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PONZONA

EN LOS OJOS
Brujería y superstición en
Aragón en el siglo XVI

I N S T I T U C I ~ N«FERNANDO EL CATOLICO.
Excma. Diputación de Zaragoza
PublicaciOri núrnei-o 2.096
dr la Iristitucióri <<Fernandoel Católicon
(Excma. 1)iputacióii dr Zaragoza)
Plaza de España, 2.
50071 ZAKAGOZA ( k:spaiia)
Tíii.: [34] 976 28 88 78/79 - Fa:[34J 976 28 XX 69
ifc(ajc1pz.e~

FICHA CATALOGRÁFICA

[ TAUSIET, María

Ponzorio en los ojos. Rnljeriu y superstic.i(jn en Arngjn m PI s@o


XI% / M a r i a Tausiei.- Zaragoza : Institiición ~ F e r r i a n d oel
Cat<ílico~,
2000.

610 p. : il. ; 21 cm
ISBN 847820-547-0

1. Brujería-Historia-Aragón-S. XVI. 1. Tíl. 11. Instiiiición 4 e r -


narido el CaiOlico*, ed.

O María T'aiisiet.
O De la presente cdicióri: InstituciGri .<Frrnaiidoel (:atblico>>.

I.S.B.K.:84-7820-547-0
D q h i t o Legal: 2 2 . 1 36/2000

Preimpresiím: Ebrolibro, S. L. Zaragoza


Impresión: IJJSFueros, artes gráficas. Zaragoza.
--

IMPRESO EN ESPANA - UNIÓNEUR( )PEA


Para Antonio
Pam Luis
Este libro tiene su origen eri la tesis doctoral dirigida por el doctor
1). Eliseo Serrano Mar-tín y defendida en la I!iiiversidad de Zaragoia
el día 14 de junio de 1997 ante u n tri1,imal integrado por 10s doctores
D. Carrrirlo Lisón Tolosana, D. Ricardo García Cárcel, D. Jaime
Conireras Contreras, D. Gregorio Colás Latorre y U. Ángel Gari Lacriiz.
El tema de la brujería viene gozando desde hace tiempo de
gran éxito editorial en España. Es significativo qiie se trata de los
pocos temas d e los que se h a ido traduciendo la abundante
bibliografía extranjera existente. Los clásicos libros de Murray,
h/lontague, Frazcr, Summei-S,Levack, Cohn, Cardini, Schniitt,
Kieckhefer, Kussell, Barstow, Quaifc, Ginzburg, algunos de ellos,
como los tres últimos citados, con extraordinaria celeridad.
Incluso disponemos d e ediciones de algunas de las fuentes
referericialcs fundamentales como la obra de Castañega, Pedro
de Valencia, Martín del Río o Ciruelo. Ciertamente, continúa
habiendo vacíos. Nurica se ha editado en nuestro país, por ejem-
plo, la excelente recopilación de estudios sobre la brujería que
hicieran Ankarloo y Henriirigseri y que se publicó en Oxford en
1990. En cualquier caso, nadie puede negar que existe un merca-
do importante de libros sobre el tema que rlos ocupa.
La hisloriografía española ha sido ciertamente sensible al
interés de un tcma como el de la brujería y en los últimos años
hemos asistido a la proliferacihn de estudios sobre brujería en
los diferentes ámbitos rcgionales españoles. A los clásicos, con
mucha tradición bibliográfica detrás, como los estiidios sobre
Galicia (Barreiro, L,isóii) y vasco-navarros (Caro Baroja, Idoate)
se han ido sumando otras áreas geográficas: Asturias (Kodríguez
Vigil), Cataluña (T. L. de la Torre), Murcia y Castilla-La hlancha
(Blázquez, Cordente, Cirac), Mallorca (Amorós) y sobre todo
Cariarias (Fajardo Spíriola) , Andalucía (Gracia, Cororias Tejada,
Martín Soto) y AragGri (Gari I,acriiz, Tausiet).
La segiinda constante qiie quería destacar h a sido la servi-
dumbre respecto a la fuente iiiquisitorial y, en particular, las
relaciones de causas de fe, cuyas series más o rrierios continuas
sólo existen en el período 1560-1700. Ello ha significado la cir-
cunscripción del fenómeno exclusivamente a este siglo y medio
y, sobre todo, el olvido d e las derriás jurisdicciones. Sólo la
reciente tesis de Rafael Martíri Soto (Universidad de Malaga,
1999) ha explorado las alegaciones fiscales del siglo XVIII.
Por otra parte, un cuarititativismo demasiado rígido ha lleva-
do a defender la tesis de la presunta benevolericia hacia las bru-
jas en nuestro país. Desde las cifras de la represión inquisitorial
sobre brujas se ha hablado demasiadas veces de caza menor de
brujas en España y a partir de ello se han hecho reflexiones com-
parativas con otros países europeos que, desde una 6ptica carga-
da de nacionalismo espariol, han permitido pontificar sobre la
lección de raciorialisrno que nuestros antepasados habían dado a
sus coetáneos europeos.
La tercera constante ha sido la obsesión regionalista, a la caza
de la elaboración de presuntos modelos etnológicos dentro del
territorio español. Modelos que se han apoyado sobre todo en
las señas de identidad específicas de los incursos en las referidas
causas de fe y en las variantes de expectativas y recursos instru-
mentales puestos en juego. Los resultados han sido decepcionan-
tes porque las connotaciones comunes son muy superiores a las
diferencias y la diferenciación regional se convierte en algo pos-
tizo y artificial.
Las fronteras de los distritos iiiquisitoriales tienen qiie ver
muy poco con áreas dc diferenciación aiitropológica y la distinta
tipología de los comportainientos esta motivada por la variada
tipologia en la actiiación de la Inquisición segun los tribunales.
La variedad de las conducta es el fruto la mayoría de las veces
de la variedad de criterios jurisdiccionales de los propios inquisi-
dores.
El libro -que prologan estas páginas- de María Tausiet ha
combatido estos vicios qiie afectan a buena parte de la bibliogra-
fía sobre hechicería y brujería en España.
Digamos por lo pronto que la autora evita, en todo momento,
la mixtificación. Magia sería el concepto cultural previo al disciir-
so religioso. La magia cubriría, tal como señaló Caro Raroja, el
conjunto de recursos determinados par-a coriscguir fines extraor-
dinarios en la voluntad de dominio o control de la Naturaleza, a
través del principio de la simpatía o repulsión de unos objetos
respecto a otros. El discurso religioso de la Patrística altomedie-
val situó el tema en el marco de los ensuefios imaginativos. Sería
el raciorialisnio escolástico el que se plantearía formalmerite la
dialéctica iriagia-religión con el papel del demonio en ello y
entraría a forido en el debate razóri-fe, rcalidad-apariencia que
alimentará toda la doctrina bajomedieval. Surge entonces el cori-
cepto de superstición, lo qiie está sobre la inteligibilidad ordina-
ria qiie prorilo será identificada con la legitimidad establecida
por el poder eclesiástico. eL,o que está sobren, lo qiie debe creer-
se, lo que creen los otros. El concepto superstición es la interpre-
tación religiosa de la rnagia. Lo qiie para el pueblo era la Desgra-
cia, como dice Tausiet, para la teología era el Mal. Y lanzados los
juristas y teólogos a la codificación del mal, se delimitan los dos
clásicos conceptos de brujería y hechicería, en función de la
jerarquía de perversidad. La brujería se clistir-iguiría por el pacto
cori el diablo. La bruja, presuntamente, habría abandonado el
cristianismo, renunciado a su bautismo, rendiría culto a Satanjs
como a su Dios, se habría entregado a él en cuerpo y alma y exis-
te sGlo para ser instrunierito de hacer el mal.
Naturalmente con la iorrii~llaci0ndel estigma y la precisión
de las serias de identidad de las brujas, el discurso religioso ela-
borará toda una serie de descalificaciones y hundirá estas prácti-
cas en el infierno de la herejía. Y ahí están desde la bula Suprr
illi'urri speculo (1326) de Juan XXII al i2lallru.r il/lnll~ficnr.urn(1486)
pasando por el Dimrtorio de Einieric o la bula Surnvnis des'siderccntrs
affectibus de Irioccncio \TI1 (1484) para dar cuenta de la fijaciOn
eclesiástica sobre el tema.
Pero los conceptos dependen sierriprc de los criterios de
quien los elabora. Desde la óptica sociocultural, brujería y hechi-
cería no son territorios tan fácilmente delirriitables. Lo qne sepa-
raría ambos conceptos desde la mirada de sus productores y con-
suniidores era el uso o rio de ciertas técnicas para su efectividad.
El Iiechicero-hechicera usa objetos materiales y el brujo-bruja
no. Como dice Tausiet <<distinguir-hasta q u é punto alguien era
brujo o hechicero, sortílego, adivino, ponzoñero o saludador a
menudo tenía mucho 1115sque ver con circiinstaricias dctermina-
das relacionadas con la anirriadversión hacia los acusados qiie
con SUS propios hechos.. Efectivamente, esta es la clave diferen-
cial del discurso religioso o intelectual con respecto a la realidad
sociocultural. El primero elaboró un corpiis doctririal sobre los
conceptos rriicntras que desde la sociedad simplemente se persi-
guió a unos hombres y a unas rriujcres, nunca unas abstraccio-
nes. Yeri la elaboración doctririal de la teoría del mal que se hizo
desde los púlpitos y desde las universidades se i ~ i efijarido pro-
gresivamente este mundo de la superstición como un fenómeno
típico de inversión, deteniéndose en codificar las manifestacio-
nes briijeriles como si de una parodia a la inversa de la liturgia
cristiana se tratara. Lo dice Tausiet, con acierto: en la misa cris-
tiana intervenían el pan y el vino; en los rituales de las brujas se
usaban excrementos y orina. En la Iglesia cathlica, como decía
Martín de Castafiega, .besan los súbditos la mano a sus mayores
y señores espirituales y temporales, y al Papa le besan el pie en
señal de absoluta y total obediencia y reverencia, y a Dios en la
boca, en señal de amor [...] Pues para el Demonio, que es tirano
y señor que de sus subditos hace burla y escarnio, no resta salvo
que le besen en la parte y lugar más deshoriesto del cuerpo,). Así,
la tjmosa reverencia al Demonio (el beso en el culo) no tenía
otra fiinción que resaltar v acentuar la rrialignidad de los siipiies-
tos brujos. La aplicación d e ~ingüeiitospara volar también
encontraba su contrapartida en las unciones sagradas, como el
rriisrrio sacramento de la extremaunción. Si los místicos que se
habían hallado alguna vez en contacto directo con lo divino
podían aparecer estigmatizados, como signo de su participación
en la pasión de Jesiicristo, las brujas llevaban grabada en alguna
parte de su cuerpo una señal que el Diablo les hacía como signo
material del pacto. Y así sucesivamente con todo el resto de epi-
sodios que se suponía que tenían lugar en estas reuriioncs, juntas
o convcntículos demoníacos.
La descripci0n del sabbat que nos hizo el impresor Mongas-
tGri respecto a las brujas de Ziigarramurdi es imposible q u e
pudiera salir de las mentes de los propios participantes. El irnagi-
riario popular nunca pudo alcanzar las metas de la morbosidad
descriptiva de la intelectualidad del momento. Orgías sexuales,
danzas, vuelos, metamorfosis ... salen de la cultura popular pero
son distoi-sionadosy acomodados al imaginario culto que idcolo-
giza sobre el particular, elaborando el código de la contracultura
fundamentada cn la inversión de sus calores: *Las brujas -como
dice Quaifc- personificaban estos valores irivertidos y su cxis-
tericia y persecución afirmaban y fortalecían los supuestos mora-
les básicos de la sociedad». Mérito incuestionable, pues, d e
María Tausiet es saber delimitar la naturaleza de los conceptos
en función de su origen, y la precisión de las fuentes -cultas o
populares- donde se elaboran las mismas constituye uno de los
ejes básicos de este libro.
El segurido de los vicios clásicos de nuestra historiografía del
que queda exenta María Taiisiet es el de la servidumbre de las
fuentes iriquisitoriales. Lo había subrayado Henry Kamen en el
Congreso de Nueva York de 1983, lo plantea Francisco Fajardo
en su libro sobre la brujería canaria, pero ha sido Taiisiet quien
ha desarrollado a fondo la investigación sobre las otras jiirisdic-
ciones que se ocuparon del tcma, aparte naturalmente de la
Inquisición. Respecto a esta jurisdicción, la autora analiza las 84
relaciones d e causas de fe rriás los nucve procesos con los que
cuenta. De tales relaciones de causas, 32 lo fueron por brujería,
52 por supersticiones varias ( 1 3 clérigos riigrorriarites, 22 d c
hechicería masculina, 11 de hechicería femenina, 3 de supersti-
ción judía y 13 de superstición morisca).
Pero insistimos, n o agota sus fuentes en las tantas veces, eri
los últimos años, usadas y abusadas relaciones de causas. La justi-
cia eclesiástica, que en España ha sido muy poco estudiada (sólo
recuerdo ahora los estudios de Isabel Pérez Muñoz sobre el tri-
bunal eclesiástico de Coria o el de María del Juncal Campo Gui-
nea sobre el tribunal eclesiástico de Pamplona) es muy bien des-
brozada en sus siete tribunales aragoneses, tanto a través de las
constituciones sinodales, las visitas y mandatos como los,juicios,
por Tausict. Queda en evidencia una justicia menos controlada
que la de la InquisiciOri, más suave y más díictil. En total, son 42
los procesos de supcrsticiOn que la autora ha mirado (24 de varo-
nes y 18 d e mujeres). Sc constata, dentro de la tendencia a la
suavidad procesal, la scvcridad hacia la usura y el engaño o
impostura: la perializaciíh de los comportamientos picarescos, o
la distorsión de las expectativas funcionales más qiie el trasfondo
religioso del tenia.
La justicia seglar es, asimismo, rriiiy bien descrita en todo su
aparato procedimental a través d e los estatutos d e desafora-
miento. Once procesos son analizados (8 sentencias a rriuer-
te), lo que nos revela la dureza de esta,jurisdiccióri y la prolon-
gación en el tiempo de las condenas a muerte, e n contraste
con las otras jurisdicciones. Aquí se constatan penas de muerte
todavía a principios del siglo XVIII mientras que inquisidores y
eclesiásticos han puesto fin a la condenas a muerte ya en 1535
y 1536. Me temo, desde luego, que la muestra es pobre en rela-
ción al número de los procesos que a escala municipal debie-
ron dc incoarse. Los ejemplos de Vic o del Vallés Occidental
en Cataluria son expresivos de un níimero extraordinario de
procesos. E n cualquier caso, no es el cuantitativismo lo que le
interesa a la autora. L a críticas qiie suscitó la ponencia d e
Heririirigscn intentando cuantificar la caza d e brujas en el
recieritc Simpo~iumdel Vaticano desaniman a c i d q u i e r a a la
hora de fijar numéricainente el problema.
Del extraordinario análisis que hace la autora de las tres juris-
dicciones (larricntablemente, no entra apenas en la jiirisdicción
señorial que, corno ha demostrado Núria Sales para (htaliiña,
tuvo una iniportaricia trascendental) me parece dcstacable la
coniplicidad que la autora detecta entre las niisrrias, que supera
las tentaciories competitivas, la escasa furidanieritación teórica de
la persecución de las brujas (sólo el proceso a María Vizcarreta
en 1651 por parte del Justicia de Epila demuestra uri excelente
conocimiento de las Icgitimaciones intelectuales) y la patente
proximidad de los rasgos que caracterizan a las víclirrias de las
diversas.jurisdicciories.
A mi juicio, Tausiet defiiiitivanieritc entierra el mito del racio-
nalisrrio español respecto a las brujas. Y no sólo porque cuanti-
cativarricnte la caza de brujas se vea como un fenón-ieno más rele-
vante de lo que creíamos a la luz de las simples cifras d e la
r e p r e s i h inqiiisitorial. Hace tiempo que algunos historiadores
perisaban -o pensábamos- que <<la IecciOn de racionalismo
dada a Europa* -que hizo eiiiocioriarsc a más de uno, por lo
que significaba de presunta torna de la leyenda negra- el tema
de las brujas n o era tal. El supuesto -y discutible- menor
iiúiiiero de brujas procesadas en nuestro país lo que revelaría es
que en el sirigular proceso de la transición del feudalismo al
capitalisrrio -paralelo a la no menos singular transicibn del
paganismo al catolicismo sin pasar por el cris~iariisrrio- en Espa-
ña no cloniiriaríari los intereses pro-capitalistas de ruptura con la
tradición arcaica que habría en otros países europeos y cuyo cos-
te en Europa seria uria caza de brujas atroz pero que fuc la que
hizo posible el salto cualitativo hacia el triunfo de la burguesía
moderna. Tausiet derriuestra que no puede hablarse de raciona-
lismo inquisitorial. Es cierto que la Inquisición no torna gericral-
mente la iniciativa, es cierto que hubo tina general rrioderacih
represiva -siempre rrie ha llamado la atención que cuando se
habla de los célebres autos de Zugarramurdi sólo se niericioria el
talante de Salazar Frías y se ignora qiie, en cualquier caso, se
impiiso el criterio d e los otros iriquisidores Alonso Becerra y
Juan del Valle con un ~iioiitóride condenados a muerte corno
desenlace final-, pero Tausiet es sutil al subrayar que la Inquisi-
ci6n nunca intervino en el procesamiento de los promotores de
la caza de brujas. Es cierto que la Iriquisición creyó poco e n la
posibilidad de que los brujos y las brujas cometieran los nefari-
dos actos d e que eran acusados, esto es, la destr-uccióri de las
cosechas, el enveneriarriiento del ganado y las rriuertes d e las
criaturas pero la realidad es qiie, coino dice 'Tausiet, intentó
hacer confesar a las supuestas aliadas de Satán qiie realmente
habían cometido todos los daños de que se les acusaba. La confe-
sión ante todo, por encima de su propio escepticismo. El proce-
dimiento por encima de la propia presunta coriviccicin ideológi-
ca. <Dónde estaba el racionalismo d e los perseguidores de las
brujas en España? El propio concepto de racionalismo tantas
veces invocado como título orgullosarriente diferencial respecto
al irraciorialismo con el que se querriaron las brujas en Europa es
equívoco. Es racional lo que se explica racionalrrierite aunque
nos repugne la sensibilidad. La brujoinanía erripezí; a partir jiis-
tamente del discurso racionalista del siglo Xlll que intentó coni-
prender todo aquello que antes estaba situado en el territorio de
Fina-
la fe o de la magia, qiie buscó rebajar los techos de la irriab'
cióri en función del argumento supremo de la credibilidad. Fue
justamente en nombre de la razón (una razón corta, ciertamen-
te) en el que se condenaron las brujas.
La brujoriiariía se sustenta en los límites de la capacidad
racional. Se acaba asignando la condición de bruja a lo que se
resiste al análisis racional y sobre ello se desarrolla toda la argu-
irieritaci6n legitimadora de la persecución. ~ Q ~ i i é r i son
e s más
racionales, los que persiguen a las brujas o los que, como fray
1.iiis de Granada, se identifican con la rrionja de Lisboa y sus
supuestas apariciones qiie a la postre se demuestran irauduleri-
tas? El racionalismo acompaiiado de dogmatismo siempre ha
sido terrible. Me temo que la ingenuidad de los ilusos nunca ha
hecho tantos estragos.
Extremadamente raciorral, por otra parte, es la defensa del
monopolio de la iriterrriediación con el rriás allá, seriamente
cuestionado por el rnundo de la brujería y la hechicería. En el
mismo lado que los médicos científicos se situarían los clérigos
que verían en este mundo de lo esot6rico el desarrollo d e la
competencia francainerite peligrosa. Las.justificaciories teóricas
como las matizaciones penales (herejía imperativa o imprecativa,
latría o dulía ...) no son sino jerga racionalista y jerarqiiizadora
que permite la capacidad de discrirriiriar penalmente a plena
satisfacción de los jueces.
La última tentación de la que se wstrae la autora del libro es
el canto de cisne del iegionaliqmo que sería, por otra parte, tan
disciilpable en los tiempo que vivimos. Tausiet no hace aragone-
sismo. Ni siquiera ha intentado aproximarse a un presunto
modelo aragonés de brujería -me temo que si se ahondara en
ello nos saldría11varios modelos de brujería aragonesa-. Uno
lo agradece harto de tarita sublirriacióri de las diferericias geo-
gráficas, aunque no puede evitar el constatar algunas pcculiari-
dades como el escaso numero de encausados -recuérdese que
en Canarias son un total de 417 encausados y en el tribunal de
Granada en la época moderna u11 total de 578 ericausados-; un
pcso específico de la br~ijería(más de la tercera parte) en con-
traste con un ínfimo pcso específico en buena parte de Esparia;
iina polarización sexual muy definida: brujería femenina, hechi-
cería masculina con especialización funcional incluida: el terri-
torio del sexo en riguroso monopolio femenino y el territorio
de la ambición económica, en manos masciiliiias; y iina cierta
rriixtificacióri de los riiodelos montaiiés y mediterráneo, clásica-
mente esgrimidos, sin duda por la variedad de situaciones de
procedencia de las supuestas brujas o hechiceras/os. Sabido es
que en la montaña la romanización y el catolicismo tardíos, la
supervivencia del matriarcado, las grandes ausencias d e l-iom-
bres-iiiarineros o pastores, el colectivismo tribal ... condiciona-
ron realidades aritropológicas muy específicas frente a la socie-
dad del llano, abierta a lo foráneo, ecori611iicamerile
desarrollada con un sector secundario y terciario abundante y
una gran movilidad social.
En el Aragón de María Tausiet vemos casos de .brujería de
~nontaíianentendida corno masoquista delectación de desespera-
das soledades, de profundas arigustias íntimas al lado de proyec-
ciones exógenas según el modelo de stregu rriediterráriea: iridivi-
diialisrno, concepción popular del diablo, agudo sentido
funcional del quehacer bru.jeril. Vemos nigromantes de cultura
procedente de la Francia meridional y el tercerismo de alcahueta
de cultura en b~ieriaparte morisca. Vemos sabbat y vemos al dia-
blo cojuelo, vemos conjuros librcscos y hecliizos dorriésticos,
vemos desfilar al sexo, la salud y el dinero, por este orden, conlo
objetivos o expectativa de iina sociedad en la que, desde luego,
domiria el vitalismo al miedo, el Eros al Thaiiatos. El mestizaje
cultural -coi1 aburidante presencia de judíos y mariscos- es
evidente. De todos los clásicos dualismos que metodológicamen-
te han servido para trazar tipologías brujcriles el que, sin duda,
más le ha interesado a la autora ha sido el de género -masculi-
rio/femenirio- con u11 discurso que, en cualquier caso, reniin-
cia a las explicaciones del clásico discurso ferriiriista que de
Michelet a Ehrerireich o English se han venido emitiendo.
No es, sin embargo, el perfil de hechiceras y brujas lo que le
interesa más a María Tausiet. A la autora de este libro le fascinan
más las manifestaciones fenomenológicas que la identidad de los
encaiisados, quizá porque sabe que en el fondo el individuo pro-
cesado n o es sino un mero portavoz de ansiedades y requeri-
mientos de una clientela. Su análisis de las orgías perpetuas con
la precisión de los elementos provenientes de la ciiltura tradicio-
nal y los aportados por las elites intelectuales, su estudio sobre el
problerria del aojamiento, <.laporizona en los ojos» qiie da título
a este libro, con la interpretación del tema muy marcada por lo
que podríamos llamar guerra de sexos, un examen de los miedos
y terrores nocturnos ... constituyen lecciones magistrales de la
siritoniatologia hechiceril que serán referentes ineludibles de
cara al futuro.
Pero la gran aportaciím de María Tausiet, desde rni punto de
vista, en su tesis no es s6lo la aguda pormenorizaci6ri dcl inqiiie-
tante trasfondo aritropológico qiie se oculta detrás del esoteris-
mo brujeril, sino su mirada hacia la sociedad que hace posible y
que al mismo tiempo denuncia a las brujas y hechiceras. Dcspués
de habernos sumergido eri el imaginario que alimenta lo esotkri-
co, nos retorna a la realidad social. Se han dado muchas intcr-
pretaciones de la brujorrianía. Todas ellas pecaron de trasccn-
dentalismo. Evans Pritchard y (;aro Barqja partieron d e la
necesidad del sistema dominante de crearse chivos expiatorios,
contramodelos de la sociedad aceptable. La presencia de brujas
no seria más que la Wlviila de escape a la agresividad latente de
una sociedad que necesita un enemigo al que identificar, prime-
ro, perseguir, después. Trevor Roper situ0 el tema en el marco
de un Estado emergente que identifica rriarginación con reviiel-
ta. La brujería y la hechicería quedarían encuadradas dentro de
una hipotética disidencia qiie hay que extirpar.
Los historiadores culturalistas como Mucherriblcd plantearon
el tema en térrriinos de confrontación cultura oficial-cultura
popular. Las resistencias paganas de una sociedad poco o mal
cristianizada teridríari que se combatidas. Unas veces se las inte-
gra en el barroco ceremonial católico, las más de las veces se las
persigue.
Demasiada trascendencia, insi~timos.El modelo Taubiet es
hacer descender la br~ljorrianíaa lo cotidiano recuperarido la voz
de la clientela consurnidora que es al mismo tiempo la deniin-
ciarite. Se recorren los lugares de sociabilidad (la casa, el horno,
el lavadero, la calle, la taberna), se describen las costumbres
poniendo el acento en el papel de la irisolidaridad como punto
de partida que genera sentimientos de culpa y a la postre es
fuente de desmanes, en el triunfo de la apariencia frente a la r e a
lidad; analiza los tipos de coriflictos en juego (el infierno son los
otros, dice Tausiet) con especial énfasis en los enfrentamientos
conyugales y de padres-hijos, en la familia accidental (la rriitole
gía de las suegras queda bastante vcrificada) y en la difkil iriíe-
gración de los viejos, anormales siipenivierites al impacto de la
muerte tan normalizada en la demografia del Antiguo Régimen.
Brujería y brujomanía están, pues, miiy unidas y la razón de
arribas, a la postre, es la misma: el conflicto social eri el ámbito
cotidiano, doméstico. La hechicera es im producto de la cliente-
la y al mismo tiempo, su víctima. Surge para solucioriar proble-
mas, angustias, ansiedades, pero el cainisnio social acaba devo-
rando el propio invento. *Las ambiciones personales acababan
malogrando cualquier tipo de experiencia que requiriera de la
más mínima colaboración. Una vez más la realidad cotidiana,
guiada por intereses oscuros, volvía a imponerse sobre ese miin-
do imaginario, optimista y abierto a infinitas posibilidades que
representaba la magia para una buena parte de la población,..
No es, en definitiva, el control social del sistema tal como dice
Talcott Parsons o los sociólogos iimcionalistas lo que destruye la
brujería, es la propia sociedad la que quema su juguete <<en un
entramado de aciisaciones, crividias y recelos de que resultaba
miiy difícil escapar)).La tesis de María Taiisiet nos conduce a
reflexionar sobre el mismo problema a la hora de analizar las víc-
timas del Santo Oficio. Ciertamente, tengo la impresión que
hcrrios dado interpretaciones demasiado abstractas y genéricas
de la represión inqiiisitorial, en función de grandes conceptos
como Iglesia y Estado, detentadores del llamado sistcrria estable-
cido. Qilizá haya llegado la hora de interpretaciones nada estruc-
tiiralistas que asurriari la profunda desestructiiración de la socie-
dad del Antiguo Régimen y que expliquen en térrriirios
~riicro-socialesla actuación de la Inquisicih. El prodiicto-herejía
es un prmlucto inventado por el discurso eclesiástico y el político
de las élitcs dominantes, pero la asignación de la etiqueta hereje
dependerá más que de los criterios emanados desde el vértice de
la sociedad, de factores miiy vinculados a las tristezas y miserias
de la cotidianidad.
Si Jaime Contreras devalu6 el mito de la limpieza de sangre
reconstriiyendo el conflicto social de Sotos Y Riquelmes en Mur-
cia, Tausiet pienso que contribuirá decisivamente a que nos olvi-
demos del morbo de las prácticas briijeriles para centrarnos en
el lrasfondo que se oculta detrás del esoterisnio: una sociedad
pobre de medios y de ideas, dividida en múltiples fractiiras, dis-
puesta siempre a la denuncia del otro como manera de olvidar
su propia infelicidad.

Ricardo G M C ~CÁRCEL
A
Los últimos arios del siglo )í\Ifueron testigos en casi toda Eiiro-
pa de un aumento alarmante del número dr aciisados por delitos
de ¿rt-tijeria y .su~)mstición.AragOn no constituyó una excepción en
este sentido; es aquí, por el contrario, y especialmente en cl área
pirenaica, donde se localizan algunos de los primeros trsli~nonios
de la persecucií)n peninsular-, así como algunas de las más atroces
campañas contra lo que se consideraba una plaga que había que
combatir al margen de los fueros traclicioriales del reino. Dos cir-
cunstancias coritribuyeron de forma decisiva a agravar la sitiiación:
por un lado, su vecindad con las regiones de Béai-n y Gascogne
-donde era creencia común tanto que habitaban iiiriumerables
magos de reconocido prestigio corno que tenían lugar los más
terribles aquelarres-; por otro, el arraigo y la persistencia en tie-
rras más meridionales de una podcrosa cultura morisca. Ambos
fenórncnos se sumaron a las ya aburidaritcs manifestaciones de
carácter mítico-religioso al margen de la ortodoxia, todo lo cual
convertía al reino eri un marco propicio para la acción judicial.
En realidad, se trataba de sustituir los restos de viejas costmi-
bres y creencias, o incluso de formas de vida muy cercanas al
paganismo, por los valorcs emanados de la cada vez más aserita-
da aliari~aentre el altar y el trono. 1.0s recién creados estados
rnodernos deseaban imponer ahora su autoridad en ~ l r mimdo i
diversificado y complejo. N o obstante, los rní)viles de la persecu-
ción f~lerorinumerosos y a menudo contradictorios. Pese a la
imagen que se ha trarisniitido habitualmente, los representantes
del poder no fueron los únicos responsables de la qiie llegó a
conocerse como <.cazade brujas)?;de hecho, sin la colaboración
interesada de las capas populares resulta inconcebible cl 6xito de
una campaña contra dos delitos dificilmente identiíicahles.
Por un lado, el concepto de úrujená servía para designar a los
individuos malvados por antonomasia. Desde el punto de vista
de la Iglesia, el Mal tenía un nombre -Satán, el adversario de
Dios- y, por tanto, brujos eran quienes pactaban con él y de
tanto en tanto se reunían en su presencia para perpetrar todo
tipo de abominaciones. Sin embargo, desde la perspectiva de los
aldeanos qiie servían como testigos en los procesos por brujería,
los acusados eran los artífices, n o del Mal en un sentido leológi-
co, sino de la Desgracia. Esta no se hallaba personificada en un
ente sobrenatural, determinado y único, como único era el Dios
verdadero segím la doctrina cristiana. Por el contrario, se mani-
festaba en fenómenos concretos y múltiples como enferirieda-
des, impotencia, esterilidad, epidemias, catástrofes naturales, ctc.
Para la inmensa mayoría, tales adversidades se debían a la voliin-
tad de ciertas mujeres cuya sola maldad podía producir los efec-
tos deseados en quienes elegían corno víctimas.
La influencia y el poder atribuidos a las brujas se reflejaban
claramente en la doctrina de la fascinación, conocida comúri-
mente corno <.mal de ojo>>o <<aojaniierito?). La creencia e n la
capacidad de aojar se basaba en la suposiciOri de que las malas
intenciones, qiie inevitablemente salían al exterior a través de la
mirada, bastaban para provocar todo tipo de desgracias. BruJas
eran quienes tenían ponzoña en los ojos y, por tanto, no necesita-
ban valerse de ningún tipo de veneno o instrumento material
para lograr sus perversos fines. Metáfora por excelencia de la
brujería, la mirada ponzoñosa representaba la inalevolencia de
quienes eran capaces de cometer los más ominosos crímenes sin
esf~ierzoy, lo que resultó aún más peligroso de cara al enjuicia-
miento de las acusadas, sin dejar ningún resto o prueba material
de carácter objetivo.
También en el Béarn del siglo XVT el término <posoern
(emponzoñador) era sinónimo de *sorciern (brujo). No hay que
olvidar, sin embargo, que el concepto de brujería propiamente
dicho únicamente se aplicó a las mujeres. Nos hallamos en una
sociedad en la que la polaridad masculino/femenino simbolizaba
lo superior frente a lo inferior, no sólo entre los demoriólogos,
sino también entre los representantes de la cicricia de la época,
incluidos los médicos. Para la mayoría de los teóricos del siglo
XVi, cualquier mujer, por el solo hecho de serlo, reunía todos
aquellos valores opuestos al mundo civilizado que los hombres se
esforzaban por crear: la naturaleza indomable frente a la cultura.
Su debilidad y tendencia al vicio, se pensaba, hacían de las muje-
res presas fáciles de Satanás, quien se valía de ellas para trastocar
el orden divino. Prueba de ello es que en Aragón, el calificativo
de *brujon se reserví> para ocasiones muy excepcionales, casi
siempre relacionadas con abusos de carácter grave, Aun entonces
se mantuvo la tendencia a utilizar formas dimiiiutivas (ebrujón* o
«brujoten) que atenuabari la fuerza expresiva del término, ya que,
en uri sentido absoluto, brujas sólo podían serlo las mujeres.
Por lo general, los varones relacionados con la magia eran lla-
mados hechiceros o nigromarites, esto es, no tanto malvados por
naturaleza corno poseedores de ciertos conocirriientos y técnicas
adquiridos. No obstante, para los miembros del clero toda marii-
festacibn de carácter sagrado que se hallara fuera del control de
la Iglesia, esto es, toda super.rtición debía ser condenada como
una forma más de maleficio, ya que sc consideraba inspirada por
el derrioriio. Supersticioso era literalmerite lo que había sobrevi-
vido (del latín sufxrstare, cstar sobre) y para la Iglesia combativa
de entonces toda siipen4veiicia pagana era identificada con el
reino de Satanás. Bajo el término superstición Iiallaremos, por
tanto, una infinidad de comportamientos y creencias presentes
en la sociedad aragonesa del siglo XW: desde la llamada hechice-
ría (qiie, a diferencia de la brujería, comportaría el coriocimien-
to y el uso de ciertas técnicas para ser efectiva), hasta las más
diversas formas de curar o dañar (saludadores, santiguadores,
medicineros, herbolarios ...); desde las prácticas de los nigroman-
tes cultos, que recurrían a los coiiocirriientos astrológicos y las
tormas de adivinación procedentes de la Antigüedad, hasta los
1112srudimentarios conjuros de rnagia amorosa transmitidos de
generación en generación.
Si el concepto de supmslicicin era fundamentalmente religioso, el
de hijenú, por el contrario, remitía a una visión del mundo mucho
más antigua en la que el poder y la filerza de ciertos individuos
-esto es, su magia- bastarían para explicar todo tipo de fenóme-
nos extraordiriarios. No obstante, en el siglo XVI, la progresiva
extensión de la idea del pacto demoníaco había acabado por con-
vertir la brujería en una ~supersticiónnrriás. Con frecuencia, ambos
delitos aparecían confundidos en uno solo. Teniendo e11 cuenta
quc los dos se consideraban diab6licos en mayor o menor grado,
distiriguir hasta qué punto alguien era b r ~ q oo hechicero, sortílego,
adivino, ponzonero o saludador a menudo tenía niuclio más que
ver con circunstancias determinadas relacionadas con la animad-
versión hacia los acusados que con sus propios l-iechos.
Tanto la brr~+r.iu (crimen imaginario por antonomasia) como
la sup~ritirihn(el m i s ambiguo de los delitos) expresaban de for-
rria sinibólica miiclios conflictos q u e n o e r a n asumidos c o m o
tales ni social ni individualmente. Para intentar cornpreriderlos,
nuestro recorrido nos llevará de lo general a lo particular. Así, la
Primera Parte (Ortltn) estará dedicada al ariálisis d e las tres prin-
cipales institiiciones responsables d e la perseciicih: Inquisición,
justicia episcopal y justicia seglar. En la campaiia c o n t r a los
numerosos desordenes demoníacos (esro es, e n el sinibólico
combate entre Dios y Satanas, o entre las nuevas leyes y unas cos-
tumbres destinadas a desaparecer) el Estado y la Iglesia colabora-
ron por igual, aunque sus objetivos y ámbitos d e actiiacií~nfue-
ran diferentes e n cada caso.
A nivel estatal, la ,justicia iiiquisitorial, iristr~irneritopor exce-
lencia del poder real, fue fundamentalmente la encargada del
control político y social. Su obsesión por la herejía protestante y
por- las manifestaciones d e la cultura morisca así lo atestiguan. La
vigilancia estrictamente religiosa quedó al cuidado d e los repre-
sentantes de la justicia c$isco@l, cuyo ámbito territorial se reducía
a la diócesis. En teoría, la principal tarea d e los obispos consistía
en fijar iiii límite entre lo sagrado y lo profano, con el fin de pre-
servar y acrecentar el poder d e la Iglesia. Sin embargo, n o hay
que olvidar que la creación d e los nuevos obispados aragoneses a
finales del siglo X\!I obedeció también a móviles políticos, deter-
minada e n gran m e d i d a p o r el m i e d o a la influencia d e los
protestanres del sur d e Francia y a los inoriscos ya residentes. Por
lo que respecta a la jvstiria seglar, SLI cometido esencial consistió
en mantener el orden público e n las poblaciones. A finales del
siglo XVI y comienzos del X\iII, e n una época d e violencias y d e
todo tipo de desordenes, d e reyertas entre bandos, d e catástrotes
naturales y miseria, los juicios y condenas d e numerosas mujeres
acusadas d e brujería sirvieron sobre todo para desviar la aten-
ción de otros conflictos d e carácter eminentemcritc social.
La diferente personalidad d e las tres institiicioncs coiislitiiye
un hecho incuestionable. 1.0s jueces seglares, responsables d e u n
buen níimero d c condenas a la pena capital, llevaron a cabo la
represión más cruel. En el otro extremo, los obispos -cuyas scri-
tencias fueron por lo general bastante benignas- representaron
la cara más,justa de la persecución. No obstante, dichas difereri-
cias pueden resul~arengaiiosas si n o se tiene presente la comple-
rnentariedad, e incliiso corriplicidad tácita, existente entre los tres
organismos judiciales. Sólo así se explican, por citar algunos ejem-
plos, la utilización por parte de los jueces seglares de las ideas de
los teólogos acerca del demonio, la costiinibre de la wclajación al
brazo seglar., practicada por la Inquisicióri o incliiso, si apurarnos
la argumentación, la iriexistericia de juicios eclesiásticos contra los
excesos y desirianes cometidos por un buen nílniero de.jueces
seglares en sus campañas pirenaicas contra la bnijer-ía.
Pero, como veremos en la Segunda Parte (D?scirdenes), las acii-
saciones también sirvieron a los intereses del comím de las geri-
tes. De otro modo, nunca hubiera podido alcanzar tanto Cxito
una persecución iristitucional basada precisarriente en la colabe
racibn popular c.analizada a través de las denuncias lanzadas por
iinos contra otros. Los organismos ,j~idicialeseran í~tilesa
muchos individuos como instrumentos de los que valerse para
ejercer la vengariza contra sus enemigos o disfra~artensiones
con determinados vecinos o parientes con quienes la convivencia
había llegado a hacerse imposible. En realidad, tras la lectura
detallada de los procesos, podemos afirmar que el verdadero
protagonista de los mismos file el conflicto en cualquiera de sus
maiiifestaciories, ya fueran las riñas entre liabilarites de una mis-
rria localidad o los numerosos probleriias existentes en el serio de
la familia, ya los desacuerdos en el interior de la propia concien-
cia, patentes sobre todo en la culpabilidad proyectada en terce-
ras personas.
.Junto a la eriorriic diticiiltad para mantener relaciones perso-
nales satishctorias, las acusaciories contenidas en los procesos
revelan asirriisnio las condiciones de pobreza e insalubridad en
que vivía buena parte de la población. El recurso a lo imaginario
(ya fuera por medio de la consul~aa los profesionales que vivían
de la magia, ya mediante fantasías ancestrales corno la del viaje
nocturno a iin Más Allá repleto de manjares y delicias, o la de los
auxilios enviados por solícitos espíritus familiares) suponía, por
ericirria de todo, un intento de escapar a una realidad adversa.
~ á o smenos imaginarias, rriás o menos reales, las numerosas
denuncias que llenarán las páginas que siguen nos han obligado
a descender progresivamente hasta esferas difícilmente accesi-
bles: desde la vida comunitaria en lugares públicos corno calles,
hornos o tabernas, hasta el interior de los escenarios domésticos
donde se clesarrollarori los dramas más diversos; desde el umbral
de la alcoba hasta los lechos compartidos, doridc n o era raro qiie
las criaturas no deseadas perecieran asfixiadas <.pormano de
br~ijan.Ciertos relatos de carácter onírico (pesadillas, ensoñacio-
nes) en los qiie invariablerrieritc se narraban las luchas que los
testigmcreían haber mantenido cuerpo a cuerpo con las acusa-
das, nos hablan también del alcance simbólico que llegaron a
adquirir las tensiones entre miembros de una misma vecindad.
Este libro no habría sido posible sin el estímulo inicial de la
Dra. Isabel Falcón; sin la amabilidad d e un gran número de
archiveros y bibliotecarios y, en especial, de d ~ ~ ~ g i i sGil,
t í nque
resolvió muchas de mis dudas de transcripción paleográfica; ni
tampoco sin la disponibilidad del Dr. ,4rigel Gari, a quien agra-
dezco la generosidad con que siempre ha compartido sus conoci-
mientos. El apoyo del Dr. Eliseo Serrano, que me animó a
ampliar el campo de estudio y a abarcar las tres,jiisticias iinplica-
das en la persecución de los delitos exarninados, ha sido decisivo
para el resultado final. Agradezco también los valiosos consejos y
sugerencias de Mercedes hrtal, Inmaciilada Cantín, Matilde Can-
tín, Begoña Chaves, Dr. Jaipe Contreras, Fran~oisDelpecli, Car-
los González, Dr. Miguel Angel Motis, Dra. Christine Orobitg,
Miguel Ángel Pallarés y Hortensia k'agüe. Casi siempre desde la
distancia, la comprensión y el coraje de Angelines Carlés sin~ie-
ron para allanar miichos obstáculos. Por último, la paciencia y la
sabiduría d e Antonio Tausiet y Luis Gago, así corno su ayuda
constante a lo largo de diez años de investigaciones, exceden los
límites de cualquier agradecimiento.
ORDEN

Estatiiyrnos y ordenamos que quandoquiere que a


los Iusticia, Prior y Iurados [...] constare l...] que
en la dicha ciudad hay algunas personas amance-
l~adas,alcahuetas, briixaa, robadores d e la huerta
l...]y otras personas sospechosas d e mal vivir, el di-
cho Iusticia, de su incro officio, los pueda mandar
salir dr la ciiidad y sus terniirios, so pcna d e acotes.
LA «CAZA DE BRUJAS» EN EUROPA

FUNDAMENTOS DOCTRINALES Y MEDIDAS LEGALES


PARA UNA PERSECUCI~N

Pedro Cariisio'

El auge de los procesos por brujería y siiperstición detectado


en h a g ó r i duraiite la Edad h4oderna n o es un f e n í m e n o aislado:
se erigloba eri la gran perseciición europea que poi- sil iniisitada vi-
rulencia, nunca experirricritada hasta entonces, ha sic10 clenomi-
riada como <.cazade brujas)) por los l-iistoriadores que se han ocii-
pado del tema. Pero, <por qué se produjo exactamente e n aquel
momento? ?Acaso no existieron durante la Edad Media, y aun an-
trs, individuos dedicados a las práclicas que serían condenadas dii-
rante la época d e las persecuciories? i_Acason o f~rcronobjeto de
odios por parte d e sus coiivericirios, al igual que oociirriría e n siglos
posteriores? Tal y coiiio veremos en este capítulo, miiclio antes de
los siglos XVi y XVI1 ya Iiiibo quienes creyeron en la niagia, profe-
sioriales de la magia y conflictos, tanto de índole psicológica corrio
social, e incliiso económica, relacioriados con la magia.

Otto B K ~ \ ~ ~ N W (d.),
R ~ : ~&Y¡IL
R Pttn ( h t ~ ~S.].,
i . I < ~ J ~d. urfu.
( ~ ~vol.
I / I4,PFI-i-
burgo, 1Ierder. lXlJ6-1023, pp. 100-101.
Sin embargo, para que pudiera producirse un despliegue de ac-
tuaciones,judicialescomo el que t1n70lugar por esas fechas, fue ne-
cesaria la existencia de una legislación que lo arriparase. A su vez, las
medidas legales se basaron en conceptos que habían sido forjados a
través del tiempo por los irilelectualcs asociados al poder, eclesiásti-
cos en su mayor parte. De este modo llegó a crearse toda una doc-
trina acerca de la brujería y las siipersticioiies eri la que fbndamen-
tar una persecución encaminada, como tantas otras, a lograr un
control estatal sobre los cuerpos y las almas de los súbditos de aque-
llas inonarquias que luchaban por fortalecerse. No preteridcmos
resporisabilizar únicamente a las altas instituciones judiciales de la
persecución de que fueron objeto tarito br~ijoscomo supersticiosos.
Sin el apoyo de los rriierribros de las comiinidades rurales doride te-
nían lugar las acusaciones, dicha persecución nunca habría logrado
el éxito que tiivo en determinadas Lonas. Tampoco es nuestra in-
tención que se identifique la teoría (doctrina, legislación) con la
práctica (decisiones .judiciales) que, como veremos especialmente
en el caso de hagóri, coincidieron muy pocas veces. No obstante,
para corriprcnder el espíritu y el lenguaje de los iristrumentos o caii-
ces legales que sirvieron a la persecucion y para poder situar los p r c ~
cesos aragoneses dentro del contexto ideológico europeo, se hace
necesario trazar a grandes rasgos la evolucióri de la magia y de sil
considcración antes y despiiés de que el cristianismo se convirtiera
en religión oficial, hasta llegar a los acontecimientos que tuvieron
lugar sobre todo a partir de finales del siglo.l\\?

En el murido clksico, tanto en Grecia como eii Rorria, existía un


cipo de magia que se asociaba íntimamente a la religión establecida;
era la considerada benéfica, practicada por los sacerdotes de deter-
minadas divinidades para conseguir fines favorables a la sociedad,
como la lluvia en tiempos de sequía, la niejora de las cosechas, la
adivinación mediante oráculos, etc. En cuanto a la magia conside-
rada como maléíica, su ilegitimidad siempre se puso de relieve; rio
obstante, en el panteón grecorromano había bastantes divinidades
que arriparüban malas acciones, con lo cual las fronteras entre los
dos tipos de magia, y aun entre esta y la religión nunca estuvieron
tan claras como mas tarde pretendería el cristianismo triunfaritc2.
Idastres principales divinidadcs relacionadas con la magia rria-
Mica eran fenieriirias y representaban a la noche (Selerie, la diosa

' J u l i o Caro Baroja t r a n u n bi-cve panumrria de la magia durante la Anti-


güedad clásica eri Los Irr~~jc~s y \u mundo. Madrid. F.d. Alianza, 1982, pp. 17-63.
ra un csludiu iiiás detalladri del tcma piieclcn corisuliai-se:E. M S S O N1.0Lm<& .~,
d n m I'nnliq~iitbrrromninc: París, 1934; V. CIAFFI,
1.0 m@o n ~ l l alf,tfrmtu7(1r rirlln 7 i z l n di
luriar), la muerte (Hécate, soberana de las almas de los muertos) y
la naturaleza en estado salvaje, más tarde asociada también a la fe-
cundidad (Artemis -Diana, para los romanos-). Las tres apare-
cen, de hecho, invocadas en rriuchos textos literarios griegos y ro-
manos para realizar ciertos actos mágicos. Pero, con el tiempo, uria
de ellas, Diana, al ir ganando popularidad, tendió a concentrar los
atributos de los otras dos. No olvidemos que en su origen la Arte-
mis griega había sido,.jurito con su hermano gemelo Apolo, una di-
vinidad de la muerte. Apolo mataba a los horribres con las flechas
que disparaba su arco de plata; Arteniis daba miierte a las mujeres.
En época homérica se creía que las f-lechas podían causar una
muerte cruel o suave: así, se distinguía entre la muerte nat~iral,sin
enfermedad, y la violenta o producida por alguna dolencia. A Ar-
temis se la representaba en forma de bella cazadora, recor~iendo
montes y valles acompaiiada de ninfas. No tardó, por ello, en ser
corisidcrada diosa de la caza. En época posthoiriérica, al igual que
Apolo fiie suplantarido poco a poco al antiguo dios-sol Helios, Ar-
temis llegó a identificarse con la antigua diosa lunar Selerie.
Más tarde. LL\rteniis-Dianase asociaría con Hécate, la diosa de los
espíritus, ya que ambas tenían en comím, acleriiás de su íntima re-
laci6n con la muerte (Tknatos), el conociniiento de todo lo riece-
sario para practicar encantamientos o hechizos. Uno de los rasgos
principales de Hécate -4espuks atribuido también a Diana- era
que por la noche vagaba eri compañía de las almas de los difiintos
y toda suerte de fantasmas, particularmente cn las encrucijadas y
junto a las tumbas. Dicho cortejo o cabalgata nocturria sería más
tarde rriotivo de muchas disputas entre los que consideraban tal he-
cho como real y los que juzgaban que consistía tan sólo en una vi-
sión fantástica. La polémica se prolongaría hasta los tiempos de la
gran «caza de brujas., en los que prevaleci6 la primera postura,
dando carácter de realidad a lo que originariamente no fue sino un
mito de las religiones griega y romana, con características cornil-
nes, eso sí, a otros serriejantes pertenecientes a culturas diferentes
como, por ejerriplo, la de los antiguos p-manos'.
Además de las citadas diosas, fueron muy populares las lamiae
griegas y las striges romanas. Se trataba en ambos casos de genios o

' Véarise h d r é BERY,\RD, Sorrim> Grrc..\, París. Fayard, 1991 y Aiirie-Marie Ti.-
PET. L a m(/<@dnns la p o v w lr~tznu,París, Hcllcs Lettres, 1976.
núrrienes iabulosos que reunían características de mujer y de ani-
mal, cuyas actividades maléficas las hacían objeto de temor y u n re-
curso para asustar a los niños. Se<qínla leyenda, Lamia había sido
una joven hermosa, arriada por Zeus, pero Hera, celosa, la persiguió
y dio muerte a todos sus hijos. Desde critonces Lamia se rehgió en
una gruta y, por envidia de las otras madres, trató de matar a sus
criaturas devorándolas o chupando su sangre. A las lamias en gcrie-
ral se las ha imaginado cori cola de pez o de dragón, o cori patas d e
ave, entre otras rnuchas versio~ies.El mito pasG de Grecia a Koma y
después a la Edad Media, llegando hasta nuestros días, por ejemplo,
en ciertas zonas del País Vasco, tal y corno atestigira José Migiiel de
Barandjaranl. El término strix remite a iina familia de rapaces noc-
turnas, concretamciite la que hoy se llama familia de las estrígidas,
que comprende el bnho, el mochuelo y la lechuza. A las striges ro-
manas, mujeres-ave, se incorporaron las características maléficas de
las lamias, y unas y otras se asociaron al cortejo nocturno y volátil d e
Diana. Hoy en día, la palabra italiana utili7ada para designar a la
bruja es strqu, cuya raíz resulta indiscutible.
Claro está que, ,junto a las creencias e n todos esros seres míti-
cos, existieron tarribién mujeres de carne y hueso, curanderas y he-
chiceras (hobarine, maleficae), que practicaban un tipo d e medici-
na popular cri el que la magia era la protagonista; otras veces
utiliraban sus conocimientos y fama para actividades menos berie-
ficiosas, corno los envenenamientos o conjuros dirigidos contra
sus enemigos o los de sus clientes. Aunque n o eran idcritificadas
exactamente con los genios que hemos descrito, sí se consideraba
que guardaban alguna relación con los mismos. Numerosas obras
de la literatura griega y latina describían a estas hechiceras, aun-
que quizá la mas eiriblemática sea El nsno de oro d e Apiileyo, escri-
ta en el siglo 11 de nuestra era. El libro planteaba precisamente el
tema de la relación entre lo fantástico y lo real, ya que trataba d e
las metamorfosis o cambios de forma". I.ucio, el protagonista, se
transforma en asno por medio de u n ungüento, al igual que la
dueña de dicha pomada, la hechicera Panfila, tomaba la forma d e

' V&mse,por ejeniplo: Teóci-ito, Idilio\, 11, 10 SS; Horacio, Epoc/o.í. .i I; . S i / i w s ,


1, 8: Virgilio, b@ogcs, 8 y I:'nr!ido.4, 504 &a; Tibirlo, 1, 2, 4: Ovidio, Amorm. 1, 8, h . 7 -
lo', 2, 571 y i21~tc~nror[u.ris,7, 191; Sbiieca. J.Icdw, 670: I.cirano, 6, .507 y Pliriio, Hi.7-
tona ,\V~tud, 18, 8 ; 28. 6-7, 29.
" Sil títiiIo prirriitivo firc cl de las Aldnmorfotit de Lucio de Patras, ailriqcie des-
pués se hiciera mi? conocida con el título de El c m o & »m (Asirru,\ Azc~r?is), con VI
que la cita San i l g i d r r en cl ~igloK
un búho cuando así lo deseaba. <Existíaentonces la posibilidad de
que un ser humano filera a la vez un ser fabuloso? Apuleyo no da-
ba una respuesta al problema, pero sí resulta evidente la aso-
ciación que planteaba entre las famosas hechiceras de la región de
Tesalia y las .strigPs, tal y como leemos en el siguiente párrafo:
*Pánfila empieza a desnudarse por cornpleto; luego abre una
arqueta y de allí saca unas cuantas cajas; destapa iiria, y con la po-
mada que contiene se frota mucho rato con ambas manos, se iin-
ta todo el cuerpo, desde las iifias de los pics hasta la coronilla; ha-
bla con su lámpara muy detenidarriente en voz baja; agita con
leves sacudidas sus miembros. Y, iras un irnpcrceptible movi-
miento oridulatorio, apunta una suave pelusa que se desarrolla al
instante y se convierte en recias plumas; la nariz se Ic cncorva y
endurece; las iir?as se convierten en poderosas garras. Pánfila es
ya búho. Hace resonar. un graznido de dolor y para corriprobar su
nucvo estado, se pone a revolotear progresivamente; luego, lan-
zándosc al exterior, gana altiira y desaparece en pleno vuelo..'
Nos hallamos frente a una obra literaria y, por tanto, no po-
demos corisidcrarla como iin documerito fidedigno de las creeii-
cias de la gran masa de la población grecorromana, sino más bien
como una forma artística y sugerente de expresar la evolución
que sufrió el pensamiento y la filosofía de los habitantes del Im-
perio coincidiendo con la gran crisis, que ya se anuncia en tierri-
pos de Apuleyo. Era un momento en el que los contactos con las
religiones orientales aumentaban y elos venerables filósofos pita-
góricos alternaban con los nigromantes venidos de Rabilonia o de
Siria o de Egipto, magos con poderes para curar enfermedades
con ensalmos, para alejar plagas [...], arrojar los demonios de los
posesos, emitir profecías, y producir metamorfosis, como las que
presencia y sufre Lucio el Asno en la famosa novela..'
A partir del siglo 11 tuvo lugar una marcada progresión de lo
fantástico y lo increíble en ese gusto por la fabulación que se pu-
so de manifiesto en la obra de muchos autores. Ello coiricidií) con
la famosa y larga crisis del Imperio por las guerras contra ger-
manos y persas que cada vez presionaban más amenazado-
rarriente sobre las fronteras, las continuas luchas armadas entre
candidatos rivales al trono, las finanzas ruinosas, las pestes, la
disminucióri de la población, la depauperación de la agriciiltii-
ra, el aumento de la presión fiscal, etc. No obstante, a pesar de

' Apuleyo, A.~ini~.s


Aurms (trad. esp.. L l u n o (Ir oro, Madrid, Kd. Gredos, 1978,
p. 169).
' Carlos G;\nc.in (;ri.zi , 1.0s orig~rir\(Ir lu no?~ola,Madrid. b:d. Istmo, 1988, p. 02.
la creciente presencia de la magia -que siempre florece en
epocas difíciles-, ni entonces, ni tampoco en épocas anteriores
a la crisis, Csta fue perseguida por sil sola existencia. En líneas
generales, la magia se toleró en el mundo grecorromano salvo
en los casos en que atentaba directamente contra el poder. Fue-
ron muchos los emperadores enfurecidos por el terror de las
prácticas secretas dirigidas contra su persona. Ello si~pusoque
en el plano estrictamente jurídico toda rrianifestación mágica se
hiciera coincidir con el crim~n~nnia~tatis, idea que volvería a re-
cuperarse eri la Europa Moderna como uno de los medios para
justificar la gran persecución. La magia entendida como ame-
naza contra el orden existente se plasrrió asimismo en la atribii-
cióri generalizada de la misma a los pueblos extranjeros tenidos
por enemigos (todos lo eran para el Imperio Romano), y fue de
este modo como los romanos asimilaron los conceptos de magia
y barbarie. Pero, si en épocas anteriores las artes mágicas se ha-
bían asociado con los etruscos o los caldeos -entre otros pue-
blos-, a finales del Imperio, sobre todo en la época de las gue-
rras contra los persas, dichas artes se identificaron totalmente
con la ciencia de los nmgi, sustaritivo étnico en su origen que pa-
ra entonces servía para designar a los sacerdotes niazdeístas.
Tarnbién las comunidades cristianas de los primeros siglos de
nuestra era fueron consideradas sospechosas de conspirar en pos
del poder político, debido a su carácter secreto. Los cristianos re-
chazaban absolutamente la religión romana, cuyo culto era un cul-
to a la nación, ya que los dioses -incluido el propio erriperador,
que era adorado corno tal- desempeñaban el papel de guardianes
del Imperio. 41 negarse a manifestar los menores gestos de lealtad
hacia el emperador o los dioses de Roma, se los erripezó a ver c e
mo enerriigos y se los culpabilizó de catástrofes y pérdidas militares
bajo el pretexto de que con su presencia ofendían a los dioses, que
entonces retirarían sil protecciOn a Rorria. Con el tiempo, y a me-
dida que crecía su número en medio de la sorictdacl romana, f~ie-
ron objeto de difarnaciories muy semejantes a las que se lanzaron
siglos más tarde contra la pretendida sociedad de las brujas, esto es,
fueron acusados de *practicar orgías incestuosas, de niatar y comer
niños, de adorar a un dios-burro y a los genitales de un sacerdote.,)"
La situación cambiaría por completo con el triunfo del Cris-
tianismo, al transforrriarse en religión oficial del Imperio el año
381 mediante el Edicto de Esalóriica. A partir de entonces, los

" &Europa, Madrid, Ed. Aliariza, 1975,


Nusrnaii COHL?1.0s d~monin.s~fnmiliarus
p. 34.
nuevos enemigos, los n o cristianos -judíos o paganos-, fueron
acusados de los mayores rriales simplerneritc por el hecho de no
aceptar la nueva religión. Ya en la época de las primeras predica-
ciones, cuando el Cristianismo conienzó a extenderse por Orien-
te, la fuerza de los que se resistían a convertirse se había relacio-
nado con la magia, contra la cual, por supuesto, los apóstoles de
la nueva religión poseían armas superiores que los convertían en
vencedores. El viaje de Bernabé y Saulo a la isla de Chipre, que
aparece relatado en el libro de los Hechos, constituye una buena
muestra del talante y la actitud hacia lo que ahora se consideraba
magia por parte de los representantes de la nueva fe:
<<Atravesaronla isla hasta Pafos y encontraron allí a un mago
judío, profeta talso, llamado Bar Jesús; vivía con el procónsul Ser-
gio Pablo, hombre juicioso. El proc6nsul mandó llamar a Bernabé
y a Saulo, con deseo de escuchar el niensajc de Dios, pero Elimas
o el Mago (que eso significa el nombre) les hizo la c o n ~ r aintcn-
,
tando disuadir de la Pe al procónsul. Entonces Saulo, o sea Pablo,
lleno de Santo, le soltó mirándolo fijo: -Tú, plagado de
trampas y fraudes, secuaz del diablo, enemigo de todo lo bueno,
¿cuándo dejaras de torcer los caminos derechos de Dios? Pues
ahora mismo va a descargar sobre ti la mano del Señor, te queda-
rás ciego y no verás la luz del sol hasta su momento. Al instante lo
envolvieron densas tinieblas, y buscaba a tientas alguien que lo Ile-
vara d e la mano. Entonces, al ver aquello, creyó el procónsul, que
estaba inipresionado por la doctrina del Sefior.."'
Resulta evidente que lo que estaba en juego ei-a un combate
entre culturas diferentes: la que se impuso se identificó con Dios;
todas las demas, con el Diablo. Sin embargo, en la práctica hu-
biera sido imposible la conversión de las masas sin adoptar, al me-
nos hasta cierto punto, una postura dialogante. De hecho, la sus-
titución de lavieja fe por la nueva se caracterizó, más que por una
destrucción de los antiguos cultos, por iin cambio de sentido de
los mismos. A menudo se purificaron y consagraron los antiguos
espacios sagrados, confiriendo un sentido cristiano a los ritos tra-
dicionales, que se reinterpretaron y adaptaron a las exigencias del
nuevo ciilto.
En cuanto a la actitud de la lglesia hacia las creencias, que to-
davía perduraban, relativas a la diosa Diana y sil cortejo nocturno,
aunque k e r o n denunciadas, y aunque tanto la diosa como los
componentes de la cabalgata fueron identificados con demonios,
se pensó que se trataba de ~iliisionesy faritaseos., con lo cual se

10
Hechos d e los Apóstoles, 19, 6-12.
restaba importancia al tema de la magia y de la intervericióri del
Demonio, que se limitaría a engañar a sus seguidores haciéndoles
«ver. lo que no existía realmente. Un buen ejemplo de dicha ac-
titiid es el famoso texto conocido como Canon Episcopi,que se lia
conservado en dos ediciones de los siglos x y X1, aunque proba-
bleiiiente proceda de un capitular franco más antiguo. En el año
906 apareció incluido en uria colección de instrucciones destina-
das a los obispos y sus representantes; cien ahos más tarde volvió
a ser recogido con mínimas variantes por Bucardo, obispo de
Worms, en su Decreturt~,y riiás tarde circularía ampliamente por la
literatiira canónica. El texto, como indica su título, iba dirigido a
los obispos, a los que encargaba expulsar dc sus parroquias a bru-
jos y encantadores, y en la edición del siglo XI decía así:
«A fin d e que los obispo5 expulsen d e sus parroquias a bru-
jos y encaritadores. N o hay que callar que ciertas mujeres mal-
vadas, convertidas e n seguidoras d e Satanás (1 Tim. 3 , 15), se-
ducidas por las fantásticas ilusiones del demonio, sostienen que
por la nochc cabalgan sobre cierta bestia junio a 1)iana o Hero-
díadcs, diosa d e los paganos, y iiria gran niuliitud de mujeres;
quc recorren grandes clistariciiis en el silencio d e las noches pro-
fundas; que obedecen las órdenes de la diosa como si fuese su
seliora; que son Ilaniadas en determinadas noches para que Ic
sirvan.»"
Dicha edición añadía a las anteriores el nombre de Herodía-
des, la causante de la muerte de San Juan Bautista, según los es-
critos bíblicos. Ello significa que las antiguas creencias asociadas
a la diosa Diana de los romanos se reinterpretaban y reactiializa-
han adaptándolas a la cultura prcdominarite eri el momento.
Otras versiones posteriores citaban a la Holda germánica, cono-
cida también conio Perchta o Bensozia. Pero lo que nos importa
destacar ahora es que la brujería se consideró durante mucho
tiempo como una fantasía diabólica, a la que, aunque corideria-
ble, no había que conceder crédito alguno. Esta file la t.esis defen-
dida por San Agustíri, para quien muchos casos de magia no se ba-
saban sino en lo que llamó un wnsueño imaginativo??provocado
por el Demonio. Dicha interpretación fiie la que predominó du-
rante la Alta Edad Media, época durante la cual se siguió practi-
cando la magia, uria magia duramente condenada por las leyes ci-
viles, pero a la cual todavía no se prestó la atención que atraería
eri siglos posteriores cuando /a no sólo el poder civil, sino tarribiéri

" V&sc J . P. Mic:r\i;. Patrologk~ (;mwcilnlznu Citrtus (:ornl>lr~tus,Pa1-ís, 1844-


1864. CXL, cola. 831 SS.

34
el eclesiástico se unieron para corribatirla. t@ié factores coritribu-
yeron para que se produjera un progresivo cambio de actitud por
parte de la Iglesia hacia la riiagia y concretamente hacia sus mani-
festaciones más popiilai-es, esto es, la bi-ujcría y la superstición?
Hacia el siglo XIII, en una Europa mucho más urbana e inter-
comunicada mediante redes corrierciales, y con una cultura cos-
mopolita que florecía en las recién creadas universidades, fueron
principalmente dos los factores que infliiyeron en la nueva pos-
tura. Por una parte, cl auge de la magia ~ u l t a y,
» por otra, el éxi-
to quc obtuvieron ciertas herejías, entre las cuales destacó, por la
fuerza de su organización, la de los cátaros o albigenses. De eii-
trada, ninguno de estos dos hechos parece tener mucho que ver
con los cargos que después se irnpiitarían a las br~;jas,pero si ana-
lizamos ambos factores entenderemos la evolución que condujo a
la Iglesia a proceder contra determinados comportamientos prác-
ticamente ignorados durante siglos. En el fondo, el canibio de
actitud no suponía sino una manifestación rnás de la nueva situa-
ción político-religiosa: a medida que la Iglesia se volvía más inflii-
yente, se iba asentando y tenía menos que conquistar y más que
rriantener, trataba de lograr un control cada ve^ rnás delimitado
de todo cuanto pudiera oponerse a su poder.
La denominada miagia culta,, o a l t a rriagim, qiie general-
mente se distinguía con estos riorribres de la practicada en los am-
bientes riirales, alcanzó un gran desarrollo desde los siglos XII y
XIII en adelante, coincidiendo con la afluencia de textos proce-
dentes de Bizancio y el mundo islámico. Se recuperaba así un
conjunto de conocirriientos de origen oriental que habían sido ol-
vidados, tales como la numerologia, la astrología, la filosofia y ma-
temática griegas, la alquimia o la cábala. Muchos de estos saberes
se incorporaron al saber enseñado en las universidades y fiieron
aceptados conio uria h r m a de conocer y dominar el universo n a
tural. La idea básica sobre la qiie se fundaba dicha magia hereda-
da de los fil6sofos neoplatónicos, consistía en la corivicci6n de
que todo el universo se hallaba íntimamente relacionado entre sí
mediante vínculos por los cuales unos elementos se sentían atraí-
dos hacia otros, ya fiiera por similitud o por iiiia armonía espc-
cial. Segím Roger Bacori -uno de los más lúcidos defensores de
la también llamada <.magianalural), en el siglo XIII-, la magia re-
suelve el f~mcionarriicntodel cosmos eri la f6rmiila de la sim$atía
universal,es decir, en la cadena de correspondencias y semejanzas
entre el mundo terrestre y el murido celestial. Dicha coricepción
sc resumía en el famoso principio hermético scgíin el cual: ((Lo
que esta abajo es como lo que está arriba, y lo que esta arriba es
como lo que está abajo.." El antecedente de dicho principio es lo
que los griegos de la Alejandría del siglo 111 d. C. habían denomi-
nado eciericia de Hermes Triniegisto» (el tres veces graride) , que
venía a ser una enciclopedia de todos los conoci~riientosuniver-
sales basados en una observación de los hechos riaturales':'.
( h m o ciencia optimista y experimental que aseguraba un gran
poder sobre la naturaleza a sus practicantes, timo muchos seguido-
res; algunos de ellos tan conocidos como Alberto Magno, Kaimiiii-
do Lulio, Arnaldo de Villanova o Enrique Cornelio Agrippa quien,
siguiendo la línea de numerosos escritos en los que se relacionaban
los más diferentes objetos mediante supuestas afinidades - q u e hoy
resultan extrañas para nuestra mentalidad-, confeccionó prolijas
tablas de simpatías. Así, por ejemplo, al Sol le correspondían el oro
y el jacinto; a la Luna, la plata y la esmeralda; a Marte, el hierro y la
amatista; a.Júpiter, el estaño y el berilo, etc. De esta forma, relacio-
naba los cuatro elementos (Tierra, Fuego, Aire y Agiia) con los pla-
netas o cuerpos celestes, así currio con las piedras, metales, plantas y
animales. También, por supuesto, con el lior~ibre,aunque éste, en-
tendido como rriicrocosmos, como espejo dcl universo, como intér-
prete pridcgiado del *lagos*, poseería la facultad de convertirse en
lo que deseara, por ser punto dc encuentro de las fuerzas que rigen
el universo y tener aderriás conciencia de ellas. En palabras de Agriy
pa, q u i e n conozca las cualidades de los elementos y sus conibiria-
ciories, conseguirá operar maravillas y dominar la magia r1at~ral.n'~
No obstante, para lograr las prometida5 maravillas no bastaba
con conocer íhicamente el inundo material. El mago debía a ~ i -
mismo tener presente el mundo de los espíritus. Siguiendo la in-

" Tales palabras provienen de i i r i texto, conocido romo iiiblr~Grmrraldina


(Eibula Smoragrlincl), cuya referericia más antigiia sc ha halladci en un escrito dc
Dyabir Ihii Hayyin, del siglo VIII. Pero, aliizgar por sic estilo, la 7iihlcl L.s~nmcrlrlinn
cs de origen preislárnico y, puesto qiic ariiiorii~aperfectamente con el espísiiu de
la tradiciíiri hermética. no hay razón pam dildar de sil vinciilacióii curi Gsta. Para
una lectura del trxto completo, vease J. F. Rilsk\, 'iizbida Smnrn~rlzn«,IIeidelherg,
1926, o tamhiÍm la obra de Titiis BLK(.I<HAR~T, /\lrhi,rriie, que con el títiilo cic .Il-
guimio. S i p r ~ r a d ov imc~gmrld mundo, Iia sido tl.acliicida al castellano (Rarceloiia,
Ed. Plaza &,T;iri&,1971, pp. 233234).
I '4
Segíiri Titus Burckhardt, wabc piegiititar si e1 nombre dc Hcrrnes Tsirrie-
gistu debe atribuirse a un hombre o a una fiinción sacrrdotal hermética puesta b a
jo lo advocacióii de Hei-mes-Tliot>,.op. (11.. p. 253. Sobre este lema \+ase asiinismo:
W. S<.OTT y,]. A. Fi.i<cuso\ (eds.), Hrrmrtiro, 4 vals., Oxfor-d, 192436 (tl-ad. esp. a
partir de esta misma ed. del ~~Poiiiiariclres-, <.Lallave.,, v el ~~Asclepiov, en Hvrmrs
7iimrgii\lo. Trrs tralarloc, Madrid, 1980).
'' Eririqiie COKI'FIIO A(.KIPP.~,fi10~0/2í(orztltn. :lfr~@anatural, Madrid, Ed.
Alianza, 1992, p. 48.
terpretación rieoplatónica, entre los cultivadores de la magia culta
estaba muy extendida la creencia de que desde lo más perfecto (el
*Uno» plotiriiano, o Alma del niundo,>,o Arquetipo, o Dios, por
citar sólo algunos de los numerosos nombres con que era desig-
nado) hastü el último de los elemcntos que habitan el universo,
existía una escala .jerarquizada de seres intermedios. El hombre
cra uno de ellos, pero por encima se hallaban otros seres más es-
pirituales a los que se conocía como dnimo.nes. Para los griegos y los
romanos, venían a ser seres semidivinos, intermediarios entre
los dioses y los horribrcs, entre los cuales se iricluían las almas de
los difuntos. En la cadena de corresporidencias qiie servían para
unir el m~irido, jugaban iin papel f~iridamental.Según Agrippa:
*Pormedio d r esta cadena, cada cosa del iriiiricto inferior se co-
rresponde, según su genero, con su inmediata del rriimdo s u p c n o ~
del cielo rccibe la fuerza crlrste. llamada quinta esencia, o espíritu
drl rriiirido, o naturaleza inrdia; del mundo intelectual i.rcibe la
Puer-/.arspiritiial, o f ~ ~ e rviva,
z a que le transficrc todas sus cualidades.
: por íiltirrio, riel arquetipo recibr la fiierza de toda su perlerci<íri,
1
que le llega ii travks de esos intermediarios. ,híes como cada cosa
puede llegar tirsde el inundo inferior hasta las estrellas, de éstas a
las inteligencias, y de las inteligencias hasta el arquetipo. Dc esta lar-
ga cadena es de clondr procedc toda la inagia y la filosofia oculta.»"
Había, pues, quc conocer y distinguir tambikn a los dairnones o
demonios para conseguir los fines deseados. Todo se hallaba po-
blado por ellos, los había mejores y peores, y cada iino podía servir
para algo diferente, según sus cualidüdes inherentes. Para los culti-
vadores de la ciencia mágica rio poseían el carácter negativo y ma-
lefico que les fiie asignado por el Cristianismo oficial, ya que entre
los mismos se incluían tanto a los dioses y héroes del paganismo co-
mo a los ángeles de la tradición escritural. Fueron muchos los au-
tores que se ocuparon de clasificarlos, basándose por lo común en
el tratado De cla~rnonibusdel filósoio bizantino Miguel Psellos"', se-
gún el cual podían dividirse en seis especies: ígnea, aérea, terreria,
acuática, subterránea y liicíiuga. La mayor parte de quienes se de-
dicaron a su estudio, tanto cristianos como gentiles (Orígenes, Ra-
silio, San Agustín, Tertuliano, Lactancia, Giordario Bruno, Marsilio
Ficirio), coincidían en la opinión de qiie dichos espíritus poseían

15
Idrm, ihidpm, pp. 118-149.
Ili
El bizariho Miguel Psellos ( 1 018-1078) fue ruio de los iiifis iiiipor-taiiies fi-
lósofos de su época y autor de iiria obra enciclopkiica coiiipar-able a la de Alhrr-
to Magno o Toiiiás de Aquino. Su ti-atado L)t~I)u~monzDus alcan76 gran popularidatl
durante el Renariniicnto gracias a la traducción ric Marsilio Ficirio que se publicó
en Vcriecia en 1197.
tarribih una siistancia corporal muy ligera. Pero el problema de la
corporeidad demoníaca no llegó nunca a ser resuelto por la Igle-
sia, a pesar de debatirse en Concilios como el de Letrári y de ser
objeto de constantes disputas entre los teólogos.
En cualquier caso, uno de los requisitos más importaritcs para
el mago era nombrar aquellos seres con quienes quería ponerse
en contacto; los demonios venían a representar las dimensiones
ocultas del mundo, de ahí que darles nombre significara, de al-
gún modo, sacarlas a la liiz, traerlas a la existencia. Como en toda
magia -también en la deriorriiriada <<baja,,-, el poder de la pa-
labra se consideraba algo esencial. Segíh Agrippa, *en las opera-
ciones de magia se riecesita el nombre particular de las cosas [...]
toda palabra tiene su propio significado [...] y su nombre puede
obrar maravillas si se profiere en el lugar adecuado, en el mo-
mento justo y con cl rito correspondiente.^"
Los magos, por tanto, utilizaban a los demoriios para conseguir
sus fines, los invocaban con siis nombres para dominarlos y hacer-
los autuar y obedecer. Todo ello se realizaba en nombre de Dios, ya
que El había creado el universo y todos los espíritus que lo habita-
ban. La práctica de la magia, de hecho, se entendía como u11 largo
ejercicio de devoción religiosa. De ahí qiie antes de un coriuro o
invocación, el mago se preparase con un período de castidad, a y i -
no y oración. Y no sólo eso: también los iristr~irrieritosutilizados pa-
ra la opcracih -ci~l-iillos, vestimenta, cirios, pergaminos, etc.-
debían ser tilmigados, hisopados y consagrados. N o obstante, debi-
do al creciente éxito de dichas prácticas, que se vio favorecido por
su presencia en las universidades y cn las cortes reales, la magia co-
menzó a ser vista corno un sistema de creencias que rivali~abacon
el propuesto por la Iglesia oficial, con lo c i d no tardó mucho en
condenarse. Y para ello tuvo, asiinismo, que reinterpretarse.
Segúii Santo Tomás de Aqiiino, los magos se engañaban al
pensar que controlaban la situación: los demonios fingían obe-
decer porque les convenía, pero eri realidad eran ellos quienes
determinaban el resultado final. Ninguna operación mágica po-
día llevarse a cabo sin la ayuda demoníaca, y por ello era riecesa-
rio que existiera iin pacto implícito de colaboración entre el rna-
go y los demonios. Se pasó de considerar qiie el mago dominaba
a los demonios a afirmar qiie los adoraba. Al mismo tieinpo, cada
vez se iba concediendo mayor protagonismo a la figura de un es-
píritu del mal cuyo poder se alzaba sobre el resto, de ahí que el
Diablo -en singular- sustituyera cada vez más a los derrioriios
-en pliiral-; así, no tardó en hablarse, para referirse a la magia
ritual, de un verdadero culto al Diablo. A partir de entonces, las
sanciones no tardaron en producirse: en 1277, y a pesar de qiie
algurios componentes de la Iglesia no se mostraron riada conven-
cidos, el Papa, el arzobispo de Canterbury y el obispo de París
condenaron la magia ritual por diabólica; y en 1320, el papa Juan
XXII, obsesionado por el miedo a ser el blanco de conjuras teri-
dentes a eliininarlo por cualquier motivo, volvió a condenarla, es-
ta vez como herética, con el objeto de que también la magia ritual
pudiera ser perseguida por los iiiquisidores. h i n q u e , en la mayor
parte de los casos, nada o casi riada tuvieran que ver los ritos aso-
ciados a la magia culta cori los propios de la magia popular y las
creencias supersticiosas, la e v o l i ~ i h ndoctrinal y Icgal que se esta-
ba produciendo cori respecto a la alta magia influyó más tarde en
la doctrina y las leyes aplicadas a la brujería y la superstición.
Algo semejante podemos decir con respecto al segundo de los
factores que coritribuyeron a la gran persecución o <<caza de brii-
jaw: la lucha contra las herejías. Estas, que se manifestaron conlo
corrientes de pensamiento diferentes a los dogmas que la Iglesia
iba definiendo, y que desde los primeros siglos de existencia del
cristianismo habían concado con numerosos adeptos, no empeza-
ron a ser vistas como un peligro importante hasta mediados del si-
glo XII, coincidiendo con el establecimiento de los cátaros en el sur
de Francia. Arites de esa fecha, a diferentes grupos de herejes (ma-
niqueos, pelagianos, paulicianos, bogomilos, etc.) se les habían
atribuido, al igual que les sucediera a los primeros cristianos, las
aboriiiriaciones más viles: orgías sexuales con asesinatos de niños
y canibalismo, principalrriente. Sin embargo, la Iglesia, qiie du-
rante la Alta Edad Media perseguía, por lo general, más persiia-
dir que obligar, no tornó ninguna medida radical en su contra: la
excomiinión canónica era el anico modo de expresar sil condena
y el rechazo que le inspiraban estos grupos de disidentes.
A partir del siglo X11,con el auge de las herejías diialistas, que
intentaban dar una solución al problema del bien y el rrial, a las
aciisaciories anteriores se añadió la de rendir ciilto al Diablo. Y por
las mismas fechas llegó a aplicarse al hereje la categoría de traidor
o reo de lesa majestad divina, idea procedente del derecho roma-
no que sirvió para amparar todavia más la persecución legalIx.'ká

IX
En 1199, inecliari~ela decretal Vm;qr.r.nfi,in scvtium, Iiiocencio 111 hizo de la he-
rejía un nimm rr~c~ir\lntis,basánciosc cn el trataniieiito qiie el I>ci-echoRorriario con-
cedía a quienes se consicirraba que aieritaban contra la vida de los erriperadores.
en el siglo XIII comenzó una campaña, dirigida especialmente con-
tra los cátaros o albigenses, que habían ganado un gran número de
adeptos en el Languedoc y habían llegado a tener obispos propios,
de ahí que se consideraran a sí mismos como una Iglesia aparte de
la romana. En 1209, el papa Inocencia 111predicó una cruzada cori-
tra los albigenses; en 1215, el Concilio de Letrán pidió a todos los
príncipes seculares que aplicasen la pena de muerte a cualquier ti-
po de herejes y, finalmente, en 1231, el papa Gregorio IX y el em-
perador Federico 11 acordaron que el pontífice nombrase inqiiisi-
dores con poderes especiales para descubrir y destruir a los herejes
del Sacro Imperio Romano Germánico. Qiiedaba así constituida la
Inquisición medieval; en España se introdujo en 1232, aunque se
consideró innecesaria en Castilla y sólo hizo una aparición simbó
lica en Aragón, qiie por estar más cercano a los principales focos de
herejía, se pensó que debía ser mejor controlado que otras zonas.
En principio, las disposiciones doctrinales y legales contra los
herejes nada tenían en común con la magia, pero, como vimos, és-
ta llegó a asociarse en el siglo Xni' cori la herejía para poder facili-
tar su persecucibn. ?Bajo qué pretexto? @iik tipo de magia podía
considerarse herética y cuál no? No hay que olvidar qiie muchas
clases de magia seguían gozando de iin gran prestigio incluso en-
tre los mismos miembros y representantes de la Iglesia, y que no p c ~
día generalizarse la condena indiscriminada a la magia cuando la
propia Iglesia utilizaba en sus ceremonias litúrgicas un gran núme-
ro de fórmulas rituales y de símbolos propiamente mágicos. Por
tanto, el problema de distinguir la herejía en la magia resultaba un
tema peliagudo. Conlo bien ha señalado Henry Charles Lea: *De-
finir dónde comenzaba y terminaba la herejía en todo esto, deci-
dir entre Dresunto conocimiento de los secretos de la naturaleza v
auténtico recurso a los malos espíritus, no era fácil, y por común
consentimiento la decisión se hizo en torno a si en cada caso había
pacto expreso o implícito con el demonio..'" No obstante, la defi-
nición y el reconocimiento del supuesto pacto volvieron a ser de
nuevo decisiones arbitrarias. Corno si con ello se resolviera la cues-
tión. en 1398 la Universidad de París declaraba aue había oacto im-
plícito «en todas las prácticas supersticiosas cuyo resultado no se
puede esperar razonablemente de Dios o de la naturaleza.),"' En re-
alidad, se estaba dejando la puerta abierta para qiie iin buen nú-
mero de comportamientos de distinta natiiraleza pudieran perse-
giiirse a partir de entonces de manera incondicional.

19
IIeriry Charles LEA,Hi.~torind~ la Inqui.sitirin esfioñola,vol. 1I1, Madrid, Fiin-
dación Universitaria Española, 1983, p. 573.
PO
Idnn, zhidpm, p. 573.
La idea del pacto cori el Demonio alcanzó un gran desarrollo en
los tratados teológico-jurídicos de la época y llegó a ser la base de las
persecuciones .judiciales contra la brujería, especialmente a partir
del siglo XV, momento en que aumentó el riúrnero de procesos en
toda Europa. Sin embargo, tal idea suponía un filerte contraste con
la mentalidad campesina referida a la brujería. Para los habitantes
de los medios rurales, el brujo o bruja lo eran por sí misnios; sus po-
deres, ya fueran para curar, influir de modo positivo o dañar -esto
es, practicar makfin'ur+, radicaban en su persona, sin que fuera ne-
cesaria una explicación trascendente para acusarles en determina-
das ocasiones de pe judicar a sus semejantes. Es cierto que entre los
practicantes de la magia rural no dejaba de ser común la invocación
a ciertos espíritus, ya fueran expresión de fuerzas mágicas, antiguos
dioses paganos, ánima5 de los antepasados o incluso santos. Pero la
nueva versión eclesiástica, según la cual se definía la brujería preci-
sanierite por el pacto con el Demonio, debe relacionarse rnás con la
evolucih de la propia Iglesia que con el pretendido cambio de las
creencias y prácticas populares.
En el siglo XV, especialmente a partir de 1447, que h e la fecha
en que se puso fin al prolongado cisma con el acceso al trono pon-
tificio de Martín V, la Iglesia fue mostrando un progresivo autori-
tarismo. Los nuevos papas emprendieron el rearme político de sus
estados, se negó la doctrina del conciliarisrrio (que anteriormente
había atribuido un poder a los obispos que debía ser respetado iri-
cluso por los papas) y, en general, se empezó a perseguir sistemáti-
ca~nentecualquier coriducta o creencia que supusiera la menor di-
sidencia con respecto a un edificio doctrinal que no cesaba de
aquilatarse día a día, excluyendo todo comportan~ientosituado al
margen de las verdades admitidas como dogma. Como expresó
Franco Cardini con gran acierto: .Al acumular victorias, la Iglesia
había prolongado tanibién el frente de sus adversarios.." En con-
secuencia, se iriterit0 fortalecer el nionoteísmo que siempre había
caracterizado a la religión cristiana, pero al qiie nunca se le había
dado un cariz tan extremo. Y nada mejor para acentuar los rasgos
de un Dios f~iertey autoritario qiie resaltar la figura de un o p e
nente a su medida, el Diablo, quien, a pesar de sus numerosas ca-
pacidades (que los demonólogos no cesaban de detallar), acaba-
ba siempre por ser derrotado por el Todopoderoso. Si la cultura
popular siempre había tendido hacia el politeísmo (m'as o menos

" Franco CAKDINI, Magia, tmtjm'o y suf~mlit-iónrn rl Ocrid~ntrmrdimnl, Barce-


luna, Ed. Península, 1982, p. 71.
disfrazado en ocasiones bajo el culto a los santos), el crecierite ab-
solutismo eclesiástico no admitía rriedias tiritas: *O estás conmigo
-acatando todo cuanto te ordene-, o estás contra mí», venía a
ser el irierisaje lanzado de forma creciente a los fieles.
Dentro de esta evoli~iónpiiede comprenderse ~rie~jor la atribu-
ción de pacto demoníaco, no sólo a los magos cultos y a los herejes,
cuyas doctrinas podían suponer una fuerte competencia a las ense-
ñanzas de la Iglesia, sino también a cualquier conducta no coritro-
lada directamente por sus representantes. Para justificar la actua-
ción sobre los medios rurales, donde todavía quedaban tantos restos
de creencias paganas, tantas formas diferentes de interpretar lo sa-
grado, tantos ritos, tantos seres por quienes la mayoría de la pobla-
ción sentía iin respeto especial, mezcla de adrriiración y temor, se
llegó a inventar una nueva lierejia: la brujería, tal y como la inter-
pretaron quienes la defiriierori. Constituía ahora, en su opinión, un
sistema de ideas opuesto al cristianismo y basado en la ayuda de Sa-
tanás (termino que, en griego -oazavag- significa precisamente
e l adversario.). De este modo, la brujería 1lcgO a ser considrrada
como el crimen más grave de todos cuantos puede cometer el ser
hurriario. Tal afirmación se basaba siempre en la supuesta vincula-
ción con el Demonio por parte de quienes eran acusados de brujos.
Y la,justificaciónjurídica aducida era que la brujería reunía en uno
otros tres tipos de delitos: herejía (el más grave, por la alianza con
el Demonio), apostasía (ya que el brujo renunciaría a sii fe para sus-
tituirla por una nueva fe en el Diablo) y blasfemia (pues los ritos de-
irioriiacos coristituían la más grave afrenta a Dios).
Las nuevas concepciones acerca de la brujería, sínibolo ahora
de todas las maldades imaginables, f~ieroiidifimdidas a travk de
los numerosos tratados escritos a partir del siglo >íV por juristas y
teólogos expertos en derrionología, ciencia que alcanzó durante los
siglos XVl y XViI un notable desarrollo al hilo de la obsesión cre-
ciente por el Diablo. El más feroz e irifluyerite de todos ellos tile,
sin duda, el célebre iVíulle~~s muleficczrum («El martillo de las bri?jas,,,
cuyo expresivo subtítulo no dejaba dudas sobre la intención de sus
autores: .<Paragolpear a las brujas y sus herejías con poderosa ma-
za>>).El libro, escrito entre 1486 y 1487 por Jacob Sprenger y Hein-
rich Iristitoris (Kriirrier),dos inquisidores dominicos encargados de
combatir la brujería en algunas zonas de Alemania, pretendía ser
un tratado doctririal didáctico destinado a los perseguidores".

Jacob SPREKGER y' IIeiiirich INSTITI)KIS. i Z i l l / h ~m ~ / ~ f i c f l ~ nI.y'o11,


n l . 1584
(trad. esp., Bl vriartillo tlr lar lnujas. Pam golpirur a 1 1 ~ I~rujr~c
. y \zc\ hrwjias con podrrosa
maza. Madrid, Ed. Felmar, 1956).

42
Eri realidad, pasó a convertirse en la versión i<oficial~ de las
más recientes teorías de la Iglesia con respecto a la brujería, ya
que contaba con todo el apoyo del Papa. Inocencio VI11 liabía
promulgado una bula en 1484 en la que fijaba precisarrieritc los
poderes de los iriquisidores para reprimir lo que ya empezaba a
verse como una plaga. I m terminos cori que se refería a los actos
de los brujos destilan una coriviccióri tan firme en las aciisaciones
iorrriuladas que no es de extrafiar que dieran lugar a las crueles
persecuciones que tuvieron lugar después en las regiones citadas:
«Recienteinrnir tia venido a nuestro conocimieiiio, no sir1 que
hayamos pasado por im gran dolor, que en algunas partes de la. alta
hlcmania, en las provincias, villas, territorios, localidades y di6cesis
de Maycnza, Colonia, TI-ews,Saliburgo y Brcma, cierto número tle
Iwrsonrzs dcl uno y otro sexo, olvidando su propia salud y apartáii-
dosr de la fe católica, se dan a los drnioriios íricubos y súcubos, y por
sus encantos, hechizos, conjuros, sortilegios, crírrienes y actos infa-
mes, rlrsiruyeri y r r i a t m cl fruto en el vientre de las mujeres, gana-
dos y otros aniriiales de espccies diferentes; d e s t r i ~ nlas cosechas,
las vides, los hiirrios, los prados y pastos, los trigos, los granos y otras
plantas y legunibi-esd i la tierra; afligcn y atormentan ron dolores y
maks atroces, tanto iriirrior-es como cxtcriores, a estos inisriios
hornbrcs, mujeres y bestias, rrbario.; y animales, e impiden que los
hombres pucdan engendrar y las rriujrres concebir y que los inari-
dos ciirriplan el dcber conpgal con sus rriujeres y las mujeres con
siis maridos; con boca sacrílega reniegan d r la t que han rccibido
en el sariio lxiiitismo; n o temen cometer y prrprir-ar; a instigación
del enemigo tlrl g6rier.o humano, otros n~uchosexcesos y crírriencs
abominables con peligro de sus almas, desprecio de la 1)iviria Ma-
jcstad y peligroso escáridalo [te muchos.»"'
Parece claro que ya no se dudaba sobre la realidad de la bruje-
ría"". Si durante los prirrieros siglos de la Edad Media se había ha-
blado de ilusiones o ensueños imaginativos; si la infertilidad de los
ca~npos,la falta de fecundidad de las mujeres o las enfermedades se
h a b h i asociado a determinados genios o riíimenes, ya fueran restos
de divinidades paganas, hadas u otros sercs fantásticos, ahora, por el
contrario, se acusaba a seres de carne y hueso. Todos los atributos y
pautas de cornportarriieiito quc desde la Antigüedad habían carac-

':' IXclio príl-ralo,per~erieciriitea la birla Summis d o i d v r n t ~ l <ct//etlilrus.


,~ que
iue prorrii~lgadapor el papa Iiiocciici«Vi11 eri 1484,se halla coritriiido rn caG to-
das las rdiciories del ;2.lullru\ ntcr-./itcwum, tras cl íridicc.
'' Nos referirnos con ello a la postiri-a dorniriaii~e. Tmihi6ri hubo críticos qiir
atacaron los siipiicstm de la Iglesia pr-eteridiendoiritrodiicii-tactores m i s racioiiales
al negar la realidad de elementos talc~coino los vuelos O la&rrietamorfosis dc las hrii-
jas, pero siw voccs no S k i ori esciicliadas por lo geiicral hasti mccliaclos del siglo X1,'iI.
MALLEVS
MALEFICAS ET E A R V M
hzrefrm fi;un& conterens,

Ed?io nouiBima ,inlinitTs pene mcndis expurgah ; cuiqiic rccclfic F u p


Daxnonum & Complcmciirum arris cxorcilticz.
Y i r j k c mdirr,in quibus Pythonicw, ve1 diuinationizfueritfiiritn~, mwt# maiatw
kuitici cap. lo.

Z P ~ F D P X ~ ,
B O V R G E A TGgno
Sumptibus CLAVDII , ~ ~ Mercusjj
~ Galli.

Portada de una eclicióri (Iyori?1669) del il~'i(~llm~s


Mul~jrnrunzo«hlartillo de
Escriio rriirr 1485 ). 1 486 p(ir los dorriiriicosJacot) S~irerigei-y
las t>rujas~~.
Heinrich Institoris, f ~ i econcebido conio el perfecto maniial para
cazadores de brujas, lo que lo convirtió durante más de dos siglos en
fuente de inspiración de casi todos los tratados europeos de brujería.
terizado a la g r m caterva de espíritus malignos se transfirieron di-
rectamente a hombres y mujeres que comenzaron a ser aciisados de
violar, secuestrar y matar a niiios, provocar el mal tiempo, causar irri-
potencia v esterilidad, etc. Los ariliguos mitos habían encontrado el
h b i t o espacio-temporal favorable para su encarnacióri: cualquier
anciana que concitase los odios de un grupo de vecinos de su aldea
podía servir para el papel de bruja en la Europa del siglo XVI.
Una de las priricipales características del ~ ~ ~ U I I ~mZkI fSi m - u mera
la coiriplera identificación qiie sus autores establccian entre bruje-
ria y sexo femenino. A pesar de que todavía en los primeros cinco
capítiilos del libro se utili~abael término 1nalufic7~men su gériero
neutro, a partir del capítulo sexto, donde se pretendía justiticar el
porqué sor1 las mujeres y no los hombres las proclives a cometer ta-
Ics crímenes, se adoptaba directarriente el femenino muluJitzl. Así,
una vez sentado que las mujeres son más debiles, poseen menos fe
(según los autores, la misma etimología del nombre, jZmim, lo in-
dica ya que procede deje y minus), tienen uria lengua mentirosa y li-
gera, actiían con malicia, erigañari siempre y, lo más importante, son
víctimas de una pasión carnal insaciable, la obra acababa coriclil-
yendo, al estilo rriás propiamente escolástico, que la br~qeríaera un
asunto prcdominanteinente femenino:
«Podrían decirse r-riás cosas, pcro para quien es iriteligerite,
parcce bastante para enieritlrr que no hay nada sorprenderi~rrri
que entrc las mujeres haya nih brujas que cntrc los hombres. En
corisecucncia, se llama a esta herrjía rio de los brujos, sino de las
br-lijas,porcliie el nombre se toma de lo más irriportantc. Bendito
sea el Al~ísirrioqiie hasta el presente preserva al sexo masculino
de un ataqiir serriejantc: El que ha querido nacer- y sufrir en este
sexo le ha concedido el privilegio de esta exe1ici6ri.s'~
Partiendo de la base de qiie las brujas eran seres lujuriosos, en
tanto que mujeres y en tanto que pecadoras, resultaba facil FJ~IICU-
'
lar el supuesto pacto demoníaco, que aseguraba sus poderes iiiági-
cos, con la acusación de mantener relaciones sexuales con el Dia-
blo. También se coilteniplaba la posibilidad de qiie cualquiera,
varón o hembra, pudiera corisurriar el coito con los denionios que
componían la legión gobernada por Satán, el más poderoso de to-
dos. Se escribieron un gran nílmero de p5giilas destinadas a des-
cribir la naturaleza de dicho comercio carnal y se estableció una
distinción básica entre demonios sUcubos (capaces únicamente de
recibir el semen) e íncubos (encargados de depositarlo). Evidente-
mente, para que ello fiiera posible, era neccsario que también los
I.iorribres se prestaran a tal comercio. De cualquier modo, las cori-
tradicciones entre los misinos tratadistas eran moneda corricntc y
ciialquier argumento apoyado en la aiitoridad de im escritor anti-
guo que hubiera expresado algo mínimamente relacionado con el
tema valía para justificar las acusaciones más peregrinas.
t J n ejemplo de los muchos que podríamos mostrar, dada la
abundante literatura producida en torno a la cuestión, lo consti-
tuye el capítulo que el español Gaspar Navarro dedicaba a los ín-
cubos y súcubos en su obra Trihunml de sufimtición. ladinu. Para re-
solver el problema de la corporeidad de los demonios a la llora
de consumar el acto sexual con los humanos, escribía:
,.Es muy cicrto y averiguado qiie donde n o ay cuerpo no pue-
de avcr gcneraciori [...] y assi queda assentado que el demonio no
puede engendrar por su puro espiritu y carccer de cuerpo. Pero
este enemjgo mortal, como es tan astuto y crzgaL, suele (ornar un
cuerpo de hoinbre o muger muerta y cntrodiizir.se en el, y tener
acceso con una muger o hombrc [...] En una ocasion tomo el de-
monio el cuerpo de un hombre priricipal, luego al punto que fue
muerto, y llevo estc cuerpo por. e~paciode un año y mas, como si
Puera vivo, movicndolo y hablarirlo por su lengua, como si cstu-
viera informado de alrr~a~aciorial[...] Tambien puedc del ayre, o
de otros clemeritos, ti)ririar un cuerpo que sca palpable cori se-
mejanza de carrie.~~""
Los textos dedicados a describir los actos de brujería se multi-
plicaba~~ y, junto a la idea del pacto y las relaciones sexuales con
los demonios, se fueron desarrollando otras muchas, hasta com-
pletar toda una extensa mitología que pretendía trasponerse a si-
tuaciones reales muy variadas que nada tenían quc ver con lo que
se aseguraba en los tratados o se predicaba desde los púlpitos. La
construcci6n imaginaria que mejor resumía todo cuanto se afir-
maba sobre las brujas y sus aliados era el sabbat o aquelarre. Según
los tratadistas, los enemigos de Dios se reunían periódicamente
con el Diablo y celebraban un ritual contrario al Cristianismo,
perpetrando todo género de maldades una vez ratificada la íicleli-
dad al Pvlaligno por medio de relaciones sexuales con éste. Las
imágenes de lo que sucedía en el aquelarre variaban según los acii-
sadores pcro, en general, la iniciación ritual, comer, beber, la dan-
za y las actividades sexuales más pervertidas, incluida la zoofilia, el
incesto y la cópula con los de~rionios,constituían elementos co-

26
Gaspai- N.%\:AKKo.i'Tihu)z«l dr supmtl~cidnIndino..., Hiicsca, Pcdrn Blusón,
1630. fol. 20.

46
mimes. Además, se iricluía el canibalisiiio, los sacrificios de niños
de corta edad v la profanación de elerrieritos sagrados.
Todo cuanto la Iglesia quería combatir cn los comportamientos
de sus díscolos feligreses era exagerado hasta el niáximo y encori-
traba cabida en esa extrema parodia a la inversa de la liturgia cris-
tiana que constitiiía el sabbat. La inversión se aplicaba de modo ge-
neral y específico. En la misa cristiana intervenían el pan y el .vino;
eri los rituales de las brujas sc usaban excrementos y orina. En la
Iglesia católica, como decía Martin de Castariega, *besan los síibdi-
tos la mano a sus mayores y señores espiritualesy ternporales, y al Pa-
pa le besan el pie en señal de absoluta y total obediencia y reveren-
cia, y a Dios eri la boca, en señal de amor [...] Pues para el Denioriio,
que es tirano y señor qiie de sus súbditos hace burla y escarnio, rio
resta salvo qiie le besen en la partc y lugar más deshonesto del cuer-
po.." Así, la famosa reverencia al Demonio (el beso en el culo) no
tenia otra fiinción que resaltar y acentuar la nialigriidad de los su-
puestos brujos. La aplicücibn de ungüentos para vohr tambikn en-
contraba su contrapartida en las unciones sagradas, como el mismo
sacramento de la cxtremaiinción. Si los místicos qiie se habían ha-
llado alguna vez en contacto directo cori lo divino podían aparecer
estigmatizados,como signo de su participacion en la pasión de Jc-
sucristo, las brujas llevaban grabada en alguna parte de su cuerpo
una señal que el Diablo les hacía como signo material del pacto. Y
así sucesivamente con todo el resto de episodios que se suponía que
tenían lugar en estas reuniones, juntas o coriveritículosdemoníacos.
Idasdescripciones de las mismas fiieron aburidarites y diversas se-
gíln las zonas geográficas. En palabras de C;. R. Q~~aif'e,.<lasbrujas
alemanas mostraban inclinación a lo escatol6gico. Todos los des-
perdicios humanos -sangre meristrual, semen, heces, vómito, ori-
na y LIS- terlían propiedades mágicas [...] En Ginebra, las briijas
se especializaban en propagar la peste. En Inglaterra no existían
aquelarres y en Escocia eran diversiones campesinas en las que fal-
taban los aspectos horrendos. Comer, beber y bailar eran los ingre-
dientes principales y lo sexual era ima extensión de la obscenidad
normal de los carripesinos.»'VJna de las más completas descripcio-
nes sabbáticas que han llegado hasta nuestros días es española y tie-
ne su origen en el famoso auto de Ce de Logroño de 1610. Durante
los dos días quc duró, los acusados se extendieron mucho en sus

27
Martíii TIF (:,\SI ir<:^, iiaindu muy solil- hirv fnndndo de lus .suprrstitlono y hu-
rhizr&zs ... il%d., 1529). Madrid, Socicdacl de BiLilií>filos Espaiioles, 1946, p. 51.
28
G. R. QLLAIFE. Mr1,14iay rnult./iczo. 1.c~brujos y el fanotisrno r í h ' ~ G o Barceloiia,
.
Ed. Critica, 1989, pp. 78-79.
confesiones y se tardó un día entero en leer las sentencias. Entre
otros espectadores, se encontraba allí el impresor Juan de Mongas-
tón, quien al año siguiente publicó un resumen de dicho auto que
hacía hincapié en los aspectos relacionados con la brujería. El con-
tenido de su texto se hallaba con~pletanienteacorde con las convic-
ciones y actos de las autoridades iriquisitoriales y fue publicado, al
parecer, con afanes pedag¿&ico?". Una vez detallados ciertos aspec-
tos del acto, como el número de participantes, la procesión, los ser-
mones, etc., Mongastón continuaba diciendo:
«Y porque se tenga noticia de las grandes maldades que se co-
meten en la secta de los Bruxos, pondre tanbien una breve rela-
cion de algunas de las cosas mas notablcs quc apuntamos algunos
curiosos quc con cuydado las ibamos cscribicndo en e1 tablado, y
son las siguientes: Relacion de las cosas y maldades que se conie-
ter1 en la seta de los txi~xossegur1 se relataron eri sus writericias y
conlesiones.»."'
A partir de ahí nos hallamos ante uno de los mas impresio-
nantes relatos sabbáticos, cuyo resumen podría ser el siguiente: el
sabbat tiene lugar tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes,
y a él acuden participantes de todas las edades. Los más ancjanos
se ocupan de buscar nuevos adeptos y enseñar a los jóvenes. Estos,
cuando consienten, son llevados por los brujos maestros ante la
presencia del Demonio, que tiene una apariencia monstruosa y es-
tá scntado en un trono; entonces, los novicios reniegan de la fe ca-
tólica, adoran al Diablo besándole en el culo y a cambio son seña-
lados por él en el cuerpo y en la niña de los ojos. Además, reciben
un sapo vestido q u e es un demonio en aquella figura para que sir-
va como angel de la guarda al brujo novicio que ha renegado.."'
Para renegar hay que haber llegado a la <(edadde discreción». Pe-
ro también hay niños en el aquelarre, que previamente han con-
sentido en ir a cambio de algunas golosinas. Su tarea consistirá en
guardar una gran rnariada de sapos que los brujos y el Derrioriio

I!i
Véase Manuel FLKSANDEZ NIETO(ed.), Procm a la hrujm'a. En torno al .4tlt0
&Fr dr Zugar~ovrmrdi.Logrovio, 1610, Madrid. Ed. Tecnos. 1989, p. 23.
loc br-z~j~s
~ I J
:<u
De eata Rrkicicír~exia~eridos gerriplares en la Biblivteca Nacional de Ma-
drid. l!rio sr cnciiriitra r n la sccción d c mariiiscritos, tiene la signatura 718. D-
118, está ericuadei-tiadojuri~ocori diversos rriariusci-itos g co~riieri~a en la p. 271
del tomo 1-11 qiic se ciiciirntra. b:stá iiiconiplrto, ya qiir Ir falta el íiltirno folio. El
otr-o, corripleto. corista de catorce folios y lleva la s i g r i a ~ i ~ ~ a 2248-71. La pi'c-
V/C\
scntc cita rst5 1-ccogidad e rstc iíltimo rjcmplar.
" l a s citas incluidas cn el prcwntc rcsiiincn han sido toniadas de la rdición
ya citada, publicada por- Manuel Fer-nánclez Nieto en Madrid, Ed. Ternos, 1989,
pp. 30-71.
han recogido por los campos para hacer venenos y ponzoñas. SG-
lo aciiden sin prestar su consentimiento las criaturas que todavía
no saben tiablar, y ello si quienes las acostaron no las santiguaron
o protegieron con agua bendita o reliquias. Entonces los brujos las
pueden sacar. de sus camas y les chupan la sangre o los ahogan.
Los sapos constitiiyen un elerricnto fimdamental. Por una par-
te, como heinos visto, se usan -junto con otros componentes-
en la fabricacihn de venenos para destruir frutos, animales y per-
sonas. Por otra parte, vestidos de paño o terciopelo, encarnan a los
demonios que acompañan a cada uno de los brujos. Estos los ali-
mentan y después los azotan con unas varillas para que se hinchen;
a continuación, los brujos los pisan o estrujan para que vomiten:
un agua verdinegra con la que cada brujo se untará la cara, manos,
pechos, 6rgarios gcnitales y plantas de los pies, antes de volar o c e
rrer hacia el aquelarre. hderriás, la marca con que el Demonio se-
ñala en la niña de los ojos a los novicios rio es sino a n sapillo que
sirve de señal con que se conocer1 los brujos iinos a otros..
F.1 aquelarre coriiieriza *como dos o tres horas antes de me-
dianoche* y dura hasta que es hora de cantar el gallo, despuks
de medianoche, que se vuelven todos a sus casas acompañados de
sus sapos vestidos.))Durante este ~ienipo,los asistentes danzan al
son de tan~borily flau~a;tienen relaciones sexuales unos con otros
<<sin consideracion a grados o a parentescos. y también con el De-
monio; azotan a los que habían dejado de ir a otros aquelarres, e in-
cluso van a azotar a sus casas a los que rio han ido; salen a los carni-
nos metamorfoseados en figuras de animales para espantar a los
viariclantes; van a las casas donde no se bendice la mesa antes de co-
rricr, o no se da las gracias después, y cometen todo tipo de destro-
zos; aciiden a los cementerios portando antorchas - q u e son hrazos
de riilios muertos sin bautizar- pala recoger restos de difiintos y co-
merlos después, o para utilizarlos como ingrediente de las ponzo-
ñas; dividen a los muertos en tres partes antes de comerlos: una la
asan, otra la cuecen, la tercera la comen cruda declarando los pa-
dres que han comido a sus hijos y los hijos a sus padres.; cliupari la
sangre y extraen el seso de los niños más pequelios, etc.
1.a inversión de la liturgia cristiana se n~anifiestaen multitud
de aspectos: los asistentes no pueden, en el aquelarre, nombrar a
Jesús ni a la Virgen ya que, si alguno lo hace, al punto se disuelve
la reuriiOn; en las vísperas de las principales fiestas del año litúr-
gico hacen solemne adoración al Demonio .<ytodos se confiesan
con í.1, y se acusan por pecados de las veces que tiari entrado a la
iglesia, misas que han oído, y de todo lo demás que han hecho co-
mo cristiarios, y de los males que, pidiendo, han dejado de lla-
además, acostumbran oficiar uria misa al Demonio qiie imi-
ta a la cristiana, sustituyendo cada elcmcnto por su contrario.
1.a fantasía sabbática ponía en esceria uri conjunto de acciones
que representaban las cualidades opuestas a aquCllas qiie la Tgle-
sia católica pretendía inculcar. Si bieri es cierto que no todos los
elementos pertenecientes al sabbat procedían dc las obsesiones
de los jueces sino que muchos de ellos -corno las orgías sexua-
les, la danza, el vuelo, las metamor-fosis- se hallaban arraigados
en la cultiira folklórica tradicional, la diabolización sí que consti-
tuía iin fenómeno totalmente nuevo. Alprios estudiosos relacio-
nan las exageraciones de los relatos sabbá~icoscon las pretensio-
nes didácticas de la Iglesia. Según G. R. Quaife, .el bien no podía
enseñarse por comparación con el bieri absoluto. El hombre n i m
ca alcanzaría unos ideales tan imposibles y ello le desilusionaría.
La sociedad sólo podía instruirse cómoclamerite [...] comparán-
dose con el mal absoluto: esto es, con la inversión directa de los
valores dominantes en ella. 1.a bruja personificaba estos valores
invertidos y su existencia y sil persecución afirmaban y fortalecíari
los supuestos morales básicos de la sociedad.^"'
Cria vcz completado el mito de la brujería y teniendo eri cueri-
ta que también eran condenadas otras conductas consideradas su-
persticiosas, el camino para la persecución se vio allanado por lo
que respecta a las posturas teóricas. Pero todavía era necesario al-
go mas para facilitar en la práctica la búsqueda y captura dc los
pretendidos aliados de Satán. El gran cambio legal vino de la ma-
no de los cambios doctririales, se prodijo por las mismas fechas y
corisistió cri una nueva forma de llevar a cabo los procesos crirrii-
nales. Si durante la Edad Media había predomiriado la forma acu-
satoria en el procedimiento crirnirial, eri la Edad Moderna ésta se
iba a ver sustituida por la forma inquisirorial. ;Qtié suponía real-
mente dicho cambio? ( h a n d o se sigue el principio acusatorio eri
la iniciación de un proceso, es el individuo que acusa quien debe
tomar la iniciativa y conducir el caso por siis propios medios, sin
el asesorarriiento de un letrado. Ello significa qiie el acusador ha
de hacer acopio de las pruebas que conduzcan a la condena y, si
finalmente no consigue demostrar su acusación, se arriesga a sii-
frir una pena tan severa como la que le hubiera correspondido al
acusado si el juer se hubiera convencido de su ci~lpabiliclad.Por
el contrario, en el procedimiento inqiiisitorial es el juez quien to-
ma la iniciativa para el descubriniierito dc la verdad judicial, con

32
G. R. QCAIFE, (.ii.,pp. 82-83.
$J.

50
Francisco de Gap, <<Mucho hay que chupar>>, Chpricho riiirri. 45. Lna de
las acusaciones clásicas atribuidas a las I)I-ujascra la cle c1iii~)arla sangre
y el seso d c las criatii~aaiiidefcnsas.
lo cual, quien acusa declina su resporisabilidad y, en ese sentido,
rriás que en acusador propiamente dicho se convierte en denun-
ciante. La irivestigacih o &iquisición)> (inquisitio) la lleva a cabo
la rriisma.jiisticia procediendo de oficio.
Como es natural, dicho cambio iio se produjo de un día para
otro. El origen de esta riueva forma de juzgar se hallaba en el Dere-
cho Canónico. Los jueces eclesiásticos habían seguido desde sicrri-
pre el principio acusatorio, heredero dcl Derecho Roriiario, pero
con el tiempo se adoptaron otros recursos procedentes del Derecho
Germánico, co~riolas ordalías, que se utilizaban para decidir sobre
la culpabilidad o inocencia de los reos cuando no se encontraban
pruebas tangibles. Así, por ejcniplo, el acusado podía ser arrojado
al agira y, si flotaba, significaba que el agua, como símbolo de la pil-
reza, rechazaba al criminal; hundirse se consideraba entonces iin
signo de inocencia. Existían también otros tipos de pruebas, como
la llarnada del *hierro candente» (judir;iumfnri mnden~is),segíin la
cual el acusado debía sujetar una barra de hierro al rojo vivo, o la
«prueba caldariajj ( n q z u w ~ r v m t i s )en
, la que había que sumergir un
brazo en agua hirviendo durarite un tiempo determinado. En arri-
bos casos, el miembro lastirriado era vendado luego por unos días y,
si uria vez quitadas las vendas no se ericontraba cicatriz alguna, el re-
sultado se corisideraba nilevarriente una prueba de inocencia. Entre
los aristócratas, las coritiendasjiiciicialcs se decidían más a menudo
mediante un combate o duelo. Se suponía quc quien moría era el
culpable, pues así lo habría decidido Dios. De ahí que diclias orda-
lias se denominarari también $ i i c o s de Dios),"'.
Hacia el siglo XIIl estas aritiguas formas de orclalía fiierori con-
denadas por la misrria Iglesia y se sustiiuyeron por otro procedi-
miento, la purificación canhica: se le exigía al acusado qiic jura-
ra ante Dios que era inocente mientras un número específico de
«corripurgantes>)-ayudantes de juramento- jiiraban a su vez
que el jurameriio era digno de confianza. Pero a niedida que las
visitas episcopales a las diócesis se fueron tomando más en serio,
coincidiendo con las siicesivas reformas pastorales que tuvieron
lugar desde mediados del siglo XV y sobre todo a finales del siglo
XVi, tras el Coiicilio de Trento, los obispos corrienzaron a recha-

:i:i
Para riii mayor coiiociriiiriito ctc las ordalías. véaiirc Kohert BARTI1.1 1 , 'lt-iril
by/ir12nnd w i t k i'hr mrdimol jiulirznI o n h : Oufirtl, (:laiv.ri<loi Pi-ris, 1986 r; &laLui-
sa LEDI:SMA. wkcrca de las ordalías y dcl duelo jridicial "dc csriido y l>asrim"cn rI
Ar-agón incdievalu, en i%tudio.\ pn homrnnjf>nl I h Anlonlo H r , l l r c i ~12.lirrtinri,
~ Zarago-
7x,Ed. Ciiivei.siclad dc Zarago~a,198(i, pp. 909-1006.
zar que los inculpados pudieran librarse por la mera periitericia
(purgntio ralloniru) cuarido carecían cle acusador. Eritonces los ca-
sos pasaron progresivamente a ser investigados por el juez, con lo
que nos liallamos ya ante el procedirriicnto inqiiisitorial que, eri
España, empezó siendo conocido como ~ ~ p e s q i ~ i s a ~ " ~ .
Dicho procediiniento fuc adoptado también por. lü justicia real.
Así pues, no debemos confiinclir el sistema iriquisitorial con la iris
titiición coniúrirricnte conocida co111o eIriquisición,>(Santo Oficio
de la Inquisición Espaiíola) . Los llarriados ~inquisidoresnpor anto-
riorriasia pusieron en práctica un método qiie no les pertenecía en
cxcliisiva, pero que dada la escenograíia, la propaganda y el boato
con que fue rodeado, llegó a corisiderarsc casi como privativo del
Santo Oficio. En realidad, el procedimiento penal inquisitivo, qiie
constituía iin arma autoritaria e intimidatoria siti igual, fiie aclop
tado tanto por la iglesia como por el Estado, especialmente en un
niomeritu eri que se buscaba el fortalecimiento del poder real fren-
te a la resolución de los conflictos entre las partes directamente in-
voliicradas. Como escribi0 Francisco Tomás y Vilicnte: <<No perda-
mos de vista que en el proceso inquisitivo el juez tiene por lo nienos
tanto de policía como de oficial administrador de,justicia.~:"
El cambio de procedimiento, de aciisatorio a inquisitorial, atectó
a Ia brujería de Somia xnuy directa. Ha); que tener. eri cuenta que ésta
era muy dificil, cuando no imposible, de probar. Mientras había
predoniiriado la forma acusatoria, habían sido muy pocos los que se
habían arriesgado a acusar a alguien de br~~jeríi"'. 2Lóino encontrar
pruebas de que la erifermedad de un pariente kiabia sido causada por
los 11echizc)s de una vecina? ;iCónio derriostrar qiie un niño liabía
muerto a consecuencia de un mial de ojo,),o que cierta torincnta de
p n i z o había sido provocada por los conjuros de alguien interesado
en los perjiiicios que ocasionaría? Ante la gran dificultad para pre-
sentar pruebas referidas a delitos semejantes, muchas de las riñas eri-
tre habitaritcs d r una niisma aldea que más de una vez se traducían
en imputaciones de br~?jeria, acababan por ser enterradas y transfor-

'3 1
\!í.asc,jcsiis LAI.IKDE I?i7rznrión Iii.\tóric.c~cd clmrcho rrfmñol, Karreloria,
AKAI)~A.
Kd. Arit-1, 1978, p. 883.

:ih
Sobre rsrc tcina, véase Normaii (;oH\, o$. ( d . , p. 213. Según dicho aiitoi;
<'Avcces había q~iieiiesasuiriíari los i-iesgos, coi1 rcsultados dciasti-oim; por ejerii-
plo. err Estrashiirgo: e n el aiio 1451, un honihi-c que liabia acusado a una mi!jcr
rlc mcclq'icinwi. corno n o fiie capa7 d c liiritlarrieiitar sir acusación, tiie al-I-estado,jii7-
gado por caliiiniiias y ahogado rri el río.. .
rriadas en odios duraderos o, en ocasiones excepcioiiales, se manifes
taban cri forrria de liricliarriieritos al rriargeri de la,justicia oficial. A
partir de la generalizaciOn del mCtodo iriquisitorial, los coiiflictos iri-
ternos de los aldeanos eilcontrai-on un cauce legal. (hialqiiiera podía
calurririiar a su vecino o acusar a sii enemigo de herejía o de brujería,
y librarse así de rriaiitciier uria disputa persorial. A pesar de que la re-
lación con Satank constituía la base del crin~<:nde brujería scgúri las
teorías doctrii-iales, n o era necesario clemostrai- que alguien había
pactado cori el Diablo (lo cual podía ser iina empresa bastante al--
dila); el jiiez mismo se cricargaba de rriariterier dicha acusación, que
aparecía invariablemente en boca del fiscal encargado del proceso.
Pero, ?quién o quiénes porlían actuar coino jueces ante tal crimen?
A lo largo del presente capítulo heinos seguido la evolución
doctrinal referida a la brujería y la supers~iciórieri geiieral, que n o
puede separarse de las medidas legales desliiidas a acabar con di-
chos comportamientos. Tanto al hablar de la ideología corno d e
las coriderias foriiiales o de la pi-,lctica,jiiclicial,la Iglesia ha sido la
gran protagoiiistci de nuestro relato. Ello n o significa que sólo los
jueces eclesi5sticos se encargaran de scritericiar los casos de bruje-
ría y supel-stición. Si bien los de siiperstición propiamente dicha
(criteiidida é s d~m i ~e r i t e e n su vertiente religiosa) fueron consi-
derados, en eti:<:to, coiiio iiii asunto de fe, los casos d e brujería
(que e n la realidad n o se distingiiían clai-anlcntc de los ariteriores)
irivolucraron tanto a la Iglesia como al resto de poderes píiblicos.
El Estado asimiló por lo general las posturas doctrinales d e la
Iglesia con respecto a la brujería g asumió las condenas contra és-
ta, resporisabilirái~dosetambién d e la pcrsccucióri. Iglesia y Esta-
d o -en iiombre de Dios y del poder- se unieron a la hora d c
acabar cori uri criiiieii que, tanto la una como el otro, considera-
ban extrcmadarriciite peligroso. No obstante, e n la práctica, la se-
paración d e jiirisdicciones se inantuvo. La justicia seglar y la ecle-
siástica actuaron d e manera simult;iiiea, pero por separado. ( h d a
cual decidía irideperidieri~errieii~e d e la otra, aunque casi siempre
se prestai-an aguda mutila. Pero la diversidad d e jurisdicciories n o
radicaba sólo e n esta division esencial. ( h m o veremos e n el capí-
tulo siguiente, e n las sociedades del Antiguo Régimen la justicia
se liallaba rriuy fraccioiiada y, con í'recuencia, eran varios los jiie-
ces con coinpetencia para Iiaccrsc cargo de un iiiisiiio cleliricuen-
te. Teniendo e n cuenta que todos se sentían amenazados por la
br~ijeriay que a todos correspondía legalmente su eliminación, la
abiindancia d e triburiales que se ocuparon de la misma n o clebe-
ría causarnos extrarieza alguna.
LOS AGENTES DE LA PERSECUCI~N:UN SOLO DELITO
PARA MUCHOS JUECEV7

Jerónimo Castillo de Bovadilla"

En las sociedades europeas del Antiguo Kégirrieri se coriside-


raba uriliriirrierrierite que el poder, cualquiera que f ~ i e r ala forma
que adoptara, pertenecía solamente a Dios. Según dicha concep-
ción, la ímica institución humana con capacidad legítima para
ejercerlo era la Iglesia, va que su función corisistía eri actuar co-
rno represericante d e Dios e n la tierra. Sin embargo, se hallalh ge-
neralmente admitido que la Iglesia transfería parte d e su dominio
a las autoridades temporales por razones de orden práctico. De
ahí que el poder d e los reyes encontrara su justificacióri e n la
trarisrriisióri divina, idea plasmada e n la célebre teoría del origen
divino del poder formulada por San Agiistín, la ciial sirvió como
fimdamento d e los regímenes absolutistas hasta los cambios pro-
ducidos a partir de la Kevolucióri Francesa. E n palabras d e Bos-
suet, uno de los principales defensores del absolutismo monár-
quico en Francia: « L a majestad es la imagen d e la grarideza d e
Dios reflejada eri la persona del príricipen"". A pesar d e ello, la

.Y7
y siiprrsricióii almi-cciaii casi sicmprr corisideradas conio iin deli-
Kt-i~jci-ia
to úiiico. dada la coiifiisiirii exisierite -iiiclitso por parle dc los riiisrrios jucces-
cnri-r bl-i!jos. hrchicrros, adivinos, sortílrgos, o cirrro tipo de ciiraiideros ciiyas ac-
tuaciories se liallal>aripr-oliibidas por la Iglesia. No olistaiik. nosotros distirigiiirc-
mos ambos coricrptos. c:n la mrdida de lo posible, a lo largo de iiiiistso estudio.

'iil
Jacqucs K É s r c . \ ~ . K o s i i . ~IJoli/iquo
~, /irr+ do) / ~ r o p m/~ci~-olr,\
( / e l'klytuw ~ u i n f ~
(trad. esp., I'ulílirci clrtluciílo dr //ro/~iarprrlaf)rc~.\dr 10 Srig7.adn E\tniuwi. Madrid.
1743, p. 11).
Iglesia nunca llegó a traspasar toda su potestad a los seriores lai-
cos, por más que éstos se considerasen defensores d e la cristian-
dad y actuasen e n nombre de Dios. Desde el principio se reservi)
la autoridad sobre ciertas parcelas y, por tanto, el derecho de jiiz-
gar las infracciones relacionadas cori las rriisnias. Además, los ecle-
.,
siasticos sólo podían ser juzgados por la propia Iglesia, salvo e n
los casos de homicidio. De este modo, podían distinguirse básica-
rricrite dos tipos d e jurisdicción: la seglar y la eclesiástica.
La jurisdicción eclesiástica se ocupaba, e n teoría, d e los asun-
tos propiamente espiritiialrs, a diferencia d e la jurisdicción se-
glar, cuyo ámbito d e acción se hallaba ligado a lo temporal o tran-
sitorio. No obstarite, e n la práctica, la 1glesia.juzgaba todo tipo de
delitos cometidos por sus rcpreseritarites: los superiores de las ór-
denes monásticas tenían competencia sobre el clero regular, y los
tribiinales episcopales, sobre el clero seglar. En cuanto a los dcli-
tos conietidos por el resto de la población, los límites d e la jirris-
d i c c i h eclcsiAstica n o se lialbbari cornpletaniente definidos y de-
pendían mucho de las costunibres locales. De cualquier modo, la
nóniina de asiintos que podían ser jiixgados por la Iglesia era cx-
terisisirria. Bueria niuestra cle ello son los ejemplos que Jerónimo
Castillo de Bovadilla aportaba e n su f'uliticu pnm Corr(:gidur.e~ ... La
introdiicción a los mismos decía así: (*Veamospor numero de ca-
sos [...] e n que cosas pueden los obispos y sus vicarios y otros jue-
ces eclesiasticos proceder contra legos y contra sus bienes,,'"'. La lis-
ta que seguía a continuaciim abarcaba materias tan diferentes, y
e n ocasiones tan ainbigiias, como la violación de la paz píiblica o
d e la iriniunidacl eclesiástica, el escándalo, la tiranía de los señores
sobre sus vasallos, el robo, el juego, la mentira -falsos clérigos, Tal-
sos liniosneros, falsas reliquias, talsos milagros, falsos pesos y rne-
didas, ialsos docuiiientos (la insistencia en la vigilancia del cn-
gaño revelaba una obsesión muy característica de la Iglesia por
reservarse el poder d e decidir sobre qué era lo auténtico), la si-
monía, el quebranto de juramento, el sacrilegio, el vender armas
a los ~eneinigosd e la fe. o ti-atar con ellos e n tiempo de guerra,
la usura, la inobservancia d e las fiestas religiosas, etc.
Pero junto a estos y otros delitos, reservados únicamente a la
justicia d e los eclesiásticos, existían lo que los.juristas de la época
denominaban res mixtae, esto es, asuntos e n los que se mezclaban
las facetas temporal y espiritual, o que atañían tanto a la Iglesia
como al Estado. 1.0s delitos que se considcrabari eriglobados deri-
tro de dicha categoría pertenecían al llamado rr&i /ion' (fuero
mixto) y podían ser jiizgados por todo tipo d e ~ribunalcs,ya frie-
ran seglares o eclesiásticos. Para evitar posibles conflictos, se re-
conocía que el derecho a juzgar tales crírricncs de dificil defini-
ción pertenecía al primero que iniciara e1 procedimiento. En
palabras del jurisca Castillo d e Bovadilla: «En los casos niixti Sori
en que el juez cclcsiastico y el seglar tienen,jiirisdicciori, perlerie-
cera el conocimiento al que drllos pi-eviniere la causa, lo qual se
corifirrria por una (hnstitiicion d e Pio V del a ñ o 1566>>4'.
Entre dicho gCnt:ro de delitos se encontraba la bri~jeria,así co-
mo otras formas d e practicar la magia o la adi\:iriacióii como, por
cjcmplo, la llamada astrologia jidiciaria. TarribiCri se incliiían la
blasfemia y comportaniien~ossexuales tales como el adulterio, el
amanceba~iiierito,la sodoirlía o el incr:sto. Por lo que respecta a la
magia y la br~ljería,arribas podían ser, pues, juzgadas por dos tipos
de tribunales: los episcopalcs, como representantes de la autoridad
espiritual, y los seglares, como representantes de la ~erripoial.Ya vi-
rrios cónio, en la práctica, los,juicios por dichos crírrieiics rio abun-
daron mientras prevaleció el procediniierito acusatorio. Pero desde
finales de la Edad Media, y sobre todo a partir del siglo XV, las co-
sas cambiaron con la gerieralizacií~ndel procedimiento inquisite
rial y con la creación d e un tcrccr tipo de ti-ibiinales que S~ierona
su vez de.sigriados con el nombre d e Santo Oficio cle la I~iquisicióri.
Los ~riburialesd e la Inquisición ejercían su autoridad corno de-
legados del Papa y, en principio, n o representaban sino otra facc-
ta rrris de laJiirisdicción eclesiástica. No obstante, eri la práctica
constitiq~eronuna nueva forma d e poder que se cricontraba a ca-
ballo entre la autoridad espiritual y la temporal. Dentro de Eiiro-
pa, la Inq~iisiciórinioderria sólo tuvo Cxito en algunos países y h e
precisamente en aquéllos dímde el papado colaboró de modo efi-
caz con la autoridad secular, especialmente Italia, Portugal y Espa-
ña. La Inquisición espaiiola sc caracterir6, m & que ninguna otra,
por su caricter político, ya que el Iriqiiisidor General era riorribra-
do por el Papa, pero a propuesta de los Reyes. Dicho inquisidor ac-
tuaba en todo el ámbito de la monarquía. de rrimera que la In-
quisición se convirtio en la única institucióri judicial comíin a
todos los reinos hispánicos, circuristaricia que hizo de ella un foi--
midable instrunie~itode uriificaci0ri en manos de la corona.
El hecho de que los inqiiisidorcs fireran nombrados a iniciativa
de los reyes coristit~lírzu11 desacato para los obispos y para los dere-
chos de la Iglesia misma, pues la furición del nuevo tribunal con-
sistía teóricarriente en perseguir la herejía, algo que los obispos Ile-
vaban practicando desde la oficialización del cristianismo. Si en un
principio el origen de las Inquisiciones medievales se había debido
a la desconfianza de los papas respecto a la sinceridad y eficacia de
los obispos para acabar con la herejía, la situacisn en la Edad M e
derna era muy diferente. Al menos en España, la iniitilidad episce
pal no podía mencionarse corno pretexto, ni en los años tinales del
siglo cuando Tiie fiindada, ni mucho menos después, tras las re-
formas cpiscopales realizadas por los niisrnos Reyes Católicos con
la eficaz colaboración de Cisneros. Así pues, como defienden mii-
chos autores, la fiiialidad de la Inquisición española, a pesar de su
naturaleza religiosa, fue principalmente política y social"'.
Pero, mas allá de las iriterpretaciones acerca de los furida-
mentos eri que se apoyaban los distiritos tribiinales existentes en
la Espaíía moderna, lo qiie si es claro es que sobre los delitos de
brujería g otras formas de superstición pesaban básicamente tres
formas de poder (inquisitorial, episcopal y seglar) que, aunque
coiricidentes en cuanto a la persecución de dichos crímenes, par-
tían de distirilos presupuestos y se encarriiriaban a oejetivos tam-
bién diferentes. <Porqué y para qué fueron juzgadas la brujería y
la superstición por cada uno de los poderes involiicrados?
1. En primer lugar, la Inquisición, tribunal creado especial-
mente para la erradicación de las herejías, consideraba qiie den-
tro de su ámbitojurídico se encontraba todo coniportaniieiito qiie
atentase contra los dogmas de la Iglesia; y la brujería, según las de-
finiciones de los más expertos dcmoriólogos, consistía precisa-
mente en renegar de Dios para a continuación pactar con el Dia-
blo. De ahí qire su corripetericia para la persecución de brujos u
otros supersticiosos se basase en la acusación de apostasía. Siendo
este el furidarrierito para qiie muchos inocentes f~ierancondena-
dos -como tendremos ocasión de comprobar más adelante-, di-
cha idea también sirvi6 para que, cuando no interesaba la perse-
cución de ciertos acusados, se considerase que al no desciibrirse el
delito de abjuración o apostasía, no era asunto que compitiera a
unos inquisidores ocupados en cuestioixs de mayor gravedad.

42
Véiéaiiw, cntrr otros, Angel Ai.<:-\i-i,<Hereja y,[c~-arqiiía. La poli.niica sobrt.
cl '~rihiitialde la Iiiqiiisici6li como drsacato y usiirpacií>ii dr. la jiirisdiccióti r p i s
cupal., eii.10~6Antonio ES(:LI>I.KO (d.), I'~tfilr<\juridiroc (IP LB Inquiric.ión q f ~ ~ i i o l r ,
Madrid, Universidad C.oriipliitiiisc. 1989, pp. 71-72: Ricardo C.AK(.~.A C~K .
.I;I ( 1.n In-
qzhir~cit~,Madrid, t'd. Aiiaya, 1990. p. 11; Hriii-y I i l \ i i : ~ , 1.0 Inquz~~ncín rspcirioln,
Karcrloria. Ed. Cr.ítica, 1985, p. 183.
Si en una primera etapa la persecucií,ri de la brujería, cntcn-
dida como herejía furidamental, corrió en gran medida a cargo
de los distintos tribiinales inqiiisitoriales extendidos a lo largo de
los reinos hispánicos, a medida que avanzó el siglo XVI los proce-
sos contra dicho delito fi~eroridecayerido. Ello reflejaba los inte-
reses de Liria iristituciOn cuyo principal cometido era, eviclente-
mente, el control político y social de los grupos o tendencias
considerados más peligrosos y llegí, uri rriorrierito en que desde
las altas instancias inquisitoriales, represeritadas por el llamado
Consejo de la Suprema, tanto la brujería como determinadas for-
rrias de supcrsticih pasaron a considerarse delitos menores cuyo
juicio debía corresponder, según expresión liabiiual, al ~ordiria-
rion, esto es, al juez que actuaba como representante del obispo.
Habilualrrierite se considera qiie el momento clave para el
cambio de actitiid por parte de la Inquisición española con res-
pecto al delito de brujería se sitúa en 1614, fecha eri que, tras cl
famoso auto de fe de Logroño realizado a raíz de la proliferación
de la br~geríaen el País Vasco, el (hnsejo de la Suprema decidió
aceptar las sugerencias de Alo11so de Salazar y Frías. El que fuera
apodado como a b o g a d o de las brujas>>*' había demostrado a ti-a-
vés de seis detallados iriforrries la irrealidad de la mayor parte de
las acusaciorics que se hallaban en el origen de tantas condenas
contra supuestos brujos y brujas. Su postura (*he tenido y terigo
por más que cierto que no lia pasado rii sucedií,, real y corporal-
mente, ninguno de los actos deducidos o testificados en este ne-
gocio~")fue asumida en términos generales por la Inquisicióri es-
paiiola a partir de entonces, como se demuestra eri las nuevas
instrucciones publicadas por la Suprcrrla y remitidas posterior-
mente a todos los tribunales regionales, admirable c l o c ~ i m e ~ l t o ~ ~
en palabras de Herii-y Charles Lea4'.
Pero a pesar del indudable mérito de dichas instrucciories,
que siiponian una postura racional y escéptica con respecto a la
brujería en un momento -comierizos del siglo X\!II- en qiie to-
davía muchos tratadistas se esforzaban en dar cuenta de los Cabu-
losos poderes de los supuestos aliados de Satán, los arguriieritos

-1:i
\'Case Gurtav HL\ NIS<;SFN, E1 ~~Lio~y(~do
d~ /a 5 triZ1ju~.L>ruj~rf(l710 \MIP 1nqili.ririóri
r~pntiola,Madrid, Ed. z21iariza, 1983. p. 9:W.
"' i'Casc ..1 .o5 cscl-itos dr Aluiiso Cala~arD , eii Manuel FI(KX.INDI:Z
Nii..ro (d.),
I'rutao a lu Irni~rría,Madrid. Ed. Trcrios. 1989, p. N.
'" Hciiry Chai-lcc 1 m, Hi5fo1indr IU Iriquzrzticiu r\/x~liola.vol. 111, Madrid, Fiiii-
daci6ii Viii\ersitxia Espailola. 1!)82, p. 629.
que aparecen en las mismas n o constituyen e n rriodo alguno una
novedad dentro d e la historia d e la Iriquisicióri española. La
lerancia. que reflejar1 hacia dicho delito se puede advertir ya a lo
largo de la centuria anterior y e n la mayoría d e los casos dicha ac-
titud, qiie tanto admirara a Lea por compar-ación con lo que su-
cedía e n otras regiones europeas, rio refleja sino un casi total de-
sinterés por parte del Consejo de la Siipi-en-iaante u n asunto cuya
irivcstigaci6n se consideraba tina pérdida del tiempo y d e las
energías necesarios para otras cuestiories rrias acuciarites. Los mis-
mos inqiiisidores establecía11 a veces una dikrencia entre briije-
ría y hechicería, criglobando dentro d e esta ultima a todo tipo de
curanderos y charlatanes qiie aplicasen oraciones y ritos no pres-
critos por la Iglesia o la medicina oficial. Tanto uria conlo otra se
consideraban e n principio derrioníacas, pero poco a poco se fiie
dyjarido ta111bií.n de dar importancia a los casos d e hechicería
(qx-occdcr en semejantes cosas l...] podria ser perjudicial al Sari-
to Oficio porque se impiden los negocios principales de heregia
por ocuparse d e cosas desca calidadn"'). Eri cuanto a los d e brilje-
ría, unas veces se corisidcraban indemostrables; otras, producto
de la demencia d e los propios reos.
Diirante el siglo X\rI se observa e n la corresporidericia entre el
Consejo de la Suprema y los tribunales regionales im constante ti-
ra y afloja cori respecto a la decisión d e enjuiciar o n o a brujos y
supersticiosos. Son los inqiiisidores provinciales quienes niariifiel
tan la voluntad de seguir persiguiendo unos crirrieries que, aun-
que tipificados como herejías, rriuy pronto dijarían de interesar a
quicrics llevaban las riendas d e la institución. <Por qué? Quizá por
el bajo nivel adquisitivo qiie caracterizaba generalrrierite a los
conder-iados, con lo cual las corifiscaciories n o podían ser muy
cuantiosas: q u i ~ apor la a u x n c i a de una verdadera organización
entre los acusados que siipusiera iin peligro real contra deternii-
nadas formas de poder: a pesar de tantas y tarilas páginas escritas
por los dernoriólogos e n torno a dicha organizacih (sectas d e
1 1 r ~ j sabbats)
o~ nunca se encontraron priiebas d e la misma; quizá
por descubrirse que, más que una ideología activa e n contra de los
dogmas d e la Iglesia, lo que liabía detris d e la brujería y la su-
perstición eran corirliict;~~, formas de vida, creencias mucho más
difusas que las que caracterizaban el pensamiento d e los herejes
recalcitrantes.

4,
Carta del Coiiwjo dc la Suprema al inquisidor ,jiiaii Gon7á1~7(1537).
AHN, Iriq., 1,ih. 322, fol. 118.
De todos es sabido que, e n Esp~zria,ni siquiera el combate d e
las herejías fue el priricipal cometido d e la Inquisicióri. MAS que
de herejías propiamente dichas hay que hablar d e supervivencias
de otras religiones, Ienórnerio rriariifiesto entre jiidaizantes y riio-
riscos, que fueron los dos grupos más perseguidos por la iristitu-
cibri eri pos de la unidad político-religiosa del Estado centr a 1'lsta
q u u e pretendía crear. La actividad d e la Inquisición española,
aunque no est~iviei-aexclusivamente centrada e n lo político, Leri-
día a controlar las creencias y comportamieritos que se conside-
raba qiie amenazaban clirectanierite el orden esrablecido. Deter-
minadas formas de supei.stici0n podían constituir u n peligro,
pero, por lo geiicral, sil erradicación, que se hallaba fuertemente
ligada a los esfiierzos misioneros d e cvangelixac.i6n, corría tani-
bién a cargo d e otra fuerza, la del clero ordinario, cuya cabeza vi-
sible se hallaba representada por el obispo de cada dibcesis.
2. La labor pastoral d e los obispos se vio fuertemente apoyada
en España por las nunierosas órdenes religiosas, que contrib~iye-
ron a lo largo del siglo XVI a cristianizar un país e n el que pcrvi-
vian muchos restos d e creeiicias pagarlas y donde gran parte de
los conversos seguía ponierido en práctica sus antiguos credos.
Además, la presencia del clero era todavía iriuy escasa eri amplias
zorias rurales; en palabras de Henry Karrieri: «Gran parte del Cris-
tianismo español era solarriente un barnim4'. Desde principios de
siglo, la Iglesia espaliola hi7o esfiierzos para extender su infliien-
cia, pero el impulso que i-ealrnerite cairibi6 el panorama religioso
del país se produjo a partir d e 1564, ciiando Felipe 11 impuso los
decretos del Loricilio de TI-entoy forzó a los obispos y a las órde-
nes religiosas a que se relorniarari sistcrriáticamente. I.as conse-
cuencias derivadas d e la Reforma católica iniciada e n Trento fLlc
ron numerosas y n o sólo afectaron a las élites eclesiásticas, sino
que irifluycron muy directamente e n la vida cotidiana de las po-
blaciones y de los individuos.
El principio furidanierital e n el qiie descansaban todos los
cambios era el de obediencia a la autoridad, lo que oblig0 a re-
forzar la disciplina e n todos los órdeiics. Se trataba d e reorgani-
7ar a todo el cuerpo eclesiástico de la manera nias efectiva, par-
tiendo de las altiasjerarquías para llegar hasta los lirzbitantcs de los
rriás alejados confines. Para ello e m iieccsario, en primer lugar,
un mensaje claro y, por tanto, íinico. De ahí la centrali~acióiid e
la liturgia, con todo lo que ello suponía con respecto a la elimi-
nación de variantes locales, tanto en la forma de celebrar la misa
como en las advocaciories de santos 11otras formas ciiltiirales que
hasta entonces se habían mantenido en vigor, sin que por eso se
considerasen f~ierade los ritos adniitidos por la Iglesia uriiversa14'.
En segundo lugar, era necesaria una reforma en la educacih de
las iiientalidades y las costuiiibres. Fue entonces cuando se impu-
so la obligación de que cri todas las misas dominicales el ofician-
te predicara un sermón; t a m b i h debía existir en cada núcleo de
población una escuela de catequesis para los iiiilos. En cuanto al
problema de la escasez de sacerdotes, se dispuso que en cada
obispado se construyera un seriiiiiario episcopal parü los aspiran-
tes al saccrducio que carecían de bienes econóinicos.
Por iiltirno, se liacía imprescindible reforzar la fimciOri del
episcopado como intermediario entre el pueblo y la Santa Sede.
La determinación concreta de las relaciones entre los obispos y el
papa fue una de las mayores dificultades del (hncilio tridentino.
No olvidenios que durante el Cisma había prevalecido la teoría
conciliarista, según la cual el concilio primaba sobre el papa y, en
corisecuencia, los obispos eran radicalmente independientes de
Gstc. La cuestión de la autonomía episcopal gener.6 aburiclantes
polGmicas durante el desarrollo de las sesiones conciliarcs. No se
llegó a ninguna foririulación teórica coricluyerite pero, desde cl
punto de vista práctico, el papa volvió a sil antigua posición: todas
las proniulgaciones de rcforrria terminaban siempre con la cláu-
sula .salva sempcr. Sedis Apostnlim auc.toritu~e(salvada siempre la au-
toridad de la Scde Apostólica) y además se dispuso que tanto los
obispos como el resto de poseedores de prebendas pastorales es-
tilvierari obligados a prestar jurairierito al sumo pontífice4". Pero
aunque, de esta forma, el episcopado se sumió de nuevo en una
mayor dependencia frente al papado, de hecho recibió una auto-
rio~níamayor en otro scritido. Como ya apimtábarrios, su papel de
intermediario entre e1 Vaticano y el bajo clero, que se hallaba eri

En 1568 y 1570, el Papa impuso la Misa y el Breviario romanos a todo el


muiido cat6lico. A ~ m q u eya eri 1571 e1 Niincin de Espana corri~iriitahaa Ro~iia
que -a excepci6ii de la caicdral de Toledo, doride se pcrmitió la coiiservacií>ridel
aiitiguo rito mo7árabe- t o d a las diócesis y órdrnes habían aciptado los cambios
ejemplo las de hlalloi-ca y Asturias. doride pcrvivíari hrrnas curiosas y locales
de decir la misa), el *nuevo rezado. no sc aceptó Ficilrlieritc. Todavía miicho
ricmpo despues se segiiiaii practicando los aiitigiios ritmlcs v persistía la devoción
y el culto dc los santos locales riiiís ai-raigados.
1'1
Iglrsia en la Ec1;id Modcriia y eri la actualidacl>,.
V&ise Williem NFI S S , <<La
eri Allxrt F.HRH.ARDy Willierri Nti.ss, H i t l n ~ i r rclv la Igl~,sia,vol. R. Madrid, b:d. Rialp,
19W2, pp. 188-190.
contacto directo con las capas populares, era esericial. Por ello el
Concilio hizo lo posible por devolver a los obispos la admiriistra-
ción real de sus diócesis. Hasta entonces muchos aspectos de las
rriismas habían sido controlados por otras instituciories de rango
inferior, como los arcediariatos, los cabildos catedralicios o, in-
cluso, determinados conventos. En lo sucesivo, todos ellos (los
frailes eri lo que respectaba a su actividad externa o pastoral) tcn-
dríari que someterse a la competencia y vigilancia del obispo.
La restanración de la autoridad y responsabilidad de los ohis-
pos se manifestó de niodo efectivo en varios hechos. Uno de los
más decisivos f ~ i ela obligacih de celebrar sínodos diocesanos
anuales bajo la dirección de cada obispo, a los cuales también dc-
bían asistir los frailes. Allí se elaboraban las llamadas (,'onstitucio-
nes Siriodnles, que fueron introduciendo los decretos tridentinos
para su aplicacióri directa en cada distrito. No siempre se curriplió
la periodicidad anual, pero sí fiieron más frecuentes que cn kpo-
cas anteriores. Lo mismo se puede afirrriar con respecto a las Vi-
sitas P a ~ t o r a l ~que
s , tanibiéri debían ser hechas por los obispos en
represeritacióri del papa al menos tina vez al ario. Aunque tarri-
poco se rrepet6 el lapso anual en la mayor parte dc los casos, su
níimero se increinentó a partir de 1565 y, por lo que podemos de-
ducir de la lectura de los registros de dichas visitas, sil eficacia en
lo referente a la vigilancia del estado de las iglesias y de la vida de
los feligreses fiie cada vez niayor.
La labor reformista católica se completaba rricdiante la activi-
dad de los Tribunales Episwpctl~~s. Estos debían jiizgar cualquier iri-
fracción contra las normas o coristituciones aprobadas en los sí-
nodos. Uno de los temas que rriás preociipaba era precisamente el
de la religiosidad popular. Si se pretendía conti-olai--ahora más
que niinca- cualquier rriariifestacih de lo sagrado, había que lu-
char contra la rriagia y la superstición. Mientras qiie la Iriquisicióri
había juzgado a brujos y supersticiosos como represeritarites de
una riueva herejía, los jueces episcopales lo hicierori dentro de sil
campaña con vistas a la eliminación de las coriductüs inmorales y
de la religiosidad mal entendida, o por lo menos entendida de mo-
do muy distinto al que propugriaba la Iglesia oficial. Como resul-
tado de todo ello, la br~tjeríay la superstición, qiie ya desde fina-
les del siglo XV aparecían alguna vez entre los delitos perseguidos
por la )rdicia episcopül, incrementar011 su presencia en los últi-
nios decenios del siglo XVl junto a otros coriiportarriieritos, a los
que también se comenzó a conceder niayor importancia a partir
de Trento. El amancebamiento, la prostitución, la homosexiiali-
dad (no olvidemos el cambio iadical que representó el Concilio
con respecto a la vigilancia de toda conducta sexual fuera del rna-
trirrionio canónico), la iisiira o las agresiones al clero tileron algu-
iios de los crínierics más perseguidos.
La actitud de los jueces episcopales no parecía, en principio,
muy distin~ade la de los inquisidores. hinbas justicias se valían dr
iin pt-ocedirriicntobasado eri el Derecho Carihico y tanto unos co-
mo otros echaban mano, en la presentación de los cargos por parte
del fiscal aciisaclor, de los tópicos elaborados por los dernonólogos
en ~oriioa la relación de los practicantes de la magia con el clemo-
nio. Yero, tras el ariálisis de los procesos emanados por sendas insti-
tuciones, se observa iin talante diferente a la hora dc consider-ar di-
chos crínienes. Quizás la diferericia más palpable a primera visla sea
que los.jueces episcopales coriccdían iina importancia mayor a1 con-
trol del propio clero. Destaca, asimismo, una relativa benevolencia
en los j~iiciosa legos. Aurique los obispos llevaron a cabo procesos
por hr~ijeríao superstición, en la mayor parte de los casos no eran
exactamente dichos cargos lo qiie más contaba a la hora de dictar
sentencia. Otros factores, que serán arializados más tr~rdeen lo re-
ferente a Aragóri, entraban en juego, poniendo de riianifiesto los
auténticos objetivos de lajusticia episcopal.
3. La tercera f~ierzacon poder legítimo para la p<:rseci~ión de
la brujería y la siipersticiúri era la justicia seglar. ( h m o expli-
carnos, los jiiristas de la época consideraban que había cierto tipo
de delitos mixtos cuyo enjuiciamiento corría a cargo tanlo de los
poderes eclesiásticos corno de los temporales. En realidad, esta
idea no era sino una expresión más de la intima colaboraci6n en-
tre la Iglesia y el Estado, ya qiie aiiibas instituciones se apoyaban
miitiiamente en la defensa de sus intereses. Por lo que respecta al
ámbito,judicial, así como la Iglesia se servía del brazo secular (por
ejemplo, para dar cilmpliniierito a las condenas a muerte que ella
misma no podía ejeciitar dirccrainente ya que, en principio, los
jiieces ecl<:siásticossólo podían castigar con penas espirituales y
jarriás provocar derrarriamiento de sarigrc:), el Estado utilizaba sil
poder político para cumplir fines estrictamente religiosos. Ello le
convenía ya que, como bien expresa Francisco Torriás y Valiente,
de este modo xcl rey absoluto reinaba también [...] hasta en las
mismas conciencias de sus síibditos.~~"'
El Estado absoluto protegía la fe cristiana y perseguía a quie-
nes atentaban contra ella. Por eso se ideritificaban corno delitos
riq~iellasconduelas que iban contra los mandamientos d i Dios, es

iil
1 \ ' I I . I F ~I t . El 1)rrrtho pmnl r l /o
Fi-aiicixw T o ~ 4 5 ~ nwnmq~iiucl/~.r»liitn(ti&\
X1% X7'IIj X17111). Madr-id. Ed. Ternos. 1999, p. 229.

64
decir, los pecados. Eri un sistema teocriitico, e n el que los teólo-
gos ociipaban puestos d e gran responsabilidad eri la vida política,
contaba más el jiiicio moral que la consideración más o menos
objetiva del daño social producido. Así, por ejernplo, la sodomía
estaba rcpiitada corno uno d e los delitos más graves. Tal compor-
tarriiento, es evidente, n o implicaba necesariamente ningún daño
a terceros, pero la Iglesia lo tachaba d e crimen contra naturnm, ya
que así se consideraba todo acto sexual que n o colaborase con la
creaciGri divina; aderriiis, en la Biblia se decía que Dios había cas-
tigado a Sodoma y la jiisticia temerla debía actuar segím la ley ex-
presada e n las Sagradas Escrituras"'.
Rlasierriar constitiiia tarribih iin grave delito, ya que suponía
tina oferisa directa a Dios y, por tanto, un crimen de lesa majestad
diviria. Asimismo, se consideraba un atentado contra Dios el he-
cho de practicar la adivinacióri, ya que dicha actividad se irirriiscuía
en iin ámbito -el del conocimiento del futuro- que sGlo a Dios
correspondía. Incluso los animales podían juzgarse como cidpa-
bles y oknsores d e la moral: poseemos testinioriios de procesos
contra las langostas protagoriistris d e algima de las ab~mdaritespla-
gas que asolaban perióclicamen te ciertas comarcas. Eri una d e las
causas contra dichos irisectos, la iricoada e n 1650 eri la abadía d e
Parrack que se hallaba sitiiada eri los montes del Escorial, se lia-
cia responsables a las langostas de la perdidlz de muchas limosnas
para las alrrias del Purgatorio, debido a las cat5strofes económicas
que su aparición había siipiiesto para los habitanles del término".
lambién se corisideraba culpables tanto a los animales como a
los seres huiiianus en los casos de bestialidad". E1 pecado de luju-

" VGase Fi-aiicisco TOMAS Y V I I . IN~I.L. <'Elcrimeii y pecado contra iiatitra., eri
Fraiicisco T o ~ i YsV ~ L . I ~ N81TdI.;, SVXObarrocoj o t m ~h ~ ~ m ~ q m i po rnw~t \w d ~ ~ n aMa-
~,
drid. Ed. Aliarira. 1990, pp. 33-5.5.

i3
Sobi-cel terna de la rrspoii~;1bili<lac1 rnonil ati-ihitidaa los animalcs. &se G. R.
($.wE; 1.n~Irruja\ J vl/i~nlno/i.\nrntri@oso, Barrcloiia, Ed. Crítica, 1989,
i2,fqi(~ rnrcl~<fino.
pp. 61-62 Según dicho autor, ..cerdos que liabían iiiatado a algún nitio ei-an sorrieii-
dos ;r i i i i juicio en toda regla. v. en cuanto a los casos de bt:stialidacl. .el animal solia
correr la rniviia suri.Le que el s <hiiiriario~~.
~ Uno de lo5 e,jeriiplos más impi-esioriaiites
par;i iiiirstr;i actual scwsihilitlad es qiiizás el i;\so de i ~ i fraric.6~
i que, cri iiiia fecha t;iri
urdía conio 17.50, <liiieacusado de coinrki l~estialidadcon iiiia biirra. Amigos del arii-
mal liicirruir coniparcrci a terligos que dcclai-al-o11qiie el compor-~ariiieiitode la Ix-
Ira era exrclcnte. El ~ri1)irrialaccptii estor trstiiimriioi y la 11urra f i ~ epircsta en liber-
tad. rU 1ioirit)re lo alioi-caron. ri« por h c s t i a l i ~ ~siiiod por cstnpr-o.,, L n a obi-n de
ubligada consulta sobre el rnisrno tema es la de E. P. ~:\:AM, I h cri»zinnlpmtre-i~Ii«nand
iol~i/nlf~itni\hrnrnf -fnnininlí (l%d., 1'306) I .oiicl~-es, Faher 8c Fahei; 1988.
ria cometido con una bestia era visto corrio uno de los crímenes
más graves, ya que suponía, según los tedogos, una clara ofensa
contra Dios por comportar un atentado directo contra sus leyes. Di-
cho crimen constituye un buen ejemplo para observar cómo, a pe-
sar del nulo daño social que tal coriducta acarreaba (no ocasiona-
ba perjuicios econOmicos, ni peligro contra la seguridad general, ni
ofensas a particulares), los poderes temporales se resporisabiliza-
ban también de su persecución. Durante los siglos corresporidieri-
tes al Ancig~ioRégimen, todo delito implicaba concurrentemente
ofensas a Dios, a la Kepública y a las víctimas individuales, en caso
de que las hubiera. Así, la práctica de la superstición, que en priri-
cipio afectaría solamente a la majestad divina, podia ser vista corrio
uri peligro público. En 1592, los Procuradores de las cortes caste-
llanas pedían remedio contra los qxcados,,, -errores. y delitos>,
cometidos en el reino .por la maldita arte de la quironiancia y otras
semejantes supersticiones levantadas por el demonio.^"
Así pues, cualquier conducta que acacase los furidarrieritos de
la Iglesia católica podía ser juzgada por los poderes laicos. Si ello
siicedía para comportamientos como los citados, lo era aíin con
más ~riolivoal tratarse de brujería, ya que nadie albergaba duda
algnna con respecto a la competencia de la justicia seglar para su
persecución. Primero, porque constituía una grave herejía y, por
corisiguie~ite,un delito de lesa majestad divina. Segundo, porque
se creía que dañaba los intereses del Estado (no olvidemos que se
acusaba a las brujas como culpables de catastrofes como pestes,
plagas, etc.); el Estado estaba representado en la persona del rey
y todo cuanto atentara coritr-a sus intereses se estimaba como le-
sivo contra su majestad, de ahí que fuera tambikn un delito de le-
sa majestad humana. Y, en tercer lugar, porque, segíin los denun-
ciantes, dañaba a víctimas concretas, ya que se suponía que las
brujas causaban muertes, eriferrriedades, impolencia sexual, etc.
La perseciición de la brujería por parte de la justicia seglar tenía
todos los argumentos en sil mano. Pero, ?quiénes fiieron en con-
creto los poderes ericargados de llevar a cabo dicho cometido?
;iQuí: organismos existían en nuestro país con autoridad para juz-
gar, además de los tribunales eclesiásticos tradicionales y la In-
quisición? No debemos olvidar que España era una comunidad
de riaciories y que, aunque existía un solo Estado, una sola Mo-
narquía y un solo soberano, había diversidad de reinos y de siste-

5.1
VCase Francisco TOMAS
Y VUIEYTE.
El Utrwh» j!ur~(il(16, la monarquía obsolu-
lo..., p. 224.

66
mas jiirídicos. Cada ~ r i a c i ó nse~ ~
hallaba coristituida por los ~ n a -
turales. de la zoria, esto es, por quienes habían (macidon allí y pe-
se a que rio existió una manifiesta voluntad de separación o inde-
pendencia del resto de los riúcleos que integraban España, sí que
1 hubo iin decidido iritcrés por mantener el propio derecho junto
a las instituciorics peculiares de cada reino.
Se ha discutido mucho hasta que punto se implantó el llama-
do (absolutismo))en la Esparia moderna. El término, derivado de
la expresión latina UD solutus, quería indicar que el príncipe esta-
ba exento del control de las leyes, pudiendo hacer respetar su vo-
luntad cuando así lo deseaba. Esta coricepción del poder; proce-
dente del Derecho Romano, pretendió imponerse en ocasiones
por algunos reyes hispáriicos. Ya Juan 11 de Castilla había afirma-
do en el año 1439, refiriéndose a las leyes de dicho reino: «Tan
grande es el derecho del poder del re): que todas las leyes e todos
los derechos tiene so sy, e no lo ha de los- -hombres, mas de Dios,
cuyo lugar tiene en las cosas temporales.. "' Yla rriisma idea seguía
presente en juristas posteriores, como Jerónimo Castillo de Bova-
dilla, para quien menospreciar al rcy equivalía a menospreciar a
Diosíti.Segíin dicha concepción, por encima de los organismos
encargados de la justicia en los diferentes reinos, podía prevale-
cer la decisión iridividiial del monarca, como representante de la
voluntad divina. Pero, como bien señala Henry Kameri, el pre-
tendido ~~absoliitismo~ espaiiol -sobre el que tanto se ha insisti-
do, principalniente en referencia al reinado de Felipe 11- no era
tal, ya que *la ley estatal o real no e n la siipreina de Esparla.. De
hecho, existían importantes esferas jilrisdiccioriales que se regían
por otros derechos y <<la Corona estaba obligada a respetar esas es-
feras distintas de autoridad., con lo que su capaciclad de actuü-
ción encontraba considerables obstáculosíí.
Además de la jurisdicción real (que en la práctica se Iiallaba
mu~7limitada por las instituciorics y el derecho propio dc cada rei-
rio o nación), existían tarribién otras: la militar; la hacendística, la
universitaria, la mercantil, etc., pero sobre todo la seílorial y la
municipal. Todavía durante los siglos XVI y XViI los señores kii-
dales seguían gozando de dorriinio ji~risdicciorial,actuando ellos
mismos como jueces de sus respectivos do~riiniosterritoriales.

53
Véase Francisco T o ~ i Ys V~.íi\r.ir:srr:,
Alonuol rlp Hi~loncrdel Uvrrrho b.'i'lpariol.
Madrid, Ed. Tecrios. 1983, p. 286.
56
.-
Jerónimo C A ~ T I Io uk Bmwii.i-\, y.cit., p. 225.
"' VCase Heni-y K w r . ~La
. /nqrrisi~.iórz t,sp«iLol(c..., p. 211.
Otra fuerte liereiicia de la epoca medieval era el dereclio local con-
suerudinario. Durante la Alta Edad Media las normas,jurídicas sólo
tenían vigencia en ámbitos espaciales muy reducidos: uria tierra se-
iiorial, una aldea, una villa, uria ciudad. Dichas normas, que co-
rriúri~ricntccran conocidas con el nombre de Sileros, se fiieron ex-
tendiendo con el tiempo a otros liigares a medida que avanzaban las
repoblaciones de cristianos que seguían a la reconquista de nuevos
territorios. Fue así corno llegaron a fi~rmarsetiieros cuyo ámbito es-
pacial era muy extenso, por ejemplo, los vigentes e n el territorio
aragonés qiie, basados fiiridaiiientaliiierite e n el fuero municipal
de Jaca, exteridier-ori su poder a lodo el reino a partir de 1247. Sin
e~nbargo,ello no significó cn todos los casos qiie se derogasen los
fueros municipales anteriores. En Aragón, por ejemplo, siguió pre-
valeciendo el derecho local sobre el general del reino.
Teniendo presente la pluralidad d e 1a.justicia seglar, podernos
volver a interrogarnos sobre qué orgariisrrios, d c eritrc los citados,
maiiifestarori un mayor iritcrks por perseguir los crímenes de brii-
jería y superstición. No hay apenas estudios e n profundidacl sobre
el tema referidos a nuestro país, pero sí contamos con algunas rio-
ticias al menos para Galicia, el País f i s c o , Navarra, Cataliiña ):
por supuesto, AragOn'H. En unos casos fiieron los jueces delega-
dos del rey quienes tomaron la iniciativa; e n otros, los mis~rios
concejos. En Galicia, e n la comarca d e Lage y Viriiarizo, e n La Lo-
ruña, el merino de Lage prendió eri 1611 a uria m ~ i j c dr e sesenta
años, pobre y vagabunda, a la que sometió a tormentos brutales
hasta que denunció a doscientos cómplices d e la .secta.. La In-
quisición, enterada de los hechos, exigiG que se remitiese su c m -
sa junto con las d e cirico mujeres más, acusadas también d e brii-
jcría. Aunque los inquisidores provinciales manifestaron su
desconfianza hacia las aciisadas (.Nos parece que n o es menor el
daño que el demonio tiene hecho eri este reino, e n esta materia,
que e n el de Naxwrra~),esperaron a recibir instrucciones del
(hnsejo d e la Suprema antes de actuar (<.Rogamosa V. S. a\-',isar-

ix
Srgíh Josk Drlrito y Piñiicla, que al 1ialil;rr de la pei-sec~icióride la hrnje-
ría eri Espana irisisw rri sil siiavidad con respecto a lo que siicidía cri otros paísci
por las niisnias tcchas, <<iiiay«rrigor tiivieroii los castigos en La Riyja ) Navarra,
tierr-;isclásicas del brrijisnio español desde tiempo lejario. Td1nbii.n firroii niiiy c -
x-ci-oscii ;\ragóii y (:araliina. Y no procedían del Sanw Olicir) ;illí. sino de loa tri-
biiii;~lesciviles. Los rriiiriicipios aragoneses irripusieron a los aciisados de hi-iljcria
pcnas tic pi-isiiiii. rol-iiiciitr)y iiiiierte. En Cataluña, qur por biis riiyros exc1uí;t de
rri~iciiascausas crirriiiialcs a la Iriq~iisici61i.el poder civil ahorcaba a totlas las sii-
piicstai brujas.,. (xí-asc.lost.L~ti.tiioY PI<LHA, 1.0 uitl(c r~1igio.wr.,\j~c~,i»l(~
bajo r.1 runr-
to I'PIzFP.Srrntos! prrnrlor~c,Madrid, Ed. Espasa Calpc. 1967, p. 217).
nos lo que debemos hacer e n este negocio.). Finalmente, el (km-
sejo orclerió que se suspendieran las causas. La misma actitud se
impuso eri otros procesos posteriores que tuvieron Iiigar e n Can-
gas eri 1626. Gracias a la intervención iriquisitorial se evitó, por
tanto, e n tierras gallegas, el clesarrollo de dos epidemias que hil-
bieran podido acarrear consecuencias i~icalculablcs,tal y corno
ocurrió cri Ziigarramurdi e n k c h a s muy cercanas"".
Los rriqor parte de los datos sobre la iritervcnción de lajusticia
seglar en el delito de brujería nos sori coriocidos a través de docii-
rncntos inquisitoriales, ya qiie por lo general éstos se han conserva-
do mucho rriyjor que los procedentes de otras justicias. M , por lo
que respecta al País Vasco, sabemos que e n 1528 el inquisidor ge-
riera1 Manrique orderií) al inquisidor de Calahorra .que fuera tanr-
bién a Vizcaya con plenos poderes para investigar; pues 10 pedían las
autoridades civiles, aterrori~adaspor los rriuchos daños que ocasio-
naban las brujas.. O que, en 1555, *la Suprema eiwió al tribunal de
Logroño dos i-iierrioriales, hechos eri pueblos d e Guipúzcoa, qiie re-
clainabaii una persecución de brujas, acusando a varias personas.,>""
No sori los únicos testimonios del gran iriterCs de la jiisticia por la
persecución. A lo largo de todo el siglo se repiten otros nuevos ma-
riif'estarido la rnisrria actitud, que se ve frenada e n tiiuchos casos por
la actuación de la Tnqiiisicióri. N o obstante, tarribi6n hubo casos en
que los jueces seglares actuaron sin corclzpisas. El proceso de Cebe-
rio, en Vizcaya, que tuvo Iiigar entre los años 1555 y 1358,y en el que
fiieron coridcnados a tormento diecisiete mujeres y cuatro hornbres
por brujería, constituye una d e las escasas rriuestras de la actuación
de la justicia seglar conservadas en el País Vasco"'.
No ocurre lo mismo e n Navarra. Allí los testirrionios sobre pro-
cesos seglares contra bi-ujas soii abundantes y se remontan, ade-
más, hasva el siglo xIlr. La mayor parte d e los conservados fueron
iilcoados por el Consejo Keal, aunque tarribi6n poseemos noticias
que nos hablan d e la actuación d e determinados coriccjos por su
cuenta, sin licencia real alguna. A la vista de los datos conserva-
dos, parece evidente que eran los pcquciios coricejos quienes irn-
pulsaban la persecución. Solamente en el siglo XVI, y antes de
1525 (Iierrios de suponer que a petición de tales concejos) fileron
apresadas mas de ciento cincuenta brujas por el Consejo Real, el
cual firmó en dicha fecha una sentencia absolutoria general.
Otros ejemplos, en los que aparecen me7cladas la justicia inquisi-
torial y la episcopal, nos hablan de la misma tendencia"'.
Cataluña constituye un caso especial en los estudios sobre brii-
jería y justicia seglar. Sin ser éstos muy abundantes, sí sor1 lo sufi-
cientemente significativos como para que podamos concluir que
allí los autén~icosencargados de la represión fueron los concejos,
los seiiores y, en dctcrnliiiados casos, los iriisnios vecinos. .Juan
Blázquez Migiiel habla de .una auténtica locura de caza de bru-
jas en Cataluña, calculándose que en poco más de veinte años
unas cuatrocientas personas, la mayoría mujeres, fiieron ahorca-
das por las autoridades muriicipales.~"" Sebastián Cirac Estopañán
insiste también en el abuso de podcr por parte de los concejos ca-
talanes en relación con el crimen de brujería"'. Antoni Pladcvall i
Forit"' cita ejemplos de justicia señorial y, según Níiria Sales"", al
menos en la comarca del Capcir, los verdaderos perseguidores
eran los vecinos de los distintos pueblos, apoyados eri ciertos c.n-
debinujws o saludadores que se jactaban de poseer poderes para
dctcctar quien era bruja y quién no lo era. A tal extremo llegó la
sitiiacihn en dicha comarca que el propio rey Felipe 111, en 1620,
escribió una carta al virrey del Principado en la que le decía:
<<Terigoe n t e n d i d o que hay g r a n cantidad de b r u x a s en csc
principado y particiilarinente e n los c o n d a d o s d c Rosscllón 7; Cer-

ti2
Véase Floi-encio I ~1..
W 1.0 l»-ujcr.NI
A I rn Mníiorm ~1 $7~1dorumrntm. Pamploriü,
Ed. Diputación Foral de Navarra, 1978.

ti4
Sehastiári (:IK\(: ~+:STOP,\"IAT. /,O\ p ~ o m o rILP hcrhir~riami la Inyuisi(ibn dr (.'(LA-
tilln 10 .\'u~r~n (I?il>unulrs dr Iblnloy Cuenm), Madrid, CSIC. 194% p. 255.
íií
I>icho autor estudia algunos d e los procesos por l x ujería llevados a cabo
entre 1618 y 1622 en las cornar-cas de Vic. I.oi agrnrcq d c dicha persecución fiie-
rori,jiirccs qcglarc-Sde diferentes baroriías y concejos (.<bar-oriiesd e la M i t ~ ade Se-
va i del Br-ulb, 'justicia del terme de Chhrcr~%. eprocilrador general del terme
d i Kiipit i Siisqiicda.~.etc.). \Téase Antorii PIA»K\.\I.I. r FOKT,<~Per.seciicii> de bl-iii-
xes a les corriar-qiies de Vic a priiicipis del ~ c g k XVII., M o ? i o p f f j ~rlrl
, ~ ,Víont.rmzl;, 1
(19%), pp. 93-16.i.
Mi
Núria S.~I.ES, <.Elhisbe cl'Alet i Ics hriiixrs drl Capcir.. f i r ~ r y u ~ s19 , (1987).
pp. 133-1 43.
daña, y avi6r~ioscconsiderado en la timria que se podría remediar
tan gran clario se ha ofrescido un iiiedio, que es conceder perdón
general a los que liuviescn incurrido en ese pecado, por ser tantos,
para castigai- a los que reincidiesen despuks ron rriapr rigor.»'"
Pero el mismo virrey parecía estar de acuerdo con la actitud
del rey, y también los obispos catalanes, que fueron consultados
con motivo de la carta. Segíh el obispo de Solsona, Fray Joan Al-
varo, aragonés g antiguo abad cisterciense de Veruela,
-Esta materia de brujas es dificultosísinm y quüntos ailtows es-
rribrri dellas lo dizen desta manera, particularmente un inquisidor
que, hxierido experiencia en una tiiujer-que ella misma había con-
fesado ser bruja, halló ser gran parte dillo falso, y que todo son eni-
bustes y eriilxlrcos del demonio para llevar-almas al infierno y bu';
ca para esto sujetos más débiles y flacos, que son las m~ijeres,y
ordinarianiente viejas, y todos los.jueces seciilare.;, querihdolo lle-
var jurídicamente, se engañan en muchas ocasiones, porquc por
miedo de los tormentos confiesan y muchas mueren sin culpa..""
Así pues, pese a que los estudios sobre brujería yjusticia seglar
en nuestro país son POCOS y apenas conocidos, bastan algunos tes-
timonios y datos, en ocasiones de sorprendente ferocidad, para
hacernos comprerider que, al menos en el norte de la península
-donde, por razones históricas, el poder real tuvo menos peso,
fue lajusticia tradicional (la local, señorial o mimicipal, basada en
los antiguos fiieros) la responsable de las coriderias más graves
contra brujos y br~gas.0 al menos lo iritentí), como podernos
leer en algunas causas procedentes de otras justicias. Ello rio sig-
nifica que tanto la Inquisición como los obispos no llevaran a ca-
bo también sil tarea; de hecho, contamos con abundantes testi-
monios de la persecución por parte de dichas instituciones.
El problenia de fondo se hallaba no tanto en el tipo de,justi-
cia encargada de cada caso (seglar o eclesiástica) corno eri el ori-
gen de las acusaciones y en la capacidad decisoria de los organis-
mos judiciales encargados de recogerlas. Uria buena parte de los
inquisidores provinciales g de los corriisarios episcopales perisa-
ba como pensaban los jueces locales causantes de algunas de las
peores masacres, pero su poder de decisión no se correspondía
en absoluto con el que tenían dichos jueces, que no habían de
consultar a ninguna instancia superior ni atenerse a otra ley que
la que ellos mismos dictaban, ya fuera por la presión de determina-
dos sectores de la población o, iricluso, por defender sus propios
intereses. A este respecto contamos con un documento excepcio-
nal procedente del ya citado obispo d e Solsolla, quien, al ser cori-
sultado acerca de los sucesos acaecidos e n Ca~rzlufia,escribio:
«Ha llrgado el excesso a. tal extremo q u e n o ha faltado letrado
que se l-ia concertado con algunos jurados d e las villas que. dán-
dole quince o veinte escudos, se r i i c a r @ a r i d e todo el proceso y
gasto, y, si llegaba la prueba q u r la aliorcarr, Ir dal~arilo coriveni-
do, y como la tierra d e suyo está tan cargada d r parcialidadrs y rria-
licia, con esto se ha aumentado más, porque h a n procurado unos
cori otros rrialiciosamcntc exarquearse y imfamarse deste delito.),""

Idabrujería -no tanto la superstición- coristituía un proble-


ma totalmente locali~ado.Aqu¿.llos que se sentían directamente
arrieriazados por ella o, al menos, involucrados d e algíin modo
por las consecuencias que podía acarrear; fueron quienes más sc
afanaron en su eliminación. En ocasiones, el origen d e la pcrsc-
ciicióii llevada a cabo e n deterrriiriadas comarcas podía encon-
trarse e n una verdadera .fobia popular>)conti-a ciertos individuos
-rriujcrcs e n la mayor parte de los casos- a quienes se cargaba
con la culpa de las desgracias que afligían a la corriuriidad. Por
eso,,jiinto a los tres tipos de justicia básicos analizados a lo largo
de estas paginas, n o podemos dejar d e considerar otro más, cuya
principal característica era sii actuación al margen d e toda ley: di-
cho sistema podría denominarse coiiio justicia popillar,,, ya que
suponía la asunción de lajusticia por partc d i algunos sectores d e
la población sin contar con ninguno d e los poderes establecidos
por las leyes, ni siquiera con los represeritarites d e lajusticia local.
1.a justicia popular podía manifestar la violericia acumulada
contra alguien corisiderado corrio b r ~ i j oe n grados muy diversos,
que iban desde el ataque a las propiedades d e la víctima hasta la
a g r c s i h tisica o, en casos extremos, la toma y captura del su-
puesto criminal, tras lo cual a veces se terrriiriaba e n un lincha-
niierito colectivoí". Los testimonios de tales comportamientos
son, como cabe esperar, mucho menos numerosos que los proce-

'" Scgiíii (;. R. Qiiaik. eii algiirias corriiirii<ladesvascxs. el p ~ i r t ~asesinaba


lo a
1.'1s .ric.usdas,
. «LIS ~ c ~ r t ~ ~ r aaprrotáiidolas
baii a inrdias y las al-racti-ahaiipor las ca-
Ilrs. 1.as arrojahan a cst;iiiqiics de aguas Iielatlaa u les propiriahm paliras. latigazos
y ai-afia~os..Dicho autor aporta también ejemplos dr +sticia popiilar. aplicados
a los Paíscc Bajos doiniiiatios por- Espaiia, duiiclc Jus cariipeairios ci-eíari quc resol-
\er el pi-oblerria de las aciisaciories de brujería ?ir el contcxro tlc la vcrigaiizr par-
ticiilar ci-a pi-ctci-ihlc;a i-eciii-r-ii- a la I r y i\í.asc C. R.QVAIFI:, o / ~d.,pp. 23P235).
deiitcs de las justicias oficiales, cuya mayor abundancia d e fueritcs
facilita u n estudio rriás &:rallado. No obstante, por las noticias
qiie aparecer1 e n algunos d e los procesos quc ser511 analizados e n
el presente estudio, puede deducirse, también para Aragóri. la
existencia iridiiclable cte dichas conductas violentas, uiias veces
controladas y o t r a alentadas por los orgariisrrios judiciales coln-
peterites".
La britjcría era u n asunto que preocupaba principalmente a
pequcrios iiíicleos de población y con frecuencia llegí, a corisidc-
rarse, antes que riada, como u n pi-oblema d e orden público, da-
da la violericia que solía acarrear contra los suplicsros brujos o
brujas. Las acciones varidálicas derivadas del enfrrnta~iiientoeii-
tre pcqiieñas facciones que se acusaban mutiiamerite d e brujería,
provocaban que los rriiis interesados e n resolver tales sitiiaciones
fueran los afectados más directamente por las mismas. Como bien
sabernos, iina acusación de brujería podía ocultar iáciliiieiite iori-
flictos de índole muy diversa que salían o 110 a la luz depcndiei~-
do de los sistemas iitilizados para investigar cada caso concreto.
Cuanto rricrior era la distancia con qiic cl juez encargado d e uri
reo conteiiiplaba la situación, rriayores posibilidades había de qiie
la subjetividad y el deseo dc. acabar rápidairieiile con cl problema
desempeiiaseri uri papel destacado e n la resolución del juicio.
Trataremos, por tanto, de leer entre liiicas y d e indagar cui1,es
fllerori en cada caso los aiitciriticos inhiles d e la persecucih. Es-
tos variaba11 e n iii~iciOridel tipo de institución resporisable de Ile-
varla a cabo; por cllo, al abordar cómo se persiguieron este tipo
de delilos cri cl Aragón del siglo XW, resulta impi-escindible pro-
ceder a un análisis iiicleperidieritc de los tres tipos de justicia que
1-cclamai-onsu corripeteiicia sobre los iiiismos.

