, 1986) de la adultez, ha sido el gran relegado de la psicología evolutiva.
Solo recientemente, luego de que pasara la admiración por el desarrollo del niño y
luego de que se pusieran recursos en entender a los cambios asociados a la vejez,
se comprendió que el desarrollo ontogénico no se completa en la juventud sino que
se extiende durante toda la vida con un interjuego de crecimiento y pérdidas (Baltes
et al. 1999). El estudio de la constancia y el cambio a lo largo de la ontogénesis, ya
sea en la búsqueda de regularidades o de diferencias interindividuales, ha
desembocado en la psicología evolutiva de la vida entera, la cual puede
considerarse una sub-disciplina dentro de la psicología evolutiva, una perspectiva
teórica o una metodología (Baltes, 1987). Una de las conclusiones realizadas desde

1
Draaisma (2006) explica la ilusión temporal de aceleración que se produce a partir de los 40 años por
fundamentalmente dos razones: el enlentecimiento de los relojes fisiológicos y el efecto de reminiscencia (Rubin
et al., 1998) que se explica debido a la gran cantidad de indicadores temporales almacenados entre los 10 y los
30 años. Al ser más escasos los indicadores temporales a partir de la adultez media, la velocidad subjetiva del
tiempo se acelera en tanto el lapso de tiempo objetivo entre en indicador temporal y otro es cada vez mayor: el
tiempo percibido está modulado por los recuerdos. Esta explicación, esta en consonancia con la idea de Fraisse
(1984) quien postula que la estimación de la duración depende de los cambios percibidos. Si pocos cambios son
percibidos a partir de la adultez media, pocos serán los indicadores temporales que sean almacenados en la
memoria, lo cual acelera la percepción del tiempo pasado realizada en un juicio secundario. Esta aceleración
puede ser uno de los motivos de que los mecanismos maniacos y de negación comiencen a debilitarse.
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esta perspectiva es que el buen envejecer esta determinado por un buen “adultecer”
en tanto ciertas constantes en el universo de conductas dirigidas a metas del
individuo adulto (dominio temporal III) determinan tanto el bienestar actual así como
son buenos predictores del bienestar en la vejez (Riediger y Freund, 2004; Riediger,
Freund y Baltes, 2005).
Desde esta perspectiva, la CMV es un momento clave donde se da un nuevo
paso en el proceso de individuación y creación de estructura. De no ser bien
elaborado el duelo por la transitoriedad de la propia vida y el pasar inexorable del
tiempo puede producirse una deterioración o estancamiento del carácter por no
resolver las tareas evolutivas correspondientes (Jaques, 1966; Erikson, 1988,
Levinson, 1986). Conocer los factores (sociales o de personalidad) que favorecen un
buen tránsito por la misma es vital para prevenir el envejecimiento problemático y
para aportar recursos para los ámbitos psicoterapéuticos. Adicionalmente, Las
nuevas modalidades subjetivas que se proponen por la cultura actual tienden a
obturar este proceso. El impacto que estas nuevas formaciones subjetivas pueden
estar teniendo en la vida de los varones uruguayos así como en su trabajo evolutivo
para la mitad de la vida ya se ha comenzando a investigar (Amorín, 2004).

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