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CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS
Psic. Elena Freiman de Arbitman*
LA PERSONA SECUESTRADA
Para la persona secuestrada, el riesgo real de morir es la primera y
principal lectura que hace, es un temor que lo acompañará siempre,
independientemente del trato que le den los secuestradores. Este
temor hace a la persona dócil y manejable, de lo que se aprovechan
los secuestradores.
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Mediante amenazas y agresiones físicas o verbales que minan la
dignidad humana, el secuestrador manifiesta su poder sobre la
víctima haciéndole sentir que no tiene ninguna autonomía. Al mismo
tiempo, el captor se presenta ante la familia como el salvador y la
persona de quien estos dependen para subsistir o salvar a su ser
querido, buscando que tanto la familia como el secuestrado, se rindan
a sus pies por el temor y la necesidad que tienen de ellos. Es un estire
y afloje entre agresiones orientadas a minar la dignidad e integridad
personales y acercamientos “amistosos” en los que el captor se
muestra como su aliado.
LA FAMILIA
Aunque los miembros de la familia no han sido plagiados y en
apariencia no se encuentran privados de su libertad, la realidad es
que ellos también están secuestrados. Las familias viven un
cautiverio virtual. No hay barrotes, no han sido aisladas del mundo, ni
tienen una pistola enfrente, pero se encuentran encerradas
psicológicamente por un secuestrador que aparece y desaparece de
manera repentina y azarosa como un ser invisible siempre ahí. Ojos
vigilantes y perseguidores que no se sabe dónde están ni dónde Los
pueden sorprender. Ya no hay planes, sobreviven y mantienen su
rutina pero siempre amarradas al teléfono o las comunicaciones de
los captores.
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La mejor manera de ayudar a los niños en estos momentos es
sentarse con ellos para entender qué están pensando y sintiendo,
cuáles son las historias que se han creado e informarlos, de manera
sencilla y clara, sobre lo que está pasando y lo que se puede esperar
de ellos. Al mismo tiempo, satisfacer su curiosidad y responder a sus
preguntas, siempre yendo a su paso. No hay que olvidar que lo que
acaban de experimentar es un abandono y por ello es importante que
quienes están con ellos les permitan saber dónde están y lo que van a
hacer, dándoles así la seguridad de que no van a desaparecer
también como el padre o la madre que de repente ya no llegó más a
casa.
REGRESO A CASA
Cuando el proceso de negociación está terminado, un motivo más de
angustia y desasosiego es el deseo de saber cómo y en qué
condiciones regresará el secuestrado a casa. En el hogar se desea
mantener las cosas en orden para que el secuestrado, cuando
regrese, encuentre todo tal y como lo dejó.
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Durante este periodo de crisis es importante tener en cuenta que
todo el sistema familiar es parte de éste. Muchas veces parece que
un solo miembro es el que está manifestando los problemas y los
demás son observadores impotentes de lo que está ocurriendo.
Además, resulta más fácil descubrir los problemas de los demás e
ignorar los propios. En el momento en el que se acepta que todos
están sufriendo los efectos del secuestro y que el sistema familiar
debe reestructurarse para canalizarlos y desarrollar nuevos esquemas
de funcionamiento, es posible encontrar una clave que ayude a
desenmarañar la confusión producto de los sentimientos de temor,
tristeza, culpa y rabia.