" Uii claro e j e ~ ~ @de* ) aplicacibii de la .:jiistici;i polxilai-.b coiitra la t>ri!jci-ía


rii Ai-agiiii lo aporta Angel <;,\KI cri sic ai-ticiilo eLTiia Faniilia de hi-i~ioseii Ipii.5 rii
Iti45>,eii f'irinmc, 1 15 (1982), pp. 87-92, Segíiii nos iiif¿¿>inia e11I;I ~~elacibii
tlr <:iii-
sa contra Doiiiirigo blaríii. a(-iisarlod r Ixiijo eii 1615, él y sii iiii!jcr li;ihiarr hielo
presos aritrrioi-nicirtc pol- la jiisticia local. Pero las gciitrs coii~idiiatmiileiita5 c
iiiadecuada5 la5 irirdidas toiiiadas por la aiirori<ladJ decidiiroii rcalirai la,jii\iicia
por sil cueiita: a la iiiiijei- -la diei-ori dentro dc la rarcel i i i i arc;it>ii~a7otle qiic i ~ i i i -
rim, r: a uiiu de los hijos del inati-iriioiiio ..llaiiia<ioCometa 151-a&.por iiial iioiii-
bre [...] le dici-oii i i i i arcalxi/a~oen la veiita dc \'pies L... 1 y qite a iiiia hija tic tli-
clio reo la 1iavi;iii dado eii la riiidacl de IIiicsca [...] ;irotes agrios. \ I;i Ile\aioii a
curar al hospital de cliclia ciii<l;d,eri donde iiiiii-¡o.. No es tlc cxli-aííar,por taiito.
qiic iio hiibiei-a tirnipo para qiic I;i Iiiclui.\itiUii Ilc\.ara a cabo las tliligriici;i?, iie-
cesarias para.ji17gar al i-eo. A J I L ~ deS corisegiiirsc la iiili>rrii;tciGiiIi;hitual, cl ini-
mo Ihiiiiigo Maríii había niiiri-to cri el Hospital d c K ~ i e ' i tSciioi.;~
~i de (;ra(ia tlc
Zaragoza. adoiidc fiie ce~rid~iciclo tras eiifcmii:ii- gr;iveiiieiicc.
LA JUSTICIA INQUISITORIAL: ENTRE EL ACOSO Y EL
ESCEPTICISMO

UN TRIBUNAL CONTRA «MALDADES Y SACRILEGIOS,

C m de r~stostzenlpoe gourrnando la Zqbrila lnnotrnr7o ;Y y


nur\lm F;spaña los &es CatoRcos [. .], se restauro en rctr &no
d San/« o / J i ( 7 0 de la Tnquzslaon [.. / Porque con este medro San-
tztczn~ocr rme(Lioron parizsszmos ) rqbarnbies znconziznzentes que
la vepndad dr lo\ moro\ ~ u d l ocausaun, ~ cometzendo cada dza
zncre)hles rnaldadr\ 1 w s ~ l r p o0 7~ oprobio de Nuestta Santa Fer
cathohrn
Dicgo dc Espés'

En 1483, con el nombramiento de fray Tomás de Torquemada


como inquisidor general de los territorios perteriecicntes a la <:o-
rona de Aragón, se restauraba un triburial papa1 que ya venía fiin-
cionando desde comierizos del siglo XIII, pero cuyas actividades
habían decaído tanto a lo largo dcl tiempo que en realidad casi
podemos hablar de una iiueva creación. De eso se trataba en Cas-
tilla, donde a partir de 1478 comenzó a actuar rx novo, ya que eri
dicho reino nunca habían existido otros jueces eclesiksticos que

' (1~.la nudrul d t !:crrago) d w k la rvnirln de


Lkgn 1% EsvLs, H i > l o t i « rc.clrsia\li~~
Jrtu Chrislo. SvKor y I+dr.rnphr nupctro, hnxtn (4 año d~ 137.5, iru. conservado en el
AC1.S ric Zat-agoza, lol. 662.
n o fiieraii los diocesanos. El nucvo tribiinal venía impulsado en
csta ocasión por la monarquía espanola y, pese a que Roma seguía
siendo en íiltima instancia la responsable de sil fwlncionamiento y
los proceclinlnientos,judiciales continuaban basándose e n el Dere-
cho Canónico, los objetivos perseguidos ya n o tenían inucho que
ver con 10s [le la vieja inquisicióii rriedievalg.
El cor~ietidode los trib~malesinquisitoriales, tanto medievales
como modernos, consistía e n actuar contra las herejías. A partir
del siglo XII, éstas comenzaron a inquie~arrnás profundanierice a
111 Iglesia, ya que dcsdc los primeros tiempos del (:ristianisrno
sienipi-e habían existido corrientes d e pensatilniento diferentes
que convivían con las postiir-as más ortodoxas. Pero ciianclo la or-
ganización d e ciertos grupos disicierites llegó a sobrepasar lo me-
ramente doctrinal. los dirigentes eclesiásticos -buscando apoyo
en el Derecho Romano qiie poi- entonces estaba recuperándose
en toda Europa- aplicaron al hereje la categoría d e reo de lesa
majestad divina, es decir; d e tr.aicioi-. A partir de ahí podía ser juz-
gado incluso por los poderes seglares, a qiiienes se pidió colabo-
ración e n numer-osas ocasiones.
El principal motivo que había coriclucido a la creación de la iri-
quisici6n medieval había sido la creciente expansión de la here-
jía albigense, ciiyo centro d e irradiación, e n el Siir d e Francia, se
temía que traspasara las fronteras y alcari~aselas cierras que for-
iiiabari parte de la Cororia de AragOri. Dada la incompctcticia de
los obispos para acabar con los focos heréticos, el papa había apo-
yado la actuación d e iinos,jueces especiales, lo cual supuso e n la
pi5ctica uria ~ i s u r p c i ó r d
i e la aritigua.jiirisdiccih episcopal, que
hasta entonces había sido la íinica encargada d e perseguir toda
creencia o conducta que se desviase de la doctrina eclesiástica.
Muclios defensoi.es del nuevo triburial siguieron ~ltiliraricloel m -
tigno aargiimento de la inutilidad episcopal, como expresaba el ca-
tiónigo de la Seo d e Zaragoza, Diego cle Espés, para quien,
<<la\ociipiicioriis empero rriuclias y gi.a\.esde los obispos que
assi rri las cossas ierriporalra (.onio spiriiualrs s r lea oti.e<rri r r i
sus dioqessis [...] dieron nioiivo y caiisa a los siitiirrios t'oriiiticrs
Koriianos par-a solo los nrgocios d r la fer [...] instiiiiyrsrri
jueces ciertos y particulares, y llarnaron este sacrosanto magis-
trado officio de la Inquisici6n.-'
Pero resulta eviderile que la ineficacia episcopal no constituía
u11 buen pretexto en España, ni en la Cpoca de la creacióri de la
Inquisición, ni a comienzos del siglo XVI, tras la reforma a qiie
i~ieroriso~iietidoslos obispos con los Reyes CatOlicos, ni iiiuclio
rricnos una vez concluido el Concilio de 'I'rento, cuyas decisiones
pronto empekaron a ponerse eri práctica en las diferentes dióce-
sis españolas. $óino,justificar, entonces, la creación de la Inqui-
sicióri moderna en Arügóri? -Qué tipos de liercjías buscaba corri-
batir? ;Qué armas pretendía utilizar? Ya no se trataba, corno en el
siglo XIII, de rriicdo al enemigo exterior; ni siquiera piiede ha-
blarse de la proliferación de idco1ogí:is ílisiderites que agrupasen
a sectores marginales descontentos. Ahora el oejetivo a vencer sc
ericonrraba en pleno corazón de la sociedad y de la vida españo-
la. E1 concepto dc herejía, ampliado convenieriterricnte, sirvió pa-
ra llevar a cabo una purga social y no religiosa, ya que tanto los
judíos como los niusulirianes, que durante tantos siglos liabían
convivido pacíficarricnte con la población cristiana, llegarían a
caer bajo la jurisdicción inquisitorial, a pesar de pertenecer a otra
religión. El paso necesario para considerarlos herejes del cristia-
iiisrrio sería sil coriver~siímobligatoria -en 14532 para los judíos, y
en 1526 para los rriusiilmanes de AragOn-, tras la cual quedaban
abiertas las puertas para la persecución. Taiiibikri la brujería y la
supersticiím caerían bajo el control iriquisitorial por virti~dde
una definición extendida de Iierejía. Y no olvidemos que, corno
bien expresó IIugli K. Trevor-Ropcr: (<Enanibos casos, la niáqui-
na de la perscciición lile dispuesta antes de que sus fiitilras vícti-
mas estuviesen legalnieritc siijetas a ella..>'
Dcl mismo modo que ya en el siglo XIII se habían calificado de
<<hei-ejiasntodas aquellas conductas características de dctermina-
dos grupos sociales qiie la sociedad feudal cristiaiia rlo había po-
dido asimilar, así tarnbiéii a firiales del siglo XV y a lo largo de las
dos centurias siguierites fueron iilcluyéiidosc bajo dicho coriccp-
to los comportaniieiitos que podían hacer peligrar la alianza cada
vez más estrecha entre los poderes espiritual y terriporal. T(, evi-
deiitenieritc, toda diferencia cultiiral, corno expresión de pro-
fundas diferencias sociales, podía suponer una amenaza. Resulta
muy significativo ~ L I entre
C las razones qiie el ya citado Diego de
Espés daba para jiistificai- la necesidad del establecimiento de la
Inquisición en Aragóri, se Iiallaran incluidos dos relatos en los
que existía una relacih muy estrecha entre ciertos corriporta-

' Hugli. R. Tni..\'on l¿or,i K, I M i ~ r ~ ó rw/or»ln


i, J ,rrtril,in ,otrccl. B;wcelotia, t:d. Ai-
gua Vwgara, 1985, p. 9'2.
mieritos supersticiosos que habían sido protagoriizados por judíos
y musiilmanes. LTri número significativo de las supersticiones que
a partir de entonces persiguió el tribunal aragonés del Santo Ofi-
cio no f ~ ~ e r o n que las denominadas <(maldadesy sacrilegios))
otras
de los moros y judíos, es decir, sus costumbres y creencias por u11
lado y, por otro, las fantasías que algunos teólogos y predicadores
les atribuían para demostrar su interés por acabar con la sociedad
cristiana.
El primero de los relatos contaba cómo eri 1480 un grupo de
judíos conversos había comprado por treinta reales al sacristán de
La Guardia (Toledo) -que también era nuevo convertido- una
hostia consagrada paia, junto con im corazón de niño, hacer sur1
hechizo para que rahiassen los cristianos..' Dicha narración servía
de preámbulo a otra muy semejante, aiiiiqne más detallada y loca-
lizada esta vez en tierras aragonesas, que hacia referencia no a un
sacristán judeoconverso, sino a un alfaquí morisco, practicante
también de una 11iagia qiie pretendía basar su eficacia en la profa-
nación del sacramento de la Eucaristía. Segíin Diego de Espés,
.En Caragoc,.a,Cerca los aiios 1427 [... 1 una inuger a quien su
niaritlo la tratava mal se aconsejo con un alfaquin 1 ...] qiie remedio
o expediente le daria para siipor~ary reprobar la condiciori de su
marido. Dixo el moro [...] que ella le traxesse el Santissimo cuerpo
de Nuestro Seiior Jesiicristo que los cristiarios adoramos en la h o s
tia consagrada [...] esta mala hembra [...] re~iviofalsamente el San-
tissirrio Sacramento [...] cogio la Iiostia y pusola eri i i r i cofrecillo
[...] Dio la lmelia para casa del morisco [...] abrio la arquilla y vio
que la hostia se havia iransformado en uri riirio hermoso [...] el mo-
ro inalvado dixo que se bolviesse y lo quemasse todo, que el prove-
hrria por otra via, la enderrioriiada inuger hizo i i r i gr-aride luego y
pusso en rnedio de el la arquilla, aiiadiendo despues leria y carbon;
quemossc toda la arquilla y el cuerpecillo del niño quedo illeao y
iiiiriune del fucg-o rstarido en el muy resplaridecirnte, pareciendo
vivo rri medio de las asquas sir1 quemarse ni tiznarse.>$
La atribulada mujer, *ciega de y a , > ,acudiíi entonces a la mez-
quita del alfaquí y le relató *el daño que su consejo le habia cau-
sado,,. El Ic echó la culpa de lo sucedido ( q n e quien espinas
siembra no vaya descalco porque tantas veces va el cantaro a la
f~ieiiteque alguna vez se rompe,)) y acto seguido se dirib' rieron a
la Iglesia Mayor, donde ella se coriiesó y él dio noticia de lo que
había ocurrido. La segunda parte del relato abaridonaba los tra-
zos psicológicos y anecdóticos para centrarse en poner de marii-
fiesto lo extraordinario del milagro y el gran poder de la Iglesia:
*Mando rl ol~ispoque fuessen halla persorias graves, los qua-
les experimentaron esta verdad; hizo .juntar despues toda la gcn-
tc ccclesiastica y mas principal y predicando en prrsrricia de ellos
este milagro, llevaron en procession (cantando el Parigrlirigiia) el
saricio riifio en un plato de oro, y fue puesto cn el altar de S. Va-
lero, y iañiari las campanas sin manos de hombre. Entonces vis-
tiose el obispo para decir niissa del Saricio Sacramento y al ofer-
torio convirtiosse el niño en forma d e hoslia y el la sumio. Y dice
estc autor que despues supo como esta inugri- la liirio un rayo
yendo al campo.,>'
Mas a pesar del contundente final, que rio dejaba ninguna duda
acerca de la superioridad de la fe católica fiente a los ataques de que
era objeto, se creía coriveriierite el apoyo de un tribunal espccializa-
do como habría de serlo el de la lnquisicióri. Por eso, tras ambos re-
latos, el que fuera archivero de la Seo de Zaragoza continuaba:
((Pararemedio pues de estas maldades y oti-as iiiíiriidad de blas-
teriiiai con que de estos irifieles y malos cristianos entonces y ahora
Jesucristo Nucsuo Señor es okridido en los ojos de verdaderos cris-
tianos, se procuro por los sereiiissirrios Reyes de h a g o n , Don Hrr-
n a d o y Doña Isabel, assentar el Saiito Oficio de la I n q i ~ i s i c i o n . ~ ~ ~
De este modo quedaba viriculado el establecimiento del tribii-
nal de Aragón a la necesidad de acabar con un tipo de maleficios
procedentes de quienes ahora eran considerados los principales
enemigos de la fe. Ello anunciaba ya desde el principio el carác-
ter que la persecución iriquisitorial de la magia iba a adquirir en
nuestro reino, una pcrseciición que se iría ceritrando cada vez
más en las llamadas supersticiones o sacrilegios de los supuestos
herejes que en los comportarnieritos relacionados con la magia
propiamente dicha. Así, corno comprobaremos en las páginas
que siguen, a medida que avanzó el siglo X\,7 fue aumentando el
número tanto de moriscos como, c~~riosairieritc, de franceses en-
tre los coridcnados por superstición, situación que coincidió cori
el progresivo desinterés por uri crimen como la brujería que, en
teoría, seguía cortsideráridose como mucho rrias grave.
Durante más de dos décadas la Inquisicióri aragonesa tuvo un ca-
rácter itirierante: los inquisidores recorrían algiinas zonas del reino
propiciando las deriiiricias contra los coiiversos en colaboraci6n con
los obispos, pero dcspuks desaparecían sin que existiera un órgano
cle control exterior qiie perclurase. A partir de 1506 se inició un pro-
ceso de sedentarización, ya que Fernando el Católico orden6 qiie
en el reino cle :2r-agóri hubiera uiiicamerite un tribunal con dos in-
quisidores, con sede en el palacio de la Aljlifcria, una gran iortale~a-
palacio rriusulmana del siglo X1 situada a las afueras de Zaragoza!'.
Corno ha sefialaclo Wiliarii Illonter, i<I.aprimera condena de la In-
quisición espaliola por islamismo se produjo cri Aragón.~~"' Parece
casi una iroriía el contemplar cómo aquellosjueces se instalaron eii
el niás suntuoso palacio rriusulrrián al norte del T+jo acusando a
Cristóbal de Gelha de comer con los moros, cle usar uri nombre ára-
he ci~andohablaba con ellos o de rezar en una mezquita. Sin erii-
I~argo,la antigua residencia musulrriaria simbolizaba ahora algo
muy diferente: no ya la culluix que había habitado entre sus miiros,
sino la defensa frente a los numerosos ataques de que fue objeto la
institiición a lo largo de más de cincuenta arios desde su creacih en
1483. No en vario se había refiigiaclo en una fortaleza real lo qiie, a
excepción dcl trihiinal de Palernio, no fue niinca necesario en el
resto &: territorios pertenecieritcs a la Corona de Aragóri.
I m motivos qiie erifrcritaron al recién asentado tribiinal con los
naturales del reirio f ~ ~ r ode i i orden muy diverso. Jimto a la ya co-
nocida oposicih qiie la Inqiiisición provocó entre la noble~aju-
deocorivcrsa por la persecucióri a que tiie sometida desde el princi-
pio y junto al rechaso general de la inslilucióri debido al
quel~rantaniieritode los fiieros que coiriportaban los niétodos iri-
qiiisitorialcs, también los obispos sintieron que se les arrebataba
Ixiciia parte de sil poder. Ello cra cierto no sólo por los dclitos, que
ahora pasaban a ser de competencia coiiiparlida, sino tamhien por
la centralizacióri de la actividad inquisitorial en Zaragoza, lo cual su-
puso eliminar la participación en los procesos de los ordinarios de
las otras diócesis. 1-0s conflictos con el obispado de Hucsca fiieroii
especialmente graves; siis representantes llegaron incliiso a nego-
ciar clirec~arricnt<: con Roma con la pretensión de desligarse de laju-
1-isdiccióndel tribunal cle Zaragosa, pero nunca lo consiguieron, del
mismo modo que tampoco progresaron las pmpuestas para qiie Te-
riiel y AiiUbar-raciri se (icsligxan cle la jurisdiccióri de los inqiiisidores de

!' Ví.;isc Pilar s i \ ( .l H./ i . < i l ~ k i , í ~ p 7 t ! z n i i i i J n / '/i-i/nrnrrl


n jirritdir tión ~ r r q ~ c z ~ z t o r irl :
(111 Zcitoq~zi~,1íhRlh.lh. Tcsis tloctoral iiiCdita. Barcelona, Lnivcr.;idatl A i i ~ h o i n a .
1989, p. 31.
Valencia. Todos estos conflictos iiliposihilitaron una defiriicih cla-
ra de los límites del distrito iriquisitorial d e Aragóri, que siguieron
siendo confilsos a lo largo de la mayor parte del siglo >;VI.
Los límites de los distritos d e Aragóri y Valencia fueron con-
cretándose e n el último cuarto del siglo XVI a raíz de la erección
de los ohispados d e Teriiel y iilbarracín e n e1 ailo 15'77. Pero la vi-
gilancia inqiiisitorial se liallaba muy descuidada cn las comarcas
situadas al siii- d e la proviricia de Teruel y e n pleno siglo XMI aún
existían dudas acerca d e la adscripción d e ciertas localidades ara-
gonesas. Corno afirma Pilar Sáricliez López, <<todavíaa principios
del siglo ?<\TI,ni la Siiprenia rii los inquisidores d e Zaragoza sa-
bían dc que tribunal dependían Aliaga, Fortanrte, Pitarque y Vi-
llarroya d e la Sierra.>," Dicha situación n o constituía uria cxcep-
ción, pero para clarificar ~riejorqiik territorios pertenecieron
,jurídicamente al tribunal de Zaragoza podernos resumir afir-
rriando que desde principios del siglo )í\ilI cl distrito de Araghn
englobaba hásicarricnte las diócesis d e Ikrida, Huesca, Jaca,
Barhastro, Tarazona (excluida su zona castellana) y el armbispa-
do de Zaragoza; las diócesis d<: Teruel y hlbarracin qiieclaban al
margen y dependían del Santo Oficio de \'alenciai2.
I.as fronteras d e la Inqiiisición aragonesa n o coincidían por
tanto con las del rcirio, tal y como piicde observarse e n el mapa;
ello no coristitiiía ningún problema para uria iristitución cuyas
norrrias venían determiriadas poi- im consejo ccntral, la Suprema,
encargado d e coritrolar todos los tribunales del territorio espa-
Iiol"'. En palabras d e Henry Karricn:

" No obstante, pacr uii roiiocirriiciito <I<xdlatlod r laa froriteras del trilxirial ~ i i -
ragoraiio i-csulia otiligado referii-se a la ohr-a citada d e Pilar Siiichez 1.6pez. segúii la
cual: ~ E r rcsiiincii,
i dcsdc pi-ilicipios del siglo Xvii el distrito d e i\ragóii coiiipi-tdía
la sigiiiriitc áira: las di0ccsis d e Hiicscn, L.~?iitka,,bcay Eai-b;c\tri~,estas dos íiltimas
eiigiclas r r i 1571 a pai-tii- d c la tlcwrierribi-ación d e las dos aritrr-iores y de la iiicoqx-
ración d e lugares procedriites d e las ahadías txeritas d e Saii Jiiaii d e la Peiia, Moii-
teai-ag6ii y Saii \,'ictoriáii; I;r diócrsis de Taramiia, cxcliiida DLL L O I I ~castellaii;~:el ar-
zohis&o rlc Zarago~a,<lescoiiraiido Aliaga. Fortdriete, Piral-qiic, Villarroya d e los
Pinares, Liiiares d i Mora, Mil-avete, Pucrtoiniiigalho y (:astelvispal, así coino los i i i -
claves iio ai-agoiirscr d e Cortes en Navai-i-ay Olocaic e n Valciicia; lo.; arciprestazgos
de .Arira y la Valdoiisclla, iiicliiidos respectivamciite e n las diócesis d e Sigiieiiza y
Pamploiia: los 1iigai.c.s a r a p i e s e s d c la tlihx\is tle Crgell (Arcii, C:alaclr-unes, Casta-
ilesa. Galmsa, Moiitaiiaiia. Pcralta d r la Cal. Pilzári. Piii-i-y) Rocafort) y los tlc la aln-
día nirlliirr d c kger (Raells, Baltlclloii, (:mnpoi 12115, Chserras dcl Cas~illo,(:astilloii-
i-ay,Eaiaiiá. Esropiiiáii, k'ct v Firieariaa) (vease Pilar S.~\(:tit.z1,oi.i z, r,/,. d . ,p. 3.3).
.
j

i :i
.Aunque iio ptiede Iiablai-se d e ti ilmriales establcs debido a la iriultitiid d e

/ d r s d e q u e qiic<l;ii-oii rsiiil>leridos los priiiici~cirrii 1182 y


canil~iosqiic s~~í'riciori
*La marcada falta de respeto por parte de la Inquisición a
otras autoridades seglares o rclrsiásiicas se observa en que los dis-
tritos jurisdiccionales de la Inquisición cruzaban frecuentemcntc
las fronteras políticas [...] La Inquisición podía hacer esto porque
sil autoridad, a diferencia de la de la corona, cubría la totalidad
del trrriiorio espariol sin importar las fronteras.."
Dicha autoridad se reflejaba asimismo en cl procedimiento se-
guido por los tribunales regionales que, con escasas excepciones
derivadas de la personalidad de los jueces encargados de cada ca-
so, era el mismo para todos". De ahí las constantes advertencias
cnviadas por el Consejo de la Suprema a los inquisidores de cada
distrito para que cumplieran las instrucciones que iban acordán-
dosc. La irriposición de dichas normas no siempre resultó fácil,
como veremos con el problema dc la brujería en Ai-agón a través
de la correspondencia entre los inquisidores de Zaragoza y los
responsables de la Suprema. Pero antes de analizar la postura que
ambas partes adoptaron ante los delitos de brujería y supersti-
ción, es necesario trazar un breve recorrido por los métodos de
los que se valió la Inquisición para la bíisqiieda y captura de sus
víctimas. Y para hacernos una idea más aproximada de cómo f~1r-i-
cion6 el complejo erigranaje de la maquinaria inquisitorial en el
reino, nos referiremos asimismo a quienes se encargaron de su
puesta en marcha, desde los jueces hasta los llamados familiares o
delatores de oficio, pasando por aquellos cargos intermedios sin
cuya colaboraciOn rcsulta dificil comprender la famosa eficacia
inquisitorial de la que tantos testimonios se han coriser-vadohas-
ta nuestros días.

hasta la creación del tribiirial iriqiiisitorial de Madi-id eii 1630. scgiiri Jainir Con-
treras yJean Pirrre Drdieu (tqGeografia de la Iriqiiisición cspaiiola: la formación
, (1980). pp. 37-93), los triburiales perma-
de los distritos 1470-1820.,. ~ i s p o n i n40
nentes y las tecl~asdc sil rstablecimiento fueroii, eri Castilla: Scvilla (1482), Cór-
doba (1482), Toledo (1483). 1.lereria (1485), Valladolid (1488), Miii-cia (1 4X8),
Cuenca (1489), Las Palmas (15051, Logroiio (1 51 'L), (;ranada (1.526). Santiago
(1574) y h4adrid (1640); y rn Aragóri: ~ i r a ~ o (1482).
za Valerici~~ (1482), Barcelo-
iia (1484) y Mallorca (1488).
'" , In,yuisic.irír~rs$clfioln. Barcelona, F.d. (Xtica, 1985, p. 191.
H m r y K A ~ N I,a
15
Corrio destaca Ricardo Gai-cía (;árcrl, <cmrrrcemención la ausericia de la
jur-isdiccióii penal de la (hroiia de hragóri., sobre todo si se tierie en ciieiita <<la
heterogeneidad rir loq planteamientos periales castellaiios y ar-agoiieses, con una
inarcada dulcificación de la rior~riativaeri la Corona de Aragóri I-csprcto a Casti-
Ila. (véase Ricardo GAR(:IA j m i d a d m PI rzdo X7.% Ln Inqui.~iciónm
C . i ~ ( : t lHrr~jin
,
Ihlenciri, 1530-1609,B~arcelona.Kd. Pcniiisirla, 1980. p. 183).
Coilvencidos como estaban los inquisidores de hallarse en po-
sesión de la verdad y de la misión apostólica que el papa les había
encomendado, no escatimaron ningún medio a sil alcance para
conseguir el fin que les guiaba: la erradicación de la herejía. Pe-
ro no siempre era fácil localizar dónde se hallaba. Por eso, la pri-
niera tarea de todo tribunal consistía en llevar a cabo una inquisi-
ción o averiguación previa al despliegue,judicial que seguía, hasta
lograr la conversión o la condena de los inculpados. Como el San-
to Oficio era una institución nueva, g a diferencia de los jueces
episcopales no contaba con una red de representantes parro-
qiiiales distribuidos por todo el territorio, tuvo que arbitrar un
modo para conseguir e s t x presente en todos los lugares que se
encontraban bajo su jurisdicción.
En los prirrieros tiempos de la Inquisición aragonesa, varios in-
q u i s i d o r ~-acompaiíados
~ del personal suficiente para detener y
procesar a los reos «in situ,)- habían batido sirnultánearnente el
reino, dejando establecida una peqiiefia dotación de ministros en
las ciudades más importantes. Pero la posterior centralización de
la actividad procesal en Zaragoza supuso la pkrdida de la itine-
rancia del tribunal. Como coniperisacióri erripez6 a firncionar un
sistema de uisi~usque, en teoría, debían realizarse anualmente,
mediante el traslado de uno de los inquisidores a una zona del
distrito para recordar a los habitantes la presencia del Santo Ofi-
cio y propiciar las delaciones que la lejanía del tribunal dificulta-
ba. En la práctica, dicha periodicidad no se cumplió, ya que la
mayoría de los inquisidores intentaba retrasar la partida o eludir-
la, cuando no saltarse el turno establecido, lo cual provocaba f're-

16
P L ~ AL)zr-rc.loriz~m
Nicolaii l.:l~i.i<ic.~-FI-ancisco , znquisitomm, Avinóri, 197&
Roma, 1578 (trad. esp., 13 manual dr 10.c inljui.tidor.c~c.Karcelona, Ed. Muchriili, 1983,
p. 152).
cuentes discusiones que la Suprema debía ericargarse d e zanlar.
Casi ningíin inquisidor solía estar dispilcsto a pasar h e r a d e Za-
ragoza los cuatro incscs que establecía la norniativa e n un reco-
rrido itinerante plagado d e iricornodidades.
No obstante, poseenios tcstirrionios d e varias visitas rcali~adasa
lo largo del siqlo Xlil e n el distrito de Aragón" qiie sigiiicrori el
procedimient<: habitual, esto es, un inquisidor salía d e la Aljafei-ía
acompaliado de iin notario del secreto, un alguacil y un riiincio.
El notario, para tomar las dcclaracioiies tanto d e los <:spoiitárieos
como de los delatores; el alguacil, para proteger al inquisidor; y el
niiiicio, para servir de correo. Cuando dicho cortejo llegaba a un
lugar-, lo primero que: hacía era dirigirse a las aiitoridades seglares
y eclesiásticas y presentar sus crcdciiciales. Después se leía uri pi-e-
g6n dirigido a todos los habitantes; e n 61 quedaban convocados
para escuchar la lectura del ~ d i c t nqiie habitualinerite seguía al ser-
irión o al recitado del credo durante la misa dorriiriical, uno de los
escasos momentos d e la vida cotidiana e n que se cricoritraba reii-
nida la mayor parte d e la poblacióii. El edicto estaba constituido
básicamente por uria lista de herejías acorripaiiacla de la invitación
a denunciarlas, ya fiicrari propias o ajenas.
Eri los priiiieros tiempos de la Inqiiisición, los cdictos solían
ser llamados d e gracia., dado que ofrecían la posibilidad a los
denunciantes de confesar en un detcririiriado plazo -nor~iial-
mente de treinta o cuartilla días- y, en consccuericia, d e ser re-
conciliados con la Iglesia sin sufrir los castigos qiie, cri opiriióii de
los inquisidores, iiierecerian. Dicha práctica se impuso para csti-
millar las autodcriuricias (qiie aportaban uria iiiterrsarite infor-
riiacióri, ya que denuriciarse a sí mismo n o bastaba, ~ i i i oque ha-
bía que dar los iiombres d e quieiies participaban del iriisirio
error) e ir fariiiliarizando a la poblacibii con el concepto dc hc-
rejía y los nuevos metodos. Con el correr del tiempo, los antiguos
.edictos de gracia. tilerori siendo sustituidos por los llamados
e d i c t o s d e fe., que n o contemplaban gracia ni perdón alguiio y
qiie día a día iricorporalsan nuevos delitos, con lo que sil lectiira
solía alargarse cada vez rriás ya que, además, f~icroriiricorporáido-
se progresivamente todas aquellas costumbres tanto judías coiiio
moras que pudieran delatar a los posibles herejes neoconversos.
1.a llegada del inqiiisidor siiponía uria alteración considerable
en la vida sotidiaria d e los lugares afectados, pues implicaba un
delicado cxarricn d e conciencia por un lado y, por otro, un acica-
te para sacar a la 1117 antiguas rencillas entre los habitantes que,
de este modo, podían acusarse unos a otros y vengarse d e sus ene-
migos muy f5cilrrierite. Pero rio todas las deriuricias provenían del
odio; había casos en qiie lo que espoleaba las coiifesiones era el
temor a ser deniinciado por otro o, incl~iso,el propio temor de
Dios, al que siempre se invocaba como argurrierilo justificativo d e
cualquier acci6ii. El miedo era, por tanto, el primer rriktodo
psicolbgico utilizado por la Inqirisicibn para extender sii poder.
El segundo, como se pondrá de manifiesto al detallar las diferen-
tes etapas d e los procesos inquisitoriales, fue el secreto. Según
IIenry Kaitieri:
-El rasgo q u e distinguía a la Inquisición era su absoluto se-
creto, lo q u e la liacia niás propensa a los abusos q u e cualquier
otro trihunal [...] Inclnso las varias instrucciones d e la Inquisi-
ciíiri, auriqiie tiierori impresas, se distrihuyeron d e m o d o muy res-
N o es de extr-~liai.que, debido
iririgitlo y iio viiroii l a ¡ti/ ~>iil>licii.
a rsto. la ignoi-aiiria del piiblico sobre los iriiiodos y rocedi di-
niientox del tribunal hiera g i n r r a l . ~ ' x
Un proceso podía iniciarse d e tres maneras: tras iina aciisa-
ción de parte (en la que el acusador debía probar lo que decía),
tras tina delación o denuncia (efectuada a partir de sospechas sus-
citadas por el corriportarriieiito del acusado, aunque el denun-
ciantí. no aportase prueba algiina) o como resultado de iina pes-
quisa"'. En este último caso el tribunal actuaba ~=2.oJ7cí0, es decir,
por propia iniciativa. Corno yci explicartios eri capítulos antcrio-
res?el procedimiento acusatorio había ido decayendo pi-ogresiva-
mente a lo largo de la Raja Edad Media e n los procesos crimina-
les. Y en cuanto a la delacibn y la pesquisa, e n realidad veriian a
traducirse en lo mismo ya que, una vez presentada la denuncia, el
delator perdía toda su rcsporisabilidad y eran entonces los inqiii-
sidores quienes pasaban a asumirla. Además, debido a la práctica
del estricto secreto inquisitorial, se ocultaba tanto el rionibre del
denunciante conio los del resto de los testigos. Eritre estos últi-

10
S011r.c el prc~ccdirnivr~~~~ iuquki~wial,\ikuisr,Jeaii Pierrr D ~ N I I<<1,'11iq111- .~,,
sitioii e l le ( h i t . Xiialysc foi-iiirllcdc I:i pi-ocetliii-citiqiiisiior-i;dc(Y) caiisc rlc t'bin,
~ 10 C / L WI / I , t d / í : q ~ ~23
J F I I J I ! 01, c (1987). pp, 227-251; Miguel h g e l MOTI\ Do-
1nur.K y,José Eriricliie PAS.\M.\R l.\/.\no, eAiidisis mcrodológico tlcl proccso iiiqiii-
sitoiial desde tina pcrspcc~i\ajitríclico-for-rrial~~, eii \ Y J o r n c i d a \ clí. Afrlorlologi« .s«l~r~
J I I V ~ I Purngorwtrr\.
I Zar-agom, 1W3. pp. 137-450 y Ki-iitio.&.i i i . 1 K \ K.\K( HI. I . n t i l IJI-o-
rnos figuraba aquel ya que, pasado algíin tiempo, era convocado
para efectuar una deposición formal.
Una vez localizado el posible hereje se buscaba injiwmnción
coniplerrientaria, que era aportada por los mismos inquisidores o
por algunos comisarios que colaboraban con el tribunal salvando
así las distancias y los problemas de acceso a niuchos núcleos dc
población incliiidos en el distrito. Después solía tener lugar la 11a-
mada culificución, un exanlen de los hechos reprochados al de-
riuriciado por teólogos expertos (los calificadores), que eran los
encargados de determinar hasta qué punto dichas acusaciones
constituían o no una 1iere.jíía La calificación no era indispensable
y, de hecho, se omitía cuando se consideraba que no existía nin-
guna duda sobre la naturaleza del delito. A continuación tenía lu-
gar la fase denominada clamosu, puesto que suponía un llama-
miento forrrial al reo por parte del procurador fiscal, que asumía
el papel de acusador: El rriisrno fiscal redactaba una orden de pri-
sión contra el acusado, que inmediatamente era puesto bajo cus-
todia en las cárceles inquisitoriales. El arresto iba acorripariado dc
la inmediata confiscación de SLLS bienes. Por ello, la ejecución del
mandato de captura debía ser hecha por el alguacil, acompañado
del receptor y el escribano de secuestros, que era el encargado dc
hacer iina relación escrita de todas las pertenencias del reo e im-
pedía que éste llevara consigo objetos peligrosos a la cárcel.
Las prisiones iriquisitorialcs (es decir, el espacio físico donde a
partir de la detención los acusados habían de iniciar una nueva vi-
da) eran conocidas coino cárceles s ~ m t u s .Esto significaba que d ~ -
rante el tiempo que duraba el proceso los reos desaparecían para
el público, ya que Ics era prohibida toda comunicación con el ex-
terior, no pidiendo ser nunca visitados por parientes ni aniigos"".
También estaba prohibida en principio toda corriunicaci6n entre
los prisioneros. Sin enibargo, muchas veces fiie necesario alojar a
varias personas en una sola celda; en dichas ocasiones se intentaba
no agrupar a condenados por un niisnio delito para evitar posibles
intercambios de inforniacióii. El objetivo de los inquisidores era
conseguir la conversión de los reos mediante el aislamiento; ello
provocaba en la mayoría importantes alteraciones psicológicas que
iban desestructurando su personalidad, con lo cual sustit~lirlapor
iina nueva no suponía una tarea demasiado dificil". Todo el secre-

211
Vease Cecil R o T ~ I.n
~ , Iyzizcznón ~.cpa?ioln,Barcrloiia, t:d. Mai-tíiiez Roca,
1989, pp. 78-79.
2I
Sobre c1 Lema de la coriversibii la desestructuracióri dc la prrsonalidad,
véase el interesanrc <.pigrafr dr,Jcaii Piei-re DELULL,
«LTn lmage de cer.veau%>,eii
to y el misterio con que se seguían las diversas partes del procedi-
miento estaba encaminado, de hecho, a lograr un testirrioriio que
en la mayor parte de los casos era contrario a la voluntad que el
acusado había mariifeslado originariamente: nos referimos a la
confesión, que se consideraba la prueba por excelencia.
La prisión podía decretarse a cualquier hora y sin indicar al
reo por qué se le prendía. Hubo más de un caso en que el dete-
nido no supo el motivo de su ericarcelarnicnto y debió esperar
meses o incluso años antes de que su proceso se iniciara y pudie-
ra escucliar de labios del fiscal las acusaciones de que había sido
objeto. Teniendo en cuenta las largas escancias de algunos reos en
la cárcel, la deficiente alimentación, la falta de higiene, el trato re-
cibido por los carceleros y la edad avanzada de algunos presos, no
es de extrañar que muchos no vivieran para conocer los resulta-
dos de su proceso. No obstante, éste seguía adelante y en todo au-
to de le figuraban las efigics y los hiiesos de individuos que ha-
Kan fallecido (algunos por suicidio) durante su estancia eri las
rriazrnorras inqiiisitoriales. Pese a todo, hay que tener en cuenta
que no todas las cárceles eran iguales; algunos tribunales conta-
ron con excelentes edificios -entre los que destaca la Aljafería,
sede del tribunal zaragozano- cuyos calabozos, en corriparaci6n
con los de la justicia seglar y episcopal, presentaban unas condi-
ciones bastante aceptables. Prueba de ello lo constituye el hecho
de que no era extraño que los condenados por las otras jurisdic-
ciones hicieran lo posible para ser.juzgados por la Iriquisici6n con
la sola finalidad de ser trasladados a una cárcel más benigna"'.
Tras el eilcarcelainiento, la siguiente etapa de un proceso in-
quisitorial era la audiencia del reo, que tenia lugar a lo largo de di-
ferentes sesiones. IdaI~m'rnerav a que los inquisidores se ponían en
contacto con el preso (lo antes posible, en teoría no más tarde del
tercer día de estancia en la cárcel), éste era interrogado acerca de
su estado civil, profesión y lugar de residencia. Otros datos de su
biografía servían para conocer el nivel cultural y religioso que te-
nia; así, por ejemplo, se le preguntaba si se confesaba y comiilga-
ha anualmente y se le ordenaba que recitase el Credo, el Padre
Nuestro y el Ave María. A veces se le planteaban ya en la primera
entrevista algunas ciiestiones directamente relacionadas con el
dclito del qiie había sido acusado: como su Porrn~ilaciOnestaba en
manos del arbitrio de los inquisidores, existía una gran variedad
de interrogatorios.
Lo que n o variaba era la prlictica d e las nmonr~~ui-iones.
Basán-
dose supuestamente e n la recomendación bíblica de la correc-
ción fraterna2", la justicia eclesiástica es~ablecíala obligación de
requerir al reo por tres veces para quc dijera la verdad y confesa-
se su delito antes d e serle presentada la aciisacióri fiscal; dichas
moniciories o aclvertericias debían tener lugar eri días diferentes
para dar tiempo al aciisado a qiie recapacitase sobre su actitiid.
Pero n o olvidemos que e n muchos casos los reos n o tenían riiri-
guria idea acerca d e los cargos que pesaban sobre ellos cuando se
les planteaban las arrioncstaciones, con lo que éstas se convertían
e n otro medio mas d e intiniidacidn, reflejo d e un espíritu que ya
riada tenia e n comíln con el defendido en el Nuevo Testamento
al tratar del perdón de las oferisas.
El número de veces e n que se debía recibir e n audiericia al reo
quedaba al arbitrio d e los inqiiisidores aunque, cri principio, te-
nía que coricedcrse sii deseo de ser- escuchado siempre que lo so-
licitara. Ciiando el acusado estaba dispuesto a exponer su dclito
espontáneaniente, se le recibía en coniesión. Pero si esto n o ocii-
rría se pasaba al siguiente acto procesal: lu c~cusnciónjiwmnl )or,imr.
t~ cí~1j.ccnl.En ella aparecían detallados u n o a u n o los cargos cori-
tra el acusado eri u n lenguaje extremadanierite fornial y
estereotipado. La declaración del fiscal encargado del caso venia
a ser iin resiimen d e cuanto habían dicho los testigos y habían
averiguado los jueces por sí mismos e n relación con el delito o
los delitos d e que se tratase. No obstante, cualquier condiicta
que pudiera añadir alguna inforriiacibri sobre la condición de
mal cristiano del reo se aiiadía tarnbi6n corno agravante de la he-
rejía por la que se le acusaba. Normalmente, solía ser el docurncn-
to mejor escrito en un proceso; ello no quiere decir que fiiera el
más veraz pues, si lo comparanius cori las testificaciones corres
pondientes, observaremos la presencia de elementos nuevos o d e
interpretaciories que n(? tenían otro fiindairiento que la propia
ideología d e los jueces. Este era el escrito acusatorio qiie se leía al

'" -Si tu hermaiio Ilrga a pcc;ii: vrir y rcpitri<lelr.21 solas iír coi1 el. Si tc cs-
ciictia, hahrrís ganado a t u tierrnario. Si iio tc crciiclia. toiiia to<lavía contigo u n o
o dos, pira que todo asiirito qiictit. zanjado por la palabra de dos o trrs trstigos.
Si Irr dcsoye a ellos, díselo a la coniiiiiidad. Y si harta ;i la coiiiuiiidatl desoye. sca
para ti como el gentil y cl piih1ic;rrio.n M[. 18. 15-17.
reo para que diera sil respuesta a iodos los al-tíciilos que se le irri-
p~itaban.Para preparar dicha respiiesta o clef'eiisa, el acusado te-
nía derecho a valerse d e un abogado que le asesorase.
Siempre quc reo lo pidier-a, debía tener Iiigar el nornh-umirn-
to dr u n nhngado. Este se prodiicía, asirnisino, m& ~ c que z u n reo
negal-ia el delito de qile se le acusaba. Lo más frecuente era que c1
acusado eligiei-a, a silgerencia de los inqiiisidores, lino de los dos
o trcs I~tt-adosadscritos al tribiinal; en cualquier caso. el abogado
debía dar pruebas d e n o ser hereje rii infame y tenía que estar es-
pecialmente facultado para actilar en 109 triburidcs del Santo Oíi-
cin. Para preparar la defensa del reo. el abogado podía liablai. con
él, pero siempre e n presencia tic: los inquisidores y dcl notai-io,
que levantaba acta d e todo lo acordado. Eii realidad, el cometido
principal del abogado no era la defensa del reo sino, al igiial que
los inqiiisiclores, iriieiitar descubrir si su defcridido era ciilpable o
no cle herejía. Si lo consideraba inocente, utilizaba todos los me-
dios legales para probar su inocencia, pero si lo consideraba ciil-
pable hacía c~iarltocstaba e n su mano para lograr qiie corifesara,
se arrepintiera y pidiera la penitencia coi-resporidierite.
lJna vez instruidas las citadas diligericias, el proceso entraba en
m a nueva fasc en la qiie se traiaba dc probar lo que se había diclio
liasta entonces. N corriierizo de esta ,faw p r o h t o n n , las dos partes
(o sea, el procta.ador fiscal y el acusado) ticbíaii ratificar su a c c i h
anterior y demandar la publicaciói~ de las pruebas pertinentec;.
Nori~lalmente,en el Derecho Penal, al esta- en juego la vida del reo,
se exigía que las pruebas para demostrar la culpabilidad f~ierariah-
soliitamente claras, a diferencia de lo que potlia ocurrir en los pro-
cesos civiles. Pero en los delitos de brujería y siipersticih, debido a
la dificultad de encoiiirai. pruebas ii~ateri:rles,valían las pi-esiincio-
rics o indicios. En gericral, la prueba más utilizada era la testifical.
Aunque las (leclaraciones d e los testigos ya se habían produci-
do con anterioridad a esta etapa -gran parte de la información
previa a la acusaci0n fiscal procedía d e aqii6llas-, un testirnonio
no podía ser tormalmente alegado si no era ratiíicxio por la per-
sona de quien proveriía. La mtifircrc.ión ( 1 10s
~ t ~ ~ t i gsuponía
m qiic
cada u n o de cllos debía confiiiriar el contenido de sus tleclai-a-
ciones bajo.jiirainerilo, delante de1,jriez o d e un comisario, al rrie-
nos veinticuatro horas despuks de hahei-las proniiricixio. Al testi-
gu que vacilaba o contradecía la declaraci0n anterior, el
inquisidor podía castigarlo con cárcel y tormento; ello no sigriiíi-
caba que dichas declaracioiies se invalidast.ri, sino qiie finalnien-
te quedaba al arbitrio d e los inquisidorcs e1 decidir cuál de ellas
era la que consideraban iiiás ?justada a la verdad.
No existía un acuerdo total sobre cuántos testigos eran válidos
para probar una acusación, aunque en general predominaba la
opinión de qiie con dos era suficiente. Alg~iriostestigos se corisi-
deraban menos idóneos; tal es el caso de los enemigos, el cónyi-
ge o parientes (cuyos teslirrionios sólo se aceptaban en contra del
reo), los excoinulgados, los herejes, los menores de edad, etc."
Sin embargo, en determinados casos también sus declaraciones
podían ser admitidas. Los relatos de los testigos (que casi siempre
se limitaban a contestar uri cuestionario que variaba en f~mcióri
dcl delito que quería investigarse) no solían ser del todo espon-
táneos. '4 la ratificación de los testimonios seguía sii publicación,
quc llevaba aparejada la lectura al acusado de todo lo que los tes-
tigos habían manifestado sobre el.
Segíin el derecho comíin, en la publicación debían indicarse
los nombres de los testigos, para que el reo pudiera preparar nie-
jor SLI defensa. El misrrio Papa Sixto IV así lo había establecido
también mediante una bula del 18 de abril de 1482. Pero, como
bien es sabido, a pesar de todo, el secreto iriquisitorial se aplicó en
este punto con todo rigor, tal y corno se refleja en las iristrucciones
de los lnqiiisidores Generales, que terminaron consagrando la
práctica de silericiar los nombres de los testigos baslíridose en el
argumento de que así se evitaban represalias y venganzas. Pero
ello suponía una rricrma más para la deknsa del reo, al que tam-
bién se le ocultaban los elerricnros de las declaraciones testificales
qiie pudieran servirle para reconocer a alguno de los testigos.
En cuanto a la defp~~sudel rm -contrapeso de los testimonios
aportados por la parte aciisadora-, podía desarrollarse siguiendo
varias de las tjcticas legales disponibles que, en esencia, podían re-
sumirse en dos: apor.taciOn de nbonos, o sea, de testigos de abono en
favor del reo, o presentación de tnr/7,n.s,es decir, de argumentos, que
demostraran que los testigos de la acusación no eran fiables. Estos
eran los dos instrumentos más utilizados en el documento que el
acusado y su abogado aportaban como prueba de inocericia. Sor-
prendentemente para nuestra actual mentalidad, demostrar que el
reo no había conietido el crimen del que se le acusaba era el pro-
cedirriierito menos utilizado eri la defensa. Existía también la posi-
bilidad de alegar causas eximentes o atenuantes, como, por ejem-
plo, la minoria dc edad, el amor, la pasión, la borrachera o la locura.
Gerieralrricntc, una vez presentadas la aciisacion y la defensa, y
si el reo o el fiscal no hacían ninguna petición más, se consideraba
la causa concliisa y lista para ser sentenciada. Pero en determinadas
ocasiones (cuando existían algunas pruebas o indicios de qiie el
reo había cometido el delito de herejía y se negaba a confesarlo)
podía añadirse como instrumento probatorio el so~ri.etzmientoa lor-
twa. Esta solamente debía realizarse cuando se daban ciertas con-
diciones: que hubiera suficientes pruebas o indicios de que el reo
era culpable (pero en el caso de la brujería, la decisih dependía
totalmente de la subjetividad deljiiez), que se hubieran agotado to-
dos los demás rriedios para inducir a confesión al acusado (amena-
zas, promesas), que el acuerdo de so~rietirriientoa tortura filera
adoptado por los inquisidores y el ordinario del lugai; y que el tor-
mento se practicara eri presencia de este filtimo.
Los métodos de tortiira empleados por la Inquisiciori españo-
la no eran especialmente duros en comparación con los utiliza-
dos por las otras.justicias; en contra de lo que muchas veces se ha
pensado, se trataba de métodos tradicionales y poco originales.
Los tres principales fuerori la garrurha (qiie consistía en colgar al
reo por las miiñecas de una polea que había en el techo con pe-
sas, que podían variar, sujetas a los pies; la víctima se alzaba len-
tamente y luego se soltaba de un tirón para dislocar sus miem-
bros), la toca o tormpnto del agua (qiie obligaba al acusado a tragar
agua vertida leritarriente de un jarro, metiéndole una toca o paiío
por la boca hasta la garganta) y el potro (se le ataba a una ban-
queta con cuerdas que envolvían todo el cuerpo y que el verdugo
tensaba gradualrrierite de manera que mordían y atravesaban la
carne de la víctima).
Los manuales de inquisidores recorrieridabari prccaucih en la
aplicacih del tormento; había qiie tener especial cuidado en que
el reo no quedara inútil, tanto si resultaba inocente como culpa-
ble. Estaba prol-iibido repetir la tortura, salvo que posteriormente
aparecieran nuevos indicios; no obstante, podía continuarse un
tormento a lo largo de tres días, como si se tratara de un solo ac-
to. Tras el suplicio podían ocurrir dos cosas: que el acusado cori-
fesara o que no lo hiciera. En el primer caso, para que su confe-
sión se considerase válida, debía ratificarla al día siguiente. Se
suponía que esta era una forma de asegurar la verdad y la diber-
tadn del reo. Pero realmente no era así porqne, si éste, al verse li-
bre de la presión inmediata del tormento, se desdecía y negaba lo
confesado durante la tortura, podía ser torturado de nuevo y en-
tonces se consideraba que se trataba de una continuación de la
tortura anterior y no de una nueva.
Llria de las costumbres in5s valiosas para el historiador actual
era la priictica. que la Inyiiisición tomó d e la jiisticia seglai; de re-
al inqiiisidor y al obis-
gistrar todos los dí:tallcs d e la torti~ra.,Junto
po se hallalm siempre i i i i notario que iba levantando acta dctalla-
da de todo lo siicediclo, lo ciial nos acerca especialmente a la
psicología de los jueces y de las víctimas, coiiio teridremos ocasión
de comprobar en algiirio de los procesos estiidiados. 'Tras las dili-
gencias probatorias, e1 proccso quedaba .<listo para scntciicia~
aiinque, eri el caso de qiie todavía <:1 reo iio hubiera coiifesado,
antes de dictar seriteiicia el ,jilez debía haccr todo lo posible por
coiisegiiir la coiit¿.sióii. No olvidemos qiw 11110 de los oejetivos
priricipales del procedimiciito iiicjiiisitorial era precisaincrite oh-
tcricr el recoiiociiniento del delito poi. parte del reo cidpable.
Antes (Lc dictarse la sentencia definitiva, cl proceso había de ser
rxaiiiiiiado nilevamente por los inqiiisidorcs. el ordiriario del 111-
gar y los Ilainados ronsz~llort~s tlrl Santo Ojcio, q i crari
~ expertos en
Teología ) e n Derecho, tanto cari6riico como civil. Sii decisión o
voto rlr.jit~i/izlodebía ser iinini~iic.Eri caso de que esto n o ociiri-ic-
ra, el proccso se remitía al Coiisejo de la Siiprerria. No obstante,
con el tiempo, esta coiisiilta terminó por oinitirsc cri la Inquisición
espaiiola, ya qiie las senteiicias c r m elevadas directamente a la Su-
prciiia. LA srrt/eirc.in (I$ni/i7w debía ser ~.cclactadapor escri to y con-
tener todos los errores conSesaclos por r:l reo o que le hubiesen si-
d o probados. Todavía en esta etapa se i~ianteníael farrioso secreto
iriqiiisitoi-ial, va qiie tanipoco la seiiteiicia podía contener rii los
iioiribrcs de los testigos i i i las circiinstaiicias por las que el reo pii-
cliei-a dediicir sus rioirihies.
En caria smtciicia se cornl~iiiahaiitres tipos de penas: osfiritzrcr-
ks (al?jiir-aciíin,i-econciliacióri, penitencias clivei-sas);ro,-l,orclZrs (pi-i-
sióii perpetua, de5tieri-o, galeras, látigo, siispensión de fiincioiies,
relíijaci0i-i) y f i n m c . i ~ r . r r(coiifiscación,
~ multas). La sanción más tTe-
ciieiite era la nbjz~,nc.ióu,que iba acornpañ;ida de otros castigos, se-
gíiii la gravedad del caso. Su sentido era borrar con ella la sospecha
de l.icr.ejía o irifairiia en el reo. La alji~racióri,de aciierdo con la
gravedad del delito, se s~ibdiviclíaen tres tipos: ~zljuracióildr l m i , (Ir
.oriwi~rrltiy 7 ~ i o I f w ~Aurique.
~1. iina vez finaliiado el pr.ocesr,, el reo
Siiera sólo levemente sospeclioso de herejía (por iio Iiakr- piiiebas
legitirrias sino solaiiiente indicios Ietes) estaba obligado a aljiirar;
bien cri público, si la sospecha liabía sido píiblica (y entonces lo ha-
cia iin día festivo en la iglesia), bieii en privado (en el palacio del
ol~ispoo del inqiiisidor), si la sospecha había sido privada. Cori ma-
yor rrioiivo, los reos veliementcrricrite sospechosos o violcntarrierite
sospechosos debían asimisiiio abjiir-ar a~iiiqueno l~iihierasido pro-
I~aclosu delito. (hrrio bien ha expres;ido h4ichcl Fo~icaiilt,
<<Ladcinostraciíin en materia penal no obedece a un sistema
dualista -verdadero o talsr+, sino a un principio dc gradación
continua: un grado obtenido en la den~ostraciónformaba ya uri gra-
do de culpabilidad e implicaba, por consiguicntc, un grado de ras
tigo. Ti.1 sospechoso, conlo tal, merccia siempre deirr~ninado
castigo: no se podía ser inoccntcmente objeto d e una sospecha.^)"
Cuando la abjuracih era solemne iba precedida de un sermOn
del inquisidor; después, el reo, vestido con el sambenito -17oz co-
rrupta de saco b u i d d e , que era una vestimenta penitencial con
una cruz delante y otra detrás, se colocaba en un lugar bien visible
para todos los feligreses y tras serle leídas las herejías de que se Ic
acusaba, debía abjurar de todas ellas. Eri consecuencia, volvía a ser
admitido en el seno de la Iglesia, pero tambiCn tcriía que cuniplir
algunas penitencias. Las rnás comunes eran llevar el sambenito a
partir de entonces, pagar una multa pecuniaria que casi nunca su-
peraba los cien ducados, sufrir un destierro temporal, ser azotado
(lo niis frecuente era recibir de cien a doscientos azotes, al consi-
derarse que cuatrocientos ya podían ser mortales), ericarcelado o
pasar un tiempo remando en las galeras del rey; en cualquier ca-
so, la penitencia no excedía de dos o tres años.
Si la sospecha llegaba a concluir en herejía forrnal, el reo, siem-
pre que se considerase <.herejeconfidente arrepentido., era admi-
tido a ,reconciliación,. Esta también suponía la absolución y rcadrrii-
sión en el seno de la Iglesia mediante abjuración, pero las penas
qiie llevaba aparejadas eran mucho más duras que las anteriores.
Además del hábito y la cárcel (que la mayoría de las veces era
perpetua, con lo que la readmisión no dejaba de ser una ironía), se
decretaba la confiscación total de sus bienes muebles y raíces, así
como la inhabilidad para gozar de oficios, honores y dignidades.
Dichas penas fueron las que se aplicaron más frecuentemente a los
conversos, tanto del .judaísmo como del islamismo, que fiieron
quienes siifrieron la persecución inqiiisitorial con más cr~deza'~'.
El reo que, después de haber sido declarado hereje formal o
vehementeniente sospechoso, rciricidía tras su reconciliación en
los mismos hechos era considerado relapso y, al igual qiie los he-
rejes no arrepentidos, acababa sien* wlnjado al b r a secular,
~ ~ lo
que suponía su condena a muerte. Esta era ejecutada por la jus-
ticia seglar, puesto que la Inquisición, por ser iin tribunal ecle-

'5 hlichel Foi ( : \ I T T . Viglrcrg ccc.\l&r, Madrid, Bd. Siglo XXI, 1994, p. 48.
Y(,
Véase Mercedes G.4~c:i \ ARFNAL.,Inquisi(i6r~y morisco\. 1.o.r prorfwc del t r i b w
n d (Ir Curr~ca,Madrid. Ed. Siglo XXI, 1983, pp. 19-45,
siástico, no estaba autorizada por el Derecho Can6nic.o a llevarla
a cabo; sin embargo, ello no parecía coritradecirse con el hecho
de q u el~ Santo Oficio aceptase plenamente la responsabilidad
de dichas condenas. El castigo rriáximo era la rriucrte en la ho-
guera, pero los que morían realmente bajo las llamas erari una
pequvña proporción de los .relajados», pues qiiienes se arre-
pentían en el último momento eran antes estrarigulados y, ade-
más, miichos de los condenados a muerte lo hierori en efigie, es
decir que, ya fuera porque habían fallecido durante eljiiicio o
porque habían coilseguido huir, lo único que se quemaba era sil
irriagen. Evidenteniente, dicha costurnbre, que no existía en los
tribunales seglares -el Derecho Civil no conterriplaba la posibi-
lidad de dictar sentencia definitiva contra los ausentes-, ericori-
traba su hndamento en la publicidad y la ejeinplaridad dcl cas-
tigo, que era lo único que realmente se daba a conocer, en
contra de lo quc sucedía a lo largo de las difereritcs etapas del se-
creto proccdirniento que venimos describiendo. En palabras de
hlichel Foilcaiilt,
(<Elsupliciojudicial hay que co~nprenderloiarribi6n como un
ritual político. Forma parte, así sea en un modo menor, dc las ce-
rcmonias por las cuales se manifiesta cl poder [...] En las cere-
monias del suplicio, el person+jr pi-iricipales el pueblo 1 ...] Un
suplicio que hubirse sido conocido, pero cuyo desarrollo se man-
iiiviera en secreto, no liabría tenido sentido.^^"
Por íiltimo, no dcbemos olvidarnos de que, a diferencia de lo
que ocurría en la Tnquisicióri medieval, también la sentencia po-
día ser absoliltoria. Pero como la absolución completa sigriificaba
de alguna manera el reconocimiento de un error, era más fre-
cuente la suspensión del caso. El riúrnero de absueltos y, sobre to-
do, de suspensos fue creciendo con el paso del tiempo en todos
los delitos"'. Y la briqería coristitiiyó imo de los ejemplos más re-
presentativos, corno corriprobareinos al tratar de la evoluci6n en
la actitud de los inquisidores del tribunal de Zaragoza respecto a
dicho crimen.
jiA q u t nos referimos cuándo hablarnos de iin tribunal del
Santo Oficio? ¿Quienes lo iormaban y cuáles erari sus fiinciones?
En primer lugar habría que distinguir dos grandes categorías
dentro del personal iriquisilorial: oficiales y rniriistros. Los prirne-
ros recibían im salario fijo por su trabajo, micntras que los segun-
dos podían ser remunerados por alguria tarea concreta o actuar
voliintariamente. Segíln las instriicciones, entre los oficiales debía
liaber uno o dos inquisidort,~,que eran los jueces propiaiiieri~edi-
chos, aiinqiie e11 Zaragoza se llegaron a dar cita en algiinas oca-
siones hasta cuatro iriquisidores al rriisrrio ~ierripo"'.Noririalrrieri~e
se trataba cle,j~iristasque habían recibido una formación iiiiiversi-
taria y que antcriorrncritc habían va ejercido furiciorics cri la ad-
ministración episcopal de jiisticia. Siguiendo un orden ,jerárqui-
co, tras ellos se sitiiaba í:1 ji.wzl, cuya timciOn era actuar como
acusador píiblico; n o obstante, con el tiempo sería coilsiclerado
cada vez más importante, Ilcgando a nivelarse su salario y prc-
eriiirieiicias con los de los iriquisidores a rriediados del siglo XIiII.
Poi- debajo de dichos cargos se hallaban el resto d e timciona-
rios LI oficiales: los cliierentes rlotnizos (los rld s~creto,o secretarios,
que tomaban acta de las dcclaracioric~;e1 de secuestros, que regis-
traba los asuntos relacionados con el embargo d e bienes y la ha-
ciciida cn gciicral; el del juzgado, que debía hacer el iriveritario de
bienes confiscado a cada reo e n concreto); el rtceptor; adiuinistra-
doi- de los ingresos y los gastos; el o l p a r i l , encargado d e etrctuar
las cletericiories e n el distrito; el alcaide o carcelero; el nuncio o
mensajero, responsable del correo y de proceder a las citaciones;
el despuzwro, encargado d e la aliirieritacióri de los presos e n las
cárceles secretas; y, por fin, desempeñando labores relacionadas
(ic rriancra rriás iridirccta con el f~lricioriarriieiitoestricto de la jus-
ticia, u n rnkdiro, u n cirzya71o, arios cap~llarles,que cada día cele-
braban una misa cri la sala de audiciicia, y el portero. El riúrrici-o
de oliciales podía variar en hinción d e las necesidades pero, e n
cnalqiiier caso, jamás excedía la cifra d c veintiocho personas'"'. Así
pues, resulta claro que una buena parte del personal inquisitorial
se hallaba integrado por agentes n o retribuidos económiramen-
te. Erilre ellos des~acabarilos caliJi~zldowsy los c.o~ls?<llol.m, a los que
ya nos referimos al detallar las diferentes etapas procesales. Tan-
to urios coriio otros erciri teólog-os -con frec~le~icia rriierrihros de
órdenes religiosas-, y su función consistía e n proporcionar a los
jucccs una <:valuaciOri dcl grado de Iicrcjía d e los actos reprocha-
dos al aciisado, en el caso d e los calificadores o, en el d e los con-
sultores, eri erriitir uri juicio p r e h a la sentencia.
Sin embargo, la contribiición de los teólogos n o bastaba para
domir~ar1111 espacio tan vasto como era e1 abarcado por cada uno
de los distritos iriquisitoriales. Si, cn su vertiente estrictamente jii-
dicial, el Santo Oficio podía considerar-se en gran medida iina i n s
titiicióri autónoma, para las tareas d e vigilancia necesitó del auxi-
lio de otras fiierzas. Además d e la íntima colaboración con las
otrasjiisticias, que resulta patente e n u n buen níimero d e los pro-
cesos estiidiados, cada triburial tiivo que irriplicar directamente a
un gran sector d e la población para ser cfectiuo. De entrada, cual-
quiera podia y debía colaborar mediante el sistema d e denuncias
pero, además, la Iriqiiisición corito con una red d e agentes loca-
les qiie se encontraban distribuidos por el distrito y que cuniplian
tareas policíacas d e control d e la población. Unos cran los comi-
savios, sacerdotes localcs que esporhdicamente actuaban para los
diferciites tribunales, sobre todo en la rase iristrilctora, ya que re-
cababan información d e todo tipo, recibían las denuncias y las de-
claraciones d e testigos e incluso podían detener a un reo sin es-
perar a la orden d e prisión oficial. Pero junto a cstos clérigos, al
servicio d c los iriquisidores estaban también los fnmilium, colabo-
radores laicos cuya misión consistía e n escoltar al inquisidor, de-
nunciar a los herejes y proceder a su arresto'".
Desde principios del siglo XVI, la Inqiiisicióri de Zaragoza de-
sarrolló su aparato policial local hasta líniites desconocidos. Por
los censos elaborados a mediados de dicha centuria", sabemos
que los familiares empezaron a proliferar sin ningún control, a pe-
sar de la resistencia d e la noble~ride hragóri y la insistencia del
Consejo de la Supren?a para quc el tribunal rcdiljera el número de
sus ministros laicos. Estos sc concentraban fiindameritalmente e n
las grandes localidades y en las áreas donde la población era más
densa. Así, en el Pirineo y el pre-Piririco la penetración inquisito-
rial fue escasa, rnieritras que al sur del Ebro, donde se concentra-
ba la mayoría de la poblacióri morisca, la red se hacía rriucho más
riipida. La familiatura comportaba una serie de privilegios que
eran los que la hacían atractiva para qiiienes la aceptaban; entre
ellos podría destacarse el derecho a portar armas, d e lo cual se de-
rivaron conflictos con la justicia seglar, ya que los farriiliares n o
distinguían entre sil uso para el servicio del triburial y el iiso pri-
vado. Otro privilegio muy preciado era la exención de los tribu-
nalcs ordinarios en las causas civiles y criminales. Según Pilar Sári-
chez I.ópez,
«el rápido incremento de familiares que se dio en Aragón y en
otros reinos guardaría un cicrto paraleli&o con las ordeiaciones
masivas de coronados. Una gran parte de las personas que recibían
la tonsura lo único que pretendían era acogerse al fiiero eclesiásti-
co. Una vez tonsurados, sc qucdaban con las 6rderies menores y su
vida acostumbraba a distar bastante de las exigencias del ministerio
religioso.»":'
Además, los familiares se distinguían en el orden social por
otras prerrogativas: ocupar lugares preferentes en las iglesias, al
igual que los gobernantes municipales y los miembros de la rioble-
za; pertenecer a la cofradía de San Pedro Mártir de Zaragoza, de la
que solamente eran miembros los rriinistros iriquisitoriales,etc. To-
do ello hizo que muchos individuos se hicicrari pasar por familia-
res mediante la elaboración de cédulas falsas, unas veces para cvi-
tar ser detenidos por la justicia real, otras para obtener ventajas
sobre sus vecinos o simplemente para atemorizar a sus enemigos
amenazando con eriviarlos al Santo Oficio. Como veremos en mu-
chos de los procesos aragoneses por brujería y superstición, una de
las funciones que la Inquisición desempeñó en la sociedad espa-
ñola h e la de canalizar odios y disputas internas a través de imajus-
ticia que en principio estaba dispuesta a aceptar cualquier deniin-
cia siempre que apareciera disirazada de herejía. La Inquisici6ri no
era la única vía jurídica que permitía dar rienda suelta a los en-
freritamientos personales utilizando un procedirriiento aprobado
por la ley, pero sí fue quizás la más popular. A pesar de la mayor
dureza de los jueces seglares y de la presencia visible en las pobla-
ciories de los delegados de la justicia episcopal, casi sierripre que
alguien mencionaba la posibilidad de ser,jiizgado por algím com-
portamiento en relación con los dclitos de brujería y superstición
sc refería a la justicia inquisitorial y no a las otras.
La InquisiciGn parecía representar así la amenaza por excc-
lencia; incliiso en el interior de las relaciones familiares se utili-
zaba como recurso para la venganza. En uno de los testimonios
más atroces sobre la violencia cotidiana en el Aragón de finales
del siglo XV, el proceso iriquisitorial contra Juan Garcés, a quien
se acusaba entre otros cargos de practicar la astrología y la adivi-
nacibn, uno dc los testigos declaraba haber oído decir al rco di-
rigiindose a su mujer e hijastro: .Marranos, jodios, que yo vos fa-
re levar a la Inquisiciori>~,
a lo cual le respondieron: <<Si
nosotros
banios alla, 170s no qucdareis atras.>>"Como ha serialado Henry
Kameri al referirse al grado de aceptación quc la Inquisición tuvo
eri general entre la población, -el tribunal no fue un cuerpo ini-
puesto tiránica~nente,sino la expresión de los prejuicios sociales
que prevalecían en el seno de la sociedad.n'\A pesar de la oposi-
ción que generó en algunos sectores, sin el apoyo de toda esa in-
niensa mayoría de gentes que proyect0 en ella sus desdichas ): la
utilizó como un blanco de hostilidades y resentimientos, rio h a
bría podido rriaritericr su enorme eficacia durante tanto tiempo.

I.OS PROCESOS DE BKCJERTA Y SUPERSTICIÓN INCOADOS


POR EL TKiBUN.41, DE ZARAGOZA

Dzxcron el present depoiar~l?SIL hrrrnano: Léurnor, jtu tienes


t u @ en rsto que te acusan o no? Y r / / o T ~ J ~ U Sque
O no. -Pues,
?por qur tzmes mzedo? Y la vegada ella d i x o . -Yo no tengo cul-
pa, p r o w h e t que, sz presa so, q u e p ~ r h h50, 3 en todar manr
T U L yo mv en(omzmdo n Dzos y a vowtros.

Domingo Frrrrr'"'

Una buena prueba de la eficacia inquisitorial son los procesos


que el Tribunal de Zaragoza sustanció a partir de finales del siglo
XV en adelante contra los crímenes de brujería y superstición.
Nuestro estudio abarcará concretamente desde el año 1497 (fe-
cha en que fue incoado el primer proceso aragonés que se con-
serva por superstición) a 1610 (año simbólico, que coincide por
un lado con la expulsión de los moriscos del reino de Aragón y,
por otro, con el proceso de Zugarram~irdique provocaría un
cambio decisivo en la actitud de los iriquisidores con respecto a
los coridcnados por el crimen de brujería). Así como los casos de
brujería no presentan ningún problema en cuanto a su clasifica-
ci6n -en todos ellos el reo aparece calificado de brujo y se le acu-
sa de haber asistido al aquelarre-, b,?jo el concepto rriks ambiguo

R
1
PI-occso contra Juan Gürcés. Torre los Kcgros. 1497. AHPZ. C. 22-4, fol. 21.

Heriry KAMEN, »i,. Nt., p. 377.
:M
Proceso coiitr-a Narboria Darcal. Cenarbc. 1498. AHPZ. C. 23-1, fol. 3r.
d e superstición hemos incluido aquellas causas eri que se juzgan
coriductas que tienen que ver con la magia (nigroniaricia, heclii-
ceria, adivinación, iiivocación de demonios) o con lo que los rriis-
rrios iriquisidores denoniinan sup~isticion.e;\,refiriéndose casi siem-
pre a dctcrrriiriadas prácticas tanto religiosas conlo mágicas de los
rniisiilmanes o judíos recieriteiiieiite coriverticlos al Cristianismo.
I,a blasfemia era corisiderada por la Inquisición como un cleli-
to diferente; no obstante, hemos decidido incluir tambiGn la cau-
sa contra Tomás Ronifant, ya que mucstra ahiertarrierite el tipo de
relaciones que muchos de sus contemporííncos cstableciari con el
De~iioriio,protagonista al fin y al cabo de todos los procesos canlo
de br~ljeríacoino d e supersticibn. Nada niás contuntlcrite para
aquellos jueces que las declaraciones de este mei-cader oscense
afincado en Zaragoza, quien reconoció mediante confesión haber
manifestado con frecuencia: ~Keriiegod e la piitajoclia de la virgen
Maria y del putojodio,de Jesucristo y tomo al diablo por Selloi- y a
Dios por enemigo.^:" Esta, que podríamos definir como una clara
formulación de apostasía, era cii realidad la acusación que subya-
cía e n el resto de los procesos estiidiados pues, aunque n o siempre
se cosisiguieran pruebas tan diáfanas, todos los reos crari coritern-
plados corno aliados de Satanás e n mayor o menor grado y todas
sus actividades como resultado del pacto demoníaco.
Pcsc a que del período que nos ocupa sólo se han consr:rvado
niieve de los procesos iricoados por el Tribunal d e Zaragora por di-
chos delitos, conocurios la existencia de, al menos, 84 causas más
gracias fiindamentalmente a los rcsúrrieries coriocidos como rvkacio-
nrs da causa que el consejo de la Suprema ordenó redactar a todos
los tribunales provinciales a partir de 1540. Del totzil de causas loca-
lizadas, 32 fueron abiertas por brujería y el resto por diversos h' rerie-
ros de supcrsticiories. Ya q ~ estas~ e últimas compi-endían iin canipo
tan extenso y variado de prácticas y creencias, las hemos clasificado
e n cinco grandes apartados segúri el tipo de reos: clérigos n i g r e
mantes (13), hechicería masciilina (22) y ferrieriiria (11), supersti-
ciories,iudaicas (3) y supersticiones moriscas (13)": La primera con-
clusión que resulta obvia a la vista de dicho conjunto dociirrierical es
que la iiirrierislz riiayoría de los procesados por brujería fiicrori rriu-
jeres; sólo dos de los 32,juzgaclos por dicho delito craii hombres. Eri
cuanto a los a c ~ ~ s a d opor
s superstición, predominaban clararricrite
los varones (41 tic los 62 reos j u ~ g a d o spor superstición).


Proccso contra 'Tomás Donifaiit. Zai-agom. IWS. AHPZ, C. 28-1, tols. 4 SS.
'"kkia claificaci6ii tan d o 131-ctcrittcrrsaltar c1 elenieiito dcfiriidor de ca-
da reo qiir corisidrrainos mas relevatitc (así, por -jerriplo. sil coiidicihi tic cle~-i-
Analizaremos e n primer lugar los escasos datos que nos apor-
tan las referencias a los procesados como brujos por el tribunal
zaragoLario. Casi todo lo qiie sahenios de ellos, con excepción d e
Narbona Darcal y Dominga Fer-rer (*La coja))),cuyos procesos se
han conservado hasta hoy, se rediice a la sentencia. Resulta muy
significativo que, así como e n los,juicios incoados a finales del si-
glo )í\i y diirante la primera niicad del X\/1 (concretamente hasta
1535) cl destino d e los corideriados por cste delito acabó siendo
invariablemente la lioguera (se trataba de myjereb e n todos los
casos), a partir de la segunda mitad del siglo )í7.7 la situación cam-
bió por- corripleto y una buena parte de las causas de las que te-
ricmos noticia terminb bien con la absoliición de los reos, bien
con la suspensión del proceso por falta d e pruebas.
Aparte de lo mucho que pueda decirse acerca de la cvoliición de
la actitud inquisitorial con respecto al delito dc brujería, y sin negar-
lo qiie la mayoría d e los liistoriiidorcs se ha esforzado e n poner de
manifiesto, esto es, que España fiie lino d e los países donde antes se
acabó con la caza de brujas gracias al creciente cscepticisino y a la
teiriplanza qiie los inquisidor-es niostraron hacia dicho delito, lo
cierto es que ya desde el principio de la perseciición inquisitorial de
la brujería se advierte, al menos e n el tribunal de Zaragoza, un he-
cho decisivo: la presencia cleterniinante de la justicia seglar. De nin-
gún modo resulta casual que e n la r n q o r parte de los,juicios inqiii-
sitoriales aparezcan consignadas referencias a las olas persecutorias
provenientes de los poderes miinicipales. Era muy frcciiente qiie,
junto a las avrrigisaciones hechas por la Inquisición, se incluyera el
proceso seglar al que pr-e\iarricritc había sido sometido el reo, o por
lo menos algunas de las testificaciones resiiltantes de las pesquisas
reali~adasaritcriormen te por las autoridades laicas.
Ya desde el prirricr momento se tiene la irripresi0n d e que h e -
ron muy pocas las veces e n que la Inquisici6n tomó realmente la
iniciativa e n la persecucióri de la brujería, limitándose más bien a
hacerse cargo de i i r i estado d e alarma que proverlía de hiera de
la institución y qiie reflejaba otros iniereses. N o obstante, con el
tiempo, la colaboración del triburial con los poderes seglares fiie
debilitái~dosey los casos d e br~ijeríafiieron, por una parte, rnu-
cho menos frecuentes y, por otra, se considerarori cada vez como

go. si15iiicliiia<-ioiie~ji~tlairaiites o sil ;iprnuiiii;icióii a prá(licas rriiisiiliriaiias). Iki-


da la coiifiisi6ri rci-iiiirioI<i~it;i 1-eiiiaiicr rii la <.pocaen rrlacióii con tbiiniiios c u
nio hrthirurk. , r ~ p r \ l / t i ó ~oi ~ ~ z ~ p m c z n , iin
i n . hcrn(us I>aado i i i i r s t ~clasiíicacií>ri
i rii
dicho género rlr calificaciones aiiio rii aspecto5 corno la tipologia social o c1 arso
rlc loi acusatlor.
menos graves. Aiin así, no llegG a adoptarse una posición radical
que supusiera iin abandono definitivo de la jurisdicción sobre di-
cho crimen. Corno veremos más detalladamente al tratar de la ac-
titiicl de los jueces, la postura de la Inquisición hacia la magia en
general rio llegó a ser nurica del todo clara. Así, por ejemplo, du-
raritc la segunda mitad del siglo XW la brujería pareció desapa
recer dentro del orden de preocupaciones de los inquisidores
aragoneses. Segíln Wiliam Moriter,
<<en ningún li~garfue tan clara la situación de la brujería corno
delito olvidado como lo estuvo en Aragón [...] solamente una bruja
corriprecio entre mis de dos mil prisioneros en los autos públicos
de Zaragoza celebrados entre 1550 y 1600 cuando, aderriis, este tri-
bunal era, sin duda, el inás activo de todo el sistema españo1.n"'
Pero ello no significó que el tribunal tornase una decisión firme
con respecto al delito piiesto que, desde comien7os del nuevo siglo,
comenzaron a aparecer en los resúrricnes anuales nuevos casos de
brujería. AS^, por ejemplo, en 1609 Isabel Alastr uey, una mujer de
la localidad oscense de Sesa que había huido de su pueblo por te
mor a un desafuero contra brujas (nuevamente la presencia de la
justicia seglar), acabó siendo condenada por el tribunal zaragoza-
no ..a que en auto publico de la fe se le leyese su sentenzia, abjura-
se de vehernenti y fuese desterrada de el districtii por tiempo y e s
pacio de diez años, y en ~ i e nazote
t s.^"' Es cierto que los tiempos de
la quema sistemática de brujas habían quedado akás; sin embargo,
ciertos casligos ejemplares continuaron aplicándose a algunas jui-
gadas como tales todavía mucho tiempo después, lo que muestra la
ambigüedad de la Iriquisición hacia dicho delito.
Dentro del capitiilo de las supersliciories, el comportamiento
mas perseguido por el tribunal de Zaragoza fue la hechicería. He-
mos dividido cn varios apartados a los procesados por este crimen
porque, a diferencia de los cargos contra brujas y brujos, (identifi-
cados siempre con la provocación de etectos negativos y centrados
en las supuestas relaciones y reuniones de los acusados cori el De-
monio -en singiilar-), bajo los téi-rriinos hechiccría, sortilegio o
nigromancia se englobabari prácticas de índole muy variada. Una
primera clasificaciOri nos lleva a distinguir entre la hechicería fe-
menina y la masculina. Ambas compartían aspectos tales corno el
recurso a determinados espíritus, que casi sierripre aparecen nom-
brados corrio derrioriios -en plural-, o la búsqueda del éxito con
la ayuda de la magia y, en ocasiones, también de la adivinación. Pe-
ro así como en los procesos iricoados contra hechiceras prcdomi-
naba la magia amorosa, en los incoados contra hechiceros la bíis-
queda de riquezas constituía el principal objetivo tanto de los reos
como de los clientes que acudían en busca de sus servicios.
Fueron muchos más los hombres ,jiizgados por hechicería que
las mujeres perseguidas por la misma acusación. Si a ello añadimos
el grupo de los que hemos dado en llamar c1higo.í n,igronmn,te.\ la
proporción aumenta considerablemente a favor de los varones. Las
diferencias entre los hecliiceros laicos y los pertenecientes al clero
no eran muy grandes. Tanto unos como otros se valían para sus ex-
perimentos mágicos de objetos sagrados y eran muchos los casos en
que los reos seglares habían aprendido de algíin clérigo. El motivo
principal para incluirlos en apartados diferentes ha sido poner de
manifiesto la f ~ ~ e rpresencia
te del clero en este delito. Como com-
probaremos al analizar los procesos contra la magia incoados por
la justicia civil, la supcrsticih era un tipo de crimen que sólo la
Iglesia se encargaba de juzgar, lo cual se comprende mejor si tene-
nios en cuenta que una gran parte de sus rriariifestacioncs no eran
sino derivaciones de la propia religión, aunque, eso sí, interpreta-
das en un sentido diferente del propuesto por la Iglesia oficial.
Otra característica que diferenciaba los procesos contra he-
chiceros varones era la alusión al uso de libros especializados que
iricluíari fbrrriulas y conjuros; por el coritrario, en las causas con-
tra hechiceras no se mencionaba ningíin tipo de literatura donde
pudieran hallarse las expresiones utilizadas por dichas rnujercs
para sus operaciones mágicas, qiie solían recitar basándose íini-
cainente en la memoria. Por fin , hay qiie serialar también la pre-
sencia singular entre los hecliiceros, tanto clérigos como laicos,
de extranjeros, procedentes en su mayoría del siir de Francia y en
especial de Béarn. Ello revela la obsesiori del triburial zaragwario
por esta tierra cercana, qiie era unánimemente considerada como
un foco irradiador del temido protestantismo y, en general, de to-
do tipo de herejías. La presencia de hechiceros procedentes de
Béarn se hallaba además asociada a otro importante elemento de
la hechicería niasculiria: su frecuente relacih con oficios artcsa-
nos qiie no implicaban una vinculación obligatoria con la tierra
de origen corrio, por ejemplo, cubero y fustero, o cori oficios dc-
cididamente irinerantes como los de mercader y soldado.
En cuanto a las condenas de la Inquisición zaragozana por he-
chicería, no puede liablarsc, corrio ocurría con la brujería, de una
evolución de mayor a menor dureza. Desde los comienzos de la
existencia del tribunal se dictaron todo tipo de sentencias, desde
la absolución y la suspensión, pasando por la abjuracih y la re-
conciliación, hasta la relajación al brazo seglar. Con respecto a cs-
ta última, y por las noticias que conservamos, la última condena a
muerte se decretó eri 1537 y fue contra un tal mosén Joan Omella,
alias Blanca, del que solamente sabemos que era vecino de Zara-
goza y había sido~juzgado,como tantos otros clkrigos aragoneses,
por crimen de nigromancia. Dicha fecha coincide casi con las úl-
timas condenas a miierte del tribunal por brujería, que tuvieron
lugar en 1535, uiia contra Dominga ((1.acoja*, de Pozán de Vera
(Huesca), y otra contra Catalina de Joan Dícz, de Salinas de Jaca
(Huesca). Los tres ejemplos pueden considerarse rriodclos repre-
sentativos de los condenados por dichos crímenes: la liecliicería
era un fenómeno fimdamentalmente urbano y muy relacionado
con el clero, sobrc todo tratándose de hechicería masculina, que
numéricamente era la que predominaba. Por el contrario, la bru-
jería era casi excliisivamente femenina, rural, y predorriiriarite-
mcntc pirenaica, si atendemos al origen de la mayor parte de las
reas juzgadas por la Inquisición aragonesa.
Una buena parte de las acusacioncs dc supersticih se dii-igie-
ron contra los nuevos convertidos, canto del Judaisriio corno del
Islam. La preocupación por los conversosjudaizarites se iriaiiifes-
tó principalmente a fines del siglo ?n: y principios del XM, y a esa
época pertenecen tres de los procesos conservados en Aragón en
los que, junto a las acusacioncs de supersticih, tigiiraban otras
que pretendían demostrar la adscripcibri de los reos a la religión
hebraica. Sin embargo, poco a poco, a medida que la expulsibri
se iba viendo como algo mas lejano, todo lo relacionado con el ju-
daísmo fiie dejando de inquietar a los defensores de la fe. A par-
tir, sobre todo, de la segiinda mitad del siglo XVI la Inquisición
aragoriesa situó clararrierite el nuevo erieniigo a combatir entre
las filas de los rrioriscos, muchos de los cuales fuerori juzgados rio
solamente por seguir practicando su antigua religión sino tam-
bién por hechiceros y supersticiosos. Cualqiiier signo que rela-
cionara, siquiera mínimamen te, a un aciisado con las costiimbres
propias de las culturas judía y musulmana (trabajar en domingo,
no hacerlo en viernes o sábado, comer tocino durante la Semana
Santa o la Cuaresma, etc.) servía de abono a los cargos por su-
perstición ya que, de hecho, toda pervivencia de dichas cultiiras
era definida como tal. Tanto los moros como losjiidíos habían go-
zado cn España a lo largo de la Edad Media de una fama de m a
gos que ahora le resultaba de gran utilidad a la Inquisición para
otorgar un carácter denioníaco a una persecución que, a dife-
rericia d e la efectuada contra la magia de origen cristiano, fue
siempre irriplacable.
La lucha contra los restos de cultilra morisca fue especial-
mente dura e11 Aragón. Ello i.esulta palpable e n las condenas con-
tia los moriscos,juzgados por siipersticióri, la rnayoria d e los ~ L M -
les hubieron prirricro de pasar por diversos tormentos aritcs d e
ser recoriciliados. Las penas contra los moriscos eran más graves
que las perias contra los ci-isiiarios viqjos que habíari cometido de-
litos semejantes. hí, por ejemplo, en 1593, un tal Pedro Chane],
vecino d e Crrea de JalOn, que había sido ac:ilsado de <.haverteni-
do libros nioricgos y dado noriiiiias que coiitenían aqoras d r mo-
ros a lres o quatro personas,,, además d e haber comprado un es-
pejo [...] para invocar demonios>>, h e torturado y condenado por
el tribunal zaragozano a hkbito y cárcel por seis años que clchería
cumplir Neri las galeras d e ~ L rriagestad,
I d e galeote al remo sin
sueldo.,," Parecida suerte correría e n 1606 Nejo (hbello, hahi-
tante de María d e Hucrva, quien por curar con la ayuda d e cier-
tos conjuros que tenía .<en un libro moriego)>fue coridcnado a
q ~ i a t r oaiios d e galeras, diez ducados y cient aqotcs.~"
Las pcnas para los cristianos viejos acusados de nigromaricia
por las mismas fechas (salvo las impuestas a los de origen bcar-
nés, que eran tratados exactamente igual que los rrioriscos) eran
iiiconiparablcmente nlás suaves. Un tal fray Pedro PCrez, monje
del corivcnto d e Nuestra Scnora d e Piedra, que había sido acu-
sado en 1598 por buscar tesoros mediaritc invocaciones a los de-
nlonios, fiie coridenado a r e c l u s i h por cuatro años eri otro mo-
nasterio d e la misma orden, que terminó siendo el de Veruela4'.
Yel castigo d e Antoriio Carrasco, que liabia sido j w g a d o por cu-
rar sin licencia y liallarse e n posesión de iin libro d e conjiii-os,
consistió e n seis meses d e destierro d e Zaragoza y d e Fragal'. Si
bien es cierto que, dada la f u e r ~ a<:o11que se iiiarituvo la cultura
morisca en Aragón, niuckias d e las creericias y conductas consi-
deradas supersticiosas podían iácilnieritc localizarie entre cste
grupo d e nuevos convertidos, tarribiCn es verdad que la gran pro-
porción d e hechiceros nor riscos con respecto al total de los,jiiz-
gados como tales a partir d e mediados del siglo XVI, así como la
gravedad d e las perias qiie les iuerori irripiiestas, revela uria ve7
más los auténticos objetivos de la persecución inquisitorial. Al
Santo Oficio le interesaba por encima de todo garantizar un con-
trol político que se hallaba indisoliiblernerite unido al control so-
cial y cultural. No olvidemos la obsesión de Felipe 11 por la posi-
ble conspiración morisco-bearnesa que interitaría acabar con el
Estado católico que tan ardientemente defendía, obsesión que
aparece claramente reflejada en la forma de juzgar la magia por
parte de la Inquisición aragonesa. Se trataba de un delito que, de
entrada, nada tenía que ver con la política; sin embargo, la gra-
vedad de las condenas dependía mucho niás de la pertenencia
del reo a alguno de los dos partidos enemigos que de la inipor-
tancia del delito en sí mismo.
h lo largo de este rápido recorrido a través de los más de no-
venta encausados de los que tenemos noticia, hemos podido de-
ducir algunos datos significativos acerca de su origen, de su sexo,
de la mayor o menor dureza de las sentencias segun los crímenes,
de las etapas de mkxima intensidad en la persecucibn, etc. Pero
no sólo nos interesan las conclusiones estadísticas y tipológicas ex-
traídas a partir de ima serie (en este caso, la integrada por todos
los que fueron juzgados por brujería y siipersticibn en el tribunal
de Zaragoza entre 1497 y 1610); existen aspectos que íiiiicamen-
te podemos apreciar por medio de la lectura detallada de los pro-
cesos que se han conservado completos. El acceso directo a los
mismos nos es de gran utilidad, sobre todo si tenemos en cuenta
qlle la mayor parte de los papeles primitivos se ha perdido y que,
a pesar de la gran riqueza docurricntal de los arcliivos inquisito-
riales, los testimonios originarios que nos han llegado son muy
pocos en comparación con los que reflejan la iritcnsa actividad
burocrática que generó la propia institución inquisitorial.
Si comenzanios por un análisis formal de los nueve procesos
originales, observarnos cómo todos ellos contieiien en primer lu-
gar la llamada formal al reo o clcimosa, seguida de la correspon-
diente orden de arresto y confiscacih de bienes. A partir de ahí
van sucediéndose una a una las diferentes etapas procedimenta-
les que ya referimos en el capítulo precedente. En riingím caso se
transcribe el origen del pleito, la denuncia inicial que ocasionó la
actuacih judicial. Pero si en las relaciones de causa ésta continúa
siendo un misterio, en los procesos completos, gracias a la deta-
llada reproducción de las declaraciones testificales, acaba por ave-
riguarse el verdadero motivo de las acusaciones. Dejando de lado
los dos juicios por brujería, cuyo origen se encuentra en ambos
casos en la persecución previa por parte de la,justicia seglar, en
los sictc procesos restantes podemos deducir sin dificultad quién
o quiénes provocaron la actuación de la Inquisicióri.
LJna vez leidas en profundidad todas las causas, se tiene la ini-
presión de que a la hora de ser juzgado importaba muy poco el ha-
ber manifestado coniportarnientos o creencias con componentes
mágicos, compartidos por aquel entonces por la irirnensa mayoría;
más bien parece que lo qiie realmente decidía la actuación judi-
cial, (al margen de la persecución de determinados grupos socia-
les como los rnoriscos), era la enemistad que el reo suscitaba entre
quicncs, uria vez desencadenado el juicio, se convertían bajo la
forma de testigos en sus auténticos vengadores. A Tomás Boriifarit,
al que ya conocemos por sus expresivas blasfemias, lo había aciisa-
do su propio suegro tras echarlo de su casa escandalizado ante sus
afirmaciones herkticas, y no sabemos si quizá tarribien por algún
otro motivo. El mismo reo confesaba qiie, al igual que otros mu-
chos zaragozanos, había renegado en momentos de ira (normal-
mente cuando iba perdiendo en el juego o al reiiir con su mujer),
pero que desp~kw.sedaba con la mano y puiio en el rostro, y Ilo-
rando rogaba a Dios qiie le perdonas se.^^"
Otra habitante de Zaragoza, Catalina k n a r -más popiilarmen-
te conocida corno la Amara-, famosa hechicera del barrio de San
Pablo de dicha ciudad, pudo haber sido denunciada por uria de sus
clientes qiie, desesperada al no conseguir los favores amorosos que
esperaba de un clérigo por medio de los hechizos que la Aznara le
liabia enseriado, había amenazado con matarla según confesión de
la propia acusada. No sabemos si sería cierto que, tal y como atesti-
guaba la reo, a m a noche [...] la Valconchara vino a sil casa [...] y le
dixo estas palabras: <<Mirame Aznara, por Santa Maria, qiie tenia
propuesto de pasar os uria navaxa por la gola y degollar os sino ubie-
sedes fccho lo que yo queria~"';en cualquier caso, la violencia
existente entre ambas parece haber sido el verdadero motivo de las
acusaciones, y no el rechazo de sus prácticas de hechicería.
A la vista de los docunientos, resulta evidente la instriimentali-
zación de la Inquisición para las riñas entre enemigos. Florericia de
Varo había sido acusada de practicar ciertos ensalmos judaicos y
otras fetillerías o supersticiones por quienes la habían atemorizado
diciendo: <<nosotros os farenios abaxar y os faremos meter en lugar
que non saldreym. Como consecuencia de ello hacía ya tiempo que

45
Proceso conti-a Tomás Bordant. Zaragoza. 1501). AHPX. (:. 'LX-1, fol. 3.
'" Proceso contra Catalina Aznae Zaragoza. 151 1. NIPZ. C. 28-6, fol. 21.
la acusada <criuriquacozia eri el fortio d c los nombrados [...] corno
antes de las dichas malenconias y riiiya solia hazer algunas vezes.),"
La aciisación de practicar la magia coristitiiía una excelerile excusa
para derribar al contrario por medio de la justicia ciiarido rio se cn-
contraban olros pretextos más sdidos. Si no hiera por las detalladas
lestificacioncs que aparecen en el proceso a Jiiari Garcés, a quien se
j17gÓ entre 1497 y 1499 por nigromante y astrólogo, aderriis de ju-
daizante", podríamos I l e ~ a rficilrrieritc a coiicliision<:s crrOneas
acerca de sus capacidades niiigicas y de sii conocimiento de los ciier-
pos cc1cstí.s. N o obstante, a medida que avanza la lectura de los más
de doscientos folios que integran el proceso que le fue iilcoado, va-
mos cobranclu coriciericia de que, una ver riiás, nos encontramos
arile im enfrcritarriicnto entre grupos irreconciliables.
Se trataba en aqiiella ocasion de tina auténtica giierr-a civil de-
clarada en la localidad tiiroleiise de Torre los Negros entre dos
bandos de familias ricas que, como era cost~irribree n aquella épo-
ca, habían llegado incluso a contratar rnatoncs d e oficio (se habla
d e veirite gasconcs) para eliminarse miitiiamente. Tras sucesivos
intentos fallidos de todo tipo (piiñaladas, incendios), Aria1 de
Tri?jillo, el principal acusador -e\ideiiteiiicritc tarribih el d e
riuiiciarite e n este caso- se había hecho pasar por ministro d e la
IriquisiciOn obligando a testificar e n contra d e su enemigo .Juan
(;arcés a ciertas mujeres del pueblo. Teriieriilo e n cueiiia la per-
tenencia del acusado a una de las farriilias niks ricas del Iiigar, se
piiede corripreridcr que fuera sencillo encontrar gentes dispiies-
tas a decir lo qiie Artal quería bajo soborno. Muchos d e los tesii-
gos d e la íiciisacióil eran deiiclores del reo y testificaron cri su
contra con la esperarira de ~ i tcricr
o qiic pagarle nunca, tal y co-
rno prorrictía su principal enemigo y caiidillo del bando contra-
rio bajo sil disfra7 inqiiisitorial.
El motivo central de los eillientamieriios se hallaba dirccta-
mente relacioiiado con u11 probleriia d e iiria I-icrcncia. El acusa-
clo, Juan C;arcCs, haKa rccibido a la rriiiei-te de su padre el usu-
fructo de iin molino harinero del que esperaba liaber llegado a
ser propietario. Pero, e n sus íiliirrios afíos de vida, estando ya miiy
viejo, el padre se habría dejado influir por el cura del lugar, iiiás
cercano al bando d e los Artal, quien le acorisejaba que traspasa-
se dicha propiedad a manos del marido d e la hermana d e Artal,
como así ocurrió. La fairiilia de los Artal intentaba ahora que los lii-
jos del acusado abandonasen el molino, pero éstos no queríari irse.
Tras el recurso a varios métodos violentos, parece que la Inqiiisi-
ción se biiscó, una veL más, coriio una posible arma -quizás la más
eficaz- para acabar cori uria sitiiaci6n qiie sólo podía deciclii-se
mediante la iritcrvcrici0n de algíin factor -jerio a las ya rnedidx
fuerzas dc ambos contenclientes.
El acusado reunía dos cal-acterísticas que bicn podían api-ove-
cliarse por SUS cricmigos para hacer oir su causa ante los iriquisi-
dores. Por un lado, su afición a las ciencias ocultas, con especial
preí'erencia por la astrología, lo que, tal y como había declarado el
rriisrrio Juan Garcks, le había llevado a liablar a sus vecirios de la
existencia d e días aciagos para r e a l i ~ a rdctc:rminadas ceremonias.
Por otro, SLI especial relación con el cura coniesor cle la localitlad
-el mismo que aconsejara a su padre el carribio de heredero- lo
liabía apartado en algiiria rricdida d e la Iglesia, pues había dejado
de confesar y comiilgar con la frecuencia debida desde que fuera
desheredado. Ambas acusaciories figuratmi <:n la demanda criini-
rial presentada por el fiscal, lo que a primera vista convertía al reo,
sin lugar a diidas, e n un hereje. Incluso podiari alcgarst: priiebas
de su falta d e ortodoxia, puesto que en más de i ~ n aocasión se le
liabia oído decir q u e era loco el que corifesava trda la verdad a
los clerigos.~'"En cuanto a las acusacio~iesde astrólogo y adivino,
poseía dos lit~ros,e1 lino titulado Lilm d~ las sign$/it.angns de los eclip-
. x c - dp los tr.upno.r y el otro conocido sirripleriicntc como I,urmr'o, el
primero liabia sido calificado por el fiscal de .libro de nigronian-
tia* y, corrio bicn sabemos, la simple posesión de uno de ellos se
coiisideraha motivo suficiente para ser co~ideriado.
Poclríanios seguir aportarido cjimplos que pusieran d e niani-
ficsto la decisiva iniportancia d e la aceptación social de uri reo a
la hora de ser llevado a la Iriquisicióri. La gravedad de las aciisa-
ciorles de que era objeto dependía, mucho más que de su viricu-
1.aci61i
.. con el mundo d e la magia o la supersticióri, de la rclaci6n
con sil entorno rriás irirriediato. Esta circiinstancia, qiie solainen-
tc r<:siiltaperceptible a través de la lectura d e los escasos procesos
coinpletos que se han coriserwido, piicdt: observarse asimismo e n
los procesos iricoados por las otras justicias, como tentireinos oca-

'!' S . A H P L (:. 22-1, fol. 10.


Proceso coiitrajoaii ( h i - u ' s . libr-i-i. 10s N C ~ I . O1497.

109
sibn de corriprobar: Pero, volviendo a los nucve procesos inquisi-
toriales contra la brujería y la superstición, hay que destacar, ade-
rriás de la denuncia implícita, otra etapa procesal de gran interés
que tampoco aparecía reflejada en las relaciones de causa: el du-
cutnento de abjuración.
No siempre se conserva dicha pieza, que en ocasiones resulta
esencial para conocer aquello que los inqiiisidores consideraban
lierético en relación con el delito dc que se tratara. En la mayor
parte dc los procesos lo único que se consigna es la obligación de
abjurar junto a la penitencia correspondiente. Normalmente, la
abjuración consistía en que el reo reconociera públicaiiiente ha-
ber cometido los delitos por los que había sido condenado y ju-
rase que nunca más los volvería a repetir, haciendo mención ex-
presa de la voluntad de cumplir las penitencias que el tribunal
considerara que debía inipoiierle. Así sucedió en la causa contra
Tomás Bonifant, quien rehiisb toda herejía en general en estos
términos:
~anathcmatizoy abjuro generalmente toda specic de heregia e
apostasia que se Ievariie contra nuestra santa fe catholica e ley
cvangelica de riiresiro redemptorJesu Christo e iglesia ronrana..'"
Más tarde continiió detallando el contenido de sus blasfemias,
así como las circuristaricias en que habían sido pronunciadas o
siniplemente pensadas (algunas vczes rio lo dezia con la boca y
lo dezia con el corazon>.):
<<eseñaladamente abjuro aquella heregia o palabras hcrcticales
nefandissimas de que soy havirlo por vehemente sospechosso por
quanto por m i propia conlesion consta: estando jugando y ririyen-
do con rrii rrr y e r por muchas vezes y en diversos Iiigares proriimcie
estas palabras: reniego de la puta jodia de la virgen Maria.."
En casos como éste, la abjuración no ariadía nada que no se
supiera ya; en realidad no era sino un resurrieri de cuanto se ha-
bía averiguado a lo largo del proceso, todo lo cual debía ser re-
chazado solemnemente por el reo, sin más. No obstante, en el
proceso incoado en 1510 contra Pedro Bernardo, un mercader
~ f l o r c n t í nestablecido
~ en Zaragoza, se inserta un docurriento de
abjuracibri especialmente interesante ya quc, tras el relato de los
cargos y de las circunstancias en que se produjeron, se nos rriues-
tra una verdadera síntesis de la doctrina oficial que la Inquisición

511
Prr>cesu contra Tomás Konifant. Zaragoza. 1509. AHPZ. C. 28-1, fól. 1 Ir.
íI
Ihidrm. fol. 1lv.
debía aplicar en los procesos contra todo género de supersticio-
sos, y especialmente en aquellos en que el Demonio se convertía
en el eje principal.
El reo había sido acusado de nigromántico, sortílego e irivoca-
dor de demonios; una vez más, una cuidadosa lectura dc las actas
revela claramerite que nos hallamos ante otro ejemplo de denun-
cia solapada, proveniente en esta ocasión de alguien muy cercano
al acusado: el clérigo con quien el florentino había aprendido to-
das las artes mágicas que lo conducirían finalmente a acabar sus
días en la cárcel, un gascóri conocido como mosén Pedro. Dicho
clérigo -al que inspiraba timdamentalmente iin ansia de ven-
gan7a hacia qiiien había sido su colaborador- se había concerta-
do con un tal Rainiundo de Janias, que se hacía pasar por oficial
de la Inquisición, para juntos aprovecharse del mercader. Ambos
habían amenazado a Pedro Bernardo con denunciarlo si no les da-
ba lo que le pedían. Cuando el acusado se negó a ello (<<que rlo les
daria mas porque no tenia riada, que todo era de su hermano,))=,
intentaron quc la Inquisición se hiciera cargo del caso, lo que fi-
nalmente consiguieron, aunque no sin esfiierzos.
Instigado por mosén Pedro, Raimundo acudió a la Mjafería y
habló con el fiscal de la Inquisición diciendole que, si t~ivicrapo-
der para ello, 61 podría apresar a uno que hacía invocaciones a los
diablos. El fiscal, sin mostrar mucho interés por el asunto, res-
pondió: *Cosas son essas que tocan al ordinario sino que ya se
fallasen en la obra, y assi seriar1 cosas leves, pero, con todo, lo ha-
blare con el inquisidor para que os otorgue un poder si le parecie-
re.» El inquisidor, que estaba enfermo, se desentendió del caso y lo
remitió a un tal maestre Pascual, fraile de la orden de Predicadores,
Este, por fin, .<aunquetuvo la misma opinion del dicho fiscal, otor-
go comission y poder. a Rairriurido «dandole fuer~asde alguazil
para las dichas invocaciones et sortilegios.»Una noche, Raimundo,
acompaííado de tres hombres y guiado por mosén Pedro, se pre-
sentó en casa del mercader, pero, aunque encontró abundantes
pruebas de su afición a la nigromancia (entre ellas <<un libro de
alquimia y de otras cosas, chiquito, en pliego menor,,), y a pesar
de que el mismo Pedro Bernardo confesó .que dizieridose ciertas
palabras en la forma que esta aqui, que se puede sacar oro y pla-
ta de la mar),, no se atrevió a tomarlo preso, ya que *no se fallava
en la obra, visto que no havia visto sino el aparejo y no res en fe-
c h o . ~No obstante, contó lo sucedido al inquisidor y éste, una vez

7"
Proceso contra Pedro Bernardo. Zaragoza. 1510. AHPL, (l. 28-5. tol. O.
restablecido, [(maridopublicar uri edito e n la Scu d e Caragola, que
quien supiesse cosas de invocaciones de demonios y de sortilegios
y de adevirios o otras cosas, que lo viniesse a notificar al iriquisi-
do^"'. Así, de este modo, y tras diversas insistencias, el florcritirio
Pcdro Bernardo llegó a ser apresado, juzgado y, finalmente, cori-
denado a cárcel perpetua por el triburial zaragozano.
Dicho cjeiiiplo nos mueslra miiy bien la ambigiiedad de los in-
quisiclores ante los casos de superstición. No siempre existía una
postura clara de iriterés o rechazo. Pero si, como hemos visto eri el
clérigo gascón ); sil aliado, alguien manifestaba iin especial empe-
iio por dcriunciar a otro, el tribunal contaba con los medios y con
IajustificaciOn doctrinal siif cienles para proceder. Tanto es así que
del desinterés inicial hacia Pedro Bernardo se pasó, sin termino
medio, a su condena perpetua. <Cómoexplicar este corilraste? Una
de las rzuories podría hallarse en la excesiva rigidez a la hora de re-
conocer yjuzgar cada una de las herejías que se hallaban definidas
como tales y que el Santo Oficio debía combatic La siipeistición
era una cle ellas. Su perseciición rio se consideraba e n absoluto
prioritaria: para ello estaba el ordinario, es decir, el obispo; él se en-
cargaba d c velar por la vida religiosa de sus feligreses y era quien
debía atender aquellos casos í:ri que ésta se manifestaba de torrria
desviada. Pero, aiin así. la InqiiisiciOri también podía juzgar los ca-
sos de superstición. Dado que sil tarea se corisideraba superior, so-
lamente debía ocuparse de aquéllos en los que el Diablo figurase
cri un primer plano, de aquéllos e n los qiie e1 pacto demoníaco
fiiera patente y, por tanlo, pudiera hablarse sin ningún género de
dudas de la existencia dc apostasía, la mayor d e las herejías. Pero la
presencia del Diablo constituía evidentemente una cuestión tolal-
mcrile arbitraria. Como afirmó el Iiistor-iador Hciiry Charles I z a ,
<<Esque por erliorices al oirinipr-esente demonio se le echaba
la culpa dc iodo [...] Así se puede comprender que la defiiliciíh
de pacto [... 1 Ilegai-a a anipliarse hasta coiripreridrr lodo acto qiie
pudiera scr cliisificado corno siiprrsticioso: todas las viejas cura-
ciones por rriiijercs, todos los iradicionalcs usos y creencias que se
habían ido acuiiiiilando a ~ravbsde cr¿dulas generaciones adoc-
trinadaa rri poner su coritiariza en fr-ases iriiriteligiblcs y acciones
sin seii~ido;cualquier- efecto superior a los que i~aturalrrreritepue-
den pi-oducirse, si no ei-a atribui1)lr a Dios, por tirerra tenía que
explicarse por- u r i pacto con el deriionio.»"
El hecho de que circuilstancias tan diferentes fuesen incliiiclas
bajo la ambigua clasificación de superstición era uno de los rrioti-
vos por los que el Santo Oficio prestaba oídos sordos a muchas de
ellas ante la extrema coiifusi6n que había en torno a este delito.
Sin erribai-go, uila veL que la niaquiriaria de la Inquisición entra-
ba en tuncionarriiento, lo más probable era que siguiera adelan-
te, pues para probar la intervcnción del Demonio cualquierjiwti-
ficacióri era válida y además toda una ciencia derrionológica
servía de apoyo en los casos de necesidad. &\sí, por ejemplo, si se
tra~abade invocadorcs de demonios, entre los que se contaba el
rriei-cader Pedro Bernardo, el i2lanual de inquisidows reconocía
tres tipos: los que rendían a los diablos L I I ~culto de latría, quienes
les prestaban un culto dc dulíay aquellos que simplemente los iri-
vocabaní'.
El documento de abjin-ación que el mercader Pedro Berriardo
hubo de leer antes de ser reconciliado encontró sin duda inspi-
ración eri las palabras dc dicho inariual, aunque, cal y como po-
dernos advertir en las siguientes líricas, no se liniitaba a repetir los
contenidos del tratado, sino que constituía una versión personal
de los i~iquisidoresencargados del caso:
Konfiesso que la invocaciori y adoracion latria y todo sacriti-
cio sr ha de fazer y dar a nuestro creador y Santissirria Trinidad, y
la adorücion dulia a los santos y goverriadores assi eclesiasticos ct)-
mo seculares. liaviriido resoeto al creador aue los ha creado v e n
cuyo riorribre son santos y excrcitan la govektcion; y digo q& el
diablo ni es santo ni amigo de dios, antes esta obstinado en culpa
y malicia y iio tiene ofíicio ninguno en esle mundo de governa-
cion por dios, mas es siervo y cativo y falsador y enganyador de ria-
tura humana, e que darle niiigiria honra, sacrificio o adoraciorr,
latria o dulia o iIi\w.arlc es he&co y condenado por la Santa iiia-
dre
Tras la coniesiGri y el jiiramerito de no volver a repetir los crí-
menes coine~idos,Pedro Berriardo volvió a ser integrado en el se-
no de la Iglesia y, en corisecuencia, se decretó su absoluci6n. En
palabras de los propios inqiiisidores,
<<Porqueveemos agora el dicho Pedro Bernardo havrrse re-
pcntido de los dichos criniiri~sde heregia por el cometidos y tia-
ver confessado \; abjurado aqiiillos, en quarito ver y conocrr po-

.-
!I I
Nicolaii t:izit-~i<:~Francis<-o
Pk.\A, dr lo, r ~ i p i s r d o r ~ \liar-ccloria.
ninrz~~nl ,
Ed. Mucliriik, 1983. pp. 80-83.
76
Procc:so coriira Pedro i3erii;rrcIo. Zaragoza. 1310 . AHI'Z. C. 28-5, f'ol. 30.
demos con verdadero coraCon y entera voliiriiad, y querer ser res-
tituydo y reunydo al gremio de la santa madre iglesia, queriendo-
le recebir con misericordia, at~solvrriios[...] al dicho Pedro Ber-
nardo de la excorriuriiori eri que ha incurrido.."
No obstante, el perdón de los pecados quc el tribunal de la In-
quisición otorgaba a quienes declaraban haberse arrepentido, Ile-
vaba consigo también su pcriitencia. Al igual que en el sacramento
de la confesión, pero a una escala mucho mayor; se consideraba ne-
cesario que el pecador, en este caso el reo, purgase sus culpas, dio-
ra delitos, mediante un castigo adecuado. Finalmente, y a pesar de
la absoliición, Pedro Bernardo fue condenado a cárcel perpetua
aderriás de otras penas, entre las que figuraban la posible confisca-
ción dc sus bienes, la imposibilidad de obtener ningtin beneficio ni
oficio píiblico y la prohibici6ri de portar consigo signo alguno de
ostentación tales como oro, plata, pcrlas, ámbar, corales o piedras
preciosas.
Para comprender un caso como el de Pedro Bernardo, quien,
como tantos otros, más que perseguido por la justicia inquisitorial,
puede decirse que cayó en sus redes de modo casi fortuito, hay
que tener en cuenta varios factores. En primer lugar, que la In-
quisicibri tenía competencia por encima de cualquier otro tribu-
nal sobre los delitos de superstición; en segundo lugar, quc sc apo-
yaba en una detallada y extensa casuistica doctrinal, de manera
que casi cualquiera podía encajar en alguno de los delitos descri-
tos; y en tercer lugar, que la extrema popiilaridad del Santo Oficio
hizo de él un instrumento para las riñas y enfrentamientos perso-
nales de una buena parte de la población. De cualquier modo, la
ultima palabra la tenían los inquisidores; por ello, conocer su irlee
logía y su forma de actuar con respecto a los crímenes de brujería
y superstición resulta esencial si queremos entender los auténticos
motivos de las acciones jiidiciales que sirven de fundamento a
nuestro estudio. A través de los procesos que nos han llegado es
posible entrever en gran medida la postura de quienes tenían en
sus manos la posibilidad de decidir sobre las vidas de los reos con-
denados por delitos relacioriados con la magia, pero contarnos
además con algunos documentos -en su mayoría procedentes de
la corrcspondericia mantenida entre cl Consejo cle la Suprema y
los tribunales provinciales- que nos hablan de manera más di-
recta sobre los móviles de aquellos ,jueces, responsables de una
persecución que no siempre se caraclerizí, por su coherencia.
LA ACTITUD DE LOS INQUTSIDORES

En /LISC ~ I L S de
~ S bn*jas es necessario yr con nwi p~circurzs-
pwtion pvr rlrr g-~cln,imiedad que ay de opiniones escritas, 11n~uchas
mas por- C M T ~ U s(~c(1dus
~C de la expoiencia de estos tiempos.
Isiclro de San Vicente'"

El historiador de la brujería y, en general todo historiador,


puede sentir la tentación de buscar uria línea euoliitiva en el dis-
currir de los acoritecirriicntos y de las ideas que los hicieron po-
riersc en marcha. En cuanto a la persecución de la brujería y la
superstición por parte de la Inquisición espariola, sc acepta ya
como iin hecho indiscutible que esta institilción mantuvo una
postura escéptica cncomiablr en comparación con .la irracional
ferocidad que prevalecía en otros lugares>>, según expresibri del
famoso estudioso Henry Charles Lea"'. Dicha posición se acentuó
con el tiempo, corno bien qucd0 demostrado tras el auto de fe de
Lograrlo, el cual dio Iiigar en 1614 a unas nuevas instrucciones so-
bre materia de brujas que incidían aún niás que todas las anterio-
res en la necesidad de reunir uria información lo más detallada
posible antes de dictar sentencia en los juicios por brujeríah".
La teridericia hacia un mayor escepticismo con respecto a los
crímenes relacionados con la magia puede observarse asimismo
en las causas incoadas por el Tribunal de Zaragoza. ( h m o ya se
vio en el capítulo anterior, las últimas condenas a muerte por bru-
jería y superstición (hechicería) se prod~ljeronen 1535 y 1537,
respectivamente. No obstante, exceptuando el hecho del aban-
dono de la pena capital (debido sin duda alguna a la intervención
decisiva del Consejo de la Suprerria y no al convencimiento de la
totalidad de los iriquisidores provinciales), no puede hablarse pa-
ra e1 tribunal aragonés de una actitud progresivamente bcnevo-
lente, ni miicho menos orientada a la desaparicih de la jurisdic-
ción sobre dichos delitos.

3'1
IIeiiry Charles LEA. Hictorra d~ In Iwpiaic-irir? crpnriokc, w l . 111, Madrid, Ed.
Fiiiidación Lliiiversitaria Española, 1983, p. 604.
M
VCasr la llarriada Instrucrion .m/n-P/*I mntrrin dr />rim-os, eii AHN, S e t c i h Iii-
quisirión, I.ih. 1231, fols. 638-64.3. Vlast. asirriisrrio Gustav IIE~.NSMFN, I:'I o/>ngah(16,
las Drujns. BrulPní, rinsca u Inquisincin c\f~n,iofo,Madrid, Ed. Aianza, 1983, pp. 396327.
Lo que sí se rriariifestó desde el principio con respecto a los
mismos tiie iiiia situación de incertidiimbre que permaneció inal-
terable a lo largo de mucho tiempo. En consec~iericia,fueron mu-
chos los vaivenes y las coiitradicciories que p~iedeiiobservarse
tarito detrás d e los procesos corno cil los escritos que se dedica-
ron al tenia. Ello dio lugar a una actiiación judicial que oscilaba
entre el acoso y el escepticismo ya que, d e vez en cuando -y a pe-
sar de las numerosas advertericias ): llamadas a la rrioderacióri en
el juicio de dicho géricro de delitos- tanto la briyería como la
supcrsticiím seguían sirviendo d e excusa para asediar a ciertas
personas, cuya caída e n desgracia solía interesar por motivos muy
diferentes a los que comíinmerite aparecían en los arlículos cori-
tenidos e n la acusacibri del fiscal ciicargado del caso.
Esta falta de cokicrcncia entre unas y otras causas, la ausencia
misma de una política encaminada hacia un tratamiento concreto
de los delitos d e brujería y silpersticibn, encontraba sil fundamen-
to e n el ambiente icleológico de la época. A lo largo d e los siglos
y XViI se mariti~vouna ardierile polerriica entre quienes defe~i-
díari la realidad de los actos de brujería y quienes los atribuían a la
imaginación. Para los primeros, la presencia del Demonio en la \i-
da de cada día era un hecho indiscutible y por tarito n o les era di-
ficil asociar toda acción exlraordiriaria, fuera o rio rrialéfica, con la
iritervericióri directa de Satán, lo cual servía de justificación para
ciialqiiier condena. Para los segundos, muchos de los relatos de-
moníacos n o eran sino fi-iito de una iaritasía desbocada que podía
deberse a estados psíquicos derivados d e alguna eriferrriedad o a
seritirriieritos poderosos como el miedo. Otra explicación era que
dichos estados ilusorios fiieran provocados por el mismo Demonio
para confundir a ciertas personalidades débiles y acrecentar de este
modo sii poder sobre ellas. En cualquier caso, riuricrz se cuestioria-
ba la irifluericia derrioriíaca y, aunque un sector de la cultiira oficial
se inclinaba a dudar acerca de la presencia d e Satanás e n los actos
mágicos, nadie se atrevía a negar por completo su existencia.
Así, bajo los argumentos esgrimidos por los partidarios d e arri-
bas posturas existía i i r i coriseriso fundamental que impedía tomar
una decisión radical con respecto a los crímenes d e magia. De ahí
quc las acusaciones de brujería y siipei-stición siguieran sirviendo
durante m u c l ~ otiempo para condenai- a biien núniero d e gentes,
muchas de ellas víctimas d e los odios y rericillas d e su entorno
rrilís irirricdiato, a pesar d e los pasos dados por el coiisejo central
del Santo Oficio para que n o se cometieran abusos e n este senti-
do. Un biien ejemplo de la indefinición ideológica que caracteri-
zaba la actitud d e rnuchos jueces fue la fmiosa reuriióri de Gra-
nada de 1.526. Ante la contilsión existente entre los responsables
de los diferentes tribunales proviricialcs a la hora d e juzgar a los
acusados d e brujería -recientemente habían sido condenadas
cuatro br~kjase n Navarra sin apenas pruebas-, el coiisejo d e la
Suprema decidió reunir a diez personas doctas (entre quienes
se ericoritraba cl fiitiiro inquisidor general Feriiarido d e LJaldCs)
para que dieran su opinión sobre algurias ciiestioncs que habrían
de determinar las futuras actuaciories judiciales relacionadas con
la brujería. La cuestión central d e la reuriiím n o tenía nada qiie
ver ron la práctica judicial; por el coritrario, se trataba d e una pre-
gunta totalmente ideológica: ;iban los brujos a reiinirse con el
Demonio al aquelarre real o irnaginariamente?
Como es bien sabido, la rcspiiesta fue afirmativa por una rria-
yoría de seis votos, a pesar d e lo cual los partidarios d e la segun-
da postura, entre ellos el citado Valdés, se esfor~aroripor rcdac-
tar unas instrucciones para los S~ituroscasos de brujería que
obligaban a hacer averigiiacioiies muy detalladas antes de conde-
nar a n i n g í ~ nreo por cliclio delito. Quizás las dos decisiones qiie
más influyeron e n la actitud d e los jiieces provinciales hacia los
casos de brujería a partir d e entonces fiieron, por u n lado, la
proliibicióri de corifiscai- los bienes d e los acusados por este deli-
to riada rriás comenzar el juicio (lo cual eliminaba uri importante
alicierite para la persecución) y, por otro, la obligaciím d e c o ~ i -
sultar los casos a la Suprema antes d e la rxlajación al brazo seglar.
A pesar de la gran credulidad por parte de la mayoría de los in-
quisidores con respecto a las acciones de las brujas tal y como se
manifiesta eri tan extraordinario clocumeiito (uno d e los párrafos,
por ejemplo, recomendaba a los,jueces corifiar eri q u e n o les piie-
den liazer daño ninguno las dichas briixas)~'"),dichas instruccio-
nes supusieron uri avaricc y poco a poco, especialinente duraritc
la década de los arios treinta, consiguieron variar el panorairia d e
la persccuciím en los distintos tribunales, al irse vericiendo la re-
sistencia natiiral de los iriquisidores provinciales a incorporar las
novedades que incluíari. El cambio más patente observado eri el
Triburial de Zaragoza tiie, sin duda alguna, la supresi6ri total de la
aplicación de la condena a muerte, y ello n o sólo en los casos de
brujería, sino también e n los d e Iiecliiccría. No obstante, la impo-
sición de tal perla dependía directamente de la actitud de la Su-
prerria; al margen de dicha decisión, es posible rastrear tanto en
los procesos como en la correspondencia de dicho consejo con los
inquisidores provinciales la airibigücdad y las contradicciones a las
que ya nos hemos referido en otras o 'cslones.
~ '

Al repasar los libros de cartas que el llamado <<consejo de la ln-


quisición~envió a los tribiinales provinciales durante el siglo XW,
nos encontramos con que la primera noticia importante relacio-
nada con la brujería aragonesa se refería al Pirineo, coricreta-
mente a las áreas de Jaca y Ribagorza. Ante el gran numero de
acusaciones provenientes de los pueblos pertenecientes a dichas
comarcas, y ante las dudas acerca de la veracidad de dichas acu-
saciones manifestadas por algunos inquisidores, la Suprema deci-
di6 publicar un Edicto de Gracia en 1521 que ofl-ecía la posibili-
dad de paliar la psicosis de brijería por medio del perdón de
quienes confesaran por sí ínismosser brujos en un plazo de seis
meses. El docunierito, dirigido <<a los broxos y broxas de,Jacay Ki-
bagor~a., hacía alusiOn al problema en los siguientes tkrrriinos:
<<Queriendousar con ellos de cltwiericia [ ...] tengan un plazo
de medio ano para confesar y [...] sean exentos y librcs de toda
ronfiscacion y que los dichos inquisidor-es los disuelvan de todas
las p ~ n a s ycenwrds cn que abian incurrido.~~"'
Resulta cuando menos paradójico que la forma de hacer frente
al problema de la obscsih por la brujería no fuera luchar contra
la misma, negando la posibilidad de que los brujos y brujas come-
tieran los nefandos actos de que eran acusados, esto es, la destruc-
ción de las cosechas, el enverienamiento del ganado y las muertes
de criaturas, fi~ridamcntalmente.Por el contrario, la Inquisición in-
tentaba combatir la brutalidad de las gentes y de la justicia seglar
(que era quien recogía la mayoría de las quejas y ponía los medios
para facilitar la eliminación de los supuestos brujos) haciendo cori-
fesai. a los supuestos aliados de Saíziin que realmente habían come-
tido todos los daños de que se les acusaba. Podría, por tanto, ha-
blarse de moderación, mas no precisamente de racionalismo en la
postura de la Suprema hacia la brujería. En cuanto a la actitud del
tribunal de Zaragoza, vale la pena recordar que, a pesar del edicto,
tan solo iin año mas tarde, en 1522, fue condenada a muerte en la
hogiiera por bruja una,jacetma, Sancha de Arbiiés, quien proba-
blemente rlo confesó aquello que los inquisidores pretendían.
Poseeriios tambiGn noticia del énfasis con que el Tribunal de
Aragón dcfendió su preeminencia sobre o t r a justicias a la hora
de ocuparse de los asuntos relacior-iados con la brujería, delito
que, pese a las dndas que pudieran plantearse en relación con sil
carácter real o imaginario, continuaba catalogado como una gra-
ve herejía en tanto que era considerado como la peor de las apos-
tasías. En 1524 IlegO a oídos de la Suprema <<que en las montañas
de Jaca, specialmente en el lugar de Abay,,, el prior del Monaste-
rio de San Agustín de IIuesca procedía contra ciertas mujeres ~ i r i -
culpadas de bruxas,>,y que ya había q u e m a d o algunas., debido
a lo cual se pedía a los inquisidores de ihagón que reasumieran
los procesos ya incoados y administrasen .justicia conforme a de-
r e c h o ~ya
, que el dicho prior no poseía (<lascalidades que se re-
quieren para cal cargo,,, es decir, que no tenía competencia algu-
na para erigirse en juez"'".
1-Ierriosde suponer que la consiguien~eactuación de la Inqiiisi-
cióri frenaría una vez más la situación de piiriico colectivo qiie todo
el área pirenaica estaba sufriendo debido a la desmedida prolifera-
ción de acusaciones de brujería que implicaban a gran parte de la
población de aquellos valles. Sin embargo, este tipo de interveri-
ciones inquisitoriales no parecía dirigirse únicamente a evitar fero-
ces persecuciones o a impedir qiie quienes no tuviesen facultad pa-
ra ejercer la justicia lo hicieran por su cuenta, sin consideración a
la ley. La jurisdicción sobre la brujería seguía interesando a la 111-
quisición por sí misma; ello se demuestra por la confluencia con
otras justicias como la episcopal, que en teoría tenía toda la potes
tad parajuzgar los ci-írrieriesde herejía y cuyos métodos de actua-
ción eran, por lo general, más moderados qiie los de la propia In-
quisición. En la practica, más de un obispo hubo de sorricterse al
poder superior del Santo Oficio y renunciar a juzgar determinados
procesos que él mismo ya había iniciado. Buen ejemplo de ello lo
constituye la carta dirigida por el consejo de la Suprema en 1.531 a1
obispo de Santo Ailgelo para que paralizara ciertos procesos por
brujería y los traspasase al tribunal inquisitorial de Zaragoza:
(<MuyKevererido y Magnifico Señor: Los Inqiiisidoreh de k a -
gon han rsrriio a este consejo quc Vuestra Merced se eriirrrriete
en conocer de las causas y negocios quc tocan a la materia de las
bruxas en que hay cririieri de eregia y apostasia [...] y que no les
ha querido entregar una persona que por su mandado esta presa,
lo qual ha pai:ecido en este corisrjo cosa muy nueva, y porque los
iriquisidorcs sicmpre han acostuinbratlo de coriocer de las causas
donde se prcticndc de que hay criineri [Ir heregia y apostasia o
sospecha della [...] pedirnos a Vuestra Mrrcrd [...] no sr entre-
meta de aqui en adelante en causas de las dichas bruxas dondr
hoviere crimen de heregia y apostasia o sospecha del la.^"'
Doce folios niás adelante, figuraba e n el rriisrrio libro d c cartas
la siguiente ario~acióri:
.No f ~ mcncstcr
~ c cnbiar nuestra letra al obispo de Santange-
lo por haveros ya entregado la muger qiie tenia prexa por bruka
y scr-it» con offrecimicntos de hazcr lo que pudicre en favor del
Santo Offiriio.»"
Parece, por tanto, que la Inquisición era considerada por el
conjunto d e la sociedad, iricluycndo el resto d e poderes con com-
petencia para jiizgar, como u n tribunal especial~iientecapacitado
para hacerse cargo d e los asuntos relacionados con la brujería.
Los mismos inqiiisidores, convencidos de su misión, reiviridica-
ban la jiirisdicción de dichos casos, aun cuando después la reso-
lución final no f ~ i e r aotra que la absolucibn o el sobrcscimicnto
de aquellos procesos en los que no se hallaba ninguna prueba. A
veces, la unica constancia cierta era que los auténticos causantes
d e las confesiones de brujcría habían sido determinados jueces
seglares quienes, por medio d e las mismas, habían pretendido eli-
rniriar por la vía más rápida un problcnia quc tantas tensiones
provocaba en un gran n í ~ m e r od e municipios. En 1591 fueron
juzgadas por la Inquisicióri aragonesa cuatro rri~ichackiasacusadas
de brujería. Las cuatro habían sido previamente procesadas por
la justicia seglar, lo cual explica una vez más el verdadero origen
d e la persecución iriquisitorial de la brujcría e n AragOn. El resu-
men d e la causa seguida contra iina de ellas decía así:
«Maria Satriiiier, dorizella de quirize años, cristiana viga. Por-
que coiifrsso ante lii jristicia seglar- que habia sido hriixa y renc-
gado de nuestra santa fe cailiolica. Y pressa, corifrsso lo riiis~rioy
que no lo hmia hrc-lio de corac,.ori.Votose a tormento sobre la in-
trriciori y, en ri, dixo que todo lo que h v i a confessado era men-
tira, y lo liavia dicho porque el justicia de su lugar, ante quien ha-
via tiecho la dicha confession, la dczia que si no dczia que era
bruxa y qiie liavia renegado de la fe, le daria tormento, y viendo
rl verdugo delante de si, lo dixo, y despues no oso dczir otra co-
sa, poi-que no se le diesen. Hi/ose aver.igiiac,.i»rlde que paso asi
romo ella lo havia dicho, y qiie sir1 liaver testigos ni informacion
para podrr-Ir dar. toimerito se le quisieron ciar; y porque c n la di-
rtia iriti)r.rriac.iori q u e el justicia nos crnhio n o constava q u e le
ihieseri dacio torrrierito. Fue presa. Absuclta.~""

Ante la proliferación d e casos coiiio éste, podría pensarse que la


postura de la Inquisición ante la brujería corisistió 111k cri defender
a los supuestos brujos de sus enemigos que en persegnirlos activa-
mente, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XW. Sin
embargo, hay que tener e n cuenta que la única defensa consistía eri
l l e ~ a ar cabo una serie de averiguaciories que soliari coricluir en la
inexistencia del crirrieri que cstaba juzgandose. En realidad, la Tn-
quisicióri continuaba buscando los rastros d e diclio criinen y, lo que
quiias es más importante, nunca intervino en contra de los prorrio-
tores de la *caza de briijaw. Pese al gran número de rniiertes injiis-
tas a rriarios de las autoridades srglai-es de las que tenemos noticia
gracias a propios dociiinentos iilqiiisitoriales, el Santo Oficio se de-
sentendió del problema y se limitó a averiguar ciertas circiiristaiicias
como, por ejeiiiplo, 4 hazeri iirigiicntos y con qiie los haien y 1 ...]
si los tienen verdaderamente y si iisan dellos y para que efrecto.2"'
Se suponía que la brujería era una agresión, pero los autéiiti-
cos agresores, aquellos que acusaban y quienes recogiari sus acii-
saciories y actuabari en coiisecucricia, quedaron a salvo. Rien e i
cierto que, con el correr del tiempo, el Santo Oficio f ~ i eprogre-
sivamente dejando de colaborar con los poderes seglares e n la
perseciición. Pero de vez e n cuando volvía a hacerlo, demostran-
do una actitud miiy similar a la manitestada durante las primeras
dkcadas de su existencia. En 1603, cuando parecía que la brtijería
ya no interesaba al Tribunal de Zaragoza, se j w g ó a Isabcl Alas-
triiey, inás conocida corno la Luca, uria anciana que había huido
de Sesa <.portemor d e un desafilero qiie se fa7ia contra brujas e n
el diclio lugar-"' y que fi~ialnienteacabó siendo condenada coino
bruja por los inqriisidoi-es de Zaragoza.
En resumen, podría afirmarse que la persecucióri d e la brujc-
ría en el Tribunal de Zaragoza evoluciorií) en algiln sentido ya
que, de hecho, el riúrrici-o de condenas fiie dismir~iiyencloa lo lat-
go del tiempo. Pero n o existen testimonios de u n cambio d e ;zc-
titiid prof~indo;para que éste hubiera teriido lugar habría sido
necesaria toda una redefiriicióri que 110 se prodigo en ningíin
nionieiito. Muy al contrario, la brujería sigui6 reputándose como
el peor de los crímenes frente a otros delitos como, por ejeniplo,
el de hechicería, al que teóricamente los inquisidores no concc-
dían excesiva importancia, hasta el punto de que en más de una
ocasión llegó a considerarse que había que rechazar y traspasar a
los triburiales episcopales todos aquellos procesos a hechiceros en
que no pudiera demostrarse la existencia de apostasía. A este res-
pecto resulta muy interesante una carta enviada por el consejo de
la Suprema en 1537 al inquisidor Juan (~onzálcz,según la cual:
.En este coriscjo se vio el processo de mosen Valcro [...] Por
la inforrriaciori que precedio a la captura aqui n o le mandarerrios
preridcr porque no se averiguaron hcchicerias que wpieseri a
hcrrgia tnaniíiesta, y el fundamento qiie nos escrevis por donde
en essa Inquisicion se haze, dizictido que es cosiiitribrr de pro-
ceder en semejantes cosas, no nos satish/.e iari rnteramente co-
mo querriamos, porque esta costumhrr es contra derecho y en
esto se haze perjiii~ioal ordinario en quitalle su jurisdiccion, y a
las partes se ham agravio trayendoles a juyzio mas streckio y de
mayor- irifiirriya y donde tienen menos aparejo de defenderse
pues no se les dan los nombres de los testigos y podriii srr prrju-
tlirial a nuestras consciencias haziendo cosa de iriquisicion lo
que no lo es.^^""
Pero, <qué era -cosa de Inquisición>> en lo relativo a la supcrs-
tición? Al contrario que para la brujería, sobre la qiie en teoría no
existía ninguna duda, para el resto de supcrsticiories no había un
acuerdo completo. En opinión del inquisidor Isidro de San Vi-
cente, y tal y como aparecía expresado en el capítulo de sus ins-
trucciones titulado .<Delas hechiceros, adivinos, invocadores de
demonios y supersticiosos~,todo comportamicrito supersticioso
debía ser jiizgado y corideriado por el Santo Oficio:
(.Hayotro genero de gentes que usan d r algunos hechizos y co-
sas supcrsticiosas, que rio llegati a ser her-eges apostatas como las
bruxas [...] r-stas rriereceri 200 azotes y destierro, y algunas, que ab-
juren de levi, y pilla esrai-miento, que salgan a auto publico.,>"'
Tarr1bit.n para el inquisidor general Luis de Aliaga los casos de
superstici0n eran asunto de la Inquisición. Así lo dekndía en una
interesante carta escrita eri 1620 a su hermano, Isidoro de Aliaga,
arzobispo de Valencia, a propósito de una disputa en torno a las
corripetencias de la justicia episcopal y de la iriquisitorial:
Es cosa asentada en tlrrecho que los que usan mal o hazen in-
jurias a las ynagriies d e riurstr-o Seiíor y de sus santos y a todas las
bestiduras, palabras y cossas sagradas, rrieiclaiidolas en los sortc-
lcgios y en otros quales quier maleficios, siendo como sor1 todas
estas cossas tan inferiores a los Santos Sacramentos, ron todo is-
s o los que las hazcn quedan sospechosos en la fee y el Santo Of-
ficio de la Iliquisicion procede contra ellos7'.

Pero no todos los inquisidores pensaban de igual modo; en el


proceso a Pedro Bernardo ya vimos cómo la primera reacción del
fiscal a quien se solicitó que se encargara del caso había sido re-
cliarar el juicio de las invocacioiies demoníacas realizadas por el
mercader, pues dicho coinportamiento era algo que, en princi-
pio, no era corripetericia de la Inquisición ((<cosasson essas que
locar1 al ordinario sino que ya se fallasen en la obra, y assi serian
cosas leves.»)í".
Ante la coexisteiicia de opiniones tan diferentes, es posible
aventilrar la hipótesis de que la persecuciOn de las «supersticio-
nes- llevada a cabo por cada tribunal constituía un fiel reflejo de
los objetivos generales de dicho tribunal. Sin olvidar el irriportan-
te papel que jugó en muchos casos la presión popular sobre la ac-
tuación inquisitorial, hay que tener en cuenta qiie las creencias y
los corriportarriieritos que terminaban siendo juzgados -y sobre
todo condenados- eran los considerados co~riomás peligrosos,
ya que se dejaban a un lado iriuclios otros casos repitados como
una pérdida del ~ierripoy las energías qiie debían dedicarse a
cuestiories niks acuciantes. 1,a destacada presencia en Aragbri de
reos moriscos y franceses c o n d e ~ ~ a d por
o s delitos de superstición
a partir de mediados del siglo XVi resulta, por tanto, altamente
significativa. Su persecución se relaciona estrecliamente con las
principales preocupaciones políticas del momento, lo que nos
muestra, una vez más, el talante de u n tribunal de la fe y de las
costumbres para el que la defensa de los intereses absoliitistas del
Estado constituía un objetvo quizás solapado, pero indiscutible.
LA JUSTICIA EPISCOPAL: UN FRENO CONTRA LOS ABUSOS

LOS OBISPOS Y SLT 1'ERRITOKiO

A ciiiereiicia d e la.justicia inquisitorial, la i q x e s e r i ~ z d apor los


obispos hiiiiclia siis raíces cn los primeros siglos de nuestra era; ya
en cl siglo 11 sc había creado i ~ r i aprimitiva organizacih eclesilís-
tica que dividía el territorio d e la cristiandad e n provincias o
dikesis. Al frente dc cada una d e ellas sí: hallaba un obispo qiie
sólo estaba obligado a resporider d e su a c t u a c i h ante el Papa,
como-jefe d e la Iglesia universal. La iridependericia d e los obispos
h e acrccentándosc a lo largo de la Edad Media; ello supuso qiie,
aclerriás de su papel c o ~ i i ovigilanles de la moral d e las comunida-
des qiie les liabian sido cricomeridadas (el término obi.spo procc-
d e del griego enlo~orogy significa insjwtor), auriascn en su per-
sona otros poderes, actuando e11 deterrninaclos aspcctos como
auténticos señores eri su territorio, siliiación que, a pesar de los
cambios iritrodiicidos e n el concilio tr.identino, sc mantuvo tam-
bien durante toda la Edad Moderna.
Aiiriqiie solarriente fuera en el ámbito de lo espiriti~al,los obis-
pos coi~centrabanlos tres poderes básicos: legislativo, ejecutivo y
judicial. Eri virtiid del primero cstabari autorizados a redactar
ayiicllas iiorrrias por las que debían regirse los ficles pei-lene-
cieritcs a su di0t:esis; eran estas las llainaclas m n . ~ t i t u c i o ~~mi ~ l v d d f , ~ ,
qiic tanta iriformacií~riaportan al historiador, debido al detalle
con que se regulal~anrniiclias actividades d e la vida cotidiana. El

-,
i
Proct.so conrr;r,liiari Foiitán. Hiiesca. l(i.iJ. ,WH. I.cg. i 7 ,
i
11' 1069. fol. 1.
poder ejecutivo se manifestaba por las brdeiics que, en caso de no
obedecerse lo establecido e n diclias constitz~cion~c,eran dirigidas
tanto al clero como al pueblo eri general. Estas solían conocerse
con el nombre d e ~rrccndaiosv se hallaban completamente liga-
das a la labor d e inspeccibri desarrollada e n las uisiías~ustorales,
diirante las cuales pretendía llevarse a cabo uri control cxhaiis-
tivo d e todas las cuestiones referidas a la orgariiracih
- eclesial
de cada diócesis. Por íiltimo, corresporidía asimismo a los obispos
juzgar el curriplirriicnto d e las leyes y irmidatos elaborados por
ellos rnisiiios, es decir, todo cuanto se corisidcraba directanlente
relacionado con la religihi. Pero, como ya vimos en p;íginas ari-
teriores, la nbmina d e asuntos jii~gadospor los tribiinales episco-
pales podía llegar a ser larguisiiria, ya que la Iglesia riiariifestaba
su presencia e influencia eri casi todos los aspectos de 112 vida de
las poblaciones, doride rio existía una separacibii clar'i entre lo re-
ligiow y lo civil.
Desde la iriisrria c r c a c i h de la institiicióri episcopal venía de-
noniinándose al obispo jurz nrdinnrio de s ~ diócesis i o, en ocasio-
nes, solarrierite or-din,nt7o,término qiie, qukrlis mejor que ningún
otro, sugería lo admitida que se hallaba la jurisdicci6n episcopal.
Tal aceptación file una d e las causas tiel rechazo d e algiirios sec-
tores hacia la Tnqiiisicióii, uri riuevo tribiinal eclesiástico cuya ju-
risdicción si que era exlr(~ordinnria,aiinqiie finalmente acabara
por imponerse sobre la episcopal gracias al apoyo proporcionado
por la iiioiiarqi~ía.Las actitudes d e rechazo hacia el Santo Oficio
se habían manifestado desde la misma fecha d e sil flmdación; con
el tiempo, la oposición había logrado ser acallada, pero a partir de
la segunda rriitad del siglo XVIII volvería a recrudecerse. Así, para
el escritor (;aspar Melchor d e Jovcllanos, la jin-isdiccibii d e los
obispos era <<mas natural, más autorizada, mks grata y respetable al
pueblo y más llena d e hiiniariidad y mansediimbre, como eriiaria-
da del poder que les ha dado el Espíritii Santo..'' En uno de sus
disciirsos, e n el que, corno tantos otros iliistrados -ciitrc ellos,
Voltaire-, atacó a la Iriquisición por considerar que suponía una
iisurpacióri de los derechos judiciales perteriecicritcs a los obispos,
aparecen definidos con bastante claridad los objetivos qiie desde
antiguo habíari venido guiando a la iristitución episcopal:
*I,os obispox, ayidadoa de s u s vicarios generales, dr s u s cabildos
y del respctahle cuerpo dr pki-rocos, podrían extendei- la vigilaricia
hasta los últimos rincones dc sus diócesis, perseguir la impiedad en
sus guaridas y aplicar los remedios riiás pronios y eficaces.."
Pero la realidad de fines del siglo XITy comienms del XVl se ha-
llaba muy lejos del ideal cxpres~idopor.Jovellanos. Como es bien
sabido, la Iglesia había atravesado una grave crisis a finales de la
Edad Media; la rriayoría de los obispos eran cort.esanos norribrados
por motivos políticos y rio residían e n su cliócesis ni la visitaban ja-
más, aunque sí se aprovechaban de las rentas procedentes del
diezmo. Lo mismo podía decirse de los beneficiarios ericargaclos
de las parroquias, quienes preferían la vida cómoda d e las ciuda-
des y encargaban el cuidado pastoral a u n clero mal pagado quc
intentaba aprovecharse d e la situacióri veridierido los sacramentos
y que era eje~riplo,con mucha fsecuencia, de una gran relajación
y brutalidad eri sus costumbres. La embriaguez, el concubinato y
la violencia eran comportarriieritos habituales entre una gran par-
te de los clerigos rurales; éstos deserripeñaban sus tareas como si
se tratase de un oficio más, aunque con el agravante d e n o estar
preparados convenientemente para ellas, pues por lo general no
recibían formaciGri alguna, ni teológica, ni pastoral, ni siquiera li-
túrgica. Muchos de los presbíteros rio sabían latín y recitaban tex-
tos que no comprendían como si d e f6rniulas rriágicas se tratase.
La Iglesia de España, gracias a los intentos de reforma del Car-
denal Cisneros, corioció cierta mejora a comienzos del siglo XVí en
lo concerniente, sobrc todo, a la restauración d e la disciplina y a la
renovación de las universidadcs. Eri teoría, el nombramiento d e los
obispos por parte de los Reyes Catolicos iba a obligar a estos a resi-
dir en sus scdcs y a que se foiiientara la enseñanza del clero. No
obstante, esta .reforma)), que tantos elogios ha recibido, n o fue tan
eficaz como la historiografia ha solido mariterier. Buen ejemplo de
cllo lo coristit~iyeel hecho del nombramiento por el rey Ferriarido
el Catdico d c su hijo natural Alfonso, d e nueve años, para la sede
de Zaragoza. En palabras dcl historiador Henry Kamen,
*Eri la Iglesia española del siglo >;VI eran corrientes los exil-e-
e nos de riqueza y pobreza, los clérigos carerites de fi>rmacióny los
abusos de la condición clericizl, todo lo c.iral silbraya el hecho de
que no se había procedido a riirigirria reforma importante. Hasta
fines del reinado de Felipe 11 no se hizo ningún csf~~crzo decidido
por reestrucrrrrar y dar nuevo vigor al catolicismo español.>>"'

75
Idem, ibidem, p. 334.
-i l.l
Hctiry KZMF\. TInn ~ o c z ~ ( l a conjlicliwn:
d E+uñ(~, 14691 714. Madrid, Ed.
..lliariza. 1989, p. 288.
La verdadera reforma empezó a tornar cuerpo a partir de la
promiilgación de los decretos elaborado? en el Concilio de Treri-
to (15451563). Para que la divnlgación de las recién creadas Ie-
ves f~ierarriás efectiva. Felipe 11 i h ~ i i l s óla f~mdaciónde nuevas
sedes episcopales por toda la península. En Aragón se erigieron
los obispados de Barbastro yJaca en 1571, y el de Teruel en 1577,
a lo que hay que aIiadir en el mismo año .la desrnenibraciGn del
obispado seg6rbe-Albarracín, que quedG transformado en dos
diócesis diferentes. Hasta entonces la corifiguración geográfica
de la iglesia aragonesa había tenido muy poco que ver con los 1í-
mires políticos. A lo largo de la Edad Media y hasta las ultimas
décadas del siglo XVI, en el reino de Aragón existían obispados
aragoneses qne englobaban territorios que no lo eran, y obispa-
dos foráneos que, a su veL, incluían territorios de Aragón. IIubo
algiinos interilos de ajustar los límites eclesiásticos a l o s civiles,
pero no prosperaron ya que se toparon con la oposici6n de algii-
110s obispos por el miedo a perder parte de sus territorios, y con
ellos, las rentas asignadas a los rriismos.
El cambio más importante prodncido durante la Edad Media
con respecto a los obispados aragoneses fue la creación eri 1318
de la metrópoli cesaraugustana, qiie hasta ese momento había
pertenecido a la provincia tarraconense. El arzobispo de Zarago-
za tuvo a partir de entonces como diócesis sufragáneas -es decir,
dependientes- las de Huesca, Tara~oria,Pamplona, Calahorra-
La Calzada y Albarracín-Segorbe (excepto esta íiltima, qiie de-
pendía de Toledo, todas las derrih habían estado ligadas hasta en-
tonces a Tarragona). Dicha situación se mantuvo sin variaciones
hasta el momento en que se erigieron las nuevas sedes episcopa
les. Cada una de ellas surgió por motivos diferentes, como vere-
mos a coritiriuacih.
La diócesis de Barbastro h e fruto de las irinurrierablcs peti-
ciones y pleitos que su población planteó a lo largo de varios siglos
hasta conseguir contar con un obispo propio. Desde principios del
siglo XIII estaba totalmente arraigada entre sus habitantes la con-
vicción de qiie la ciudad había tenido rango episcopal en los siglos
XI y X11. De ahí que la lucha comerizase contra el obispo de Hues-
ca, de quien dependían en aquel momento. El 16 de junio de
1289, el clero, losjurados y todo el pueblo de Barbastro habían he-
cho un compro~~iiso solemne por el que se obligaban bajo jura-
mento a rio pactar con el obispo de Huesca y a conservar todas las
libertades y privilegios de la iglesia barbastrense. En 1.317, fecha en
que el rey Jaime 11 presentó al papaJuan XXII un plan de rees
tructuración de los obispados de su reino, Rarbastro estuvo muy
ccrca de conseguir su propósito. Pero, como sabemos, al año si-
guicrite solamente se creó la metrópoli zaragozarla. Tras una mi-
ni~ciosaiii\;estigación encargada por el papa Juan XXII se había
llegado a la coiiclusión de que Barbastro jamás había sido obispa-
do; la confusión provenía d e quc durante los siglos X1 y XII los
obispos de Roda d e Isábena-Lérida y los d e Hiresca habían rcsidi-
d o en la ciudad de Barbastro con bastante frecuencia.
A pesar d e n o tener razones históricas a SLL favor, Barbastro ja
~riásrenunció a siis preterisiories. Diirante los siglos XV y XVi hii-
bo otros intentos que tarribi6ri fracasaron hasta que, con la subida
al trono de Felipe 11. la situación empezó a ser fworable porque
los intereses de Barbastro coincidían ahora con la política religio-
sa del rey. Eri las cortes de Monzóri d e 1564 ya se abordó el tema
de la e r e c c i h de nuevos obispados cri Aragón. Entonces volvió a
surgir la peticiOii de creación del obispado d e Barbastro, peticióri
cli~eFelipe 11 elevó al Papa. Este solicitó información sobre aque-
llas tierras y scgíiri el relato efectuado por el fabriqiiero de la Seo
zaragozana en 1566, don .Juan Pérez de Artieda, a quien fue en-
cargada la visita de inspección, parecía tilera d e toda duda que se
hacía necesaria la presencia de un obispo para combatir la signo-
rancia en las cosas de religiorin, la .falta d e doctrina
-- y d e pasto es-
piritiiab o .<lassupersticiones y liechi~eriasn".Uno d e los párrafos
de dicho iiiforrrie se refería a la sitiraciím d e abandono cri que se
encontraban los valles pirenaicos de Bielsa y Gistaín, que por eri-
torices pertenecían al obispado de Lerida, y que Barbastro recla-
maba como zona d e influencia del obispado en que pretendía
convertirse:
<<!\y iriiicha rudeza c ygrior-aricia r n las cosas de religion en las
diclias montañas y mueren los iiias sin el sacramerito de la co11-
tirriiacion [...] los obispos, poi- la aspereza de la tierr-a, suben tan
pocas vezcs que ay testigos que deposan que eri los iiempos de los
que oy viven no iiy rriemoria que haya subido el propio obispo a
visitar la val d i Venasque y Gistain.~"
Otro interesante pári-ati) advertía del peligro d e irifiltración
de herejías procedentes de la cercana Francia:
«Los pueblos d i las dichas montañas tarl \w-iriosde Francia se
podrian, lo que Dios no pei-mita, inficionar con mucha facilidad
del veiierio que ay en dicho reino de tantos errorcs y eregias, iua-
uor-rriiriir siendo tan grande el ir-aioy coinunicacion que ay entre

--
iI
Aricoriio D I ~ K ZGN[ . ~ I o I-<LTii
. . iirfurinr dcl iiglo XVi sobre rl ohisyxido d r
u . ( l<l.jT),pp. 273-295.
Hiicsca>,.Rwi.\ln . A y m . ~ ~ l32
7s
I / l f w l , ; b ¿ ~ l l ~p.
l ~ l280.
,
ellos y confrontando por cspecie de dom o quinze leguas los pue-
blos dc un reyno y del otro.>>?"
El informe era f-iancamente favorable a Barbastro; no obstan-
te, no fue accptado en Roma por defecto de citación y porque las
pruebas no eran convincentes. 1.a ansiada erección del obispado
tuvo que esperar al año 1571 y si firial~~icnte se consigui6 fue gra-
cias al decidido interés de Felipe 11 por controlar el Area fronte-
riza del norte de la Península a través de la cual podía filtrarse la
tan temida herejía protesvaritc. Esta fue tarribikri la razón que im-
pulsó la creación del obispado jacetario.
La ciudad de.Jaca había sido, más aún que Barbastro, residen-
cia habitual de los obispos de IIuesca durante el siglo X1 hasta
qiie, una vez conquistada IIuesca en 1096, se trasladó allí la sede
episcopal. con Hiiesca la dignidad catedralicia, titu-
lándose *oscensis et jacensiw, pero nunca había llegado a ser
obispado independiente. En 1566,junto con el informe de Juan
Pérez de k t i e d a , el rey Felipe 11 envió al Papa una petición per-
sonal en la qiie exponía los dos motivos por los que recomenda-
ba la creación de la nueva diócesis, esto es, la ausencia de clero
instruido y el temor a la herejía:
<<BratisimoPadre. 1 lav en cl reino d r Ar;igon dos iglesias ca-
irtlralei, la oscense y la jacetana, unidas entre si, cuyas diocrsis
inicien 75 leguas de latitud y 93 dc longitud, y esta la mayor parte
en los Montcs Pirineos, qiie dividcn cl reino de Aragon del reino
de Francia y del Principado cle Rearnc, y por la amplitud de la
diocesis y lo aspero y quiza esteril de sil tcrreno, nunca o raras ve-
ccs es visitado por el obispo, de donde se sigue que los clerigos
son cn su inayoria idiote y poco instruidos en la fe catolira, y los
habitantes rudos y casi totalmente igno~antes,lo cual, por la ve-
cindad de los hcrejes es niiiy peligroso.>.""
Realmente, la necesidad de predicadores p de instruccióri exis-
tía ya desde hacía mucho tiempo. El verdadero motivo para la
creación de las dos nuevas diócesis era evidentemente político, ya
que el miedo a la here-jía protestante fue el authtico instigador
que llevó a tejer la nueva red que a partir dc entonces se cerniría
sobre la vida de los habitantes tanto de la diócesis de Barbastro
como de la de Jaca. Se trataba de una estrategia política qiie se
manifestaba asimismo en los cambios producidos al siir del reino,
es decir, en la creación del obispado de Tcriiel y en la separación
de Albarracín y Segorbe en dos diócesis difercrites. En ambas LO-
nas existía un claro predominio de población morisca, lo que
constituía una de las más graves preocupaciones de Felipe 11, ya
que su principal temor consistía en creer que iba a producirse
una conspiración conjunta de bcarneses y moriscos en contra del
Estado católico que él defendía".
El obispado de hlbarracín había sido creado en 1172; en 1245
se unió al de Segorbe al ser reconquistada la ciudad en 1245 y res-
taurada su sede episcopal dos años después. Así permaneció has-
ta el año 15'77, en que Felipe 11 decidió pedir al Papa qiie fueran
desmembradas ambas diíkesis. 4 partir de entonces, Segorbe pa-
sí), como sufragánea, a depender de Valencia, mientras que Alba-
rracín quedó vinculada a Zaragoza. De este modo pasaba a estar
mejor controlada la numerosa poblaciGn morisca que habitaba
en ambas zonas. Esta h e tambien la causa de la creación del obis-
pado de T e r i d en el mismo año, cuya erección se quiso justificar,
como en otras ocasiones, por la falta de clero en dicha regibri, de-
bido tarito a la gran extensión territorial de la diócesis cesarau-
gustana corno al hecho de qiie Terucl se Iiallaba eri un extremo
de dicha diócesis.
Después de dichos cambios, la geografia de las diócesis arago-
nesas a finales del siglo X\ri casi llegó a coincidir con las fronteras
políticas del reino. No obstante, como puede comprobarse en el
mapa, aun quedaba una parte del territorio aragonés incluido en
tres dií~cesisforáneas: Pamplona, Sigüenza y Tortosa, cada una de
las cuales dependía de una metrópoli diferente". Como quedo
apuntado al comienzo del capítiilo, todavía en plena Edad Mo-
derna (y a pesar de la poderosa influencia del Concilio de Tren-
to y de la política de reyes corno Felipe 11 en el gobierno de la
Iglesia), cada obispo gobernaba como un scfior en el territorio de
su diócesis. Ello significaba qiic tanto las disposiciones acordadas

HI
S e g ~ í ~Antoiiio
i Domingirez Orliz y Kcriiard Vicenr, sil iiiqiiietud era
liiiidada. Ur~ossilos más tarde, corici-etamerite el 23 rlr enero de 1582, fue dete-
nido poi- los iriquisidoi-rs d e 2aragor;i ): el obispo de Segor-he cii Caudirl (piirblo
ialeiiciariu al noroeste d e Segorbr), un rriorisco aragonés Ilairiaclo %arnarriidillo,
lo cual pcrinitiíi desrnoiitar <<una wrdadci-a red de coiiiiiiiiraciories claiide+ms
cuyo centro sy encontraha en AragOn y cuyas ~aiiiificacionesse extendían a Cas~i-
Ila, Beai-rir y Mrica del Norte,,. 121 ario sigiiiriite, eri rriarzo dc 1583. la Iiiquisicih
dc lk1eiici;i drsciibrió a su vrz iiiia coiispiraciíiii eii la que estabari implicados rrio-
riacos y hrarneses (véaii Antonio DOMIM.[W:% ORTIZ y Beriiai-d VI<I.YT,Historia rlp
1n.s rnonsc.o,\. Ildo v trr~gzdz«d? WI(I m i m r i a . Madrid, b:d. 12liaiiza, 1984, pp. 62-63),
8"
hmploiia VI-% ~iitragáiieaalior-a dcl arzobispo d e Kiirgos, Sigiieriza scgiiía
drperidierido clc la metrópoli tolcdana y Torinsa, d r la de Tarragoria.
eri los sínodos pro\iriciales como el criterio seguido a la hora de
juzgar a los infractores era distinto en unos obispados y otros.
Mientras que la Inquisición aragonesa concentró su actiiación
en su único tribunal con sede en Zaragozi, la actividad de la jiisti-
cia episcopal sc dividió a partir dc las í~ltimasdécadas del siglo m1
en siete tribunales difererites. 1.0s procesos errianados de dichas
cortes cpiscopales, así corno otras noticias sobre la prrseciición de
la brujería y la siipersticiGri llevada a cabo eri cada una de las d i 6
cesis, constituyen la base principal de nuestro estudio. Pero antes
de detenernos en el ariálisis de los docurrienros centrados en di-
chos delitos, intentaremos trazar el recorrido seguido por los de-
legados episcopalcs para conseguir localizar a los autores de los
entonces llarriados .pecados públicos». Dicho iliricrario nos con-
ducirá desde las coiistituciories sinodales, a tra& de las visitas y
mandatos, hasta desembocar en el enjiiiciarriicnto de aquellos iri-
dividuos cuya conducta fiie objeto de una irivcstigación detallada
con vistas a la imposicióri de un castigo acorde con la supuesta gra-
vedad de siis acciones. Todo ello 110suponía sino la plasmaci6n de
la originaria labor episcopal de vigilancia o control de la diócesis,
Iabor pastoral que, como veremos en el capítulo que sigue, se acre-
centaría sensiblemente conio coriscciiencia de la Contrarreforma.

EL CONTROL DE LA DIÓCESIS: DEI. SÍNODO A LOS


TRIBUNALES

1,o.r I q e , ~.wn rugkls por las c-unluv se goi~iernnel mundo, y


unn medido de 1 o ~nccionus k u ~ n a n n para
s rl hurn obrar: Y assi,
s u r i ~de poco provecho el esfnbkcerlm en la Sinodo si no apli-
casemos todos lo5 medios paro sir observancia.
Sínodo de Barbaatrox'

La priricipal función de los obispos - q u e metafóricamerite


eran denominados también pastores- consistía en cuidar de que
ninguna oveja del rebaño hrmado por los fieles de su dióccsis es-
capase fiiera del redil construido por la Iglesia. Este cuidado o cu-
ra ~s@ritztal,se expresaba en primer lugar mediante la redacción

R'I
Sinodolr,~del obisi,l,«rlodu Bnr11ast1-o.1651. Zaragoza. BUZ. D. 21-
~~uuslilu&n~.s
120, fol. l.
de aquellas leyes qiie clebíari observarse eri el territorio encorrieri-
dado para sil gobierno. (;a& diócesis contaba con sus propias
coristituciones: éstas se aprobaban en los sínodos proviricides que,
prcsididos por el obispo, 1-eiinían periódicamente a los priricipales
representantes del clero, tanto secular como regular, para decidir
sobre las normas qiie regirían la \,ida de los Seligreses.
Aiinque se han coi-iservacloalgunas de las c~ot~stitztrion~c
sinoda-
1p.saragonesas de finales del siglo XV y primera rriitad del siglo
X\,T, la mayoría de las que kiari llegado hasta nosotros pertenecen
al período posterior al ~ériiiinode las reuriiorics del Concilio de
Trento. Fue entonces cuarido se irripuls6 la tarea pastoral d e los
obispos eri toda la pcníiisula, precisamente mediante la promulga-
cióri de los decretos tridentinos, que quedaron plasmados en las
constituciones aprobadas en cada diócesis. El contenido de las mis-
mas file repitiéndose, sin apenas variaciones, a lo largo d e todo el
siglo siguiente, lo c i d c o a d p v ó a la progresiva y coritiriuada ex-
tensión del espíritu contrarreforrriista. Si hubiera qiic destacar al-
go en estas leyes eclesiásticas seria, sin lugar a dudas, el fuerte ein-
peiio por establecer uria separacií)ii (por aqiiel entonces casi
imposible, dadas las teridericias más arraigadas de la religión po-
pular) entre los árribitos d e lo sagrado y lo profino. Eviclentemen-
te, el oejetivo era conseguir el control de aquellos aspectos consi-
derados sagrados. No puede decirse que dicha pretensión se
consigiiiei-a, ya qiie las resistencias a la religiim oficid todavía eran
muy fiiertes: basta con desenipolvai los dociirriciitos en qiie apai-e-
cen expresadas la opinión o las costiiriibrcs d e las clases popiilares
para darse cuenta del gran abismo cxistcnte enti-e lo qiie la Iglesia
predicaba y la religióri vivida por la inmensa mayoría.
N o obstrzrite, a pesar dc que diirante mucho tiempo siguió
practicáridosc <:l juego en el interior de las iglesias; d e que n o to-
dos los sacerdotes vestían la ropa talar; d e que, e n caso d e peligro,
las comadronas bautizaban a los recibn nacidos aun rio contando
con la autorización del obispo; de que eran riurrierosas las parejas
que convivían bajo el misnio techo sin liabcr cumplido con los re-
quisitos matrirrioriiales acordados en 'l'rento, etc., es decir, a pesar
de que la Iglesia rio lograba imponer sobre sil grey el dominio al
que aspiraba, lo cierto es que la infliiencia d e los nuevos decretos
trideriti~iosempezó a sentirse como una presión creciente que se
rriaiiifcstí) sobre todo e n el adoctrinarniento d e grandes masas de
poblacióii. ( h n o asegiira el historiador 1Ienry krrieri, .<amedia-
dos del siglo >;VI una gran parte d e los cristianos viejos [...] n o co-
nocían el Credo ni otras oraciones básicas de la Iglesia; a fines del
siglo XVII esa ignorancia era iriapreciablc.>~"'
Una de las Coriilas qiie adoptó el adocti-iiiamicnto postridentino
dentro de la canipaiia contra esa religiosidad popiilar qiie n o esta-
blecía una disliricióii clara critrc lo sagrado y lo profano (todo lo eri-
canii~iadoa la supcr\-ivcricia se consideraba d e algíln moclo sagrado,
p toda la cultura popillar se hallaba básicamente construida parci fa-
vorecer la supervivencia) fiie la liicha contra la Ilaiiiada sz~íJmtzción.Era
Cste un termino qiie la Iglesia había utili~adodesde antiguo, cuyo uso
se fiie ampliando v exteiiclierido cada vez más para referirse a
creencias y comportamientos muy diversos, ya que a finales del siglo
XVI incluía tanto a hechiceros, curanderos o adivinos como a qiiie-
nes ponían su confianza en los consejos dados por los niisnios. Tam-
bién se consideraban supersticiosos los clérigos que se apartaban
del ritual ordenado por la Iglesia. En realidad, esta intentaba nio-
nopolizar todo knómcno que rozara la sutil frontera con lo sobre-
natural, lo maravilloso o, simplcrrierite, lo extraordinario mediante
su sacralización, lo cual implicaba la apropiación de dicho tipo de
fenbrrierios, así como la traducción de una sigriificativa parte de la
realidad al lenguaje eclesiástico. En sil afán por hacerse con el con-
trol y la adrniriistración de lo sagrado, cualquier muestra de poder
excepcional que no se hallase en manos de los representantes de la
Iglesia, o qiie fiiera intcrprebda por éstos de forma dikrente, coris-
tituía una suerte de competericia que intentaba frenarse mediante
su prohibición y su calificación corno supersticiosa.
En las constitiiciones sinodales de la mayor parte de las diócesis
aparecía incluido un capítulo titulado De ~ortzlC@sen el que se de-
nunciaban las rriás variadas formas de siipersticih. N o siernpre se
repetía el mismo texto; cada sínodo provincial hacía hincapib eri a s
pectos diferentes, aunque siempre deritro del rechazo de cuanto se
hallase relacionado con lo que hoy en día incluiríarrios dentro de
la magia. 1Jn ejemplo de dichos capítulos, en el que se incidía e s
pecialmente sobre la importaricia de la supervisión eclesial para
distirig~iirentre lo qiie era supersticioso y lo que no, es el Titulo
XXYIIJ de las Conslili-cc.io.nesS i n o d u h del nhi~pndode Tmud (le 1627:

r i mina,^, las exhiban, y no curen por ~n.snlmo.c,ni


Lo.r que t u ~ l i r r ~no
usen super-sticion, n i maneras de adevinal:
Mandamos que ninguna persona, de cualquier calidad que
sea, haga nominas ni las trayga consigo; y quien las tuvierc no use
dellas hasta quc por Nos o riuesiro Vicario General scan vistas, y
las exhiba dcntro de q u i n ~ etlias, so pena de excomiinion mayoi;
y de diez cscudos; y teniendo, como se ha visto tencr, alguna cosa
dc supcrsticiori, o caracieres no conocidos, o que provoqiirri a ri-
sa, sc rorripan. Y so la mesrna pena, mandamos que riirigimo cure
con erisalinos, no siendo primcro vistos y exanririados por Kos o
riuestro Vicario General; ni iisc encarita~rieriLos,adevinancas ni
agurerias o hechizcrias, o de supersiicion alguna, so las penas del
Derecho; y so las mcsnias, riirigirrio los vaya a consultar, ni para sa-
ber lo que csta por venir ni sobre cosas hurtadas..''

xi
Sinodola ( I d Obis~~(/cdo
O'~~r~slilucionrt tlr ii)ru~/(I627), Zaragoza, Pedro Ca-
harte. 1628. Biblioteca LTriiversitai-ia rir Zaragoza (BUZ). D. 25-19, rol. 248.

184
Dicho capítulo constituía la,jiistificación teórica para la perse-
cución jiiclicial de la supersticibri en cada diocesis. Pero, al igual
que vimos al hablar de la Inquisición, para que la actividad de los
jueces fuera efectiva se hacía necesaria la colaboracibn del pue-
blo. La justicia episcopal se ayudaba de comisarios, que no eran
otros que los párrocos de determiiiadas aldeas; a diferencia del
Santo Oficio, no coricaba con un cuerpo especial de espías como
eran los llamados jamiliarts, pero todo cristiario estaba obligado a
denunciar a quienes hubieran ido en contra de alguna de las le-
yes aprobadas en el sínodo provincial. Para divulgar entre la po-
blación el contenido de las constitiiciones se redactaba un edicto,
el llamado Edicto de los Pi~cudos,que debía scr publicado cada año
el prirrier domingo de (haresma. Este era el período que la Igle-
sia consagraba especialmente a la periitericia. Según el edicto del
obispo de Barbastro, Doii Íñigo Royo,
«En todo tiempo, y particularmentr en rsie Santo de la Qia-
resma, que para cllo principaln~enteinstituyo la Iglesia Koniana, t<b
dos tierieii obligacion dc confessarse, y arrepentirse de sus prcados,
ha~ieridopenitencia dcllos. Y como los publicos sean mas gravrs
[...] y asiriii~rriocausan escandalo [...] y a Nos, como a pastor, [...]
toque y obligue m i r a por la salud dc nucstras obejas [...] castigan-
do los pecadores inrorregibles y rebeldes y obstinados, [...] porque
podamos aplicar el remedio en lo que hwiere necesidad: A vos los
sobredichos y a cada uno de vos dezitnos y extior-tiirnosy amoncs-
tamos quc todos los que supieredeis o Iiiivirrrdrs entendido algu-
na de las cosas infra.escritas [...]las manifesteis ante
11corihiuacibri seguía una lista de todo aquello que los fie-
les dcbían denunciar. Gracias a los edictos es posible conocer el
tipo de cuestiones que rriás preocupaban a los obispos, ya qiie
eran avisos dirigidos al conjunto de la población. i1 diferencia de
las constituciones sinodales, donde se detallaban todos y cada
uno de los aspectos de la vida cotidiana que debían ser regulados
por la Iglesia, los edictos se limitaban a resaltar los comporta-
mientos qiie merecían especial castigo. Entre Cstos figuraban
siempre el amancebamiento, la blasfemia, la usura y, no siempre,
pero sí muy a menudo, todo lo que se eiiglobaba bajo el tCrmino
superstición.
Las coridcnas de tales pecados, cuya gravedad consistía priri-
cipalmente en el hecho de ser corisiderados públicos y por ello
motivo de gran escándalo, no sólo figuraban en las constitucio-
nes sinodales y en el edicto que se daba a conocer anualriiente.
Otro medio utilizado para promover las denuncias de los misrnos
era la lectura del llamado Edicto de Irisita; como el mismo nombre
indica, sii publicación tenía lugar durante las ijisitas pastorulrs
que el obispo estaba obligado a hacer a su diócesis c.ada arlo,
aunque realmente -la1 y como ocurría con las visitas inquisito-
riales- dicha periodicidad no se cumplía casi nunca. Tampoco
era siempre el propio obispo quien efectuaba personalnierite la
visita, sino que en ocasiones actiiaban en sil norribre los llamados
vi.~itadores,los cuales eran nombrados jueces delegados por las
numerosas atribuciones qiie tenían asigriadas. Antes de recorrer
la diócesis, acoinpaiiado de un fiscal, un nola-io y un rinncio, el
visitador-recibía el itinerario a seguir de nianos del obispo; en él
figuraban algunas anotaciones referidas a ciertos pueblos en los
que había que hacer una iiivestigaci6n detallada de algún aspec-
to concreto. La visita era aniinciada previamente en cada lugar
mediante dos cartas del obispo: una estaba dirigida a los curas y
capítiilos, y otra, a los jiir-ados. El objetivo de la misiva enviada a
los eclesiásticos era que tiivierari preparados todos los materiales
de la Iglesia qiie iban a ser irispeccioriados. En cilanto a los.jura-
dos, su fimcióri era la de anunciar la visita al pueblo para que
i ~ l e r aprovisto el hospedaje y todos se hallaran dispuestos a estar
en la iglesia cuando el visitador llegara y leyera el edicto.
,:En qué consistía exactamenLe la visita pastoral de una pobla-
ción cualquiera? Hay que tener en ciienta qiie a lo largo del siglo
XV1 las visitas fueron haciéndose cada vez r r i h prolijas, tal y como
reflejan los textos que se han conservado y que dan cuenta de las
rriismas. Aun así, todas ellas constaban básicamente dc la lec~ura
pílblica del edicto; la visita de las iglesias, hospitales, ermitas y ora-
t o r i o ~de las casas particlilares; y, por último, la llamada zirita serre-
ta, que es la que a nosotros más nos interesa por sil r-eperciisióriju-
dicial, ya que no era sirio una autkntica iriquisici61i o investipcióri
acerca de la vida de los habitantes del lugar. El medio ~ltilizaclopa-
ra lograr la información deseada cra la insistencia sobre la obliga-
ciGn que todos tenían de denunciarse unos a otros Dar el bien d e
la Iglesia; transmitir dicha idea era el principal corrietido de los
Ediclos de V i d a . Según el qiie h e leído en la diócesis de Tarazona
en 1548,
*Los peccados pirblicos corriiinnlenii son e deven ser extima-
dos por mas graves e muy peligrossos, y i r 1 mucho mas daño y de-
trimento de la consciencia del prelado si disirnula ? no hace toda
su devida diligencia en los corregir y castigar: Por ende, asi por
descargo de niiestra conciencia como por lo que toca al bicn y sa-
lud espiritual d e nuesiras almas y conscicncias, lo que debeys y
sois obligados a dezir es L.. ]
La priiriera parte del edicto se dedicaba a repasar la vida d e los
clérigos; había qiie aciisarlos e n caso d e quc n o ciirnplieran bien
con su ministerio, o si daban nial ejemplo con sil coinportamieri-
to. A continuacióri se hacia mención de los seglares, incidiendo
especialrrieritc sobre si sabían de alguno que hubiera cometido
delito de herejía, siiperstición, sacrilegio, blasfcmia, amanceba-
miento o usura. El párrafo dedicado a la siiperstición decía así:
~ E s s oiriisriio si sabeys de algunas personas hechizrrias, erican-
taderas, agoreras, soriilegas o quc saben y usan hazer ligatiiras, riia-
lcficios, encantainientos, conjuros, cnxalnios, santiguando de rrial
dc ojo o cortando el h a ~ oo, segando ia rosa, o mal de culehrilla, o
encomendando el ganarlo y las citi-a.;cosas perdidas y entrando rri
cercos usando d e adevinos, prokriericlose a dczir las cosas perdidas
o qiie estan por vcnir. O si sabeis d e alguno.; que tengan algunos li-
bros d e corijiiros, supersticiones, heregias, o qirr esteri reprobados
en derecho o poi. la iglesia, o que traFn algunas iiorriirias breves al
cuello, o en oiria parte, las vcngais exhibiendo e riiosiraiido para
que sean visras y exainiriadas, y si son buenas catholiras o no.,,"
El mencionado edicto tuvo éxito; tal y como piiede leerse e n
las anotaciones sobre la visita pastoral d e aquel aiio, tras su lectu-
ra fueron presentadas varias denuncias contra una riiujrr; Catali-
na la Milanesa, que fue acusada de hechicería y de brujería (co-
rno sabemos, la distinción entre ambas era solamente percibida
por los expertos tratadistas que se ocupaban clel terna y n o por el
grueso d e la poblacióii). Según constaba en la deriuricia presen-
tada por el agujetero Juan Miinnoc, Catalina había practicado la
rriagia amorosa (4htlielina la niilaricsa [...] havia hecho cierta
echiceria a la muger clel dicho sastre para hazer venir dicho su
marido que estaba abseriten); por sil parte, Garcia de Alniacari, tr-
jedor de liemos, manifestó haber sido curado (erisalrriado) poi- la
acusada d e dolor d e muelas y, a tenor d e las declaraciones d e Pe-
dro de Elvira, se hallaba corriímrrieritc admitido que Catalina era
xensarmadera publican. Hasta ahí las acusaciones d e hecliiccría.
Pero, adenilis, el rnismo Juan Munnoc aseguraba,
q i i c Joan Peres, yerno de la dicha p l i a n a , dixo y conleso a ri-
te deposantc que una noche. estarido r r i Agreda, ya que se queria
acostar, lo hizo vcnir su suegra a esia ciudad con una hcchizeria, y


Edicto de visita dcl ohispo d e Tai-a~oiia,,Jiia~i Goiizález dc Miiii6hrega. 111-
cluida cn la visita pasroral del aiio 1548. ALYI', (1. 7, 1 .cs. 5, 11226,
hls. 3-6.
'"biduni. fol. 5.
que lia\,iavenido cn aire, sin tocar pies eri suelo [...] y que se lo con-
to a ellos y le.; dixo esto: la bellaca de mi suegra lo ha hecho con sus
artes, que y o la tengo por una grande broxa y liechizera.~~""
Así pues, como decíamos al principio, la italiana era acusada
no sólo como hechicera, sino también como bruja. Ello revelaba
la mentalidad de la gran mayoría, para quien dichos adjetivos
eran utilizados más como insultos que como definiciones propia-
mente dichas, y para quien la posibilidad de realizar hechos con-
siderados tan extraordinarios como curar o conseguir cl amor de
alguien, se asociaba facilmente a prodigios tales como el de poder
volar o hacer volar a otros.
1)csconocemos lo que ocurrió después. Acerca del paradero
de (htalina sólo se conservan las denuncias, así corno una breve
mención a la intervención del Santo Oficio, por lo qiie supone-
mos que f ~ la~ Inquisición
e quien acabó por hacer-se cargo del
caso. De cualquier modo, edicto y denuncias eran dos hechos iri-
separables. Tal y como ocurría ante la lectura de los Edictos de
Gracia inquisitoriales, eran muchos los que corrían a autode-
nunciarse aritc el obispo o sus represeritaritcs tras la lectura del
Edicto de Visita, antes de que otros vecinos lo hicieran, espe-
rando así ser perdoiiados y no incurrir en la ternida excomii-
nión. En otros casos, el poder de la fama pública era tan fuerte
que, más que como una acción voluntaria, la autodenuncia podía
llevarse a cabo como una reacción ante el temor de un castigo in-
minente, tal era la influencia y la autoridad que la Iglesia demos-
traba ejercer sobre la conciencia de muchos de sus fieles. Un
buen ejemplo de la actitud descrita es el testimonio de la corifc-
sión de amancebamiento hecha por Jaime Pérez en 1594 ante e1
arzobispo de Zaragoza, Alonso Cregorio, quien por entonces se
hallaba realizando personalmente la visita pastoral a la diócesis:
<.Epila.A quinze dias del mes de septiembre de mil quinicn-
tos noventa y quatro alios, estando su Señoria Ilustrisinia eri visi-
ta de la villa de Epila, anie la presencia de su Ilustrisiina wrripa-
recio Jayrnc Perez, vezino del lugar de Urrea de Xalon, el qiral,
sierido preguntado por su Ilusirisirria cerca dc lo que se ha reve-
lado c«riforrne a los edictos de visiia que se publicaron en la pa-
rrochial de dicho lugar de Urrea de Xalon de que csta infamado
con Pascuala del Cosao [...J dixo qiie es verdad que entre los dos
ha avido amistad dr ires arios desta parte. y que de la amistad que
entre los dos ha avido hii riascido un niiio [...] y que en el lugar
estan escandalizados destr negocio y se rriurrriura del, y quc esta
aparejado de enmendarse de aqui adelarite.~~'"'
Tras la comparecencia de los infractores, lo 1112~común era
que cl obispo, o el visitador en su noiiibre, expresara solcrrinc-
mente la prohibición de repetir el corriportarriicnto denunciado.
Dicha actuación se conocía como mandato o n m ~ d n m i ~ n t así,
o ; los
mandatos constituían una fase intermedia entre las coristitucio-
nes siriodales y los procesos judiciales, los cuales se iricoabari so-
lamente en los casos en qiie se hubiera hecho caso omiso del
mandato episcopal o en aq~kllosconsiderados especialmente gra-
ves. En el ejemplo anterior,
%SuIlustrissima le mando que, so priia de esco~riuriiony de
cien ducados para gastos fiscales y de guerra coritra infieles por
cada vez quc contravinicre a lo que aora se le nianda o parte de
ello, rio entre en casca dc la dicha Pascuala del Cosso, ni de Iiigar
que ella entre en la suya del, ni dcbajo de un cubierto ni otro lu-
gar sospechoso, ni la Iiable a solas en piiblico, ni en secreto, ni la
envie recados, ni aya entre ellos otra corriunicacion chica ni gran-
de, para que cese el escandalo que dello resulta [...] el qual acep-
to de muy buena gana este dicho niaridato.*'"

Desde nuestro actual punto de vista, este tipo de actuación


episcopal significaba un férreo control sobre la vida privada de
los afectados. Pero debemos tener en cuenta, por un lado, que el
concepto de vida privada rio existía tal y como hoy lo entencle-
mos, y por otro, que la fórmula de los mandatos constituía en
realidad por parte de los obispos un medio de ejercer su derecho
ajuzgar sin recurrir desde el primer momento a la formación de
procesos judiciales. Por el contrario, los mandatos otorgaban a
cuantos transgrcdían las leyes eclesiásticas un margen de con-
fianza desconocido en otras instituciories.ji~diciales.
Refiri~ndonosde riuevo al problema de la superstición, cono-
cemos solamerite dos ejerriplos en los que aparecen denuncias o
corriparecencias de acusados por dicho delito acorripañadas del
mandato correspondiente. Sin embargo, el hecho de qiie un
asunto que, eri opinión de los demonólogos del momento, cons-
tituía un problema tan grave, pudiera ser resuelto por una simple
recoiivencióii, en priricipio es motivo suficiente para llamar nues-
tra atención. 1.0s mandatos constituían uria arrieriaza, pero a la
vez, tal y conlo hemos visto, una forma de coiicedcr el perdón, lo
que, ya de entrada, aniincia uria actitud condescendiente respec-
to al delito d e la que nos ocuparemos con más detalle cuando
analicemos los procesos judiciales e n el capítulo siguiente. Las
dos denuncias por supersticióri citadas tenían relación directa
con la visita del obispo Alonso Gregorio a la arcliidiócesis de Za-
ragwa. Según la primera d e ellas (que figuraba justamente a cori-
tinuación d e la confesión d e +mancebamiento a la que ya se ha
hecho mericióri) tambihi e n Epila, el quiricc d e srptiernbre de
1594, es decir,
<<El mrsiiio dia, incs, ano y lugar [...] corriparecio pcrsonal-
mente h n a la Avengala, vecina del Iiijiar de l!rrea de Xalon, la
qual, por temor dr las censuras del Edicto de la Visita 1 ... 1 dixo
que Anna la Ferrera, viuda, 1 ... 1 es hccliizera [...] 2'
Ante ello, el oficial del arzobispo hizo coniparecer a la acusa-
da, tras lo cual,
<<hizo
mandamiento qiir so pena de cxcomunion y destierro
desir Al-<obispadopor diez arios, y de veinte csciidos [...] no ussr
ni haga ningunos hcchizos, ni enseni a riiriguiia pcrsona aora ni
en tiempo alguno a hazcr dicho oficio d r Iiecliizera. Prcsentr la
dicha Ana la Fer-rera,la qiial acepto el d i c h o rriaridamicnto y pro-
metio no conira\rriii. etc.>,'"
Quizás lo mas interesante de todo sea que en el niargeri iz-
quierdo del plirrafo anterior figuraba uria breve nota: <cDixoel vi-
cario a 4 d e X" 1396: Es cosa de poca c.onsideracion.* Estas cinco
palabras revelaban iina actitud real ante los asiintos relacionados
con la magia que veremos repetirse e11 un buen riúiricro de pro-
cesos y que se hallaba bastante alejada d e la postura teórica traris-
mitida por las coristi~ucioncssinodales de cada diócesis.
El segundo ejemplo se refiere a la localidad turolense de Hí-
jar, ciiya,jiii-isdiccióii, como ya dijimos e n el capítulo anterior, co-
rresporidía por entonces al arzobispado de Zaragoza. En esta oca-
si611 desconoce~riosel origen de la denuncia que, evidentemente,
fue por hechicería, pero, a cambio, contamos con una detalla<ia
información acerca del interrogatorio for.rriiilado a la acusada,
iiria mujer llamada María Lázaro, cuyo oficio era el d e coniadro-
na. Dicho docurrierito nos habla clirectarrieri~ed e la forma e n que
este tipo d e acusaciories eran recibidas por los encargados d e la
jiisticia episcopal:
«A 23 rde nobienlbre riel ario 1597, en la villa de Ixx, dicho Se-
rior Olíicial inai-ido llamar ante si a Mal-ia Lazaro, comadre, habi-
tante en dicha villa, a la qual interrogo por las preguntas siguien-
tes. Prinierameilte quanto lia quc vibc en dicha villrz, y dixo que
toda su vida. Preguntada que cuanto ha qiie haze officio de coriia-
dre, resporidio qur a 4 iiños. f'rrgiiriiatla si riir-a algunas erilrrme-
tlaclis, resporidir) qire cura de nial de peclios y hertolas a los niños.
y q i ~ easiiinisriio,
, usa de una oracion para curar oti-asenfermedades
mediante la divina gracia. Preguntada diga las palabras que dize,
respondio corno se sigue: Jcsiis nacio, Jcsus murio, Jcsus resucito,
assi como esto cs verdad, lo libre dcstc daño y mal. Santa h a pario
una Virgcn. y la Virgcn a Niicstro Señor. Pregiiritada si liaze algu-
nas scñalcsjuntainerite con esto, respondio que tan solarrirrile ttr
ca con la rriario el lugar- doride tit.rie e1 ~rialo el rloloii I'rrgiiriiada
si aplica jiiriio con esto algiirias niedicirias, respondio que no, inas
de qur tiene tlebocioi-i en las dichas palabras y que con ellas se sir-
be Dios de dar saliid a los enfermos a quien las dizc. Prcguntacla si
crehe que por oti-as palabras seni~jantcsde dcbocion daria Dios de
la mesnm inanera salud a quien cura. aunque no f ~ ~ e s clanmesirla.
respondio qiic cnticndc que de la rncsma manera ciiraria con otras
palabras. aunque la resporidieiite tiene de1)ociori i r i las qiir tia rr-
ferido. Pregiiritad;i si ari c-iirido siempre los erifrririos liahirrirloles
dicho las palalxas qiie ha rrlrr-ido, respondio que con la divina gra-
cia sirriipre los ha hallado buenos despues de haberles clicl-io di-
rlias palabras. Preguntada si ha llebado interese por curar de la n m
nera arriba dicha, respondio que no. en ninguna n1a11era.n'"
Debido a la fiicrtc iricitacióri a la deriuricia q u e caracteri~abalos
edictos episcopales, la justicia eclesiástica ordinaria t a m b i h prctcii-
dió utilizarse corno 1111instrumento d e las rencillas personales. Sin
embargo, los resultados n o fiieron tan satisfictorios para quienes
querían vengarse d e sus erieniigos como los obtenidos por medio d e
otro tipo d e tribunalcs. E n primer lugar, porque las acusaciones di-
ficilinente ciilminahan e n prisión y juicio, y m u c h o menos e n con-
denas severas; y, e n segundo lugar, porque, n i k q u e la simple
coristatacióri d e las acusaciories, interesaba a los representantes epis-
copales la averigiiacih acerca d e la religiosidad d e los acusados y d e
los móviles q u e los liabian llevado a actuar. IJna d e las ci~estiones
que más preocupaban los,jueces episcopales e n relación con el de-
lito de superstición era 1;2vigilaricia d e los posibles engarios y abiisos
económicos pi-ovenieiites d e quienes tenian fama d e hccliiccros, lo
ciial ya se advertía e11 el interrogatorio anterior, así como en el man-
dato siibsi<piente:
«Y con esto 1 se reficrc al interrogatorio] dicho Seiior Official
le hizo iriandaniierito que no use dc ensalmos ni hecliicerias para
curar, y siempre que por su deboriori tlixew las palabras que ha re-
ferido a algun enfermo, lo aga de balde y por amor de Dios, y sin
dar a rriterider que, por dccirlas assi o por otra causa, de parie sil-
ya cura. so pena de ciriquerita ducados y otra penas arbitrarias,
presente la dicha, la qual acepio dicho ~riaridato,ex quibus, C ~ C . - ~ '
El último resorte para el control de los fieles lo constituían los
procesos judicides. El proccdimiento seguido por los obispos no se
diferenciaba apenas del practicado por la Inqiiisicióri. Por ello,
herrios creído innecesario dedicar un capítulo a la descripcií~n
del mismo. Tanto los inqiiisidores como los obispos se basaban en
el Derecho Canónico, con lo que básicarrierite la estructura dc los
procesos seguidos por ambos era la misma. Según el Estilo Y modo
de procedo- m el Conszsto~ioEclessiaslita 3; Metropolitano de la í h d a d de
(,'arngnp, ex los procesos mas ordinmios que por el se Ilman ..., la forma
de instruir iin proceso crimiiial era la siguiente:
<<Este processo a veces se inchoa por via de apellido, y en tal
caso se da el apellido, y el que lo da jura que es verdadero, y no
fingido, y firma las costas &c. y el j u e ~se rriarida informar sobre
el, y rl actor tiaze el c u m constet; y si ay sufficiente probarica, el juez
provehe la capciori; y presso el reo, cl accusante le haze su de-
manda criminal, y,jura que es verdadera y no fingida prout s u p r a y
se assigna a interrogar al reo. O si no, se concede cit.dcion crimi-
rial, y aq~irllaintimada y reportada, y dadas las tres gracias, si el
reo no cornpareze, se excorriulga cunt toto c u r m m ecdesiae y se pasa
adelante contra el haziendo las iritirrias necessarias a las puertas
del consistorio, y se le haze su processo de absericia.
Si comparece, se Ir da la demanda, y jura el accusante que es
verdadera y no finigida &c, y se asigria al acusado a ser interroga-
do, y avicndolo interrogado, el actor haie fe de la intcrrogacion,
que r b loco litis rontestationis, y se le asigna a actor a provar, y se le
dan quz~~c-letim (ii~.s pro omnibus dilntionibus; y treynta por las tres
prorrogaciones, diez por cada una y decern ex. oficio. Y despues de
aver provado, y publicado el accusado, se le desigria al accusante,
o actor, il coritradezir quoad aúiectn testium, C+ i n s ~ u m r r ~ t o r u rt n m
tum, y se le conceden para rlar su cedula dos dias pro quoliúet test?
~ z t o11quinderirnprn ornnilnis dilaticvnibus, y otros quin-
& i ~ ~ s t r z ~ r n e&c.
/e pro o~nnibz~spro~t-ogationihus, y en este contradiciorio puede abo-
nar sus testigos. Y cle~purs,el accusado puede dar abonatorio de
sus testigos, y se le asigna un termino breve. Y ultiiriarriente se as-
signa a las partes a renunciar y coricluyr u1 s11pra.s""
Dicho texto no era sino un resumen muy abreviado de las di-
terentes etapas de una causa criininal, que hacía especial hinca-
pié en los plams de que disponía cada una de las partes antes de
dictarse la sentencia definitiva. El ofiellido era la llarnada formal al
reo, que la Inquisición denominaba clamosa. La calificación inqni-
sitorial no existía corno tal, aunque también se hiciera un examen
detenido de los hechos. En cuanto al resto de las etapas procesa-
les, no existía ninguna diferencia con respecto a las que corripo-
nían una causa inquisitorial; con la excepción del secreto practi-
cado por el Santo Oficio, el procedimiento utilizado por ambas
instituciones era practicamente el mismo. No obs~ante,por lo ge-
neral se hallaba admitido que la justicia episcopal era mas suave
que la inquisitorial. El mismo tribunal de la Inquisición así lo re-
conocía, como ya pudimos ver en la carta que el Consejo de la Sii-
prema enviara en 1537 al inquisidor Juan Gorizále~.En ella se
comparaban ambas jiirisdicciones, calificando a la inquisitorial de
+yzio mas strecho y de mayor infamya, y donde tienen [las par-
tes] menos aparejo de defenderse pues no se les dan los nombres
de los testigos.,)'"Aunque la ejecuci6n de las sentencias episcopa-
les se hacía también en público, el conjunto de la sociedad consi-
deraba que la deshonra que los castigos de los obispos acarreaban
era menos grave que la que llevaba aparejada una condena a ma-
nos de la Inquisición.
La dureza de las sentencias decretadas por los jueces episcopa-
les variaba dependiendo de la consideración de la gravedad del
delito, pero no existía la gradación inquisitorial que establecía una
separación entre los sospechosos leves, vchcmentes o violentos.
Una de los rasgos más característicos de la justicia episcopal, por
lo que hemos podido comprobar en los procesos analimdos, era la
frecuencia con que muchos juicios quedaban sobreseídos tras con-
siderarse que faltaban pruebas suficientes para poder pronunciar
una sentencia definitiva. Segíln constaba en las constituciones si-
nodales del arzobispo de Zaragoza, Antonio Ibáñez de la Riva, ha-
ciendo referencia a los llamados processus de causas criminales,
*Otro si, porque en muchas de estas causas importa al biien go-
vierno dc la Diocesi que se dilate la Sentencia, o que rio se pronini-
cie, sitio qiic qiiederi los Processos suspensos, no tengan obligacion
nuestro Vicar-io General, y denias Ministros, de pronunciar en di-
chos Processos Criminales, sirio qiiiirido les parecierc ser preciso y
ncccssario o conveniente a la r m a adniinist~acioride la ji~sticia.~~"~
Oii-a prueba del interGs por ((la recta administración d e la,jus-
tician, era la frecuencia con que las sentericias se dilataban. De he-
cho, muchos procesos se alargaban durante meses y meses en bus-
ca d e testimonios que pudieran arrcjar luz sobre los hechos. Ello
resulca especialmente aplicable a los juicios por brujería y supers-
ticiOn ya que, en opinión de los obispos, eran deliios de dificil avc-
1-igiiación.La justicia eclesiástica por lo general, y muy particiilar-
mente la episcopal, n o mostraba ninguna prisa por la resoliicióii
de las causas que iniciaba; muy al contrario, recomendaba calrria y
sosiego a la hora de decidir. Tal era la principal recoirieridación de
la constitiicióri siriodal del arzobispo d e Zaragoza, Juan d e Ce-
brián, dedicada a establecer- cómo debían juzgarse dichos delitos:

Les encargainos granrlrnieriir q1ie exatrii~iensi ay Brujas, Hc-


chiceros o Supersticiosos, advii-iieritioqiit., vorrio son delictos quc
siempre se cometen de noche y en serreio, s o n m u y dificultosos
dc averiguar y bastan, segun derecho, congetiiras r indicios vehe-
rrierites para castigarlos. Y hecha informacion de los dichos delir-
i o s , rrrriiiirari 10s reos y proccssos a Niicstro Tribunal, para que se
exaniinr con rspacio la causa, guardando los tiempos y terminos
de los <:riniinrsy lo dispuesto e11 los Sagrados canon es.^^""
En cuanto a la coiiiposicióri de los triburiales episcopalcs, al
igiial que decíamos al hablar de los iriquisitoriales, hay que hacer
una primera distiricibn entre los jueces y los ministros ti oficiales.
Aiirique era el obispo o arzobispo quien poseía el derecho a j u ~ -
gar-, delegaba en el llamado uicario gmurccl o $nvvisor, el cual estaba
obligado a pedir conse-jo al obispo e n los migocios arduos-, así
corno e n las causas de inmunidad y en las criminales""'. Al,juez, o
vicario general del obispo, le seguía, e n orden de irriportaricia, cl
visitador, quien, corno ya dijimos, era nombrado juez delegado en
aquellos liigares donde se ericoritraba realizando la visita, piidieii-
do resolver litigios y atender a las denuncias que se presentasen
coriio si del propio obispo se tratara. h continuación se situaba en
el orden jerárquico el promotor o $?-ocuradmfiscal cuya furicih, al
igual que la del fiscal inqiiisitorial, era la de actuar corno acusador
público. Su papel se veía coritrastado por la figura del llamado u b u
gado y procurador de pobres, encargado de defender y patrocinar *las
causas de los pobi-es, viiidas y huerfarias, que no tuviereri con que
defenderse*"". En realidad, tal y corrio se advierte tras la lectura de
muchos procesos, éstos no consistían más que eri un prolongado
debate entre el fiscal y dicho abogado o procurador. Por debajo de
dichos oficiales estaban los llamados notarios d~ la curia eclesiastictz,
los nuncios o algunciks, encargados de las prisiones episcopales, el
alcaide o rnrcelmo, y otros cargos secundarios.
A pesar de que tanto los procecliriiieritos judiciales corrio la
composición de los tribunales episcopalcs e inqiiisitoriales eran bá-
sicamerrte los rriismos, hay que tener en cuenta que la justicia epis-
copal estaba mucho menos centralizada que la iriquisitorial: todos
los iriquisidores dependían en íiltimo término de las decisiones
que acordaba el Cons-jo de la Suprerna. A ello podr-ía objet.arse
que tanibiéri los obispos se hallaban supeditados a la voluntad pa-
pal y a lo dispuesto en los Concilios. Sin embargo, el control de los
tribunales episcopales rio era tan directo como el de los inquisitc-
riales; co111o ya dijimos, el obispo actuaba en su territorio cn mii-
chos aspectos como un auténtico señor. Además, el riúmero de d i 6
cesis cn el territorio peninsular era mucho mayor que el de
distritos irrquisitorialcs; ya vimos cómo, por ejemplo, en h a g ó n ,
existía solarriente un tribunal iriquisitorial con sede eri Zaragoza,
mientras que los tribiinales episcopales eran siete a finales del siglo
m. Como consecuencia dc la descentraliiacih de la justicia epis-
copal, hallaremos diferentes criterios en cada una de las diócesis a
la hora de,juzgar los mismos delitos y también seremos testigos de
tina mayor variedad en las formas procesales dependiendo de los
triburialcs. Pero dicha variedad no era Cr~ltosoLamente de la exis-
tencia de múltiples centros de decisión; como comprobarenios a
contin~~ación, se producía asimisrrio en el interior de cada tribii-
nal. Uno de los principales rasgos de la justicia episcopal era pre-
cisarnente su ductilidad: cada proceso era diferente en función del
caso concreto del que se ocupaba y de sus características peculiares.
Mientras que la mayor parte de las rioticias que poseeerrios sobre
la justicia iriquisitorial proceden cic los resíirnenes o relaciones de
causa redactados por los mismos inquisidores, las fi~entespara el c e
riocimiento de la justicia episcopal provierien directamente de la
actuaciónjiidicial original, ya que se hallan constituidas por los pro-
cesos, cn su mayoría coinpletos, qiie fucron incoados por los repre-
sentantes cle lüjusticia en cada diócesis. Se trata, por tanto, de un iri-
gente conjunto documental que puede abordarse desde sriuy
difereritcs puntos dc vista. Los procesosjudiciales eri general, y muy
especialmente los procedentes de la justicia episcopal, coristituyen
un excelente medio para conocer la mentalidad, las costumbres e
incliiso los sentimientos de sus protagonistas. Dichos aspectos serán
materia de reflexión en la segunda parte de este estudio. Por cl mo-
merito, nos liniitaremos a analizar aquellos rasgos relacioriados de
modo más directo con la persecucih a través de los datos que nos
proporcionan los textos qiie han llegado hasta nosotros.

LOS PROCESOS DE BRUJERÍA Y SIJPERSTICTÓNINCOADOS


POR LOS OBISPOS ARAGONESES

Según la solernric bula coricedida por el Papa Sixto 17, los obis-
pos, al igual que los inquisidores, debían ocuparse de modo muy
especial de la pcrsecucióri de todo tipo de supersticiones. La tri-
ple labor ericomendada consistía en indagar acerca de las mis-

11r2
Bula Codi rl I h r c ~ otorgada
, por e1 Papa Sixto V cn 1585 contra la astrolo-
gía y la superstición. En palabras dcl historiador Herrry Charlcs Lra. <<enclln de-
nimciaba la astrología y todas las clerriás clases de adivinaciiiri, todos los ericanta-
riiientos mágicos. la itivoraciiiri y consiilta al demonio, el abuso de loa sacrarnciitoa,
cl pr-elesidido apresa~riieritodc deirionios c11 anillos. espejos p redornas, la obte~i-
cióri de rcspueslas de mujei-esdenioniacas, lisifáticns o fariáticaí; y orderiaba a todos
los prelados, obispos e inquisidor-eaperseguir diligentemente y castigar a los culpa-
bles.>>1,a bula rlo fue hirn acogida poi- la Iriquisicióri, quizás por temor a la conipr-
mas, instruir procesos en su contra y finalmerite aplicar un casti-
go a los culpables de practicar lo que aparecía definido como
«dañadas, vanas, eiigariosas y perniciosas artes y sciencias,,"". No
todas las fases prescritas por el pontífice se cumplieron, sin em-
bargo, con igual celo. Por los tes~irrioniossobre la actuación de
los obispos en territorio aragoriis sabemos de la diligencia en la
bíisqiieda de intormación, del menor interés por el procesa-
miento y de la casi inexistencia de castigos proporcionados a la
supuesta gravedad de los delitos descritos.
Sin descartar la posibilidad de que en el fut~irose hallen nuevos
procesos, los localizados eri Aragón hasta el rriorricnto son tan esca-
sos corisiderando la exterisi6n del territorio y el amplio límite tern-
poral al qiie nos referirnos, que hemos decidido incluir tarribih en
nuestro estudio los incoados a lo largo del siglo X\íII puesto qiie,
además, la casi totalidad de los rriisnios se enmarcar1 dentro de las
dos primeras décadas de dicha centuria. Con todo, la suma total de
procesos es de cuarenta y dos, cifra incomparablerriente menor que
la arrojada por las causas provenientes del Santo Oficio. Sólo entre
1497 y 1610, sabemos de la existencia de riovcnta procesos iiiquisi-
toriales y el elevado riúmero de los niisrrios constituye uno de los
principales motivos para excluir del presente trabajo los correspon-
dientes al siglo XWI. A q í como poseerrios abundantes noticias de la
persecución de la brujería y la superstición por el tribunal inqiiisi-
torial de Zaragoza a lo largo de todo el siglo X\l (y aun desde fina-
les del XV), la justicia episcopal concentró su actuación en las últi-
mas dicadas del siglo XlrI y comienzos del XViI, lo que coincide con
el niayor auge de la «cara de brujas. en el resto de Europa. Sólo he-
mos hallado un proceso episcopal anterior a 1560: el abierto en
1308 contra.Juari Gabriel por hechicería, sortilegio, riig~ornanciae
invocación de demoriios. Ello no debe extrañarnos si tenemos en
cuenta que, así corno la Inquisición había resiirgido cori fuerza a fi-
nales del siglo Xl;, la organizacióri diocesana se encontraba muy des-
cuidada en toda la península hasta que la recepción de los decretos
tridentirios imprimió u11 nuevo dinamismo a todas las actividades re-
lacionadas con los obispos, entre ellas la,judicial.
Otru hecho que sorprende a la vista de los procesos es la irie-
xistericia de causas procedentes de los Obispados de Jaca, Tarazo-

tcncia de lajusticia cpisropal, y por- ello sil publicación eii castellano sc posteigi, tias-
ta 1612 (vrasc Hriir-y Charles LFA.Hi~toriu(IP la Inyuiciticin c~.~,fml,arjrilu,
vol. 111, p. .577).
No obstante, en el Obispado dc Tararoria sc conserva iiiia versión mariii.;crita y fe-
chada a 10 de octiibr-e de 1586. lo qiic rriiics~r-ariria vez m i s I ; i pi-eucupacióri d r los
ohispos ar+yneses por cste géiier-o de delitos (véase ADT, C. 7, Lig. 7, n5).
LOS
VCase la Bula citada.
ria y '1Crisel. cuanto al tribunal de la sede jacetai~a,iin motivo
liipotktico que podría explicar dicha ausencia es el gran interés de
la justicia seglar por. la perseciicióii de la brujería en aquella zona,
así como la rapidez con la qiie actii6. Como tendremos ocasión de
comprobar eri la relación d e los procesos instruidos por los jueces
seglares eri Aragón, la mayor parte d e ellos tuvieron l ~ ~ g en a r lo-
calidades pirenaicas deperidieritcs d e la diócesis d e Jaca. No obs-
tanle, aunque dicha explicaci0n fiiera válida, n o sería suficiente ya
que, en primer lugar; los datos sobre la actuación de la jiisticia se-
glar son muy incorripletos (con toda seguridad, además de los cori-
servados, f~serorirriuchos más loi procesos seglares incoados eri
Aragón por brujería) y e n segundo lugar porque, por lo general,
la jiisticia d e los obispos solía ocuparse más de delitos relativos a
las supersticiones en u n sentido arriplio que d e la brujería propia-
mente dicha. cualquier caso, n o seria clescabellado pensar en
un desiriter6s real de los obispos jacetanos por la persecución de
dichos delitos teniendo e n cuenta la actuación judicial de otras
diócesis como Albarracíri o Barbastro, donde solarriente se han ha-
llado en ambos casos tres causas en el lapso de dos siglos.
Por lo que respecta a la diócesis d e Tarazona, n o hemos eri-
coiitrado rlirigún proceso, pero sí uria copia manuscrita de la bii-
la ya citada que Sixto V prorriulgó en 1586 e n contra d e la astro-
logía y la siipersticiór~.Contamos aderriás con la denuncia de
(Iatalina la hGlariesa, qiie e n 1348 fbe acusada de hechicería por
varios vecinos al visitador del obispo de Tarazona, auriquc final-
rrierite terminó siendo juzgada pc,r el Santo Oficio"". Ello revela
a primera vista uri rriayor interés por la información y el cuidado
pastoral que por la activiclad,juclicial. A diferencia d e las otras jiis-
ticias (iriquisitorial y seglar-), cuyo único fin consistía cri juzgar, la
carea principal de los obispos estribaba e n la predicación y el
adoctrinaniieiito, y por ello no siempre la iriforrnación acerca de
los pecados o delitos cometidos eri su diócesis tenía como rcsiil-
tado el enjuiciamiento de los afectados.
Eri cuanto a la diócesis turolense, según el Edicto dr lo.c P m ~ d o ~
de 1588, que figuraba e n las Constitucioiies Sinodales de 1627,
era obligacióri para todos los fieles acudir al obispo, vicario gcne-
ral o visitador «si saben que algunas pcrsonas inducidas por cl De-
monio sean Rriixas, o IIechizcras, y traten y usen dc hechi7erias,
supersticiones y ericaritaiiiientos, con obras o palabras, e n gran

1111
1.548. IZDT
Visila pastoral dcl ohispo d o n , J i i a r i Goiizálrr d r Mtiii6hr.e~;~
C. 7 , k g . 5 , n u 26. k~l.76.
desacato d e la honra d e Dios.>>"'"
Pero a pesar de la preocupación
por el prublcrna manifestada por los prtlados tiirolenses, n o he-
rnos hallado hasta el momento riirigún testimonio d e la persecii-
ci6n e n todo el obispado. Hemos de deducir, por tanlo, que la ac-
tividad de la justicia episcopal en relación cori los delitos de
brujería y superstición debió de ser rii~icfiomenos intensa qiie la
llevada a cabo por la Inquisicióri y por la justicia seglar.
A diterericia de los procesos iriqiiisitoriales, en ninguna d e las
caiisas episcopales apartce mención alguna a supersticiones jiidai-
cas y auriqile tres de los reos eran nioriscos, dicha circiinstancia no
pareció influir en el ánimo de los jueces a la hora de dictar serileri-
cia. Ello revela el distinto carácter de la persecución episcopal con
respecto a la inqi~isitorial:evidentemente, el Santo Oficio se hallaba
más ericarriinado a conseguir deteriiiiriados objetivos de índole po-
lítica y social que propiamente religiosos. Otra diieseiicia serisible
en comparación cori las causas inquisitoriales es la iniposibilidad de
establecer uriri clasificación qiie divida a los reos por brujería de los
juzgados por otro tipo de supersticiorics. Si bien es cierto que en al-
gunos procesos episcopales aparecen aciisaciones de br~ijería,estas
no siempre se corresponden con el prototipo clásico qiie incluía
pacto cori el demonio y asistencia al aquelarre. Por lo general, las
rriiijeres aparecían deno~riiriadascomo brujas y hechiceras, rriieri-
tras que los hombres eran calif cados íinicaniente de hechiceros o
nigroinarites. No obstante, ello no significa que los hombres nunca
fueran considerados brujos. Dicho tbrrriino, que aparecía aplicado
más bien conlo un insulto, se reservaba para ciertos iridividuos con-
siderados daiiirios por toda la comunidad. Eri resumen, podeinos
afirmar que, aunque en determinados casos se hiciera uso del tér-
rnirio hujmia, la mayor parte de los procesos episcopales no f~ierori
iricoados por dicho crimen e n uri sentido estricto, sino por el de su-
pmtición, que poseía coiiriotaciones mucho más aniplias.
Al igual que ocurría en las cansas inquisitoi.ialcs por siipersti-
ción, el riíiiiicro total de procesos iricoados a varones (23) es sii-
pesior al de caiisas contra rniijerrs (18). Dichas cifras son relativas
si tenemos e n cuenta que, así como las aciisaciones contra varones
eran por lo corriúri individuales, una acusaciGii contra tina mujer
llevaba consigo c.on frecuencia rrik y rriás aciisaciones contra otras
niiijerrs relacionadas con aquélla, ya fiiei-a por vínculos fiirriiliares
o de simple aniistad. Ello acrecienta el núniero de reos femeninas,
pero no el de casos o de situaciories conflictivas. Un buen ejemplo
de ello fueron los graves enfrentamientos que tuvieron Iiigar en
1.591 en la localidad turolense de Peiiarroya de Tastaviris; corno
consecuencia de los rnisnios fueron iricoados cinco procesos a
otras tantas mujeres, cuatro dc ellas pertenencientes a la misma fa-
rriilia y acusadas de brujas y hechiceras. Siis juicios h e r o n final-
mente sobreseídos, pero arrojaron un total de más de 550 folios
repletos de investigaciones por parte del tribunal del arzobispo de
Zaragoza sobre un conflicto que afectó tanto a hombres corno a
mujeres, aunque sólo estas íiltimas figurasen conio acusadas.
Una parte significativa de los varones,juzgados por superstición
pertenecía al clero. Así, por ejemplo, cirico de los sicte reos apresa-
dos por tal delito eri cl Obispado de Huesca eran presbíteros. Como
ya señalamos al hablar de la Inquisición, ello se explica por la supe-
rior formación cultural de dicho colectivo, su farriiliaridad con lo sa-
grado y, lo que quizá h e r a más iniporrarite desde cl punto de vista
de la justicia episcopal, la posición de poder que les proporcionaba
el cargo quc dcsempeiiaban. En ciertas ocasiones, el motivo para la
persecución de los eclesiásticos h e irenar los posibles LISOS sobre
el resto de la población; en otras, controlar una actuación que mii-
clias veces no sc diferenciaba en nada de la .<religiónsupersticiosa)>
del pueblo, y como la consideral~anlos obispos.
Aparte de dichas observaciones sobre los reos y la cronología
de la persec~ición,y aparte de la actitud de los obispos (para la
que reservarnos un capítulo específico), no es mucho más lo que
puede generalizarse sobre la persecución episcopal de la brujería
y la superstición en el territorio aragonés. Corno ya apuntábamos
anteriorniente, uno de los priricipalcs rasgos de la misma consis-
tía precisamente en su variedad y en la capacidad de adaptación
a cada caso concreto. Dicha variedad puede advertirse ya en el
origen o punto de partida de las causas crirriiriales. La mayoría de
los procesos se iniciaban a partir de nna denuncia o delación; así,
en el incoado a Francisca Castán, uno de los testigos declaraba
que un enemigo de la acusada,
ehahia venido de propossito [...] a esta ciudad de Caracoca
[...] a deriimciar y dar queja contra la dicha Francisca Castan, y
que habia procurado la prendiessen y que eiiiibirsse presa, corrio
de presente lo esta en las carceles arcobispales [...] para salir con
ello se habia gastado inuchos reales.*"'"

10ti
Proceso contra María Tolóri y Fraricisca Castán. Peiiaflor. 1609. ADZ, C. 5-
10, fol. 2M-i
A pesar de que los encargados de la,justicia episcopal actua-
han de oficio, realizar una denuncia costaba dinero. En opinión
del abogado defensor de Pascuala García, Pedro Guillén y sus
allegados (conocidos como los Giiillenes) habían tramado toda la
persecución, incluidas las acusaciones de brujería y licchicería.
Para ello habían buscado al notario de la curia, que llevaron al
pueblo para que tornase información, el cual no había querido
proveer nada sin que le diesen fianzas para pagar las costas del
proceso, que dichos Giiillenes aportarían. Según uno de los tcsti-
gos que declararon en defensa de la acusada,
« ( : o r n o 10s dichos Guillcncs son poderosos y ricos, se ajuntari
y hacen im ciivrpo coritra qualquierc persona a quien conciben
odio y mala volimiad, especialeniente si cs pobre.,>'"'
Pero tales denuncias (que coincidían con un tipo de compor-
tamiento qiie ya vimos al hablar de los procesos inqisisitoriales)
no eran el único medio por el que podía iniciarse una causa epis-
copal. Se conservan dos procesos, completamente diferentes eri-
trc si, cuyo origen, en palabras deljuez, fue uria reuelarión, que no
acusación. En el primero de ellos, incoado en 1591 por el arzo-
bispo de Zaragoza a Pedro de Salanova por hechicero, riigro-
rnante y ~upersticioso"'~, su propia riiyjer había acudido al palacio
episcopal para declarar que él no trabajaba y que era ella quien
le mantenía (adobando *calcas a la puerta de Toledon), que él
era bearnés y dc su tierra se había traído ..unos polbos [...] para
caminar [...] qiie le parecia eran de la yerba falagucra [...] que tie-
nen estos polvos una propiedad, que tocando a la muger en la
mano cori ellos sc ba la muger tras del hombre>),que adivinaba
por rricdio de un espejo (-que hay un espego en esta ciudad que
lo ha visto el y se ha mirado alli en donde se vcc todo lo que cada
uno haze, aunque este fuera de aqui, y que en su tierra hay otro es-
pejo como este.>)y que sc dedicaba asimismo a buscar tesoros cori
la ayuda de ciertos papeles. Según la esposa, su riiarido no sólo era
vago y hechicero -dos de las peores acusaciones en la época-,
sino que además la engaií;zba ( q u e en la presente ciudad vive
amancebado con una muger valenciana,,), e iricluso podía corisi-
derarsc un hereje ya que, según los términos de la reuelacion,
<<tiene
por cirrro qiie r i o sabe las oraciones porque nunca se
las a oydo dezir y que algunos diaa liaze como que esta malo y de-

Iilí
Proceso contra Pasciiala García y scis iriujcrcs más. Hri-rrn tlr los Nava-
rros. 1572. Al>%,C. 48-12, Sol. 1 7 3 ~ .
IOX
Proceso coritra Pedro de Salaiio~a.Zarago7a. 1591. ADZ, C. 37-20.
xa de oyr iriissa algunos dias de fiesta, y mas, le dizc a esta r e s
pondiente que si se va a confcssar, ansi que lc absuelva el confcs
sor, no por esso queda perdonada y absuelta si el marido no le ab-
suelve, assi que ha de venir de rodillas a pedir al marido perdon,
y entonces queda absuelta.»""'
Hasta ahí podría afirmarse que, salvo el hecho de denominar
rwelación a unas acusaciones que evideriterrierite eran fruto del
despecho, el proceso no se diferenciaba de muchos otros. No obs-
tante, la resolución del coriflicto tomó uri cariz bastante original.
Sin qiie mediasen otros testimonios fuera de los aportados por los
dos niieriibros del ~rialrirrioriio(más tarde fue iritcrrogado el pro-
pio Pedro de Salanova, qiie negó buena parte de las inciilpacio-
nes), el juez decidió eludir la sentencia y trasladar terriporalrrieri-
te la responsabilidad del perdón de dichos delitos a dos fiadores
que jurarori restitilir al acusado cri el plazo de un mes bajo pena
dc cincuenta escudos. Finalmente, como si de una comedia del
Siglo de Oro se tratara, anibos esposos se preserivaron arile el tri-
bunal, se reconciliaron y comprometieron a llevar tina nireva vida
a partir de entonces:
.Et cum his, ante el dicho Señor Oficial, parecieron el dicho
Pedro Salanova y María García y prometieron de vivir de oy ade-
lante como buenos y verdaderos coiquges, viviendo como tales y
hebitando entre si riñas y diserisioties y ad iti virerri ei vicwersa sr
perdonaron de todas las irijitrias Iiasiii el presrriir dia de oy, ex
qilibiis, eic.nl'"
La segunda de las rpuelan'unrs provocó en 1398 el enjuiciamiento
de uri saludador o saritiguador con dotes de adivino, quien ya en
1584 había sido advertido mediante un mandato del arzobispo de
Zaragoza de que si continuaba con sus curaciones ilícitas recibiría
corno perla, aderrias de la obligada excomunih, el pago de una
multa de 50 ducados y 200 azotes. Dicho mandato se produjo con
motivo de la visita del arzobispo Aloriso Gregorio a la localidad tu-
rolense de La Peña del (lid, que se hallaba incluida dentro de los li-
mites del arzobispado. En 1398,y como consecuericia de una nueva
visita pastoral (en esta ocasión a La Alrriuriia), uri kiorribre que que-
ría asegurarse de si su mujer era o no bruja, había confesado haber
acudido varias veces a La Peiia del Cid en busca de los corisejos del
adivino, cuya fama había llegado a sus oídos desde Blesa. Así, según
constaba en el proceso qtie finalmente le h e incoado al saliidador,
*I'.sterevclantc es casado en [...] Viicaya cori Catalina Lopez,
teniendo sospecha dc si era bruxa, porque de su madrc della se
drzia qrir l o era, para saberlo, estando en Klrsa y diziendole al-
gunas gentes que i i r i hombre de La Peña del Cid que se llama Jai-
me Royo ei-a adivino, fiie alla y Ic conto su intriiio.~~"'
Tarripoco en esta ocasión se trataba de una denuncia propia-
rnente dicha, sino más bien d e la contesión ante los represeritliri-
tes eclesiásticos de iiri estado d c perplejidad que Iiabia llevado al
mismo rmelcmte a dcpositar su confianza primero eri un saliidador,
cuyas prácticas eran condeiiadas por la Iglesia, y despues e n la m i s
rria Iglesia, ya que tras la corifesibn o rrn%nleln~ión
había expresado su
deseo de <.saber lo que esta obligado hazer e n coricieiicia~~.""
Eran miiclias las formas e n que podía iniciarse irn proceso
episcopal. En el incoado el ario 1591 a Domingo Agiiilar, el ori-
gen h e la cornpareceiicia del propio Domingo ante el r-epresen-
tante del arzobispo pidiendo una licencia para curar: No sólo le
fiie denegada sino que, tras ser interrogado acerca de sil manera
de actuar con los enfermos, su modo d e curar se declaró <<vano,
supersticioso y contra religibri y prohibido por todo el derecho di-
vino y humano y [...] invencion del diablo y muy perniciosso a la
Republica,,, motivo por el cual Domingo acabó siendo condena-
do a someterse a la vergüenza pública en la iglesia parroquia1 de
Caspe, rezar u n rosario y pagar iina limosna"".
En cuanto a la fase probatoria, aunque por- lo general la justicia
de los obispos se basaba principalniente e n las declaraciones testifi-
cales, todavía persistían e n pleno siglo XVI pruebas irracionales" ' ta-
les como la llamada corripurgación canónica"'. Dicha prueba con-

11 1
Pi-oceaci coiitm Domingo Agiiilar. ( h p e . 1591. ADZ. C. 31-15. fol. 4. Vi,;\-
se tariibitn María ' h i sii I , -L>oiiiirigo Agiiilar, un hrc-hic-ri-o
raspolino procesado
por la justicia cpiscopal a finales dcl sigo ><VI*,(:LL/&IIIO (h/)»/ino\,17
d~i-~'st~idzo\
(1992), pp. 57-68,

1l i
Pedro DL LOS Á\(.FI.FS,eii sil oh;i Comn/,~ndiodrl o d t w j~rrlitiriljp r i t l i c c r d p l
tnhunol /lC ) . d i ~ i 0 ~L(.>. (Barceloria, 1702),dcdicah;~1111 capíliilo titiilado <,Dela piir-
gacioii caiionica., a ritr tipo d e prucba. Eri 61 contraponía lo qiic toiisidrr;~l>a iina
epurifiracióii del dcliion coii otras priichas ii-r;\ci(~~rialrs. Segíiri 511s propias pala-
sistía en que el sospechoso jurase sobre los Evangelios que nunca
había conietido el delito del que se le acusaba y que uri riuiriero
determinado de compurgadores jurasen a su vez creer que cl
reo decía la verdad. Los conipurgadores debían ser católicos,
probos y de la misma c o n d i c i h social quc el reo"". En 1536, los
presbíteros Miguel Raro y Jimeno de V í i ~habían sido acusados
en el valle de Broto, donde cumplían sil ministerio, de m s ~ ~ r e r o s ,
conciibinarios, perjuros, jugadores, reriegadores, et de broxeria
et poricoriyeria.. El asunto se resolvió sin ayuda de testigos rii de
otras pruebas eri la iglesia parroquia1 de Broto mediante el jura
mento de doce clérigos que, urio a uno, declararon a los acusados
«inmiines, inocentes y sin culpa alguna [...] en los dichos crime-
ries de bruxeria y p ~ n z o q a r i a . > ~ " ~
La criorrrie variedad patente en los procesos episcopales ara-
goneses sc advierte sobre todo si coiriparariios los incoados en
una sede del tamaiio y la irriportaricia del Arzobispado de Zara-
goza con los procedentes de otros tribunales establecidos en dió-
cesis rriás liuiriildes corno, por ejemplo, la de Rarbastro que, al Iia-
ber sido creada eri fecha tan tardía corno 1371, evidentemente
contaba con una tradición judicial rriucho rrieiior. Resulta de gran
iiiterks a este respecto la lectura y comparación de uno de los jui-
cios tramitados por la sede barbastrense con cualquiera de los
procedentes del tribunal ccsarauguscario; nos referimos concreta-
mente al proceso de 160'7 contra Joan Urlliac, uri francés afinca-
do en Farilo (Huesca), por practicar la adivinacih y haccr cori-
jiiros prohibidos. Dicho proceso puede ser consideraclo ejemplar,
ya que se resume en nn documento brevísimo (consta sólo de
ocho folios) y a la vez completo: conocernos el origcn de la causa
(una visita del obispado), aparecen cimtro testigos, un interroga-
torio al reo y la sentcricia.

bras: .Entre las excepciories del Reo porieri los Doctoi-es la piirgacion o piiritica-
ciori del delito L...] N o hago iiiencion d i la purgacioii que Ilarriari vulgar, iiiwri-
rada por el vulgo, como es el poriei- la riiaiio subre un yei-ro ai-dicndo y scinrjan-
Les; porqiir estas las repriicha cl 1)crccho por sir. unas, contra toda biieria ruori,
y otras, supersticiosis. La Carioiiica fire institliida por los yagrados Canories para
purpi.sr el Reo dc la infamia, e indicios que contra el tiari resultado de la iiiiur-
niacion.n (p. 226). IIe ahí la justificacióii para tina cortiiirihrc ii-racional qiie toda-
tía seguía iiiaiitcriihdosc por los tribunales eclesiásticos eri plerio siglo X17.
116
Vease Aiitoriio PÉi<ilzR l i ~ r í n . -La
, cloctriiia jiiridica y el proccso inqiiisito-
1-ialn,eii,[osé Antonio t:s<.rnpno (ed.), Pnfilr.7 ((IP la Inquzsicicin ril,(~riol(~,hladr-id, Ecl.
Ciiiversidad Conipluteiise. 1989. p. 317.
I l i
Proccsn contra Miguel Raro y,[imerio d c Víu. B r o ~ o 1532. . ADH, 1190223,
fbls. 15 y 21.
Quizá lo primero que llama nuestra atención es que fuera re-
dactado íntegramente en castellano; ello lo diferencia del resto de
procesos a los que nos lierrios reterido hasta ahora -tanto inqui-
sitoriales como episcopalcs-, que se valían del latín, al menos en
las partes correspondientes a las fórmulas jurídicas que debían in-
troducir cada nueva fase del juicio. Dichas fórmulas se ohviaron en
este caso. Pero no solamente desaparecieron las formiilas latinas
propiamente jurídicas, sino también otras, escritas en romarice,
que figuraban en la mayoría de los procesos estudiados como, por
ejemplo, las que se ocupaban del supuesto pacto o vasallaje con el
demonio, un recurso característico de las causas por brujería y su-
perstición que, en la incoada a Joan Urlliac, se vio reducido a la ex-
presión .hacia cossas que se sospechava eran con ayuda del de-
monio.>~"Wada de lo que aparece en esta breve causa parece
haberse dicho con anterioridad. Tanto la scncilla redacción como
la falta de mención a ciertas etapas procesales (aciisación fiscal,
clamosa, amonestaciones, elc.) contribuyen a l-iacernos pensar
que nos encontramos ante la esencia de lo que constituía una cau-
sa episcopal, esto es, ante la estructiira o el esqueleto de un pro-
ceso en lenguaje coloquial, algo que no lierrios Iiallado entre las
causas judiciales procedentes de otras iristituciones.
No podemos terminar este capítulo sobre los procesos episco-
pales sin hacer alusión a la existencia de algunas tjses judiciales de
gran iriterbs, que tampoco hemos descubierto en el resto de los
procesos conservados. Nos referimos principalniente a los inverita-
r i o ~de bienes, por un lado, y a las llamadas costas, por otro. La lis-
ta detallada de los objetos confiscados a un reo en el momento de
su detención no sierripre se incluía en todos los procesos. Sil pre-
sencia pudo ser un rasgo característico del T~ibunülde Zaragoza,
ya que Uriicarriente consta en tres de las causas tramitadas por di-
cho arzobispado"!'. Entre los objetos consigriados (muebles, ropa y
otros bienes) figiiraban a veces algunos relacionados estrechamen-
te cori las acusaciones formuladas al reo. Así, por ejemplo, eri el iri-
veritario de Pedro de Salariova se incluían tina espada, una daga,
papeles escritos y sortijas: ?se trataba acaso de elementos utilizados
para trazar círculos mágicos que ayudasen al acusado a conseguir
10s tesoros que aridaba buscando? Una pregunta muy semejante

118
Proceso contra Joan Lli-lliac.Farilo, 1607. ADB. Lcg. 34" f'd 1
'lY Nos rcferiinus a las causas iricoadas por cl Ti-ibuiial del Arzobispado dc
Zaragoza coiitra Pedro d c Salariova (C. 37-20), Catalina Gallego ( C . 28-32) c Isa-
be1 Gomhal ( C . 4427).
podriariios plantearnos con respecto al cordón cle San Francisco o
a1 rosario perteriecientes al iriverilario de Catalina Gallego, objetos
religiosos que fAci111ieritepasahari a coiivertirse e n protagonistas de
unas ciiraciones qiie los jueces consi(icraror1 supersticiosas y abusi-
vas, sobre todo teniendo en c i ~ n t alas tasas exigidas a los pacicri-
tes. Segíin las declaraciones d e varios testigos, (htalina ciiraba con
un rosario e n la mano y midiendo la zona daiiada bien a palmos,
bien con trozos d e cuerda. También liguraba iin rosario entre los
objetos secuestrxios a Isabel Gornbal; del inventario de sus bienes
podríarrios destacar deterrriiriadas sustaiicias corno polvos de al-
mizcle envueltos e n un papel, hojas de Iiicrbab~ieriaguardadas en
el fondo de una manga, piedra imán, cabellos humanos, tina higa
de azabache, iin pedazo de cuerno, etc.""
Otro documento de gran valor qiie, al igual que los inventarias,
sólo se conserva en algiiiios de los procesos procedentes del tribu-
nal cesaraugilstano, es el que reflejaba los castos o rmtns que oca-
sionaba cada causa. Uno de los mandatos presentes e n las Consti-
tuciones Sinodales del Arzobispado d e Zaragoza de 1698 decía así:
<<Que en todos los Processos. al tiri de ellos, se eicrivari las ros-
tasque las partes deviereri pagar locaritis a la bscrivania y lkrr-
chos de Seritericia...
En el Arancel de los Derechos n o puede sehalarse cantidad fija
por las cediilas o peticiones que dan los Fiscales o (kmsindicos,
qxies a estos se les deve satisfazer por las partes litigantes, segiin
el mayor O 111erior trabajo que e n su iormaciori y p r o s e c i ~ i o nde
la Causa li~iviereiipuesto.>>"'
No obstante, la niayoría de los procesos que han llegado hasta
nosotros carcceri de dicho dociiiiieiito, lo que q ~ ~ iindique
~ á s que
antes de finales del siglo XWI todavía n o era de obligatoria apari-
ción. Tal y como se expresaba en dicha constituciOn, n o existía
una cantidad fija para ninguna de las etapas procesales, ni siqiiie-
ra para pagar- al fiscal o al abogado defensor, ya que sus salarios,
corno el resto d e los gastos, clepenclían de las diligencias que la
c~ziisahubiera ocasionado.
Cn buen cjcrriplo d e costas procesales son las corresporidien-
res a1 proceso contra Isabel Gorribal, ta11ibiCri conocida corrio Isa-

1'20
Sobre las I i i ~ a sdc a ~ a b a c h ry los ciiri-nos d r ;iriiiii;il, v k i w C:oiicípci<iii
c ~ \ i\.fi~wo (1~1Puvhlo I < . p f ~ f i o lMadrid.
.Al \ K ( . ~ > uK ~ C I A N(,. i ~ I f j ! o pdv r ¿ » ! ~ t ~ v l du! , Ed. hfi-
~iister-iode Ciil~iii-a,1987, pp. 27-28 y 33-34.
bcl de Ribache"?. La tramitación de su causa liabia supuesto iin
total de 624 siieldos'", ilna cifra bastanle alta teniendo e n cuenta
que el costo de miichos procesos n o excedía los 100 s~ieldos"~. Di-
cha cantidad se clistribuy6 del siguiente modo:
(<Experisahir1 proccssu procuratorih tiscalis c o n t r a Elissabetani
Bihache.

Et p r i m o ohlata ...........................................................................
Apellido .. .......................................................................................
Deirlairda .... ...................................................... ...... .....................
InPorinaciori s u m a r i a .................................................... . . .....
3 interi-ogacioriix rriu!; largas ............................................ .
Secuestro q u e se liiio de n o c h e ........................................
Picras testiuin d e l a plrriaria ...............................................
Recepciones d e tesiigos ............... ... ....................................
Pir/as proccssus ........................................... ..........................
Sentencia .......... ........................................................ .................
Nirntiis ................................................................................... .....
Intima .... ............................................ .

(;itaciories d e tcstigos ........................................ ....................


Salariurn procuratoris fiscalis .. ................
,Un u n c i o que fiie a Sariiiena .. . .....
D e eseciitiir la sentencia a los c o r r e d o r e s ................. .
Item a los n u n c i o s ...............
Al vcrdiiqo .................................................................................
A1 n o t a r i o ...................................................... . ..............................
D e pintar rl saiil>t.nito y c o r o r a .........................................

1Y2
);i cii 1597 (es dccii; oclio años
Dicha rriiijer. iiiorisca, Iiahia sido jii~gacl;~
antes) por el tritiiirial iiiquisi~i>rial
(le Zaragoza aciisxla de -irivucacií>iidc derrioiiim
hrrliireriaan. Su castigo había roiiistido eiiioiices ? i r ~.recoricilia~ioiicii I'c~rmiaeri
auto publico d r fkc con coriliscacioii <lebienes. Iiahito y carzrl cri Garagoca por (p1-
tro aíios, y en yieri acotes por las calles piililiras.. (AIIN. Inq. 1.ih. 990, h1. 1.5~).
123
En 2\ragó~i.rlui-ante los ,iglos XVI y X\TI. 1 libi-a 0 ihc iido equivalía a 'LO
suelrlos v i r r i siieldo, a 20 diiiíxros (vCaie (;iiiller rrio Kr.nohi>o \%YTI ziii.ins. <cNii-
rriisiiiática atagcincsa (-11 la Edad Modcrria~~. eii /.o mont&r c t r u , p n ~ rZaragoza,
. t.d.
Institiiri611~ F ~ i m a i i dcloCht6lico.. 1984).
1 24
Para hacernos iiiia idea aproxii~iadadc lo qiii. tlitlia cari~idadpodía s i g
nificar cii tbriiiirios realrs. ~lirernosqiic r.11 1571, segíiii consta (-11 I:i dcclar-aci611
de uno de los testigo? e11 el pioct.so a Pascuala Gai-ri;i (.L\DZ,C. 12-12. fol. Ih..),
100 siicldos eran el equivalente al pi-ccio de un ~isiio.
Al cabo de guaita y riimcio .................................................. 20
A el dueño del borrico ......................................................... 2
260
(j24,,'21

Las costas procesales nos sirven para completar datos que a ve-
ces no figurar1 en los procesos. Así, en nuestro ejemplo, una vez
hecha pública la sentencia, Isabel se había negado a cumplirla, siis
palabras habían sido exactamente q u e no consentia en ella.. En
la sentencia -una de las rriás duras dictadas por la,justicia episce
pal, conlo veremos en el siguiente capítulo- quedaban especifi-
cadas una a una las penas que la condenada debía cumplir, esto es,
xdozientos azotes por las ralles publicas y acostumbradas de la
presente ciudad y que lleve en su caveia iiria coroza que mani-
tiehte su delito y assi mismo la desterramos perpetuamente dc la
presmie ciudad y su arcobispado, y no lo quebrariir s o pena de
carcel perpeiiia, y qiie sera castigada como incorregible reiierita
misericordia en rrspecto de los azotrs, y mas le condenamos en
las costas processales cuya tassacion nos rcsscrvamos.J"'
Gracias a las costas podenlos estar seguros de que dicha sen-
tencia se ejecutó ya qiie no sólo se especificaba su cumplimiento
de modo explícito, sino que figuraba el precio que había costado
pintar el saniberiito, la coroza e incliiso el alquiler del burro en el
que fue pascada por las calles de Zaragoza para hacer pílblica su
vergiienm y servir de ejemplo disuasivo al resto de la población.
Al igual que ocurría con otras etapas procesales, la resoluciGri
de los procesos episcopales era muy variada. Muchos de ellos que-
daban sobreseídos"'; también había casos, como el dc Pedro de Sa-
lanova, que podían acabar con la recoriciliaci6n de los afectado^"^;
otros, aunque sentenciados, imponían castigos tan leves conlo oír
una misa, pagar una limosna y rezar un rosario""; algunos -los me-
nos- señalaban sentencias más duras, corno el destierro, el pago
de las costas procesales, los azotes, el servicio en galeras, etc. En
ningún caso se condenaba con la pena de muerte, ni directa rii in-

125
PI-ocesocoiitr-a Isabel Gombal. Zaragoza. 1605. .;U)Z,C. 41-27, fols. 112-113.
126
I h i d ~ m .fol. 34.
127
Por ejemplo, los cuatro procesos por hri!jcría iiicoados eri Peiiarrop en
1591 (:lDZ. C. 18-17; C. 31-34; C. 37-40 y C. 7430).
128
Proceso coiilfii Pedro de Salanova. Zaragom. 1591. ADZ, C. 37-20.
1%
Proceso contra 1)omingo Aguila~iCaspe. 1591. ADZ, C. 31-15.
directamente (esto es, mediante la relajación al brazo seglar, que
era el recurso utilizado por el Santo Oficio). Puede decirse que, cn
general, predominaba la herievolencia, sobre todo eri comparación
con el resto de iristitiiciones jiidiciales. Como ya adelantamos en el
capítulo arilerior, la propia Inquisicióri reconocía ser más dura que
los obispos en susjuicios. Un ejerriplo bastante significativo de la re-
lación existente entre las dos instituciones, así corno del reconoci-
miento y la colaboracióri que en ocasiones se produjo entre ambas,
lo constituye el proceso contra Cataliria h r i a n
Dicha mujer, habitante del barrio de San Pablo de Zaragoza y
más conocida como la Amara, había sido procesada por la Inqui-
sicion en 1511, acusada dc practicar la hechicería. N o obstante, y
quizá tras considerar que no se trataba de un caso tan grave como
en un priricipio pudiera parecer, se decidió finalmente remitir la
causa al ordinario, esto es, al arzobispo de Zaragoza, cuyo Vicario
General fue el encargado de interrogar por quinta vez a la reo,
que dijo arrepentirse de todo aquello de lo que había sido acusa-
da p de cuanto ella misma había confesado. La solucióri definiti-
va dada por la justicia episcopal ni siquiera puede considerarse
exactamente una sentencia; en el proceso figuraba bajo el título
de (<penitericia».Esta consistió en q u e la dicha h n a r a haya de
dapriar siete sabados y en aquellos visitar las yglesias y capillas de
Nuestra Señora del Pilar [...] en cada un dia dellos de los siete sa-
bados en recuerdo dc sus pecados., tras lo cual se la dio por libre
de la cárcel. El documento notarial añadía además: *por quanto
aquella es pobre y miserable persona, la dio por libre de las cos-
tas que se han fecho en este proce~so>~"~'.
La clemencia dc los obispos se niariifestaba en mídtiples as-
pectos. A pesar de las iiisisterites condenas de la si~persticióri,que
no dejaban de repetirse en las coristituciones de todas las diócesis,
predominaba una actitud indulgente en el momento de imponer
sentencia a la mayor parte de los reos. Otro interesante ejemplo
que nos sirve para acercarnos un poco mas a la mentalidad de los
obispos eri su fimción de.jueces es el de Francisco Nonso, un cil-
randero morisco juzgado eri dos ocasiones por el obispo de Alba-
rracín: la primera, eri 1593, acusado de heckiicero y supersticioso,
y la segunda, dos años más tarde, por reincidente. En palabras de
los niismosjueces, se había usado con él de mucha <<benignidad,,.
Tal era la sentencia correspondiente al primero de los procesos:

150
Procrso contra Cataliiia Azriar. Zaragoza. 1.51 1. AHF'Z, C. 28-6, fols. 49-50
VCase ivq~u*El oficio de tcrcrria: hccliicer-asy alcahiietaw.
4 t t c n d i c n d o los rrirriios del presente proccsso y la corifes-
sion dc Francisco Aloriso, acusado, aunque su culpa es grave y
consideradas las calidades que en el concurren 1 ...] corisiderada
su contricciori y biien proposito y enmienda que prorrieie y el san-
to tierri1)o de la sagrada passion, usando con el de iiii~chabenig-
nidad, lo condernnainos a qiic sea llevado soljre 1111 asno a la ver-
giirriqa, sin capa y bonete, por las ciilles acostiiinbradas desta
riudad, y a destierro de dos alios del presente obispado con con-
rninacion, si quebrantare el dicho destierro o siempre que volvie-
re a hazcr o dar riorriirias o a intentar de ningun gcncro de curas
[...] lo conderririairios desde agora por entonces en pena de do-
cientos a<otes y de ti-es años de galeras, c asi rriisrrio lo coridein-
narrios e11 las costas.^^'^^'
12 nuestros ojos dicha scntcricia bien podría considerarse, a pe-
sar de la benignidad altidida, diira o incluso injusta. No en vano,
y a pesar de la suavidad de la justicia episcopal en co~riparación
con la de otras instituciones, e11 algunos procesos los obispos no
hicieron sino utilizar uria posición de privilegio para apartar,
coino inmorales, a quienes no se doblegabari a lo establecido por
la Iglcsia. La competencia qiie los ciirandcros hacían a los minis-
tros eclesi5sticos y la amenaza al orden establecido que su activi-
dad podía suponer, eran dos de los niotivos por los que, en nues-
tra opinión, se llevó a cabo una persecución casi siempre
injustificable. No obstante, ello no ociirri6 siempre de este ino-
do: de lo qiie no cabe riiiiguria duda es de que cuando Fraricisco
-tras dos años en los quc no tiabía dejado de ejercitar sil profc-
siOri- fue nuevamente juzgado, los jueces hicieron prevalecer la
misericordia y 112 ~~benigiiiclad~ sobre ciialqiiier otra corisidera-
ción. Segíin constaba cri el segiirido de los procesos, y refirihdo-
se al obispo de Albarracín, ecl rriuy Illustre y Revereridissiino Se-
rior Don Martiri Terrern:
<<Attendido y considerado que tenga prcso a Fraricisco Aloriso
por aver- coritra~enidoa la sentencia en cl proceso iriseria, eii la
qual seriteiiria avia conminacion de dozientos acotes y tres arios de
galrras, y dicho Francisco Alonso sea viejo y tenga cimtro hijas pe-
qiieñas, que si lo echase a galeras se rrioririiiri de hambre, que, por
tanto, por dichos rcspcctos y otros a sil sriioria I->ienvistos, suspcn-
dio el efecto dc la execuciori de dicha sentencia de los dozicntos
acotcs y tres alios (le galei-asy de nuevo le mando a dicho Francisco
Alonxo que, so pena de otros dozientos aqotcs y de seis anos de ga-
leras y de ciento cinquenta esciidos aplicaderos a ai.biLrio de su se-

1.31
Proceso contra Fr;i~icisccil o i i s u . Albarraciii. 1.33. ADA, Lig. Y ,ri" 47,
fols. 3.5-31;.
ñoria, rio trate mas en curar dichas criatii~as,ni grandes, de riingun
genero de curas, ni de iioniina, ni haga cosa chica ni grande.*"'
Las amenazas de la justicia episcopal eran con frecuencia más
convencionales que reales y, aunque en aquella ocasión volvieron
a formularse con dureza redoblada, era evidente que nunca iban
a ponerse en práctica, dadas las circunstancias personales del reo.
Corno ya hemos ~nanifestadoa lo largo del capítulo, la benevo-
lericia de los obispos cn relación con los acusados dc brujería y su-
perstición fue muy grande por regla general. Sin embargo, hubo
dos aspectos -íntimamentc relacionados entre si y, a su vez, con
deterrriinadas prácticas mágicas- hacia los que mariifestaron una
especial severidad: nos referimos a la lisura y al engaño. En las p5-
ginas que siguen trataremos de demostrar cómo tales coriductas,
antes que la ,su@rsticid?i o la b7-ujmiu propiamente dichas, fueron
las que la justicia episcopal persigui0 y conden6 con más celo
consider5ndolas, no sin acierto, como una forrna de abuso y des-
potismo sobre el resto de la comunidad.

1,el raiz de todos los rncrles rs la avaricia.' "'


Quu lo\ obzspos ordmnrzoc lotales cuzden 1077 esrrupuloszdad
1,eitén obLgczdos a remover t w f n t o ha zntrodutdo In avanrla,
que es una rspvtze de ldolntna o urrnerencza que cc/)rnasse puede
hallar separado dr la ~ m p e d a do lec tz~pmstmón,falw irnltndora
de la pledad verdadmz
Concilio de I'renro, Sesión 22' "
Pretendv rl (l~tnonio[...] co*lmhazw con sus rmhustes y apa-
riencia la ,pantluza Magestad dr Dios [... 1 se haze aclomr de los
infilizrs y riegos qup se dexan de el rngatinr [...] y a.mi .\on opue,~-
lo.\ los Profetas de Dios y ellos rovno la V'id(ui Y m e d r a . E.s^vlosson
los hrrhizpros JJ matqc«.s l...]
Luisa María de Padilla' ''
L a actitud de los obispos aragoneses con respecto a la magia,
co111o en general la de los sectores sociales más cultos, evolucionó
a lo largo del siglo ?iW de forma considerable. Aunque en las
constituciones sinodalcs no dejaran de repetirse las condenas
contra toda forma de superstición, la estirriación de lo que ésta
significaba file cambiando desde la creencia cri los poderes nialé-
ficos de quienes habían pactado con el demonio hasta la sospe-
cha de que cuanto hacían la mayoría de los acusados se hallaba
envuelto en una aureola de falsedad. ( h r i o ya sabemos, el iiú-
mero de procesos incoados en Angón por dicho crimen aume~itó
a finales del siglo XVi y coinienzos del XWI; no obstante, ello tenía
más que ver con la política de control religioso impuesta desde
Trento que con la obsesi6n por la magia propiamente dicha.
Resulta muy significativo que en 1495 el arzobispo de Zaragoza
enviara una carta dirigida a los justicias de varias localidades cerca-
nas a Jaca ordenándoles que hicicran procesos contra mnichos
hombres c rriugeres bruxos que viven corno malos christianos e que
rnatan muchas personas e ganados con hechizos e muchas otras
malas artes.>>'"'7'ari tajante afirmación provttnicrite del poder cpis
copal no vuelve a repetirse en ningurio de los documentos hallados
por nosotros. En 1557, por e1 contrario, según una carta destinada
en esta ocasión al presbítero c~icargadode .la cura de las almas de
los parrochianos del luaar de la Valmadriz~),el problema apenas
preocupaba. Si bien es cierto que en las montañas la creencia en la
brujeria se hallaba mucho más extendida que en el llano, parece
bastante revelador el hecho de que el arzobispo de Zaragoza dele-
gase en un presbítero la absoliición de algunos de los casos que, se-
gíln la tradición, les estaban reservados solamente a los obispos'".
Entre dichos casos (que se consideraban mlis graves que los peca-
dos habituales y, por tanto, de r r i h difícil absolución), se encontra-
b a la
~ práctica
~ de ehechizerias. y d aver consul~adoadivinos))"'.

1:+ti
~Coinissionpara pt-occssar laa br~ixas,>, larazona, 25 de agosto de 1195,
r o Arlm C¿~rrrirrzr.s(1Igl-Xj), ADZ, fols. l33v:l Y4r.
en l l ~ g i ~ l (/e
'' Sobre los casos ciiya absoliici61i estaba reservada a los obispos, vtase <<De
los casos reser-vadosn de Mar-tín I ) F ilzr11ICLrET.4 NAVARRO, en SLI 4'bfm1id (ir r o n f ~ s e
re> y pnitrnlr.~,Salarriarica. 1556, pp. 757-780. Segírri dicho autor, *caso reservado
cs pecado c i i y ~ahsolucioii esta vrdada por- derecho hnmaiio a1 presbyrrro [...]
Que riiiigim caso ay reicrvado al Papa poi-qiie dizc San Antonio que riinica leyo
pecado alguno tan enorme, del cual no pueda ahsolvci-el obispo r...]
y sobre qua-
les son los casos r-esermdos a el, tiay. gran
.
contienda crirrr ICIS doctores..
I:>iH
.Cura y rasos pala regentes,,, Zarago~a,27 rlc febrero dc 1557, r n &@stru
(1eAcfo.cComzinn. (1554li58). ADZ, rol. I %v.
~ c c h i z e r o s,y fuperiticio-
Tos, familiares amigos
de Me11tira.
CAP. X XV I I L
RETENDE el demonio
conier~15do18 hberuia
que le arrojo del ciclo
al infierno, coiitrahazer
:on t i ~ s embultes y apariencia fa
~randczay Magefiad de Dios,y co
"0 mona h y a imitar las ceremo-,
liar .i culto de la Iglelia fama; y

¡
imdo que no le es pofiiblc vfur
(como quifiera} la Deidad, Te
adorar de los infelizes y cie-
OS que fe dexan de el engan'ar, da-
-

página prr ieriruentc al tiatado de 1 uisn María d r I'adllld


Elugzos de la vrrtlad e mvectrva contra l// m m t m (Zaragoza, 1640)
No obstante, el documento que nos habla con mayor claridad
de la actitud hacia la magia por parte de la Iglesia aragonesa es
una interesantísima carta que fue enviada en 1576 por el cabildo
de la Seo zaragozarla al procurador en Madrid, encargado de tra-
mitar- en dicha ciudad diversos asiintos, como los relacionados
cori el rey o el nuncio del papa en España. Por los th-rriinos de di-
cha carta se deduce que el procurador había redactado 1111 nie-
rnorial para el rey exponiendo algiinos problemas coileernientes
al gobierno de la archidiGcesis. En un momento dado, y sin que
a dichas palabras se les otorgara rnás importancia que al resto de
las ciiestiories tratadas anteriormente, se decía:
(<Elmcrriorial para su Magestad esta rriuy acertado. aunque si
Vi~cstraMerced no lo ha dado, podra quitar. del lo de las bruxas,
porque eri rsir Arcobispado no se eritiende que las v.^^':"'
Así pues, el cabildo de la catedral cesaraugustaria -que por
entonces representaba la voluritacl del arzobispo, ya que la sede se
encontraba vacante tras la muerte de Don Hernando de Ara-
gón- entendía que no había brujería en el Arzobispado de Za-
ragoza. Dicha atirmacióri parece contradecirse cori las inciilpa-
ciories de brujería incluidas en las denuncias que los fiscales del
Arzobispado presentaron en fechas rriuy próximas a aquella. Sin
embargo, una lectura atenta de los procesos nos lleva a pensar
que, en realidad, y a pesar de las estereotipadas acusaciones de
pacto de~noníaco,los jueces cpiscopales ya no creían cri la niagia
-y, por tanto, en las brujas- coino algo trascendente, es decir;
como algo relacionado directamente con el rriundo sobrenatiiral.
Eri lo que sí creían era en uria niagia entendida como ilusión o ar-
tificio y eri la utilización ilícita de lo sagrado por parte de q~iieries,
en nombre de Dios, solamente biiscabari satisfacer sus propios in-
tereses. Como bien expresó Michel Foucault,
4:oncebida dc esta rriarie~a,la niagia se encuentra vaciada de
iodo sil sacrilegio c f i c a ~ya rio prolana, s d o engaña. Sil poder es
de ilusión: en el doble sentido de que carece de realidad, pero
también dc que ciega a quienes no tienen el espíritu recto ni la
voluntad firme [...] Liberarla de sus poderes sagrados, ya no tienc
más que iritericiories maléficas: una ilusióri del espíritu al servicio
dc los desíwdrries del c o r a z ó n . ~ ' ~ "
Una buena parte d e las aciisaciones de brujería y siiperstición
contenidas e n los procesos estiidiados incidía e n la denuncia d e
los diversos ahiisos cometidos por los encausados. Muchos uti-
lizaban su fama d e brujos o hechiceros para aprovecharse del
temor qiie sus poderes infiindían e n una poblaciíh inclinada a
creer con facilidad e n prodigios y encantamientos. Dichos abusos
o excesos en el uso del poder bajo cualquiera de sus formas coris-
titilían, al igual que hoy e n día, circimstaiicias agravaritcs a la hora
de juzgar iin delito. No es de extrañar, por tanto, que la justicia
episcopal hiciera especial hincapié e n los mismos al enfrentarse a
un crimen como el de la siiperstición, ya que ésta se consideraba la
expresión por aiitorioiiiasia dcl engario y el abuso (tanto abuso co-
mo c~busióneran entonces sinóriirrios cqiiivalentes a su/msliciún) l " .
El proceso iricoado por el obispo d e IIuesca e n 1549 al pres-
bítero Juan Ceresuela por hechicería, usura, aniaricebamiento y
estupro, enti-e otros delitos, constituye iin buen ejemplo d e la re-
lación existeritc a menudo entre dichas acusaciones. Segím el ter-
cero de los artículos d e la demanda presentada por el fiscal,
~ J o h a n n ede
s (kresuela [...] h i t erat et est horno rriale farnc,
malr vite, irihonestc conversationis, irsiirai-ius,nigromantico, he-
chicero y que usa de actos siipersticiosos. dcsatador de mi!jrres
atadas [...] et iiiiiltirrri riocivus rci pub1ice.d"
En aquella ocasión, la mayor parte d e los cargos incidían en
los abusos de tipo sexual. Los tres artículos siguientes eslahan
dedicados a describir en qué consistía exactamente su fama d e
((desatador,,:
*Ha corro~npid~) dr hecho muchas virgines del dicho liigx y de
los otros lugares cii-riirrvicirioscomittendo y perpetrando stupro, de
las qiialrs alguna o alguna dellas eran parieri tas suyas y en grado iil-
debido dc consanguinidat o de af'finidat [...] mala malis aciririulari-
do habuit copulani cariialem ciiin mulieris aronjiigaiis et viduis [...]
ha usado et usa dc ciertas coniposicionrs illiritas y rcprovadas para
atraer assi las mujeres para qiie lo quieran bien y se enamorrn de el
para mucho mejor usar- dellas a su propia v o l u ~ i t a d . ~ ~ ~ ~ '
La deniincia de abusos sexiiales no constituía en modo algu-
rio una excepcióri; también otros clérigos procesados por brujos
que, como el, se encontraban en el valle pirenaico de Broto, ha-
bían sido acusados pocos años antes de solicitacibri y arriariceba-
iriieiito'". No obstante, este género de inculpaciones no era muy
frccuerite en los procesos por brujería y superstición. Idosabusos
más frecuentemente asociados con las actividades mágicas eran
de orden económico. Segíin el octavo artículo de la derriarida
presentada por el fiscal contra el presbítero,
.El dicho reo capto y ciiriiirioso fiie era y es logrero y usurero, y
da trigo, clirirros y oiras cosas con que le restituyan y paguen aliquid
ultra hrierii, contra las leyes divina, canonica y civil, con animo y in-
iericiori de cometer y perpetrar usura y logro rnaniffcsto y d e incidir
en las penas graves contra los tales usurcros y l o g r e r o ~ . * ' ~ ;

Para comprender hasta qué punto podían llegar a entrelazar-


se las acusaciones de brujería y superstición con determinados
abusos económicos, nos es imprescindible rclatar el caso de otro
presbílero, Jimerio de Víu, que también ejercía sil ministerio en
el valle de Broto y que fiie calificado de ~ b r u x o nmaleffico,
, sor-
tilego, ponconyeso, nigromantico y usurero.nl'" Se trata de uno
de los escasos procesos por brujería conservados en LL\I-ag' rori en
donde se menciona la participación del reo en aquelarre, el con-
trato con Satanás por medio del beso en el trasero, el vuelo o tras-
lado hasta el lugar de la junta, las palabras ~riágicasque debían ser
proriuriciadas para que dicho traslado hiera ekctivo, el cmplaza-
miento donde teriíari lugar las reuriiories del clérigo y sus cóm-
plices con el demonio e incluso la corriposicióri de los ungüentos
con que se iintaban antes de partir. Dichos atributos, aunque in-
frecuente~en los procesos aragoneses que conservamos, forma-
ban parte de un estereotipo cultural y coincidían en muchos de-
talles con los formiilados contra otra rea a la que ya citamos al
tratar de la justicia inquisitorial: Narbona Darcal, de Ccriarbe
(una localidad situada también en los Pirineos y no muy alejada
del valle de Rroto). ,;U igual que en el proceso incoado contra
Narbona, Jimeno fue denunciado por acudir al aquelarre, provo-
car eriferniedacles y hacer ladrar ea muchas mujeres y hombres

1 d4
Un\ i-cti.rimos a Migiiel Raro y,Jimerio de V u , que e~crcíairsu iiiiiii~tei-io
en Liiiás de Broto y Biiesa, tloa lucaliclader mi~ycci-caiias a Kiri-gas6 y pertene-
cientes asirnisiiio al vallr dr Kroto.
11,
Cesrsucla. Bilrgase. 1349. AL>H, l.rg. 9. n" 2161. fol. 6.
Proceso coii~i.a,Juari
1 llli
Pi-ocrso rontra Jirnerio de Víii. Ihiás de Bsoio. 1548. ADH. Leg. 2 , n"
1721. fol. 5v.
como si fuessen perros.. Otra a c u s a c i h muy repetida e n los pro-
cesos por brujería era la d e causar mal tiempo; también ésta fue
lanzada contra Jimeno (.invoco al diablo, por donde vino hun
viento y tempestad tan rezios con huri turbillirio tan grande que
se llevava los honibres que halli stavan.))).
Hasta aquí e1 arquetipo. Por los datos que conocemos, el reo
bien podría haber sido sujeto pasivo d e una campana dirigida con-
tra él por determinados enemigos que buscasen su caída e n des-
gracia. Sin embargo, bajo las violentas palabras de los testigos que
declararon c n su contra (resiilta muy significativo que nadie testi-
ficase a sil favor), fiieron apareciendo, uno tras otro, una serie de
abusos de todo tipo que pueden servir d e explicación a muchas de
las acusaciories. Además de las insinuaciones que hacía a las mil-
jeres que acudían a confesarse con él (.ha confessado a niiichas
[...] y en la confession induzia a la que le parescia bien para que
se hechasse con el.), se decía que estaba arriaricebado con la niu-
jer de otro, con quien se había repartido n o sOlo dicha mujer sino
tambirn la hacienda y los hijos d e ambos. De todos modos, frieran
o no ciertas tales aíirmaciories, la mayoría de las páginas del pro-
ceso se dedicaban a describir sus interesados negocios, así como
las extralimitaciones cometidas con los habitantes d e Linás de Bro-
to y otras poblaciones vecinas. El décimo articulo d e la denuncia
presentada por el fiscal recordaba al redactado contra el presbíte-
ro de Burgasé, al que anteriormente nos rekrimos:
<(Eldicho reo capto y crinlinoso fue era y es usurero y logrero y
[...] ha cinprcstado a muchas y diversas personas dineros, trigo, la-
na, ): otras cosas con que cl dicho deudor le huviesse a dar cierta co-
sa ultm f¿)r.terriy assi al tiempo de la pascua rcsccbbia cl dicho reo y
capto el dicho logro [...] ha tenido ): tiene tal industria en cometer
usura a fin que no venga a noticia de tuesta merced, seiior juez, ni
de otros officiales ecclesiasticos, que concierta con el que recibe del
dicho reo y capto la cosa emprestada que, ami la cosa emprestada
como cl logro, sc sume todo al principio, y que de todo,jiintoha he-
cho hazer cartas de encoinienda fingiendo que todo era depositado
o erriprestiido y era todo el contrario ct ansi es
Segun el demandante del juicio, u n tal García M a r t í n e ~ cier-
,
to molinero había firmado un pacto con 61 asegurándole que en
el plazo de un año construiría un molino harinero e n una locali-
dad muy cercana llamada Ayerbe de Broto. En el contrato se es-
pecificaba que el molino debería alirneiitl-irse con las aguas del río
Ara. García, por su parte, se había comprometido a qiie, en caso
de qiie funcioriase, pagaría al molinero mil doscientos sueldosja-
queses. Pero viendo el molinero que, tras coristruir el molino, no
conseguía que entrara el agua, decidi6 renunciar al pacto. En-
tonces, enterado mosén Jimcno de lo que ocurría, compró el mo-
lino al moliriero asumiendo los términos del contrato. A partir de
entonces era 61 quien debía encargarse de llevar agua al molino
si quería recibir los mil doscientos sueldos prometidos. Según el
relato de García, un día antes de qiie se cumpliera el año pacta-
do se produjo una gran tempestad con fuertes vientos y torbelli-
nos, lo qiie provocó una inundación que hizo que la acequia del
molino se llenara y éste pudiera moler. La reacción de cuantos lo
vieron -según los relatos de los testigos- frie de horror y e s
parito. En palabras de Martín de Huertolas,
«vim una tempestad y iin tiirbellino tan grande que [...] se es-
panto en grande manera de verlo y assi rriesrno vio todos los otros
rniiy espantados dc la cosa que habia acaecido y luego el dicho
inosaen Xinieno los llebo al dicho molino para ver si inolia, y \¡e-
ron que iorneri~oa moler con la multitud de la dicha
(llaro qiie aquello, según la declaración dc otro de los testigos,
*duro poco y luego se paro y nunca mas ha molido.. La opinión
general era que rnoskn Jimeno había causado con sus artes rriági-
cas aquella tormenta por sil propio interés (.<todosdixcron al
tiempo que lo vieron que debia haber parado algun barando [nii-
be] n). Hasta hubo quieri -como confesó Blas Ferrer- .espan-
tado de la cosa como abia sido, quiso dar de puiialadas al dicho
rnossen Ximeno de Viu creyendo, corno estaba puesto en tjma de
bruxo, lo habia echo con arte del diablo.. El presbítero, sin duda
alguna, concitaba la violencia de muchos de sus feligreses. Según
otro testimonio,
<(eldicho inossen Xiineno im dia, estando los dos en la carni-
ccria de la misma villa le toqiio al dicho Johan de las Canales con
su mano cn el braco encima la. ropa, y qiir Iiiego ki.abia adolecido,
y que tubo fantasia, por quanto [...] el dicho niosseri Xirrieno es-
taba en fama de bruxo, que le l~iibiessetocado con alguna rriede-
ciria, y creyendo10 assi dizc este deposante que lo quiso kiairr rna-
tar el diclioJotian de las Canalcs.~''"
Talcs arrebatos de ira encontraban su f~indarrieritoen el com-
portamiento del clérigo. Por lo que respecta al relato del molino,
pese a que éste nunca más volvió a moler, . J i ~ ~ i e nconsiderando
o,
que el contrato se había cumplido, pidió los mil doscien~ossuel-
dos a García, qiiieri arguyó que sólo los pagaría si se cuniplían los
t6rminos de la capitulación, esto es, ehazer dos muelas conti-
nuas.. Entonces Jirnerio, titiliando sus influencias, consiguió que
Garcia (%mancebode poca hedatn) tiiese juzg-ado y condenado a
pagar novecientos sueldos. Corno García no tenía hastante clirie-
ro en efectivo,
'<pagoqiiatrocientos y veinte sueldos jaqiicses y se obligo a cen-
sal cn XXIIII sueldos de pension por los cjriatrocirr~tosy ochenta
sueldos que restaba a deber- fksta curnplimierito de 10s nuebrcien-
tos sueldos jaqueses, y de aquellos ha pagado diez y iiucbe aiiyos
aniiales al niossen Xirncno rir Viu, y agora los paga a rriosseri Mi-
guel de Rai-o porque el mosseri Xi~nrriode Viii se los vendio.nl."'
Así pues, resulta evidente que tanto mosén Jimerio como mo-
sén Miguel eran dos grandcs negociantes o, como se decía por
aquel entonces, dos perfectos lvgreros o ilsureros. Ambos eran
calificados por las gentes del valle de *briixories)i,y.juritos habían
sido llevados a juicio doce arios antes tambiCn por usura y bruje-
ría, entre otros delitos1". Que dos hombres fueran acusados de
brujería constituye una excepción ya que, salvo otros dos detiuri-
ciados en 1610 a la Itiquisicióri por dicho delito1""el resto de los
varones aragoneses relacionados con la magia fueron juzgados
por cargos conside~adosmenos graves (nigroinaricia, hechicería
o silperstición). Como sabemos, el término brujería -reservado
casi siempre a las mujeres-, se relacionaba con los peores males
concebibles y la mitología que lo acompañaba (pacto con el de-
nionio, asisteiicia al aquelarre, vuelo mágico, etc.) constituía la
expresibn imaginaria del inmenso poder maléfico atribuido a los
protagoriistas de dichas fantasías. Puede explicarse la asociación
de tales mitos con los dos clérigos del valle de Broto si coilsidera-
mos la sensación de explotación que tenían muctios de los habi-
tantes del valle. Ello no significa, como veremos en otros casos,
que existiera siempre una correspoiidencia eritre la atribuciOn
del rrial y el rnal realizado. Muchos (y muclias) de los acusados
por briqería fiierori simples víctimas a quienes se culpó de desgra-

151
Pruceso c ~ r i ~ r Migiiel
.a Raro y Jiriiciio de \'íu. Bucsa y I .iiisia de K r o ~ o .
1536. ADH, ii" 2023.
($2
Nos referinius 21 García hlartíiier deJarque y a Jiiari García d r Tiergn, cii-
yas rclacioncs de causa se coriticiieri en el lihro 991 (AHN, liiq.. fols. 146 155).
cias qiie nada tenían qiie ver con su intervención. No obstante,
gran parte de los procesos episcopales fueron incoados contra iri-
dividuos que, de una u otra forma, habían estafado a sus vecinos.
La asociacih usura-magia se pone de manifiesto en un buen
número de los procesos episcopales por brujería y superstición.
Ninguno de los que citaremos niás adelante constituye un caso
tan ejemplar de dicha alianza como las causas incoadas a los tres
clérigos del valle de Broto. En ellas se advierte cómo los acusados
~itilizaronel temor de los demás a sus poderes riiágicos, no sólo
para sacarles dinero, sino incluso para efectuar prestanios y co-
brar- intereses, que era la definición de usura propiamente dicha.
Sin embargo, el término usura servía t a m b i h para designar un
comportamiento más amplio. No estará de más recordar- aquí las
dos definiciones que Luis de Molina aportaba en su Tratado sohe
los préstamos y la us7rrn. Según la primera de ellas,
*Parece que usura sigriifico prirncramrrite el uso 1 ...] Ydr aqui
se traslado el nombre para signilicar lo que con el iiso de una co-
sa se almienta corrio fruto de ella [...) Segiiri estos sigriificados, la
palabra iisiira no es nombre pcculiai- de un vicio l...] sino que l...]
se ha tornado esta palabra para significar la ganancia que procede
del prestarrio [...] (:orno quiera que esta clase de ganancia [...] sea
mala [...] se sigue, cirrtamen~r,que coristituye oljeto de vicio y pe-
cado. La usura t...] es ilicita o irijusta eri cuanto qiic l...]se toma
como algo debido y no entregado por propia voliintad. Pero la
gratitiicl o generosidad, aunque nazcan de prestarno como causa
motiva, se conceden de forma voluritaria y libre.-'"''
No sólo era usurero quien prestaba con interés; en realidad
cualquier intercambio ecoiiótriico injusto, esto es, cualquier in-
ter cambio en qiie no se guardara la igualdad en las prestaciones
se consideraba usurario. En opinión de Luis de Molina,
«La definicioii l...] se toma en sentido amplio, es decir, eri
cuanto se extiende no sólo al prestarrio forriial y verdadero sino
iarribien al virtual. Porque si algiiien wndiere a credito rrias caro
qiir lo exigido por el precio-justo riguroso, recibiendo la difcren-
cia o incremrnto por el retraso en el pago, como se presi<nie que
suelr suceder; el contrato de corripraventa seria iisurario.,,'"

Ii 9
I.iiis i ) hloi.i\
~ 1, =Sobre la iisiira: dctiiiicion y clases dr miiras, rii 'lisiado
s « hlos p1Alamo.5y la usnro. <:iieiica,1597 (véasc la edición iiioderrii7ada de Fran-
cisco G6tnc7 (hnacho pi~blicadapor el Instituto dc Eaiudios Fiscales, Madrid.
1989, pp. 37-38.)
Iil
Idtm, ibzdrnz. pp. 40-41.
Uno de los conceptos más frecuentes en la Cpoca era el de jus-
to precio. Según el rriisrrio, los bienes intercambiados en cualquier
trato humano debían ser equivalentes, de modo qiie no pudiera
existir abuso por ninguna de las partes. El poslulado de equiv-a-
lencia se interpretó durante mucho tiempo como exigencia de la
moralidad. Molina argumentaba que la coinpraventa se había in-
troducido para utilidad común de los individuos, ya que 11ad le
' es
autosuficiente hasta el punto de estar en condiciones de prescin-
dir de los bienes y servicios qiie los demás pucdcri proporcionar-
le. Pero nunca la utilidad común debía gravar a uno más que a
otro, pues el Derecho Natural exigía no hacer a nadie lo qiie no
se deseaba que le hicieran a irno mismo".'.
Otro interesantísimo concepto acuñado también por Luis de
Molina era el de la ~estimacióricomún*. Para llegar a un acuerdo
sobre cuál debía ser el pr~ciojusto,las dos partes debían poseer la
rriisrria información, una inhrmacibn objetiva y coniíin que no es-
tableciera diferencias entre unos sujetos y otros. Ello quería decir
que si una de las partes engañaba a la otra, el contrato pasaba a ser
usurario inmediatamente. Entre otros ejemplos, el autor citaba el
de quienes, deseando vender su asno, le colocaban rriercurio en las
orejas con el fin de hacerle parecer menos viejo a los ojos del corn-
prador, o el de los comcrciarites que, deseando vender su vino, en-
gañaban al comprador diciéndole que se trataba de un vino con
rriás años de los que realmente tenia, etc. Todo sujeto nial irifor-
mado podía ser engañado y de ocurrir esto, la transaccih econó-
mica era, efectivamente, fraudulenta. Uno de los aspectos que más
preocupaban a Molina era el de la libertad del individuo. Si uno
no poseía la información suficiente a la hora de contratar un servi-
cio de otro, no estaba actuando voluntariamente p por tanto, po-
día ser facilrricrite eslafado. Sin abandonar dicho argumento, cada
vez que alguien se movía por la fuerza, el miedo o la iliisión, po-
día ser estafado (lo cual era moneda común en muchos de los pro-
cesos por superstición). En realidad, dichas ideas, aiinque formu-
ladas quizás mejor que nunca, no eran sino 1111 compendio de lo
que había sido el pensamiento monetario de la filosofía escolásti-
ca medieval y expresaban una forma de entender la rrioralidad en
la economía que desaparecería totalmente a partir del siglo XVIlI.
Como bien supo expresar Francisco Góniez Camacho,
«A partir del siglo X\TI [...] se defiende la eqiiivalrricia como
exigencia de la racionalidad (equilit~riorcoiióriiico) y no de la
moralidad l...]a pariir dc entonces no se hablará ya de precio jus-
to sino de prccio de equilibrio. I'rr-o esto sólo significa que a par-
tir del siglo X\'iII el paradigma drl justo precio había sido susti-
iuido por rl paradigina liberal del librc mercado y, con ello el
p)stt"ado de rquiralencia había perdido su diinerisiím moral.»""
Fue entonces cimiido algunos teóricos, entre ellos el cClebre
Adam Smitli, defendieron una v i s i h optimista de la nueva ideo-
logía, según la cual podía confiarse e n uria mlailo irivisible>>que
arnionizaría los intereses individuales (para Siriith, i m a organiza-
ción feliz d e la econoniia se logra cspontárieamente e n toda so-
ciedad doride el horribre pueda actuar bajo el impulso d e sil in-
terés personal). Pero la visión de los escolásticos medievales y de
quieries, como Luis de Molina, seguían creyendo e n la usura en
1111 sentido amplio, n o era tan optimista; e n absoluto confiaba11
en una .mano iiivisible~c a p u de reconciliar los intereses iridivi-
diiales. Por el contrario, insistían e n una realidad inLis evidente: la
de que, con demasiada frecuencia, ~cilcsintereses entraban en
conflicto y qile sólo podían resolverse medianle el recurso a la ley
y la conciericia.
Pero, aparte de la moral de cada cual, jcxistían leves qiie cori-
siderasen la usura como un crimen? Las condenas de ésta se apre-
cian en la Penírisula Ibérica sobre todo desde principios del siglo
XIII. En el Lirnbito del Derecho Canónico, tuvo una gran influen-
: ~ (hegorio I>i e n 1234. Por lo que
cia la recepción de las i l ~ c r e t u kde
respecta a las leyes civiles, en la Cor-orla d r Castilla aparecía prohi-
bido expresamente el préstamo a interés ya e n las Parlidas, mien-
tras que e n la Corona de Aragóri fue el rey Jaime 1 quien elabor-6
disposiciones teiidentes a la erradicación de la iisura en todos sus
territorios. No obstante, e n el reino d c Aragón, riunque e n gene-
ral estaba prohibido el llamado ~pricstamopor razon d e logros,,,
tcrininó por permitirse durante los siglos XIV 7 XV una usura cori-
trolada a los ,judíos1". No olvidemos que ya desde finales clc la
Edad Media la vida econbrnica d e toda Europa había empezado a
cambiar cori el florecirriicnto d e las actividades bancarias, y qiie e n
el siglo X\!í los descubrin~ientosgeográficos acentuaron todavía
más el desarrollo de un incipiente capitalismo. Todo ello h i ~ qiie o
las reglas antiguas e n materia de usura comenzaran a resultar es-
crechas para muchos. Fue entonces ciianclo se avivo el forcejeo en-
trc la realidad económica y la ideología más estricta, y tanto las le-
yes civiles corno eclesiásticas se vieron obligadas a modificar sus
apreciaciones sobre la justicia d e ciertos actosi-".
Sin embargo, a pesar d e que en el siglo S V I ya se reconocía la
prodilctividad del dinero y de que los mismos representantes d e la
Iglesia estahan empezando a precisar raciorialrriente los elementos
objetivos qiie determinaban el interés de los pr¿.starrios, la actitud
básica hacia el significado d e la lisura e n su sentido rriás arriplio iio
ca~nbió.Las definiciones medievales d e la misma habían incluido
todos aquellos casos eri que, e n las relaciones ecoiiómicas, se olvi-
daba la guarda de la justicia y d c la igualdad eri las pres~aciories.
Así, por ejemplo, según San Ambi-osio, eiisiira es recibir mas d c lo
que se ha dado,> (usu'ru es1 p h ~ saccip~requnm dore) y e n opini6n de
San J e r h i m o , <(sellama usuia y exceso, cualquiera que sea éste, si
se percibió más de lo que se dio,) (usurtlm appella?-i et super abzcn-
daritiurr~p i d q u i d i l h d est, si nb eo qu,od dedmit plus nrr~perit)l.'".
La preocupación por las distintas formas de iisiira se manifes-
tí) en Aragóri por parte d e los obispos a lo largo d e toda la Edad
Moderna. Muestra de ello son las coristituciories siriodales d e las
distintas diócesis, e n las que aparecía siempre un capitulo titula-
do <<Deusurisn, así corno la existencia de un representativo níi-
mero de procesos crirriiriales contra usureros incoados por 1a.jiis-
ticia episcopal""'. Dicha p r e o c u p a c i h se advierte asirriisrrio e n
una buena parte d e losjiiicios siistanciados por brujería y siipers-
ticióri. Resulta muy significativo que d e las treinta causas por di-
chos delitos correspondicntcs a los siglos XVi y XWI que se con-

1 i'?
lirio de los teíiricos en rlitieries iiicjor sr. advitlr-leel pir~gi-esivocaiiibio de
postiira fiie Mai-tiii tlc A+lciirra (1492-1 W6), qiiicii, adeniás del capítulo que de-
dicaba a la usura eii su i k m l a l dr I«I~/P.\(JI-~, ;pvriilriilr.~.escrihiíi dos ti-atados mis
dedicados al terna: (,'on11wl».17» rotol~itnrjod~ niinlNoc (Salamarica, 15.56) y íhrn~izlntlo
W Y O ~ U ~ Orlz
~ Ous~<ra.s (Salarriarica, 1 3 6 ) . ..\iiriq~ieeri sris priirirros años kpilicitet;i
liahía clcf'ciiriido la coiiccpcióii nicdicval. mariteiiieiido criterios iriuy restrictivos
sobre la iisura y el créclilo, poco a poco fue cariihiaiido de opinión al wi. testigo
dc la ribida ric prccios qiic tiivo como cotiseciieiicia irimediatü la llegada de rrie-
tales preciosos pr-ocedeiites de Arriéi ica. Otros auwres que, como él, se ocupirrori
del tr.iiia iiiiciaiido i ~ i iiiiicvo pcnsamimto cc-orióinico en España fueron Tomás
de Mercado (Sumincl dr 1 1 - c h c ;c.onlrc~/»\,Sevilla. 1571) o Doiiiirigo de Soto ( L k Iu\ti-
tia rt Iirrr, 1iln-i ~ l i ~ u ~Salairiaiica,
rn, 1553).
ii'l
Vt.;ise,Jaccliieb 1.i; GOI.F,IA h o h ?; LL iiicla. Ií(o~loiní(iy wli~+k on 111 b,d(rfl A ~ P
dirr, Karcrloiia, b:d. G(disa 1987, p. 37.
l(,ll
Solaiiic.iite en el Arzobispado de Zai-;ig»m y cii e1 pci-iodo coiiiprciidido
ciirrc 1500 y l62.i se conservan un total de setenta proccsos por delito de usura
(véase ADZ, l a ar.cci<iri,2' s x i r ) .
servan en el Archivo Diocesano de Zaragoza, solamente diez de
ellas conserven la sentencia. Hemos de suponer que una buena
proporción de tales juicios acabaran siendo sobreseídos, tenien-
do en cuenta la ideología de los jueces acerca de la brujería. En
cuanto a las diez causas que iueron sentenciadas, siete de ellas ha-
cían hiricapié en la usura y el engaño, así co111o en la corisidera-
cióri de la magia como una forma dc impostura.
Cno de los casos que mejor representa la posición de los obispos
hacia el problema de la brujería y la siiperstición es el proceso in-
coado en 1605 por el tribunal del arzobispo de Zaragoza a Isabel
Gorribal (tarribiéri coriocida como Isabel Bibackic, atcndicndo al
apellido de su marido). La reo había sido ya juzgada en 1597 por la
Inquisición por *haver sido mora diez meses o un año y haver he-
cho ceremonias de tal), y por haber irivocado a los derrioriios, cori-
cretamente a [(Sathanas,Barrabas y Berzebw. Su castigo había con-
sistido en ser reconciliada «en auto publico de fee con confiscacion
de bienes, habito y carzel en (hragoca por qiiatro años, y en cien
aGotes por las calles publicas.^^"" La sentencia del tribunal del arzo-
bispado cesara~igustaiiorio iba a ser menos duia, ya que firialrrierite ,
fuc condenada a recibir doscientos azotes, al pago de las costas y a
destierro perpetuo de dicho ,arzobispado. Sin embargo, esta vez las
aciisaciones fiieron muy diferentes. Mientras que la Iriquisicióri ha-
bía puesto de relieve su coridicibri de rriorisca, los jueces cpiscopa
les incidieron en el fi-aude en que consistía su oficio de hechicera.
El tercer artículo de la demanda presentada por el fiscal decía así:
< Q u eIsabri Bibachr es crisiiana riiieba, digo riiiet~iicoribertida
[...] y es echicera y supersticiosa envayiera desla manera que a II~II-
chas personas, assi hombres como mugeres de la presente ciudad
como fuera della los lleva engañados y entretenidos, prornetiendo-
les dar rcmcdios cchizos para todas las cossas que las dichas perse
mas les piden, llevandoles por dichos cchizos gran suma de dineros,
daridoles a eriterider que con los dichos echizos haran sc casscn,
amen o aborrwcari a las persorias que se les piden y hiziendo se los
creher que con lo que ella les da saldrari cori su iritrrito.~~""
El octavo artículo de dicha demanda volvía a insistir en los
abusos cometidos por la acusada. Según éste,
«a empobrecido a algimas personas daridoles a eriterider eran
berdaderos sus echizos v einbe1rros.-""

llil
AHN, Iriq., Lib. 990, lol. 1J.
1 h:!
Proceso contra Isabel Gombal. Zaragoza. 1605. ADZ, C.41-27. fol. 11
l i,:4
I b i d m , tol. 13.
El resto de los veinte artículos que, en total, componían la de-
manda estaban dedicados a describir en detalle las distintas acti-
vidades de la acusada. N o obstante, todas ellas aparecían resumi-
das en la petición formulada por el fiscal al vicario general del
arzobispo, por la que le rogaba se mandase informar sobre,
«dichos embustes, devinarriientos, coechos, irnbiistes y d e los
c c h i ~ o ds e las norriirias y irigueritos y bevidas y polhos para llevar
rribaydas las gentes, y de liazerse adivina diziendo sabia lo que se
liazia.sl"'
Así pues, Isabel fue corisiderada prirlcipalmeiite como una
embustera. Su magia, segíin los jueces, consistía en erigariar a las
gentes. De ahí el calificativo de embnidwn, derivado del verbo m -
hai?; equivalente al actualmente más usado embaucar; sinónimo a
su vez de ~mb~kcnry, en cierto sentido, también de ernbelescw. To-
dos estos términos definían miiy bien la apreciacih de la magia
por parte de los obispos y se repetían frecuentemente en los pro-
ccsos incoados por los tribunales dependientes de su autoridad.
En 160'7 fue juzgado por el tribunal cesarauguslano Francisco
Quintana, iin curandero de Alcañiz (Teruel) al que se acus6 de
4iechicero y embaucador.. Segun el segundo artículo de la de-
manda presentada por el fiscal,
<<Usa ensalmos y oraciones diciendo miiclias palal~rassupers-
ticiosas y mezclando niuchas palal~rasrrialsoriarites y sopechosas
[...] d e tal rriariera que t ~ a ea rririchas gentes desta villa, assi a
liorribres como rriiigeres, einbaiicadas y erigariadas, liaziendoles
gastar. rnucha ha~icrida.~~"'"
El hecho de que los acusados obligaran a sus vecinos a pagar-
les demasiado por sus servicios era muy frecuente en los procesos
analizados. Aunque en ninguno de los incoados en el Arzobispa-
do de Zaragoza se hablase de préstamo con interés ni se mencio-
nara directamente el logro y la usura, conio I-labia sucedido con
los clérigos de Broto, la denuncia de los abusos económicos co-
metidos por los reos venia a ser una constante en muchas de las
causas por brujería y superstici6ri. Un buen ejemplo de este tipo
de abusos -reconocidos en esta ocasión por el niisrrio acusado
en el interrogatorio al que fiie sometido- lo constituye el proce-
so contra Juan Blaric, un gascóri que vivía en Zaragoza y que ha-
bía sido denunciado por embrujar a varias personas. Segun varios

ltrl
It~idcrn,tol. 'LO.
165
Proceso contra Francisco Quintana. Alcañiz. 1607. ADZ, C. S14. fol. 4
de los testigos que declararon en sii causa, usaba el oficio de en-
salmador y saritiguador, y se valía de hechicerías y brujerías. Gra-
cias al propio reo conocemos su forma de «curar.. Una vez le ha-
bían llevado un niño enfermo y 61 había pedido para sanarlo un
trozo de candela y cincuenta reales; después había partido la can-
dela en cinco trozos y distribuido el dinero en cinco montones,
<'y dio a entender a los que alli estaban qiir de aquella inane-
ra curaria, y qur assi, de allí a poco mato dichas candclas y se Ile-
bo los dinero s.)^""'

Los jueces encargados del caso no manifestaron niriguria dii-


da sobre la interpretación de sus intenciones: Juan fue condena-
do por usar del oficio de ensarmador maliendose de cosas su-
persticiosas solamente por sacar- y llebar dinero por ellas.. Así
pues, a pesar de las aciisaciones de brujo y hechicero forrriuladas
por los testigos, el supuesto hechicero y adivino acabó siendo san-
cionado por timador. Otras veces eran los mismos testigos qiiie-
nes incidían en los engaiios de los que habían sido víctimas. Se-
gún un vecino de la localidad de Montalbán, el acusado Jairnc
Royo, que había sido calificado por los.jueces de #hechicero, en-
gañador y adcvinadero,,, era,
<<unhombre que cura con erixalnios, saniiguaciones y se hiize
adrvino, y con estas y otras rnuclias cossas lleba engañadas a inu-
chas gentes y les Ileba dincros y otms dadivas, y qiie no ssabe que
sean de riingun efrecio sus cnxalinos Y cluc [...] este tistigo lo c.. ]
tiene todo por engaiio y filscdades.~"'í
Quienes, como Costanza Rosa, acusada de Iicchicera por. el
Tribunal de Zaragoza e11 1581, tenían muy claro que la rnagia a la
que recurrían rio tenía otro objetivo que proporcionarlcs un ine-
dio de subsistencia, podían incluso amenazar con la llegada de
&ruxas~,una iornia más de aniedrcntar a quieries no confiaban
del todo en sus poderes (.que vendrian las bruxas y la rriatarian,
que ella lo sabia bien.). Con vistas a corisegiiir clientela, todo va-
lía. Para muchos, la magia era un negocio en el qiie siempre h a
bía ~ L I Ctener presentes a los corripetidores. Segiln el cuarto ar-
lículo de la demanda del fiscal, e l l a [Costanza] enteirdia bien de
ciirar seniejantes enferniedades, con tal que no lo entendiesseri
otros mas de los que andaban en el riegocio.~"~"

I lili
Procro contraJuan Blaric. Zaragwa. 1584. ADZ, C. 26-3, Cols. 6r. y v.
lf,í
Proceso con tm,Jairrir Royo. 1.a Peiia del Cid. 1.598. ADZ, C. 7W29, t'ols. G y 8v.
1 hh
Proccso contra (hstanza Rosa. Zarago~a.1581.ADZ, C. 27-35, fols. n>vv iv.
Los testinionios de los abusos económicos cometidos por los
reos son muy numerosos. Aparecen no sólo entre las páginas de
los procesos del Arzobispado de Zaragoza, sino también en los in-
coados por otras diócesis. Así, por ejemplo, en cierta ocasión una
mujer había manifestado sus dudas a Francisco Alonso (juzgado
por el obispo de Albarracín por hechicería y superstición) en re-
lación con la enfermedad de un hijo suyo; ante ello, el acusado ha-
bía respondido defendiendo sus intereses de furnia contundente:
.Esta testigo le pregurito que si duraria mucho la enfermedad
de su 1iiJo. I,e replico el dicho Francisco Aloriso qiie segun le pa-
gasrn, asi alargaria o acortaria la ciira.~~'"''
En consecuencia, la reacción de la madre había sido la provo-
cada por el acusado,
<<Esta testigo le tlixo: Francisco Aloriso, curadrrie rrii hijo, que
aiiricil1e mi marido no os pague, yo os pagarc.si''
No será necesario aducir más pruebas para llegar a la conclii-
sión de que, considerada desde este punto de vista, la magia que
aparece en los procesos bien podría identificarse con una forma
más de la picaresca característica de la época. Pero dicha perspec-
tiva solamente predominaba entre los jueces eclesiásticos, espe-
cialmente entre los episcopales. La mayor parte de la población, si
bicri a veces reconocía haber sido engañada, niariifestaba por lo ge-
neral un estado de incertidumbre, cuando no una creencia firme
en los poderes extraordinarios de los acusados. La vacilación a la
que nos referimos resulta patente en uno de los testigos que decla-
raron en el proceso contra Jaime Koyo. Chnzalo del Campo - q u e
así se llamaba el testigo- dijo que una vez se había encontrado
con el reo <<y luego se hallo tronchado, sin poder dar un paso de-
lante ni atras,,, y qiie después había estado muy enfermo y siempre
había tenido por cierto que había sido hechizado. Sin erribargo, él
mismo confesaba a continuaciOn que «todo esto es engaño, enve-
leco y que lleva a las gentes muy engañadas.>>"'En su declaración
se transmitía una gran indeterminación, ya que el testigo asegura-
ba creer eri los hechizos y a la vez desconfiaba de ellos. ¿Se trataba
de magia o de engaño? De cualquier modo, había decidido decla-
rar contra el reo y, por si acaso, acusarle en ambos sentidos.

11;')
Proceso contra Franciscn Alnnso. Alharracíii. 1593. ADA. Lig. 2" 11-47,
fol. 49.
170
lbirlrrn, fol. 49.
Iil
Proceso contra Jaime Royo. La Pefia del Cid. 1598.ADZ. C. 7&23, fol. 10.
Una parte muy considerable de la población se hallaba dis-
puesta a creer a pies.juntillas en cualquier fenómeno extraordina-
rio, procediera de Dios o del Diablo. Dos de los procesos incoados
por el tribunal del Arzobispado de Zaragoza ejemplifican muy bien
dicha disposición de ánimo y derriucstran cómo la.justicia cpiscm
pal juzcaba con especial dureza a quienes intentaba11aprovecharse
de la ingenuidad de las gentes, ya hiera eri asuntos relacionados
con la riiagia o con la religión. El prirncro de dichos procesos,
abierto en 1591 contra Cataliria Gallego por brujería y hechicería,
acabo convirtiéndose eri uri rnedio a través del cual muchos p i d e -
ron denunciar los abusos de una mujer que, utilizando el miedo
generalizado a las brujas, había conseguido explotar econórriica-
inente a buena parte de sus vecinos. (htalina vivía en Marichones,
una pequefia localidad cercana a Daroca, y tenía fama de bruja y
hechicera. Quierics la conocían la temían hasta el punto de traba-
jar para ella gratis y no cobrarle riada de lo que les debía. Según
uno de los testigos que declararon eri cl juicio,
<<dichaCatalina (;allego esta en tal repiltaciori que nayde la
quiere dcscomplacer y todos la tcrncn por el mal qiir han conce-
bido les puede hazer, y qiir ella n o da en el Iiorrio la poya al jus-
to de lo quc massa, y que con todo csso no se la ossaii pidir; ni las
pechas que le caven de las cofidrias, ni otras cosas [...], y que
qualqiiirr-e cosa que pida se la conceden, mas por temor qur por
hazerle pla~er:-"'
Otro testigo aseguraba,
..que la dicha Catalina Gallego ha hrclio dos piezas de paño
dando a hilar la lilria a diversas mugeres, a qiiiil dos libras, a qual
una, y a otras, tres o qiiatro, y ha visto este deposante que a nayde
a pagado ni le han ossarlo pidir kn paga por su travajo, y assi mcsnm
diie qiie este deposante y oti.os de Villafcliche y Mancliones, por di-
cho temor quc lc tienen a dicha Catalina Gallego, le han ayudado
a trillar la mies quc tenia [...] y que a este dcposante no Ir ha pa-
gado y a los derrias, quc tanpoco lrs lia pagado, y aun lla visto rste
deposante se liilelgan dc travajalle su ha~ieridadc valde a trueqiie
que no les haga rrial, y qiie cl deposante, por- esse mismo temor y
miedo que le ha tenido y tiene a la dicha Catalina Gallego, las mas
noches qiie pasa a casa deste deposante, que es la tienda, a encen-
der el candil, se lo ha de rricliir y inche de azeite, y no le osa negar,
lo qilal tia hecho este deposante muclias y divcrsas vezes siendo, cw
mo es, pobre, y comprandolo el para rl servicio dc dicho lugar.»'"

172
(1. 28-32, id. 16v.
Proceso contra Catalina Gallrgo. Maiicliories. 1391. .O%,
1 73
, 24.
I h d ~ mfol.
Quien rio era, ni mucho menos, pobre era la acusada, tal y co-
mo se pone de manifiesto al leer el inventario de sus bienes que
aparecía incluido en las actas del proceso. Ella decía que lo que
cobraba por sus curas lo destinaba a la Iglesia, puesto que lo gas-
taba en misas y en luminaria, y que, por tanto, según una expre-
sión suya, si le daban, para ellos barbechaban. No obstante, la opi-
nión de los testigos era muy diferente (miriguno sabe que lo que
reune lo gaste ni distribuya en las dichas obras pias, antes en com-
prar hazierida, corrio corista haverla comprado estos años..) En
cuanto al parecer de los jueces, nada mejor para resumirlo que el
tercer artículo de la demanda fiscal, según el cual,
([por m m ~ de
i tiairr las dichas curas se hazc muy bicn pagar
la dicha Catalina (;allego, y rio ha cluerido rii quiere hazellas sin
que le paguen muy bien, aunque sean de persorias p011r.r.; y rie-
cessitadas, por lo qual ha causado sospecha eriirr rriiichas perso-
nas cristianas que el hazer dichas curas no deve ser por gracia par-
ticular quc tcnga dc Dios, sino por comparticipacion y tmto del
derrioriio.~~"'
Nuevamente eilcontranios a los represeritarites del obispo aso-
ciando magia y usura. Los usureros andarían de la mano del De-
monio, al igual que los brijos. Por el contrario, mostrarse des-
prendido podía ser interpretado como una seiial de la gracia
divina.
El último de los procesos citados en este capítulo revela hasta
qué punto la justicia cpiscopal se hallaba preocupada por frenar
cuantos abusos pudieran derivarse de la creencia de las gentes en
los poderes extraordinarios de niuclios erigatusadorcs. El reo al
que nos referirerrios a continuación no fue aciisado esta vez por
brujería o supcrsticií>n,sino como hereje y embaucador. Pero, en
cualquier caso, la única dikrencia existente entre él y quienes
eran juzgados como hechiceros radicaba en que, así conlo éstos
abusaban del miedo que sus coriterriporárieos sentían hacia la ma-
gia, él preteridía aprovecharse de la buena fe y la ingenuidad ge-
neralizadas en materia de religión. Dicha pretensión, a todas luces
evidente, acabaría siendo castigada por los jueces del arzobispado
todavía con mayor dureza. Tal y corrio aparece relatado en el pro-
ceso, un buen día de rriediados de marzo de 1561, en Qiiinto de
Ebro (Zaragoza), y más concretamente en casa del tabernero, se
presentó iin mancebo de unos ceintid6s o veintitrés años pidien-
do cinco ducados y diciendo que venía de parte de Juan de Dios.
El rriuchacho aseguró a la mujer del tabernero que los cinco dii-
cados debían ser bautizados y bendecidos en cinco pilas bautisrria-
les diferentes, tras lo cual Juan de Dios volvería y reintegraría el di-
nero a sus primitivos dueños. Con él vendría *ariapaloma blanca
en señal del spiritu santo., que mostraría el lugar donde se lialla-
ba un tesoro consistente en cinco sortijas, una de las cuales debc-
ría ser entregada al muchacho para que la llevase a Santa Catalina.
l
El joven reo, llamado Carlos hlilanés, era 1111 peregrino de los
1 muchos que abundaban por aquel entonces. Había nacido en Lodi,
muy cerca de Milári, y tras ser expulsado de la casa paterna, liabia
trabajado corrio aprendi7 en diversos oficios. Primero, en Milkn, con
1 un sastre y con un mercader; después, en Lodi, con uri letrado. h,fás
tarde había iniciado el carriino de Santiago, y eri Lerida se había eri-
contrado con un tal Juan de Dios, d e riacion romano., el cual iba
acompañado de doce peregrinos rnás, que representaban los doce
apóstoles de Cristo. Todos ellos le dijeron q u e sabia poco del mun-
do, pues no llevava dineros, que si el supiera del mundo, inas dine-
ros llcvaria~"".El que se hacía llamar Juan de Dios, q u e era el priri-
cipal de todos,>,le había recomendado ir a Quinto de Ebro y pedir
el dinero del modo ya relatado. En palabras textuales,
.le dixo qile rrari dozc peregrinos que se representan los do-
l e apostoles de Cristo y le dijo: id a u11 lugar que se llama Quinto,
y ay id a casa del tavei-nrro y dezidle que, poi- serias que a estado
alli Jirari de Dios, que os de cinco ducados, y si no os qiiisicrc cre-
hei; io~rialdedc la mano g drspiies del pulgar de la niario derc-
clia, porque ya yo hc estado con el.>>''"
Según el testimonio del tabernero, todo lo anterior era cierto
y, efectivamente, n o hacía mucho más de una semana que había
estado allí el Ilnrriado Juan de Dios, diciéndole,
<<que aquella casa r m rniiy antigua y [...] algunas animas po-
driari andar en pena, y que para csso seria bien d r i r cinco missas
por las animas del purgatorio de las cinco I l a g a ~ . ~ ~ ' ~ '
Al principio el tabernero había puesto en duda sus sutiles
amenazas y tras escuchar sil historia le había preguntado:
-<Como es esso qiir quiere dczir Juan de I)ios?~~'"

I íi
Proceso contra (:arlo.: h4ilariGs. Quinto ric Pbro. 1561. ADZ, C. 2-1, tol. 3.
1 íi>
//);(~OIIL, S d 3v.
177
Jbzdrm. fol. 4.
178
Jhd~nt.fol. h.
Pero finalmente había accedido a dar el dinero que le era pe-
dido para pagar las supuestas misas, no sin antes oír dos íiltirnos
argtmxntos quc, par lo que parece, habían sido definithos para
convencerlo,
«el le dixo: porque me cr-cap, veys aqiii que junto a la nioñe-
ca tengo un crucifixo de carne en cl niesmo 1)r.aci.oy [...] le dixo
a este deposanle qilc le enbiaria a sii casa un romero que escu-
briria i i r i gran bien eri servicio de Dioh y de Nuestra Sefiora, y por-
que crrays que yo lo erribio, os toniai-a de la mano y del pulgar, y
con esto se f ~ ~ c . * ~ " '
A pesar del descoriocimiento del tabernero, la historia de Juari
de Dios y los doce peregrinos no era una inverici6n original sino
que, muy al contrario, se tr-ataba - e n expresih de Julio Caro Ra-
roja- de un arquetipo legcndarioIX".No era la primera vez en la his-
toria que iin individuo simulaba de forma inas o menos consciente
ser un personaje imaginario -o real, pero ya muerto hace arios o
incliiso siglos. Cada época tenía sus personajes preferidos, que eran
fingidos por iin número considerable de impostores. Desde media-
dos del siglo XVi y a lo largo del XWI hiibo quienes se hicieron pa-
sar ante una masa crédiila por xcl viejo y eterno zapatero que asistió
a la Pasión de (h-isto sin piedad, y al que sin piedad trató la I j e n -
Como afirmaba Sebastián de Covarriibias, dicho personaje
era conocido tarrihih como «Juan de Espera en Dios» o :Juan de
Voto a Dios.. En sil opinión, recogida de varios autores diferentes,
podía tarribih referirse a San Jiian Evarigclista, quien según dicha
versi6ri todavki andaría por el mundo buscando a Jcsiicristo:
<<Tairibienesta recehido en el vulgo qiie hay iin Iionibre, al
qual Ilariiari Juan de Espera en Dios. que tia vivido y vive iriuchos
siglos y que lodas las vezes qur ha menester- dineros halla cinro
blancas en la bolsa. Todo esto es burla. Sin embargo, de algunos
honibrw se halla avri- vivido algunos años mas de los ordinarios
[...] iLluclios autores hazen mencion de un Juan de Estampas, que
vivio nias de trezientos arios [...] El maestro Alexo de Verirgas, h a
blando rir este Juan de Espera en Dios o Juan de Voto a Dios, di-
zc que puede tener este fimtlarncnto, que el modo de hat~larsc
entienda Juari devoto a Dios, y que sea SanJiiari evangelista.^"'

1x0
V6ase.Jiiiio CARO K,IKc)J%,<<Elfalso jiidio i r i-arite coriio per-suiialidad mi-
~ IMadrid.
gira*,eri Vidas m/<gicns P I ~ I ~ U Z S ZwCl .Z 1. , Ed. Círculo de Lectores, 1090,
pp. 380-393. Id., Dr los nwprtiprn y lfywlnc, Madrid, Ed. Istrrio, 1991.
Así pues, no todos los eruditos se ponían de acuerdo sobre la
verdadera idcritidad del personaje. Sin embargo, de lo que no ca-
he ninguna diida es de que era muy popular por aquel entonccs
y de que a lo largo del siglo XVl fueron varios quienes anduvieron
por la Periínsiila haciendose pasar por él. Otro que había queri-
do beneficiarse de la leyenda acerca de (yJuande Dios» había sido
un tal Antonio Rodrígiiez, a quien conocemos por haber sido jiiz-
gado en 1546 por la Inquisición de Toledo, y sobre el cual ya es-
cribiera Marcel Bataillon'"'. Muchos de sus rasgos coiricidían con
los de Carlos Milanks: al igual qiie éste, era u11 mucl-iacho de unos
veinte anos que había vivido con un sastre, en su caso tras qiie-
darse huérfano a muy temprana edad. Eii el curso de sus prirrie-
ras andanzas corno vagabundo se había asociado con un francés
que decía ser peregrino a Santiago y tener grabada en una parte
del cuerpo una misteriosa rueda de Santa Catalina. Dicha santa,
que también aparecía en nuestro proceso como destinataria de
parte del tesoro que se suponía iba a ser hallado, tenia un gran
protagotiisrno dentro de la leyenda. Se decía que su cuerpo csta-
ba enterrado cri la cima del mítico rrionte Sinaí y quc .Juan de
Dios» era uno de los d o c e de Santa Catalina del rrionte S i ~ ~ a í . > ) ' ' ~
Como veremos más adelante, la rueda de Santa Catalina -un re-
cuerdo del iristrumento con cuatro ruedas con el que pudo ser
niartirizacla hacia el siglo IV de nuestra era- también se coriside-
raría una scfial de los poderes extraordinarios de otro tipo de in-
dividuos llamados saludadores'"'.
Pero, volviendo a la historia de Carlos Milan&s, cuando el
muchacho llegó a la casa del tabernero, tal y como le había iri-
dicado el supuesto «Juan de Dios», se encontraba allí solamente
sil mujer; La reaccion de ésta no fue exactamente la esperada:
mostrando más desconfianza que su marido, al serle pedidos los
cinco ducados contestó: e k ó so); miiger y no los tengo ni os quie-
ro dar nada, mi rriarido os respondera cuando venga.. Entonces
el joven se fue, tras prometer que volvería a las diez de la mafia-
ria del día siguiente. Ese mismo día marido y mujer comentaron
lo sucedido y decidieron ir a corifesarlo al vicario de la locali-
dad, el cual, tras oír el relato, no albergó riiriguna diida acerca

1h:i
y E.\/~aCci.fistslrro'ioc t o h la I~i,\/or?ccr q t i r i t u o l dvl sz-
Marcrl BAI;\IIi O N , l<m.~>rio
@o .XTZ Mt.xico-Rilciios i\ircs. Ed. F o n d o rlc Cultura Ecoricírnira, 1966.
1x4
,liilio C ZRO BAROIA,li'dnr wuig-irns.. ., p. 386.
1X í
Vease z~lfi-a virtud tlc loi saludado res^^.
de la falsa identidad del peregrino, <.y assi lo prendieron y tra-
xeron preso a Caragoca a la carcel del Seiior A r c o b i ~ p o . ~ ' ~ "
La sentencia proriuiiciada coritra el iiripostor fue la más dura
de todas las correspondientes a los procesos episcopales analiza-
dos eri este trabajo. Tras sufrir varios tormentos, fue condenado
a diez años de galeras, además de recibir doscientos azotes y pa-
gar las costas procesales. Al igual que vimos en el proceso inqiii-
sitorial coritra Pedro Bcrriardo Florcritíri (que actuaba instigado
por un clérigo hearnés conocido como mosén Pedro), el verda-
dero inspirador de los embustes no fue juzgado. Su lugar fue
ocupado por iin inocente qiie también había pretendido enga-
ñar, pero de una forrria rrierios premeditada y cauta que la de su
mentor. Sea como fiiere, el hecho de que los jueces del Arzobis-
pado coridenaran con penas mayores a quienes intentaban apro-
vecharse de sus semejantes que a quienes tenían fama de brujos
o liecliiceros, revela con claridad sus auténticas preocupaciones.
El afán por contener las injusticias relacionadas con los abusos
económicos de ciialquier tipo, iueran éstos perpetrados median-
te el recurso a la niagia o a la religión, bien puede considerarse
una muestra de la pervivencia de aquella antigua visión de los in-
tercambios de bienes defendida con tesbri por los filósofos esco-
lásticos'". Dicha forma de pensar, a pesar de continuar viva en
los escritos de algunos tratadistas como Luis de Moliria, ernpeza-
ría a desaparecer muy pronto. 1.a nueva idelogía, cada vez más
cercana al capitalisriio, se nlariifestó asiriiisnio en el cambio de
actitud hacia los pobres que progresivamente fueron perdiendo
su carácter santificante para adquirir, por el contrario, un perfil
crecientemente amenazador.
Tal y como hemos comprobado a lo largo de este capitulo, en
la mayoría de las transacciones llevadas a cabo cntrc los reos y
quienes foririabari parte de su entorno, quedaban violados todos
y cada uno de los conceptos clave de la doctrina inedieval acerca
de la usura. Ni la información era objetiva, dado qiie con dema-
siada frecuencia los testigos confesaban guiarse por cl temor o la

I$li
Procrso contra Carlos R.1ilaiii.s. Quinto dc Ebro. 1561. ADZ. C. 2-1, fol. 5.
187
Visivii que recuerda a los conceptos aiitropológicos de reciprocidad= o
*intercambio recíproco.. acuiiados por Marviti I-Iarris, así como a los estudios so-
bre e1 don y e1 cotiii-adíiii de Marcel Maiiss. léanse Marviti Harris, N u ~ 5 t ~ r,spr<io,
cl
XVadrid, FA. Alianm, 1991, p. 341 y Marcel Mauss, .<Ensayosobre los dones, moti-
en .Sorinlo@'a y antr-oi,olopíz,
\o y forrria dt.1 carribio cii laa aocicda<les prirrii~ivas~~.
Madrid. brl. Irrnos. 1971, pp. 153-258.
ilusión; ni existía una estimación comíin por ambas partes; ni,
con demasiada frecuencia, los acusados exigían por sus servicios
una cantidad proporcionada (el +sto precio»). Sin embargo, el
hecho de que los jueces delegados de los obispos demostraran
un empeño especial por intervenir en aquellos casos en que la
magia constituía una forma más de impostura no iniplica que to-
dos los acusados fueran conscientes o responsables del temor y
las reacciones que provocaban entre quienes convivían cerca de
ellos. Co~rioya adelantamos en páginas anteriores, muchos de
los juzgados por delitos de brujería y superstición (y en especial
muchas de las mujeres a quienes se acusó de brujería) no fueron
sino víctimas propiciatorias a quienes culpar de catástrofes y des-
gracias personales a las que no se encontraba una explicación na-
tural.
No faltan algunos e.jemplo de individuos injustamente acii-
sados por sus vecinos como brujos y hechiceros ante los triburia-
les episcopales (sus procesos fueron sobreseídos casi siempre),
pero donde abundan preferentemente es en los documentos
procedentes de la tercera de las iristituciories que analizaremos
en nuestro estudio. La justicia seglar se encargó de la persecu-
ción de un crimen que se consideraba que atentaba no sólo con-
tra Dios sino también, y de forma muy especial, contra el buen
estado de la res publica. Como veremos en el capítulo siguiente,
la persecución llevada a cabo por los,jueces seglares se caracteri-
zó por ser la más rápida y despiadada ya que, a diferencia de la
protagonizada por las instituciones eclesiásticas, su objetivo no
consistía en investigar acerca de la verdad o la falsedad de las
acusaciones, ni en castigar los posibles excesos cometidos por los
acusados, sino que se reducía a mantener un determinado con-
cepto de orden público, aunque fuera a costa de las vidas de mu-
chos inocentes.
LA JUSTICIA SEGLAR: DE LA LEY AL DESAFUERO

A l ~ n d ~ d nlar mitomedad, nt?oczdnd) t r ~ i u l ~ l ndr


t l 105 dehtos.
no se gwirde o r d m , 2 T I pase a ru castzgo su? la> ~ o l í . m r ~ w / n ~ l r ~
o i d ~ n a n a s s, a h d a sola la rirrdnrl drl hecho.
Pedro Boada1*'

En el siglo ?iTrI existía la posibilidad d e opcar entre dos dife-


rentes formas d e ejercer la justicia e n el ámbito d c lo penal: una,
conocida como ordinaria, y otra, denominada sumaria o mtraoidi-
naria18!4. Esta última constituía u n recurso que podía utilizarse e n
aquellos casos e n los que se pretendía una niayor rapidez y efica-
cia en el castigo d e deterrriinados crímenes. No olviderrios que,
tras la recepción del Derecho Korriario e n Europa a partir del si-
glo XII, los procedimientos judiciales habíari ido tecnificándose
hasta el punto de resultar e n exceso lentos y farragosos. En reali-
dad, dicha evolilciím irriplicó para el reo u n acrecentarriierito de
sus garantías procesales, ya que el estricto cumplimiento de los
plazos asigriados a cada una d e las partes le permitía -al menos
teóricamente- preparar una mejor defensa.
Como sabemos por los procesos eclesiásticos que herrios estu-
diado en capítulos anteriores (rio e n vario el Derecho (hnónico
se inspiró directamente e n el Korriano), el procedimiento penal
ordinario se dividía e n tres fases: una d e iriiciación, el llamaclo jiii-
cio plenario y la seritencia. La primera fase debía ocuparse de
aclarar las circunstancias del delito, asegurar el resultado del pro-
ceso con medidas cautelares y preparar las posturas de las partes
que rriás tarde debatirían e n el juicio plenario. A esta etapa co-
rrespondían la petición d e iniormación, el mandamiento de pri-

l hq
Vksc l.11is IIF. MIR\NDA,Ordinis jurl~ciuri~ rt dr modo p~orrdmdi171 rou.u\ c-t-i-
winalibus. tam in joro err1tj;riasliroqitrrm in snwulm7 qitnndi.í, Salaniarica. Aticli-va.\Re-
riaiit, 1601, pp. 349-:348.
sión del acusado, el embargo y secuestro de sus bienes, así como
la primera audiencia ante el j ~ i eque
~ , podía desarrollarse a lo lar-
go de varias sesiones.
Dentro del llamado juicio plenario se incluían, en priinei- lugar,
la acusación formal o demanda criminal y la respuesta del reo. A
coriliriuacióii se abría un período probatorio eri el que cada una de
las partes disponía de un plazo que, no obstante, podía ser prorro-
gado por el juez a petición de cualquiera de ellas, siempre que no
excediera el máximo de seis meses. Durante el tiempo asignado,
arribas partes preseritabari uri escrito doride, aderriás de la lista de
los testigos que deseaban que el juez tiiv~eraen consideración, fi-
guraban las preguntas conforme a las cuales debían recibirse sus
declaraciories. Todo testimonio debía ser ratificado y publicado
(aiinque, como sabemos, la Inquisición omitía este importante re-
quisito). Una vez que las declaraciones testificales habían sido tras
ladadas y conocidas por las dos partes, éstas volvían a redactar otro
escrito en el que contestaban a las pruebas del contrario y, en caso
de que el acusador estirriase que rio había habido suficientes prue-
has, pedía en su escrito que el reo fiiera sometido a tormento. Me-
diante la tortura pretendía Sorzarse la coniesión de culpabilidad
por parte del acusado, puesto que esta se corisideraba la prueba
por excelencia. Pero, fuera o no aplicado dicho procedimiento, ya
entonces se consideraba que el juicio estaba listo para sentencia.
Esta etapa solía ser breve en coriiparacióri con las anteriores, ya que
dependía úriicarrierite del fallo personal del juez'!"'.
Tales eran, formuladas de forma muy concisa, las caracterís-
ticas de un sistema, el sokmn,is ordo iudirinv-ius, que, en opinión de
más de unjurista, había llegado a anquilosarse de forma que, con
su rigide~y parsirrioriia, impedía la resolución de ciertos casos
considerados particiilarmente graves y peligrosos"". Entre estos

lll0
Eri AragOri, tal y como ha observado Miguel Arigel Motis, *el proceso cri-
minal ordinario [...] se rige por lo clispiicsto cri el fiicro "De modo Xr fi~rinapro-
cederidi iri criniiiiali", promulgado por Ferriaiido 11 en las Cortes de Monzbri de
1510, cl cual espcrinicntará adiciones de niciior ciiantía eri las iuontisorienses de
1512 l...]y mis tarde por el Eriiperaclor Carlos 1, en las cesaraiigiistaiias d e 3528.
Eii sil articiilado sr tiitelari iina serie de formal ida di,^. plazos y fasrs irrcniiriciahlcs
que el J U C L 11 Oficial r e ~ i oque coiioLca eii la causa lia de observar iiidefectible-
iiiciirc~~ ( v h r Migiirl Angrl kioris I ~ ) I . . \ D F R y YI-aiicisro,Javier M o r l s I ~ I . ~ \ ~ ) F R ,
.<El parricidio entre córiyuges e11 Ar-agóri eii el siglo XVI: dogrriática y jurispr-u-
dcncia,~.l.;/ rui.jo. h'ríGílo dr Eítiidioc Hi.ctóricor y Snrinlrí, 1 ( 1 W 5 ) , pp. 16-1 7).
141
Vbaae Víc~oi- FAIREN GLIII.I.~N.
El liii(.iu utdi~~(irio
Y 10s pkriwius tcípi(lu~( 1 ~ dv-
s
Ji.rto.7 rn /a rfrrprión d f / íhrwho í'r~mtrt/mmrin; $ir\ r n u m í y rnnrw7lrnn'oc rn dortrinrz y
Irgi\l~ic.iónc~lz~cdrs), Bai-celoria. Ed. Boscli, 1953, pp. 79 S S .
sc encontraban los llamados delitos ati-ores, cs decir, <aquéllosque
implicaban mayor atentado contra el orden político, económico
o religioso y, en conseciiencia, aquellos cuyo castigo convenía ase-
gurar más que riingíiii otro.,>'"-Evideiiterriente, la atrocidad no
cra sino una apreciación ambigua y subjetiva, de ahí quc, segun
las épocas, fueran diferentes los crímenes englobados dentro de
dicha categoría. En 1497, los Reyes Católicos equipararon el deli-
to de pecado nefando con los de here-jía y lesa majestad, y duran-
te el reiriado de Felipe nT fueron perseguidos como delitos atro-
ces tanto las alteraciones en el precio de cambio de monedas
como los hurtos y las actividades de bandidos y salteadores. En
Aragón ya desde corriierims de la Edad Moderna la brujería y la
hechicería se incluyeron también dentro de la clasificación de
atroces. En la práctica, ello significaba que a la hora de demostrar
la comisión de tan graves delitos, eran exigidas muchas menos
pruebas que para el resto de los crírriciies, favorecihdose así las
sentencias condenatorias.
Pero además de los delitos atroces, existían los denominados
delitos notorios. Mientras que el razonamiento para acortar las ac-
tuacioiies procesales en el juicio de los prirrieros había sido su pe-
ligrosidad y la necesidad de imponer una condena rápida, .en los
delitos notorios se cuestionó incliiso la propia razón de ser del
proceso.^""' Si tanto la comisión del delito conio su autor se con-
sideraban notoriamente manifiestos, cn tal caso no había ncccsi-
dad de averiguar nada, sino de castigar cuanto antes lo que para
nadie admitía la menor duda. Paradojicamente desde el punto de
vista de nuestra rrieritalidad actual, tarnbiéri los casos de brujería
y hechicería quedaron englobados en dicha categoría a pesar de
(o, más bien, debido a) la imposibilidad de demostrar la ciilpabi-
lidad real de los acusados.
La atrocidad y la notoriedad de los delitos podían dar lugar,
por lo tarito, a un tipo de justicia suniaria o extraordiriaria cuya
cxprcsión más habitual quedaba recogida en la célebre cláusula
&mnpLirit~r et de plano nr sine estrepitu et figura iudirii>)(.sumaria-
mente y de plano, sin estrépito y figura de,juicio~)'"? Sin enibar-
go, ninguno de los juristas de la época ofrecía uri esquema claro

I!JY
María P.iz Ai.or\.so, I<lpi-or.rw~
p c n d rn í h t i l l n (sighí ZiliI-XL'IIl), Salainaiica,
Ed. Liiiversidad tlr Salairiaiica, 1982, p. 302.
del tipo de proceso sumario que debía seguirse en los casos espe-
ciales, con lo cual cada juez acababa por decidir a su arbitrio el ti-
po de actiiacioiies a desarrollar en cada circuristancia concreta.
Los procesos seglares que se han conservado en Aragón contra
delitos de brujería y hechicería fueron iricoacios por diversos jiie-
ces locales; como escribiera Francisco Tomás y Valiente, {(enAra-
gón, el Derecho especial o local prevalecía sobre el general del
reino.."" No hay que olvidar qiie ni siquiera la promulgaci0n en
1247 de los Ilainados Fz~erosr l Aragún,
~ que teóricaniente eran vá-
lidos para todo el ~erritorio,supuso la derogación dc los anterio-
res fi~erosiiiuriicipales'"? Ko obstante, también el Derecho Ro-
mano fue penetrando eri el reino por vías indirectas, ya que se
acababa recurriendo al mistno, bien para colnplelar lagunas de
los f ~ ~ e r obien
s , para interpretarlos.
Bucna muestra de la fiisióii entrc los dos tipos de justicia, la al-
~oriiedieval,presente en los fueros miiriicipales antiguos, y la pro-
pia de la Edad Moderna, que incorporaba las ideas del Derecho
Roiiiario-Canónico, son los juicios aragoneses incoados por delito
de brujería y hechicería a lo largo de 10s siglos XVI y XV11. Basados
todos ellos en diferentes estatutos de desdoramiento, que eran
aprobados por cada concejo o por una junta que reunía a varios
concejos, dichos procesos ejernplifican m u y bien la elección de un
tipo de justicia extraordinaria aplicada a crímenes considerados
de especial gravedad. Ciia forma de siiilplificar las causas consistió
en imitar-los antiguos procesos. En palabras de María Paz Alonso,
&e vuelveri entonces las miradas con iiosiillgia hacia el serici-
Ilo proceso aliorriedicval qiie, aiiri inaceptable I>ilr-ala mentalidad
cit. los hombres d e Derecho d e la Baja Edad Media, tenía u n a cua-
lidad quc entonces .;e estimaba tliticilmci~teconipatiblc con la
terniticación y c o n i p l ~ j i d a dinherentes al avance d i la ciencia ju-
rídica: sil sencille~,su r.i1pidc7.»""
Pero, además de la sencillez v ld rapidez, ?qué otros rasgos ca-
r acterimban los procesos celebrados durante la Alta Edad Media?

I!lb
1.a obra titulada F~rívor(Ir .$>crgin y conotida asirnisino como í,iírlzgo ~olu
H u r w i fue proiiiiilgada como Drrcclio jiriieral dcl rciiio eii las (Jortc~de 1217,
que ~r ccletxar-oiien Hiirsca, y fue encargarla por el reyJairnr I a i i r i jurista de sir
roniiaiiza, don Vidal t k Canellas, obispo de IIuesca (vi-aseP. S;\\;\i.i. y S. PENLN,
I.Um(; O/IW71i11i(im y A(Io.7 111, (,'III.(P dd !(elno d~ / \ m @ r l ; Zaragoza. 1 866).
En primer lugar; la priuatización o, lo que es lo iiiisriio, la reduc-
ción de los coriflictos al ámbito de los intereses individuales (el
juicio se entendía como una forma más de ejercer la venganza
privada). Esto se traducía en que iin proceso podía iniciarse úni-
camente a instancia de parte, o lo que es lo mismo, niediarite la
acusación de un particular. En principio, nada tenían que ver con
dicha torniiila las causas por nosotros estudiadas, ya que todas
ellas furron iniciadas por voluntad del juez y, en consecuencia, si-
guiendo el procedimiento inquisitorial, cuyo uso eiripezó a ex-
tenderse junto con el Derecho Roniario. Sin embargo, la privati-
zacibri sigui6 caracterizando en gran medida la justicia de tipo
extraordinario todavía mucho tiempo después de la Edad Mo-
derna. En teoría, el nuevo procediniierito había supuesto un
cambio de ideología con respecto a la valoración de los delitos:
((frente a la idca dc delito como acto que afecta exclusiva-
rrierite a la persona ofendida, sc fiie abriendo paso la considera-
ciíjri de que todo delito atenta contra la comunidad en su con-
jiinto y, rri corisrciirrlciii, su represión debe ectar garantizada por
el poder rrprrsrntante de la rriis~ria.~~"'~
N o obstante, en la práctica se produjo una mezcla entre las
ideas de venganza individiial y social. Ello quedó plasmado en un
procedimiento que, más que propiarriente inquisitivo, podría
considerarse mixto, ya q ~ i clos particulares seguían teniendo un
gran protagonismo. Aunque iin proceso se iniciara de oficio, en
cualquier momento podía ser requerido el individuo ofendido
(que solía coincidii- con el deiiuriciaritc) para actuar como testi-
go, es dccir, para probar aquello que le afectaba personalmente.
Otro peligroso síntoma de privatización, que emparentaba los
procesos desaforados con los altomedievales, era la enorme capa-
cidad de decisión de los,jiieces. El excesivo margen de arbi~rio ju-
dicial facilitaba que éstos pudieran hacer del proceso una cues-
tiGri propia, es dccir, una forma de promocionarse o de ascender
profesionalmente aprovechando la fama de jueces duros en el
castigo del delito. Si teneinos en cuenta, adernlis, que en uri asun-
to como el de la br~gería-tan íritirriamcnte condicionado por las
relaciones intcrpcrsonalcs- sólo un juez imparcial podría hallar-
se en condiciones de dilucidar los entramados de odios y acusa-
ciones, y que la represión seglar se llevó a cabo porjucccs locales,
es decir, en rriuclias ocasiones, por vecinos de los mismos reos,

l<lh
María Paz A.o\so, »p. cil., p. 91.
comprenderemos mejor la fjcilidad con que tantas victirnas fue-
rori conderiadas a la pena de muerte, con el asentimiento dc una
buena parte de la poblacibri.
Otras dos características propias de la justicia altoniedieval
eran la oralidad y la publicidad. Esto quiere decir que las actua-
ciones procesales se llevaban a cabo de viva voz y en lugares pú-
blicos, a los quc podían acceder iodos quienes desearan ser ies-
tigos del acontecimiento. Dichos rasgos pertenecen en cierta
medida a los procesos por brujería que estudiamos pues, aunque
se pusie~aripor escrito (al menos los que han llegado hasta nues-
tras manos), todos ellos habían sido precedidos de un pregón
público por las calles del pueblo. El pregbri venía a clesempeílar
el mismo papel.
que
.
los edictos en la justicia eclesiástica. Así, si la
lnquisicií>n, antes de proceder, publicaba un Edicto de Fe y la jus-
ticia episcopal, un hdicto de Visita, la justicia seglar hacía un lla-
mamiento o p r e g h , coniúrirrierite conocido en Aragbn como
Ca,rtel de Voz de Crida'"!l.
Naturalmeiite, la finalidad de los edictos era que fueran di-
vulgados entre todos los habitantes de una población y por eso
se leían en la iglesia durante la misa dominical. Sin embargo, su
asociación con la idea de publicidad rio era tan directa como la
de estos pregones, que más que dichos (edicto deriva del verbo la-
tino dicere y significa dicho), eran gritados (de ahí la expresi6n vo*.
de Mdn o @da). Por o t ~ aparle, encontramos abundantes testi-
monios de juntas concejales no sOlo en los interiores de ciertos lo-
cales (<<en la sala de las casas comunes,,""', adentro de la casa co-
mun dcl fornw""), sino también al aire libre ( e n los bancos
concejales de la plaza."", Neri el cirneriterio, siquiere fossal de la
yglesia p a r r o q ~ i a l ~ ".en
' ~ ~el, pradiello del lugar del Ruri~"'",etc.).

200
Estatiiios c k desafi~rariiierltocontra la hrujrria d r Castillazuelo (IGOI)
AHPH, prot. 3850. iiot. Luis Gregeii~aii,fol. 1.
Y01
Estatutos ric dc.;atoramicnto contra la brujería de PozÁri de Ver-o (1534).
Iricluidos en el proceso coritr-aDurriiriga Ferrer, =La Coja.. , W P % . (:. 31-2, fol. 43.
'>O?
E~latutosy 0"-dinczrion~.~
(IP Cmpr (1545). AHN. SecciGri Órdenes Militares.
I.eg. 245, n" 15, fol. 1.
"" Statuto d a In !)al d',iyw (1550). AHPII. Prot. 8146, riot. Or-arite, fol. 24.
lunto a la privutizución., la omlidad y la publicidad, un cuarto ras-
go definía, quizás mejor que ningtín otro, los procesos altome-
dievales: sil formalismo. Nos referirnos a que, en el momento de
juzgar, eran necesarias determinadas solemnidades externas cuya
finalidad no era sino la o b t e n c i h de una verdad puramente for-
mal. No se pretendía descubrir una verdad objetiva, o al menos lo
rnh objetiva posible, sino que en la resolilcih de un juicio bas-
taba con que se cumplieran ciertos requisitos para cada caso con-
creto. Estos valían como pruebas, aunque no se corresporidicxin
racionalrrierite con los hechos. Las pruebas utilizadas (pruebas
irracionales desde nuestra perspectiva actual) dependían directa-
mente del conjunto de creencias y del simbolismo que irnpreg-
naba todas las manifestaciones de la vida social. Buena prueba de
ello era la costumbre de poner a Dios como juez y testigo. De ahí
que las ordalías o .juicios de Dios,>se aplicaran como uno de los
principales medios para descubrir la supuesta verdad que se per-
seguía. Un ejemplo del valor que todavía poseían en plena Edad
Moderna en Aragón tales sistemas de pruebas son los Ft~mo..r de TP-
ruel que, a diferencia de otras leyes locales que ya habían eiiipe-
zado a perder su vigencia en el siglo XiIi, sigiiieron aplicaridose
hasta 1598. En ellos, una de las formas contempladas para *sal-
var» a las acusadas de hechiceras, alcahuetas y prostitutas era la
prueba del hierro candente o caliente:

De rnuger ligadrra ide hombre que ligara por echiros, r de


mugcr erbolera, hechirrr.a, alcauera o puta con 5.
Otro si, muger que bestias o Iiorribres o otras cosas ligara, e
provado le sera, sea quemada, sino, salvese por el f ~ i c r ocon el
liirrro caliente y csblanquiente. Si por vrrit1ir.a el varon ligador
fuere, e provado Ir fiicre, esquilado sea en cruzes e acotado sea
echado de la ciudad. Ei si riegare, rcsponda a su par.
Otro si, toda muger que rrholera hiere, o cchizera y provado le
sera, sea qucmada, o salvese por el hierro caliente. Qual en este ca-
so, toda muger dcve tomar el hierro srgiiri hiero. En ningun otro
caso Iriuger deve llevar el fierro, si no fiiere mediariera o alcahue-
ta, o que sea [alputa que con 5 varones sea Iornicada e provada.*"'"

Aunque no hemos encontrado testimonios de la utilización de


dicha prueba en ninguno de los procesos hallados liasta el rrio-
rrierito, no hay que olvidar que, tanto el valor atribuido al jura-
mento (siempre formulado en nombre de Dios) como la impor-
tancia concedida a la fama pílblica, suponían la vigencia de dos sis
tenias de pruebas ir-racionales que continuaron r*tiliz5ndose a lo
largo de toda la Edad Moderna. La validez del juramento encon-
traba su fiindamcnto en la creericia y la certeza de que el perjuro
sería castigado en el más allá: ello impedina a los hombres jurar en
falso. Eri cuanto a la importancia concedida a la fama, era ésta una
idea antiquísima relacionada con la idea de la trascendencia públi-
ca del pecado. Todavía en pleno siglo X\7, todo juez, para poder
actuar de oficio, debía constatar la existencia de la llaniada $$'fa-
matio (rumor público innominado y condenatorio), y ello aun cn
el caso de haberle sido presentada una denuncia concreta. Como
bien podemos suponer, el riesgo más grave era que se llegaran a
confundir notoriedad y fama comíin, esto es, evidencia de haberse
cometido un delito y miirmiiración acerca del mismo. de los
furidarrieritos del éxito de la llaniada <<caza
de brujas,, consistió pre-
cisamente en dicha identificación, dada la ft~erzade la fama píibli-
ca y de su importancia en el sistema judicial del rriorriento.
Los procesos incoados en Aragón contra los dclitos de brujería
y hechicería constituyen un modelo ejemplar de la ligazón que se
prodijo entre los sistemas de justicia característicos de la tempra-
na Edad Media y los introducidos a partir del siglo XIII en aclelan-
te. Dicha mezcla pudo producirse debido a la gran libertad jurídi-
ca de que gozaron los municipios aragoneses hasta el siglo xviii,
una libertad que Ics llevó a imalidar las leyes generales del reino
cada vez qiie se consideró que determinados crírrieries debían ser
jugados de forma extraordinaria para facilitar su reprcsih. Tal y
como reflejan en sus actas los llamados estatutos de desafora-
miento, la existencia de brujas y hechiceras representaba uno de
los problemas más graves para los gobernantes aragoneses; tan
grave y difícil de soliicionar qiie llegó a provocar la supresión de
todos aquellos derechos de que gozaban dichas reas en Aragón y
que se hallaban contemplados en los fueros generales. En las pá-
ginas que siguen veremos en quhonsistían dichos derechos, así
corno cuáles fuerori los motivos para abolirlos adiicidos por los po-
deres encargados de una represióri que corisiguió ponerse al mar-
gen de todo iin sistema legal de gran prestigio y plenamente vi-
gente. Como expresa la fórmula «Standum est Chartaea'oti, el

Zllh
Sobre el principio &aiidiini cst (:liartacn, vCasr el mapífico trabajo de
titdado,Joc~quln&)\la y d&rchu urfzpnir, Zaragom, Ed.
I i í i s I>FI.(:.~»o E(:HCV-\KKIA
Facultad de Derecho, 1978.

192
mismo Derecho aragonés contemplaba la posibilidad de que en
determinadas circunstancias la voluntad de unos pocos pudiera
llegar a prevalecer sobre cualquier ley general ya escrita, dando lu-
gar en muchas ocasiones a abusos de poder como los que veremos
en las páginas que siguen a coritiniiación.

«!?A(:TOS ROMPEN FUEROS, PACTOS QLITLWJFUEROS,,

Nos desafmamo, para que [. ] con ~n\lancrno szn znstannu


de parte, mformando su anzmo pubhtamentr. o secreta, puuda ser
) slalmrqrlo y mandadopro(uhu contra [ ..] los cnrnrnes de bru-
x m a , poconaa, hechlzma o enmbolamzer~toi~~

A través de los distintos estatutos de desaforamierito contra el


delito de brujería que se han conservado en Aragón, podemos
llegar a conocer de forma bastante aproximada las etapas del
procedimiento seguido para la localización y el posterior enjui-
ciamiento de quienes eran acusados de brujos y hechiceros. Di-
chas fuentes, a diferencia de las eclesiásticas, rio constituyen un
cuerpo tan completo y detallado como las instrucciones iriquisi-
toriales o las constituciones sinodales, donde cada fase de la per-
secución aparecía completamente definida. Al tratar de la justi-
cia seglar tenemos que basarnos en datos iricornpletos, parciales
y dispersos. Sin embargo, y a pesar de la variedad que se observa
cn muchos aspectos, los elementos comunes son tantos que per-
miten trazar una descripción de lo que podríamos considerar el
método de la justicia seglar aragonesa para la persecución de la
brujería y de otros delitos afines a la misiiia.
El primer paso para iniciar uno o varios juicios por brujería
era la redacción de unos estatutos en función de los cuales la
zona afectada por lo que a menudo se consideraba una terrible
plaga quedaba al margen de los fileros en todo l o relacionado
con dicho crimen. La capacidad normativa de las entidades loca-
les era iin derecho rcconocido por los mismos ft~eros,ya que se-
gíin los misrrios,

207
Eslatutos de drsatoraniieri~ocontra la hri~jeríadel valle de Trna (1525).
AIIPH. Plirgo siiello e11 el I,i/m d ~ rrqimirnlo
l dr 1 1 cura (LP doo lhningu (;uzll&, fol. 2.
«a qualcsqiiiere universidades del reino les es licito y perrriiti-
clo el estatuir y ordenar de las cosas conccrriienies a su brieri gm
vierno y el imponer aquellas penas que les pareze convenierites
para consegirir- el fin de los estatutos y ortlcnaziones que rstable-
ccn.,,2n'

Para poder aprobar unas leyes nuevas, era necesario que se reu-
nieran los representantes del concejo o concejos en los que iban a
ser aplicadas. La corwocntoi~iczde dicha rennióri debía ser hccha por
el denominado corredor p~ihlic?"', el cual leía un llamamiento o
pregím, en ocasiones acompaiiado por el sonido de determinados
instrumentos, lo que contribuía a dar al acontecirnicnto un carác-
ter más solemne. Muchos de los estatutos comenzaban rriencio-
nando este importante requisito, co111o podemos comprobar le-
yendo el comienzo del .Estatuto contra los broxos y broxas y
liechizeros y hechizeras y contra los complizes en dichos casos. re-
dactado por el concejo darocense en 1592:
«In Dei nomine, sca a todos nianifiesto que llamado, corivrr
cado, corigrrgado y ajuriiado el concejo general y universidad
[...] de la ciudad dc Danjca, por mandado de los scñores justicia,
officiales y conscjo de la dicha ciudad y por llamamiento de Joan
Arrihel, nuncio y corredor publico de la dicha ciudad, el qual tal
fe y relacion hizo a mi, Pedro Mariente, notario 1 ...] de [...] haver
Iliiriiado y convocado el dicho general conccjo por los lugares pii-
ldicos y acostiirribrados dc dicha ciuclad a son de trompeta y a voz
de grida..""
De modo rio muy diferente, aunque en esta ocasión, <<ason de
campana., y no de trompeta, se reunían en 1628 los represen-
tantes del valle pirenaico de Ansó:
<<I.lainado,conl>orado, congregado y ajuntado el conccjo,
jiiriia general y universidad dc la villa y valle de Ariso por manda
miento de los liigartenientc de jiisticia y jurados abaxo nombrii-
dos y por ilarriamiento y piibliro pregon de hlateu Aznarez, co-
rredor publico de la dicha valle, el qual tal ffe y r e l a ~ i o nhizo y
haze a mi [...] de [...] haver llamado y conbocado el dicho con-
cejo a son de campana y con voz de pregon publico.~'"

YO3
Arcliivo del Valle de Aisa, 41.5. Texto citado por Geriaro LAM,\R<.A eii El iia-
Ile d~ Aiw. Historic~dr itnn r.onzunid«(lpirmnirn. Zarago~a,Ed. Mira, 1993, p. 64.
XN
Sobr-ela figura del cnr-rr.cl»rf)iihliroeri los niiinicipios aragoiicrcs. véase Ge-
rnro I . I ~ I ~ of).
~ A(;l.,
, 11. 63.
'lo Estatutos de desafoi-aniiciitocoritr-a la brujrría de Daroca. (15%). :lrcliivo
Mliiiicipal de Darora. Kstatiltos de la coiniinidad de Daroca (SS. XIVX\'i), fol. 547.
21 1
Estatiitos de desaluramiento coi1Li.a la hrijería del valle dc Ans6 (1628).
Archivo Municipal dc Ansó. pro^. 1628, not. Miguel Lópcz. fol. l .
Tras la coristataci0n d e la convocatoria, seguía una ltita ron los
nombres de quiensi .SP h,nllaban p~c.sentesm la junta. En Ansó, y para po-
ner coto a los problemas que ocasionaban los brujos, se congrega-
ron en 1628 unas 50 personas, teniendo e n cuenta a los «oficiales.,
los vecinos de Ans6 ( M ) ,los d e Fago (2), los dos testigos, el notario
y el corredor pí~blico.Según la fórmula consagrada, podían delibe-
rar «los presentes por los ausentes,,, todos iinániines y conformes"'.
A partir de ahí las diferencias entre iinos estatulos y otros se acre-
cientan. Por lo general, la mayoría continuaba ofreciendo una exfio-
sición de los motivos que habían obligado a los concejos a adoptar tan
duras medidas. Pero, aunque casi todos los estatutos incidían e n las
desgracias naturales (muertes, enfermedades, malas cosechas)
causadas por los brujos, pueden advertirse algimos interesantes
matices que reflejan las principales preocupaciones de cada riú-
cleo dc población. La lista d e acusaciones aparecía casi siempre en-
cabezada por la fórniula atcndientes y consideraritcs?).Un ejemplo
representativo y compendiado de lo que dicha enumeración solía
incluir lo constituyen los denominados &statutos y desafueros con-
tra las hechixeras y bruxas [...] del justiciado d e Cia.:
&iteridirrites y considerantes los niiickios daños y excesssivos
daños que la dicha Wlla y lugares vezinos y irrrriirios dcl dicho,jiisti-
cimgo de Gia padecer1 y sospechan verisirnilnierite que vicnen por
las vulgarmente Ilaniadas tiechizcras o hechizeros, ljruxas o bruxos,
rrialeficas, mezineras o sortilegas, siquiere fetilleras, por cliianto se
presiirne y crche realmente que en dicha villa y Iugarrs del dicho
,jiisiiciadode Gia hay miichas briixas o brusos o hechizeras las qua-
les, p o s p ~ s t oel amor y temor de Dios y de la justicia, han prrpe-
trado y perpetran de cada dia homicidios de personas grandes y pe-
queñas matando ganados gruessos y inenudos, dampnifficandolrs
los arboles y Pructos de la tierra y haziendo otros daños cn personas
y bieries y cosas con yerbas y polbos ponzoñosos y ungiirntos vcnc-
nosos y otras cosas aptas para Iia~err r i d con sugestion diabolica y en
gravissirno &ario dc los habitadoi-es de dicha villa y lugar es.^""
Unas líneas más adelante dichos dariosn eran enumerados
nuevamente, aunque esta vez de modo más específico:
-.(:o11 SU diabolica arte de brirxeria o hechizeria liari rriuerto,
hecho inaiar o morir faran personas grandcs o pequeñas, gana-
dos gruessos o rrienudos [...] han ligado o ligaran o ligar farari a
qualesquiere personas L... 1 liar1 impedido, iinpidiran o hecho im-
pidir que marido y niuger carrialrrirriie se piledan conocer, o que
alguna muger no se piietla preñar, o los partos de las mugeres
han darripriif'ficatloo danipnifíicaran, o han destruydo o destruy-
rari los arbolrs frutales [...] o a los dichos animales han hecho o
tara11algilrios dolores procurandoles torcones.n"4
El primer aspecto que nos llarria la atención tras la lectura de
dichos m i o t i v o s ~es la variedad de nombres con que eran desig-
nados los brujos. A diferencia de lo que ocurría en los documen-
tos d e la justicia eclesiástica, donde la división entre los conceptos
d e brujería y hechicería era f~indamerital(recordemos que los in-
quisidores consideraban la hechicería un crimcri rrieiior y que,
por ello, se habló e n más d e una ocasión d e la especial facultad
de los obispos para juzgarlo), e n los estatutos locales ambos tér-
minos aparecen como sinónimos o, al mcnos, como variantes de
u n mismo comportamiento. Era ésta la concepción popular, que
n o coiriparlía las sutilezas clericales que distinguían la apostasía
(propia de los brujos, que habrían renegado de Dios) d e la sim-
ple herejía (propia d e los hcckiiceros, cuyo pecado consistiría en
practicar la superstición).
Los diferentes nombres con que los estatutos designaban a
aquéllos contra quienes debía aplicarse lajusticia extraordinaria no
eran otros que los utilizados por quienes habitualmente los con@
cían y trataban, tal y como podemos comprobar por algunas de las
testificaciones incluidas e n los procesos. Junto a los sustantivos o
adjetivos de cariicter general, tales como Irr~jo( o Iwuxo) , h,~chirmo( o
,fetiLho), o mnkjco, el resto hacían alusibri bieri al poder d e adivi-
nación que, con frecuencia, se atribuía a los acusados (sortikgu no
es sino un compuesto d e los términos latinos son y Zcgmc, esto cs,
leer o conocer la suerte), bieri al conociniiento y la iitilización de
hierbas, medicinas o venenos (erboleros, metzin~ros,pvr~zoñmos).
En cuanto al género usado para referirse a los crirriiriales, re-
sulta llamativo que e n más d e u n a ocasión los estatutos comcn-
zaran citando a hombres y rriujeres por igual (bruxos y bruxns)
para acabar -de una forma que pudo ser inconsciente, dada la
voluntad manifestada e n iin principio d e mencionar arribos se-
xos- reduciendo dichas citas íinicamente al genero femenino
en la mayoría d e los párrafos. No e n vano, a pesar de las alusio-
nes a varones, todos los reos por brujería d e la justicia seglar ara-
gonesa d e los que poseemos noticia fiieron mujeres. Un buen

21 t
Ihrlrm. fol. 4
-
Portada del rriariuscrito que coritierie los IGtstntutos ( l ~ s r ~ j i ~ f i rcontrcc
r r o ~ h5 hp-
thizerus y úruam, aprobactos por la villa y lugares prr-teriecierites al ,jiwticiaLgo
de Chía eri 15!42 (Arctiivo IXocesario d e Karbastr-o,ri" 15, td. 2).
cjeriiplo de este contradictorio fenómerio son los estatutos apro-
hado; cri Carne en 1545. Eri la uarte dedicada a describir losko-
tivos que habían condiicido a su redacción (((algunasjustasy ra-
zonables causas rriovientew, según constaba en el docurrieiito) se
hablaba de,
=algirnaspersonas, arisi hombres como rriiigeres que con invc-
cxiori y ayuda dcl dial~lo,violentamente o con ffirerza de encanta-
rriientos, palabras, yerlm y ponzoñas o otrarnente ussando, corrio
los que vwlgarmerite son llamados broxotrs o bruxas [...] han rriuer-
to a muchas y diversas personas [... 1 y hzen cossas dc briixas.~~""
Es decir; que aun en el supuesto de que filerari hombres qiiie-
ries practicasen el iiialeíicio, su actividad seguía siendo conside-
rada corno propia del sexo femenino: <(cosasde brujas)).Crias pá-
ginas más adelante, los redactores del estatuto parecían haber
olvidado sus primitivas acusaciones contra varones, ya que afir-
maban directamente que en la villa y términos dc Crispe había ha-
bido y seguía habicrido,
malcficas, wneíicas, homicidas, nigrornanticas y eri-
<<bi-oxas,
cariiaderas y npcdreadrras y dilapidaderas de terminos y carripos
y de huertos de los \x=cinosde la presente vi1la.n""
Cada comarca buscaba el origen de sus peculiares desgracix
en la acción personal de ciertos seres ericargados de dañar a los
vecinos que la poblaban. En la villa y terminos de Caspe sc hizo
especial incidencia en las dificiles condiciones rrieteorológicas
(tempestades de granizo, fiindameritalriiente), así corrio en las di-
versas plagas que, cada cierto tiempo, asolaban la región. Tras la
menciOri de los consabidos homicidios de personas y animales cu-
ya constancia nunca ialtaba, cl estatuto continuaba,
&ambicn se han seguido apedrearnientos, anublaniienios. en-
ropmicntos. engilsanamientos y perdirnientos de muchos campos,
panes y fructos de los vecinos y moradores de la preseriie villa.^^"'
I,a roya (un hongo parásito, con aspecto de polvo amarillo,
que a veces se forma en algiinos cereales y otras plantas) debía de
ser especialmente frecuente en aquella comarca, ya que no apa-
rece citado en ningún otro estatuto. Así pues, cada población iba
incorporando al mito de la brujería todos aquellos problemas
que le afectaban particiilarmeri~ey no sólo aquellos estereotipos
más extendidos, como la provocación de tempestades o la abun-
dancia de muertes y enfermedades. Por algunos estatutos, como
los aprobados eri Castillazuelo en e1 año 1601"'", conocemos in-
cluso el nombre con que eran designadas en ciertas localidades
algunas de las enfermedades rriás corrientes e11 la época pues,
junto a acusaciones tan comunes como las de matar y dañar a per-
sonas y animales, impedir los partos de las miijeres o la cópula
carnal de éstas con sus maridos, los citados estatutos hacían res-
ponsables a las brujas de los ..gratillones, siquiere papos.), Los
(.papos., también llamados .papas», eran la manifestación de una
de las dolencias rriás extendidas y diflciles de curar por aquel en-
tonces, el escrofdismo, un estado de debilidad general que se
manifestaba principalmente en la inflarnación de los ganglios, es-
pecialmente del cuello. Aunque en los estatutos de desaiora-
miento no era del todo habitual la mencion de enfermedades
concretas, encontramos otro ejemplo de lo que bien podríamos
considerar una de ellas en el llamado ~Statutode la bal d'Aysa,,,
aprobado en 1530 y vuelto a ratificar en 15'75, según el cual se cle-
bía proceder,
«contra las personas o persona que iisaren de arte de bruxc-
ria, arte magica, fctillos et otros hechizos, et que con dicha bru-
xeria et otros hcchizos hobierrii perpetrado o perpctraren dende
adelante homicidios, rriirerirs y hobieren hecho y haran cori di-
chas artes ladrar. las prrso~ias.»~'"
Como demuestran los procesos que, basados en los presentes
estatutos, fueron incoados contra varias mujeres por brujería, la
acusación de provocar lo que se denominaba como ((mal de la-
dran se repitió a meniido entre los habitantes de las poblaciones
del citado valle de Aísa. Dicho comportamiento se hallaba muy ex-
tendido tarribién entre los liahitantes de las comarcas pirenaicas
de otros valles cercanos, siendo considerado por sus gentes como
un claro síntoma de posesión diabólica provocada por embruja-
miento. No son muchas las menciones al Diablo dentro de los es-
tatutos; sin embargo, su presencia constituye siernpre el telón de
fondo de las acciones imputadas a los brujos, así como la justifica-
ción última para la redaccih de las nuevas leyes. De wigestion
diabolica,, y diabolica arte de briixeria o hecllizeria~,hablaban
los referidos estatutos de Chía"" y, según los de Caspe, todos los
rriales provocados por los brujos eran hechos -con invocación y
ayuda del diablo."'. Pero quizas el ejemplo que mejor reflejaba la
idea de la lucha contra las fberzas diabólicas era un párrafo in-
cluido en los estatutos darocenses de 1592, segíln el cual la seini-
lla de Satanás se encontraba tan arraigada que sólo unas leyes y
castigos especialniente duros podrían ser capaces de extirparla:
.<Attendicntesy considerantes los grandes daños e inconve-
nientes que de algunos aÍios a esta parir han acaecido y han ydo
creciendo assi en las personas como en los ariirnales [...] y para
prevenir a tanio daño y al servicio que a Nuestro Señor Dios se ha-
ra en que las tales gentes que cn cxercicio tan diabolico handan
sean castigados y pugnidos y obrar a que este pecado y ofkrisa
quc a Dios Nuestro Seiíor se I i u e no se v a p estendiendo y los da-
iios aumentando, pues es cierto que, como obra del diablo y se-
milla suya la sembrara si con casiigos exemplarcs y terrores no se
a~axase.»"'

No podía encontrarse iina,justificación más adecuada para las


crueldades a que dieron lugar los desafueros, que el combate
contra un poder tan desmesurado como el del Diablo. Castigar el
crimen de brujería de forma rápida y ejernplar, es decir de la ma-
riera más feraz posible, era, por tanto, la mejor prueba de soirie-
timiento y servicio a un Dios al que se imaginaba en perpetua lu-
cha con su adversario. La figura de Satanás servía como bandera
siempre que quería terminarse cori cualquier comportariliento
considerado antisocial. Coino expresaron los vecinos de la peque-
fia localidad pirenaica de Pozán de Vero en 1534, cuarido deci-
dieron desaforarse para perseguir a los brujos sin impedimento
alguno, la brujería constitutía un daño no sólo contra Dios, sino
tambikn contra la república, identificando la misnia cori el E s t a
do o la sociedad civil,
~Attendientcsy considerantes el grari deservicio que a Nues-
tro Señor Dios sc hazc en el dicho lugar y otras partcs por no ser
castigados los crirnincs de bruxeria y nieizirieria, sortillcria y pon-
zoiieria, en grari vilipendio y daño de la cosa piiblica, a los quales
crimines castigar y reprimir impiden los fueros.»'":'
En realidad, el verdadero niotivo dc tanto rigor no era otro
que imponer el orden en las poblaciones alteradas por los en-

2-2
E~lnluloro?ztru los Í7roxo.r g hroxo.\ hrrhiwro~y hrrhzzms i: co?zlrn los rompíires
en dzrhos rasos..., fols. 347-348.
PB:<
t:statictos corilra la briijería de Pozán dc Vei-o (1534). Iricluidos en el pro-
crso contra Domiiiga Fcrrcr, <<LaCoja,).AHPZ, C. 31-2, fol. 43 v.
frentamientos y violencias d e todo tipo, los cuales se agudizaban
por la convicción d e que determinadas personas eran las causari-
tes de los males d e origen desconocido. Una vez encontrados los
chivos expiatorios a quienes culpar de las desgracias que atañían
a toda una comunidad, cl medio más Tácil de contentar a la gran
mayoría y restablecer la calrria era acabar con quienes habían si-
do señalados para el papel de víctimas propiciatorias. ( h m o si d e
un ritual pagano se tratara, su sacrificio se elevaba a Dios, se lo-
graba una victoria 1115s sobre el Maligno y el pueblo quedaba sa-
tisfecho. Scgún los estatutos aprobados en la villa pirenaica d e
Amó en 1628, elos delictos), d e brujería y hechicería eran .tan
enormes y feos y tan e n offensa d e Dios Nuestro Señor y clario rio-
table de las gentes,,, quc debían ser castigados de la forma m5s rá-
pida posible para poder v i ~ i r*con paz y sosiego.,,""
Junto a la exposicióri d e los motivos que pretendían jnsriticar
la represih, resulta especialrnenle iritcrcsante la d~claraciónde los
precqbtos o desafueros propiamente dichos. Su prorriulgación sii-
ponía una «suspensión d e los derechos y libertades., como d i r í a
mos hoy e n día. Aunque los desafileros eran diferentes unos de
otros (algunos estatutos, con10 por ejemplo los de Chía, derrios-
traban una mayor humanidad para el contexto d e la época), to-
dos cllos coincidían e n facilitar las pruebas que normalrnerite liu-
hieran sido necesarias para imponer unas coridenas que podían
llegar hasta la pena d e muerte. Como ha escrito Francisco Tornas
y Valiente,
«Era ésta una de las argucias más importantes y temibles de la
legislación penal; cuando el rey ya no puede aimieiitar la rcpre-
sión agravando Vas penas por ser éstas las iniíxirrias posibles, faci-
lita las coridrnaiioncs .ayudando a la proI>ariqa~>, csto es, autori-
zando expresamente estas llamadas qxurbas pr.ivilegiadas».Así,
como escrilió kltairc refiriéndose a i i r i proceso celebrado en
Toulouse, '<huitrumeurs qui no sorit q u ' u n echo d'un bruit mal
foridé. peuvent devenir une preuve complctc.»'"

En efecto, tanto el rey como los pequeños concejos que se ponían


bajo su protección y actuabari en su nombre (xporienios y dejamos
de poder y iriarios del Rey Nuestro Senyo~;su lugarteniente gene-
ral en el Regno d e Aragori rigiente el oficio, la goverriacion y [...]

e24
Estatutos dc dcsalor-airiierilo contra la brujcria dcl wlle de Aria6. 1628. Ar-
chivo hliiiiicipal de Aris6, prot. 16'28, iiot. Miguel L ó p e ~fol.
, 10.
toda la jurisdiccion civil y cri~~iirial
de la dicha Val»'"" pddíari llegar,
en las situaciones consideradas de excepción, a tomar la decisih de
apresar a ciertos criminales sin otro requisito que la sospecha de su
culpabilidad. Ni siquiera era necesario que hubiera sido presentada
uria denuncia: la sola voluntad deljuez era suficiente para iniciar las
causas. Corno quedaba claramente expresado en los estatutos, a par-
tir de ahí el camino hasta la máxima condena ya no encontraba nin-
gún obshculo. Tras la fbrrriula que daba total libertad aljuez (.con
instancia y sin instancia de parte, solaiiiente su animo inforr~ian-
do))),éste veía abierta la posibilidad de aplicar la tortura cuantas vc-
ces deseara, de utilizar pruebas irracionales corno la coiiipiirgación
y en resumidas cuentas, de hacer cuanto le viniera cri gana. Según
los citados estatutos del valle de 'km,
jiiez ordinario de la dicha val [... 1 pueda y deba proceyr y
<<el
mandar procelier a capcion de qiialrsquiere delinquentes reos o
cidpaliles d e los dichos crirnirirs [...] fjsta difinitiva seritericia y
execucion della inclusive, y aqiiellos oydos y defendidos o no oy-
dos ni defendidos, y sierripre que visto le sera sentenciar y niandar
ser puestos en tortura y turmentos, y alli, aturrrieritados assi et se-
gunt y t a n t a w / r s y a los fines y efectos que visto le sera, o aque-
llos ser corripurgados, y a las personas que le pareziere elegir, y di-
cha conipurgacion y otras cosas que visto le fuere et encerqua a la
puniciori y castigo de los dichos cr-irnirirs, y qualquiere de ellos
sentenciar y Pazer [...] y en todo tierripo, ora e l u p r e cada e quari-
do le parecera [...] a muerte corporal y execucion d c aquella en
fuego, forqua, o como visto Ir sera.»?"'
Una vez situados al margen de los fueros, los concejps delega-
ban en el jiiez pertinente toda su capacidad decisoria. Este podía
cclebrarjuicio en día feriado y rio feriado, de noche o de día, sin
importar la hora, en el lugar que le pareciere, con abogado o sin
él. Segím los estatutos de Daroca,
<(Endichas causas I...] el dicho concejo pueda procetier or-
den de f ~ ~ e servado
ro o no servado, la parte presente o ausente,
en dia feriado o no feriado, en pies o asentados, eri el lugar acos-
tumbrado o no acostimihrado, de dia o de noche, en qualquiere
manera que qnerran e visto les sera.^^"'

2 215
Es~atiitmde dc~saforamiriitocor1Li.a la Ixujcrin del valle de Teria. Sallcii~
de (&llego,1525. AHPH, pliego siiclto cri el Libro (Icl r @ ~ n i ~ n ltlc
o l n rnsn dr d o n Tlo-
mirlgo Guill6ri. fol. 1 .

'?Y
L s t n f ~ r t orontrn los br-uxo\ y bruxnc y hrchizrro.í y h ~ r h i z ~ rymm l r a los tonLji1ict.r
cn dichos msob.. .. fol. 3481:
La libertad del juez podía llegar hasta el extremo de.juzgar sin
estar obligado a incoar proceso. Tal y como declaraban en 1530
los representantes del valle de Aísa,
«Que suniariamente y sin cstrcpitu t...] su alcayde o lugarte-
niente o rornissario de aquel puedan procchcr y procean contra
los que cornriiierori l... 1 los dichos delictos [...] cncara sin hazer
proceso alguno si tiwer. rio 10 qui~ieren.>>'~!'

Evideriterrientc, dichos comportamientos suponían un grave


atentado contra los fileros del reino. Según éstos, no podía irii-
ciarse un proceso sin instancia de parte ni tampoco aplicarse la
tortura (dos de las priricipales riovedades contenidas en los esta-
tutos)""'. Pero además, como ha puesto de manifiesto Manuel Go-
mez de Valenmela en referencia a los aprobados en el valle de 'k-
na, también quedaban implicados otros preceptos forales como,
por ejemplo, el Fuero 137 &e ludices», que prohibía celebrar jui-
cios y dictar y ejecutar sentencias de noche o el <<Deinanifesta-
tionis personariimc, etc. Una de las características de los nuevos
preceptos desaforados que rriás llarria nuestra atención y que ma-
nifiesta la extrema dureza de los mismos era su carácter retroacti-
vo. Tal y como se expresaba en los estatutos caspolinos, las nuevas
leyes podían y debían aplicarse tanibiéri contra quienes hubieran
delinquido con anterioridad a la confección de las mismas:
<<Por la fforma y mancra e n la presente ordinacion y estatuto
coiiteriidos, se proceha contra los acusados d e los delictos sobre-
dichos, n o solarrierite por los delictos qiic d e aqui adelante se co-
meteran, pero aun por. los corrietidos ante dc la conffection y pu-
blicacion de la presente hordiriaciori y estatuto..""

La importancia concedida al efecto retroactivo quedaba clara-


mente expresada por- el orden con qiie aparecía redactada dicha
cláusula en todos los estatutos. En primer lugar se hablaba de
quienes habían cometido los crímenes en el pasado, y en segun-
do luga~;de quienes lo podrían hacer en el futuro. No olvidemos
además qiie, dada la validez de la lama pública para la persccu-
ción de los delitos de brujería y hechicería, rii siquiera era nece-
sario que tales delitos hubieran sido consumados realmente, sino

Y29
Slalulo (le ln bnl d' ..lysa.... fol. 22
290
Existían dos prrcrpro tórales que pr«hil>íaiiambos pr-ocedirriieritos: el
Ilaiiiaclo .<Deproliibita iriqiiisitioiie,~. por un lado. y los *De officio canccllai-ii do-
rnini regis., el quinto dc los riwlcs prohibía la tortura durante la irislr ucciOri dvl
sumario y coiriu ~rietodode iiilerrog¿atorio.
que bastaba con que existieran rumores acerca de ello. Segíln los
estatutos del valle de h s ó ,
siempre y cuando se t~ibicrcsospecha y Iiiibierr t h i a piibli-
ca que se crea ser verdadera y no fingida de algiiria persona o per-
sonas de qualquiere estado o calidad qiir sean, assi hombres co-
mo mugeres, de liavei. corririido los anos pasados o cometeran de
oy adelarite los drliitos inti.asrriptos [...] piiedan ser presos.>>'"'
De este modo, los estatutos contra los tan temidos delitos de
brujería y hechicería, aparecían redactados en un lengiiaje que
pretendía abarcar una totalidad iiriposible de ser expresada
con los términos y los tiempos vcrbalcs utilizados habitualinen-
te. Como afirmaba Mircea Eliade refiriéndose al ((tiemposagra-
d o ~existe
, una diferencia de estructura entre el tiempo mágico-
religioso y el tiempo profano. Según dicho autor,
«En religión, corno eri rriagia, la periodicidad significa ante
todo la utilizaci6ri iridetiriida de irri iirrripo mítico hecho presen-
te. Todos los r-iti~alesiirnrri la propirdad de ocurrir ahora, en es-
te in~iariie.nfl"
Aunque, en sentido estricto, los estatutos dc dcsaforarriiento no
constituían ritual alguno por sí mismos, puede considerarse que ser-
vían para propiciar un aricestral rito de carácter expiatorio en aqiie-
llos Iiigares en los que llegaban a ser aprobados: la eliiriiriación de
los señalados como enemigos de la fe y de la comunidad. Sólo des-
de este punto de vista es posible comprender ciertas expresiones lin-
güística~como las pertenecientes a los estatutos de Chía,
<<Han muerto. hecho matar o morir faran 1 ... 1 hari ligado o li-
garan o ligar faran [...] han inipediclo, irripidii-ar~o hecho irripe-
dir que marido y muger carrialrrieritr se piietlari conocer [...] o
los partos de las rriuger.es liari darripnifficado o dampnifficaran, o
han destriiydo o drsiruyran los arboles
Podemos imaginar que la suprcsi6n de tantos obstáculos jurí-
dicos y la gran libertad que concedían los desafueros a los perse-
guidores de la brujería ocasionaron forzosamente gran n6mero
de abusos e injusticias, de venganzas personales y de situaciones
de histeria colectiva. Pese a ello, la mayoría de los estatutos daban
rienda suelta a los jueces para actuar sin freno alguno. Sólo he-

<,,
<
-'"Estatiitos de decaforamiento contra la brujería del valle de Ariaí,. 1628. Ar-
chivo Miiriicipai de Aiis6, 111-ot.1628. r i o t . Migiicl I.ópc7, tol. 97.
nios liallado un ejemplo, el estatuto del valle de Chía, donde el li-
bre arbitrio de aquellos aparecía limitado en ciertos aspectos, lo
que comportaba ciertas garantías para los reos. Tratáridosc de un
desahero contra la brujería, el estatuto comenzaba facilitando al
juez la prisión de <<las personas de las tales bruxas o hechizeras o
hechizeros y fetillerosm para, de cstc modo,
-proceder a capcion de las personas criniinosas [...] sin ob-
servar ningur-ia snlernriidad jiiriciica o toral del presente Rcyno de
Aragon y pueda sacar los tales delinqiieritrs de qiialquier-e lugar
cluar~toquiere sea privilegiado; la capcion y extraction no se pue-
da emparar- ni difkrir por riirigiina firma de derecho dc qualquie-
re iiatura sea.,,"'
Una vez presos, las tjcilidades para el procesamiento no eran
menores,
<<sepueda proceder y sra procrvtlo por- su rriero officio y por
via de inquisicion o a instancia de los dichos siridicos y pr.ociir.a-
dores l...]
sin riiydo ni figura de judicio, en scripto o sin el, de dia
o de noche, en dia kriado o iio feriado, solo el hccho de la ver-
dad mirada, Iiasta sentencia diffiriiiiva.~~":"'
Eri cuanto a las pruebas, en teoría valía cualquier testigo:
d t e m cstatuymos y ordenamos que contra los talrs clrliti-
querites se puedan recibir qualcsquiere testigos, y sean habiles
para testificar qualesqi~ierepersorias, hombres o mugcrcs, [...]
aunque sean participes y consorcios o corir-reos del rriesrno cri-
men.»':"

Sin embargo, había que procurar quc kstos fueran secretos ( a


fin de evitar scandalos y enemistades)))y, sobre todo, averiguar si
eran enemigos de los acusados (<<se interrogue si los tales iriculpa-
dos tienen algunos enemigos en el lugar por renzillas~).Los reos
tenían derecho a defenderse, ya fuera por ellos rriisrrios o median-
te un abogado. El tormento estaba autorizado, pero se insistía es-
pecialmente en que, en el transcurso de los interrogatorios formu-
lados durante la tortura, no se preguntase a los acusados por delitos
concretos sino que se hiciera una encuesta general, para no obli-
garles a confesar falsedades y poder saber mejor q u e passa en ver-
dad.. Los procesos en ausencia estaban autorizados, pero si, una
vez incoados, se presentaban los reos, había que escucharlos. Eri

2:i.i
Ibidrm, fol.5.
Y%¡
Ihidrni, fol. 6.
237
Ihidrm. fol. f .
cualquier caso, éstos se hallaban obligados en Chía a pagar las cos
de 4u proceso, fiieran o no culpables.
La previsión y el realismo del estatuto llegaban hasta el punto
de contemplar la posibilidad de que -debido a la gran cantidad
de brujos que se esperaba procesar- faltaran cárceles para al-
bergarlos. También podía ocurrir que, si todos se encontraran
juntos en un misnio lugar, «se podriari conjurar e ariyniar para ne-
gar la verdad, o tanibih, pudicndose hablar, inculpar algunas
personas indebidamente, con perdi~ionde sus almas.,, Por ello, y
en aras de lograr iina justicia más eficaz, se autorizaba a hacer,
qualesquirre carrrles rlr qiialesqiriere casas privadas, castillos
y fortalezas de Gia, las quales para dirlio rfferio sean Iial~idaipor
cai-celescoinunes, sin caher ello en pena ni caloriia al gima.^"'
La últinia de las advertencias nos lleva a pensar que no era la
primera vez que se elaboraban unos estatutos semejantes, ni tam-
poco la primera que se juzgaban dichos delitos. Al igual que cuan-
do se trataba de crímenes de brujería, la cláusula a la que nos re-
ferimos se hallaba redactada en pasado y cri futuro. Muchos
liabíari debido de ser los abusos cometidos contra mujeres acnsa-
das de brujas en otras ocasiones, para llegar a ordenarse lo que a
continuación se exponía:
estatuyrrios y ordenamos que los presentes estatutos ha-
<<Iteiri
yan lugar iairibirri [...] coriira qiiiilesqiiiere carceleros, guardas g
otras personas que han conieiido y rorrirterari adulterio y forrii-
cacion con qualesquiere mujeres que estaran prrsas por r a / m de
los dichos criinines y delictos, o que carnalme~iteroriocerari
aquellas, los quales puedan y hayan de ser castigado s.^^""'
El problerna de la br~ijeríano constituía, por tanto, un proble-
rria aislado sino que arrastraba consigo otros muchos, y de ello eran
plenamente conscientes los encargados de su represión. Precisa-
mente, iina de las sitiiaciones más graves que podían plantearse
(aparte de las derivadas de la enorme cantidad de abusos a que los
desafueros daban lugar) era la venganza en las personas de los de-
nunciantes o aun de los mismos jueces. No olvidenios que buen
número de las acusaciones de br~ijeríaeran formuladas por los
enemigos de los supuestos brujos y que muchas poblaciones se en-
contraban divididas en dos bandos opuestos, con lo cual la aper-
tura de un proceso por briijería, dadas las facilidades que existían
para hacerlo, era un «excelenten mcdio de provocar una auténtica
guerra civil entre los habitantes de tina aldea o de todo un valle.
En previsión de dicha amenaza (y evidentemente, aunque no
quedara formulado, en recuerdo de lo que otras veces habría ocu-
rrido ya), muchos de los estatutos iricluíari cláusulas que hacían
extensibles los desafueros a otros crímenes derivados de la propia
represión de la brujería. Los junteros del \ralle de Tena, por ejem-
plo, kiicierori redactar una disposicióri por la cual se ampliaba lo
establecido contra los brujos a quienes co~netierarihomicidio o
incendiaran después las propiedades de los delatores. En pala-
bras de Manuel Gómez de Valenziiela,
«Ello revela que los jiinirros rrari ronscientes de los extremos
a que podían llegar sus ro~ivecinos,<(hombresaltos, robustos, agi-
Irs, tiiertes y naturalmente iracundos», como un siglo después los
caracterizara mosén Vizencio Blasco de Lanuza, que por ser sa-
Ilentino debía conocer bien a sus paisanos.>)'"'
La disposicióri a la que nos referimos se formuló en los si-
guientes términos:
sltern. Porque proviendo a debido castigo de los susodichos
crimines, por ser en tanto numero los dclinqucntes y parientes de
aquellos, se espera scandalo cn los dichos pueblos, por lo que los
dichos delinqucntcs y parientes dellos coritra los Jiiezes, (:oriseje-
ros, Notarios y otras persorias que eri el rxrrririo de la justicia en-
tenderan en crinieri de horiiiridio y oiros criiniiies delinquir
aterriptarari, por tanio ei aliis, estatuimos y ordenamos que los di-
chos sefiorrs Key, Lugarteniente General suyo, Gobernador Ge-
neral de Lkagonrigiente el officio de la gobernacion, Justicia Or-
dinario de la dicha Val y sus lugares [...] puedan y deban proceher
desaforadamente contra qualcsquicre reos y criniinosos aciisados
e culpables de crirtieri de homicidio por qualquiere causa o ra-
zon, con ballesta, Im(-a, spada, piinyal, piedra, palo o tocho o en
qiialqiiiere oira manera, y no con dicha arte de poconeria, bro-
xeria o hrcliizeria o e n e r b o l a ~ n i e n t o s . ) ~ ~ ~ '
Quizás, para nosotros, lo más sorprendente de dicha cláusula
sea el paralelismo que establecía el estatuto entre quienes mata
bari con armas materiales (ballesta, lanza, espada, puñal, piedra,
palo, etc.) y los brujos o hechiceros, de quienes se pensaba que,
aunque en ocasiones se valieran de hierbas o venenos, podían ser

240
Mariiicl G ~ M LDELVAL~ N Z L L I . Ay".
, rit., p. $15.
Y11
Estatutos de desaforarriierito coritra la br ujt.r.ía del valle de Teiia. 1525.
AHPH. pliego suelto e n el I . i h d d rqjmirnto dr lo r o t a rlr don D o n l i n p GuillYn.
fol. 3.
capaces de matar sólo con la iritericióri. La equiparación entre
dos formas tari diferentes -y aun opuestas- de ejercer la vio-
lencia cxplicaba la muy frecuente y estrecha asociación existente
entre las leyes dirigidas contra brujos y contra bandoleros. En rea-
lidad, el auténtico oficio de estos últimos era cl de ladrones, pero
la crueldad de sus proccdirnientos hacía que fueran juzgados de
forma especialmente dura. En Aísa, el estatuto aprobado eri 1530
debía aplicarse contra br~ljosy hechiceros, pero también,
«conira los latirones, salteadores d e caminos ct contra los que
hizieren o comettirreii irayiion contra otro o otros por interres-
se o en otra qualquiere manera con q u r d e la dicha traycion se si-
giia danyo de muerte corporal, niutilacion d e rriierribr~o,ffiirto o
saltear de camino s.^"'?

Según los esvatutos de desaforamiento del valle de Piiértolas,


éstos habían sido aprobados conjuntamente,
*por causa d e los muchos bruxas e bruxos, ponzoiiyeros e
p~nxoriyeras,malefficas e malefficos, ladrones y ladroilesas.~~?""

Tanto los bandoleros como las brujas teriíari su sede principal


en las montañas, o al rrierios ésa era la idea transmitida por los res-
po~isablcsdel gobierno de las principales ciudades. En Zaragoza,
en 1584, se decidió,
«que para remediar las muchas muertes y daños de diversas
criaturas y otras personas que, segiiri dizeri, ha havido en la ciu-
dad de poco tiempo a esta parte, por racori y cama de las bruxas
que d e la montaña y otras partes han huydo Y Iiari venido deste-
rradas y residen en la ciudad, se hiziesse un estatuto por- el qual
se provea que las tales br~ixassean acusadas, castigadas y drste-
r n t h s , y que contra ellas se proceda criminalmente con graves y
rigiirosas perias.nU'

El estatuto solicitado se aprobó dos años después""'. Eri él ya


no se hablaba solamente de brujas sirlo de «brujos y brujas, pon-

N?
Estatutos de desaforamirrito coiiti-a la brujería del valle dc Aísa. 1530.
AHPH, prot. 81 46, rior. Orante, fol. 24.
5.13
Esta~u~os del valle de Piiértolas contra la hrujct-ía. Piitrtolas. 1571. AHPH.
Prot. 1 1.173. Not. Pedro Cliinerite de Bes~ué,fol. 2,
2 14
AMZ. Libros de actas. 34 0-30. Septiemhrr dc 1584, t01. 65v.
L'li
Véase *Estatuto hrcho a scys d e Dezieiiilxe dc ~ i i i qliiriieiitos
l oclierita y
íeys, co1iti.a las Brujas y Heclii~eras~~, eri Rrcopzlnrion dr loí ntatutor dp /a riudnd d p
Zuragow por los ,(;Pñor~t111ruljo.í,i:npiiol y (;om~jo,ron porln dr ~ . h c r l l upnrr«l. O'o~zfir-
rnaclot J drrt-~lnrlmrl firimrro dr U m i n n h r dr 1635, Zaragoza, Hospital Kcal y (kncral
de Nuestra Señora dc (kacia, 1635.
~RECOP~LACION
{DE LOS ESTATVTOS~
@ D E L A C I V D A D DE

* POR LOS SENORES IVRADOS, 5@


.S3 ZARAGOZA.
4%

4CapitoI y Confejo,conpoder de Concello


eneral. Confirmadosy decretados e1 pri %
-8 g
$3 mero de Dezicmbrede r 63 5,

Portada de la Recopilacion de los E r t a h c h de la ciudad de Zn.r(~,q~~ztr


(Zaragoza, l b % ) , donde aparecen incliiitios varios desafueros contra
brujas, en vigor desde 1586.
zoñeros y porizoñer-as.. No obstante, como de costumbre, los
testimonios que se han conservado acerca de quienes fueron
juzgados a raíz del mismo se refieren solamente a m u j e r e ~ " ~La.
característica ~ n á speculiar del estatuto zaragozano era que no
solamente se coricedían facilidades para juzgar a los brujos ~ b r e -
vemente, sumaria, y de plano, sin estrepitu, ni figura de juyzio, no
servada solemnidad alguna foral~'", sino que se facultaba a los ju-
rados de la ciudad para echar a cuantos estuvieran viviendo en la
misma habiendo sido juzgados por brujería antcriorrrierite, así
como a todos quienes, aun sin haber- sido procesados por brujos,
estuvieran infamados por dicho crimen:
<<Porquea nuestra noticia ha llegado que se recogen en esta
Ciudad niiichas d e las sobredichas persorias l~riijasy hechizeras.
que vienen huydos de otras partes rri glande daño desta Repu-
blica [...] puedan ser expelidos y echados [...] q a i i d e baciar y sa-
lir d e la presente Ciudad, barrios, aldeas y terminos della [...] siri
que otra cosa, ni rrias informacion, ni liquidacion eri ello sea rir-
cessaria, con escritiira o sin ella..>"*
La misma situación se rcpitiG en Huesca en 1587, tal y como
reflejan las ordinaciones de la ciiidad. 'Tanto los bandoleros como
otras personas difamadas, entre las que se encontraban las brujas,
debían abandonarla, estableciéndose castigos para quienes los
acogieran:
«Por quariio la ciudad d e Hucsca esta muy propinqua a ias
moritaiias, donde a veces, por la fragosidad d e la tierra, se reco-
ger) riitichos delates y vandoleros, y d e ay baxan a lo llano a co-
rrirter delictos, por tanto [...] estatuirrios y ordenamos que per-
sona alguna [...] n o pueda acoger ni receptar en la dicha ciudad
ni sus terminos delates algunos ni personas que sean vandoleros
publicos [...] Iterri, porque d e la conversacion d e las persorias
disfamadas riirigiin buen Iructo se espera, cstatuyrrios y ordena-
mos qiie qiiarido quiere que [...] constare [... ] qiie eri la dicha
ciudad hay algunas personas amancebadas, alcaliiieias, bruxas,
robariorei dr la huerta y mugercs aprofanadas [...] el dicho,jus-

246
AMX. Un.tfor&lo y borrc<do~clr l u ~c~rlosy m w t o r hrrlros n ~ i lo.<
t ~s~ñore.~,lzircrclor
cn loc a ñ o , 1590, 1591, 1592- 1Y93. 34 R30, fols. 60-63. A ~rav6sde dicho clocii-
rrieiilo sabemos d i lo$procesos por t~rujeríaiiicoados en 1591 a dos mujeres, Mag-
dalena Ortiz y María de 151. Dichos pi-occsos tenían su origen e n los estatutos de
drdoraiiiieiito ya que. tal y como se advierte en el propio dociimcnto, fueron hc-
chos aprosiguierido r n ello estatiitariamciite,..
24;
de desaforarriieri~ocontra la brujct-ía dc Zaragoza (1586). eri Rv-
F,'.~tatiitos
ropilnrion dr lus rc.//r/ulosde lrt riurlori ( i r Z m g o z n..., fol. 293.
ticia d e su mero otticio los pueda rnaricbar salir d e ciudad y sus
ierriiinos.~~""
i(:iid era el pen'odo de 7 ~ i g e r ~para
i u estas leyes? Teniendo en
cuenta que todo desaforamierito constituía una situación excep-
cional, algunos de los estatutos señalaban un tiempo específico
durante el cual se consideraban efectivos, advirtiendo especial-
mente de su irivalidez una vez transcurrido el período acordado.
,4si, por ejemplo, el concejo de Caspe decidió en 1543 que,
e l presente iiiirhtro estatuto y drsriforamiento y el estatuto
arriba calcndado tengan y hayan lugar eri las personas de dichas
broxas o acusadas de los delitos susodichos y hayan de durar y tlu-
ren [...] p r tiempo d r dos anyos y no mas [... 1 y cumplidos di-
chos dos ariyos, que los dichos statutos y ordiri~cionesy desafora-
mientos siisodichos, y todas y cada una cosas en rllos contenidas,
sean cosas irritas y vanas y de ninguna cfficacia y valor; como si fe-
chas no f~~essen.»'~"
No obstante, kste no era el corriportamiento nias habitiial. Muy
al contrario, por lo general se daba por supuesto que hasta que otra
niieva,junta del concejo o concejos afectados rio se reirniera para re-
vocarlos, los estatutos de desatoramiento, como ciialqiiier otra ley,
seguirían en vjgor indefinidamente. De este modo, en niuchas zo-
nas, especialmente eri la mayoría de los valles pirenaicos, constitu-
yeron una amenaa permanente para muchas personas. En .i\nsó,
en 1628, los representantes del valle se expresaban al respecto sin
ambages: «Este estatuto hazerrios añadiendo adaquel y queremos
qiie este dure todo el tiempo que aquel durare o hasta qiie la valle
revocare este e s t a t ~ t o . Ello
~ ~ "no significó que no se dieran intentos
de revocar los estatutos por parte de deterrriinados sectores de la po-
blación. Sin embargo, los disconiornies constitiiian una minoría a
juzgar por las diversas ratificaciones de estatutos antiguos que se
coriseruan'~'. Una de las pruebas niás evidentes de la inlpotencia de

249
Ordinncionr, del ic;qimirnto clr lo m u y illu.ii~-ry nniiyiissirnn (imlad d r Hurtrn,
Huesra, ,Juan Perez de Valdiviesso, 1587, fols. 11(5-1 17.

2.5 1
P:statiito5 de desaforamicnto coritra la brujrría del ralle de r2nsó. 1W X . Al--
chivo Municipal d r .Amó, prot. 1628, not. Miguel I i p e z . fol. 47.
2VY
Así. por ejemplo, qegírii Manuel Gknez de \'alciiz~~ela (o@ rit., p. W ) , en
la? localidatles perteiircierites a dicho vallr, los desafiieros contra la bwjeria si-
guieron vigiiites dur-aiite los siglos X\'I y X\,TI. ~iderriásdel e s ~ i t u t ode 1525, que-
da coilsraricia de otro rie~aí'c~rarriientoen 1558 y CII el archivo d r Casa I.iicas, en
Panticosa, sc conser-van aiitos d r proceso5 sustanciados coiilorrrie a otro cstatiito
de desaforarriiento dcl valle. promulgado cii 1691: Otro ejemplo de la perma-
nencia d r diclio tipo de leyes r i cl roceso so contra Agiieda R u i ~ en , el c i d se iii-
quienes no se sentían en absoluto satisfechos con la dureza de tales
estatutos es un interesantísimo e inusual documento datado en abril
de 1575 que lleva por titulo «(:ontirmaciori»y que ratificaba lo a p r e
bado en el llamado ~Statiitode la bal d'Aysa)),cuya redacción, como
sabemos, se remontaba a 1530. Tras ser reunida la junta general de
valle, se inforrnG que veinticuatro de los presentes, ciqm norribres
aparecían citados uno por uno, habían querido,
*revocar u n instrumento publico d e staiiitos y desaffueros de
la dicha valle para la biieria expedirion d e la ,justicia d e aquella
hechos, y para cori rrias tacilidad y ¡->revedad poder castigar los
bruxos, hruxas, ladi.orirs y traydores d e dicha valle, los quales f ~ i e -
ron ffeclios e n la dicha villa d e Avsa a ocho dias del mes d e abril
aIio rriil quinientos y trenta..""

Ahora bien, se añadía:


*Por quanto seria muy grande iricorribiriirnie el revocar aque-
llos y la tal revocacion se ha hecho coriira serie y tenor d e los di-
chos y prccalendados statutos y rri muy grande d a ñ o y detrimcn-
to d e la dicha valle y sin giiardar la Porma e n aquellos cstatuyda,
deve d e ser riulla [...] y por tanto protestando ahora d e nuelm,
corifirrriaron dichos statutos con todas y cada u n a cossa eri aque-
llos contrriirlas [...] desde la primera linca hasta la ultirria.>>""

No obstante, al final de la «confirniaci6rin se hacía constar la dis-


conformidad de quienes habían querido revocar el estatuto (dos
quales, protestando y no consintiendo en la dicha confirmaciori, di-
xeron que [...] persistian y persistieron en la dicha revncacion»). A
partir de ahí no contamos con mks noticias. Sin embargo, podemos
imaginar sin mucho esfuerzo los graves enfrentamientos entre los
familiares afectados directamente por las recientes condenas de
cuatro mujeres acusadas de brujería unos meses antes y los partida-
rios de dicha represión. Tres de ellas habían sido castigadas con la
pena de muerte, y la cuarta, con diez años de destierro fuera del vd-
lle"'. Por los apellidos de las reas v de quienes figuraban en la lista
como contrarios al estatuto, resulta fkcil deducir los lazos de paren-

\ocabar1 los estatuto5 clc dcsaforarniciito contra la brujería que tiabíari sido apro-
bados rn dicha villa entre 1539 y 1575.
2í.Z
Coiifisrriación de 1 0 4 e~tatiltosd r drsaforamiento coiitra la br~ijeríadel va-
Ilc dr j s a . 1.575. AHPII. prot. 8146, riot. Onrile, Col. 541:
"4
Ihdcrn, fol. 3 4 ~
Pi.7
Nos referirnos aJuliaiia Berniiés, María 1 .Ópr7, Aiitonia Sárichez y Orosia
Wlíu, ciios procesos tiirrori iricoados eritre octiibre y riovit.rrihre dr 1574 antc cl
alcalde de la villa y valle de Aísa, por delito de brujci-ia, rii virtiid de los estatutos
de desaforariiieiito apl-ohadosrii 1.530.
tesro que los ligaban, así como los sentimientos albergados contra
los defensores de tari feroz r epresibri.
Los enfreritarriieritos entre ambos grupos eran favorecidos
por otro precepto más, al q u e todavía n o hemos hecho refereri-
cia. No en todos los estatutos, pero sí e n algunos tari represen-
tativos como los del valle d e Teria, se hacía mencion a la labor
de iiivestigacióri o inquisición que debía ponerse e n marcha ca-
da cierto tiempo para proceder a la captura d e cuantos pudie-
ran resultar sospechosos d e cometer algunos d e los crímenes
contenidos e n los desaf~leros.La búsqueda de víctimas fomen-
taría las rencillas y los odios, proporcionando a miiclios d e los
habitantes del valle todavía más motivos para creer e n la rriala fe
de algiinos d e sus vecinos y para acusarlos corno responsables d e
sus muchas desgracias. El argumento aducido e n los estatutos
para justificar las investigaciones era, n o obstante, exactamente
el contrario, esto es, la defensa d e aquellas personas que, quizás
por temor, n o se atrevían a revelar la identidad d e los si~puestos
brujos:
dtcm. Estatuimos, y por quanto por estar la gente tan aterrio-
rizada y subjccta a los delinquentes que nadie osa arciisarles ni
a x r testirnonio contra cllos, por tanto et seii aliis, que de Dos en
dos ariyos, o ante y siempre quc parccera, y comencando en este
ariyo o cl~raridoa1 Juez y Consejeros parcccra, el Juez, o su Lu-
garteniente, sean obligatlos [... 1 por todos los lugares de la Val y
en cada uno dellos, recibir y torriar testimonios mcdiantc jura-
mento solernpne, e assi, para irifi)rrriar-su ariirrio [ ...] todos los
ombres y mugeres, casados y casadas, viudos y viudas de los dichos
Iiigarcs y de cada uno dellos, a no quedar riingiirio [...] ayari de
posar todo lo quc sabran contra qualesquiere personas en et ier-
qua los dichos crinlines de pon~oneriao enerbolamientos e cori-
tra broxos, pocorieros e poyorieras..""
Dicho procedimiento nos recuerda las visitas de distrito irripul-
sadas por obispos e iriquisidores. La rriayor diferencia con respec-
to a aquéllas radicaba e n las terribles conseciiencias que ciertas
acusaciones y rumores expresados bajo la forma d e testimonio po-
dían traer consigo al caer e n niaiios de la j~lsticiaseglar. Como n o
siempre se consideraba fácil reconocer qiiién era bruja y quién no,
1legG a crearse la figura del llamado .conocedor de brujas.: u n in-
dividuo que recorría las aldeas de ciertas comarcas deterrriiriando,
en base a indicios corripletarnerite irracionales, qué mujeres eran

Yíh
k'statiitos de desaf'oramierito coiitra la brijería del valle d e Teria. 1525.
AHPH. Pliego suelto en el Liho d ~ ~ lP ~ Q ~ Z P [LP
I I In
~ Orntn dr don 1)omingo ((:uillh,1O1. 4.
brujas (y, cri consecuencia, debían ser entregadas a la justicia) y
cuáles no'"'.
Tras la exposiciOri de motivos y la enunieración de los preccp-
tos, la mayoría de los estatutos de desaforamicnto contra la brii-
jería concluían, al igual que las leyes ~noclernas,con uria relación
de las loariones, adveruciones y ratijicarione;\ necesarias para garanti-
zar la validez de lo contenido en los documcritos, así como su ca-
rácter dc leyes dispuestas para entrar en fimcioriainiento nada
rnás ser promulgadas. Casi siempre eran los mismos redactores de
aquéllas quienes, firialnierite, volvían a ratificarlas (i<Etcon esto
nosotros, todos los arriba nombrados, con la conformidad ya di-
cha [...] fazerrios y firmamos, loanios y otorgamos los suprascrip-
tos statutos.»'"" Pero, en ciertos casos, las nuevas disposiciones,
aunque concebidas por los justicias y jurados de las localidades
afectadas, eran aprobadas por un órgano de poder superior al
que detentaban los representantes de dichas localidades. En el va-
lle de Tena, la labor de loar y ratificar los estatutos corrió a cargo
del rriismo rey. En 1525, la voluntad regia respecto a los crímenes
de brujería aparecía clararrierite expresada a través del liigarte-
niente general del valle:
<<Efecho y firmado el dicho cstatuto y rosas en el contenidas, el
dicho Juan del L'iieyo [...] suplico al dicho niuy 1llusti-e Selior Lu-
garteniente (hiera1 le pluguiesie loar y approbar cl dicho estatuto
y todas y rada unas cosas en el [...] contenidas y en ellas y cada una
dellas interponer y dar su auctoridat y decrcto. Yel dicho Muy Illus-
tre Selior Lugarteniente (;rrirral de las dichas caiolicas Magestadcs,
y eri su nombrc, voz y lugar, viendo que el dicho estatuto y cocas
siibscriptas eran en servicio de Dios y de las dichas hlagestades l...]
y r n bien universal dr la dicha Val, y tw favor de la Justicia, de sii
scierta scicntia, tlrliheradamente y corisiilta, y por la ~ k aL4uctoridat
l
de las dichas Magestades, loho y approl->oel dicho estiitr~io.~~~""
Otro ejemplo de la plurlilidad de poderes y voluntades que se
daban cita en Aragón en la Edad Moderna es el de las loaciones de
los estatutos y ordinaciories de Caspe aprobados en 1545. Dicho
concejo pertenecía a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén y
por ello dependía del llamado Duik y rom~ndndorasignado para gc-

," j
Sohre la figura de los llamados <amocedoresdc brujas., o saliidacloi-cs,
véase injr(1 ..Idavil-tiid dc los saludadoi-rw.
,> - ,
-'lh b:statutos de tlt-sahamicrito coritr-a la hriijrría de Chía. 1592. ADB. N" 1.5,
fol. 13.
Pí!i
Estatutos de desatoramiento corilra la briijcría del valle de Tciia. 1.535.
AHPII, Pliego suclro cri el I , i h dd rrgirnimto /IP la m s c ~(Ir cluri L)omingo í;ziillGn. fol. 6.
bcrriar la encomienda de eCaspe y sus terrriirios y territorio de Chi-
prana.,,""' Aunque, en una primera fase, los estatutos fiseran loados
y aprobados por los propios redactores, esto es, por los represen-
tantes del concejo (.todos los arriba rionibrados [...] loharon y
aprobaron, ratificaron y confirmaron,,), poco tiempo dcspuks, fue
el mismo baile quien los confirmó de la manera qise sigue:
sC:asi todos los arriba nonibrados y otros riiiichos vrzinos y ha-
bitadores de la dicha villa comparecimos y fuimos personalmente
constituydos ante la presencia del niuy reverendo señor Fray Gar-
cia Cortes, cavallcro de la hordcn y milicia del Scnor Sant Juan de
Jcrusalcm, vaylio dcl vayliajc de la villa de Caspe [...] al qual 1 ...1
yo, dicho Blas Poriz, notario 1 ... 1 publique los dichos statutos l...]
de palaha a palabra, desde la prirrie~aliiiea hasta la ultima, de
aquella alta et inteligible voi [...] et el dicho sefior Fr-ay Giircia
Cortes, vaylio susodicho, dixo [...] qur lohava y aprovaba, rarifi-
cava y confirmava los dichos et suso inhscriptos statutos de de-
saioran~iento.~~"'"
Como ya señalamos eri paginas anteriores, una de las priricipa-
les características de la justicia altomedieval, qiie todavía se man-
tenía en pleno vigor en muchos lugares durante la Eclacl hloder-
na, era la oralidad. Una voz (alta e inteligible., conio la citada eri
el dociimento anterior, era la iitilizada no sólo para autenticar do-
cumentos, divulgar las novedades entre las gentes o llamar ajiiicio
a los culpados de algún crimen, sino tanibién para promulgar es-
tatutos cruclcs y desaforados como los que se idearon para acabar
con la plaga de las brujas. Estos, una vez ratificados, eran leídos
públicamente en fuerte voz por el corredor o pregonero para que
todos los habitarites de los pueblos afectados supieran que no s 6
lo existía un terrible mal que debía ser atajado, sino que los re-
presentantes del poder ya habían puesto los medios para conse-
guirlo. No obstante, nada podía hacerse sin la colaboración de
todos; éste ei.a q u i ~ á el
s iiiensaje que escondían aquellas leyes, im-
pulsoras de una de las niás feroces pcrsccucioncs habidas cri la his-
toria. A pesar de la escasez de testimonios que poseemos en Ara-
gón acerca de los procesos incoaclos por la ,justicia seglar, los
rastros que liari quedado nos bastan para corriprerider el grado de
crueldad alcanzada, así como la gran responsabilidad qise en ella
compartieron todos los estratos de la sociedad.

2611
E s l a ~ u ~ o<Ir
s ~lrsafurariiieiitucorima la 111ujería (Ir C a q x (154-5).AHN.
Sección Ordenes Militares. Leg. 245. ti" 1.7, fol. 1l .
?'' Ibidrm, fol. 29.
LOS PROCESOS DE BRUJERIAY SUPERSTICI~NINCOADOS
POR LOS JUECES SEGLrUXES

Respondit et dixit que dLc no .v/zOe quien Le qi~rrrindPffPnsa<


J que el tiempo m corto, y que romo e m P.VIO, ~ I L Y( m i h,nlrinn,de
pnssar estas cosas lan adelante sin tewr con que lu poder probar
cosa ninguna.

¿Que sucedió tras la proiniilgación de los diferentes estatutos


de desaforamiento contra la brujería y la hechicería? ?Existió en
la realidad uria correspondencia entre la actuación contra di-
chos delitos y lo que las nuevas leyes augiiraban? ¿Fueron tantos
los desafueros y excesos cometidos como los permitidos? Por las
noticias que han llegado hasta nosotros, podernos responder a
las dos últinias cuestiones sin duda alguna que sí. Sólo hemos lo-
calizado hasta cl momento once procesos completos proceden-
tes de la justicia seglar, pero son muchas y, sobre todo, rriiiy sig-
nificativas, las referencias presentes en otros documentos que
nos hablan de uria persecución feroz. Además, como se explicó
en el capítulo anterior, ni siquiera se consideraba necesaria la
apertura de iin proceso .judicial para condenar a alguien por
brujería o hechicería: en virtud de muchos de los nuevos estatii-
tos, los jueces también podían dictar sentencia directamente si
así lo creían conveniente.
En Aragón, y durante toda la Edad Moderna, la accibri de lajus-
ticia seglar contra la brujería y la hechicería estuvo indisociable-
mente ligada a los estatutos de desaforamiento. Estos, unas veces
aparecían íntegramente transcritos dentro de las actas de algurios
procesos; otras, simplemente se nombrabari como argumento justi-
ficativo de los misnios: en cualquier caso, su recuerdo nunca falta-
ba, ya que constituían el fimdamento de tina perseciición de carác-
ter totalmente extraordinario. Además no era extraiio que, antes de
la redacción de los estatutos, hubiera ya desigriadas una o más vícti-
mas a las que aplicárselos; de ahí el corto tiempo que solía mediar
entre la fecha de aprobaci6n de las nuevas leyes y la fecha en que
daban comienzo las actuaciones procesales contra las personas cu-

YOY
PI-occso conti-aDoiiii~igaFerreri Porári de Verv. 1534.AIIPZ, C. 31-2,fol. 6%.
yas conductas encajaran dentro de los supuestos coriterriplados por
aquCllasL'".
Una de las principales características de la persecución lleva-
da a cabo por los~jiieceslocales era precisamente su rapidez. Para
el historiador acostumbrado a la lectura de los procesos eclesiás-
ticos, que en ocasiones podían llegar a prolongarse por espacio
de dos o incluso hasta tres años, la presteza con que los represen-
tantes de la justicia seglar resolvían unas causas contra los misrnos
delitos resulta, cuando rnerios, sorprendente. Corrio bien sabernos,
el motivo esencial para que los procesos eclesiásticos se alargaran
con tanta frecuencia era la bíisqiieda de pruebas que condujeran al
descubrimiento de una verdad lo más transparente posible. Ello su-
ponía que el juez debía aceptar una detallada defensa hecha por el
abogado del reo, lo que provocaba una nueva acusación por parte
del fiscal que, a su vez, podía derivar en una nueva defensa y en otra
respuesta del acusador; de modo que, sólo despuks de rnucho tierri-
po, llegaba a corisiderarse la causa vista para sentencia.
Por el contrario, en los procesos contra la brujería y la hechi-
cería incoados por los jueces locales no se pretendía averiguar si
el reo era o no culpable, sino condenarlo cuanto antes. Las faci-
lidades probatorias que los estatutos autorizaban para acelerar la
condena se reflejan en los procesos qiie nos han llegado a través
fundamentalmente de dos aspectos: el tipo de testificaciones y el
recurso a la tortura corno forma de presión para forzar la corife-
sión de los acusados. En cuanto al tipo de tezt~zcacione.~, era ca-
racterística común a todos los procesos seglares analizaclos la ine-
xistencia de testigos aportados por la defensa. En realidad,
aunque en alguna ocasiGri se citara la posibilidad de quc los reos
pudieran defenderse, ello no ocurría salvo en rarísimas excep-
ciones"". De este modo, todos los testimonios hablaban en contra
del reo. Las acusaciones eran casi siempre las mismas; existían

?i>:i
Así, por +inplo, los esraui~osde Amí) fiierorl aprobados el 26 de julio de
1628 y, al día sigiiiente. los cuatrojurados de la villa liiciri-on maiidainirnro al pro-
cilrador d r k t a para qiie aciisal-aa J u m a de Liiar; veciria de Fago, por ~hi-uja, Iie-
clii~era,aortilega, fitillera, malefica, honiicida. y hawr riisriiado dicho otticio a
otras personas, y otros delictos tocanles a la brugeria, coiifor rrie el lerioi- de dichos
atatulos de la valle^^. Dicho comportamiento no cra rxcliisivo d r Alisó; otro +ni-
plo caractri-íctico es el proceso contra Doiiiiiiga Ferrer, que fue iricoado eri octii-
bre de 1534, pocos días después de haber sido aprohados iiiios rstatiitos rlcsato-
rados contra la hriljería eii la villa de P O L ~deI I Vera, CII la c i d 1.esidírila iicii~acla.
261
Una de estas excepciories la constituye el proceso contra &giiida Kiii7,
que fue iiicoado rn 1604 ante el justicia y juez ordiiiai-io de la villa de Bolea
( M P H . C. 1211,11" 8).
muy pocas diferencias entre unas declaraciones y otras dentro de
un mismo proceso, e incluso también entre las contenidas en di-
ferentes procesos. Casi todo cuanto afirmaban los testigos res-
pondía al estereotipo expresado en los estatutos, según el cual las
brujas-eran las causantes de las muertes y eriferrricdades, tanto de
personas corno dc animales. El simple contacto fisico con la su-
puesta bruja ya se consideraba rnotivo suficiente para acusarla, tal
y como expresaba uno de los testigos que declararori en el pro-
ceso incoado en el valle de Aísa en 1574 contra Juliana Rernués:
<.Estando este deposanie i i r i dia al f ~ ~ c geno casa de la dicha
jiiliaria Bernucs, le f ~ a~tocar
e la una rodilla a este deposante con
sus marro.;, y hasta quatro o cinco horas se sintio un frior muy
grandr por. la rodilla arriba hasta la cabeca, de tal manera que se
fullo sin poderse d e r de su persona y der1ir.o de quatro dias vino
en articulo.inoriis.~."'í
El niisrrio testigo explicaba que liabia tenido que permanecer
en cama durante cierto tiempo debido a la enfermedad y que la
acusada, enterada de ello, había ido a visitarlo:
%Llegoa voz dc la dicl-ia~JuiianaKrrriues y passo por entre
gente y gente corno pudo hasta que llego a la cahcccra de su ca-
ma, y luego le quiso assir de la mano izquierda y este dcposante
la aparto porque rio se la tocasse y la pino baxo la ropa discndo-
lc cl deposante que se quitasse, que se iba a morir, a lo qiial le rcs-
pondio muy en secreto que no se cnojasse, que por- iodo bieri su-
yo habia llegado ha): y en acal~andodc dezir esto, le bolvio a
echar la mano y le cogio el b ~ a c odrecho y se sacco un paiio de
narices y le limpio el sudor de la cara y pechos, y en la hora, de
poco en poco, se sintio este deposarite mejor, por lo qual crehe y
tiene por muy cierto que ella le dio el nial y se lo quito.~"'"
Evidentemente, nada de lo relatado constituía prueba alg~ina
dc la culpabilidad de la rea. N o obstante, y a pesar del escaso poder
de coiiviccióri de los argumentos aportados por el testigo, concie-
ne tener en cuenta que su declaracióri era una de las más <<razona-
das*, en comparación con las pertenecientes a la mayoría de los
procesos seglares. Era una idea bastante ar~aigadapensar que
quien puede o sabe curar, también puede o sabe cómo provocar el
mal, y viceversa, lo cual podía constituir un argilmento con cierta
lógica intcrna, aunque no sienipre se correspondiera con la reali-
dad. Normalmente, los testigos se liinitaban a exporicr que deter-

26.5
PI-occsoc o i i m Jiiliaria Bertiiiés. Siniii-s. 1574. AHPH. C. 1191, ti" 6 , fol. 2 4 .
?(iii
Ibidrm. fol. 24v.
Portada del proceso contra Juliana Bernués, condenada a muerte por
brujería ante el alcalde de la villa y valle de Ksa en 1574 (Archivo
Histórico Provincial de Huesca, c. 1191, n") .
minada persona habia matado a sus hijos o sus animales, sin buscar
ninguna relación entre los nialeficios y los posibles conocimientos
médicos o capacidades ciirativas de la persona a quien se acusaba.
La mayoría de los testigos declarabari únicamente d e oídas)).
Resulta verdaderarricritc sorprendente comprobar cómo algunas
mujeres podían llegar a ser condenadas hasta la pena de muerte sin
otra prueba que la aportada por deposiciones como las contenidas
en el proceso contra María Lóper. A la pregunta formiilada por el
juez acerca del cirarto articulo de la acusación fiscal según el cual,
&a dicha María Loprl, rea y criminosa infrascripta, spiritu
diabólico incitada y coiirnovida 1 ...] es y ha sido bruxa, ecliizera y
maliíica cornriirritlo, corno de hecho ha cometido, inuchos y di-
versos gkirr-os de liorriicidios y ha muerto muchos animales, ro-
r-roinpierido rriiiclios y diversos sembrados y ar-bolrs; ernporip
riarido muchas y diversas personas y adaquellas darido veiirnos.)~'"
uno de los testigos interrogados respondió,
.(que de todo el tiempo qiie el drposariie se acuerda conocc
muy bien a la dicha Mal-ia Lopez rri el arliculo riorribrada, la qual
sicmpre ha oydo y entendido assi eii el lugar de Sinucs como por
toda la val de Aya, de I I I I I C ~ ~yS fjdedignas personas cuyos noin-
bres no se acuerda, ser- y que era bruxa, malefica, hechizera y tal
qual en el dicho articiilo se contiene.,,"'"
Era esva una prueba de la importancia concedida a la indeter-
minada fama pública. La fórmula ((haoído y entendido. se rcpe-
tía incesantemente en boca de niuclios testigos qiie nada tenían
que alegar en contra de las acusadas salvo ciertos runiorcs cuya
procedencia se desconocía (aiuclias v fidedignas personas cuyos
nombres rio se acuerdan).Junto al contenido de los testimonios,
ha): que destacar asimismo la identidad de algiinos de los testigos.
En el proceso iricoado ante el justicia de Jaca contra Joana .La
(:lira)),una vecina de Villanúa a quien se acuso en 1590 de todos
los crínieries contenidos en los estatutos de desaforarriiento que
la villa había aprobado en 1575, uno de los testigos que declara-
ron en su contra era el mismo acusador fiscal quien, según sus
propias palabras, había hablado .<pordescargo de su conciencia y
en virtud del prcgon,>"'".El hecho de aceptar conio testigo al acu-

Lb¡
Proceso contra María Lóper. SiiiiiCs. 1.574. IZHPH. C. 1191, 11" 1. fol. 3.
2l>h
I t i d ~ nfol.
~ , 17.
?W
Piocrro coritra J o m a <<I.aCuran. Villariíia. 1.590. AHPH. C. 1300, 11' 23,
fol. 2.1.
sador que actuaba d e oficio es una seiial inequívoca del escaso o
nulo interés d e los encargados d e la justicia por recabar una in-
formación objetiva que pudiera servir d e prueba a unas acusacio-
nes que nunca acababan d e ser dcrriostradas.
La falta d e irriportaricia concedida a los testimonios se obser-
va asimismo en el modo e n que era redactada la petición criminal
de este tipo de procesos. A diferencia de los iricoados por obispos
o inquisidores, e n los que dicha demarida o peticibri crirriirial prc-
sentada por el fiscal venía a ser cscncialmente un resumen d e la
informacion proporcionada por los testigos (con la salvedad d e
dos o tres ideas referidas a la intervención demoníaca o al carác-
ter herético de las acusaciories), las peticiories crirriirialcs d c los
procesos seglares se correspondían con lo contenido e n los esta-
tutos de desaforamiento y n o con lo declarado por los testigos. ibí
pues, dichas peticiones podían ser redactadas antes d e oii los re-
latos que contenían las respuestas de los testigos, las cuales, por l o
derriás, n o solían aportar ninguna novedad de carácter sustancial
a lo que ya aparrcía expresado e n tales desaheros.
Es muy posible que una proporción sustancial d e las causas
procedentes d e la,justicia seglar se piisiera por escrito siguiendo
un forrriulario fijo, d e forma que lo finico que variara entre unas
y otras tilera el nombre d e la acusada y poco más. Dicha sospecha
se confirma e n aquellos casos e n que se juzgaron varias mujeres
al mismo tiempo, lo cual sucedib muy a menudo, ya que la bruje-
ría se consideraba una especie de plaga que de tanto e n cuando
asolaba a una comarca, para desplazarse después a otra. Sólo así
se explica la prontitud con que eran resueltos rri~iclioscasos. Uri
ejemplo d e eficacia burocrática son los procesos incoados contra
dos mujeres del valle de Aísa, que fueron acusadas de brujería en
1574. Sus procesos se iniciaron casi al mismo tiempo. La deman-
da criminal contra Jiiliana Bernués -a quien ya conocemos por
las acusaciories formuladas coritra ella por uno de sus vccinos-
fue prescritada el día 4 de octubre d e 1574, y el día 1ñ de aquel
mismo mes el juez ya había dictado su sentencia de muerte. Los
términos e n que se redactó coiricidíari uno a urio con la seriteri-
cia dictada coritra otra rriujer que vivía en la misma localidad: Si-
n u k , una aldea perteneciente a la junta general del valle de Aísa.
Antonia Sánchez fue acusada por el fiscal el 6 d e octubre, dos días
después de que lo fuera Juliana, n o obstante lo cual fue coride-
nada a muerte el rnisrrio día 15. Ambas sentencias decían así:
<ghesuChristi nomine invocato.
Nos Bernardinus Avarca alcaldus sive jiidex ordinarius ville et
vallis de Aya pro domino nostro rcgc. Attcntis contcntis in prc-
senti processu et aliisjustis et considerabilius causis et rationibus,
de quibus animus mcus ad plcniim cxtitit satisfactus, de consilio
consiliariorum in vim dictorum statorum per me nominatorurn
et diputatorum, coiiderripriarriiis 1 nomhr~de la acusada] acciisatam
ad niorterri natiiralerri ita ut siioa firiiat ultirrios extrerrios et riatii-
ralrs dies Xe in expensis ei darnpriis qi~ariirriiaxaiioriern et liqlii-
dationem nobis in posterim resrrvainus.n2'"
La ejecución de la pena n o se hizo esperar en ninguno de los
dos casos. Juliana fue ajusticiada al día siguiente y Antonia cuatro
días más tarde, según se constata en sus respectivos procesos.
Nuevaniente encontrarnos la niisnia fórmula para ambas acusa-
das: la miierte en serie no requería de mayores invenciones. Se-
gíin hacía constar el notario, una vez desempeñada su r ~ ~ n c i óden
testigo ocular de los acoiiteciriiieritos,
~ D i decima
e sexta mensis octobris anni MDI.XXITT1 apiid dic-
tain villarn de Aysa ri iri carrrre coniimi eirisderri irisiarire dicto
procuratorem de inandamiento dicti doininus iudicis Iuii rxecii-
ta dicta sententia et iuxta eius serieni coiitinenciarn et tenorem
dicta Juliana Bcrniies fuit mortua pro ut ego notarius cause pre-
sentis et teste infrascripti eam occulariter mortucm vidimus et
dictam sententiam in eam execiitari et reste executioni mandarc
ex quibiis etc.,>"'
Junto al tipo de testificaciones, la segunda vía para facilitar las
condenas fue el recurso a la tortura. Uno de los motivos que dieron
lugar a que muchas localidades se dcsaforaran antes de perseguir
el crimen de brujería file precisamente la pretensión de legalizar
la posibilidad de atormentar a los reos, lo cual estaba ~errriinante-
mente prohibido por los fueros del reino. Según los rcunidos en
concejo en la localidad de Pozán de Vero, no podrían castigarse
como merecían .los crimenes de briixeria y metzineria, sortilleria
y ponzoñeria* mientras dichas leyes no fueran abolidas:
«A los qiiales crirrienes castigar y reprimir impiden los f~icros
del presente reyrio de hi-agon provientes que inquisicion no pue-
da ser hecha por jiiei alguno y que no se pueda procelier sin ins-
tancia de parte y en ciertos terminos, iriodos y t i > r i ~ i yi ique
~ no se
pueda dar tortura por medio alguno por juezes seglares.»"'

?íO
Proceso contra Jidiaria BcrriiiCs. SinnCs. 1574. AHPH. (:. 1191, 11" 6, f d .
10. Proceso conira Ariconia Sáncliez. Siiiuks. 1574. AHPH. C. 1191, ri" 5, fol. 9 v.
27 l
Proceso coritraJiiliaria Bernués. Siniiés. 1574. AHPH. C. 1 191, 11" 6, fol. 11.
272
F.~tatiitosde desaloran~ieiitode Pozán de Vci-o contra los ci-ínieries de
brujería y hechicería. Se hallan contenidos en el proceso contra Dominga Fcrrci;
'<IaCqja.,. Pozán de Vero. 1534. AHPZ. C.31-2, fol. 41.
Como aparecía contemplado por el Derecho Canónico, los
jueces eclesiásticos sí podían valerse del tormento corno medio d e
prueba, siempre que se cumplieran ciertas condiciones. Sin em-
bargo, n o poseemos muchos testimonios d e su utilización e n los
procesos contra br~ijosy supersticiosos. Por lo que respecta a la
justicia cpiscopal, sólo hemos hallado cuatro casos e n los cuales se
cite dicho recursoui y, eri cuanto a la InquisiciGri, a pesar de que
en varias relaciones d e causa se especifique %fueatormentado.,
no parece que, hablando e n térnlinos relativos, dichos tormentos
fueran rriuy graves. En 1609 fue procesada por la Inquisición de
Zaragoza María Romerales, una mujer de sesenta y tres años acu-
sada de bruja y hechicera a quien, tras negar repetidamente todos
los cargos formulados contra ella, se practicó el método de tortu-
ra acostumbrado, que n o era otro que el d e la garrucha. Por el
testimonio contenido eri la relación de su causa, parece que el
juez fue hasta cierto punto misericordioso y que tuvo e n cuenta
su débil estado:
~Executoseel de la garrucha y, teniendola de pimtillas sobre
la picdra, se desmayo y se mando sentar en el banco y, abiendo
vuelto cn si, dijo que no tenia que dccir por el caso rri que esta-
va, y por wr s~~bjectoflaco y viejo y tener asma, se suspendio e1 tor-

Sin embargo, lo más i11teresant.e para nosotros es la nota que


figiiraba al margen izquierdo del citado párrafo: ( Q u e e n estas
causas no se suele dar tormento..
En cuanto a la frecuencia con la que los jueces seglares se va-
lieron de la tortura conio instrumento para obligar a confesar a
los acusados de br~ijería,n o poseemos tantos datos como los que
nos brindan los documentos proceclerites d e la justicia eclesiásti-
ca. Sólo en uno de los once procesos conservados se mencioriari
los tormentos que le f~ieroriirripucstos a una m ~ ~ j acusada
er de
nmalefica, broxa y rnetziriera~~"'.Pero, tratandose d e la justicia se-
glar, el hecho d e quc e n los diez procesos restüntes n o se aplicara
tormento alguno, n o debe interpretarse como u n signo d e bene-
volencia, sino todo lo contrario: muchos jueces locales condena-
ban a muerte directarnerite y ni siquiera se ~nolestabanen tortu-

273
Nos referimos a los pi-ocesos iricoados por c-I O-ihiinaldel Ai- obispado
de Zaragoza contra Carlos blilanés (1.561) , Pascuala García ( 1576). Isahcl (hi-ay
(1591) e Isabel Gooihal (1605).
Y74
AHN. Iiiq. lib. 991, fol. 136.
27.5
Proceso contra 1)oriiinga Frr-rei: Poziri de Vero. 1534. 4HPZ. C.31-2.
rar previamente a las reos durante los interrogatorios, ya que és-
tos eran eludidos al rio pretenderse averiguar ni probar riada, si-
no solamente acabar con ((elnial de las brujas. cuanto antes y del
modo más ejeniplar.
Pero, a pesar de las facilidades que concedían los estatutos pa-
ra imponer sentencia sin necesidad de demostraciones, también
había casos en que los jueces seglares decidían presentar alguna
prueba, además de las aportadas por los testigos de cargo. Se pre-
tendía, sobre todo, conseguir tina coiifesión lo más detallada po-
sible cle haber practicado la brujería qiie saliera de boca de las
misnias aciisadas, lo cual no era empresa fácil. Entonces se recu-
rría al tormento como medio de arrancar unos rekitos que mas
tarde acababan incorporándose a la mitología de la brujería, lo
cual, sin duda, provocaba en las ya crédulas nientes de los testigos
de aquellos hechos una confusión entre los dominios de lo fan-
táslico y de lo real aíin mayor de la ya imperante.
Aunque la escasez de testimonios no nos permita afirmarlo
con rotundidad, podemos estar prácticamente seguros de que los
responsablcs de la,justicia seglar practicaron el tormento con ma-
yor crucldad que el resto de justicias. Un ejemplo claro es el pro-
ceso contra Dominga Ferrer, ((IdaCojan. Se trata de un dociimeri-
to íInico eritrc todos los conservados en relación con la brujería y
la s~ipersticiónen Aragón en el siglo XVi. En primer lugar, por la
precision y fidelidad con que en 61 se relatan las diferentes etapas
del interrogatorio bajo torrriento al que fue sometida la acusada
y, en segurido lugar, porque no conocemos nirlgím otro testimo-
nio de la confesión de una supuesta bruja de haber matado por
su propia voluritad tanto a personas como a animales, así como de
haber asistido al aquelarre en compañía del Dernonio. Tras escu-
char por dos veces las negaciones de la acusada con respecto a las
acusaciones formuladas contra ella, el justicia de Pozán de Vero
ordenó qiie Dorninga Ferrer sufriera tormento, ((a fin y efecto
que los delictos de los quales ella es acusada plenamente, por su
mesma confesion se no sin anles volver a recordar
que en dicho proceso se renunciaba a los fueros, privilegios, ob-
servancias, usos y costumbres del reino de Aragóri. Así, el 22 de
diciembre de 1534, Domiriga fiie conducida ante el lugar donde
se hallaba preparada la garrucha y allí el juez le preguntó si que-
ría corifesar:
=Etpost illico actum, quasi contino, dicho rriestre Anthon [...]
puso una carrucha con su cuerda donde se habia de dar la tortu-
ra ct, puesta aquella, hie trahida ay la dicha Doirienica la Coja
presa. Et [...] luego que la dicha Domenica hubo visto el aparejo
que ay staba hecho, dictus dorriiniis iustitia dixit eiderri Ihmeni-
ce qiie si volebat aliquid dice re.^^"'
Ella respondió que rio se le aplicara el torrriento, qiie diría la
verdad. A partir de aquel momento comerizó un nuevo interro-
gatorio, en el margen de cuya trariscripciOn se hicieron constar
las siguieritcs palabras: «Aquí es el principio de las confesiones de
Dorrienica la Coxa,,. Se le preguntíi si había niatado a una serie
de animales (elas mulas de mossen Martin., <<las millas de Salva-
dor)))y personas ( 4 a nuera de Anthori Cortes., <<mossenJohan»,
«inestre Luis, medico*, etc.). Al principio respondió que no; des-
p u k dijo que sí, que había causado la muerte de algunos de ellos
con diversas mezclas y pociones, coriteriidas en alimentos como
pan o tortas, eri las cuales introducía rejalgar o arsénico mezcla-
do con restos de carne de sapo:
<<Fue preguniada que que metzinas habia en la dicha torta. Di-
xo que de las que ellas acostumbran de poner para matar. Fue
preguntada que de que las f'nzen. Dixo toman los sapos y los des-
siiellari y secan la carne dellos y fazen della polbos y que estos pol-
bos niexlados con arsenic son para luego matar, y si los dar1 a so-
las no niaran tan ayna.rY7'
A continuación se le preguntó .si era bruxa y si había presta-
do homenajes al diablo, y que quien le había demostrado aque-
llas cosas.. Dijo q u e ella no era bruxa ni sabia nada, ni había
prestado homenajes al denioriio, ni había renegado.. Entonces
comenzó la tortura:
eDictus inagister.h t h o n i u s [...] le halo la una mano con cier-
tas cuerdas a una soga que pasaba por la dicha carrucha, y le pu-
so una piedra a los pies, y assi la puso en alto de iiria bara de me-
dir año poco mas o inerios, y estando assi la dicha Dorrienica fue
preguntada por el dicho Señor.Justicia que dixesse la verdat, ella
si era briixa o no, si habia muerto [...] el dicho mestre 1,uis rrie-
dico y otros de que se tenia osp pecha.^^?^"
Dominga negó todo. Td y como se relataba el proceso, des-
pués de aquel primer iritcrrogatorio bajo tortura, fue descolgada

977
Ihitlrm, fol. 74.
278
Ibid~m,fol. 7fi.
"O
Itiidcvn. fols.77v. y 78.
por el verdugo, el cual le dio una camisa limpia, le afeito los ca-
bellos, le dio a beber agua bendita y le eclib una parte de ella so-
bre la cabeza. Sin más dilación, fue alada nuevamente:
«La t o r n o a hatar las niarios para tras y la hato a la m i s m a so-
ga y le puso la riiisma piedra a los pies, y assi la siibio e n la misma
altllra.

Una vez en alto, Dominga pidií, que la bajasen, asegurarido


que entonces diría la verdad. En otro margen del proceso se leía:
donfessio in tortura*. Las afirmaciorics contenidas eri los párra-
fos siguientes bien podrían haber. sido extraídas de alguno de los
numerosos manuales contra la brujería, cuyo uso se hallaba tan ex-
tendido entre los predicadores de la época. Dominga confesí, ser
bruja desde hacía cuatro aiíos y lorrnar parte de una .<compañía>>
junto con otras dos mujeres conocidas como Beriedeta *La Pique-
ra,>y Gracia &a Nadala),. Esta última era quien 1a había persuadi-
do para convertirse en bruja y quien la había conducido al aque-
larre, que tcnia lugar en las eras de Tolosa. Para llegar hasta allí,
todas ellas se frotaban los sobacos con cierras unciones y después
decían: «Fulla sobre fillla a las eras de Tolosa sea lugo alla.."'
Viendo que Dominga se hallaba dispuesta a confesar cuanto el
tribunal deseaba oír, el justicia ordenó que fuera desatada y vestida
y que fuera conducida a otra estancia del edificio donde pudiera
sentarse y calentarse junto al fuego. Allí continuaron los interroga-
torio~y las confesiones. Evideritcmente, todo lo que Dominga dijo
después se hallaba condicionado por el miedo a una nueva tortii-
ra; sin embargo, a partir de aquel momento sus afirrriaciones h e -
ron consideradas como econfessio ex tortura>>, tal y como figura en
una nueva anotación situada una vez más en el margen izquierdo
del proceso. El motivo central de las confesiones continuó siendo
la descripción del aquelarre, al que tanto (hacia .La Nadala,, como
ella misma acudían cabalgando scn sendos sarrriientosfi.Una vez
llegadas allí, rendían (<loshomenajes al diablo, que staba ay como
hombre, salbo que tenia unos muy grandes cornacos, que quiere
dezir cuernos.. El relato de Doniiriga se iba liil.a~idocon las pre-
guntas del.juez. Este le preguntó cómo prestaba ella los homenajes
al Diablo y qué era lo que ambos se decían. La acusada entonces
describió la primera vez en que Gracia «La Nadala. la condujo an-
te el Diablo para presentarla coi110 nueva vasalla y lo que ocurrió
después:

2Xii
IhDidem, fol. 78.
28 I
Ihidrvz, fol. 78v (véasr infin '<Laorgía prrpetuaw)
«Que la dicha Gracia la Nadala rlixo al diablo: Señor, veos
aqui que os iraigo una vassalla, y que el diablo resporidio: Sea
bien vcnida la vassalla, y que luego la presentc respondieritc. en
lugar- de homenajes, Ic beso rri el culo al diablo, y que el diablo
la toino lucgo y la cabalgo, y qiie tenia el fuso de fierro niil): fino,
y que le dio cinquo sueldos, y qiic la dicha Gracia dixo a la pre-
sente respondiente que aquellos ciriquo sueldos, quc los esmer-
c a s e luego, si no que no le aproverliarian, y que ella los esinerco

Dicho relato no era ~ n h sque la clásica escena de vasallaje que


todos los neofitos en la brujería debían prestar al Diablo aritcs de
convertirse en verdaderos siervos suyos, siempre dispuestos a ha-
cer t.1 mal. No obstante, a pesar de la brutalidad de sus anteriores
confesiones, resulta ciiriosa la resistencia de Dorninga a recono-
cer en su totalidad lo que ella misma estaba ~iarrando,esto es, el
propio acto de vasallaje, ya que segím sus propias palabras nunca
había renegado dc Dios, resistiendo Iieroicamenle a quienes la
habían instado a ello. Parece como si todo lo relatado con an-
terioridad n o tuviera demasiada importancia y e1 mal se cifrase
íinicanicnte en la afirmación de descrei1riicnt.o. Da la impresión
de que la acusada f k r a corisciente de las sutilezas dc los teólogos
ya que, como bien sabemos, para éstos la persecución de la bru-
jería se justificaba verdaderamente por el crirricn de apostasía:
<cEtcon esto dize ser verdat que, as5i la dicha Gracia como el
diablo, le dixeron a la dicha Domenica que renegasse de Dios y
qiie tornasse al diahlo por seiior, y que la dicha Gracia va habia re-
negado, y que ella no dudasse de renegai; y que la pr-rsentc res-
pondiente no quiso rencgar, por mucho que Ir
Sin embargo, el juez coriseguía que Dominga respondiera a
todas sus expectativas. Se le preguntó cuántas veces había ido a las
eras de Tolosa, y contestó que tres o cuatro, y en cuanto a la cues-
t i h de 4 era muy largo el ziiardo o miembro con qiie el demo-
nio las cabalgaban, Dominga respondió q u c ella no tiabia toma-
do la medida del zuardo mas que, a su parecer, que tenia un
palmo y quatro dedos poco mas o menos de largo.))Tras serle for-
muladas unas c.iiantas preguntas nias, fiie abordado de nuevo el
asunto clave, no sin que el nocario encargado de poner por escri-
to cuanto ocurría, apostillara que en a q ~ momento
d Domiriga se
encontraba ecalentandost. a su plazer, f k r a de la tortura y sin te-
mor della.. Fue entonces cuando,
*El dicho señor justicia le pregunto dixesse la verda(: si habia
renegado o no, porque el no podia creher q u r el diablo pudicsse
haber con ella participarion ni h w r r aquellas bellaquerias que
ella de la parte de arriba habia corifesado, iii que le pudiesse
aceptar los homenajes, sino que hobiesse i - ~ n e g a t l « . ~ ~ ' ~ ~
Dominga se resistió varias veces a contestai; pero el juez conti-
nuó insistie~ido.En un rnomento dado, quisiendo fablar la dicha
Domenica, se le vino a cerrar la gola; ftlele dada agua bendita a
beber y fuele con el hisopo sparzida por la cara.. Tras dicho ce-
re~lionial,la acusada acabó confesando haber renegado de Dios e
incluso haber pisado *una cruz en tierra, en vilipendio de la fe de
Cristo.. A instancia del juez, Dominga iba relatando todas y cada
una de las abominaciones que los tratados clenionológicos atri-
buían a la secta de los brujos, sin dejar fuera riingíin detalle. LTna
de las acusaciones más fi-eciientes contenidas en dichos tratados
era la de que los brujos no podían ver el «corpiisn en la Iglesia. El
juez interrogó a Dominga sobre dicha cuestión y ella aprovecho
entonces la pregunta para asegurar que mientras fue bruja no lo
vio, pero qiie desde que había dejado de serlo, lo liabía vuelto a
distinguir claramente. Entonces preguntó el justicia cuánto tiem-
po hacía que había dejado de ser bruja, y ella dijo que cuatro o
cinco años «porque veya que no medraba starido y perseverando
en aquel officio~.Sin embargo, a pesar de la lógica que la aciisa-
da intentaba imprimir a su discurso, éste se resentía por la falta
de coherencia entre unas afirrriaciosies y otras. Era obvio que im-
provisaba pretendiendo defenderse, al principio, de la tortura fí-
sica, y más tarde, de una inminente condena. Así, el jue7, como
quien ya lia conseguido acorralar a su presa, le dijo:
«Que romo podia ser lo que ella dezia, que arriba hahia dicho
que n o }labia sino quatro años que era bruxa y andaba eri aquc-
Ila arte y assi misrrio confessaba rriuertes que liabia mas de diez
años que las hahia hecho, y aquí dezia que liabia ya quatro o cin-
qun aiios que se Iiabia dcxado de ser bruxa, que romo podia ser
aquello.^'"'
A lo que la acusada repuso que estaba cansada, tanto del tor-
mento como del interrogatorio, y que la dejasen dormir y des-
cansar para poder pensar *en lo que liabia de clezir y responder:.
Al día siguiente, según consta en las actas del proceso, Dominga
decidió reordenar su relato e intentó sostener sil propia defensa
apoyiridosc e n la narración, nuevamente imaginaria, de su su-
puesta reconversión a la fe. Es muy posible que las palabras que
proniinció n o se akjarari aperias de la transcripción hecha por el
notario:
&cñor Justicia, yo ayer staba cansada y cori la tatiga rio staba
en nii, y dixe quc habia quatro aiios que y o era brirxa y liabia usa-
do la broxeria, y quc habia quatro o cinquo años que rrie liabia
dexado drlla. Eri esta noche, Señor Justicia, yo he pensado en lo
que toca a descargo de mi anima, y en lo quc passa en hecho de
verdat y, nmudando lo que ayer- dixe iriconsideradamcnte, ahora
cn lo que de verdat passa, digo y contiesso l...]
A continuación desgran6 la historia, ya conocida, de cómo Gra-
cia *La Nadala), la había convencido para hacerse brwja y como
había entrado e n contacto cori el Derrioriio, etc.; a todo ello aña-
dió que, aprovechando que cn la pasada Cuaresma habia llegado
a Posári un fraile de Huesca, ella se había confesado con él, arre-
piriticndose d e todas las ofensas infligidas contra Dios e n el pasa-
do. A partir d e aquel monierito, había vuelto a ver el Santísimo Sa-
cramento durante la celcbracion de la al igual que el
resto de los fieles. lJna ve7 dicho esto, Dominga no tuvo reparo
ninguno en confesar nuevamente todo cuanto el juez le inquirió
acerca del período d e su vida e n que había sido brnja y, especial-
mente, acerca d e los crímcncs que entonces había cometido. Plari-
teada por segunda ve7 la cuestión de los cómplices ( 4 ella corios-
cia o habia conoscido algunas otras rriujercs o hombres qiie
fuessen bruxas, poncorieras, metzineras, bruxos, poncoileros o
metzirieros.), Dorninga confesó haber conocido solamente a cua-
tro brujas más, aparte d e ella misma, .pero que habia rriuchas, in-
finitas.. El resto de los diálogos. entre el dicho justicia y la acu-
sada arrojaron como resultado el recoriocimiento por parte de
Dominga de todas y cada una de las acusaciones qiie le habían si-
do forrriuladas a lo largo del proceso. Como balance final, la reo
habría sido la causante directa, a juzgar por sus propias confesio-
nes, de la muerte de catorce o quince cabras, una mujer, cuatro ni-
ños p una n i k i de dos aiios.
h lo largo d e sus proliJas confesiones, Dominga respondía y
amplificaba todo lo que e1,juez esperaba oíi; d e modo que las in-
tervenciones del Diablo y las exageraciones maléficas constituían
el centro de todos sus relatos. Así, por ejemplo, cuando ella y Gr-a-
cia %LaNadala. iban a matar a los niños, era el Diablo quien les
abría la puerta de las casas (4uerori las dos, y el diablo cori ellas,
y les abrio la puerta de la casa y que entraron en ella.) p en el ca-
so de que no concibier.ari otro modo más fácil de matar a las cria-
turas, las queniaban, devolviéndolas luego a su cima («tomaron el
dicho nifio [...] y lo lebaron a la coziria y [...] Gracia la Nadala [...]
puso el dicho niño junto cori las brasas a asar la tripica.~).Si to-
das aquellas terribles confesiones fueron hechas por Dominga
con el ánimo de coriscguir ser juzgada r r i k benévolamente, su iri-
tencióii no se vio cumplida. N igual que la mayoría de las muje-
res procesa"ds por los.jueces seglares por delito de brujería, aca-
b6 siendo condenada a la pena capital. Pasado algún tien~po'~', su
causa pasó a niarios de la Inquisición, pero esta limitó su actua-
ción a L i r l nuevo interrogatorio que no añadía nada nuevo con
respecto a los anteriores, y a la imposición de una sentencia cuyo
fin consistió en la ya conocida *relajación al brazo seglar.. Aqué-
lla fue la últirna coridcna a muerte por delitos de brujería y su-
perstición por parte de la Inquisición de Aragón de la c~ialtene-
nios constancia.
Sin embargo, los responsables de la justicia seglar continuaron
todavía durante mucho tiempo después castigando con la pena ca-
pital los delitos de brujería y hechicería. Ocho de los once procesos
que conservamos concluían con sentencia de muerte para las acu-
sadas"". El medio que la mayor parte de los jueces seglares iitiliza-
han para la ejecución de los condenados a muerte en Aragón era la
horca. Salvo en Teruel, Albarracíri y algunas otras aldeas cercanas
donde, s e g k sus fueros, atoda muger que erbolera fuerc o hechi-
zera. debía ser quemada"", el resto de localidades castigaban con la
muerte en el patíbulo a aquellos nialhechores considerados más pe-
ligrosos, entre los cuales, como bien sabemos, se encontraban las

2x7
Coiicrrtarrierite, el día dos de enero de 1535, .el Rcvcrcnclisiriio Seiior
l h i i Tristari Calrctc, obispo de I.~igoe inquisidor conti-a la Iieretica y apostatica
pravcdat en todo el revrio de Aragoii [...] vista por el una carta misiva ciibiada p o ~
rriosaeii Ilieroninio Sobies, Comisario del Santo Otticio en la ciudat d e Barhastro
[...] por quanto Iimia sabido que el Iustitia del lugar de P o ~ a i dr i Vcro tenia pre-
sa una mujer por broxa Ilaiiiada Doiningza la Coxa. y Iiavia s a l d o qiie aquella
Iiavia coiitcsado Iiaver lieclio pacto con el diablo y Iiaberle adorado [...] nianclo
ti-aer 1;i dicha Domenica a ~ i poder-
i y carceln ( ~ h z r l r ~fols.
i . 1 15-1 16).
?XK
Sc trata de lui piocesos iiicoados coi1ti.a Dorriiri~aFerrer, Juliana Kri-iiciés,
María I h p e ~Antoiiia
, Sáiicliez. Jiiana e1.a (:lira., Moritserrat Ma-
Cáiichc~.,J~iaiia
yayo y Mal-ia Vircari-rta.
2hq
Surria dr losfii~rosrk. Ior rirdmir.~de S ~ ~ r r !2'iciiia
la di. Alhnr.rozin y dr 7 i 7 2 ~ 1 de
,
la S rom ~ i n i d o d ~rl?
~ . Int
r (~ltlrrrcclr (lzrhns ciurlod~t,jl dr lri villa de :llosqu~rzirln,r rlr oimr
i~illrrsrorrzv&rcis. Valencia. J o r g c Co~tilla,1331, fol. 102.
brujas. La for mula utili~adapor el acusador fiscal en el momento de
pedir dicho castigo para las reas solía ser siempre la misma:
<<Dictus procuratoris iiorriiriil>iisqiiil~iissupra petit, suplicat ct
rcquerit per vos, dictum dominen1 iudirrm [...] proriiincknri ~t
condcmnari candem pro dictis criminibus, iilxta frriorem dicto-
riirri statutorum ct ordinacionem, ad penan1 inortis riatirralis, vi-
dclitiir, ad in forcandum in furca alta cum capistro canapi in co-
Ilo diter; quod ipsa ihi silos fincat extremos et naturales dies.nn"
Una vez más hay que incidir e11 la decisiva irnportaricia de los
estatutos de desaroramierito para todos los aspectos relacionados
con 1a.justicia seglar aragonesa y la brujería. (;acia vez que, dentro
de un proceso, se daba un nuevo paso tendente al castigo d e dicho
crimen, volvía a recordarse que no era sino e n virtud de los dcsa-
fueros. Por lo general, gi-acias a las nuevas leyes, ciialqiiier tipo de
corideria era llevada a termino sin ningíin impedimento. Corno ya
se ha apuntado en este mismo capítulo, e n la mayoría d e las cau-
sas ni siquiera intervenía u n abogado deferisoi; con lo que la sen-
tencia era dictada e n un p l u o muy breve a partir del inicio del jui-
cio. Quizás por ello resulte más destacable el único proceso seglar
conservado e n el que, excepcionalriiente, el procurador desem-
peñó su cometido a la perfección, iriteritarido por todos los me-
dios posibles salvar a la acusada y protegerla d e todos los ataques
de que había sido objeto. El 1 d e abril de 1604 el así denominado
«consejo de los justicia, vavle,,jurados y corisejeros de la villa de Bo-
lea. decidió acusar cri~riirialrrieritea Agucda Ruiz por <<serciilpa-
ble y haver corrietido los crimines de briixeria, liechiceria y otros
crimines contenidos y expresados en los dichos estatutos.,, Segun
constaría más tarde e n la acusacióri presentada por el fiscal, la acu-
sada, wezina y habitadora d e la dicha villa», había ido .de noches,
cori rriucho secreto y artificio a divcrsas cassas de dicha villa. y, con
sus hechizos y ponzoñas, había matado a *muchas y diversas per-
sonas)),cuya identidad era desvelada e n varios casos. TarribiCn se la
consideraba causante de la niiierte d e (<rriuchosy diversos anima-
les y ganados, assi gruessos como menudos. y d e otros miuchos y
diversos daños.. Por tanto, el acusador fiscal pedía al juez, al firial
de su demanda criminal, «pronuncie seritericia y condene a la di-
cha Agueda Ruiz, rea y crirniriosa sobredicha a muerte natural, es
a saber, a liaorcarla en ia horca publica de dicha villa.^'"'

290
Proceso contra María López. SiniiCs. 1571. AHPH. C. 1191. 11"1, fol. 2.11.
'!"Prnccso contra Ágiieda Riiir. Bolva. 160'1. AHPII. C. 1211, ri" 8, fols. 36-
37, 47, 51, 56v-37r y 59v.
Hasta ahí el documento rio aportaba ninguna novedad. Casi un
siglo más tarde, nos parece estar leyendo el mismo proceso que le
fuera iricoado a Dorriinga .La Cojan o a otras muchas que, al igual
que ella, acabaron entregando su vida a rrianos de la justicia. Sin
embargo, esta vez las cosas dieron un giro radical debido a la in-
terposicibn de la &rria de derecho. o (jiirisfirnia,, que lino de los
mie~ribrosdel concejo, actuando como abogado de la acusada, pre-
sentí>ante elJusticia de Aragón nada más conocer el rriandamien-
to aprobado para iniciar el proceso. Toda .jurisfirr~ia»obligaba al
Justicia de Aragón2=a expedir al juez de la causa contra la que se
presentara una &hibición~ por la cual el proceso no podía prose-
guir o, en su caso, siquiera iniciarse, mientras no se aclarara si se Iia-
bía procedido o se iba a proceder contra fiiero. A pesar de los iri-
tentos del concejo por explicar q ~ i ela villa se había colocado al
margen de los fueros en lo que tocaba a algunos crimenes, y entre
ellos el de brujería, dicha inhibición fiie expedida igualmente, lo
que supuso un alargamierito del proceso, en contra dc lo que solía
ser habitual en casos semejantes. Los principales argumentos prc-
sentados por el ilustrísimo doti Martín Batista de I'anu~a,quien,
además de ser justicia y.jurado de la villa de Bolea, formaba parte
del consejo del Justicia de Aragón, habían sido los siguientes:
*Que la dicha Agueda Kiik [...] ha sido y es rcgnicola del prc-
serite Reyno de Aragon, la qual como tal ha gocado y goca, pue-
de y debe gocar de todos y cada unos f ~ ~ e r olibertades,
s, prelie-
minrricias, gracias y prerrogativas a los regnicolas del presente
Reyno de Aragon concedidas.
Item diie quc la dicha Agucda Ruiz [...] ha sido, fue, era y es
infancona e hidalga de gerieracion, prosapia y linaje de irifanco-
ries c hijos de algo notorios y de solar conocidos por recia linca
niasciilina descendiente [...] y rorrio tal infan~oria[...] ha g o ~ a d o
y goqa l...] de todos y cada uno pribilegios y cxeirrptiones, liber-
tades, franquezas e irirriunidades que los infancorirs e hijas de al-
go [...] del presente Keyno et aliis suelen y acostiinibran gocar y,
como irifancona e hija de algo, nunca en toda su vida pago ni co11-
tribiiyo [...] en las sisas, lezdas, peajes, portajes, ~riaravcdis,ni

2!)?
1.a iiiagia~~aturapcrsorial de1 Justicia de k a g ó n era una iristitución jicli-
cial de carácter singiilar-ísimo eii cl niarco de la Fkpaiia riioderria. Su origen se
hallaba cii la peculiar ediiciori de la Curia real que. si bici1 eii Castilla había cle-
riwdu eii la c r e a c i h dr uii 7 n b u m l de ki C u r t ~ con
. carácter colegiado y perma-
iieute. en A r a g h dio lugai- a la coristituci6ii de iin juez o qjiisticia~~ ericargado de
iiiigar- las causas dc los r~oblesy la<suscitadas entrc Cstos y el rey. Pcro. ya desde
rriediados del siglo Xn7. dicho j u e ~asumi6 la fiiricií>iide intcrprelar y declarar el
I-icto seiitido de las leyea y coit~imbresdel país (fiicros, usos, libertades) y h de
impedir, poi- vía procesal, la violacióri o qiirbraritarriiento dc las mismas.
o ~ r o sderechos Reales ni vezinales que las pecheras y de condi-
ciones y signo servicio en la dicha villa de Bolea y eri el presente
Reyno respectivaniente suelen y acostumbran piigar; pechar y
contribuy [...]
Item dixo que de fuero, »bserhiincia, usso y costumbre del
presente Reyno de .2ragon, qualesquiere juezes y officiales [...] a
los infanconcs estan obligados a giiardarles 1 ...] los f ~ ~ e r yo sob-
servaricias del presente Reyno de Aragon [...]y no [pronuncznr.ren-
tencin] conforrrie los estatutos y ordinaciones de las dichas ciiida-
des, villas y lugares del presente Reyno de h a g o n . ~ ~ " " '
Por si todavía no fiiera suficiente con lo ya apuntado, dicho
procurador, una vez enterado de las intenciones abrigadas por los
integrantes del coricejo, continuó su defensa haciendo referencia
a un punto delicado y esencial que ante todo q~ieríadejar bien da-
ro: la estricta prohibición contenida eri los fberos de dar tormen-
to a los habitantes del reino, y especialmente a los infanzones:
«Iterri dixo que [...] conforme a fuero, obserbaricia, usso y cos-
tumbre del presente Reyno de hagan, n o se puede dar torrrien-
to a nadie, ni piiede ser atormentada ninguna persona, y niuckio
menos la principal de dicho procurador, siendo como ha sido y es
infancona e hija de algo, por riirigun crimen por aquella conieti-
do, exceptado el crimen de falso nioriedero [...]
A noticia de la dicha principal de dirho proc~iradorha llega-
do qiie vosotros 1 ...] quereys y entendeys, en virtud y fiierca de lo
estatutos y ordiriaciones, acusar y proceder crirriinalrrieritt. contra
dicha principal de dicho procurador y, so pretesto de cierto.; pre-
tensos delictos, y qiie iio son y tocan al dicho de Ialsario de rrio-
neda, atorinentarla y darle tor-tura y tormento contra todo fuero,
justicia y razoii [...] y conio a nos y a riuestro officio toque y com-
peta ministrarjusticia a los que la pidrri y desliazer agrabios y pro-
venir que no se hagan [...]
Por ende, de parte la Magcstad Real del Reyno [...]a \,osoti-os
[...] decimos y, de rorisejo de los demas señores lugartenirrites
del dicho Señor.Justicia de Aragon, nuestros collegas y compaiir-
ros, INHIBIMOS que de vuestros irirros officios [...] no permitais
[...] atormentar [...] a la dicha principal del dicho procurador
[...] ni en virtud ni fuerca de vuestros aserios estatutos [...]no le
hagays, ni t i a ~ e hagays,
r ni mandeys, processo o processos algunos
ni procedirriiiritos desaforados ni perjudiciales a la arriba fir-
mante, y si en algo contra lo sobredicho hubiereis procedido o
mandado. in contirienti l o ] ...] anul1eys.i"'

293
Kiii,. Holca. 1604. AHPH. C. 121 1. 11"8 , fols. 95-41.
Proceso ~ontra.~~ugiicria
"' Ibid~m,tols. 4144.
El proceso siguió adelante aunque, de conformidad con la
*inhibición>>, no se aplicó ningún tormento, así como tampoco
ningiino de los desafueros contenidos en los estatutos que la villa
había aprobado para acabar con la brujería. Eri consecuencia, la
acusada, haciendo uso de los derechos que poseía cualquier de-
lincuente al ser juzgado, fue defendida por un procurador, y el
.juez hubo de oír a varios testigos presentados por aquél cn su des
cargo. Sin embargo, finalmente la sentencia terminó siendo con-
denatoria: el 26 de novierribre de 1605, más de ur; año y medio
después del inicio de la causa, el-juez decretó que Agueda saliera
desterrada de la villa de Bolea y sus terminos por un plazo de dos
años. Eritonces, el procurador quc la defendía, no consintiendo
en dicha proniinciación, apeló contra la misrria ante el,]usticia de
Aragón. Esta es la ultima noticia que poseemos sobre el paradero
de la acusada. Fucra o no aceptada la apelación contra la senten-
cia pronimciada por el justicia de Rolea, de lo que sí podemos es-
tar seguros es de que, gracias a la intervención delJusticia de Ara-
gón, Agiieda Ruiz pudo salvar su vida y no morir en la horca cal y
como una buena parte de sus convecinos hubiera deseado.
Pero, por las noticias que nos han llegado, la rriayoría de quie-
nes eran acusadas corrio brujas ante la justicia seglar acababan
siendo condenadas a muerte sin remisión. Mientras que, segíin
todos los indicios, la Inqiiisición condenó a la hoguera a la dtima
acusada por brujería en 1535, los resporisablcs de 1a.justicia seglar
siguieron enviarido a la horca a un buen número de mujeres du-
rante los siglos XVi, XVII y, quizás también, durante buena parte
del siglo XViII, tal y corrio se deduce a partir de la existencia de
estatutos de desaforaniiento contra la brujería aprobados en una
fecha tan tardía corrio 1702'"". A pesar de que nos sea iniposible
conocer las cifras de fallecidas, debido a la gran cantidad de do-
ciiiiientos que se han perdido o que aún no sc han en~oritrado"'~,

2Ll5
Nos rckriinos concrctainentr a las Ohdiviarionn r p & de 1« r i u d d (ir ' ~ I U -
zon«, Zaragoza, Francisco Kcvilla, 1702. Scgíin dichas leycs, la ciudad d r 'l'arazoria
reniiiiciaha expresamente a los fueros, usos y observancias del reino dc h i a g h en
la pcrsecucií>xi de cicrtos drliricueritcs. eritre los cuales se encontraban los <<hrii-
jos y brujas, Iiechizcros y liechizeras.. de iiiodo qiic podíari ser,juzgados .<enfra-
giiancia y sin clla, con apellido o sin el., eeii qiialquiere dia~iiriclicoo n o jnridi-
co, y en cualquiere llora. aiiiique sea de noche, y en el pucsto y lugar que pai-ecera
al Justicia y Lugartenirritc de Justicia cn su caso,,, los ciiales podían d a i - seriten-
cia sin reniirir el Prorc~soa la Real Aiidicricia y Consejo Criminal del prrsenrc
Kcyno, y sir] comiinicar.lo con prrwiia alguna,, c .iiuporier las peiias que les pa-
recer.'~,basta la de iiiiierten (fols. 157-158).
?<N>
A mcdida que se drscnbreri nuevos toridos dociimcntales en el área pire-
naica, van salierido a la Inz referencias constmtes a las iiiiirierosas condenas dicta-
podemos sin miedo a equivocarnos que fiieron varios
cientos las mujeres que perdieron la vida e n i b a g ó n a manos d e
la justicia seglar por delito de brujería.
Dos de los testimonios docurrientales rriás irriprcsioriarites eri
relación con dichas muertes se refieren al Pirineo. El primero de
ellos procede d e la localidad de Laspaúles. Hace unos-años se ha-
llaron en el campanario d e su iglesia varios legajos pertenecientes
a la Edad Moderna, entre los cuales figuraba una lista d e las mu-
jeres que habían sido presas y juzgadas por el entonces llamado
Consell de Laspaíks. En el siglo XVI se denominaba así la aso-
ciación formada por seis aldeas contiguas: Sentpere, Vilaplana,
Suíls, Arcas, Aliris y Villarue. Todo cuarito sabernos es que eritre
los días 19 de febrero y 29 de abril del a ñ o 1593 fileron presas y
azotadas por los encargados de la justicia del valle veinticuatro
mujeres acusadas de brujería; una de ellas consiguió escapar d e la
cárcel y dos fueron finalrnerite liberadas, pero las veintiuna res-
tantes perdieron la vida en la horca. N o p&ernos constancia al-
guna de los procesos que, supuestamente, les fueron incoados; lo
que sí es claro es que n o pudo llevarse a cabo ninguna investiga-
ción seria de los hechos si tenemos e n cuenta el breve lapso de
tiempo que medió entre el encarcelamiento y la ejecución. Segíin
uno de los escuetos párraros conservados:
«.4 derioii de t e b r e r o del airi aol~reditforeri presas las p i r s o -
iias de Aritona UeIrnas y Maria de Joao Porrer- y Aritona dt- Mo-
rango de Sentpere y Margalida de Seri, alias d e Moranjo, y Mar-
galida.Jeneta, alias de .Toa Reals de Soyls, y Gisabel Arcas d'AIins
per bruyxas, y perderen la bida a cuatro de marco de layn sobre-
dit Margalida de Sen, Antona Moranjo, Antona Delmas, y Marga-
lida Jcncta y hlaria de Joa Portcr forcn asotadas lo matcyx dia.-"!"

das por lajusticia seglar contra rri~ijeresacusadas de brujas. De forrria uiás o rrierios
iridirecta. sabemos de otros cuatro procesos abiertos por los junteros del valle de
Tenaentre la última década del siglo XVi y las dos primeras del XVII, ya que se cori-
scrva constancia dc la absnliición coiicedida cn 161 l por cl 'Ii-ibiinal drl 1)csat'oi-a-
miento a dos iinijeres aiiulaiido la setilericia por la que habían sido destei-radas del
all le (AHPH. Prot. riot. de Juari GuillGri, fols. 144146 y 183\,.-184).Tarribií.ri 110s
consta la declaración de inocencia fallada en 1625 a favor de otra m~ijerjuzgada
antrriormriitr por hrilja. Otra iiitrrrsaiirc rrtri-riicia r i la coiitriiida r n rl docii-
mento de reve~idiciónde i i i i canipo que le liabia sido confiscado a una ni~!jer por
los costos de un proceso por br ujer ía iiicoado con anterioridad a 1626 ( L b ( hivo de
Casa Lucas, eri Panticosa. Prot. riot. de Juan Navarro. fols. 186-189). Vease Manuel
GÓWEZDE V ~ . E N L I . E rld w~llrrlr i>no (.\zglo.YL'iI). Zaragoza, Ed. Li-
~ . IIDori~nirnto.\
AI
hrrria (;riiri-al, 1995.
"' Dorriirigo Svsi.4~ARMEEÍGOI., Futsimil dr marrurtrilos dr Imp«úlr\ drl tiglo
XVl. vol. 1, Hiirsca, 1)ipiitacióii Provincial d r Hiirsca, 1989, p. 190.
La lista de las apresadas, que no transcribinios por la monotonía
con que se sucedían los nombres de todas quienes, corrio indicaba
el documento, qxrderen la Inicia),, continuaba hasta completar el
número de veintiuna. Otra interesante relacibn era la referida a los
gastos qiie acarrearon las ejecuciones; por ella sabemos q u e plan-
tarem las forcas a la sera de Scnt Roc* y que d o dia que hofegaren
las broyxas c.. ]
doriaren a beiire als capelaris a la casa de la bi1a.n""
Así pues, el mismo día que las acusadas corrio brujas eran ahorcadas
en una de las eras sitiiadas a las afiieras de la principal localidacl del
valle, los clérigos de la zona celebraban el suceso bebierido en la ca-
sa de lavilla, tras ser invitados por el concejo. Dicha imagen nos trae
a la niernoria las tiestas para la expiilsióri de los n d o s espíritus, así
coino ciertos ritos expiatonos que, ya fuera ocasional o periódica-
mente, se desarrollaban entre ciertos pueblos primitivos con la in-
tención de sacar fuera del ámbito civilizado a las f~ierzasdel rrial. En
palabras de Jarries Geoi-geFrazei;
«Lo5 intentos públicos para expeler los rrialcs acurriulados (le
una sociedad entrra puerieri clasificarse en dos clases, segUn que
los demonios cxpiilsados sean inmatei-iales e invisibles o esten cor-
poreizados en un vehículo material o víctima expiatoria [...] La ex-
pulsión de los demonios, ocasional en un principio, tiende a ha-
cene periódica. Llega a considerarse rleseable Iiacer una limpia
g e n r i d de espíritus malignos a frcl-ia fija, iisualnierite una wz al
año, para que la gente pueda gozar de una nueva vida, libre de to-
das las influencias maligna^ acumuladas largarriente a su alrededor
1 ...] En la cristiana Europa, la vieja rostumbrr pagana de expulsar
los poderes del nial en ciertas Cpocas del año ha sobi-evividohasta
10s tiempos modernos. Así, en algunos pueblos de Calabria se inau-
g1ir.a el mes de marzo con la expulsión de las briljas.."'"
Dicho autor continuaba refiriéndose a los ritos y ceremonias
que todavía persistían a coniien7os de este siglo y qiie reproducian
sirnbólicarriente aquello que real y materialmente había ocurrido
unos siglos atrás. Así, por rjeniplo, en el Tirol cada primero de ma-
yo se repetía hasta hace muy poco tiempo el ritual denominado
quemar las brujas*; durarite los días previos a la celcbracióri, los
liahitantes de las aldeas participantes recibían una absolución ple-
naria dc la Iglesia y además 1i1npiabai-iy fumigaban ciiidadosameri-
te sus casas con bayas de enebro y ruda. Al llegar el día de la fiesta,
con todo el estrépito qiie eran capaces de provocar (tocando las

?!3!1
James Georgc FKYLEK, 1.0 r n ~ n nilor*rdn. 12fi1g'nJ rvlz,pón Ciudad dr Wxico,
Foiitlo dt. Cultiii-a Econbniica. 1951, pp. 622-(32.
carnparias, golpeando cacharros y calderos, soltando perros, gri-
tando. etc.), exclamaban: .;Huye bruja, huye de aquí o te irá
mal!»:""'A diferencia de otros ritos cuyo origen histórico se adivina,
pero se encuentra tan alejado que apenas se reconoce, eri el asun-
to de las condenas a miierte por b r ~ ~ j e rla
í adistancia temporal en-
tre el mito y la realidad era muy corta: cuatro siglos, en ocasiones
tres, o incluso dos. Quizás sea este el motivo por el que nos seriti-
mos sobrecogidos ante acontecimientos tan ajenos a riues1r.a actual
sensibilidad que, no obstante, siicedieron anteayer.
El segundo de los conjuntos docunieritales que muestra cuán
cruel llegó a ser la persecucióri seglar de la brujería en Aragón, y
más concretamente eri ciertos valles pirenaicos, nos liabla de va-
rias muertes que tuvieron lugar en el valle de Tena durante la se-
p i d a y la tercera décadas del siglo XVi. A través de varios testi-
monios recogidos casi al azar podemos hacernos una idea de la
posible i~iagriitudde la campaña contra las brujas en dicha re-
gión. Cuando, en 1529, el Justicia del Valle preguntó a Juan ( h a -
Ilart, vecino de Panticosa, que había sido condenado a muerte
por delito de robo, si deseaba hacer testamento antes de morir,
éste respondió q u e el no tenia bienes [...] porque el tierripo que
su padre hordeno, dexo en sil testamento a rriossen Domingo
Guallart, hermano suyo y enipues a hotra parte, cuando se fazia
justicia de la briijeria.. Seis arios después, «en virtiis del Estatuto
Desaforado fecho por la dicha Val» fueron condenadas .a rriucr-
te corporal» dos mujeres del valle: María de Pucy y María Sorro-
sal. El documento referido a esta última resulta estremecedor.
Se trata de un testinioriio notarial que relata lo sucedido en el
cementerio de la localidad de Sallent de Gállego, cuando el iri-
fanzón Juan Martón protestó ante el lugarteniente del justicia
porque SLI rriujcr, ejecutada en virtud del es~atutode desatilero,
había sido ahorcada a pesar de encoritrarsc embara7ada, con lo
ciial habían matado asirriisrrio a la criatura que llevaba en su vien-
tre. No sólo el notario y el dicho Juan Martón se liallabari prc-
sentes, sino también los representantes del concejo, que se ha-
bían reunido en torno a la tumba de María Sorrosal para ser
testigos del agravio cometido contra el infanzón. Según constaba
en dicho docurricrito, [ e l Magnífico Joan Martón [...] dixo tales o
semejarites palabras,>:
N Q Lsiendo
I~ rapia la qiiondam Maria Sorrosal, mujer suya
[...] ct en cerqua los rriniiries de biixeria c ponconeria, entre

XHi
Itnrlrnz, pp. 632-633.
r r defrrisión de su pcrsona [...]
otras cosas, que dicha su ~ i i u ~ jrri
habia allegado ser prenyada [...] e no osmite aquello, haver cxe-
ciitado en ella scntentia de muerte, el cuerpo de la qiial sinse ani-
nia e rriwrta alli iazia, ensima de una piedra, siqiiier i u r r i l ~ . ~ ~ " "
Dichas afirmaciones no eran sino cl preámbulo para el recono-
cimiento que el viudo pretendía y que tuvo lugar a continuacióri:
«E pretendiendo entre otras cosas tiaverse echo agrabio a di-
cha su rnujer [...] habia fecho abrir aquella por el costado ez-
quierdo, pero no reconoscida segund combenia si era preripda
[...] habia rogado a los infrascriptos jurados, le toquasen e junta-
sen concejo del dicho lugar- como assi lo habian fecho [...] Por
tanto [...] rogo a Sancha 12acorre 1 ...] que rcconosciesse segunt
devia cl cuerpo de la dicha hlaria Sorrosal 1 ... 1 Et cn continente,
dicha Sancha Latorre l...] puso las niarios deritro el cuerpo de la
dicha Maria Sorrosal que, como dicho es, por y eri el costado cz-
quierdo ya abierta sraba l...] y a ojo y vista de todos Pendio con un
cuchillo la madriguera de dicha Maria Sorrosal y saquo de dentro
una creatura ya formada, pero sir1 ariirria ni spiritu, y cn la que to-
dos juzgamos scr varon, y la puso en iui plato.."o'
Tras la extraccióri del feto, se organizó una procesión por las
calles del pueblo que se dirigió desde el cementerio hasta la casa
del lugarteniente del justicia; en ella participaron todos quienes
habían asistido al acto anterior:
«Ei en continente, el dicho mesmo dia, Pecho lo susodicho
[...] el dicho Jo.an Marton, yo, dicho Joan Guilleiii, @tarrirnLe
con los arriba nombrados testimonios y otros asistentes susodi-
chos e la dicha Sarictia I.atorre, andamos personalmente a la
puerta principal de las casas de la continua residencia del dicho
Señor Lugarteniente de Justicia siiuadas eri dicho lugar, y siendo
e lista de ansistente.~]Uoan Marton] dixo quc pa-
alli presentes [ ~ i g u la
ra deniostracion del agrabio que le habian Pecho [...] contra la di-
cha sil mujer 1 ...] les hacia e hizo ostension e rlenios(raciori de la
susodicha creatiira ya formada, y varon, que en dicho plaio dicha
Sancha Latorre en sus rrianos tcnia.~~""'
A continuación se transcribía el diálogo habido entre el in-
fan7ón y el liigarteniente. Según aqukl, dicho lugarteniente *ha-
bia muerto corno orriicidio, mala y falsamente, dicha creatura.,)
No obstante, corno podemos imaginar, a pesar de la dramática y

'"" VGase Manuel G 6 v r nr; Ui t \ ~ u t i Doi.umni1u.s


~ , rlrl unlk dr fino (\$o
X V I ) , Zaragoza, Ed. Librwía Gt-rieral, 199" pp. 82, 101-10.5 y 12'1.
"" Ibidrm, pp. 101-102.
303
Ibid~111,p. 102.
turbadora puesta e n escena que vio desfilar ante sus ojos, el m5-
ximo representante d e la justicia permaneció imperturbable y,
amparándose e n los estatutos de desaforamiento, dio por con-
cluido el asunto:
«A lo qual dicho Señor Iugarirriierite respuso que [...] no in-
tcrprctaba haver hecho acerqua lo si~sodictioagrabio alguno,
porque accrqua ello habia echo iusta tenor del Estatuto Desafo-
rado ei aliis, lo qual en tal caso para su desculpa poner e insertar
inandaba.»'"'"
No será necesario insistir todavía más e n la decisiva importan-
cia que para la persecución de la brujería en Aragón tuvo la gran
autonomía d e los municipios. Los principales agentes d e la rc-
presión eran los poderes locales. Como ya escribió Hugh R. Tre-
vor Roper e n referencia a la campaña que por las niisrnas fechas
estaba teniendo lugar e n los Alpes,
«Un gobierno central fiierte podía controlar la caza de brujas,
mientras que la libertad popular a rr~enudola dcjó crccer libre-
mente [...] Al norte de los Alpes la libre competencia cntrc obis-
pos, abades y pequeños aristócratas, cada cual dentro de su pro-
pia jurisdicción, mantuvo encendidas las hogueras.*'"'"
La segurida característica que define la persecución seglar d e
la brujería aragonesa es sil mayor presencia e n las regiones mon-
tañosas, y especialmente e n los Pirineos. Aunque también fileran
aprobadas leyes contra la brujería e n otras comarcas y aunque,
como ya vimos, las grandes ciudades se dispusieran a sacar d e sus
territorios a quienes eran consideradas como brujas, la mayoría
de los testimonios conservados se refieren a las acciones llevadas
a cabo contra la brujería eri las zonas altas. Hemos d e relacionar
dicha circunstancia con cl aislamiento d e los pequeños núcleos
de población que e n ellas se situaban, lo que sin duda alguna pro-
vocaría mayor tensión e n unas relaciones sociales muy cerradas y
replegadas sobre sí mismas. Desde muy antiguo se han barajado
otras posibles razones para dicha asociüciím y se h a hablado d e la
influencia que una naturaleza poderosa puede ejercer sobre la
imaginación d e sus habitantes. Pero, corno expresó el mismo
Hugh R. Trevor Roper; estas explicaciones n o son suficientes en
sí mismas. En opinión d e dicho autor, la diferencia social es la
que decide:

304
Ibidem, p. 103.
:405
Hugh R. TKEVOK ROPEK,«La cxza de brujas en Europa en los siglos XVI y
XVII., en Rvl@on, rejormaj romhio ionol, Karcclona, Ed. .4rgos\kr-gan, 1985, p. 151.
*En la Edad Media, los horribres de las rrioritañas se diferen-
ciaban de los tionibrea dr las Ilarinras eri s u organiiacióri social, p
por lo tanto iariibikn se diferenciaban en aquellas costumbres,
niodrlos y creencias que se desarrollan a partir d e la organizacih
social, y con el paso d e los siglos, la consagran. Casi podemos de-
cir que sus civilizaciones eran diferente^..'^"^
Realmente, eri los aislados y ásperos valles rrioritañosos, la civi-
lización cristiana nunca había arraigado tanto como en la llanu-
ra. En ese sentido, se trataba de una cultura diferente; no obs-
tante, la persecución que tuvo lugar en los Pirineos aragoneses no
fue debida tanto a que las brujas, con sus ritos aricestrales, repre-
sentaran en sí mismas un modelo de disconhrmidad, como de-
fendía Trevor Roper, sino a que se les asignó el papel de culpables
de un descontento social generalizado. Este parecía ser más p r e
fiindo en las zonas montañosas y, sobre todo, se manifestaba con
mayor violencia que en otras regiones, no sólo en la obsesión por
la brujería, sino también en otros órdenes de la existencia coti-
diana.
La tercera característica que conviene resaltar una vez más es
el protagoriisrrio absoluto de las mujeres como víctimas de las ac-
ciones persecutorias provenientes de la justicia seglar. No conser-
vamos ni un solo testimonio en el que un varón fuera acusado de
los crímenes contenidos en los estatutos, a pesar de que en ellos
apareciera contemplada siempre dicha posibilidad. Ello puede
explicarse por el carácter mítico de una persecucion que no se ba-
saba en hechos reales, a diferencia de la llevada a cabo por los
obispos o -a partir sobre todo de mediados del siglo XWI- por
los inquisidores. Como de lo que se trataba era de elirriiriar uria
fantasía, un personaje simbíilico, una idea al fin y al cabo, y no de-
terminados comportamientos delictivos susceptibles de ser com-
probados, las acusaciones siempre acababan yendo a parar a las
mujeres, quienes, consideradas desde antiguo como proclives al
mal, encarnaban a la perfección el papel de siervas de Satanás.
Finalmente, 1. que destacar el carácter de .plaga social. asig-
nado a la brujería. Ninguno de los órganos de representación del
poder quedó al margen en el combate contra lo que llegyo' a cori-
siderarse una de las peores lacras de aquel entonces. Aunque fue-
ron los jueces seglares quienes se encargaron de llevar a cabo la
persecución más *eficaz., también las instituciones eclesiásticas
participaron en la represibri. Eri el capitulo siguiente iriostrare-
mos algunos ejemplos de las relaciones que mantuvieron los di-
ferentes organismos judiciales entre sí y del apoyo que se preqta-
ron unos a otros. Sin que llegara a plantearse una colaboración
permanente y organizada, sí puede al nienos hablarse de cornpli-
cidad entre todos aquellos jueces encargados de hacer frente a
los crírnenes de brujería y superstición, a pesar de que, como sa-
bemos, las diferencias entre la actuación de unos y otros fueron
realmente notables.

«EN SERVICXO DE DIOS Y DE LAS DICHAS MAGESTADES..


LA COMPLICIDAD ENTRE LOS ORGANISMOSJUDICIALES

Vzrndo que el dzrfzo estatuto y (mas subsntus eran m rrrnntzo de


Dzos y d~ l a s dzchas Magatncles [ ..] 3. rn h r n unzvmal de la dzrhn
%'al, y a faunr e!,( laJustzna f...]loho y ap-olm el dzcho estatuto"".
Postposado todo unto?; temo?; buena o rnalu voluntad, trnza-
do respecto solamrnir al serínczo de Daos p drl ro, que los delzctos
Z Í paz y soszeg~"'~.
lean castzgados sepuedn ~ J Z ~ Jcon

El carácter peculiar de la persecución llevada a cabo por los re-


presentantes de la justicia seglar en Aragón no suponía que los va-
lores defendidos por los principales agentes de la represión fueran
distintos de los que predicaba la Iglesia católica. De hecho, como
claramente expresaron en más de una ocasión los redactores de los
estatutos de desaforamiento, el castigo de las brujas debía procii-
rarse por dos motivos: no sólo por el bien de la res publica, sino tam-
bién en servicio de Dios. Si la autoridad de los jueces eclesiásticos
procedía, en últirrio término, del Todopoderoso, la de losjueces se-
glares no buscaba su justificación en un origen diferente, al menos
en lo que se refiere a los delitos pertenecientes al denominado f~ie-
ro mixto, entre los cuales se encontraban la brujería y la supersti-
ción. Losjueces locales, responsables de las matanzas que ya cono-
cemos, actuaban en nombre de Dios, idea que solía constatarse
repetidas veces a lo largo de los procesos incoados por aquéllos.

307
Estatutos de desaforainieiito contra la brujería del valle de Tena. 1.525.
AHPH. Pliego suelto en el Libro dvl r ~ g i m i m t o&la cuxc de don Domingo (kdlkn, fol. 5.
308
Estatutos de desaforamiento contra la brujería dcl valle de Arisó. 1628. Ar-
chivo Municipal de h s 6 , prot. 1628, not. Miguel Lóper, fol. 3.
Según la sentencia proriunciada por el justicia de Jaca en 1590
contra Montserrat Mayayo, una mujer de VillanUa acusada de
bruja que acabó siendo condenada a la pena capital, la decisión
final del juez había sido tomada por inspiración divina:
~ < S oThadeo
s de la Sala, Infancori, Ciudadano, Justicia y Juez
ordinario de la Ciudad de Jacca y de sii tiistritu, territorio y jiiiis-
diction [...] Attendido y considerado los inrr-itos del presente pro-
ressu y las confessioriri fechas en el por- Moritserrada Mayayo,
prrsa y acusada y [...] ieriiendo a Nuestro SrÍior Dios delante
nuestros ojos [...] del qual iodo recto juizio procede, Proniincia-
mos, Senirririamos y por esta, riuestrri diffinitiva seniericia, con-
drmimnms a la dicha Montserrada Mayayo [...] a muerte natural,
de tal manera «iir s u s dias extremos v riatiirales fenezcan., v, eri las
expcnsas por nos íilxaderas. Assi lo Prorii~riciitmosNos, e1,juez so-
l~rrdicho.~>"'"
Por paradójico que pueda parecer; fueron fllndainentalrrierite
los jueces seglares, y no los eclesiásticos, quienes llevaron a la
práctica, niediante sus particulares ((cazasde brujas., el secular y
mítico combate entre Dios y cl Demonio que por las mismas fe-
chns un hilen número de demonólogos se afanaba en describir
hasta el último detalle. Si las bases doctrinales habían sido apor-
tadas por los teólogos, las .pruebas. materiales quedaron en ma-
nos de los encargados de hacer justicia fiiera del ambito eclesiás-
tico. Así, todas las fantasías acerca de la brujería que la mayor
parte de los tratados de la época daban por ciertas, aparecían a sil
vez en los procesos seglares como cargos e, incluso, como prue-
bas de la culpabilidad de las acusadas. De esta manera, el mito se
cncarnaha y acreceritaba debido a la falta de crítica de Lirios jue-
ces que aceptaban como válidas cualesquiera acusaciorics en con-
tra de las supuestas hriijas con tal de acabar con ellas.
M ~ ~ c lmás
i o qiie en los procesos incoados por los jueces episco-
pales o inquisitoriales,cl estereotipo de la brujería se plasmó eri Ara-
gón con todas sus características eri los procesos seglares. Así, el
aquelarre, la señal que el Diablo imprimiría a sus adeptos, el llama-
do aiialeficio de taciturnidadn qiie impediría que las acusadas pu-
dieran expresarse libremente ,ante el juez, las aciisaciones de infjn-
ticidio, la asociacih entre el oficio de comadrona y el pacto con el
Diablo, etc., todo cuanto formaba parte del mito de la brujería, ve-
nía a ericontrar su máxima expresih entre las páginas de las causas

:4iil!i
Piocrso contra Mniitsrrrai blayayo. Villariíia. 1590. AIIPH. C . 1300-24,
fol. 16.
desaforadas iricoadas por los diferentes jueces locales del reino. 4
juzgar por los testimonios que poseemos, eran &tos los más iritere-
sados en justificar la perseciición mediante el recurso a las autori-
dades eclesiáticas en materia d e brujería y siiperstición. Ninguno de
los procesos iriquisitoriales o episcopales coriservados incluye entre
sus páginas una sola referencia a los tratados dcmonol6gicos de la
epoca; sin embargo, e n el proceso incoado e n 1651 por el justicia de
Epila (Zaragoza) a María Vizc,ureta, la mención de varios de dichos
tratados resultó deternii~iaiitepara la decisión final deljuez. Según
el encargado de redactar el resurrieri de dicha causa,
&a dificultad dcstc proccsso consistc en averiguar si del hc-
cho rcsultan bastantes mcritos para la pena ordinaria, y para nia-
yor claridad pondre con distincion PI cargo, la prowznca y la Alrgn-
cion en Drecho 1 sic].m ""
Podenlos imaginar e n qué consistieron las dos primeras partes
del proceso, esto es, las que aparecían denorriiriadas c o ~ n oc u ~ y oy
prouanza. Eri arribas se daba curriplida cuerita de todas aquellas
acusaciones que podían serle atribuidas a una bruja: muertes, en-
fermedades y todo tipo de desgracias. Las íinicas ([pruebas. pre-
sentadas fueron las declaraciones de varios testigos que asegura-
ron haber sido damnificados por la rea. En cuanto a la llamada
alegación en derecho (que, por lo general, era un escrito extraordi-
nario del abogado e n deiensa del acusado), n o f ~ i esino u n aña-
dido más para favorecer la perla d e rriuerte que, final~rierite,aca-
bó sikndole impuesta a la aciisada. El alegato hacía un repaso a
través de la extensa bibliografía referida a la brujería y, entre otras
autoridades e n la materia, aparecían citados Jacob Spreriger y
Heinrich Iristitoris, autores del famoso Malleus maleficarum'"',
Franciso de Torreblanca"" y el jesuita Martín del Río."'.
Así pues, la justicia seglar busc6 un apoyo teOrico para llevar a
cabo su acción contra la brujería e n la doctrina eclesiástica, v es-

:ill
Jacob S P R ~ \ ( , Fy RHciiirirh I N S T I T ~ R I S . Mnllvur 7nolrfimril?n, Lyori, 1584
(trad. esp., El rncurillu (Ir I(IAtn ujua. I'crric gulpmr a lns h u j a ~ J ~ L Jhrrc@s c.on podrru\rc
mam, Madrid, Ed. Felmar, 1976).

111
Martín u t i Río, L)i.~qzii.sitW/~urn
mqirnrirrn, Lovaiiia, 1599 (existe una ti-a-
ducción al castellano del segundo libro &estas Disquiszn'onvc mcigirar:Jesús h f o > : ~
(rd.), La magia dcwoninrn, Madi-id, Ed. Hiperióii, 1991).
pecialmente en la idea de Dios y el Demonio. Podernos plantear-
nos si, a su vez, los representantes de la lglesia apoyaron la feroz
perseciicióri de los jueces seglares activamente, o si solamente
consiiitieroii en ella, ya qiie 110 poseemos ninguna prueba de qiie
interfirieran en la misma. Aurique los teslirrionios que revelan las
relaciones mantenidas entre unos y o ~ r ojueces
s no son muchos,
sí poderrios considerarlos bastante significativos. Uno de los rriás
contundentes es el que se contiene en el proceso incoado en
1574 por el alcalde de la villa y valle de Aísa contra Aritonia Sán-
chez de Siriués, por bruja, maléfica y hechicera. Como );a seiiala-
mos en el capítiilo anterior, Antoriia terminó siendo condenada a
muerte en la horca, siguiendo la costiiinbre autorizada por los es-
tatutos de desaforamiento aprobados para el valle. Pero lo que
más nos interesa deslacar es que uri representante del Santo Ofi-
cio, concretamente uno de sus comisarios presente en la zona,
anotara en el proceso de sil puño y letra:
.Yo, el licenciado Tr~illo,Comissario del Santo Ot'ticio, he vis-
to este procrsso hasta esir lugar, y lo rernilto al Selior Bemardino
Abarca, j u e z de la val dtAyca.>>"'
Dicho párrafo que, quizás e11 una primera lectura, podría pa-
recer una declaración demasiado ambigua, en realidad escondía
por parte de la Inquisición una posición de claro apoyo en la som-
bra a la persecución y a las matanzas efectuadas por los jueces lo-
cales. En aquella ocasión, el Santo Oficio no quiso hacerse cargo
del asunto y lo ~rerriitió. a1,juez del valle. El comisario declaraba
<<haber visto,, sólo una parte del proceso, pero aqiiélla constaba
unicanientc de diversas acusaciones v testimonios en contra de la
acusada, no conteniendo nada en favor de la riiisrna. Era eviden-
te que la sentencia sería condenatoria, corno de hecho lo fue.
Otro testimonio significatiro de la actitud de cierto sector del cle-
ro en relacih con las persecuciones de la justicia seglar es el tex-
to va citado en el capítulo anterior a propósito de las veintiuna
ejecuciones de mujeres acusadas de brujería rn la localidad de
s el año 1592. Corno sabenios: el mismo día en oiie las
h s ~ a ú l e en
acusadas fueron ahorcadas, los clérigos (<(capelaris,>) del valle no
sólo no se opusieron a la matanza, sino qiie la celebraron be-
biendo en la llamada «casa de la hila*"".

3 1-1
Proceso contra Antonia Siíiichez. Siniiés. 1374. AHPH, C. 1191-5. fol. 25.
: I5
VGase Domiilgu SLWAS (IPI m j ~ m i drl
~\RzIF\c:OI,,Ii(mhnild~m n m i r o f l o ~ l ~ a-
~
glo cXL'l,vol. 1, Huesca, Dipiitaciini Provincial rlc Hiicsca, 1983, pp. 91-92.
Yero el doc~imeritoque nos habla qiiirás más directaniente de
la postura de los representantes de la Iglesia con rcspecto a las
persecuciories de los jueces seglares es una carta en la que el en-
lorices arzobispo de Zaragoza, don Alonso de Asagón, orderiaba
a los justicias de varias localidades pirenaicas que se encargaran
de hacer procesos contra los ..hombres e riiujeres b r u x o s ~qiie allí
moraban. A pesar de la mención obligada a ambos sexos, en el
rriargen dcl docimento figuraba la anotaci6n: Comission para pro-
cessar 1a.c lrruxns, con lo cual circunscribía desde el principio los
posibles deliricuerites al género femenino. El texto que a conti-
nuación trariscribimos completo decía así:

E'.ar<ol>ispo,
.. lugarteniente general, etc.
A los amados y fieles del Rcp mi Seiior, lo~~jiisiicia.;,
jurados c
otros ofticiales, concqjos et singulares personas de la ciiidat, va-
Ilei, \;illas c lugares de Jacha, Anso, Echo, Aragucs, Rorau, Arvues,
Aysa, Valcevoller-a,Cenarbrc, Acuinuer e de la carral de Vcrdum.
Salud e dilection.
Por quanto Nos tenemos relaciori q u e en cstas dichas, ciudat,
valles, villas e lugares hay muchos hombres y rnujeres bruxos que ~ 4 -
ven como malos ctir-istianos e que matan muchas persorias e p n a -
dos con hechizos e muchas otras rrialas artcs, de que se sigue de-
servicio muy grande a Nuestro Selior e peligro dc las almas de las
tales personas. E porquc nuestro desseo es que el dicho crimen y
error sea coi-rrgido y stirpado dcl todo coino mieriilm) del diablo.
Por cnde, vos encarganim y rriaridamos suechamente qiie, luego
que esta vos scra presentada, ragays procuradorcs cn cada una val,
ciudat, villa e lugar dc los susodichos e, a instancia de aquellos, los
juezes a quienrs se rnaridara, fagan sus pi-ocessos y recihari infor-
inariori de lo susodicho segund el h e r o y ley deste Reyno permite,
e aquellos (lue verdadcrainente se fallaren ser. br-uxosy hcchizeros,
castigaran devidariierite y segund por ,justicia hllarari poder y dc-
versc fazer a fin que los rnalos christianos y que no biven segurid la
ley evarigelica pcrmite, sean castigados segiind sus meritos.
Guardando vos attentaincnte de fazer lo conirario eri rnancra
alguna, por quanto el servicio de su alteza teneys caro que en la
yra e indignation no dessrais iricur-rir.
Daiis eri Taragona a XV de agosto de MIIIII,XXXX\J%ños.
Don Alonso d r Arilgori.
Gil Spañol, sccretarius [ r ú h i c i r ] » ""

916
ADZ. Registro de Actos coinrtries (1491-1496), fols. 133~-1%.
A tenor de dicho documento, más qiie de apoyo de la Iglesia a
la actuación de la.justicia seglar, habría que hablar de encargo efec-
tivo. Desp~ksde haber visto la relativa tolerancia de la justicia epis
copal aragonesa hacia los delitos de briijería y superstición, podría
sorprendernos un mandato como éste. Dicho documento está fe
chado en el aiio 1495 y, como ya seiialarrios en el capítulo dedica-
do a la justicia episcopal, unas dCcadas mas tarde, concretamente
en 1567, el licenciado Rlasco de Vera escribiría qiie <<en este Arco-
bispado no se entiende que las aya>>, refiriéndose a las b~-ujts"'.
$uál era entonces la actitud del Ar~obispadode Zaragoza y, en ge-
neral, del clero aragonés con respecto a la brujería y la siipersti-
ción? ;Acaso cambió radicalmente en menos de un siglo?
El aparente contraste entre ambos documentos, así como en-
tre la acción de la justicia episcopal y el citado rriaridato, podria
explicarse, por una parte, teniendo en cuenta la arraigada creen-
cia según la cual las brujas se hallarían localizadas principalmen-
te en las montañas y, por otra parte, por una posible evolución en
la actitud del clero. Pero, aunque ambos factores llegaran a plan-
tear una coritradiccibri en la postura dcl arzobispado, hay que
destacar, en cualquier caso, el hecho de que apenas se conservan
procesos por brujería incoados por la justicia episcopal en Ara-
góri hasta finales del siglo XVi. A ello hay que añadir quc tambih
cra creencia admitida que muchas mujeres oriundas de las tierras
altas, alarmadas ante la persecución, habían emigrado a la Ilanu-
ra, con lo cual, según la mentalidad de los conte~nporáneos,lia-
bría brujas eri todas partes.
Todo lo anterior apoya la tesis de que, a pesar de que la justicia
eclesiástica -y, en especial, la episcopal- fiie mucho más suave que
la seglar respecto a los crímenes de brujería y superstición, la Iglesia
no se opuso a las acciones llevadas a cabo por los jueces seglares; cs
más, hubo ocasiones en que éstas se desencadenaron por orden del
arzobispo"" En las actiiaciones concretas de cada tribunal, subyacía
un acuerdo tácito acerca del papel que a cada uno le correspondía

'317
Rq+/rum r/ii~/olc~riicrri.
rnisscrrim ri c~c.c.r//ntirtn ei c c ~ f d i í l o\~dz.\~ ( L P \ I L I - ( L A ~ < \ ~ ( ~ ~ ( I P
i n t z , p z (Libro de cartas de 1567-1580). Sin Soliar. Carta ron fccha 2%-X-15%
318
No olviderrios que el priinrr pr-oceso por brujería del Santo Oficio que se
conserva en Espaiia fue incoado contra Narboiia Darcal. hahitantc d e uiio dc los
valle.; pirenaico.: citados en la carta enviada por el arrobispu [le Zarago~aa los en-
cargados de lajusticia seglai-. I k h o proceso, en e1 ciial sc cita otro aiitcrior ahicr-
to por- la justicia ordiriaria 11r~abapos Ceclia t.1 añu 1498, con lo que e\ideiite-
mente fue fruto del encargo eclesiástico rnericionado. Así, en aqiiclla orai6n
coiifluyeruii las 11-esjusticias: epibcopal. seglar e inqiiisitoi-ial.
jugar en la persecucióri. A pesar de los problemas d e competencia
que en deterrriinados casos pudieran plantearse entre unos y otros
jueces al hacer frente a un mismo delito, los teslirrioriios conserva-
dos permiten deducir que, caso de existir dichos problemas, éstos
serían rm~yescasos, ya que la Iglesia aprobaba las perseciiciories de
la justicia seglar, no teniendo ningún interés especial eri arrogarse
el derecho a llevarlas a cabo, salvo en ocasiories rriuy concretas.
Las instituciones d e poder de la sociedad aragoricsa d e los si-
glos XVi y W I I actuaron frente al problema de la brujería y la su-
persticibn como si d e un solo cuerpo se tratara. Cada u n o de sus
órganos poseía una fimción determinada de iriodo que, mientras
que la justicia seglar se caracteri~abapor sus métodos rápidos y
eficaces, la justicia eclesiástica -cuya actuación quedó dividida
en dos frentcs- contribuía a legitimar y a completar a su rriarie-
ra el combate contra las fuerzas del Mal. A ~ ~ r i q ulos
e tiempos d e
la sociedad feudal dividida e n tres órdenes que describiera Adal-
beróri de Laóri e n el siglo X quedaran ya muy lejanos, siis palabras
acerca de la ficiudad d e Dios. bien podrían aplicarse a los tres or-
ganismos responsables d e la persecución que rios ocupa:
« L o s trrs Ortleries viven juntos y no sufrirán tina separación.
Los servicios de rada u n o de estos 6rdcncs permiten el trabajo de
los ou-os dos. Y rada iirio, a su vei, presta apoyo a los demás. Mien-
tras esta ley ha estado en vigoi; el ~iii~ritlotia estado en paz.» "!'
Por quanto somos informados que quando van eii
las processiories [...] no caiilari i van hablando i no
con aquella decencia que conviene i, llegados a la
iglesia donde van, se sallen [...] irilzndamos que
[...] vaian con buen orden i cantando i con ilquel
decoro q u r es razon i, llegados a la iglesia donde
van, ninguno se salga, i el que se salliere, tcnga pe-
na de un sueldo.

L'ilzta Pastoral a Darora, 1565


Al>%. Lzbro de V/\itns (1365-1574)
EL RECURSO A LO IMAGINARIO

CONFLICTOS ENMA!3CARADOS

En la primera parle de este estudio nos henios centrado en el


análisis dc la persecucibn institucional de que fiieron objeto los
aciisados de brujería y superstición. Desde finales del siglo X\i to-
dos los representantes del poder coincidieron en considerar delic-
tivos tales corriportarnicntos dc forma unánime, aunque luego, en
la práctica, cada organismo judicial actuara siguiendo criterios di-
ferentes. A nivel estatal, fue la Inquisición la encargada de enfren-
tarse a los milevos criminales,); a nivel regional, los obispos, y, en
un espacio más limitado, los justicias locales. A pesar de ser la Igle-
sia la principal suministradora de la ideología que justificaba la re-
presión, vimos cómo ésta fiie llevada a cabo fiindanientalmente por
la justicia seglar, cuyo ámbito de actuación era el más reducido: un
valle, una comarca o, en ocasiones, una sirriple aldea.
En esta segunda parte nos proponemos descender a espacios
todavía mas íntimos. El origen de casi todas las aciisaciones de
brujería y superstición se hallaba relacionado con conflictos con-
cretos de muy diverso c a r i ~rivalidades
: por el control del poder;

El pcin cchujr, Madrid, Ed. Moridibbrica, 1986. p. 7.


Piei-o CAMPOIIESI,
tensiones perrriarierites eritrc vecinos de una localidad; desavenen-
cias y choques dentro del níicleo familiar; riñas e incompatibilida-
des en los distintos tipos de relaciones interpersoriales e, incluso,
clesacuerdo y pugna de coritmrios eri el iritcrior d e la propia
coriciericia. Muchos d e dichos conflictos solían aparecer enmas-
carados bajo diferentes enfermedades, síntomas d e impotencia
sexual, pesadillas noctiirilas o diiirnas, etc., ferióirieiios que con
irecuencia eran atribuidos a la acción de brujos o hechiceros.
Desde rriuy antiguo, la forma de escapar a una realidad cotidiana
plagada d e obstáciilos -no sólo por las condiciones materiales
de la existencia, que para la mayoría eran muy duras, sirlo sobre
todo por las dificultad para iriariterier rclacioní:~humanas satis-
hctorias- había sido el recurso a lo imaginario, al mito.
Ningíin mito mks íitil para el conjiinto de la sociedad que el
d e la I W I ~ ~ P TEra
~ I I éste
. -a diferencia del coricepto siipcrstición,
que sólo servía a los intereses de la Iglesia- uri térrriirio utilizado
por todos para expresar el rechazo ante situaciones propias que,
d e este rriodo, eran proyectadas en iin sujeto ajeno. Acusar a al-
guien de practicar la magia era una forma irracional de excusar-
se uno mismo, así corno d e elirriiriar todo cuanto interfiriera cn
la corisecucibri de los propios intereses. Muchas de la afirmacio-
rics rcfcridas a la brujería o a la siipersticion qiie se contienen en
las fiientes d e qiie nos valemos n o eran sino una explicaciori sirri-
bólica d e conflictos sociales, e incluso personales, que n o aca-
baban de ser adrriitidos. Como bien expresaron R. Luneau y L. V.
'Ihomas a propósito de los Nawdeba del norte d e Togo:
.Ante todo, la brujería se corivirrte en uri iristriirriento de libe-
ración de las pulsiones. Los conflictos iiirvitablrs rri ima cor~iirrii-
dad dondc predominan las relaciones interper-soiiales cotidianas
se resuelven dircctamcnte por la violencia o por vía institiicional
(justicia). Si. en caso de rechazo sistemático, las tensiones no Ile-
gari a expresarse, se vuelve incvitablc una derivación hacia lo ima-
ginario. I k ahí la ariti-iristitiiciOn,o institución al revés, d e la bru-
jería, gracias a la cual los conflictos se emplean para expresarse cn
relaciones siinh6licas nirdiaritr aciisaciories.>>'
Uri ejerriplo muy representativo d e acusación d e brujería, en
donde aparecía expresado simbólicamente iin suceso real extre-
rriadarricntc dificil de asumir, es una afirmación referida a las
rriuci-tes de criaturas ahogadas, tan frecuentes e n el siglo XiiI. La
costumbre d e atribuir a la acción de la br~ljeríalas d e f ~ ~ n c i o r i e ~
infantiles tenía que vcr directaniente, tal y como dediicimos por
los numerosos testimonios que nos liari llegado referidos a dicha
práctica, cori el hecho real de que muchas madres mataban a sus
criaturas deliberadamente, aunque d e una forma que pretendía
ser lo menos consciente posible: mediante el aplasta~riieritode los
niños dentro d e la cama, cuando ellas se hallaban dormidas o bo-
rrachas. Según la afirmación a la que nos referirnos, cuya expre-
sión rimacla sin diida contribuyo a sii fijación corno sentencia ad-
mitida por el conjunto d c la comiiniclacl:
«I.ax l~roxasde las cubas
ahogan las criaturas.*'
Dicha fórmula n o era sino la traslación, en l m g ~ i a j emetatori-
co, de una realidad implícita que nadie estaba dispuesto a aceptar:
que las madres, en~briagadas,eran e n muchos casos las responsa-
bles directas de la muerte d e sus propios hijos. Pero dicho cjem-
plo nos sirve también pala poner de relieve otro de los rasgos ca-
racterísticos del mito de la brujería. Es cierlarrieiitc representativo
de la inerilalidad popiilar el plural ebroxas,, que aparece en la seri-
tencia. Pcsc a que la cita está entresacada d e iiiia causa crirriirial in-
coada contra tina niujer real, Pasciiala Garcia, y pese a que dicha
causa contenía acusaciones completanierite personalizadas, toda-
vía se niariteriia, en pleno siglo XVI, al igual que e n otros procesos
aragoneses, el plural b u j u s e n boca de algiinos de los testigos que
fueron llamados a declarar e n contra d e la acusada.
Como ya se explicó e n el capítulo dedicado a los f~indameiitos
doctrinales de la .<cazad e brujas*, duraritc mucho tiempo éstas se
habían considerado por encirria de todo como iiiios seres fantás-
ticos. Solamente a partir d e los siglos X1V y XV, gracias al empuje
derivado de las acluaciones judiciales, fueron e ~ i i p e ~ a r i daoen-
carnarse e n personas reales a quienes poder persegiiir y eliminar.
Según José Miguel d e Barandiarári, las leyendas antiguas de ge-
nios, de lqmias y de brujas eran tan abundantes que,
-En un clirria de este genero, en este i«rbellirio dc númenes,
sobraban irnágmes rrerriebundas -las de las bri?jas- para que,
llegado el momento propicio, a impulsos de las pasiones políticas
y de los odios de clases y de trrnilias rivales, fueran proyectadas
por los terroristas y desaprrrisivos delatores de la época coriira sus
advr~sarios. ,,4

Proceso contra Pasciiala García. Hrrrera de los Nav:ii-ros. 1.562. ADZ. C. 42-
12, Fol. 16XV.
' osé bfiguei DE B . A K A \ D I A K~ ~ \u, j r ryi a/ n x j a s . ~>~1zrnonim
r(,(ofifdo.sr n YI ~uis
Vasco, San Srba~tiáii,Ed. Txei-toa. 1989, p. 19.
Bajo el término bruja tenían cabida personajes o genios le-
gendarios de muy diversos caracteres. En palabras del antropólo-
go Ranlon Violant i Simorra,
[...] , que apare-
<<I,asm n a s , lavanderas, lamias ...] c.nr.c~ri/or-iu.~
cen mezcladas muchas veces ron li~sImijas y con las costumbres y
poderes relativos a Gstas, son siipri-vivencias de los antiguos níi-
menes o espíritus verierados en las Cuentes que, más tarde, por in-
fluencias nórdicas y célticas, primero, y latinas, despu6s, fueron
personificadas, corrio otros genios de la Naturaleza, en divinida-
des protectoras del hombre [...] Unas veces se peinan, otras lavan,
hilan, cantan. danzan, y en algunos casos difiiricleri riiales, como
las brujas, hasta el extremo d e qiie se coiif~indenmuchas veces
unas y otras.,, '
Así pues, la brujería era uria metáfora qiie no siempre se ha-
llaba identificada a nivel popular con determinados delincuentes,
tal y como la ideología doniinante pretendía. Son abundantes los
testimonios en los qiie se habla de las b.rujcls coino un colectivo
misterioso e indefinido y, desde luego, no asociado a ninguna
persona concreta (.<lasbriixas le havian ecliado niedecinas por las
orejas.; *las briixas la rriatarian.; «las broxas por filerca Ic hazeri
cierto mal de noche quando duerme),). En dichos casos, evi-
dentemente, la utilizacih del concepto ..brujería. expresaba un
conflicto conipletamente distinto de los que solían esconderse
detrás de las acusaciones contra ciertos sujetos odiados o recha-
zados por buena parte de la comunidad.
Bajo el concepto .s~~p~rsticiónsubyacía asimismo otro tipo de
lucha: el combate permanente contra toda manifestación de lo
sagrado que se hallase f k r a del control de la Iglesia oficial. En
este caso, se trataba de un conflicto que tenía lugar únicarriente
entre el clero y el resto de la población. No todos aquellos que
juzgaba la Iglesia corno supersticiosos eran considerados por la
gran mayoría como criminales; por el contrario, con frecuencia
gozaban de una gran popularidad como curanderos o adivinos,
y precisamente era por ello por lo que acababan siendo perse-
guidos, ya qiie los representantes eclesiásticos interpretaban su
exito como un desafío, dada la competencia que suponían mas
actuaciones cuya funcibri social, al fin y al cabo, no era dcrriasia-
do diferente de la eclesiástica. Ademas, tanto obispos como in-
quisidores jwgaban tambit.11 como delitos de superstición cicr-

'' Ramón \ 7 i ' i o l ~i~SI\IOKKA,


~ pcpflñd. /'ido, Wx, rmtuml>r~~,
i?/f'innn(r, y 0,~-
trrrnrif~~
Barceloiia, Ed. Aita Fiilla, 1986. p. 523.
dirione~tlr 211m (ull~irarnilmnria quf d~s(~~nr<.c.r,

254
tos comportamientos compartidos por el conjunto de la comu-
nidad, que la Iglesia, dentro de su campaña de conquista espiri-
tual, pretendía combatir y eliminar de r a í ~En
. realidad, el con-
cepto superstición no se hallaba bien definido, ya que servía a la
Iglesia para aplicarlo siempre que le convenía prohibir algo; sii-
pcrsticioso era, como decía un curandero de .4lbarracín (Te-
ruel) en 1593, «todo aquello que la Santa Iglesia tiene reproba-
do y condenado por pecado.>>"Dicha sentencia reflejaba la
extrema variedad de las conductas prohibidas: desde aquellas
que la Iglesia interpretaba como rivales hasta cualquier muestra
de religiosidad qiie se alejara del temor y el respeto que la reli-
gión oficial pretendía imbuir (no ol\ideiiios qiie la risa y la sii-
persticióri se hallaban indisolublcmcntc unidas para la Iglesia);
también eran considerados supersticiosos los restos de antiguos
ritos paganos y, por supuesto, las inanifestaciones culturales de
judaizantes y mariscos.
Brujería y superstición ericubríari conflictos muy diversos, cu-
yos alejados caminos confluían en u11 punto: ambas, en opinión
de la Iglesia Cat61ica, eran iiistrumentos diabólicos. Si las brojas
servían a Satanás en virtud del pacto firmado con Él, todo ciian-
to hacían los supersticiosos no era sino <<irivericiGn del diablo..'
No obstante, y a pesar de los continuados esfuerzos de la Iglesia
por alumbrar una sola figura que representase el mal -el Adver-
sario, el Oponente del único Dios verdadero-, las manifestacio-
nes de lo demoníaco eran tan variadas corno diversa era la cultu-
ra popular qiie se pretendía imiTormar desde las instancias del
poder. Aunque la figura del Diablo, al igual qiie la de la bruja, ser-
vía a todos para expresar ciertas rcalidadcs difícilmente asumi-
hles, el modo en qiie la cultura popular interpretaba dicha ima-
gen contrastaba sustancialmente con la visión transmitida por los
teólogos. En palabras de Piero Camporcsi:
*Los estatutos cognoscitivos de una cultura pobre difieren d r
los elaborados por las elites intelectuales, aun cuando las esferas
de contan~inación,las sugerencias y las interferrncias entre u n a y
otra puedan ser inúltiples. La hago rnunth r l a b o ~ a d apor las re-
presentaciones nieri~alespopulares [...] divrrge del rriodelo clksi-
co iitiliiado por drr3ci y littl'ari, así como las categorías lógicas t...]
se rriuestrari diferentes. La imagen dcl mundo, vista dcsdc abajo,

"Proceso contra Fi-aricisco Aloriso. Albarracín. 1593. ;U):\. N" 47, fol. 33r
Procrso contra 1)oiniiigo .4giiilar. ( h p c . 13131. ADZ. C. 31-15, Sol. 4.
se perfila incier-w [...] y poco hornogenea [...] El orden natural y
divino se descoiirpone y se altera.**
El recurso a lo imaginario era un arma que cada cual utilizaba
en su propio provecho. La Iglesia intentó, sin Gxito, iniponer una
figura diabólica terrorífica para inspirar temor y, por medio de él,
ganar terreno a otras creericias que se hallaban fuera de su con-
trol y podían hacerle la competencia. Yero, a su vez, la cultura pc-
pular contaba con unas imágenes de lo diabólico que actiiaban a
favor de quienes se servían de ellas y rio en su contra, como se
pretendía desde el exterior. En las páginas que siguen interitare-
mos dar a conocer ciiáles fueron dichas imágenes en el Aragón
del siglo XVi y cómo se desarrolló 1ü dialéctica entre ambas con-
cepciones.
TODOS LOS DEMONIOS

2 Quiin diablos suspira aquí? f...] 2Familiar eres? [...J iEres


dernmioplpf~qo o de 10s de nombre? [...] iEres Lua@-? [...] iEres
Satanás? f...] iEre.7 Ber~:e/ní?L...] ih'res Harrubh, Belial, Asta-
rot? [...] Esos son demonios de rntzyorps oiu$aiion,ev -le rpcjpon-
dió la voz-: demonio, más por menudo soy, aunque me meto en
todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usu-
m, la mohatm; yo t&je al m&do la zarabanda, el déligo, la cha-
cona [...]; yo in71enté las pmdorgas, las jácara, las papalatas,
f...] y, a l j n , yo ,me lla'rno el Diablo C:oj~elo.

En los siglos que corresponden a la Edad Moderna, en un


mundo que, para buena parte de las gentes que lo habitaban, se
hallaba todavía poblado por un gran número de divinidades, es-
píritus, genios, duendes, etc. (demonios o Gazpovq, segun la cori-
cepción griega), la principal pretensión de la Iglesia triunfante
fue imponer la,noción de un único Dios, con poder para go-
bernar cuanto El mismo habría creado. La segunda tarea con-
sistió en delimitar lo más claramente posible los terrenos del
bien y del mal, ya que -a diferencia de los dioses pertene-
cientes a otras culturas, que podían aunar conceptos contra-
puestos-"' el Dios de la cristiandad occidental debía represen-
tar solamente ciertos valores escogidos cuidadosamente. Así, la
figura del Diablo como señor, a su vez, poderoso, gobernador
de las innumerables legiones de demonios que le estarían so-
metidos, se hacía necesaria para ofrecer iin esquema del mundo
ordenado y completo".

Luis lJÉ.~ez
De GUEVARA,
l<lDiahloC"j:~~rlo
(1e cd., 1641) , Madrid, Ed. Cátedra,
19x9, pp. 73-74.
'"Véase la aportación de Mircea Eliadr accrca dc los mitos dr la polaridad en
silohra fiatado d~historia de las religiune~.M»rJologz'ay (Linurnicade lo sagrado, Madrid,
Ed. Cristiandad, 1981, pp. 417-419. Segíin dicho autor, «un número considerable
de tradiciones míticas habla de la ~fraterriidadneutre dioses y demonios. y exis-
teti dioses, como Varuna, que revelan *la biiinidad divina, la coincidencia de los
rontrarios, la totalizació~ide los atributos en el serio de la divinidad.,,
" V&uise Eugenio TR~AS, i r m h r l p las i&oloph~y otros textos afines, Barcelona,
Ed. Pcnínsiila, 1987, pp. 204206, y Keith THOMAS, R~ligiun«nd Lhe Derlzne o f M a p ~
Luridres, Periguiri Books, 1981, pp. 559469.
Al monoteísmo propugnado en el concilio de Trento no le
convenía la accptaciíh indiscrirriiriada de la iriniensa caterva de
seres imaginarios conocidos comfinmente como demonios, que
podían referirse tanto a númenes benéficos como inaléficos. Al
Dios victorioso de la Coritrarreforriia le resultaba imprescindible
la figura de un enemigo con quien medirse en térniinos, casi, de
igualdad, un rival con quien luchar y al qiie, finalmente, vencer.
Según el doctor Gaspar Navarro, natural de Aranda del Moncayo
(Zaragoza)y canónigo de la iglesia de Montearagón, situada a po-
cos kilómetros de Huesca,
#Los antiguos tuvieron en tanto este nombre, daemon, que
crcian que todo lo que se incluye en este mundo inferior estava
sujecto a los cuerpos aereos, a qiiieri 1 es 1 ellos corriprehendiari de-
baxo deste riorribre, aunque no dexaroii de atribuyrlo, y usarlo,
assi en buen sigriiticado corno rri malo. [...] Mas erilrr los ci-isiia-
nos este rionibre es tan odioso [...] que oyrle nombrar nos causa
espanto, porque debaxo deste nombre se entienden y compre-
henden las malicias de aquel que llamamos Satanas, que es el que
nos persigue. Y es tan perverso que ni puede hazcr bien, ni de-
zirlo, ni imaginarlo, sino debaxo de presupuesto qiie tiene de en-
ganarnos todas las vezes que con el se trata.>>"
Así pues, el Demonio de los cristianos debía ser uno (Satanás,
el Adversario) y perverso. Sin embargo, en contra de lo que la
Iglesia predicaba, y de ac~icrdocori los testimonios que nos ofre-
cen los procesos aragoneses por brujería y superstición, la gran
mayoría continuaba recurriendo a una gama muy variada de dia-
blos o demonios,según dos de las denoniiriaciories niás extendidas
en los siglos x V i y XVIi. Una de las principales características de
la religión popular era precisamente su marcada tendencia al po-
liteísmo, de modo qiie, al igual que se creía firmemente en la pre-
sencia activa de las almas del purgatorio en la vida cotidiana, o se
concedía gran importancia a los santos (cori quienes la mayoría
entraba en contacto de un modo más directo y personal que con
el Dios todopoderoso diseiiado por los teólogos), así se entabla-
ban también relaciories con otros espíritus, que los representan-
tes de la religión oficial identificaban directamente con fuerzas
malignas''.

12
n l mp~rstirionladiwn .... Hiiesra. Pedro Bliisóri,
Gaspar ~-;\\/AKKo, i n h u ~ ~ dc
1630, p. 21.
'"'éailse Robert ~ ~ L I : H ~ MFKo ,I (:u/t11rt/opi~1(1ir(>~t
(1zlt11w(LPS dit?s ( / ( z nla
~F~IL-
ce moderne (m'-.WllI+ szMe), París, Flammariori, 1978 y Peter BL'RKI:, I.n cultura pw
pular en la ,!?7:11~0,fIn Madrid, Ed. Alianza, 1991.
vrrod~rr-rzn,
Aunque el trato y comunicación con los espíritus deinoriíacos
se hallaba nnly generalizado, buena parte de las noticias que po-
seemos acerca de los niismos procede de quienes fueron acusados
como brujos o siipersticiosos. Ello no significa que el resto de la
poblacion no compartiera las fantasías de los perseguidos. Eri opi-
nión del historiador Robert Muche~nbled,en cierto sentido, to-
dos eran un poco brujos:
«los canipesinos creían que todas sus dificultades provenían
d i la acción incesante en este n ~ u i i d odc fuerzas oscuras, de al-
mas, de demonios -por eniplcar la terrriinologia cristiana. A sus
ojos, riada era ~matura1~~- y todo acontecirniento, firera o no be-
néfico, se explicaba por la intervención de esas fuerzas. Pero ellos
no pretendían luchar sin tregua contra el Diablo, como lo hacía
la Iglesia. Ellos estaban preocupados más bien por elestableci-
miento de un equilibrio mágico siempre inestable [...] Todos, en
resumidas cuentas, eran un poco brujos..>'.'
El bagaje ideol6gico de los reos por brujería o superstición no
constituía una peculiaridad propia, sino que formaba parte del con-
junto común de creencias imperantes a finales del siglo XlT. Se en-
contraba profundamente enraizado en las mentalidades y traducía
una forma de enteiider el mundo muy extendida, segun la cual lo
sobrenatural y lo real se interferían constaritcmente siri apenas dis-
tinción. Esta era también, de alguna manera, la coriccpción de la
Iglesia, aunque con la salvedad de que sus representantes se ericar-
gaban de decidir cuáles debían ser los elementos sobrenaturales a
los que se podía recurrir, y cuáles los supersticiosos y los condenados.
Sin embargo, para muchos de los jilxgados en Aragóri como
supersticiosos no existía ningiina iricompatibilidad entre los po-
deres de Dios y del Diablo de los tcologos; dicha interpretación,
aunque heterodoxa, se hallaba propiciada de algfín modo por la
misma Iglesia, ya que la mayor parte de los demonólogos se afa-
naba en describir hasta el mínimo delalle los atributos del De-
monio para fiindamentar mejor la presencia de cuanto considc
rabari ilícito. Tan grande era la importancia concedida a Satanás
' co-
por dichos tratadistas que no es de extrañar que más de al$run
nocedor de sus disquisiciones cayera en la tentación de pedir los
favores infernales,junto con los del mismo Dios'". Según el resu-

14
Robert MIl(:HEMAI.EI), Sorrikre,\, p r l i r r ~t soc~rl6( ~ U X1U ~t 17 s i i ~ / v c ,París, h a -
go, 1987, p. 152.
I í
Acerca dc los poderes atribuidos al l)enioiiio, vease María T:\r s i r i , <<La
imagen dcl sabbat en la Pkpaña de los siglos XVi y XVII a ~ravésdc los tratados so-
hrr hi-ujcsía y siipcrsticiím~.Hisforw w z n l . 17 (l9%), pp. 10-1l.
inen del proceso incoado por la Iriquisicióri a mosén Martín de
Sosín, presbítero de la iglesia d e la villa de Zuera (Zaragoza), di-
cho clérigo proniinciaba sus conjiiros para dotar d e poder rriági-
co a los objetos d e los que se servía solicitando al rnisrrio tierripo
el auxilio d e Dios y el del Diablo, sin hacer ninguna distinción en-
tre ambos:
<<Yotc consagro, yerba valerima, en el noriibrr del Padre y del
Hijo, y del Espiriiii Santo, y por Satanas, que hagas lo que tc pido.."'
A pesar d e dicho ejemplo -que, al fin y al cabo, encajaba den-
tro del esquema rrianiqueo defendido por la Iglesia oficial-, la
gran mayoría d c los corijuradores dirigían sus invocaciones a iin
sinnúmero d e espíritus, a algunos d e los cuales conocían y Ilama-
ban por su nombre. Pedro Solón, un morisco d e A l f a n i h (Zara-
goza), fue acilsado e n 1581 por el Trib~inald e la Inquisición d e
haber hecho comparecer a < m a sde sesenta derrionios~,entre los
cuales se encontraban Satanás (como u n o más), Berzebíi, Barra-
bás y Fogón. Según el Santo Oficio aquello era (<contirmaciondel
pacto exprcsso cori el derrioriio~~",lo cual nos remite, de nuevo, a
un género d e rediiccionismo que transformaba cualquier mani-
festación dernoniaca de carácter plural en el Diablo sirigulari~ado
por los representantes d e la Iglesia.
Entre la poblacióri rriorisca residente e n Aragón era muy ha-
bitual el recurso a las potencias irifernales. Eri 159'7, el tribunal in-
quisitorial d e Zaragoza ordenó que fiieran castigadas tres mujeres
«por irivocaciones de demonios y hechicesias, y reconciliadas por
moras.. Una de ellas era Cáridida Gonibal, una nueva convertida
oriunda de Benagiiasil (Valencia) quien, según algunas de las tes-
tigos que declararon e n su causa, .haviendole consultado el se-
medio que teridriari para que los hombres las quisiesen bien, les
aconsejo invocassen a los dernonios.~Isabel Gombal, hermana de
la anterior, llegó a confesar bajo torrrierito que había invocado <<a
Salhanas, Barrabas y Berzebiw, mientras que Blanca <<La Peana.,
otra morisca natural d e Calanda (Teriiel), decía ver (alos demo-
nios a quienes havia Ilarriadon e n u n espejo".
Seis años despuks fue corideriada como liechicera por el mismo
tribunal Ana Ruiz, una zaragozana de treinta aííos, la cual confesó
ante el j u e ~que c can di da Gombal, morisca, le havia ensefiado las
dichas echizerias.~'"No olvidenios que uno de los aspectos más in-
teresantes y complejos de la religiosidad de los moriscos a finales
del siglo XVi era precisamente la creencia en los demonios. Ahora
bien, como afirma Luis García Ballestcr,
<<elmito diabólico tenía u n significado distinto rri la irtente de
u n inquisidor y e n la d r i i r i morisco. Ambos aceptaban el mito co-
rno u n a realidad, pero la clisiirita proccdcncia cultural d e arribos
-el inquisidor partía d e uria concepción escolástica d e pacm u
invocación. y cl morisco hundía su creencia c n las tradiciones es-
piritistas judaicas y del neoplatonisirio alrjandrino- hacía que
hablaseri distinto lenguaje.."'

Para los miisiilmanes, la creericia en los innumerables espíritus


que regían el mundo no era incompatible con la fe en Alá, a quien
se suponia que dichos espíritus servían. FIay que tener en cuenta,
además, qiie a partir del siglo XV, a rricdida que fue desaparecieri-
do progresivamente en todo el territorio peninsular la clase reli-
giosa dirigente e ilustrada, el rico mundo de creencias populares
de los nuevos convertidos se file ampliando mucho más, ya que no
existía la vigilancia ejercida traclicionalrnentc por las escuelas c e
ránicas. Todavía en 1494 f~rricioriabaen la morería de Zaragoza
una de dichas escuelas, en la que se ciirsaban estudios regulares de
diversas materias. Segíln Jiilián Ribera y Tarragó,
.En la última década del siglo X1' había u n a enseñanza regii-
lar. d e teología, filosofía, medicina y astronomía e n lengua árabe
e n la iriadraza d c la morería d e Zaragom, con u n a irradiación cul-
tural que se extcndía por todo el reino d e .Arag6n.>>"
A lo largo del siglo XW se prohibió el uso del árabe y, poco a
poco, la cultura ~rioriscallegó a constituirse en uri mundo cerra-
do y a la defensiva, donde, además de los ritos practicados en la
clandestinidad, proliferaban creencias en seres imaginarios cada
vez más heterogéneai". Así, por ejemplo, una de las variedades

1 <)
Ilidrm, fol. 208r.

21
Vkase,Juliái~KIRFR.\
\ T w ~ ~ t&iipersticiones
l , moriscaw, cii I>i.swtnriona
y Ofnisrulm, wl. 1, Madrid, Irriprenta de Estaiiislao Rilaesti-e, 1928, pp. 493-527.
" Sobre la niagia morisca, véame asirriiarrici los trabajos dr Aria IABAKT.~,
*Ecos dc la tradici6ii rri5gica del <<Picatrix>s cti rik-tosinot-iscosn,en i i ~ t o s prtdm
y
~ o h clstronomia
r e ~ p ñ o l nPIZ (4 ~ i g l oHII. Biircel~~ia.1981, pp. 101-109: «Super-s~iciu-
rics moriscas~,Atnny. 5-6 (1982-83).pp. 16-190 asi coino la edición del Lzlm dp
dic/~osrn«mvillo.ror (iZli.\r~lN?ir»rnon'sm dr, m q i u y «rlzvznnrión), i i r i maiiiiscrito halla-
do rn Alnionacicl de la Siei-ra (Zaragoza) dc finalcs del siglo X\"i o comienzos del
demoníacas invocadas por Isabel Gombal en sus conjuros de ma-
gia amorosa, junto a los ya mencionados Barrabás, Bercebú y Sa-
tanás, era la llamada d a b l e s a n :
<<[.adicha l a b e l Gorribal 1 ... 1 le d i x o 1 ... 1 q u e dixesse: este of-
f i e ~ r oa B a r ~ a l ~ ays ,o i r o a Krrcebii, y o t r o a Satiirias, y el o t r o al
diablo y diablrssa, y o i r o a codos los tiernoriios.~~"

La versión femenina del diablo n o era patrimonio exclusivo


de la población morisca. En 1603, la Inquisición de Aragón apre-
só a un ganadero gascón conocido como Guilléri de Tolosa, que
vivía en Torres del Obispo (Huesca), al quc se acusó, entre otros
cargos, de n o respetar la (hiaresma, hablar mal de las bulas y del
clero, y encomendarse al diablo y la diablesa para alejar a los lo-
bos del ganado. Según los testigos que declararon eri su contra:
«Dixo [...] q u e e l savia u n p u n t o mas q u c cl evangelio, y en-
cariiar los lobos para q u e n o hiziessen m a l e n la d u l a o g a n a d o ,
erirorrieritlaritioae tres veies al diablo, torriaridole p o r p a d r e , y a la
diablesa por riiadrr, reriegarido de Dios Nuestro Seiíor y d e s u
bendita inadre.nY'

Del mismo modo que el monoteísmo masculino nunca llegó a


triunfar del todo e n la religión popular, por lo que la Iglesia tuvo
que aceptar e incorporar el importante papel d e la Virgen (y, más
aún, de las abundantes Vírgenes locales, muchas d e ellas trasiin-
to de antiguas diosas paganas)?', así también se establecía de for-
ma natural e n la mente d e muchos u n paralelismo entre la fami-
lia divina y la diabólica: la figura del Diablo corno uri ser único y
perverso nada tenía qne ver con las concepciones populares acer-
ca del mismo.
Una de las imágenes más clif~~nclidas
e n la Espaiia de los siglos
X\!7 y W i I era la del diablo cojuelo, que Luis Vélez de Guevara
transmitiría a la posteridad corrio un persona& enredador y tra-

siglo XWI. Acerca de los ritos rrioriscos ligados a la magia, &ase también el inte-
rcsantc el trah?jo de Yi-cttc ( : \ K I ) , \ I I I ~ ( . - H I . . K M ( I eR4agie
I ,A, ~II et repression rnoris-
ques eL cliré$eiis (XVíI""'et XVII""' si6clea)., en Rmwr d%~stozrrmclghrrhinr, 79-80
(199.7).Cii ciiaiito a los noiiihrcs rlcl dcinoiiio iriás utilizados tanto por moriscos
corrio por cristiarios, vbase, de la rriisnia autora, el artículo <<Lesnoms di1 diable
dans I ~ tcxtcs
F c~pagiiolsdcs >(VI""' ct XVII""' siecles~~, así como su libro L n ntc~girz
rn Espugne: nzorrsques rt twux (IzWtzrn~( I U X X\Ji"m, r t X l i I , " ' .si$rlr.s, Zaghouan (Túnez).
Fondation 'Icrninii poiii- la R6clicrclie Scieiitifiqiie et I'Iiiforriiatioii. 1996.
27
Proceso coiiti-a Isabel Gorrit>;il.Zaragoza. 1605. ADZ. C. 4407, fol. 66v.
21
AHN. Inq. 1.ih. 990, fol. 307r.
vieso, burlesco y alegre, inventor de gran número de bailes, can-
ciones e instrunientos populares. Más que con un ser que inspira-
ba terror, la mayoría lo identificaba con un ayudante especializa-
do en la magia amorosa'". Según el resumen del proceso de la ya
citada Ana Ruiz, dicha acusada había recomendado a sus clientes,
«que para hacer venir un hombre a su voluntad t...) dixesen:
Bercebu, Satanas y diablo coxo, traerne a fulano.»"
Era fama que, a pesar de sil incapacidad, o precisamente de-
bido a ella, su rapidez superaba paradójicamente a la del resto de
demonios (.corre más que todos., .es niás ligero., etc.); por eso
podía convertirse en un excelente mensajero de los conjuros en-
viados por quienes deseaban atraerse el amor, o más bien el de-
seo erótico, de alguien que se encontraba lejos. La asociación del
diablo cojuelo con la magia y la lu-juria se basaba asimismo en
otros fundamentos. En primer Iiigar, ya desde la antigüedad de-
terminados seres mitológicos (Dioniso, Jasón, Perseo) se relacio-
naban de modo especial con algunos poderes extraordinarios y
con el mundo de ultratumba; en opinión de Carlo Ginzburg, lo
que tenían en comíin todos ellos era un cierto desequilibrio am-
bulatorio~~ (cojear, arrastrar una pierna herida, poseer iin talGn
vulnerable, caminar con un pie descalzo, tropezar, etc.), lo cual
era una forma de representar la idea de que se hallaban con un
pie en este mundo y otro en el más alli, Iiigar de donde proce-
derían en último término sus capacidades mágicas2'.
En cuanto a la asociación entre la cojera y la lujuria, en los si-
glos XVi y X\TI era opinión generalizada, tanto entre los sectores
considerados más cultos como a nivel popular, que los cojos esta-
ban especialmente dotados para las artes del amor. Según Michel
de Montaigne,
~Díceseen Italia corno proverbio común que rio conoce la
perfecta dulzura de Venus aquél que n o se ha acostado con una
coja. El azar. o algíin incidente particular ha puesto desde hace

Zli
\'éarise Fran~oisDEIPECII,<<Camino del infierno tanto anda el cojo corno
el viento. Monosandcilisme ct magie d'amour*, m A. M o ~ . r ~yi iJ . P. Drvioi.s
(eds.), b;nfk.~cl Dnmnations dans Ir mondr hispnrripe ~t l~isprrno-amerirnin,París.
P.U.F., 1996;Julio C,mo BARQ~A, L'irim nrkgims f~lnquisirión, vol. 11, Madrid, Ed. Cír-
culo de I.rctor-es, 1990, pp. 118-147: id., I,as formas romnpbjas de la z~idar~li,riosoMa-
drid, Ed. Akal, 1978. p. 97, e id.. b;ttudios sobre la ~ i i i l ntraditional ~spnliola,Barcelo-
na, Ed. Penínsiila, 1968, p. 345.
'27 AHN. Inq. I.ib. 990, fol. 208n
'' \7éaw Cado G l ~ z n l r ~ <H,z, ~ t o r ~nocturna.
a Un dewjramwnto d d nyuularrv, Bar-
celona, Ed. Muchnik, 1991.
mucho este dicho en boca del pueblo, y ?e dice tanto de loa hom-
bres como de las mujeres.n2"
Pero la representación del diablo conlo un ayudante compla-
ciente y lisonjero no se limitaba a la figura del diablo cojuelo. A
pesar de la rnachacona insistencia de los teólogos y predicadores,
que advertían una y otra vez acerca de la maldad ab~olutadel Ma-
ligno, eran muchos quienes encontraban tanto en El como eri los
demonios en general una filente de consuelo y auxilio. Antes de
que se propagara la idea del pacto diabólico como ftmdarnento
de las acciones de la magia, ya se imaginaba a los demonios como
colaboradores qiie con frecuencia prestaban su apoyo en las du-
ras tareas de los hombres. Una fantasía muy extendida era la de
la sustitución dernoriíaca, gracias a la cual ciertos trabajos pesados
serían íntegrarnerite realizados por unos simpáticos geniecillos
cuya figura nada tenía que ver con la imagen monstruosa que la
Iglesia transmitía a sus fieles. Como recordaba Grillot de Givry,
«En la Edad Media, los diablcis se introducían con frccucncia en
las casas, hacían las labores doniésticas, pelaban las verduras, ponían
la olla a hervir, giraban el espetón del asado [...] ~ K asorr~bro
A de
los habitantcs, que al volver a casa se encontrabüri la viv+rida e n or-
den y todo el trabajo hecho. Los demonios se presentaban en se-
creto por la noche para tcrminar la obra capital de los obreros en
vías de convertirse en maestros [...] diseñaban los planos de los ar-
quitectos preocupados por terier que edificar alguna catedral e, in-
cluso, a menudo les ayudaban en la roristriicción de la misma.»."'
Una de las leyendas más difimdidas por toda Europa era la de
los puentes construidos gracias a la cooperación infernal. Se de-
cía que los llamados <<puentes del diablo,., que todavía hoy sc co-
nocen en muchos lugares por este nombre, habían sido resultado
del acuerdo entre los arquitectos locales y el diablo, el cual, como
pago a sus penalidades, pedía el alma de aquel que primero los
cruzara. Pero, fuera cual fuese el demonio encargado del trato,
éste siempre acababa resultarido burlado, ya que las gentes del 111-
gar hacían pasar a un gato negro y él había de conformarse con
el trueque. Dicha leyenda suponía la inversión de la visión demo-
níaca ideada por los teólogos, según la cual era Satanás quien eri-
gañaba a los hombres, y no viceversa?'.

'hlichel DL MOVAIGNE,Enaayos, vol. 111, Madrid, Ed. (Xtccil-a. 1987, p. 301.


30
Grillot DE GIVRY, 1 1 m m ~ od~ los h u j o s , magos ) i~lyuirnialu,\,Barcelona, Ed.
Martínez Roca, 1991, p. 145.
" Son muchos los cuentos popularcs qiie expresan la idea del demonio que
prctende engañar pero que, a s u ve^, resulta engañado. Para Castilla y I.c¿ín,
Pese a la insistencia d e la Iglesia por presentar u n a imagen terrible tan-
10 del Diablo como d e las legiones d e demoi-iios que le estaban someti-
das, la mayoría de los europeos seguían iinagiriando a estos íiltirrios co-
nio solícitos ayudantes. En el grabado se representan diversos irabajos
dcmoníacos fiiiles para los hoiiibr-es (Olaus M..\c;~crs,Histovicc dr grntibus
septentrioitnlitms, Roma, 1535).

Un ejemplo aragonés de la vigencia del mito rriedieval de los de-


monios corno eficaces y solícitos ajwdantes de cuantos se sentían
agobiados por sus trabajos.'"^ constituye la relación de causa in-
quisitorial correspondiente al proceso incoado en 1609 contra
Pasciial Clemente, cristiano viejo de cincuenta aiios de edad, de
oficio labrador y natural de Embíin, una pcqueña localidad situa-
da no muy lejos de Jaca (Hiiesca). Como si se tratara de iino de
los cuentos de las Milg l i r m iVoc.hes, Pascua1 había relatado que él,
.<segabae n poco iierripo gran cariiidad d e mies C.. ] y que Ile-
vaba consigo cinco granos d c la yerba falagucra e n u n iiiarrgo de
una h o ~ que
, eran cinco dernonios y que, llegando a la Iirredad,
echaba los granos e n el surlo y sc bolvian cinco cuervos, los cuales
segaban lodo lo que el qurria, sin scr vistos mas que por el, y des
pues que a\,iari acallado d e segar lo que les mandaba, haciendo el
los ademanes de quc segaba, daridolo a entendvr- asi a los que le

\+anse, por cjeinplo, .El demonio burladon y *El dcinonio y lavieja hrujnn, e n h -
I-elioM. E s I ~ o s . Iijjo,
~ , (.ilmlO1 fmptilor~< j I , P Ó ~torno
( 1 C«JIZII(L
~ , 11, Madrid. CSIí:,
1988. pp. 131-135.Para ilragón, .El herrero de Saiifelices~~, eri Kdrrtoc r r r q u n c w de
brujo>,drnzomoa y npnr-rn'ílos,Zaragoza, t:d. Librería Genrral, 1978.
:3?
Son i~iiicliusasimismo los ciienros popular<:sque recogen el tema de los ayti-
rlantes sobirriaturalcs. Véansc, como ejemplo, los irirluidos poi- .Aiireliu M. Esrrsm,
hijo. en Cwnlol popirl«rr-, de í;/~rtillrr11Lróti. tomo 1. Madrid. CSIC, 1987, pp. 251-277.
beyan, aunque no segaba, sino solo recogia las gavillas que segaban
los demonios en fiLgurade cuervos. Y se bolvian los cuervos granos,
y sc rccogian a la hoz, y los trajo consigo sabiendo que eran deme
riios cinco años, que f ~ i eel pacto y concierto que hi~o..':'

La idea del pacto procedía, según el acusado, de u n clérigo


que le había dicho q u e los cirico granos eran familiares y que pa-
ra aprobecharse de ellos avia de hacer pacto con el demonio.. Así
pues, por indicación d e dicho clérigo, a v i a ofrecido su alma al
diablo y rrenegado de Dios y d e sus santo s.^"^ Como bien sabe-
mos, para la mentalidad popular rlo era necesaria una profesiGri
de apostasía semejante, ya que Dios, sus santos y los demonios
eran perfectamente compatibles.
El deseo y la creencia e n la posibilidad real d e llegar a poseer
uno o varios ayudantes personales (demonios fumiliures, espiritus fu-
miliares o sirripleriierite familiares, según las denominaciones mas
utilizadas en los documentos) estaba a la orden del día y consti-
tuía uno de los motivos que inducían a rnuchos a ponerse e n bus-
ca de quienes se dedicaban a la magia como profesionales con la
confianza de que Cstos podrían proporcionárselos. En 1621 h e -
ron procesados por la Inquisición d e Aragón u n sastre, iin pintor,
un bachiller e n leyes, u n presbítero y un notario:'" todos ellos acu-
sados de haber participado corno córriplices en las ceremonias y
conjuros mágicos de un tal Jerónimo d e I Z b a n a , que respondía
al nombre falso d e Juan Calvo. En realidad, dicho reo n o era sino
un estafador que se hacía pasar por clérigo, mago y experto e n as-
trología, que 4 era sacerdote, ni estaba ordenado sino de prima
corona, que [...] los titulos de ordenes y beneficio que tral-iia [...]
no eran suyos, porque los tomo [...] a u n clerigo llamado Juan
Calbo*, y que -como él rriisirio recoriociG ante el juez- *en to-
das las experiencias y conjuros que hizo nunca creyo que fuesen
ciertas y verdaderas,>,ya quc « n o tubo otro animo ni otro fin* que
((sacardineros a los testigos para socorrer su necesidad.."'
Quienes sí creyeron en su pretendida magia f ~ ~ e r olos
r i cirico
procesados que lo habían acoiripaiiado a los rnorites cercanos a la 1 < ~
calidad de Ejea de los Caballeros (Zaragoza) con la ingenua espe-

'42
AHK. Inq. Lib. $191, lols. 1 1 8 ~y. 11%.
54
Ibiclim, fol. 118v.
Si
Francisco d r Alos. Hcr-iraiido de Moros, Altmso Torrijoa, Agua~íriLxoiiar-
do yJum Wavar-r-o,r-zspzctivarrierite.Véarise los resúmenes de sus causas rii A H N .
Inq. Lib. 991, fols. ,7251:-53Xr.
36
AHN. 11iq. Lib. 991, fol. 5 2 4 ~
ranza de obtener un demonio particular que pudiera proporcionar-
les cuanto deseaban. A cada uno le empujaban diferentes rrióviles.
El sastre quería *hallar la hazienda que le avian hilrmdo.; el pintor,
((ganaral juego),; el bachiller en leyes, conseguir «una muger que es
te reo qiieria bien.; el clérigo, ~hazerseinbisible [...], ganar al juego
y [...] ganar la grazia del arcobispon; y, por último, el notario, .ganar
al juego [...], deprekiender scienzias [...], que no le pidiesen matar
ni herir [...), alcanzar miigeres y L.. ] saber cosas secretas.."
1.0s cinco negaron estar en contra de las ensefianzas y dogmas
de la Iglesia católica, recoriociendo que el verdadero motivo para
liaber participado en los conjuros e invocaciones había sido el
fuerte deseo, casi incontrolado, de tener un demonio para su uso
personal. Afirmaba en si1 defensa el bachiller que,
*sienipre avia creido y tenido todo lo que tiene y enseña la
Yglesia Catholica Komana, y en ninguna cosa de las tocantes a la
fc avia tenido herror en el entendimiento, y que lo que avia he-
cho [...] lo avia hecho inconsideradamente, llevado de la vana cu-
riosidad y amhizion de vcrsc por aquel camino hombre de azien-
da y eminente en su facultad, teniendo un cspiritu demonio
tairiiliar que Ir otiezia el dicho Juan Calbo.,.:"
y, por lo que se refiere al clérigo, a,juzgar por la transcripción
de su testimonio hecha por el notario inquisitorial,
~conoziaavia sido muy gran zcguera y creyo que se podia ha-
zer lo que pretendia de tener un espiritu familiar [...] y quc no avia
reparado en considerar si las dichas hechizerias y superstiziones te-
nian virtud para alrari/ar.lo, sino que, iricorlsideradarriente, se avia
dejado llebar del desseo que tenia de tener y Ilebar corisigci un es-
pirit~ifamiliar para todo lo que hiibiese ineiirster.»''"
Según el pintor, uno de los ciiatro cómplices restanteq había
l l e ~ a d oa su casa a Juan Calvo,
(<yque le tubo en sil casa algunos dias diiirrido que era astrw
logo y que sabia inbocar familiares y ponerlos en una sortija para
efecto de mugeres y,juego y para otras cosas l...] y le dijo Iiiziese un
anillo de plata, que pondria en el un espiritu familiar para que es
te reo lo Ilcbasc consigo [...] dixo que no avia creydo que las echi-
zerias y superstiziones que hizo cl dicho Juan Calbo f~iesenciertas,
y q ~ i esr hallo a ello por havrrle oti.ecido el dicho Juari Calbo de
darle un demonio espiritu hiiiliar l...] y ron inieriiiori de si le da-
ba cl cspiritu demonio familiar rri i i r i ariillu, llebarle para ganar al
juego y balcrse del para las necesidadrs que se le

Aiinqiie hoy pueda sorprcndernos la enorme credulidad de


los cinco reos citados, no olvidemos que en los siglos XW y X\TI
incluso los representantes del clero más cualificados aceptaban la
posibilidad real de tenei; si no guardado, sí atadon un demonio
personal en un anillo". Dicha qráctica)>era condenada, pero no
desechada corno producto de la fantasía y así, por ebjeerriplqfray
Aionso dc Vega, autor de iino de los nianuales de confesores más
divulgados a fines del siglo XVi y corriicnzos del XVII, planteaba el
siguiente <<caso*:
.Preguntase: Si puede u n o tener al dernoriio ligado a u n ani-
llo, d e suerte que n o piicda salir ni yr de alli, lo qiial se dize tener
uno familiar?
Respondo: Q u e n o es verdadero dczir cl demonio estar ligxio
y atado a un anillo o imagen, d e suerte q u e siempre este presen-
te al anillo o imagen, sino dizese estar atado porque, siendo Ila-
niado del q u c posee el anillo, siempre vieiir, y n o tia menester
i i e r i i p p a m bolver adonde quiera que estuviere rl posseeclor del
anillo o iniageri. De aqui sc colige la grande miseria y engario d e
los magos encantadores, qiic sc d a n a entender tener, assi corno
en cadena, pressos a los demonios.*"

Las viejas concepciones populares acerca de la ayuda que las


fuerzas dinámicas del universo prestaban a quien sabía invocarlas
y confiar en ellas alcaruabari, por consiguiente, también a los eri-
cargados de difundir un monoteísmo cuya asuriciGri era difícil
aun para aquéllos interesados en su divulgaciOn. La ilusión de
convertir al Diablo en enemigo rio prosperó entre el grueso de la
población; por el contrario, los demonios eran denoniiriados
~coinpaiieros~, <<faniiliarcs»,
qxijes,),etc., por los protagonistas de

Ihdrm. fol. 530r


" la crrciicia cri la posibilidad de controlar a los demonios por incdio de uii
anillo mágico proviene de las leyeridas cn torrio al rey Saloirií>ri,dif~iiididasno sólo
a trav6s dr la Kiblia sino, sobre tudo, por medio de un buen niimcro de escritores
árabes. lurcos y persas, así como talmidistas. Dichas leyeiid'a corivirtieron a Salomón
en el pcrsoriajc m i s rico, sabio y poderoso de todos los tiiiiipos. Fhtre siis Saciiltatles
se ericori~r-abala de dominar a todos los cspíritiis celestes, wrr-estr-ese infernales. Se-
gún tales rrlatoi. cl objeto que perrriiría capturar y esclavizar a los drmonioi era i i r i
anillo eri donde estaba grabado el sccrcto nomhri de Dios. Por eso rri~icfioslibros de
magia atribuidos a Saloinón explicaban cí>rrioobtener dicho anillo.
"' Aloriso de Vega, Summa llamado Nnmn ~c.raf,ilntion~1 prc~tiic.rr del f u m ~
mtf-
rior.., Madrid, 1598, fol. 339.
los documentos analizados. Así, o bien se los imaginaba como ca-
maradas, o bien como sirvientes (Catalina Aznar; famosa Iiechi-
cera zaragozanajuzgada por la lnquisici6n en 1311, llamaba emo-
m»'" a su demonio personal).
Como sabemos, andando el tiempo, la Iglesia -en su afán por
borrar las innumerables representaciones diabólicas- había lle-
gado a popularisar la figura del Diablo con rriayúsculas como un
medio para infiindir temor. Pero, muy lejm de tal sentimiento, las
gentes recurrían también a Satanás en busca de apovo, sobre to-
do en los momentos en aue la religión
<,
oficial no eiultaba satis-
factoria. Según una de las testigos que declararori en coritra de
Joan Petit, un curandero acusado de hechicero por el tribiinal
episcopal de Barbastro en 15'72, dicho reo,
<<unclia dixo clw, pues Dios r i o le podia ayudar; que le ay~ida-
se el d i a b l 0 . 3 ~ ~
Todo cuanto se hallaba prohibido corno diabólico constituía
para la inmensa mayoría una alternativa a los usos religiosos co-
munes y un alivio en los momentos de desesperación. Si hemos
de creer en la acusación formulada por uno de los testigos conlra
Juari Garcés (notario turolense acusado de hechicero y astr6logo
ante el tribunal inqiiisitorial de Zaragoza), dicho reo, tras haber
encomendado su hija enferma a Dios y a los santos, y ver que no
tenía salvación, se había expresado en los términos que siguen:
%Agoravos digo que no ay Dios, ni Santa Maria, ni santos ni
santas que rrie valgan, sino los diablos que me compren den.^^'
Fuera o no cierta dicha acusación, los diablos o demonios
eran concebidos coino seres cercanos y, hasta cierto punto, arrii-
gables. Aun los mismos encargados de la justicia eclesiástica, cuya
fiinción era perseguir cualquier conducta o creencia que se apar-
tara de los dogmas admitidos, compartían de algún rnodo esta
idea: ante las prodigiosas y benéficas curaciones realizadas por
Joan Urliac en la localidad pirenacia de Fanlo (Hiiesca), y a pesar
de las connotaciones cristianas asociadas a las mismas, el fiscal
que actuó como acusador en su contra afirmó que 41acía cosas
que se sospechava eran con ayuda del demonio.,,'"

'"roceso contra Catalina Aznar. Zaragoza. 1-51l. AHPZ. C . 28-6, fol. 28r.
44
Proceso coritra,Joari Petit. Barbastro. 1572. . O B . Lrg. 472, fol. 281:
-13
Proceso coritra Juari G'u-cí-s. Torre los Negros. 1497. IUIPZ. C. 22-4, fol. 136~.
4li
Proccso contra,Joari Urliac. Faiilo. 1607. ADR. I e g . 452, 1'01. 21:
Así pues, e n el sentir general, los diablos eran muchos y, la ma-
yoría de las veces, benéficos, ya que prestaban su colaboracibri a
quienes los invocaban. No obstante, en ocasiones también podían
aparecer identificados temporalmente con ciertos rriales: estaba
muy exteridida la idea d e que eran los derrionios quienes envia-
ban las enfermedades y, por tanto, los qiie podían retirarlas o cu-
rarlas. En consecuericia, se hacía necesaria su irivocaci6n como
íinico remedio posible. Scgún u n o d e los testigos d e la causa in-
qiiisitorial contra Aiexos Cabello,
*Estandoenfermo, le fue a ver el reo y le dixo que savia el nial
que tenia, y que le curaria [...], que sil enfermedad era entre cue-
ro y carne y un aire corrupto, porque el gran señor de los demo-
nios irivio a un demonio inferior a atorrrieritar al testigo en el al-
ma, y avieridolo allado preparado, y no pi~dieridoentrar en ella,
ansi le atormento en el cuerpo echandole ayre corrupto en el, y
que si le dava sii nombre y voluntad, el le daria al gran seIi,ory ha-
ria con e1 que se le quitasse el mal, y que tenia un lihro en aravi-
go con que hazer lo siisodiclio, y haria con el dicho libro los cori-
juros neccsarios.m4'
Otro testigo había afirmado que, para poder curarse, segíln el
consejo del citado Alexos Cabello,
ehavia de desnudarse eri carnes y pelear con el demonio y
que, si cl queria, haria que todos los diablos viniesen adonde el
estubiesse y los compeleria a ello cori el libro que tenia.."
Tales creencias, aunque influidas por el cristiariisrrio y la ver-
sión del pacto demoníaco transmitida por la Iglesia, n o se halla-
ban rriuy lejos de la concepción rieoplatOnica segíln la cual los de-
monios representaban eri realidad las dimensiones ocultas del
mundo. Las desconocidas y temibles enlerrnedades se identifica-
ban frecuentemente con demonios a quienes los corioccdores d e
la magia debían conjurar y llamar por sus riombres, lo qiie iinpli-
caba una torma d e dorninacibri e iritcrvención sobre estas enfer-
medades. Según Ignacio Gómez de Iiaño,
~1.aoperación del mago es, prinierarrierlte, el intento de dar
nombr-e a las cosas. Un nombre que nos las iraiga a la existencia
y que, al inisirio tiempo, no las reduzca al razoriarriierito, a1 dis-
curso razonable, a la trampa con la que [...] se prrieride cazar al
universo. Los denioriios son universos posibles, tiempos, espa-

47
AHN. Iriq. Lib. 990, fol. 347r.
48
Ibidm, fol. 5471..
M n n n inwtzrt

cios, cuerpos, modos de vida posibles, periplos desorbitados de


las cosas.»""
Así, aun en aquellos casos en qiie se pensaba en los demonios
como <.demonios-enfermedades>>, su representación demoníaca
servía también como un recurso al servicio del hombre; no en
vano era ésta una forma de nombrar lo desconocido y por tanto
de empezar, de algún modo, a conocerlo y controlarlo. Si tene-
rnos en cuenta que -al igual que hoy en día- gran cantidad de
las dolencias tenían su origen en trastornos de tipo psicológico,
entenderemos el éxito de ciertas curas realizadas exclusivamente
mediante invocaciones diabólicas, es decir, mediante la utiliza-
ción del lenguaje sin~bólicocon qiie ciertas realidades eran de-
signadas. En palabras de Francisco J. Flores Arroyuelo,
*Cuando los judíos volvieron del cautiverio de Babilonia, entre
los niievos conocirriieritos con qiie se rririqiiecierori destaca aquel
por el que se aprende el secreto entre el nombre y la cosa por él
designada. Para los orientales, el nonlbre y la cosa componen un
todo unitario, hasta el punto de que una cosa n o existe hasta que
no tiene nombre; conocer el nombre de un hombre, espíritu o co-
sa significa tener dominio sobre hombre, espíritu o cosa. Este es el
secreto y fundamento de la curación por la palabra.,,"0
El demonio, los demonios, constituían el recurso imaginario
por excelencia. Desde su número, que en opinión de la mayoría
de los demon6logos oscilaba alrededor de unos siete millone?',
hasta su apariencia, hecha a la medida de cada cual: todo con-
tribuía a que se encontraran presentes en todo tiempo y lugar,
siempre al servicio de los intereses de quienes los habían conce-
bido, ya f k r a para su propio disfrute, ya h e r a para el de los in-
genuos a los que trataban de engañar mediante una compraven-
va usuraria. Para Joana Bruxori, el diablo era un gentilhombre que

4!1
E I.IA\o, op. cit., p. 220.
Igiiario G ~ M DF.
511
Fr-ariciscoJ. FLORES
~%RROK-EI.O, El diablo vn l:'\fmriu, Madrid, Ed. Aliari~a,
19x5, pp. 13415.5.
" Srgím el ramoso drrnoiiólogo de origcn alrniári.Jean Wicr; que Fiir nikdi-
co del d u q ~ i ede Clcves eri el siglo XVI, los derrioriios surriabari uri riúrriero de
7.409.1 27, y sc hallahan bajo la dirección de 70 príncipes. Otroi aiitorcs, cxpcrtos
eri el tenia, proporcioriarori cifras todavía rriás desorbitadas, segúri las cuales exis
tirisii scis Icgioiics dc drmonioi, cada iiiia dc las ciialcs contaba con 66 cohortis,
que a su vez contendrían 666 compañías de 6.666 individuos, lo que supondna uri
total de 1.73X.fi40.176 demonios. No obstantr, la tormirla más admitida para con-
seguir el riíiniero exacto de los derrioriios era la que se obteriía rriultiplicarido el
gi-a11níimcro pitagórico por 6, es drcir 1.234.321 x 6 , lo qiic arroja la rifra dc
7.405.926 demonios.
«la beso en la boca>,"'; Cándida Gombal aseguraba que había lle-
gado hasta ella <<enfigura de un homhw alto y dis$uesto, vestido de
azul., tras lo cual «la conoscio carnalmente corno si tratara con
un hombre y assi le dio su cuerpo por tres años continuos.>> No
obstanre, cuatro de las mujeres que habían solicitado los servi-
cios de dicha hechicera y que más tarde declararon en su contra,
habiendo invocado a los demonios .para que los hombres las
quisiessen bien., declararon que se les había apares~idoel de-
monio [...] en figura de gato, y que .otra noche, con las mismas
invocaciones y sahunicrios [...] parecieron los denioriios en figu-
ra de Pn,co perro s.,^""
Según varios testigos de la causa contra Alexos Cabello, dicho
reo había afirmado que los demonios que provocaban las enfer-
medades de sus clientes .eran muyjkos y ~ . ~ p a n t o s s ouno
s ~ ; de los
testigos en el proceso contra Pedro Cortés hacía sus invocaciones
esperando ver aparecer a *un cnvnllo con el qual podria yr adon-
de quisiese con brevedad,,; dos <<varonesmaioresn, testigos en el
proceso incoado a Isabel Gombal, pensaban que, una vez pro-
nunciadas ciertas f6rmulas y conjuros, ese abriria la tierra donde
estava el thesoro y saldria el demonio en figura de sierpe.. Tal y co-
mo se relata en la relaciOn de causa contra Isabel Alastruey, dos
.mugeres crisstiarias viejas. y <<unasdeudas suyas. tuvieron, según
su propio testimonio, una visión del demonio «en forma de lobo,,
[...] y que, al alargarles la mano, que era negra y peluda; y que
despues a todas, alzandoles las faldas, las conozio por el vaso tra-
sero, metiendoles una cosa fria y dura, y que sucedio diferentes
noches, asi en el lugar de Sesa como en el de Salilla.),'"
El demonio, los demonios, en sus múltiples aspectos y envol-
turas, ya se presentaran bajo forma humana, animal o incluso ve-
getal"",servían por encirria de cualquier otro fin para dar satisfac-
ción a los sueños y fantasías de cada individuo. Sería interminable
enumerar los infinitos rostros con que los aragoneses del siglo
XVI imaginaron a Satanás y sus secuaces puesto que, lejos de la vi-
sión del Diablo que la Iglesia quería imponer a los fieles, cada su-
jeto proyectaba en las múltiples figuras de lo dernoníaco sus de-

IiY
AHN.Iriq. Lib. 088, Sol. 486r.
53
AHN.Inq. Lib. 990, fol. 14v.
54
115r y 309r.
Ibidon, fols. 347r, D.>~v,
55 Recordemos los <q~irico granos dc la yerba falagircran que fascual CXe-
mente decía poseer %enun mango de iiria hoz,>y que segúri 61 mismo no rrdri si-
no @rico demoniosn (véase N I N . Inq., lib. 991. fol. 11Xv.).
seos y frustraciones más íritirnos. Sólo así se explica el éxito y la
popularidad de muchos hechiceros o magos proksioriales que,
valiéndose de la credulidad y la descsperacióri de quienes no en-
contraban consuelo eri la ideología oficial, eran solicitados por
gentes dispuestas a entrcgarles gran parte de su hacienda a cam-
bio de ser puestos en contacto con los espíritus qiie habitaban el
inundo de las tinieblas.
No obstante, a pesar de la subjetividad que caracterizaba a lasvi-
siories o alucinaciones dcrrioriíacas, entre todas las for~nasadopta-
das por Satanás, hay qiie destacar sin duda alguna la de mucho ca-
Dmó. Al igual que en otras muchas rriariifestaciones simbdicas
mantenidas y arraigadas a través del tiempo, en dicha imagen con-
fluían elementos procedentes tanto de la ciiltiira popular traclicio
nal como de la más reciente configuración del Diablo transmitida
por las elitcs intelectuales. Por un lado, ya desde muy antiguo, la ca-
bra y, aíin más, el ~riachocabrío eran considerados la imagen mis-
rria de la lyjiiria. En palabras de Sebastián de Covarrubias,
«De la cabra ay algunos sinibolos: sinifica la ramera, assí por
su nial olor y su lascivia eri el ayuntarse con el c a b r h , como por
ir royendo los pimpollos verdes y tiernos, abrasando iodo lo que
lia tocado con la boca; cal es el estrago quc haz? la mala inuger en
los rnoFos poco esper-irnentados, gastindoles la hazienda, la salud
y la honra.."'
En cuanto a la definición del término cabrón,, según el rriisnio
autor no era sino un,
«Animal conocido, syrribolo de la luxuria, por lo que hemos
dicho [...] Sacrificávanle los gentiles a Baco, poi- el estrago quc
Iiaze cn las \;iTias qiiando puede entrar a. roer las vides.>>5Í
Por otro lado, la caracterización del Demonio corno poseedor
de una forma muy similar a la del macho cabrío (aunque a veces
los rasgos de dicho animal se mezclaran en las descripciones con
otros más humanos), estaba en parte inspirada en la de los sáti-
ros, silvanos y faimos de-laAntigüedad. No sera riecesario recor-
dar una vez más cómo, tras el triunfo del Cristianismo, casi todas
las divinidades del paganismo fiieron convertidas bien en santos
o vírgenes, bien en derrionios, al servicio dc la nueva doctrina. De
entre todos aquellos seres niitológicos, el qiie rriás influencia tiivo

.3i
Sebastiári DE COVXKKL MAS, I h m d t 10 k r y p u ( ~ L . T ~ P / / U Y I ( LO t.sp~rioln( l a ed.,
1611), Barceloiia, Ed. Alta Fulla, 1993, p. 25.5.
-.
'" Jhidtnz, p. 25'7.
sobre la representación d e Satanás fue Pan, uno de los hijos de
Hermes, según la mitología griega.
Pan era u n dios ríistico, que había venido al rriurido cubierto
de vello, con cuernos y rabo, barba d e chivo y pics provistos de
dos pezurias hendidas:
~Ciiaridonació, s u rriadre sc asustó ante el ser monstruoso que
acababa de dar- a l u ~Pero
. 1Ieririrs envolvió al reci6n nacido en una
piel de licbrc y lo llevó al Olimpo. Lo instaló cer-ciid e Zeiis y mostW
a su hijo a los demás dioses; al verlo, todos se r-eg.ocijarori,particu-
lairnerite Dioniso -cn cuyo cortejo Pan, tan semejante a Silerio y
los sátiros, tigura sin dificultad. Y los dioses le pusieron por rioiribrr
Pan por-qiir lea alegró el corazón a «todos), (etimología popnlar de
Pan, que se rrlacioria con la palabra griega pan, -todo>>.))>'"
En un principio, eri la Arcadia, de donde se cree que era origi-
nario, Pan había sido iin dios de los pastores y los rebafios. Sin cm-
bargo, después, al extenderse su culto por toda Grecia e incluso
más allá del mundo helénico, terniiní) asociándose con los bosques
y los campos e n general. Por h r m a r parte del séquito d e Dioriiso
- d i o s del vino y el desenfreno orgiástico que pcrsoniticaba sobre
todo el ciclo de la naturaleza, de la muerte y la renovación d e la vi-
da- era festejado con turriultiiosas procesiories e n las que figura-
ban, evocados por rrikscaras, los genios de la tierra y la fecundidad.
Los ritos dionisíacos a menudo eran salvajes y terroríficos, oscila-
ban entre la mortificación y el ¿.xtasis, y se hicieron especialmente
famosos (ya n o sólo eri Ckecia sino también, después, en todo el
mundo soniario), por las orgías etílicas de sus seguidoreci".
A los ojos de la Iglesia, la foi-rna d e Pan, tan cercana a la del
macho cabrio, constitiiía un símbolo d e todos los excesos y vicios
terrenales: tanto sus cuernos, que originariamente eran un signo de
fertilidad y dc poder, corno las pezurias hendidas pasarían a scr dos
de los atributos más característicos de Satanás. Como hemos podi-
do comprobar a lo largo del presente capítulo, n o era ésta precisa-
mente la representación del Demonio ( o de los demonios) uiás cx-
tendida entre quienes queríciri valerse de las ftierzas infernales
directamente para su USO personal. Sin embargo, una apariencia se-
mejante sí servía de utilidad a la hora de acusar a otros de brujería,
el peor de los crímenes. Por lo general, eran los encargados de la
justicia quienes insistían en subrayar la imagen de Satanás como ma-
cho cabrío y quieries, a costa de tormentos, lograban arrancar de los
reos la confesiím de haberle rendido horrienaje. Dicha figura servía
tanibién a quienes deseaban verigarsc de alguien o incluso a los que,
con el juicio trastornado, acudían a los tribunales con la intención
de autoimplicarse en los crímenes más riefaridos.
En cualquier caso, ya se tratara de una imagen esporitinea o
impuesta desde fuera, la representación del Diablo como macho
cabrío se hallaba en las mentes de todos indisociablcmente liga-
da a otra fari~asíaque, al igual que el mismo Demonio, constituía
un híbrido entre la cultura popular y la docta"". Nos referimos a
la supuesta reunión que periódicar~icntetenía lugar entre los
brujos y Satanás: el sabbal, según la denominación más extendida
en todo el ámbito europeo cn recuerdo de las ceremonias,judai-
cas que también habían enipendo a ser perseguidas y diaboliza-
das a partir del siglo xW". A pcsar de la abundancia de sirióriimos
con que dichas reuniones llegaron a ser conocidas, en la Penín-
sula Ibérica el lérrriino más utilizado para referirse a las mismas
(especialmente dcspués del auto de fe de Logroño de 1610) fue
el de aquelarre, un vocablo vasco conipuesto de ((aker})(cabrón) y
(<larre,>
(prado),cuyo significado, por tanto, no era otro que ~pra-
do del macho cabrío.),"'

(¡O
Véase Carlo GINZBI~KG, Hislona norívrna. drrc.i/krr~imlodrl aqu~lnrrv,Bar-
celona, Ed. Miichriik, 1991, p. 22.
lil
Véase P. F. FOL.R\IEK, <<Etymologicdc sabbat "r6uriiori rituelle de sor-
ciers"., RiblzothPqu~dv IWrol~des (;/~clr.lr~,
139 (1981), pp. 247-249.
'' Véaiise Joan ( : ~ K ( ~ ) ~ I I \ . A sy Jo& A. p . 4 L~I . , UirrionuTjo wítim vlin101Úqiu~(.usle
Ihno r hisp6nic;u, bol. 1.. Madrid, Ed. Grrdos, 1980. p. 306, y Julio CAROBAROIA, ~KI-ti-
jrríavascan, en I:.~tvdic~.\zmtcos, vol. V. San Sebastiári, Ed. 'l'xcrtoa, 1080, p. 79. Mikel
kiiririeritli, rio obstante, proponr otra iiiterpi-rtaciíiri del termino. partirndo dc la
suposición de qiic derive de alkan (hierba silvestre conocida corno *dactilis his-
paiiica,)) y alarre.. (prado), lo qiic sirpondría iin cairibio de significado (epi-adode
la hierba alka,,) ni& ccei-canoa las coiicepciones popidarrs, ya que la ideritificacibn
del macho cabrío con el Demonio fiir un produc~ode la cultura eclesiástira. VCa-
se Mkel Azr . R M F \ I ) I , !\~o~nbmr.R t r ~ h t ~ j ~Irúri,
r r , Alhei-dania, 1993, pp. 223-241.
LA ORGÍA PERPETUA

Lni Hrrqai o Brujo\ yirr Iirrirr~P a ( / « con el Demonzo [...]


v a n vrrdotina y realmrrzle a iuc ji~rgos~i rr~/rr/í"r~~rniun/»\
3, an-
tes que van, hablan ron rl Dmrzon~oi rl un Jigura rlu ~aln-~in lec
a<guardaa la hora que han d~ 1.7, y ullar y ullo~rutwn a cauallo r n
el, 3. seass~"1de unas cedas o nznes que tzrne para que no cuy-
gan, ) las l b i a por los ayres a la parte que les twnp señalada, ?
c11h rrjunlcm rnulfztud de Brujos 11Rrzgas, ~1 hazen cosas espan-
locot y h o ~ ~ r n d a ~

Gaspar Navarro""

Según algunos estudiosos, a mediados del siglo XnJapareció la


primera mención al snbbat en varios procesos inquisitoriales contra
la brujería incoados en el Sur de Francia, concretarriente en una
zona situada cntrc 'L'oulouse y Carcassonne"'. 4 partir de entonces,
y a lo largo de todo el siglo XV, la acusación de que ciertos indivi-
duos participaban periódicamente en juntas en las que se hallaba
presente el Diablo, gerieralrrierite en forma de macho cabrío, se ex-
tendi6 rápidamente por el Delfinado y Saboya, a través de los
Alpes, hasta llegar a Suiza y al valle del Po, en Italia. En la Peníns~i-
la Ibérica, los primeros testirnonios del que rriás tarde sería deno-
minado aquelarre se rernoritan asimismo al siglo >íV y aparecen re-
feridos a los Pirineos catalanes"" País Vasco-Navarro"" Aragón"'.

61
Gaspar ~ ' N W R OTnlnlnal(Ií.stlj~mtznon
. k~dznn.., Hiicsca, Pcdro Blusón, 1632
'' Este critrrio cronológico, drfcndido por hist<iriadoresclásicos de la bi-iije-
ría coino Josepli Haiiseri o, eri Espaiía,Julio Caro Baroja, ha sido desmentido niás
recientcmrntc poi- Nol-man (;oliii. quien atirma ser cierto que Iiacia 1320 los iri-
quisidores de Toulouse y Carcassorie procedieron contra acusados de practicar la
magia culta, prro no contra siipiicstm adoradores del Diablo en un contexto po-
pular. Vtase Norrriaii C o i r ~Los
, drmonio~fo~niliorrs(I~I,uropa,Madrid, Ed. Alianza,
1980, pp. 168-192.
65 V~hrise J. SAROIHANDY, .<Elboque de Biteriia en los fueros catalanes del va-
lle de h e i r > , .Kmista d~Filolnph bipo,iola, 4 (19 17), pp. 3 3 3 0 , y Rainóii VIOLA\
1. i
S I W R M ,<<De bruixer-ia pallaresa%>,en b.'tnologCz pal/ar~.ra,La Pobla de Segur (Pa-
llars Jiissi), 6d. Ksciidclla. 1981. pp. 91-125.
66 V-
easeJulio CAROB.41lol.4. o/). d . , pp. 187-189; id., Bruj~nhvasco, San Sebas-
tián, Ed. Txcrtoa, 1980.
67
El más antiguo proceso por- Iiriijer-ía que se coriserva de los llevados a cabo
por la Inquisición &pañola fiic contra iina hri+ al-agoiicsa, Narhona Darcal. de Ce-
narbe, una pequeña localidad pir~riaicasitiiada eri la proviiicia de Iluesca. Véame
Wiliam M O ~ T E R1.0
. otm Inquisirión. 1.0 I?ipisitión r~spnñril(~
rn In (,hrarin & Ara&,
El hecho de que la í'aritasía sabbática tuviera uno de sus orí-
genes en el Siir de Francia n o resulta en modo alguno casiial. Di-
chas tierras habían acogido desde el siglo X11 a los seguidores de
dos importantes movimientos lieréticos de carácter dualista, esto
es, irispirados en la antigua ideología del maniqueísmo, cuya
doctrina se fundamentaba en la oposición existente entre dos
principios opuestos: el del bien, creador dcl mundo espiritual, y
el del nial, creador del mundo rriaterial. Los llamados cátnrn.r o
puros llegaron a reclia~arlos sacramentos de la Iglesia (htólicay
a formar comunidades religiosas indeperidierites en ciudades co-
mo Toulouse, Carcasonne, Foix, Béziers o Alhi. Ganaron tal riú-
mero de adeptos que el papa Irioccncio 111 vio en ellos un peli-
gro para la iinidad de la lglesia y por ello marid0 predicar la
llamada cruzada contra los albigerises (aquellos que tenían a
41bi corno centro). Las expediciories fiieron dirigidas eritrc 1209
y 1229 por Simón de Moní'ort en beneficio de los capelos, ya que
la independencia religiosa dc algiinos núcleos había traído con-
sigo la emancipacióri política de ciertos señores feidales. La per-
secución de los cátaros o albigeiises provocó asin~isniola funda-
ción de la Tnqiiisición niedieval que, como sabernos, hizo su
aparición simbólica eri A r a g h en el año 1232.
LJn fenómeno parecido se produjo en torno a otra disidencia
religiosa, la de los vakienses, o seguidores de Pierre Valdo, un rico
mercader de I,yon que, en 1173, sintiéndose movido por un apa-
sionado impiilso de salvaciOn, decidió despojarse de sus posesie
nes y transfor-rnarsccn mendigo. Siis seguidores, los llamados ( q ~ u
hres de Lyoi~),, se extendieron principalmente hacia el Sur; por el
Langiiedoc, la Provenza, Cataluña y Aragón, Ilegaiido a constituir
una especie de iglesia subterránea denlro del medioevo cristiano
ya que, a diferencia de lo que más tarde ocurriría con otro rriovi-
miento defensor de la pobreza -el de los franciscarios-, el Papa
les impuso restricciorics a la predicación. Ante la alternativa de
abandonar la predica o desobedecer al Papa, los valderises eligie-
rori esto ísltimo, lo que, inevitablemente, les acarreó la excornii-
nión en 1181, y su corideila formal como herejes en 1184.
Tanto los (úturos Lomo los unMemes í'iieron calumniados y difa-
mados de la manera mas efectha entonces concebible: se dijo que
rendían culto al L)iablo y se entregaban a orgías promiscuas en re-
cintos subterráneo\ ( w l padre con la hija, el herrriano con la her-

A"V~71nrm,
rl í+~;\W~rro Siolia, Kai-celoila, Ed. Crítica, 1992, p. 301, y Caririelo I.isor\
Toi osay-\,IAS f~rzijme11 l(1 hzsfo~i(i
& I;~/ia)in,Madrid, P:d. 'l'cinas dc Hoy, 1992.

278
mana, el hijo con la madre^"^). En palabras d e Carmelo Lisón To-
losana,
«Cátaros y valdenses eran acusados de tener conciliribulos
nocturnos en cavernas para adorar a Lucifer, por lo que también
eran conocidos como "herejes lucifcrinos". En estos contiiberriios
escuchaban un sermón, bcbían un cxtrafio brebaje confeccioria-
do con excrementos dc sapo, prometían seguir adorando a Satán
y todo acababa en tina desaforada orgía incestiiosa.~""
Realmente, las diferencias entre estas acusaciones y las que
muy pronto se verterían contra los brujos y brujas n o eran dema-
siado significativas. Como afirmaba Julio Caro Baroja, las únicas
novedades d e los primeros procesos por brujería se reducían al
nombre con que eran designadas las orgías (sabbatj, así como a la
cada vez más frecuente presencia del Diablo e n forina d e macho
cabrío.
Son varios los estudiosos que han relacionado las reuniones
que aparecen niencionadas e n los documentos españoles, y e n es-
pecial los corrcspondicntes al ámbito pireriaico, con la deniorii-
zacion de los herejes medievales que se produjo en el país vccino
a lo largo de varios siglos7".De ser así, el origen del aquelarre his-
pánico se ericontraría e n el sur de Francia. ,Acaso encontramos
alguna señal que relacione las fantasías d c los aragoneses del si-
glo X\iI con las ideas provenientes del otro lado d e la frontera? La
respuesta inniediata es que sí, aunque niás adelante habremos d e
matizarla. No deja de ser sigriificativo que e n tres d e los procesos
aragoneses donde se habla directamente del aquelarre, &te apa-
rezca localizado e n alguil lugar -ya sea real o imaginario- si-
tuado en tierras del Mediodía francés. Tal y como se relataba e n
el proceso inquisitorial incoado e n 1498 contra Narbona Darcal,
de Cenarbe (Huesca),
<<La dicha rea [...] se untava con otras con ciertos untos y pon-
zonyas en ciertas partes de su persona, y apres de untada y de in-
vocado al demonio y de haver dicho estas palabras .Sobre harto y
sobrc cspina a lanna dc boch siamos ayna- y, csto dicho, las toma-

T ~ I . ~ s . A ov ;p\ ,cit., PP. 32-33.


6 k a r r r i e l o 1.1~6~
70
Véame Heiiry Cliarles LEA,Hi<lol-icldr la Ingrricirión I3pn,íola, Madrid. Fun-
dación Universitaria Espaiiola, 1983, p. 603, así coimi las ya citadas out-as clrJiilio
Caro Baroja y de Carnielo Lisóri Tolosana. Si nos referimos a Aragóii, resiilta de
obligada meiicióii el al-tículo de Angel GAKILA(.KLM. <<Losaqi~elarreseti Aragóri
según los documetitos y la tradición oral.). Trnimí d v Anlrnl,ol«pMc Amgonf.r(~,1
(1993), pp. 241-261.
va el diablo en forma de cabron y las llevaba al dicho campo de
lanna de boch en donde ehtwa el boch de Bitrrria, al qual todas
besaban en el trasero y lo honrravan y adoravan, y se echava con
ellas y les estrenava, y les dava en pago ciertos dineros, y bailaban
y se solacavan alli, en el dicho campo, con otras muchas bruxas, as-
ta que se tornavan a sus casas, y esto todo de noche. Y estando alli,
dexavan de nombrar el nombre de Nuestro Señor Jhesucristo por-
que otramentr n o pudieran hazer- las dichas bruxcrias.»"
Así pues, se suponía que las br~gaspirenaicas eran trasladadas
a lomos del demonio en forma de macho cabrio hasta un lugar
conocido como &riria de boch., donde las esperaba el eboch de
Biterna*. Según el famoso.juez de brujas Pierre de Iancre, que
desarrolló sil actuación en la Francia fronteriza con el País Vasco
(Labourd),los encuentros de las brujas francesas con el Demonio
tenían lugar en terrenos desérticos y llanos como las <ilandesn,
aunque quienes allí acudían se referían a los mismos como clane
de aquelarre), o slane de bochn:'. Teniendo en cuenta que el bock,
bouc, o hoque, como se decía en Aragón y Cataluña, no era otro
que el Demonio en forma de macho cabrío, estamos simpleineri-
te ante la traducción literal francesa del tkrmino aquelarre.
En cuanto a Biterna, su localización rio resulta fácil de averi-
guar. Dicho lugar era muy citado en los textos medievales: unas
veces se situaba eri Francia, otras al sur de Italia o, incluso, en Es-
paña, en tierra de moros. En algiinas obras coristitiiía un enclave
meramente imaginario; con frecuencia servía para designar un
país muy remoto del que apenas se sabía nada. Lo que sí es cier-
to es que la única vez quc aparece relacionado con el Diablo es en
los famosos libros de Rabelais, Gargantúa y t->nntqp~el.Segun uno
de los comentaristas de la obra, el giro a u diable de Biterne. es-
taría toniado de la lengua de Todotise, o más bien de Montpe-
Ilier, donde Rabelais había estudiado medicina. Fuera cual fuera,
por tanto, su origen real, si es que lo había, el boqiie de Biterna
tenía mucho que ver con Francia7',
E1 segundo de los testimonios aragoneses donde aparece una
versión del aquelarre que en poco se diferencia de las anterior-

" Proceso cori~r-aNarbona Darcal. Cciiarbe. 1498. AHPZ, C . 23-1, lol. 711.
mente citadas, se halla contenido e n el proceso iricoado cn 1534
por la justicia inquisitorial coritra Dominga Ferrer, (<LaCojan. Se-
gún la propia confesión d e la acusada,
«Ella y Gracia la Nadala y Benedeta la Piquera eran bruxas de
una corrrpañia y que la dicha Gracia la Nadala [...] la persuadio y
la Iebo a las eras de Tolosa, y quc quando han de hir, que se 1,111-
tan los sobaco^ cori ciertas unciones, y quc dizen xf~illasobre ~ L I -
Ila, a las eras de Tolosa sea lugo al la.^^"
En las .eras de Tolosa», es decir, a las afileras d e la ciudad d e
Toulouse, las esperaba el Demonio que, e n esta ocasión, <<staba ay
como hombre, salbo que tenia unos muy grandcs cornacos.,) N o
faltaban en dicha narración la señal d e homenaje (.le beso e n el
culo al diablo») ni la unión sexual con Satanás (<<el diablo la to-
mo luego y la cabalgo,*),ni tampoco el dinero recibido por la rea
en compensación por sus servicios (((ledio cinquo su el dos^))".
El tercero y último dc los relatos sabbáticos completos que se
conservan e n Arag6n nos conduce nuevamente hasta los Piri-
neos. Esta vez las acusaciones fueron lanzadas contra un prcsbí-
tero,Jimeno d e Víu, al que ya conocemos por sus tratos usiirarios.
Según constaba e n el proceso incoado contra 61 e n 1548 por el
obispo de Huesca:
.Con otros bruxones y briixas y rriallefficos, sus compliccs y se-
quaccs, se unto con ciertos untos, es a saber; de polbos y Cumo de
sapos, y de arsenich, y de otras ponconyas, niezclatfos cori verlxna
y con otras ycrbas, las palmas de las manos v las plantas de los pies,
y debaxo de los sobacos y los pechos en drecho del coracon, y assi
untado dixo por tres vczcs: &obre arto y sobre spina, al alna de
boch seamos ayria>>, y salio dc su casa f~ierade dicho lugar, y fallo
un diablo en figura de horribre negro, cl qual le llevo y guio hasta
el alna de boch, que es en Gascunya, donde fallo otros niuchos
Iiorribres y rnugcres bqlando al son de un rahiqiieie en derredor
de huri gran canto, encima del qual estava en pies el bircli de Ri-
terna, qur tenia los pies de cabra y era negro. Y el dicho capto, re«
y criminoso, y todos los quc alli stavan le hazian reverencia.n7''
En esta ocasión, la localizacióri d e las juntas n o admitía nin-
guna duda: el mismo texto aclaraba que la Ilaniira del x b o c h ~se
hallaba en Gascuña. Así pueq, la fantasía del aquelarre aragoriks

71
Proceso contra Dominga Pcrrcr. Po7511 de Vem. 1334. AHPZ. C. 31-2, fol. 7th.
75
Ibzd~m,fol. 80r.
i6
Proceso contra Jimeno de Víu. I h á s d r Kroto. 1548. ADH. Leg. 2, ti'' 1724,
fol. 6r t. v.
Francisco de Goya, «Aguarda que te initen.>,Capricho núni. li7. LJna
de las riicnciones r~curi-entesen las drscripciones del aquelarre con-
servadas en Aragóri es la referida a los <cilritos»o iirigiientos qile los
participantes debía1 aplicarse para poder acccder al otro miincio.
en su versión rrirís acabada se hallaba completamente vinculada al
sur de Francia, tierra famosa por sus herejes y ahora tanibiéri, por
sus brujos. No obstante, conviene advertir que eri niriguno d e los
ejemplos citados hasca el niorrierito nos encontramos con mani-
festaciories espontineas provenientes d e boca d e los mismos acu-
sados. (lomo veremos a continuación, las tres descripciories sab-
báticas procedían e n último térrriirio de los responsables de la
represión.
Dos de ellas -las correspondientes a las causas incoadas con-
tra Narboria Darcal y Jimeno d e Víu- formaban parte d e la de-
rnanda presentada por el fiscal encargado de hacer la acusación
formal ante el tribunal, y la tercera había sido arrancada a la rea
-Doiiiiriga Ferrcr- tras ser sometida a tormento e interrogada
repetidas veces acerca d e lo que los jueces esperaban oír. En el
proceso contra Narbona Darcal, el inquisidor había leído en voz
alta, uno a uno, los arlículos d e que constaba la acusación fiscal,
tras lo cual había obligado a Narbona a responder a las preguntas
formuladas acerca d e los inisinos:
<<Fue interi-ogada si Iiavia t i r i i d o algiin error en la fc, o si se
havia fecho broxa e ydo corno br-oxa a lana del Boch, o matado
criaturas, o dado p o ~ l z o r i y a s . ~ ~ ~ ~
Narbona m q x m d i o a todo que non. Entonces, tal y coino era
costumbre en las caiisas por brujería, e n las que se pretendía
aprovechar al máxiino la desesperación d e los acusados, el juez
intentó al menos que Narboria delatara a otras mujeres por haber
cometido los susodichos crímenes. Dicha táctica solía dar resulta-
do, aunque en aquella ocasión resultó inútil:
-Interrogada si sabia de vista o de oyda que algunas o algunas
prcsas hovieren fecho cosa alguna de las sobrcclichas, r-esporidio
que no sabia nada de vista ni oyda, sino lo que se ha dicho de ella
y de las rerzs presas quc trajeron con ella, que dezian las traliiari
presas por b r o x a ~ . ~ ~ ~ ~
Éste es el único testimonio directo de boca d e la acusada del
que podemos dar fe. Eri cuanto a la opinión de las otras *presas
por broxas~que fueron trasladadas hasta Zaragoza,junto con ella,
carecemos por completo d e datos por n o haberse coriservado sus
procesos. Lo que sí sabemos es que todas ellas, incluida Narhona,
antes de ser juzgadas por la Inquisición, habían sido capturadas

77
Proceso curilra Nar-t)oiia Darcal. Cenarbe. 1498. C. 25-1, fol. 91-
7R Ibidm, fol. Sr.
por la justicia seglar; dichas capturas hay que enmarcarlas dentro
d r la campaña contra la brujería de los jueces locales que se había
pueslo en marcha en varios valles pirenaicos a fines del siglo xV".
A primera vista, podría parecer que la fantasía sabbática era
un invento al servicio de los jueces eclesiásticos,ya que, de los tres
procesos analizados, uno había sido incoado por la justicia epis
copa1 y los otros dos por la Inquisición. No obstante, hay que te-
rier en cuenta que, en los tres casos, la intervención de los jueces
seglares Kue defiriitiva para la forrrialización del sabbat tal y como
consta en los documentos. El proceso inquisitorial contra Du
rriinga Ferrer no era sino una copia con algunos añadidos de otro
proceso anterior incoado por la justicia seglar y, por lo que se re-
fiere a Jirricno de Viu, aunque su causa había sido redactada por
los responsables de la justicia episcopal, el párrafo dedicado a la
descripción del aquelarre se basaba directarncnte en las inculpa-
ciones que varios años antes habían lanzado contra él dos rriuje-
res acusadas de brujería tainbikri por la justicia seglar: Pascuala de
Mur y Gracia de Buesa.
Arnbas habían sido juzgadas y, finaliiieiite, ejecutadas en vir-
tud de los desafueros aprobados en el valle de Broto contra dicho
crimen. Es de suponer qiie al ser interrogadas por el juez acerca
de sus c6mplices (muy probablemente bajo tortura), quizás con
la esperanza de poder así salvar sus vidas, señalaran a aquéllos a
quienes detestaban especialmente, y mosén Jimeno, que siempre
había pretendido aprovecharse de cuantos pudo abusando de su
cargo y sil astucia, no era precisamente alguien apreciado por la
comunidad. De las acusaciones de Pascuala conservamos uri re-
sumen, a todas luces imparcial, elaborado por el riotrii-io encar-
gado de redactar las actas procesales:
.El senyor Pedro Franquo, habiiarit en el dicho lugar de Rro-
to, justicia mayor el presente anyo de la dicha val de Broto [...]
proveyo a intrrrogar e interrogo a Pasq~ialade Mur [...] la qiral
estaba presa por el dicho scnyorjusticia sobre arte de broxeria, si-
quiere pozonaria, ri r r i virtud de vigor d r l o estatutos,
~ siquiere
desaforamientos [...] 12adicha Pasquala de Mur dixo, otorgo et
corifeso scycr de verdat qiie ella ha husado y praiicado de crimen
y delito de pozonaria [...] y qirr eran de conpanya con ella para

7 4
Krcoi-deriioc la orden o ~coniissioiipara processar las briixaw ciniada e11
1495 por el arzobispo d r %ai-iigozaa '<losjusticias, jiiradns e oti-os ufficiales, coii-
wjos e singiiiai-ci persuiias de la ciudat, ralles, villaa e lugares d e lacha, Amo,
Echo, A~agiies,Boraii. Arl-iics, Aysa, Balcevollera. Cenarbrc, Acuiriiier e de la ca-
nal d e WI-dum»(AüZ.Registro de Actos coiiiuiira (1191-1496). fols. 13%-1341.).
el exrrcicio de dicho acto e crimen e para ussar de aquel, rn~iclias
personas, entre las quales eran niosseri Ximeno de Viu, rlerigo
habitante en el lugar de Linas.,,""
De las acusaciones de Gracia extraemos otro testirrionio indi-
recto: las palabras proriuriciadas por un presbítero de Rroto que
también declarG cn contra de.Jiineno:
*Venerable Marcus de Sancta Maria, presbilero, habitante vi-
Ile de Broto [...] interrogatus si corioc,.ea mossen.Jinleno de Viu,
clerigo del lugar. de Linas, y si sabe sea o este en fama de bruxo o
de nigromaniico l...] dixo y respondio conoce bicn al dicho nlos-
scn Ximeno de Viri 1 ...] e dize habra diez anyos poco mas o me-
nos que, tubiendo presa en la presente villa por bl-oxa a una lla-
mada Gracia de Biiesa, r...]
muchas vezrb ante que la
sentenciassen [...] dixo qrlr
.
quando
.
ella y otras y h r i a knna d o
Boc, liabirz visto algunas vrzes donde el dicho lana de Voc estaba
al dicho rnossen Ximeno de \'iu.>>"
Fácilmente poderilos deducir que la acusación consistente en
afirmar de alguien que se había reunido con el Demonio en com-
pañía de otros brujos para practicar los más abominables actos,
era un estereotipo de gran utilidad para aqiiéllos iritercsados en
conseguir que una persona cayera en desgracia. Por otra parte, se
trataba de una acusación inducicla por los responsables del apara
tojudicial, ya que en ninguno de los procesos conservados conta-
mos con una sola declaracióri testifical en la que se mencione al
Demonio bajo fornia dc macho cabrío, rii en la que se hable de ho-
menajes prestados al mismo, ni -1riucho menos- de orgías iri-
cestuosas que tuvieran lugar al otro lado de los Piririeos. Una vez
más, nos hallamos ante uria creación imaginaria concebida por los
teólogos y utilizada por los agentes de la represión, en especial por
losjueces seglares, a quienes la imagen del sabbat -como, en ge-
neral, el resto de la doctrina eclesiástica- sirvió de base en la que
apoyarse para perseguir a determinados individuos contra quienes
no existía cargo alguno que pudiera ser probado.
El ~sabbatde los teólogos,,, compendio de cuantas abomiria-
ciones pudieran imaginarse, no era sino una forma extrema de re-
presentar cuanto la Iglesia corisidcraba reprobable. Las formas más
monstruosas, las conductas más execrables, las visiones mas repug-
nantes, los pecados más nefandos, los vicios más condenables: lodo

'" Proccso contra Jiriierio de \rí:íu. I.iiiás de Br-oto. 1548. ADH. L q . 2. Y 1724,
fol. 251i
Ihidrrn, fol. 231.
servía para engrosar unas descripciones destinadas al uso y abuso
de los jueces, tanto eclesiáslicos como seglares. Aunque cada de-
monólogo defendía su propia versión del sabbat, existían algunos
elerricntos en los que todos ellos coiricidían. Nos referirnos a aqué-
llos inspirados eri los ritos y ceremonias de la Iglesia, ya que, al igual
que Satanás era descrito corrio el oponente de Dios, el sabbat o
aquelarre se concebía como una inversióri de la lit~irgiacatdica.
Así, en lugar de hacer la proiesióri dc f:o recitar el credo, en el
sabbat se renegaría de Dios hacierido un voto solerrine en manos
del Demonio; en lugar de venerar la cruz y las reliqiiias, se pisarían;
en lugar de jurar sobre la Biblia, se pronuriciarían maldiciorics s e
bre un libro negro. Si los santos, y en especial los místicos, llevaban
inscrita la señal de sn fe en forrria de estigmas, a los brujos se les re-
conocería por las marcas impresas en su cuerpo en forma de patas
de ariirriales. Cada nuevo miembro de la secta, al igual que quienes
ingresaban en una orden religiosa, sería rebautizado:
<<Los Brujos y Brujas [...] procuran traer todos quantos pue-
den al gremio de su endemoniada seta, y quando llevan algun no-
vicio o novicia, 10 presentan al Demonio, y de la inariera que aca.
eri la Religion Cliristiana, h z e uno voto solcmne a Dios en ma-
nos de su superior, assi alli haze el tlesveriturado novicio voto cn
manos del Demonio [...I y le da la obediericia haziendo v o t o de
no apartarse del, y de ser- sil esclavo o esclava, reniega de la Fe Ca-
tl-iolica, del Baptismo y de todos los Santos Sacramentos [...] Y i i
se ofrece ocasion de pisar ii ollar la bendita Criii 1 ...] y las Santas
Reliquias, lo haze [...] Tambieri acudcn con p u n i i ~ l i d a dal nian-
damiento del Ikrrionio, yendo con el a losjuegos que hazen de
riochc, y salen a liazer mal matando criat~irasy gariados, y otros
ariirnalcs de labor y, piicstas las rnarios sobre un libro grande de
iirias rscritiiras, hojas negras y obscuras, juran de obedrrer al Dc-
monitr 1 ...] Y hecho todo esto, al miserable le borra Dios del libro
de la vida, y se escrive en el libro negro de la rriuerte; rebapiimri-
le en el riorribrc del Demonio y le ponen otro riombre, y le seña
lan con unos señales negros, que son unos caracteres como de pir
de gallo o de liebrc, o de otro mimal.>>=
Segím la fantasía del doctor en teología Gaspar Navarro, todo
ello culminaba e11 uria procesión sacrílega seguida del más abo-
minable de los banquetes, aquél eri el que las viandas consistían
en los cadáveres de las criaturas que los brujos habían arrebatado
previamente a sus madres:

X-
op. rit., Cols.52v.-531.
Gaspai- NAVARRO,
«Y heclio esto, todos juntos kiazen una proccssion llcvando al
nuevo novicio o novicia con una vestidura a modo d e casulla, y to-
dos llevan m a s I i i ~ e srriceriditias d e pabiles y pez, vendo el De-
monio con ellos como presiclente e n ligiira d e cabrori o oiro arii-
mal [...] Hecha la procession, separan unas mrsas con comidas,
principalmente de las carnes d e los niños que matan, assadas o
cozidas [...] comen y veben, saltan y baylan por el honor de su
Principc, y cl D c n ~ o n i o ,tomando cuerpo fantastico d e hombre,
tiene acceso con ellas, y acabado esto, el Demonio [...] la buclvc
a cada u n a a sil casa ariies qiir se tiagil d e clia.~~"
Cada lino de los elementos presentes en el aquelarre encon-
traba su correspondiente sacro e n las obras de los teólogos. Así,
para fray Martíri de Castariega, autor d e urio de los tratados con-
tra la superstición que más fama alcanzaron e n Espaiia en el siglo
XVi, los actos d e los brujos eran denominados ~execramentosn~".
Como ejemplo, Castañega comparaba los famosos urigüeritos que
los brujos se aplicarían eri la piel antes d e acudir al aquelarre con
el crisma o los santos óleos utilizados en las ceremonias de la Igle-
sia y, en especial, e n el sacramento de la extremaunción:
~ E s i a srrreinoriias y ixecriarrieritos, rriirclias veces son en un-
ciones corporales, a irnitacion d e los sacrarrirriios, qiir tarnbien
los mas dellos se celebran con unciones, porque Cristo qiiirrr de-
cir ungido [...] ?Que diria el que n o fuese catolico y n o tuviese fe
del sacramento del Batismo, d e la Confirmacion, Orden y Extre-
mauncion, sino q u c son supcrsticiones con tantas ceremonias y
unciones? Cosa d c brujcria parccc cl sacramento d e la Extre-
rnaunciori ciiarido le untan al enfermo los ojos, las orejas, las na-
rices, la boca, las rriarios, los lorrios y los pie s.^^'
Segíin el mismo autor, hasta el acto de reverencia que los bru-
jos hacían al Demonio (el beso en el culo), n o era sino un rerrie-
do de las reverencias practicadas por los cristianos:
((Enla Iglesia Catolica, c n señal d c obediencia y rcvercncia es-
piritual y terriporal, besan los subditos la m a n o a sus mayores y sc-
flores espirituales y terriporales, y al Papa le hecan el pie e n señal
de absoliiia y ~oiiilobediencia y reverencia, y a Dios eri la boca, en

83
Ibidenz, fols. 3334.
84
Uno de I«Fcapíti~li)~ rle SLI tratarlo en contra de las siipcr-sticiones y hechi-
cerías llevaba por títiilo. <<Quecomo hay sacramentos en la Iglesia catolica, asi hay
exrcramcntos en la igleiia diaholica~~. El término execramento era un rieologisiiio
creado por el autor de la obra para indicar que, al igual que los sacramentos eran
sacros, los cxccramciitos cmri -coino lo indica s u etirnologia-execrahles.
señal de amor, como lo pide la esposa en los Cantar~c,y en la Igle-
sia se muestra cn la paz. Pues para el demonio, que es tirano y se-
Iior, que de sus subditos hace burla y escarnio, no resta salvo que
le besen en la parte y lugar mas deslioncsto de
Sin quererlo, el fraile franciscano iba desvelando las claves de
los elementos más característicos que componían la fantasía sab
bática de los teólogos. En su opinión, los sacrificios d e las criaturas
que más tarde los brujos habrían d e devorar en el banquete con el
que concluía el aquelarre, se hacían e n memoria d e los sacrificios
antiguos condenados por Dios ya e n el Antiguo Testamento:
«Una vez mando Dios a Abraham que por su servicio degolla-
se a su hijo muy amado Isaac, y en sacrificio se lo ofreciese; mas
rsto no fue porque Dios tuviese voluntad de ml sacrificio [...] sal-
vo por declarar y manifestar la fe y obediencia de Abraharn [...]
porque Dios rio quiere tales ofrendas rii sacrificios con derrama-
miento de sangre tiiirnana [...] mas muchos de los sacrificios an-
tiguos iliabolicos [...] sc celebraban con sangrc huniaria, ofre-
ciendo, degollando y sacrificando sus propios hijos e hijas al
demonio. Por ende, el demonio, trayendo a la rriemoria los sacri-
ficios pasados L...] agora, por sus ministros, lo niesmo trabaja [...]
y hace que los ministros, en la mas sotil y secreta manera que pue-
den, rriatcn niños, como hacen muchas parteras brigas, o chupen
sangre humana por exquisitos y cautelosos modos que cl demo-
nio les iriscna.~)"
Podríamos seguir citando ejemplos que demostrasen cóirio ca-
si todas las partes qiie componían el aquelarre descrito por los
teólogos se hallaban directamente inspiradas e n la doctrina o en
la organización d e la Iglesia. Pero n o es ésta la faceta que nos in-
teresa destacar ahora; existen otros aspectos del aquelarre (me-
nos conocidos debido al escaso número d e testimonios acerca de
los mismos) que, a nuestro juicio, ofi-ecen un interés mucho nia-
yor. Dichos aspectos se relacionan directamente con la cultura
tradiciorial folklórica y nos remiten a u n significado d e la fantasía
sabbática muy diferente al propuesto tanto por los tratadistas ex-
pertos e n demonología como por los responsables d e la acción ju-
dicial contra la brujería.
En primer lugar, n o debemos olvidar qiie el aquelarre consis-
tía f~~ndamentaliricnte e n u n ui(7jP a otro miindo, u n murido leja-
n o y, sobre todo, difereritc, al cual era preciso acudir por medios
extraordinarios, ya que los sistemas d e locomoción corrientes no

Xi>
Idcm, rbrtl~m,p. 51 .
hi
Itlern. zlmimn. pp. 53-54
servían para llegar hasta él. Por ello, se hacía necesaria la colabo-
ración de algún demonio dispuesto a transportar en sus lomos al
interesado o, en su ausencia, la pronunciación de ciertas palabras
mágicas gracias a las cuales cualquier objeto podía ser válido pa-
ra el desplammiento; no iniportaba si lo único que 5e tenía a ma-
no era una rama, una hoja o una planta espinosa como el arto
(((Sobrearto y mbre espina, a lana de boch seamos ayna."; <<Fu-
Ila sobre fulla, a las eras de Tolosa sea lugo alla.)". La llegada al
lugar de destino era inmediata, según se deduce de fórmulas co-
mo las citadas (eayna~significaba rápidamente, y J u g o » -o h e -
go»- también se utilizaba con un sentido de prontitud).
La idea de acceder repentinamente a iin *Más Allá-, identifi-
cado con el reino de los muertos, formaba parte de una antiqiií-
sima tradición atestiguada a lo largo de épocas muy diversas y en
lugares muy alejados entre sí. Desde la India, Siberia, el Cáucaso,
los Balcanes, Grecia o Hungría hasta regiones más cercanas como
Italia o Gascuña, es posible rastrear toda una serie inagotable de
estructuras míticas y esquemas narrativos referidos al viaje noc-
turno de las al~nasde los vivos hasta el país de los miiertosg".
Por lo general, los *viajes del alnia>>tenían lugar cuando el
cuerpo se hundía en un sueño propicio. Entonces el espíritu po-
día desprenderse de su soporte material durante un tiempo de-
terminado, para después volver cargado de saber y a veces, inclu-
so, de riquezas. Se trataba, por tanto, de una fantasía a la que
desde antiguo se atribuía un carácter benéfico y de gran prove-
cho para la comunidad. La forma más habitual de representar el
traslado hasta el lugar de destino era el vuelo. Volar no era sino la
traducción plistica de la capacidad de ciertos individuos privile-
giados para abandonar a voluntad sus cuerpos y emprender un
viaje extático al otro mundo. En palabras de Mircea Eliade,
«El motivo del «wielon y de la ascerisi6ri celeste está atestigiia-
do en todos los riiveles dc las culturas arcaicas, tanto en los ritua-
les p en las initologias y folklores chamanísticos y extáticos como
en las mitologias y folklores de otros miembros de la socicdad que

" Fórmula que aparece incluida en las descripciones del aquelal-re corres-
pondientes a los procesos coritra Narbona Darcal, d r Ceriarlx (.4HPZ, C. 23-1, fol.
h), y contraJirnerio de Víu (ADH, I.eg. 2, n"724, fol. 6v.).
Fórmula que aparece iiicluida en la descripción del aquelarre contenida
en el proceso coii~raDominga Ferrcr, <<l.a Cojan, de Pozán d e Vcro (AHPZ, C. 31-
2, fol. 79V.).
XJ Véase Emmariuel LE ROYL A D ~ ~ R1.a
I F /ruja
. drJunzin, Barcelona, Ed. Argos
Vergara, 1984, p. 238.
no pretenden singularizarse por la intensidad de su experiencia
religiosa. Dicho de otro modo, la ascensióri y cl ouelo» forman
parte de una expericncia corriún a toda la humanidad primitiva
[...] El vuelo expresa la inteligrncia, la coinprensión de las cosas
secretas o de las ver-dadcs metafisicas. *La inteligencia es más rá-
pida que los pájaros», dicc el R& k d n , Irl, 9.5 Y el Pa6ncavimca
Brahn~ona,ZL: 1; 13precisa: .Aquel que comprende tiene alas» [...]
Todo esto viene a decir que, cn el nivel del puro coriocimicnto me-
tafísico, el »viielo»o la -.ascensión*son clichCs tradicionales utili-
zados no p para expresar iiria traslación fisica, sino una especie de
sirriultaneidad espacial gratificarVa por la inieligencia.»'"
( h n el tiempo, al igual que ocurriera con la iniagen del de-
monio (o, rnás bien, d e los demonios), la Iglesia acabó asociando
la iantasía del vuelo nocturno, que e n origen poseía uri sentido
positivo, con las fuerzas del Mal a las que había que mantener ba-
jo control, ya que unas experiencias d c tal cariz podían suponer
una forma d e competencia espiritual peligrosa para quienes
pretendían detentar e n exclusiva lo sagrado. No obstanle, con-
servarnos algunos testimonios europeos que muestran la larga vi-
gencia d e la iritcrpretación benéfica tradicional, corrio el de Ar-
n a ~ i dGélis, habitante d e Paniiers (cerca de Gascufia), cuyo oficio
d e aierisajero de las almas), y sus comtantes exciirsiones al otro
niurido eran considerados de gran utilidad por sus coritemporá-
ricos e n una fecha tan tardía como el siglo >;[V.
De la niisma región y época (hacia 1320) se han conservado
asimismo algunos relatos que representan el viaje al Más Allá me-
diante la transformación del alrna e n u n ariirnal!". La mayoría de ;
dichos relatos presentan corrio protagonista a alguien que se duer-
m e y de cuya boca sale, a continuación, 1111 pequeño animal (por
ejemplo, un lagarto). Tras cruzar un río, se introduce e n la cala-
vera de otro zrii~rialmás grande, como u n asno o u n caballo. Des-
pués, el animal pequeño vuelve d e nuevo a la boca del durmiente,
el cual, entonces, despierta. En una d e las versiones más corriple-
tas, el protagonista cs im creyente d e la doctrina cátara y, junto
con el amigo que ha conteniplado la escena, también cátaro, acu-
d e a un sacerdote para que explique a ambos lo sucedido:
«El alma, les dijo, perrriariece siempre en cl cuerpo de los
hombres; por el contrririo, el espíritii del hoinbre sale y entra del
Francisco de Goya, (~%laveriiric»,Capricho n í h . 6 l. 1.a hritasía del \ve-
lo nocturno tenía originariamrnir una connotación positiva, pero al aso-
ciarse con el sabbat acabó siendo corripletarncnte demonizada. Eri el gra-
bado, tres brujas sirven dc peana a la figura principal, en una iconografía
no muy alejada de la utilizada durante el barroco para representas a la
Virgen Irimaculada sostrriida por ángclcs.
cuerpo l-iurnano, como cl lagarto que iba dc la boca del dur-
miente a la calavera riel asno y vicevcrsa.~,""
Según la interpretación de Emmanuel Le Roy Ladiirie,
*El texto no puede ser más explícito: el siieño del siljeto de la
experiencia es irivcncible, casi sobrenatural [...] la partida hacia un
país otro cs señalada por la existencia de un límite (río o riachiielo)
[...] que scnala el paso hacia un extraiio Mas-alk-dd rio [...] Que es-
te Más Ailá está vinculado con ln muerte e incluso con cl país de los
muertos qucda bien dcmoctrado por la calavcra que sirvc de teatro
final a las excursiones del lagarto. El héroe -lagartizadon no trae un
tesoro de s u viaje [...] como ocurre en otr-asversiones del mito t...]
pero la existencia en este Más Allá de un palacio maravilloso, pun-
to final de la rxcursión, indica que se trata de una posible l>úsque-
da de fabuloso.^ tesoros. Por fin, un docto, un <.prrfccto)> del cataris-
mo, hace una distinción entre cl alma de las religiones cultas [...] el
alma que jamás se expondría a tales aventuras, por una parte, y por
la otra, el u.@itc~de una cultura n i k huinilrlr, niás popular, más tra-
dicional e independiente de los dogmas culto s.^^"'
La existencia y la popularidad de relatos como éste en una epo-
ca tan tardía como el siglo X n T nos está hablando de la vitalidad de
un fenómeno que poseía muchas características en común con las
fantasías que formaban parte del aquelarre. No olvide~nosque, muy
a menudo, wl mito renace en el cuento^^', esto es, que las creencias
arraigadas en una sociedad determinada con el tiempo pasan a con-
vertirse en motivos principales de algunas rlarraciones considera-
das, ya para entonces, simples historias de ficción. Ello se demuestra
claramente en el cuento maravilloso. Según Vladirnir Propp,
*El traslado al oLro mundo rs cl eje del cuento niaravilloso y
iarnbién sii centro [...] todos los tipos de traslado revelan un único
origen [...] la represeiitacih del viaje del dihrito al otro ~ n u n d o . ~ ~ " ~
Los héroes protagonistas de los cuentos maravillosos, cuarido
van al otro mun,do, que casi siempre es otro reino, unas veces se
transforman en animales, otras simplemente los cabalgan. El reino
al que llegan está separado de la casa paterna por alguna frontera
natural, ya sea un bosque impracticable, el mar o un río difícil de
cruzar. Su ubicación admite gran número de variaciones: puede
estar bajo tierra, bajo el agua, en uria montaña, en un prado, etc.;
lo que nunca aparece, por muy bello qiie sea el paisaje del reirio,
son campos cultivados donde espigue el trigo, ya qiie se trata de
un lugar paradisíaco donde nadie está obligado a trabajar. A pe-
sar de la existencia de reinos muy diferentes entre sí, hay una ca-
racterística fundamental coniún a todos ellos: el reino aparece
siempre descrito como una proyección del mundo del que pro-
cede el héroe. AS^, cuanto aparece en ese más allá imaginario no
es sino un reflejo de las formas y las condiciones reales de vida
propias de la sociedad en la que nació, aunque en una l~ersión
completameritc idealizada. Como escribió Vladiinir Propp,
<<Los pueblos atribuyen al reirio del más allá la vida y las for-
rnas de producci6ri de la existencia riiatcrial que ellos conocen. El
mundo del más allá repite este miliido; cl cazador lo puebla de
aniniales, el horticultor- d e jardines. Pero con el paso a la agricul-
tura se interrumpe esie proceso. En ri otro mundo no se ara, no
se sienlbla y no se siega. Tampoco en el reino lejano del cuento
maravilloso se Ilcvan,jarnás a cabo labores agrícola s.^^'"
El otro mundo aparecía identificado en un buen número de
cuentos con el país de la abundaricia: el famoso .país de Jauja,. don-
de manarían ríos de leche y miel, donde todos los manjares se ha-
llarían al alcance de cualquiera sin que ninguno se agotara!". Pero
esa nostalgia de un purairo orip'nal en el que tampoco existirían obli-
gaciones, normas o tabúes de riirigún tipo, no sólo se plasmaba en
determinadas formas narrativas. En rnuclias civilizaciones arcaicas"',
la recreacih de los orígenes se llevaba a cabo mediante la práctica
de orgás rituaks que solían tener- lugar bien en rriomen tos de crisis
(sequía,epidemia, f'enórnerios meteorológicos extraños, etc.), bien
en situaciones especialmerile decisivas pala la vida del iridividuo
(nacimiento,matrimonio, ctc.). En palabras de Mircea Eliade:
.Los excrsos cumplen i i r i papel preciso y provechoso eri la
economía de lo sagrado. Rompen las barreras quc separan al

" Véasr Fraii~oisDEI.PP(:H, c1.a Iegeiide de la tierra deJaiija dan$ ses contes-
tes historique, folkloriqrte e l litterairen, 'I'rczrrrn, riíimern cspccial (1980),pp. 79-$18.
Sobre el país de Cucaria, su equivalente en el rcsro de Europa, id. 4 q e c t s des País
de Cocagiie. Progranime puur une rechcrclie-, en A. RF»»NIIOy A. LAFOKD (rds.),
L'imge du Monrlr RrnvmP danc lec r@rrsmtatmm\ lilfniiirr,~ri parnlitfmnfrccdr lafin du
XI;I'si?rk au mzlzuu du XVII', París, Vrin, 1979, y Jean D E I . I M ~(ed.), A L ILa mor1 dr5
Puy de (hcqnr. I.'uru/~ortamrntccull~~diji dr la finnirsrrnrr (i liigr clac.ci~u~~,
París, 1976.
<J!)
Véase James (;coi-ge FRYLER, I,rr ~clnradorc~ch.Mog'n y rtzl@ón,Ciirdad de
México, Fondo de Cultura Ecoiióiriica, 1931. pp. 377-,102.
horribrc, la sociedad, la n a t u r a l e n y los dioses; ayickan a que cir-
ciilr la fuerza, la vida, los g C r m e n i s d c u n nivel a o t r o , dc una m-
n a de la realirlad a todas las deniás. L o q i i r estaba vacío d e sus-
tancia, se colma; lo q u e e\taha 11-agincntado, se reintegra a la
unidad; l o q u e estaba aislado, se f u n d e e n l a gr-an m a t r i ~iiniver-
sal. La orgía hace circular la ericrgía vital y s q ~ a d a Los . niomen-
tos d e crisis cósmica o de opiilencia sirven csperialmcnte d e pre-
texto p a r a descncadriiar

Ya hiera como medio d e alejar una situaci61i peligrosa o para


propiciar un siiceso importante, uria mezcla sexual excesiva lo-
graba sumergir a ciertas comunidades e n la fabulosa época de los
coriiicn7os. Esta volvía a revivirsc mediante la periodicidad de las
orgías a firi d e a ñ o o en intervalos cjos sacrali~ados"".Eii Europa,
en la época d e la <<caza de brujas., lo m5s parecido a las prácticas
orgiasticas d e las civilizaciones primitivas cran, sin diida alguna,
popzdaros. La principal Iunci6n de las misirias consistía en
1as~iestn.r
reducir cada cierto tiempo las tensiones y la agresividad aciirnii-
ladas durante el año, a fin de que la vida e n sociedad pudiera sc-
guir su curso. En palabras de Robcrt Muclicinblecl,
..las g r a n d r s fiestas son descargas d c energía o catarsis. Su su-
cesión rriás o m e n o s regular- cada sris 11 o c h o sirrianas, acornpasa
c l aiio ~ a r n p e s i n r ) . ~ ~ " '

A primera vista, el calendario ariiial de los habitantes de la


Edad kladerria cra totalmente cristiano. Siri embargo, la mayoría
d e las fiestas escondían bajo su apariencia religiosa un caráctcr ca-
si excliisivamente protano o, ciraslclo rricnos, arribivalente. Nos re-

100
klircea KI I.AI)E, ~FiiiiciíJriritual cle la orgía., eri iicltntlo dr. hictmin dp las r e
y rlinri~nicc;d p lo wgrcicio, Madi-id. Ed. Cristiaridad. 1981, p. 3.59:
ligionz.5. !Llorfol(~,q'(~
zd., Quelques ohsei-vations .;iir la sorccllci-ir eriropi.ciirie,,, en Ocrullwnr, sor-cellr-
ritj r.1 modt\ ~itllu~rllr~,París, Galliniard, 1978, pp. 115-12.2.
101
LTii yjemplo cxacterístico dc diclia periodicidad lo coristituye la trihii auh-
traliaiia dc los Dqak Ngadjci. Pai-a dictia trihii, el firi de ai\o significaba el fin dr
tina rl-a y de todo riii rri~iiido.Sus cercinoiii~isindicabari claraineii~euna n i e l ~ aa
un iienipo prrcósniiro. De heclio. cliirarite csc pcr-íodo, sagrado poi- excelencia,
todos i-evivíaii la cdatl priniorclial: una vc7 que el iniiii<\oliahía dejado de cxisiii,
las 1-egiasy proliit>iciorics podían sci- almlidas ( v k w Haiis % : H ~ K C:\$itlju K, Rd-
giion, La Haya, 1969, pp. 9.2-95).Otro ijeniplo cle orgías 1-iciialesrii una comiini-
dad riiropea cs el de lo.; atlaiiiitas dc Bohemia, quieries, cst8sr;iiidosr pos recu-
perar rl escado dc iiioce~iciadc Adán, ib:iii tlrsiiiidos y pixxicahan el amor libre:
Iionibres y mujeres \ivi;iii eii una total proiiiiscriitlad y dcsi~iliit>icií>ri wxital, lo
cual ri-a iiiterpi-rtaclo conio iiiia forma dc porier en pi-ríctica sus irleales religiosos
(viase ,Jcftrey BLXTON RLWEIL,I l ' i l ~ / i o ~ cinJ (thc !Al~(ldlt.+3,
Kiieva lórk, Itliaca.
1972, p. 224).
'"' R o h ~ti MI < : H ~ \ I I { IC, ~U. /D/, Ifiojmlrcir~
L ~ > rf culluir dpr Plitr, ~ ( I I U 10 F r m w rno-
& r n ~(,717/'-.XT7I? +rk;). París, Flaiririiariori. 1978. p. fíi.
ferirnos fundamcritalrrierite a los seis ciclos festivos d e Carnaval-
Cuaresma, Mayo, San Juan, la AsunciOn, Todos los Santos y Navi-
dad. Como es bien sabido, el origen de las tiestas del mes d e ma-
yo era ante todo agrario y sexual; las ceremonias d e la noche de
San Juan, que daba paso al verano, consistían f~~ndanientalmente
en un rito de purificación colectiva: mediante el fuego se aparla-
rían todos los peligros y se aseguraría la abundancia de las cose-
chas durante la próxima estación (de ahí la miiy extendida creen-
cia de que esa noche era favorable para la recogida d e plantas
mágicas); la Asunción -15 d e agosto- se correspondía con la
antigua fiesta de la siega; Todos los Santos y el día de los muertos
eran, para la mayoría, confundidos e n una sola festividad que so-
lía servir de pretexto para celebrar la idea d e que, d e todas for-
mas, la vida debía continuar, con lo que los cementerios sc llcna-
ban de gentes que comían, bebían e incluso danzaban. En cuanto
al ciclo dc los doce días d e Kavidad, se hallaban llenos de fiestas
burlescas o licenciosas (Fiactn de los Loros, de los Asnos, etr.)"".
No obstante, la fiesta popular por excelencia era el Carnaval.
Más que en ninguna otra época del ario, la gente se dedicaba du-
rante los días que duraba a corrier y beber (sobre todo e n el Ila-
mado .(martes de carnavaln), cantar y bailar, disfrazarse y partici-
par en los más diversos,jiiegos. La carnalidad que daba origen al
nombre de la f i e s ~ a ' "también
~ se expresaba e n la intensa activi-
dad sexual y en la abundancia de símbolos fálicos que recorrían
calles y plazas. C n a d e las imágenes favoritas para representar el
período carriavalesco era la del .<mundoal revés.; imagen que asi-
mismo se hallaba asociada con la utopía popular d e la <<tierra de
Jauja., ((el país de los Necios,) o «la tierra dcl Preste Juan., a la
que ya se hizo alusión al hablar del reino característico del ciien-

"14 k.1 t k n i n o rn,-naiinl procede del italiano cc~rnp?inl~, y éste del aritigiio m -
nem lnurr, corripuesto d e c c ~ r yt ~I ~~ I U(qui&w),
I ~ ~ , pos se1 el cornieiizo del ayiirio clc
la (:iiarcsiiia. h:ii castellano antigimneiiti se tcsabari para designar esta fiesta los
térrriirios mrnccl, r - e ~ ~ n ~ s l » l (dt.
~ n d c.utnr>
~c y lollr~ncl«~
-lullrw eli latín ?igriific:i rain-
h i h quitar- y ontrirrjo. Sin cnibargo, todos estos términos fueron reemplazárido-
se desde la epoca del Reriacirriierito por la derioiriiiiaci<iri italiana, debido a la la-
ma dc dicha ticcta cti la Italia rciiaccntista.
to mara vil los^'^'^. El Carriaval era un *mundo al reves» porque se
oponía a la realidad cotidiana; era, por así decirlo, una Jauja tem-
poral, el .tiempo de la demencia., según la expresión utilizada
por algunos contemporáneos. Pero solamente duraba tres días:
su fiinción consistía, más que la de ninguna otra fiesta, en prc-
porcionar una válvula de escape para unas tendencias instintivas
reprimidas durante el resto dcl año. Ante todo, se trataba, como
escribió René Guenon,
<<decanalizar de alguna fornia tales iendencias y de hacerlas
[...] inofensivas, dándoles ocasión de manifestarse, pero sola-
mente en períodos brevisirnos y en circirnstancias bien determi-
nadas [...] De hecho, si estas tendencias no pudieran recibir ese
mínimo de satisfacción requerido [...] se correría el riesgo [...] de
que explotaran y extendie~ansus efectos a toda la existencia, tan-
to del individuo corno de la colectividad, provocando un desor-
den rnucho más graw que el que se produce sólo durante unos
días reservados particularmente a ese fin.^ ""'
La fantasía del aquelarre tenía mucho en común con la fiesta
popular, y concretamente con el mundo carnavalesca. ?Acaso no
corisistia también en una reunión de gentes dispuestas a comer,
beber, cantar, danzar y dar rienda suelta a sus instintos sexiiales!
Lo único quc realmente diferenciaba a los relatos sabbáticos de las
fiestas tradicionales era la presencia del Demonio"". La descrip
ción del sabbüt hecha por teólogos y jueces podría ser la des-
cripción de una fiesta cualquiera, si no fi~erapor la implacable
demonización de todos y cada uno de sus componentes hasta
conseguir trazar una caricatura que oscilaba entre lo terrible y lo
grotesco. Si la fiesta era un rnundo al re& -considerando como
mundo la vida cotidiaria-, el sahbat de los teólogos era el resulta-
do de una inversión semejante, aurique eri este caso, no basada cn
la realidad sino en los dogmas y ritos dc la Iglesia.
No resulta casual en modo alguno que el período de la «caza
de brujas. coincidiera con el moIninto en que la Iglesia, aliada

105
Sohre el Carnaval, v6arise las obras de Jiilio CAROB.ARQIA, El Curnavol, Ma-
drid, Ed. Alianza: 1965; Claude G.AK;NEBET y Marie Claude FI.OKESTIX, El :'~ccu-nnricd.
I.lnsujo, d~ mifolop'fl pof~ulur,Barcelona, Ecl. Alta Flilla, 1984 y Emmaiiiiel LF KOYLA-
, r(irnmml11r Xomans, París, Gallirnard, 1979;,JoaefinaROM RII1, A m g h y rl
~ V R I E I.F
rnrnaucd, Zaragoza, (;iiara, 1984.
1o r i
Reiié Ci'i;i\i»>.Síni!~olos,/ilndnmen1nI~s
dr la r i m t i u sqradu, Barceloria. Ed.
Paidós, 1996, pp. 133-134.
lo' IXclia preseiicia, más que iina irivei~cióiiconstituiría una transfoririación
de la figura, ya existente, del Rcg del Carnaval.
con el Estado, prohibió definitivamente ciialqiiier tipo de mani-
festación cultural no controlada por las instituciones oficiales. Fue
entonces cuando se alzó una barrera indestructible entre lo que
debía pertenecer a lo sagrado y lo que se hallaba incliiido en el te-
rreno de lo profano (cualquier interferencia entre ambos con-
ceptos -y la fiesta popular consistía precisamente en una inezcla
de lo sagrado y lo profano- era considerada supmtiribn,).Si cn la
Edad Media los representantes del poder habían tolerado e inclu-
so alentado cierta liberación transitoria para el pueblo (el desor-
den institucionalizado~,según expresión de Peter Burke,) "'' los si-
glos XVI y X I I supusieron un carnbio radical en la postura hacia
la cultura popular, tanto por parte de la Iglesia como de los pode-
res civiles. Una de las fimciones de la fantasía sabbática era pro-
clamar la condena de unos coniportaniientos culturales que toda-
vía persistían en algunos lugares, pero que estaban destinados a
desaparecer en nn período muy breve. Al revisar algunos docu-
mentos aragoneses, como los registros de las visitas a las diócesis,
nos encontramos con constantes proliibiciories que nos hablan de
la vigencia de algunas costumbres festivas que pronto pasarían a
ser un recuerdo de otra época. Así, en Calatorao (Zaragoza), en
1567, uno de los mandatos del arzobispo decía:
*Mandamos so pena d e exco~riunionl...1 que en las fiestas de
Navidad, ni en otros tierripos, rio eritreri eri la iglesia hicierido lo.;
divinos ofíicios con esit-iiendo, r i i a p a ~ a i od e obispillo, rei, empe-
rador, ni con otras invenciones de garzonalla que se acostiinihraii
hazer; ni en las vigilias de las hermitas donde velan, n o hagan ni
digan cosas profanas en desacato de Dios ni d e sus s a i ~ t o s . ) ~ " ' ~
El ejemplo anterior se refería a la llamada .fiesta de los locos,,,
que tenía lugar varias veces a lo largo del año, annque sobre todo
en Navidad, en el día 28 de diciembre o en fechas pr6ximas. Di-
cha fiesta era organizada por el clero .joven, pero en ella partici-
paba todo el pueblo. Durante su celebración era elegido un obis-
po ((<obispillo))) o abad de los locos, que desempeñaba el papel
de maestro de ceremonias. No sólo por las calles, sino que tani-
bién en el interior de las iglesias se comía y bebía, se bailaba y can-
taba, etc. Además, se organizaba uria procesióri y una falsa rriisa,
en la que los curas se ponían los hábitos al reves o se disfrazaban
con vestidos de mujer, sostenían el misal boca abajo,jugaban a las
cartas, comían salchichas, cantaban canciones obscenas, rrialde-
cían a los fieles en lugar de beridecirlos, ctc.

108
Véase Peter B~inr;l-,op. cit., p. 273.
'O9 ADZ. Xcgictro dc i~isitnpnstrirnl dc los w i v r 1565-1574, id. 84
El aquelarre de los teólogos n o pretendía sino deirlonizar ta-
les &venciones d e garzonallan o costumbres disolutas, desde el
punto de vista eclesiástico. Dicha expresión tenía su origen en las
iiestas organizadas por los rnas joveiles, también llamados garzo-
nes, que se divertían, tal y como era costumbre desde muy anti-
guo, parodiando las ceremonias de la Iglesia católica1'".Según el
historiador Robcrt Miichembled,
<<Elsabbat, dicha ((fiestasacrílega>>, no era mas que la trans-
posicibn diabólica tlt. rriúltiples fiestas populares [...] que descm-
bocahari frccuenteirirrite, gracias a la erribriaguez, en desborda-
mientos wxua1es.n"'
Sin embargo, el aquelarre del pueblo, a diferencia del descrito
uria y otra vez por- jueces y tratadistas, poseía unas connotacio~ies
indudablenierite positivas. Su carácter festivo y cotidiano destacaba
por ericirria de todo en unas declaraciones que muy poco tenían en
común con las versiones estereotipadas que lo sitiiabari eri Francia
y en las que en realidad el a~itériticoprotagonista venía a ser Sata-
riks. Como bien sabemos, tales versiones (que citamos al comienzo
del capítulo) provenían directamente de los agentes de la represión
contra la brujería. Aurique son muy pocos los testimonios directos
acerca del sabbat referidos a A r a g h , sí son ciertamente significati-
vos, ya que rriucstran una visión bastante alejada de la versión oficial,
lo que revcla ciertas coiiexiones con una cultilra folklórica que to-
davía se mantenía viva a pesar de la fuerte influencia de la Iglesia.
Según uno de los testigos e n el proceso contra Dorninga Ferrer, «La
<:aja,>, el hijo de ésta, refiriCridose al aquelarre, había dicho:
<<Queel habia hido una noche con su madrr, que lo habia le-
bado a una firsia qirc habia mucha gentc y muchachas y muy gran
firstd de muclias riirisicas.~~"'

Segíin la d e c l a r a c i h d e otro tc5tigo e n el rriismo proceso, él


había oído cómo iina mujer llamada Beriedeta se había dirigido
a Doniiriga con éstas o parecidas palabras:
«No os acordais, Doiiirriica, que un dia stando en Pocani de
Vcro a casa de iriosscn Rodrigo rrie dixisteis que (urrio me hiba con

1111
El r6rriiino gwzón, del francés g(ir(.on, desigiiaba eri castellano a i i i i niii-
chacho joveii, pero solía utilirai-se antigiiameii~econ un sentido peyorativo para
de vida disoliita o viciosa. Así, rxistia tai~ibibriel t6r1niiiogur-
i-dei-irse a los,jóve~ieo.
ionpor, que sigiiificaba Ilcvar uiia vida lihci-tina. aparrada de toda noitiia moral.
111
i ) , rit., p. 332.
Robert h ' i ~ ~ c : ~ r h l e l . Eo/].
112
Coja.. Pozári de Vero. 1.734.AHPZ, C. 31-2,
Proceso contra Dorniiiga, <<La
lol. 58.
nii yeriio y vos dixc que muy mal, que rrie liabia dcstituydo, y me
dixisieis que si yo querria hir con vos, qiie riie lebaradcs a un lugar
que d r ay \.erriia muy rica, y assi yo vine iiria rioche por micstra per-
suasion a I'ocarit de Vero y me demostrastes corrio Iial>iamosdc fa-
zer, y fiiimos aquella rioche vos y yo y otra a una fiesta que se fazia
en la montaña y Pueinos cabalgando cn sendos sarniirriios.~~""
La fantasía festiva del aquelarre, lejos d c representar algo ne-
gativo, suponía para quienes recurrían a 1a misma una forma d e
evasiOn frente a las desgracias cotidianas. Se imaginara o rio pre-
sente el Demonio, el sabbat venía a ser un sueño coriipcnsatorio
frente a una realidad amarga, como la vivida por muchos ancia-
nos al verse despreciados por sus parientes más cercanos. Un ca-
so ejemplar a este respecto lo constituye el testimonio d e dos mil-
jeres de la comarca d e La 1,itera (Huesca), Margalida Esciider ):
Juana Bardaxi, ambas de setenta años y viudas. [.as dos fueron
acusadas de brujería ante la Iriquisición en 1626, tras haber sido
apresadas anteriormente por los responsables de la justicia scglar
en dicha coinarca. Según Jiiana,
«Estando un dia al sol antes de comer hilando a la puerta de
iirirriolino [...] le dixo cierta niiigrr. (que aqucllos dias aria ahor-
carlo por briija la ,justicia seglar) que si qiieria la rca hazer mal a
su hija y a sii yeriio, porque la avian hechado de sii casa, sc fiiese
con ella a la noche, y quc sin saber la rea ni iniiigiriar adonde
avian de yr, le rrspondio que yria con ella.^"'
Tanto Margalida como Jiiana, a juzgar por las declaraciones
que efectuaron ambas, habíari sido destituidas por quienes corivi-
vían con ellas, es decir, que habían sido echadas d e su casa o, al
menos, despojadas d e sus fiinciones. En casos como éstos, la fan-
tasía del aquelarre parecía ser uri rriedio para ejercer la ceiigariza
más iniaginario que real. Según el testirnonio de Margalida Escu-
der, una mujer había ido a buscarla a su casa,
«para llegar a un lugar donde se aviari de vengar, y que luego
rolvierori diciendo que no avian podido por que estaban despier-
tos y con luz en la casa dondc avian de harrr el mal, y quc con es-
to se volvieroii a siis casas..'"
El lugar del aquelarre e n aquella ocasi0n había sido «un carri-
po que esta hiera de la villa., según testimonio d e Margalidn o, en
palabras de J u a n a Bardaxí, u n guerto hiera de la villa)),en c i d -

113
Iúid~m,Tul. 38.
li?
AIIN, Inq., 1.ib. 991. fol. 8 9 f v
1l i
Iúidem. fol. 895.
quier caso, un espacio familiar. Menos festivas que otras, las des-
cripciones sabbáticas de ambas mujeres recordaban, no obstante,
el carácter revaricliista que poseían niuchas de las fiestas popula-
res de antaño, como por ejemplo el famoso cha~i.r)ario rrncm-ruda,
que era simplemente un rito más o menos institucionalizado que
las gentes utilizaban para difamar, insultar y burlarse de los viejos
casados con mujeres jóvenes, de los libertinos, de los ~naridosen-
gañados por sus mujeres, etc.
La identificación del aquelarre con la fiesta resulta asimismo
patente en testimonios conm el de Juan García, labrador de
Jarque (Zarago~a),el cual fue juzgado por la Inquisición corno
brujo en 1609. En sus propias palabras,
~ a v i aacudido iriiiclias vezes a una queba de sil lugar adon-
de de noche se avia juntado con otros, y alli abia reverenciado
al denioriio, que cstava en figura de cabron [...] y que le conc-
cia el deirioriio carnalmente, y que Ir reconocia tambien el dc-
monio esiarido en figura de perro, y que todas las veces que se
juntaban en dicha queba, que era de ordiriario las pasquas y
fiestas principales.»""
La diferencia f h d a m e n t a l entre la fiesta y el aquelarre era que
aqudla tenía Ingar realmente, mientras que éste constituía nn pro-
ducto de la imaginación, bien de los demoriólogos, bien de los
propios acusados. Si la fiesta -or&icu temporal- cumplía una fun-
ción de liberación pasajera, la hritasía sabbática podría ser consi-
derada una orgía Prrfwluc~,ya que se hallaba en todo momento al
alcance de quien quisiera servirse de ella. Ya f ~ i e r acon el concur-
so de sustancias narc.6ticas o alucinbgenas (los célebres <<untos.o
*ungüentos)))"í,ya por el sirriplc poder de ilusión, el sabbat era
una entelequia verdaderamente íitil y, por tanto, tan peligrosa a
los ojos de la Iglesia como podían serlo ciertas costumbres licen-
ciosas que todavía perduraba11 y que representaban una forrria de
vida destinada a perecer. Pero del mismo modo que se prohi-
bieron muchas conductas arraigadas, tarribikn se cuidó de que
ciertos peiisaniicntos fiieran domeñados. Nada más poderoso que
.<lavelierricnte i m a g i n a ~ i ó n ~Las
" ~ . capacidades atribuidas por los

: :S
117

Michael J. H.\KYFK
Arigcl GAKII.ACRI.Z,
-
Sobre el uso de siistancias narcóticas o aliicinógcnas cii la hrujer-ía vean-
( d . ) , A l z ~ i ~ z 6 g ~ n orhnrnrrn~trrru.
.~ Madrid, Ed. Labor. 1976;
«El LISO d r la^ drogas eii la bri!jería y algunos 1-ela~os
g i w , en .YLrJomodos Soridrug(¿k.ohol, Zaragoza, 19x9.
118
Dicha rxpresibn constituía un lugar corriúii en la Cpoca y era, por tmto,
de nia-

utili~adacon fi-rrirciicia. Véaiise, como ejemplos,,]rró~iiiiiode Planes e11 sil capí-


tratadistas de la época a dicha facultad eran extraordinarias, in-
coimiensurables ): eri su o p i n i h , casi siempre inconvenientes. Por
tanto, no debía permitirse qiie la .loca de la casan alzase el vuelo
a voluntad, sino qiie había que enjaularla con cuidado para que
no pudiera escapar: En opiriiGri de Jeronimo de Planes,
Asai la imaginacion por si, como moviendola r1 demonio,
puede causar l...] engaños [...] por lo qual es bien sepamos lo que
puede [...] hazrr.~~""
En palabras de Pedro Mexía:
<<Esgrande y maravillosa la t i i i r ~ ade la imaginacion [...] Es bas
tantc la imaginacion para mover las passiories y afectos cn el animo
[...] Puede la imaginacion hazer eiifrrriiar 1111liorribre y darle salud
[...] Mucvc tambien la imaginacion la virtud que tiene fueria de
transmutar las cosas [...] Yassi es de los que suefiari que, puesto que
rs sola la irriaginacion la que obra, si suenan que se qileniiiri, reci-
ben tormerito ,grave [ ...] porque la vehemente y recia imaginaciori
puede mover las especies con tanta fticrca que imprima y pinte en
ellas la figura de la rosa imagiriada, y ellas la obren en la sangre.»l'"
Cervantes, que tanta atención prestara en todas sus obras a la
dialectica entre el mundo de lo real y el de lo imaginario, ponía
semejantes ideas en boca de la bruja Cañi7ares quien, en el fa-
moso Coloquio de los pmros decía, refiriéndose a la poléniica acerca
de la realidad del aquelarre:
((Hayopinión qiie rio varrios a estos convites sino con la [anta-
sía [...] Otros dicen que rio, sino que verdaderamente vamos en
cuerpo y en ánima; y entranil~ahopiriiories tcngo para mí que son
verdaderas, puesto que nosotras rio sabemos cuándo vamos de
iiria o de otra manera, porque todo lo que nos pasa en la fantasía
ea tari intensamente que no hay [que] diferericiar~lode cuando va-
mos real y verrladerar~ierite.~~'~'
Como expresaba la C<uiizarescervancina dirigihdose al perro
Berganza, en uno de los más inspirados autorretratos briijescos que
ha dado la literatura, la fantasía podía hacer evolar* a quienes -por

~ nPI.A\ES,
' I q , J e ~ - ó n iDE ~ Trafndo d d rxarnpn dr / a s rrrw/mio,~~s
u?r(~adflu\y/d\as.
y du los ruiito.c. Valencia, 1634, p. 370.
120
Pedro M F X ~ Ao$. , d., pp 154175.
Miguel DE CEKVA\TFS. «(:oIoquio de los per.r.osn, eri iVovf~a.spjvmpknrcc. vol.
111, Madrid, Ed. Castalia, 1982, p. 296.
su edad LI otras condiciones- llevaban una vida insatisfactoria que,
de este modo, quedaba corripcnsada por el placer de la evasión:
~Hospitalerasoy; buenas muestras doy de rni proceder; buenos
ratos me dan rriis unturas; no soy tan vieja que no pueda vivir un
ano, puesto qiie terigo setenta y cinco; y ya que rio puedo ayunar,
por la edad; ni i-e~ai; por los vaguidos; ni andar rorrierías, por lafla-
qucza de mis piei-nas; rii ciar limosna, porque soy pobre; ni pcnsar
en bien, porque soy amiga de rruirmurar, y para haberlo de hacer
es ti~rzosopensarlo primrro, así que mis pensamientos han de ser
s ; todo esto sé que Dios es bueno y misericordioso y qiie
~ ~ i a l ocon
El sabe lo que ha de ser de mí, y basta. Y quédese aquí esta plática,
que verdiideramcntc me entristece. Ver1 hijo, verásrnc untar: que
todos los drielos con pan son buenos; el buen día, rnctcrlc en casa,
pues mientras se ríe no se llora; quiero decii-que aunque los gustos
que nos da el drrrioriio son aparentes y falsos. toclavía nos parecen
gustos, el deleiie iriucho rriayor cs imaginado que go/iid(~.>>""
No obstante, la huida imaginaria a otros rriuridos no era con-
templada corno un valor por los responsables de la cidtiira oficial.
Por el contraria, como hemos comprobado a lo largo del preseri-
te capítulo, la antigua fantasía onírica del viaje nocturrio terminó
siendo identificada por dichos sectores con el traslado al lugar
donde se daban cita las más infames corigrcgüciones qiie la rnen-
te humana era capaz de coricebir. Pero los efectos atribuidos por
los tratadistas a la irriagiriacih no se limitaban solarrieritc a quie-
nes decidían dejarse guiar por ella. Según la opiriiím de Pedro
Mexía, eri casos extremos, la ~weheriieiitey recia imagiilacion»"
también podía actuar en el rriurido exterior y transformarlo:
«I'i~edeser tan fuerte la imaginacioii que obre violcntissima-
mente en el cuerpo ageno [...] y assi [...] passa el aojar dc una
persona a otra, por iriiaginacion de la persona que aoja.*'"
Uno de los poderes asociaclos con la brujería, y miiy especial-
rncnte con las mujeres ancianas -brujas por excelencia-, era
precisamente el de causar daño tan sólo con su mirada. Como ve-
reinos en las páginas qiie siguen, la acusacion de aojamiento
coristituía una manifestación más del recurso a lo imaginario en
perjuicio de ciertos individuos rechazados por el cuerpo social
por motivos muy diferentes a los que, en la mayoría de los casos,
fueron aducidos en su contra.
PONZONA EN LOS OJOS

Francisco Níiñez"'
La Gda [. ./por tio darle un roscón [...] la l~echzzoo h ~ z ornul
de ojo, de rnrrwt.rccí p r \r ~ b nrecando [...]@u lo ( u a l e o l t r r s c c i m s
PS teruda por lwíhztrrn.

Gracia Saric tio'?"

En el siglo XVi, una forma muy extendida de derivar hacia lo


irnaginürio muchos d e los problemas y conflictos para los que n o
se encontraba una solución satisfactoria era el recurso a la 11a-
mada fasci~nación,más conocida a nivel popular como 'mul de ojo o
nojamimto"'. Debido al gran poder atribuido a la imaginación, ya
desde la Antigiiedad se pensaba que una persona que deseara al-
go podía producir efectos en iin cuerpo ajeno simplemente con
la iritenci6n (cuya máxima expresión simbólica era la niirada, au-
téntica ventana por la que saldrían al exterior los deseos del co-
razón humano). Si, como aseguraba Enrique Cornelio Agrippa,
tan sólo el contacto entre unos i~idividuosy otros podía caiisar
enormes e inesperadas transformaciones, cuánto más no lograría
una voluntad firme asociada a una intensa imaginación. En opi-
nión de dicho autor,
<<Las pasiones dcl alma pertenecientes a la fantasía pueden
transfoririar t.1 propio cuerpo y también irascender a otro, hasta
alterar los elementos y cosas externas, r incluso curar o causar en-
frrrriedades [...] No es de extrafiar, pues, que el alma de una per-
sona pueda operar sobre el cuerpo y el alma dc otra persona [...]
Cn hombre, sólo con el trato y el afecto, actúa sobre otro. I'or esa
razón aconsejaban los fil6sofos evitar la compaiiia de horrit~res

I 2.5
Fraiicisco K \ ' i i s ~Lzbro
~ , del [)arto hwmorro, bladrid, 1621.
1?6
Proceso contra Agata Olibrr, Gilax. La Fresiirda. 1604. ADZ. C. 32-
2, fol. i .
"' El térrninojicinnrió~~ pr»cedía del la~írifascinnrr,wrnhrujar-, derivadu de
jasrinum, ecrnhrujo. g en Espafia durante la Edad Mocler-tiasula~rieriteera iitiliza-
do por los más eruditos. Para cupresar que se estaba embrijado lo más corrieiite
era decir q u e 5e estaba «~urriadode ojo., aa?jado>,o que he knía <<mal de ojo..
malvados y desdichados, puesto que al eslar sil alma llena de ma-
las irradiaciones, ti-ansmitían un pernicioso contagio a quienes se
acercaban. Recomendaban, por el contrario, frecuentar a los
hombrcs buenos y fcliccs, porque su proximidad nos hace bien
[...] el mal origina mal y cl bicn origina bicn sobre aquello con lo
que estrí en contacto, y a veces por mucho tiempo.^^""
La importailcia concedida a la imaginación y a la voluntad en
relación con el aojarriierito fue puesta de relieve por la mayor
parte de quienes escribieron sobre el tema. Así, por ejemplo, pa-
ra Antonio de Cartagena, médico y catedrático de Alcalá de He-
nares, los ciegos no podían ser aojadores, y ello rio sólo porque
carecieseri de vista sino, sobre todo, porque les faltaba la imagi-
nación necesaria para ejercer la filerza que se requería en el ao-
jamiento'"'. Como veremos en los procesos por brujería que
constituyen la base de nuestr-o estudio, la creencia eri el poder de
las malas intenciones era co~npartidapor casi toda la población,
va que se hallaba ligada indisociablcmcntc a la acusación de em-
brujo o maleficio lanzada contra determinados indi\iduos a los
que se suponía capaces de causar las peores desgracias.
Sin embargo, también hubo algunos eruditos que defendie-
ron la idea opuesta, es decir, que el aojarnierito podía dcberse a
la influencia de ciertos elementos corruptos que podían actuar
independientemente de la voluntad de su dueño. Al principio de
su famoso Tmctado de el ojo o de,Jacinucion, el marqués de Villeiia
recordaba a sus lectores que la mayoría de los autores antiguos es-
taban de acuerdo en que había <<algimaspersonas tanto veneno-
sas en su complexion [...] que por vista enponcoñan el ayre.,, Di-
cho autor continuaba afirmando que así como el basilisco podía
ocasioriar la muerte tan solo con la mirada, del mismo modo exis-
tían <<mugeres que por sola catadura matan [...] e avemos domes-
tico exenplo del daño de la vista e infeccion de las mugeres mens
truosas.»IRO Así pues, una pretendida argurneritacibri a medio
camino cntrc la mitología y la fisiología intentaba demostrar la
vinculación del aojamiento y sus terribles consecuencias con el se-
xo femenino.

12s
L)P ~ r r u l t n p h i l o r ~ h iColonia,
F.ni-iqiie Ct ~ K ~ I .1I 0AC:KIPI>A, n, 1533 ( ~ r a desp.
.
d d libro 1. Fzlo.sof%clo<.ultcz.MccC@«nutuml, Madrid, Ed. Alianza, 1992, pp. 251-252).
)!I
VCasc Antonio nF (::\RT/\c;FuA, 'liuctntus defñsrinc~tione,Alcalá de Heriares,
1529: fol. 34.
130
Enriqiir n F VII.I.F.N.~, *Tires tratado5 dc Fmriqiir d i Villcnan, KI?IZLC Hispn-
r i z p r , 41 (1917), pp. 182-197.
Las explicaciones pseudocientíficas eran moneda corriente en
el siglo XVI. Hasta los mismos teólogos recurrían a ellas al refe-
rirse a ciertos coniportamientos que la Iglesia consideraba ilícitos
o supersticiosos. En sil afán por separar lo qiie pertenecía a la na-
turaleza y a la influencia del Demonio, Martín de Castañega es-
cribió en 1529 un capítulo de su Tratado de Las s@rsticiones y he-
chicmias titulado %Queel aojar es cosa natural y no hechicería.))
En él defendía la idea de qiie el nial de ojo era tina consecuencia
natural derivada del funcionarniento interno del organismo fe-
menino. Para llegar a la conclusión de que las causantes del aoja-
miento eran las mujeres por el solo hecho de serlo, y especial-
mente las viejas (esto es, aquéllas que respondían al estereotipo
de la bruja), el fi-aile franciscano comenzaba disertando a propó-
sito de las llamadas impurezas del cuerpo como sigue:
«La virtud natural expulsiva, que es una de las virtudes de la
potencia nutritiva, expelle y lanza filera del cuerpo todas las irn-
puridades [...] y lo que es más grueso expele y echa por las partes
inferiores [...] y lo que no es tan grueso, por las ventanas natura-
les, como por la boca, por las narices y por las orejas, y lo que es
mas sotil, por los poros y partes cspongiosas, corno es el sudor; y
lo que es muy mas sotil expele por las vidrieras de los ojos; y así
salen por los ojos, como unos rayos, las impuridades y suciedades
más sotiles del cuerpo.»'"'
Ello le permitía enlazar con la menstruación femenina, $obre la
que desde antiguo se había construido el mito de qiie cuando una
mujer se miraba en un espejo durante los días que aquélla duraba,
el espejo quedaba manchado irrernediablemente, lo que venía a ser
para quienes creían en ello prueba inequívoca del caricter veneno-
so y corrupto del flujo ~nensual"'. Sin otra información más directa
que las autoridades antigua. sobre las que -todavía en el siglo
XVI- la mayoría de los tratadistasvolvían una y otra vez en busca de
apoyo para sus argumentos, Martín de Castañega continuaba:
*Y así parece que la mujer, estando cori sus flores mirando al
espejo nuevo y limpio, lo hinche de pecas y manchas con los ra-
yos que salen de sus ojos [... 1 E si en tal tiempo rrlirase ahito y de
cerca a los ojos de algún nirio tierno y delicado, le imprimiría
aquellos rayos ponzoñosos y le destemplaría el cuerpo de tal ma-

131
Marúii DE CASTANEGA, ... (1' ed.,
7i.ntado [...] de lns mfirrrtzn'on~sy hrct~imius
1529), Madrid, Saciedad de Bibliófilos Españoles, 1946, p. 71.
13' Segím Eiirique de Villena, que a su vez citaba a Aben Kriiyz, <.lasiriugeres
menstruosas [...] catando en espejo fazen en el maciilas e aeiialesn (véasc sil fin-
lado del nojnmiento, ul. cit., p. 184).
iiera que no pudiese abrir los ojos ni tencr la cabeza derecha so-
bre sus hombros [...] Y esta infición y ponzoiia tienen más unas
que otras, y en especial las viejas, que hair dejado de purgar sus
florcs a sus tiempos por la naturaleza ordenados, porque cnton-
ccs purgan niás por los ojos y son de peor complexión por razón
de la edad; y así la vista dc las serrrejantes es más peligrosa.)>'q3
Así pues, segíln la lógica del fraile, las mujeres viejas, al no po-
der elirninar sus impurezas corno las jóvenes mediante la inens
triiación, sc purgarían a través de los ojos. Dicha afirmación era
opinión generalizada: Pedro Ciruelo, otro tratadista experto en
supersticiones, aseguraba que el peligro de contagio que suponía
la mirada de una .vieja de mala coniplexión~era semejante al
qiie podía derivarse del trato con u n leproso o un contagiado por
la peste'"! La asociación d e dicha enfermedad con el mal de ojo
n o era extraria e n la época. Se suponía qiie ambos males se pre
pagaban por el aire corrupto, alterando los humorcs d e los más
débiles. Hay que tener e n cuenta que para los contemporáneos,
el aojamiento era una enfermedad contagiosa como cualquier
otra. Los mismos mCdicos así lo consideraban: desde los más re-
conocidos y aiamados en la Corte o e n los ámbitos universitarios,
como Diego Alvarez Chanca o Antonio d e Cartagena, hasta aque-
llos otros que desenipeñaban sil oficio e n las zonas rurales y que
únicamente eran conocidos entre sus parroqiiianos habituales.
Por aquel entonces n o existía gran diferencia entre unos pro-
fesionales y otros, ni siquiera entre los representantes de la rnedi-
cina oficial y quienes practicaban métodos de curación qiie po-
dríamos denominar alternativos. Buena miiestra d e ello son los
abundantes ejemplos de curanderos y curanderas -muchas de
las cuales fueron procesadas por brujas- que confesaron haber
aprendido su oficio de u11 ,físico o de u n c i ~ ~ l j a nes
o , decir, de im
profesional d e la medicina poseedor de un título universitario, ya
filera el de bachiller, licenciado o doctor. En realidad todos los
que se dedicaban al ejercicio de la medicina, tanto los m'as acre-
ditados como los que actuabaii al margen de la ley, se apoyaban
cri los niisinos supuestos tcóricos. La filosofía común a todos ellos

' U Pcdro Ciruelo, eri su finlosa Krprohnrioll du lns ~ u p m l i ( ~ i )


ow ~
hrchizt?ins dr-
dicaba uri capí~iiloa .los a?jamientos y otros riialeíicios~~. F.n CI admitía 12 posibi-
lidad de qiic los aojadora causar-a11clatio. no sólo por la iriterveiiri011 del Ikmo-
nio, sino tarribikn <<porcurso natural.. Como ejemplo de dicha posibilidad citaba
a ~~1111Iepro~o,iin buboso, uria rriujer sangriciita de su costunibre, alguna vieja dc
inala coiuplexiorin.
era la doctrina de los cuatro humores. Kesiilta sorprendente para
nuestra actual mentalidad pensar en la larga persistericia de un
cuerpo de doctrina rriEdica basado en urios fiindarnentos que ria-
da tenían qiie ver con la experiencia y la observacih. No obstan-
te, hasta bien entrado el siglo XVíII, tales creencias condicionaron
la práctica de la medicina en toda Europa e impidieron los avan-
ces que a partir de entonces revoliicioriarían dicha ciencia hasta
darle un giro irreversible.
Según la teoría filosófica de los cuatro l-iiiniorcs (ciiyo origen
se rernontaba a las obras dc Hipócrates, Galerio y Avicena), todo
el universo y las cosas contenidas en él tenían una naturaleza
constituida por cuatro elementos: f~iego,agua, tierra y aire. Cada
uno de ellos representaba una cualidad (así, el fuego, el calor; el
agua, el frío; la tierra, lo seco; y el aire, lo húmedo). h la proporL
ci6n en que se hallaban tales cualidades en cada cosa se la derio-
minaba comn~lexión.Esta se consideraba temnl>pradu cuando los cle-
mentes qiie la formaban guardaban un equilibrio y una armonía
adecuados; en tal caso se hablaba de complexión nat~iral,lo que
hoy día identificaríamos con la normalidad. El femperanzento, por
tanto, no era sino la conlplexión natural propia de cada ser par-
ticular. De este modo, la salud consistiría en que cada ~lrioman-
tuviera su propio equilibrio. Pero ?dónde estaban en el hombre
los ciiatro elementos? Segun HipOcrates, en los llairiados hutnure.~.
Estos se concebían como urios fluidos facilinentc miscibles qiie
constituían los soportes de las cuatro cualidades elementales (ca-
lor, frío, sequedad, humedad). Tales fluidos eran la sangre, la flc-
ma o pituita, la cólera o bilis y la melancolía o atrabilis. Siguien-
do dicha lógica, las enierrriedades se creían consecuericia del
desequilibrio de algún humor, localizaclo riormalnierite en uri
órgano. Por ello, lo primero que dcbía hacer un médico al visi-
tar a un enfermo era averiguar cuál de los ciiatro humores era el
causante de la enfermedad, ya fuera por exceso del mismo, o
porque estiiviera corrupto, alterado, emponzoñado, etc. Una vez
descubierto, el remedio consistía en evacuar el hiimor de qiie se
tratara; de ahí el abuso de los purgantes, sangrías y vomitivos que
tanto criticaran muchos de los contemporáneos, entre ellos Fran-
cisco de Quevedo'"".

135
. Son muchas las obras cn las qiie Qievedo aprovCchijla ocaiión pira satiri7ar
a los médicos. aiiriqur quizás destacan especialmriite los Suurios. En el Surño drl i r $ w
no los coloca en la propia cámara de 1.ucifit; en el Sicurio dr la inuil-frafirrriaque e t r r
doslos hombres se enfrrmari del excrso de destemplaii~ade los liiiiiiores. pri-o lo que
es morir, todos niiier-eridel m6dico que los ciir-a,,,también eri latrillnr y Romanm. cn
La teoría de los cuatro humores se aplicó por igual a las en-
fermedades mentales g a las corporales. De hecho, por aquel eri-
torices la tendencia más comíln era no concebir diferencia algu-
na entre ambas. Así, uno de los capítulos del tratado dedicado a
Felipe 11 en 1597 por el doctor Blas Mvarez Miraval, L a conserva-
ción de la salud del cuerpo del atrna, aparecía resumido en la tabla
de contenidos con las sigiiieiites palabras:
4hpitulo Vi. hri el qual se trata como de la enfermedad drl
cuerpo viene a enrerriiar el alma, y coino de la enfermedad del al-
ma viene a enfermar el riierpo.~'"'
No es de extrañar, por tanto, que aun los defensores del ori-
gen fisiológico del aojamiento, entre ellos Martín de Castañega
-quien lo definía como acosa natural [...] que puede proceder
de cualquier persona mal dispuesta o de tal manera acorriplexio-
nadan-, considerasen asimismo el factor psicológico. No en va-
no dicho fraile acababa el capítulo dedicado al mal de ojo con las
siguientes palabras:
%Esverdad [...] que se puede acrecentar y encender la malicia
de la ponzoña con la malicia del corazón [...] y esto procedería de
alguna persona inaliciosa o bruja, o hechicera, que 1 ...] desean ha-
cer nial a las criaturas inorerites por servir al deinoriio, su scñor.~~"'
Las .personas maliciosas)>,por lo general, se identificaban con
aqukllas pertenecientes al sexo femenino. Los ataques contra és-
te eran variadísiinos y servían para culpar a las mujeres de cuan-
tos males pudieran imaginarse. Eran rriuy numerosos los tratados
de la época plagados de citas y opiniones en contra de las mismas.
Así, por ejemplo, según las inspiradas palabras de Gaspar Nava-
rro, canónigo de Moiltearagóri y autor de uno de los más famo-
sos alegatos contra la superstición,
*Es la rniiger- puerta del Dial->lo,carriino de maldad, rnorde-
dura de escorpion 1 ...] la muger es perdicion del hombre, terri-
pestad de una casa, impedimento de gente quieta, captiverio de
vidas, guerra voluritaria y continua, vestia voraz, leona que con sus
l~rac;osquita la vida, anirnal lleno de malicia.^"'"

La vido dd Bz~srÚrt,): en 1.0 hora d . todo,$o I x ,J u h m sln .su.oo aparcciaii curistLuites diatri-
b a coriti-a la profcsióii niédica (vbanse las ohras coniplctaa de este aiitor c n Riblio~e-
ra dr Autores Eapaiioles,vols. XXIII, XXiV y XXV, Madrid, 1946).
176
Blas RE% % ~ I K - \ v A ~IAI
, (.orzseruari01)dc /u alud 1 ¡ d ( U W ~ O y d d ahnu ..., ¡Ve-
dina drl Canipo, 1397, fol. 27.

l $8
Gaipar ~-;\\AKI<o. 7nbimal dc c u p m t ~ c ~ ok nh n a , H u ~ v a1632.
, Pedro Rlu-
5ó11, fol. 34.
cosa es la mujer?, se preguntaba asimismo Jerónimo d e
Planes y, entre otras muchas respuestas seleccionadas de autores
antiguos, afirmaba, rio rrierios poético que el carióriigo de Mon-
tearagóil:
~ L r naiiti-agio
i en la tierra [...] una eriti.rrricdar1 sin consuelo
l...]una enemiga de la amistad [...] un varoti irriprrfecio [...] la
planta mas miserable de toda5 las cusas ariirriaclas [...] uria riatu-
ralem desenfrenada, incorregible, fi~riosa,indornita y a~nar-ga.>~~'"'

La atribución del mal de ojo a las mujeres se intentó justificar


de innunierables marleras, todas ellas basadas eri la riaturaleza vi-
ciada de su sexo. Dos de los pecados capitales que se estimaban
ferneriirios por antonomasia eran la lujuria y la envidia. Según Je-
rónimo de Planes, <,trescosas eran insaciables: el infierno, la tie-
rra y la muger luxuriosa~'").Para Martín de Castañega, la Lujuria
era otro de los motivos por el que la mayoría de las brujas se ha-
llaban entre las viejas:
«E mas son de las mujeres viejas y pobres que de las iriozas y
ricas, porque como despues de viejas los tiorril>resno hacen caso
dcllas, ticncn recurso al demonio, que cumple sus apetitos, en
cspccial si cuando mozas fueron inclinadas y dadas al vicio de la

Tarribiéri la enuidiu era tenida como un vicio en esencia feme-


nino: <(Lasmugeres son mas vanas, hypocritas e imbidiosas que
los Iiornbres>>'"'.No olvidemos que dicho término (procedente
del latín inuidin, y derivado a su vez del verbo inuidew, compuesto
de in y videre) sigriiíicaba e n origen .mirar con malevolencia o
con malos ojos», con lo que venía a ser eri realidad un sirióriiirio
del aojamiento. La asociación realizada entre mirar intensamen-
te, la erividia y el mal de ojo n o era exclusiva de los tratadistas: al
contrdrio, como facilmcntc sc comprueba al leer muchos de los
procesos de brujería aragoneses, se hallaba e n la raíz de la creen-
cia popular eri dicho feribnierio. Urio de los principales motivos
de envidia se consideraba la posesión de criatiiras de corta edad.
Se creía muy peligroso, por tanto, que una mujer sospechosa de
brujería mirase a los niños pequeños, y peor todavía que alabase
sus cualidades. Segíln el testimonio de María AlOs, declarante en
el proceso contra María Calvo, de Léccra (Zaragoza), por acusa-
ción de brujería:
Q u i n z c dias ante de la pascua d r la Natividad del Señor pro-
xiine passada llego a la deposante [...] un estudiarite 1 ...] el qual
dizr dixo a la deposante que le avisaba no se liasr de Maria Calvo
[...] por quarito la tenia por br~ija,y que no tratase ni co~iiiiriica
se con ella, y qiie una hija que la dcposante tenia pequrñiia, la
qual estaba enrernia, dixo el estudiantc qiie su enferineriad era
que estaba embrujada, y luego la deposantc sospecho que dicho
estudiante le habia dicho verdad p o r . qiianto unos dias ante, es-
tando la dcposante en la yglesia d r dicho lugar, teniendo dicha su
hija en los bracos, llego a ella la dicha Maria Calvo y hizo fiestas a
su hija estando sana y buena l...] y de alli a dos dias adolecio la ni-
ña sin saber de que.>>'''
De acuerdo con la explicación ofrecida por Enrique de Villena,
.<Laspalabras daíiari eii esto mas quc el catar, porque rreii
que si alguno mira a otro que le bien parcsca o lo alaba de Ier-
moso o donoso, luego paresce dano eri 61 de ojo, syquier de faci-
riacion l...] la causa desto es que aquel qiie alaba la cosa mirada.
pues della paga, pcresce en ella. Essa hora niira mas fiiertc, firme
e atrritarrientc quc a otra toda, la Paz visiial dirigierido 1 ...] E csso
fale riias e mayor inprcsion parescida e aquel delir o loar non
añade fi~ercaeri el daño, mas significa la atencion del catar.."'
La idea de que el aojo procedía -nias quc de un pacto dia-
bólico- de la envidia, los celos o cl deseo insatisfecho era farrii-
liar en el riiurido musulmán desde muy antiguo. Ya en el propio
Corán se decía: .Me refiigio en el Señor [...] dcl mal del envidio-
so cuando envidia,>"".En opinión dcl historiador medieval Ibri
Jaldun, las alabanzas v exclamaciones de admiración podían ser
de aojarriicnto si provenían de alguien envidioso:
.Los efectos producidos por el mal de ojo [...] proceden del al-
ma del individuo envidioso [...] y se producen cuando éste ve una
calidad o un objeto cuyo aspecto le gusta. Su admiración llega a ser
tari fuerte quc hace nacer en él un sentimiento de envidia unido al
deseo de quitar esta cualidad o este objeto a aqiiel que los po~ee..'~"

Proceso contra María (:alvo. Lécei-a. 1594. ADZ. C. 93-14, fds. 17v.y 18.
Kiii-¡que L)L V i i . i . t s ~ o/).
, cit., p. 186.
Julio Co~rBs(ed.), lil í:oWn. .Siira 113., Madrid, Editora Nacional, 1984.

Citado eri Rodolfo Gir., Mrz.&, nrliiiintrriór~1: riIquririi«. Madrid. Ed. Salvat.
Dicha idea aparecía de forma muy clara en los procesos ara-
goneses por brujería. (halquier alabanza procedente de la su-
puesta bruja podía interpretarse como el origen de una enfer-
medad producida por mal de ojo. Segíh la acusación presentada
en 1609 por el fiscal del Arzobispado de Zaragoza contra María
Tolóri, .de nacion gascona,, y vecina de Peñaflor (Zaragoza), en
cierta ocasión:
(<Yendola dicha acusada de Penaflor a La Cartuja con un hijo
de kPaella Ilarriado Pedro, le dixo al niño: ¡Que boriico estas! y, to-
candole eri el hombro derecho a rriodo [te palmada, luego in-
coritirieriti tuvo tan grande mal que se haldo y estuvo tullido y en
una cama por muchos dias.,>"'

Así pues, tanto para los eruditos (médicos, teólogos o nmédi-


cos-teólogos,))como para la gran mayoría, el mal de ojo se ideri-
tificaba con uria enfermedad provocada fundanientalmente por
la envidia ajena. A pesar de las explicacioncs de tipo fisiológico
que aparecían en los tratados, en el fondo, la teoría humor-al ser-
vía para expresar mediante un lenguaje pretendidamente cierití-
fico las mismas ideas compartidas por cl corijunto de la sociedad.
Buen ejemplo de ello lo constituye una de las interpretaciones
dadas a la llamada melancolía^^, erifermedad que se suponía pro-
ducida por exceso de humor melancólico o bilis negra y que se
pensaba que podía ser ocasionada por aojarriie~ito"~. En su coro-
lario al capítulo dedicado a dicha dolencia, Jerórii~node Planes
exclaiiiaba dirigiéndose a sus lectores:
*Dios os libre deste pestifero humor, nacido de la imbidia e
ira contra la prosperidad dc los proxirrios y hermano s.^>""

En el mal de ojo (mucho más que en otras fantasías, como los


demonios o el aquelarre) concurrían ideas conipartidas por la so-
ciedad eri su conjunto. Para todos constituía un recurso imagina-
rio de gran utilidad, aunque cada estamento lo expresara en iin
lenguaje propio. Idosmédicos lo identificaban con uria enfernie-
dad atribuida al exceso de humor nielaricólico o al emponzoña-
miento de alguno de los tres hiimores restantes; los teólogos, con
la acción de los dcnionios enviados por Satanás (elos demonios

'" Proceso conti-aFrancisca Castári y María Tolón. Pcñaflor. 1609. m Z .C. 5-


10, fol. 13.
118
Vease Christine O R ~ U I T G L ~KI ;r\tIl .~ ~ ~ r Isur
w s 10 nz?lnncolie r n I,l,c+wc, nu
X V P siPrlc rowc.rf,lion, ~+rniologk,6m'tur~.Tesis doctoral iricdita presciitada eri la
Uriiversidacl de Pai-is-Sorhotine(Paris IV) eii clicicnihi-c dc 1994.
I4il
Jeróriirriu DE PLAMS, op. (ir., fol. 26'2.
huelgan con la melancolia y la dessean en los hombres))'50; dos
demonios son enemigos nuestros y pueden dariar y hechizar)>15')
y el pueblo en general, con una consecuencia derivada de la rna-
la iritencibn de alguien motivada por la envidia, o por lo que se
suponía envidia, que en la mayoría de los casos era simplemente
una forma de nombrar una relación conflictiva no resuelta.
Hasta aquí lo que se refiere a las causas, pero ¿qué decir acer-
ca de los síntomas del aojamiento? Cualquier enfermedad podía
teóricamente producirse por mal de ojo; no obstante, las mani-
festaciones más frecuentes eran, en opinión de la niayoría, la
muerte por consunción (hasta quedar uno «seco como un le-
ñon) '"' o, en general, los estados de extrema fatiga o de <.malaga-
na,,. Según uno de los testigos en el proceso incoado en 1591 con-
tra Isabel Garay, de Cosuenda (Zaragoza), un día que el
declarante volvía de llevar unos tapiales a Almonacid de la Sierra,
*se sintio de muy mala gana [...] troncado y cansado)).Una vez ya
en Cosuenda, Isabel le dijo:
.Parece que tienes mala gana, ?con quien te has topado en el
camino? [...] tu estas tomado de ojo [...] y luego, aquel mismo dia
[...] este deposante estaba en la cama enfermo.>,'"'

Según otro testigo en el mismo proceso, una mañana al des-


pertar:
<<Sesintio muy tronchado y de muy mala gana, y le dijo a la di-
cha su muger: Si otro f ~ ~ ede
r emi persona, no dudeys sino que err
ta hellaca de muger me ha hccho qualquier hechizo me a em-
broxado..'"
En realidad, tanto la muerte como los estados de agotarnien-
to venían a ser consecuencia de lo quc constituía la esencia del
aojamiento o fascinación y, en general, de cualquier embrujo: la
paralización, el bloqueo, la detención del flujo vital. Uno de los
síntomas asociados al mal de ojo era, como decían los testigos,
.estar baldado., o sea, impedido, inválido, paralítico, tullido (.tu-

lío
Mpm, ~ h z d m fol.
. 261

1.Y2
La melaricolía, según Jerónimo de Plaiirs, provocal-ia el mismo electo:
,'F,stos ati-ctoi iiiiiclaii de tal manera al hombre que [puede que] con la inelanco-
lía quede hecho un tronco, y una pura tierra, y sr rac d i sil cstadon (véare Jeró-
nimo i ) t PIANLS, op. cit., Col. 3711:).
l i?
Proceso contra Isabel Cara);. Cosuenda. 1.591. AL)%.C. 33-23, tól. 5.
vo tan grande mal que se baldo y estuvo tullido y en una cama por
muchos dias.'""). Ser víctima de mal de ojo era de alguna forma co-
mo estar muerto en vida. Por eso, el símbolo por antonomasia de
todo hechizo era la inmovilización. Esta podía expresarse de múl-
tiples formas: desde la impotencia sexual o la esterilidad hasta la
falta de leche en las madres que criaban; desde la pérdida del ape-
tito hasta la torpeza o incapacidad para utilizar las propias manos.
Eri ocasiones, como veremos en algunos procesos que citaremos
más adelante, incluso se hacía exterisible a determinados objetos la
posibilidad de ser embrujados o aojados. No sólo los seres hiima-
nos, sino todo cuanto existía, se creía de alguna manera animado
y, por tanto, susceptible de poderosos influjos a través de la magia.
La expresih más frecuente para designar la acciOn de em-
brujar cuando ésta se traducía en algún tipo de impotencia sexual
era .ligar., sirióriirrio a su vez de (catar. y de <(encortar., otros dos
términos menos utilizados qiie, al igual que el primero, servían
para expresar la idea de paralización. Erribrujar a alguien era co-
mo tenerlo sujeto o amarrado, pero sin cuerdas reales: el poder
de la imaginación y de la magia resultante de la misma bastaría y
sobraría para suplirlas. Así, como resultado de esta creencia, to-
dos los casos de impotencia niasculina y de esterilidad (supuesta-
mente femenina) se achacaban a algí~ngénero de maleficio. En
palabras del c a n h i g o Gaspar Navarro,
*Es cosa muy cierta y averiguada qiie el rrialeficio dc los liga-
dos se hazc por los hechizeros y magos [...] por el cliial maleficio
se hazen el hombrc o la muger impotentes [...] Tarribien hemos
de presuponer como cosa cierta que puede aver impotencia na-
tural [...] pero corno el Demonio es tan grande Medico y Filoso-
fo y conoce las riatiir.alezas y propicdades de las cosas naturales,
puede secretamente aplicar a la muger o al hombre, por el pacto
que tiene con el mago o hechizero, cosas riaturales l...] dc la qual
aplicaciun se siga la esterilidad en la inuger o la iitipotencia c n cl
Iiorribre. >>""
Evidentemente, el clérigo (y en general todos quienes escri-
bían sobre el terna) no se paró siquiera a reparar en la sexualidad
femenina. Lo único qiie se consideraba acerca de la misma era la
capacidad o incapacidad de las mujeres para traer hijos al miin-
do. De ahí que, al referirse a las dificultades de la vida sexual en

155
Proceso contra Francisca Castári r; María Tol611. k'cfiatlor. 1609. C. 5-10,
fol. 13.
15"(;aspar NAV.WKO. ijit>Unul dr ~ u p m f i c i ó nladina ..., fol. 57.
pareja, el canbnigo sGlo tuviera e n cuenta la impotencia sexual
masculina. Por el contrario, la esterilidad era asociada únicamen-
te con la mujer. Dada la mayor abundancia de prohlerrias rnatri-
moniales relacionados con la imposibilidad para consumar el coi-
to que con la falta dc fccurididad, se suponía que las responsables
de los digamientos. eran en su mayoría rri~ijeres,cuyo objetivo se-
ría perjudicar a los hombres. He aquí otro argumento niás que se
sumaba a los que ya coriocemos para concluir la mayor abundan-
cia de hechiceras que dc hcckiiceros:
*Y destos maleficios (que como dicho tengo) rio solo se harrn
en los hombres, sino cn las mugeres, son causa los magos y he-
chizeros por el pacto que tienen cori el Deinoriio; pero en las mu-
Seres sc llama propriarrierite malujirium .~trrilitntic,porque de tal
manera les daña que rio conciben [...] Pero estos maleficios e im-
obra el Demonio [...] en los hom-
potencias mas fi.ec~iien~errierite
hres que en las mugeres: y es porque ordinariamente ay mas he-
chizeras que hechizeros, y assi, mas quieren dañar a los honibres
que a las mugeres.»"'
Dichas palahias, si exceptuarnos las referidas al Demonio, coin-
cidían con la idea popular acerca de los llamados ligamientos. La
acusación de causar impotencia sexual -unida a otras que ya c u
noccmos, corno la de matar a criaturas o provocar mal tiempo y la
destrucción de las coseclias- era uno de los principales motivos
aducidos por jueces y testigos para corideriar a muchas mujeres
por brujería. Según la demanda present.ada en 1572 por el fiscal
del Arzobispado de Zaragoza, Pascuala García (qiie había sido acu-
sada de bruja y hechicera) era la resporisable de todos los desen-
cuentros sexuales qiie tenían y habían tenido lugar e n Herrera de
los Navarros (Zaragoza) desde hacía, al menos, diez o doce años.
Tal y como se expresaba en el séptimo artículo de dicha demanda:
<<De todo cl tiempo L.. ] qiie ha que la dichii rea y criininosa es
ta diffamada de hechizera y l~riixase t i i i r i visio en el dicho lugar de
Hcrrcra muchos horribres en ser rassados y al tiempo que han de
tcncr parte con sus rriiigrres hallarse atados, que assi le dizen por
alla vulgarrrienie, y impididos para no poder conocer carnalmente
sus rriiigeres, y algunos dellos haun lo estan, y otros han cstado ai-
giin tiempo y despues han tenido parte con dichas sus mugeres, y
se tiene por muy cierto y averiguado cn cl dicho lugar que la dicha
rea y criminosa, con siis hecliizos y hriixerias, assi lo tia c a ~ s a d o . ~ ~ ' ~ ~

147
Idpm, i h i r l ~ m fol.
. 58.
158
Pi-ocrsu cuiima Pasciiala Gai-cía. Hci-rrra dc los Namrros. 1572. A ü Z . C.
42-1 2, fol. 15v.
Las dificultades para mantener una relación sexual eran so-
bre todo frecuentes en las prirricras etapas del matrimonio, co-
mo puede deducirse de riurnerosos testimonios, entre ellos el de
Joan de Buisán, jurado del Iiigar de Fanlo (Huesca), quien en
1607 relataba ante el visitador del obispo de Bai-bastro que,
&viendo casado iina hija sup con Arito11 Ortiz, despiirs de
hecho el casamiento se fue este deposanir a \.al de Gistau al ga-
nado y quarido volvio hallo qne su hija estava darla al diablo, y el
yerno de la niesriia manera, porq11e entre ellos no pudian tener
acto carnal, qiir drcian los avian ligado, y se aborrescian tanto
qiie se querian drsesperar.~""
También, según cl deciinosexto artículo de la demanda criini-
nal presentada por el fiscal del Arzobispado de Zaragoza en 1.59 1
contra Isabel Caray, los ligamientos afectaban principalmente a
los rccién casados:
«Eri Cossucnda y en otras partes, a ciivei-sas personas cascadas,
y particiilai.rrientc a recien casados, a atado y ligado con sus he-
chizos y conjuros, hiziendo qiie los dichos de nirigiina manera pii-
dicssen entre si tener copilla ni coinunicacion hasta que a la di-
cha le a p a r e ~ i d oy pareze quiias sus hcchizos.~~""'
Para evitar dicho problerriü eran mrichos los que, ya antes de
consumar el matrimonio, coiivivíari bajo un mismo techo con el
consentimiento de sus padres y, en general, de todo el pueblo. Di-
cho comportarriicnto se mantuvo durante bastante tiempo a pc-
sar de las prohibiciones eclesiásticas. Todavía en fecha tan tardía
como 1674 -más de un siglo después de Trento-, las Constitu-
ciones Sinodales del Obispado de Barbastro incluían un capítulo
contra dos que antes de estar desposados cohabitan,,:
<<Elenemigo del tioriibrc anda tan solicito en su perdicion
que lia bastado a pei-snadir un grande erigaño en los qiir se des-
posan por. palabras de fiitliro, induciendolos a que se conozcan
carnalirierite porque no srari encortados. Yaunque en la Coristi-
tucion antecedente esta mandado que los tales rio se ajiinten, ni
vivan debajo de uri cubierto en perla dc veinticinco libras, son tan
prodigos los padres y personas interesadas y propias de los tales
desposados que, no solo n o impiden, pero consienten en sus ca-
sas en quc cohabiteri y vivan j u i ~ t o s . ~ ~ " "

17)
PI-ocesocontra Joaii Urlliac. Fado. 1607. ADB. Leg. 432, t01. 3.
16li
Proceso contra Isabel Garay. Cosiirrida. 1591. AIIZ. C. 33-23, fol. 37.
Ibl
( . ¿ i v ~ ~ l i / u ( ~i iSui m
~ zi ~ 1671, BUZ, 1).
o ~l ( ~d ~d u b ~ \ f ~ n ddullorbci~t~r~,
o 21- 120, fol. 42.
En realidad, dicha constitución, más que contra los novios, se
hallaba dirigida contra el conjunto d e la sociedad, que autoriza-
ba y apoyaba dicha práctica, pues el texto concluía diciendo:
«Y porque los que cometen el delicto, y lo consienten, dcvcn
ser castigados en la misma pena, prorrogamos la dicha pena de
las veinte y cinco libras a los padres y otras personas que en eso se
hallaren conscncientes, aplicando la tercera parte para t.1 acusa-
dor.,,?"'
La creencia e n el poder d e ciertos individuos para impedir la
uriióri sexual de otros estaba muy arraigada y se hallaba unida a
la convicci6n d e que quien podía ligar, podía a su vez tanibién
desligar, del mismo modo que, en cualquier otra enfermedad,
quien sabía curar podía ser causante d e la dolencia. En 1.571, en
Beceite (Teruel), fueron acusadas ante la justicia episcopal por
delito de brujería dos hermanas, Esperanza y Gaspara K b a . Se-
gíin uno de los testigos que declararon e n el proceso contra las
mismas,
«las dichas Guaspara Riba et Esperanca Riba son broxas, he-
cliizeras y enrortaderas (y este deposante, segun que la fama pu-
blica dellas esta en Bezeyte y en otras partes, que este deposante
la tiene por muy cierta dicha fama), segun los escandalos que ca-
da dia se siguen en el dicho luguar de Bezcyt, de personas cncor-
tadas quc no pucdcn ajuntarsc marido ni muger.»"':'
La prueba aducida para culparlas, e n palabras del misino tes-
tigo, consistía precisamente e n la capacidad atribuida a las acusa-
das para acabar con el siipiieqto maleficio:
«A oydo dezir a perssonas dignas de [fe, cuyos nombres no se
acuerda, como uno llanlado Pedro Riba, estando desposado con
Catalina Tomello, estubieron encortados de tal suerte quc cl uno
al otro no sc podian ver, y vcnicndo el dicho Pedro Riba de fuera
cl pueblo al pueblo, topo a una de las mujeres nombradas 1 ... 1 y
ansi dixo al dicho Pedro R i l m ,De que estais taii triste? Id y ju-
guad con vuestra esposada, y ami alyo la rriario la dicha rriuger y
Ir prguo un guolpe rri las espaldas, y ami se fiie el dicho I'edro
Kiba derecho a la desposada y lueguo juguaron como si nunqua
lueran encortad~s.n'~'

ll,?
Idrm, ilridrm, tols. 42-4:3.
l i>J
Proceso coritr-a Esperaii~aRiba y Gaspala Riba. Beceite. 1571. ADZ. C. 27-
1 1 , tol. Sv.
164
Idrnz, zbidrm, fol. 7.
Teniendo en cuenta qiie generalmente se imaginaba a quienes
se hallaban maleficiados o ligados corrio si estuvieran atados y su-
jetos mediante un fuerte y dificil nudo, la forma de romper el he-
chizo debería consistir segím dicha lógica en desatarlo y, ?quién
mejor para cor-isegiiirlo qiie el autor del propio n u d o ? Así, otro de
los testigos del misrrio proceso declaraba ante el juez:
<<Quea oydo dczir a mugeres casadas dignas d e ffe, cuyos
norrihres no se acuerda, que oyeron dezir p ablar cntrc Guaspara
Riba y Esperanqa Kiba que dixerorr se desniidasse el nudo que ya
dura demassiado, lo qual las dichas mugeres eritendia lo dezian
por Joan Conchello y Catalina Riba, que en aquella samn rstahari
rncortados.~~""

Pero, corrio ya adelaritábarrios anteriormente, los impedimen-


tos dc caracter sexual no eran los únicos síntomas asociados a los
maleficios. También era muy frecuente la acusación de <(atarla le-
che.Ihh, que consistía en atribuir los problemas de las madres rc-
lacionados con la lactaricia de sus hijos a las malas intenciones de
la serialada como bruja. Tal género de maleficio se encontraba in-
dildablemente relacionado con el a l a l de ojo., lo que se corri-
prueba al leer los artículos séptimo y octavo de la demanda fiscal
forrriulada contra Catalina García en 1591. En ellos aparecían re-
sumidas y ampliadas dos de las principales acusaciones qiie la
identificaban como bruja
«VII. Iterri diie el dicho procurador fiscal que e n cl dicho lu-
gar d e Peñarroya es la voz corriun y hrria publica, y en los conve-
zinos d e dicho lugai; que la dicha Nadalrnava, rea y crirriinossa es
bruxa, la qual tiene pacto tacito o expresso ron el demonio, siri el
qual ella n o podria hazer tantos daños y males como a echo y ha-
ze de cada dia, tomando d e ojo a muchas personas assi grandes
como peqiieiias, d e la qiial oxeriza ari muerto y mueren muchos
secandosse p asi es verdad.
VIII. Itern dize el dicho prociii-ador fiscal que la dicha Nadal-
mava, rea y criminossa, usando como usa el ofíicio de bruxa, a hr-
cho y cometido graves delictos en dicho lugar y en otras partes,
matando hombres, mugcrcs y niños y ganados, y haciendo que no
puedari tomar el pecho las criaturas a sus m a d r ~ s . ~ ~ ' ~ '

1¡¡E>
PI-ocesopur Ixujería corirra Bárbara Blaric. Peñarroya de Tastavins. 1591.
ADZ. C. 31-34, fol. 16.
167
Proceso contra Catalina García. Peñarnuya de z~staviris.1591.ADZ. C. 18-
17. fol. 3. Véase la trariscripción completa dc dicho prorcso cri María T A L SILI, I"~I
proceso de Ú I ~ ~ I Tabierto
; ~ etl 1.591 pur el Arzohi,@ rlr %(~rc~guzct
(contra Catahna Garria,
uerinu dr PePenarrqnj, Zaragoza, Iristitiicih *Frrnaitdo cl (:atólico., 1988.
L I B R O

DEL PARTO
HVMANO,
E N EL QVAL SE CONTIENEN
remedios muy vtiles y vfualespara el parto dificd
tolo de las tnugeres,con otros muchos fccretos
P ello pertenecientes,~a las cnfermeda-
des delos niiiosa

EN M A D R I D .
-

En !a Im renta Rea1,por Tomas Iunti ,ImpreiTor


P
d% R.N.S. Ano de M.DC.XXI.
A C 0 S T A Dc luan Antonio Tduuno.

La idea del mal d r c,jo sc hallaba extendida no sído entre las clases popu-
lares, sino también rritre las elites. Así, no era raro q u e ciertos i~atitdosde
obstetricia y medicina iiifantil, corno este I,ibro d a l f ~ c ~ rhumano
to (Madrid,
162l), clasificaran el aojamiento como una enferinetlad más a la que sc
hallaban expiiestas las criatur-ASdesde su riacirnicnto.
Según el testimonio de uno de los declaranles en el proceso
de Beceite ya citado anteriormente, la retirada de la leche podía
estar estrecharrierite vinculada en ocasiones con los malestares y
riñas entre la tjmilia de la víctima y la supuesta bruja:
<<Elpresente deposante sabe qiie uno llamado Joan Rcal, tu-
bicndo enojos con la Esperanca Kiba, Iiiegrio adolrcio una ninya
que tcnia el dicho J o a n Real, y lueguo no quiso tetar; y pensando
el dicho Joari Real quc tcnia rinyas con la dicha Esperanca Kiba
por la tarna que tenia, lueguo penco que la dicha Esperanca
Riba havia ericoriado a la riiriya que no tctassc y anssi el dicho,Jo-
an Real fue a la dicha Esperarip Riba y le dixo: Pcr lo cap de tal,
mala dona, tu mas llebat la llei a tiiil tilla, y o te juro que si clla
mucrc, que yo te natar re.)>'^'
Las preocupaciones en torno al tema de la lactancia materna,
como las que giraban alrededor de los problemas de irripotericia
o esterilidad, se debían al gran protagoriisrrio que la fertilidad te-
nía todavía en las sociedades de la Edad Moderna. No hay qiie ol-
vidar que para la rriayoria de las especies de mamíferos, la inca-
pacidad o el fracaso durante el período de lactancia significa
incapacidad o fracaso de la reproducciGri. A pesar de la posibili-
dad que tiene la especie humana de conseguir siicedáneos de la
lactancia materna, la importancia concedida a esta última era vi-
tal cn la época a la que nos referimos. Ahora bien, como recorio-
cen la mayoría de los expertos actuales,
«Factores psicológicos y sociales pueden influir en las actitu-
des de la madre fi-ente a la lactancia, dificultándola. La instau-
ración precoz tlr i i r i siiplerrit-nto en la alimcntación del recién
nacido, la ansiedad y el irrrior de la riiadre de no poder lactar,
conducen a vaciados defectuosos y disrriiriiicióri de la secreción
Iáctca, con lo que se aumenta la cantidad de supleniento, y se en-
tra en uri círculo vicioso quc termina con la inhibición de la lac-
tancia [...] 1.a influencia del psiquismo materno en la lactancia es
evidente, y qiieda explicada por la regulación de la secreción de
prolactina y oxitocina por el sistema nervioso ccntra1.s"'"
Ningún ejemplo mejor para confirmar lo dicho que uno de
los testimonios extraídos del proceso iricoado cn 1.591 contra Rár-
bara Blanc, de Peñarroya de Tastavins (Teruel):
«El dia antcs dc la noche que murio el riilio tlr Isatwl Alviol,
dicha Isabel Alviol riño cn el pueblo con las hijas de iriosseri

Pmceso contra t'.spcranray G a p m Riixi.Beceite. 1571. ADZ. C. 27-1 1, fol. 3.


'" G G O NEZ-MERLO
Z~I y J. R. DEI. SOL, Obst~tñnn,K ~ I - c c ~ o i~i ca ,iSaivat,
. 1988,
p. 276.
Valls, y se trataron muy mal de palabras, con mucho enojo y c e
lera, de tal suerte que dicha Isabel Aiviol se p i s o riiuy ayrada y
colerica, cit. l o qiial se pudo siguir despucs de dichas riñas y en*
jos haver dado la leche ayrada y enojada a dicho niño, y ami,
averlo muerto con dicha leche, como suele y acostumbra acon-
tescer muchas v e z ~ s . » ' ~ "
Hay que tener en cuenta que dicho testimonio procedía del
bando contrario al que había presentado la denuncia contra Bár-
bara por bruja. Con bastante frecuencia ocurría qiie las palabras
provenientes de la defensa proporcionaban una explicacih na-
tural a las acusaciones de brujería. Ello no significa qiie las ideas
acerca del maleficio no se liallaran extendidas entre una buena
parte de la población, dispuestas para materializarse en el mo-
mento en qiie se quería atacar a alguien y hacerle culpable de las
desgracias más diversas. Entre dichas ideas estaba la que asociaba
la pérdida de apetito con algún género de maleficio. Al igual que
las criaturas que no podían tetar, los adultos que no podían comer
habrían sido hechizados o, como se decía en el proceso contra
Catalina Garcia, de Peñarroya de Tastavins, «ligados del comer. 8

((<estabaligada del comer, que no podia comer,>'í').De acuerdo


con el relato dc uno de los declarantes en el proceso contra Bár-
bara Blanc,
«Estando un hornhre del dicho pueblo de Peñarroya siri ca-
lent~irani otra enfermedad, no podia comer, y se tuvo sospecha
en el pueblo que la dicha Barbara Rlanc le avia atado el comer..'''
Cualquier síntoma de inmovilización era susceptible de ser in-
terpretado corno consecuencia de un posible maleficio. Hasta la
incapacidad para usar las manos podía llegar a considerarse una
prueba de haber sido hechizado o encortado. ( h m o declaraba en
1571 .el honrrado Guilleni Pallares [...] habitante en Bezeyten:
«Un dia por ciertas riuehas, este deposante rinyo con Na
Guaspara Riba y que, de alli a pocos dias, este deposante estando
bueno de cuerpo, pies y manos, virio que de las manos no podia
faier riada, y como dicha muger tcnia mala Farria que era hechi-
zera y encortadera, que por tanto tenia sospecha que dicha inu-

1x1
Prorrso contra Bárbara Blaric. Peiiarroya de Tastavins. 1.791.ADZ. C. 31-
34. fol. 18.
171
Proceso contra Caraliria Garcia. Peiiarroya de Tatavilis. 1591.A ü Z . C. 18-
17, fol. 68.
Ii-
Proceso contra Bárbara Blanc. Peíiarroya dc 'lasravins. 1.391. ADZ. C. 31-
34, fol. 27.
ger lo havia ericortado y que le duro a este deposante nias d e qua-
tro años.»17"
Conservamos incluso un testirnonio de la atribución de en-
cortamiento a una cuba que «no queria dar vino.. Cada veL que
algo no brotaba de la forma debida y deseada (senien, leche, vi-
no), una gran parte de la población suponía la intervención ven-
gativa de alguna mujer afamada de bruja:
<<Estedeposante, hablando un dia con [su] ciinjndo, le dixo
como era estado al lugiiar de Rezeyt, y que era ido a casa de uno
llamado Miguel Real, y que le conbido a bever. Y ansi el dicho Mi-
guel Real mando subiesen vino de la cuba, y quando fueron a la
cuba y la destaponaron, la cuba no qiieria dar vino. El dicho Mi-
guel Real, recordandose que al tiempo que conbido a bever al di-
cho cunyado, la dicha Naguaspara Riba estaba delante y no la ha-
bia conbidado a hever, rccordo que su fama era encortadera y,
timiendo no le hubiese ericortado la cuba. determino de llamar-
la y conbidarla a bever, y a114 Lomo la llamo y la conbido a bevrr,
lueguo de la cuba sallio vino.uií'
<Acasoconstituía uri remedio contra el aojamiento y los malefi-
cios en general contentar a quien se presuniía causante de los mis
mos? El ejemplo de la cuba de vino nos muestra cómo en muchos
casos la solución a ciertos estados de parálisis que se creían produ-
cidos por ojeriza o mial de ojo. consistía simplemente en el resta-
blecimiento de las buenas relaciones con la persona sospechosa de
haber provocado el mal. Dicho remedio -el más racional y efecti-
vo de entre todos los que se recomendaban para invalidar los ma-
leficios- tanibih era el más utilizado por quienes se hallaban con-
vencidos de estar maleficiados. En 1604, a una mujer habitante de
La Fresneda (Teruel), sus vecinas le aconsejaron que para librarse
de un posible hechizo trabara amistad con la acusada de bruja:
.Viniendo del horno una muger paso por delante de la Gila y
la dicha Gila le pidio un roscon y la mujer no se lo quiso dar, y
que al otro dia la dicha mujer estubo enferma y se bolvia amari-
lla, y que algunas vezinas le dezian: -&&le teneis? -No se que
me tengo, la Gila me pidio un roscon el otro dia y n o se lo quise
dar; no se si me a hecho algun dafio. Y dichas vezinas la respon-
dieron: -Pues entended que ella lo a hecho con maldad y tomad
amistad con ella, que ella os curara.*'"

173
Proccso contra Esperariza y Gaspara Riba. Rcciiti. 1571.ADZ. C. 27-31, fol. 10.
174
I d m , ihidem, fol. 1%.
175
Proceso contra .4gata Oliber, *La Gila.. La Fresnida. 1604. ADZ. C. 32-2,
fol. 5v.
Eran niuchos asimismo quienes, para curar alguna enferme-
dad que se creía producida por <.mal d e ojo),, acudían e n busca
de alivio al supuesto causante de la dolencia"". No obstante, en lo
que respecta a la actuaci6n contra los maleficios, la opinión de los
representantes d e la Iglesia difería notablcmcrite d e la coniparti-
da por la mayoría del pueblo. Gaspar Navarro, e n su Iii'óunal de
sztfilíi~ntiriónlndinm, coricretarrierile e n el capítulo titulado .De las
maleficios d e los Magos y Hechizcros, que h a ~ e i contra i la salud
d e los hombres, y aojamientos, y otras cosas supersticiosas, y ina-
las, con rerriedios conlra ello., sólo admitía como remedios lici-
tos aquellos en los que intervenía la Iglesia directamente. Segíln
sus propias palabras:
* N o es licito quitar un maleficio con otro maleficio 1 ...] y assi,
en iiingun trabajo de enfermedad, ninguno llarrie a los hechize-
ros para que con otros hechizos deshagan el liecliim, por que si
lo hazcn, les pronostico rririla muerte, y para curarse guarden la
rcgla cristiana.>."'
Ante una maldición semejante (que irievitablerriente nos trae
a la memoria los maleficios atribuidos a la brujería) s6lo quedaba
la posibilidad de «Ilarriar al sabio medito)> y a p l i c a r medicinas))
que obrasen .contra aquellas que aplica el D e n l o ~ i i o > ~Ahora
"~.
bien, segun el clérigo, toda medicina destinada a sanar eriferme-
dades causadas por maleficio debía antes bendecirse y mezclarse
con agua bendita. Para cllo, había que solicitar la ajwda de algu-
nos sacerdotes que, además de recitar las bendiciones adecuadas
para cada ocasión, estuvieran dispuestos a celebrar cicr-las misas a
modo d e conjuros. Eri palabras del canónigo:
.Los sacerdotcs [...] digan algimas iriissas, como son de IaVin-
cula dc San Pedro, de San Ratael, de San Antonio de Padua, y
otras, conforrrie a la devoc-ion de cada uno. Para contra cl aborto
y dificultad eri partos, es bueno dezir [...] la Missa dc la Vigilia
[...I Para contra el maleficio del odio, la Misa dcl Espiritu Santo
1 ...] Para conira el maleficio de la leche, la Missa de Sarita Agiie-
tla [...] y no acudan a los Hechizeros, porque como tengo dicho
en otras partes [...] inoriran mala muerte e yrari corideriados a los
Infiernos para ~ i e m p r c . ~ ~ ' ~ ! '

l ?ti
Como hasta h a c r bien poco decían eri El Pago (Salarriaiica): .Bruja, tí)
que me lo erribrutjaste, tí1 rric lo deseiuhri~jarás~ (vCasr J'ian Francisco BIAYCO.
\ la ?nagm, Salaniarica, Ed. Ainbito, 199% p. 1%).
Rncjt-rin y o t m oficios p p u / o r ~ (IP
177
Gaspar N.G'ARRO,Tribunal dr s t ~ p ~ r s t i r i olodinn,
n Huesca, 1632, fols. 70-71.
IiP
ldr»z, ihidrm. fol. (56.
154
Mrm, ibidrirt, fols. 6 6 4 7 .
Como veíamos en páginas anteriores, la ciencia de aquella
época admitía que la melancolía (exceso de bilis negra) podía
ser producida por aojamiento. Para Gaspar Navarro, ello expli-
caba que los medicamentos que se aplicaban contra dicha enfer-
medad tuvieran asimisnio virtud para actuar contra deterrnina-
dos maleficios. No obstante, como el poder para aojar provenía
del Demonio, las bendiciones de la Iglesia no debían faltar en
ningún caso:
=Hemos d e advertir como cosa cierta que los dt.rrionios, co-
mo tienen p o ~si1- pecado suma tristeza, sirrripre estan cn pena y
llevan corisigo sil infierno; no habitan ni gustan [...] sino en par-
ies donde ay tristeza y inelancolia [... ] Bien podran las medici-
nas l...] que tienen virtiid riatural contra los tales huniorrs rrie-
lancolicos expeler al Ikrrionio [...] Puede el Mrdico aplicar
medicinas n a i i ~ a l e scontra aquel humor [...] las quales mcdici-
nas se han d e beridizir, y mezclarlas con agua bendita antes de
aplicarlas o tomarlas.='"'
Además de la relacióri mantenida con los propios hechice-
ros (ya fuera para complacerlos o para solicitar sus servicios te-
rapéuticos), de los auxilios de la medicina y de los consuelos
que ofrecía la religión oficial, existían otros remedios popula-
res contra el maleficio. En las criaturas de corta edad, sobre to-
do durante los doce prinieros rriescs de vida, se colocaban a rrie-
nudo diversos a~riulctosde protección con carácter preventivo.
Estaba muy extendida la creencia de qiie los niños pequeños
eran, más que nadie, vulnerables al mal de ojo <.porabertura de
sus poros e iervor e calidcz de su sangre abondosa, dispuesta a
rrescebir la irnpresion>>'".Dicha idea (que no suponía sino una
expresión más del recurso a lo imaginario, en esta ocasión des-
tinada a justificar las altísimas tasas de mortalidad infantil) ha-
cía que se llevara a bautizar a los recién nacidos lo rriás rápida-
mente posible ); qiie hasta ese momento no se sacaran f~lerade
la casa familiar, puesto que se consideraba inuy peligroso exhi-
birlos p~blicamente"~.

'"?d~pm, i t i d ~ mtols.
, 67\48
'" Enrique nE VII.L.EX.A, p. 18.5.
op. d.,
'"' Dicha costumhrc sr h a mantenido en muchos piirhloi de la Periírisula
hasta hace muy poco tiempo. Véanse Rafarl AW\II)OL.L CAVELA, El nawr P I I .4rng&c,
Zaragoza, Ed. Mira, 1992, y José María S A T K L W L G I <~hlrdiciiia
II, popular y
primcra iiifancian, Curcdwnos d~ I<tnologz¿zy E t n o p j k clr l\r(~varm, 30 ( 1 9%) ,
pp. 381-398.
Ya fuera para colocarlos en el llamado «traje de cristianar))'""
de las criaturas que iban a bautizarse, en los niños un poco más
crecidos o en los propios adultos, los amulctos utilizados contra
los maleficios podían ser de carácter tanto religioso como profa-
no. Entre los primeros hay que destacar el evangelio de San Juan.
Martín de Castañega recomendaba su uso cuando, al dirigirse a
40s maleficiados o hechizados)),insistía en,
< Q u ea solo Dios recorran [...] y reciban el Santisimo Sacra-
rrieriio iriuchas veces [...] y en fin d e la misa [...] leanles el Evari-
grlio d e San Juan: In principio rrnt verbum [... 1 Podrari rrarr al-
gunas reliquias verdaderas colgadas al cuello, con el evangelio
d e In principio, sin otras cosas sospectiosas [...] y trayan siempre
consigo alguna cruz, que es la cosa d e la que mas huyen los de-
monio~.~~'~~

Debido a la enorme importancia concedida en las sociedades


tradicionales a la palabra escrita, y más aíln a la impresa, era ha-
bitual llevar -colgadas al cuello o cosidas a la ropa- unas bolsi-
tas de tela donde se guardaban dobladas algunas hojas que con-
tenían determinados textos. No s6lo era popular el comienzo del
Evangelio de San Juan, sino también la regla de San Benito, pues
se consideraba especialrrierite eficaz contra el mal de ojo. Además
de cruces, medallas, rosarios, escapularios y todo género de imá-
genes devotas, era asimismo muy fiecuentc llcvar lo que se corio-
cía como agrzusdh (.cordero de Dios>>, en latín), un objeto con-
sistente en una lamina gruesa de cera con la imagen del cordero
o de algún santo, que se suponía quc había sido bendecida por el
Papa. Segun Francisca Catalán, testigo en el proceso incoado en
1572 por la justicia episcopal contra Pascuala García, de Herrera
de los Navarros (Zaragoza),
«las que son curiosas y bucnas cristianas porieri a sus criaturas
en las faxas un agnus dci y otras cosas b ~ ~ e r i a s . ~ ~ ' ~ '

En cuanto a los arriuletos profanos, los había de origen mine-


ral, animal y vegetal. Posiblemente, el más extendido era la Ila-
riiada higa, un objeto -normalmente de plata, coral o azaba-
che- que reproducía una mano cerrada con el dedo pulgar

IHS
Vease Concepción Al ! ~ ( . O NKOMÁN, (:ntnl~god~ nmuletos drl Musro del PUP
Madrid, Ed. hliriisterio de Cultiira. Dirección Geiicl-al rir Krllas Artes
610 iC~f~ofiol.
y Arcliivos. 1987.
'" hmhi irnos..., pp. 127-128.
Martín 1)E C;;\STA<EL.~. i'r(~tcldodt' km ~npt'tsticion~~y
l ti:,
Proceso contra Pasciiala <>arría.Herrera de los Navarros. 1572. ADZ. C.
42-12, fol. 7v.
sobresaliendo entre el índice y el corazón. Los amuletos eri forma
de higa en realidad no hacían sino copiar uri gcsto habitual que
se utilizaba contra el aojmiierito o tambikn, a veces, para insultar:
lo que se deriorriinaba «hacer la higa,). Segun la confesión de uno
dc los testigos en el proceso incoado coritra María Vizcarrcta de
@la por brujería, dicho gesto había contribuido a intensificar
un enfrentamienlo eritre él y la acusada:
*Miguel Miravete Infancon, Ciudadano de Zaragoca y Iiisiicia
de (hlaco~ao:aviendose venido a vivir aquella, avra quatro años a
Calatorao, y avierido entendido la avian desterrado por Bruja, le
dixo tenia orden d r los senores Canonigos del Pilar de no admi-
tirla, y le respondio con colera y eric!jo, y el deposantc lc hazia una
higa, y la acusada le ainenaco.,,'""
Ya fuera debido a la semejawa con la ya fuera por su
asociación con la forma de un higo''" la confiariza en el poder de
dicho ademán contra todo tipo de acciones nocivas era grandisi-
ma en la época que nos ocupa llegando, en determinadas coiiiar-
'
cas, de gerieracih en generación, hasta nuestros días.
El amuleto de origen animal más utilizado eran las patas, es-
pecialmente la del tejón, también coriocida como «pezilíla de la
gran bestia.'"'. Asirriisrrio, se creían dotados de propiedades rriá-
gicas los cuernos, las cabezas y los dientes de algunas especies. Por
último, entre los amiiletos de origen vegetal hay que destacar el

186
Proceao coritra María Vizcarreta. Epila. 1651. tol. 2.
IR5
En palabras d r lsinacl dcl Paii. la higa. a ~ i gesto
i usado, de aritiguo por
griegos y romanos para reclia~arla acción nefasta que la mirada maléfica de cier-
tas personas podía tener [...] consistía en rir~ltrali~ar el avieso mirar del agresor
presentándole, en1bleiiiiiticarrie11~~, coi1 aderriári hostil, la representación dc las
partes pudeiidas de imo y otro sexo, imitarlas [...] con la posiciGri de los dedos. La
higa es, rii tal seriticlo. la plaairiació~idel gesto obsceno y licericioso, o?toi-ma de
talisiiiári, que contrarresta el aojo,, (vCasr a1.a iupei-stición de1 apjo plasriiada en
una manecilla dc azabaclirn, e11Atlrts i; 12lrmuna~dr la Soci~dad16sj'~alioIarl<. .Antro/m
logkz, Ehqq(t/k J Prehistona, 25 ( l950), pp. 1-4.
'" Segísn (:armen Bai-oja de Caro. higuera, eiitre los piseblos clásicos,
tiie árbol aagi-ado a1 que se atribuía sexo, roniidrrando coino iiiaclio a la silvestre,
y hembra a la cislrivacla. La hoja c k higuera tierie forma parecida a la mano cxteii-
dida. De aquí pudo surgir una positiva 1-clacióti.Pei-o también rri la aiitigüedad era
corriente haccr iin gesto iiijiiriow o de desprecio que tuvo por ohjcro primitiva-
mente ejercer una acción nociva a distancia sohrc I I I ~5er viviente. Y a este gesto se
le llama en Espaiia hacer la higa; coiisiate eri cerrar la mano, pasar el drdo pulgar
por entre el í~idicey el del medio. Acaso, la dispoiicióii de la mano así colocada re-
cordara la forma del higon (véase Caldogo (ir la colrcncin de amul~to.\..., p. 15).
IU9
Véase h g e l GAKIL;\<:RLY,
Brujmlo r inquisitió,~P I L r l Alio Arqgbn r n la pw-
mera mitad d ~ @o
l XV11, Zaragoza, Diputacióri General de ziragóri. 1991.
ajo, cuyo efecto protector contra las fiierzas malignas se hallaba
reconocido desde muy antiguo e n todo el contexto cultural de
Occidente. En Aragón era costumbre poner a los niños ((gargan-
tillas de granos d e axosm, como consta e n el proceso contra María
Navarro incoado por el obispo de illbarracin e n 1615. Segíin el
testimonio del licenciado Gaspar Sierra y Arcas, médico jr.juez se-
gundo de dicha localidad, en cierta ocasiOn,
«e traxerori im niño enfermo de Francisco Perez dc las Eras.
rriferirio cori iei-ciaiias dobles, y que dicho niño llevaba al rue-
110 irria rastra con siete ajos grandes y pcqucños [,.. 1 y este tes-
tigo se los quito y dio a moscn Benito dichos los sirtr ajos en
rastra..""'
No podemos poner fin a lo afirmado hasta el momento acer-
ca d e los remedios contra el mal d e ojo sin hacer mención a otra
de las a m n e r a s contra el daño dcl aojarriieritop, a las cuales se re-
fería Enrique de Villena e n su famoso ii-actado de d ojo o $era&
nczcion. Según dicho autor, además de la prevención y de los siste-
mas para ciirar las criferniedades producidas por aojamiento, era
iniprescindible Mcognoscer el daño recibido, quarito es duda si es
faciriaciorin"", es decir, que todo tratamiento debía ir precedido
de un diagnOstico acertcido, lo que a veces se identificaba con la
propia curación.
En la España d e los siglos XVI y XVII era creencia muy ex-
tendida que determinados individuos poseían especiales facul-
tades para distinguir el mal de ojo d e otras dolencias. Supues-
tamente dotados d e u n a virtud natural q u e les hacía superiores
al resto d e los mortales, se pensaba asimismo q u e eran capaces
d e reconocer cuándo alguien era briljo y cuándo no. Coriside-
rados supersticiosos por L I I ~ O S cercanos
, a la santidad por otros,
los llamaclos saliidadores o <(conocedoresd e bru-jas>)abundaron
e n A r a g h i e n los siglos que estudiamos. Como tendremos oca-
sión d e comprobar e n las páginas q u e siguen, su figura, opues-
ta e n casi todo al arquetipo d e la bruja maléfica, constituía un
recurso necesario para contrarrestar tantos males d e origen
desconocido e n u n miinclo d e sombras y luces vivamente con-
trastadas.

l llli
Proccso coriti-a María Navarro. Albarracíri. 1615. ADA. L i g a r ~ a2" n"8,
fols. 7-8.
1~11
Enriqiic or Vil FN.\, o/)). (21.. p. 186.
LA VIRTUD DE LOS SALUDADORES

M igual que se creía eri el poder iririato de las br~rjaspara d a


ñar a sus semejantes con la sola intención, del mismo modo se
pensaba qiie existían otros seres benéficos capaces de anular los
efectos maléficos causados por aquéllas y, por tanto, de sariar o sa-
ludar sin otro auxilio que su propia capacidad personal'!':'. L ü vir-
tud de los saludadores aparecía definida esencialmente por con-
traposición a la maldad o ponzoña de las brpjas, lo que fácilmente
se aprecia al repasar los priricipales rasgos con que aparecían ca-
racterizados. En primer lugar, y por obvio que pidiera parecer, los
saludadores debían ser hombres. Sii masculinidad no era una cua-
lidad en modo alguno casual; es más, se acentuaba como algo irn-
presciridible desde el rriorrierito cri que sólo se consideraban ver-
daderos sali~dadoresaquellos qiie coincidían con el séptimo hiJo
de un matrimonio qiie hubiese procreado únicamente varones.
Aunque en teoría podían curar las más diversas dolencias, se los
creía especialmente dotados contra el mal de la rabia, una enfer-
medad contagiosa que ataca a algunos ariirriales, sobre todo a los pe-
rros, cuya mordediira debe evitarse por sei- la principal transmisora
del virus. Si bien es cierto que la l~idrofobia'"~era particularmente
temida en la época a la que nos referirnos, tarribikri es verdad que la
rabia se asociaba en general con los peores padecimientos, h e r a
cual fuese su origen. Todavía hoy en día, <<rabiarde dolor. sigue

19'2
Caspar N.~UIIRO. Trihunccl dr ~ U , ~ P T ~ ~ Z ( .l(~din(i,
IUV IIiiesca, Pedro Blusóri.
1632, fols. X8v y Y lv.
191
Saludar eri los siglos XW y XWI poseía tambibri el significado de dar salud.
"' Dicho nornbrr proviciic dc iiiio rlc sus iná5 conocidos riiitonias, la diG-
cultad para tr-agai; lo cual ya desde aiitigiio se iiiterpret6 como <<horror
al agita,,.
siendo sinónimo de un sufrirriiento muy intenso. Así pues, en la
imaginación popular, los saludadores eran quiene~se hallaban ca-
pacitados para curar los dolores más extremos. Como bien sabemos,
éstos se atribuían con frecuencia a algún género de rrialeficio. Se-
gún el testimonio de una mujer de Peñaflor (Zaragoza), Petronila,
una niña de siete años, había muerto (o-abiando. a causa de los ma-
leficios de su propia madre, Maria Tolón, quien fue acusada de bru-
ja y.juzgada por la justicia episcopal eri 1609:
«A las ocho de la mañana poco mas o mcnos, habiendo veni-
do la hija de la dicha Maria Tolon llamada Petronilla [...] muy
hermossa y con mucho coriierito a cassa de la deposante a labrar
con otras nirias [...] vio a la dicha l'etronilla le dio de repente
unos grandes vomitos y grande mal que le h r z o a esta deposante
a hecharla en su cama [...] y dentro de inedia ora le dio tan gran-
de mal que, vio esta deposante, miirio rabiando y con inuy gran-
des terriblores y visages de ojos y cara.,>'!'í
En aquella ocasión ya no hubo tiempo para buscar remedio,
pero sí en otras descritas en el mismo proceso y atribuidas asi-
mismo a los embrujos de María Tolón. En Aragóri, uno de los sín-
tomas de maleficio era lo que se conocía como *ladrar.. Dicha
manifestación acaso consistiera en emitir gritos y bufidos de do-
lor, como los que caracterizaban a los rabiosos o a quienes pade-
cían alguna enfermedad aguda. Cuando esto ocurría tambien
eran solicitados los saludadores, aunque no se tratara específica-
mente de curar la rabia. Segíin el noveno artículo de la acusación
presentada por el fiscal del Arzobispado de Zaragoza:
«Dicha Maria Tolori, rriala rrialis acuniiilando [...] embri~joun
niiio [...] de tal manera qur vino a ladrar corno si verdaderarneri-
te fuera un perro, y estando assi embrujado, y llevando al dicho
lugar saludadores para sanar al dicho muchacho, publicamente
se dixo que estava embruxado por dicha Maria Tolon.>>""
La f~~ricióri de los saludadores no consistía tan sólo cn sanar,
como podría hacerlo cualquier medito. Mayor relevancia social
poseía su papel como reconocedores públicos de maleficios. Esta
era la característica que a menudo se resaltaba en miichos relatos
como el que sigue, en donde ni siquiera aparecía mencionada la
acción curativa, pero no podía faltar la divulgación del diagnósti-
co para que fuera conocido por todos:

isin
Proceso contra Francisca Castán y María Tolót~.Peñafior. 1609. A ü Z . C. 5-
1O? tól. l(i4r.
'""hdm. fol. 17.
«Un hijo d r Maella l...
1 tiiw tan grande mal que se baldo y es-
tuvo tullido v en una cama uor rriiichos dias. hasta aue fue saluda-
do dicho Ilaniado Pedro por los salirdadores de Carago~a,los qua-
les publicaron el dicho llamado Pedro estar ligxio y hechicado.,>'"'
Tan grande era la fama d e los saludadores como individuos
con facultad para distinguir los maleficios del resto de las enfer-
medades comunes, que n o es de extrañar que también se los cre-
yera capaces de reconocer cuando alguien era brujo y ciiánclo no.
Pero, pese a las teorías d e quienes, como Gaspar Navarro, se refe-
rían en sus escritos sobre el tema tanto a brujos como a brujas, la
elección siempre recaía e n las mujeres. Así pues, los vulgarmente
denominados c conocedores de brujas. n o sólo se oponían, como
venimos examinando, a estas últimas, sino que además eran los eri-
cargados d e decidir quiénes debían ser juzgadas como talcs.
La tarea de los saliidadores como .conocedores de brujas,>,
además de carismática, se consideraba un oficio necesario para el
buen fiinciorianiiento d e la sociedad. De ahí que n o sólo los par-
ticulares, sino iricluso también determinadas instituciories con-
trataran sus servicios, desde los Ayuntarriieritos hasta la propia In-
quisición. Una d e las acusaciones más tieciientes encaminada a
demostrar que alguna mujer era bruja era la que consistía e n ex-
plicar cómo, coincidiendo con la llegada d e u11 saludador a ima
población, la supuesta criminal había huido d e su presencia por
miedo a ser reconocida. Según el relato del fiscal del Arzobispa-
do de Zaragoza que formaba parte de u n a de las preguntas del in-
terrogatorio dirigido a Bárbara Blaric:
({Estandoun hombre del dicho pueblo sin calentura ni otra
enfermedad [...] se tuvo sospecha en el pueblo que la dicha Bar-
hara Blanc le havia atado [...] ): traxeron un hombre de fuera, el
qual era farria conozia brujas, y en el tiempo que aquel hombre
estuvo en Peñarroya, esta respondiente no parezia n i rritrava en
la casa donde estava el enfermo, teniendo de costumbre rntrar en
la dicha casa.*lqH
Según el testimonio acusatorio de Martíri Guillén, declarante
en el proceso contra Pascuala García, d e Herrera de los Navarros
(Zaragoza):
.Viniendo a visitar la tierra los señores inquisidores, como se
publico en Herrera que los inquisidores traian consigo irri bruxo

197
ILriclrm, fol. 13.
198
Prorrso contra Bárbara Blaric. Peñarroya de Taítaviris. 1591. ADZ. C. 31-
34, fol. 24.
para conocer las bruxas, la dicha Priscuala se fue del lugar de He-
rrera al lugar de Azuara, donde esi ubo hasta que los iriqiiisidores
se fiierori dc por esta tierra.^^"'!'
El poder sobreliumano atribuido a los saludadores, ademk de
servir para curar enfermedades y saber identificar a las supuestas
cailsantes de las niismas, les confería asimismo otras facultades ex-
traordinarias. Al decir de la mayoría, tales iridividuos cran capaces
de apartar tetnpcstíides, contener la acción del f~iego,ahuyentar la
langosta e incluso *trarisformar unos en otros los seres y las cosas»,
a la manera de los magos sabios de la tradición pagana""'. A los
ojos de los conteniporáneos, incendios, tempestades y plagas c e
rrio la de las temibles langostas formaban un tríptico eri cl que se
liallaban encarnadas algunas de las desgracias colectivas más re-
presentativas del momento: las mismas que, a su vez, solían acha-
carse dc ordinario al podcr maléfico de las brujas.
En una época en la que los incendios eran irecuentes y daban
origen a muy diversas caianiidades, la supuesta inmunidad de los sa-
ludadores contra la a c c i h abrasadora del fuego venia a ser un sim-
bolo más de sii enorme poder. Segiri el maestro Pedro Ciruelo,
~Algiiriossaliidadores toman un carbon o hierro encendido
rri la mano v lo tienen Dar un rato. Otros sc lavan kas manos en
agua o 'azeyte hirviendo. Otros miden a pies dcscalcos tina barra
de hierro ardientlo y andan sobre ella. Otros rritran en i ~ r horno
i
encendido y f ~ e r t e . ~ ~ ~ " '
Dicho poder se manifestaba asimismo en relación con las teni-
pestades, tan peligrosas por cuanto podían suponer la pérdida de
una buena parte dc la cosecha anual. Tenierido en cuenta que eran
muchos quienes las creían fruto de la ira divina o de la influencia
de algún maleficio, se hacia necesaria la acción de una fiier~abe-
néfica que coritrarrestasc el mal originario. No en vano existían
una multitud de letanías, oraciones, invocaciones y conjuros dirigi-
dos a combatir todo tipo de ferii~menos~neteorolí>gicos contrapro-
ducentes, tales como el granizo, los ciclones, el rayo, etc.""

1 <N
Proceso c o i l ~ r aPasciiala García. Herrera de los Navarros. 1552. ADZ. C.
12-12. fol. 8.
Las plagas de langosta, consideradas asimismo como *castigos
que Nuestro Seiíor erivia por pecados>>, simbolizaban quizás más
que ninguna otra catástrofe el infortunio por antonomasia. Tan-
to es así que Juan de Quiiíories, en su famoso tratado dedicado a
dichos insectos, las asociaba con la peste y la guerra, los dos gran-
des males que, junto con el hambre, representaban desde antiguo
la personificación de la destrucción y la muerte:
«Los daños que hacen las langostas no solarriente ca viviendo,
sino aun despucs dc muertas pues, corno se ha visto en los casos
referidos, la putrehcciori riellas causo y engendro pestes tan tc-
rribles que acabaron muchas provincias y consumieron innuine-
rables gentes [...] Ultra de la esterilidad y peligro de pestilencia
que traen, son aguero y pronostico de grlerras [...] pronosticaron
muchos que avia de venir el iiirco con grandes exercitos y que es-
ta venida rra agiiero dello, y assi fue.>>"'.'

En Aragón sobrevino una temible plaga de langostas en el ario


1495. Según el citado Juan de Quiñones,
q<Hir\~o niuchas langostas en la mayor parte de !u-agon, y f i w
ron tantas que [...] fue necessario señalar personas para que eri-
tendiesen en las provisiones necessarias para disiparlas y des-
truyrlas, y siguiose tras ella gran pestilencia en muchos lugares del
reyrio [...] Fue tan general el daño que se proveyo que los jurados
se pudiesen salir por ciertos dias, y cessaron las audiencias pu-
blicas, y casi todo exercicio de juriadircion de,jiisticia.s2"'
Si los saludadores podían contener tantas desgracias era por lo
que se denominaba su .virtud., la cual se suponía connatural a los
mismos y no procedente de pacto diabólico, como en el caso de los
brujos y supersticiosos. No obstante, así como para la mayoría de
quienes acudían solicitando sus servicios dicha virtud natural se
manifestaba únicamente en su capacidad para obrar prodigios,
para muchos eclesiásticos debía interpretarse como sinónimo de
bondad y de virtud, en el sentido más estricto del término. Una
bondad que, en cualquier caso, los tratadistas idcritificabari con
los postulados de la Iglesia y que, por tanto, no concebían fuera
de los rnisrrios. Así, según Gaspai- Navarro,
<<Qiiaridohornbres de buena vida, santos y amigos de Dios, de
quien se cree que tienen gracia especial de Dios para saludar, sa-
ludan y curan y professan vida de santidad, y diieri oraciorirs san-
tas, en estos bien se puede confiar.*'"'

'LO:{
Juan DE QLINONI.~.
f i r r t a d o dr las l(lriguyorlns,Madrid, 1619, b i s . 31 y 24-25.
?n4
Iden, iln'drm, fnls. 23-24.
20.5
Gaspar hhvmno. @. (?l., fol. 95.
La misma idea defendía Jaime de Corclla en su P m ~ t z c ad~ pl
confi~~ionario,
(~Pregiintasc:Padre, acusomc que en otra ocasion me iiiorciio
un perro rabioso y yo llame a un saludador, qiie con el aliento y
kiazcr la señal de la cruz. mr dio salud.
Cbntcsta: Y esir saliidador era persona virtuosa y d e buenas
cosiim~bres?
Preguntase: Padre, si era persona lionesta y por tal reputada.
Contesta: Lo cierto es qiie aunque el milgo dizc que los salri-
dadores tienen virtud, no drxa de ser materia r r i i i y sospechosa
[... 1 Lo que dizrri los doctores en este punto es que si la persona
que cura es pia y virtuosa, y no se tialla e n su modo d e curar al-
guna vana circunstaricia, se puede perrnitir.»"lh
Otra de las creencias referidas al poder o virtud de los salu-
dadores era que sanaban <<con su saliva de la boca y con su alien-
to..""Así, si del ojo de la bruja procedía el mal, de la boca del
saliidador cabía esperar cl alivio correspondiente. Bien es sabi-
do que el hálito se ha asociado uriiversalmente con el principio
generador de la vida: insuflar aire es símbolo en casi todas las
ciiltiiras conocidas de donación de uri alma o espíritu vital a los
seres que previamente no lo poseían"'! En cuanto a la saliva, tani-
biéri aparece dorada de poderes mágicos en iri~iurnerablesmitos
que reconocen en ella una virtud de líquido seminal, con lo que
muchos liiroes se consideran engendrados por efecto de la saliva
procedente de algún dios. Dichas creencias acerca del poder be-
nkfico de la boca de los saludadores se materializaron realmente
en los ritos adoptados por ciertos curanderos aragoneses, algunos
de los cuales, como Domingo Gil, acabaron por caer en manos de
la justicia acusados dc siipersticióri. 'Tal y como expresaba el fiscal
de Arzobispado de Zaragoza en su demanda presentada ante el vi-
cario general,
*Dicho Dorriirigo Gil [...] en las ropas y laxas y cintas que le ira-
en de algunas criaturas o personas erifermas ha tossido y echado s e
bre dichas vestidixiis o cintas ciertos alientos o soplos con la boca
de manera que, qimrido las tales cosas liazc, se buelbe de espaldas

2oG
Jairiie DE C O R L I . ~Prc~rtiru
, clr rl ronJP\cionmio, Madrid, 1690, fols. 13-13.
207
Pedro C;IKIF I CI, op. ( I I . , p. 100
21'8
En la creaciGri del hombre, segírii el relaro del GCriesis. YalivCh iiisufla eri
SII nariz uri soplo de vida y el hombre, antes itierte, se anima con u11 alma xivicri-
Le. Tal es el sciitido de la declaración de Job cuando alirrria: <<El soplo de Dios rrie
him, me ariiriib el alicti to de Saddap (joh 33,4 j .
del qiie lleva las tales ves~irlur'as,y de la1 rnant.r'a alienta, sopla y tos-
se sobre las dichas vestiduras qiie paresce q n r se quiere
Má5 inquietante todavía resulta el teitimonio referido a An-
drés hlascarón, un pi etendido saludador que, para distinguir a las
brujas de quienes no lo eran, wplaba sobre los supuestos culpa-
bles (kmtratado por el ayuntamiento de Biel5a (Hiiewa), había
reunido en la plaza principal a todo el pueblo,
«Y que alli los saludo a todos, y daba a vesar un Christo, y los
soplaba, y dixo a lajusticia y.jurados que a la persona a quien die-
se mayor soplo, aquel era bruxo o bruxa, y que el notario las asen-
tassc por tales, ascgurandolcs que las que señalava, sin escrupulo
las podian castigar por bruxas, y prendieron algunas solo por su
dicl~o.~~~'''
Entre el arquetipo de la bruja y el del saliidador o desenmas-
carador de brujas oculcas existían, por tanto, rriúltiples paralelis-
mos. A pesar de su carácter contrapuesto, los dos estereotipos res-
pondían al mismo esquema, segfin el cual uno encarnaba el sexo
inferior y otro el superior; uno el vicio y otro la virtud; uno la des-
gracia y otro el remedio; uno la enfermedad y otro la salud; uno
la maldad diabólica y otro la bondad natural; uno el ojo destruc-
tor y otro la boca capaz de infundir o devolver la vida. Pero si en
algo coincidían ambos mitos de forma especialmente significativa
era en la atribucibri, tanto a britjas como a saludadores, de una
marca o señal inscrita en su cuerpo que los diferenciaba del resto
de sus congéneres. Así, a los saludadores se los suponía marcados
con la llaniada rueda de Santa Catalina (<Estosdicen que se co-
noccn en que tienen la rueda de Santa Catcrina cn el paladar, o
en otra parte de sii cuerpo»"'), un arcaico símbolo solar y fiilgii-
rante que había sido posteriormente cristianizado, transformán-
dose en instrumento de martirio de la santa alejandrina. En ciian-
to a la marca de las brujas, todos los clásicos de la literatura
demonológica le dedicaban unas páginas"', ya que no era otra co-
sa -decían- que la señal dejada por la garra del Diablo en cada

209
Proceso coritra Dorriirigo Gil. Tierga. 1581. ADZ. C. 28-2, fola. 2v.-%.
?10
AHX. Inq. l i b . 991. fol. 574.
"' Aiiloiiio i>k. T ~ K Q L I ~ MJurdíti
A D Ad, r / l v r r , ricriosc~s (1-d., 1370), Madi-id.
Ed. Castalia, 1982, p. 324.
212
Así, por rjemplo, según G a ~ p a rNavarro, a l miserable le borra Lhoa del
libro de la vida [...] y le ponen otro nombre y le señalan con unos señales negros,
que son iinos caracteres como de pie de gallo o de liebre, o de otro aiiinialn (E-
bunal dp ~ufm~tzn'on ladina..., fol. 53v.).
nueva adepta tras haber firmado el pacto que solía tener lugar dii-
rante el aquelarre"'.
Evidentemente, la marca de los saludadores poseía un carácter
positivo, como los estigmas de algunos santos o las señales de naci-
miento de ciertos reyes y t?iimatiirgof14.Se la creía innata y, al igual
que otras marcas de nacimiento c,arismáticas, adoptaba una forma
astral - e n este caso solar- como símbolo de la naturaleza ígnea de
unos seres prctendida~rieriteincornbustibles, cuyo soplo cálido po-
día curar la temible cnferrriedad de la rabia. Por el contrario, la
marca de las brujas no se consideraba corigériib, sino adquirida en
el niomento del pacto diabdico y, de otro lado, su fornia animal su-
gería, en contraste con los altos designios deterniiriados por los
cuerpos celestes, una vinculación con el mundo de los iristiritos más
bajos e, incluso, innianencia del animal cuya garra se hallaba repre-
sentada cn el cuerpo de su doble hinnano.
Toda la teoría relativa a las marcas no hacía mas que reflejar
en último término la idea, tan arraigada en la época, de la indis-
tinción entre el cuerpo y el alma. Las señales corporales, fueran
de signo positivo o negativo, se concebían como iina proyección
exterior de las características psicológicas de quien las portaba.
Debido a la gran importancia concedida al poder de la imagina-
ción, se pensaba que ésta podía tener efectos reales, fisicos y, en
consecuencia, si~sceptiblesde aparecer grabados en la piel de
aquellos seres que destacaban por sus virtudes o su carácter rna-
léfico. No en vano fue durante los siglos XVI y >(Vi1 cuando sc
reactivarori en Europa las antiguas ciencias de la jisonomia o ji-
.siognómira (del griego @vol& naturaleza, y yvwolc conocer) y de la
metoposcopia (también derivada de los términos griegos ~ E T U X O V ,
frente, y CTKOZECO,examinar). La priiriera buscaba en los rasgos vi-
sibles de cada individuo la imagen de su interior; la segunda pre-
tendía adivinar el porvenir por las líneas del rostro2".

2 1 '3
Vease Fraii~oisDLLPU:H, . l a 'inarqiir' drs sorci?rcs: logique(s) de la stig-
iiiatisation diabolique>>, en Le snbbnt d o s o r h r ~rn Eztro1)r (XIF-.Wlll' ~ i k k s )Greiio-
,
lde, JGr61rie Milloii, 1993, pp. 347- 368.
214
VGarise Mar-c BI.o(:H, ~ s , Galliinard, 1983, y P'ran-
1 - r ~R o k T l ~ u u n ~ u t u r gParís,
~ o i Dti.i~t
s (.H. *I)ti IiCros marquí. ati signe du prophete: esquisse pour I'arqi~Golo-
gie d'un motif clievalrrrsque~~, Bulletin Hispuniqzu; Y2 ( l Y Y O ) , pp. 237-257.
"" VCansc Fran~oisU e i . r ~ ( :<<Les
~ , marques de riaissarice: pliysiogriorriie, sig-
nature rriagique eL char-isriiesoiiverain~~, eii Aiigtistiri R ~ i ) o h ~ () rod . ), I,Pcorjh d n m
In so&+: pspnpolc dm XVI. ct ,WII.riPrb. París, Puhlicatioris de la Sorboririe, 1990;
Julio CAROBAROJA, Hi,\loriu dr la jsiognómicn, cl rostro y rl tnrrictm, Madrid, Ed. Cír-
culo d r I .cctoi-cs. 1988, y J. J. Cor IRTISE j (J. IIAROCIIL, IIisfoire du visurí; XW-tl&ul
XIX sitcle, París, 1988.
Pero, junto a las connotaciones ideológicas d e signo neopla-
tónico inherentes a la noción d e marca, n o hay que olvidar la uti-
li~aciórijurídica d e dicho concepto -bien que d e forma artifi-
cial- con el fin de segregar a ciertos sectores de la sociedad tales
como judíos o leprosos, cuya vestimenta empezó a diferenciarse
obligatoriamente d e la del resto d e sus contemporáneos, sobre to-
do a partir del siglo XIII"". Tales distintivos se confundían a mc-
nudo con las señales d e infamia impuestas a determinados delin-
cuentes y, teniendo en cuenta la idea tan extendida segím la cual
el aspecto exterior d e cada uno revelaba e n realidad sil naturale-
za íntima, n o debe extrañarrios la importancia concedida por los
poderes públicos a las mismas.
El binomio formado por el salildador y la bruja, constituye un
testinionio ejemplar d e la vertiente.judicia1 de la marca. En reali-
dad, ésta servía corrio prueba d e que las acusadas corrio britjas ari-
te el juez efectivamente lo eran. En cuanto a los saludadores, e n
tanto que w m o c e d o r e s d e brujas» y e n virtud de su carismático
poder para ciirar, miichas veces desempeñaban (al igiial que los
médicos titulados -físicos y cirujanos-) el papel d e colabora-
dores de lajusticia, concretamente de la seglar, tal y como se con-
firma en varios documentos referidos al ámbito aragonés. Como
afirma Francois Delpech, %másque los inquisidores, los grandes
obsesos de la marca del diablo fueron los representantes de las ju-
risdicciones civiles y d e los poderes municipales.,,""
En modo alguno resulta casual el predominio d e menciones
referidas a la señal diabólica e n los procesos aragoneses iricoados
por los jueces seglares. La mayor parte de las alusiones coriserva-
das proceden d e pleitos formalizados ante un juez local y van in-
separablemente ligadas a acusaciones completamente estereoti-
padas, como la participación e n el aquelarre o la comisión d e
infanticidios. Según el cargo presentado por el fiscal ante e1,justi-
cia de Epila (Zaragoza) contra María Vizcarrcta por brujería,
<<Aviendola mandado reconocer, por si estava marcada, se le
ha descubierto con agua bendita tibia, un scnal de mano de la fi-
gura y caracter dibujado en el processo, a forma de zarpa o garra;
y para verificaciori Pedro de Asta, zirujario, le liirico por. medio
del sefial una aguja rriiiy grande de yerro, hasta la niisrria paleia
del hueso de la espalda, y pregiirilandole si lo seniia, dixo que no.

elfi
Véase Rohert L T i n s t ,I.ir r i p m d ' i n f k m i r nu Moym A p , París, 1891 y V R.
RWIERE-CIIALAS,
L a m n r q w infimr drs lYprvux rt drs chritfinns. París, 1978.
217
Fran~oisDEL.PL(:H, ...., p. 354.
.La 'niarqiie' des ~orcieres
Q u e despues de presa, ni hasta aora, no ha cchado lagrima
alguna, con verse en poder de uri verdugo que le reconocio, y un
zirujano que le traveso la espalda, indicios todos que la convcn-
cen de hechizera, para la pena o r d i ~ i a r i a . ~ ~ ~ ' ~

Era creencia entre los cazadores de brujas que la marca o se-


ñal diabdica confería a aquéllas que la portaban una total insen-
sibilidad al dolor, especialmente en la zona ocupada por dicha
marca. Como los juicios contra brujas se consideraban una puesta
en escena del combate a muerte entre las fuerzas del bien y el mal,
se sobreentendía que cada contendiente coritaba con las armas
que le eran propias. Si los.jueces poseían los instrumentos de tor-
tura y el dominio de la situación, a las brujas se les atribuían ca-
pacidades mágicas otorgadas por cl Demonio como, por ejemplo,
el famoso mialeficio de taciturnidad., que les permitiría man-
tener el secreto sobre sus prácticas"" o la inalterabilidad ante las
agresiones practicadas en los lugares del cuerpo donde Satanás
había inipucsto su sello. Dichas ideas sobre la participación del
Demonio se hicieron también extensibles a la ausencia de llanto
durante la aplicación de los tormentos, lo que contribuía a pro-
bar la condición de brujas de las acusadas. Así, por ejemplo, cuan-
do en la llamada ~ c e d u l ade deferisiones., la citada María Vizca-
rreta tuvo ocasión de plantear su exculpación, afirmó:
~ Q u el
r serial es diferente en las espaldas de como esta en el
processo, y que le echaron iiriai writoins y le qiiemnron y Ic hi-
zicron daño.
Q i e lia llorado despiies quc csta en la carcel, y que el dia de
la prueva de la aguja n o era mucho, ni aun llorar, ni aun tener
sentidos naturales.>,""

No obstante lo cual, terminó siendo condenada a la pena de


niucrte tras considerarse que no había <.probado cosa alguna, rii
traido testigos, ni publicado., por lo que se juzgaba 4nverosimil e
improbable. su alegación'". Si a María Vizcarreta se la acusó de po-
seer <<una señal de mano entera con uñasn"', a Dominga Ferrer *La
Coja))-juzgada, como sabemos, por el justicia de Pozári de Vera

218
Proceso contra María Vizcarreta. Epila. 16.51. en Josí. »F. SF+, Ikisionum
Sncri S~notv.rMi lic.gni Arugonuwt, et (:nrin~rlomit~iJu~liliar
Arugunum, cccumrum h-
uiliicrri el c&runalium, vol. IV,Zaragoza, 1627, fol. 2.
21!1
Véase NicolcJ~c.o_r~~s(:~,\~~i~r\;,
<.Lernaléíice de ~aci~uriiitb. Esquisse d'une
y , (1978),pp. 137-169.
étiide di1 11iyt1iede la sorciere., Cuhzers d ~ f i n t ~ n t r9-10
"'O Proceso contra María Vizcarrcta. Épila. 1651,en José DE CESE, @. cit., fol. 10.
221
Ibic&?m,rol. 10.
Wl>
Ibid~nz,fol. I l.
(Huesca) en 1534- le fueron halladas en la inspección ocular ha-
bida ante el j u e ~varias señales, calificadas en aquella ocasión de
«rastrode pie de gato.. Tal y como aparecía relatado en su proceso,
«Vimos que la dicha Dorrienicha tenia en su persona rriuchos
señalcs entre los quales tenia tres señales, uno en la pierna i ~ -
quierda, otro en el musglo del braco drccho, que paresciari he-
cho a modo d e rastro de pie de gato, y otro señal grande encima
de la rodilla assi mismo que parescia como rastro de pie d c gato,
con sus uñas bien forido.»'":'
En aquella ocasión también fue considerada señal de pacto
con el Diablo e1 hecho de que Doniinga careciera de *pelos en las
foyas de los sobacos. y que la carne de a q u e l lugar a do natural-
mente los pelos acostumbran de nascer. fuera *de un color como
morado.. Finalmente, para dar fin al experimento, aberrante for-
ma de un pretendido racionalismo objetivo,
<<Eldicho srrior justicia [...] mandavit hazer ocular inspection
si salian lagrimas de los ojos dc la dicha Doinenicha al tiempo que
hazia como que lloraba o no, y ningunas lagrimas parescieron
que Ic saliessen de sus ojos.,>'"
Bien diferente era la actitud que la justicia episcopal mostraba
con respecto a todo tipo de señales presurriiblemente diabólicas.
A diferencia de lo que solía suceder en los tribunales seglares, en
su mayoría legitim&res de cuantas acusaciones de brujería lle-
gaban hasta ellos, los jueces diocesanos indagaban realmente,
con lo que, en la mayor parte de los casos, extraían conclusiones
liberadas de prejuicios, I& cercanas al sentido común que diri-
gidas a lograr la pervivencia de un mito que apenas contribuían
a mantener. Según el único testimonio procedente de la justicia
a
episcopal dondé se conserva la mención una marca diabolica, el
aportado por Geronimo Albiol en el proceso contra Susana Dal-
mau, de Peñarroya de Tastavins (Teruel),
eHavian visto a una hija de la dicha Burguesa, llamada Catalina
Rurgues, u n señal de pie de gallo en las espaldas, como selhdo a
modo de marco, y que en el lugar ha oydo dezir que la dicha Biir-
p e s a algiirias noches no haze sino levantar una losa del fuego y
darse una palniada en las nalgas y salirse por la chimenea arriba.>)-"

229
Proceso contra Dominga Fcsr-er. %LaCoja.. Pozán de Veso. 1534. AIIPZ.
C. 31-2, fol. 10.
224 Ibidem, fol. 40".
Y25
Proceso corit~aSusana Dalmaii. Prfiarr-oya de Tastavins. 1.591. ADZ. C. 74-
30, fols. 31v-32r.
Unas líneas más adelante se hacía constar en cl proceso cómo,
tras escuchar dicha declaración, el notario y el comisario de la
causa habían hecho traer a la joven para ser inspeccioriada y corn-
probar si en verdad poseía dicha seílal:
«Fue y cs verdad que el iioiario y comisario ante quien y en
cuyo poder han j~iradoy deposado los asertos testigos [...] para
indagar; ver, descubrir 7; sacar en linipio que la hija d c dicha Cat-
halina Biirgtiesa, llamada Cathalina Burgiies, teriia y tienc el so-
bredicho señal de pie dc gallo en las espaldas, rriaridaron y hizie-
ron traer ante si dicha niiichacha [...] y desnudar aquella, y la
reconocieron y mirarori con rriucha curiosidad las espaldas, irida-
gando y inquiriendo si tenia dicho señal dc pie de gallo. Yjainas
le hallaron tal señal, ni vieron ni coriocieron indicio ni rastro al-
giirio drllo, y assi es verdad.,."'"
Prueba palpable de la distinta posición que, en general, de-
mostraban los obispos con respecto a la persecución de la bruje-
ría llevada a cabo por los jueces seglares es la relación de causa in-
quisitorial de Andres Mascarón, [wezirio de Caragoca de edad de
40 arlo, que tiene por oficio andar por los lugares del Reyno sa-
l u d a n d o ~al
, que ya nos rcfcrimos anteriormente por su nietodo
para <.conocer. las brujas. Segun constaba en dicha relación,
*El obispo de Barbas~roescribo una carta al tribunal dicien-
tlo que el dicho Andres Mas~aroria titulo d e saludador andaba
por las montañas haziendo muchas cosas siipersticiosas, escanda-
y mal
losas, perjudi~.iales
Una de tales .cosas supersticiosas» consistía, precisarriente,
en señalara las que eran briljas para que lajusticia seglar se ocii-
para más larde de su enjuiciamiento. En ausencia de aquella se-
iial diabblica que, según los denioriólogos, permitía distinguir a
las briljas de quienes no lo eran, los saludaclores -ellos sí, su-
puestamente señalados por su virtud- eran contratados por los
responsables de la justicia seglar para elegir o confirmar la elec-
ción de sus futuras víctimas. Así, toda marca o señal (fuera aso-
ciada a los saliicladores o a sus potenciales enemigas, las brujas)
actuaba corno aliada de los máximos resporisables de la .caza de
brujas,.. Dicho Andrés Mascarón,
~ H a b i asefialado qiiirice o diez y scis mugeres que -dei.ia-
eran bruxas, assi en la billa dt*Vielsa como cn sus aldeas.»"'
Segíln uno de los declararites en el proceso,
<<l'regi~ritaridole
cl tcstigo como conoscia las briixas, dixo que,
en viendo la que era hruxa, sc le enzendian las carnes, y mas quan-
to mas antigua lo era, y que la villa de Bielsa le pago el trabajo dc
saludar y hazer lo que se refiere el testigo, y le dieron cien reales-"'!'
Si los saludadores utilizaban a los responrnbles del poder para
sus firies, también los gobeimaiites sc servían de los saludadores
para fundamentar sus persecuciories en la supuesta clarividencia
dc éstos. Segun declaraba en 1623 el por entorices corredor o
pregonero del vallc de Tena, él mismo había recorrido algiinos
lugares d e dicha valle),en compariía de un joven que se hacía pa-
sar por saludador, iin tal Francisco Casabona,
«Y que vio pr-esentaba a los ,jurados de los lugares unas letras
que decia eran del Santo Oficio de la Inquisiciori del Reyno de Ara-
gon [...] y que llegados a un lugar llamado Bubal le hito al testigo
asentasc por escrito todas las rriugcres que le nombrase, porque t u
das eran brujas [...] y que despues el reo dio al testigo unos pape-
les, escritos en cllos los nombres de muchas mugeres para que los
entregase al justicia dc la val de Tena, y en dichos papeles estaban
nombradas las rriugercs de los lugares que avia andado, y las que le
parecian briijas, las señalaba con una crirz, y que estos papeles en-
trego el testigo por orden del dicho reo al dicho j~hticia.*'~"
En cuanto al justicia nombrado, dijo que, a su vez, él tariibikri
había hablado con el saludador;
«y que le dixo queria dar buelta por iodos los lugares de aque-
llas montañas para saber que mugeres eran brujas, y que le em-
biaria memoria de las que lo fuesen para que la5 castigase con-
forme los estatuto s.^"'"
Como afirma Manuel Gómez de Valerizuela, los estatutos de
desaforamierito del valle de Tena por críriieries de britjería pro-
mulgados a partir de 1525 continuaron vigentes todavía mucho
tiempo después. Dichas leyes permitieron que cualquier tipo de
inculpaciones de cbruxcria, poncoñeria, hechizos y enerbola-
mientos»'"', tras ser tomadas en conside~aciónpor el justicia del
valle, condujeran hasta la horca a iririumerables mujeres acusadas

Ym
Jbidrtn, fol. 5 7 4 ~ .
Y30
Jbidem, fols. 636r. y v.
'" ~, 6 3 6 ~
I ú i d ~ w fol.
232
Vkase Manuel <;<)VEZ I)?. VAL~ N Z L E I A -El
. Estatuto dc I ~ e ~ a S ~ ~ r a i r i i edel
rito
Valle de Tcna d e 1525 por delitos d e brujci-ía y hechicería^^. Aol~tín( 1 /m ~ Colrgios
de.4bogadus de A r e n , 115 ( 1 %Y), p. 99.
por alguno de dichos delitos. Tal y corno prometiera Francisco al
justicia ya citado, el siniestro informe terminó por llegar a sus ma-
nos, aunque descoriocemos las consecuencias que pudo acarrear:
<<Yansi le embio las dichas rrirrriorias t...] de las mugeres de
10s lugares que andubo el reo, con las seriales dc cruz de las que
eran brujas [...] para que las castigasen con sola la ascrcion suia
de que eran brujas.»'"'
La mayor parte de las noticias que poseemos acerca de los sa-
ludadores son debidas a la intervención de la,justicia eclesiistica,
ya sea episcopal o iriquisitorial, como sucede en los casos de An-
drés Mascarón y Francisco Casabona. Ello no significa que la Igle-
sia corno institución estuviera radicalmente en contra de las acti-
vidades de todos ellos. Sobrc este punto las opiniones eran muy
contradictorias, incluso entre los teólogos corisidcrados expertos
en el tema. Así, por ejemplo, por las rriismas fechas, esto es, hacia
1530, Ma-tín de (:astariega y Pedro Ciruelo, autores de los dos pri-
meros tratados sobre la superstición en lengua castellana, se ex-
presaban de forrna coniplctamente opuesta. Para el primero, el
poder de los saludadores se explicaba por su -virtud,,, la ciial pro-
cedía dc su complexión natural, resultado de la armonía de los
cuatro humores en ellos reunidos:
aPotlria ser que algunos hombres fiieseri asi complcxionados
que tuviesen virtud natural oculta en el aliento o resollo y en la sali-
va, y aun en el lacio, por razon dcl temperamento de las cualidades
complexionales. E asi podrian los cuatro humores, que son colera y
sangre, fleuma y inelaricolia, estar en algun cuerpo humano en tal
tempcramento y armonia que de alli rcs~iltaseuna virtud ociilia na-
tiiral l...] Dc donde parece que no son de condenar los que talesvir-
tildes riatiirales muestran [...] y asi parece que los que tienen estas
virtudes naturales que no se hallan coinnrirrierite en los hombres,
salvo en pocos particulares, se pueden Ilaiiiar sali~daciores.~~"~
Por el contrario, para Pedro Ciruelo, los que él denominaba
.<comunessaliidadoresn rio eran sino ~~siipersticiosos,hechizeros
y ministros del diablo)). Dicho autor dedicaba un capítulo de su
famoso tratado en contra de las supersticiones a probar que los sa-
ludadores eran unos impostores, xembaydores de la simple gcn-
te,, o .malditos erigariadores del mimclo>>,según dos de las nu-
merosas expresiones destinadas a descalificarlos. En palabras del
teólogo y rriatcmático darocense,

2%
AIIN. Inq. Lib. 901, M. 6 3 6 ~ .
234
Marti11 L ~ CASTANECA,
E y I~erhi(:mu\( 1 ed., 1529),
Tratado d p Lnc .ruppr~tirion~r
Madrid, Sociedad de Bibliófilos I<spaiiolrs, 1946, pp. 62-64.
«El diablo, acudiendo a sus vanos desseos a enseñado a los
hombres muchas supersticiones vanas. Y entre ellas es niiiy rioia-
ble esta de los saludadorcs. Ypara encubrir la maldad fingen ellos
que sori tarriiliares de sancta Cathalina, o de Santa Q ~ ~ i t e r iyaque
,
estas sariciah les ari dado virtud para sanar de la ravia. Y para lo ha-
zer creer a la simple gerite se ari hecho emprimir en alguna par-
te de su cuerpo la riieda de santa Cathalina, o la señal de santa
Q~~iteria.»~"
La opinión de Pedro Ciruelo, que más tarde sería secundada
por otros tratadistas como Antonio de Torqiiemada o el rriisrrio
Gaspar Navarro, se identificaba con la iriariifestada por algunos
representantes de la Iglesia corno, por ejemplo, el ya citado obis-
po de Barbastro quien, como sabemos, había escrito hacia 1620
una carta al tribunal inqiiisitorial de Zaragoza pidiendo que Ari-
drés Mascarón fuera.juzgado por sus fechorías. N o obstante, co-
mo ya adelaritábarrios, la postura de la Iglesia con respecto a los
saludadorcs n o era en absoluto unitaria. A pesar de casos tan fla-
grantes como el de Gabriel Mo~iteche(.por otro norribre Ilama-
do el saliidaclor~),quien, al decir de los testigos que declararon
en su causa iriquisitorial, había engañado y abusado de nurnero-
sas gentes, la creencia en el poder de los saludadores siguió rrian-
teniéndose y fomentándose por ciertos sectores de la propia Igle-
sia. Según confesión del rriisrrio acusado,
w\\ia hecho officio dc saludador muchos aiios, fingiendo que
tenia virllid para curar mordeduras de perros raviosos y para curar
de otras rrikrrnedades y librar los terminos de piedra, diziendo
la ruecta de Santa Catalina y en otro braco
que tenia en i i t i hria~i~o
una cruz, las quales se avia hecho con una aguja para engañar y
dar a entender que avia nacido con d a s . k'qiir las enseñwa a mu-
chos para que creyesen que tenia virtud. Y qiie se poriia un gusa-
no de los que nacen en los pinos en la voca, y dava a entender a al-
gunos qiie estavan tocados de perros raviosos y que se les havia
engendrado en uri lado m gusano, y que cl era saludador, y que
se lo quitaria, y que hacia que uri cirujano le rompicsse el pellejo,
sacandole un poco de sangre, y qiie llegava, y chupava aquella san-
gre, y despues la hechava en una esciidilla de agua y, reviielta con
ella, hcchma el gusano que tenia en la voca y, corno salia iriezcla-
do en la sangre que avia chupado, entendian y crepri qiie 10 avia
sacado del cuerpo del hombre, y le davan dinero y tenia11 por s a
Iudador, y que por gracia de Dios hacia aquellas curas.»'"'

255
Pedro CIKL ELO, l ~ ~ r o v a r @
rlrn10.5 ~uf~mrtlóon(,s
J I~rrhizrrinr(lQed., 1530).
Valencia, CX. Alhatros, 1958, p. 101.
256
.UN.Iriq. Lib. 991, fol. 43%.
,:COmo explicar, ante tales imposturas, que algunos obispos
continuaran concediendo licencias a ciertos saludadores conside-
rados virtuosos? A pesar de los nurricrosos ataques de que fueron
objeto los falsos saliidadores, seguía en pie la creencia de que en-
tre ellos podía haber algimos auténticos, tocados por una gracia
extraordinaria"'. IIasta el mismo Pedro Ciruelo, que tan acera-
damente escribiera acerca de los mismos, contemplaba al final de
su capítulo dedicado a quienes practicaban dicho oficio la cxis
tericia de algunas excepciones a la regla común:
<(Especado d e supersticion [...] tentar- a Dios e n las cnfernie-
dades que se pueden curar por- rncdicinai, naturales. Excepto
cuando csto h a ~ e nhombres santos, sicrvos dr Dios, y n o de los
bori-aclwnes viciosos q u e a n d a n por el m u n d o e n nombre de sa-
ludadores, y destos se entieridc todo lo q u e e n este capildo he-
mos escrito contra los cominies saludadorcs, n o d e otros hornbres
simples y buenos que por ventura tienen alguna gracia especial
de Dios para sanar con s u buena devocion ponicndo La mano y re-
zando buenas oraciones. Mas destos ay muy pocos e n el mundo.
Y, p o r esso, los prelados y los juezes suyos los deven bien esaminar
para ver quales son d e los unos, y qiiales d e los otros.n2.'"

Tales exámenes consistentes eii distinguir -una vez más- lo


santo de lo demoníaco se caracterizaban por una gran arbitrarie-
dad, ya que difícilmente podía razonarse acerca de unas capacida-
des pretendidamente sobrenaturales"". A pesar de la opinión de
Pedro Ciruelo acerca de la escasez de auti-nticos saludadores, era
bastante frecuente encontrar a hombres que llevaban consigo li-
cencias que los facultaban para curar y actuar en las poblaciones

237
1.a identificación de hombre virtuoso con cristiano y, a su vez. dr ambas co-
sas con hombre sahio y versado cri una cirncia coiicrrta aparece conio 1111 lugar co-
mún eii las descripcioiics de ocnpacionrs de la Cpoca. De ahí la freciiciitt. distin-
ción, no sólo eriti-r falsos y verd;iclerw saliidadores, sino también ciitre verdaderos
y talsos ülquiinistas o entre hueiiiis y malas comadronas (coniacli-orias-bri~jas)(véase
María 'I'AL'SIEI.,«El toque de alquiniba: uri método casi iiifalible dedicado a Felipe 11
por Richard Stariiliurst,,, cti Ja\,ier C.\wos (ed.). Ln Cimrin rn el :I;lonn.tfcwio(Ir1E.sm
nnl. San Lorerizo dc El Escorial. EDES, 1992. pp. 525.558, y *Comadrorias-bri?jaseii
AragGri en cl siglo XVI: mito y realidad^^. en !W~nuscril,,15 (1997). pp. 377-92.)
YSX
P d r o Cirurlo, Rcprovntinn clr l m ~i~pc.rrlic.ion~.r
J hcd~rzrr'nc,Valericia. Ed.
Alhati-os,1978. p. 103.
2%
En 1591. Domingo Aguilar hit. sometido a examen por el Vicario General
del armbispo dr Zar-:goza, tt-as pi-esentarsr de modo vr~luiitariopara pedir iiiia li-
cencia que le permitirrn curar lihrcnierite. F.ii aquella ocasi6ri sil modo de curar
fur. tachado de vano, suprrsticioso y contra religiori.. (vbase Procrso contra Do-
iiiirigo Agiiilaii Caspc. 1591. ADZ. C . 31-15, y María T-\i'sit.r, *Domingo Apilar,
un hechicero caspolirio procciado por la,ji~sticiaepiscopal a finales del siglo XW.,
(,'uccdrrno.t dr&udioF (:ospolinos, 18 ( 1992). pp. 57-68).
adonde se dirigían con dicho fin. Así, por ejemplo, con todos los
cargos acumulados por el inquisidor de Zaragoza contra Andrés
Mascarón, y teniendo en contra asimismo la oposición del obispo
de Rarbastro, sil causa finalmente h e suspendida tras derriostrarse,
<<queera vrrdad ciiralxi como saliidador con licencia del Vi-
cario General del A r ~ o l i s p ode c a r a g o ~ ay de otros obispos, cu-
yas licencias presento.»'""
Todavía en una fecha tan tardía como 1698, las (;on.~tituciones
Sinodales del Al-zoOispado de Zaragoza incluían una cláiisiila por la
que quedaba confirmada la antigua costumbre de los obispos de
conceder licencias a algunos saludadores. En realidad, la interi-
ci6n del texto era advertir acerca de la prohibición contra aque-
llos que actuaban sin licencia:
~(Maridarnosa los curas y sus regentes que no permitan en sus
parroquias salricPador.es, sino es con expressa liccncia nuestra en
escrito, en que ronste piieden exercitar dicho oficio, pena de cin-
quenta reales cada vez, y niandanios a los jurados yjiiezes ordina-
rios no lo consientan so la misma pena.»'41
Además de los obispos, tarribih la Inquisición concedía li-
cencias a los saludadores que consideraba dignos para recibirlas.
Aprovechando dicha circunstancia, había quienes recorrían co-
marcas enteras saliidando y cobrando por ello, provisios de falsas
licencias, como la descubierta a Francisco Casabona (quien se ha-
cia pasar por u n tal Sebastián Ferrer), cuyo texto transcribimos:
.Mandarnos a qualesqiiiera Comisarios,Familiares, Rectores, \Ti-
carios, Justicias y ~ i k i d o s - d etodo el Reyno de Aragon, por manda-
do de nosotros, los Iriqiisidores de la Triquisición y ciudad de Cara
soca, damos fe, como emos exainina~loa. Sevastian Ferrer de todas
qiiantas cosas en esta Santa casa se sabe, y ami niaridarnos a cpa-
lesquiera Comisarios, Familiares, Justicias y Jurados del Reyno de
Aragori que le ayuden y fahorczcan al dicho Sevastian Ferrer, salu-
dador, riatiiral de la cilidad de Huesca. Data a 29 de julio de 1608.~~'"'
Obispos e inqiiisidores, en tanto que representantes dc un ti-
po dejusticia -la eclesiástica-, coricedían licencias para curar a
quienes, a su juicio y con caracter extraordinario, podían obrar
milagros. Pero no sólo la Iglesia apoyaba a los saludadores, iarri-
bién ciertos representantes de la medicina oficial los amparaban.

'""M I N . Inq. Lib. 991, fol. 575,.


Y42
AHU. Inq. Lib. 991, Sol. 637.
Existía lo que bien podernos considerar una justicia médica ejer-
cida por el llamado i'ribunal del Protomedicato, institución creada
durante el gobierno de los Reyes Católicos en 1477. En 1498, una
pragmática reconocía a los llamados ~ensalmadorewcapacidad
para poder desempeñar su oficio, a pesar de no poseer título al-
guno; no se decía nada de los llamados saludado re^))'^".
N o obstante, msnlinndore,s (qiie no eran sino quienes recitaban
ensalmos para curar, ya fueran oraciones o conjuros), sa,ntipadures
(llamados así porque santiguaban o trazaban cruces para sanar a los
enfermos) y saludado?-eseran tres denominaciones que designaban
por lo común un mismo tipo de personas, cuya fama de sanadores se
basaba en la conjunción de sus conocin~ientosnaturales y las creen-
cias mágico-religiosas de quienes acudían a ellos en busca de alivio
para sus males. En una época en la qiie tanto los representantes de
la religión como los de la ciencia compartían con el pueblo la ma-
yoría de sus presupuestos cognoscitivos, no existía una barrera real-
mente clara y capaz de separar lo que pertenecía al dominio de lo
científico, de lo religioso o de lo rnágico o supersticioso"'.
Gracias a los procesos conservados en Aragón contra curan-
deros aciisados de superstición (va fueran éstos denominados
saludadores, ensalmadom -o ensarmadores-, s~nli~pudores, ovu
lunas o, siniplenierite, ~ufi~rsticzo~os),
la mayoría de los cuales se in-
coaron a instancias de la justicia episcopal, podemos deducir los
dos principales criterios a la hora de perseguir dichas prácticas:
de un lado, la inipostura usuraria y, de otro, la competencia que
tales gentes podían hacer a los representantes de la Iglesia y de la
medicina oficial. Un ejemplo que-resume ambas cara&rísticas es
el proceso incoado en 1598 por el arzobispo de Zaragoza contra
Jaime Royo, vecino de La Peña del Cid (Teruel). Segíin defirii-
:ion de uno de los testigos de la acusación, Jaime era,'
*un hombre que cura con exalmos, santiguaciones y se haze
adevino, y con estas y otras muchas cosas lleba engañadas a mu-
chas gentes, y les lleba dineros y otras da di vas.^'^"

211
VGarise Luis SÁNCHEZ GIL~NJEI., E l (.iw(irio d u l a m t d ~ c z n ar n l a sociedad e.@-
Colo d r l siglo XWI, Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, 1971, pp. 1416, y Mi-
guel Eugeriio MirNoz, Recopiluc2ón (ir las lryrs, pvr~~grniticns realrs, drrretos r; aruprdos d r l
H r n l Proto-medirato, Valencia. 1751.
244
\ ; h e María TAUSIET, *Religií>ri,ciencia y superstición en Pedro Ciruelo y
Martín dr Castañcgan. Hniicta d r H i r t o ~ o , / m ó n i m oZurita, 63-66 ( 1 992), pp. 139148.
24.5
Proceso coritr.aJairiie Royo. 1.a Peiia del Cid. 1398. A D Z . C. 7&23, fol. 8v.
Pero más importante que dicha declaración, hasta cierto punto
estereotipada, nos parece el hecho de que el carisma que Jaime
Koyo poseía entre quienes acudían solicitando sus servicios podía
compararse con la autoridad que representaba la religión oficial,
personificada en este caso en la figura del visitador del Arzobispado.
Resulta verdaderamente significativa a este respecto la ((revelación,>
o confesión espontánea de Diego Solán, quien, con motivo de la vi-
sita efectuada en la localidad de La Alniuriia de Doiía Godina (Za-
ragoza), decidió delatar a Jaime, cuyo consejo él mismo había soli-
citado dos años atrás. En esta ocasión, sus dudas fiieron planteadas
ante el visitador episcopal, al cual se dirigió para saber cóirio debía
actuar en relación con un problema de índole personal.
Para muchos aragoneses del siglo XVI, las f~~nciones desempe-
fiadas por el clero y por individuos como los santiguadores, eri-
salmadores, curanderos o saludadores eran prácticamente homó-
logas e intercanibiables: tal era el peligro que para la institución
eclesiástica suponía admitir unos comportamientos que pudieran
escapar de su estricto control. Según el detallado relato del reve-
lante, ante la duda de si su mujer sería o no bruja, el principal
motivo que le había impulsado a buscar el consejo de Jaime Royo
había sido su fama de curandero y adivino. Corno vereIrios tras la
lectura de dicho relato, Jaime respondía al tipo de .saludadoro co-
nocedor de Drujus, aunque en aquella ocasión el método que utili-
zó para señalar a la pretendida bruja, y con ello confirmar las sos-
pechas o deseos de su cliente, fue mucho más perspicaz que los
habituales. Tal y como figuraba en el proceso,
<<Esterebelante es casado [...] con Catalina Lopcz y que, tc-
niendo sospecha dc si era bruxa, porquc dc su madre della se de-
zia que lo era, para saberlo, estando en Blesa y diziendole algunas
gentes que un hombre de La PeRa del Cid que se llama Jaime R e
yo era adivino, fue alla y le conto su intento. Y el le dixo que se fue-
se y que dentro de tres dias sonaria si lo era o no, y veria señales.>>'""
Evidentemente, el hombre buscaba fuera de sí la solución a un
conflicto con su mujer y consigo mismo. Desde su punto de vista,
un buen adivino o conocedor de brujas podría sacarlo del atolla-
dero si decidía por él acerca de la culpabilidad o inocencia de su
esposa. Sin embargo, Jaime Royo, como buen psicí>logo,lo remi-
tió de nuevo a sí mismo obligáiidolo a indagar en su interior y
practicar la introspección mediante la lectura de sus propios sue-

'" Ibid~m,fol. 26r.


150s. Finalmente, fue el marido quien encontró una primera vía
de salida para sus problemas recurriendo a su sola imaginación:
-Aquella noche durmio una legua de alli cori un fraylc geroni-
mo, y no so^%^ riada. Y la scgunda noche dimriio en Blesa, y soño
que era briixa, y se rritristecio mucho, y vio un aclaror eri el apc-
scnto y un bulto blanco redondo del tamaño de un soinbrero.~~"lí
Tres meses después, Diego Solán volvió a visitar a Jaime Royo
para pedirle consejo sobre cómo debería actuar tras llegar a la con-
clusión de que Catalina, su mujer, efectivamente era una bruja:
*Volvio de alli a trcs meses [...] al iriesrno Jayme Royo y le di-
xo lo que le habia sucedido. Y Royo le dixo qiie i l lo sabia, y que
fuese a su ~nilgery qiir ya no le podria Iiazer cossa que el no la
~intiesse.»'*~
Nuevamente, la reacción del clientc volvió a acomodarse a la
expectativa expresada por el saludador:
*Y assi, fue. Y la prirriera noche que dui-mio con ella, a rriedia
ora [...] sintio que como cori una harrcna le andaban al derredor
en la barba, y despues en la rriollrra, cn los ojos y en los hoydos.
Yque, por estar ascuras, no le bio la mano a clla, pero bien hecho
de ber quc cstaba en la cama y qiie se remezia, haunque a la ma-
fiarla se lo nego, diziendo que era el diablo quien Ic engañaba,
que era cori quien c1 habria hablado.^^""
Una vez más, el protagonista del relato se refería a sus sueíios
para probar con ellos la rnaldad de su esposa-bruja, sueños que en
esta ocasión identificaba con la realidad hasta el punto de pedirle
cuentas a Catalina de unas agresiones estereotipadas de las que ella
no era responsable directa. No obstante, la tensión entre ambos
cónyuges era tal que, según hizo constar el notario del proceso,
«El rebclante se kino -en siiar(-ohizo un año- por no matar-
la. Y volvio a La Pcña del Cid y hablo cori el rriesmoJayme Royo.>>?5"
Ofreciendo renovadas muestras de su gran perspicacia y agu-
deza psicológica,Jaime reprochó a sii cliente el Iiabcr hablado con
su mujer del asunto; no obstante, lo ariiriió de nuevo a volver a su
tierra, si ese era su deseo, aconsejándole esta vez que para salir de
dudas, se escondiera y observara lo que ocurría a su alrededor:
.Jaime Royo [...] le dixo qiie era un nezio en habersele des-
cubierto, pero que no se le diese nada p que, si queria volber se-
gunda vez a la tierra, que se escondiese p lo veria todo.>.""
A pesar d e los consejos del saludador, el vizcaíno n o quiso vol-
ver con sil miljer. Aproxiniadarnerite un ario despuis, Diego, ari-
te la llegada del visitador episcopal, volvió a hacer gala de su ca-
rácter inseguro y decidió consultar u n a vez más a lina figura con
autoridad y prestigio cómo debería comportarse (((Esterebelante
no quiso hir y desea saber lo que esta obligado a liazer en
coriciericia.~)Desconocemos cuál sería la respuesta del visitador,
eri caso de que esta se produjera. Lo único que sabemos es qiie
tal «revelacii>n))o confesión espontánea sirvió para hacer manda-
miento a Jaime Royo de q u e rlo santiguasse [...] rii hiziesse offi-
cio de adevinony"?,contravenido lo cual fue juzgado por el vicario
general del arzobispo d e Zaragoza por superstici6n y hechicería
en 1598. Dicho ejemplo coristituye una excelente muestra del
gran protagoriisrrio que adquiri6 lo imaginario en las aciisaciones
de brujería. El relato del vizcaíno incluido e n la causa contra el
saludador turolense pone de manifiesto algunos d e los mecanis-
mos que entraban e n funcionamiento e n los casos e n que alguien
decidía inculpar a una mujer por brujería. Una parte sustaricial
de dichos mecanismos era el proceso d e autocorivericirriiento d e
la maldad de la acusada por parte del acusador. El mundo oníri-
co de quienes se seritiari víctirrias de las agresiones efectuadas por
las brujas resulta a este respecto sumamente revelador.
Como vererrios e n el capítulo siquiente, dedicado a las enso-
ñaciones nocturnas, muchas d e las declaraciones efectuadas por
los testigos ante los encargados de juzgar el delito de brujería se
basaban íhicamente e n visiones o al~icinacioriesque pretendían
probar una realidad difícilmente objetivable. Nada mejor para
demostrar el alcance de la .eficacia simbólica. a la que se refería
el célebre antropólogo Claiide Lévi-Stra~ss~'", que aquellas acusa-
ciones en las que aparecían representados diversos conflictos, e n
gran medida inconscierites, bajo la forma d e sueños d e conteni-
do mítico. Tales suerios, debido a la actuación de ciertos jueces
(que, corno bien sabemos, contribuyeron a mantenerlos dentro
de los limites de lo real), condicionarían tina persecución e n gran
medida basada en los espejismos d e la imaginación.

?" Ibidrm,fol. 26v

?i3
Véase Claude I~'-STR%LSS,
Antrol,olo& uctmrturnI, Kiicnos Aircs, k:d. i+:ii-
deba. 1968. pp. 168-185.
TERRORES NOCTURNOS

I h n nothu, \/ando 1. .] r n su h h o rlurmzendo, szntzo unnma


de u r r q ,pan pvso, y que recordo del suoio, y que se t ~ o b om a m a
de sz a la dicha Domen~capresa, y que tema las manos a la gola,
que lo ahogaba.
Juan de Blecua'"

El sueño dr la ruzón produce monstruos.


FI nricisco de Go)-a"'

La realidad y el sueño aparecen mezclados d e forma indiso-


luble e n los procesos aragoneses por brujería. A través d e las acu-
saciones presentadas por los testigos ante el j u e z se manifestaban
n o sólo va creencias o interpretaciones personales e n relación
con los hechos ~iarradossino que, con frecuencia, eri medio de
unas declaraciones supuestamente objetivas, algunos relatorcs
incluían imágenes oníricas o incliiso ensoñaciones detalladas, a
las que se referían coino si de aconteciinientos reales se tratara.
Janies Georgc Frazer, eri el capítulo XVIII d e La mma dorada, es-
cribía, en relación con los indios de algunas tribus del Gran Cha-
co, que debido a sil costiimbre de contar relatos increíbles como
cosas que ellos habían visto y oído, eran tachados d e embusteros
por la mayoría dc los forasteros que critrabari e n contacto con
ellos. Sin embargo, en palabras del estudioso irlandés,
«Losindios esti11firmemente convencidos de la verdad de sus
relatos, pues esas maravillosas aventuras son sencillamente lo que
sueiian y no saben distinguirlas de lo que en realidad les sucede
estando despiertos.,,"'

274
Proceso coiitra Dorriiriga Fei-rei; ..La Coja.. P o ~ á i id e Vero. 1331. AHPZ.
( l . 31-?, fol. 5 6 ~ .
277
Miguel DE CEKVUTES SA~VFDRA, El ingvnio.co hidnlgo Don Qulj'olr clv I(L12lr¿n-
cho, vol. 1. cap. XVI, Madrid,,lii;iri d c 1.a (liicsta, 1615.
2i(i
Francisco de Go/a y I.ilcierites, C(~pnc.ho.\(1796-1798)
2.77
Janies George FKUEK,La rama dorada, Madrid, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1951, p. 221.
Tarribikri Edward Eran Evans Pritchard, en su y? clásico Bntje-
ria, m a p a y orhculos entre los azande, aseguraba qiie, para este pue-
blo del interior del Africa negra, *los malos sueños no sólo son
una prueba de la brujería, sino que constituyen verdaderas expe-
riencias de ella.."' Del mismo modo que para los azande, w n
mal sueño, es decir, una pesadilla, es habitualmente un sueño de
brujería y un sueño agradable es habitualmente iin sueño oracii-
larn25Y , así
. t ~ ~ n b i éen
n , la mayoría de los idiomas europeos, los orí-
genes etimológicos del término qxsadilla~revelan una íntima re-
lación con la creencia en las brujas'"".
La imagen de la pesadilla como una bruja que pisa o presiona
en el pecho del durmiente provocando sil asfixia aparece clara-
mente de manifiesto en el término francés ci~nr~che-vieille, utiliza-
do al siir del país galo. No obstante, en irancés cornún, el vocablo
caurhemar expresa también la misma idea, ya que antiguamente
mare servía para denominar al espirit~idañino que, se suponía,
hostigaba y atormentaba a quienes se hallaban entregados al siie-
ño'". No sólo en francés, sino tarribikn en otros idiomas europeos
(inglés, alemán, polaco, o noruego"'" dicho espíritu terminó
identificándose con un incubo, esto es, con iin demonio masculi-
no, cuyo estrecho vínculo con el mito de la brujería nos es de so-
bra conocido. Todavía hoy en día la palabra italiana incubo conti-
núa siendo un sinónimo de pesadilla. Y, por lo que respecta al
castellano, hay que recordar que, con el mismo significado, se uti-
lizaron en España durante los siglos X\,? y XWI los tkrminos mam-
pesada y murnpesudilla, cuya traducción literal no es sino .mano pe-
sada que se pone sobre el corazón.»

'" Según E. R. Dodda, la rriayoría de los griegos de época clásica tampoco dis-
tinguían el mundo de la vigilia dcl miindo dcl siieiio atribuyendo a iirio el ca~ác-
ter de real y al otro el de pura i l u s i h ; a este estadio s d o llegaron un pequeño
iiúmero de intelectuales (véase Los sp.~go.sj lo irracional, Madrid, Ed. Alianza, 1983,
pp. 103-191).
Para las ancianas que, por la noche, intrrcaiiihiahan los dichos rrcogi-
dos hajo el título E r i n n g d i o dr las rurccis (París, Biblioteca Elzeviriarla, 1855), las
pesadillas no eran productos del psiqiiisrno. POI-r l contrai-io, pi-«cedían del ex-
terior, ya qiie eran ti-aídas e impuestas al diir rriierite por uri ser misterioso y mal-
hechor Ilaniado C a u q u ~ m o wo Quauqupmniw (en cl Midi, í,'/to7~rh1~-i~i~ill~). VCatl-
i l ~ XfV-XIíIII). L7nu tiudad silzuda,
se Jean ~ > F LI ~ M F A L I ,1<1 m i ~ d or'n ~ ~ c & t(siglo\
Madrid, Ed. Taurus, 1989, p. 143, y Ernest JOIU'LS, I,P rourhrrnor, París, Payot,
1973.
'a 'Lare. rnahr, zmora y mara, respectivamcntc
Todo parece indicar que, antiguamente, también para muchos
europeos, los malos siienos eran vividos corrio auténticos combates
con seres personificados que, por lo general, se identificaban con
brujas. En los procesos aragoneses de los siglos XVi y X\.X son nu-
merosos los testirnonios de dichos combates psíquicos nocturnos,
que casi siempre se mantenían contra la persona sobre la que re-
caían todas las acusaciones en una determinada localidad. Según
los relatos de todos los testigos, las brujas se introducían realmente
en su dormitorio cuando ellos todavía se hallaban despiertos y
avanzaban hasta su cama, llegando, en ocasiones, a acostarsejunto
a ellos. En palabras del notario encargado de transcribir la decla-
ración de Bartolorné Deza, de (hsuenda (Zaragoza), uno de los
testigos de la causa incoada contra Isabel Caray en 1591:
~<Havra diez años poco nias o rnenos que estando este depo-
sante en la cama e n compariia de su mugcr [...] a las diez de la
noche, estmdo despierto [...] sintio que se llego hiizia el una per-
sona que se acohto al lado del deposante, en su propia cama y,
viendo esto, el rleposarite estuvo un poco suspenso por ver lo que
seria. Y de alli a un poco, este deposante alargo la mano y la he-
cho hacia los pechos de la prrsoria que se acosto a su lado, y no
la pudo tomar porque se le deslim de la canla y se le hecho hazia
los pies della. Y luego vvlvio el deposariie a echar Ia mano y acer-
to a tornar del braco a aquella persona qiir se Ir liavia puesto al
lado, a la cual tuvo f~iertemcnte,y luego aquella persoria echo su
otra mano a la del deposantc para hacer fuerza y librarse de la
mano del deposaiiie, y con la fuerza que hizo se le solto al depo-
sante. Y luego que estuvo suelta y libre hablo y el dixo: candia, vr-
Ilaca, y que f ~ ~ e r que
c a tienes. Y eritorices el deposante conocio en
la voz que era la dicha Isabel Gamy la que hahia hablado. Y assi
luego se fiie.m""
A pesar de todo ello, según el testigo, su mujer, que dorinía en
la misma cama, no se había percatado de lo ocurrido:
.<Ydespues procuro el deposariie despertar a su muger, Ila-
niandola por su nombre y dandole con sus pies y manos en su per-
sona. Y nunca pudo despertarla en espacio de nias de una hora.
Y qiiaiido desperto dicha su muger, tras contarle lo que hahia su-
cedido, ella se espanto m~icho.»'~"
Otro vecino de la localidad, al igual que el anterior, labrador
de oficio, aseguraba haber oído contar a Bartolomé Deza dicho
relato, tras lo que ariadiG, refiriéndose a la acusada, que .no ha-

2bi
Proceso contra Iwhcl G a r q C~osilcrida.1591. ADZ. C . 3323, tol. l5v.
Ibidrm Col. 16.
Ilo el dicho Deca puerta ni ventana d e su casa avierta, y assi no sa-
be por donde se salio,>"'" lo que venía a confirmar el carácter de
realidad atribuido a tal género de ensoñacioiies. Dichas creencias
no eran exclusivas d e las capas más humildes, ya que en la misma
época, y tratarido d e dar una explicación a las visitas nocturnas de
las brujas, el teólogo jesuita Martín del Río escribía que,
<<Todose I-educe a que un demonio invisible va por delante
abriendo y cerrando las puertas o ventanas por donde ellas que-
pan, haciéndolas pasar por allí [...] Esto d e abrir y cerrar puertas,
el demonio lo puede hacer muy suavemente, sin despertar a los
que diierrrien en la alcoba.>^'""
Esta era asimismo la opinión manifestad? por María Oliván,
testigo en el proceso incoado e n 1605 contra Agueda Riiiz, de Bo-
lea ( H u e s a ) , quien, parajustificar la supuesta iricursibn en su ca-
sa de la acusada en compañía de otra mujer, deciar6 ante el juez
que los ruidos que ella había esciicl-iado sólo podían provenir de
brujas a quienes el demonio hubiese abierto la puerta:
«En habiendose cubierto debaxo la ropa, sintio muy grande
ruydo y estruerido en sil casa. Y a i i r i prrrico que tiene, ladrarido,
romo que ylm tras las dichas rniigeres. Por lo qiial, y por qiianto
no es costumbre yr otras mugeres d e aquella manera, y porque no
pudieran entrar e n la dicha su casa por estar cercada si no que el
demonio abriesse la puerta, y porque las que son brujas, siempre
ha entendido y oydo decir en dicha villa, a dicha hora estan des-
piertas, dcspucs aca a las dichas Agueda Ruyz y Joanna de Liessa
las ha tenido y tiene en figura y representacion de brujas, y para
ella lo ha tenido y tiene por muy cierto.x2"'
Según el relato d e dicha testigo, ambas mujeres se habían li-
mitado únicamente a acercarse hasta su cama, no obstante lo cual
ella había sido presa d e un gran terror, similar al confesado por
otros testigos:
.FIabra dos arios poco nias o menos, estando esta deposanle
recieri parida, una noche, y ieriierido en el aposento una lainpa-
ra encendida junto a la cama donde dormia, y estando despierta,
entre once y doce oras d e dicha noche poco mas o menos, vio es-
ta deposante a los dos lados de dicha cama dos mugeres. Yesta de-
posante, como las vio, se espanto toda. Y como tenia la dicha lam-
para encendida, vio y conocio muy bien a las dichas dos mugeres,

Phí
Ibidem, fol. 74.
266
Martíri DEI.Río, Dzsyuzsziivna illuyitris (1-d., 1599);Jesús Moya (ed.),La ma-
gia h n i a c n ( I d r o II d t 1usL)isquisicionrsrnigicm), Madrid, Ed. Hipcnón, 1991, p. 356.
Proceso contra Agueda Ruiz. Bolea. 1605. AIIPII. C. 1211-8, fols. 81v-82.
M a n a Iauszut

las quales se llamaban Agueda Ruyz [...] y.Joana de Liesa [...] Y en


viendolas [...] se espanto toda tanto que dixo: desus, Dios mio!, y
que se sento, y tomo agua bendita de una pilica que tenia junto a
la cabezera de la cama, y se puso dcbaxo la ropa y procuro quan-
to pudo cscondcrse y despertar al dicho su marido, y rio pudo ja-
mas, por mucho que liizo. Y luego al otro dia Ir dixo al dicho s u
rriarido todo lo arriba dicho, el qual le dixo que por que no se ha-
bia levaritado a perseguirla~.~~'~"
Si ya sólo la simple aparición de las brujas constituía un moti-
vo de espanto para quienes tenían dichas visiones, mucho mayor
todavía era el miedo experimentado por aquellos que las creían
responsables de daños y agresiones como, por ejemplo, los deno-
minados ~pellizcosde brujas)).Según el sexto artículo de la de-
manda presentada en 1591 por el fiscal del Arzobispado de Zara-
goza contra lsabcl Garay, de Cosuenda (Zaragoza):
*En dicho liigar de Cosiierida ay muchas personas lisiadas y
rrialtratadas de pelli/cos, las qiiales cle noche, estando en sus cas-
cas y camas las pellizcan, de manera que reciben mucho daño. Y,
segun las señales que les quedan, son pellizcos de
Dicha afirmación se basaba en testinioriios corno el aportado
por Domingo Pellejero, quien en el mismo proceso había decla-
rado haber visto a una casera de Cosuenda un día en el que ésta
le había mostrado,
MIOS bracos y piernas llenos de cardenales. Y ella dezia que
eran pellizcos, y que creya, y aun afirmaba, que de noche se los
havia dado dicha Isabel Garay.m2"'
Asimismo, otro testigo de dicho proceso aseguró que una
molinera del liigar había dicho q u e de noche le habían pizca-
do y esgreñado las brujas [...] y que qiiando la pellizcavan le de-
ziari puta.."' Corno ya viinos en el capitulo anterior, a las brujas
también se las imaginaba portando pequeñas armas ofensivas,
entre ellas la barrena con la que, según la confesión del vizcaí-
no ante el visitador episcopal, su propia mujer le había acome-
tido una noche estando los dos acostados en la cama"" Dicha

?6R
Ibzrlrm, fol. 81.
2(iO
Proceso contra Isahcl ( h a y . (~;osiiciida.1591. ADZ. C. 33-23, fols. 39v.-40.
Z711
Ibzrlrm, fol. 83.
27 1
Ibidirl~m,fols. 70v.-71.
272
eSititio que corno cori iina barrena le andavan alderrcdor, cn la barba y
drspues r n la mollera, en los ojos y en los hoydos.. \Jkase el proceso curitra Jaime
Royu. 1.a Pejia drl Cid. 1598. ADZ. C. 7Ci-23.101. 26v
fantasía no se hallaba niuy alejada de la vivida por los azande
cuando soriaban que eran atravesados por una lanza, lo que pa-
ra ellos suponía una experiencia real de brujería. Otros dos
utensilios asociados por los testigos con las brujas eran la tijera
y la navaja. uno de los fenómenos atribuidos con gran freciien-
cia a la acción nocturna de dichos seres maléficos era el hecho
de despertar por la mañana con los cabellos cortados o con al-
gunas zonas afeitadas o desprovistas de pelo. El testimonio de
Pedro Gil a este respecto resulta ejemplar, ya que se enmarca en
el tipo de pesadilla o conibate nocturno que veíamos descrito
por otros testigos:
~Acontecioque una noche, estando este deposante en la ca-
ma durmiendo, sintio un bulto conio de persona encima del, y
queriendosc levantar, hazia fuerca y no podia. Y despues, se le-
vanto, y sintio el pesco encima las piernas, y este deposarite tiro
un piiiiac;o, y se dio en la pierna a si mismo. Y al momento salto
de la cama y torno un palo, y no vio ninguna cossa, sino que sin-
tio que los perros ladravari a grande priessa. Y se hallo el depo-
sante el vigote quitado y otro seiial en la cabeca como un real y
mayor raydo, como si le hiziera con riabaja, assi el de la cabcca co-
mo el del vigote, de suerte que passo nias de dos aiios que no le
nacio pelo donde se lo quitaron [...] y tiene por cierto que la Biir-
giiessa lo liavia hecho como bruja.^'"
La anterior descripción coristituye una muestra valiosa de la
enfermedad actualmente conocida como alopecia areata o numu-
lar. Dicha denominación procede del modo en que se manifiesta
la calvicie en aqiiellos individuos que la padecen, esto es, en una
forma semejante a la huella dejada por una moneda (en latín, nu-
misma). Producida niuy frecuentemente a raíz de una enferme-
dad infecciosa o de una fuerte conmoción nerviosa, la caída del
pelo en general, al igual que otros muchos trastornos de origen
psicológico, solía atribuirse antiguaniente a la acción violenta de
las brujas, tal v como se observa en algunos cuentos populares
que han llegado hasta nuestros díasní".
Ya fuera con base en historias de agresiones o simplemente de
apariciones en las que los testigos declaraban que las brujas acu-
dían a su alcoba (*le havian ydo a este deposante unas broxas a la
cama.), causándoles una fuerte sensación de angustia (*en si, es-

-73
Proceso coi1ii.a Susaiia Dalmau, <<L.a
Burguessa.. Prñarroya de Tastavins.
1591. ADZ.C. 7430. fols.77v.-78.
Y74
Véase ~Acusacioriesfalaas., en Aurelio M. ESPINOSA,
hijo,í;urntos populares
de Cmtilla y León, vol. 1, Madrid, CSIC:,1987, p. 166.
te deposante sintia grandissima pena»"'"), el fiscal encargado de
presentar la acusación formal ante el.juez solía recargar las tintas
para concluir asegurando que las acusadas entraban en las casas
ajenas con el único propósito de matar a quienes habitaban en
ellas. Así, por ejemplo, el relato de María Oliván acerca de la vi-
sión de las dos mujeres situadas a ambos lados de su cama, en la
nueva versión de ,Juan Arigue, procurador del justicia y juez ordi-
nario de la villa de Rolea, variaba sustancialmcnte:
~ D i z eel dicho procurador que la dicha Agueda Rtii/ l...]con-
tinuando sus acostumbrados ussos y ofíicio de bri~xa,y con animo
y inieririori deliberada de matar a Pedro Krrches o a Maria de Oli-
I~ari,sil mujer [...] en conipañia de Juana de Imesia, bruxa, gran
camarada suia, a las once horas de la riochc, fucron a cassa del di-
cho Pedro Berches esiando el y la dicha su mujer en la carna, y su-
bieron al aposerito adonde dormian, y se ajuntarori a la cama
donde estaban durniierido.~~""
Según dicho procurador fiscal, el niotivo por el que no había
llegado a consumarse el proyectado ho~riicidiohabía sido la in-
tervención divina:
<<Entonces, mediante el h o r de Dios, la dicha Maria de Oli-
ban sc desperto y vio a las dichas Agueda Ruiz, acusada, y aJuana
dc Luesia a los pies [le la carna, y les vio y rcconocio muy bien, y
recibio grande alter-aciori y espanto. Entonces, como las dichas
Agueda K u i ~y Juana de Lucsia vieron que la dicha Maria de Oli-
ban estaba despierta y que no podian execuiar la rrialicia y dan-
yada intencion quc traian, se fueron, drxando la dicha Maria de
Oliban muy triste, affligida y
Aunque las brujas no consiguieran rnatar tan fácilmente a
quienes elegían como víctinias de sus estragos, era opinión gene-
ralizada que, al menos en ciertas ocasiones, lograban parcialmen-
te sus objetivos como, por ejemplo, sacar a algunos de la cama
donde dormían. Segíin el testimonio de Juana Gavaria, una don-
cella de veintitrés aríos habitante en Cosiienda (Zaragoza), hacia
trecc años que, en la noche de San Juan, sintió,
«que le habian asido de la picrna izquierda y haziari fuerza pa-
ra sacarla de la cania, y esta deposante empezo a gritar a sti rria-

2íi
Proceso contra Pascuala García. Herrera de los Navarros. 1572. Al)%. (:.
42-12. fol. 97.
'76
Proceso cor1Lr.a Águeda Ruiz. Bolca. 1605. AHPH. C. 1211-8,fol. 51v.
277
Ibid~m,fol. 32.
dre, y assi le soltaron de la pierna, y se fue quien le tiraba. Y des-
pues sospecho de Isabel Garq porque tiene fama de bruja.^^"*
El rriismo episodio e n boca d e otra testigo se trarisforniaba co-
mo sigue,
Q u e a Joanna Gavaria, donzella, vezina deste lugar; le ha oy
do dezir que una noche la sacavan rastrarido de la cama y que lo
hazia Isal~elGaray~""
Como fácilmente podernos suponer; los ~onáinbulosque se
despertaban e n i i n lugar inhabitual, también culpaban a las bru-
jas de sus desventuras. Scgíin.loari Caldu, notario real, vecino d e
la villa de Peiiarroya d e Tastavins (Teruel) ,
<<abracomo seys años, poco mas o mcnos, se acosto una noche
en su cama sano y bueno y, a la una ora de la noche, estc depo-
santr se allo fuera de la cama y del aposento, tendido en cl sue-
lo de niro aposento, y las piernas colgando dc una trampa o agu-
jero, que si abaygo fuera, sin duda se matara. Y entre si este
dcposante tiene por muy cierto que la dicha Dalmava lo hizo, por
tencrla en opinion cn el lugar de b r ~ i x a . ~ ~ ' ~ "
Fueran cuales fueran las diferentes acusaciones referidas a ata-
ques nocturnos d e brujas, e n la interpretación dada por los ofi-
ciales de justicia todo ello se enniarcaha dentro de la fantasía dcl
aquelarre, según la cual, antes de acudir al lugar de las juntas,
quienes participaban e n las mismas debían cometer diversas fe-
choría~cn colabor-ación con el De~rionio'~'. C n a d c las más co-
nocidas consistía e n atormentar a las criaturas d e corta edad2",

278
Proceso coiiti-;r Isabel Garay. Cosiieiida. 1391. Al)%. C. 33-23, fol. 104v.
779
IOidem. fol. Y2
Proc~socolltra Caralina Carcía, <<La1)alinava~~.
Peñarroya de Tastavins.
1591. ,.U)Z. C. 18-17, fel. 69.
2x1
Segíin la descripción que l i i ~ Juan
o de Moiigastón en 1611 tras el auto d r
fe dc Logroño de IíilO: .<Eldemonio en el aquelarre Ics decía [a los bri+~sJ las
personas qiir no acostumbraban a echar la heiidicióri a la mesa ciiaiido comían y
cenaban, y rio daban las gracias a Dios r1espuí.s de comci; para que fuescn ;t sus
casas a hacerlrs males y daños; y que el demonio Ics iba alumbrando y les abría las
puertas, y echando siicfio a las personas que estaban rn la casa., (véase hlaiiiiel
FERNKNDEZ NIF.I.O, I+-octso a fa lrrujerh. En torno al Auto de Fe 're los lrrujos de Zugarra-
murdi. Logruño, lh10, Madrid, Ed. Tecno.;, 1989, pp. 5.3 y 65).
Segiín la descripción d r Moiigas~bn.*[Las brujas1 a los nilios que sor) pe-
queños, los chupan por el sieso y por la natiii-a. Apretando rccio coi1 las manos, y
chupando f~ierrcmerite,les sacan y chupari la sangrc. Ycori alfileres y agujas les pi-
can las sienes, y en lo alto de la cabeza, y por el espiriazo y oti-as partes y miembros
de su cuerpo. Ypor allí les van chiipaiido la sangrc, diciéridoles el rlciiioiiio: Chu-
pa y traga eso, que es hiieiio pala vosotras. De lo cual miirrcn los iiiiios, o qiicdari
hasta acabar muchas veces con sil vida. Según el decimoquinto ar-
ticulo de la demanda criminal presentada por el fiscal del arzc-
bispo de Zarago~acontra Isabel Garay, la acusada,
4.costumbra ir a la rriedia noche a diversas casas y lugares,
untaridose primero con iirigiientos y bruxerias, para matar cria-
turas y perpetrar otros generos de d ~ l i c t o s . ~ ~ ~ ~ "
Otro artículo perteneciente a la llamada (<cedulaaddictionis))
especificaba todavía más al afirmar,
q u e a acahezido a unas llamadas hfasia (Zahrero y Leonor
Crespo, estando en sus camas de noche con sus criaturas, llegar
algunas personas a quererles quiiar las criaturas dentre las manos
con mucha fuerza, lo qual se tiene por cierto lo hazeri bnixas, y
entre ellas la tliclia Isabel Garay, rea y ~rirninosa.>>~''
Así pues, cualquier alteración nocturna qiie afectara a los ni-
ños de corta edad también era achacada por los adultos a la in-
tervericiOn de las brujas:
*Havra seis rneses que una noche, aviendose acostado con dos
niños suyos, a medianoche los dichos niños se alteraron y ernpe-
zaron a llorar. Y esta deposante tomo a uno dcllos en los braios y
parezc que no lo podía tener. Y la otra criatura se levantaba de la
cama gritando, cosa que los niños otras noches n o lo acosturn-
bral~arihazer, ni havia havido ocasion que para ello los moviesse.
Por l o qiial temio esta deposante que lo havian causado las bru-
jas, y entre ellas la dicha Isabel Garay.n2"
A diferencia de las pesadillas de los adultos, cuyo final feliz
corisistía, al decir de los testigos, en uri despertar que ahuycnta-
ba a los seres rrialéficos qiie se habían acercado hasta ellos du-
rante la noche, dejándoles a lo sumo una fuerte sensación de fa-
tiga; las incursiones de las brujas en el lecho de las criaturas
lograban casi siempre su objetivo, si juzgamos a partir de la enor-
me cantidad de muertes y enferrricdades infantiles atribuidas a
las mismas:
%Acostaridola dicha criatura en la cama sana y buena, a la ma-
ñana la hallo la dicha su madre muerta, y que toda estava llena de
pizcos, y que por algunas partes del ciierpo le brotava sangre, y

enfermos por rri~ichotiempo. Y otras veces los matan luego apretándoles ron las
riiarios y mordihdolos por la garganta hasta qiit. los ahogan. (vease Mariuel Fer-
riálidcz h h o , op. cit., p. ( 5 6 ) .
283
Proceso contra Isabel Garay Cosiicncla. 1591. ADZ. C. 33-29, rol. 20.
'" í h i d ~ m .fol. 39.
2%
Ibidem, fols. Xlv-82.
siempre sospecho este deposante que la dirtia Isabel Garay lo lia-
via hecho"".
LJna noche., desnucs
L
de haverse acostado esta der~osanteen su
cama, y consigo i i r i niño suyo de etlad dc cinco o seis rnescs, a la
inedia noche, teniendo siempre enceridida luz, pareze que scntia
ruido por el apossento, y sc adormio, y antcs de la iiria hora se
desperto y hallo la criatura cn el suelo. Y no vio ni siritio cossa,
mas de que miro y la hallo llena de pizcos. Ya la rnañana siguiente
los mostro a los vezinos y tuvo por cicrto y sospecho qiie la dicha
Isabel Garay lo liavia h ~ c h o . > > ' ~ '
Aunque la mayor parte de los sueños de brujería teriíari como
escenario la propia cama del durmiente o, como mucho, sil casa,
se conservan asi~nismotestiinoiiios de ensoñaciones, visiones, alu-
cinaciones o simplemente atisbos de una realidad vislumbrada,
que se desarrollaban en plena calle, ya fuera en la oscuridad o a
la tenue luz de la luna. Al igual que los relatos referidos a pesadi-
llas, las narraciones de corte fantástico y espectral en donde las
brujas cobrabm el papel de protagonistas tenían lugar m u y cer-
ca de la rriedianoche. No obstante, así como en los suciios los
testigos se sentían repentinamente atacados, corriportándose
casi siempre corno sujetos pasivos que, a lo sumo, intentaban
defenderse; en los episodios aliicinatorios, la acción solía ser
desplegada por el propio visionario. Según el quijotesco relato
de Pedro Casanueva, un mancebo habitante en la villa de Bolea
(Huesca),
&alicndo una noche este deposarite de la casa de uno llama-
do Joanes Arteta, qiie seria entre on7e y dozc horas de la noche.
para irse a casa de [...] su tio, que la tiene en cl barrio de Tolato,
vio tres cosas cn la calle de la plaza de Castilla muy espantosas,
qiic no supo atinar que herari, y se espanto iniicho. Y cnconlen-
dandose a Dios, se le dcsaparecierori y no las vio. Y pasando ade-
lante [...] volvio a ver las mismas ires cosas espaniosas. Y santi-
giiaridosc y encoriieridandose a Dios paso [...] con grandissimo
espanto, tanto que no sentia si tenia vestidos o no, de tan erizado
v espantado estaba. Y pasando adelariie siempre su viaje [...] ca-
mino de dicho varrio de Tolato, vio tres miigerrs que estaban pa-
radas [...] y, conociendo qiir ellas habian sido las que habia visto
antes, o a lo menos sospecharidoselo, arremetio pidra d a s con h
espada en la mano, las quales dieron a h~yr.,,'~"

286
Ihid~m,fol. 77v.
Y87
Ibidem, fol.9 1\i
'" Proro<-rsocontra A g u d a Kiiiz. Bolea. 1604. AHPH. C.121 1-8,fols. 24v-25.
La aventura narrada por el joven poseía muchos rasgos pro-
pios del cuento rnaravilloso. Según el hlklorista Arriold van Gen-
nep, .comparando las narraciones de sueños y alucinaciones [...]
con los cuentos y leyendas, se comprueban semejanzas asombro-
sas.~""Quizás la primera qiie Ilarria nuestra atención en el relato
anterior es la importancia concedida al numero tres. Dicha cifra,
que la mayoría de las ciiltiiras consideran perfecta por antono-
masia, simboliza fimdamentalnicnte la totalidad, el acabamiento.
De ahí sil constante aparición en los cuentos qiie relatan las su-
cesivas etapas por las qiie ha de pasar un héroe hasta conseguir el
éxito en la empresa que se ha propuesto acorricter. En el citado
ejemplo, tres eran las figuras divisadas por el joven, y tres las ve-
ces en que dichas figuras se habían manifestado ante sil vista an-
tes de que se decidiera a combatir contra lo que, para él, no eran
sino personificaciones del inal bajo forma de brujas. Siguiendo la
conducta caiacterística de los visionarios, el testigo, tras ver cómo
huía el objeto de si1 fan~asía(que en esta ocasión era triple) co-
rrió tras él, pero, según sil propio relato, de las tres ni~ljercs,
<<Dosse entraron por un campo [...] y la otra se f ~ l ehacia e1
horno dc Tolato, a la qiial sigui0 este deposante. Y la alcanco al
pasar del pontarron [le la acequia [...] y le dio con la espada (los
o tres planzazos, y la hecho en cl suelo. Y a lo que quiso volver a
darle, volbiendose atrai, vio las otras dos inugercs que habian
liiiydo detras del. Y assi, se volvio para las otras y dcxo aquella, y
rorrio tras ellas.))"""
I,a descripcióri detallada del atuendo de las mujeres pretendía
infundir veracidad a un relato de trazos faritasmagóricos, cuyo
fundamento real, en caso de existii; se hallaba con toda seguridad
muy alejado dc la narración elaborada por el testigo:
«Y la una de las dos llcbaba un palio blanco cn la cabeza pren-
dido por debaxo la barba, a manera de viuda, y unas faldetas par-
das. Y la otra, toca de casada con o m s faldetas pardas. Lo qinl to-
do paso a lo que queria salir la luna. Y assi, como no hazia rriiiy
claro, no las p i d o coriozer en las caras. Y corricndo y persigiiien-
do las dichas dos riiiigercs, la una vio que se csbaro o aparto l...]
porque ya entonces hacia la luna clara, y n o la vio sino de espal-
das. Y la otra se entro por la puerta de un corral [...] por lo qual
y por e1 tamaño y manera de su persona y sus vestidos, y por- ha-
Ixrse entrado por alli, creyo y tubo por cierto, y despues ara

28'1
Ar-~iold\:4N GENNW.1 4 Jorinariút~d t las l y n d m , Madrid, Ed. Librería (;ti-
teriberg, 1914, p. 216.
2!10
I d m , rbidrin, fol. 25.

358
siempre lo ha tenido por muy cierto, que fuesse la dicha Gracia
de Arasques. Y la otra que se quedo en cl pontarron de la acequia,
que fue a quien dio los planzazos, que se la dexo alli por seguir a
las otras, n o la pudo conocer; mas de que llcvaba unas Falclillas
azules y un paño blanco en la cabeza, y por n o haberla visto de ca-
ra, no la pudo c ~ n o c e r . ~ ~ ' " ~
Basándose siempre en sus percepciones subjetivas, el joven po-
nía fin al relato mediante lo que, a su juic.io, constituía la prueba de-
finitiva de la identidad y culpabilidad de la acusada en el proceso:
<.Masde que, al otro dia, de mañana, pasando por el varrio de
la Ferreria, vio que estaba a la puerta de su casa una llamada
Agiieda Ruyz [...] Yassi corno vio a este deposante se le volvio una
cara corno de muerta. Y comcnzo a mirar a estc deposanle con
mala gracia y a hablar enir-e si mormoteando, no habiendole da-
do ocasion porque lo quisiese mal. Y assi, por ello, al momento
sospecho que t i m e la dicha miiger de las faldillas amles que el to-
po la dicha noche, assi por lo dicho como por el talle y tamaño de
SLI persona.»""

Corno corolario, las sospechas del testigo se vieron confir~ria-


das tras escuchar varios diálogos cuya interpretación, en su opi-
n i h , no admitía dudas acerca de la maldad que desde el princi-
pio atribuyó a sus visiones:
<<ya mas de lo sol~redicho,dice que, quexandose una niiiger del
dicho \;ario de Tolato, llamada la viuda de Carrera, de que la dicha
Gracia :basqucs y la mugei- de Pallob le habiari muerto un hijo su-
p. un dia, estando las dichas Gracia Arasqurs y la rnujer de Pallola
en un corral, estaba este deposante muy cerca de dondc podía oyr-
todo lo que hablaban y ellas a el rio lo podian ver; ojo quc dixo la
dicha Gracia Arasqucs a la dicha mujer dc Pallola: iQie te parece,
pallolesa, de la bellaca dc la viuda de Carrera, que dize que nosotras
le habernos muerto su hijo? Pucs, por la passion de Dios, que nie lo
ha de pagar de manera que ella no lo sepa. I'or lo qual, y por lo que
arriba iierie dicho, despues ara ha tcnido y tiene el dcposante a la
dicha Gracia de hrasques y a la dicha Agueda Kuy. por brujas, si-
quiere hechiceras y ponzoneras y, corno de tales, el deposante siem-
pre se ha recelado y guardado dellas todo lo que ha podid».*%'"'l
El alucinante episodio relatado por el mancebo respondía a un
sencillo esquema narrativo dividido en tres actos, cuyos rasgos bki-
cos todavía hoy en día se conservan en inni~nierablesleyendas y

I h i d m , fols. %v.-26.
'192
Ibidm, fol. 26.
'" I h i d m , fols. 26-27.
cuentos de brujas de toda Europa. Según dicho esquema, en primer
lugar, un hombre se siente agredido por lo que cree una o varias
brujas; en segundo lugar, el hombre se convierte, a su vez, en agre-
sor real de las mismas (la escena tiene lugar siempre por la noche)
y, por fin, a la mafiana siguiente, a plena luz del día, el hombre se
reafirma en sil postura gracias a algíin hecho que le sirve como con-
firmación de que el objeto de sus iras, tal y como había sospechado,
efectivamente era una bruja (o varias). Dentro de dicha estructura
narrativa, y sin olvidar nunca la gran dosis de subjetividad inheren-
te a la misma, podemos establecer una jerarquía entre las leyendas
que presentan tales rasgos atendiendo al grado de realismo de sus
distintas variantes. Pese al carácter faritástico de los sucesos relatados
por el mancebo de Rolea, la pretendida confirmación de la identi-
dad de las brujas a quienes había perseguido con su espada se basa-
ba eri unas impresiones y en unos supuestos diálogos que bien po-
drían haber tenido lugar, si no en la forma relatada, sí de modo no
muy diferente. Desde este punto de vista, la narración del testigo,
aunque imaginaria, poseía rasgos muy realistas.
Un paso más hacia lo irreal, pero todavía dentro de los límites
de lo posible, lo hallamos en una antigua leyenda escocesa que,
significativamente, presenta varios rasgos en común con la decla-
ración testifical del muchacho. En su Cultura p~mitiua, el antro-
pólogo Edward Burnett Tylor, resumía dicha leyenda como sigue:
-Ciertas brujas, en Thiirso, atorrneritaban diiranie largo tieiii-
po a un buen hombre bajo la forma habitwal de gritos hasta que,
una noche, las puso en fuga con su gran espada, y cortó la pierna
de una, menos rápida que las otras. Al cogerla, vio con asombro
que era una pierna de mujer y, a la mañana siguiente, descubrió
a la vieja hechicera, a quien pertenecía, con una sola p i ~ r n a . - " ' ~
Idéntico tema aparece plasmado, tanto en Castilla2"%omoen
Aragón2!16, en determinados cuentos de brujas en los que éstas se
presentan bajo la forma de diversos animales, fundamentalmente
gatos. Según dichas narraciones, el padre de la familia u otro
hombre de la casa golpea por la noche a un animal que anda rne-
rodeando y molestando y, a la mañana siguiente, se descubre que
es a la bruja a quien ha azotado. Una variante del tema extraordi-

291
Edward BLIRNETT TKOR,Cultura primitzvn. 1.I m ongenes de la c.ultura. Ma-
drid, Ed. A y s o , 1977, p. 297.
295
Véase Aurelio M. ESPINOSA, hijo, op. d . , pp. 373380.
2'Xi
VCasc Carlos C;ONL<I.EZSIN%, í.'afóhgn tip0lógirn dr rvmtot folklórims orq-o-
nrsrs, Zaragoza, Ed. Iristituto Aragoriis de Aiitropología, 1996, pp. 95-96.
nariamente difundida todavía en la actualidad por todo el Alto
Aragón cuenta cómo, durante la misa del gallo de cada año, mue-
re la 11iejor mula de uria casa (normalmente, de la casa más pode-
rosa de la localidad donde acontece). Para descubrir la ra~bri,uria
noche, las mulas son vigiladas por un criado. Este descubre a un
gato que anda por el lomo de las mulas y que habla con una de
ellas, diciéndole que debe riiatarla a su pesar. El criado, entonces,
golpea al gato. A la mañana siguiente, a partir de las señales de las
heridas, se descubre que la abuela de la casa era quien se trans-
formaba en gato para matar a la mula. Tal y como se relata en una
versión del cuento recogida por Herininio Lafoz Rabaza,
«En un pueblo d e montaña llamado Santa María de Buil, se
dice que todos los arios, el día d e Año Nuevo, se les rrioríari las
caballerías mejores, por esio decidieron que se debía quedar el
criado en la cuadra a ver que era lo que pasaba. A mitad de la
noche, el criado se quedó sorprendido al ver que un enorme
gato entraba en la cuadra y se ponía encima de una mula. El
criado, sin dar lugar a que el gato matara a la mula, con un pa-
lo le pegó, rompiéndole una pata. Al día siguiente fueron a ver
lo que le ocurría a la abuela de la casa, va que no se levantaba.
Cuando llegaron a la habitación, la abuela les dijo que no se po-
día levantar p«rque se Ir había roto una t > i r ~ - n a . ~ ~ " ~
Dichos cuentos introducen el motivo fantástico de la meta-
morfosis de la bruja, lo que supone u11 grado mayor de estiliza-
ción del primitivo esquema narrativo al que nos referíamos al
principio. Diferentes en apariencia a la versión del joven testigo,
continúan manteniendo, no obstante, el argumento esencial por
el que alguien echa la culpa de determinada desgracia a una bru-
ja inconcreta, la ataca en medio de la noche (mediante la agre-
sión a un animal que la representa) y, al día siguiente, descubre
su identidad, lo que confirma su responsabilidad en el triste su-
ceso y, por tanto, su carácter maligno.
Pero las brujas no eran sírnbolo Úriicamerite de maldad para sus
acusadores. Se la5 asociaba también a cierta libertad sexual, cuya coer-
ción se fue agudizando a medida que avanzaba el siglo XVI, y muy
especialmente desde el Concilio de Trento (1545-1563).Como bien
señala Robert Mudiembled, a través de la persecucibri de la brujería
estaba expresándose una represión más general de la sexualidad2"'.

"' Véase IIerminio LIuoz Rmm, Curnlos cl1tomzgonucí.r /LP tmdirión oml, Hiirs-
ca, M. In~titutode Estudios Aitoaragoiieses, 1990, pp. 57-113, especialrnerite p. 64.
"' Robe, t Mu<HEMBLED, CuIlu~rp@ulazrrrt m l t w e drs &trs dan., kcl Frtln(r mo-
d m e (XV-XIrIII' Y Z P T ~ P ) Paris,
. Flammarion, 1978, p 932
No en vano, entre las principales acusaciones dirigidas contra las
señaladas como brujas, se encontrahan enmascarados dos de
los comportamientos que la Reforma Católica interití, eliminar
con más celo. Por un lado, la liberación sexual que solía tener
lugar durante las fiestas populares (transfiguradas bajo la for-
ma de sabbut, la fiesta sacrilcga por antonomasia); por otro, el
frecuente concubinato, antes tolerado y, a partir de mediados
de siglo, perseguido de forma sistemática por los jueces ecle-
siásticos (comportaniiento que aparecía representado en la cé-
lebre cópula con el 1)iahlo)'"!'.
Las acusaciones de brujería y las de prostitucih o alcahuete-
ría iban unidas con frecuencia"'"'. No es de extrañar, por tanto,
que en los sueños o erisoñaciories referidos a brujas se manifesta-
ran ya rlo solamente sensaciones asociadas con el miedo y la an-
gustia, sino también cori deseos de tipo sexual, a pcsar de la avan-
zada edad de la mayoría de quienes eran acusadas como brujas.
No olvidemos que las mujeres viejas, principales transmisoras de
la cultura popular, precisamente por su edad, representaban de
alguna manera la supervivencia y la resistencia de la antigua men-
talidad. En palabras de Robert Pvliichernbled, .la bruja [...] es
ejemplo a la vez de conductas condenables, llevadas al extremo, y
de la victoria de las nuevas normas sexual es.^""
En este sentido, resulta ejemplar la declaración de iinjoven la-
brador de (hsuenda (Zaragoza),de veintidós años dc edad, testi-
go en el proceso contra Isabel Garay, qiiien aseguró haber visto a
la acusada desnuda por la calle en dos ocasiones""'. Segíln Luis
Lázaro, hacía eritoriccs cuatro años (es decir, ciiando él tenía die-

Y!i!l
b:ii los procesos aragoiieses por brujería son varios los cjrmplos d r muje-
1-es a quienes se acusa de haber copulado con el diablo. Véarise las relaciories de
causa inquisitorialrs corrcspondierites a Cándida Gorribal (Lib. 990, fol. 14v.),
Margarida Escuder y J~lariaBardaxí (Lib. 991, fol. 898). r\siniisino, el pi-oceso cori-
tra Doiriiriga Ferrer, .La Coja. (AHPH, (:. 31-2, Sol. 80).
:100
Rerordrinos iirio de los SII~I-os d e Teruel del año 1531, donde s r aplicaba
rl misino castigo (ya Twra ka rriuerte en la hoguera o la ordalia por el hierro ca-
liente) a hrujab, alcahuetas y prostitutas. Vkasc <<Drmiiger ligaclera e cle hombre
que ligara por echizos c dc miigcr crbolera, liechireta, alcauetri o puta con 5, en
Sumo (le /OS f i ~ i ' t - od~ ~ Zus ( i u d ( ~ d (Zr A h i a d~ Alhmraiin> g dc ' I ~ I I P I dr
~ \ LS/~nlr~ , las ra-
~ Iris nMeas dr dirlznc mirlod~s,J rl(e /a 7'illn dr illo~qiirrurlri,r dr otms iizllnr
m u t i i ( l r ~ d rdr
rotzvmntis, Valrncia,,Jorge Costilla, 1531.

302
S e ~ í i nel segurido artíciilo de la prtición criniiiial pi-eseiitada ioiitra Isa-
bel Garay por el fiscal riel Ai-zobispaclii de Zaragua, Gsta era -de edad de mas de
cinciicnta aiiow (ADZ. C. 23-33, fol. 20).
ciocho) que, junto con uri primo suyo, había ido por la noche
hasta la puerta de la casa de aquélla:
<.Fueron a la purria de dicha Iwbel Garay a hazer con otros
amigos suyos musica a una sobrina suya. Siendo );a rnediarioche, se
adurmieron el dicho su primo y otros dos amigos que con ellos es-
tavan, y este deposante siempre estuvo despierto. Y estando assi,
vio este deposante, por la una parte de la calle, venir una muger
desnuda cn carncs, con solas calcas y sin cofia ni nada. Y llego, y
recono~ioa iodos los tres que estavan durmiendo, Y despues, se
puso a cavallo encima de Migiiel 1,lorerite y le erripe(.o a d e h r o -
char los pechos. Y viendo esto el deposariie dixo: ;(:uerpo de tal
con la vellaqueria! ¡Esto se puede culrir a estas horas! Y en dezir
esto, luego un torvellino se desaparezia y no la veya.. ""
Tal y como era característico en la mayoría de las declaracio-
nes oníricas, el testigo afirmó haber estado despierto mientras te-
nían Iiigar los acontecimientos de los que daba fe, los cuales si-
tuaba cerca de la medianoche (en esta ocasibri, <<siendoya
inedianochen). Corno veremos a continuación, la aparición y de-
saparición de la acusada volvería a repetirse dos veces más hasta
completar el número tres, cuyo simbolisnio era fundaniental en
cierto tipo de relatos con rasgos rriuy próxirnos a la leyenda:
e<Ydealli a un rato, por otra parte de la calle vio venir la dicha
niuger- otra veL desnuda en carnes, y llego a conozcr a los tres co-
mo de ariirs. Y hecho acliirllo, se puso otra vez a cavallo encima del
dicho Miguel Lloreriie. Y esie deposante volvio a dezir ¡Cuerpo de
tal con la desvergoncarla! Y luego se desapareiio en wia olada de
ayre. Y de alli a otro poco de rato, vio por la parte baxa de la calle
que bolvia la dicha muger desnuda como de antes. Yvino drecha,
y se pusso a crivallo encima del dicho Mi<guel.Yviendo esto este de-
posante, quiso tomarle de la mano, y luego se le desaparezio. Y es-
te deposariie procuro de corioLer. a la dicha Inuger, y nunca pudo.
Pero sospecho y tuvo por cierio que era la dicha Isabel Garay, por-
que le parezia mucho en el ayre y modo de andar.>)""
La actitud descrita por el propio testigo revelaba claramente el
conflicto entre la atracción sexual experimentada hacia la mujer
y la conciencia de que la conducta de la rriisrria no debía ser tole-
rada. Ello le llevaba tanto a proferir exclamaciones insultantes
contra ella (lo cual sucedió tras los dos primeros encuentros), co-
mo a querer tomarla de la mano (tras la tercera aparición). Pero,
por si no bastara cori el testirrionio anterior como prueba del

:405
Proceso contra Isabel Garay Cosueiida. 1591. .U)Z. C. 3323, fols. 110~-111.
104
Ibidem, fol. 11lv.
comportamiento disoluto de la acusada conio bruja, el joven tes
tigo continuaba su declaración relatando iin episodio similar al
precedente. En aquella ocasión, m á ~que de un sueiio propia-
mente dicho, bien podría tratarse de una visihri experimentada
durante la vigilia. Scgún el mismo Luis LÁzaro,
«De alli a cuatro o cinco ciias y e n una noche, a las orige, con el
dicho su primo Miguel Llorenie, fiiera dcl lugar se despartierori los
dos. Yel uno iba por u n camino, y el otro por otro. Yeste deposante
tomo el camino o scndero para yr al giierto d c Joan Lorente Mayor
y, e n llegar a una acequia, vio a la otra parte una muger desnuda
c n carnes, con solas las calcas. Y este deposante paso a la oti-a par-
te d c la acequia para conozella. 1: por presto que quiso pasar, ya la
rnuger cstava a la otra par-te riel rio, d e manera que hiivo d c pasar
el rio. Yluego este deposante se dcscalco para pasar el rio y yr a ver
diclia rriuger y conozella. Y quarido hubo pasado, n o fiie bien pas
sado quarido ya estava debaxo de una nogiiera, apartada d e donde
antes estava. Y este deposante iba sienipre eri si1 seguimiento por
conozella. Y quariclo llego ccrca d e la nogirera, va paso por cerca
una cruz lexos destr deposantc, y de alli se d r s a p a r e ~ i oY
. cl depo-
sarite la dcxo estar, y ninica este dcposante la pudo coriozer.»'""

Nos hallamos nuevamente ante el relato d i iin episodio noc-


tiirno, en el que se desarrolla una triple secuencia de aparicih-
desnpariciím. Como en el resto de las narraciones testificales d e
carácter fantástico citadas a lo largo del capítulo, el protagonista
se encuentra solo (acababa de despedirse de su primo.justo antes
de tener la visihn) y, a pesar de s u s continuos intentos, rio logra
su prophsito. Las seme-janzas con algunos cuentos maravillosos
son, en esta ocasión, muy palpables. No es casual que, en la visión
del testigo, la bruja se encontrara siempre lejos y separada del jo-
ven por uno u otro impedimento: primero, una acequia; despiiks,
un río; a continuación, un apartado nogal y, por fin, una cri~z""~.

30ti
Si atendrmos a la opirii6ri de la psicólogs hlarie-Lmiiisevon Fran7, la brii-
ja dcl relato visioiiario podría reprcsrntar- la persoriificación fcincniiia del iricons-
cieiiie del testigo (el ánimn, srgíiri la. denorniiiación ariiñada por C. G. Jung). <:o-
rrio ejeniplo dc la coridiicta de u11 tipo de ánimu negativa y destructora, diclia
psicóloga se refería a irri ciicrito siberiario muy semr+irite a la aluciriacióii sufrida
por el testigo del proceso contra Isabcl Garay: <<Uii día, un carador solitai-iovio una
tiei-rrioaarriiijer saliendo de iiii profurido bosqiic,, al otro lado del río. Ella le salii-
dó cori la mano y carit6: 'iOh, ven, ca7adoi- solitario en la calima del aiiochecer!
iVem ven! Te echo de mrrios, te echo de menos. Ahoi-a re besa&, te besaré. ¡Ven.
ven!, mi nido está cerca, irii nido está crrca. iVeii, veri!, cazador solitario, ahora eii
la calina del aiiochecer.' b:I se qiiitó la ropa y cruzó CI río a nado pero, de reperitc,
ella voló rn torma de bulio riendo y iiiotaiiclosr de 61. Cuando trató de criirar otra
El traslado hacia una realidad desconocida (el «otro murido.
O el <<reinolejano.""', segíin la terminología del cuento maravi-
lloso) solía señalarse en los relatos legendarios por la existencia
de un límite o frontera natural. Eri nuestro tjemplo, las barreras
iban siendo suslituidas a medida que el joven sentía cómo se iba
alejarido la visiOn. Pero el verdadero límite entre el mundo que
representaba la bruja y el del testigo aparecía simbolixado funda-
mentalmente por la cruz junto a la cual la acusada había desapa-
recido súbita y defiriitivarriente de sil vista. De forma paralela, rio
podemos dejar de recordar la enorme cantidad de riarraciones
que describían cómo iin aquelarre se había esfumado repentina-
mente después de que alguno de los asistentes se santiguara, pro-
nunciara los norribres de Jesús o María, o mostrase algún objeto
sagrado, entre los cuales destacaba la cruz que, como sabemos,
era utilizada como uno de los principales amuietos contra la bru-
jería. En el relato del testigo, que su fantasía sexual se clesvane-
ciera al pasar delante de una cruz venía a confirmar el carácter
atribuido a la misma. L,a cruz era el símbolo por aritoriornasia del
cristianismo militante y contrarreforrriista que, para finales del si-
glo XVi, ya había empezado a manifestar siis frutos en las zonas
rurales de casi toda Iü Península, combatiendo la relativa libertad
de costurribres que todavía se mantenía a corriierizos del siglo.
Muchos de los fenómenos riocturrios de carácter angustioso
descritos a lo largo del capítulo, tanto los referidos a los sueños
como a las visiones producidas en estado de vigilia, han sido es-
tudiados modernamente, no sólo por ailtropólogos, folkloristas y
psicólogos, sino también de forma creciente por médicos espe-
cialistas en psiquiatría. Hoy se halla comúnmente aceptado por
los representantes de dicha ciencia que existen dos tipos de sue-
ño que, eri el hombre, se alternan aproximadarrierite cada cien
minutos: el sueño ortodoxo o MONR (rnoviiriierito ocular no rá-
pido), que ocupa el 80%; de la noche, y el sueño paradójico o
MOR (movimiento ocular rápido), que ocupa el 20%. Según las

vez el río para recuperar sil ropa, sc hiindió en el agua frían (vease Marie-Imuise
VOY FMW, «F.I proceso de iiidividiiarií>ri~, eri 61 h o m h y mí tirnholos, Kai-relona, Ed.
Caralt, 1976, pp. 179-181). Dicha figilra recuerda asirriisrrio la leyerida de la serra-
na de la Vcra, ciiyos aspectos i~iiticosfueron evocados por Jiilio G\KU eii Ri-
R;u(<?I.A
tosy milos rquiuocor. Madrid, Ed. Alianra, 1974. Véase, asiiriisrrio, Frari~oisDELPELH.
*La leyenda de la Serr-aiia de la Vxa:las adaptaciones teatrales.. c i ~1.n nrztjrr en rl
teatroy la nvvelu del xglo XL7L Toilloiisc, France-Ibei-ie Recher-che, 1979.
30i
Véansr Vladiinir PKOPP,Ln.r t c i í w , hi4ricui dpl nuvzto, Madrid, Bd. Fiiiirla-
mentos. 1987, pp. 295 y 415, y Ernmanuc~l[.E K o v IADLIKIE. IALúru+ deJa\mzn, Bar-
celona, Ed. Argw Vcrgara, 1984, pp. 233261.
investigaciones de W. Dement y N. Kleitrnan3"', la mayor parte de
los sucesos oriíricos que en nuestros procesos se atribuían a la ac-
ción de las brujas (esto es, los t m u w s nocturnos4"%en su sentido
más estricto, las denominadas imcígenes hipnagóg-icas"" o los episo-
dios de sonarnh~~lisrr2.o~')
siirgen del sueño MONR al comienzo de
la noche, lo que coincide con los horarios citados por los testigos
al hablar de sus experiencias.
Por lo que respecta a las visiones en estado de vigilia, pueden
dividirse teóricamente en al~icinncion~,c. (definidas como percep-
ciones sensoriales en a~iseilciade estímulos externos), ilusion~s
(claboraciories caprichosas de la percepción de estímulos exter-
nos) y 71iSionec.(diterenciadas de las anteriores por experirrientar-
se como si vinieran de fiiera, y no de la realidad ordinaria):"'. No
obstante, como afirma Richard L. Gregory .estas distinciones tie-
nen poca importrzncia teorica y a rrieriudo son difíciles de realizar,
porque dependen de una valoracih de lo que una persona afir-
ma sobre lo que ha experimentado.^^"' Dc acuerdo con ello, nos
es imposible saber si las experiencias relatadas por testigos como
Pedro Casanueva o Luis Lázaro eran totalmente imaginarias (alu-
cinaciones) o se apoyaban en alguna base real, por mínima que
ésta fuese (ilusiones). Nada podemos afirmar acerca de la pre-

'""V. DEMENT y N. KI.EITM;\N,


<<The 1-elationoí' eye movements diiring slrrp
to drcam activity an ohjcctive method for the study of dreaming~~,,Journul o/Expe
rimentul P~ychology.53 (1955), pp. 339-346.
.40!1
A ditcrcncia del tirmino p~.~ndilln, la expresión tmvres nocturnos se utiliza eri
psiquiatría para designar experiencias breves y menos detalladas de aprcsainirnto,
rwangi~lamicntoso ataques. Surgen del sueno MOKR al comierizo de la riuctie y
coriipor~ariuna tremenda aceleración del corazón (vfkc S. S. KFW, E. V. ~ : V \ R T Sy
H. 1,. W r i . i . i a ~(eds.), Si+ nnd Altmd States of Consciousno~,Baltirriore, 1967.)
310
Cori este nombre se designan las imágenes de cuti-rina vivricza que a me-
nudo se experinientari al caer en el suetio o, cori menos frecuericia, al despertar.
A diferencia de lub sueños propiamente dichos, los estados hipnagógiros sr cn-
riicntran en gran medida bajo control voluntario y pueden describirse a o1r.a per.
boua rnien~msocurl.en o nada 1115s acabar (vease J. OKAM y (:. 1). KAR\FS (eds.),
~ ~ 2 0 in1 S 0l p ~~p Nueva
, Ebrk, 1980).
31 I
1Tna persona dormida puede realizar diversas actividades más o menos co-
tiereritrs. Puede, por +rriplu, hablar o inover-se intencionadamente o Icvaiitai-se
y andar. Entonces parrcr aturdido, absorto y sin respuesta a mucho de lo que su-
cede a su alrededor. Tiende a evitar los obstáculos, pero -conlo vinios en el e,jem-
plo del notai-io de Pciiarroya- p i i d c correr peligro porque es torpe y descuida-
do (véase 1. Os~v..\iD,Slrrp, Loridres, Harniondsworth, 1980).
312
VCasc R. K. Siemi. y.1. L. WLST(eds.), Hallucinations, Londres, 1955
'4 1 $
Richard L. G K L C ~(ed.),
K Y L)icrionario Oxford de la nzcntc, Madi-id, Ed. Alian-
za, 1995, p. 30.
senc.ia material d e las mujeres a quienes el primero confesó haber
agredido, ni de la acusada cuya sombra perseguía el segundo.
Lo que sí resulta sumamente revelador son las referencias al
alcoholismo y, más concretamente, a deterrriinados síntomas d e
ebriedad, que a menudo aparecían e n boca del abogado defensor
de algunas acusadas para desacreditar a ciertos testigos cuyas afir-
maciones parecían inverosímiles. Según la declaracih de iiilo d e
los aportados por el procurador Adrian Calvo para defender a
Ápeda Ruiz, Pedro Casanueva era un
4iombre i~al~ajador y hordinario, y que el deposan~ealgiirias
vezes [...] lo ha visto irastocado y fuera de juyzio por haber bebi-
do mucho vino.-'""
Asimismo, el artículo decimoséptimo d e la llamada «cediila
contradictoriiw redactada por el procurador de Isabel Garay ase-
guraba, a propósito d e varios testigos que la habían acusado d e
brujería, que n o había que concederles crédito por ser,
wiciosos cn comer y beber, de tal inarirra que lo mas del tiem-
po estar1 erribriagos y borrachos del sobraclo vino que bcbcn..'"'
Sabemos, gracias a los trabajos de algunos historiadores, corno
Fernand Braudel."' o Keith Thomas"', que el recurso a la bebida
como forma de evasión era ya habitual e n los siglos XVI y XVII e n
toda Europa. No obstante, existían determinadas comarcas don-
de la gran abundancia de la cosecha vinícola hacía d e dicho com-
portamiento uria costumbre social especialmente extendida. Una
de ellas era el campo d e Cariñena, uria r e g i h situada al sur d e la
provincia de Zaragoza, escenario privilegiado d e dos procesos por
brujería en los que buena parte d e las acusaciones se vieron con-
dicionadas por la inclinación a la bebida que mostraban algunos
de los testigos. Nos referimos a las causas episcopales contra Isa-
bel Garay habitante e n Cosuenda, y contra Pasciiala García, na-
tural y vecina de Herrera d e los Navarros; las dos localidades sc
hallaban situadas muy cerca d e Cariñena y estaban dedicadas ca-
si exclusivamente al cultivo cle la vid. Según una d e las testigos
aportadas por la defensa, otra d e las declarantes e n el mismo pro-

414
Proceso contra ,kgilrtia Kiiiz. Bolea. 1605. MIPI 1. C. 1211-8, fol. 104.
315
Proccso conti-a Isabel Gara);. Cosuenda. 1.791.Al)%. C. 33-23, fol. 51.
316
Véase Fernand B ~ ~ i l n,a(dvilizrrrión
i rncrirr~ul,rwnomh ?; cnpitnlicmo (siglos
XC-XTTI0, Madrid, F.d. .Miaiira, 1991.
317
Véase Keitti TIIOMAS,
R~ligionnnd the L>cdinr u/ 121rcgic; Londres, Pengiiiii
Books, 1978, p. 21.
ceso, Francisca Catalán -qui~ás la máxima responsable junto con
su marido de las acusaciones desatadas contra Pascuala García-
había sido vista por ella,
[<doso tres vezes tendida en el suelo 1 ...] borracha y fuera de
si en casa de uno llamado Pedro Gil, abuelo suyo [...] de lo qual
y dc haverle visto esta deposante darse a pechos algurias vezes con
jarros dc vino puro, la ha reprendido infinitas v e / e s . P
En palabras de otro de los testigos de la defensa, dicha Fran-
cisca Catalán,
a s s i siendo donzella coino despues de casada [...] tia sido te-
nida y reputada publica y comunmente en el dicho lugar de He-
rrera por emhriagucla y muger que se toca del vino [...] y luego
que rriurio la niña en el articulo nombrada oyo dezir este depo-
saiite y se dixo publicarriente y a una voz en el dicho lugar de He-
rrera que Francisca Catalari, su madre, la havia ahogado y que se
la havian sacado muerta de debaxo de los pechos.»"'"
Teniendo en cuenta, por consiguiente, la freciiencia con que se
abusaba de las bebidas alcohólicas, no sería descabellado pensar que
gran parte de las aliicinaciones a las que nos hemos venido refirien-
do tuvieran relación directa con algún trastorno de las fimciones ce-
rebrales de origen tóxico. Una de las complicaciones más frecuen-
tes eri los enfermos alcohólicos de tipo crónico es precisamente lo
que en medicina se conoce como delznum tremzs"'.Dicho estado se
acompaña de ciertos síritonias característicos, cuya correspondencia
con las experiencias relatadas por muchos de los testigos es cierta-
mente sorprendente: los más modernos tratados médicos hablan de
desasosiego, irritabilidad, obnubilación con gran riqueza alucinato-
ria, visiones terroríficas, agitación psicomotriz, etc.
Esta última alteración (asimismo conocida con el nombre de
delirio ocupacionaln debido a la actividad desplegada por los en-
fermos que la sufren y, más concretamente, a sus peleas contra su-
puestos enemigos) refleja con exactitud el tipo de perseciiciones
nocturnas relatadas tanto por Pedro Casanueva como por Luis
Lázaro'". Ambos testigos, al igual que les sucede a los afectados

318
Proceso contra Pascuala García. Herrei-a dc los Navarros. 1552. ADZ. C.
42-12, fol. 262.
'114
I M e m , fol. 169.
:!!Al
V6ansc Kichard 1.. GKKOKY(ed.), op. cit., pp. 283-284, y P. FARRERAS y C.
ROL\IAX,ibilrdirinrr z n t m a , vol. 11, Barcelona, Ed. Doyma, 1988, pp. 1451-1432.
%
:!1
El primero de ellos, Pedro Casanueva, h e testigo en el proceso contra
&ueda Riiir. Bulea. 1605. AHPH. C. 1211-8. El segundo, I.uis I.ázaro, lo tiie en la
causa contra Isabel Garay. ( h u e n d a . 1591. ADZ. C. 33-23.
por delim'urn tremens cuyos casos se han estudiado recientemente,
tendían a integrar en sil desvarío las percepciones del medio am-
biente en el que se niovían (personas, sombras, objetos), inclu-
yendo en el delirio todo su campo sensitivo («alucinacionesesce-
nográficas.). Sin embargo, al igual que sería ingenuo pretender
fundamentar la compleja fantasía del aquelarre únicamente en la
ingestión de drogas por parte de las acusadas como brujas, asi-
mismo, pese a la destacada influencia de ciertos agentes tóxicos
como el alcohol, hay que conceder primacía a los factores de tipo
social si queremos comprender tanto los sueños como las visiones
y alucinaciones confesadas por los testigos.
De hecho, muchas de las experiencias nocturnas relatadas por
éstos tenían lugar; según ellos mismos confesaban, tras haber
mantenido una riña con aquella a quien acusaban de brujería y
de introducirse por la noche en sus aposentos. La importancia de-
cisiva de las relaciones personales en tales experiencias aterra-
doras se pone de manifiesto al analizar la secuencia segíln la cual,
en primer lugai; tenía lugar una discusión entre el testigo y la sii-
puesta bruja; después, una visión nocturna en la que ésta se apa-
recía; a continuación, una enfermedad y, por fin, en algunos ca-
sos, el restablecimiento del testigo una vez reanudadas las buenas
relaciones con la acusada. Dicha secuencia desuvenen,cin-pesadilla-
enfmmedad aparecía relatada por uno de los testigos corno sigue:
~ H a v r acuatro años poco mas o menos que, estando este de-
posante en una calle del lugar en compañia de Isabel Garay, dicha
Isabel Garay le pidio Ir prestasse una asnilla que tiene para ir a Ca-
riñena, y el deposaritr lc respondio que el la havia menester y que
no sc la podia prestar. Y luego conocio este deposante que la dicha
Isabel Garay se enojo conira el L.. ] y a la noche siguiente, estando
despierto eri la cama [...] llego hasta este deposante [...] la dicha
Isabel Garay [...] y se fue sin verla ni oyrla [...] de la qual alteracion
se sintio el deposante de muy mala gana, de tal niariera que el dia
siguiente enterirlio ser muerto L.. ] de la qual enfermedad estuvo
este deposante tan cansado que por espacio de mas de quirize dias
no pudo trabajar ni haun casi valerse de sus pies y manos.*'3"
Según el testimonio de Bartolomé Deza, la niisma Isabel Garay,
diez años atrás, se había colado de noche en su cania tras haber
mantenido ambos una disputa ese mismo día. El testigo, después
de luchar con ella en sueños a brazo partido, había conseguido
ahuventarla y %sacarla,>de su aposento. Pero al día siguiente se ha-

322
Proceso contra Isabel Garap. Cosiienda. 1591. AD%. C . 33-23, fol. 14.
bia sentido .muy troncado y d e 11111y rnala ganan. Al ver qiie su en-
fermedad se prolongaba, decidió acudir a casa de Isabel: .Dios os
guarden, fue su primer saludo, a lo qiie la acusada le respondió:
&eays bienvenido, huesped~.sola&ite por contarle &e creía
que ella era la causa de su enfemiedad y rogarle que le conce-
diera algíin remedio, <<se
hallo tan bueno como si no hubiera te-
nido ningun mal. U:":'
Así pues, tras las riñas diiirnas reales se sucedían los combates
psíquicos nocturnos, ya fueran en fornia de pesadillas o alucinacb
nes, presagiando casi siempre algún tipo de enfermedad. Ya desde
muy antiguo se pensaba que la fimción principal de los sueños era
la de pronosticar el tiltiiro. A comienzo de su tratado sobre la in-
terpretación de los siieiios, ik-riau de Vilanova así lo reconocía:
«Enconti-amos que los filósofos antiguos, ya fueran indios o
persas, egipcios o griegos, se afanaban en las visiones de los sue-
fios siguiCndolas con especial eiiipeiío, puesto quc por las cosas
que veían aparcccr en las visiones, conocían más perfectamente
la esencia del alma, y sc ponía más a su alcanre la precognición
de las cosas tiitwas.>>""
El carácter premonitorio de los sueños, que el mismo histó-
teles admitía y explicaba eri dos de sus tratados"', ha sido nueva-
mente reconocido cn la actualidad por psicólogos y psicoanalis-
las, que consideran que muchas crisis de riucstra vida tienen una
larga historia inconsciente. Así, aunque en oc.asiones desconozca-
mos lo qiie está iricubándose dentro de nosotros, el iricoriscierite
está ya informado y lanza mensajes a través de los sueiíos. De ahí
el mito de la noche creadora, sí~ribolodcl tiempo de las gestacio-
nes, de las germinaciones o de las conspiraciones que estallarán a
pleno día como rnariifestaciones de vida.

iP 1
Arnaii nF \'II \NO\./\, Dr lu rrilurl,rulrcczún du km w m h , Karrcloria, Ed I.abor,
1975, p. 6.
52.5
Aristóteles, en sus dos hrcvcs tratados &/mlos sur6os y S o f m la ndiriinnrión
an cl ru~fio,reconocía un origeri comíiti a los siiciios, las alucinaciories de los en-
fermos e, incluso, las iliisioncs de los cuerdos, por +rnplo, la d r tomar a iin ex-
traño por la persona que querernos ver. Aiinqiir no incidía m i t o corno sus coii-
terriporáneos en su función inántica, sí aceptaba e11 dos clases d r siicños i i r i
caráctcr precogiiitivo: eii los sueños que contienen un recoiiociniieri~odel estado
de aalud del soñador. que sc rxp1ir:in razoliablerrierite por la penetración cii la
concicncia de sintornas igriorados en las horas d r vigilia, y en los que acarruri su
propia realización siigirirndo al soñador una línea de actuación.
En los procesos estudiados, las visiones y pesadillas de br~ljería
no eran sino un reflejo directo de las relaciones sociales que los in-
dividuos mantenían con el resto de la comunidad, aunque con fre-
cuencia se hiciera recaer todo el peso de las mismas en un chivo
expiatorio representado por la supuesta bruja. Dichas experien-
cias aterradoras servían como prorióstico de incontables enferme-
dades cuyo origen se encontraba en las fuertes tensiones a menu-
do vividas entre los habitantes de una misma localidad. Así pues,
un factor decisivo a tener en cuenta al tratar de descifrar los con-
tenidos fantásticos asociados con la brujería es el del desenvolvi-
miento real de las relaciones humanas en sus distintas facetas.
Nuestro propósito en las páginas que siguen sera analizar dicha
realidad, atendiendo principalmente a los frecuentes conflictos in-
terpersonales cuya expresión iniaginaria a través del fácil recurso a
las acusaciones de brujería los mantenía en nurrierosas ocasiones
ocultos.
DE VUELTA A LA REALIDAD

V M R EN COMÚN

Sz mugrr (ir tal nomlrrr huvzeru hnvzdo en rl dicho lugur


[...] este depow~nlrLo ~ ~ ~ p z e[...]
r a havwndo v ~ u z d o hatizlado
de contznuo P I L P/, donde w tonosccn todos por la poca v r z ~ n d n d
concurnendo todor a u n o zglexa l...]
Domingo Ordovás'
Quzen h c e comunzdnd, dzce tamO14n mtiumhc.
Etnmanuel Le l<oy Ladiirie"

Si por algo tuviéramos que caracterizar la vida social de nues-


tros antepasados en los siglos XVI y X W , habría que destacar sin
lugar a dudas la abundante y estrechísinia convivencia de que dan
testimonio los documentos de la epoca. En aquel contexto, cada
sujeto experimentaba un sentimiento de pertenencia a la coniu-
nidad mucho más fuerte que el de su propia individualidad, lo
cual se manifestaba en múltiples aspectos, desde el control al que
todos se sometían mutuamente hasta cl ideal de solidaridad reci-
proca cuyo incumplirriierito ocasionaba tantos conflictos4. Para

' Proceso contra Pa~cualaGarcía. Herrera de los Nax-arroi. 1572. ADZ. C. 42-
12. fol. 165~.
Emmariiicl I F R o l t ~ uKlI L , ;\/l«nlazllou,n l l m orrztnnn, dr, 1294 n 1324, K -
drid, t d . Taui us, 1981, p. 376.
h e g ú i i Orest Raniim, .[.as sociedades europeas de irirrc 109 siglos ?<N y
XWI, tan distintas entre sí, se asemejan, en comparación con las nuestras, en que
todas aliogaron al iridiviriiro bajo el peso de los cornportamiciitos timiliar-es,
comunitarios, cívicos y aldearios~~
(véase al.os rctiigioi de la iiitirriidad~~,
eri Philippe
empezar, y por lo general, el espacio donde la mayoría desarrolla
su vida cotidiana tiende a ser muy exiguo. De .existencia grega-
ria. liar1 lleglido a hablar algunos historiadores al referirse a las
condiciones que hacían casi imposible para el individuo escapar
a la permanente mirada del otro? En los procesos por br~ijería
aragoneses son constantes las referericias a la publicidad de suce-
sos que hoy cn día consideraríamos d e carácter privado. Así,
segím el testimonio d e Agnes Pastor, Catalina García -que había
sido acusada de bruja ante la ,justicia episcopal e n 1591- no
podría haberse reunido con sus supuestas cGrnplices sin que ello
n o hubiera llegado a conocimiento d e todo el resto del pueblo:
,Jamasha visto ni entendido ni oido que dicha Catalina Gar-
cia haya hecho +juntamiento de mugeres para hacer exarmos,
santiguaciones o bruxcrias [...] ni entiende ni crehe se pudiesen
juntar quc no sc hubicsc scntimicnto por cl piicblo y, hubicndc-
se seriiiiriirrito por- el pueblo de tal cosa, pretieridr la deposarite
lo sabria, porque cosas seriiejan~es,en publicaridose por el pie-
Ido, lo saben todos los del pueblo.,>'
No se trata sólo de la mirada del vecino: también su oído regis-
tra cuanto ocurre. A propósito de ciertas riíías entre Juana Ordovás
y la acusada de brujería Pascuala García, tres mujeres del pueblo
confesaron ante los oficiales de justicia recordar a la perfeccih el
contenido d e los altercados. Una de ellas, María Marco,
4% hallo preserile quarido ella [la acusada] y la dicha Juana
de Ordobas riñeron y [...] no vio ni oyo ni entendio [...] que las
dichas [...] se ti-atassen la una a la otra de broxas [...] ni pudiera
ser que otras cosas se dixeran que esta deposante n o las enten-
diera, hallandose como se hallo presente desde que comcncaron
a reñir hasta que acabaron.)>"
La segurida, Catalina Gómez, también reconoció su presencia
durante las rifias, «porque viven y habitan todas muy cerca las
unas d e las otras.'. En cuanto a la tercera testigo,

h u ~ k : ys G c o r g c ~DI I R V (cd?.),Hictoli'n df ln nidn pivodn, rol. 3, Madrid, hd. lairrirs.


1989. p. 211).
' V6asc Danielle RÉ:c;ui~.n-Bo~l.t~,
'<Lasociabilidad.,, en Hiitoria & la vida pri-
u(& .... vol. 2, pp. 329-355.
"Proccso contra Catalina García. Peiiarroya de Tastavins. 1391. >ZDZ. C. 18-
17, fol. 1 6 0 ~ .
"Proceso contra Pasciiala García. IIerrera de los Kavarros. 1372. ADZ. C. 42-
12, fol. 266.
' Ihidnn, fol. 26917.
wstuvo muy atenta a escucharlas desde el principio de las riñas
y, aauriqiie estaba dentro de su casa y no se niosiro ni salio a la calle,
estaha en p;irte y liigar que lo podia oir y oyo muy bien todo.."
En ocasiones, más que de curiosidad por la vida del otro, se
trataba de un espionaje deliberado. Para el doble cometido de
acecho y ocultamiento, los abundantes agujeros citados por los
testigos en sus declaraciones poseían uria gran utilidad. Según el
relato de Cecilia Reinez,
«Esta deposante un dia vio a Barbara Blanc [...] y a imo Ila-
n u d o Geroniino Alviol que estaban en un guerto hablando y esia
deposante, sospechandose qiie tratavan algunas cosas de brujas,
se llego al dicho guerto y por un agiijero escucho y oyo lo que los
dos hablaban.,,"
Segúri su hermana, Susana Reinez,
*Por un agujero que passa de casa de Cecilia Reincz [...] a la
cocina de Barbara Blanc vio que en dicha cocina estavan tres
rriiigeres desnudas en carnes [...] y entre dichas mugeres vio un
vulto que ni le parcscio hombre ni inuger porque e1a negro y feo,
y le parescio denionio, con su figura tan espantable, y entre ellas
liabia una olla, y les oyo dczir y hablar: \ramos a la parie donde
sabemos.>~"'
No obstante, lo qiie se veía u oía tras dichos agujeros podía ser
muy diferente de aquello que los testigos confesaban. Muchas
veces, grietas y boquetes servían de excusa para otorgar carácter
de realidad ante el jue7. a determinadas fantasías producto del
miedo o del odio experimentado liacia quienes vivían al otro lado
de los propios muros. No es de extrañar, por tanto, que un relato
como el anterior -una acusación más o menos velada de aque-
larre-, terminara siendo desmentido más tarde por varios testi-
gos dc la defensa, gracias precisamente al examen del agujero
que aparecía mencioriado al comienzo de la declaración. Tal y
como relataba Pedro Juan Koiz,
.Ha visto cl agujero qiie passa de la casa de Cecilia Reinez a la
coziria de la casa dc Barbara Blanc y ha echo diligencia por ver lo
que por dicho agujero sc podia ver a la otra parie. Y ha visto no
se puede ver por dicho agujero a una persona que este en pies,
sino un p e d a ~ oen la pierna o rodilla que aun no sera un palino

' I b i d m , fol. 261~.


Proceso contra (htaliiia (;arcía. 1591. Pciiarr-oy~de Tastaviris. ADZ. C. 18-
17,fol. 67.
l o Ibidrm, fol. 41.
y medio. Y, de alli, arriba ni abaxo ni a los costados, no se puede
ver nada. Y puesta una olla en el suelo, no sc puede ver. Y puesta
en un banco, se ve un poco la boca de la olla, la cual a posta ha
reconocido el deposante, junto con Joan Corril~artg Bartholome
Llobct, hiziendo todas las pruebas que se podian tia/er.»ll
El control del otro no siempre era intencionado; aun así, la cer-
canía eritre quienes habitaban en tina misma aldea, barrio o, iriclu-
so, casa, convertia a cada uno en testigo presencial más o menos
involuntario de las vidas ajenas. Un caso extremo a nuestros ojos,
pero nada inhabitual en la epoca, es el narrado en 1572 por Cata-
lina Martín, una vecina de la pequeña localidad de Herrera de los
Navarros (Zaragoza). Dicha testigo, que a sus treinta y tres años ya
había enviudado y contraído uri nuevo matrimonio, relataba cómo,
durante su viudedad, había vivido acompañada -lo cual solía ser
costumbre- por su hijastra Francisca y el marido de ésta:
.Y assi vivian y habitaban esta deposante y los dichos Pedro
Ximcno y Francisca Castan en una misma casa, que havia sido
toda una v estaba dividida con una antosta. Y cada casa cenia su
puerta. Y esta deposantc dormia arrimada a la dicha antosta en su
casa. Y los dichos Pedro Ximcno y Francisca Castan, de la otra
parte, tanibien junto a la misma antosta, de suerte que los unos a
los otros se oian lo que hablaban de la una casa y la otra, por ser
antosta la pared que dividia las dichas casas y havcr cn clla un agu-
jero por donde se daban 1ii111bselos unos a los otros.."
Según el detallado relato que seguía a continuación, Catalina,
una mañana casi de madrugada había oído desde su alcoba cómo
Pedro hablaba en la cama con su mujer y poco despues la acusa-
ba de haber matado a la hija de ambos:
*Este dia de San Lucas venidero del presente año havra trrs
alios, por la mañana muy de mañana, estando esta deposante en la
cama, llego a Ilarnar a su puerta uno llamado Juan de Sola [...] a
rogar a esta deposarite que le f~iessea ayudar a coger su ~ a f r a ny,
esta deposante le dixo que corriencasse a caminar y se fuesse delan-
te, que en acavandose de vestir iria luego tras cl. Y assi, comento a
vestirse y, estandose vistiendo, siritio al dicho Pedro Ximcno, mari-
do de la dicha Francisca Castan, que cree se havia despertado por
el ruido y golpes que el dicho Sola havia dado a la puerta. Y dixo
a la dicha sil mugcr: -Ola, levantaos, que a essa otr-a (diziendolo
por esta deposarite) ya la llaman, que yo me quedare con la niña.

" Ibidm, fol. 171.


"
Proccso contra Pasciiala García. Hurera de los Navarros. 1572. ADZ. C.
42-12. fol. 23%
Porczoria rn los ojos. Rrujm'u y supentición pn Araghn e n PI siglo XC'I

Yluego siritio esia deposante que el dicho Pedro Ximeno dixo a la


dicha su miiger: -?Y donde tienes la niña? ;Debajo la tienes! iAho-
gado la deves de tiaver! Y la dicha Francisca Castan dijo que no. Y
el dicho Pedro Ximeno dixo: -¡O, ci~erpode IXos ion la vellaca,
catala aqui, ahogada! Y la dicha Francisca Castan dixo que no deve
de ser. Y el dicho Pedro Ximeno le dixo otra vez: iO, cuerpo d r
Dios con la borracha, catala ay ahogada! u''
Teniendo en cuenta que el relato pertenecía a un proceso de
brujería -el incoado contra Pascuala García-, facilmente se
deduce que la testigo, aportada por la defensa, declaraba a favor
de la acusada. Su minuciosa narración no tenía otro fin que dar
testimonio de la forma en que se había producido un suceso, la
muerte de una criatura, atribuido, como ocurría tantas veces, a
los poderes diabólicos de aquélla señalada como bruja. Catalina
terminaba su relato manifestando sil propia interpretación de los
hechos, esto es, la convicción de que cuanto había escuchado al
otro lado dc la pared mediariera coincidía con la realidad. A
pesar de no haber visto a la niha tras su fallecimiento, siempre
había tenido por cierto qiie Francisca había sido la culpable. Sin
embargo, pese al aire de objetividad de sus afirmaciones, la escue-
ta referencia a su indiferente reacción ante la muerte de la cria-
tura no deja de parecernos significativa en relacih con su postu-
ra en contra de la madre y a favor de la acusada:
<<Yesta dcposante, por estar en aquella sazori mal con los
dichos Pedro Ximeno y Franrisca Castan, no passo a su casa, sino
que se h ~ ae ayudar a coger el dicho qafran al dicho.Juari de Sola
como se lo hmia offreqido. Por [iodo] lo qual esta deposanie tie-
ne por muy rierto que la dicha criatura la ahogo su madre cogieri-
dola debaxo de los pechos, y no que hubiesse rniicrto de hechizo
ni embrujamiento.~"
Ko sólo la cercanía entre las casas y entre sus habitantes fomeri-
taba la corivivencia; no hay que olvidar que, además, y sobre todo
en los pequeiíos núcleos rurales, los lugares y ocasiones para los
encuentros en público eran muy numerosos. En los procesos estu-
diados, los diiilogos mantenidos a plena luz del día y ante testigos
predominan sobre las escenas de privanza propiamente dichas, lo
que viene a demostrar una vez más la decisiva función social
desempeñada por el recurso a las iiiculpaciones de brujería. Pero,
aunque tales acusaciones servían por lo general a todos, las prin-

'"bidem, fol. 2401..


l 4 I h h n , tol. 240v.
cipales encargadas de transmitirlas eran las mujeres. Como afir-
maba Emmanuel Le Roy Ladurie en su estudio sobre Montaillou,
«Los hombres ostentan las estructuras esenciales del poder,
mientras que las mujeres sc cncargan, en su sociat~ilidad,de una
buena parte de los servicios de inforrriacióri 1 ...] Drrisa y diurna, la
sociabilidad femenina es aderriás repetitiva, es decir; cotidiana.»"
Los lugares femeninos de encuentro relacionados con el tra-
bajo realizado fucra del recinto doméstico enrnarcaban muchos
de los Nsiicesos de brujería,>que serían más tarde narrados por los
testigos en sus declaraciones ante el juez, y no sólo por las propias
mujeres que habían participado en los acontecimientos, sino tam-
bién por sus maridos o allegados. Muy especialmente, el horno apa-
recía como escenario privilegiado de disputas y recrirriiriaciones
que eran recordadas mucho tiempo después por aquellas que las
habían presenciado. Decir algo en el horno en voz alta era s i n 6
nimo de darle publicidad y conseguir que llegara a conocimiento
de todo el pueblo. A veces, ello bastaba para que ciertas tensiones
desaparecieran tras haber sido exteriorizadas en público.
Resulta ejemplar a este respecto el testimonio de Cándida Ji-
ménez de Miranda, habitanle de Periaflor (Zaragoza), quien,
según su propia declaración, había caído erifernia nada más lle-
gar a dicha localidad, adonde se había trasladado a vivir a los die-
cisCis arios de edad aproximadamente. Cándida había atribuido
desde siempre su cnferniedad a la influencia maligna de Francis-
ca Castán, cuya fama de bruja se hallaba muy extendida por el
pueblo. Tal y como la testigo relataba ante el jue7,
est tubo enfernia mas de dos aiíos. Y estando enlerma yendo
un dia al hor-rio se topo ron la dicha Francisca Castan y, sin esta
depc)síiriir preguntarle nada, se allego acia esta deposante y cstan-
d o junto della le dixo a esta deposante: -;Por quc mc dice que
soy hroxa? Y esta deposante le dixo y rcspondio: -No se que lo
haya dicho, pero si lo he dicho, no me desdigo dello, porque
antes que viniesse a este lugar mc dixeron me guardase d r vos,
que erais broxa, y cn cl lugar se dice piiblicarrierite qiir 10 soys. Y
entonccs Ic rcspondio la dicha Frariciaca Gastan a la deposante:
-Yo os aseguro que rio os goqeis ron rossas que tengais.*"'
*irse a sus
Tras escuchar dicha amenaza, Cándida decidií, dirib'
corripañeras y manifestarles su deseo de denunciar a Francisca


~ o l L w i NE. op. nt., pp. 36G36'i.
Fnimaiiiirl 1 . K
1(>
Proceso cor1Li.a Francisca Castán y Maria ' I b I ó ~ i Prliaflor.
. 1609. ADZ. C. 5-
10. tol. 1Jlv.
ante el Santo Oficio. No obstante, no Ilegb a hacerlo -según su
vcrsión-, ya que sólo por el hecho de comunicar su interición a
las demás, se había sentido repentinamente curada de sus males:
4:omo ba deposante oyo la respuesta que la dicha Francisca
Castari le havia dado, dixo publicameriie a las que estavan en el
horno (que no se acuerda quien heran) [...]: -Señoras, todas
me sean tesiigos que la dicha Francisca Castari rrie Ira amenaca-
do y dicho que rio Irle goyare en cossas que tenga y assi, por el
rrial quc tengo, digo que es hroxa y que ella me lo ha dado. Y irle
quiero yr a acusarla a los iiiqiiissidores. Y con esto la deposariie
sc salio del horno y luego que salio del dicho horno, se hallo esta
deposarite luego sana y buena del mal que dos años ha que
tenia.»'?
Convertido en asamblea femenina, el horno venía a ser testi-
go de muchos conflictos cntre individuos, familias e incluso ban-
dos locales, conflictos que casi siempre aparecían materializados
en forma dc acusaciones. En 1594, en la localidad zaragozana de
Lécera, una mujer declaraba ante los jueces episcopales que
María Calvo, a quien calificaba de br~lja,había hablado pílblica-
mente en el horno en contra de ella:
«Estando un dia en el orno de dicho lugar, la dicha Maria Cal-
vo dixo a la deposante y a otras rnugercs que estaban eri dicho
orrio: -Yo sc que una inuger este otro dia entro en vuestra rasa
(dixeridolo por la deposante en rsrusas) y tomando por ocasion
que Ixrscaba una gallina, y os ha rniierio vuestro marranchon. Lo
qual dixo eri presencia de dichas mugerrs del o r n ~ . . ' ~
Otro lugar de encuentro público perteneciente en exclusiva a
las mujeres era el Lavaderu. Al igual que cocer el pan, lavar la ropa
constituía tina excelente oportunidad para tratar determinadas
cuestiones espinosas, priricipalrncnte las referidas al eslado dc las
relaciones entre las allí reunidas. Idaropa se llevaba en un cesto
alto con dos o cuatro asas en el borde que, en Aragón, se conocía
como roscud~ru;dc ahí la expresión .hacer la roscada)) para refe-
rirse a la colada. Segím el testimonio de Juana (:laramonte, habi-
Bnte de Pcñaflor (Zaragoza), en cierta ocasión, la hermana de
una mujer que había sido encarcelada en Zaragoza por acusación
de brujería había aprovechado uno de los encuentros en el lava-
dero para dirigirse a otra dc las mujeres allí presentes e interro-
garle acerca de su participación en la denuncia:

" Itidem, fol. 132.


lX Proceso coiitra María Calvo. Lécera. 1594. ADZ. C. 33-14. fol. 26.
«Estando esta deposante un dia drsie presente año de 1609
en el Iiigar de Peñaflor haziendo la roscada de los paños de los
frayles carriIjos, se llego adonde estaba esta deposante Joana Dio-
nisia Moreno [...] y se congracio con Leonor Tolori [...] que esta-
ba en compañia drsia deposante, y entraron en platica las dos en
prcscncia desta deposanle sobre la Maria Tolon, que ya estaha
presa en esta ciudad de (I:arago~aen las carceles arzobispales. Y
vio que con lagrimas la dicha L e o m r le dijo a dicha Juana Dioni-
sia Moreno que por que perseguia a dicha Maria Tolon, su her-
mana, qiie qiie malas obras le havia hrcho.*l"
Frente a la imagen estereotipada del pasado que nos han
transmitido la mayoría d e los textos de la época y qiie nos lleva a
asociar a las mujeres casi exclusivanierite con la casa y a los varo-
nes con el mundo exterior"', la sociabilidad femenina se desarro-
llaba también muy a menudo e n calles, corrales, huertos e , iricluso,
en la taberna, sobre todo cn aquellas zonas vinícolas donde ésta
cobraba u n protagonisnio mayor que el habitual. De a i u y gran-
des hablas de mujeres,, calificaba e n 1572 una testigo la charla en
medio de la cual había sorprendido a u n grupo d e siete aldeanas
reunidas e n uria de las tabernas d e la localidad durante las fiestas
de Carnaval". Si hemos d e creer el testimonio d e la declarante, la
conversación d e aqiiéllas n o hacía sino girar nuevamente en tor-
n o a las tan traídas y llevadas brujas:
«I'or las carnestolendas primeras vinientes cuinpliran tres
años, un dia fiir por u n dinero de vino a casa de I'edro Marco, que
entonces era tabernero, y entro en dicha casa llainarido, y como
no le respondiesen y Iioviese muy grandes hablas de iniigeres, la
deposante se detubo, y en la habla conocio muy bien a las dichas
Pascuala Garcia y hslaria Arnari, y con ellas una hija de la dicha
Maria Arnau que se llama .Joma Ordobas, la muger del dicho

1 t)
Pi-oceso contra Francisca Castáii y Maria Tolóii. Peñaflor. 1609. ADZ. C. .i-
10, fol. 208.
20
Véase Marie-Ctiristine P o i (:HF.I.I F., «Le coi-ps fkrriiriiri et ses paradoxcs:
l'imagiiiaire de I'intrriorit6 claiis les kcrits rrit.dicaiix et religirux, MI'-XVI' ait.cles>,
cn Lo romiirrón de la mujrr m ln lXm1 M ~ d i n Madrid,
, Ed. Casa de Velázquez, 1986.
p. 326. Según los tratados de dicha época, L mujer era iin srr d e l interiorn, por
eso dchía rcprimir toda rriariifestación corporal dirigida hacia el exterior (mirar,
ceíi; etc.) y liniitar siis apariciories fiier-a de la casa.
?1
Mliicho~de Ii~sacori~eciriiieiitossociales rrlacioiiados coti la brujería tenían
lugar; según los testigos. eii días sciialaclos corno, por ejemplo, en estr caso. las fies
tas del (:al-naval (*eljiieres de Cariiestolendas~~. sriiala otro testiirioiiio coriteiiido
en el iriisirio proceso contra Pascuala García). por ejemplo. San Juan y Naviclatl
eran dos frcli;tc que también aparecían citadas con mucha fiecuericia. No tiay que
olvidar que diirante las principales testiviclades, las relaciones humanas sr iiitciisifi-
cahaii, lo que daha Iiigar a 1;1aparición de conflictos snteri-aclohe1 resto del año.
Pedro Marco Ihmada Catlialina Ramon, Pascuala Trxcdor, muger
dc Pascua1 Ferwr y Pascuala (:Ierrientc, muger de hlateo Marco, y
Joana Barcelona, viuda de Pedro Aladien, las qirales cstavan
merendando y platicando lo que se sigue. Dixo la Jordana Ordo-
va5 a su madre: -Madre, agora no ay broxas. A lo qual reymndio
la madre: -Hija, agora no es tiempo de andar, que hay poco
vino.»'?
Así pues, n o cabe duda de qiie las condiciones d e vida hacían
que, por un lado, la cercanía física y, por otro, los rnultiples espa-
cios de encuentro, determinaran en conjunio una existencia rnks
pílblica que privada. No obstante, si ya sólo cl roce continuo entre
los individuos constituía por sí mismo una cierta manera de vivir
en comunidad, mucho más aún determinados códigos d e con-
ducta -que solían ser conocidos simplemente como cosíumhe+
señalaban iinos coniportamientos f ~ ~ e de r a los cuales apenas se
concebía otra forma d e existencia". Como bien señaló Edward P.
Thompson e n un conjunto d e ensayos reunidos bajo el expresivo
título Costumbres un común,
(.En siglos anteriorcs. el término 'costumbre' se usaba para
expresar gran partr de lo que ahora lleva consigo la palabra 'cul-
tura'. La costumbre era la 'segunda na~iiralcza'del h o n ~ l ~ r e . ~ > ' ~
Ahora bien, algo tan interiorizado como la costumbre n o hacía
sino esconder bajo una denorriinación apareritcmente intrascen-
dente una serie d e creencias n o escritas producto cle uria deter-
minada historia, u n conjunto d e normas y usos que, aun sin hallar-
se contenidos e n ningún estatuto, en la práctica se hacían valer
igualmente. De este modo, la costumbre constituía un factor deci-
sivo de conexión social. Segíln el antroyólogo Gerald M. Sider,
existen todavía hoy en día sociedades en las qiie ciertas formas de
vida se encuentran tan arraigadas que, a pesar d e la tendencia pri-
maria al individualismo,
.Pueden conservar la necesidad de actuar colectivarriente me-
diante un ajuste colectivo dc intereses y una expresión colectiva
de sentirnientos y emoriories dentro del ierreno y el dominio de
los coparticipantes en iiria costumbre, la cual hace las veces de
frontera para excluir a los intrusos.*"

P~OCCSO contra Pasciiala Garcia. Hrrrera dc los Navarros. 1572. ADZ. C.


42-12, fol. 7.
23
Véasc Noi-ber~EI.IAS,1.n Nuilitnliun drs movurc, París, Calrriarin-Ihy, 1973.
24
Edward P. THOMPSO\. C u s l u m h s pn romín, Madrid, Ed. Crítica, 1995, p. 15.
25
Gerald M.SIOLK,Culturr mri rlmr iri onthn/ml(<g mid hrdory, Cambridge,
1986, p. 940 (citado en Eriwarcl P. THOMPSON. 9. Cjt., p. 26).
Buena parte de los códigos de vida comunitaria o ~costum-
b r e s ~presentes en nuestros procesos de brujería afectaban casi
exclusivarnerite a las mujeres, y en especial a las viudas (brujas por
excelencia, segíln el elevado número de acusaciories que recaía
sobre ellas). La primera regla que toda mujer debía observar si no
quería ser objeto de recelos por parte de sus vecinos consistía en
.vivir con recogimiento>>.Dicho recogimiento -que, como ya
vimos, no limitaba a las mujeres al espacio dom¿.stico, pese a lo
que tantas veces se ha supuesto- consistía esencialmente en
cumplir ciertos horarios: levantarse y acostarse pronto y, sobre
todo, cerrar cada noche las puertas de la casa corno seiial inequí-
voca para todos de que ningíln peligro podría salir ni entrar a tra-
vés de ellas. Según uno de los artículos de la defensa de Catalina
García, alias .La Dalmava,),
«Dicha Catalina García [...] despues de niuerto Juan Dalmau,
sil rriar.ido, ha acostumbrado en dicho lugar de Peiiari-oya vivir, y
ha vivido, con iriucho recato, assi y de tal manera que, si siendo
casada era [...] riiytladosa de cerrar su casa y recogerse en ella
siendo de noches, rlespiies de viuda lo tia sido mucho mas, vivien-
do, como lia vivido y acostunibrado de vivir, en dicha su casa con
todo rccogimiento, sin salir de noches de casa rii levantarse de la
cama donde dormia, si no fuesse para siis riecesidades o para
tiazer alguna cosa en casa que le convenia.-"'
No olvidemos que uno de los cargos más repetidos en los pro-
cesos consistía en afirmar que las brujas salían de sus casas por la
noche para reunirse con sus cómplices en el aquelarre. Así pues,
d o r m i r con toda qiiietiid, descanso y sosiego* suponía la mejor
garantía de inocencia para cualquier inculpada por delito de bru-
jería. Sin embargo, el ideal de vida recogida se hallaba extendido
para todas las mujeres en general y no sólo para quienes debían
probar su virtud (4atalina Garcia ha vivido y acostumbrado vivir
con todo recogimiento, como lo suelen y acostumbran las viudas
y mujeres honradas de dicho lo cual convertía en sos-
pechosas a todas aqiiellas cuyas costumbres escaparan de los hora-
rios respetados por la mayoría.
LJna de las acusaciories recurrentes contra María Calvo, de
Lécera (Zaragoza), otra viuda procesada por brujería, era que se
podía hallarla por las calles a altas horas de la noche, cuando ya

2li
Proceso contra Catalina Gar-cía. Peiiarroya de Tastavins. 1591. Al)%. C. 18
15. fol. 3 2 ~
27
Itridrm, Sol. 31v y 3%
el resto del pueblo estaba durmicndo. En el cuarto artículo de la
demanda presentada por el fiscal del Arzobispado de Zaragoza, se
afirmaba que María había cometido fimuchosy dibersos delictos,
con grandc daiio y menoscabo de muchas y dibersas personas.,
pero lo que se destacaba por encima de todo era la circunstancia
de haberla encontrado,
a medianoche, una y riiuchas veces sola por algurios corrales
y partes muy remotas y sospechosas del dicho
Según el testimonio de Pedro Serrarlo, un labrador de cin-
cuenta años, vecino de la misma localidad, el solo hecho de que
la acusada acostumbrara a merodear de noche por las calles del
pueblo, bastaba y sobraba a muchos para tenerla por bruja:
«Habra dos alios poco rrias o menos, cl dcposante vio a la
dicha Mliria Calvo, scria media noche, que estaba sola dentro de
un patio de casas derribadas en dicho lugar [...] y corno a dicha
ocasion llego alli i m Iioriibre estrangero carrctcro, el dcposante y
dicho carretero f~icronhazia clla (que ya el deposante se sospe-
cho que era blaria Calvo). Y dicho carretero le dixo: -<Que
hazeis aqiii a esva hora, mujer? \'os bruja dcbcis de ser..'"

Ambos textos poriíari de relieve no sólo la noctiirnidad, sino


tambien el hecho de que la acusada estuviera sola. Hay que tener
en cuenta que, a lo largo de toda la Edad Media y hasta bien
entrada la Edad Moderna, la compañía se valoraba por encima de
todo, mientras que la soledad se consideraba generalmente como
un estado contrario a la coridicibri hurriaria. Como escribieia Phi-
lippe Aries, <<la
peor de las pobrezas era el aislaniientoai"; por eso,
con excepcibri de los santos y eremitas, que lo buscaban como pri-
vación p disciplina, cualquiera que se apartara de los demás era
visto por la opinión pí~blicacomo un ser extraño y peligroso.
Según Georges Duby,
4:iialquier individuo que aspirara a defenderse de la estricta
y abundantísima convivialidad que entonces coristitiiía la priuacy,
a aislarse, a erigir en torno a sí su propia clausura, a cncerrarse en
su jardín secreto, se convertía enseguida en objeto, bien de sos-
pecha, bien de admiración [...] De este niotlo, sólo se exponían a
tal cosa los descarriados, los posesos o los locos: andar errante en

'' Proce~ocontra María Calvo. Lecera. 1594. ADZ. C . 35-14. fol. 3.


29 IIiidm, fol. 21v.
Philippr AurFs, .Para tina Iiisturia de la vida privada>,,en Hi~toriad p la í i i h
pnvada ...,vol. 3, p. 12.
la soledad era, según la opinión roniiíri, uno de los síntomas de
loriira.. "
Toda comiinidacl, ya fuera aldea rural o barrio urbano, cons
titiiía un medio familiar en el qiie sus miembros se conocían y se
espiaban, y más allá del cual se extendía una terra incognitn. Pero
si el control de tinos para con otros suponía una evidente merma
de la libertad personal, el conocimiento mutuo llevaba también
implícita la obligación moral de preocuparse por los demás, así
como de prestarles ayida y socorro en los casos de necesidad. Por
ello, cl mundo que se hallaba fuera del espacio comunitario era
visto, no sólo como un .territorio ignoto. sino, peor aun, adver-
so e inhabitable por la ausencia de solidaridad. La costumbre de
ayudarse unos a otros aparece documentada en muchos de los
procesos estudiados como algo inherente al trato y a las buenas
relaciones personales. Según Domingo López, natural de Herre-
ra de los Navarros (Zaragoza), Pascuala García era una mujer
honrada y religiosa, a quien conocía y había echado una mano en
numerosas ocasiones:
«Este deposante ha tratado y frequentado mucho el trato y
convcrsacion en casa de lhrtiingo Ximeno, marido de la dicha
Pascuala Garcia, ayudandoles a segar, rozar y otros actos y
exer~iciosde agricultura, y siempre y continuamente ha visto y
coriocido en la dicha Pascuala Garcia -segun su trato y manera
de ser- qiie era muy buena y catholica cristiana.."'
Ya vimos cómo, al relatar el episodio de la discusión rnatrimo-
nial que había tenido lugar tras la muerte por asfixia de una niña
en la cama de sus padres, y que Catalina Martin había escuchado
a travks del agujero de su alcoba, dicha testigo explicaba que el
mismo día del suceso había llcgado de madrugada a n o llamado
Juan [...] a rogar [...] que le tilesse a ayudar a coger su cafran.))
Como saberrios, Catalina, a pesar de ser consciente de lo ocurri-
do en su propia casa, ese fue a ayudar a coger el dicho cafran a
[...] Juan de Sola, conlo se lo havia offre~ido.~:':'
Dicho episodio
nos sirve para caracterizar la actitud que, por lo general, mani-
festaba la mayoría de la población a la hora de decidirse a cola-
borar en las tareas de sus vecirios. Por encima de todo predomi-

'i 1
(kol-gcs DL~BY,aI,a erriergencia del individuo., en Hzsiorio dr la vida priun-
d a..., vol.
2, p. 504.
Y2
PI-occso contra Pascuala García. Herret-a ric los Navarros. 1572. ADZ. C.
42-12, fol. 251v.
:':' l h i d m , fols. 23% y 210.
naba la reciprocidad, no ya sólo aplicada a los favores mutuos,
sino también a los sentimientos que se inspiraban unos a otros.
Cuando el sentimiento de reciprocidad se rompía, las relacio-
nes se enturbiaban. Así, por ejemplo, la ausencia de solidaridad
(uno de los códigos comunitarios de mayor arraigo teórico)
provocaba a rrienudo acusaciones de brujería. En determinadas
ocasiones, como en el proceso contra Catalina Gallego, era la
parte insolidaria la juzgada por brujería. Según las palabras pro-
nunciadas en 1501 por el fiscal del Arzobispado de Zaragoza,
dicha mujer abusaba de su poder en contra de la comunidad:
~ C a t d i n aGallego de muchos años a esta parte [...] tiene tan
ate~iiorizadoslos vezinos de dicho lugar que de ninguna manera
la osan enojar, sino la sirven y procuran dar contento lo que pue-
den. De tal manera que, si a algunos vecinos les deve la dicha
Catalina Gallego algunas cantidades, n o se atreven ni osan pedi-
Ilas; ni en el horno le ossan llebar paga alguna, y en la tienda le
dan por un dinero mas que a otros por tres. Y en tierripo de sus
cogidas, le ayudan a sembrar y segar sin paga ni interes alguno,
solo por el temor que le tienm y porque no les haga daiio.~~"'
No obstante, y por paradhjico que en principio pueda parecer,
la mayoría de las acusaciones de brujería provenían de la parte
insolidaria. 2Cómo justificar entonces tales acusaciones? Una mis
ma historia se repetía una y otra vez a través de multitud de testi-
monios: en prinier lugar, una mujer pedía algo a uno de sus veci-
nos; dicho vecino -que coincidía con el testigo, responsable del
relato- se lo negaba, haciendo caso omiso a sus ruegos. A conti-
nuación, el sentimiento de culpabilidad de quien no había acce-
dido a ayudar o a prestar lo demandado, en lugar de interiorizar-
se y hacerse consciente, se exteriorizaba y proyectaba hacia fuera.
El siguiente paso consistía en acusar de brujería a quien había
solicitado el favor. La excusa para ello solía encontrarse con facili-
dad: cualquier desgracia para el testigo ocurrida poco tiempo des-
pués de la traumática negativa era interpretada como una ven-
ganza de la supuesta bruja por no habersele concedido lo que
pedía.
Salvo excepciones corno la de Catalina Gallego (a quien
podríamos calificar más de hechicera que de bruja propiamente
dicha), las acusadas de brujería eran pobres, ancianas o viudas (o
las tres cosas); en cualquier caso, sil posición era débil y la fre-
cuencia con la que solicitaban atención y auxilio de quienes las

54
Proceso curilra Catalina Gallego. Manchoncs, 1591. ADZ. C. 28-32. fol. 5.
rodeaban las hacía incómodas para la rriayoria de sus vecinos. Los
testimonios de los conflictos internos que provocabari, así como
de la ariimadversión y hostilidad que muchos sentían hacia ellas,
son iririurrierables. Según Guillén Carifranc, & h - a d o r ,vezino del
lugar de Lezera, de treinta y seis arios y de buena rrienioria)),la
acusada María Calvo, viuda y vecina del mismo lugar,
+dio al deposante le hiziesse placer de prestalle un jumento
para yr con el al molino de Aimonazid de la Cuba. Y el dcposan-
te dixo que no habia lugar de prestarselo, por quanto el de-
posante lo habia menestcr [...] y la dcspidio y echo de si. Y el
deposante colligio y cntcndio que ella tubo rriucho seritirniento
por n o habcllc querido prestar dicho jiirnerito.~:"
Pocos días después de lo ociirrido, una mula del testigo cayó
enferma y fue exarriiriada por el albéitar o ~eteririario;éste, por
desconocer el motivo del mal, no dudó en referirse a iin posible
embriijamiento:
<<Eldeposante baxo a la caballerica y vio que dicha mula estaba
mala y no quena comer, a la qual vio y rcconocio si tenia torcon o
otro algun accidente y dizc no lc vio tubiesse accidente alguno, mas
de quanto estaba dicha mula muy triste. Y assi, el deposarite inbio a
su criado a llamar al albeytai- l...]
y dixo dicho albeycar [...] que 50s
pcchaba la habian embrujado, que se Ir rchill~ade ver en lavista de
los ojos. Y luego el deposante sospecho que dicha hlaria Calvo la
liabia eiribrujack) p o r q no
~ ~le q~iisoprestardicho,jumento.*'''
La misma María Calvo había pedido en cierta ocasióri uri cal-
dero de alumbre para teñir un paño, que no sólo le habían nega-
do, sino que además había servido de justificación para otra nue-
va acusación de aojamiento. Según una vccina de Lécera,
«Estando dentro de la caballerica [...] dando dc comer a un
marranchon s ~ ~ y [...]
o llego [...] Maria Calvo l...] la qual pidio a la
deposante le prestase un caldcro de arunbre para tintar liri pafio,
y la deposante le dixo no lo tcnia. Y la dicha Maria Calvo dixo:
-¡QU; buen marranchon teneis! Y vio la deposante le puso la
dicha Maria Calvo la mano ericirna del dicho tnarrarichon y le toco
[...] y dentro de quatro diaa, dife, niurio dicho marranchon.~~'"
Otro testimonio similar a los anterior? aparece incluido den-
tro del proceso episcopal incoado contra Agata Oliber, .<LaGila)),
una comadrona también viuda que, aunque era natural de More-

:%
Proceso cuiitra María Calvo. 1.6ccra. 1594. Al>%.C. 33-14, fol. 'iv.
31,
, 8.
l h i d ~ mfol.
37
IDidrrn, fol. 25v.
Ila (Castelli>n),en 1604 se encontraba residiendo en La Fresneda
(Teruel). Segúri Miguel Pastor, .cirujano de hedad de ciriquenta
y seis años.,
.<ayo dezir- algunos aiios a diversas perssonas [... 1 que, vinirri-
do dei horno, iiria mujer paso por delante de la (;ila, y la dicha
Gila le pidio 1111 roscon, y la mujer n o se lo quiso dar: Y que al
otro dia, la dicha rn~ijerestubo enferma }: sc bolbia arriarilla. Y
que algiinas vezinas le dczian: -?Que teneis? -No se que me
tengo. La CXa me pidio un roscoii el otro dia y n o sc lo quise ciar.
No se si nir a hccho algun daiio. Y dichas vezirias lc resporidie-
ron: -Pues entended que ella lo a hecho con maldad y toriiacl
amistad con ella, que ella os curara.,F
Así pues, las negativas a las peticiones formuladas por los más
dcbiles solían ocasionar un seritirriiento de culpa tal en quienes se
hallaban en tina situación favorable que, con frecuencia, los
remordimientos les Ilevabari a creerse víctimas de algún tipo de
maldición. Esta peculiar forma de reciprocidad en el intercambio
de danos se mantenía mientras duraba el rnal estado de las rela-
ciones entre los afectados; de a h í la recomendación consistentc
en =tomaramistad- con la Gila que, como ya vimos, algurias veci-
nas de La Fresneda (Teruel) habían sugerido a la mujer que se
había negado a darle un roscón camino del horno. En opinión de
Robert Muchembled, dicho gL=nerode conflictos y cl hecho dc
que muy a menudo intentaran resolverse mediante acusaciones
de brujería ante un,juez ajeno a la comunidad, no hacía sino con-
firmar la progresiva perdida de las antiguas costiiiiibres solidarias
que estaba teniendo Iiigar a finales del siglo Xb'I y comienzos del
XVil en muchas zonas de Europa:
*Desde el siglo X V , las solidaridades tribales, familiares, feu-
dales o localcs desaparecieron casi por completo, dejando al indi-
viduo solo frcnte a los dcmás hombres y forzáridolo a biiscar un
nuevo tipo de seguridad L...] Esta lenta cvolucií~n[...] acoiiipañó
la pcrsecucióri dc las brujas, que fue por tanto coritrmporánea del
paso de una vida social iiiiiy compleja, fundada sobre la primacía
de las solidaridades familiares y de otro tipo, a un iridividualisino
mucho mayor en todos los rarripos. No olvidemos que también se
estaba producieritl« un ascenso del indivitiiialismo religioso como
consecuencia de la C:ontrarrefrmria. Por ello, la caza d r brujas no
es ajena a la dislocaci0ri dc los antiguos vínciilos dc pareritesco.»'"

BR
Proceso contra íigata Olibcr. La Frciieda. 1604. ADZ. C. 32-2, tol. 5
Segíln dicha interpretación, la mayor parte de las acusaciones
de brujería reflejaban esencialmente la ruptura del sentimiento
comuriitario y de los antiguos vínculos de solidaridad en una épo-
ca de crisis y de reajustes económicos que acabaría por desembo-
car en un creciente individiialismo en todos los campos. Que el
período de la llamada <<caza de brujas* coincidió con un momen-
to de cambio se advierte en el sentimiento de culpa manifestado
todavía por quienes se encerraban en la defensa de sus intereses.
De ahí el temor a la venganza y a la fuerza que los dibiles podían
ocultar, temor que aparecía personalizado esencialmente en la
señalada como bruja. Atribuir todas las desgracias a dicha figura
no era sino una forma de descargar la propia conciencia. Un
ejemplo más de cuanto venimos afirmando lo constituye el relato
de Joari Maestre, vecino de Peílarroya de Tastavins (Teriiel):
i<Habracinco o seys años que vino a casa del dicho deposante
la dicha Dalmava [Catalina García, acusada por br~ijcría]p le
pictio a su mu-jer un poco de salvado. Y no se lo quiso dar. Luego,
en la noche siguiente, le mataron en la cama una riiriya de siete
meses estando sana. Y este deposante sospecha que la dicha Dal-
mava lo habia hecho por odio p erieriiistad.~"'
La correlación entre el malestar de quienes se negaban a com-
partir lo suyo y el miedo a las co~isecuenciasnegativas que podía
acarrear su inmisericorde actitud, volvía a repetirse en el testimo-
nio de Isabel Gil, otra vecina de Peñarroya que, al igual que el
declarante anterior, había acudido ante el notario episcopal para
acusar de bruja a Catalina García, conocida asimismo como .La
Dalmava~.Su versión de los hechos era como sigue:
-1Iavr.a cinco años poco mas o menos que vino a casa d a t a
deposante la dicha Dalmava y le pidio unos cerros de cañarno, y
esta deposante no se los quiso dar. Y de alli a dos meses pario un
niño. Y, siendo de siete semanas, una noche se lo hallo niuerto en
la cama, todo lleno dc cardenales, hahieridolo acostado sano y
bueno. Y tuvo por cierto esta deposarite se lo mato la dicha Nadal-
ma~a.»~'
Algunas de las antiguas costumbres comunitarias habían
sido recogidas y asimiladas por la Iglesia, entrando a tormar
parte no sólo de su ideario, sino también de sus normas. Así,
dar limosna u «ofrecer., como se decía más frecuentemente en la

40
Proceso contra Catalina Gariia. Pcñarroya de Tastaviris. 1591. ADZ. C. 18-
17, tol. 71.
41 Ibid~m,fol. 1 0 4 ~ .
época, constituía uria de las principales obligaciones para todo
cristiano. Uno de lo3 testigos que declararon en 1591 contra
Catalina <;allego por considerar que había abusado de casi todo
el pueblo de Manchories (Zaragoza), afirmaba que la acusada
cobraba rriucho por sus curas y no colaboraba cori los demás.
Más aún, sc quejaba de,
<<Que nadie de dicho lugar le ha visto hazer limosna a la dicha
Catalina Gallego en la iglesia, ni a su puerta, ni cn las mandas que
en la puerta de la iglesia se piden, ni jarrias le ha visto este depo-
sante ernplearsc en otras obras de caridad.^'?
Tal y como afirmaba el fiscal en el artículo cuarto de su de-
manda criminal,
offrece como las denias, teniendo orden, hazienda y fa-
cultad para cllo.n4'
Otra de las testigos resumía el sentimiento que la acusada le
inspiraba cori uria imagen que no admitía duda alguna: Clatalina
((noolía a cristiana.:
.La dicha (:atnliria Gallego cn la vida que hace en lo exterior,
le pareze que no Iiiielt. a cristiana.^^^
Por último, según Antonio Jurado, presbítero del lugar,
(<Ladicha Catalina Gallego es rnuger quc, en lo que toca a sus
costumbres, no es de tan Ixmi exernplo como dcbiera dar, al menos
en cumplir las obras exteriores que todos son obligados a hazer.n4'
<Enqué consistían dichas obras exteriores, además de en pro-
curarse unos a otros las atenciones y el cuidado necesarios y de con-
tribuir al pago de las limosnas que en teoría debían beneficiar a los
más desfavorecidos? A finales del siglo XVi, la mayor parte de las
costumbres o códigos de vida comunitaria eran los que iinponía la
Iglesia católica, al margen de los antiguos vínculos de solidaridad.
De hecho, sOlo una pequeña porción de las donaciones ofrecidas
en forma de lin~osnasiba a parar a manos de los pobres: el resto se
deqtinaba al mantenimiento de las iglesias y del propio clero.
Una de las costumbres de más arraigo, al menos por lo que
respecta a las mujeres, era acudir con frecuencia a la iglesia o igle-

" Proceso contra Catalina Galligo. Maiicliories. 1591. ADZ. c . 28-32, fol. 23.
13
Ibid~m,fol. 4v.
14
Ilridem, lol. 26.
45
Ikdem, 1%.
sias del lugar. Aunque los fieles sólo estaban obligados realmente
a hacerlo los domingos y días iestivos para participar en el sacra-
mento de la Eucaristía, otros muchos acontecimientos congrega-
ban a la poblaci6n: procesiones, vísperas 11 oraciones colectivas
como el rezo de la Salve o del rosario. Existía incluso el hábito de
reiinirse dentro de la iglesia parroquial en los días de tormenta
para rogar que el tiempo mejorase y, de este modo, tratar de evi-
tar la ruina de las cosechas. Dicha costumbre, contraria a la que
se atribuía a las brujas -ya que de ellas se decía que provocaban
las tempestades con sus conjuros-, aparecía recogida en la cau-
sa contra Catalina García dentro del artículo treinta y seis de la
cédula presentada por el procurador encargado de su defensa:
«Tunl quia, por lo seinrjaiitr rcssa ser verclacid, hablarido sierripre
con debido acatamiento, dicha Gataliiia Garria, alias la llalniava, en
tiempo d e truenos, tempestades y granizos [...] haver sido vista y
hallada por los campos hiziendo conjuros, vellaquerias y maldades
como ex adverso se pretende, ni d e tal consta ni puede constar.
Antes bien, fue y es verdad quc dicha Catalina Garcia, alias la Dal-
mava, e n tiernpos d e terripestades ha acosturribrado y acostiirrlbrd
recogerse y retirarse a la iglessia, y r.ei.ar. en rlla el rosario y otras ora-
ciones, suplicarid« a Dios conserve los ti.iiios de la tierra y no casti-
gue a los ve~iriosd e dicho Iiigar. con piedra y iernpestades. Lo qual
ha Iirclio y harr y ha acosiiiiiibrado y acostumlxa hazer con la mis-
ma devocioii y cristiandad que las denlas mujeres d e dicho lugar, sin
que se haya usado ni se use d e ver diferencia della a las otra s.^"'

Fuera cual fuese el nivel de participación popular en las diver-


sas ceremonias religiosas que tenían Irigar a lo largo del año, de
lo que no cabe ninguna duda es de que la asistencia semanal a la
misa dominical coristituía una de las costumbres más respetadas
tanto por hombres como por mujeres. Pese a ciertas excepcic-
nes";, la casi totalidad de la poblacih de cada lugar podía hallar-
se en la iglesia parroquial durante la celebración de la que se
conocía como Misa Mayor. Dicha circuristaricia suscitaba en oca-

j7 h pesar de la costurrihe rrrayoritaria de asistir a misa en los días de Gesta,

se conservan tan1hil.n testimonios rirl rrrham q w dicha obligación sirscitaba en


algunos individiios.Así, por ejeriiplo, iiii gasc6ri conocido corrio GuillCri de Tolo-
5a h e dciiiiriciado poi- su inujcr y sil ciirgra antr cl tribunal iuquisitorial de Zara-
goza por no cumplir con la Iglesia y porque .<noqiierierido yr su iiiujer y su sue-
gra a ayudarle iiri dia dc ficsta, di7irrido qiic iban a misa niayor, les dixo que bien
podian haver oydo misa recada co~iioel, que tari buerio e1a d u i r dos pacer nos-
tr-es en el monte como eii la yglcsia a qiiicii triiia biiriia voliinrad a Dios,>(veas?
AHN. Inq. Lib. 990, fol. 308).
siones que algunos se aprovecharan del vacío y la soledad de las
calles, e incluso de las propias casas, para así escapar a la pernia-
nente vigilancia del resto de sus convecinos. Según una de las acu-
saciones formuladas contra Catalina Gallego, dicha mujer se valía
de ello para realizar sus curas, ya que acudía a misa,
((muypocas veces en el año (y quando va es niriy tarde o, si va
al principio, sc salc mucho antes de acabar) [...] p o r estar ocupa-
rla en s i ~ siiir-as [...] porque quicrc quc no le vean, y por esta cau-
sa haze venir a los que ha de santiguar mientras se dize la n~isa.,>~'
La misa dominical constituía, por tanto, el centro de la vida
social. El hecho de asistir o no a la niisrria podía decidir la inte-
gración o el desarraigo de un individuo respecto al resto de la
comunidad, especialmente a partir del último cuarto del siglo
XVI, cuando ya los decretos trideritirios se habían plasmado en las
constituciones sinodales de las diferentes diócesis y las sanciones
contra los no practicantes comenzaban a ser aplicadas4".
La corriunih o comunicación de los fieles que, según la Igle-
sia, tenia lugar diirante la celebracióri de la Eucaristía venía a ser
el símbolo más vivo de la compenetración qiie debía existir entre
los mierribros que formaban parte de un mismo colectivo. Por el
contrario, ser excomulgado -y, por tanto, obligado a dejar de
participar en los Oficios divinos- se identificaba con ser expiil-
sado fuera de la corriuriidad"'. N o se trataba tan sólo de una idea.
Realmente la influencia de la excomunión eclesiástica en la vida
de las pequefías comunidades llegó a ser muy grande, debido
sobre todo a los esfuerzos de la lglesia por dar publicidad a dicho

-18
Proceso contra Cataliria Gallego. Manchoiiea. 1591. , W Z . C. 28-32. fol. 1%.
4<)
Uiio de los aiaridatos de visitan qiie figuraba eii rl rcgistro dc la visita pas-
toral realizada en la localidad dc Tori-es de Berrelléri (Zarago~a)eri 1566 decía
así: =Porquamo suirlos iriforrriados que ai mili grande falta cii hii- a oyr misa los
dias de fiesta. Por tanto. pai-a rcmedio de esto i que ciiniplari cori la obligacion
qiie tienen de hir a rriissa, riorribi-amos por guardas con jiranicnto cii iiiieatro
poder tomado a [...] ci-istiaiio vi+ y a L.. ] cr-istiario riuebo, los qiralea tengan car-
go que los que rio fuereri a riiissa, de acussarlos los dias de ficsta colcriclos. 1 el que
allaren que no fiicrc, qiir pague i i i i sueldo el dia que faltare. 1 de esta pena, sea
la tercera parte par2 el acusador. si quiere guarda. i la otra trrcrra, para la illiinii-
naria del Santisirno Saci-aiiiciito, i la otm tercera, para jocalias de la Iglesia.,,
(Libros dp Snniu lZsila I'rcslorrcl (1565-1574), fol. 32).
511
El tériniiio exconiiilgar procede del latín fworrirnurr¿<mrr,de rx y cornmunz-
c m , que a sil vez deriva d e ~onzmunis,comíiii. Véase María I;\IwF.T,( < l acxclitcióii
de las almas: conturnacrs y dcscoi~iiilgaclosen los siglos X'LiI y XViI.. eii Acta, drl
Felzpe l I y las riudadr.c IIP In monnrquio~~,
Congrrso Inlonncíor~ul~~Aludrid, Maclricl, 16-
18 noviembre 1998 (cri prcnw).
castigo y convertirlo en objeto de temor, insistiendo una y otra vez
en «los daños que causa la descomunion en el hombre y cuanto
se apodera el Demonio del..''
Cada Cuaresma, para que todos supieran claramente qué
comportamientos eran objeto de excomunión, los rectores y vica-
rios debían publicar en sus iglesias la llamada Bula in Coena Domi-
ni o Bula de la Cena, una constitución pontificia que se prornul-
gaba solemnemente en Roma los Jueves Santos (de ahí su
nombre). Se la conocía también como Prormus o Iitterne Prom-
sus, ya que recogía el derecho que antiguamente -al menos des-
de el siglo XIII- poseían los papas de hacer procesos generales
contra ciertos delitos tres veces al año, coincidiendo con las festi-
vidades de San Pedro y San Pablo, la Ascensión y Jueves Santo.
Con el tiempo, se mantuvo solamente la costumbre de f~ilminar
una serie de excomiiiiiones contra los delitos considerados mis
graves en el día de la Cena del Señor. La primera causa de exco-
munióri que abría la lista era la herejía; a continuación solía figii-
rar una mención a la posesión de libros de Arte hfagica y a las prác-
ticas supersticiosas. Otras razones para ser excomulgado podían
ser el falseamiento de bulas, la agresión a algún miembro del cle-
ro, etc. En realidad, todo juez eclesiástico podía decretar dicha
censura al dictar sentencia como una forma de sancionar cual-
quier delito de los.juzgados por su tribunal.
No obstante, como los delitos espirituales no eran los únicos
que a la Iglesia le interesaba condenar, la excomunih se utiliza-
ba también como una forma de coacción religiosa destinada a
imponer el cumplimiento de órdenes que suponían una pesada
carga para la población. En las constituciories sirlodales del Obis-
pado de Barbastro de 1674, al señalar la obligación de que se leye-
ra la Bula de la Cena en las iglesias, se añadía, dirigiéndose a los
rectores y vicarios,
«Yjiintamente declareri con cuidado qiian grave pecado sea
no avei- pagado los Diemios y Primicias, y que han incurrido en
pena de excomiinion los que no las huviei-en pagado.,,"
N o solamente los delitos debían llegar a conocimiento de la
población: tambikn los delincuentes. Otra de las obligaciones que
recaía sobre los párrocos era la de colocar una tabla en un lugar

il
Consfitucion~s
S i n o d n l ~d. ~~ohi.rpado
l de Barlmstro. 1674. Zaragoza. KLI%. 1). 21-
120, fol. 202.
Y:!
I b i d m , fol. 196.
público donde pudieran leerse los riorribres dc todos los que se
hallaban excomulgados. Según un nuevo párrafo de los coiiteni-
dos en las ya citadas constituciones,
«Como la oveja enferma irificioria a las o t r a sino esta aparta-
da de su corriparlia, assi los desconiulgados traen daño a los ficlcs
Christianos sino les apartan de su comunicacion [...] Por donde,
queriendo Nos proveer a este mal, ordenamos y mandamos que,
assi en nuestra Iglesia Catedral, coino en las denias Parroquialea
de nuestro Obispado, se ponga una tabla en lugar publico, dori-
de todos la puedan ver y leer, en la qual se escrivari los riorribres
de los l'arroqiiiarios que en la tal Parroquia estuvieren dcscornul-
gados, y la cauw de la tal De~corniinion.~~~"
Evidentemente, los que sabían leer eran muy pocos. De ahí
que el texto continuara diciendo,
«Y mandamos al Rctor o Vicario, so pena de quatro escudos,
que todos los Domingos a la Missa Mayor, por la inisina tabla, los
dcnuncie y de por descomulgados a voz alta e inteligible, para
que el Pueblo los conozca por tales y se aparte y evite de su cori-
ver~acion.»'~
Así pues, la excomunión, la pena más grave de la Iglesia -que
en las leyes civiles se correspondía con la pena de muerte-, no
suponía únicamente la privación de la c o m u n i h eucarística o del
resto de los sacramentos; tampoco implicaba sólo el hecho de no
poder entrar en la iglesia (lo cual ya era mucho por entonces),
sino que además arrastraba consigo, al menos en teoría, la inco-
municación y el aislamiento de los d e m k miembros de la comu-
nidad. Todo ello, si no una muerte material, venía a suponer una
muerte espiritual para el excomulgado, tanto desde el punto de
vista religioso (pues se corisideraba que aquél vivía en pecado
mortal), corno desdc el punto de vista psicológico, familiar y
social (ya que, en caso de cumplirse verdaderamente la excomii-
nión, el sancionado quedaba apartado totalmente del contacto
con los demás).
Martíri de Azpilciieta, al referirse a la excomunión en su
Manual de confeswres y penitentes, explicaba de manera muy gráfica
la forma en que debía aplicarse dicho apartamiento. Según su
opinión, que no era sino un extracto de la ya expresada por otros
autores más antiguos, las privaciones del trato humano que la

"" Ibidem, fol. 197.


54
Ibidem, fol. 197.
excomuriióri acarreaba sr resumían <tenaquel farrioso versillo: Os,
,
O T U T ~ ,vale, cornmunzo, w n s n n~gatur>,

«Por Os se entirndc la participacion de hablar, besar; abracar,


rccebir u einbiar cartas irierisajeras o presentes. Por OWTP,la
dicha participacion de los sacranientos y dc los divinos ofíicios y
de toda oracion que se hace [...] en la yglessia [...] Por W e , la
salutricion o resalutacion por palabra o carta, o aun por levantar-
se o quitar el bonctc, mover los bracos y otras cosas semejantes
que significan saliitacion sin habla [...] Por í~ommunio,la partici-
pacion que se ha eri obrar, cxercitar o hazer algo juntanientc con
el [excorniilgado], o morar en una casa y en una niesrria parte
della, y el contralar y conversar con cl en otras manrras. Por Mm
so, el comer en una mesma mesa, dormir en una mesma cama,
aunque la casa sea agena..'"
Como fácilrneritc puede imaginarse, dichas prohibiciones no
se cumplíari casi nunca. Si, tal y como iridicari algunos dociimen-
los, rriuchos de los excorniilgados continuaban entrando en las
iglesias y monasterios, cuánto más no seguirían frecueritando la
compañía de sus faniiliarcs y amigos. No obstante, a pesar de que
no se llevara a la práctica el aislamiento pretendido por los repre-
sentantes de la Iglesia, las sanciorics de anatema ejercían una
gran influencia en la vida de las comunidades, ya que por medio
de ellas ciertos individuas eran expuestos y enfrentados al resto
de sus vecinos.
Una de las ya citadas constituciorics barbastrenses nos muestra
hasta qué punto ciertas situaciones de la vida cotidiana podían
provocar una gran aversión popular hacia los excomulgados.
Según dicha constitución, si durante la celebración de la Eucaris-
tía o de otra ceremonia cualquiera, el sacerdote veía a uri exco-
mulgado en el interior de la iglesia, debía proceder inme-
diatarrierite a su expulsión. En caso de que Cste se negara a
abandonar el recinto, el sacerdote tenía que interrumpir la cere-
monia:
-Sornos informados que algunos de~corriulgados,en menos-
precio de la Iglesia y daño de sus conciericias, se atreven a entrar
en las Iglesias estando celebrando los Divinos Oticios. Y, rcqueri-
dos, salgan dellas, rio quieren, siendo con eslo cama que ccsscn
los Oficios.>,"'

.-
"" Mar líri Azi~ii.<:r~r.A
N.w.RRI), !Llrrniiol dr turr/kn-r~JI prnitmlv\, Salamarica,
1556, pp. 631-632.
Buena parte d e los c6digos que regían la vida comunitaria
estaban, por tanto, determinados por la intervención eclesial,
que si e n ocasiones servía a la solidaridad y a la mejora de las cos-
tumbres, en otros casos buscaba únicamente su propio provecho.
Ejemplo d e ello lo constituyen las insistentes amenazas contra
aquellos campesinos que se negaban a pagar los diezmos y primi-
cias. No sólo podían ser llevados a juicio o incurrir e n pena de
excomunión, sino que e n las sinodales se -recordaban que la cóle-
ra de Dios caería sobre ellos y que dicha cólera se manifestaría e n
forma de plagas y enfermedades sobre los defiaudadores, perma-
neciendo a salvo los que pagaban. Tal cra la presión de la Iglesia
en este sentido ( n o olvidemos que el diezmo era su principal
fuente d e ingresos) que, con e x c e p c i h de algunos casos conta-
dos, el tributo se percibía con normalidad a pesar de constituir
una enorme carga para el carnpesinador".
La misma norrrialidad puede advertirse con respecto a la asi-
milación de las costumbres. A finales del siglo X\iI ser un buen
vecino se hallaba identiticado prácticanierite con ser u n buen cris-
tiano. (lomo puede coniprobarse a través d e la lectura d e nues-
tros procesos, muchos d e los mandatos contenidos e n las consti-
tuciones sinodales liabían sido ya incorporados a los hábitos de la
mayoría, practicándose con total naturalidad. Así, por ejemplo,
estaba ordenado que quien renegara d e Dios o blasfemara debía
besar una cruz trazada e n la tierra y pagar una multa. La vigencia
de tal norma aparecía claramente deniostiada en el proceso por
brujería contra Catalina Gallego. lJna d e las mujeres que habían
declarado en su contra aseguraba,
«Que avra mas de diez años que estando [...] Catalina Galle-
go en el caniino r.eal, le oyo [...] que dixo: Acat~adofuese ya Dios.
Y [...] dixo a i i r i hermano suyo: -?(tile tia dicho? Andad y
reprendrdla. Y que, no queriendolo el liazer, dixo esta deposaii-
te: -Pues aunque me araiie mi casa, no dcxare de volver por la
honrra de Dios. Y assi, h e y le dixo: -Mala cristiana, ?pareze os
lo que aveys dicho? Dios no puede ser acavado. Hazed una cruz
en tierra y besadla. Yque ella le riego que r i o avia dicho tal y no
quisso hazer la c r u z en tierra como ella se lo importunava, sino
solamenie eri los dcdos, y alli la adoro.*"*

57
VéaseJosé kíxiuel LATORRF CIKIA,G.uriomk y rrligzón. /.os wntur (Ir la mlr-
dfal de Huesca j su í l i s t d ~ i ~ r i ó soc.zul
rt ( q l o s 'IVI-XVIl), Zaragoza, Ed. Iiistitución eFci--
nando rl Católico.,, 1992, pp. 55-Síi.
58
Proceso conti-a Cataliiia Gallego. Manchoiirs. 1591. ADZ. C. 2832. fol. 26~:
Dicho relato no constituía, como podría parecer, tina forma
utilizada por la testigo para congraciarse con los jueces. Una de
las preguntas del largo interrogatorio al que despuks se sometió
a la acusada consistía precisamente en averiguar si tal acusación
era cierta. La respuesta de Catalina Gallego venía a confirmar la
realidad del encuentro narrado por la testigo:
.Responde que habra mas tiempo de eso y aun de catorce
arios, y que pudo ser dixese dicha palabra, lo qual ha confesado
y Ir han dado penitencia. Y le dixo su confesor que no era
mucho, pues en otros muchos es alavado el nonibre de Dios, que
ella oviese caydo en dicho pecado, y que no le diese por ello
mucho mal, porque esta respondicnte se congoxaba mucho. Y
en quanto se le pregunta que rio beso la cruz en el suelo, se enga-
ña el testigo que lo dize, porque Catalina Langa [...] llego a esta
respondiente y le baxo su propia cabeza con sus manos [...] y le
hizo adorar en cl suelo una C ~ U Lque tficlia Catalina Ianga hizo.
Y que no le parezc a esta respondiente que dixo tal palab~a,antes
cree dir-ia: Alabado sea Dios, y la otra entenderia mal, que Dios
save la verdad, y que si lo dixo, no lo dixo con mal pensamiento
sino con enojo que estavan amenazando a los que pasavan y le
hazian estorvo.,>:'"
Ko obstante, a pesar de la general iniplanlacióri de la moral
defendida por la Iglesia, conviene tener en cuenta que aquélla no
constituía más que un barniz exterior. Lo principal para la inmen-
sa mayoría no era la idea de pecado o la conciencia personal de
lo que es~ababien o mal, ni siquiera la fidelidad a las antiguas cos-
tumbres, sino la reputación ante el resto de sus vecinos. Como
afirmara Enimanuel Le Roy Ladurie,
=La externalización de los valores no se separa de una rrioral
que se funda en la vecindad y en la reciprocidad [...] En irltirna
instancia se exige de un hombre [...] que sea no sólo buen veci-
no, sino cortes, mrialis. Que le gusten y practique las bromas que
desternillan de risa y que tavorecen la convivencia.^^""
Es el triunfo de la apariencia. De ahí la enorme importancia
concedida a los buenos modales, a los saludos y despedidas, a las
diversas variantes de la expresión gestual: al lenguaje público, en
suma"'. Según el testimonio de una mujer que había declarado
en el proceso inquisitorial contra Florencia de Varo (una viuda

"' Ibid~n?,tU1. 49.


h0
Erri~riüriuelL.e Rou LADC'KIE,
O ~ J . nt., p. 523.
!l
i
Vkasr ]can ( :la~idcS(:HMI
i l., *Gestut.cs~~, 1 (1984),
Hi.s[orj ccnd 14nthro/mlo~,
pp. 1-18.
acusada, entre otras cosas, d e recitar- conjuros supersticiosos i n
lengua hebrea), dicha Florencia n o era supersticiosa: simple-
mente había sido denunciada por ciertos enemigos que incluso
la habían amenazado con llevarla a la Inquisición (*nosotros os
faremos abaxar y os faremos meter e n lugar que n o n sal-
dreysn"'). Debido a su enemistad, Florencia ya n o cocía e n el
horno de aquéllos, como acostumbraba anteriormente. Sin em-
bargo, en palabras d e la testigo, se seguían saludando unos a
otros de manera civilizada:
~ U r s p u e sde las dichas rcnzillas vio a la dicha Florencia ha-
blarse con los sobredichos diziendose los irnos a los otros: -Dios
os de bueno5 dias, porque la dicha Florencia de& que era peca-
do vedarse la palabra.,,"'
En un mundo donde los usos de la civilidad'" tenían tanta tras-
cendencia, se entiende mejor que ciertas mujeres aisladas y descor-
teses, o incluso irascibles g reñidoras, fueran acusadas de ser las cau-
santes de cuantos males afectaban a quienes las conocían. Si ya sólo
los saliidos constituían una forma d e manifestar los buenos descos
hacia el otro (al igual que las bendiciories), no es del todo extraño
que la ausencia de los mismos se viera como una posible sefial de
maldición. Asimismo, cualquier ademán procedente de una supues-
tabruja solía interpretarse como im gesto niiigico hecho con el pro-
pósito dc dañar. Uno de los motivos aducidos para acusar de bruje-
na a Isabel Garay consistía, según una testigo, e n que Isabel .le
volvia el rostro cuando se topaban.." Segíin otro testigo del mismo
proceso, 61 había visto reriir muchas veces a la acusada,
*con niiichas personas vecir~asde Cosue~icla,y en particular
con un molinero y una molinera que hay en dicho lugar [...] yvio
que, estando con ellos, se ponia e1 dedo cn la nariz a rrlancra de
que les amenazaba, y luego, dcspues d e dichas riñas vio este depo-
sante estiivieron dichos molineros muy e r i f ' e r r n o ~ . ~ " ~
Así como ponerse el dedo e n la nari7 se interpretaba como
una amenaza, del mismo modo ponerse la mano cn la cabeza al
lanzar una rrialdición aumentaba la fuerza de la misma:

' Proceso contra Florencia dc Varo. Barbastro. 1503. AHPZ. C . 2ti-5, fol. 2 1 ~ .
b9
Ihidem, fol. 31v.
64
Véase Jacqiics REVEL.«Los usos de la civilidad>,.e n Histork~dr Ir1 uida priíin-
da..., vol. 5, pp. 169-209.
65
Proceso contra Isabel Garay. Cosisenda. 1391. ;\D7,. (:. 33-23, fol. 104.
" Ihid~m,fol. 9.
-Domingo Mestre tuvo palabras y eriojos [...] con Rhria Calvo
[...] su hermano le dio un golpe cori iiri palo y cayo en tierra dicha
Maria Calvo [...] la qual, lebarirado que se hubo dixo [...]: -Por
esta crisma (ponicndose la rriario en la [rente) que me lo pagueis.~~'
Otros gestos cotno, por ejemplo, las palmadas dadas en los
hombros de un vecino o en el lomo de un animal, también eran
alegados como prueba de las acciones mágicas de las acusadas,
<<Enrasa de uno llamado Martin de Sarder-a, vezino de dicha
villa, clando una palmada a un marraricliori fiie caussa que al otro
dia ~ n u r i ol...]
y assi mismo, a otra riiarranchona que estaba pari-
da, con otra palmada que le dio le hizo restituir la leche de suer-
te que murieron los 1echo1iec.x"~
Todo signo externo era interpretado y contribuía a configurar
la fama de cada individuo: ésta constituía la principal dispensa-
dora de estima o desprecio por parte de sus vecinos. *Es mas esti-
rnable el honor y la fama que la hazienda y la vida,,, aseguraba
una sentencia contenida en las constituciones sinodales de Bar-
bastro"! Tan importante era la fama, la opirii6n pública, que la
sola infamia @astabapara llevar a alguien a juicio. Como escribió
Pedro de los Angeles,
<<Paraque la infamia de fundamento al Jiiw para proceder
coriir-a el infamado judicialmente 1 hace falla] que la opinion y
liabla sea entre muchos, y que corriiinniente se trate de su delito
como de cosa cierta o por- 10 irirnos iniq7 sospechosa, cstribando
en verisimiles congetiir-as, de las quales se pueda colegir ser ver-
dad lo que se dize.*"
Dicho jurista continuaba su argumentación distinguiendo sie-
te términos en relacihn con el concepto de fama: publico (.todo
aquello que anda en boca de muchos, sin meterse en si tiene fun-
damento ni si ay testigos que lo vieron,,), ~ m a n z j e s ~(*añade
o el ha-
berlo visto dos o tres o quatro testigos.), notomo (eaiíade el haber-
lo visto rriuclios, que en qiialquiera comunidad bastan diez [...] y
en las pequeñas, que constan de diez, la mayor parten), injizmia,
rumol; clamorosa insinuacion (.andar el caso en bocas de nluchos,
originado de verisimiles congeturas por gente cuerda y virtuosa y

67
Proceso contra María Calvo. Lkcera. 1594. ADZ. C. 33-14, fol. 11.
" IIbidrnz, fol. S .
K)
de Rnrbnstro, 1674. Zaragoza. BUZ. D. 21-
(.bnstiturionss .rinodalrs del ot>i~fi(~do
120, fol. 195.
70
Pedro de los Angeles. Comprndio del O~rlrrtJndirial ..., Madrid, 164.3. fol. 15.
sin sospecha, aunque nadie lo aya visto») y, por último, r.umor~illo
depz~eblo(aquello que se ha esparcido en una comunidad o pue-
blo, no solo sin que nadie lo viesse, pero sin tener verisirriiles fun-
danientos de donde inferir lo^)".
Al decir del autor, sólo de este último debía hacerse caso
omiso a la hora de iniciar un juicio. Ello confirmaba la decisiva
fiinción de la opiriióri pública, no sólo en la vida cotidiana, sino
también en la vida jurídica. (halqiiiera no infamado podía dc-
nunciar a otro por haber cometido u n crimen, aunque n o exis-
tiera nada qne lo probase. Como criterio de veracidad bastaba
con la honra del denunciante y con el apoyo de otros acusado-
res más (*gente cuerda y virtuosa y sin sospechan). La vida y la
muerte del iridividuo dependían claramente de sii'fama. Así se
comprende qiie el peor de los castigos fuera ser condenado a la
infamia o vergüenza pública. De ahí la irriportancia de la lectii-
ra de las sentencias desde el púlpito, del pregonero, de los azo-
tes en público, el paseo a lomos de borrico, los sambenitos, etc.
La sentencia dictada en 1596 contra Francisco Aloriso, de Alba-
rracín (Teruel), lo condenaba a ser d x r g o n c a d o por las calles
publicas [...] encima de un asno, sin bonete y capan". Peor toda-
vía, en Zaragoza, en 1609, Francisca Castán, juzgada por bruja,
debía ser,
«sacada a cavallii~aeri i i r i jursiento con su albaida. desnuda de
la cintura arriba, con una soga de esparto al cuello y con voz d e
pregonero que manifieste sus delic~os,sea llevada por las calles
publicas y acostun~bradasrlesia ciudad y assi le sean dados do-
cientos acotes.ní'
La eriornie i~riportanciaconcedida a la fama, así como las
terribles consecuencias qiie la difamación podía reportar, queda-
ron reflejadas en las constituciones sinodales de la época. A con-
tinuación del capítulo dedicado a la usura (corno bien sabemos,
uno de los pecados considerados mas graves por los obispos, si no
el peor de todos), solía seguir otro en contra de 40s maldicien-
tes.. Según las Sinodales del Obispado de Barbastro,
«Grave es el pecado que cometen los que con lenguas maldi-
ciente~quitan la fama y deshonran a su proxirno; y assi, por ser

72
Proceso coritra Francisco Aloriso. Albarrarín. 1593. Al)%. 1,ig. Y", iiíiin. 47,
fol. 37.
i3
Proceso contra Francisca Castán y María T016n. Prriaflor. 1609. Al>%. C:. 5-
10, fol. 62.
j o p s de grande estimacion [la fama y la honra], como porque se
pierden con facilidad y su restitiirion entera es dificultosa y casi
imposible, renovamos y establecernos las penas de los Sagrados
Canones contra aquellos que con palabras injuriosas deshonran al
proximo, diziendo del rosas de inlamia, verdadera o falsa, de noche
fingicndo la voz, u descubiertamente declarandolo. Como declara-
mos al que tiil Iiiziere por descomulgado ipso facto, la absolucion de
la q u d descomiinion reservamos a Nos..j4
Así pues, los dos únicos comportamieritos referidos a la con-
vivencia entre los fieles a los que la Iglesia concedía verdadera
importancia y que los obispos condenaban como pecados graves
eran la usura y la maledicencia. Esto es, la ruptura de la solidari-
dad en la posesión y el intercambio de bienes materiales y la rup
tura de la consideracih social en la que se basaba la existencia
de cada sujeto. Cuando los dos pilares fi~ndamentalesde la vida
en comUn se derrumbaban, el individuo perdía toda posibilidad
de sobrevivir, a menos que intentara integrarse en una nueva
comunidad, lo cual no siempre era fácil debido al recelo con que
se miraba a los extraños. Con todo, la marginación a la que algu-
nos eran sometidos por el rcsto o la gravedad de ciertas habla-
durías e injurias rlo siempre comportaban acusaciones formales
ante el juez. Entre la integración social y la definitiva expulsión
de la comunidad que podía suponer tina condena judicial, exis-
tían otros muchos grados de convivencia. A menudo surgían
conflictos entre vecinos o miembros de una familia que no pro-
vocaban directamente la apertura de uria causa judicial, pero
que infliiían indirectamente en otros litigios. En las páginas que
siguen trataremos de deslindar los diferentes tipos de enfrenta-
m i e n t o ~y desavenencias que tuvieron lugar entre los protago-
nistas de los procesos estudiados. Sólo en la medida en que nos
adentremos también en la co~riprensiónde dichos conflictos
podremos alcanzar a entender los fenómenos de la brujería y la
superstición en toda su complejidad.

7"onstifurionrs de Barhc.slro. 1674. Zat-ago7.a. BUZ. D. 21-


sinodolo del ohi.~j~ado
1 20, fol. 194.
EL INFIERNO SON LOS OTROS

Entonces, los dzablos son nuestros hermanos -dzce u n cam-


perzno [. . ./ palabras heterodoxas que prefiguran la frase sartna-
n a sugcin 1~ ( I L r1~ injierno, son los otros.
Eiiiriiariiiel 1.r Roy L.adiirie7'
Nos juzgamos los unos a los otros con los medzos que lo<
dernri;\ no;\ dzeron pala juzgarnos [. .] Sz mzs relaczones son
rnnia\, rnu tolo(« en s~tuaczónde total dependenrza respecto a los
demus. Y ~ntoncri,en +(Lo, ~ \ I o yen el z n f i m o .
Jean-Paiil Sartre"'
L a s acusaciones de brujería nacen de las enumi.stade.v
personales.
E. E. Evans-Pritchard"

Al leer detenidamente los procesos por brujería y superstición


nos encontramos con un elevadísimo número de términos que
denotan la presencia de situaciones conflictivas, ya sean de uno u
otro cariz. Página tras página se van desgranando sin cesar ((ene-
mistades, odios y rencores*, .palabras, intereses o trabacuentaw,
((riñasy discnsionesn, «enojos., *pendencias., «disgustos>>, e inclu-
so ((palos,bofetones [...] y otros muchos y diversos golpes*, por
citar solamente algunos ejemplos. ¿Cuiilcs eran los principales
motivos de tantas riñas y disputas? Nos referiremos esencialmente
a tres grupos de conflictos diferentes: en primer lugar, los de carác-
ter puramente económico; en segundo lugar, aquellos que podna-
mos considerar sociale es),, ya que surgían entre vecinos, en el ámbi-
to de las pequeñas aldeas o barrios urbanos, y eran ocasionados por
la violación de las más elementales leyes comunitarias; finalmente,
los conflictos derivados de la dificultad para mantener relaciones
personales satisfactorias (especialmente entre seres allegados).
En cuanto a los conflictos sociales, ya vimos en el capítulo pre-
cedente cómo, en cualquier comunidad, el control de unos hacia

i5
i~lontn~llou,
Errirriariuel LE ROY IADL~RIL, aldm orntono de 1294 a 1324,
Madnd, Ed Taiiriis, 1981, p. 554.
76 Un lhiitw de situations. París, Gallimard, 197.3, p. 238.
Jean-Paul SARTRE,
i7 Edward Evan EVAN~PXITLHAKII, Hrujm'a, magiu y o r c i t u h rnlrr los azande,
Barcelona, Ed. hagr-arria, 1976, p. 118.
otros tacilmente podía degenerar en maledicencia. Hablar mal
del vecino era el origen de importantes reyertas y enfrentamien-
tos, a menudo enquistados y transmitidos de generación en gene-
raciOn. En palabras de Juana Claranionte, habitante de Peñaflor
(Zaragoza), la razón por la quc su vecina Juana Dionisia Moreno
se consideraba enemiga mortal de María T o l h (acusada de bru-
jería) no era otra que el haber sido calumniada por ésta o, dicho
en términos bíblicos, el haber sido víctima de un falso testimonio
procedente de sus labios, lo cual, como bien sabe~rios,podía ser
suficiente para arruinar la vida de un sujeto:
-1;a cama porque la perseguia y le avia de hazer quauto mal y
erieniistad pudiese era porque la dicha Maria Tolon le avia levan-
tado testimonio diziendo que quando se caso dicha Juana Dionisia
Moreno, no estaba doncella, porque un moco de la torre que tenia
arrendada su padre, Pedro Moreno, sc avia servido della y quitado
su virginidad. Yque lo sobredicho avia llegado a noticia de su mari-
do, el cliial despues ara le daba muy mala vida. Y que, en venganqa
desto, la prrseguia y queria mal y le haria quanto mal pudiese [...]
'Iodo lo qual dicha Juana Dionisia Moreno dixo con mucha colera
y enojo. Y mas, dixo que antes de lo sobredicho tenia muy grande
amistad con Maria Tolon y que una gawcha vezina de las dos las
avia comencado a poner en enemistad, y qiie a dicha Maria Tolon
--dixo muchas veces- la qiieria nial de rril~erte..'~
La maledicencia se manifestaba por medio de formas muy
diversas. Desde el simple rumor hasta la publicidad o, incluso, la
puesta en escena de los vicios ajenos, seria posible establecer toda
una gradación de la infamia. De hecho, la mayoría de las consti-
tuciones sinodales dedicaban un capítulo contra los simples mal-
diciente~;otro contra los que publicaban o ponían libelos infa-
matorio~,
«en las esquinas de las calles y puestos publicos de las plazas y
en otras partes, hiriendo la reputacion, fama y honra de sus pro-
ximos, no solo por escrito, sino con pinturas, señales y otros ins-
trumentos y medios de que se valen para declarar su iniquidad y
malicia.^'"
y, por últirno, otro contra los qiie daban .matracas, esquiladas
y bramas., e3to es, contra quienes se dedicaban a poner en prác-
tica la antigua costumbre de la cencerrada:

78
Proceso contra Fr-ariciaca Casiári y María Tolón. Peiiaflor. 1609. Al>%.(l. 3-
10. Sols. 2 0 8 ~ 2 0 9 .
7'1
sirioclnlu., del obispado de Bnrbnrtro. 1674. Zaragora. KUX. 1). 21-
Constitt~<.ionrs
120. Sol. 194.
< < N ornerios obran contra la repiriaciori de los proxiinos los qiir
quando cotitrahen matrimonio algun viudo o viuda. o en Carnes-
tolendas, o en qidquiera ocasion y tiempo, se atreven, con escan-
dalo general de los Pueblos, a dar matracas, rsqliiladas y bramas, y
lo que Ilainan Callaguari, poniendo tambien algimas señales inde-
centes y publicando a voles defectos muy sensihlrs de sus proxi-
rrios, sin mas fundamento que el antojo de su propia passiori, de
que se han seguido y pueden seguirse lamentables desgracias.^^"'
Si cualquier forma d e rrialedicencia ya se consideraba excita-
tiva de odios, rencores y v e n g a n ~ a s * ~con
' , mayor motivo la cence-
rrada (en fraricCs chari-cianX<d e ahí el t6rmiiio callaguari utiliíado
en las sinodales barbastrenses) era castigada por la Iglesia por la
extrema violencia que, eri ocasiones, llegaba a desatar. Siguiendo
la definición d e Edward P. Thompson, la cencerrada consistía
fundanieritalmente e n emitir «una cacofonía desagradable, con o
sin un ritual más coniplicado, con la que solía expresarse burla ii
liostilidad contra individuos que transgredíari cicrtas normas d e
la comimidad.~>':'
Pese a la asociación casi excliisiva de la cencerrada con la arii-
madversión que generaban los rriatrimonios contraídos por los
viudos en segundas nupcias, n o era éste el íinico comportamien-
to que provocaba el ruido ensordecedor y las burlas. También la
infidelidad, los malos tratos, los niatri~nonioseconómicarrierite
desiguales o la avaricia d e determinados individuos, entre otras
conductas, podían generar la expulsión simbólica que el ruido se
encargaba de trarisrnitirx'. F,n opinión d e algunos historiadores"",

O' Itiidm, fol. 195.


Ihidm, fol. 194.
X' Véase Jacqyes LE GOFFy ,jc;iii Claude SCIIMITT
(eds.), l.? rhnrivari. París.
École des Haurrs Eriides en Sciericrs Socialrs, 1981.
8.5
Edward P. T ~ I O ~ I P S(,'ns/umbrer
ON, en común. Barcelona. b:d. Crítica, 1995,
p. 520.
4' Sigiin el Carrioso folklorisra fraiic6s AI-iiold Vari Gennrp, c l ~harirvirio
cencerrada iba dirigido también ..a los maridos golpcados por- sil mujer: a los ava
ros, espccial~iieiitrdesde la infancia, a los padrinos y a las iriadrinas roficisos con
las pelaliillas y las m o n d a s ; a los furaateros que. tanto si han venido a instalarsr
como ri istán de paso, no pagan la hi~nvrnidrc;a las jí>veries locas por su cneipo; a
las niujeres adúlteras; a lo5 borractios iiiveterados, brutales y alborotadores: a los
delatores y los cal~irririiadores:a los iiiarido.: que a r d a n demasiado d i picor par-
dos; en resumen, a todos lo5 que, de uiia u otra mancra, excitan contra ellos la
opinión píihlica de u n a comunidad local. (véase Arriold V ~ (;E\YFP,
N Aln~iud(Ir,
folklurejrancais ront~mporoiri,París, 1916, 1. p. 202).
85
V h c Berti-ani \YYAT'~-BR~M.\. 4 k i r i v a r i and 1.yricti law», en Sorrth lcom~ur.
ethics und behaviour in t h , ~O M Soulh, Nueva Eórk, 1082. p. 115.
el carácter ritual de las ccncerradas servía no sólo para que una
coinunidad expresara sus conflictos, sino también para regularlos
de algún modo, ya que la dramatización permitía que se riiani-
festaran por medio de ciertas formas tradicionales, lo cual venía
a poner límites y restricciones a la violencia. No obstante, en pala-
bras de Edward P. Thompson,
«Es cierto que las tornias de la cencerrada a veces sc ritualizan
hasta rozar el arioriirriato o la in~personalidad;de vez en cuando
los ejeciitantes llevan máscara o disfraz: más a menudo se presen-
tan de noche. Pero en modo alguno mitiga esto la desgracia: de
hecho, la anuncia, no como una pelea fbrtiiita cori los vecinos,
sino como un juicio de la corriuriidad. Lo que antes eran habla-
durías o miradas hostiles de reojo se vuelve común, indisimulado,
despojado de los disfraces que, por más tenues que sean, forman
parte dc la moneda corriente de la relación cotidiana.>>"'
Así como las acusaciones infarriantes bien excitaban enemis-
tades, bien constituían por sí mismas la expresión directa de
determinados conflictos, también la falta de solidaridad entre
vecinos ocasionaba muy a rrienudo rencores duraderos. SegúnJai-
me Malo, la ya citada María Talón, que ejercía como comadrona
en Peñaflor (Zaragoza), se había desentendido de su mujer en el
momento del parto; debido a ello, dichos cónyuges habían teni-
do que solicitar el auxilio de otra comadre en la vecina localidad
de Villanueva de Gállego (Zaragoza). Pese a los intentos poste-
riores e~icaminadosa restablecer la relaci6n entre ambas partes,
ésta se había ido coiriplicando tras lo sucedido hasta hacerse
imposible. Según el relato incluido en el proceso incoado por el
arzobispo cesaraiigustano contra la susodicha María Tolón:
-1Iavierido parido la inuger deste dcposantc, dos dias o tres
despues, la dicha Maria Tolon fuc a visitarla y la rriiiger deste
deposante le dixo que no recibia en bien tal vissita por no haver
querido venir a partear. Y assi, aviendose asido de palabras la una
y la otra [...] este dcposante, re~elaridoseque la dicha Maria
Tolon matassc a la criatura cori alguna bruxeria, le rrogo a su
muger fuese de su gusto que dicha Maria Tolon y su marido fue-
sen compadres de pila. Y assi, lo fueron. Y a cavo de cuatro o cin-
co meses, ericoritraridose la dicha hlaria Tolon con la muger des-
te deposanle que llevaba la criatura en los bracos, dicha Maria
'Iolon dixo: -;O que hermosa esta bu niña!, y a esto le respondio
la muger deste deposante: -Pocas gracias os doy a vos dello pues
no quissisteis partcarme. Y destas palabras en otras quedaron muy

Xti
Edwascl P. THOMPM)\,
0j7. d.,p. 542.

404
enojadas. Y dicha Maria Tolon le dixo a la muger deste deposan-
te: -Pues tteniro de pocos dias vereis mal logro de la criatura.>>*'

(:amo ya adelantamos al comienzo del capítulo, otra de las


principales causas de los frecuentes conflictos registrados en los
procesos erari las disputas de carácter económico. Casi siempre se
trataba de peleas por la propiedad de determinados bienes, ya
fueran tierras de cultivo, animales, establos, molinos, etc. I,os
enfrentamientos provocados por intereses materiales solían ocul-
tarse, no obstante, detrás de innumerables pequeiias riñas de apa-
riencia trivial (erinyeron por cosas de poco provecho, que eran
por una redoma o una 0 1 l i c a ~ ~La
~ ~mayor
). parte de los procesos
en los que alguien er-a acusado de brujería o superstición dan tes-
timonio de multitud de rifias banales utilizadas a menudo corno
excusa para probar el mal carácter de los acusados y, en suma,
para enmascarar los verdaderos motivos de la persecución.
Como en tantos otros lugares, la mayor parte del vecindario
de la localidad zaragozana de Herrera de los Navarros se hallaba
agrupado en torno a dos bandos contrarios. En modo alguno
resulta casual el hecho de que Domingo Jimeno (marido de Pas-
cuala García, acusada de brujería), estuviera enfrentado con
Pedro GuillGn por ciertos problemas relacionados con la delirni-
tación de sus respectivas tierras de labranza; dicha circunstancia
apenas se mencionaba en el proceso contra Pascuala. La mayor
parte de las acusaciones se centraban, en cambio, en las pequeñas
riñas que dicha mujer había mantenido a lo largo de varios años
con algunas de sus vecinas (.lo que passo con la dicha Pascuala
Garcia sobre unos rabario~>>~" ((lasriñas [...] sobre iin perro de la
dicha Pascuala García», etc.) Sólo una frase en todo el proceso
contenía la clave para averiguar la raíz del conflicto: .Pedro Gui-
Ilen, teniendo una differencia por.justicia con Domingo Xinieno
sobre un campo sembrado [...].,,"'Gracias a la misma se com-
prender~mejor algunas declaraciones de ciertos testigos de la
defensa como, por ttjemplo, la de Domingo de Ordovas, agricul-
tor de unos sesenta años de edad, para quien el verdadero origen

87
Proceso contra Francisca Chstán y María 'l'olóri. Petiaflor. 1609. ADZ. C. 5-
10, fols. 120-121.
U8
Proceso cori~raBárbara Bonfill. Penarroya d r 'lastavins. 1591. .ADZ. C. 37-
40, fol. 100.
Uq
Proceso contra Pascuala García. Herrera de los Naval-ros. 1572. hL)Z. C.
42-12, fol. 200.
'10
I h i t ~ t i fols.
, 266 v 9.
de la causa no tenía nada que w r cori la brujería, sino cori 1:
defensa de los intereses de Pedro GuillCn y sus aliados:
<(Lapresente aciisacion contra la dicha Pascuala Garcia la har.
inventado los Guilleries [...] y este deposarite lo cree assi y lo tir
rie por muy cierto porque los ha visto soliciiar.esta causa contra k
dicha Pasciiala Garcia, rriostrandose muy inirresados y parciale:
coritra ella, buscando por cl lugar los testigos y hablaridoles J
soli~itandosus deposiciones con tarica vigilancia y cuidado comc
si lea fuese la vida en ello..'"
Por lai palabras con que dicho testigo coritiniiaba su deposi-
ción se deduce que no era la prinicra vez que Pedro Guillén y lo5
de sil bando habían conqeguido salirse cori la silva:
«Ha visto este deposante que los dichos Guillenes [... 1 como
son ricos y poderosos, se ajuniari y hazeri un cuerpo contra
qualquiere persona a quien conciben odio y mala voluntad, espe-
cialnirritc si es polire y entienden que la pueden sihjetar con faci-
lidad. Y esto ha visio este deposante hazrr y que lo han hecho y
acost~urihr.adolos dichos Guilleries con algiirios pobre5 del dicho
lugar de Herrera.>>"'
Idéntica opinión maniies~abaPascua1 Yonz, tarnbién agricul-
tor, para quien dichos Guillcnes,
«Se a m a n y agavillan y ha/en un cuerpo en qiialquicre cosa
[...] y al que lcs coniradize e inipugna en alg~inacosa lo persiguen
e procuran de fazerle toda la mala obra y sirisahor que
[,as riñas relacionadas con la propiedad de las tierras de culti-
vo eran muy frecuentes. Según imo de los testigos de la acusación
en la cmsa contra Esperanza Riba, ella y iin hermano del testigo
habían tenido diversas diferencias sobre el derecho a e x p l o ~ r
ciertos carripos de vidcs que los dos reclamaban corno suyos:
'<Ladicha Esperarica Riba, topando u11 tiia a uno Ilarriado Jay-
irle Conclirllo, crinario deste deposante, que venia con una tale-
gira al cuello llena de parripanos y assi dijo dicha Esperanqa Riba
al dicho Jayiiir Concliello: -Essas parnpas que traeys en la talc-
gua, de mi ercdad son. Y arisi le respondio e1 dicho Jaime Con-
chello que no r r i verdad.aC"

u1
Ibidum, fol. 1 7 2 ~ .
'I"
Ihid~nt,fol. 17?1\.
!IS
Ihid~m,fol. 196.
04
Proreso coritra b:sprr-arizaRiha y Gaspara Kiba. Beceitr. 1371. iV)%.C. 27-
11, tol. 17v.
Pese al evidente motivo del desacuerdo, la declaración del
testigo acababa desplazando el problema d e la pertenencia d e
los sarmientos y convirtiéndolo e n u n supuesto asunto d e bru-
jería. Como si el a i i t h t i c o rri6vil d e la discusión hubiera qucda-
do olvidado, su relato terminaba poniendo d e relieve íinica-
mente la mala voluntad d e Esperanza. Y como prueba d e la
misma, la constatacih d e la desgracia que, a juicio del testigo,
liabía padecido su hermano tras enfrentarse a tan poderosa y
maligna contrincante:
&hrr esto passaron mas razoncs, por las qiiales la dicha
Esperanqa liiba dixo amenacandolo al dicho Javrrie (:onchello:
-No cureys, que yo vos prometo que vos cos1ar.a la mejor jova
que vos teneys y quercys cn vuestra casa. Y a~issi,de alli a pocos
dias, el dicho Jaymc Conchello tenia irri solo íijo, el qual mucho
queria, de edad dc cinquo arios, y se acosto sano y bueno y en la
manyana lo fallo muerto en la cama. Y ami, acordandosc dc lo
que la dicha Esperarica Kiba lo habia amenacado, siempre a tuli-
do sospecha que dicha Esperanp lo a muerto..""
Muchas de las riñas entre mujercs, así corno las acusaciones d e
brujería resultanles d e las mismas, obedecían e n cl fondo a resen-
timientos entre casas (es decir, entre verdaderas unidades d e pro-
ducción) por motivos estrictamente económicos. Así, por ejem-
plo, una de las razones que explicaban las declaraciones de
Cecilia Keiriez contra Bárbara Blanc -a quien dicha testigo había
acusado de reunirse junto con sus cómplices e n compañia dcl
demonio- era la enemistad que separaba a los maridos de ambas.
Según la declaración prestada por Miguel Alviol, entre Pedro
Pallarés (marido de la acusadora) y Gabriel Bonfill (esposo de la
acusada) se habían producido varios choques violentos en iin
pasado no muy lejano. El principal de todos ellos porque,
*Pedro Pallares tenia vino en una cuba de casa de Gabiel Bon-
till y, por lo que le parecio a dicho Gabriel Roritill, vio el deposante
que lo impellio y forco al dicho Pedro Pallarrs que sacasse el vino de
su casa en tiempo no debido, por lo qrial colligio el deposante que
habia entre ellos alguna errerriisiad y mala voluntad.s""
También las actividades relacionadas con la ganadería propor-
cionaban materia para todo tipo de enfrentamientos y, en conse-
cuencia, para las acusaciones d e brujería, sulil forma de derivar las

Y.?
Ihdenz, fol. 18.
011
Proccso contra Bárbara Blaric. Peiiarroya de Tastauiii~.1.591. .r\l>Z. C . 31-
34. fol. 82.
fricciones en una dirección equivocada pero, por desgracia, efica~
para quienes conseguían que la justicia se pusiera de su parte.
Otro de los principales aciisadores en la causa contra Bárbara
Blanc, de Peñarroya de Tastavins (Teruel), había sido Jerónimo
Albiol. La razón para ello, según un testigo de la defensa, no admi-
tía ninguna duda:
4 k - o n i m o Albiol [...] ha tenido rriala voluntad y rencor a
Gabriel Bonfill y Barbara Blanc por raion que, siendo carnicero,
ponia las pieles del ganado encima de la casa de Pedro Blanc [...]
y dentraha por casa de Bartholome Boníill, herniano d e Gabricl,
y la solada de las pieles caia dentro la casa. Y quexandose Ckroni-
mo Alviol a Gabriel Bonfill que por casa de su hermano le hazia
aquel daño, entiende vinieron a rencor y mala voluntad el dicho
Geronimo Alviol y el dicho Gabriel Bonfill.~~"'
En palabras de otro testigo, había habido una riña entre ambos
q u e casi llegaron a matarse [...] y fiie la causa por unas pieles que
tenia Geronimo Alviol en casa de Pedro Blanc, suegro de Gabriel
Bonfill.~)!''La actividad pastoril constituía uno de los principales
recursos económicos de las localidades montañosas conlo Peñarro-
ya de Tastavins. La misma Catalina García (una de las tres acusadas
de brujería en 1591 ante la justicia episcopal junto con Bárbara
Blanc y Bárbara Bonfill) poseía «algunos coi-dericos. que en oca-
siones sacaba a pacer ella misma y que otras veces dejaba al cuidado
de al<g;únasalariado. Precisamente, una de las razones que motiva-
ron ciertas acusaciones de br~ijeríaen su contra fileron las desave-
nencias entre ella y el mozo a quien tenía confiada la guarda de sus
rebaños. Según Isabel Gil, Catalina, enojada con dicho mozo, ha-
bría utilizado sus malas artes hasta acabar con la vida de aquél:
~ H a b r aocho años que un cuñado dcsta deposante, hermano
de su marido, llamado Mateo, guardava unos corderos de la dicha
Nadalmava, la qual vino un dia a esta deposante y le dixo: Isabel,
sabed que ateo n o haze sino po~ierse-acaballo enzima de los
corderos y se mea enzima. Y de alli a pocos dias, el dicho Mateo
una noche se acosto bueno y al otro dia miirio sin hallarsclc
enfermedad ninguna. Y tuvieron por cierto que hriigas le habian
hechado medecirias por las orejas, y que sin duda algima lo liabia
hecho la dicha Nadalniaw por estar cnojada con el por lo de los
dichos

Ibidrm, fol. 76.


!W
Ihid~~n,,
fol. 88.
$19
PI-oceso contra Catalina García, ~ 1 . aI>almava~.
Peñarroya de Tastavins.
1501. iQZ. C. 18-17, f'ol~.104~-105.
Así pues, muchas acusaciones -no sólo de brujería, sino tarri-
bién de superstición en un sentido más amplio- se hallaban inse-
parablemente ligadas a enfrentairiieritos dircctamen te relacionados
con la propiedad de la tierra y el ganado, o con la productividad de
ambos. Sin e~ribargo,salvo excepciones como las arriba citadas, las
authticas razones de los desacuerdos apenas sobresalían del tupido
entramado de pequeñas pero inriunierables riñas cotidianas que sí
aparecían reflejadas en los procesos. Un sinfín de altercados meno-
res presidía las declaraciones de aquellos testigos que, rriediarite las
mismas, intentaban justificar la supuesta «mala voluntad» de los acii-
sados y, e11 consecuencia, su dedicacibri a la magia dañina.
Pero entre la maraña de porfias relatadas por unos y por otros
se traslucían asirriismo otro tipo de conflictos de no nierior tras-
cendencia que los económicos o sociales. Para comprender en
profimdidad los oscuros rriotivos de ciertas acusaciones de bruje-
ría o superstición, riada rncjor que atender a los datos que nos
brindan los documentos acerca de otras relaciones más estrechas,
corno las existentes entre maridos y mujeres, padres e hijos o,
incluso, entre los miembros pertenecientes a lo que hoy denomi-
naríamos la familia ~polítican.A ellas dedicaremos las páginas
que siguen.
MARIDOS Y MUJERES

Vzo que rran matzdo 1 mujer porque romo t a l a w Iinhvan,


hnvttcrnrlolilnlor en u n a casa comun, comzendo en u n a messa y
(Iiiim~en(%om u n a rama.
Miguel Scrrandoo

Yo temo y a m o m u t h o (1 tru n~arxdo


Sybille Pirrre""
t.,/rr~arzdode la dzcha 1.. 1 pnnczfuo (1 dutzr y confesar 1.. 1
quu la h r h a , era t a n mala hembra que p o ~ q u uhavza t u h d o unos
dlrp6rtos con ella, Ir. hauia murrto (/m n r ~ z n ~ a h
Joan de Mdelld""

En la Edad Moderna, la mayor parte de la población vivía en


pareja. Los célibes eran raros y mal vistos por la opinión pílblica.
Sin embargo, el rnodelo de matrimonio sacrarriental, monogá-
mico e indisoluble dcferidido por la Iglesia no logró irriporierse
legalmente hasta 1563, coincidiendo con el fin del (hncilio de
Trento"'". Desde entonces, todavía tcndría que pasar algíin tiem-
po más para que los recién aprobados canoncs llegaran a cono-
cimiento del clero y sc hicieran cumplir a los fieles.

1110
Testigo en el proceso contra Isabel Caray. Cosueiida (Zaragora). 1.591.
ADZ. C. 33-23, fol. 11%. La niisnia f h n u l a , annqiic expresada en un castellaiio
más antigiio, se iiiili~abaya en cl siglo XT.' en Zarügora p i r a definir la cotivivcncia
coriy~~pal: 4 h n o marido e miiller esravari, e liabitaaaii r n iina casa, corriiari e11
iina taula, e doi-niiaii en un leyto.. (vCasc María del Carriir~iGAKC~A HEKKFK(O. 1.n~
VI i~j~rtzsen Z«rngnzn n z PI .~iglo,a:Zai-ago~a,Ecl. Ayuri taniirii to de Zaragoza, 1990,
p. 229).
101
V k s c k:n~mariiiel I,E Roi. LUIL K I L , i\loiztrrillorr, nlrlun orritnna, clr 1294 (1
132-1, Madrid, Ed. Tarir-iis, 1981, p. 273.
10Y
Pi-occio contra Francisca Castáii y María lblóii. Peñaflor. 1609. ADZ. C . 5-
10, fol. 81.
1o:i
A~inqueya desde el siglo X11 el matrimonio f ~ i ereconocido coiuü 1111sacra-
rrieiito y aulicpe los tiindamentos teologicoa del inisino qc asentaron en el Corici-
lio d r I.etrári (1215). tiaata firiales del ~ i g l oXX'I la Iglesia iio c o d con ~ la fiicría
suficiente para imponci- sus postulados. La sesi611XXIVclel 11 de noviembre de 1363
dcl (:oncilio de Trerito fue consagrada al matrimonio. A partir de ese momento, la
Iglesia lograría ejercci-iina inflneiicia notable aol~relas costilnihrci rrlati\:as a los d e s
posoi-ios (\+ase Le Srrinl Cor~(2Itde i > m t ~r n ~ m h i q uu1~g 6 n h l tlllbri .\OLLA
Puul 111,,/P
111r( I'k íl7(~racl. de I'ahhC Chanut, París, Sébas~ieriMadre-Ci-anioisy,1686).
A Ir) largo de toda la Edad Media y hasta bien entrado el siglo
XVI, para que un 111atrinioriiofuera efectivo bastaba con el cori-
sentimiento mutuo entre los contrayentes ante dos o mas testi-
gos. Así pues, el acuerdo entre el hombre y la mujer constituía la
esencia de la unión; no obstante, las ceremonias exteriores y,
sobre todo, las palabras pronunciadas en voz alta y oídas por
quienes se hallaban presentes se consideraban signos externos
necesarios para reconocer la existencia del consentimiento. Eran
éstas las llamadas palabras de presente. (spomalia de praesenti),
en contraposición a las denominadas *palabras de futuro. (spon-
.snlin per verúa d e j u t u r o ) , que no suponían más que promesas de
matrimoniar en un pla7o más o menos breve. A menudo, tras el
corripromiso, los novios iniciaban ya su vida en comíln; de hecho,
todavía en el siglo XV la inmensa mayoría de la población corisi-
deraha legítima dicha forma de acceder al estado conyugal y has-
ta la rnisrr~aIglesia la aceptaba, aunque n o la defendiera como el
niodelo ideal.
Fue a partir de finales del siglo XVI cuando la Iglesia no sólo
declaró nulos los rnatriirionios mediante *palabras de futuro*,
sino tarribikri todos aquellos enlaces por *palabras de prcscntex
en los que ella no hubiera ejercido un papel definitivo, o lo que
es lo mismo, todos cuantos rio hubieran tenido lugar «in Cacie
Ecclesiae~,precedidos dc amonestaciones y de la bendición de
un sacerdote. Ello significaba que antes de producirse un nuevo
desposorio, el proyecto del mismo debía proclamarse en la
parroquia correspondiente a lo largo de varios domingos o días
festivos (riornialrriente tres); así, en caso de existir algún irnpe-
dirnerito para que la unión tuviera efecto, los asistentes a la cele-
bración de la Eucaristía podían advertirlo en presencia de toda
la comunidad.
Los dos principales impedirrieritos reconocidos por la Iglesia
eran la bigamia y el incesto"", considerando como tal las relacio-
nes sexuales entre parientes de hasta el cuarto grado de consan-
guinidad'"". En cuanto a la bigamia, aparte dc sir acepción tradi-

101
Véase Augustiri REDONDO, ,<LesempEchcmcnts au mariage ct Ieur ~r-aris-
gressiori dans 1'Espagric di1 XVI" siecle,,, en Atr~oursIigitimes, nmour.7 dligitinwi (11
París, Presses de la Sorboniir Nouvelle. 1985, pp. 31-55.
E.ypnnp(X\'I1'-XWI' ~iiclr,),
1U i
Según el jurista Hugo Cclso, elnccsto es aytintaiiiieiito carnal que oviere
algun hombi-c con mujer. que sea su parienta dentro ricl qiiarto gi-arlo: o con
parienta de otra miiger que de anrcs cl tal liuriesse curioscido carrialmente, y aiici
mesmo si si a p t a r e con muge1 de rcligion o con sir ahijada o con sil coiriatlre.~~
(Hugo CEL.SO,I,aí lq1p.c dp todos lor r ( p x de C:nslillu..., \.'alladolid, 1338, fol. 190).
cional, se aplicaba también en un sentido amplio a toda relación
carnal mantenida f ~ ~ e del
r a niatrimonio, con lo cual quedaba
incluido lo que ahora se denominaría adulterio1'"'.Aunque la Igle-
sia no llegó a controlar la totalidad de uniones efectuadas, tal y
conio hubiera sido su dcseo (no olvidemos que la antigua con-
cepción del matrinionio por el solo consentimiento persistió
durante mucho tiempo en la opinión popular1"'), sí que puede
hablarse de un cambio decisivo desde finales del siglo XW debido
a la extensión de la bendición sacerdotal. Además, la costumbre
de publicar los futuros esponsales convertía no sólo al párroco
sino a todos los demás miembros de una comunidad en testigos
de las vidas ajenas e incluso en participantes de las mismas.
Así, el matrimonio era, cada vez más, un asunto de la comuni-
dad a la que pertenecían los contrayentes (aldea o barrio urba-
no), ya que no podía efectuarse sin la aprobacih de la sociedad
en la que ambos se inscribían. Por otro lado, constituía también
un asunto de los padres. Aunque para la validez canónica del mis-
mo no era imprescindible el consentimiento paterno, los teólo-
gos consideraban que casarse en contra de la voluntad de los pro-
genitores era pecado mortal, pues suponía faltar al honor y al
respeto que les era debido y que se expresaba en el cuarto man-
damiento. En el rondo, se trataba de cuidar los intereses de cada
casa y de establecer alianzas que suavizaran las viejas enemistades.
Segun Jean Beridicti, la *ley de caridad. obligaba a cada uno no
a buscar su provecho particular, sino el .<bien común.^"'"
Ello se traducía en que a menudo eran los padres quienes
decidían con quikri debían casarse sus hijos. <Qué papel jugaba
entonces el amor entre los esposos? Muchos historiadores actua-
les coinciden en que el matrimonio no se entendía por lo gene-
ral conio una relación hindada en la corripatibilidad de los seriti-

10b
Kíganio era qiiieri estaba rasado con dos personas a la v a . No obstante,
sr iitili~abadicho térrriino también para qiiien convivía cori otra pcrsoiia auiiquc
iio estirvici-a casado con ell;~,con lo que las fronteras entrr adiilierio y bigamia
propiamente dirlia no quedahari claras.
liií
V6ascIeaii G.ki11wn1t.r. Le nmriqrfr rri Otridrnf, Parls, Les É:ditioiis dii Ccrf;
1987, p. 364. Segílii dicho autor. hasta el final del Antiguo Kégirrien y a pesar de
las penas establecidas en contra de los iiifr-actorcs, había mucho3 rriatrimonios
claridestirios, esto cs, siii publicación de aiiioncstacioriec y sin coiisentimiento de
lus padres. Se trataba dc n~atr~iirioriios
que iiri sacerdote coinplariente (distinto al
propio párroco) aceptaba beiidccir- sir1 otro req~iisitoq i el~ corisentiniierito de
los futuros csposos.
IOX
Vease Jeaii op.
C;.~UI)EMI:T. cit., p. 256.
mientos y en la atracción flsica mutua (de hecho, las uniones por
la sola inclinación se juzgaban llenas de peligros), sino, muy al
contrario, conlo remedio para la coricupiscericia y, sobre todo,
como ámbito ideal para la procreación y para la transmisión de la
sangre y del patrimonio. Por encima de todo, el matrimonio cons
tituía la principal garantía de estabilidad y orden social'"".Según los
propios tratadistas de la época (mkdicos, fil6sofos y teólogos), nada
tenía que ver la relación entre cónyuges con el amor carnal o la
sensiialidad. En palabras de María del Carmen Garcia Herrero,
«Cuando el hombre experimentaba la abrasibn sexual n o
debía darle salida con su legítima esposa. Ella debía ser objeto d e
respeto, d e dulzura y comprensión, de tierna amistad, pero nun-
ca d e pasiones desordenadas. Más valía que el marido en estos
casos buscara concubina o acudiera al burdel antes de pervertir y
prostituir a la rriadre d e sus hijos.nl'"

Una sentencia atribuida a Sixto Pitagórico llegaba hasta el


punto de acusar de adúltero al horribre que deseaba a su mujer
(Adulter est arriator arderitior in suam u x o r e m ~ ) N
. o sólo los
miembros del clero, sino también escritores de mentalidad más
avanzada como Michel de Montaigne peiisabaii que, más que
amor; lo que convenía a los esposos era una relación de amistad:
(<Unbucn matrimonio, si lo es, rechaza la compañía y las con-
diciones del amor [...] Procura representar las de la amistad..'"

Una y otra vez se insistía en la corisideracion del niatrimoriio


como ~ u r remedio
i contra el fuego de la carne.n1'%hí era cierta-
mente donde dicho fiiego debía apagarse aiinqiie los esposos
mantuvieran relaciones sexuales entre ellos, ya que la finalidad de
aquéllas no debía ser otra que la procreacih. Como expresara
contunderitemerite el padre .Jerónimo Graciin de la Madre de
Dios, en los círculos cultos se defendía la idea de qiie ((lacopilla
carnal no es de esencia del matrimonio.^"" Coincidiendo con la

1161
Vease Arme Mii.iwri-Rouiiit. *De la concorde a l'arrioiir conyugal: I<:s
hiimanistcs cspagnol.;ct Ic 7' saci-enient~~, en Krlations rntre homnw~rl/i.mtnr~trl EA/J<~-
ne uux 'UT rl Xb7T ~ittrss,París, Ed. Presses de la Sorbonne r\'onvelle, 199.5,p. 11.
110
Mal-ia dcl Carnicii G\nc:i.z H L K K ~ Kop.O ,Cit., p. 28-5
III
Vease Ruber-tAuI.oTTE, Etwir Jztr lrs m a z s (ZP i2/l0ntazLqzr,París, Europe Edi-
tions, 1979, p. 136.
112
Fr-anciscu F ~ K F ~I Nh , rrmr(lios conlm rl prc.c~cioclr simpk fornicación, Sala-
manca, Herederos de Matthias <;ast. 1581, p. 191.
mayor extensih social de los enlaces sacramentales desde finales
del siglo XVl, tanto la figura de San Josk como las representacie
iies de la Sagrada Familia cobraron, dentro de la propaganda ecle-
sial, iin auge inusitado"" Ello trajo aparejado un vivo debate sobre
la verdadera naturaleza del matrimonio, ya que uno de los princi-
pales dogmas católicos consistía en afirmar que entre María y su
esposo José nunca había existido otra relación que la amistad. En
aquel contexto, el famoso teólogo jesuita Francisco Suárez se for-
mulaba a sí mismo la siguiente pregunta: ?cuál h e el vínculo de
amor que existió entre María yJosé? Segírn sus propias palabras,
«Muiiro amor y perfectissima amistad, porque a la virtud y
santidad d r la esposa pertenece el amar a su esposo y prociirarle
toda clase de biencs. Juntaronse semejanza d e costumbres, larga
y frccuente familiaridad y cohal~itacionbajo un rriismo techo, sin
la menor ocassion de riña o diversidad de pareceres.»"'

Así pues, la promoción de la Sagrada Familia, reflejo del urden


divino, iba unida asimismo a la promoción de un ideal de armo-
nía y concordia entre los esposos necesario para el mantenimien-
to del orden, .social. Dicho ideal aparecía plasmado en algunos p r e
cesos de brujería, en la parte destinada a defender a las acusadas
mediante la apelación a su intachable cornportamiento.Jurito a la
detallada exposición que daba cuenta de su frecuente asistencia a
la iglesia y de las obras de c.aridad realizadas por aqudlas, a veces
se hacía referencia también a su faceta de casadas ejemplares.
Buena muestra de ello la constituye el proceso contra Pascuala
García, que file acusada no sólo de bruja, sino también de haber
cometido incesto con su hermano:
<.Intrrr.ogada por el dicho Señor Oficial y amonesiadii que
mirasse qur estaba acusada en el presente proccso de que }rabia
tenido acceso y copula carnal con un herniano suyo y havia p r i -
d o dcl, come~ieridoincesto, dixo la dicha Pascuala Garcia que
jarrias clla havia hecho ni comeiido tal cosa, y que nunca remayo
sms faldas sino para bu marido.»""

11.1
VCasr Pierrc C I V I I .<,Le ? modele dii rneiiage heirrriix: I'irriage de Saint
,[osepli en Espagiie 5 la charnierc dcs XI,Tc er X\TI' sii.ciew. eii I<?h¿tions r n l m hov-
n rE~s f q n r oux ATT el Xl~ZT.ril;clr.s, París, Presses dr la Sorborine Noii-
m?.\ ~ f , / ~ m rm
velle, 1995, pp. 21-34.
l lT>
Fraiiciso SLIAKEZ, l)? i ! $ ~ l h z s Vitn? ( , ' l ? ~ (IQed.,
~ti 1502),Rorriualdo G A I . ~ ) ( J ~
(d.), Mi.~tPño~ d~ lo uidrc LEP Cristo, Madrid. Ed. Biblioteca de Autorcs Cristiarios,
1948, p. 268.
116
Proceso contra Pascuala García. Hurera de lo5 Navarros. 1572. . W Z . C.
42-12. fol. 44v.
Ante tari irifarnarite afirmación, uno de los testigos de la
defensa que respondía al nombre de Domingo de Ordovás, tras
reconocer que quería <.que la dicha Pascuala García obtul''lesse
victoria en esta causa porque tiene por muy cierto que la han acu-
sado injustamcriten"', t r a ~ a b auna descripción del matrimonio
ideal defendido por los tedogos. Scgúri dicho testigo:
e1lavxii treinta años p c o nias o menos que vio este deposan-
te que entre Lhniirigo Ximeno y Pascuala García [...] fue con-
traido rriatrirrioriio, y aquel solerrinizaclo en la faz de la Iglesia. Y
desde entonces hasta de presente coritinirairierite ha visto este
deposante a la dicha Pascuala Garcia hazer vida rriaridable ron el
dicho su marido, viviendo todos dos con mucha paz y corifornii-
dad, y m u y al servicio de Nuestro Señor [...] y quc es verdad que
los dichos roniuges del dicho matrimonio han havido y procrea-
do [...] hijos l...] y ella los ha ruidacio bien y les ha enseñado las
oraciones y muy buenas c o s t ~ i r r i l ~ r . e s . ~ ~ ~ ~ ~
La ((pazy coriforrriidadn a las que se refería el testigo no solían
ser precisamente fruto de la estrecha comunicacióri existente
entre los esposos. Como afirmó Enimanuel Le Roy Ladurie en sii
obra sobre Montaillou, ((undenso silencio, por lo demks rccípro-
con caracterizaba las relaciones e r i las malas parejas e incluso en
las menos malas.. El mismo autor, a propósito de lo que bautiza
ba como *taciturnidad conyugal., se preguntaba:
q K s erróneo el que ciertos etnólogos hayan definido cl uni-
verso tradicional del rnairiinoriio conlo el inundo por excelencia
de la no comunicación?~""
A la vista de los testirrionios conservados en los procesos de
brujería aragoneses acerca de las relaciones entre maridos y
mujeres, no sólo existía iricorriunicación dentro del matrimonio
sino también, muy a menudo, una gran violencia, ya fuera física
o psicológica. Resulta sigriificativo que muchos maridos fueran
los primeros en acusar de brujería a sus propias mujeres. Y vice-
versa, había tambikn esposas que acudían a los tribunales para
denunciar a sus maridos por practicar algíh tipo de supersticióri.
Hay que contar, claro está, con el liecho indiscutible de que los
archivos judiciales no registran la armonía sino los conflictos.
Con todo, aun en aquellas ocasiones en que (corrio en la defensa

Ili
Ibzdem, fol. 16617.
'IX Ibid~m,fol. 167.
11s)
KIL, Montaillou ..., p. 273
Eriiriiatiiiel L.t- Rol LWL
de Pascuala García ya citada) se intentaba transmitir un mensaje
a favor de la convivericia marital, a lo sumo se aludía a una cierta
.iconformidadn que, en la práctica, solía traducirse en sumisión
por parte de la mujer.
Excepcionalmente, se conservan dos casos en los que sendos
maridos de dos acusadas por brujería declararon ante el juez a
favor de sus mujeres. En la caiisa contra Isabel Gombal, Juan Xari-
que, muevo convertido, marido de Isabel la Gornbala)>,fue inte-
rrogado acerca de la acusada: .diga y declare lo que sabe del
modo de vivir de su muger y en qiie se occupa.. Según su esciie-
ta respuesta, la había visto «hilar y coser. y no sabía que hubiera
*hecho hechizos~"".Más expresivo resultó el testimonio de D e
rningo Rurgués, marido de Susana Dalmau, alias ((LaBurguesa.,
quien, tras explicar detalladamente para qué utilizaba su mujer
ciertos ungüentos, pan quemado y polvos de solirnin (tratando
de demostrar con ello que en absoluto pretendía Susana hechizar
con los mismos), terminaba diciendo,
<<que es marido de Susaria Dalmau y qiie dessca que gane quien
tenga,justicia y que, si es bruja, que nunca rms buelva, y que si no
lo es, que Dios la traiga a sii casa, en donde haze harta falta.,>"'
Así corno la primera parte de dichas afirmaciones respondía al
estereotipo formulario que obligaba a todo testigo a manifestar su
objetividad y su apoyo para que la rewlución de la caiisa fueraju.~
ta; la frase con la que Domingo ponía fin a su declaración retle-
jaba claramente sil deseo personal de que la acusada fuera absuel-
ta y wlviera a convivir con él bajo un mismo techo.
Sin embargo, como ya adelantamos, los procesos de brujería
contienen muchos más testirrionios de malas relaciones matri-
moniales que de lo contrario. Muy pocos consistían en acusaciones
directas de brujería o superstición entre los propios esposos; la
rnayoría nos son conocidos gracias a ciertas declaraciones encami-
nadas a desacreditar a testigos de la acusacion o a justificar deter-
minadas enfermedades. En cualquier caso, es evidente que en
muchos matrimonios los malos tratos del marido hacia la mujer
eran moneda corriente. El ejercicio de la violencia fisica a lo largo
de años y años llegaba, en ocasiones, a provocar incluso la muerte
de algunas de lar víctimas. Teniendo en cuenta que a las acusadas

1211
Proceso contra Isabcl G o n i l d . Zarago7a. 1605. h D Z . C. 4427, fol. 55.
121
Proceso contra Siisaiia Dalmau. Pcñarroya de Tastavins. 1591. ADZ. C. 7 4
30. fol. 1 2 8 ~ .
de brujería se las responsabili7aba de todas las muertes acaecidas
en la localidad donde vivían, se comprenden las declaraciones de
ciertos testigos de la defensa encaminadas a justificar ciertas bajas
por causas naturales como enfermedades o, en el siguiente ejem-
plo, los malos tratos que una mujer recibía de su marido. Según
Pascua1 Ponz (un agricultor de cuarenta años que vivía en Herrera
de los Navarros), el marido de la difunta Catalina Guillén:
*Metia las manos eri ella muchas y diversas veces por causas har-
to livianas y de poco momento. Y este deposante se lo oyo tleiir y se
lo dixo la misma Catalina Giiillen, la qiial vio este deposante qiie de
contino iba señalada y faxada, dando muestra su persona ser victi-
rna la dicha su persona del dicho ~naltratamiento.Y assi, quando
adolrscio se tuvo por muy cierto en el dicho lugar de Herrera que
la principal causa de su enfermedad havia sido aquella.^"^
En palabras de Juan Sevilla, otro agricultor qiie había servido
en casa de la fallecida:
*Esciivo dos años en casa de Gil de Osse~aldes[...] sirviendo-
le de moyo d e labor en vida de Catalina G~iiillenl...]y en todo el
dicho tiempo siempre ): continuamente vio este deposante que el
dicho Gil d e Osserialdes tratava muy mal a la dicha su rnuger, no
diziendole,jamas su nombre, sino muchas injurias y palabras feas
y desonestas. Y en especial se acuerda una vez que, porque cayo
una gotera en una artesa de sal, dio el dicho Gil de Osseñaldes a
la dicha su muger muchos palos y le trato muy mal su persona. Y
un ario antes que muriese, vio este deposante que la dicha Catali-
na Guilleri vino a estar como etica. Y assi estando enferma como
despues de muerta [...] vio este deposante qiie se dezia y publica-
ba en el dicho Iiigar de Hcrrera que era culpa de su marido.,>""
En un caso tan flagrante como aquél resultaba verdadera-
mente dificil probar la acusación de que Catalina había muerto
por mal de ojo, tal y como pretendían los enemigos de Pabcuala
García. Al menos delante de la justicia episcopal que, por lo gene-
ral, no condenaba a nadie sin antes investigar detalladamente su
caso. Graciai al testimonio de Pascuala Gómez sabemos que inclu-
so el mismo sacerdote que había acudido para confesarla poco
antes de morir se había sorprendido al darse cuenta de la falta de
cuidados que la enferma padecía:
(<Estandoenferma la dicha Catalina Guillen de la ultima
enfermedad que murio, vino a las casas desta deposante el dicho

122
Proceao contra Pasciiaia Garcia. Herrera dr los Navarros. 1.572. ADZ. C.
42-12, fol. 194.
'" It>idrm.fols. 201e-202.
Gil de Ossenaldcs a llamar a uri clerigo que esta en las mismas
casas llamado rriosseri Chrisiobal Gornez [...] para que fuessc a
confesar a la dicha Catalina Guillen, su muger. Y dicho mossen
(:liristobal, en presencia desta dcposantc dixo al dicho Gil de
Ossenaldes: -Valamc Dios, en tanto tiempo qiie ha que esta
cnfcrma vuestra rriuger; ;_espossible que no ayais buscado un
biieri rrieclico que la curasse, que el medico dc Carifiena diceri
que es muy bueno? Y el dicho Gil dc Osseñaldes dixo y respondio
que ya el havia hccho todas las diligericias possibles y que [...] su
mugcr estaba etica y que no tenia remedio ninguno, sino quc
poco a poco se iria consun~iendoy que era por dcmas hazerle
remedios y assi, que por esta causa se havia d e s ~ r i i d a d o . ~ ~ " ~
Más que descuidarse o permanecer indiferente ante la enfer-
medad de si1 mujer, a juzgar por las declaraciones de una nueva
testigo, el citado Gil de Osseñaldes había privado deliberada-
rnerite a Catalina de ciianto le era imprescindible. Scgúri el rela-
to de la mujer de Pedro At-tal,
[[Estando la diclia Catalina (iuillen de la dicha ultima cnfcr-
niedad rriuy seca y consumida, fue la deposantc a pedille iirius
dineros que le devia, a la qual hallo cn su casa asentada r r i la cozi-
na. Y despues de havcrselos pidido, le dixo y rcspondio que no
tenia ningun dinero ni podia comprar carnero ni lo que havia
menester para su clolencia, sino era vendiendo algun huevo de sus
gallinas y algun costal de paja, y con aquello se rerr~ediava.Porque
el dicho su marido no solamente no le qiirria dar nn dinero para
sus nccesidades, pero que le tenia encerrado el pan y trigo y todo
lo que havia eri casa. Y que, haviendole ordenado el mcdico del
Villar de los Navarros que tomassc unos xarabes, liavia iribiado por
miel a casa de uno llamado inosseri Pedro I,isano, primo hermano
suyo, a causa de terierle encerrada la miel el dicho su marido y no
querer proveerle de lo necesario para su enfermedad.)>''"
Así pues, las relaciones critre Catalina y Gil andaban en boca
de todos, pese a la pretendida acultaci6n de Gil. En palabras del
abogado defensor de la causa,
«E1dicho Gil de Osseñaldes a ssido y cs hombre rebolvedor de
pueblos, publicamente amancebado que, por estarlo, clava muy
mala vida a su propia mujer porque lo reprehendia dello, y por
cllo le dava de palos'\; acotes. Y fue visto la baxava a la bodega para
alli castigarla de secreto porqiic sus deudos ni otras personas no
10 supiesen ni cntcndiessen.~~""
Aunque casos tan extremos como el anterior constituyeran una
excepción a los rnatrirnoriios comunes, de lo que no cabe ninguna
duda es de que azotar a la mujer constituía una práctica bastante
habitual. También en el Aragón de los siglos XVi y XVir, al igual que
en otras muchas regiones europeas, toda mujer que se casaba debía
esperar un día u otro «una dosis razonable de vapuleo*'". Golpear
a la esposa era considerado por los maridos como una especie de
derecho consuetudinario adquirido en el momento del matrimc~
nio. Las excusas para los malos tratos eran lo de menos. Segíin
Catalina Martín, Francisca Catalán era muy borracha y,
<<havisto que Pedro Ximeno, su marido, una vez le dio de pa-
los por haverla hallado embriaga.^^""
En cuanto a Juana Dionisia Moreno, sufría en carne propia sil
niala fama ya que,
~MariaTolon le avia levantado testimonio diziendo que quando
se caso dicha Juana Dionisia Moreno no estaba doncella, porque un
rrioco de la tori-e que tenia. ariwidada su padre a r avia srrvido tlt.lla
y quitado sil virginidad. k'qiir lo sobrrrlicho avia Ilrgado a noticia
de su marido el qual, despues aca le dava muy mala
Fktaba generalmente aceptado que una buena paliza de vez en
cuando era el único medio para conseguir que una mujer hiciera
lo que el marido esperaba de ella. Como si de un animal salvaje
se tratara, toda hcrnbra díscola dcbía ser amaestrada a base de los
castigos infligidos por su dueño y señor. Tal y como constaba en
la defensa presentada en 1605 por el procurador de la causa con-
tra Agueda Ruiz, de Bolca (Huesca), las declarliciories prestadas
por una vecina llamada María Oliván no merecían ningíh crédi-
to por ser éstl wil, infame y de triste repiitacion-"". La única
razón alegada para demostrarlo era que su marido, ante el mal
cornportamierito de María, se veía obligado de vez en cuando a
enmendarla por medio dc golpes (miuchas y divcrssas vezes,
abandonando su honra y reputacion, con sii deshonesto y feo
vivir, se an offrecido en su casa y con su propio marido mil oca-

127
Según i i r i conncido y atnhigito proverbio occitaiio qiic coi-ría dc hoca c n
boca al menos desde 1320, *Quien golpea a su mujer con irri cpjíri crre hacerle
daiio y no le hace nada* (véase Eniinaniiel 1.k R o \ 1.-IIILKI~, !lontoillou..., p. 269).
128
Proceso contra Pasc~ialaGarcía. Heri-era de los Navarros. 1572. ,.V)Z. C.
42-12, fol. 244:.
129
Proceso c o i i ~ mFrancisca Casljri y hfaría Tolí>ri.Peiiaflor: 1609. m Z . C. 5-
10, hl?.209~-210.
liil
Proceso contra A g u d a R u ~ LBolea.
. 1605. AHPH. C. 1211-8, fol. 931.
siories lastimosas y de grabes pesadumbres harto a costa de su per-
sona.,,) '"'
Aunque no se especificaba en qué consistía la mala conducta
de la mujer, lo que sí se tenía por cierto es que el marido se habia
visto obligado a maltratarla. Esta era, en realidad, la ílnica prue-
ba de la deshonesta vida de María que Adriári Calvo, notario y
procurador, había presentado ante el justicia ordinario de la villa
de Bolea. Según sus propias palabras,
alguna vez se ha visto su marido, ocasionado de lo que ella
le daba, procurando su enmienda y con eso su castigo, tenella ata-
da por espacio de tres o quatro dias como a una bestia o cosa al
pie de uria cama, harta de palos y otros males.^^'"'
Como analizaremos en el capítulo siguiente, tales corriporta-
niientos violentos tenían una importante repercusión no sólo en
las mujeres directamente afectadas, sino tarnbih en los hijos
habidos del matrimonio. A Francisca Jorro,
*le acaecia, quando le pegaba y daba algun golpe su marido,
de enojo y colera que tenia, no dar leche a sus criaturas muchas
vezes en todo un dia, diziendo que ella misma matava a sus cria-
turas por dallcs la lcchc altcrada quando su marido le pegava.d3'
De las difíciles relaciones en el interior de la pareja sirven asi-
mismo de testimonio las denuncias por brujcria o siipersticih pre-
sentadas ante la justicia por tino de los cónyuges contra el otro.
Aunque seguramente existirían casos en que el marido denuncia-
ría a su m~ijerpor bruja'"' conservamos únicamente ejemplos de
mujeres que acudían hasta los tribunales para delatar a sus maridos
por supersticiosos. Otras incliiso, como en el caso de una mujer de

121
Ibid~rrl,1'01. 9 3 ~ .
':" Ihdem. fol. 93v.
1 59
Proccio contra Pascuala Garcia. Herrera de los Navarros. 1552. ADZ. C.
42-12, fol. 270.
'"' Si no con dcnuncias propiamente dichas, contamos al nienos cori dos ejeni-
plos en los que los rrtaridos de las acusadas declararon públicamerite estar en cori-
tra de ellas y compartir con otros vecinos de su localidad la opinión de qilr eran brii-
jas. h b o s ejemplos se hallan incliiidos en el proceso coritra Francisca Castiri y
María Tolón. de Peñaflor, incoado cii 1609 ante el tribunal dcl Ar7obispado de Zara-
goza. Segíiri el séptimo articulo de la acusacióri fiscal contra María Tolbri, y refi-
riéndose a la rntlcrtc d r una hija d r h a , -el marido de la dictia Maria Tolón pnhli-
carnerilc dixo qiic dicha su rriiiger la abia embrujado y rriuerto~~(iV)Z. C. 5-10. fol.
15). En cuanto al marido de Francisca Castán, según otro testigo, había ascgiirado
q u e la dicha Francisca Caslan, su niiig"; era ~ a 1rraIa
n 21eriibra q ~ i eporque liabia
tuvido unos disgiistos coii clla le habia rniicrto dos animalcw (Al>%.(:. 5-10, tol. 84).
Herrera de los Navarros (Zaragora), llegaban a entregarlos a los
jueces a cambio de una suma de dinero. Segíiri las palabras de.Juan
de Artieda,
*Oye dezir este deposatile a la misma Catalina hlartin que los
de la comunidad de Daroca le liavian niandado 1000 sueldos por-
que hiziesse venir a su marido que se havia ido de la c a r ~ een
l Ple-
nas, y que ella 10 tiavia hecho venir y lo havian prendido eri casa
de su rriadre.~~""
En opinión de Pcdro Guillén, Catalina era una Nmuger mala
de su cuerpo*,
([y que por interese vendio a su marido, porque lo l i i ~ ovenir
de (:astilla, estando fuydo por sus dcmeritos y delictos, para que
lo ahorcassen en el lugar de Plenas, como de hecho, por orden y
suplica suya vio lo ahorcaron en el dicho licgar.>>'"'
Así pues, a diferencia de la violencia física y directa que muchos
maridos ejercían en contra de sus mujeres, éstas practicaban a su
ver un tipo de violencia indirecta contra los hombres, ya fuera psi-
cologica o verbal, ya se valiera del recurso a intermediarios corno la
propia justicia. A Guillh de Tolosa, un pastor de origen gascón
que vivía en Torres de Barbiiés (Huesca), lo había denunciado su
esposa ante la Inquisición de Zaragoza en 1603 por hablar en con-
tra de las bulas, del sacramento de la confesión y del ayuno. Dicha
mujer lo acusaba asimismo por encantar a lobos y encomendarse al
diablo. Tras ser vista la causa y llevado el reo a tormento, Guillén,
<<fue
corideriado a que en auto publico de fe abjurase de \elre-
rrieriti y le t i m e n dados cien azotes y fuese recluso por un afiu eri
i i r i monasterio y por tres desterrado de el obispado de Hiiesca y
drsta ciudad.»'"
Como ya vimos en el capítulo dedicado a la justicia episcopal,
el proceso incoado cri 1591 contra el bearnés Pedro Salanova
constituía otro caso semejante, ya que la propia mujer del reo ha-
bía acudido al palacio episcopal de Zaragoza para denunciarlo por
hechicero, nigromante y supersticioso, además de otros muchos
delitos'". Acusar al c6nyugc de haber consumado algún crimen era

1:ii
Proccso contra Pascuala García. IIerrera de los Navarros. 1352. C . 42-12,
fol. 308.
'"" Ihidnn, fol. 314.
11:
AHN. Iriq. Lib. 990, tol. .YOH.
1:ix
No obstatite, la jilsticia episcopal, a dif'ereiicia clc la inqiiisitorial, rio ter-
rriiiió coiide~iáiiclolositio intentando la recoriciliación entre los esposos.
una forma de desquite qiie podía servir, incluso, para lograr sepa-
rarse de aquél en virtud de una sentencia judicial que lo apartase
de su hogar habitual. Como bien sabemos, el divorcio se hallaba
corriplctamente prohibido por la Iglesia y los procesos de aniila-
ción eran muy raros, de modo que para la población católica
(pues la doctrina protestante admitía la posibilidad de divorcio
en los casos en quc se hubieran cometido faltas muy graves) lo
único que rompía el vínciilo matrimonial era la rnuerte de uno de
los esposos.
Sin embargo, en la práctica, las separaciones de hecho eran
bastante frecuentes. Muchos maridos desaparecían de sus hoga-
res y ya no volvían nunca más. Generalriiente se terminaba dán-
dolos por muertos y la esposa rehacía su vida con otro hombre
fuera del rriatrirrioriio o incluso volvía a casarse de nuevo (al igual
que el marido)'.'!'. Un testimonio ejemplar de relación marital
fuera del matrimonio lo constitiiye el caso de Florencia dc Varo.
Dicha mujer, que habitaba en la localidad oscense de Rarbastro,
había sido denunciada en 1505 ante la Inquisición por,jiidaizan-
te y ensalniadora. En uno de los interrogatorios a los que se vio
obligada a responder, relató cómo su verdadero marido la había
abandonado, tras lo cual ella se había enamorado de otro hom-
bre y había iniciado una vida en comíin con él:
«Ella frie casada en Monzon con .Joan Daylmr; cori el qiial fue
desposada y oy, misa y ovo del un fijo que se rniirio. k'qiir despiies,
el dicho su rrlarido se fue y la dcxo. Y que, passado miirhr> tieiripo
despiies, se eriarriorarori ella y Martin de Monclus [...] y, estando asi
enan~oradoslos dos, el dicho h*lonclusle dio la fe que si su primo
marido della era miierio, el se casaria con ella, habiendo licencia
del obispo. Y que ella no,ji~ro ni dio palmra de tal casamiento, mas
que ella lo fiziera de bueria gana si el prirrio rriarido fuera muerto.
E dize que los dos, es a saber, ella y el dicho Martiri de Monclus, estu-
vierori vri uno y cn una casa [...] y ovieron tiim tijo y dos fijas.>>""
Según Florencia, uno de los oficiales de Rarbastro le había
insistido para quc buscara testigos de la muerte de su rriarido )a

l3!4
Así, por <jemplo, h i g o de Soria vivía en Zai-agora airiaiicehado con otra
rriiijer qiie no era la wya disdc hacía muchos años. (Joriio e1 mismo declaró ante
la Iiiqiiisicióri: no s+ía si sil primera esposa estaba vka o iniierta (véase Proceau
inqiiisitorial miitl-a l~iigode Soria p o r - j i i < l a i ~ mZaragoza.
~r. 1497. AHPZ. C. 22-1,
Sols. 1Gl7). Acerca del famoso caso de Martiii Giicrrc, iiii campesino del piieble-
cito pirenaico-francí.9 de Artigat, que iiri día del año 1548 decidió abandonai- a sil
esposa c hijo para alistarse en el ejército cspaiiol, vtasc Natalie Z. D.%vis,1<1rr;gruo
de 12lnrtzn (ALWI-P,Kai-ccloiia,F.d. Antoiii Boscli, 1981.
1411
PI-ocesocorilra Floreiicia de Varo. Barbastro. 1.5O5. .AHPZ. C. "-5. fol. 6.
que, de lo contrario, no podía seguir coliabitando con su actual
compañero sin ser causa de escáridalo. Ello había provocado que
durante algím tiempo Martín de Monclíis abandonara la casa de
ambos y se fiiera a vivir solo a la montaha. No obstante, gracias al
consejo del corifesor de Florencia, Martín había vuelto de riuevo
con ella. Dicho sacerdote la había animado a convivir con el siem-
pre que los dos evitaran el contacto carriai rriutuo:
<il'orque no se sabia que el dicho primo marido fuesse iniier-
to ni bivo, el ofticial desta ciudat dezia a esta confesant [...] que
rnviasse a saber si era rriuerto o vivo el dicho su primo marido,
porque de otra manera no podian estar los dos eri un» sin peca-
do. Y que apres, el dicho Monclus se fue a la nioritariya y estuvo
i ~ r iierripo
i que no torno a tiabitar con ella. Yque despues dc otro
tiempo torno a abitar en su casa clella por consejo de su confesor
della, niossen Asin, que dixo que estuviessen en una casa pero
que n o iiiviessen participacion carnal.*"'
Aurique nunca llegaron a contraer inatrinioriio, Florencia de
Varo y Martin de Moriclús vivieron juntos (contando incluso con
la aquiescencia dc un representante del clero), hasta la muerte de
hlartíri. La mayoría de sus corivecinos desconocían su situación
legal y creían que estabari casados, ya que así lo afirmaban ambos
miembros de la pareja,
«Ydize que en este tiempo esva confesant, por la horirra, dczia
conio era desposada por palavras de prcscnte con el dicho Mon-
clus, y que era su marido. Y el d e ~ i alo rnesmo, que era desposada
con el. Y diie que pidiendo el dicho Monclus si les darian misa a
los dos, le h e respondido [...] que se la darian si trahian testigos
que era muerto el dicho su primo marido desta confesant [...] E
assi, no podiendo enviar por los dichos testigos ni informacion, se
quedaron assi los dos.-"'
Gracias a los testinionios conservados acerca de la magia amo-
rosa, conocemos otros ejemplos de maridos que abandoriarori a
sus esposas. Muchas mujeres acudían a solicitar los servicios de
hechiceras y celestinas para conocer el paradero de ciertos hom-
bres que un día habían desaparecido y a quienes nunca habían
vuelto a ver. Según el séptimo artículo de la acusación del fiscal
del Arzobispado de Zaragoza contra Isabel Gombal,
((unaniiiger. desta ciudad de Cai-agota le dixo [a Isabel] que
estaba con grande cuidado, que no sahia inuchos dias avia de sii
marido y se h e a consolar con la dicha rea [...] que le dixesse
adonde estaba su rriarido, que hazia y en que estava ocupado. Y la
dicha rea la aconsolo y le dixo que ella le bolveria con brevedad
la respuesta. Y d e alli a poros dias fue la dicha rea a la dicha
muger cassada y le dixo que su ~riaridoestaba en Valladolid.»""
La misma Catalina Aznar, otra hechicera cuya principal dedi-
cación consistía en atender las demandas amorosas de sus clien-
tes femeninas, confesó ante un inquisidor de Zaragoza que su
dedicación a la magia se debía precisamente al abandono que ella
misma sufriera hacía muchos aiios. En cierta ocasión en que un
hombre la había dejado, ella había acudido a un monje buscan-
do consejo para remediar su mal de amores. Fue entonces cuan-
do aprendió los conjuros que ahora ella aplicaba y recomendaba
a las mujeres que solicitaban sus servicios:
eDize que ella, tubierido amores con uno llamado Martin de
Moros, porque el dicho Martin de Moros se fue y la dexo, ella se fiie
a uno Ilarnado el abat de los chubillos (el qual entonzes vivia en Cas-
v a , en tierra de Guesca) y le conto su nezesidad, el qual le aconse-
jo que tomase iin paper y que alli hiziesse pintar [...] e mas dize esta
confesante, le aconsejo y niostro el dicho abat otros conjuro^.)^'^'
En realidad, la mayoría de las relaciones de amancebamiento
no diferían en nada de las rnatrinioriiales. Ambas se hacían y des
hacían con idéntica facilidad y tanto en unas como en otras eran
los hombres quienes dejaban el hogar cuando las cosas rio mar-
chaban bien o no eran de su conveniencia. Una mujer de Zarage
za conocida como Dona Hipólita acudió en 1605 a la hechicera Isa-
bel Gombal <<yle dixo estaba desesperada y se acavaba [...] porque
cierta persona con quien estaba amancebada le habia d e x a d ~ ' ~ ~
Con frecuencia el nombre del solicitado se ocultaba por tratarse de
im clérigo. No era del todo raro que miembros del clero compar-
tieran su vida con una mujer, viviendo juntos y criando a los hijos
de ambos durante mucho tiempo como cualquier otra pareja.
Así pues, pese a la fórmula del matrimonio indisoluble defen-
dida en Trento, y pese a la extensión progresiva entre la pobla-
ción de dicha fórmula desde finales del siglo XW coincidiendo
con el aumento de poder de la Iglesia, siguieron dándose abun-
dantes casos tanto de amancebamiento corno de bigamia (estos
últimos en una proporción bastante rrierior). Según Augustin

143
Proccso contra Isabel Gorribal. Zaragoza. 1605. ADZ. C. 4427, fol. 12v.
'" Proceso coritra Catalina :lzriar. Zaragoza. 151 l . AHPZ. C. 28-6, fols. 2425.
1.85
Proceso coritra lsahrl Gomhal. Zarago~a.1603. ADZ. C. 4427, fol. 71.
Redondo, las penas contra los bígamos se acentuaron en toda la
península a partir de 1566, a lo que se unió la enorme extensión
de la publicidad de dicho delito'"'. Con todo, tales conductas no
desaparecierori, como demuestran las acusaciones de qiie fuera
objeto en 1548 una hechicera italiana coriocida como Catalina
«La Milanesan. Dicha mujer, que vivía en Tarazona (Zaragoza), al
igual que tantas otras hechiceras, se dedicaba fundamentalmente
a la magia amorosa (~Cathelinala rriilariesa alias la ytaliana havia
hecho cierta echiceria a la niuger del dicho sastre para hazer
venir dicho sil marido qiie estaba absente [...l.). Según el testi-
monio de Joannes Munnoc, agiijetero de oficio,
<<Es muy publico que la dicha ytaliana tiene casadas dos hijas.
La una, que es rnayoi; con dos maridos bivos. Y la otra, con tres
maridos. Y desio son testigos los de su varrio. Y este conffessante
los tia visto a todos ellos en su casa della haziendo vida marida-
ble con ellos. Y que este confessante dixo a la dicha ytaliana que
para que casaba sus hijas de aquella manera, siendo bivos los
otros maridos, que tambien se yria este como los otros, lo qual
le dixo por un yerno sastre que tomo. Y ella le dixo y respondio
que no se le daba nada, que aunque aquel se tiiesse, la casaria
con otro y otros diez..'"
Quizás dichas afirmaciones no fueran sino una torma de
intentar demostrar el gran poder que poseía la acusada. Según el
testigo, aunque sus hechizos rio corisiguierari retener a los mari-
dos de sus propias hijas, al menos (htalina les encontraba susti-
tutos con facilidad e incluso los casaba con ellas. Im que a noso-
tros nos interesa destacar uria vez más es que muchos problemas
entre maridos y mujeres (como otros conflictos de orden econó-
mico o social), bien se achacaban a la magia, bien pretendían
solucionarse por medio de la magia. En último extremo, acusar al
cónyuge de practicar la brujería o la superstición constituía la
escapatoria perfecta para uria convivencia imposible, ya que cual-
quier condena judicial solía traer consigo el apartamiento del
supuesto criminal y, por tanto, la separación de los esposos.
También las difíciles relaciones entre padres e hijos encontra-
ban su reflejo eri los procesos incoados contra brujas y su-
persticiosos. Por tratarse de una forma de corriuriicacióri en la

!46
Véase Fray Antoiiio ut. LAPENA,iiatndo muy prolwchom, u t i l ~rirmaollo
) (11>10.7
jumc y orden dc lo.\ jui(io.\ y penar rriminc~l~s
..., Alcalá d e IIeriares, 1569. fol. 131.
Maridato episcopal contra Catalina ~ 1 . Milaricsas..
a AIYI'. (1.7, I.ig. 5, 1196.
fcl. 76.
que todavía entraban cn juego más factores inconscientes que en
las relaciones entre adultos, la vertiente mágica cobraba un pro-
tagoriisrrio mayor. Tanto la posibilidad o imposibilidad de tener
hijos como las eriferniedades de los niiios o, incluso, los n~últiples
e inevitables casos de mortalidad infantil se achacaban a la inter-
vención de poderes sobrenaturales que s d o los acusados, y espe-
cialmente las b r ~ ~ j ase
s , suponía que sabían controlar. Idacorres-
pondencia entre los problemas asociados a la primera infancia y
las acusaciones de brujería era tan grande que parecía corno si
una bruja aguardara siempre el nacimiento de cada nueva criatu-
ra, dispuesta a agredir al niño indefenso al primer descuido de los
padres. Tal era el recurso por el que éstos evitaban asumir lo que
a veces constituía una carga no deseada y, en la mayoría de los
casos, una responsabilidad dificil de aceptar.
PADRES E HIJOS

Ata rlef,»sant~la ha zisto ~ n a M a i a


r sus hijos i n j i n i h 71rrrs di-
zien,do: -1'kgur n Dios que t?-esdias te de el sol, y (9.sra rlposti-ero.
Catalina Góinez""
Dando la dzcha acusada n uria nuia [...] u n poco de h z p d o
que lo dtclztl r~loiin~ornzrrzdoasado, Izcego qur sr lo dzo drnlro dr
fioto~c h n \ muno.
Juan Gutiérrezl'"

En la Edad Moderna, los europeos de las áreas rurales conce-


dían una importancia capital a la procreación de las mujeres y, por
tanto, a los hijos nacidos de las misrrias. Como en ciialqiiier sociedad
de las llamadas tradicionales, la fecundidad ferrieriiria se creía ínti-
mamente asociada con la fertilidad de la tierra madre, que repre-
sentaba el origen de toda forrria de vida. A pesar de los esfuerzos
hechos por la Iglesia para abolir dicha conciencia naturalista y siis-
tituirla por la fe e n la creación de origen divino y e n la constante
intervención d e un Dios que se inaniiestaba principalmente a través
de los sacramentos administrados por- el clero, las antiguas ideas
sobre la fberza y la independencia de los feriGirierios naturales per-
duraron durante mucho tiempo'"'. La preocupacióri d e las parejas
por tener descendencia se hallaba completamente ligada a la irripor-
tancia concedida al ciclo reproductivo que año tras año experimen-
taba toda la riat~iraleza.En palabras del historiador Jacques Gélis,
«En este uriiverso m constante renovación, no había nada
nias grave que la esterilidad de la pareja, porque interrumpía el
ciclo y quebraba la solidaridad del linaje. Cada miembro de la
familia drperidía de los demás; sin ellos, no era riada. 1.0s adultos
en edad de tener hijos establecían cl víriciilo entre pasado y f ~ ~ t u -
ro, entre una humanidad pasada y una humanidad venidera.
Romper cl hilo era una respo~isabilidadinsensata..'"'

148
Proceso contra Pascuala Gai-cía. Hcrrrra de los Navarros. 1572. ADZ. C.
42-15, fol. 27%.
'" Pmcuce~ocontra Fi-ancisca Castán y hlaríaTolí>ii.Pcñaflor. 1601).Al>%.C. 5-
10, fol. 3.
1:io
Viase Jacques Ci.i.is, L'UT-/JW rl lrfitit. LII nnissnnr~dnnr l'ocrident nzodvmr
(XLT-.WIf rii.rlt,.\),Pai-is, Fayard, 1981.
1.51
Jaques Giii.is, <<La iriclividitali~acióndel r i i t b ? , eri Pliilippe ARIESy Geor-gei
DIIRY( c h . ) . Hi\tmln d~ lr~V Z ~ ~U~ U I L ~vol. , Madrid, Ed. 'lkiirils. 1989, p. 31 1.
C I 3,
Debido a que la mujer era quien llevaba en su seno al niño,
quien lo alurribraba y después lo alimentaba, se consideraba que
ella era la depositaria de la familia y de la especie y qiie, por tan-
to, su deber consistía en dar la vida. Sin embargo, pese a que el
idcal social y particular de cada pareja se identificara con la pose-
sión de una prole sana y numerosa, las c.ondiciones reales de vida
hacían que para gran parte de la población tener muchos hijos y.
sobre todo, criarlos en buenas condiciones no f k r a nada sencilla
ni, en último término, deseable.
Dejando a un lado las satisfacciones sentimeiitales o afectivas
que los hijos podían dar; lo cicrto es que los más beneficiados eco-
nórriicmente por la natalidad eran, en térrninos sociales, los gobcr-
riantes (quienes recibían los impuestos y reclutahan los ejércitos);y
en términos sexuales, los varones, ya que no debían cargar con los
costos del embarazo, el parto y la crianza de los hijos en igual medi-
da que las mujeres. Según hslarvin Harris y Eric B. Ross,
<<Desdela rrias remota antigiiedad es probable que algunas de
las personas y de los grupos sociales en determinadas posiciones o
condiciones hayan soportado más coscos y recibido menos beriefi-
cios de la crianza de los hijos [...] que otros. lncluso antes de que
aparecieran castas y clasrs bien definidas, las jerarquías sexuales
cargaban dcspropoi-ciorialirientca las nmjeres con los costos [...]
Hay que ver cada vez más las presiones optimizatioras dcsde la pers
pectiva del sexo o el estrato social dominantes. .N ir aumentando las
diferencias de poder, es posible qiie, de hecho, los ec;lratosinferic-
res vayan creando sistemas [...] de regiilación de la población.~'"'
En el siglo XVI, entre los sistemas más sericillos para regular la
poblaciOn, se practicaban determinados comportamientos admi-
tidos por el conjunto de la sociedad, como el retraso de la edad
para casarse, la prolongación del período de lactancia o la absti-
nencia del coito en 1111 lapso de tiempo despuks del parto que se
prolongaba más de lo estrictamente necesario. Pero tambieri esta-
ban a la orden del día otros procedimientos, a menudo ociiltos o
disfrazados, como el aborto, el infanticidio, la falta de la atención
y el cuidado que requerían los niños o, incluso, los malos tratos
infligidos a los rnisrnos.
Del mismo modo que resultaría difícil establecer una fiontera
clara entre los abortos espontáneos y los provocados (el aborto
puede tener lugar indirectamente mediante factores como el

1%
Marviri IIARKISy Eric B. ROSS,il~fuprtr,r1íz.o y fi.<u~ididrcd.L a r ~ p r l a c i ód ~m~o -
gr@a P?I r . rdtwrrollo. Madrid, Kcl. Aliaii~a.1987, p. 28.
10s S O C ~ P / ~~ w~ ~~z d~ t iS. ~ i r iyd ('u

428
exceso de trabajo o las graves deficiencias alimentarias) , tampoco
podían tra7arse siempre fácilmente los límites entre el aborto y el
infanticidio. Corno seriala S. Polgar,
<(Paraalgunos fines, se puede muy bien tratar el infanticidio p
el aborto como una sola categoría. La práctica de los demógrafos
de contar los irifanticidios tanto en las tasas de natalidad como en
las d e rriortalidad, rriientras que no se incliiyeri los abortos en nin-
guna de ellas, induce a error. 1,os rri6iotlos p~articadospor. los
priorriarnos, por ejemplo, para impedir. la progresi0ri desde una
concepción a un nacido vivo, no pueden ser claramente clasifica-
dos como aborto o infanticidio: provocan el parto en el curso del
sexto o séptimo mes de gestación y si el feto muestra indicios de
vida después de la expulsión, lo instan.»""
Igualmente sutil sería establecer la gradación entre la plena sus-
teritacih de los recikri nacidos y las formas directas e indirectas de
infanticidio. El infanticidio indirecto, tal y como advierten Marcin
Harris y Eric B. Koss, <(comienzapor la mala alimcntacih, el reti-
ro del pecho, el destete prematuro, la exposición a temperaturas
extremas y la crianza descuidada e indiferente.)) El infanticidio
directo, no muy distinto al anterior, comprendería .la muerte por
inanición más o menos rápida, la deshidratación, el abandono a la
intemperie, la asfixia y los golpes rriorlales en la cabeza.^"^
Aunque tales condisctas no f k r a n mayoritarias, lo cierto es
que los procesos de brujería y superstición iricoados en el Aragón
de los siglos XVi y XVrI contienen abundantes menciones a abor-
tos, irifariticidios y, sobre lodo, malos tratos a criaturas y niños de
corta edad. No es de extrañar que dichos comportamientos apa-
recieran allí registrados teniendo en cuenta que tanto los llamados
supersticiosos como las brujas (especialmente ellas) eran culpados
de todo tipo de desgracias. Pese a que la decisión de no concebir,
dar a luz o criar fiiera tomada muchas veces por los propios
padres, la sociedad en su conjunto seguía considerando conio des-
gracia todo cuanto se relacionara con la falta de fecundidad o la
pérdida de las criaturas. Por ello, a las brujas se las corivcrtía en
responsables tanto de causar la esterilidad cuando se quería con-
cebir, conio de incitar al aborto, sin tener en cuenta el deseo dc la
madre o de ambos padres. También se las acusaba de matar a los
niños pequeños, ya fiiera directamente o mediante el mal de ojo.

153
S. PoL.(:AR,.<Pop~ililtiori History arid Populatioii Policies frorn ari Arittiro-
, (1972), pp. 203-21 1.
pological Pci-spcctivc., C,'urrtnt A n t h ? o p u f o ~13
154
y Eric
Vease Marviii ~ I A R R I S B. ROS& ($.d . ,p. 14.
Según el famoso ~Mnlkusm a ~ ~ c n r u de
m , entre todas las brujas,
quienes causaban mayores daños eran las parteras1"".De acuerdo
con la descripci6ri de <(lasparteras qiie son brujas*, los daiios se
referían en primer lugar a procurar la esterilidad en las mojeres o
la impotencia masculina; intentarían cn segundo lugar que las
mujeres fértiles no concibieran; si esta posibilidad se les escapaba
de las manos, una tercera consistía en provocar abortos. No obs-
tante, si la criatura conseguía aun así abrirse paso y salir a la luz, la
cuarta tentativa perseguía matar al recién nacido cn parte deve
ráridolo y en parte utilizando sus pequeños miembros para fabricar
ungüentos malkficos. Finalmente, según una progresión pseudoló-
gica característica de las obras escolásticas, cuarido el niño, a pesar
de todo, lograba sobrevivir, ofrecerlo al Demonio constituía la
quinta y última alternativa. El mito de la comadrona-bruja"" tenía
mucho que ver con la brecha abierta entre la cultura popular y la
defendida por las elitcs cuarido los Estados absolutistas comenza-
ron a fortalecerse. En opinión de Marviri Hrirris y Eric B. Ross,
«La manía con las brujas en el siglo XVI parece coincidir cori
una oleada de contradicciones sociales, que reflejaba sin diida los
intereses conflictivos de los gobernantes y d e los gobernados, con
estos últimos tratando de limitar la teriirididad y los pr-iinei-osde
estim~ilarla.
>> l"

Eri este sentido, resulta ciertamente significativo que fucra


precisamente a finales del siglo X\;I, coincidiendo con la época de
la gran caza de brujas, cuando se eridurecib la posición de la Igle-
sia en contra de toda forma de aborto y anticoriccpcibri. IIasta
cntorices rio liabía existido iina postura clara al respecto, ya que
se consideraba lícito elirriiriar el feto siempre que no tuviera alma,
y nadie se ponía de acuerdo sobrc cl momento en que ésta era
recibida por el embrión'". Todavía en pleno siglo XIII el papa

1511
Véanse David IIAKI.E~: <iHistoriürlba r d D~riioiiulogists:Tlie inytli of thc blid-
wit-\Vitchn, Sonal Hictvrj (f,$fpdirinu, 3 (l990), y María TALSIET, *Coriiad~.oiias-bri!jas
en :kagbri en la Edad Moderria: riiito y realidacln, Mnnusc7ik, 1D ( 1 997) , pp. 377-392.
157
Marvin HARRISy Eric R. ROSS,o/). rit., p. 108.
158
Según Aris~bteles.el macho la obtcriía drsp11i.s d r los cuarenta días de la
concepción, y la hemhra a los ochenta días. A pesar- de las ~iurricrosasdiscusiones
al respecto, riurica se llego a i i i i acuerdo. Kn cuanto a la polémica qiie enfrentabü
a qnicncs defendían que cada alma había sido creada por Dios de la nada con
quieries perisabaii que todas las almas proviriían d r Adán corno de iin trorico
coiníiri, la Iglrsia adoptó oficialmente la íiltirria propuesva. Sieritlo así, todos par-
Gregorio IX se adhería a la teoría de que en los comienzos del
embarazo, el aborto no equivalía a homicidio. Sin embargo, en
1588, el papa Sixto V promulgó una bula en la que ordenaba:
<<Que riinguna persona [...] sea osada cometer ni procurar ni
aconsejar ni consentir [...] que muger alguna aborte ni malpara
criatura alguna dc preñado, animada o inanimada [...] con heri-
das, golpes, venenos, medicamentos, bebidas, cargas, pessos, tra-
bajos o de qualquier otra mancra [...] ni las mismas mugeres pre-
hadas scieriterriente lo procurcn, solas penas en el drecho divino
y hrrniario, carioriico y civil contra los homicidas voluntarios
irrip~iesta" ... 1 y a las mismas pcnas esten subjetos los que dieren
bebidas o venenos a las mugcrcs para esterilidad, o les dieren otro
irripedimento para que no conciban, o de qualquiere manera en
esto les acons~jarcn..~"!'
Como sabemos, a las brujas se las creía capaces de ((ligar»y d e s -
ligar., atar,. y desatar*, encortar. y .desencortar.; así, podía cul-
pabilizárselas siempre que una pareja se hallara imposibilitada para
consumar el coito. Según imo de los párrafos contenidos en los
estatutos de desaforamiento redactados por el concejo de Chía en
1592, eran ellas quienes,
c o n su diabolica [...] arte de bruxeria o hechizeria'[ ...] han
ligado o ligaran a qualcsquiere persona y personas, o han impedi-
do, irripidirari o hecho impidir quc n~aridoy muger carnalmente
se piiedan conocer; o que alguna mugcr no sc pueda preñar, o los
partos de las mugeres han darripriifficado o dampnifficaran.~~""'
1.a imputación de provocar la anticoncepcióri o de perjudicar
los partos hallaba su correspondiente real en las recomendacio-
nes dadas a sus pacientes por algunos ciiranderos de ambos sexos
como, por ejemplo, la niorisca María la Pcña, juzgada en 1618
por la Inquisición aragonesa por acusacibn de hechicería. Segím
una de las testigos de su proceso, la acusada,
«le havia dicho [...] que tornarido tres pelos de cavalgadura,
dandolos a comer e11 un poco de caldo diciendo ciertas palabras,
que ella savia no se haria una inuger preiiada.,,'"'

ticiparíamos del pecado original. De eale modo. se justificaba el Bautismo como


coridicih necesaria para borrar el pecado d r nacimiciitn.

'" O.statuto.vJ dmfurmr contra las hr~hiwrczsj h u x u , hrrho.5 oi»rgculos por lo5 J z m -
dos y Con+ Gmmccl clr lcr uz11c~y lugavr del Justic?nd« d~ Gio.ADK. (:hía. 1592, tol. 4.
lb' AHN.lnq. I i h . 991, t01. 42%.
Más efectivo, sin embargo, parecía el consejo de Francisco
Quintana, juzgado como hechicero y embaucador por el arzobis-
po de Zaragoza en 1607, el cual habia reconieridado a una de sus
clientes,
«qur tomase los polvos de la canfora [alcantor] como el se
los daria. y no pariria ni se haria preñada, y estaria ama, bella y
~olorada.»"'~
Teniendo en cuenta que el alcanfor, considerado un potente
estimulante cardíaco, procede de un árbol de la familia del bu-
rel, que tradicionalmente era utilizado como abortivo, se com-
prenden mejor sus indicaciones. En ciialqiiier caso, estas eran
mal vistas por los dos representantes de las instancias por enton-
ces rriás poderosas -sacerdore y médico- a quienes dicha mujer
había acudido para asesorarse antes de decidir si tomaría o no los
citados polvos:
~ 1 . adeposante se aconsejo dcl doctor Moreno, fissico, y de su
conIessor; y el uno y el otro le respondieron n o los tomasse por-
que aclrrnas que cstaria en peligro que la matasen los polvos, se
iria su alma al infierno..'"'
Pero además del alcanfor, el acusado también conocía otros
rnétodos para evitar la concepción. Según otra testigo en el mis-
mo proceso, Fraricisco Quintana le había dado,
-una bcvida [...] e n la qual havia mosqueta, balsamo y otras
cossas y, a poco rato que la h u b o tomado, le dio un fluxo de san-
gre que periso sc muriera..'"'
No hay que olvidar que en la vieja medicina se hallaba regis-
trada toda una lista de extractos de plantas bajo el nonibre de me-
nagoga (medios que hacen venir la sangre), que a menudo se uti-
lizaban para producir la menstruación a las embarazadas y, con
ella, el aborto. Entre dichos medicamentos se encontraban (ade-
mas de la niosqueta citada por la testigo, qiie no era sino el esca-
ramujo o rosal silvestre) el cornezuelo de centeno, la ruda, el
altramuz, el enebro, el laurel, el azafrán, el perejil, etc.'"' Pero

102
PI-ocesocontra Francisco Quinlana. Alcañiz. 1607. ADZ. C. 3-14, sin foliaii
10'3
Ihidcm, sin foliar:
Iti4
Ibirlem, sin foliar.
I iii
A todo ello hay qiie aiiadir que, ya drsde niuy antiguo, otros mcdios iitilira-
dos para provocar el aborto eran los ohjetos puritiagudos. En los museos de los insti-
tutos de medicina lrgal se encuentran colecriones de instrumentos iisarios con esia
finalidad: pecla~osde huesos, plumas de paro, aguja5 de tyjrr, tenedores rotos, etc.
aunque algunos de los perseguidos por brujería y superstición
intervinieran realmente en la anticoricepci6n o el aborto de las
mujeres que acudíari a ellos, a la hora de acusar importaban más
las creencias que los hechos. No sólo eran llevados a los triburia-
les quienes se dedicaban al ciiranderismo sino, en igual o rriayor
medida, personas conflictivas o, simplemente, determinadas víc-
timas expiatorias que no guardaban relación ninguna con los
hechos imputados. Según Jiiana Guerau, testigo en el proceso
inquisitorial contra Marta Morera (tina joven ,juzgada por bruja
en 1648), la acusada la había anienazado estando ella embaraza-
da con las siguientes palabras:
(<Noempañarcis lo que llevais en el bientre.»lhh
Ese mismo día, Marta le había ofrecido *un trago de vino blan-
co-. Eri palabras de la testigo, a causa de ello amalpario dentro de
ocho dias.. Como rantas otras veces, el origen que explicaba ésa
y otras acusaciones (como la de haber participado en aquelarre)
debía biiscarse en la fama de la acusada, así corno cn el tipo de
relaciories que esta mantenía con el resto de sus vecinos. Según el
testimonio de Miguel Boldo,
<<Lamadre de la dicha Mai-tha Morera (la qual rnadre ya es
muerta) ya tenia fama de bruxa segun la opiiiion de r r i ~ c h o s . ~ ' " ~
Otra versión de los hcchos era la narrada por el fiscal encar-
gado de la causa. El relato procedía de la misma Juana Guerau,
cuyo aborto pensaba que había provocado la acusada, y decía así:
<qHavirndolepedido la dicha Marta Morera una lana, le havia
respondido no se la podia dar por liaverla menester para su casa.
Y que, haviendola dado a cierra persona, la dicha Marta se havia
enfadado. Y que la dicha Juana Guerau, para satistiacer a la siiso-
dicha, le havia dicho que la havia vendido para comprar paiiales
para lo que havia de parir. A lo qual havia respondido la dicha
Marra que n o los liabria menester porque no empañaria lo que
llevaba en el vientre, y que a pocos dias havia malparido.»"'"
Junto con la anticoncepción y el aborto, el infanti~idio'~%ons-
tituía la tercera y más grave de las acusaciones dirigidas contra las
brojas. Si las dos primeras erirriascaraban el hecho real y no asii-

1116
Proceso contra Marra Morcra. Moiiroyo. 1648. AHPZ, fol. 3.
167
lbidam, fol. 5.
'" lbzdem, fol. 2.
l ii!)
Véase María TAL s i t i , .Brujería y iiic-Hora:e1 irifari~icidioy sus traduccio-
8 (1 W X ) , pp. 61-83,
nes en Arcigbn (s. X\?-XVII) ., iYma.r r l li1ltro~)0~0g.1'n,
~
mido socialmente de que algiinas madres preferían n o dar a luz,
la atribución de las muertes d e las criaturas a la magia solía ocul-
tar e n cambio conflictos más graves. Corno ya apililta~noscn el
capítulo anterior, los malos tratos del rriarido a la niujer revertían
muchas veces e n los hijos, hasva el punto d e llegar a ocasionarles
la muerte. Valga como testimonio de ello la elocuente escena del
encuentro entre dos madresjóvenes que tuvo lugar liacia 1570 en
las calles d e la localidad zaragozaria d e Herrera d e los Navarros.
Scgún el relato d e una d e ellas:
(<Undia, hablando esta deposante con Francisca ,lomo en la
calle, Ilebando todas dos sendas criaturas en los bracos, le dixo esta
deposante a la dicha FrariciscaJorro: -desus, Francisca, ,:como tir-
nes este niño tan perdido y alguellado! k'la dicha Francisca le res-
poridio. -Si les mviesse tanta aticion a los hijos como tu, tenerlos
tan gordos corno tu. Y assi, corrio no se les irrigo, cstan desia rnane-
ra. Porque acontece que si srii marido me da iin bofeton, rio Ics
dare la teta en todo un dia ni inc movere de un lugar.>>""
En palabras del abogado ericargado d e defender a Pascuala
García, que había sido acusada d e brujería en el misrrio pueblo (y
a quien Francisca y otros testigos había culpado d e la muerte de
varias criaturas),
<.Ladiclia Francisca Jorro [...] dile se le han muerto secas y
muy perdidas dos criaturas y, porque la dicha l'asciiala Garcia le
dixo una vez que las criaturas que pariesse le arian poco eniba-
raco, de alli intiere y crehe es culpante la dicha acusada porque
aquellas se Ir ari muerto, lo qual cs +jeno de toda verdad. A sido
por el nial recaudo y ruin tratamienio que ad aqiiellas [...] ha
hecho, que Ic acontr@adexarlas por la mañana m la cuna y yrse
a pastrillear y coniar mentiras y a beber con sus comadres, y ser
rmio era muy iarde dcspues de rnediodia que no hmia venido a
darles de mamar r...] antes dexarhs [...] solas llorando y percci-
das de hambre y sed.,,"'
El mismo abogado, n o obstante, insistía e n que,
.Assi mesmo le an visto a dicha Francisca Jorro por un enojo
o hoffeton que su marido le dava, dexava de dar leche a dichas
criatura o criaturas y de rlarles cosa alguna de comer.^^"'

170
Proceao contra Pascuala García. Hci-1-era de los Navai-roa. 1572. (1. 42-12,
tol. 265.
lil
Ibid~rn,fol. 144.
I72
Ihidem, fol. 1 4 7 .
Como hoy en día se ha reconocido, la lactancia desempeña un
irripwtante papel en el establecimierito de las relaciones afectivas
entre la madre y el hijo. Cualquier factor social o psicológico que
disturbe a ésta afecla a la lactancia, dificiiltándola, de inodo que
la ansiedad o el temor pueden provocar falta de leche o una leche
defectuosa. Segíln los modernos nianuales de obstetricia, .la
influencia del psiquisrrio rriaterno en la lactancia es evidente, y
queda explicada por la regulación de la secreción de prolactina v
oxitocina por el sistema nervioso central.*"' Teniendo en c u e n t a
que la leche humana contiene anticuerpos corno la inmunoglo-
bina A o la lactoferrina (una proteína fijadora del hierro), se
comprende la íntirria relacih existente entre el estado de ánimo
de la madre (que condiciona el estado de su leche) y la salud del
hijo. Tal era el convencimiento expresado por Francisca Jorro, a
quien -como sabenios- se le habían muerto dos de sus criatu-
ras en muy poco tiempo. Segíln otra declarante en el mismo pro-
ceso, la propia Francisca le había confesado,
<<Queno podia ver g o m algurio de sus criaturas porque era
muger muy colerica y con su rriisrria leche matava a sus criaturas
porque le acontecia que quanrlo rifiia con su marido y suegro
[...] rio les daha la teta e n u n o ni en dos dias, y quando se les
daba, se les daba mala, alterada y empocoñada, dt.suerte que las
matava.»l í 4
La leche airada, la . m d a leche., una crianza poco amorosa,
en suma, era ,juzgada corno causa de algunas muertes infantiles
por los rnisirios protagonistas de los hechos. El ejemplo anterior
no constituía una excepción. Según constaba en la ckdiila de
defensa de Bárbara Blanc, el hijo de Isabel Alviol no había muer-
to embrujado coi110 varios testigos pretendían sino que,
*El dia antes de la noche que murio el niño de dicha Isabel
h i o l , dicha Isabel Alviol riño en el pueblo con las hijas de niosseri
Valls y se uactaron m u y rrial de palabras, con mucho enojo y colera,
dc tal suerte que dicha Isabel ;Vviol se puso muy ayrada y colerica,
de lo qual se pudo seguir despues de dichas riñas y enojos haver
dado la lechc ayyada y enojada a diclio niño y ansi haverlo muerto
con dicha leche, como suele y acostuiiibra suceder muchas vezes.*'"

173
J. ( ~ h F1 I)L
~ 7 Á M C K I .y,].
~ R. I)I:I. COI.. O / j \ t ~ t r i ~ i Karcelona,
n, Ed. Sahat,
1982, p. 276.
171
Proceso contra Pasciiala Gar-cía. IIerrera d e los Navat-ros. 1572. ADZ. C.
42-12, fol. 267v.
17.5
Proceso contra Bárbara Blaric. Peiiarroya de Tastaviris. 1591. ADZ. (:. 31-
34, fol. 72.
Otra fornia de infanticidio más directa consistía e n maltratar a
las criaturas de corta edad hasta provocar sil muerte por medio de
golpes, pellizcos y licridas. Evidentemente, eran los padres los res-
ponsables, pero la culpa se achacaba a las brujas, ya que a finales
del siglo XVi la mayoría creía firmemente que eran ellas quienes
mataban a los niñosi7".Algimos de ellos acababan, como el hijo de
1uari Llorente, con el cuerpo lleno d e senalcs de violencia. En
palabras de dicho testigo, estando la criatura sana y buena,
-A la mañana la hallo su madre rniicrta. Y que toda cstava llena
de pizcos y que por- algiinas partes del cucrpo le brotava sangre.»17'
hsimi~mo,la hija de una mujer de Peñarroya de Tastaviris, una
criatura de poco más de un año de edad, había amanecido muerta,
«Y que la punta dc la nariz la tenia buelta y pegada a la cara y
en los pulssos tres piilgaradas dr rriario de persoria.*"*
Según otra v e r s i h n o muy diferente,
«Acostandosela niña sana y nnty alegre, la hallaron inriertn con
trcs plancha5 de sangre en los pañales y las riarizcs escachatlas.."!'
Siempre que los nifios mostraban señales d e haber sido vícti-
mas d e lesiones, la muerte se atribuía a <.lasbrujas,>,cuando no a
determinada inujcr considerada como bruja por u n a facción del
pueblo. Así, a una crialura que había muerto hacia 1591 en
Cosuenda (Zaragoza),

17(i
Aíi~rtioy en día consei-vamos restos de este mito feroz en algunos ciicntos
populares qiic mantierien parte de las estructuras iinagiriarias del psaclo. Eii íira-
gón, tanto el poder civil como el eclesiástico de~nostrabanIiallai-se convencidos de
la responsabilidad de las brujas cn las muertes infantiles. Sirvan como ejemplo las
preociipaciones expresadas en 1584 por el consejo del Ayiintariiienro de Zaragoza,
que llevaron dos arios despnés a la reclaccibn de ir11 f'ariioso rstatiito de desafora-
miento contra las brujas y hechiceras: qItcm, el dicho capitol y consejo delivcro que
para remediar las muclias miici-tcs y daiios de divcrsas criaturas [...] por raro11 y
causa de las brii~asqirc de la nioiitanya y oti-aa partes han hirydo I...] se hi7.icn un
esuiluton (AMX. Libro dc Actas 11"41. 1584, f01. íi5v.). Eri cuanto a la icleulogía de
los rcpresrncaritrs de la Iglebia, resulta significativa la carta de corriisión qiic en
1591 eiivió el ti-ihunal episcopal de Zar-aguza al rector dr Cosuenda para qiir irida-
gase sobrr tina sospechosa rlc brujería: -1Iari inc dado noticia qiic en ese lugar hay
iiiia niuger [...] que esta irifarnada de hi-uja r...] Yo cometo al serior vicario reciba
iiiformacion 1 ...1 si ha hahido crialicras niiicrtas, que seriales tenian y si havia rcíii-
do ariles con los padres de dichas ct-i;rtiiras=(ADZ. C. 3?-23, fol. 8).
Iíi
Pi-ocew contra lsahcl Gai.ay. Cosiienda. 1591. ADZ. C . 33-23, fol. '78
178
Proceso contra Susma Dalmaii. Peñarr oya de Tastaviris. 1591. 121)X. C. 74-
30, fol. 9.
*Al tiempo ~.
que la ainortaxarori la liallaron llagada todo el
cucrpo con mucha sangre en los oidos, en la boca, cn los ojos,
lomos y cn las pantorrillas y brazos. Y las I l a p s que tenia cran a
rriariera de pcllizcos, de todo lo qual sus padres <le la criatiira y
oiras personas que assi la vicron quedaron admirados de ver- que
la criatiira el dia antes estaba buena y assi tienen por cierto q u r
la mataron briixas y eritre ellas la dicha Isabel ~ a r a ypor
, ser irni-
da por tal.»'""
A otra criatura fallecida en Manchones (Zaragoza) por las mis-
mas fechas, cuya muerte se atribuyó a Cataliria C;allego, acusada
de briija,
eldaliallaron desnuda y muerta, toda llena iir r a r i i e ~ i a l e ~ . ~ ~ ' ~
Mientras que los malos tratos a las criaturas indefensas consti-
tuían una forma de infanticidio más o menos indirecta, la asfixia,
por el contrario, era evidentemente un método directo y ripido
para acabar con la vida d e las criaturas. Según Marvin Harris y
Eric B. Ross,
<<F.]
inf'nnticidio, directo o indirecto, se prariicí) coristarite-
irirriir eri Europa dcsdc la época grecorromana hasta el siglo
XIX. Pero, rorrio el inhnticidio cra un delito en la Europa rris-
tima (aunqiir era dificil de probar) tendía, al igual que ocurría
con el aborto, a disiniirlarse cada vez más [...] y tendían a apare-
cer formas indirectas. Algimas de ellas llegaron a institucionali-
zarsc, en el sentido de que se producían corifbrme a una fórmu-
la establecida, y ni quienes la prariirabari rii las autoridadcs
corisideraban qiic constituyera homicidio..'"'
Echarse encima del riifio y sofocarlo era una de las formas de
infanticidio ir& toleradas por el conjunto de la sociedad, tam-
bihi cn el Arag6n d e los siglos XVI y XWI. Muchas madres (ya h e -
ra de forma más o menos consciente) se dabari la vuelta mientras
dormían y ahogaban de esle rriodo a sus hijos recikn nacidos que
se encontraban acostados a su lado cornpartiendo la misma cama.
Como rezaba el artículo XTV d e la Cedula d~ffe.risionisescrita por el
procurador d e Pasciiala García,
<.Unay niiirtias vezes se a visto las mugeres borrachas y qiir
se tocan del vino y qiir criiiri, ahogar las criaturas que crian, de
noche en la cama, durmiendo. Porque, como cstan privadas de
todo el sentido por el mucho virio que ari bevido y duerman a

1 no
Proceso contra Isabel Ga~-ay.Cobwrida. 1581. ADZ. C. 33-23. fol. :37.
1x1
Proceso co11tr-aCataliria Gallego. Münclioiiis. 159l. ADZ. C. 28.3'2. fol. 18c
1 8.2
Marviri H . \ K Ry IP:ric B. ROSS,op. (?l.. p. 101.
suenyo suelto y sin cuydado de las criaturas [...] slielcn y acos-
iiirribran y sr a visto muchas vczes las cales [...] echarseles enci-
ina a las dichas criaturas y, como sean pequeñas y tiernas, haho-
garlas.,>Ih'
El aspecto de los niños difuntos ahogados en la cama era corn-
pletamente diferente al de los que habian fallecido tras ser maltra-
tados. Cna testigo de 1a defensa en la c.ausa iricoada contra Pascua-
la García describía el estado de una nifia, muerta inequívocamente
por asfixia:
[<Fuea casa de la dicha I'aacuala Ximrrio y hallo a la dicha
criatura en la cama rniierta, q u r la habian sacado de debaxu dc la
ropa a la cabecera, la qual estaba con la boqiiiia abierta [...] y fue
a buscar luego quien la cubriesse.~~'"'
Resulta sorprendente para nuestra actual mentalidad que una
práctica de tal cariz sc aceptara coiníininerite, incliiso por parte
de algunos destacados representantes de la Iglesia. La carta que
el arzobispo de Zaragoza, Don Heriiando de Aragón, envib en
1557 a un presbítero de la diócesis, nos proporciona un buen
ejemplo de ello. Eri el texto aparecía una lista de antiguos casos
reservados que, a partir de entonces, podían ser absueltos sin acu-
dir al obispo, y otra lista de pecados más graves (.<delos quales nn
os damos facultad que absolvaisn) como, por ejemplo, el incesto
o el denominado wmicidio voluntario*. No obstante, ahogar a
un niño en la cama por el rnétodo que ya conocemos, no se con-
sideraha *voluntario,,, ya que entre los pecados leves figuraban,
entre otros, las hechicerías, blasfemias y,
.la culpa o negligrricia por la qiial se hallan los niños ahoga-
dos, pues sea secreto y rlo hecho d r proposito, porquc si fuera
publico qurrrrrios que los culpados hagan penitencia publica en
La Seu de Saragoca, en la h r r n a a c o s t i ~ i n b r a d a . * ~ ~
Mientras el intjnticidio fuera <.secreto. -y, salvo casos excep-
cionales, siempre lo era-, bastaba con confesarse con uno de los
presbíteros de la localidad, va que tendía a considerarse que se
trataba de un simple descuido. Así pues, parece evidente que el
mito de las rnuertes irifantiles a rnarios de brujas guardaba una
estrecha correlación en la realidad no sólo con las elevadas tasas

183
PI-ocesocontra l'asciiala García. Herrera de los Navarros. 1572. .ADZ. C.
42-12. f'ols. 135-138.
1x1
Ibirlpm, fol. 23%
lX í
~ADZ.Registro d e Actos Comunes (1534155X), lol. 1 2 6 ~ .
de mortalidad infantil producidas corno corisecuericia d e deter-
minadas enfermedades, sino asimismo con las prácticas homicidas
frecuentadas por una buena parte de la población con el consen-
timiento del resto. La propia Iglesia aceptaba tal hecho consicle-
rándolo involuntario e n la mayor parte d e los casos. Por si, n o obs-
tante, quedara en las conciencias un resquicio de ciilpabilidad, se
buscaba u n chivo expiatorio a quien cargarle la responsabilidad
no asumida, y nadie mejor para desempeñar ese papel que la bru-
ja de cada localidad, e n quien se encarnaban los atributos asocia-
dos al arquetipo de todas las brujas.
( h m o hemos ido viendo a lo largo del capítulo, determinados
aspectos d e las relaciones entre padres e hijos (que, a diferencia del
resto de relaciones liurrianas, se inician rriucho antes d e que estos
últimos vean la lnz) se intentaban enmascarar mediante el recurso
a la brujería, al igual que ocurría e n las relaciones entre maridos y
mujeres. La mayor parte de los procesos de brujería en los que apa-
recen referencias al trato patcrno-filial rcvclabari prccisamcntc las
facetas más conflictivas de dicho vínculo, las más dificiles de asumir,
tanto individual como socialmente. De ahí la abundancia de ejem-
plos acerca de hijos n o deseados o de comportamientos violentos
con muchas criaturas, algunas de las cuales llegaban incluso a
morir como conseciiencia d e los mismos. Excepcionalmente, sin
embargo, entre las páginas de las actas procesales -registro de des-
gracias- también podían encontrarse ejemplos aislados del tierno
afecto experimentado por ciertos padres hacia sus hijos.
Casi toda la información sobre la infancia contenida e n los
procesos d e brujería se refería a los primeros meses d e vida d e
los niiios, ya que era entonces cuando existían más posibilidades
de que kstos murieran o enfermasen. (hntamos, n o obstante,
con algunos ejemplos que nos muestran la vigencia de los malos
tratos también e n edades más avanzadas. Así, según Miguel Cas-
tán, marido d e la acusada María Tolón, la hija d e arribos -Petro-
nila, de siete años- liabía muerto a causa d e los azotes recibidos
por su madre:
«La mallana que inurio la h i j a del drposanir y de la dicha
Maria Tolon, su mugei-,el deposante vio que la dicha Maria Tolon
acoto aquella en la mañana porque se havia meado en la cama. Y
vio quc sc murio dcspues dentro de dos oras o mas. Y este depo-
sante como la vio muerta dixo con colera que la vellaca de su
rriuger la avia rni~erto.~~'"'

lnli
t'roccso contra Fi-aricisca Castiii y María Tolóii. Peiialloii 1609. ADZ. C. 5-
10. fol. 166~.
Aunque la muerte dc la niña rio se hallara directamente rela-
cionada con tal suceso, dicho testimonio acerca del trato violento
recibido por ella no deja de ser significativo. Más aún si tenemos
en cuenta la opinión de otra testigo, Juana Dionisia Moreno,
según la cual,
*A las ocho dc la maiiana poco nias o menos, huviendo veni-
do la hija de dicha Maria Tolon llamada Petronilla, que seria de
edad de siete anos poco mas o menos, rniiy hermosa y con mucho
contento a cassa de la deposaritc a labrar c m otras niñas [...] vio
a la dicha Petronilla le dio de repente unos grandes vomitos y
grande nial que le forzo a esta deposante a hecharla eri su cama
y ponerle una venda. Y estando en este tral~ajola dicha Maria
Tolon vino por su hija, y no queriendo la dicha Petronilla ir con
ella, la aineriaco dixendo: -Mira que tc acotare si no vas corimi-
go. Y assi, se la Ilebo. Y dentro de media ora le dio van grande mal
que vio esta deposante iniirio r a b i a i ~ d o . ~ ~ ' ~ '
Ciertas aciisaciones de brujería tenían su origen en la vengan-
za de determinados niños o adolescentes afectados por el rnal tra-
to recibido de sus madres. Así, Catalina Burgués, hija de Susana
Dalmau y nieta de Catalina García (ambas acusadas de hrujería
en Peñarroya de Tastavins en 1591),que en palabras del abogado
defensor era amquela de poco entendimiento y de corto discur-
so y poco saber^"^, había afirmado en más de una ocasiOn que de
vez en cuando su madre salía volando desnuda Dar la chimenea.
Tal y como relataban algunos testigos, ello coincidía con aquellas
circunstancias en que la madre se enojaba con la hija y la a7ota-
ba. En palabras de Catalina Gil,
~ H a v r ados años que un dia y m d o csta deposante en conipa-
fiia de Catalina Burgues, hija de la dicha Burgiicssa (y aun otros
dias tambien, apacentando las bestias) le oyo dezir por dos o tres
vezes, estando maliciosa y enojada con su madre porque le havia
reñido y aporreado estas palabras: -No haze mi madre (dizien-
dolo por la dicha Burguessa) sino dc noche levantar una lossa del
fuego y de alli sacava unos ungiientos y se huritava toda desnuda
y se salia fuera de casa assi desnuda y que quarido su madre hazia
esto, hazia acostar pririiero a su padre.*'"'
Según otra testigo, en el pueblo se decía que Catalina Burgués,
como hija y nieta de brujas, también tenía pacto con el demonio y

187
1hidc.m. Lol. 164.
1PX
Proceso contra Susana Dalniau. Peñarroya dc Sastavin~.1.591. ADZ. (:. 7 4
30. rol. 33v.
1x9
Ibidenz, fol. .íX.
Francisco de Gaya, *Si q u e l ~ r óel críntaron, Capricho riíiiri. 25. Los malos
tratos de los padres a los hijos ya desde la más tierna inhricia constituían
una practica habitual que se rrtlejal~aa menudo en los pi-ocrsos por
txujería.
que le habían visto seiial de pie de gallo en las espaldas como
sellado a modo de marco.. Se rumoreaba asimismo,
q u e la dicha Burguessa [Susana Dalmau] algunas noches no
haze sino levantar una losa del fuego y darse una palmada en las
nalgas y salirse por la chimcnea arriba.>.''"'
El mismo procurador d e la defensa asignado por la justicia
episcopal reconocía lo infundado de tales acusaciones. Por un
lado, porque habían mirado la espalda d e la moza y n o le habían
hallado ninguna señal,
*Mandaron y hizierori traer ante si dicha miiclraclia, hija de
dicha Burguessa, llarnada Catalina, y desnudar aqiirlla. Y la reco-
nocieron y miraron con iniiclia curiosidad las espaldas, iridagan-
do y inquiriendo si tenia dicho señal dc pie de gallo. Yjarriaa le
hallarori tal señal ni vieron ni recoriocieron indicio ni rastro algu-
no del lo.^""
Por otro lado, porque .aun quarido fuesse verdad,, que Cata-
lina hubiera dicho que su madre salía desnuda algunas noches
tras untarse con ungüentos,
+quello dixo con enojo y por pesar que tenia contra dicha
Biirgiirssa, su madre, siendo ello erroneo y engalioso y dicho
erroiiearrierite y sin razon..'""
Lo d e menos para nosotros es que Catalina tuviera o no
Krazon., o que f ~ ~ e<dormilona),,
ra .mentirosa. y c o r t a d e enten-
, y como el procurador de la defensa se esforzaba en
d i m i e n t o ~tal
demostrar para salvar así a la acusada d e una posible condena por
actos que n o había cometido. Lo importante desde nuestro pun-
to de vista es que, una vez más, las acusaciones de brujería cons-
tituyeran un recurso que podía utilizarse con relativo éxito cuan-
d o determinadas relaciones personales n o funcionaban bien. Al
margen ya de las que tenían lugar e n el interior d e la tjmilia
nuclear -a la que hasta ahora nos henlos venido refiriendo-,
los testirnonios acerca d e los lazos existentes entre los parientes
por afinidad, que serán objeto de las siguientes páginas, constitu-
yen u n a buena prueba de ello.

1w
Ibdrrn, fol. 57.
''" Ibidrrn, fol. 5%.
''" Itndrm, rol 33.
LA FAMILIA ACCIDENTAL

El niatiimonto unía do5 j(~rnrho,rnás que doy seres

I'n panerrle fiot allanza es u n a nalga ((c. el~(miv


1'1 ouerbio surafricano""
Suegra, nuera y ,mo, la antesala &l infierno
Ketr án ripañol""

Si hubiera qiie concentrar en algún lugar toda la violencia y las


tensiones contenidas en los procesos por brujería, sin duda sería
en el ámbito de las relaciones existentes entre los miembros de la
denominada familia política. Penetrar a travks del eriii-amado de
acusaciones qiie se dirigían entre sí tanto cuñados como suegros,
nueras o yernos, en busca de la raíz o raíces de los inniimerables
enfrentamicntos existentes entre ellos constituye un ejercicio com-
plicado y de dificil solución. Los documentos que poseemos (casi
exclusivaineiite declaracioncs testificales) no proporcionan la iri-
formación necesaria: sólo aportan datos inconexos acerca de riiias
o situaciones muy concretas cuyo origen descoriocerrios.
Lo que sí queda fuera de toda duda es que un bucri riuniero de
acusaciones por brujería provenían de los parientes políticos. Uri
ejemplo extremo lo encontramos en dos de los procesos incoados
en 1591 en la localidad turolense de Peñarroya de Tastavins. Nos
referimos a las causas abiertas contra Bárbara Bonfill y Bárbara
Blanc, dos cuñadas juzgadas por brojería ante el tribunal del arzo-
bispo cesaraugiistano. Las dos se habían acusado mutuamente de
brujas eri riurnerosas ocasiones antes dc ser llevadas presas a Zara-
goza. Sii enemistad tenía que ver en parte con los erifrentamien-
tos entre sin maridos por rriotivos económicos, pero ellas habían
incorporado a las malas relaciones uri corriponeiite mágico. Así,

lq4 A. 1.. HISHOP, <<A Selectiun of Siroriga Provcrhw, r n i . 1 ~Souflwrn .4fn(nn


Journul oJSr.iu~ic-e,rol. 19, n" 80 (1922).
1'15
Ixis ~ ~ A R T I N EKLEISER
Y (comp.), 12pftcmr.o id~ol(jgito~sf)l,cl<o/.Madrid, Ecl.
Herriüiido, 1989, p. 675.
por ejemplo, segíin la declaracihn de Cecilia Reinez, un día Bár-
bara Blanc le había contado a cliclia testigo que Bárbara Bonfill,
hcrmaria d e su marido, n o podía dar d e mamar a uno de sus hijos.
Como cuando lo baiitizh n o había elcgido a su cuñada como
madrina d e la criatura, ahora pensaba que ésta, en venganza, le
liabía retirado la leche y por ello la acusaba de br-ja:
«Un dia fue Barhara Blaric a sil casa y le dixo: -iQiir hos
pareze qiie tiaya brria eri el piiet~loque yo he aiaclo la leche a mi
ciiliatla y que l o he hecho porque no me ha hecho cornadreb"'
Aunque cada una tenía por bruja a la otra, cn cualquier caso
fue Bárbara Bonfill la primera e n ser conducida ante los jueces,
ya que su proceso se inició el 12 de febrero de 1591, mientras que
el d e Bárbara Blanc comcnz6 justo uii mes después. Debido a
cliclla circunstancia, Bárbara Rlanc había podido actuar como tes-
tigo d e la acusación e n la causa contra Bárbara Bonfill, pero no
viceversa. A tal extremo llegaba la violencia entre ambas ciifiadas
que una d c cllas (Bárbara Bla~ic)había intentado matar a la otra.
En palabras de Cecilia Reinez,
<<Estadeposante vio un dia a Barbara Blanc [...] y a uno Ila-
mado Geroniino Alviol que estavan en un giicrto hablando [...]
y vio qiie la dicha Barbara Blanc lloraba muy amargamente y le
dezia al dicho Geronimo Alviol que tratasse con Bartlioloriir
Bonfill, hermano de Barbara Bonfill, para que Ius dos jiiriios
dicscil un bocado y rriatasseri a la diilia Karbara Borifill, porque
era h i g a y si la pwricliari, clrsci~bi-iatodas las demas y ser un
grarl daiio.~~Iq'
El mismo hecho, segíin la versión del abogado que más tarde
deferideria a Barbai a Blaric e n sil proceso, habría tenido lugar del
siguiente modo:
(<Siendocomo cs dicha Barhara Blanc, rriuger de Gabrirl Kori-
fill, cuidadosa de la honra de dicho su riiarido y de sil riitiado y
propia, entendiendose que el vicario de dicho lugar de Peiiarro-
ya tenia sospeclia que cliclia Kirbar-a Korifill era briixa y que
Geroniriio .4lviol dwia qiie dirho vicario havia dicho que lo era,
acordo de hablar a dicho Geroniino Alviol y dezille que le hizies-
sr plazri- de hablar con sil nlarido acerca lo dicho, y que miras-
sen por la honrra de todos, de manera quc si prcndian a dicha
/'

1!N1
Proceso contra Bárbara Blaric. Pcriari-oya tlc Tas~aviris.1591. ADZ. C:- 31-
3.1. fol. 3ii.
1!17
Proceso contra Calaliria Carcía. Peiiai-r-«)-a
de Tartaviiis. 1591. .Al>%. C . 18-
17, rol. fi7.
Rarbara Bonfill no se le siguiesse algiina desliorira, y que lo prc-
viriiessen como mas convenia.J""
Pero, a pesar de los esfuerzos dcl abogado defensor tendentes
ajustificar de algún modo las actuaciones de Bárbara Blanc cori-
tra su cufiada, las respuestas dadas al juez por la prirriera des-
mentían sus buenas intenciones y ponían de manifiesto la maldad
de siis propósitos. En palabras de la acusada, ella misma había
dicho a Jerónimo Alviol e n referencia a Bárbara Bonfill,
[ Q u e si fuera briija que la matasse, aunque t i i e ~ arriirdre o hcr-
mana, y que rio lo dijo por scr clla bruja, sino porqiie rio viriiese
desonra a esta rrsporidiente por scr su cuiiada, hermana cit. su
marido. '""
Aludir al concepto de deshonra (que, a la vista de dichas
declaraciones, alcanzaría también a los rriierribros de la familia
del cí>nyilge), no era sino una forma de intentar justificar iin
intento frustrado de homicidio, lo que constituía un eslabón más
de la larga cadena de agravios en la que se hallaban inmersas
muchas ramilias de Peñairoya. Si Bárbara Blanc había acudido a
Jerónimo Alviol era porque éste era enemigo personal de Gabriel
Bonfill (hermano de Bárbara), ya que ambos habían reñido en
cierla ocasión hasta el punto de que <.casi llegaron a matarse.,,
Segun Bartolomé Ronfill, el motivo de dichas riñas se hallaba
rclacionado con «unas pieles que tenia Hieronimo Alviol en casa
de Pedro Blanc, suegro de Gabriel B ~ n f i l l . ~ ~ ~ " "
Sin llegar a revelar una violencia tan extrema como la del
ejemplo anterior; los procesos de briijería conservan otros
muchos testiinonios de agresiones entre parientes políticos. Ape-
drearse unos a otros era una práctica bastante frecuente en el
marco de sus relaciones habituales, a juzgar por los ejemplos que
han llegado hasta nosotros. Segíin el abogado defensor de Pas-
cuala García -la cual había sido aciisada de brujería en Hcrrera
de los Navarros (Zaragoza)-, n o había que creer las acusaciones
que contra ella había lanzado Domingo Lárriaras -imo de los tes-
tigos aquejado según él mismo de continuos males (.le pessa del
bien de otros y se huelga y a holgado de sil mal,))-, ya que dicho
testigo era,

1-h
Proceso contra Bárbara Kl;iiic. Peiiai-royade Tastaviiis. 1591. AL)%. (:. 31-
34, fol. 46.
Iw
Iliclrm, fol. 38.
")') / h i d ~ » z fol.
, 1 12.
«hombre que por cosa de poco suele y acostumbra reñir. Y
riñe muchas vezes con un hijo suyo y con su nuera, de tal rriane-
ra que lo an visto correrlos a pedradas y darlcs ocasion lo
corriesscn a el..""
Dar muestras de 1111 carhcter violento --co~rioel del testigo ante-
rior- podía ser motivo suficiente para desacreditar a alguien hasta
el punto de invalidar sus aíirrriüciones ante la justicia. Si en vez de
tratarse de un testigo, era una acusada de brujería quien se caracte-
rizaba por su fama de reñidora, ello solía facilitar el carriino de su
condena. Buena parte de las acusaciones dirigidas contra Martina
Dueso en el proceso que le ftie incoado por el justicia ordinario de
Huesca en 1587 se centraban en las riñas qiie había mantenido a lo
largo de varios anos con una buena parte de sus vecinos en la peque-
Íía localidad de Alberuela de la Liena (Huesca). No obstante, la
mayoría de los conflictos habían tenido lugar entre Martina y su sue-
gra. Aunque no se decía nada acerca del origen de los enfrerita-
inientos entre ambas, lo que sí sabemos es qiie la suegra de la acu-
sada había insinuado en rnhs de una ocasión quc Martina era bruja.
Segiín el detallado relato aportado por uno de los testigos, la madre
del marido de la acusada había intentado apartar a ésta de algunas
personas infundiéndoles miedo y diciendo que Martina las llevaria
.a las eras de Tolosan, o lo que es lo mismo, al sabbat:
c u n a noche, abra dos años poco rnas o menos, estando Sal-
badora, la muger del corredor, cn casa de diclia Martina [...] y
estando en su conipañia la suegra de dicha hlartina, le dixo dicha
Martina a la dicl-ia rriligcr del corredor que s i la querria acompa-
ñar a coger calabacas l...] y que la dicha Salbadora [...] Ic res-
pondio que si, que ella le acompailaria. Y enconccs la dicha Mar-
tiria le dixo: -Pues aguardame aqui, que voy a subir arriba y
iremos. Y eniretanto la dicha Martiria subia arriba, la dicha su
suegra dixo a dicha mugrr del corredor: -Malaventurada, ?a
d o n d i quieres yr con esta mirger a tal ora? Mira que te llebara a
las eras de Tolosa. Y en quando la dicl-ia Martina baxo para qiie
fuessen las dos, la dicha Salhadora, muger del corredor, le res-
pondio: -No puedo yr agora, porque a venido mi marido [...] Y
entonzes dixo la dicha h~lartinaa la dicha su suegra: -Vos, el dia-
blo soys, que nunca podeys callar.»""
Quizás como consecuencia de las sospechas qiie la suegra de
Martina infundiera en Salvadora, pasado algíln tiempo la ~ n ~ i j e r

201
Procesci contra Pascuala Garcia. H u r e r a dr loa Navarros. 1572. AD%.C.
42-1 2, Sols. 146~-147.
.?lis
Proceso contra Martiria Dueso. X l l ~ e r - ddr
a la Lima. 1589. AHPZ. fol. 5.
del corredor creyó palpar en la espalda de la acusada una supues-
ta señal diabólica:
*Una tarde, abra quinze dias, viniendo la dirha Martina de su
tiera, liallo a la dicha Salbadora a la puerta de su casa y le rogrio
a la dicha Salbadora que le pasasse la mano por las espaldas, que
tenia iirias pajas. Y la dicha Salbadora, teniendole la mano en las
espaldas hallo que tenia un señal entre las dos espaldas y que
dixendo la dicha Sall~adora:-jlTalgame el diablo! ,:Que teneis
aqui? Entonzes la dicha Martina le respondio: -Dexalo estar, que
la sudor me lo ha h e c l ~ o . ~ ~ ' ~ ' ~ ~
Las tensiones entre suegra y nuera, cuya raíz desconocemos
(el único dato significativo es que Martina era forastera, ya que
había nacido en Coliingo, no muy lejos de Alberucla), eran per-
manentes. Dicha situación no tardo en derivar hacia otros derro-
teros. La fama de bruja de Martina se acrecentaba de día en día.
En cierta ocasií>n,riñendo con sil suegra, Martina había arrojado
una piedra (no sabemos si a su suegra o a su curiada); dicha pie-
dra había pasado cerca del niño que su cuñada llevaba en los bra-
zos. Poco tiempo después la criatura había fallecido. Resulta fiicil
deducir que Martina fue acusada de haber causad? su muerte:
A b r a dos años poco mas o mcnos, hallandose que la dicha
Martina y su suegra [ a l rr~aqrn:y una cuñada suya] reiiian y dixen-
dole Catalina de Ferrancio [n/murgen: que sc allo alli con una cria-
tura en los b r a ~ o s ]-Martina,
: no terieys razon de reñir a westra
suegra L...] la dicha Martina se almxo por una piedra y tiro una
pedrada a la dicha su suegra o a la cufiada y l... 1 entonces la dicha
Catalina [... J le dixo: -¡Ay, Martina, no ierieys cargo!, ,:no veys
que estoy con esta criatura en los bracos? Si me dierays a la cria-
tura, me la maiarays. Entonces la dicha Mariina respondio a la
dicha Catalina: -Mas os valdria callar a vos, sino yo are que os
escozera a vos. Y que dicho esto, al otro dia siguiente se le niiirio
a la dicha Catalina [...] la dicha su criatura, que era una nifia de
lechr y que sospechaba, y siempre despues aca a tubido sospecha,
que la dicha Martina [...] le a iniierto la dicha su niña por la fama
que tiene de briixa.~~'""
De las dificiles relaciones entre suegras y nueras nos habla
también el interrogatorio formulado a Bárbara Bonfill en el cur-
so de su proceso ante la justicia episcopal. Se le preguntó si acos-
tumbraba a amenazar a quienes le hacían daño y lo negb. Enton-
ces el vicario general le recordó sus ririas con -La Serrana., es

2"3 Ihdm,, tol. 7.


Y01
Ibdrrn, fuls. 8v.4
decir, con la madre de su marido Jaime Serrano, cuyo apodo,
como el de otras r n t + - e sde Peñarroya de Tastavins, procedía del
apellido dc su esposo:
«Interrogada rorrio iiiega qiic no acostiimhra arrieriaGar, piics
havra ocho o niieve alios rifio con su suegra 'La Serrana' y la arrie-
naco que la haria seqiiar e yr corrio los cardos por el campo, ris-
pondio y dixo que es verdad que rifio con su suegra por cosas de
riifierias, pcro que no dixo las palal~rasqiie la prrgiinta di2e.n""
Aunque en los dos casos citados Iiasta ahora, en los que apa-
recían 1iuei.a y suegra enfrentadas, había sido la nuera quien
había terminado siendo juzgada corrio bruja, también se daban
ejerriplos de lo contrario. Una de las relaciones acerca de la que
poseemos más inforrriación era la qiie mantenían Fraricisca Cata-
lán y la madre de su marido, Pasciiala Carcía. Como sabemos, Pas-
cuala fiie denunciada por hr-~ijer-iaeri 1572 ante el tribunal del
Ar~obispadode Zaragoza. Francisca, la mujer de su hijo Pedro
Jimeno, declaró contra ella y la acuso de ser la responsable de la
muerte de su niha. Eri su relato, las menciones a las riñas entre
nuera y suegra sobresalían entre el resto de declaraciones. Tal y
corno ascguró Francisca:
[[Teniendo iiria hija pequcña de hedad de qiii1ir.o meses y
medio. y muy sana y rniiy buena, la diclia deposanie fur a pasar
por donde estavan seiribridos unos nabos, entre los quales hahia
algunos ravanos, los quales eran de su siicgro, Domingo Ximerio.
Y p - q u e cogio la deposante qiiatro o cinco ravanos, y corno lle-
gase a noticia de Pascuala Garcia, si1 siirgra, la riñio porque liavia
cogido dichos ravanos y le dixo en su presericia con grande enojo
qiie ella le haria estar mas amarga que la ruda. Y esto era viernes
a la tarde. Y el sabado siguiente a la noche la diclia su hija estava
muy bueiia y a la mafiaria del domingo amanecio m i ~ r r i a . ~ ~ " " "
Nada más vcr que la criatura había rriuyrto, su padre fiie a Ila-
mar a Pascuala, qiie estaba durrriicndo. Esta se levantó rápida-
mente de la cama para acudir hasta la casa de su hijo y nuera. Al
llegar, la abuela de la niña,
<.Tomola mochacha en sus t~r.ac;osassi muerta como estava y
dixo que ella havia sofiado aquella rioclic que la deposante la
liavia muerto entre sueños. Yque la echaba alla y la recogia en sus

20;
Proceso contra Rárhara Koiilill. Priiar roya de Tastavins. 1.591. Al>%.C. 37-
40. fol. 1%.
?O6
Procew contra Pascirala ( h r c i a . He[-wra de los Yavarros. 1.57% Al>%.C.
42-12, fol. íi.
bracos dixendo [...]: -il'erra nialvacta!, ique la has ahogado, que
yo lo tenia profetizado qiie la havias de ahogar!,>"
Según la información aportada por varios testigos de la defensa,
la madre d e la criatura bebía demasiado. Más de una vez se había
dormido e n el horno dejando que se le quemase el pan por estar
embriagada, y su suegra Pascuala García le había reñido e n repeti-
das ocasiones *para qiie se retirasse y apartasse de un vicio tan nota-
ble,,. Cuando se dio a conocer la noticia de la muerte d e la riirla,
d e dixo publicamente y a una v o i en el dicho lugar de
Herrcra que Francisca Catalan, su madre, la tiavia ahogado y que
se la liavian sacado muerta de debaxo de los pechos, dizirrido
qiie Francisca Catalan cra una embriaguela y que ella la havia
rn~~erto.~~'~)~
Conociendo los antecedentes de su relación con Pascuala Gar-
cía, no parece del todo extraña la reacción d e la acusada al ver
morir a su nieta. Según la versión de Ana Maicas,
<<La dicha Pascuala Garcia, con buenas eriirafias y con zelo de
amor y rzfficion acostumbraba reprehender por muy buerios ter-
rriirios a la dicha Francisca Catalan que no vendiesse ni ajenasse
cosa riiriguna de su casa sin sabiduria ni consentimiento de su
marido [...] y de ioritiriuo vio que la dicha Francisca Catalan reci-
bia las dichas repretiensiories con aspereza y tibieza, mostrando
no holgarse de ello, dizierido: -Cada uno tenga cuenta con su
casa, que si hago alguna cosa, de lo inio lo hago. Y assi quedaban
todas dos casi las mas vezes desabridas y reñidas.n"'"
Las relaciones entre parientes políticos, y de modo especial
entre riueras y suegras, constituían una fuente constante d e con-
flictos, a menudo transformados e n acusaciories de brujería. En su
Pnmitiue Sobe@, el antropologo Robert Lowie demostraba cómo e n
la mayoría de las sociedades primitivas existen funciones definidas
para todos los parentescos, d e manera qiie se hallan prescritas las
conductas que un individuo debe adoptar con respecto a cada
miembro de su familia. Pero si hubiera que resaltar algunas de
dichas prescripciones, éstas serían sin lugar a dudas los tabúes e n
relación con los suegros, es decir, las restricciones de trato entre
una persona y los padres d e su cónyuge. Según dicho autor,
.En muchos pueblos primitivos, el niarido -y con menos fre-
cuencia la esposa- asume una relacióri social muy especial respec-

20i
Ibidern, fol. Gv.
BOH
Ihidem, fol. 16%.
Zl<)
Ibidem, lol. 2 3 1 ~ .
io d e los suegros. O bien hay u n a riiptiira completa d e todo trato
directo c o n u n o o ambos, o bien dicho contacto está condicionado
p o r restricciones q u e piiedcn o no airnirnrsc al prolongarse el
matrimonio o mediantr la ejecución d e 1111acto e s p ~ c i a l . ~ ~ ~ " '
Entre las restricciones señaladas destaca la prohibicih entre
suegros y yernos o nueras de mirarse a la cara"', también la cos-
tumbre de evitar llamarse por el nombre de pila2", o la de apar-
tarse al pasar cerca del pariente objeto del tabú""'. Así, en tales
cultiiras se liacen necesarios, al referirse a los suegros, los circun-
loquios y las perífrasis verbales, como si por medio del lenguaje se
expresara sirrib6licamente el rodeo que en dichas sociedztdcs
debería dar, por ejerriplo, un horribre que se topara por casiiali-
dad con la madre de su mujcr.
Como a~crtad~amente dcfendió Janies George Frazer eri L a
ruma dorada, todo tabú no es sino una manifestación riegativa de
determinada4 creencias mágicas y en el fondo se basa, corno el res-
to de lo? actos m5gicos, en las leyes dc la semejanza y el contacto2",

210
Roheri L ~ V II,n Dlirnos Aires, Ed. horro^-111: 1972,p. 61.
E ,.rocicrrln~lprmzitivu,
211
<<l'nanuera yukaguira no dehe niirar a la cara a sil siiegro ni al hermano
inagor de su marido; taiiipoco el yerno debe mirar en la rara a su suegro ni a su
siicgm [...1 Otras trihiis sibesiarias posccn costuiribres casi idtriticaw (Robert
I.o~via. d . ,p. 67).
"' <<Idamujrr kirguís no puedc mir-ar a la cara al padre o pariente mayor de
su marido, ni tampoco pronunciar siis i~omhresaunque estos conteiigan designa-
ciones de objetos comiiiies. Hay una anbcrlota segíiri la cual tina ni+ kirguís
tenía prohibido emplear los térinirios habituales para 'cordero', 'lobo', 'agua' y
Juncos', debido a que formaban parte de los iiombi-ci de sus parientes por inatri-
nioiiio. Por ello, para avisar- a su marido de que i i r i lobo se Ileval>aa un cordero
por entre los jiiiicos del otro lado del agua, se \'¡o obligada a parafrasear así:
%;Mira,el que aúlla se lleva al que hala por riirrc los qiie susurran, del otro lado
de la qiic brilla!. (Robert LOWIF,op. cil., p. 67).
L>I3
<<EnCcilán [...1 riirigún vrda puedv acercarse siqiiirra a la inadrr ric su
esposa. iio digamos ya tocarla. Si la encuentra en la jungla, dche apartxse de su
paso. No puede entrar cn un reiiigio rocoso ocupado por ella sola, ni recibir-le ali-
rrieiitos, salvo por iritermedio de una tercera persona, ni hablarle, como no sea en
presencia de otros. (Robert I.O\,VI~, nf). rii.. p. 67).
214
Recordemos qiic, scgún el rriismo Fraxr, .los priricipios del peiisarriierito
sobre los qiie se funda la magia L.,,] ae resuelven cii dos: primero. qiic lo serrie-
jarite prodiicc lo seriiejarite, o qiic los efectos semejan a .;m caubas, y segiinrio, que
las cosas qiie una vcr estuvieroii en contacto se actíian recíprocmnenie a distancia.
aiiii clespii& d r habrr sitio cor-tado todo contacto iíaico. El primer principiu pue-
de srr Ilainatiu ley de sernqjan7a y el segundo, Iry de coritacto o contagio,, (Gaae
James Gcorgc FKMER,La m»ia dorodu, h,f+xico, Fondo de Cultura Económica,
1951, pp. 33-34).
Aunque estamos acostumbrados a reconocer como expresiones de
la mentalidad mágica tan sólo los encantamientos o conjuros, hay
que tener e n cueri ta que,
,El sistema dc magia simpática iiu se compone solamente de
preceptos positivos; comprende t a n i b i h iin gran número de pre-
ceptos negaLivo5 o prohibiciones. Dice no solarrientc lo que hay
que hacer, sino lo que no se debe hacer. Los preceptos positivos
son los encantarriieriros; los preceptos negati\,os son los tabúes
1 ... 1 La magia positiva o hechicería dicc: *Haz esto para que acori-
f r i c a esto otro-. La magia negativa o tabú dice: ([No hagas esto
para que rio acontezca esto otro». El propósito de la magia posi-
tiva o hechicería es el de producir iin acontecimiento que se
desea; el propóxito de la magia negativa o tabú es el dc evitar el
suceso que se ierne.~~"lí
Evidentemente, e n las relaciories cntre los miembros d e la
familia política, y especialnieritc cntre suegros y yernos o riucras,
el suceso temido seria eri último término el erifreritarriicnto direc-
to, la inanifestacióri exterior d e las hostilidades que, por lo gene-
ral, comporta dicho tipo de contacto. Sigmimd Freud aplicaba al
trato entre suegra y yerno el concepto de ambivalericia~.Consi-
deraba que e n los seritirnicntos entre dichos individuos existe una
mezcla de afecto y animosidad debido a rriotivos tan evidentes
como la resistencia de la mujer- a entregar a la hija, las sospechas
dirigidas contra el desconocido, la aversión del hombre a sujetar-
se a la voluntad d e una extraña, sus celos hacia todos aquellos que
le precedieron en el cariiio d e su esposa, ctc. Dichos sentimieri-
tos, que igualmente son susceptiblcs d e ser aplicados a las r c l a
ciones enti-e suegra y nuera, pueden provocar estallidos d e vio-
lencia qiie algunas sociedades intentarían contener mediante la
abstención del trato, en evitación de mayores males.
Para los pueblos considerados primitivos, la misteriosa cuali-
dad que impregna a las personas que constituyen objeto de tabú
es concebida como u n a especie de siistancia o fluido del que
están llenas, corno uria determinada cantidad de electricidad que
en cualquier niomento puede descargarse si se pone e n contacto
con aquello qiie hay qiie evitar o prevenir. Personas tabuadas pue-
den ser tanto homicidas corno santos, prostitutas, vírgenes, enlu-
tados, cazadores, cufiados o suegros. Según Frazcr,
«A nosotros nos parecen diterir totalmente de carácirr y cori-
dici0ri personas tan variadas; a iirws los denominaríamos siigr-a-
dos y a los otros [...] inlpuros. Pero el salvaje no hacr entre ellos
tal distinción moral [...] Para él, el rasgo común de todas estas
personas es que son peligrosas y están en peligro y [...] exponen
a los deiriás 1 ... 1 El peligro no cs mcnos rcal porque sea imagina-
rio; la irriagiriacióri actúa sobre el hombrc al igual quc la gravita-
ción física y piiedr iriatarle tari certerarriente como una dosis de
ácido prúsico.»'"'
En la sociedad aragonesa d e los siglos XVi y XVII n o existían
tabíies tan extremos releridos a la fa~riiliapolítica; ya virrios al
comienzo del capítulo c61iio cuiiados, suegros, yernos y nueras
se relacioriabari unos con otros sin que aparentemente mediara
entre ellos prohibición alguna. Sin embargo, la peligrosidad
atribuida a dichas relaciones se expresaba muy a menudo me-
diante las acusaciones d e brujería que dichos individuos se lan-
zabari entre sí. Un método facil pasa apartar a los parientes
rriolestos consistía e n denunciarlos a la justicia por u n delito tan
intangible como el d e practicar la magia dariina. Sin embargo,
n o hay que olvidar que, aunque a veces las acusaciories o denun-
cias d e brujería forrnarari parte d e u n a calculada estrategia des-
tinada a acabar con aqiiellas personas consideradas n o gratas,
por lo general constituían manifestaciones d e la misma menta-
lidad mágica presente e n los tabúes. Quieries denunciaban a
otros acusáridolos d e brujería se hallaban totalmente convenci-
dos d e ser víctimas d e ciertos maleficios dirigidos contra ellos y,
en fin d e cuentas, su postura ante la realidad n o se diferenciaba
básicamente d e la que rnoslrabari algunos d e los llarriados pue-
blos prirriitivos.
U n ejemplo modélico de cuanto venimos afirmando lo cons-
tituye la declaración prestada e n 1594 por Salvador Genovés en
contra d e sil suegra ante el vicario general del a r ~ o b i s p ode Zara-
goza. Según dicho testigo, María Calvo, la madre d e sil esposa,
<<fue,era y es bruja.)) Los argumentos aportados para demostrar-
lo eran, e n primer liigar, que,
~ H a b r ames y rriedio poco rrias o menos oyo dczir a la dicha
Maria Calvo, su suegra, qiir una rriujer -rio declarando quien
era ni de donde era- habia entrado en casa dr Martin Sarde~as
[...] dentro de la caballerica, donde hahia un inarraricliori. Y
que dicha mujer dio una palmada al dicho marranchon y que de
dicha palmada murio dicho marranchon dentro de un dia o
dos. Y que despues de niiierto el dicho marranchon, oyo dezir

216
George FILUIK,op. czt.. p. 267.
\~base,~rriea

452
el deposante publicamente en el dicho lugar d e Lecera a perso-
nas fidedignas cuyos nombres particularnlente n o se acuerda
[...] que dicha Maria Calvo habia entrado en el corral o caba-
llerica del dicho Martiri Sardera, la qual, dezian, dio una pal-
mada al dicho i~iarraiirhori[...] y qrie de dicha palrriada, dezian,
~ n ~ ~ i ~ . » " ~

Por si la sola fama pílblica n o bastara para convencer al juez


dc la culpabilidad de la aciisada, Salvador continuó detallando
ciertas extrafías costumbres de su suegra, insinuarido la estrecha
relación que todas ellas podían tener con las actividades dañinas
propias de sil carictcr de bruja. No obstante, lo más significativo
de su relato desde nuestro punto de vista era la previa constata-
ción de la convivencia del testigo bajo un rnis~riotecho con su
ni~ijery la rnadre de ésta. No rcsultari necesario insistir en que el
authtico origen de la aciisación se encontraba ligado a esta cir-
cunstancia. Tal y como figuraba en la transcripción de su decla-
ración realizada por el notario de la causa,
deposarite esta casado con una hija de Maria Calvo [...] de
<<El
mas de ocho arios a esta parte 1 ...] el cleposantc vivc y habita en
una propia rasa juritariierite con la diclia hlaria Calvo, su suegra
de ocho arios a esta partr.»"l"
Segun Salvador, 61 mismo había podido ver en sil propia casa
cómo,
i i r i aÍío y ~riedioa esta parte 1 ...] la dicha Maria Calvo no
se ha desrii~dadoni se demiida de rioctie, rii duerme en cama,
sino sobre un banco besiida, iirvientlo romo tiene rriaritas y saba-
nas y i n a r f a p para poderse hazer una cania.»""
Además de lo ya dicho, el yerno de María aseguraba,
«Que de mes y medio a csta parte la dicha Maria Calvo casi las
mas de las noches se va de casa y sc csta hasta media noche fuera
de casa tioiide se Ir parece. Y quando viene, el deposante la riñe
y corrige y Ir d i ~ que
r porqiie se va de casa a horas cautas y se esta
hasta inedia noche. Mas qur la dicha Maria Calvo da por escusa
que \;a a einpaiiar y ver sus mugeres paridas, que d i ~ ees partera.
Y el deposante le dize que arto lugar tiene de ernpariar las rriatii-
ras de dia y verlas paridas..""

Y17
Proccso contra María Calvo. Litera. 1594. ADZ. C. 33-14, fols. 22-23v.
218
It~zdmn,fol. 22.
"'" lt~id~m . 22~.
fol.
??O
fol. 23.
16z(l~r11.
Salvador (cuya profesión era la d e a h i t a r o veterinario) ter-
mirió su iricorisisterite declaración culpando a su suegra de ser
responsable de la muerte de una rriula que él rriisrrio había inten-
tado curar; eso sí, de tina forma que ciialquier juez eclesiástico
bien podría haber considerado supersticiosa, a diferencia del
carácter irioferisivo del resto de conductas atribuidas a la acusada:
((Habi-apocos meses el deposante curo una mula d e Giiilleri
Canfi-anc y otra mula de Joari Carifkaric, vecirios d e dicho Iiigar
d e Lecera, las quales diie estalxm errihriijatlas y rsiaban muy
malas y r i « qiieriari cornrr tlr dicha crrihr-ujadura. Y que no les
hallo ni vio rri ellas accidrnte ni mal otro alguno. Y por la expe-
riencia que el deposante tiene vio en ellas estaban embrujadas,
como dicho tiene, y que se les conocio en los ojos y como a tales
las curo, con yerbas del Señor San Juan, con encienso y con riida.
Y assi por lo que dicho y dcposado tiene, e1 deposante tiene por
cierto, constante y at~eriguadoqilr la dicha Maria (Ave h e , era
y es l>i.lija.,>"'
Como analizaremos en el capítulo siguiente, muchos dc los
coniportaniieritos de la rea podrían identificarse con ciertos sín-
tomas de lo que hoy eri día n o dudaríarrios e n calificar de <<de-
mencia senil,>.En ningím modo resulta casual que el mito de la
brujería se hallara asociado con la senectud y con la pérdida de
las facultades, tanto corporales como mentales, que ésta acarrea.
Del mismo modo que cri ciertüs sociedades primitivas quienes
eran objeto de tabíi debían ser separados del resto del rriurido, así
u n o de los métodos utilizados para relegar a los viejos en la socie-
dad europea de los siglos XVi y XViI f ~ su~ exclusión
e e n virtud del
efecto marginador de las acusaciones de brujería.

"" Ibidrm, fol. 2%

454
f i n Iri WJPZ w rntm;fecen los wntzdos mwnzbros, rwturbmse
la 7u\in? rl ozdo f.. 1 la memona ohrrvndora dr las zdm, y el d l s -
rur ro znvestzgado? d~ las verdades rr drrharen y nnzt hzlu n, dr
manera que lor mzseros íuqos -c~zenena t a d ~ ~ t yn rsur 17\a de lor
mozos
Juan Soraplín de Ricros""
Lor hombres en cualquier rdad [...] son [...] r s t ~ m a d o F%ro
~.
romo I m m u p r s solo se)z~zmosdr mafrna al edlJic/o clr hyr,
en no simdo para esto, ique oficio adquz-nmo>~ > 17 1 rq'nrlil~rn?
Frlix Lope de Vega'"'

Del mismo modo que algunos padres intentaban deshacerse


de sus hijos cuando éstos representaban una carga dificil de asu-
mir,tambiCn determinados hijos procuraban librarse de sus padres
cuando la vejez los convertía eri seres liasca cierto punto depen-
dientes, inclerensos e inservibles. Tanto los niños co111o los ancia-
nos, arrlbos necesitados de especiales atenciones, eran a mcnudo
objeto de malos tratos por parte de quienes se hallaban a su cuida-
do. No es de extrañar, por tanto, que a finales del siglo XW, en uno
de sus Discursos del amparo de los Z~gftimosjfmhrPs.. ., el médico CristG
bal Percz de Herrera incidiera especialmente en la protección que
unos y otros requerían. Eri palabras de dicho autor:
«Haygran razon y causa de acudir y socorrer a los nilios y vie-
jos, pues por ser gcntc tan sin provecho dice Arisioteles de ellos
que no se liari de coniar por ciudadanos, pues no son utilcs para
el servicio de la rrpublica, sino para que los demas los sustcnten
c o ~ n oa riiieinbros della.>>"'
La consciencia de la necesidad de auxilio e n la vejez que dicho
texto ericarnaba constitiitía una excepción, ya que a lo largo de la

y>l
J u a n SOILW~N L)L RI~.KOS. Medirirrn rrpnñolr~rontenida m ,brourrl,ros (lQed.,
ltil6); Antonio CASTI~.I.O DE 1.u AS (ed.), Madrid, Ed. Biblioteca CXsica dc la
blediciiia Espaiiola. 1949, p. 4:14.

2221
Cristóbal PPKEZDE HERREIIA, ni.~cui,íorrid n»ipom r i ~1o.c /~p'tim».\pohr~sy
wdurciorr de loí jin,g+h (1"d.. 1.598): Michel Cm111 . K (ed.),Madr-id,Ed. Clásicos
Caitellanos, 1975, p. 47.
Edad Moderna no existió en Espaiia una verdadera preocupación
por la asistencia de los ancianos, a diferencia del interés mostra-
do por el tema dentro del contexto de la medicina europea coe-
tánea'29. Lo poco que conocernos acerca de la senectud referido
a la época nos ha llegado principalmente a través de las páginas
de riovelistas, dramaturgos y poetas, quienes ofrecían por lo gene-
ral una visión negativa de la que a menudo se denominaba *edad
caduca y decrepita.. También ciertos cuentos folklóricos tradi-
cionales, plenamente vigentes todavía en los siglos XVi y XVII, se
referían al tema de la vejez y más concretamente a la utilidad de
los viejos tanto en la vida de la comunidad como en el ánibito
estrictamente familiar""'.
La mayor parte de tales relatos ponían de manifiesto la inde-
ferisi6ri que akctaba a los ancianos en estado de dependencia
económica. En realidad, los problemas derivados de la pérdida de
autoridad de aquellos padres que vivían en casa de sus hijos, de la
cohabitación doniéstica y la convivencia intergeneracional se
encontraban presentes ya desde antiguo a lo largo de un ciclo de
esquemas narrativos reproducido a través de versiones diversas y
en culturas muy ale-jadas entre sí'"'. El apartamiento de los viejos
representado en los cuentos folklóricos abarcaba diferentes gra-
dos: desde la simple marginación dentro de la casa (abuelos qiie
a partir de un determinado rnorrierito dormían en el establo o
comían aparte) hasta la eliminación fisica, pasando por la expul-
sión del domicilio familiar, del barrio o la aldea o, incluso en
determinados casos, de todo espacio habitado.
El tema de los hijos ingratos y de las estrategias qiie algunos
padres debían desarrollar para no ser despreciados por sus des-
cendientes tenía posiblemente un origen oriental, pero ya en la
Edad Media se hallaba dif~indidopor toda Europa y su influencia
ha llegado hasta nuestros díasux.Una de las versiones más cono-

Y2i
Vkarise Luis S.~X(:HE%GK.ZYJFI, /,OS(mci«nus PIL 10 E ~ p a ñ a(IP lo.<i l w t f n ~Sala
,
niatica, Ed. Univci-sidad Pontificia, 1996,p. 74, y Georgr MINOIS. H i s t u m ~dr la urja.
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y>,j
Vease Maximc <:HFV,II IEK, <:uerilusJolkljriios r,sppnñoluc (Id Siglo dr Oro, Bar-
d o n a , Ed. CI-ítica, 1983.
227
Vease Francois L>Fl P ~ ( : H , i ~ l ' e l i n l i ~ l a t ides
~ ~ ivieillards: rcchci-ches sur
qurlqucw~crsionsiberiques d'uri cycle folkloriqur traditionnel~~, en Lillrraturr ora-
k lrudiliunillupopulnir~~,París, Fondation Caluuste Gulbenkian, 1987. pp. 433-490.
"" X7i-asc Francois DEL.PK:H,<<Elcuento de los hjjos ingratos y del firigido
tesoro (Aa-Th 982): Raíces mítiras, tradiciones iolklí>ricas y contextos ciiltilralis*,
Rmisto dr I)ial~ctolo,qiuy Iin(lic.ionrr Popztlnrm, 44 ( I 989) , pp. 37-71,
cidas en los siglos XVI y XWI cra la qiie se resumía e n u n cuerite-
cillo titulado arca & arena:
«Estando un honrado viejo rriliy corigojado y aflicto porque su
hijo y nuera le trataban mal despiií.~qiie les había hecho dona-
ción de lo que tenia, le vino a consolar oiro ~ i ~ jsii o ,compadre,
riiuy sagaz, diciendo: -?Queréis que os sirvan y tioiireri como de
prinirro? Tomad una cajucla que tengo en mi posarla, corripadre,
y herichidla de arena, y diréis a vuestro hijo que son ciertos dine-
ros que os han restituido eri el1.d; y vos dc noche tomaréis de estas
castellanas de latón y contar6is con ellas, hacicndo ruido, de
rriodo que os puedan sentir estando en vuestra cámara ciiccrra-
do. Dicho y hecho. En sentir que el viqjo ~eriíadineros, el hijo y
la nuera le hacían mil caricias y fiestas, y le serviari y hoiiraban,
poriiendole a cabecera de mesa. En fin, siendo muerto el hilen
viqjo, no hallaron en la cajuela sino arena, y esta copla fijada en
ella: 'Por rl bulto, peso y son / que de ti, arca, ha salido, / fiii hori-
rado y mantenirlo / y vuelto en mi poscsión'.~~""
Son rriuchos los testimonios que nos hablan de las dificulta-
des de los viejos para sobrevivir digriarricnte dentro de un con-
texto que tendía a hurriillarlos. No obstante, aunque tanro los
ancianos de urio como del otro sexo estaban mal corisiderados, el
caricter patriarcal d e la sociedad esparlola de los siglos XVI y XWI
se reflejaba sobre todo e n el intenso desprecio manifestado hacia
las mujeres. Mientras que los viejos ricos podían llegar a ser res-
petados e n virtud d e sil posición econóniica y e n espera de la
herencia que dejarían, la valoración d e las rriujcres ancianas era,
por el contrario, siempre negativa. Una vez que n o podían con-
cebir hijos (el Único cometido que les era reconocido socialrricn-
te). las rnujercs n o sólo dejaban de ser estiniadas, sino que ade-
más se convertían e n objeto de rrieriosprecio, así como de
constantes burlas y despiadadas sátiras. Un buen ejemplo de la
opinión coniúii acerca d e las viejas lo constitiiyeri las palabras
pronunciadas sin ambages por Don Diego, personaje d e un cono-
cido eritrcmes anónimo d e finales del siglo XVi:
*?Qué tiene qiie ver el destrozo que en el alma y cuerpo raw
sa la edad en una virja ron la que causa en un viejo? [...] Los rie-
jos tienen anos, pero no ascos.,,""'

2:io
Vease el .~Erirrt.i116a de los ~iiironrs,>, cii Philio COL~KI..I.O Y MORI (d.).
Culucción (le en trPmvwc, lom, h n i l q j&nrns y trioii,gurig(is d r s d ~ f i ~d ~~ \@o
~l s X I '1 n rnr~lirr-
dor drl XI'/II, Pvlaclrid, Ed. Nueva Biblioteca dr Aiitoi-cz Espaiioles. 1911, p. 168.
Segíin la opinión de dicho personaje, no existía mujer vieja
que no f ~ ~ e r a ,
<<asquerosa,Ixqiiituerta, Ileria de babas, la boca y los ojos de
arrope y de Iegaiias y las eiiteridederas calladas del revés.>>?"
Como la sexiialidad femenina se asociaba únicamente con la
capacidad reproductora de las mujeres, al igual que con la apli-
tud y el aspecto riecesarios para hacer gozar al v a r h , a partir del
momento en que estas llegaban a la menopausia o perdían sus
encantos físicos pasaban a convertirse en símbolo de una sexuali-
clad ridícula, cuando no viciosa. La única forma que teriíari para
dar salida a la rriisrria consistía -según la o p i n i h mas ixtendi-
da- en transformarse en celestinas o brujas, cómplices del Malig-
no (<<la vejez hace en cualquiera mujer tal estrago que cla a pen-
sar si anduvo el diablo por allin'"). Eritre los riurrierosos ejerriplos
que ilustraban la brutalidad de las burlas dedicadas a las ancianas,
amen de su identificacih con Satanás, el más representativo a
nuestro juicio es quizás un poema atribilido a Quevedo, aunque
en realiclacl se desconoce su verdadero origen. En él aparecía des-
c r i ~ ala evoluciGri de la rriujer desde el momento en que comen-
zaba a ser fertil hasta el inicio de su decadencia física:

De quince a veinte es niña; buena moza


de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta,
jdichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza
mas puédese comer con sal pimienta,
pero de treinta y cinco hasta ciiarenla,
anda en víspe~aya de una coroia.
.A los cuarenta y cinco es bacliillei.a,
g a n g a , pide y juega del vocablo,
cumplidos los cincuenta da en santera.
Ya los cincuenta y cinco, echo el retablo,
niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo.'"

2:: l
Mrm. z6idm. p. 168.
,' ,
J' I d ~ m ,i h i d m , p. 168.
2:w
Veasise Fioresicio.J.4~~~~Ofmu dr Don Frcmuiw (EP @ i ~ ~ r dy o1íZllqy15,
(d.),
vol. 111, M a d r i d . t:d. Atlas, 1953, p. 491.
Ninguna definición podía expresar mejor cuáles eran los roles
por entonces asignados a las nlujeres: madre y esposa en la juven-
tiid, beata y bruja al llegar a la v e j e ~Acusar
. d e brujas a las ancia-
nas anLe la justicia era una forma d e exclusión plena~iieriteaccp-
Lada por e1 conjunto de la sociedad espariola e n los siglos X\il y
XVii. Tan aceptada que cualquier mujer podía esperar ser denun-
ciada a la rriíriima ocasión una vez traspasada la edad madura
( d e treinta y cinco hasta cuarenta anda e n víspera ya de una
coroza.). Riiena prueba d c ello se halla e n los procesos aragone-
ses por brujería, la mayoría d e los cuales fueron incoados a mu-je-
res cuya edad superaba la cincuenteria. Las más desconsideradas
acusaciones tenían lugar casi siempre contra quienes se hallaban
dcsprotegidas e indefensas, ya f k r a por su a w r i ~ a d aedad (que a
veces llegaba a superar los setenta arios), ya filera por haberse
quedado viudas y depender para su sustento del apoyo prestado
por sus hijos.
Uno d e los rasgos con los quc aparecían descritas muchas de
1.a 5. .acusadas, y e n especial las más aricianas, era su fama de reiii-
doras y aineiia~adoras.I.as viejas atr-abiliarias eran casi siempre
identificadas con brujas debido al miedo y la desconfiariza crca-
dos e n torno a su persona. N o obstante, algunos d e los compor-
tamientos agresivos de dichas mujeres, que rriuchos testigos inter-
p r e t a b a ~como
~ auténticos maleficios dirigidos contra ellos, hoy
serían diagnosticados como síntomas d e lo que se ha dado en Ila-
mar demencia senil progresiva del tipo d e 121zheirricF':'4.Segíin
recientes investigaciones (y a pesar de la fbrmula d e aplicación
general corlsistcnte en que básicarrieritc en lo referente a la per-
sorialidad «la persona senil rio cambian), el embotarriiento de la
errioción y la pérdida de control d e la conducta social que afecta
a los ancianos que padecen denlencia progresiva,
qx~edenconducir a episodios d e conducta petulanLr t. irrita-
ble o a coriientarios inadeci~adosy faltos de tacto, que ariies del
comienm de la enfcrrnedad no se habrían pronunciado.."'
Segun el ¿<padred e la neurología británica,,, John Hughlings
Jackson, l a vida de un bebé está regida por reflejos primitivos.
Después, a medida que el ser humano se desarrolla, aparece uria
conducta más compleja que cada veL depende menos d e los rcfle-
jos y r r i k d e la consciencia. Al llegar a la vejez, los comporta-
mientos antiguos desde uri punto d e vista evolu~ivosobreviven
más tiempo, rriieritras que los qiie han aparecido recientemente
son los primeros en degenerar. De ahí que,
.<lossignos más precoces dc la disolirci<ín dr los liernisfcrios
cerebrales [sran] una p6rtlida dc la sensibilidad más sutil e indi-
ferencia ante las necesidades social es.^":'"
Ciertainerite cabría calificar de insociables a la mayor parte de
las acusadas por brujería si damos c r é d i ~ oa los testimonios pres-
tados por los testigos que declararon en los procesos iiicoados
coritra ellas (incliiso los testigos aportados por la deferisa solían
ratificar, si n o las acusaciories d e brujería contra dichas acusadas,
sí su mal carácter). Casi todas las reas se caracterizaban por sil fal-
ta de diplomacia y solían derriostrar una incapacidad total para
tratar asuntos delicados sir1 ofender a sus familiares o vecinos. No
sólo no eran prudeiites por lo general, sino que con gran facili-
dad se erivaleritonaban y proferían terribles amenazas o nialdi-
ciories coritra quienes las enojabari. Aunque tales expresiories de
furia no tuvieran otra trasceridencia posterior que la animadver-
sión que creaban eritrc quienes las escuchaban, su frecuencia
provocaba rriuchas veces acusaciones de brujería contra las iriis-
mas. Estas eran completarrierite infundadas, pero a la vez com-
prensible~e n las pequeñas comiinidades e n las que a cualquier
palabra emitida eri alta voz, ya fuera expresibri d c buenos o malos
deseos, se le concedía un p r o i ~ ~ r i dsigriificado.
o
Según varios testigos del proceso contra Francisca Castári, viii-
da y habitante d e PeBaflor (Zaragoza), dicha acusada había pro-
nunciado frases tales como: «Yo os aseguro que n o os goceis con
cossas que lerigaisn, o *Calla, don bellaco, que yo os lo hare pagar
este irivierno.). A una criada que la había servido durante quince
años, d c x a d o sil casa, le arrieriazo [...] la dicha Francisca Castan
que no havia d e ver el año cumplido.» Otra veciria de Francisca la
hahia oido *decir y conf'essar [...] escando e n el horno [...] qiie
no se cerrassen sus ojos hasta que viesse muertos a Fraricisco
Baxes y a batista.^"" Asiiriisrno, las declaraciones coritra Pasciiala
García, de Herrera d e los Navarros (Zaragoza), abundaban en
testimonios de las amenazas proferidas por la acusada. A su riue-
ra le había dicho en cierta ocasión q i e ella le haria estar mas
amarga que la ruda.; a u n vecino con quien tenía problemas por

9:3h
Idrm, itndcm. p. 1064.
P'4i
Proceso coritr-a Francisca ( h i t i r i y María TolOri. I(509. Prtintloi-. ADZ. C. 5-
10, fols. 132, CJh,1XXv-189 y 91.
los límites de sus campos «lo amenazo dixendo qiie ella haria qiie
le costase mas de ciento o dozientos dircados.. María A-mil,acu-
sada también d e bruja e n el proceso incoado contra Pascuala se
había dirigido a cierta testigo advii-tihdole,
q u e lo que ella lc havia dicho, lo tubiese en sccreto. Si no,
que ella Ic haria andar rastrando por ticrra como la culebra y que
se estiibiese en su casa perdida, sin poderse menear ni valer ni
aprovvcl~arp a n cosa ~ i i r i ~ i ~ i i a . ~ ~ " : "
Los ejemplos d e condnctas impertinentes atribuidas a las acii-
sacias podrían ser interniinables. Junto a conniiriaciones del tipo
de las anteriormente citadas, poseernos testirrioriios de corripor-
tamientos tan insolentes e inoportimos como el relat.ado por Juan
Maestre, un viudo, testigo e n el proceso contra Bárbara Blanc, de
Penarroya de Tastavins (Teruel). Según dicho declarante,
«Esiarirlo una hija suya riitia en la calle, se llego a ella diclia
Barl~araBlarir y Ir puso la mano en la rabrca y le clixo: -30
embegeceras tanto corno tu madre. Y una muger que alli estava
respondio: -Harto niorira joven si no vive mas que su madre. Y
dicha Barbara rcspondio: -Pues aun crco que no Ilcgiic.~~""
La versión del abogado defensor; más que cori~radecii-diclia
declaracihn, vcnia a confirmarla, a pesar d c su evidente intención
d e quitar importancia al asunto. En palabras del prociirador
Antonio Miravete:
< < I , oqiw paso en realidad de verdad qilarido diclia Rarbri~ase
dil-e haverle tocado la c a b ~ r afiir qiir dicha nitia le irnpor-iiiriaw
le diesse pan tiei-no, como silele iniportiiriar a otras muchas prr.
sonas del pueblo para que le den lo que pide, y dicha Barbara
Blanc, conipadesciendose della y viendole mal acondicionadilla,
tragon~illay dcmandona dc todo lo quc Ic da gusto y vee, movida
riesto le dixo que no embejeceria tanto corno su madrc, por la
niala coridiciori que tenia y tiene.>^""
Las conductas seniles de muchas d e las acusadas d e brujería
no sólo se manifestaban e n su excesiva irritabilidad y falta de tac-
to; algunas reas mostraban asiniisrrio signos d e vivir e n u n rriurido
aparte, conipletamente desconectado de la realidad. Ello coritri-
buía a que rnaritiivierari unas costumbres rnuy diferentes a las del

2 3*
Proceso contra Pascuala García. IIerrera de los Navarros. 1572. ADZ. C.
42-1 2, fds.
!?:VI
Prociso contra Bárbara Blaric. Peñarroya de Tastaviiis. 1591. ADZ. C. 31-
:34, tol. 26.
Ni
I1,zrlrm. fol. 27.
I
resto d e sus semejantes, lo qiie las individiializaba toclavía más y
coadyuvaba a acrecentar las sospechas d e quieries las trataban.
Isabel Garay, cuyos horarios eran distintos de los de sus vecinos,
reunía además otras ca~acterísticaspara ser considerada como
bruja. Vieja, viuda, forastera, pobre y enferma, se decía que asis-
tía al sabbat furidamentalmente porque,
«Una y muchas vezes por diversas pei-sonas a diversas horas,
assi de nochc corno dc dia, y particularmente por las ~riaíiarias
arites del dia la an visto y hallado fucra del pueblo.,>'"
Prueba d e sil salud quebradiza es que ya había escado a punto
de morir, al menos una vez. Dicha circunstancia, lejos de suscitar
la compasión d e quienes la conocían, tar~ibikrikiabía despertado
recelos entre sus vecirios. Espccialrricnte sospechosa, segíin algii-
nos de ellos, había sido la reaccion d e Isabel ante el consuelo espi-
ritual quc entonces se le había ofrecido. En palabras del acusador
fiscal del Arzobispado de Zaragoza:
*Estando la dicha Isabel Garay enferma y llebaridole el Saric-
tissimo Sacramento del altar, dixo la dicha a ciertas personas qiie
alli prcscntcs se hallaron que tubiessen cuidado no taíiesseii la
campanilla dcntro dc su casa, porque si la tanian les certificaba se
rrioriría, de lo qiial resulta estar la dicha muy sospecliosa en cos-
sas de la tr y ser, corrio es, bruxa y hcchiccra.~~"'
Haciendo caso omiso a su petición, el sacerdote había tocado
la campanilla, tal y como se desprende del testimonio de María
Baeta, una vecina que vivía al lado d e la casa d e la acusada:
«Queriendole traer el Sanctissimo Sacrairirrito le dixo Isabel
Garay a esta dcposante que dixesse no tariesen la campanilla del
sacramento dcntro dc casa porque se moriria si la oya, y assi esta
deposarite lo dixo al rector, que no obstante eso se taño.>>""
4 María Llorent, otra vecina qiie también había asistido a la cere-
monia de la extremaunción, el comportainiento de Isabel -a quien
consideraba bruja- no le había parecido e n absoluto riorrrial:
<<EstandoIsabel ( k a y m u y enferma, se hallo csta dcposante
quando el vicario le dio la iiri~iori,y estarido la dicha Isabcl Garay
en su buen ser y memoria dezia: -Terirrie !\ridres, qiie se me llc-
van, tenme, tenme.>)"'

"" Proceso contra Isührl Gai-a. (:osiicirda. 1591. ADZ. C. 33-23, fols. 38v.-39.
'"'lúidem, Sol. 35.
'""bidnn. fol. 56.
'" íbiIDm, t01. 69.
Aqukila no había sido la única ocasibri en que Isabel se había
encontrado al borde de la muerte. Una noche en qiie se cayó por
las escaleras de su propia casa, ella misma creyó qiie nunca más vol-
vería a levantarse. En contraste con el sentimiento experimentado
PO' la acusada, la sobrina con quien vivía se había echado a reír
burlándose de Isabel. Un joven del pueblo IlamadoJoari Pellegero
liabía sido testigo de lo sucedido. Según sus propias palabras:
-Cna noche oyo a las dos tle media noche que Isabcl Garay
gritava cn su casa y este deposante Pue y llamo a su puerta y le dixo
que abriesse y respondio quc no podia. Y a la fin, le dio la llavr de
la puerta por drbaxo della y este dcpoiantc, tomando aquella,
abrio la puerta y entro. Y la hallo rcliatla eri e1 suelo desnuda cn
carries y le dixo qiic como havia caydo y ella no Ir rrsporidio, nias
que le tlixo que se tiavia muerto y que havia caydo las escaleras
abaxo. Yle rogo a este deposarite que le baxasc su camisa. Y subio
a por clla y hallo que su sobrina se estaba riyeiido y dezia: -No
se havra Iirrlio rriirclio mal. Y baxo con la camissa y se la pusso y
vio que tenia unas carnes muy fras y rniiy caspossas y sospecho
este dcposantc que la dicha Isabel Garay n o viriiesse l i d i a briiga
fuera tlr misa a aquellas h ~ r a s . ~ ~ ' ~ "
Lejos de sentir lástima ante dicha escena, el testigo había pen-
sado en la posibilidad de que Isabel hubiera llegado en aquel
momento de vuelta del sabbat. Quizás no sea casual qiie Catalina
García, .<LaDalrriava~,otra viuda acusada de brujería, asimismo
venida a menos (canto Isabel como ella habían tenido mozo y
ahora vivían pobrernerite), también se cayera por las escaleras de
su casa. A resultas del accidente, su aspecto tampoco era muy
lialagücño, ya que al caer se había fracturado arnbas manos.
Scgun el testigo encargado de narrar el suceso, Catalina era sos-
pechosa de briijería, pues ella misma había hecho referencia a la
intervención d r l demonio en la caída:
&Estandoim dia Agustiri Gil en convrrsacion con la dicha Dal-
mava le dixo: -tCoino raysies que teneys las dos manos bal-
dadas? Y clla respondio: - S u b a abrir al rrioc;o que venia del
molino y quando volvi a baxar, el diablo me echo por las escale-
ras abaxo y me rotnpi las rriarios. Y cstc tcstigo le dixo: -2Yvos vis-
tcis al diablo? Y ella respondio: -Si, que yo le vi, quc cn la bode-
ga se puso dcbaxo de una cuba.»'4h
Otra de las ancianas acusadas que, sir1 duda alguna, vivía en un
sniindo propio, poblado de espíritus, y cuyas costumbres Ilamabari

"" Ihidrm. fol. 110.


24ii
Pi-occio coiiti-;i Cataliiia García. Peiiarroyü de Tastaviris. 1591. Al>%.C. 18-
17. fol. 39.
poderosanierite la atención de cuantos la conocían era María Cal-
vo. Viuda, como Isabel y Catalina, creía, al igual que ellas, en la exis-
tencia de seres inmateriales que la acosaban y de los cuales debía
defenderse. Si Catalina temía al diablo, María no vacilaba en refe-
rirse a las brujas como un colectiko insidioso y acorralador. Según
Juan Soriano, tino de los testigos que declararon en su proceso,
%Undia del mes de dizicmbre del año proxinie passado de mil
quinientos nobenta y ires, Maria Calvo, vezina del lugar de L e x -
ra, [...] llego a casa deste deposante y dixo al deposante entre
otras cosas: -Señor.Joan Soriano, p o sabeis lo que pasa? Sabed
que la riorhe passada, seria inedia noche, han andado por enci-
ma de nii tejado de mi casa unas brujas, y querian entrar donde
yo estaba, y yo les dixe: -No tendreis poder, bellacas, de hazer-
me daño ni eriirar en mi casa. Y el deposante, diw, pregunto a
dicha Maria Calvo y dixo: -Pues como, <brujashay aqui eri Leze-
ra? La qual dixo y afirmo con juramcnto al deposante que las
habia, y que como ella habia hablado mal dc las brujas y ellas lo
habiari sabido, que por eso le habrian querido hazer
El hecho de que María hablase de *brujas., aunque fueran
incorpóreas, aumeritaba las sospechas de sus vecinos hacia ella.
Tal g como relataba CatalinaJiméne~,
«Un dia del mes de dezienibre dcl año proxime passado [...]
estando la deposante en el orno de dicho lugar, donde habia
rriuctias mugcres, y señaladamente Maria Calvo, [...] oyo la depo-
sarite y vio quc dicha Maria Calvo corrienco de hablar y tratar de
brujas. Y la deposante dize le dixo: -i(Lirita alla, calla! No trateis
de brujas ni las nombreis, que vos sois una gran b r ~ j a . ~ ~ ' ~ ~
Como ocurría a menudo a otras mujeres mayores, María, debi-
do a su escaso tiento con quienes la rodeaban, se hallaba enfren-
tada a muchos vecinos del pueblo. Según el resumen redactado
en 1394 por el fiscal del Arzobispado cesaraugustano a partir de
las acusaciones procedentes de varios testigos:
<<La dicha Maria Calbo, de uno, dos y mas años a esta parte, y
aora de presente, ha sido, fiie y es muger de mala vida y costurri-
bres, dcsbergonzada, disoluia de lengua y rcbolbedora. Y que no
tiene respeto a ninguna manera de gentes, assi cclesiasticos como
seglares. Y que ha sido causa de muchos rriales y cscandalos en
dicho lugar o villa de Lezera. Y tal dello y de lo sobredicho ha sido
y es la voz coriiuri y fama publica en dicha villa, y asi es verdad.nZdq

247
Psoccso contra María Calvo. Ikcera. 1594. ADZ. C. 33-14, fol. 2%.
248
Ihid~m,fol. 27.
24cl
Ihidetn, fol. 2v.
Eri cuanto a las costumbres a las que se refería el fiscal, ya
vimos en el capítulo anterior; dedicado a los parientes políticos,
cómo el yerno de María -que vivía con ella desde hacía ocho
años- la había acusado de bruja aduciendo, entre otros iriotivos,
que de noche rio se desnudaba ni dormía en su cama, sino vesti-
da encima de un banco. Asiniisrno -declaraba dicho testigo-,
su suegra solía pasear sola de madrugada por las calles y corrales
del pueblo, lo cual podía ser indicio de siniestras actividades. Que
fuera el yerno de la acusada uno de los principales testigos en su
proceso venía a mostrar una vez más que el recurso a la brujería
i~incionabaen muchos casos como una forma para excluir -en
este caso expulsar- a las ancianas consideradas rnolestas hacien-
do uso de la justicia conio de un intermediario supuestamente
neutral, esto es, de una rrianera indirecta y cómoda.
La estrecha relación entre ciertas acusaciones de brujería y la
proscripción de mujeres mayores que convivían con sus hijos adul-
tos en unas condiciones nada hvxables para ellas, es palpable en
buen numero de casos. ,;\sí, por ejemplo, en el proceso incoado por
la InquisiciOn zaragozaria en 1534 contra Dominga <<La Cojan, veci-
na de Pozán de Vero (Huesca), uria pequeña localidad situada no
muy lejos de Barbastro. La acusada -vieja y, por si fuera poco, tam-
bikn coja- tenía amistad con otras dos mujeres de dicha localidad,
Gracia (<Ida Nadala. y Beriedeta <La Piquera., ambas entradas en
años. Al igual que Dominga, dichas mujeres terminaron cayendo en
manos del Santo Oficio, ya qiie las dos fueron acusadas de formar
parte de uria ~corripañía~ de brujas y de reunirse para ir volando
juntas hasta el lugar donde se celebraba el aquelarre. Lo cierto es
que todas ellas, al verse despreciadas por sus respectivas familias, se
Iiabían aliado unas con otras y no era extraño encontrarlas fanta-
seando acerca de conio podrían hacerse ricas tras haber sido des-
poseídas por sus parientes sir1 tener en cuenta sus derechos. Anto-
nio de Oleto, testigo en el proceso contra Dorniriga, relataba cómo
Beriedeta le había dicho en cierta ocasión a la acusada:
«?No os acorclais, I)orrienica, que un dia [...] me dixisteis que
corno r r i i iba con nii yerno y VOS dixe que muy mal, quc mc habia
destituido, y me dixisteis que si yo querria hir con vos que rrie
lebarades a un lugar que de ay wrnia muy rica!>>'"'
Idascorrerías y andarizas de todas aquellas ancianas qiie no
encontraban acogida en sus hogares y buscabari una cierta com-

2:,0
Proceso cori1r.a Doiriiiiga .<LaCoja,>.Po7511 dc V'cro. 1534. rlHPZ. C. 31-2.
fol. 58.
plicidad entre ellas se identificaban por los jueces con horrendos
aquelarres, lo cual era de gran utilidad a las familias que desea-
ban desprenderse de dichas mujeres y que, con sólo acusarlas
de brujería, conseguían que fueran presas y encausadas, aun-
que -como bien sabemos- no sicmpre condenadas. En 1626, la
InquisiciOn de hragón procesó a dos viudas de setenta años, Mar-
@ida Esciider y Juaria Bardaxi, ambas vecinas de Taniarite de
Litera (Huesca). Si conocemos su caso es gracias precisarriente a
haber sido juzgadas por el Santo Oficio, ya que la justicia seglar
las había apresado a las dos anteriormente y, de no haberse trans-
ferido su proceso a la justicia eclesiástica, probablemente huhie-
ran acabado siendo ahorcadas como caritas otras mujeres de la
misma coniarca. No obstante, el hecho de haber reriegado de
Dios las convertía en apóstata, motivo por el cual debía ser la
Iriquisición la encargada de jii~garlas.La calificación de apostasía
había salvado la vida tanto de Margalida como de Juaria. Según
constaba en la relación de causa de la primera:
«Marcalida Esrutler-, viuda de Juan dr Piiy, sastre, vecina dr
'laniarit dc Litera [...], de edad de 70 allos, estarido presa en las
rarceles dc la justicia seglar de Tainarit pos h i j a y tiniendose
relariori que avia c o n h a d o como avia renegado de Dios y dado
la obetlirricia al Demonio, y que ahorcaba la,justicia seglar a algu-
nas, se esrril~ioal conlisario se infiirrriasc si era verdad que avian
confesado el reniego y apostasia, o que ovicsc alguna dado la obe-
ciicncia al Deriioriio, advirtiese a la jirsricia seglar tenian obliga
cion a remitir al Santo Oficio la persona y ski declaracion.>~"'l
Lo misnio se hi70 con . J ~ ~ a nFácilmente
a. podernos silponer
cómo, tras ser sometidas a tortura, ambas ariciarias debieron de
recorioccr ante los,jueces seglares cuanto aqu6llos quisieron acer-
ca del Demonio y de las juntas de hrujas. Por dehajo de sus res-
pcctivas confesiories, sin embargo, se adivinaban los authticos
problemas que cnfi-entaban a las dos mujeres con su entorno más
próximo. Kecha~adaspor sus parientes más cercanos, ambas ha-
bían deseado vengarse debido a uno u otro motivo. Según los esca-
sos testimonios que nos han llegado, Margalida, porque en cierta
ocasión la habían azotado por robar, y Juana, porque su hija y su
yerno la habían echado de su propia casa. A pesar de las intencio-
nes revanchistas declaradas por ambas reas, su desquite, lejos de
constituir un verdadero peligro, kiabia sido más iniaginario que
real. Según Margalida, ella y otras mnjeres habían acudido una
noche a un lugar d o n d e se avian de vengar., no obstante lo cual,
«luego volvicron dicicndo que no avian podido porque esta-
bar1 despiertos y con luz en la casa dondc avian de hazer el mal, y
qiie con esto se volvieron a sus casas.*'""
Por lo que respecta a.Juana, el relato de sus represalias bien
podía referirse a u n sueño ya que, d e acuerdo con lo quc clla mis-
ma afirmara, todo había comenzado,
«a la noche, teniendo cerrada la puerta de la calle con llave,
a cosa de las dicz, cstando desnuda en la cama, no sabia si avia
coniencado a dormir o no.^^"'
Lo que n o admitía iiiriguria duda e n cuanto a su carácter orií-
rico o real era el r e c h a ~ oexperi~ricritadopor la acusada, así como
las ansias vindicativas d e la mi5ma. En palabras d e Juana,
({Abriasiete o ocho anos, estando un dia al sol antes de comer
hilando a la puerta de un molino de dicha villa, sin que la pudie-
sen o y ~otras mugeres que estaban apartadas, lc dixo cicrta mujer
(qiie aquellos dias avia ahorcado por bruja la justicia seglar) quc si
queria la rra h u r r mal a s u hija y a su yerrio, p ) r q u e la avian hecha-
s e ella a la noche, y que sin saber la rra ni
do de su casa, se f ~ ~ econ
imaginar adonde avian de y, le repondio que yria con
Finalmente, según dicho relato, fileron «hasta un guerto h e -
ra de la villa),. Allí encontraron a <<unperro mecliano, como par-
don, que inmediatamente identificaron con el Demonio. Eriton-
ces renegaron d e Dios y comenzaron a rendirle culto de diversas
formas?"".

Todo induce a pensar qiie las ilusiones y travesuras d e ciertas


viejas, despechadas tras sufrir el menosprecio de sus familias, eran
interpretadas por muchos tribunales -la rriayoría seglares-
corno símbolos inequívocos d c su poder demoníaco'"! Ello pro-
vocaba delirantes confesiones por parte d e las reas que, n o obs-
tante, la mayoría d e los~jueceseclesiásticos ponían e n cluda, a d o p
tando, a diferencia d e los seglares, una postura escéptica. Aun así,
toda acusación d e brujería implicaba la marginación social de las
afectadas, e n mayor o menor grado. Pese a la benignidad, por
ejemplo, con que fueron tratadas por la Iriquisicióri aragonesa

YiY
Itridpm. fol. 896.
253
Iiidem, rol. 8 9 7 ~ .
l>i 4
Ifndrm, fol. 807.
.>--
-'"' Il>irl/~m,
fols. X97499.
256
Todavía Iioy en día los tí.rrriiiios etr-avesur-any diablur-an siguen sierido
sinónimos.
tanto Margalida como ,Juana, ambas terminaron sierido recorici-
liadas y corideriadas a reclusión por seis meses para ser debida-
mente instruidas en la doctrina católica, lo cual suponía, evi-
dentemente, la obligación de dejar sus respectivas casas.
E11 su interesante est~idioacerca de las relaciories entre la cultu-
ra popular y la cultura de élite en Europa durante los siglos XV al
XVIll, el historiador Robert Miichembled se refería al auge de la
represión sexual qiie tuvo lugar tras la Contrarreforma dentro de
la campaíla general d e aculturacióri del medio r u ~ a l .Según
Miicheiiibled, dicha represión se uni6 a una presion directa sobre
las costunibrcs y usos tradicionales, y se centró principalmente en la
mujer, ya qiie ella encarnaba el símbolo i~indamentalde la lujuria:
«Pero, <por qiií' se echó la culpa a rri~ijeresviejas y pobres, a
menudo viudas, más qiie a oiras represeritarites del sexo fenieni-
no? En primer lugar, porque ellas eran más viilrieriables y social-
mente menos peligrosas. La debilidad o la inexistencia de sus
relaciones familiares o sociales las situaban al margen de la aldea.
Atacarlas a ellas comportaba un menor riesgo de desencadenar
guerras familiares, luchas de clanes o de grupos enfrentados
eritrt. sí, es decir, de agravar aún más las tensiones internas de la
co~iiirnidad.»?~'
.4sí pues, las ancianas abandonadas constituían un chivo expia-
torio ideal, ya qiie su aislamiento las volvía irideferisas. Luchar con-
tra las llamadas brujas venía a ser como Iiichar contra u n enemigo
desarmado. L,os poderes atribuidos a las mismas n o eran más que
una forma d e justificar la tremenda desigualdad existente entre
perseguidores (familias, claries, con frecuencia bien situados eco-
nómicarrierite) y perseguidas. Realmente solas, desamparadas y
despreciadas por casi todos, e n iin intento de co~riperisacióriirria-
ginaria, se las acusaba d e ser cómplices ( e iricluso amantes) de
Satanás. Dicho de otro modo, se las asociaba con lo prohibido, con
todos aquellos corriportamicntos e ideas que a los encargados del
poder lcs interesaba desterrar. Y es que, como expresaba el misirio
Muchembled, dichas ancianas constituían,
<<los
principales agentes de la transmisión de las supersticio-
nes, de las creencias rriágicas [... 1 Ellas difundían la cultura popu-
lar, como diríamos en 16rrnirios del siglo XX. Adcmás, 'el sexo
femenino es normalmente el conservador y transmisor privilegia-
do dc los bienes culturales' [...] Ellas represeritabari, debido a su
edad, la capacidad de supervivencia y resistencia d e los antiguos
esquemas mentales propios del rriurido rural 1 ... 1 De una rriarier-a
general, se puede decir-que estas ariciarias perterircian iil ariiigim
orderi de cosas, al rriiirido iniigico, qiir era el de sus antepasados
carripesirios. Ellas creían en la posibilidad de actuar sobre este
iiiiuido, por medio de ritos, palabras y actos que los.jueces califi-
caban de diabólicos.>)"'"
Fueran conscientes sus perseguidores d e la diferericia cultural
que tales ancianas representaban, o se tratara más bien de iin inten-
to de determinadas familias por desembarazarse del problema que
suponía rriariterier e integrar a dichas rri~ijerese n una sociedad que
las despreciaba, lo cierto cs que una prueba más del irifierrio en
qiie se convertían con freciiencia las relaciones humanas venia a
ser indudablemente la excl~isiónsocial y familiar de las viejas seña-
ladas como brujas. Algurias de ellas, como veremos e n el siguiente
capitulo, dedicado a los profesioriales d e la magia, encontrarían
una relativa salida a sil estado de marginación mediante la explo-
tación económica de la fuerza que les era atribuida: nos referimos
a las hechiceras propiamente dichas. No obstante, tal y como se
desprende dc los testimonios que liar1 llegado hasta riosotros, las
condiciones e n qiie tales mujeres ti~vieronque desempeñar su ofi-
cio n o f~leronprecisamente satisfactorias. A pesar de la creencia
social generalizada e n sus capacidades mágicas, a menudo la con-
fianza originaria se tornaba en profurido odio cuarido n o sucedía
aquello que sus clientes solicitaban de ellas. I,o mismo piiede aíir-
rnarse con respecto a otros profesionales del gremio, de cuyas oscii-
ras actividades darerrios cuenta e n las págirias que siguen.
PROFESIONALES DE LA MAGIA

15 de los encantndo~es,dr los r


nwr o mapeos contzno dum
la condznon, asfiera p funte.
Miguel de Cer \antes1

Los conflictos y tensiones, verdaderos protagonistas de los pro-


cesos por brujería y superstición estudiados, vuelven a mostrarse
decisivos al abordar cl estudio de la rriagia como actividad profe-
sional. En primer lugar, porquc el principal motivo que irripulsa-
ha a muchos individuos a solicitar los servicios de los hcchiccros
y hechiceras no era otro, en el fondo, que la falta de aptitud para
comunicarse satisfactoriamente con sus semejantes. En segurido
lugar, porque los frecuentes altercados y dispiitas entre los mis-
mos profesionales de la magia, o entre éstos y sus clientes, eran la
mayoría de las veces lo que provocaba que los acusados acabaran
cayendo en manos de la justicia. No olvidemos que las denuncias
solían proceder bien de quienes conipetían en el mercado de la
magia, bien de quienes, después de haber abonado una deterrrii-
nada cantidad para satisfacer sus intereses, sc habían sentido
defraudados y engañados.

' Martín DE C:AST;\NL(~A, Tratado rnuj sotd... (1- ed.. 1520), Madrid, Sociedad
de Bibliófilos Españoles. 1946, p. 38.
Miguel DE CEK\.~\TI:S S.AAI~EI>KA, El ingrnzoso Izidalgo d o n Quzjotr dr In M m c . h a ,
vol. 11, c a p XXXV, Madi-id.,Jiian d c la Ciicsta. 1 hl5.
Tras un primer contacto con la documentaci6n acerca de los
magos de oficio, deducirnos que sus dos principales actividades con-
sistían, por un lado, en sanar a los enfermos y, por otro, en ejercer
de mediadores en las relaciones de pareja que no funcionaban bien
o que ni siquiera habían llegado a materializarse. Asimismo, eran
requeridos con menos frecuencia para hallar a determinadas perso-
nas, animales u objetos perdidos, .saber las cosas ociiltas~:',lograr
que alguien se volviera invisible o, incluso, conseguir que un indivi-
duo pasara del estado de pobreza al de abundancia, ya fuera gracias
a la localización de algún tesoro oculto o a la adquisición de la capa-
cidad necesaria para ganar en losjuegos de azar, por citar algunos de
los ejemplos más comúnmente repetidos. En cuanto a la adivinación
(una de las forrrias en que debía manifestarse el pretendido poder
mágico de quienes aseguraban poseerlo), no era sino la manera de
averiguar cómo debía procederse para alcanzar los efectos deseados.
Buena parte de los conjuros niágicos utilizados por los hechice-
ros y hechiceras estaban, por tanto, destinados a la curación de
enfermedades. No obstante, un análisis más detenido de las fuentes
revela la existencia -bajo la máscara de tales enfermedades- de
cuestiones de índole muy variada, a menudo íntimamente relacio-
nadas con la violencia reinante, cuando no con la violencia de las
propias pasiones incontroladas. En los siglos XVI y XVii se denornina-
ba enfermedad (dolencia, mal) a todo cuanto constituía un proble-
ma personal, sin diferenciar lo psíquico de lo puramente fisiológico.
Valga como ejemplo el conocido como (<malde amor., verdadera
dolencia según las doctrinas vigentes en la época4. Otro tipo de
enfermedad muy habitual, si atendemos a los numerosos testimo-
nios contenidos en los procesos analizados, era la fatiga extrema
(estar .baldadon, (<tullido., .gastado., a-oncado>>,etc.). Muchos in-
dividuos aseguraban haberla experimentado tra.; mantener una riña
con alguno de sus parientes o vecinos; a menudo, y como conse-
cuencia de las disputas, los adversarios quedaban completamente
inhabilitados para deseinpeiiar sus actividades cotidianas durante un
lapso de tiempo que en ocasiones podía alcanzar varios anos.
Todo género de padecimientos y achaques eran atribuidos a la
falta de armonía en las relaciones persoriales. Cada vez que se prc-

" Vease AHN. Iiiq. Iih. 991, fol. 323~.


La <<enfermedadamorosan se crria provocada por maleficio y, en corise-
ciicricia, se hallaha tipificada en la mayoría de los manuales dc magia coetáneos.
1.a práctica de la philoruplio (maleficio hccho con el propósito de coiiseguir el
amor de alguien) había sido condenada corno supcrsticiosa en rI siglo X l por
autores como el carióriigu raragozano Kcrnardo Basin o Juan Nidcr, quienes con-
sideraban decisiva la ititrrvención del Denioriio para incitar a la Iujiiria.
diicía un coriflicto entre dos o más sujetos, venía a ser corno si una
pieza del rompecabezas corriuriitario se desgajase y ello originara, a
su vez, ima ruptura interior capaz de alterar la complexión y la
salud de los afectados. Segíh la interpretación de Violante Sorolla,
testigo en el proceso contra Bárbara Blanc, de Peñarroya de Tasta-
vins (Teriiel), Pedro Pallarés, un vecino de dicha localidad que
había estado enfermo durante más de un año, había muerto etico,
«y cretie le vino aquel mal porque siendo guarda del pueblo
[...] tonio un hombre preso en una heredat, y lo traxo al pueblo
preso para que lo pusiesseri en la carcel. Y quando fue cn Peña-
rroya, losjirrados le dixeron que rio estava bien preso, y no lo qui-
sieron poner en la carcel, sino que lo dexaron. Y desto, la depo-
sante crehe que dicho Pallares tomo mucho enojo, porque nunca
mas estuvo bueno y de dicha dolencia riiirrio.*"
Dejando a uri lado el origen real de la enfermedad, lo que nos
interesa desvacar ahora es la incuestionable asociación que la testigo
establecía entre el fiierte disgusto sufrido por el guarda y la dolencia
que lo había precipitado a la tumba. El conocido por entonces
como mial ktico), ha sido eri nuestros días identificado con la tisls
(del griego @3i01c corisuncih), que puede referirse tanto a una
tuberculo.risde tipo pulmonar como a cualquier otra enfermedad en
la que se produzca una consiinción gradual, fiebre y ulceración de
al@ órgano. Eri los siglos XVi y XWI, cuando alguien se iba debili-
tando y enflaqueciendo se decía que se consumía y secaba hasta qiie-
dar ético. Dicho estado se relacionaba, muy frecuentemente, con la
desazón y la desesperación debida a alguna contrariedad o disgusto,
cuando no con algún rrialcficio de origen desconocido. Dentro de
la misma lógica, había rriuchos casos en que la mejoría de ciertos
enfermos se atribuía directamente a los buenos tratos recibidos por
éstos.Joan de Maella, testigo en el proceso contra Francisca Castán
y María Tolón, narraba c6mo 61 mismo l ~ b i estado
ü enfermo duran-
te mucho tiempo y c6mo Fr,mcisca Castán había ido a visitarle,
«y entro en el aposserito donde este deposante estava enCer-
mo y se pusso a los pies de la cama donde estava y le toco en los
pies. Y despues qiie lo hubo tocado, de alli adelante aiernprc
aritluvo de me~ora.»"
Segiln el relato de Joana Dionisia Moreno, otra testigo del mis-
mo proceso, su marido había pasado una larga temporada cn el

" Proceso contra Bárbara Klaiic. Pcñarroya de Tastavins. 1591.ADZ. C. 31.:34.


fol. 86.
Procrso contra Francisca Caitán y María Tolón. Priiatloii 1609. ADZ. C. 5-
10, fol. 84.
hospital de Zaragoza. lJn día en que ella file a visitarlo, él le con-
tó que también había estado allí María Tolón,
"y que lo havia abrazado, y que desdr que lo abrazo se havia
sentido con mucha i ~ i r x o r i a . » ~
lo cual había provocado que la esposa ((presumieray coligie-
ra))que dicha María Tolón tenía embrujado al enfermo. Otro tes-
timonio muy semejante a los anterioici fue el prestado por Tomás
Prudencia, quien había afirmado ante el juez episcopal que,
«estando enferrrio en Caragoca, doride estuvo en la cama
muchos dias, vio lo llego a visitar la dicha Maria Tolon un dia a
escuras en el apossento doride estava. Y se fue paria el depossante
y le pusw Oas manos en la cabeya, le alcnto,junto a la boca, le pus-
so la cat~ecajunto de la del [...] y luego que hico esio se hallo cl
depossante mejor, y luego estuvo bueno.."
Así pues, se pensaba que, si no todas, al menos un buen nílme-
ro de enfermedades tenían su origen en tensiones producidas
por desavenencias o desericucntros y que podían curarse median-
te el simple restableciiriierito de aquellas relaciones que no fun-
cionaban bien. Dichas entermedades quedaban incluidas entre lo
que se conocía como .males de brujas,,, a diferencia de otras afcc-
ciones calificadas como maturales~,que se transmitían por con-
tagio y cuyo remedio no se juzgaba tan accesible. Según la decla-
ración de Raltasar Roiz -testigo en el proceso contra Bárbara
Borifill, de Peñarroya de Tastavins (Terue1)-, una miqer de
dicha localidad conocida como La Roiza habia padecido,
«iiria enfrrmcdat que el rlepocarite prctiende era etica, por-
que se yba p ( ~ aopoco enflaqueciendo y doliendo. Y despues vio
[...] nmrio. Y no entiende el dcposante ni c r ~ l i einiiriesse dc mal
de bruxas, sino de enfermedad natural.."
Las afecciones producidas por gérmenes que podían transmi-
tirse a través de objetos como la ropa, pertenecían -según los
testigos- a una categoría desconocida, pero evidentemente dife-
renciada dcl <(malde brujas.. Tal y como afirmó una declarante
en el proceso contra Bárbara Blanc, la mujer de Joan Macstre
había muerto,
«y drspile5 le dixo el dicho su marido a la deposante que habia
pidido de consejo nl rnedico si pondria los vrciido\ de su mugcr a la

I h i d m , fol. líi6.
' [úidm, fol. 173,
'' Proceso contra Kirbai-a Borifill. Peiíarroya de Tastavins. 1501. ADZ. C. 37-
40, tol. 52.
inucliacha. Y el inedico ]labia respondido que no lo hizicssc por ser
cosa peligrosa. Por donde la deposante colligio ser cnfcrmcdad eti-
ca, que se guarda 7; suclc guardar dc los vestidos, 7; por esto no cre-
hc que tal cnfcrmcdad hobicsen podido causar briixas, que si elliis
la causaren, no habria necessidat de girardarse de los vestido s.^^"'
Sin embargo, pese a la atribución d e ciertas enfermedades a
un origen desconocido, tal y corno pretendía la testigo, la mayo-
ría de las dolencias seguían considerindosc fruto d e algún hechi-
zo o encantamiento maligno (lanzado siempre por un ericrriigo,
de ahí la íntima asociación entre disputa y enfermedad). En con-
secuencia, se creía que los profesionales de la magia eran los espe-
cialistas indicados para curarlas, ya que -bien por su poder per-
sonal, bien por el dominio de las técnicas mágicas- sblo ellos
poseían la capacidad de contrarrestar los nialeficios que las ha-
bían causado. En realidad, la magia constituía u n fenómeno de
consenso social: la eficacia de la misma derivaba de uri acuerdo
implícito entre los miembros d e una determinada comunidad. Lo
que otorgaba a los magos su influencia y poder era, e n último tér-
mino, la opiriibri pública". Hechiceros y hecliiceras profesionales
no hacían sino explotar en sil beneficio el <<inagotablefondo de
magia difiisa~que subyacía d e forma más o menos consciente
bajo las ideas y coniportaniientos de sus contemporáneos.
La sugestión desenipeñaba u n papel primordial e n la curación
de buen número de cnfcrnicdadcs. Ello se rriariifestaba tanto e n
la exagerada dramatización como en las continuas demostracio-
nes de poder provenientes d e quienes deseaban hacerse con una
clientela fija. Catalina Gallego, por ejemplo, convertía sus sesio-
nes curativas en u n a auténtica puesta e n escena consistente en
representar cómo el mal salía del cuerpo del enfermo y se trans-
fería al de ella. Absorbiendo y padeciendo simbólicamente el
dolor ajeno, lo eliminaría". Su *técnica* consistía e n medir (esto

10
Proceso coiitra Bárbara Blaric. Peiiarroya de Tastaviris. 1591. ADZ. C. 31-
94. fol. 74.
" \T&mse Claude I~¿vr-S~r¿i~ss, 2irilrr$Jok)g¡íl e.~lrutluml,Buenos Aires, Ed.
Eirrlrha, 1968, p. 152, y- Mai-crl M:\iiss. <<b.sbom d r iiiia troria gciirral d r la magia,>,
en Socioloyicl y "irrlrof~o~ogií~.
Madrid, Ed. Tecrios, 1971, p. 176.
" James George Frazer dedicó i i i i capiriilo rlr sir obra I,n rnnin do)-ndna la ti-aiic,
iereiicia del iiial. Según dicho autor.: <.LaiiociGri de qite podernos ~raiisfei-iriiiiestras
culpas y dolores a otros seres que los soportarán por riosotros rs familiar a la incntc
del sal\aje.>..4cIeiiiás de citar ejeiiiplos qiie a~es~igi~al-iaii
la vigeiicia de dicha creericia
en algunos pueblos priinitivos. se refería a irii caio riiropco d r tinalrs dcl siglo ><VI:
<<En el año de 1590, una briija escocesa [...1 fue declaixda citlpable de Iiaber ciir-ado
a un tal Roberto Kei-s d r iriia ciifcrrnrdad 'qiir Ir cargó i i i i bi-i?jo [...] y ciiya riitci--
niedad toirió ella sobre sí iriisrria, pei-rrimecierido eii i i r i grito y entre dolores Irasta
es, delimitas, controlar) el mal; gemir, llorari'; y, por ultimo, invo-
car la ayuda de Dios y de los santos. Según el testimonio de h t o -
nio Jurado, la acusada,
d e b a un rosario eri la mano y se aparta a u n aposento, y alli
da grandes sospiros, qiie la oyen desde a f ~ ~ c rYa .que saritigua los
hombres y los animales invocando los sanctos y a Jesiichristo. Y
que les dizr rnuchas veces q u e malas personas les han hecho mal
y q u e si 110 acudieran, que murieran en muy poco tiempo.."
Jactarse de la propia valía constituía una táctica practicada
Iiabitualmente pasa impresionar y atraer a f~iturospacientes. Ale-
jo Cabello -un morisco de María de Hucrva (Zaragoza) juzgado
por la Inquisicib~ien 1606- decía saber curar todo tipo de enfer-
medades,
*y que trayendole la orina d c qualquier enfermo, aunque
fuesse d e vcynte leguas, dicieridole el nombre acertaria la e n k r -
medad q u c tuviesse y qiiando avia d e morir.>>"
Para ello contaba, segíin él mismo aseguraba, con la inestima-
ble colaboración de todos los demonios. Tal y como relató un tes-
tigo de sil causa, Alejo había afirmado en su presencia que él
curaría (aotra persona qiie estaba enfer~ria,y le pusso un h a ~ de
o
carnero sobre el estomago>>,
<.y que si aquello rio bastase, q u e le curaria p o r arte d e nigro-
mancia ] ...] y declaro q u e savia curar de mal d e coracori, aunque
aquella cura Iiera muy dific~iltossa,porque para liacerla avia de
desriudarse e11 carnes y pelear con cl demoiiio y acotarle. Y que,
si el queria, haria que todos los diablos viniesen adonde el stu-
hiesse y los compeleria a cllo con el lilwo q u e tenia. Y que vcn-
ciendo al demonio mayor, los derrias luego se subjectarian.~~'"

Sii poder era tal, según sus propias palabras, que <<en qualquie-
ra liigar qiie el stihicsse n o se apedrearia el termino.,, En el cul-

por la maiiana, durarite cuyo lierripo se estuvo ovrndo en la casa uri gran estrépito.'
El r~iiclolo hacia la bruja cri siis esfuerzos por tr-wl'idar la eriSerinedad por interme-
dio de ropas de ella a uri galo o perro,, (véasr,Jaincsc;eorge FRULR,I d rnrrr*~doroda.
wlig'ón, Madrid, Ed. Fondo de Cultura Ecoiióinica, 1951, pp. 608 y 612).
~Zfnfi'ia?~
'
I
Según el arxto ar-ticiilo d r la aciisación fiscal. ~~algiirias pei-soiias Ir han
oydo clai- grandes gemidos y aullidos y llorar grande c.;pario y hazer otras zirirrio-
riias de esparito.. (Proceso contra (;ataliiia Gallego. Mariclioriea. 1591. Al)%.(:. 28-
32, fols. 5v-6).


AHN. Inq. Lib. 990, fol. 346b.
I (,
Ih~tlrrrr,Sol. 347.
men del alarde, había llegado a pr orrieter a otro de los testigos que
declararon en sil proceso que,
4 queria el testigo, le haria veer bajar una strella del cielo y
volverse a subir.)."
Del mismo modo, María de Korricrales, uria viuda zaragozaria
de sesenta y tres años, cuyos ingresos procedían de sil oficio de
hechicera, había hecho ostentación entre otras habilidades de
poder sacar <<de la carcel a un ombre sin que echasen de ver por
donde lo sacaban, de haber dlevado a Roma y a Jerusaleri a cier-
tos omhres dandoles sueiio}),o de tener «unas sortijas, y en cada
una un familiar.))Atribuyéndose a sí misma aptitudes escatológi-
cas que la ponían en contacto directo con los habitantes del '4ver-
no, segúri tres contestes que declararon eri el proceso iriquisito-
rial incoado contra ella,
«había dicho que haria salir el cuerpo de un difunto de una
bodega y abrir la tierra para que se vieran los d e r n o i ~ i o s . ) ~ ' ~
La reputación o prestigiu del hechicero constituía un factor
decisivo para el éxito de las operaciones mágicas. Dicho prestigio se
ganaba a fiierza de ilusionar, de encandilar, de encantar, de cautivar
los seritidos y hacer concebir esperanzas a quienes decidían poner-
se en sus manos. La gama de posibilidades prodigiosas que los prac-
ticantes de la magia ofrecían era lo que hacía que ésta resultara
atractiva y lo que le confería su poder. No en vano, los magos eran
llamados tarribiéri prestidigitadores, esto es, ilusionistas dedicados a
embaucar a los demás por medio de juegos y artificios, que eran los
que les otorgaban su fiprestigio>>"'.Entre otras miiclias habilidades,
una hechicera zaragozana.juzgada por la Inquisición de Aragón en
1609 era capaz, segúri ella rriisnia declaró ante el j u e ~ de, *sacar
ratas a bay1ar.n"' El mito de la magia consistía precisamente en cre-
er que podía conseguirse todo cuanto se deseara. ( h m o afirm6 el
antropólogo Bronislaw Malinowski, del mismo modo qiie,
*la ciencia se basa en la convicción de qiir la experiencia, el
esfuerzo y la razón son válidos, la magia se basa en la creencia de
que ni la esperanza puede fallar ni defraudarnos el deseo.>>"

" Ihirlnn, fol. 347.


lH AHN. Iriq. Libro 991, lol. 134-5.
I Y El término prí..prtid@tahr es u n derivado del latín pruí.rti@or (prectidigita-
dor), con alteraci61i dehicla a una lilsa etiiiiología qiie hizo iiiterveiiir al latín di@
tum, dedo.
211
AHN. Jiiq. 1 . h 991, tol. 87v.
" M~U.I\OWSKI,
Bror~klil~ Afq@«, ñí.ncza, wllgzón, Barcelona, Ed. .hiel. 1982, p. 9.
Si la ciencia y, en general, todas las actividades de la vida coti-
diana se fundamentan en la observación del entorno, la niagia,
por el contrario, en palabras de Malinowski,
ese basa en la experiencia especifica cit. estados emotivos en
los que el hombre no ol~servaa la naturaleza, sirio a si mismo y en
los que n o es la razón sino el juego de emociones sobre el orga-
nismo kiiimano el oue drsvela la verdad. Las teorías del conoci-
niirrito son dictadas por la IOgica, las de la magia por la aso-
ciación de ideas bajo la influencia del deseo..?'
La función de la niagia consistente <<enritualizar el optimismo
del hombre, en acrecentar su fe en la victoria de la esperana
sobre el niiedo~"', se manifestaba sobre todo e n la eficacia de las
prácticas curativas de muchos licchiceros. Hoy en día diríamos
que eran los propios enfermos quienes se curaban a sí mismos,
alentados sin duda por la confianza depositada en el poder de los
profesionales a quienes acudían en busca de consuelo. En un
estudio sobre las implicaciones del actualmente conocido como
@c.lo placeho, 1,innie Price ha afirmado qiie, tanto en la salud
corno en la enfermedad, todo individuo debe otorgar un sentido
a su estado y explicarse su situación particular a partir de la niul-
tiplicidad de sentidos socialmente disponibles, de entre los cuales
s d o algunos son aportados por la ciencia. Segun Yrice, el curso
de una enfermedad y de sil curación se ven influidos hasta unos
limites iricalc~llablespor la forma en que el paciente reconstruyc
creativarricnte la realidad; el efecto placebo n o constituiría, por
tanto, más que la exteriorización de dicho proceso".
Hasta hace m u y poco tiempo se suponía que $acebo, como su
propio nombre indica (c.omplac&, en latín), era todo medicamerito
usado rio por sil efectividad, sirio para complacer al paciente. No
obstante, y sin negar la base de dicha definición, actualmente se ha
demostrado que muchas de las drogas wfectivas~tienen única-
mente un poder algo mayor que el plar~baAlgunos investigadores
han llegado a atribuir al +ctoplnceho entre un 30 y un 60 por ciento
de la eficacia de los tratamientos qiie se utili~arien un amplio gru-
po de enferiiiedndes"'. Entre éstas se ixicluycn la tos, la angina de
pecho, el dolor de cabeza, el resfriado comím, el asma, los mareos,
la ansiedad, los cambios de humor, la hiperterisión, la depresi6ri o
la fatiga'". No sólo cualquier sustancia administrada en forma de fár-
maco puede ser realmente efectiva para la curación de dichas
dolencias, sino que incluso el placebo puede llegar a provocar
dependencia e n muchos pacientes"'. Las enfermedades rnayorita
riainente citadas por los testigos de los procesos cuando se referían
a los llamados .males de brujas., pertenecían al mismo tipo de las
enfermedades susceptibles de ser curadas mediante el +cto placdo.
Se trataba de dolencias de origen psicosomático tales como el
insomnio, la iatiga, los dolores d e cabeza y dc barriga o la impoten-
cia sexual. Su c u r a c i h por medio de la aplicación d e tratamientos
más simbólicos y rituales que nat~iralesrevela, una vez más, el carac-
ter erriiricntemente social tanto de la medicina como de la magiay8.
Aunque la curación de eniermedades era una actividad que
todos los hechiceros comparlíari indistintamente, resulta preciso es-
tablecer una diferencia bisica entre dos tipos de magia: una que p c ~
dnamos calificar de erudita (representada por intelectuales, monjes
o clérigos, todos ellos varones, e n cualquier caso) y otra de carácter
rriás populmr (practicada por mujeres de extracción social humilde,
analfabetas, e n ocasiones prostitiitas y, con frecuencia, celestinas).
En la atribución y manipulación de los poderes sobrenaturales, tam-
bién los hombres y las mujeres tenían asignados sus respectivos
roles. Pese a que la magia masculina y la fenieriiria poseían abun-
dantes puntos e n común, la consideración social de los hechiceros
era mucho mayor. Idas prácticas de éstos, a menudo prosaicas e
incluso toscas, se hallaban rodeadas d e un aureola de estima gene-
ralizada, a diferencia del desprecio con que era contemplado el
mundo de la hechicería femenina. Los misnios jueces ericargados
de la persecución de las llamadas supersticiones solían denominar

FKANK,«Pycliotherapy of Bodily Illness: 4 r i Ovrrvicw~,P~~~rhothrrnl,y ond P v t h o w


malirr, 26 (1975), PP. 192-202.
26
Véase H. R. B O L R ~ T
~ .T, h Placebo
e - a poorly iiiidci-stood aiid iieglected
therapeutic agrnr., r n Kntionol I h g i h m p j , Niteva York, 1971.
27
Véase P. VIUR, ~Deperidericeo11 a placebo: a raw rcport.2. H,?tirh Jourrid
~~'Prjrhintrj~,115 (19(iY),pp. 1189-1190.
28
~~hlediciiieia rioL a ria~iiral,bilt a social, s c i e n c r ~(1.iiinic
~ P K K : ~1>1>. p.
, d.,
71). Véase, asimismo. t:n rclarióii con las cliiiierisiories sirrih6lic;w de iniichos de
loi tratamientos co1itr.a diveraas erifkrrriedades en diferrntrs ciiltirras e1 estiidio de
Dariiel E. ~ I O L R M A <<Physiology
N, and Symbols: The &itliropological Implications
of thr Placebo Eifect>,,eri Lola Rovr~\~~<:c:r-Ross. Danicl t:. MOILK~NN y Latirerice
R. TAM(:REDI Frorn Gdlztrc. to M~thotl,Massachil-
(eds.) . 7 ' h ~A?,/h~opology~f'iLfrdi~ltw.
rrtt5, Bergiri & Garwy. 1982. pp. 15&167.
earle de nigromancia), a las actividades de los hechiceros, confi-
riendo de este modo cierta categoría a las mismas'!'. Por el contra-
rio, buena parte de las hechiceras eran directamente consideradas
brujas, esto es, mujeres malvadas y enemigas por antonomasia del
género humano. Ello ocurría por lo general en el medio rural dori-
de, corno sabemos, la mayoría de las desgracias de origen descorie
cido se atribuían a la acción misteriosa de las brujas. En las ciudades,
las acusaciories contra las hechiceras profesionales solían ser mucho
más coricretas, lo que revelaba, por lo general, el desengaiio expe-
rinieritado por sus clientes o -como ya adelantamos al comienzo
del capitulo- los frecuentes conflictos por problemas de compe-
tcncia que se pkmteaban entre los mismos oficiantes de la magia.
Se ha dicho muchas veces que así como la brujería constituía
un knómeno rural, la hechicería era característica de los medios
iirbanos"'. Podríamos matizar dicha afirmación al constatar la exis-
tencia en los medios rurales tanto de hechicería como de brujería,
a diferencia de lo que sucedía en las ciiidades, donde sólo hemos
hallado testimonios de hechicería propiamente dicha:''. Qui~ásla
explicación para ello estribe simplemente en que, en los riúcleos
poco poblados, toda hechicera era considerada además bruja,
aunque dicho calificativo no se aplicara casi nunca a los varones.
De acuerdo con ello, la totalidad de hechiceras profesionales en el
Aragón del siglo XW de cuya existencia podemos dar fe a través de
los documentos cor-iservadosperteriecían al medio urbano, mien-
tras que los conocidos como hechiceros o nigromantes se hallaban
distribuidos por coda la geografla del reino. Teniendo en cuenta
que, en realidad, la única ciudad qiie podía considerarsc como tal
era Zaragoza, no debería extrañarnos comprobar que la mayoría
de los procesos contra hechiceras profesionales fueran incoados
coritra habitantes de dicha población.

2!I
A propósito de la diferericia entre la magia practicarla por horribres y rnuje-
res, Martíri de Castañega. sr rxprcsaha como sigue: =Loshechizos que Los homhres
hazrri arrihúyense a alguiia sciericia o arte, y llamalos cl pueblo riigroiiiáliticos, y
rio los llarrian brujos [...] Mas las mujeres, corno n o tierieri excusa por algiina arte
o cirnria. riuiica las llarriari riigrornáiiticas [...] salvo mcgaq, brujas, liecliiceras, jor-
pirias o adevinas.,, (hfartín DE ( ~ \ s I A % ~ ( ; . A o$>.
, p. 38).
d.,
'30
VéaiiscJiilio BAUO~A, 1.a~t > r u j ~ ~su r y mundo. Madrid. Kd. Alianza, 1982,
11. 135, y Francisco J. FI.UKES I ~ K O M : E I . O ,k,'I diablo en iGt>(¿iia, Madrid, Ed. Nianza.
1985, p. 130.
No olviderrios que los ttrminos ínuja v IIrchirwa se iitilizabaii iridistiritamente a
riivel popular. Ko ohstantc, brujos y brujas era11 definidos por los exprt-toscomo aqiié-
llos qiie poseía11 uri poder maléfico que podían utilizar dit-ectarrierite.al contrario
que los hechiceros y hcchiccras, quienes debíari valerse del recurso a dctcrmiriada~
téciiica5 apreiididas que practicabati por lo coniirii coiuo un oficio para sobrevivir.
EL ARTE DE NIGROMANCIA: ADMNOS E INVOCADORES
DE DEMONIOS

Oyo dez~r~ I L Vf...] estando el dzcho joan Garrvz rn unafiesta


de u n mortuorio de su hermana, d ~ x om f m ^ ~ ~ r ndellos
a a que sz el
mzrava bzen los szgnos y los pkunetas, que el dzna a cada u n o que
quzszesse quanto a v m dv 1127)zr y quando avza de monl: Y dzze c j u r
ellos k aumn re3pondzdo que aquello solo a L)zo\ pmtenesaa.

Eru el trufanfalsso
pleno de malos vicios,
savie encccr~tarnirntos
e muchos maleficios,
fazie el malo cercos
e otros art{ficio,~,
Belcehud lo guiaua
en todos sus oficios.
Gonzalo de Ber~eo,~:'

Ya desde los primeros siglos de nuestra era, los varones


dedicados a la magia eran conocidos en todo Occidente como
nigrománticos o nigromantes. Isidoro de Sevilla, en sus céle-
bres Etirnolo~~'as, se refería a los mismos de forma vaga pero
significativa: necromantii, segun sus palabras, eran <.los que, al
parecer, resucitan a los muertos para interrogarlos y obligarlos
a dar respiiestas.*"%El término nigromancia, procedente de los
vocablos griegos V E K P O ~(muerto) y pavma: (adivinación), alu-
día por tanto a aquellas prácticas adivinatorias que se valían del
recurso a los muertos (tanto corporal como espiritualmente).
En un sentido estricto, la nigromancia venía a ser una forma de
magia caracterizada por la adquisicih de poderes especiales

S'L
Procrso iiiquisitosial contra Juan GarrCs. Torr-e los Negros ( T e r i d ) . 1497-
99. AHPZ. C. 22-4, fol. 1lv.
:33
Gonzalo nE KEK<:LO, «El ~nilagrode Teofilon, en Milu,ps de nutstrn S ~ ñ o m ,
Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1972.
" Isidoro dc Sevilla, Elyrnulogiae, W I I , 9, r n ,]acques P a d MIGSE, F'atrologa
Graeco-Latino Cuow Compktu.r, París, 18441864, LXXXII.
venidos de un más allá desconocido, ya fuera mediante la utili-
zación de restos de cadáveres o mediante la invocacih a los es-
píritus de los difimtos.
( h n el tiempo, del mismo modo qiie los teólogos identificaron
a todos los espíritiis con demonios o -reduciendo todavía más las
posibilidades- con el Demonio con rriayúscula, se llegó a creer de
forma generalizada que quienes se aparecían en las ceremonias de
los nigromantes no eran muertos, sino más bien demonios meno-
res o el mismo Satanás. Como escribió Alexo Venegas,
«No está en poder de los riecrorri5riticos hacer venir a los
muertos a su marirlar [...] es el tliahlo el que acr& al cerco rriiigi-
co que el necroniántico tiare.,, "
Al margen de dicha controversia, lo que nos interesa destacar
es qiie la magia se entendía básicamente como una forma de
conocimiento y de manipulación del Universo. El objetivo de
todo mago era doble: de un lado, saber; de otro, hacer. Adivinos
eran quienes aspiraban a saberlo todo, al igual que los dioses (el
trrmino latino addiuin,al-e, compiiesto por ad y divinare, deriva de
divinus, divino), y hechiceros quienes, del niisnio modo, preten-
dían hacerlo todo (hechizo procede del latín facticius, que a su vez
deriva de jhf;zrme,hacer). Segun el darocense Pedro Ciruelo, ambos
deseos ilícitos no eran sino manifestaciones siipersticiosas de un
mismo error:
&y dos maneras principales d e supersticiones segun dos
rrianeras de cosas que los horribres varios desean. Idasprirrieras se
ordenan para saber algunos secretos de rosas que por ciirso de la
razón natural no se pueden saber, o no tan presto como ellos
desean. Las otras son para alcancal- algunos bienes, o para se
librar de algunos males deste mundo [...] Las primeras llaman los
sabios artes divinatorias, quiere dezir para adevinar [...] En la otra
cspccic dc supcrsticioncs [...] ay dos maneras principalcs. Las
unas dellas se ordenan para sanar algunas enfermedades sin
rnedicirias [...] Ay otras de'jtas que se ordenan para tener gracia
cori sefiorrs, o dicha en juegos, o eri niercaderias, o en catas, o eri
otras algunas rosas niundanas. Y su propio nombre destas es
hechizerias, quiere dezir hechuras vana s.^>'"'

J.>
Alexo I~LNEGAS, «+oiiía del tránsito d e la muerte.>, e n Ercrl1ore.r rrrz'slicos
q t m i o l m , vol. 1, Madrid, Ed. Kueva Biblioteca d e Autores Españoles, 1911.
:M
~ JK / ~ ~ r o i i a ~ i(o1n~I ~ I S~ u j ! ~ n ~ t i ~yi ~h dr li i(i ~n i, n~ s (1-d.,
Pedro C I K L Io, 15?10),
Madrid, Ed. Albatros, 1978, p. 47.
Para saber cuanto se deseara y actuar sin traba alguna, se creía
necesario el auxilio de fuerzas poderosas. No sólo la coinunica-
cióri con los espíritus del otro inundo se había corisiderado des-
de muy antiguo úlil a este respecto, sino también el conocimier-i-
to de los astros del firinainento, cuya presericia lejana pero
constante suscitaba enormes inrerrogantes en las mentes de los
más inquietos. Y es que, bajo la deriorriiriacióri de magia se ociil-
tarori durarite a l g í ~ ntiempo un creciente interés científico y uria
serie de bíisqiiedas experimentales que eri Occideiitc se habían
paralizado casi totalrricntc durante la Alta Edad Media (aurique
no hay que olvidar qiie el Islam trajo corisigo no sOlo unas nuevas
creencias sirio, sobre todo, la recuperación de buen níiiiiero d e
conocimientos orientales prácticarrierite olvidados coino, por
ejemplo, la literatura astrológica).
A partir del siglo XIII, la magia se iricorpor0 en todas las Uni-
versidades corrio una disciplina científico-filosófica y la Iglesia la
aceptó e incluso la promovió, ya que se consideraba un medio
más para el coriocimieiito del Universo y, por corisecuericia, de
Dios, en tanto que artífice d e la c r e a c i h . Kamón 1,lrill y Ari~ailde
Vilariova, dos de sus más famosos practicantes, la concibieron e n
varias de sus obras corno uria forma de perfección espiritual. No
obstante, llegó 1111 momento e n que algunos representantes del
alto clero empezaron a temer que pidiera rivalizar con la orto-
doxia y, al igual que ocurriría con ciertas costurribrcs populares,
acabó por ser derrioriizada y prohibida. Dentro d e la magia se
incluían saberes como la n~irrierología,la cábala, la alquimia o la
iiiediciria, pero de entre todos ellos el que corioció uria mayor
divulgación fue la nst~olo~pía.
En opinión de Frarico Cardini, tanto el uso popular de la
astrología y la rrieteorologia corno la versión simplificada d e los
grandes tema3 referidos a las conjunciories plailctarias", tenían

'37
Uriu tic quienes nwjor <-xpiriiri-oiila teol-ia d i lits gmndes cu~!jirncioi~es
h e el astiVlogo AIb~irnasar( ~ I b nMas'sliai-),riiyas ohras tiiviesori gi-aii <Lifiisibrien
la Edad Media tanto latiria corrio bizaiitina. Auriqiic liahia iriiicsto e n el ano 886,
dos de sus libi-os cji-i-cier~uiiuiia iiiflilericia decisiva en Occideiitc a pai-tii-riel siglo
XII: Introdztcfo~iun~ nzni7ic in n.sh.~~nort~inr~~
y
L)cj rric~,ytli\c.onzunc.tionihs. Iniprcsioiia rii
el priiiicso el rígido deterniiiiisrno asti-al: al Iioinbi-e, a su iriiciatiw, no le qireda-
ha margen algiirio. Eri citarito al segiiiido, Albiirnasai- dctciidia qiie lai conjitricio-
nes planrtai-ias w ~ ali rniirido como el Iior6scopo al homhrc, r i dccii; los signos (j
causas) de los gsaririri aroritcciinieiitos <le la tiisloi-ia (vbase Eiigeiiio G I K I 1.~
zodíuiu dr la uidn. Ln /~ollmiia/~.ctt-ol~íqir~~
(Lrl 'lircci~rriua(11 Quinimlor, Warceloiia, Ed.
Península, 1981. pp. 42-45).
mucho que ver cori la atención prestada a los 4gnos. celestes
por su relación con las profecías, ya que kstas constituían uria de
las principales preocupaciories de muchos movimientos religiosos
de carácter popular. Pero también los temores de la clase política
pretendían encontrar su proyección en los movimientos de los
cuerpos celestes, pues continuamente se buscaban posibles seña-
les del próximo advenimiento del Anticristo y de sus embajadores
(turcos, rnongoles u otros enemigos de la Iglesia). No obstante,
para la inmensa mayoría la principal función de la astrología con-
sistía eri poner al hombre en contacto con lo sagrado desde un
punto de vista fundameritalrrierite optimista. Como afirmó el pro-
pio Cardini,
«E1 rriodelo d e la señal celeste seguía teniendo, c o n todo, un
c a r i ~failsio: la estrella d e Belén. Vuelve a q u í u n aspecto f ~ ~ n d a -
niental d e la espiritualidad d e nuestro medicvo: e l culto d e los
magos vinculado a la realeza d e Cristo y, p o r corisigiliente, la san-
tificación d e la ciencia astrológica, gracias a la cual los sabios del
Lejano O r i e n t e liahían recibido, j u n t o c o n los humildes pastorcs
misados p o r el ángel, la B u e n a Nueva.>)'*

Los mismos practicantes de la astrología invocabari la aulori-


dad de la Biblia y en concreto de un pasaje del Génesis en el quc
Dios decía: -Haya luceros en el firmamento celeste para apartar
el día de la noche, y valgan de seriales para solemnidades, días y
años.^^'' Los astros como señales: ahí quedaba compendiado el
fundamento de toda investigación astrológica, segíln sus defenso-
res. La popularidad y el crédito de que gozaba la astrología eran
tales que hasta finales del siglo XVi fue la única rama de las cien-
cias ocultas que la Iglesia no se atrevió a condenar formalmente.
Bien es cierto que ya desde la época de los llamados Padres de la
Iglesia se habían alzado algunas voces en su contra"', pero a pesar
de las censuras nadie la rechazaba por completo. Existía un pro-

'" Era Carnosa a este re5pecto la opinión dc Isidoro de Sevilla, para quien exis-
tían cuatro tipos de adibirios derioiriiiiados por él nstrokop', goathiliori, mnthrmatzri y
horosrqi, cuyo m6todo para cor~ocerel fiituro se basaba vri las estrelkas. S e g h el
obispo hispalerise, <<alprincipio, estos intérpretes de las esti-ellas sc Ilamahari mqi.
como se lec en e1 b:vangrlio a pi-opósito de los que anuriciarori el riaciriiierito de
Cristo; pero luego se terriii116por designal. con este iiornhre sólo a los matlrrmntik.
Su ar-te se consideró lícita hasta rl tiempo del Evangelio: pero a partir del riaci-
miento de Cristo dej6 de ser lícita la intriprriacióii del día natalicio srgiin los sig-
nos celertes))(vtasc laidoro dc Sevilla. I~n~»lo@au,VIII, 9, en Jacques Paul MIWF., @.
d . ,LXXXII) .
blerna teológico de fondo sobre el cual resultaba dificil que la
Iglesia se proriuriciara: cera posible predecir el filturo?
Por un lado sí, ya que la Biblia relataba cómo lo habían hecho
José, la pitonisa de Endor, Daniel y el resto de los profetas, en
nombre de Dios. Si, por definición, Dios lo sabía lodo, el futuro
se hallaba deteriiiiiiado por la presciencia divina, lo que se tra-
ducía en una fatalidad de la que el hombre no podía escapar.
Pero, por otro lado, y tarribiéri según la teología, el hombre po-
seía el libre albedrío y la gracia divina jamás le era negada. Grillot
de Givry resumía así la dificil paradoja:
%Elh o m b r e [...] es libre de elegir entre el bien y el mal. Con
todo, Dios sabe por anticipado lo que el hombre clcgirá, por lo
tanto Gsie se halla determinado por el propio Dios; o bien no lo
sabe, en r i y caso no lo sabe todo y no es omnisciente. Segíin los
datos teológicos se trata de un problema insoluble.>>'l

La polémica entre el dcterrriiriismo y el libre albedrío llegó a


su cenit precisamente a finales de la Edad Media y comienzos de
la Moderria. Frente a las críticas contra la astrología lanzadas por
muchos literatos, la mayor parte de los <.hombres de ciencia),,
empezando por los matemáticos, defendieron la tesis de la fatali-
dad niarcada por los astros. En los siglos xv1 y XWI llegó a hacer-
se muy fa~riosoun relato acerca del célebre sabio y matemático
Jérome (;ardan scgúri el cual, habiendo visto en su horóscopo la
fecha exacta de su muerte, se había dejado morir de hambre a la
edad de setenta y cinco años a fin de cumplir dicho horGscopo y
no dejar e n mal lugar a la astrología4'.
En España, el a m b i e n t e astrológico>>no era muy diferente
del qiie se vivía en el resto de Europa. Así, por ejemplo, el daro-
cense Pedro Ciruelo, lino de los teólogos y niatemáticos más
conocidos del siglo X\T, a pesar de sus ataques a la que llamaba
«falsa astrologían, creía firmeniente en la influencia de las estre-
llas. Segíin sus propias palabras,

4' Grillot DE GIVRY, {LP 10s brujos, mnpx y rrlquimistns, Karcelona, Ed.
El rr~u\t~o
Martíiirz Roca. 1991. p. 226.
' Por desgracia, cl Iirclio rcsi~lradifícil de verificar, dada la iricertidurnbre
sobre la fecha exacta de SLI I I I U ~ ~ ya
L ~que
, según De T h o i ~timo lugar el 1 de sep-
tiimhrr d r 1.575, mientras qiie Bayle pretende que el 11iaterri5licolodavía se halla-
ba escribieiido su aiitobiografia en octiibi-r d r 1.576. En opinión de Grillot de
Givry, 40 más probable es que Cardan pergeñara sii horóscopo d i cada año y que
anunciara sil niiiirtc i i ~ año
i [...] que le había parecido partic~~larrrieri~e riefasto~~
(véase Grillol ni. GIVKY, op, d., p p 228-229).
En el siglo XVI proliferaron los libros de censuras o ~~reprobacionesn. En
cllos sc condenaba principalmente ciianto tenía que ver con el mundo de
las llamadas supersticiones, entre las que se incluía la prkctica de la astro-
logía considcrada falsa, t a m b i h conocida como astrología judiciaria.
Portada de la traducción del tratado de Girolamo Savonarola Rqtmbncion
... (Salarnarica, 1546).
jrrdic.irriicr o dir~int~torirr
tlr 111 (~.s/rolog-i(~
<<Elverdadero philosoplio qiir roriosce las virtudes y propie-
dades de las estrellas podra por ellas conocer los efletos [...] en
los elrrrierlios y en los hombres y aves y aniinalias y arboles, y
podra naturalmente dezirlos antes que vengan, es a saber, si cl
año o el dia o el mes sera sereno o nublado, limpio, frio, calicn-
te; si el niño nacido sera de bucno o dc rudo ingenio para bus
letras o para las otras artcs y cxcrcicios.~'"
La faniosa diferericiacióri compartida por él y otros teóricos d e
su época entre la verdadera y la falsa astrología o entre la *astro-
logía natiiraln y la xasrrologia judiciaria* (así Ilariiada por corisi-
derarse vanos sus,juicios), pretendía íinicamente establecer unos
límites arbitrarios entre los terrenos d e la ciencia (que la religión
admitiría) y los d e la supcrsticióri (evideiiterrierite condenados) ;
ello dio lugar a interpretaciones mílltiples y contradictorias. Has-
ta 1585 la Iglesia n o se definió claramente e n contra d e toda for-
ma de astrología. Fue el papa Sixto V quien, e n la bula Coeli et
Turne, puso d e modo definitivo a la consulta de los astros eri el
mismo plano que el resto d e las prácticas mágicas. En España,
dicha bula, fechada e n el año 1585, no fue bien acogida por la
Inquisicii>n, quizás -en opiriibii de IIeriry Charles Lea- .por
temor a las reivindicaciones d e jurisdiccion episcopal acurriulada
basadas en ella.,>'%n la práctica n o se autorizó su publicación antes
de 161Z1",retraskidose así la persecucio~ide muchos practicantes
de la astrología en toda la península hasta bien entrado el siglo
XWI.
No obstante, como desde siempre se había considerado que la
astrología forrriaba parte de la magia e n u n sentido más amplio, ya
desde finales del siglo XV, y a lo largo de toda la centuria siguien-
te, hubo algunos casos aislados d e reos a quienes se juzgó por
interpretar el lenguaje de las estrellas. Segun los resúmenes de
causas conservaclos e n los archivos inquisitoriales, en 1608 fiie pro-
cesado por el Tribunal de Zaragoza u n vecino de Bordón (Teruel)
que respondía al nombre de Pedro CortCs, «cristiano viejo, natu-

4:+
o/>.cit., p. 56.
Pedro CIKI,EI.O,
44
Heiiry Charles L w , Historict clr 10 Ingztisicirin ~rpl,oñoln,vol. 111, Madrid. Ed.
Fiindacióii Universitaria Espaiiola, 1983. p. -577.
r
i Hay que teiier eii cuenta qiic, rio ohstaiirc la prohibición iiiqiiisitorial de
publicar dicha bula, ksra se trarisrriiti6 a los difererites obispados de la periírisiila,
como por ejemplo al dc Tal-amiia. 'l'odavia hoy sc conserla en su :irchivo Dioce-
sano el texto de la misma fecliado el d i e ~ de ;ibril de 1336 y ti-aiisct-itobajo el títli-
lo de ~Coiistitucioiide Niiesti-o Muy Santo t'adrc Sixto V contra los que usan y
enercitan el arte de Astrologia Iiidiciaria y otroa qiialesquiei. geiiei-os [le adel-i-
y contra los que leen y tieiicii lihi-osdcstas cosas. (AOT. C. 7. Lig. 7, 11"5 ) .
iiari<;as
ral de Francia, de oficio molinero, de edad de treinta y cuatro
años^"! Varios testigos lo acusaron de <&ar- o *levantar figuran
(delinear la posición de los cuerpos celestes en un momento
dado, normalmente el del nacimiento de un individuo) y él mi*
mo reconoció en la primera audiencia .usar de arte maxica,,.
Aquel mismo año cayó también en manos del Santo Oficio un tal
Jerónimo Nadal, natural de Cariñena (Zaragoza), a quien los
inquisidores calificaron de *pronostico*.Jerónimo había estudia-
do Derecho, servido como soldado en Flandes y vivido en París. Se
le acusó de .leer la prexa. (esto es, hacer presagios) y *alzar figu-
ra». Uno de los testigos declaró,
*que avia oydo decir publicamente en Caragoca, doride este
reo es muy conocido, que lcya la prexa en Francia [...] y que lo
avia visto alzar figura rriuckias veces de lo que avian de ser algiirios,
dandole la ora y dia de los nacimientos. Y que decia [que] aque-
llo que la figura señalaba avia de ser y era infalible, porque no
podian faltar las reglas de la astrologia judiciaria.>>4í
Jerónimo, que como .hombre de ciencia. había escrito un
lihro en el que desmentía el milagro de la campana de Velilla4',
negó ante losjueces a v e r leydo la prexa. y afirmó en su defensa
<<quequando alzava figura, siempre rreservaba lo que era libre
albedrio y la voluntad de Dios.. 1.a polémica entre la predetcr-
minación divina y el libre albedrío humano era bien conocida
por quienes se dedicaban al cultivo de la astrología, especialmen-
te por los clérigos astrólogos~como Jerónimo Oller, qxesbitero
natural de Manrressa en Cataluña y beneficiado en la catedral de
Barcelona, de edad de 55 años.v4"Desterrado en 1612 por el San-
to Oficio de dicha ciudad, había vivido desde entonces en Zara-
goza donde, según nueve testigos, miraba,
.a algunas personas las rayas de las manos y decia algunas cos-
sas particulares. Y que alcaba figuras por la ora de interrogac,.ion
ansi de nacimientos como de cosas por beriir y de cossas pasadas
ocultas, como de hurtos, casamientos, dignidades, adulterios,
muertes y otros buenos y nialos sucesos que dependen del libre
albedrio del hombre [...] y que con grande publicidad acudian de

46
AHN. Inq. Lib. 990, fol. 5.56~.
17
Ibidern, fol. 570v.
48
disimismo se le tiallo un lihro de su rriario escripto y por el compuesto
sobre el taierse la campana de Velilla, queriendo prol~arque se tane por la cali-
dad que tiene el metal de la campana y 110 poderse taiier por milagro, ni podcrla
tocar cl deinoriion ( i h i d m , fols. 570v.- 571).
4
AIIN. Iriq. I.ib. 991, fol. 334.
todo genero d e personas ansi clerigos y religiosos como seglares
a preguntarle.^^'"

El presbítero manifestó en su primera audiencia no saber, ni


tan siquiera presumir, la causa de su prisión. Para él, el hecho de
levantar (<figurasde nacimiento de diferentes personas. era com-
pletamente lícito, ya que ((lo [...] avia hecho por las reglas que
enseña Tholomeo y los demas rriaternaticos.>>" El principal argu-
mento de su defensa coiisistía en afirmar que, a diferencia de
quienes se dedicaban a adivinar sin haber estudiado (y, por ello,
muy probablemente gracias a la ayuda del diablo), él auguraba el
ftituro m o quitando el libre albedriop y basándose en la ciencia
de la astrología, la cual formaba parte de la enseñanza que se reci-
bía en las universidades:
<<Declaroq u e todos los papeles eran suyos y avia levantado las
íigiir-as e n ellos contenidas [...] n o por la ora d e la interrogaciori
sino por la o r a d e la rebolucion, q u e es del nacimiento [...] y las
avia hecho por reglas d e Astrologia [...] v que el dczir las cosas
benideras 1;s qiir
n o saben ast;ologia podria ser las digessen
teniendo pacto iacito o expreso con el demonio, pero q u c los
Astrologos n o lo piiederi tener, p o r poderlo señalar por los prc-
ceutos
L ,
v aforismos de la :2stroloo;ia. Y a u e n o avia roritratxmido al
0

inotii propio d e Sixto Q i i n t o y regla nona del expurgatorio ni


ynriirrido e n sus penas por aber hecho todas las cossas d e que a
sido acuscado p o r Arte d e Astrologia, la qual se lee e n todas las
Universidades.."

N o le faltaba razón al clkrigo, ya que hasta fecha muy cercana


a la de su procesamiento en el año 1616, la propia Iglesia liabía
defendido la legitimidad de la llamada <*astrologíanaturaln. No
hay que olvidar, además, que la Inquisicióri española retrasó en la
península la publicación de la famosa bula o motu prqrio de Six-
to V hasta 1612, con lo cual JerOnimo Oller bien podría conside-
rarse uno de los primeros afectados por el solemne documento.
No obstante, el efecto de la bula debió de ser menor eri España

VI Iúidrrn, fol. 334.


51
Ibidpm. fol. 335. Claudio Tolomeo ('Ioleniadia, Tebaida, c.100-(:;iriope,
c.170) había sido el más fanioso mateniático. geógrafo y asti-ónoiiiogiiego de la
Antigüedad. Su Alrnngrrfo (13 libros de la coniposiciljii iriatemática) fue la ohra de
refcrcncia de la Astronomía hasta la época de Copérnico y Keplei.. Tarribih tuvo
uriagrari influencia durante toda la Edad Mrdia y, aún desp~it.~, su iiotrahihlos, clori-
de obscrvaha cori claridad mct-¡diaria que la ciencia de los astros corlat;iba de dos
parles: astronomía y astrología. Dicha distincióii h e popularizada principalineii-
te pnr Isidoso de Sevilla en siis Eti1nu1ugkcc.c.
'>"
Ibidpm, fol. 3357.
que eri otros países, c o m o lo prueba el hecho de que la cátedra
de astrología en Salarriarica siguiera existiei~dohasta bien entra-
do el siglo XViII, lo que confirmaba las protestas del reo'".
Pcro, aimqiie la astrología constituía la ciencia adivinatoria
por excelencia, se hallaban asimismo iniiy extendidas otras prác-
ticas destiriadas al conocimiento del fiituro (mancias),parte de las
cuales -como ya adelantarnos al comienzo del capítulo- se
basaban en el recurso a los es~ivitusdel 7nbs allá. Tras las duras pala-
bras lanzadas por Sixto V en SLI cklebrc constitución de 1585 con-
tra los astrólogos,
livianos y temerarios honibrrs [que 1, para ruina miserable
de sus almas y en grave escandalo de los fieles y detrimento de la
fe christiana, atribuyen los succrssos y acontccimientos de las
cosas venideras [...] a las estrellas, planctas y constelaciones y [...]
no entienden la dignidad del liornbre, a quien los ciclos, estrellas
y los resplandecientes sol y luna ordrriiiridolo asi Dios, no le man-
dan, sino Ic sirven,>>"
el Pontífice se refería a otros .hombres huecos y vanos y curio-
sos o irripios y sin religion. entregados,
a l estudio y exrrcicio de Geomancia, Hidromancia, Aero-
mancia, F'yromancia, Onironiancia, Chyromancia, Nigromancia
y a otros sortilegios y supersticiones, no sin familiaridad, a lo
rnerioa oculta, con cl demonio, o con pacto secreto y dissimula-
tlo con el.."

3:i
1 .a cátedra de ihtrología d e la Universidad d r Salanianca estu\u vacante
unos afios tras la rniiertc r n 1598 de Gabriel Serrano (autor de un tratado dc
astrologia,jiidiciai-ia y o ~ r o sescritos conservados cn F.1 Kscoi-ial), pero fiie o c u p
da de riuevo de 1612 a 1615 por Kartolonié del Kille, quien publicaría en hrcvr sil
~,kl>lirnricí~tpronórirru dr 10, dos ronzetns (1619). l x siicrdiei-un otr-os coino Níiiiez
d e Za~rioray Sánchez de Mciirlora, hasta que niego de Torres Villarrocl la ociipó
dcsdc 17% a 1570 (véase Felipe D i a JinleIi.;o. o\>. rit., p. 170).
7-1
(;onslzluczon r l "vrurctro
~ Muj Snnto h d r r .Sixlo lr(onlra los qur u ~ n yn rxrrriforl
1.1 ortr dr Astl-ologin h~dl tiariu y olros qunlr.~qiri~r
p w m c de aclmiinnn~os,j wnlr-a lo$
p r lrrn r; tzrnrn 1ihro.r r1~rtn.cro.rnc, Tarazoria, 10-VI-1586 (LIDT,C. 5, Iig. 5, n" 5.
Sol. 3 ) .
,' i Ihidrm. Sol. 4. En cuaiito al significado dc cada una de Las artes adiviri~to-
ri.'15,. 1,'u. cuatro prirnci-as sc referían al cuiiocirriierito del f~itnronirdiantc los ciia-
tro clcrnentos. Segín~Isidoro de Sevilla, <<Vai-i-óii dice que liabía ciiatro \ehíciilos
de adivinación: la tirri-a, el agua, el aire y el friego. Tenemos, piirs, la gcoinaricia,
la hidroiriaricia, la aeroiriancia y la piromancia,. (Isidoro d e Se\'illa. Eiynzologiclr,
VIII. 9, en Jacqiics Paiil MII:RL,01. d . , LXXXII). La oniromaiicia cra la acliviria-
cióri por los siieiios; la quiromancia, por las r a p r cle la rriano; v La nigromancia,
por los muertos o cspii-itiis de los diSrin~os.
f'onzoñn ri? los ojos. IlrujmZu y supersti&n rn Ar(~gúnrn rl siglo X I 7

Una tercera categoría d e adivinos la integraban, según la bula,


quienes,
<<assirriesrrio, y para 1)ar.aatleviriarica de cosas ascoiididas, para
tiallar iesoros o para coineirr oiras iiialdades, con espresso pacto
hecho con el diablo en perdicion nianifiesta de sus almas, traen y
aplican encantaciones illicitas y nefandas del arte n~agica,instru-
mentos y hechizos; y pintan cercos y characteres diabolicos, invocan
demonios o toman consejo y parecer dellos; y les piden respuestas o
las torriari; y offreceri a los dernoriios oraciones, iiicieriso o sahiinir-
rio de otras cosas, « les ottecen otros sacrificios; ericieriden las cari-
clelas o abusar1 sacrileganeriie tlr cosas sagradas y de sacramentos,
o de materia y cosas bendezidas, y les sirven y hazen obediencia con
oracion, hincando la rodilla o con otras cosas impias, y los acatan y
reverencian con divino culto; o se fabrican o hazen fabricar un ani-
llo o espejo o vasos pequeños para atar en ellos o encerrar a los
dcmonios, segun piensan, para pedirles alli las rcspuestas.~"'
Dicho texto, centrado e n las cerenionias y objetos necesarios
para la invocaciOn de los demonios, venía a ser un excelente resu-
men de los usos mágicos característicos de los varones juzgados
por superstición e n el Aragón del siglo XVi. Era creencia común
que para obligar a los espíritus infernales a colaborar en los expe-
rimentos del (<artemagica)), determinados objetos como anillos,
espejos o vasos llenos d e agua resultaban especialmente atiles.
Asimismo, se pensaba qiie ciertos ritos, y muy especialmente el
trazado d e círculos mágicos (eri los cuales, junco a caracteres
hebreos, griegos o latinos, solían incluirse objetos sagrados, restos
humanos, etc.), podían forzar a las legiones de demonios a acu-
dir en auxilio de quienes así lo solicitaban.
Tales ideas, así como las fórrriulas para llevarlas a cabo, se halla-
ban contenidas e n los libros mágicos o gmmorios, conocidos tarribiéri
como aclavículas)) por el título del más famoso de todos ellos: La
Cla~iículade Sdomón. Una tradición legendaria atribuía su redac-
cióri al Rey Salomón. Se suponía qiie n o sólo había sido el monar-
ca más rico y sabio de la tierra, sino que además su ciencia lo había
convertido e n el más poderoso de los hombres, ya que mediante
ella había logrado dominar a todos los espíritus. La fama del rey
como mago se remontaba a la Edad Antigua y partía de los mis-
mos textos bíblicos; según uno de ellos, Dios había concedido a
Salomón e n u n sueño (esto es, e n un momento y sin esfiierzo algii-
no) toda la sabiduría i~naginable"~. Por eso se creía qiie su Clrr-

'"' Ihidrnl. fol. 4.


5:
Primer I.ibro de los Reyei 3, 5-1 3
uz'ruln constituía la llave por antonomasia para conseguir alcanzar
la ciencia infusa, conocida asi~riisniocon los nombres de arte
angélica o, más comúnmente, notoria.
El recuerdo de la riqueza y la extraordinaria sabiduría del rey
no quedó plasmado únicamente en la Biblia. Posteriormente,
escritores árabes, turcos y persas amplificarían el relato de sus
fabulosos hechoscx.Aparte d e la leyenda, sabernos con certeza
que ya e n el siglo 1 de la era cristiana circulaba un libro para
encantar a los den-ionios atribuido a Saloni6n, quizás el embrión
de la ClauzCulu tal y como ha llegado hasta nosotros"". En el siglo
XI, el escritor griego Miguel Pscllos se refería a iin tratado de las
piedras y d e los dernoriios compuesto por el monarca. Dos siglos
más tarde el libro debió d e pasar del mundo bizantino al mundo
latirio: una tradición atribuía sil nueva redacción al papa IIonu
rio 111, dominico que sucedió e n 1216 a Iriocericio 111 y a quicn, al
igual quc a otros pontífices, se convirtió e n sospechoso de bruje-
ría. ( h m o resultado de sucesivos añadidos, según Grillot de Givry,
<.nuestroactual griinorio, tan extendido c n las bibliotecas de
Europa, n o sería sino una iriixtii~a,eri la que las ceremonias ritua-
les d e origen hebraico, tales coirio rl degiiello del cabrito, cuya
idea primera podría muy bien rrmoriiarae a Salorrióri, se halla-
rían yuxtapuestas a otras ceremonias [...] Luego, algunas iriodifi-
caciones d e autores árabes, bizantinos y latinos, con u n marco de
plegarias católicas, habrían conducido finalmente a la produc-
ción de esr caos iriforrne, ~ L Ksin cmbargo 110 carece d e cierto
prestigio como antigiiedad.>>""
En los íiltimos años d e la Edad Media y a lo largo del siglo XVI,
las copias manuscritas del libro se divulgaron cada ve7 más; en
1629 apareció e n Roma una primera edición impresa, a la que
seguirían algunas otras. Sin embargo, las ediciones impresas care-
cían de todo valor práctico ya que, según la t r a d i c i h , cada mago
debía poseer la Cla~~ículc e n forma d e manuscrito (redactado, a ser
posible, de su p u c o y letra), lo cual garantizaba e n mayor grado el
kxito de las operaciones demoníacas e n él descritas. En el Aragón

ix
Coriio 1-clata Grillot de Givry, <.elcblebre poeta persa Firdoiisi csrrihió sil
his~oriaeii verso, bajo el nombre de Soiileyrnaii-Ximch;los escritores árabea LIIF
cos y persas, roino Saascd din, Yshliag-el>ri-Ibr.al~i~~~, Ai~iiedcl-Krrmani,Chem-
scddiii-el Sayasi, así corno los talrri~idistas.amplificaron el rclato de siis fahiilosos
tieclios y rios aportaron muchos dctallcs preciosos sobre su vida que 1iabí;ui sido
olvidad& poi- los,jiidios~~ (véase Grillot DE GIVRY,
op. ut., pp. 92-93).
i'l
Dicho testiriioriio procede del historiador Flavio Joscto (vCasc,JiilioCAKO
BAROJA, 1'zdar mri@'cns..., vol. 1, p. 156).
de los siglos X\/T y XWI, varios procesos testimonian la creencia en
el poder de la propia escritura, así como la costunibre de copiar
personalmente los libros mágicos, extendida sobre todo entre clé-
rigos nigromantes o individuos directamente influidos por ellos.
Según el resumen de la causa inquisitorial incoada en 1608 contra
mosén Martín dc Sosín, d e r i g o presbitero racionero de la yglesia
de la villa de Ziiera, diocesis de C a r a g o ~ aal~ ir
, a apresarlo le halla-
ron en su poder *un libro escrito de su mano, todo lleno de con-
juros e ynvocaciones de demonios y si~persticiones.*"'
En 1310 fue apresado por la Inquisición Pedro Bernardo, un
mercader florentino que vivía en Zaragoza. Según la confesión
del reo, dos hermanos llamados Juan y Esteban ((ledieron noticia
de un clerigo llamado mossen Pedro [...] que era gascon [...1,
dizieridole que era hombre que sabia mucho en arte de nigro-
mancia.))Para demostrárselo, llevaron un día al clcrigo a su casa
y el mercader le preguntó si era cierto lo que de 61 se decía ( q u e
podia fazer a quien quiere que quisiese qiie toviesse dicha en
arnores y en juegos y [...] hallar tesoros en la mar.). El clérigo res-
pondió que él tenia a n libro de arte dc nigroniaricia para speri-
mentar muchas cosas,>,y que las había visto practicar en Chstilla a
un amo suyo, pero que él nunca lo había intentado. Segun el rela-
to del mercader, al cabo de un mes,
«el dicho Stcvan, teniendo mucha amistad con el dicho cleri-
go, le furto el dicho libro de nigrorriaricia y otro libr-o de alqiii-
inia, el qiial libro de riigrorriaricia era de h r r ~ i i peqiienya
l y scrip-
to eri paper. y en latir), y en aquel liavia ciertas figuras con ciertos
ri«riibres en aqiiellas scripias, de manera que no lo pudo enten-
der [...] porque no sabe latin y porque stava muy ruynrnente
scripto, y que no tenia titulo nenguno.))"'
Esteban, enlonces, copió el libro de alquimia en casa del mer-
cader (.traslado el libro de alquimia por quanto dezia [...] saber
mas del libro de alquimia qiie no del de nigromancia))"").Al poco
tiempo, fueron reintegrados ambos libros a su dueño, quien deci-
dió llevar por fin a la práctica los experirrientos del libro de nigro-
mancia en casa del mercader Pedro Bernardo. Allí, en presencia
de Esteban y el mercader, sobre una mesa cubierta por un man-
tel, mosén Pedro colocó varios oljetos:

'" AHN. Iiiq. 1,ib. 990, fol. .i51\-552v.


6'2
Pedro Bei-nardo. Zaragoza. 1510. AHPL C. 28-
Proceso i~iquisirosialcoii~r-a
5 , fols. 5v-ti.
6'3
Ibzdwr~.fvl. 6.
*una copa [...] y u11ariillo dentro della, unos darlos y unas car-
tas 1 ...] dos candelas d r c r ~ blanca
a encendidas sobre dos caride-
Ieros 1 ...] una c a b e p de riiuerto.*"'
siete salmos y el cre-
Después obligó a rezar a los asistentes (<*los
do y el evangelio de Sanct J o a n ~ en
) espera de que apareciera a n
spirilu que haria lo que le mandassep. Uno de los principales pro-
pósitos que el clérigo esperaba alcanzar mediante dichas ccremo-
nias era iniundir podcr a una copia del libro de nigromancia que
él mismo había realizado, ya que, segur1 el relato del mercades,
<<tambienponia per-turries sobre unas brasas, y prrfiirriahan
iirilibro que havia trasladarlo del libro de nigromancia, remido
el libro mayor, y esto duraba cada vez que se fazia inedia ora?y
fizose rsio por nueve dias, y cada dia se tizo tres veces.*"'
El poder de los magos se basaba, por tanto, en la eficacia de
los libros que, a su vez, dependía de la magia misma. A diferencia
de lo que ocurría en el murido de la hechicería fernerii~~n, ia
literatura escrita desempeliaba un papel protagonista en las cere-
monias de los llamados nigromantes. Jerónimo Nadal, astrOlogo y
hechicero de Carifie~ia(Zaragoza), tenía en su podcr, segíln uno
de los testigos de su proceso, amos papeles que decia era la Cla-
hicula Salonioriis, y que trasladaba della un conjuro para traer
farniliares.~""En cuanto a Pedro CortGs, molinero y astrólogo
francés afincado en Bordón (Teruel), también sus conocimientos
provenían de los libros. Como sabemos, la Inqiiisición lo había
acusado por trazar varios Iioróscopos, así como por asegurar a
quienes a 61 acudían que sabía cómo conseguir para ellos un
demonio familiar que les sirviera. SegUn uno de los declarantes
en su proceso, las cercmonias que recoinendaba para tal fin se
hallaban en .un libro de circiilos y rruedasufi7.Otros dos testigos
afirmaron haber estado en su casa %pormandado del Visitador
del r b p b i s p o y que, reconociendo la casa, le hallaron un libro y
papeles con circulos y characteres c ynvocaciones de demonios.))
El cornctido de los libros mágicos no era otro que describir
cómo atraer a los espíritus o demohios al lugar donde el mago los
llamara. Para facilitar su aparición, los practicantes dc la magia
solían servirse de sufler-ficies r ~ J ~ c t a n t e scomo
, espejos o recipien-
tcs llenos de agua. En 1593, Pedro Berbedel y Pedro Chanel,

01
Ib~(imn.fols. fk-7.
i t í
Ibidrm, Sol. 7.
I>O
AHN. lriq. Lib. 990, tol. 370.
"' AHN. Iiiq. LIb. 990, fol. 557.
ambos moriscos y vecinos de Urrea de Jalón (Zaragoza), tileron
acusados por varios testigos de haberles vendido *un espejo por
un cahiz de trigo para invocar derrioni~s.~~"esuponía que los
espíritus o demonios, al igual que los astros, conocían la verdad
acerca de cuanto ocurría en la tierra y, quizás debido a ello, eran
perseguidos de idéntica forma. Ya desde antiguo se habían utiliza-
do espejos para observar el cielo y los movimientos relativos de las
estrellas; dicha actividad era conocida como especulación (del
latín speculum) , o también como consideración (de sidus, astro).
Ambos térrninos designan hoy en día operaciones altamente inte-
lectuales; los verbos especulur y considerar se relacionan asimismo
con rePexion~r(que procede de reJejur, esto es, devolver iina siiper-
ficie brillante, como un espejo o el agua, la imagen de un objeto).
Así como los espejos reflejaban en su superficie las estrellas del
cielo, los espejos mágicos reflejarían los cspiritus del infier-no.En
ciialquier caso, el simbolismo del espejo se hallaba íritirriamente
asociado con la sabiduría y el conocimiento. Según Varróri, el
empleo de los espejos mágicos constituía iina de las más antiguas
fornias de adivinación procedentes de Persia: la denominada por
los griegos cutoptromuncia. Acerca de Pitágoras corría una leyenda
que afirmaba que poseía un espejo mágico y que en él, al igual qiie
las hriijas de Tesalia, leía el porvenir, dirigiéndolo antes hacia la
luna. Sil ejemplo sería imitado repetidas vcces a lo largo de la his-
toria por quienes, de aquel modo, pretendían arrogarse un poder
extraordinario; así, por ejemplo, Catalina de MGdicis dccía ver
todo lo que ocurría en Francia a través de su espejo personal.
Aunque a una escala menor, no muy diferente era el caso de
Pcdro de Salanova, un bearnés habitante de Zaragoza, acusado
de hechicero, nigrorriáritico y supersticioso, al que sil propia
mujer denunció a la justicia episcopal en 1591. Segíln ésta, su
marido, que no tenía oficio ninguno, se aprovechaba del trabajo
de ella, y no sólo eso, sino que además cada vez que volvía por una
temporada a Francia le decía:
«que aunque [ella] tuviesse quatro reales d e b a o de tierra,
[él] lo sabria quando bolvicsse, y que hay un espego eri esta ciw
dad, que lo ha visto el y se ha mirado alli, en doridr se ver todo lo
que cada uno haze, aunque este hiera de aqui. Y que en su tierra
ay otro espego corno este, y qiie eri sir tierra ay hombres que
saben lo que se ha/e aq~ii.),~"

T>X
AHN. I i i q . I.ih. 989, fol. 608.
hq
Proceso contra Pedro de Salanova. Za~agoza.1591. AL>L C. 97-20, fol. 4.
El espejo como instrumento de poder era tarnbikn utilizado por
ciertos curanderos que decían ver en él las causas de las enferme-
dades. Francisco Alonso, u11 rnorisco de Albarracín (Teruel) juzga-
do en 1593 por hechicero, aseguraba a sus clientes que él podía
saber gracias a un espejo quienes eran las mujeres que habían aoja-
do a las criaturas que le llevaban e incluso cuáles eran las enferme-
dades rnisrnas ( < Q u ese vra [...] tan a ojos vistas corno los dedos de
la ruano con un espejo cristalino cuanto el niño tiene en su cuer-
p e ~ i c o ."'~ )
Determinados recipientes de vidrio transparente llenos de
agua (redomas, anipollas, vasos, etc.) podían cumplir la misma
función que los espejos, esto es, servir de lugar privilegiado para
las apariciones. Varios testigos declararon que mosén Joan Vicen-
te (presbítero beneficiado de la iglesia de San Pablo de Zaragoza,
juzgado como riigrorriante por la Inquisición en 1511) invocaba a
los demonios para que se manifestasen en una ampolla llena de
agua sujeta por las manos de im niño. Este debía atestiguar a con-
tinuación las apariciones producidas e interrogar a las visiones
sobre aquello que el clérigo deseaba saber. Segíln Miguel de Soria,
-el dicho niossrn Joan [...] havia hecho cierto conjuro eri una
ampolla mediante i i r i rnochacho, que cree que se llama Joanico,
que es su sobrinico, [...] Trriiendo el dicho mochacho una ainp*
lleta llena de agua e n la niano, el dicho mosscn Joan havia inve
cado los dcmonios et [...] havian venido alli, en la dicha ampolla
[... 1 y el dicho mossen Joan preguntava al dicho mochacho: ¿Que
vees, rriochacho, cn la ampolla?oX
Tal y como el mismo niño declarara ante el juez, en una oca-
sión había visto,
.<iirioshombrcs con unas calcas moradas y todos negros, y uno
de ellos llevaba una cadena al cuello. Y el dicho su tio, supiendo
lo que veya, Ir dezia que lcs demandasse a los dichos hombres
quien havia iornado iin real que le havian furtado.~"
La mayoría de los experimentos de los nigromantes perseguían
un fin muy determinado: conseguir riquezas. Ya fiiera mediante sus
clientes, en el caso de los curanderos; ya mediante el hallazgo de
pretendidos tesoros; o, incluso, como en el ejeriiplo anterior, gracias

70
Proceso contra Francisco Aloiiso. Alharracín. 1593. ADB. Lig. 2' , n" 47,
fol. 4 5 .
" PI-occso con~l.aJwanVicente. Zaragoza. 151 1. AHPZ. C. 28-7, fols. 44-46.
72
Ibidrnz, fol. 48.
Ponzoña pn los ojo,. Brujwk y supmtiri6n rn Arqóri e n el siglo KV1

al descubrimiento de un posible ladrón, el objetivo venía a ser siern-


pre el mismo. En cuanto a los objetos utilizados por los varones acu-
sados de hechicería, además del espejo y los recipientes llenos de
agua, hay que destacar los anillos o .smtijd3con los cuales, según una
creencia comúninente admitida, podían dominarse los demonios,
al igual que lo hiciera S a l ~ m ó n ' ~ .
Otro objeto muy apreciado por quienes practicaban el arte de
nigroniancia eran las cabmus de dz$ntos. La adivinaci6ri mediante
calaveras se hallaba muy extendida, tal y como lo demuestran
numerosos textos de 1á é ~ o c a ~Y"a viinbs cómo mosén Pedro
había colocado una de ellas junto a varios objetos más en casa
del mercader Pedro Bernardo antes de invocar a los demonios,
siguiendo así las instrucciones de su libro de nigromancia. En el
proceso contra otro clérigo de Zaragoza conocido como mosén
Joan Vicente, uno de los testigos hizo referencia al .esperimen-
to de la cabeca del finado.. Segun su declaración, el clérigo
había cogido una calavera de la iglesia de San Pablo y despuEs
le había rogado a él que la guardara; como pasara el tiempo y
no se la pidiera, el testigo había enviado a un tercero para que
volviera a enterrarla. La utilización de restos humanos para la
fabricación de hechizos o detillos)~era bastante corriente en todo

73
El tí.rtniiio surtijn es un derivado del latín son, -tzs (suerte) y probablemente
procedc del gascón antiguo .íortilha, brujería. Según una interpretación diferente,
dirho iiornbre scría una forma degenerada del latín sorizíula, que designaba al obje-
to utilizado en cada caso para echar las suertes. De hecho, Ilania la atencióii la gran
antigüedad ); la frecuencia del vocablo smt+ aplicado a argolias, aros y otros objetos,
como los utilizados eri el fmosísimo juego caballrresco de la sortija, en el que un
jinete lanzado a toda wlocidad había de acertar a eiisartar en un aro colgante la pun-
ta de su lanza. Véase <'Elanillo mágico,,, en Julio CA~~ARENA y Maxime CHEW~.IER,
Catiílogo L$ol@co del m m t o follllóri<ri español. Madrid, Ed. Gredos, 1995, pp. 548-551.
74
El mismo rriosén.joan Vicente, pr-esbítero berieficiado de la iglesia de San
Pablo en Za~agoza,poseía, además de la Clmiimlu Salomonis, otros libros de magia
entrc los que se coritaha uno deriorninado Libro d~ los anillos. Siguiendo sus iiis-
trucciones sc había hecho fabricar iin aiiillo dc placa para dominar a los demo-
nios. Segíin se decía en su proceso, *tenia y tovo en su poder un anillo de plata
que se llama el anillo de Salomoii, fecho cri ciertas horas, signos yplauetas, el qual
era para dominar los spiritos. (Proceso contra Joari Vicente. Zaragoza. 1510.
AHPZ. C. 28-7, fol. 78v.).
75
Eri El lihro dr 1osEnw~mplo~ se narraba como eSant Macario falló un día una
cabeza de muerto, é facierido su oraciori, prcguntde cuya era, é rrspoiidióle
que era de uri pagano; i. díjolr Sarit Macario: -,:Onde e ~ t átu ánima? E respon-
diolc: -En el infierno. E prcguritóle si c.;taba mucho baja, é respondio que tanto
cuanto hahía del cielo a la tierra. (citado en Fraiico CARTHNI, ~Magza, hujm'a y
superstición en el Ocridenle medinial ..., p. 177). El propio Cervarites se encargaba de
ridiculizar dicha cvatumbre en el capitulo LXII de la segunda parte del Quejote
(*Quetrata de la aventura de la rabeza encantada....).
Aragón. Scgíin el procurador fiscal del arzobispo de Barbastro,
Joan Petit, un hechicero y curandero gascóri procesado eri 1372,
.se f u e al ciminterio d e la S e o de la presente ciudad donde
hazia u n a l ~ ~ e psaar a e n t e r r a r u n d i f u n t o uno llamado Monfarrat
[...] y e l d i c h o l o a n [...] t o m o u n carabacirio, siquiere carabela
[...] q u e d i c h o M o n f i r r a t hiziendo dicha fuesa habia sacado y
c o m e n c o de sacudirla y quebrarla y sacar. la tierra y la carric podri-
d a ( q u e d e n t r o della estaba ya podrecida y h e c h a polbos) y se la
puso e n u n debarital p a r a Ilebarsela, c o m o de f e c h o se la llevo a
d o n d e le parecio, y esto c o n a n i m o r intcncion d e rnezclar aque-
lla y conficionarla c o n otros materiales p a r a echizar.."'

Una bueria parte de los nigromantes eran clérigos, monjes o,


al menos, individuos directamente infliiidos por los misnios. Ello
no resulta extraño si tenemos en cuenta que dentro del propio
ritual de la Iglesia, se incluían numerosas forn~ulasdirigidas a cori-
jurar y exorcizar a los demonios, lo que de hecho constituía un
campo de magia taumaturgica permitida. Nadie conocía mejor
que los eclesiásticos los poderes dc Satanás y sus secuaces, ya h e -
ra para hacerles frente o para utilizarlos en su propio beneficio.
Además, sólo los sacerdotcs podían bendecir o consagrar deter-
minados objetos que, al igual que los espejos, anillos o calaveras
resultaban imprescindibles para la realizacik de muchos rituales
de la magia. Del mismo modo que se creía en el poder santiíica-
dor del agua bendita o de las palmas bendecidas en el domingo de
Ramos, así también muchos hechiceros confiaban en las virtudes
mágicas que poseían los objelos consagrados.
Entre ellos se incluían algunas plantas narcóticas como la vnan-
drágorn" o el b ~ l ~ ñ conocido
o, comúnmente conlo .hierba fala-
guera. (de falagarse, alegrarse). SLLSefectos euforizantes o prodi-

m .
,I>
Proceso contra Joan Peiit. Barbastro. 1552. ADK. Leg. 443, fol. 3.
--
iI
Pedro Bernardo, acusado rlr nigrorriancia por la Inquisición eii 1510, tenia
la costumbre de r o p r a los clérigos a qiiirnes coiiocía qiic le corisügrascn los obje-
tos que acostunibraha a llevar con~igo.Eri relación con la maridrágora, dijo en Y U
defensa q i i e en poder d r ,Joari de kbayreta vio una n~andr.a~gula, la qiial este
deposant la levo a demostrar- a rnosen I.orenco, la qiial la iruxo un criado del Ara-
havreta, la qual tenia la mesma forma y todas las ligur-as de iin horribre., (Proceso
contra Pedro Bernardo. Zaragoza. 1510. AHPZ. C. 28-5, fol. 22). Ya desde la Edad
Media existía la creencia de qiic la riiaridrágora se dividía en dos especies: tina nias-
culina. hecha a irnagrii del kiombrr, y la otra fenwniiia, a imagrn de la mujer.
Segíui Grillot de Givr-y, <<se dciioiniiiaba mandrágoras a las raíces de plantas muy
diiras, y esculpidas romo niiriíisctilas cstatuillas de forma Iiurriaria; se ci-ría que en
ellas se alojaban diablillos familiares y liacían conocer el futnro incliriando la cabe-
za anrr las preguntas qiic se l e b plaritrahan,> (vease GI-illotDE GIVRY,op. ti!.,p. 331).
Junto con cl beleño o .<hierbafalaguera~,uno de los narcóticos más uti-
lizados por los hcchiccros aragoneses en el siglo XVI era la inandrágora
o «rriandrágula». Desde la Edad Mcdia sc crcía que se dividía en dos
especiis, uria rriasculiria, hecha a imagen del hombre, y otra fcmcnina, a
irnagen de la ini?jrr.Jo11aririt.s de Cuba, IIortus Sanitntis (París, 1498).

giosos solían atribuirse a las bendiciones derrarriadas sobre las


hierbas p o r los sacerdotes requeridos p a r a tal fin. E n 1596 fue juz-
gado p o r la InquisiciOn u n b e a r n é s llamado R e r n a r d Correas,
liabitarite d e Nocito (Huesca). E n su proceso declararon d o s clk-
rigos q u e aseguraron qiie e l r e o l-iabia,
«acudido a cada iino de ellos [...] cuatro o cinco dias antes de
Sanctloan de,junio de 1593 y persiiadidolrs qiie tenia necesidad
de coger la yerba falaguera la mañana de Sdnt Joan y rjrie, para
que quien la tubiesse alcancase todo lo que quisiesse, era menes-
ter la cogiesse un clerigo, hazicndo las ceremonias que el le dixes-
se y que, fiarido dellos como personas de buen animo y amigos
siiyos, les rogdvd hiziessen lo que les pedia..'*
Lo qiie el r e o pidió a los clérigos fiie q u e cogieran .la dicha
yerba, llamada p o r o t r o n o m b r e b e l e i i o ~y, la pusieran d e b a x o d e

78
M'I. Iiicl. Lib. 989, rol. 751k.
los nianteles del altar. para que se dijesen sobre ella mueve misas,
sin que el clerigo que las dixesse supiesse que estaba alli [...] y,
hecho esto, alcancaria quien la traxese lo que quisiesse.,, En aque-
lla ocasión, el intento resultó fi-iistrado,dada la riegativa de dichos
clérigos, los cuales se encargarían después de acusar al bearnés.
Sin embargo, no todos los eclesiásticos manifestaban la misma pos
tura. Según varios testigos de la causa inquisitorial contra Pascua1
Clemente, labrador de Embún (Huesca), el reo había dicho en
ciert.a ocasión, estando en el hospital de Sádaba (Zaragoza),
q u e el avia tenido por oficio de segar y que segaba en poca
ticmpo gran cantidad tle mies, y quc abia llevado consigo cirico
granos de una yerba que llaman falagnera, y quc la avia recivido
[...] d r riiario de un clerigo, el qual havia hecho muchos conjuros
y que le avia dicho que los cinco granos eran familiares y que para
aprobecharse dellos avia de hacer pacto con el demonio. Y que
arisi hiqo pacto con el demonio y que avia ofrecido su alma al dia-
blo y rrenegatio de Dios y de sus santos y de Nuestra Sriiora, y lle-
vaba consigo los cinco gi-arios en el mango de la hoz, y segaba rn
breve tiempo un grande termino, y ganaba mucho dinero.^^'"
Otra planta muy apreciada por los practicantes de la magia era
la íialpmana. Martíri de Sosín, presbítero de la iglesia de Zuera
(Zaragoza), se jactaba de saber cómo usarla y consagrarla para
conseguir alcanzar cuanto se deseara. Según una de las testigos
que declaró en su proceso, el clérigo le había enseñado a sil mari-
do *como havia de hacer hechicos y corjuros con una yerba vale-
riana, y que decia si hacian lo que les enseñava, alcancarian
muchos tesoros.»h"Tal y corno relató el marido de la testigo, Mar-
tín le había aconsejado que,
«para Lerier prosperos subcesos en todo lo que desease y hallar
thesoros y alcaricar rniigeres y ganar la voluntad a losjueces y ganar
en losjuegos, tomase la yerba valeriana y la llcbase a un camino de
qwatro crucijadas y alli la enterrase invocando al demonio pidien-
dole fuese en sil ayuda, y que hiciese ciertos circiilos, y que pasadas
nueve dias desentermse la yerba y la consagrase diciendo: -Yo te

79
A H N . Iriq. Lib. 991, fol. 118v. 1)icho rrlato se repelía casi punto por pun-
to eri la relación de causa de Juan de la Marca, un bearnés, vecino de Bolea (Hiici-
ca), jiizgado cri 1585, el cual liabía dicho q u e tenia una hoz con cinco agujeros
eii e1 rriarigo, que poniendo en ellos la yerba falaguera. segaba mas qnr dic7 hoiii-
brcs. (vtase h~agotcr.R&wionrs de cautar ( 1JCP ~ dpsrlr PIario d(. 1.782 hnsln rl de 1596.
AHN. Lib. 989, fol. 1 4 h . ) . F.n relación con las virtudes atribuidas al hcletio o
<~hicrba t'alagiier-a,,,la niutjer de Pedro Salariova dijo que tenía Xuria propiedad
que tocarido a la muger cri la mano con ellos, se ba la muger tras del hombi-e.
(Proceso contra Pedro de Salariova. Zaragoza. 1591. Al)%. C. 37-20. fol. 3v.).
80
A H N . Iriq. Lib. 990, fol. ,552.
consagro, yerba valeriana, en nornbre del Padre y del Hijo y del
Espiritu Santo y por Saunas, que hagas lo que te pido.>>"
La consagracibn de objetos destiriados a servir para la magia
podía realizarse bien directamente -como en el ejerriplo ante-
rior-, bien de forma subrepticia, colocando dichos objetos debajo
de los corporales del altar para que cobrasen poder gracias a la ben-
diciori cucarística pronunciada sobre ellos. El presbítero de Zuera
consideraba sus bendiciories o consagraciories como auténticos
&autizow, gracias a los cuales los objetos ungidos adquirían virtu-
des rnaradlosas. El mismo confesó en 1608 ante los inquisidores
haber bautizado ciertos pergaminos a petición de iin hechicero:
<:l!ria vez en cierta herrnita de su lugar [...] se avia puesto
sobrepelliz y estola y, teniendo agua bendita, una cruz, olco y cris-
ma y bela encendida, ungio unos pergaminos con la crisma y oleo
[...] con la h r m a que la Yqlesia baptica las criaturas ~.r.acionales,
diciendo: -M) te baptico en nonibre del Padre y del Hijo y del
Espiritu Sancro. Y que los perganlirios e.;taban escritos coti circu-
los y characteres colorados, y que eran para haccr hechicos.sw
En otra ocasion había bautizado un trozo de calamita o piedra
imán, q u e le avian dicho que era buena para alcancar todo lo
que pretendiesse, y la avia puesto nombre de Diana.. El mismo
Martín de Sosíri había consagrado también otros objetos (para
ser utilizados después en ceremonias mágicas de invocación de
demonios) mediante su ocultación en el altar, bajo los lienzos
eucarísticos. Según un sacristán de quince años,
q w d a n d o a misa a este rrco, bio que descogiendo los cor-
porales, rrietio debajo dellos encima de la ara un enboltorio y le
tubo alli hasta acavar la rnissa. Y despues lo puso en la bocamail-
r a de la a l l y~ lo bolvio a la sacristia y llebo consigo fuera de la
ygle~ia.~~~"
A propósito de dicha acusación, el clérigo confeso en la terce-
ra audiencia ante los inquisidores,
*que a rriiego d e ciertos hechiceros avia dicho cinco misas. Y,
dicicndolas, aria tenido sobre la ara, revuelto sobre i i r i tafetan,
una daga, un cuchillo, un piinfon con i i r i buril y una aguja. Yque
rrogo a Dios en la niisa dejase alcancar a los hechiceros lo que
preteridian hacer con aquellas herramientas y que las avia entre-
gado a la persona que se las avia dado con uri bidrio de chrisnia

" Ihidm, tol. 5 5 2 ~ .


Ihidrnz, fol. 5 3 3 ~ .
n:i
Il~id~m , 552.
fol.
para que las iirigiesse y hiciesse ciertos circulos e ynvocaciones de

Aquella no había sido, ni mucho menos, la única vez que


rriosén Martín había colaborado para atraer a los demonios espe-
rando de ese modo hacerse <(muyrico y afort~iriado».Seguri su
propia confesiori:
<<Kriotra ocasion rivia dicho 25 niisris a instancia de ciertos
hechiceros, y que despues de la consagracion avia dicho cierta
oracion quc los hechiceros iiavkan dicho, y que norribro a los
hechiceros en la missa y rogo a Dios les diese gracia para que invo-
cando a los demonios alcanqaseri todo lo qiie pretendiari [...] y
que las avia dicho, y rsogado e n la riiissa a Dios lo susodicho, aun-
que savia que era mal hecho. Yque le avian ofrecido los hrihicc-
ros le harian muy rico y afortunado..""
La fe en el inmenso poder de la Eucaristía era compartida por
toda la sociedad en general, aunque cada cual pretendiera utilizar
dicho poder a sil mariera. Debido a la insistencia de los predica-
dores eri la singular eficacia que la misa poseía para combatir a los
derrionios, algunos pensaban que dicha cererrionia podía servir
también para domeñar a los espíritus inierriales y, en vez de apar-
tarlos, convertirlos en siervos obligados a hacer cuarito se les orde-
nara. A mediados del siglo XI'II, Fraricisco Rlasco de I.anuza, abad
del monasterio de Sair,Juan de la Peria, definía la Eucaristía como
-banquete prodigioso.."" Según el fiaile y teblogo oscense,
<<Tiene singularissirria virtud el sricrificio d e la Missa para dehi-
litar y destriivr qualesquier maleficios y daiios del demonio [...]
Por ser este Divino sacrificio tan cruel tormento para los deriio-
nios, avemos visto siempre que se inquietan y n o pueden sufrir su
pena los cnergiitricnos quando oyen la ~Vlissri.~~"
Muchos seglares, al no tener acceso directo al altar, debían
pergeñar las rnás diversas tretas para valerse dcl poder atribuido
al sacramento eucaristico. Un ganadero gascón coriocido como
Guilléri de Tolosa confesó eri 1603 ante el Santo Oficio,

X1
Ihrle~n,fol. 553.
X i
Ilizd~rn,fol. 553.
XI>
<<Este ea el banquete pi-odigiosoque contrapiisu el Sefior al que persiwdio
el denioriio en el Parayso. dcrrilxirido a nuestros primrros padres), (Fraiicisco
ni. L-\\.LIZ.A.
B~.As(:() Tcrccra parte. Lib. 11
Yotmrirrio rlr crngrll,~ w r n b n t ~dr dcmo~~ior,
dcl Conihate de denioriioc. Kcal bloriasterio de Sari Juan ric la Peria, Ivan Nog~Cs,
1052, p. 866).
hi
I/itlrm, fols. 86-1-865.
q u e le havia ensellado un horribre a encantar los lobos
poniendo nn papel en el que estiivirse escrito el evangelio de San
Joari debajo dc los pies del clerigo quando decia la misa aquel dia,
y rlespiii~sacarle sin que el lo biese, y quiiado de alli el dicho
papel, con q u e l l o podia encantar quanto quisiese darido una
prenda al cliablo.>>"
Según la demanda presentada en 1560 por el acusador fiscal
del arzobispaclo de Zaragoza contra Juan de la Borda, iin sastre
hearnés qiie vivía en Fueridetodos (Zaragoza),
e1.a noche de Navidad mas cerca pasacla [...] puso en el altar
inayoi- de la yglesia de dicho lugar, donde se avia de dezir la misa
del gallo, debiixo de los corporales, encinla de la lapida, unos pol-
bos de morcielago quemado [...] para hazer con ellos hrchizeria
o invocacion del diablo.»""
Eri su interrogatorio, el reo no negó la acusación, aiinqiie sí
cargó buena parte de su resporisabilidad sobre iin estudiante
francés quien, segun el sastre, le había dicho qiie para ir seguro
por los carriirios sin temor a que nadie pudiera robarle,
«tomasse un morciegalo y lo secasse al fuego y lo hiziesse pol-
vos y lo pusiesse en lapida, debaxo del caliz donde han de coma-
grar la misa, y despues llebasse aqiwllos polvos consigo.~~'"'
Confiando en dicho consejo, el reo había ido <.a una cueba
que ay eri Fuerit de todos, donde ay muchos rricirciegalos, para
tomar dellos)). Al no lograr cazar ninguno, había encargado a
otro francés, llamaclo Berriard de la Micet Gascon, que luese él
quien .le tornasse,, uno de ellos. Cna vez en su poder; el sastre <<lo
hiro polvos al fiiego L...] y tomo los polvos y los pusso en un
papel.))Después, entró en la iglesia y se dirigió al altar .con inten-
cion de poner los diclios polvos en la Iapida del sanctissimo sacra-
mento., pero tampoco aquella vez consiguió su objetivo, ya que,
al sentirse observado por quienes allí estaban, wolviose atras sin
llegar al altar.» Nilevamente encargb a uri tercero, esta vez .el
mochacho del vicario,>,que le ayudara, poniéndole dichos pol-
vos en dicha lapida en cl altar mayor donde se liabia de dizir la
niissa del gallo., tras prometerle q u e le daria quatro reales.))
Según el propio reo, nunca había llegado a saber <(sidicho mo-
chacho los pusso o no.,>!"

AHN.Iriq. Lib. 990, fol. 308.


Proceso conti-aJiian de la B o d a . Fuerldetodos. 1560. íiDZ. C. 52-12, fol. 3.
I~, 7 ~ .
I I ~ / ~ V Y rol,

Ibidpm. fols. 7v.-8.


El murciélago -único ser volador que posee mamas; extraño y
ambiguo por tratarse de una especie de híbrido entre la rata y el
pájaro; nocturno y perspicaz, ya que ve incluso en la oscuridad-
era uno de los símbolos más conocidos del Demonio. Solía ser
representado en el cortejo de la diosa Diana, aunque casi siempre
se asociaba a la magia masculina. Pedro Cortés, habitante de Bor-
dón (Teruel), a quien ya conocemos por su estrecha relacibn con
la astrología y los libros de invocaciones, fue acusado a la Inquisi-
ción por haberle dicho a un vecino suyo que, si quería tener un
demonio familiar, fuera con él a un lugar cerca del pueblo don-
de pudieran oírse las campanas de la iglesia y que allí,
stoniasse un morcielago y, al primer toque de la Ave Maria,
avia de degollar al morcielago y hacer ciertas letras y circulos con
la sangre e invocar los demonios, y se le aparecerian los demonios
en un cavallo, y podria pactar L...] lo que qiiisiesse.*"'
La forma más sofisticada para invocar a los espíritus o demo-
nios consistía en trazar un círculo en tierra. Los nigromantes intro-
ducían en él cuanto consideraban necesario para las invocacio-
nes, incluyéndose también a sí mismos. Una vez dentro, se
sentían protegidos de todo tipo de ataques maléficos, ya que se
suponía que la mágica virtiid del círculo actuaría contra aquéllos
deteniéndolos en sus límites, al igual que si se tratase de una ele-
vada murülla. Los libros de magia insistían en que todo aquel que
quisiera entablar relación con los demonios, debía encerrarse en
un círculo destinado a tal propósito, so pena de exponerse a una
rnuerte cierta. En uno de los inanuscritos mejor conservados de
la Clavícula de Sulomón se leía: .Tened presente que riada puede
hacerse si se invoca a los espíritus sin disponer de c í r c ~ l o . ~ ) ' ~
Según los grimorios, los círculos mágicos podían ser de dife-
rentes tipos y tamaños: algunos incluían en su interior, además de
mensajes, estrellas de cinco puntas u otras figuras geométricas
como triángulos, cuadrados o círculos más pequeños; otros sim-
plemente llevaban inscritos algunos caracteres hebreos, griegos o
latinos, formando palabras como *tetragramniaton)>(que signifi-
ca ¿¿cuatroletras., esto es, nombre divino que no se pronuncia) o
a g l m (abreviatura constituida por las cuatro primeras l e t r a de
las palabras hebreas uieth gndol leolam Adonai, que significan ~ A d o -
nai -el Señor- será grande por toda la eternidad))).Cada cual

"' AIIN. Inq. Lib. 990, folc. 35611.-557.


93
Se trata del manuscrito n"250 de la Biblioteca dcl Arsenal d c París (véa-
se C;RILI.OT DE ~;I\:KY, up. rit., p. 99).
elegía el tipo de círculo que prefería, así como la forma de tra-
zarlo, ya fuera dibujado con yeso o carbón, ya señalado por medio
de un cuchillo u otro instrumento punzantecJ4.
Para realizar una ceremonia de invocación era riecesliria una
buena organización preliminar, dado el elevado nílmero de re-
quisitos exigidos en los manuales de magia. En primer lugar, los
participantes (cuyo número no debía exceder de cuatro) tenían
que prepararse mediante rituales de purificación personal que
incluían ayunos, baños e, incluso, corifesión y comunión. En
segundo lugar, si la estancia destinada a albergar el círculo no era
nueva, debía ser exorcizada para evitar las influencias negativas
de anteriores dueños. Finalmente, había que coriseguir determi-
nados objetos y sustancias, siri los cuales no podía llevarse a cabo
la cerenioriia. Ello no resultaba nada fácil, teniendo en cuenta
que eran precisos elementos de muy diferente naturaleza y que
cada uno de éstos debía cumplir, además, unas condiciones muy
concretas para ser eficaz.
En 1509, en Zaragoza, cuatro individuos (un clérigo, un teje-
dor, un notario y sil criado) decidieron unir sus esfuerzos para
realizar lo que ellos mismos denominaron como <<cercogene-
r a l ~esto
, es, un gran círculo rriiigico donde pensaban .conjurar
a un spiritu o spiritus que en el dicho sperimento estarian nom-
brados [...] para qiie biiliesse y les truxiesse moneda.)>"'El obje-
tivo estaba claro y los medios para coriseguirlo, también. No obs-
tante, dicho experimento nunca llegaría a consumarse debido,
en prinier lugar, a las fuertes disputas que enfrentaron a dos de
los participantes durante el transcurso de los largos preparativos
y, en segundo lugar, a la intervención del Santo Oficio que, uno
tras otro, se encargó de apresar, juzgar y condenar a muerte a los
cuatro pretendidos nigromantes mediante el acostumbrado sis-
tenia de la relajación al brazo seglar. Pese al drástico desenlace,
dos de ellos (el clérigo y el notario) lograron huir de la cárcel,

El teólogo jesuita Martin del Río suponía qiie los irivocadores de demonios
tenían dos ~iio~ivos para elegir la figura del círculo: uno qiir, por no tcner priiici-
pio ni fin el círculo r s u n simholo de divinidad (a la que aapira Sütaiiás): otro, que
.el círculo, carente de todo ángulo, tiene como figura conti-aria la cruz, como
muy atigulosa,, (hlartín i ~ i Río,
. .Libro 11 de las Di~pi.sizsitioni.srncígzcaw, en ,Jesús
MOYA (ed.), 1.u rnu'giu demoní(xa, Madrid, Ed. Hiperion, 1901, p. 192).
95
Proceso contra Joan Vicrnti. Zaragoza. 1311. M P Z . C. 28-7, fol. 17v.
Kcsulta muy sigiiifica~ivoque, ixiieritras que quienes ibati a participar rii rl cíi-cii-
lo se referían a .conjurar a un r ~ f ~ i r i tou(q5ritus», el fiscal encargado de la acusa
rión utilizara la expresi61i .irivocar al dmonio. (ihid~m, fol. 97).
Diversos ejemplos de círciilos mágicos coritenidos en 1,n Clauicub de
Salornon. Según la tradición, todo mago debía poseer la (;luvícula en
forma de mariuscrito, costunibw quc todavía perduraba en Aragóri en
los siglos XVI y XVII entre riertos clérigos expertos cn nigroniaricia.
con lo que su ejecución sólo pudo realizarse <<en estatua))'"'.Ello
no impediría que, a1 igual que sus infortunados conipañeros,
jamás pudieran conocer el resultado de sus trabajos preliminares
que, a juzgar por los testimonios que nos han llegado, f'lieron
abundantes y prolijos.
LJno de los cuatro conjurados era mosén Joari Vicente, presbí-
tero beneficiado de la iglesia de San Pablo de Zaragoza y origi-
nario de Perpignan, es decir, del sur de Francia, al igual que tan-
tos otros acusados en k a g ó n por crimen de nigromancia"'. El
clérigo tcnía en su poder varios libros de irivocacio~ies,entre ellos
la célebre Cla-oiruln d t Snlomón,, d a v e de toda la arte de riigro-
mancia)., en la cual .(se contenian los aparejos que eran necessa-
r i o ~para fazer los dichos circulas.. Estos fueron preparados con-
cienzudamente por los futuros participantes, tras jurar sobre una
hostia consagrada .de tenerse secreto y verdat entre ellos y dc no
descubrirse los unos a los 0tros.9"~
Tal y corno se contenía en el libro, quienes entraran en el
círculo debían ir ataviados con vestidos, calzones y zuj!xilos nuevos,
blancos y, asimismo, marcados con determinadas figuras y carac-
teres rnágicos. Dichas señales tenían que ser trazadas con una plu-
ma procedente del ala derecha de un ansarón macho y tallada
con un mrhillo que hubiera sido templado con sangre del inisrrio
ansarón, en cuyo mango debían hallarse inscritas mediante una
aguja de hierro ciertas señales contenidas en la Clam'culn. En pala-
bras de Jeróriirrio de Valdenieso, Lirio de los cuatro conj~irados,
que servía en casa del notario,

q,
'ios referiinus a ':]oaii Vicente, beiieficiado de Sant Pahlo, iiigi-oniaritico.
fujitivo. relaxado en estatua en 19 de inarco 1511,, y dvíigiiel Sariclie~del Roirie~al,
notario, veririo de Carago~a,lierqje. fi!jitivo, iiigroinaritico, rclaxada sil cstatua cii
16 dc]uiiio 151I D ,ambos citados en la dlemoria de los que liar1 sido qiierriatloa
Iiasta el año [le 1574 en la Inquisicioii de los hahitadores desta ciiidad dc (:ara-
gota,,, cii Isidro I>F i ~ C sl i c ; ~ Libro
. Madrid, 1929, pp. 125 y 131.
Y I P T ~ P<i~Ar/~g.ón,
Q'
Nótese que la mayoría de los varoncs,jii7gado~cri Xragón por crimen de
hechicería o nigromancia procedían del Sur de Fraricia, eii especial de BCar-ii y
Gasrog~ie.No olvidemos que fue prccisaniciitc en dicha 7ona donde. segíiii algu-
nos esrudiosos, a mediados del siglo )ín<apareci6 la prirriera rrierici6ii al snbb«l eii
varios procesos por brujería. Tainbién en cl siglo XIV y en Fi-aiicia sc dcfiiiió por
vcz primera el pacto demoníaco: en 1398, la Universidad de París declaró que
liabía pacto iiriplícito e r i todas las prácticas supersticiosas cuyo rciiiltado 110 sc
puede esperar razonablemente de Dios o de la riaturaleza.~~ De este rriotlo, rio
cesul~acasual que la cleiioi~iiiiaciónmás ritili7ada en Aragón para drsigiiar a los
libros de magia (g+rinmios) proceda del fraricbs gn'moirr.
98
Proceso coutra ,Joaii Viccritc. Zaragoza. 151 l . AHPZ. C. 28-7, fols. 71r,
63 y 39.
<<Primeramentese han d e preparar y h a ~ e er n ciertos puntos
y oras las cosas siguientcs: Prinieramcnte se hari d e hazer vestidos
blancos nuevos sin servir para el rriaestro y discipulos que hari de
entrar eri el circulo, sobre los cuales se han d e coser las candarias
o pentariilas que para lo dicho a n t e se h a n d e haler. Y en las
dichas vesiiduras blancas, y e n los calcories que del inisrno lien~o
se h a n d e h u e r para ponerselos maestro y discipulos, urios carac-
ieres y señales [...] Y se han d e hazer capatos d c cuero blanco, en
los cuales se hari d c hazer seiiales o caracieres pintados con plu-
ma d e u n ansarori macho y d e la ala derecha. Y tomando la dicha
pluma del dicho arisaron, se hari d e dezir esias palabras: arbo)s
narbog, iiasay [...] Y despucs se ha d e tcmprar la dicha pluma con
u n cuclrillo aparejado desta manera, q u e el mango sea blanco o
ncgro, q u e sea temprado con sangre del dicho y misino amaron,
e n el cual cuchillo se ari d e screvir ciertos señales e n la Clavicula
contenidos con u n a aguja d e hierro, la qual aguja se h a d e hazer
eri cicrto punto y ora y dia, y sobre ella se han de dezir ciertos sal-
mos [...1 y e n los dichos capatos blancos se hari d c screbir los
dicho seriales con la dicha pluma y tinta exorcizada.-""
La importancia de lo nuevo, de lo virginal y lo piiro no solo se
manifestaba en la vestimenta que debían portar los participantes
(los cuales previamente habían tenido que confesarse, haiiarse,
comulgar y realizar ciertos ayunos). Ningiino de los objetos desti-
nados a1 círculo podía haber sido utilizado anteriormente; por
tanto, todos habían de ser fabricados ex profeso; algunos de ellos,
incluso, a partir de anirnales nonalos o a manos de una casta don-
cella. Entre dichos objetos, se consideraban imprescindibles cua-
tro cuchillos (cori los que, después de tallar plumas y vergas, debía
señalarse el ccrco para, finalmente, hincarlos en el interior del
mismo); cuatro ~spuclns(que t a m b i h tenían que clavarse dentro
del círculo); algunas wrgas y cañas (para desollar las pieles que
serían utilizadas como pergaminos); candelas de cera bendita; sus-
tancias arzimáticas (incienso, aloe, tirriiama) depositadas en cuatro
ollas, con las cuales sahumar la estancia; carbones nuevos, paños de
hilojino (cendales o pabiles) liilados por una moza virgen; perga-
minos sobre los que trazar pequeños círculos o roldes hechos cori
la piel de animales abortados (perros, cabritos o becerro^)'^"' y,

lo0
La utilizaci6n de pergaminos Sabr-icadosron la piel de animales jóvenes,
a<lerriásdrl ~iiiibolisinodr lo puro. escoridia i i r i fiiridamriito cieritífico. N o hay
qiir olvidar-que el p q p n i r w de in+r calidad, la iitrla (del latín vit~llu,ternera
jovcri). se ohtieiie al tratar la piel de ternrras,jóveiies o rerii-ri nacidas. Sil pi-inri-
pal ciialiclad es no ehcber-se. la tirita o la pintura? conservar mejor sus colores ori-
ginales, de ahí que las más hcllas rriiriiatiiras se realizaran sobre vitela.
por último, un hisqbo, con el que derramar u p n bendita sobre
todos y cada iino de los objetos presentes en la ceremonia de
invocación, de modo quc mediante tales aspersiones quedaran
consagrados y adquirieran el poder necesario para atraer a los
espíritus del más allá. Según.Jerónirrio de Valdenieso,
(<Todosestos aparejos se han de vendezir por clerigo, dixieri-
do sobre ellos salrrios y oraciones, sobre los quales se han de hazer
sahumcrios y se ha de echar agua vende7ida r...]
con ysopo fecho
de ciertas yervas que tambien havian de ser veridezidas [...] y
sobre todas estas cosas, puestas en un cendal vendelido, se avian
de dexir cierto riumero de misas.,,""
Por los testimonios contenidos en el proceso incoado en 1511
contra mosén .Joan Vicente"", sabemos que tales objetos fueron
reunidos en casa del clérigo, el cual conresó ante los jueces kiaber-
los ocultado más tarde en iin armario de la iglesia de San Pablo
donde solía guardar sus vestiduras talares. Miguel Sánchez (el
notario encargado de transcribir los libros de nigromancia que
mosén Joari Vicente había traído consigo de Roma) qued6 como
principal encargado de los preparativos. En 1509, un día antes de
partir de viaje a la corte, ordenó a su criado Valdenieso que encar-
gara hacer los cuatro cuchillos y las cuatro espadas para que estu-
vieran dispuestos a sil viielta. Valdenieso acudió a un puñalero que
tenía su taller en la calle Mayor de la ciudad, el cual fabricó cuatro
cuchillos de tamaños diferentes. Según el tejedor Miguel de Soria,
<<loscuchillos eran desta manera: uno grande, de clos tajos, y
scripto en rl de tinta vermcja estos nombres: alfa er omega y lirios
nombres de Dios que no se acuerda. Y tenia las cachas negras,
scriptos en ellas ciertos caracteres, apuntados primero con aguja
y despues cubiertos con tirita vermeja. Y el otro cuchillo, inas
pequenyo que este y scripto co~iioeste [...] Y cl otro cucl-iillo era
mas pequenyo que ninguno de los de arriba y assi scripto como
los de arriba. Y el quarto cuchillo era mas pequei-iynque ninguno
de los dictios de arriba, y era delgado y fecho a quatro esquirias,
y no mayor qrie i i r i peine.~~l'"
Para fabricar las espadas, Valdenieso busc0 al «hombre que
mas sabia en esta arte y, entre ellos, el tenido por maestro [...]

101
Iúzdon, fol. 69.
"'?4iinrlnr sahernos de la rxisiericia de procesos contra los otros tres conju-
rados aciisados por la Inquisicióri dc nigromantes (Miguel de Soria, Miguel Sán-
chez y Jerónimo rlc Valdenieso), e1 proceso coritra mosén Joari Viccnte es el <mi-
co que ha llegado hasta nosotros.
1n-i
Proccm coiiti-a.loan Vicerik. Zaragoza. 1511 . AHPZ. (:. 28-7. fol. 4.
maestre Joan, el spadero que esta yendo hacia el Carmen.. Las
cuatro espadas fueron templadas, siguiendo las instrucciones
serialadas e n la Clnuici~la,esto es, w o n sangre de amaron y cumo
de pempinella.,~"'4No menos complicado fue conseguir los per-
gaminos. Para ello, el tejedor Miguel de Soria.
<<Marido a Espinosa, sastre, que matasse una perra preriyada y
que desollasse los perricos dcl cuerpo [...] para azer pergaminos
y assi los cobro del diclio Spinosa. Y cstos pergaminos, con otros
pergaminos de cabritos abortados, los llcbo [...] al pergaminero
Luchas para que íiziesse pergarriinos para azer spcrirncntos diver-
sos y ~ S S los
I fizo el dicho perga~iiinero.»"'~
En cuanto al a n i l l o rriágico,,,
*un anillo fizo Pazrr [...] el qual fim uno llamado Pedro [...]
que vive a la calle Mayor [...] era anillo dc Salomon, que servia
para dominar los spiritiis y era de plata [...] y sc avia de azer como
lo dize el libro de los anillos y azer entre una y dos oras despues
de medio dia, que en este tiempo rcgna Mercurio.>) ""'

Las candelas fueron enviadas a Miguel de Soria por -fray Cas-


lanyeda, de la val d e Gistain, las quales eran d e Sanz d e Kogel,
notario de la dicha val.,, De los sahumerios se ocupó el propio no-
tario e n persona («Miguel Sanchez compro rriuchos materiales
para sahiimerios e n casa d e Arrobia, cabo la Cedaceria),). C n a vez
que todo estuvo dispuesto, Valdenieso llevo los aparejos a casa de
mosén Joan y ambos .pusieron todo lo sobredicho e n u n arca y lo
subieron a una a m a r a . » Poco después, mosén Joan se encargó
personalniente de trazar los caracteres e n los cuchillos, utilizarido
para ello -además de bermellón- unas ag~ijasqiie él mismo
había traido d e Perpignan:
<<Eldicho moseriJoari, en cierto dia y cn cierta ora en el dicho
experimento especificada, con unas agujas que tenia, las quales
dixo que las havia traydo dc Perpinyan, hizo ciertas letras en los
mangos de los dichos cuchillos y las inchio de verriiejo con una

104 .
laiito rl owrnrcíri (clirriiriutivo de ánsar) como la pirnf,in,rlo posríari uri graii
siiiiholisirio. El cin.mr (ganso u oca) sr hallaba desde antiguo viriculado a ciertas
tradiciorics rsotkicas relacioiiadas cori h <<GranObra.. El popular ojiicgo de la
oca., no es sino u r i recuerdo dcl lahcririto que compilaba las etapas que debían
atravrsai-se hasta qiie los adeptos logralmii alcanzar sil objrtivo. K i i cuanto a la
pinijirwkro .%~nguzsorba,es una planta con tallo y flor-esroji~as,de cuyo aspecto san-
guíneo proccdr su nombre latirio .sorbedora de sangre..
1115
Proceao contra Joaii \Ticente. Zarago7a. 131 1. AHPZ. C. 28-7, fol. 8.
liili
1hilk.m. fol. H.
pluina que kiavia tomado d e un ansaron que havia de ser limpia y
que rio hubicssc servido a cosa ninguna.^^""
El íiltirrio paso antes d e la celebración del círculo consistía en
bendecir y consagrar todos los elementos. Para ello debían reci-
tarse ciertos salmos y oraciones y, después, decirse nuele misas
sobre los mismos. Dicha tarea, como e5 natural, le correspondía a
rriosén Joan, quien, según Valdenieso,
i<dixosobre los cuchillos, sobrc cl bermejoii, sobre los satiu-
merios y sobre los dichos pergaminos y ysopo [...] unos salrrios en
el dicho experirriento spccificados [...] con u n a stola al pescuezo
[...] y tairibien dcspues sobre hunas cariyas 1 ... 1 y sobrc unas ver-
gas, las quales canyas y vergas el dicho mossen Joan y este confe-
sante las fiieron a cortar iiria rrirznyana en cierto dia y en cierta
ora, y las coriabari en una guchillada, segiint en e1 dicho speri-
mento esiava roritenido. Yse havian de dezir sobre todo lo sobre-
dicho [...] ciertas oraciones y ciertas missas.»""
Evidentemente, la conexión de la astrología con la invocación
de espíritus o demonios era muy estrecha. Como explicamos al
comienzo del capítulo, los cuerpos celestes y las almas de los
difuntos constituían las dos priricipales herramientas utilizadas
por los nigrorriarites para conseguir sus firies. En consecuencia,
no sólo era necesario conocer cl nombre y las cualidades de cada
uno de los espíritus o demonios, sino tarribih el momento ade-
cuado (día y hora) para realizar aquellas acciones destinadas a
traerlos hasta el círculo""'.
La relación con la numerología era tambien patente. Como
para la mentalidad tradicional n o existe el azar, el riíirriero de las
cosas o los hechos reviste e n sí mismo gran importancia y permi-
te niuchas veces por sí solo acceder a una comprensión de los
acontecirnicntos. En el experimento d e los cuatro nigromantes

107
Ihidum, fol. 16.

ION
Segíin tcstirnonio de Miguel de Sol-ia,además de la Clavirulrr dr Snlomón,
los experimentos qiic los cuairo coiijurados prrtrndían realizar se basaban en
otros libros como la ( h v í m l o dr Vitgilio, también denominado Lihu de los oficios (i/.
Viyilio. En él se contenían .los otticios de cierit denionios, con sus noinbres y con
sus carartrres y mas, la consagrarion dellos de cada dia de la scrnaria con sus sahu-
merios, y mas, la citaciori de los spritos dc cada dia de la semana d r qnando no
queriari obedecer, y mas, los XXViII anillos por las X X W I rriansiones del alma, y
de que tinca y de que manrra se havian de screvir los caracteres y lo nombres d r
los spritos. y otras cosas y speriniintos de la dicha arte d r nigroniancia.n (Proceso
contraJoan Viceni. Zar-agoza. 151 1. AHPZ. C. 28-7. fol. 6.3).
zaragozanos, dicha cifra desempeñó un papel fiindamerital: cua-
tro debían ser los cuchillos, las espadas, las ollas para los sahume-
rios, etc. Del mismo modo que el cuadrado o la cruz, el cuatro
sinlbolizaba la totalidad, así corrio lo sólido y terreno. Por con-
traste, el nueve (la triple repetición ternaria presente en muchos
ritos de magia como, por ejemplo, eri el níimero de misas que
debían decirse sobre los objetos), al igual que el círculo, evocaba
la idea de perfección, unida a lo espiritual y lo celeste.
La dialéctica cntre el círculo y el cuadrado, o entre lo celes-
tial y lo terrenal"", llegó a adquirir carácter de realidad en las
dos fases en que fueron divididos los preparativos del .cerco
general,,. Mientras que Jerónirrio de Valderiicso, como criado,
era el principal encargado de recaudar lo material (los cuatro
cuchillos, las cuatro espadas, el traslado del resto de los ele-
mentos); la misión de mosén Joan Vicente, como sacerdote, se
centraba en la parte espiritual (bendiciones, oraciones y, sobre
todo, las *nueve rriissas, segunt sc dezia en la dicha Clavicula de
Salomon.). El criado empez6 cumpliendo su cometido, pero
como no le pagaron el dinero que le habían costado las espadas
(*cuatro ducados.), no las quiso entregar a mosén Joan hasta
cobrarlo. Entretanto, (<eldicho Valdenieso y Soria renyieron muy
mal, qiie vinieron a las manos [...] porque cada uno pretendia
entender rricjor esta arte de nigromancia.),
Ello determinó la retirada de niosén Joan, ante el temor de
que al publicarse dichas riñas se descubriera el negocio y fueran
todos acusados ante la Inquisición, como de hecho ocurriría
poco después. El clérigo había recitado las bendiciones, pero no
las oraciones y misas, que eran mucho más extensas, ya que antes
de hacerlo prefería que le trajesen las espadas para no tener qiie
repetir una y otra vez todo el ritual sobre cada objeto por separa-
do. En palabras de Valdenieso,
<<Mossen Joari le dixo que [las oraciones y rriisas] sobre todo las
queria dezir, porqiie por una cosa sola no las h~~viessede dezir tantas
veles. Y despues dixo que no las qiieria dezir las dichas oraciones y

110
I>icha dialéctica era también contcinplada por el jesuita Martín dcl Río al
referirse al círculo mágico. La elección dc tal figura hacía que se preguntara:
q S e r i porqiic el círculo, que no tiene principio ni fin, es simholo d e la divinidad
y la tierra es el escabel de Dios? [...] ,:O cal vez porque el círculo, carente d e todo
ángulo, tiene como figura contraria a la c r u ~ como, muy angulosa? Ciertamente
es mucho lo que la aborrecr Lel diablo] y por eso tiene amor a la figura contraria.
De hecho, cntre los sellos mágicos ericonrrarás la cruz rodeada de u11 círculo,
coino cautivan (vease hfartín oiir No,@. d., p. 192).
missas airique bas truxcsse las dichas espadas, ni entender irias en el
dicho negocio, porque havia sabido que este confesante havia ren-
)ido c o el~ dicho
~ Soria muy malamente delante de la niiiger de
Lamberto de Soria, iio s i i p , y porque no se descubriesse.~"'
Efectivamente, se descubrió, aunque debido al secreto inqiii-
sitorial no podamos conocer con exactitud el desarrollo de los
hechos. Una veL rriás, como ya vimos en las acusaciones de bruje-
ría, los enfrentamientos personales desencadenaron la maquina-
ria judicial. Uno tras otro, fueron encarcelados y juzgados, por
este orden, el notario Miguel Sánche~, el tejedor Miguel de Soria,
mosén Joan Vicente y el criado del notario, Jerónimo de Valde-
nieso. Tanto el notario como el clérigo escaparían de la cárcel,
aunque solamente conocemos en detalle el paradero del clérigo
por ser su proceso el único que se conserva. Según el *venerable
Miguel de Galbe, procurador fiscal de la heretica y apostatica pra-
vidatn, el domingo 23 de febrero del año 1511,
*Uno llamado mossen Joan Vicerit, clerigo de la yglesia de
Sarict Pablo de la ciudat de Garagoca, stando preso en la torre
maestra de la Aljaferia [...] por crimen de nigromancia [...] cre-
banro la carcel de la Allaferia e se sallio e fue ydo de la stancia mas
alta de la torre maestra de la dicha Aijaferia en donde aquel stava
presso, recluso y encerrado con llave desta manera: que, a ora cap-
ta y de noche, havia descarcellado unos palos gruessos que tenia11
cerrada la ventana de la dicha estancia a manera de rexa, la qiial
[estaba] sobre la cava de la Aljaferia. Y con una cuerda que en uno
de los dichos palos ato, se havia descolgado por la ventana de la
torre y carcel y se fue y havia fuydo donde bien se lc vino.^^"'
Al día siguiente por la rriañana, tres carceleros, .subiendole el
comer., lo llamaron desde fiiera como solían, «pensando que se
stava allb, y .viendo que aquel no respondia, habrieron la puerta
de la dicha stancia [...] con la llave [...] e al no ver alli dentro al
dicho mossen Joan Vicente [...] quedaron muy admirados..
Inmediatamente se ordenó una investigación y uno de los inqui-
sidores, acompañado por un notario y los tres carceleros citados,
examinaron,
.toda la dicha torre y las cambras della en doriclr suelen cstar
[...] los pressos [...] a ver bi por ventura el dicho mossen Joan sta-
ria scondido en alguna canibra [...] dc la dicha torre.»"'

III
Proceso coritraJoari Vicente. Zaragoza. 1511. AHPZ. C. 28-7, fols. l6v.-l7r.
112
Ibzdem, fol. 48.
119
Ihidrm, fol. 32v.-53r.
A continuación, abrieron .<laspuertas de las camaras de toda
la dicha torre que stavan cerradas. y llamaron al presbítero,
*a grandes v o ~ e s[...] preguntando a los prcssos [...] si sabian
algo del dicho mossrn Joan, los quales respondieron, en virtud
del,jurarriento por ellos pcrpretrado, que no sabian del cosa nen-
guna por via directa ni indirecta, ni lo hwian visto yr, ni tal cosa
tiavian seniido.-"'
Tras inspeccionar toda la torrc sin hallar rastro del reo, vol-
vieron ea investigar y reconocer la dicha su camara en donde
aquel stava presson, y entonces encontraron «en el suelo una
cedula de amenazas contra los inquisidores [...] scripta de propia
mano del dicho mosseri Joan Vicent fugitivo.» I,a venganza del
clérigo rio se limitó únicamentc a dichas amenazas. Sus pasos se
encaminaron hasta Roma y, una vez allí, al cabo de tres años con-
sigui8 anular la sentencia a muerte que figuraba en su proceso.
No contento con ello, procedió asimismo en contra de los inqiii-
sidores del Tribunal de Zaragoza que lo habían juzgado, hasta
lograr condenarlos a qiie le pagaran la nada desdefiable suma de
500 ducados, eri concepto de restitucih por el secuestro de sus
bienes. Para no dejar nirigíln cabo suelto, en julio del año 1514,
el clérigo escribió una carta dirigida a mosén Jerónimo Cristóbal,
un amigo suyo, presbítero de la iglesia de San Pablo de Zaragoza.
En ella, mosén Joan Viceritc decía refirihdose a los inquisidores:
~ I l deliberado
e hazer por rrii honrra lo posible y, iliisi, los he
conderiqmztdo en quinientos ducados y he anullado la sentencia
de alla. Mucho me amenazan que mc han cit. rnatar y otras cosas
que serian lucngas de contar, empero yo ago corno el perro rwio-
so que a su ducnyo niuerdc [...] I'iies no tengo de ir alla, quiero
kiazer todo el mal que y(> pucda. Por esso, havisr viiestra merced a
rriosscn Antliori y a mi madre y a maesire Joan y a iodos, que si les
pregiintan que cluc podria valer lo que yo tenia, qiie digan que a
lo que creen, que valia quinientos ducados, porque yo tenia dine-
ro Iiilrto. Y si dizeri que el dinero quien 1 0 tomo, que digan que
aquellos que vinieron por la ropa lo devierori tomai-.»"'
El último testimonio del que poseerrios noticia es otra carta,
einiada por urio de los iriquiqidores a un fiscal del Santo Oficio
en octubre dcl mismo año 1514. En ella se decía:
<<Ya sabeys como mosen Joan k7icente procede en Roma muy
reziarriente y en vercknd que me pesa de qiian mal se haLeri en aque-

'" I b i d m , fol. 5:3.


I Ií
Ihi&m, documerito inser~o,s.f.
lla corte de Ronia las cosas de lii Iriquisición. Nuestro Señor l o pro-
vehera algun dia, pero entretanto es rncnester que nosotros nos ayu-
demos de lo que piidiereinos para defender la Iirmrra de Dios.»'"'
El proceso contra mosén Joan Vicente, aun suponiendo una
fuente riquísima por el volurricn y el interés de los datos que cori-
tiene, no coristitiiye sino una pieza más para la reconstriicción del
ambiente mágico que se respiraba en el barrio de San Pablo de
Zaragoza a comienzos del siglo XW. Gracias a la confesión final del
tejedor Miguel de Soria, quien antes de morir ~ d i x oque qiieria
descargar su conciencia de todo lo que se le acordaba, assi de si
como de otras personas., sabemos de la existencia de otros niucfios
individuos de dicho barrio zaragozano relacionados directamente
cori la magia. Varios de ellos eran clérigos: así, por ejemplo, ~rwsin
&m'a (que junto con Miguel de Soria y Jorge de Kodas ~teriian
concierto de L.. ] hazer algunos espcrimei~tospara hallar tesoros))),
o msi17 Lxe (que bendijo algunos de los pergaminos para el cerco).
Según el postrer testimonio del tejedor; un monje coriocido como
finy M i p r l C u k l m había liccho <<ciertos
isperimentos~escritos wn
pergaminos virgenes* y posteriormente perfumados, aderriiis de
corisagrar para el reo iin anillo y unas candelas. Asimisnio,jrq IJllu-
tc, otro nionje <<dela hoi-den de Predicadores., habita dicho tres
misas esobre unos pergarriinos en que havia scriptos unos nonibres
[...] en 1a dicha Clavicula contenidos.»
Quienes n o eran clérigos actuaban en cierto modo como tales.
Según la última confesión de Miguel de Soria, él mismo había
mentido en anteriores declaraciones al decir que solamente ha-
hían recitado coqjuros mágicos ciertos eclesi5sticos pues .la ver-
dad es que el [Miguel de Soria] conjiiro y tubo tina camisa sacer-
dotal vestida y la corona de Salomon en la cabeca.~Una cororia
senicjante pudo ser la <ax-onade pergamino. que mosén Joan
Vicente mostrara en cierta ocasión, scgíln sus propias palabras, *a
una llamada Catoya, a Aznarica y a otras personas que no tiene
menioria.. La dicha 4 z n a r i c a ~no era otra que Cacalina Aznar.
r r i k conocida como .La Amaran, a quien la Inquisición de Zara-
goza también procesó por acusaciím de hechicería en el mismo
año que juzgara a rriosén Joan Vicente.
hrribos procesos constituyen modelos respectivos de magia
rnascillina y femenina dentro de un mismo contexto espacial y
temporal. Catalina k n a r vivía tarribién en el zaragozano barrio
de San Pablo, y su relación con mosén Vicente y otros clérigos
nigromantes debi6 de ser bastante estrecha, a pesar de la enorme
diferencia económica y cultural existente entre los mundos de
una y otros. Resulta significativa e incluso comple~nen~aria la
inclusión de una parte de la primera coniesión de Catalina en el
proceso a mosén Joan, y viceversa, la rriención, en el proceso a
Catalina, de la causa incoada contra el clérigo. El mismo episodio
de la corona de pergarriirio mostrada por dicho clérigo a ella y
otras personas, eri boca de Catalina, se expresaba como sigue:
*Uno llamado mossen .loa11 Vicerit, clerigo de Sant Pablo, le
1110str0a esta confessante una corona cori iirios roldcs y unos signos,
el qiial le dixo quc aquella corona la havia fecho un amigo s~iyoen
Roma y que tenia esta propiedad: que aunque ire~ieritascuchilladas
le diessen, que rio le farian mal, y que el se havia hallado donde lo
havian Iien picado y que no Ic hablan fecho rnal nirig7irio.»"'
En aquellü ocasión, y tras ensefiarle el pergamino, mosén Joan
Vicente había aprovechado para preguntar a Catalina,
.si tenia spiriru tániiliar; segun quc ella misma lo havia dicho,
pucs havia dado a entender a cierta mujer que se llama la Val-
conchara que tenia spiritii familiar.»""
En principio ella no quiso responder, pero,
<<tantola apreto, que le dixo que b verdad cra que ella no
irriia tal spiritu, sino que lo havia dado a entender a unos y a otros
para apr«\:echarsc dcllos para sus necessidadrs.~~""
Catalina, al igual que la rriayoría de las hechiceras a quienes nos
referiremos en las páginas que siguen, era pobre. Más que enrique-
cerse, lo que pretendían las profesionales feiiieriirias que invocaban
a los espíritus infernales era ganar su sustento emhaiicando a quie-
nes llegaban hasta ellas solicitarido sus servicios. Especializadas en la
magia amorosa, eran requeridas principalmente por otras mujeres,
inuchas de las cuales esperaban asimismo satisfacer sus necesidades
ecori6micas (y no sólo las afectivas) mediante el dominio de la
voluntad de aquellos honibres a quienes intentaban someter con la
ayuda de los dernonios. Como veremos a continuación, a pesar del
escaso o nulo éxito de la mayoría de los hechizos y conjuros desti-
nados a tal fin, la magia amorosa disfrutó de una enorme acepta-
ción en los siglos 33T y XLlI, lo que reflejaba un tipo de rrieritalidad
cuyas secuelas siguen estando presentes aím en nuestros días.

'17 Ibidprn. fol. 13.


"'Ilrirlm, Sol. 31.
119
Ibirl~m,fol. 31.
I'nn Ilamadn J o a m a de Polo [...] a sido y rr hp(h~zí10Q I ~ P(1
nto\lumf~r(~do h a m hcrhtzos a aL,tnos hombres porque l a quwrccn
f n m [.../ Ilum, /u d ~ r hJoannan de Polo [...] con poro temordpLhs
y dc l n j u \ / ~ z c lu, n u y nmchar UPWS a szdo terccra y al~a~gueta.
Kernardo Sariz, fiscal""

I'~le\t(l en nrccszdad, puta podo- pussar [...] lo hzzo.


Costanza RosalL1

IO en rnz ruda
LU~W (wn(in nz la tengo,
porqu P rólo hp q+n~ v t h d o
unos embuster rasuso\,
con que embobnndo La gentr
fama de astróloga udqutno.
Agustíri de Snlnzar j Torres"'

A pesar de poseer bastantes aspectos en común, la hechicería


masculina y la femenina constituían ~mivcrsosmuy diferentes.
Como dos ríos paralelos conectados a veces por pequeiios arro-
yos, discurrían una junto a la otra sin que sus aguas llegaran nun-
ca a confluir: Si bien es cierto que muchas de las prácticas mági-
cas femeninas eran deudoras del saber de los varones (en especial
aquéllas relacionadas con la astrología), uno y otro sexo solían
perseguir objetivos completamente distintos; también acostum-
braban a scr otros los métodos ~itilizadospara alcanzarlos y los
sírribolos asociados a los mismos.
En Aragón, la división quizás rnás patente entre los dos tipos de
hechicería se relacionaba muy estrechamente no sólo con el sexo,
5ino también con la geografía. Como pudimos comprobar en el
capítulo anterior, la mayoría de los juzgados como nigromantes
procedían del sur d e F ~ a n n ao, por lo menos, tenían algún coritac-

1211
Proceso ro~itra,l«aiiiiaPolo. Zarago~a.1561. A ü Z . C. 1-41, fols. 2v.-3v.
121
Proceso contra Costanza Rosa. Zaracon. 15x1. h n Z . C. 27-35, fol. 45\.
to con dicha región. La rriagia femenina, sin embargo, hundía sus
raíces eri el ~VlediturLneo'"" se hallaba f ~ ~ e r t e m e nligada
te a la cid-
tura morisca"'. Así como el principal idioma utilizado por los
hechiceros varones, además del castellano (sin olvidar el griego y
el hebreo), era el latín, miichos de los hechizos femeninos adqui-
rían su carácter esotérico gracias a la presencia del árabe.
No obstante, la cliierencia fundamental entre los dos mundos
radicaba, en los fines que se pretciidían conseguir mediante la
magia. Unicarnente la preocupación por la .salud era comíin a
ambos sexos, ya qiie el entorno inasculino solía decantarse por
temas relacionados con el rnriyuecímien¿o, mierilras que el úmbito
~róticucori~erriíapriricipalmcnte a las mujeres. Dicha trilogia
tenía que ver más con las fiinciones sociales asignadas a ainbos
polos que con los intereses propios d e cada género, tal y corno se
clerniiestra e n el hecho d e qiie la rneta biiscada por muchas
mujeres f ~ ~ e nr oa tanto el amor corrio el matrimonio o, en cual-
quier caso, los beneficios económicos que supuestamente había
de traer aparejada la relación amorosa),.
Por lo general, tanto el poder aclq~iisitivocomo el nivel socio-
cultural d e las hechiceras eran inferiores a los d e los heckiiccros o
riigrorriantes. Quizas por dicha razón, la magia femenina poseía
iin rnrhcter mucho más p m p ó t i r o y prosaico que la nlasculina. Ello
se reflejaba a primera vista e n el tipo de objetos y sus~ariciaspre-
sentes e n los hechizos o ericaritarriieritos, la mayoría de los cuales
pcrtcnccían al ambito domestico (ollas, escobas, cedazos, sal,
pimienta, habas, comiiios rústicos, etc.). Por otra parte, muchos
hechizos n o constituían sino degradaciones o irihritilizaciories de

l2.$
Entre las practicaiitcs d r la rnagia amoi-osa,la5 i-cfcrcricias a Italia eran coila
tarites: h a de Miso,jii~gatlapor tiectiicira eii Zaraguza rri 1586, djjo *que en N'ripe
Ivc tiavia aprendido aqiirllon. lsahrl (hinhal. para desligar a i i i i honibi-e. .lile a un
gw(mr,cliie va y vieiii a esta ciudad [...] y le dixo conlo el dicho don Pedro estava liga-
do, qiiv qiw Iiaria para 1-cincdial-lo.>, IJiia hcchiccra deiiiiiiciacla en 1548 rii Talaro-
ira (Zaragoza) pi-ocedía de A W i ny e1.a coiiocida como Khtheliiia la milaiiesa alias la
iialiaria,,. Dentro de la pmíiisiila, la proviriria m% citada ci-a lilh~n'a: Las hermanas
Isabel y CIíiidida Goiiibal. mor-iscasque +rcíari corrio hichiciras en el barrio de la
rrioi-ería de Zaragoza, procedían de Benaguasil (Valencia). En ciiaiito a lsahcl Martí-
iic7, otra hechicei-a que vivia en Tarazona, ?egíiri uno <le loa testigos qiie cleclararoii
en sii proceso, eiijiilio del año 1609 .le dijo 1; r m qiic habia ycio a Valriicia poi- iinos
Iiecliicos y que los avia tmylo ) coii ellos liabia Iieclii~adoeii Zarago~a.u
121
h r i c a del Norte. Sicilia, Italia del Siir y la España nici-idioiial y inrditc-
rráiiea el-a11 '<tei-i-esde predilectioii [...] de la sorcellirie airio~ireiisex (&se
Frari~oisDI.I.PE(:I 1, +&me érotique et niythologie fblkloriqiie daris les 'conjiiros
atnatoi-ioi' (XVI"-XVII" siecles) ., en Arnmtrr I&~;YI~CF, ~ I ~ L O U ill&~imr>
TJ ('ti ~ ; A ~ ( I ~ I ! Y
(XI:I1'-MI' ~ i l . r l ~ . rParís,
), La Sorboriiie, 1985, p. 229).
otros experimentos rriucho rnás complejos, relacionados con la
astrología o las invocaciones a los espíritus infernales. Según Mir-
cea Eliade, al estudiar las m~últiplesramificaciones del sí ni bolo^
hay qiie tener en cuenta elos procesos de raciorialización, de
degradación y de infantilizaciíh que sufi-e iin simholismo al ser
interpretado en los planos más bajos.>> En opinión de dicho autor,
«Nos encontrarnos rriiictias veces con variantes q u e aparente-
mente s o n populares es^^, p e r o cuyo origen culto -en d t i i n a ins-
tancia metafísico (cosmológico, etc.)- e s fácil d e reconocer y pre-
senta todos los estigmas d e u n proceso de infantilismo [...l. U n
siriibolisrrio 'culto' acaba a la larga p o r ponerse al servicio de las
capas sociales inferiores, d e g r a d a n d o así su sentido primitivo, o
bien el siinl~olisriioe s enteridido d e m a n e r a pueril, es dccir, cxcc-
sivamente c o n c r r i a y separada del sisterria d e l q u e f o r m a parte..'"'

Un ejemplo de vulgarización astrológica era el llamado econj~i-


ro de la estrella,,'". De gran popularidad entre las hechiceras de
toda la península'":, básicamente corisistía eri elegir una estrella, la
niás brillante, para pedirle la concesión de algíin deseo, casi siem-
pre relacionado con el hombre cuyos favores se biiscaban"! Una de
las testigos en el proceso contra Cataliria Amar (liechicera del
barrio de San Pablo a quien ya nos rcfcrimos en psginas anteriores)
kiabía acudido hasta ella buscando remedio para su mal de amores,
ya qiie mosén Miguel de Marta, racionero de la Seo, con quien la
testigo %teníaaniistadn, se había apartado della por cierta rinya
que entre los dos obo.~""De acuerdo con su propia declaración,
* T u b i e n d o m u c h a g a n a q u e este h o m b r e bolbiesse a ella y no
p u d i e n d o o b r a r m o d o de tenerlo en s u amistad, si quiere p o r no

I2i
Mircea EISADE,Tratado dp hzitoria du las r-ul@onrc. Morfi~logínJ rliolirtiro dr lo
ío,q-~ndo,Madrid. VA. C~ristiaiicl;icl,1981, p. 444.

l?i
IamhiCn se conocía y recitaba en las islas Canaria? (véase Fraiicisco FAJAII-
DOS r i ~ o i n Ilrthitmíl
, J I>rujrn'(~rn Cunnnns pn ln 8dad M o d ~ r n a ,Las Palmas, Ed.
Cahildo Insi~larde (kan Omaria, 1992, p. 178).
12s
La liecliicer-a toledaiia ,J~iariaNúñez Dieiites, procesada en 1549 por la
Inqiiisición. s < y í ncl fiscal ciicai-gado de acusarla, *conjurava una esti-ella clizieii-
do: Cortjiiw~ees~rellacori Dios y con Saricta Maria y con Sant Pedro r; con Sarit
Pablo y con todos los santos y santas tic la corte e el es ti al L...] lo que te tengo coii-
jur-üdo riie lo quieras declarar [...] y dezia luego tras el dicho conjuro otro desta
manera: Conjurotc cstrclla. la mas alta y la nias bella, como conjuro a una conju-
ro las dos, g corno cor?juro las dos. conjuro las tres [...] hasta llegar a las niiere
estrellas y drzia: todas niicvc os,jiintad y a Fulano coiiihate le clacln (1-éase,Julio
CAROB.AKOJA.Iri(lro rnci~~~c(cs ..., p. 56).
IY!!
Proceso contra Catalina A m a i %aragoza. 151 1 . AHPL C . 28-6, Sol. 10.
perder el tiempo que lo havia servido, y habiendo oydo que una
llamada Catalina Amar que solia vitir donde casa de Riglos sabia
en cosas de fetillos, fue a la dicha Amara, a la qual conto su nece-
sidad, y ella le dixo que la reinediaria.,>l'"'
En la primera entrevista, ambas mujeres concertaron que
Catalina acudiría esa misma noche a la posada de la testigo,
*Y entre las diez y las onze de la noche subieron a un mirador
y alli la dicha Aznara con un tizon [...] f i ~ oen el suelo del dicho
mirador un cerco redondo, y dentro de aquel dos o tres mas
pequenyos. Y assi, en el segundo cerco fizo poner- a un fijo suyo
de la dicha Aznara de unos doze anyos, y en el cerco nias adentro
puso una redomilla con agua d ' E b r ~ . > > ~ "
Según una personal interpretación del círculo mágico, el
ritual consistía simplemente en que la testigo vigilase una estrella
del cielo mientras la hechicera se encargaba, por su parte, de
invocar a los demonios. Catalina le había dicho:
Que ella se tomasse una esuela de las mayores y mas lucidas
que parecian eri el cielo y que dixiesse: Aquella estrela es mia,
aquella estrela ierigo por mis.»'"'
Entretanto, Catalina,
«postrada por el suelo t...] estaba recando, que n o se enten-
dia lo que recaba. Y el dicho sil fijo tenia la mano o dedo en la
boca de la redomilla niienire que ella estaba assi. Y [decia] a esta
depossante que mirasse bien la dicha estrela si sse escurecia o
Eacia alguri rnobimiento.,, ""
Muchos de los métodos utilizados por las hechiceras para con-
jurar a los demonios no parecían sino remiriiscencias de otros ritos
más detallados y completos. Así, por ejernplo, el poder mágico atri-
buido por los nigromantes a los objetos consagrados se reflejaba de
manera más prosaica en la recomendación dada por una hechice-
ra zaragozana llamada Cándida Gombal a ciertas mujeres .para
que los~hombreslas quisiessen bien..'" Segíh varias testigos,
las aconsejo invocassen los demonios como ella les enseñaria
[...] que tomassen una olla donde guisaban de comer para

IW
Ibidnn, fol. 10.
131
Ihidpm, fols.1(lv-1 l .
rbidPyn,m. 11.
155
Ibidm, fol. 1l .
134
AHN. Iiiq. Lib. 990, fol. 13v.
algun clerigo y agua de algun pozo de alguna iglesia y se la lle-
bassen, que con ella invocaria a los demonios y teridria cfecto lo
que deseavan.n ""
En lugar de la bendición de los objetos, bastaba el simple con-
tacto o cercanía cos1 lo sagrado: el agua de un pozo situado junto a
una iglesia desempeñaba el mismo papel que el agua bendita y una
olla que hubiera contenido comida para algún clérigo se cor-iside-
raba suficientemente preparada para atraer a los demonios. Eri
cuanto a la forma adoptada por éstos, para las practicantes de la
magia amorosa, una vez irivocados, Satanás y sus secuaces podían
ocultarse bajo cualquier perro o gato que pasara junto a ellas, lo
que revela una vez más el acusado pragmatismo inherente a la
hechicería femenina. Una de las testigos en el proceso contra la
citada Cándida Gorribal declaró cómo, tras consultar a la rea .que
forma teridria de casarse con un horribre ausente, y que viniesse
ofreciendole que lo haria assi., Cándida le había aconsejado,
«que una noche iiiesse a la puente de Ebro con tres vocados
de pan y los diesse al prirrier perro que topasse, sin nombrar en
el camino ni a la biselta a.Jesus, Santa Maria ni a ninguri sarito,
como cn efecto lo hizo.)>""'
Se suponía que el perro era un demonio y que los bocados de
pan constituían ojkendas sncmmZegasdestinadas al mismo para conse-
guir cl efecto deseado. La propia Cándida, morisca originaria de
Benaguasil (Valencia), confesí> ((haver sido mora 24 años. y que
cierta persona d e su generacion), le había persuadido de que,
.se ofreciese al denioriio y le llamasse, que teniendolr por
s u y o tendria mucho descanso y alcari<aria del todo lo que qui-
siesse. Y consintiendo con ello, haviendose aparcs~idoel demo-
nio a la irivocacion dc la dicha persona que le persuadio en figu-
ra de gato, le arrojo su Capato izquierdo en seiial de ser suya. Y el
dcmonio lo rezibio y, echo uri ovillo, hizo aire y se fue con el <apa-
to. Y otra noche, con las niisrrias invoca~ionesy cahumerios de
corriinos rusticos que les hizo, parecieron los demonios en figura
de cinco perros y, haviendo estado uri poco en el suelo, despues
los rnerierori la dicha persona y la rea en una redoma.*'"
La relación contractual que las hechiceras mantenían con los
demonios se materializaba por medio de los presentes con que
aquéllas les obsequiaban. El hechizo más frecuente consistía en

145
tok. 1%-14
ft~rd~rn,
1%
Ibiderr~,fol. 14.
'" Ihzdm, fol. 14.
arrojar de noche por la ventana ciertos borndos de coinicla que lue-
go solía comerse algíin perro, tras lo cual se esperaba que el hom-
bre deseado acudiera a casa de la conjuradora. Scgún la denun-
cia efectuada por J e r h i m a de San Miguel contra Ana de Yuso,
esta le había dicho en cierta ocasión que,
*para que un honibre la quisiese bien, iorriasse un poco de
queso y pan y carne y los iriascasse todo,junto con la boca y hizies-
se tres t~ocaclos.Y entre o n / r y doze de la noche 10s echasse en la
calle y dixessc unas palabras que ella sabia. Yveria venir un gran
cabro11 o perro y, viniendo, era srlial que luego se levaritaria el
hombre de la cama y yria a su casa.-"'"
Otras veces las ofrendas corisistian en cáscams de nuerp.7 ( q u e
de noche les echasen por las ventanas de la calle cascaras de nue-
zes llamandolos Berzebu, Sathanas.) '"" o n l g u n a mouecla (.<echar
iin real en la mitad del rio.)"". No obstante, junto con los boca-
dos de pan (símbolo evidente del alimento esencial), el don que
representaba mejor que riingún otro la vinculación de la heclii-
cera con los demonios apelados era el zapato. Segíin la cleclara-
ción de cierta testigo contra ' h a Ruiz, (<mugersoltera, vezina de
Caragoca, de edad de 30 aiiosn, ésta le había dicho que .para
hacer que un hombre quisiese bien a una rriuger»,
=de un pedaco de pan t...] havia dc hazer dore pedacos y
hecharlos por la ventana llamando a Satanas, Berzebii, Karrabas
y el gran diablo, para que le trajesen a la persona que qiieria,
offreziendo que les d a r k un don. Y que si viniese el dicho ombrr,
arrojase por la veiitaria un capato o oti-a cosa en pago de que el
diahlo havia cumplido lo que queria.})""
El acto de entregar iin zapato corno señal de contrato arran-
caba de raíces muy remotas. Según se decía en la Biblia: 4 n t i -
guamcnte en Israel era costumbre [...] que para ratificar todo
negocio, una de las partes se sacara la sandalia y la entregara a la
otra..'" Así, poner el pie sobre uri campo y arrojar la sandalia
sobre él venía a ser sinónirrio de la toma de posesih del mismo.
De ahí que el calzado se convirtiera en sírribolo del derecho de
propiedad y que el gesto de retirarlo y entregarlo al nuevo dueño
expresara por parte del antiguo poseedor la transrriisi6n de sus

I:\o
AHN. Iiic,. Lib. 989. fol. 212.
1 %1
AHN. Iiiq. Lib. 990, fól. 13v.
140
Ihzd~mn,,fol. 14.
141
Ihidr~n,fol. 208.
11' Ru1h 4. 7.
derecliosll'. Pero, adcrriis del sirribolisrrio jurídico, rio hay que
olvidar el acentuado significado erótico tanto del pie como del
zapato, evidentes metáforas de los órganos genitales masculino y
femenino. En palabras de Fr ancois Delpecli:
extrema erotización del pie y su eventual exhibición, la
<<L.a
iitiliiaci0ri deliberada de irietáto~aspodológicas para designar las
atecciorres del sexo, así como el alcance simbólico atribuido a los
zapatos, son características y constantes de la cultura ibérica, a
menudo reconocidas como tales para los extranjeros, que a veces
se complacen en ver una suerte de 'fetichismo' colectivo.^"'
El pie desnudo y el ~ a p a t oarrojado a los derrioriios coristituíari
dos de los motivos privilegiados de la magia amorosa, ya que repre-
sentaban a la vez la fiierza apremiante que arrastra a la cópula, el
acto forriicatorio en sí y el consiguiente estado de dependencia. En
los siglos XVI y XViI era muy conocido cl hecho dc quc un buen
níimero de operaciones mágicas llevaran aparejada la exigencia de
que el ejecutante se descalzara'4.-'.Poner el pie directamente en co11-
tacto con la cierra se asociaba tambikri a la posibilidad de captar los
poderes del infierno, sobre todo si se trataba del pie izquierdo pues,
como es bien sabido, dicho lado representaba en el mundo jiideo-
cristiano la dirección del Averno y, por tanto, cuanto pudiera rela-
cionarse con Satanás o el resto de los derrioriios.
La importancia dc las direcciones para el 6xito de determina
dos actos mágicos quedaba claramente puesta de manifiesto en la
iiarración de una de las testigos que declararon en el proceso con-
tra Cándida Gorribal. Según dicha testigo, un día las dos rriujeres,
esalicron juntas al campo y puestas en el camino por donde
havia de venir el hombre [con quien] deseava casarse, [Cándida]
le hiqo <lrsc:alcare1 Capto i7qiiierdo y arrojarlo hacia delante,
vuelto el rostro atras, diziendo: Berzebu, Sathanas, Maimon, esto
te ofrezco porque hagas lo que te pido.»'"'

l ll
El simbolismo del pie y el zapato aparecía en numerosos ritiialesjurídicos
de la Aiitigiiedad (véanse J. NX:HI, «Tlie synbolisiii of' tlir shoe with special
refereiice to Jewish sourcesn,,/&rh Quarf~rlyI&7iipio. 6 (1915-l6),pp. 1-22,y E. CAs-
en IY rrnrbkzhlr ~t Ir r1iff;rrnt. Symbnlion~du
SI\: a1.e pied, I'eiiipreiirte, la randale~~,
powiozr dnns k prodzconmt un&n. París. La Découverte, 1987, pp. 291-315).
"' Fiaiicois ~ ~ I . P F«'Camino
(.H, del infierno tanto aiida el cojo coino el vieii-
to'. Moriosaiidalisme et magie d'amourv, en :l . I N ~ . y J. P. DL~\KJ~.S
Moi (eds.),
b.'nfm cjt I>nnr~rcrlion~
dcrtrs lr wionclr hispaniqur rt hispano-rrvrrr,?rniri, Pai-ís,P.U.F., 1996.
145
Para el tedogo jesuita hlartíri del Río, actuar .con uri pie descalzo., era
~íntoinairicqilivoco dc pacto mágico con cl Diahlo (vPasc /,a rnr1gicz dmonicz<rr,¿?p.
d.,p 205) .
1%
AHN. liiq. I.ih. 990, tol. 14.
El zapato izquierdo podía asimismo servir de recipiente en
el que acumular tantas agujas, monedas o bocados de pan
como leguas de distancia separaban a una mujer del hombre
que pretendía conseguir. Dicho ritual era sirriplemente una for-
ma mas de intentar medir o controlar aquello que precisamen-
tc escapaba por completo del dominio de la ejecutante, esto es,
el hecho de qiie el hombre deseado se encoritrara lejos de
ioriria voluntaria. Para luchar contra una realidad n o aceptada
se recurría a la magia amorosa, que bisicamente suponía la
actiialización constante de un drania entre cuatro personajes:
el cliente, la conjuradora, la enti&nd conjurada (a mentido divi-
dida en series de demonios o espíritus auxiliares) y la víctima a
quien se quería hechizar o fascinar. En realidad, lafinalidad era
siempre coerritiva, ya quc todo apuntaba a *ligar,, o, lo que es lo
misino, someter a la fuerza al hombre elegido sin que él pudie-
ra siquiera sospecliarlo. Ya se tratara de atraer a un potencial
amante indiferente, de captar la atención de un hornbre en
buena posiciOn económica o de recuperar a u11 marido infiel
paralizando sus ardores por una tercera persona, el objetivo
perseguido en todos los casos consistía en subyugar totalmente
la voluntad y la libertad del otro.
Según el fiscal del arzobispo de Zaragoza, en cierta ocasión y
en dicha ciiidad, Costanla Rosa, ~rriujeren dias ya, vieja y viuda.,
se había hallado presente en una conversación en la que se trata-
ba de qiie .cierto marido no queria a su iriuger.,>Tras oír aquello,
(hstanza se había dirigido a la susodicha diciéndole:
«NOos Ea~igiieis, que yo Iiare a poca costa y trabajo qur o.;vaya
detras y os airir y quiera de niariera que n o se ose menear.."'
Retener fisicamente a uri hombre u obligarle a voher a n n q u e
no quisiesse.; a t a r la \oluntad>>'",en suma, del otro: tal aspira-
ción se expresaba n través de la magra de strnqanzn en dos nile-
les diferentes, En primer lugar, el de lu palahru. La intensidad
emocional de muchos conjuros disfrdzados de oraciones'" se

147
I'roceso contra Costanza Rosa. Zaragoza. 1581. ADZ. C. 27-:35, fol. 2 2 ~
"' Proceso coima Isahel Chribal. Zaragoza. 1603.~2D7..(1.4427,fols. 2 % %v.
~
IW
Uria buena par-te de los conjiii-os amorosos adoptabari la apariciicia Lilas-
rriente inocente de pseudopleg-arias dirigida.; a Dios );/o a dcterniiriados santos
como Marta, Cristóbal, Helena. Antoiiio o Silvestre (\kmse Fran~ois»EI.PE(,H,
+sterne 6rotique et mythologie iolkloriqw daiis lea 'corljiiros amatorios'...,,, pp.
21 5-21!), y Francisro KODK~GL 1.z MARIU, ~~Oracioiies. ciisaliiios y conjuros,., en Cun-
a , l. Sevilla; 1882-188.3. pp. 405-447).
10s p o / ) ~ ~ l a r~a~ p u r i o l vol.
potenciaba por medio de frccucntcs referericias comparativas a
determinados episodios de la vida de Cristo, en especial a aque-
llos que podían evocar una carencia de libertad semejante a la
que se pretendía provocar en la víctinia. Uno de los conjuros-ora-
ciones empleados por (:ataha Aznar terminaba diciendo: .tan
ligado sea tu amor conmigo como lo fue Nuestro Señor Jesiicris-
to en el vientre de la virgen Maria.,, Según la propia confesión de
la acusada, mediante otro muy similar solía iniplorar <<queassi
sean ligados todos los miembros y cntcndiniieritos [de Fulano]
como fiie ligado Jesucristo en casa de Pi1at0.n'~"No obstante, la
asociación más frecuentemente utilizada era la de la criicifixión
divina. Según L ~ de O los muchos conjuros enseñados por Ana de
Yuso a una testigo de su proceso, roda mujer que quisiera tener a
un hombre a su merced debía primero medirse el brazo izqiiier-
do a palmos (evocando de este modo la distancia que la separaba
de él) y a continuación decir:
.Fulano (nombrando el hombrc quc qucria), los pasos te
acorto, los pasos tc alargo, que assi vengas por rni, rriuerto o
penado, como Nuestro Señor rriiirio en el arbol de la Vera ( ~ I I L
crucificado.-"'
Dicha forma de actualizar la historia mítica, en este caso sagra-
da, constituía un rasgo típicaniente característico de la magia imi-
tativa u homcop5tica1.2.Pero la palabra rio era la única responsa-
ble de expresar el abigarrado mundo de semejanzas buscadas por
las hechiceras y sus clientes; la red en la qiie tanto unas como
otras pretendían apresar a los hornbres se hallaba tejida y anuda-
da con objetos capaces de atar («ligar),)corno, por ejeniplo, cintas,
ligas, cabellos o cuerdas. Cno de los más fjmosos hechizos o
ericanlaniientos era el llamado *conjuro de la cinta o ligagamba
alada en el cla\7o~'""Consistía en hincar de noche un clavo en la
parte exterior de la ventana donde la ejecutante dormía y en él
atar una liga perteneciente a la pierna izquierda de dicha mujer,
invocando después a los demonios para qiie trajeran al hombre
deseado. Según el relato de Aria de Yuso, criada de María de Espi-
nosa, su señora la había obligado a efectuar dicho conjuro:

150
Proceso contra C:atnliria Amar. Zaragora. 151 1. Al)%.(;. 28.6, fol. 2 4 ~ .
151
AIIN. Iiiq. Lib. 989, fol. 21 1.
Ii?
1.a iitili7acióii d r un tirmpo mítico hrcho prrseiitc es, segíiri Mircea Elia-
de, uria característica corriítri a lodo i.i~~ial, ya sea religioso o iiiágico. V6aw *El
tiimpo sagi-ario y rl mito drl ctrriio rrtorrion, rri 7 h t r ~ r l orlr hittuna d~ lac w1iiq'o-
nes..., pp. 389-410.
l r,3
AHN. Iiiq. 1.ih. 989, fol. 21%.
«Y esta rea lo hizo una noche, y ato la ligagamba en aquel cla-
vo dizierido que assi como estava nudada la ligagamba en aquel
clavo, assi estrrviesse ligado el coracon del amigo de la dicha Espi-
nosa para que viniesse donde ella estava y que no pudicsse estar
ni reposar hasta que con ella viniesse a hal~lar.~~"'
Según otra verqión del mismo conjuro, Cándida Gombal había
recomendado a varias mujeres para que fueran arriadas por sus
galanes,
q u e prisiessen de noche una liga de la pierna izquierda
hecha ciertos nudos fuera de la ventana de sus casas y a la mana-
na la qiiiiassen ): iiiiisrri al pie de la cama, y alli vendria el dcmo-
nio y harian del lo qiie q~iisiesseri.~~'"~
'I'ambién los mtchonm de cabello eran empleados para intentar
anudar la voluntad de los hombres. Una de las costu~ribresde
Jerónima de San Miguel consistía en arrancarse una porcióri de
pelo y anudarlo antes de dormirse, esperando así que sil corteja-
dor se levantara de la cama y acudiera en su presencia. SegUn el
testimonio de Ana de Yuso, dicha Jerónima (viuda natural de
Toledo, de dieciséis años de edad) le había dicho,
q u r cli~andose tardava de venirla a ver un galan que tenia, se
quitava [le la frente tres vedi~asde cabellos y se ponia a los pies de
su caina, la una rodilla hincada en el suelo y la caheca en el can-
to de la cama y, haviendose paseado por el aposento, daba un
nudo en las vedijas y se volvia a paseai; y hazia lo niisriio ires veiei.
Y que la noche que hazia aquello, no rezaba oraciones de Ave
Maria ni otras, sino que con aquello se adormia.~~""
Unos días ~ n á starde, dicha Jerbriima fue asimismo apresada
junto con María y su doncella. Entonces confesó,
.que una muger italiana en Barcelona le enseco el con~iirodr
la cinta o ligagamba atada en el clavo y que quando tuviesse un
galari a qiiien ella quisiesse mucho, que tomasse un manojo de
cabellos siiyos 1 ... 1 y les diesse tres nudos y les dixesse: A la una de
la noche me levante y a la sepultura de los muertos me fui, y otras
palabras que no se arorclíal~a,y el galari se levantaria de su cama y
vendria a verla.)>'"
Otra forma de <atarla voluntad,, de los hombres era impedir
su acceso carnal con otras mujeres qiie no fueran la propia con-

15.1
Ihid~rn,fol. 2 1%
'""HK. Iiiq. Lib. 990, id. 1 3 ~ .
"" ,.UIN. Iiiq. Lib. 989. fol. 213
1 .5i
Ibirl~m,Sol. 21 317.
j~iradora.Segiln una de las testígos en su proceso, Juana Polo iiti-
lizaba para tal fin una c u ~ r d acon la que tenia simbólicamente
sujeto a su amante ya que, en cierta ocasión, dicha testigo le había
dicho que n o comprendía cómo iin hombre casado y con hijos
podía encontrarse tan poseído por ella, a lo cual la acusada le
había respondido:
*No 110s maravilleys de eso pues sabed que irrigo cierta arte,
que tomanrlo una cuerda y hiziendo ciertos nudos en ella y
pusiendola despiirs d e niidada debaxo de una piedra, os ago a
saber que qualquiere hornbrr que y o quiera lo hare yr al cabo del
mundo tras mi, aunque sea casado y tenga hijos. Y esta en mi
mano que el tal hombre, aunque Ilegur a sil rriujer 1 ... 1 ni a otra
qualquiere, despues de haver yo hecho lo qiie tengo dicho para
el ial caso, no podra tener acesso ni copula carnal con la tal
niuger. » ' j"
Si ya cualquier soga era apreciada a efectos dc atar querencias,
i ~ & l t omás no debía valorarse la soga de ahorcado, capaz de anu-
lar la voluntad hasta el punto de acabar con la vida de quienes
perecian presas del niido corredizo que se desli~abaen torno a sil
cuello! En efecto, ciialquier trozo de cuerda procedente de los
patíbulos, por pequeño que fucra, constituía uno de los objetos
más codiciados por quienes practicaban la magia amorosa. Por
exterisibri o contigiiidad, también otras partes del cuerpo de los
ahorcados, como dientes o dedos, eran especialmente persegui-
das, bien para utilizarse despuCs como amuleto, bien para niacha-
carlas y convertirlas en polvos que más tarde se echarían en la
comida o en la ropa de los galanes. Según la confesion efectuada
por Ana de Yiiso ante el tribunal inquisitorial de Zaragoza en
1586, ella y Jerónirria de San Miguel,
,<unanoche 1-iavianydo a una horca y la dicha (kroninia havia
rogado a i i r i liorribre que yba con ellas que le cortasse un pedaco
de soga o un dedo de un ahorcado y teniendo la espada deseti-
vaynada para cortarlo, llego otro hombre y le estorvo.~~''"
Debido al riesgo que suponía acercarse hasta las horcaq, la
tarea de recolección era a veces encargada a terceras personas.
Magdalena de Viclos -una amiga de Catalina Aznar conocida
conio d a \7alco~ickiara~>
qiie también acabaría sierido j u g a d a por
hechicera- aseguró e n sil confesión ante el juez que (htalina le
había dicho para consolarla que,

li x
Proceso contra Joana Polo. Zai-agora. 1561. ADZ. C. 1-211, fol. 9.
i59
AHN. Inq. 1.ih. 989, Sol. 21%.
«ellafaria traer-dierites y cabestro [...] de enforcado a un ami-
go suyo que ya le havia traydo otra vez. Y quemado esto, y los pol-
vos echarlos sobre la ropa del dicho rnossen Miguel, que luego
vendria detras del la.^^'""
En 1581, el tribunal del arzobispo d e Zaragoza abrió proceso
contra una mujer por habérsele encontrado un dedo de ahorca-
d o e n una lorza d e su falda. Segúri el segundo artículo de la acu-
sación fiscal, la acusada J e r h i m a Fernández,
4evaba consigo en alhorza de la basquina o faldilla azul que
llevaba L...] un dedo de la mano de un hombre que ahorcaron y
otras cosas serne~antes.>~'~~
La utilización d e restos de difuntos recordaba ciertas practicas
de nigromancia niasculina en las que la presencia ritual de dichos
restos -en especial calaveras- era necesaria para llevar a cabo
ciertos hechizos. No obstante, así como originariamente se pre-
tendía la comiinicación con el espíritu del muerto evocado, en la
mayoría d e los conjuros amorosos el sinibolisrrio d e los ahorcados
tenía mucho más que ver con cl hecho d e haber muerto atados
que con cualquier otra consideración. Si las cabezas d e difunto en
la magia masculina debían presidir -e inspirar- las ceremonias,
e n la magia femenina su destino era ser reducidas a polvo y más
tarde ingeridas por las víctimas de los hechizos, como si e n un
caso se apreciara el espíritu y e n otro la materia d e los cráneos.
Segíin la denuncia presentada por Jeróninla de San Miguel con-
tra Ana d e Yuso, esta última le había asegurado,
q u e ella y una dueña suya llamada Maria de Espinosa, una
rioclie entre onze y doze havian ydo por la cabep de un ahorca-
do. Y traydola a su casa, havian hecho la mitad polbos, y mezcla-
da ron otros del ara del altar los tenian para darlos a los que
entrassen en su casa para que fiiessrri dellos qiieridas.~~'"'
Del mismo modo que a las hechiceras se las consideraba
expertas e n el arte d e atar, ligar o impedir la libre e x p r e s i h de la
sexualidad, así ta~nbiénse las creía capaces d e de-dignr, desatar o
deshacer los hechizos efectuados por ellas mismas ti otras perso-
nas. Resulta ejemplar a este respecto la historia d e Gracia Tello,
una mujer que e n 1604 acudió buscando los servicios d e la moris-
ca Isabel Gombal, ya que tras haber estado «amancebada), con

1 60
Proccio contra Catalina Azriaii Zaragoza. 1511. ADZ. C. 28-6, fol. 13.
161
Proceso contra Jerbnima Fernández. Zaragoza. 1581. AL>%.C. 28-15, tól. 3.
lo' A H N . Inq. Iib. 989. íd.2 1 1 ~
Pedro de Oliber *toda una Quaresman, éste la había abandonado
y se había marchado a Tortosa (Tarragona) sin darle nada. Unos
meses después, estando Gracia *con sospecha de preñada., Pe-
dro volvió a Zaragora y ella,
«luego quc supo que havia venido, f ~ a~sueposada hablalle y
le pidio le diessc un habito para cntrarse a servir en una casa. Y
el dicho don Pedro le dixo que no sc lo queria dar por esta vez,
que mas despacio h a b l a r i a ~ i . ~ ~ " ' ~
Como le pidiera el vestido en varias ocasiones y él no se lo die-
ra, Gracia decidió vengarse. Entregó a la hechicera .una cinta de
seda verde que era del dicho don Pedro de Olibern y en ella
*dicha Isabel h i ~ oel hechizo,., tras lo cual <quedoligado dicho
don Pedro de 0liber.n Durante algíin tiempo Pedro no pudo
.tener parte con mugen, ni siquiera con la propia Gracia. Según
palabras de la misma, un clérigo, deán de Tortosa, que veía que
dicho don Pedro estava muy mohino,,, le había dicho que,
«lo entretubiese y alegrase. Y la declarante se entro con el
dicho don Pedro, el qual quisso tener accesso carnal con ella y no
pudo, aunquc hizo sus diligencias [...] y la declarante le dixo no
se espantase de que no pudiese tcner cuenta con ella. Y, en effec-
io, no pudo hazer cosa con la declarante, haviendo tenido con la
declarante oiras niiichas vezes cuenta [...] Y despues, dc alli a
doce dias poco mas o menos volvio la declarante a ver a dicho don
Pedro a la dicha su posada y estava con el dean y le dijeron dicho
dean y don Pedro que no podia ser sino que estuviese ligado pues
no podia tener parte con muger.P4
Pasado algún tiempo, según testimonio de Gracia, .<donPedro
[...] offrecio de hazer el vestido y volver en su compañia.. Pero,
al no ver cumplida la promesa, Gracia volvió a acudir a Isabel,
quien -en esta ocasión segUn las palabras de otro testigo que oyó
la conversación entre ambas mujeres- asegurb a su cliente,
«que le haria volver a atar dc manera que no fuesse persona
en toda su vida.>>""
Fueran cuales fueran los motivos reales de la impotencia tenipo-
ral del mancebo que, segíin el deán, fue desligado nuevaniente, lo
cierto es que la creencia en el poder de los hechizos de ligamiento
se hallaba extendida entre todos los estratos de la población. En el

l b4
Proceso contra Gracia Tcllo. Zaragoza. 1605. ADZ. C. 22-7, fol. 5v
164
I b i d m , Col. 6.
165
Iúidem, fol. 11.
proceso iricoado a la hechicera Isabel Gornbal por el tnbiiilal del
arzobispo de Zaragoza, la propia rea confesó ante eljuez que Pcdro
Oliber habia acudido también hasta ella diciéridole que estava liga-
do, si lo podia desligar*,y que ella le había dicho qiie ehablaria con
cierta persona para que lo remediasse.. Entonces Isabel,
~ ~ La un
I C genoves [...] y Ir dixo como cl dicho don Prrlr-o esta-
va ligado, que que Iiaria para desligarlo. Y el dicho grnovrs le
dixo que [...] piissiesse i i ~ nespada desembainada e n t r e los col-
chones dontlr durrriiesscn cl dicho don Pedro y su amiga, la pun-
ta azia la r a v r ~ e r a . ~ " " '
La eficacia simbólica del mCtodo era evidente: del rriismo
modo que una cuerda imaginaria ataría a los arriarites hechizados,
uria espada afilada podría cortar los nudos qiie los atenazaban
liberándolos y poniendo fin a sil parálisis'". La idea de sujeción
que expresaba el verbo atar se hallaba íritirriarrientc relacionada
cori el acto de clnunr o fijar. Ya virnos como, en e l conjuro de la
ligagamba., no sólo había que hacer tres nudos a una liga sino
qiie también debía sujetarse al exterior de la ventana mediante
un clavo. Otro conjuro muy frecuente consistía en clavar uria figu-
ra de cera detrás de la puerta y trasladarla después a la cama,
representando así el itinerario que debería seguir el hombre a
quien dicha imagen representaba. En palabras de una de las tes-
tigos que declararon contra Cándida Gonibal, un día ésta,
d e hizo hazer una figura de hombre de cera y, hincada con
una aguja drtras de la puerta dc la testigo, la havia de tener trcs
dias, y despiirs colgada dcl pie de la cama. Y quando faltase la
dicha figura y aguja era señal qiie se la abria llevado el demonio
y haria por ella lo que pretendia.,,"'"
También el acto de en,ter).arposeía iin particular valor mágico:
por uri lado llevaba aparejada la idea de la muerte y de la imrio-
vilidad qiie ésta suponía; por otro, lo qiie se enterraba quedaba
oculto a las miradas ajenas al estar colocado en un lugar secreto
y reservado donde podía producir determinados efectos sin que
nadie interrumpiera el proceso. Según el testirrionio de Magda-
lena de Vidos, Catalina h i l a r -fa~riosa hechicera del barrio de

I6i>
Proceso contra Isabrl (;oiiibal. Zaragora. 1605. ADZ. C. 44-27, tol. 22.
1 oí
a alos colchories cn quc clurniiesseii~~,
Kn ciiant« a la ~-efe~.eiicia eri plural.
no hay que olvidar que era cosriimhi-c en la época dormir al menos sobrc dos col-
chonrs: lino i-clleiio d e paja, esparto o espatas de inai7, qiie en Aragíiri se deno-
iiiirialia mcír/iica y qiie se ponía dibajo, y encima de &te, uno o dos más dc lana.
1 liX
AHN. Inq. Lib. 990, fol. 14.
San Pablo de Zaragoza- conocía un conjuro que aunaba las tres
acciones que venimos describiendo (esto cs, atar, clavar y ente-
rrar), además de una cuarta: uhogar. La realización del mismo exi-
gía acudir a la puerta de la casa del hombre cuyo amor se pre-
tendía conseguir y allí enterrar una olla con agua en la que se
hubiera sumergido una figura de cera que representase a la vícti-
ma; ésta debía tencr su cuello rodeado por uri hilo de alambre y
estar toda ella cubierta con agujas:
<<Ladicha Aznara iizo una imagen de cera en nonlbre del
dicho rriossen Miguel y pusole agujas [...] a la dicha ymagen por
la caveca y por todos los miembros, y un tilo de arambrc al pes-
cueco. Y, assi agujada, mando a esta deposarit que la dicha yma-
gen la pusirsse en tina ollica con agua hasta la gola de la ymagen
y que, assi, rsia ollica enterrasse o fiziesse enterrar en la [ ...] pucr-
ta del dicho mossrri Miguel.»""'
En el contexto de la magia amorosa femenina, los hechizos
dirigidos a retener y dominar a los horribres poseían una impor-
tancia decisiva, pero no excluían fines diferentes. Otro objetivo
fundamental era provocar en las víctimas una pasión veherrierite
y encendida. De ahí la eriorrric cantidad de conjuros en los que
había que arrojar deterrriiriados ohjetns al fuego para que ardieran y
se abrasaran corno las ejccutantes esperaban que lo hiciera el
corazón del hombre a quien iban dirigidos. Siguiendo las leyes a
que obligaba la semejanza, Catalina Aznar recomendaba a sus
clientes que quemaran una ,figum de cera para atraer a siis aman-
tes. Según el testimonio de Magdalena de Vidos, tras obligarle a
~traherdos dineros de cera*,
misina Amara fizo otra ymagen [...] en norrilxe del mismo
<<la
rnossen aMiLpel,salvo que en esta no puso a<gujas[...] y, esiarido vol-
viendo y alcando el rostro hazia los quatro cantones de la cama y
rezando vaxo y enire dientes que no se podia entender, la fazia y fizo
pedazos y los echava en el fuego, y alli se quemaban, y con la mano
echava y apartava el fuino coino hwia fuera, dando a entender a
esta deposant que el dicho fumo lo echava al rriossen h,liguel.d7"
La propia Catalina h i a r confesaría más tarde ante el Vicario
General del arzobispo que,
.wi casa de una sasti-essa que esta delante de Sanct Pablo
iizo una yniagen dc cera de hombre por el dicho mossen Mi-
guel, con siis ojos y cara, y la echo a pedagos en el fuego dixen-
d o estas palah~as:

1m
Pr-oceso contra Catalina Aznar. Zarajioza. 1311. ADZ. C. "-6, fi>l. 13
liil
Ihidnn, fol. 1 5.
L)v ullfi de la mal; de a<qurrdr la mar,
V P Y L ~ I LBorrabas, venga Jntanns,
a mosrrr~Mzguel )d, n mossen M ~ , q wjr&s l
y del cotacon me lo g-afat, 2 del corap~nme lo gnfrdes,
rauzn y C O T L , ~ O X / Ipor SU amor de J l a d a l ~ r mlw duredes,
y q u e , dichas esras p h b r a s , en virtud dellas, que como se
quemava [...] aquella yrriagen, assi se havia d e qiierriar y arder
r r i a m o r d e la diclia Valcoricliara el caracon del dicho rriosscn
Migrie1.-líi

Cualquier objeto que representase el c o r a ~ ó ndel hombre a


quien se dirigía el conjuro servía para el mismo efecto. Tal y
como confesara la misma Catalina Aznar,
«para remediar a la dicha Valconchara la pasiori q u e tcnia del
dicho clerigo, le dixo que tomassc una toronja y pusiesse por la
corona un clavo d e [errar- y pusiese e n el forado sal y olio, y la
pusiesse eri las bivas brasas y que dixessr estas palabras:

I h z t aquz B ~ r t r t ~y uSatanas, Bmrabnt y lodos loc dzablos del ~nfipr-


no y traet a rnossrn ~Vlzguelde Marta, 4 rnuza y tc~rtgoxak daredes por mz
amo?, J aquz me lo tra~g(cclv>. Que se queme su rntacon por mz amor como
v ~ l otoronja se quema
y q u e esta csperiencia la diclia Valconchara la hizo.~~lí2
La semejanza entre la forma de la toronjd7' y la del corazón
humano hacía de aquella un elemento especialmente indicado
para dicho tipo de conjuro. Otras veces, en siistitiición del cora-
zón de la víctima a la que se dirigía el hechizo, Catalina h n a r iiti-
lizaba uno de carnero u otro animal, al que primero atravesaba
con agujas y despues introducía e n una olla bien cerrada"". No
obstante, cuando no era posible conseguir el objeto más adecua-

171
Ibui~m,folq. 1917.-PO
172
ltidmn, fol. 19.
1 i9
L;a toronja ( r i t r i l ~gmirdir o tilru\ ílpt.unmnn) cs una Srum, variedad de la
cidra, de la tornia y tarriafio de una riai-anja 91-ande,pero de color y sahor seme-
iarites rnás bien a los drI limón.
174
Según el ciiarto artículo de la acusación fiscal contra la Amara, .la dicha
rea dcniiriciada [...] una y muchas vczey Iia costurribrado toniar y tomava un cor-a-
LWI de carnero o de oti-o anirnal y fincava y ponia en el ciertas agujas. L' asi.
tcnicndo las dicl~asagujas firicadas, lo poriia dentro de una olla bien cerrada. Y
ealo a fin y efecto dr mezziiiar y matar algnna pcrsona dizierido que como aqiicl
coraZoiiestava atfiivesado de aqilrllai agujas, assi el corazori dc aqiiella tal perso-
iia por quien aqncllo sc íizia estiiviesse atravessado y afligido de riiiichas y gravcs
dolcricias. Y qiiarido se cornprava el tal col-azoii,se havia de comprar en riurrilire
de aquella persona por- quien aq~iellose fazian (ADZ. C. 28-6, fol. Slv.).
do, éste podía ser fácilniente reemplazado por cualquier otro.
Así, por ejemplo, una hechicera llamada Isabel Martínez -presa
primero por la,justicia real y juzgada un año después por la inqui-
sitorial- había utilizado para atraer a ciertos hombres -huevos y
piedra nzujrm durante su estancia <<en la carcel real de Zaragoza..
Según los testimonios de dos mujeres que habían estado ((encom-
pañia de la rea en las carceles con otras mugeres., Isabel, .para
que ciertas personas las quisiessen bien),, solía pintar letras y caras
en los huevos y, dcspuCs de invocar a Barrabás y Satanás,
«echava los hucbos en la liirril>r-ey r-rrberitaban. Y [todas]
decian que asi sc abrase el cor-a~oride la persona por quien se
cegaban como se atxasa1,a aquel huevo.. " '
El fuego abrasador, símbolo de la p a s i h ardiente, evocaba asi-
mismo a los habitantes del infierno, de ahí la enorme cantidad de
conjuros e invocaciones realizados junto a la chimenea o a la luz
de unas candelas. Para llevar a cabo el Ilarriado .cur+ro de la chi-
nlmea. (según la enseñanza transmitida por Ana de Yuso a la
joven Jerónima de Sari Miguel) había que poner la espalda junto
a una chimenea con -las manos atras, tocando en lo negro della>)
y en esa posición llamar a los demonios diciendo:
«Cinco dedos pongo eri este muro
y qiiiri/e diablos coqjuro,
a Saiarias y a Barrabas y a Lucifer,
y a iodos los que andan con cl,
que vay [ai]s a fblano
y no le dexeis reposar ni sosegar
hasta que conmigo venga a hablar
dandomc lo que t1ivier.e
y diziendo~nelo que supiere.~iií"
Si ya tales palabras resiiltaban dcspiadadas debido a las inten-
ciones que albergaban hacia la víctima, los deseos niariifestados
en el llamado *conjuro de la b~rnbmtodavía mostraban una crucl-
dad mayor. En dicho encantamiento, las súplicas no se dirigían a
los demonios, sino a la misma lumbre, a la cual la conjuradora
(nuevarrierite Magdalena de Vidos, .La Valconcharan) , siguiendo
las indicaciones de Cataliria Amar, debía hacer tres reverencias
una vez encendida y, a continuacih, decirle:
«Amiga riiia de mi alma, aniiga mia de mi alma,
a niossen Miguel querria ver, quc lo qucrria ver,

Ií i
AHN. Inq. Lib. 991. fol. 8 7 ~
176
AHN. Inq. l i b . 089, fol. 21 1v.
veste tu por el mas yo rne yrc, ves tu por el mas yo me yre,
amiga mia de nii alma,
echemos suertes qiial ira por. el,
ara vcs tu por el, echenios siirrtes:
a mi una, a tu dos,
a rrii una y a tu dos,
a nii una y a tu trcs (fasta nuebe) .
Tu as de y' y a tu an caydo nuebe,
e a mi no, sino iiria.
Ande, venga, nadi irle lo detenga,
ni sol ni luna ni miiger nirigtiria,
ni noche escura ni viento,
ni ningun mal tiempo.
Si esta con niugcr cn mesa, que le parezca diablo y zapcsa,
si esta con siis amigos, que le parezcan enemigos,
si con sus herrrianos, quc le parezcan leones brabos.
Diablos del forno, traetinelo en torno,
diablos dc la plaza, traetinelo en darva,
diablos del mercado, traetinelo corriendo y andando,
todos vos ajuntados, todos vos ajuntat,
del coracori rrie lo gafcdcs, del coracon me lo gafat,
basta de niiiert le dedes, basta de inuert le dai.
Alto, venga, venga, nadi rrie lo dctcnga,
alto, ande, ande, nadi me lo detardc.."'
Según Magdalena, todo ello debía implorarse <<conmucha
vehemencia* y ((haviasede dezir, corno lo dixo, por nueve veces.),
La intensidad emocional que unos y otros conjuros acumulaban en
las ejecutantes debía mantenerse hasta el último riiorrierito del día.
Corno si las anteriores imprecaciones no fueran todavía suficientes,
a l tiempo que ...] se qiiiso acostar; la dicha Aznara le fizo rodear
la cama y tocar los quatro cantones della y dezir este conjuro,>:
«En esta carria me vengo a dacostar
para rrii buen dormir y para mi buen lolgar
y para niala noche y mal dia, negrecido y trisle,
a mossen Miguel le dar.
Menszijeros le quiero crribiar:
trcs potros corredores,
tres diablos encantadores,
tres caries ladradores,
que todos se juntcn y que le den mala noche
y que rio le dexen [...]

: ;1
Proccso contra Catalina k i i a i - , Zaragoza. 1511. Al)%. C. 28-6, rol. 12

534
comer, dormir ni folgar
h i t a que a mi venga a fab1ar.u"'
La misma Catalina h n a r ratificaría más tarde en su confesión
ante eljuez las anteriores palabras añadiendo .que, fecho esto, le
daria tanta passiori al dicho mossen Miguel que yria a casa della
como un perro raviosso.~Si observamos los conjuros con aten-
ción, notaremos cómo la mayoría hacían alusión al tan extendido
motivo folklórico del u i a j ~nocturno que en la brujería se identifi-
caba con el subbul y que, en el mundo de la hechicería amorosa,
hallaba su exprcsióri fundamental en la proyección derrioníaca de
los deseos de la conjuradora. En palabras de Francois Delpech,
*En los encantamientos populares, la hechicera hace un viaje
en espíritu proyectado en las trayeiiorias imaginarias de entida-
des que no son sino los vehículos sirribólicos de sus deseos, y b u s
ca con ello obtener el desplaarriiento real y forzado del honibre
o de la mujer que se trata de ligar.>>'"'
Los deseos femeninos viajaban hasta el lugar donde se encoii-
traba el hombre deseado a lomos de aquellos espíritus a quienes la
conjuradora se encargaba de invocar para que acudieran eri su
nombre a buscar a la víctima y la trajeran consigo, aunque fuera a la
fuerza. Ya se tratara de .potros corredores», *caries ladradores,>,
diablos del horno, la plaza o el mercado. (a los que se suplicaba
que se desplazaran lo más rápidamente posible), el diablo cojuelo
(que corría más que ninguno) o, incluso, la misma «lumbre» (a
quien siempre ({tocabaen suerte. trasladarse en sustitución de la
ejecutante), la fiinción principal de estos seres consistía en realizar
la trayectoria imaginaria de ida y vuelta que toda conjuradora pre-
tendía convcrtii en real por medio de sus hechizos.
Se suponía que cuanto más rápidos fiieran los demonios o
entidades invocadas para viajar hasta el corazbri de la víctima,
antes tocaría a su fin el mal que aque-jaba a la mujer que ardía
en deseos de su amante. Por eso, en los conjuros de magia amo-
rosa, tales espíritus solían identificarse con a n i m u b s ueloces o,
como hemos visto, con el mismo ,fi~ego,que t a m b i h se propaga
a gran velocidad. Otro vehículo sirribólico era la escoba, e1 ins-
trumento más utilizado por las brujas eri sus vuelos, del que
muchas hechiceras se valían para que realizara en su lugar cier-

Ii x
Ibidrir~,fols. 1% y 1 X\i
I7!I
PI-aiigoisDLL.I>E<:H, <+stS~iie érotiqiic ct mythologie folkloi-ique claiis Ics
'conjuros arriatorios' ...n, p. 225.
tos e n c a n t a m i e n t ~ s ' ~Corno
~ ) . si de conseguir una doble se tra-
tara, Catalina Aznar westía)) de vez en cuando una escoba para
que fuera a ligar)) a algunos hombres que se encontraban lejos
con la niayor rapidez posible"'. Según una testigo en el proce-
so contra dicha hechicera,
ehavra dos años L...] se le levaron o furtaron unas manillas de
oro y [...] estando ella [...] muy congoxada [...] vino a ella una
muger llamada la Aznara y le quiso dar a entender que si le dava
algo, que ella le faria venir cn una noche al que se le havia leva-
do las dichas manillas. Y que esta confessante, aunque estava muy
desesperada por la perdida de sus manillas, por entonces no qui-
so h z e r nada con ella.,>1K'
No obstante, al cabo de unos días el marido de la testigo .se
fue a Castillan. Entonces, la h n a r a volvió a intentar aprovechar
dicha ocasiím para acercarse a ella y decirle:
«Nunca supisteys riada de wcstras manillas y vuestro marido
se es ydo y se esta bien a su plazer cn Castilla con una rriuger [...]
Si vos me pagasseys bien, yo faria con que luego v e r ~ i i a . ) ~ ' ~ '
El nuevo argumento sí convenció a la mujer que, «con gana de
ver a su marido», entregó con antelación a la hechicera d o s
quartalas de ffarina y un par de panes)) como pago por hacer que
aquél volviera cuanto antes. Hecho el trato, que se suponía secre-
to (((Aznarale tonio la ffe que nadi lo supiesse.), Catalina Aznar
le dijo que cogiera,
*una scoba nueva y que le pusiesse un rodeo y una cofia y una
beatilla grande e unas agujas para que con esto ella ligara el dicho
su marido, [para] que no iiiviesse quc fazer con otra mujer y que
viniesse luego. Y esta confessante se lo dio todo, y la dicha Azna-
ra le dixo que la dicha scoba assi adrecada la enbiaria con quien
ella se sabia a h z e r el dicho ligan~ienio.~~'"

1x0
Scgíin.Julio Caro Baroja, *la cscoha se preaerita como instriimrrito útil pata
llevas y traer algo o algiiicn distinto a la hechicera misma. Acaso la 'tí-criica' inicial
más generalizada se haya referido a utilizaciones tales, en traslados d r cualquier
sueste, y otras que quedan reflejadas iricluso en la siipcrsticióii. popularísima hasta
nuestros días, de porier u r i a escoba detrás de la puesta de una habitación par-a que
FP II(LI'U1111v i s i ~ a ~inoportuno»
~te (Julio CAROB . ~ o J AVidirla,
, m q i r r u ..., vol. 11, p. 60).
1x1
Algunas hechiceras canarias del siglo XVI hacían lo rriismo, es dccir, ves-
tir escobas y tiablar con ellas para haces venir a los hombrci (véase Fr-aricisco
F.A]ARI>OSP~NOLA. O@. cit., p. 111).

IX" Proceso contra Catalina Aínai-. Zarago~a.151l . ADZ. C 28-6, Sol. 36.
1x7
Zbidem,fol. 36
184
fol. 37.
Ibzd~rn,
Muchos experiiiieritos de magia amorosa basados en la ley de
semejanza exigían - c o m o hemos venido comprobando- la parti-
cipación activa de las clientes. Así, en el ejemplo anterior, la testigo
debía encargarse personalmente de vestir a la escoba. Sin embargo,
existían otro tipo de hechizos que requerían una intervención toda-
kia mayor por parte de las mujeres que acudían a las hechiceras.
Eran éstos los que se fundamentaban en la l q de contacto o oon,tagio,
segíin la cual alas cosas que algima vez estuvieronjuntas quedan des-
puSs, aun cuando se las separe, en tal relación simpática que todo
lo que se haga a una de ellas producirá parecidos efectos en la
otra.))'" De acuerdo con dicha riociíiri, era creencia generalmente
admitida que si una o varias partes del cuerpo de una mujer entm-
ban en contacto con las de un hombre, o viceversa, ambos se encon-
trarían después ligados por un vínculo indestructible.
Como lo más corriente era que las artífices de los hechizos dis-
pusieran de partes de su propio cuerpo (cabellos, uñas, .san,gre
rnenstrual), pero n o del varón, el objetivo de la mayoría de los
hechizos consistía en poner dichas partes en contacto con la víc-
tima fuera como fuese. Muy a menudo se incluían como ingre-
dientes de ciertas comidas o bebidas destinadas a ser ingeridas
más tarde por aquéllos a quienes se queria atraer. Según Ana de
Yuso, tanto María de Espinosa (su ama) como Jerónirria de San
Miguel,
*liaviím labado sus camisas y la sangre de sil regla que sacaron
dellas la mezclaron con pimienta y la davan a los hombres que
yban a sus casas para que las qiiisiesseii bien.»'""
Asimismo, .una niuger de edad de 25 aiios* aseguraba que
María la Peña le había dicho,
<<quesi queria que un 1iorrit)re se fuese tras ella le &aria un
remedio que tenia cxperimentado en su marido para que la qiii-
siesse bien y se fuesse tras ella. Que Ir avia dado a comer de la saii-
gre de su regla y cavellos devajo de los b r a ~ o sy uñas de cavalga-
dura, y con esso la queria mucho. Y para hiizer quc un moco
quisiesse bien a la testigo, tomasse los sesos de asno y cabellos de
avajo los bracos y trrs gotas de sangre de sil regla y sc los diesse a
comer cn las sopas, y qiie con aquello y unas palalxas quc ella le
tliria, la qucrrian

1%
VGase James Geoi-ges FRUER, Lo roma dorudn. M q i o 1, rdigi&, Biiciioa
Aires, Ed. Fondo de Cultura Eronómica, 1944, p. 63.
IXh
AHN. Inq. I i b . 989, fol. 212v.
187
AHN. Inq. Lib. 991, fol. 423.
La inclusión de partes procedentes no sólo de la conjuradora,
sino también de caballos o asnos'" poseía un significado fuerterrien-
te erótico, ya que ambos aniiriales guardaban desde antiguo una
estrecha conexión tanto con la magia como con la sexualidad. El
caballo, como el potro o la yegua, era un claro símbolo de la irnpe-
tilosidad del deseo, de ahí la ambigüedad del téirriirio cabalgar. En
cuanto al asno, animal siempre en celo, representaba el elemento
iristintivo del hombre, además de constituir el emblema por exce-
lencia de las tendencias maléficas y satánicasix".
Otro método para potenciar la fuerza del contacto sexual
entre un hoinbre y una mujer consistía en llevar colgada del cue-
llo una bolsita a modo de amuleto conteniendo ciertas partes del
cuerpo de quien la portaba mezcladas con polvos de otras sus-
tancias. Muchas hechiceras se encargaban de fabricarlas y asegu-
raban a sus clientes que llevándolas consigo lograrían que sus
amantes accedieran a convivir con ellas. Tal era el caso de Isabel
Gombal, hechicera morisca zaragozana a quien el fiscal del arzo-
bispo de dicha ciiidad acusaría en 1605 de corriponcr dichas
nóminas. Según el quinto articulo de la demanda judicial pre-
sentada contra dicha rea:
4 t e m dize dicho procurador fiscal que la dicha rea acumu-
lando mal a males y pecado a pecados, eriire oiros riiuc1ios
hechicos que la dicha haze, en particular a algunas miigeres
que le van a pidir remedios -si quiere hechices- para que los
hombres se af'iicyonen [...], les pide la dicha rea acusada le tray-
gan pelos de los que tienen debajo los bracos y con los dichos
pelos y r r r a y oiros polbos que niistura, les haze unas nominas,
las quales les da por consejo lleven al ciiello colgando y que,
quando [...] ellas tratan desoriesiarrierite y carnalmente con las
personas que quieren hechicar y que quieren l...] bien para
estar amancebados o para cassarse, que procuren de t«carles
sus carnes con dichas nominas y que, d e essa suerte, q i ~ e ~ l a ~ a i i
liechicridos.~~""'

1 U8
Catalina Amar recomendaba a las riiujerea que para conseguir el amor de
uri liorribre le diesen, ~rneollosde asno y cora(oii polhoriíados~~
(Proceso coriir-a
Catalina Amar. Zarago7a. 1511. Al)%. C. 28-6, lol. 13v.).
1X!)
Tal y como Rerik Gubiiori ha hecho observar, la presencia dcl asno cri el
nacimiento d r Cristo no hacc sino refoi-zar su caiacter rrialí.fico, eri oposicibri a
las teiidericias beiií.ficas repr-eseritadas por el buey. No hay que olvidar asiiniiino
la importancia dc la ficitn d~ 105 lo105 inedieval, en la erial el burro recibía uii buen
riútiiero de Iioriores como representante de los valores prohihidoc (vCasc Slrnholi~
firn/lnrnrntaIr.~/ir lo rirnrio c q p d o , Buenos Aires. Ed. Eudcba, 1969).
140
Proceso contra Isabel Gombal. Zaragoza. 1605. ADZ. C. 4427, tol. 12.
La ingcstih y el contacto epidermico aparecían conjiintamen-
te en hechizos como uno que la propia Catalina Aznar había prac-
ticado para sí misma siguiendo los coriscjos de un h i l e a quien Ila-
niabari el abad de los chubillosl!". Segíin la rea, dicho fraile que
acabaría siendo condenado a muerte por la Inquisición en 1528'"',
<<lernostro que tomasse u n librillo blanco d e tierra que n o
ubiese riada negro, y q u e lo inchesse d e agua, y que se lavase con
el agua del dicho lihrilk) c n cruz, y que despues diesse d e aquella
agua a beber ad aquel q u e queria q u e la quisiesse.~~"l"

Algunos hechizos basados en la magia de contacto simple-


mente consistían en mezclar ciertüs partes del cuerpo del varón
( s e m m , cabellos del pubis) con otras procedentes del cuerpo de la
mi~jer,esperarido que ellas mismas obrasen en secreto los efectos
deseados. Ante la sorpresa que produjera en su vecina Gracia el
relato de lo mucho que la quería el hombre con quien estaba
amancebada, Joanna Polo se había dirigido a ella diciéndole:
-Si quereis q u e hos quiera bien u n hombre, ioniad un pelo d e
Lilestra natura y otro d e la suya, y otro d e su rairiissa y otro de
vuestra camisa l...] y ponedlos debaxo d e una piedra 1 ...] y vereis
coirio se ira con vos, a u n q u e tenga hijos y muger. Y y o lo he hecho
con el Pedro d c Aios, y esta es la causa [por la] que irir quiere tan-
to q u e n o le sabe bueno quanio corrre ni quanto beve, cirio lo q u c
come coninigo y b c v e . P '

A irieniido se utilizaba la ?-opa en los hechizos como si ésta


constituyera una parte más del ciierpo. Como afirma Francisco
Fajardo, en realidad, dos vestidos eran -con sufrimiento par-a la
higiene- una segunda piel),, ya que, al ser escasos, se usaban
durante mucho tiempo y caracterizaba por completo a aquel que
los llevaba'!'? Ya vimos, al hablar de la magia de semejanza, el liso

141
Segí~ilcoiifesiiiri de la pt-opia Cataliria Aziiar, <,ella,tiihierido amores con
uno Ilaniado LIartin de Moros. porque el dicho Llartin dr Moros ae fue y la dcso,
ella se fue a iino llamado el abat dc lo.; cli~ibillos,cl qual eritoiizes vibia eri Casvas,
en tierra de Guesca, y Ir conto su iiezesidat~~ (ADZ. C. 28.6, fol. 24).
I T
Eri la -Mcnioria de los qiic han sido quemados hasta el año de 1574 en la
Irtquisicion tle los habitadores clesta ciiidacl de Caragoca>>, apar-ecía una rctcreii-
cia a mFr-ily Migucl Caho, llamado cl Abbad de los,juhillus.vezino drl noceto, here-
je nigromaiitico relaxado en persona en 28 de rioviembrr de 1528. (vhsr Isidro
r)k Ins C.AGI<;AS, r An7firi72. bladrid, 1929).
1.ibm ~ m d d~
ll43
Proceso contra (:ataliiia Anal-. %ar;igo~a. 1311. AlM. C. 28-6, fol. ".
1%
Proceso contra Joana Polo. Zaragoza. 1561. ADZ. C. 1-41, fol. 5v.
19.;
VCase Fraiicisco K~JAKIIO S I ~ ) I . .op.
I . cil., p. 107.
dado a las ligas de pierna o a las cintas para .ligar. o atar la volun-
tad de ciertos hombres; (en realidad, los principios mágicos de la
semejanza y el contacto se aplicaban conjuritarncntc, aunque
nosotros los hayanios expuesto por separado con el fin de resaltar
mejor las ideas que los inspiraban).
En un intento desesperado por sacar más provecho de la
mujer cuyo marido se había ido a Castilla, Catalina Amar, tras rea-
lizar el con-juro de la escoba vestida, pidi0 a sil cliente un par de
carriisas para contrarrestar un supuesto hechizo qiie el hombre
había sufiido lejos de su mujer. Tal y como figuraba en el proce-
so contra la hechicera,
« h a corifeisnrite, con r...] congoxa dixo a la dicha Aznara
que ella qileria saber corri« lo liazia esto [enviar la cscoba] y que
la otra le dixo que cra roriierita con que la pagasse bien. Y que
despues vino la dicha ALnara a casa desta confessante y le dixo
como havia supido como su marido estava en grande confusion y
que havia ydo a una fctillera y que aquella le havia dicho que la
cliclia Amara havia fecho algo contra el. Y mas le dixo la dicha
.Amara qiie le diesse dos carriisas, una suya [...] y otra dcl dicho su
marido, y esta roritessarite le r e p o n d i o que no la tenia dcl dicho
su marido, pero qiie le daria la suya. Y que le respondio que le
diesse la suya, que la de sir iriaricio bolarido se la traerian sus
mocos y que, assi, ella le dio sil ra~iiissa.»"'~
Los recursos de los que se valían las hechiceras profesionales
eran intinitos. ( h a n d o alguna de siis artimaiias fallaba, solían
invocar a los demonios, lo que les confería un poder suplemcn-
tario a los ojos de muchos ingenuos. La propia Amara reconoce-
ría en su proceso que, aunque a sus clientes les aseguraba que
tenía espíritus familiares o ClmoGos.,
ese les dava a enteridir para aprovecliarse dellos para sus
necesidades, porque la iriiporiiirial~arique le5 diese remedio para
la pasion que tenian de sus a~riores.»"'~
Sería imposible detallar en estas páginas todas y cada una de las
innumerables variantes en que se manifestaba la rnagia fernenirla
de tipo erótico. Adernás de los conjuros ya citados, en el Aragón
del siglo X\,T se practicaban otros muchos, tambiíin conocidos en
el resto de la península como, por ejemplo, el de las 1iabaslqx,el de

IWi
Piuceso coiitra Calalirla Azriai-. Zaragoza. 1511. IZDZ. C. 28-6. fol. 37.
10;
Il,i/lum, fol. 28.
1'1s
Isabel Goiiibal solía d w c e r a Satariás, Barrabás y Berrebú nueve habas, las
cuales niezclaba con ciertos polvos r n eiilia I-irionia dc agua con una clara de hue-
la cerii~a"",el del plorno f~indido"",el del cedazo"", etc.Junto a los
sesos de asno u otras partes procedentes del cuerpo de diversas
cabalgaduras, se utilizaban asimismo otros animales corisiderados
esericialrrierite demoníacos y repugnantes, como los sapos o las ser-
pientes"". A pesar de que todos los hechizos poseían un carácter

von que utilizaba como superficie reflectaiite para ver allí a los clerrioriios invoca-
dos (AHN. Iriq. Lib. 990, Sol. 15v.). E1 hecho de ofrece^- hahas no era cn modo
alguno casual. Como primicias de la tierra, dichos granos coiisiit~iíarianrigua-
mente iin sínibolo de todos los hcricticios y se consideraban la primera ofrenda
de los niiiertos a los vivos, ya que eri ellos se veía el signo de la frcundidad de quie-
nes habían sido ya enterrados 3 por tanto, POI- así decirlo, de su reencarnación.
Dada su estrecha asociación con la buena suerte, todavía hoy en día la expresión
wcliar las habas,>continúa iitilizánclose para designar dcteriiiinados sortilegios.
l!U
La ceniza procedente de los tiorrios era utili~adaasiniisrno corno ofrenda
pa1.a los cleiiionios a quienes se relacionaba con rl fircgo y por tanto con todo lo que
tuviera relación con &ir. Segírri una testigo en el puoceso contra Cándida Gonibal,
dicha hechicera -le Iiim tomar tres pniiados de tierra de tres puertas diferentes des-
ta ciudad que hribiesseii la iglesia a la mano irquierda y jiiiitas con otros tres piiiia-
dos de cenica de hornos, con los coii,jiiros e invocacioncs q w la rea haria. vendria
el demonio y daria remedio a lo que deseava)>(AHN. Iriq. Lib. 990, fol. 14).
'200
Catalina Amar confesó Iiahci-vertido *plomo dentro d i i i r i mortero para
ver si verirria el dicho rriosseri Miguel de Marca y que segurit que el plorrio Gzo iirias
cahe7icas en el agua, qiic esto era scnyal que no venrrian ( A D Z . C. 28-6, fol. 2Cb.).
L.a adiviiiacií>ri mediarite el plomo fundido o rnoliklomririti(~consistía en dejar caer
iiiiai gotas dc dicho metal en el agiia para dcspilks observar sus formas y oír los rui-
dos y silbidos que producían, iriteritarido deducir de allí los aspecios del fiitui-oque
interesaban a las qjccutantcs o sus clientes, rn este raso si se casarían o no.
2111
Segíiri una de las testigos eri el proceso contra la Amara, estando en i i r i
nicsón de Zaragoza, ..vio fazcr la sprriincia del c e d a ~ oa ima llamada Joana,
niuger de iiii librero [...1 y la presente deposari~elo Iia fecho tres vezes. (ADZ. C.
28-6. fol. 4.7). 1,a adivinación mediante el cedazo o ~o.~rznornrmri'n era iina de las
niás pr-acticaclas desde la Edad Media haita iiiiestroi días. Consistía en Iiaccr girar
un cedazo y decidir después su significado.
2(1-
Dentro del niiindo animal, todo lo qiic ie arrastraba .,con el vientre por los
su el os^^ (serpientes. sapos, lagartos) era particularnierite detestado. despreciado y
a la vez temido. h-o olvideinos que, todavía hoy en día, la expresión *echar o soltar
sapos y culebras. significa proferir violentas maldiciones. Eri los procesos aragorie-
ses por brujería y siiperiticióti dcl siglo XVI dichos animales solían it- a.;ociados a la
magia femenina. Según tres de los testigos que declararori en el proceso contra Isa-
he1 Garay. de Cosiieiida (Zaragoía), esta iitili7aba sapo? (qiic giiarriaba en el holsi-
Ilo del delantal. en uii arca, o tendidos al sol) para hechizar a las gentes (AüZ. C.
E-23, fols. 14. X5v. y 92). LTno de los hcchizos atribuidos a F.speranía Kiba, de
Beceite (Terriel), consistía en enterrar un sapo envuelto en hilo hilado por la per-
Fnna a quien qiicría dañar (Al)%.<:."-1 1 , tol. 1 5 . ) . Así pues, el sapo sc relacio-
naba directamente tanto con las brujas (que utilizarían sus jugos para untarse e ir
al aquelarre) como por las hechiceras (que lo convertían en víctiiiia supletoria de
sus conjuros). TambiGn las culebras poseían un significado maligno y sexual. Gas
par Cardona, irn clérigo de Alcalá del Obispo (Hiiesca), recoinendaha sil uso para
conseguir .gozar y tener actos carnales. (ADH, n" 2525, fol. 14).
Mancra de hacer girar cl cedazo (Eririque Cornelio Agrippa, Opera
omnia,Lyon, 1550). F.ri la Zaragoza del siglo XW, las profesionales d e la
rriagia erótica seguían utilizando el cedazo corrio método para adivinar el
futuro de sus clieriirs.
común, ya qiie se basaban eri las leyes de la semejanza y el contacto,
su niultiplicación imparable los convierte en iriabarcables. Dicha
proliferación debía sil existencia fundarneritalrriente al estado de
desesperación en que solían encontrarse bien las hechiceras, bien
las mujeres que acudían a ellas.
La historia de Catalina Amar, viuda, pobre y con un hgo de doce
años al que mantener, constituye un niodelo de lo primero. Más
que recibir a sus clientes, la mayor parte de las veces debía procu-
rárselos ella misma, intentarido atemorizar a mujeres cuya sitiiacióri
de debilidad favorecía que decidieran depender de sus servicios
durante un tiempo más o menos prolongado. A rrieriudo conseguía
su propósito, aunque sus ingresos eran tan escasos que no le per-
mitían cubrir otros gastos fuera de los estrictamente necesarios.
Según la mujer cuyo marido se había marchado a Castilla, tras ense-
ñarle el conjuro de la escoba y el de la camisa, dicha Catalina había
vuelto a sil casa para moslrark nuevos encantamientos y reclamar-
le más dinero, a lo que la testigo había respondido finalmente <<que
se le fuesse de casa))'"! Resulta significativo que, vista su causa por
los inquisidores y remitida después a la justicia episcopal, la rea aca-
bara inspirando niás lástima que otra cosa. Tras ser nuevamente
interrogada por el vicario general del Arzobispado de Zar~goza
acerca dc las confesiones qiie figuraban en el primer proceso,
.la dicha Catharina h r i a r persevero en aqucllas y cada una
dcllas et que no se le acordava o~r.aacosas y que dcllo sc repentia
[...] y no se quiso

El resultado fue la imposición de una <*penitencia.(y no seri-


tencia) tan leve que consistía siinpleiiierite en,
*que la dicha Aznara haya de d q i i n a r sietc sabados y en aque-
llos visitar las yglcsias y capillas de nuestra Señora del Pilar [...] y
coiriplida que haya csta penitencia [el Vicario (;erirr.al] la dio por
libre de la carcel [...] ct por quanto aquella es pobre y rriiserable
persona, la dio por libre dc las costas que se han fecho eri ehte
processo.-""
Muy diferente era el caso de la morisca Isabel Gombal, a n a
miiger revocada de muy buen parezern, «casada con uno llamado
Bibache, aguador*, a quien, a jii7gar por el registro de sus bienes,
no le faltaba de nada. Según varios de los ~estigosque declararon

?O1
Ibidim, fol. 37e
801
Iln'durw, Tul. 41v.
2115
Jbzdpm, fol. 49.
en su proceso, bu casa -situada en el callizo de las Doncellas, en
pleno barrio de la morería 7aragozana- no se vaciaba nunca.
Una testigo llamada Francisca de Torres afir~nabaque,
d e dia vari y vierien muy de ordinario mugcrcs arrcvozadas
con siis mantos d e sopiiílo y de seda y d e rriuy buen talle a casa de
dicha Isabel d e Bibache. Y los que las veril se niofiari y burlan
diziendo van a casa d e la Bibache por hechizo s.^^""
Isabel sabía muy bien cómo utilizar la desesperación ajena. A
pesar del sambenito que vestía desde que fuera procesada por el
Santo Oficio en 1597 (esto es, ocho años antes de ser de nuevo
presa por la justicia episcopaP7),la gente no dejaba de acudir
hasta ella en busca de remedios con los que compensar casi siem-
pre sus carencias afectivas. Según Gracia Perezo, una mujer de
cuarenta años que vivía enfrente de su casa y que observaba des-
de la ventana cuanto ocurría, eran muchos (en este caso hombres
y mujeres) quienes volvían una y otra vez en busca de nuevos
hechizos tras haber experimentado con los anteriores. Habien-
dose trasladado a dicha casa hacía tan sólo dos años,
*v haviendo visto entrar infinitas vezes niiicho genero de
niiigeres de todos estados y hombres d r la propia manera [...]
pregunto a una casera d e dicha Isabel que era navarra que que
cosa era aquella [...] que a que entraban. Y la dicha navarra le
dixo que entravan alli toda aquella gente a buscar hechizos para
los que havian menester. Yassi, d c alli adclantc la deposante traia
mas cuenta y veia a la clara lo que dezian.~""
Algunos, conlo cierta mujer amancebada con un platero, acu-
dían a diario:
.Cna muger de la presente ciudad, que no la conoce sino dc vis-
ta, [...] la qual cstava amancebada con un platero, veia que cada dia,
de dia y de noche, venia [...J por hechizos para el platero. Yia dicha
Isabel la Ilevaw eri barida daridole algiirias cosas y Ilebaridosele
muchos intereses por dichos hechims, arito que hazia andar loca a
la dicha arriiga del platero sin dexarle reposar a ninguna hora.)>"'"

200
Proceso contra Isabel de Gombal. Zar.3goi.a. 1605. .Al>%.C. 44-27, fols. 39,
5-8 v 4 1 ~ .
?o7
Según la coi~f'rsióndc la misma rra arite el vicario general del arzobispo.
<<estuvo pressa en el Smcto Officio y cas~ipdacon Sarici Benito, qile le llevo qiia-
ti-oaii0s.n Coincidiendo con cllo, una de las testigos que declararon arite la justi-
cia episcopal que <.Isabeleritor1Lt.sescava penitenciada por el Santo Oficio
y llevaba habito..
PO4
I b z c h , fol. 41v.
Ihidnn. tol. 44v
tJonzoña m los olas. Krtqmfl y suprrstzczón rn Arogón an el stglo XVI

La mayoría perdía su dinero esperando alcanzar una situación


que nunca llegaba:
«Un sombrerero llamado Burgos [...] ha gastado muy muchos
ducados [...] Una lavandera llamada Joanna, viuda, ha gastado
cambien muchos ducados por quanto la dicha Isabel Vivache la
llevava engañada diciendo le daria remedios para que un hombre
a quien dicha Joanna qiieria bien, se casase con ella [...] Una lla-
mada la Remirez acude ha mas de tres años [...] por hechizos [...]
y otra llamada la Marcella, que vive al callizo de Sobrajuelas [...]
ha acudido [...] por hechizos infinitas vezes.*""
La propia ineficacia de los hechizos constituía el principal
motivo de la regular asistencia por parte de los clientes. El traba-
jo de Isabel consistía fiindamentalmente en mantener la espe-
ranza de aquéllos, pese a la evidente falta de éxito de los conjuros
cuya práctica recomendaba. Los reiterados fracasos eran puertas
que abrían el paso a nuevos intentos. Una de las preguntas que
los inquisidores solían formular a las testigos cuando éstas deta-
llaban pormenorizadamente las etapas de los conjuros destinados
a atraer a sus amantes era si las prácticas que describían habían
servido para el fin que pretendían. Salvo excepciones, la respues-
ta era siempre negativa: .no hizo effecto~.
En 1603 fue procesada por el Santo Oficio Ana Ruiz, amuger
soltera, vezina de Caragoca de edad de 30 años*. Despues de con-
fesar que ninguno de los experimentos de magia amorosa por
ella realizados había surtido el menor efecto, añadió que la her-
mana de Isabel Gombal, esto es,
«Candida Gornbal, morisca, le havia enseñado las dichas echi-
zerias [...] pero que no havia consiguido lo que pretendia, que
era que un amigo suyo se casase con ella. Y que ni creyo ni dejo
de creer que los dichos remedios dejassen de ser efficazes.»"'
Dicha respuesta no expresaba sino la enorme distancia que
separaba la mentalidad de los inqiiisidores y la de las testigos y/o
acusadas. Para quienes recurrían a los servicios de las hechiceras, la
cuestión de la eficacia era algo que ni siquiera se planteaba: la
magia era ante todo un recurso, un hábito, un remedio o, por lo
menos, un consuelo. Los documentos que nos han llegado así lo
manifiestan. Según el séptimo articulo de la demanda criminal
contra Isabel Gombal,

210
Iliidm, fol. 45.
el I
AHN. Inq. Lib. 990, fol. 208.
eliria muger desta ciudad de c a r a g o ~ ale dixo que escaba con
grande cuidado, que no sabia mi~ctiosdias avia de su marido, y se
fue a coiisolar con la dicha rea, y que por amor de Dios, que ella
le pagaria muy bien, que le dixese adonde estaba su marido, qiir
hazia y en que estaba ocupado. Y la dicha rea la aconsolo y le dixo
que ella le bolberia con brebedad la respiies~a.."'
La congoja, la aflicción, la preocupación o la angustia eran los
sentimientos presentes más a ~ricnudoen los procesos. Excepcio-
nalmente, en el incoado contra la morisca Isabel Gombal, los res-
ponsables de la justicia episcopal incluyeron -entre las actas
jiidiciales- varias cartas que la hechicera guardaba junto con el
resto de sus pertenencias. Algunas habían sido enviadas desde
Farlcte (Zaragoza) por uri cirujano llamado Pedro Jerónimo Cos-
culliiela; una de ellas, quizás la última de las escritas, decía así:
&xíora Isabel, suplico a vuestra merced me niire si ai orden
que yo salga de cuidados pues puedo casarme seguramente. Y lo
mire que sea 10 mas brebe que pueda ser. Y confiando que terna
cuidado, ceso. Guarde Dios a vuestra merced corrio puede. De Far-
Irte, dcl ano de Iti05. Peciro Hironimo Cosculliiela, cir~igano.»""
Pero la misiva que mejor muestra el estado anímico de quic-
nes se dirigían a las hechicera es una de origen desconocido,
cuya deficiente coriservaciíh nos impide trariscribirla cotnpleta:
estoi tan desesperada que me aria mui grande placer r r i
benirine a ber, pues tiene rocin. A se esta esa buena pieca quon
esa [...] Quon esa rriuger que le dara esta podrrz benir, que me
importa mucho el I~erla,si no puede ser oi, sea rnañana sin falta
quon su marido. 1 resporidame de lo que ace en acliiel negocio. No
digo mas, que a la bisia me remito. Oi, viernes, la di.;dichada.»"'
Salvo excepciones como la de Isabel Gornbal -cuyo nivel eco-
nómico y cultural superaba al de la mayor parte de sus coritcm-
porárieos-"", las mujeres dedicadas a la hechicería solían ser tan
desdichadas como lo eran sus clientes. Muchas de ellas termiria-
han cayendo en manos de los tribunales no sólo por si1 conducta
presuricamentc siqxrsticiosa, sino también debido a su oficio de

212
Proceso contra Isabel Gombal. Zalagoza. 1605. ADZ. ( l . 442'7, fol. 12v.
21'3
Ibidrm, docilmitito inserio, sin foliar.
" ~ ~ l r i d c r rsin
i . {"liar.
" .'>
Eritre las cartas qilc Ic iiierori corifiscadas hahía tina firmada por la misma
Isabel. cuya i-idaccióny caligrafia coiisitiiíaii evidenies muestras de sil ilevaclo tii\el
ciiliural teniendo en riiriita la época y el oficio qiir dicha mujer desempeñaba.
celestinas o alcahuetas. A menudo eran también acusadas por
e-jercer la prostituci6ri"". Pero, aunque algunas prostitutas, una
vez traspasada su juventud, sustiriiyeran su primitiva profesión
por la tercería y la hechicería, lo cierto es que los adjetivos de
puta, hechicera y alcahueta acostumbraban a ir unidos sierripre
que se pretendía acabar con la buena reputacih de una mujer,
pues -como bien sabemos- los pecados relacionados con el
sexo eran atribuidos casi siempre al género femenino.
Ya desde antiguo tales conductas habían venido castigándose
con una enorme dureza y desproporción en corriparacióri con
otras. A este respecto, resulta significativa la torma en que dichos
delitos eran tratados por los fiieros de Teriiel en pleno siglo
x\rlaí. Segím el texto al que nos referiinos, las lierboleras, hechi-
ceras, alcahuetas o <<putascon cinco. debían ser quemadas o
sorrietidas a la ordalia del hierro candente, a pesar de que, por lo
general, el uso de dicha prueba estuviera prohibido para las
mujeres. Como el propio texto indicaba:
<<Todainiiger q i i r r r l ~ o l r r ah i e r e , o eckiizera, y provado lc sera,
sea queinada, o salvese p o r el h i r r r o calirrite, qiial e n este caso,
toda rriiiger deve toinai- el hierro segiiri tiiero. Eri riiriguri o t r o caso
m u g e r deve llevar el fierro, si no flier-e rriediarir~ao alcatiiieta, o
q u e sea tal puta q u e c o n V varones sea Pornicada e p r o v a ~ l a . ~ ~ " ~

Pese a que las acusaciones contra las hechiceras se hallaban


con frecuencia cargadas de injurias que hacían referencia a los
comportamientos sexuales de las misnias, no por ello hay que
pensar que dichas acusaciones procedían siempre de delatores
varones o de aqucllos oficiales encargados de implantar iina,jus-
ticia de inspiración indudablemente patriarcal. 121 igual que suce-

216
Eljeiiiplo de dicliaa acusacioriis lo cotistitiiye el caso d r (htalina la Mila-
ries:a, deiiimriada rii 1548 ante cl visitador de la diOceais por- ~erisarmadera~~ y
~~alcaliiieía piiblican (\&aseADT, Visitas Pastorales, C. 7, Lig. .5, n" 26). o el de
Joariria Polo, a quien rI proriiradoi- tiscal del Arzobispado de Zaragua derriaridb
criiriiiialriieiile en 1561 por- ar~iaricebarni~rito,alcahuetería y Iiechirci-ía (Al>%.C .
1-41]. También Jerhriima b'(-i-nándr7 tiic procewcla y acusada de prostituta y sii-
per-sticiosaeri 1381 ante el vicario gerieral del arzobispado cesaraiigiistaiio (Al)%.
C. 28-1.3). Por íiltimo, a Pkpri-ania y Gaipara Riba, dos Iiei~iria~ias (te Beceite
(Ter-iiel).se las acus6 de aer elii-lijas. hechiceras, iriedizirieras y riicortadcras~~ y
además de eso, <<iniigri-rs nialas rlc sil ciierpo, como son putas y alcatiiirtas~~
(ADZ. c:. 25-11, rcils. 1.1-13).
217
Véase la <.Suriiade los fiirros dc las riiidades de Salita María de A1t);irra-
riii y de Teriiel. de las coiriiciiidades de las aldeas de dichas cii~dadrs.y d r la villa
de Mosqueruela, e de otras villas roiivcíiiias~~, Valeiicia,,~or-gc
Cotilla, 1331.
21s
Ibidwn, Sol. 93.
día en el mundo de la magia niasculina, las denuncias solían pro-
venir de los mismos clientes o compañeros de oficio, que en el
caso de la hechicería amorosa, salvo muy contadas ocasiones,
eran mujeres. Como ocurría en el resto de los conflictos descritos
a lo largo de nuestro estudio, el enemigo solía encontrarse muy
cerca. Lo más frecuente era que una o varias clientes decidieran
acusar a la justicia a aquélla qiie les había enseñado unos conju-
ros que casi nunca producían las consecuencias esperadas.
Muchas veces la relación inicial entre la maestra y la aprendiza no
se reducía al ámbito profesional, sino que se suponía basada tam-
bién en la mutua amistad y simpatía. Jerhnima de San Miguel y
Ana de Yuso reunían las características señaladas: ambas jovenes
vivían en Zaragoza g durante algún tiempo habían practicado jiin-
tas ciertos hechizos para atraer a los hombres, pese a lo cual.Jer-ó-
nima acabaría denunciando a h a ante los inquisidores en 1586.
No obstante, dicho tipo de denuncias solían volverse después
contra quienes las habían originado, ya que las acusadas revela-
ban a su vez muy pronto ante los jueces el nombre de sus cóm-
plices, de modo que al final acababan siendo juzgadas y conde-
nadas tanto deriunciadas como denunciantes"".
Los ejemplos de hechicería colectiva qiie mejor conocemos se
localizaron en el siglo X\II en dos distritos zaragozanos: el que
entonces se conocía como barrio de la morería y el que se alzaba
en torno a la parroquia de San Pablo, en donde -como sabernos
por el capítulo anterior- se dieron cita por las rnismas fechas
varios nigromantes estrechamente relacionados con algunos clé-
rigos franceses. Isabel Gombal y Catalina Aznar fileron sus prin-
cipales y respectivas representantes o, por lo menos, quienes pro-
vocaron una persecución de mayor alcance, que acabaría por
afectar a otras mujeres relacionadas con ellas, cuyos procesos se
incoaron en fechas cercanas a los suyos. Por las actas de la causa
contra Catalina Aznar, sabemos que también su cliente y, en prin-
cipio, amiga Magdalena de Vidos (*La Lralconchara,>)terminó
cayendo en manos de los inquisidores,junto con otras dos vecinas
más del mismo barrio de San Pablo, todas ellas acusadas de prac-
ticar la hechicería""'. Dicha Valcorichara -al ser abandonada por

Y19
Según se detallaba en la t.elaci6ri de causa dc . h a dc Yuso. %lasdichas
Geronima de San Miguel y Anria dc Nsso Suerori coridemnadas a ser aco~adai
p~iblicarrieritepor Caragoca y des~er-radasdella y sus termirius perpetiiamentc>>
(AHN. Inq. Lib. 989, fol. 214).
Y20
Nos referimos a la Kafacoiia g a Catalina I,opr7 (ADZ. C. 28-6, fols. 22 y 15).
el racionero de la Seo cori quien estaba amancebada- había acu-
dido a la Arriara buscando el modo de recuperar a su amante.
Aunque ambas mujeres se vieron rnuchas veces e incluso llegarori
a dormir juntas en la rnisnia cama, muy pronto comenzaron a
reñir eiitre ellas. Según la versión de la Valcorichara,
<<porque una vez esta deposarit riorribro e dixo Jesus, la dicha
niiixer le dio una punyada [...] dixrndo que la ponia [...] en peli-
gro que la Ilebaseri a ella y a su fijo los diablos por aver dicho Jcsus
t...] y dixo a esla deposante que avia desbaratado todo su negocio
y conciei-t~.»~'
Otra razGri aducida por la testigo en la declaración efectuada
contra Catalina era que ésta se ~erioxaba[...] porque ella no que-
ria ensayar ni fazer lo que ella le dezia.. Según la version opuesta
de Catalina, las dos mujeres no sólo habían hecho conjuntamente
todos y cada uno de los conjuros descritos por la testigo (en algu-
rios de los cuales se debía nombrar expresamente a Cristo, tal y
como a ella le había enseñado el abad de los chubillos), sino que,
<(iirianoche, quando andava en estas cosas la Valconchara,
bino a su casa con uno llamado Antoii Viexo. Yque el dicho h t o n
Viexo se cjriedo hrrxo y la dicha Valconrham subi» estando esta
confesante rri la cama y le dixo estas palabras: -Mirame ,+mara,
por Santa hlaria que tenia propuesto de pasaros una riavaxa por la
gola y degollaros sino uhiesedes fecho lo que yo queria, que con
unas palabras que os e dicho os lo e fecho fazer y os e convertido,
que a quantos las digo ago aier quanto quiero.nW
y en otras tres o cuatro ocasiones,
~ h i n oa su casa la dicha Valconchara [...] con uno llarnado
rrioseri Jwan Vizent, la qual \'alcoricIiara le dczia a esta conre-
sanle cada vez estas palabras: -Mira Amara, que n o me acuses,
que tu no tienes poder y yo tengo poder, si no. yo te fnre matar
si tu me acusas.s"'"
Pese a quc se nos escapen los motivos reales de dichas dispu-
Las, la violencia existente entre la hechicera y su cliente constitu-
ye un hecho a todas luces iricuestionable. Al igual que vimos en el
capitulo dedicado a la nigromancia masculiria, las ambiciones
personales acababan malogrando cualquier tipo de experiencia
que requiriera de la más rníriirna colaboración. Una vez nias, la

2 1
Proceso contra <:ataliixiAztiaii Zaragoza. 1511. AUZ. (l. 28-6, Sol. 1 1 .
"'"fid~ni, fol. 2 1.
TI:?
Itidnn, fol. "v.
realidad cotidiana, guiada por intereses oscuros, volvía a impo-
nerse sobre ese mundo imaginario. optimista y abierto a infinitas
posibilidades que represericaba la magia para una buena parte de
la población. Por ello, su practica acabó casi siempre tornándose
un recurso efímero que, en lugar de abrir puertas, confisió a sus
seguidores en un entramado de acusaciones, envidias y recelos
del que resultaba muy dificil escapar.
ANEXOS
LISTA DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS
CONSULTADOS

Archivo Diocesano de Zaragoza (ADZ)


Archivo Diocesario de Huesca (AüH)
Archivo Diocesano de Teruel (ADT)
Archivo Diocesano de Albarracín (ADA)
Archivo Diocesano de Barbastro (ADB)
Archivo Diocesano de Tarazona (ADT)
Archivo Diocesano de Jaca ( . J )
Archivo Capitular de la Seo de Zaragoza (ACLS)
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (AHPZ)
Archivo Histórico Provincial de Huesca (AHPH)
Archivo Municipal de Zaragoza (AMZ)
Archivo Municipal de Daroca
Archivo Municipal de Borja
Archivo Municipal de Kubielos de Mora
Archivo Municipal de Ansó
Archivo Histórico Nacional (AHN)
Biblioteca del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza
Biblioteca General de la Universidad de Zaragoza (BUZ)
Biblioteca Municipal de Biirdeos
Biblioteca Nacional (BN)
T A B W Y MAPAS

TABLAS

PROCEDENCIA RESIDEUCU
1 DELKO'

Il9H Crdcia la Valle Bi iijri ia


1
1499 hlaria 1 Bruleria

15111 Prdio B~riiardo* o rl Larngora Nig~uiii~iiiiia


i mi tileqio

1510 Caidliiia Lóprr Zdrap~a Hrrhic eria


1.51 1 (,aiaha h d %aiagoza Hechic~ria
1511 ]n,ui \'icriitc* Perpigi~ari(I;r.iiitia) Zniagma \ iuiriicgio
Nig~omaiiti~i
151 l ( k l i d (ir C ~ l h a l ~ l l 1,aacrllasIlIuraia) Sortilrgio
lil l Lligiirl Sáiichez Yaraqora Nigiuiiiaiicia

1 .Aquvllos r i o r d r los qiic sr i o i i w n a $11 pr-orvw iiiriiplrro aparecii, iilriililicaclri\ < m i u n actci ¡ m i .
' 1 ir, aciisadm clt.rigos, rnoiiwoí y j i i c l ~ i r n r i t enpirvreri
~ ideiirilir;i<los c u i i I u Ict~ii,i.iii i 1. I-ci-
prc tivdnirriir
l i l l ,leiuiiiiiio \'aldeiiiero %arcigo2a Nigi-oiiiaitia
1511 !.InrtÍii de Snria ~iragozn Nigromaiicia
l.il l hhqdaleiia \idos Zdragor,~ Hnhireiia
1512 Martiria Ceu Brujería
1512 hlaria de kbuls Arhués (Hiicxa) Briqcria
Saiitlia de k b u é s Arh1iC.s (Horsca) Brujeii'i
1128 hliwel Calw Nucito (Ili~escai Kigromanria'
1 1534 1 1)oniiiiga Frirer* 1 1 Pozáii dc lelo (Huescal ( Kriijei-ia 1
1334 C r m a la Nadala 1 Pozáii de k r o (Huciral 1 Brujería
153.1 Beiiedeta la Piqcie~a POL~II
de Vero iHiicsca'i Bi+ria
1 1534 1 h w i a l a de Cala 1 1 Porári dr Yero (Hueria) 1 Bri!jcria 1
1:iS.; Caraliiia deloati 1)irr Saliiiaa de Jaca Bi ~ijeria
(Huciraj
1 3 7 loari Oiiiella laraqozn Sigioiii,uicia'
1538 Joaii L'm Cstes íhaiai-ra) Zeagoza Kigromaiicia'
15% Juan de Gaieoa (;araioa Nainrra) Zarpa Nigroni~~cia'
1540 Juaiiia de Cala Huescn Brulería
( 1
lj40 Diego 1 Moliira (í;iiarial;ijaia) 1 Zarag-ola 1 Nigrornaiicia' 1
15% loaii Vallia t,rciiei ( H u e ~ ~ i l SiipeisticiUn'
1515 JaiiiieErtrhaii Hui de Jaca (Hlictca) Supersririóii'
1543 \lana Yiolas Zarao7a Nieroiiiaiicia i blasfemia
1546 María Martíiiez 1.1 Puebl;i de Fantova (Hiictca) Biiyría
1546 Diego Salrido Nigromaiicia
I i4Y Meltlior [laval aira Zaragora IiirocatiUri de demonioc
i hlacfcniiai
1 (
liRl Pedro Solóri

Italia 1 Nigromaiitia
h~igroinaiicia'

Bkai ii (Fniiria) Bolea (tlueua) Inwcarión de demonios


Tordehumos Zaia;oin
(Valladolid)

Hechircria
i Xladrid)

Gata iCiccrrsl Lirago [ Z e a p d Hrrhicerian'


1 Cotor ( l a r a p a ) 1 Heclricei ia"
1 Pardus (Zaiagoca) 1 Brujería
1 1 3 1 1 Uai-ia Samiiiei ( Samitier ( H u e ~ a i 1 Briijina
1 Saniitiir (Hiiricai 1 Brujriía
1 Samitier iHiiesial 1 Kriiiiria
lpai (Hiirstaj Bi ujeria
Rueda de Jalóii (Z,1rago7a! I~ivocacibrid i tlriiioiiios'
L'rrea de lalóii (Zar,ieu~~i) liimcacióii de demonios'
Béarn (Francia] Norito (Hiirira) Heiliiceria
Ktani (Francia) Nociio (Huetca) Ilechitería
Beiiaguasil (l'alciiria) 1 Zaragoza 1 Hcrhitrria"'
1597 Isabel Gomhal
I.IST;\ DI! I.OS PKOCESOS 1NC:OAI)OS I'OK 1,A JIJSI'I(:lA
EPISCOPAL ARAGONESA POR DELITOS DE BRL~EIÚA
Y SUPERSTICIÓN EN LOS SIGLOS XVI Y XWI

1 1
.&O NOMBRE 1 PROCEDEKM 1 KESiüENCLI
l
1 Francisco .4loiiso" .Uharrdcíii (Teruel) Hechicería y siipersiición
lj9i Francisco .\loiiso" ,Ulsarraciii (Teruel'i Hnliicrría i super,titiiiii
1 1613 1 KniiaUmaiiu 1 Nainira 1 .Ubairaciii (Teiiicl! 1 Hecliicriía i soprrrticióii 1

A~O NOMBRE PROCEDENCIA KFSlDENC1.4 DELIIO

1 PetitJoaii Cascogiie (Fraticia) Barbaao [Iliiezca) Hechiceríd


160; Joaii L'iliac Fraiicia F'uilo (Eiiirsni Adiviiincih, coiijuru,
1612 Kadal Yallabiigd Pozán de Yeso iHuesra'i Hethiceri,~

fi0 YOMBRI PROCEDENCU RESlDEVCi.4 DELITO

1536 hliguel R m ' y Ku (IIuracai bu es^ (lluexai Bri~jcri~l.


pon~uiieria,
Iiineiio de hi' 1 inás de Hroto (Hiirira) llaira, coiiruhiiiato, ctc.
3 Presuriiu, difniiiadores:
llaria Oliix, hlarix
del Río, .iriioiiio
-\rriirho,~iiaii]iiirriio,
Di~rriiriitadel Frasiii

1653 Juan Foiitán Sesa (Huesca) Hechicería


1662 1 Gaspai Cartloiia' 1 Cerdeiia / I c a l á del Obispo (Huercai 1 biipenticioiier
NOMBE 1 PROCEDENCIA 1 RESIDENCIA DELITO

Juan Gahriel'

Jiim rir la Rorda


l Morlaiis (Blarii)
Terurl

Fuciidctodos (Zaragoza) Yigromantia. iniocacioiiv


Carlo, Wilaiiés 1ndi (Italia) QIIIIII~
de Ehro (Zaragoza) Herejía, eiigaio. eiiihauco
Joaiiiia Polo tlrrhicrria
Cprraiila Riba Rriijcriai hcchircria
y Gaspara Riba
Pascuala Carcia.
hhria irnaii,
Joidaiia Ordoiás,
Catalina Rarrii>ri, Biujeria r hethireria
Pascuala Tejedor,
Patmala í:lcnicnie
v loaiia Barcrlona
María S d n t h r ~ S,dleiik de (;állego Zaragoza Hrrijcria
(lliiesca)
Domingo Gil i Tiirga (Zaragoraj Hetliitrría, ~upri~ticibii,
hli~,iiclYclca eiisalmos
Co\tann Kosa Hiirqor Zaragoza Hechicería
Jerúiiiiiia Feriiáiidrz Inragon Hrrhicrria
Jum B l m Gastu#iie (Fiaiitia) Zai,iguza Superiticióii, cmhauco
Cataliiia Garcia Peñairui;~d i Taaraiii~a(Teiueli Hecliiceiia, hrujeria,
~ll~dllll~b
1 1

Uárbara Ulaiic Petiarroia de Tasraiiiis (Teroeli Hethiceria, brujería


Bárbara Boiiíill Peiiarro~ade Tmiiiia (Teruel) Hethicrría, brujeria
Siisaiia I)almaii P~iiarro)ad r Tasta~iiis(Teruelj Hechicería, hrujeria.
rli~almos
Susaru Reiiiu Peiaiioia de Tasta\iii\ (Teriirlj Falso rc~riinoiiio
Cataliria Gallego Liaiicliuiie\ ( Z a i q x a ) Hechireria. hrujcria
Hrchiceiia. hrujeria
Pedro d~ Salanoia Navarra IFraiicia) Zarapza Hrcliicrria, iiigioinaiicia,
ruperrticióii
1 I

Doiiiiiig~Aguilar 1 Caspc ( L a r a ~ yia h a l m o s rupersticiosos


Kriiiridcnria
Bi ujrria
La Peia drl (.id (Trruel! -\riiiiiiaiión
.4NO NOMBRE PROCEDENCIA REYIDENCM DELITO
1 1 1 1
lean Hernándcr Ruedade la Sierra
(hiarialajaraj
de los Na~arros
'v'illdi
(Zarago7a1
Suptición
I
1 lM4 ( &dta Oliher ( Murella (Ca\tellóii) 1.aFresnt.d~(Teruell ( Htchiceri'i 1
1 1 Isabel ihinhai"' 1 Bciialgiiasd 1 Hechnrnl
I
1605 Gracia Tello Zaragoza Hechicería
1607 Fratitiuo Quiiiiaiin .Ucdjliz (Teruel) Hechicería
I6UB Juan Guerra dc Burgur Zaiapa Supeisticiíin
la \cca
María Toióii t Gascope (Francia)
Fsaiiciaca Catán Valencia Peiiaflor (ZaragoraJ Briyria \ hechiceria

LISTA DE PR0CESADC)S POR LA JUSTICIA SEGLAR ARAGONESA


POR DEIJTOS DE BRL~ERÍA Y SUPERSI'ICI~N
EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

PROCESOS
COMPLETOS

'M0 1 NOMBRE 1 PROCEDENCU RESIDENCM 1 DELITO

134 Dominga Frrrcr Pozáii de Vero (Hursca! Brujería rneuiiirna


15% Jiilimn Bernuis Sinués (Hursca) Brujeriag hechicería
1574 Maii'i López Siniik (Hocsta] Brujería !Iiethicería
1571 htonia Sáiithez Siiiuks (Huescal Bruiena v hrchiceria
3 Ororia VCllíu Esposa IHiiesta) Brujcria y hechiteria
1.575 Judria Sánchez Villaiiúa (Huescal Brujería Y hechicería
1589 Wartiiia Diiesu Colungo (Hiiescai .Alberoela dc la 1.ieiia Brujería !. hechicería
[Hiiesca)
1390 Juana la Cura Villaiiúd (Huesca) Brujeria g hechicería
1590 Montterrai !&aydio Villanúa (Hiiesta) Brujería y hechic~rid
I iiM .@eda Ruiz Bolea (Hueaca] Brujería S hechicería
I63i Mana Vimrreta Épila (Zarago7a) Brujena y hrchitería
A SPROCESADOS EN OTROS DOCUMENTOS
~ P ~ E K E N C IA

1 ) lnquisitoriales

NOMBRE RFSIDENCIA 1 DELITO

Cenarbe (Hiiesca) 1 Brujería

Gialiiia Sdmitier,
Gracia Amar p Smitier e lpas (Huesca) Brujería
hleiiga de lpaa
Tres mujeres que
tesiificarvri
en el proccso
iiiquisiturial
contra lsakl
Gany y que
fueron ahorrada?
por la justicia
seglar
Cinco mujeres
que furron
seialadaa como
bruja$ por AndrPs Bielsa v otras Brujería
Mascarón y de las localidades cercanas
cuales una fue (Huesca)
desterrada y cuatru
ahorcadas
llargalida Escuder
y otra mujer que
fue ahorrada por Tamarite de Litera (Huesca) Brujrria
lajustiria sr~lar
por brujería
luana Bardaxi Tjmarite de Litera (Huexa) 1 Bruieria

2) Episcopales

Gracia de Buesa
y Pascuala Ruesa y Mur (Huesca) Valle de Brota (Huesca) Briijería
de Mur, ahorrada
por ¡ajusticia seglar
diez arios aiiter de
que fuera juzgado
limeno de Viu
DELITO

dhorrarlas
por la jiirtiria seglar,
spgiiii dpairce
iesiificado eii el
proceso d María
Sáiichn
Valencia %alagoza Biiqeria
1 GCi~cogiie
(Francia1 1 Zaiqou Brttjerí~

RESIDENCIA DELlTO

María Estemii 1 Moii~í~n


~lluestaj Brqería
Moiii~ii(Huesca) Brujería
Brujciia

Lille de Teiia (Hiicita) Brujería i.


poiizoiiería
Hia de hl& l,ópez.
tainhiiii jiila,ida por
hi-iijería
Cuatro rni!iri~squr
"padecirroii por hroxa,".
q é i i se t e d r n cn Brujerid
tl proceso a Juaiia la
Cura
KrtijerU,
hcrliicmia r
otros dclitos
Brujeríi i.
otros delitos
Ylaigalida Riu 1
I I I l
1628 Juana de Amar Fago (Hucsta) Krulcrin
ESTATUTOS DE DESAFOFUMIENTO CONTRA EL DE1,ITO
DE BRUJEKÍA EN MGÓN EN LOS SIGLOS XVI, XViI Y X W I

LUGAR O LUG4RESSECTADOS I
I 152.5

1530
I \ N e de Tei~a(Hiictcaj: Salleni de Gillego, Lanina, Yaiiticosa. El Pue)o de Jaca, Ho7
de [ata. Tramaca~tilladc ' h . EscarrilB, Búbal, Saqiiti, Piedrafita de lacn, Sandiniés
\'allr dr Aici (Huescal: .&sa. Esposa, Siiiiitt
1
li34 Pozan dr Vrro ( H u e r n ~

1.536 Valle de Broro íHiiera): Biuto. Liiiásde Brnio. Hiiesa,Vi~i,Tuila. Oro, Sar\.isr, b i n de
Broio, Bergiia

1558 N l e de Tma (H~iesca)


131 \'alle de Puértnlar (Hursca):Putiiolaa. Brstué. Euiiain, Trlla. Rt\ill,i. Belsierre

1 1575 1 Wle de Aiu (Huesca) 1


1586 Zaragoza
l58í Huesca
1592 Daioca ( Z a r q m l
1592 ~usiicia~gu
de Chía ( H u e ~ a )Kisaiiiri.
: Urriiella. Abi, Seira. Barhariiciis
1 13% ( Sesa (Hiirscaj 1

1 1680 1 Huesca 1
MAGIA MASGULINA Y hL4GIA FEMENINA

MAGU MASCULINA MAGW FEhlENIN.4


Nigromancia, Hechicería B r ~ j ~ i ÍHechicería
a.
'rocedencia Francia meridional Zonas rosternj iriediteriáneai
triidita intelectuale es. profesionales Popular (extracción social Iiuriiilde.
librralrs, r l m regular v secular) analfabetas, prostitutas r celestinas)
Escrita Oral
Invo:ocaciónde dernoniov Inmración y ofrendas a los demonios,
Consulta de grimorios recitado de iorijiiros orxioiies,
'rocedimiento Coiisagración de objetor Hechizos basados en las leyes de In
Trazado de círculos riiigicos semejanza r el contacto
.$uno, confesión, comunión
Ropa nuera Ropa usada
Siiperfirirs retleciaiiirs Ir~doniaso usos Superficies reflectanres (ollas llenas de
llenos de agua, espejos) agua, eipejos)
Candelas Ciiidelai
Ohjrtos pun~aiiirslagiijas, ruchillos, dagas, Objetos punzantes (agujas. cla~os)
lbjetos y sustancia! buriles. espadas, punzones) Ol,jrros para atar (cintas, ligas. cabellos,
~tilizados Cala~eras, cuerdas. hilo. soga dr ahorrado)
Anilloi Dientes y dedos de ahorcado
Sahiimerios (incieriw. alor, iiniiania! Sahumerios (incienso. coininos rústicos)
Sacramentales u objeros bendecidos (dgua. hliirirrito~(pan. queso, carne. leche. sal,
pan. hierbas. relas, óleo, crisma) pimienta, hoews. toronjas, hib~!
llisopot Corazones de animales
Sobrepellez, estola Objetos dornrsticos (rsroh, redazoi
Emgelio de San Juan Partes del cuerpo (sangre menstriial, uim.
Pergiiiiinos (rraliiadoi ron pieles de cabellos. semen)
aniirialrs ahoi tadosi Tierra. ceniza
Plumas Ploinc fundido
Vergas y canas. Imágenes de cera
Datloi, cartas Zapatos
,Asno.
Caballo,
Sapo,
Culebra
Ciiración de enfermedades
Conocer el futuro Curación de enfermedades
:iiiiqu~cii~ii~nio
(descubrii tesoros. ganar en Conocer el futuro
rl jiiego) Coiisegliir el amor o la sujeción
In~uinerabilidadfrente a los enemigos de iiri honibrr
Trahajar sin esfuerzo
Recorrer distancias rri poco tienipo
Lugares de la ciudad de Zaragoza citados en lo^ procesos estudiados

566
Lugares de residencia de los reos procesados por la justicia inqiiisitorial
DI6CESlS FORLNEAS

PAUPLONA

1 SICUENIA

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . ..
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LAFRESNEDA
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8

Lugares de residencia de los reos procesados por la justicia episcopal


Lugares de residencia de los reos procesados por la justicia seglar

369
Lugarrs afectados por los estaiiitos de dcsaforainiento contra el delito
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arañuela, conlru duendes y bruxac, r o n t ~ apeste p m a l r ~contaposos, con-
tra labia > towtra endernonzados, conha las avr\, gusanos, ratones, [un-
qostccr y t ontta todos quulurquze~anzmalrr rwruszrios que darían rizñas,
panes y arboles de qualucquzer semzlla; aortí nueria mente añcrclzdos, sarados
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de su ea1r)atzon. O'ompuecto por el docto1 3 maestro I'rt-lro Czruelo, tunonzgo de
la \nnlcr Ig/esza Cathedral de Salamanca. A o m numarr,unte impreso. . Con
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tra~ctéde la sorceleme et sorrwtc I A ~ J re^ T ~cuneux et tres utzle, non seulemrnt
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cours rontenant b protednre Juzcte par b znquzsztzons dlEspagne et de AVu-
varre a 53 tnagtwns, (~/)»rtats, pzfs, sorners, en la vzlle de Lo<grogr~e, en (,'m-
tzlle, le 9 novemtm 1610 E n laquelb on vozt, cornbzen I'exmzce de k ju,tzce
en Frar~te es/ plus mndiq~renwnttraicté et auec de plur brlle~Jo7mes qu'en au-
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5 . Página de Luisa María de Padilla. Elog~osde La verdad e zn-
nrctzva rontru la men tzra (Zaragoza. 1640)...........................
6. Por lada de loi b.'~fututo~ y desafi~ero~ contra las hrrhzcclas y
/rruxa\ ((lhía. 15112) .............................................................
7. Portada d e la R.cc-rl>ilacioiz *:x c.~lnluk~.t (lu la t i ~ ~ d aded %u-
ragoza (Zaragoza. 1635) ......................................................
8. Portada del proceso contra Juliana Bernués (Ksa. 1574) .
9. «El irifierrion. eri (;ordialp quatuor n,orii.vsimoru~m(Zaragoza,
1498) ....................................................................................
10. Diversos trabajos demoníacos. en Olaus Magnus. Hzstona
(Roma. 1553) ..........................
de pntzbzts sc~tenti~onalzbz~s
. 67...............................
11. Frariciaco de Goya. Capricho n í ~ m
12. Franrisro de ( ; y a . (hpr-icho riíirri . 61 ...............................
13. Portada de Francisco Núriez. L ~ h del o parto hurnnno (Ma-
drid. 162l ) ...........................................................................
14. Francisco de Gova. Capricho núm . 25 ...............................
15. R.T.F. «i\rbol de la vida, arhol de la muerte ....................
16. Portada de Girola~noSavoriarola. I<rfiroDnc.ionde lu asfrolo-
'qia .judiriariu o divinatoric~(Salanianca. 1.546) ....................
17. Mandrlígoras niasculina y femenina. eri Hortus snnitcrli.\
(Johanncs d e Cuba. Paris, 1498) ........................................ 199
1H. Círculos snágicos, e11 1.a í:lmlincb d~ Snlurnow (Piirís, Biblio-
teca del Arsenal, nis. 2350, 2348, 2349 y 2344) ................. .Wi
19. Manera de kiacer girar el cedazo, e r i ¿@m umxia (Eiii-iqiie
Cornelio Agrippa, 1530) ..................................................... 542
ÍNDICE DE TABLAS Y MAPAS

Lista de procesados por el ti-i1)iirial(le la Iiiqiiisiri6ii de


%arago/a por deliros d e brujería y superstición entre
1497 y 1610 ..........................................................................
Lista d e los procesos incoados por la justicia cpiscopal
aragonesa por dclitos d e hritjcria y siiperstici6n e n los
siglos XVI y XVII .................................................................
lista de procrsatlos por la jusiicia seglar aragonesa por
drliios d e brujería y superstición en los siglos XVI y
X W ......................................................................................
Estatutos de desaforaniicnto contra cl delito de brujería
cn Aragón cn los siglos XVI, X\71 y X\"IJJ ........................
Magia rri~sculiriay rriagia kirienina ...................................

1,iigarrs d r la riiidad dr Zaragoza citados en los procesos


rstiidiados ............................................................................
Lugares de residciicia de los reos procesados por la justicia
inquisitorial ..........................................................................
1,iigaresde reaidericia <Ir los reos procesados poi- la,justicia
episcopíil ..............................................................................
Lugares de residencia de los reos procesados por la justicia
seglar ....................................................................................
1,ugarcs afectados por los estatutos d e desatorarnieri(o
contra el delito de brujería (siglos XVI. XVII y XVIII) .......
ÍNDICE GENERAL

Prólogo ..... .... ....... ........................................................................


.
111troduccion ........................................................... .... ................
<

Primera parte: Orden

LA CAZA DE BRUJAS EN EUROPA


- Fundamentos doctrinales y medidas legales para una
.,
persecuciori ...... .... ... ............ .... ..............................................
- L o s agentes de la persecución: un solo delito para rriiichos
Jueces ..... ........... ................................................. .... .... ........ ....

LAP E R S E C U C I ~ NEN A R A G ~ N
- La justicia inquisitorial: entre el acoso y el escepticismo
Un tribunal contra «maldades y sacrilegios~ ................
Los métodos inquisitoriales ...........................................
Los procesos de briqería y superstición incoados por
el tribunal de Zaragoza ..................................................
La actitud de los inquisidores ........................................
- La justicia episcopal: un freno contra los abusos
Los obispos y su territorio ..............................................
El control de la diócesis: del sínodo a los tribunales ...
Los procesos d e brujería y superstición incoados por
los obispos aragoneses ....................................................
Usura y engaño: la magia como impostura ..................
- La-justicia seglar: de la ley al desafuero
La administración extraordinaria de la jnsticia ...........
«Pactos rompen fueros, pactos quitan fueros)> .............
Los procrsos de twujrría y superstición incoados por
los.jueces seqlar-es...........................................................
<<Enservicio de Dios y de las dichas Magcstadcs. La
complicidad entre los organisrrios.jildiciales ................

Segunda parte: Desórdenes

F.1,RECURSO A LO IMAGINARIO
- Conflictos enmascarados ......................................................
- 'lbdos 105 deirionios ..............................................................
. La orgía perpetua .................................................................
- Ponzoña en los ~ j o ..............................................................
a
- l .a virtiid de los saludadores ................................................
- Terrorcs nocturnos ...............................................................

DE VUELTA A L4 REALlUAU

.Vivir en coriiítri .....................................................................


.El infierno son los otros .......................................................
. Maridos y mujeres ................ . ..............................................
..
- I'adrrs e hijos ...................... .............................................
- La familia accidental ............................................................
- La exclusión de loa viijos .....................................................

.El arte de nigromancia: adivinos e invociid»rrs de


demonios ..............................................................................
- El oficio de tercería: hcchiceras y alcahurias .....................

Anexos

.Lista de archivos y bibliotecas corisiiltados .........................


.Tablas y Mapas ......................................................................
. Bik)liogrifia............................................................................

Índices

.Indice dc ilustraciones .........................................................


.Indice de tablas y iriapa~......................................................
. Indice general .......................................................................
Esta obra se acabó
de imprimir
el día
25 de junio de 2000.
festividad dc Santa Orosia.
EXCMA. DIPUTACIÓNDE ZJYRAGOZA

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