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EL BÚHO DE LA CONCIENCIA (por David Fluhr Arnau)

En un bosque no muy lejano, las vacas pastaban parsimoniosamente en su verdes


praderas , los conejos excavaban con energía sus madrigueras, mientras los pájaros
amenizaban el día con sus melodiosos cánticos.

Una trágica noche llegó una tormenta electrizante, que de forma accidental dejó caer
un rayo sobre el árbol más vetusto del lugar, lo cual provocó un trágico incendio ya que
su ramas cayeron sobre otros árboles, de forma devastadora. Poco a poco el fuego se
extendió por todo el bosque.
Los pajaritos huyeron despavoridos de sus nidos. Las vacas y los conejos echaron a
correr desorientados intentando alejarse del peligro. El bosque entero ardió durante
toda la noche.
A la mañana siguiente, el fuego se apagó después de haber consumido toda riqueza de la
naturaleza. Los animales habían pasado mucho, mucho miedo, y al ver el paisaje inerte,
entendieron la magnitud de la tragedia a la que se enfrentaban. Las vacas se habían
quedado sin hierba, Los conejos habían perdido sus madrigueras. Y los pajaritos ya no
tenían árboles donde posarse para cantar.
Con el paso de los días los animales cada vez estaban más hambrientos y desolados.
Estaban tan tristes que el único ruido del bosque era el del llanto y los sollozos de sus
supervivientes. Pero entonces un joven jilguero al que aun le quedaban fuerzas para
volar, gritó desde el cielo:

- ¡Ahí quedan árboles! Veo árboles y hierba allí a lo lejos.

Se apresuró a volar hasta ese lugar, que estaba un poco lejos. Cuando llegó, vio que
había un pequeño bosque que no se había quemado, ya que estaba situado en una isla en
medio de un pequeño lago.

El jilguerito voló raudo y veloz, deseando comunicar a sus amigos que había
encontrado un lago, y que en medio del lago había una isla repleta de árboles.

Los animales se pusieron muy contentos, todos estaban impacientes por conocer su
nuevo hogar .

Los primeros que llegaron fueron los pajaritos. Atravesaron todo el lago y fueron a
comer sus deliciosos frutos hasta quedar satisfechos. Después construyeron sus nidos
para dormir, Pero bruscamente, apareció un viejo halcón en uno de esos árboles, que al
parecer él consideraba de su propiedad. Y el halcón muy enfadado les gritó:

- ¿Qué hacéis en mi árbol? ¿De donde habéis venido?

Uno de los pajaritos contestó:

- Venimos del gran bosque que se quemó. Allí sólo quedan cenizas y no hay nada
para comer ni donde dormir.

El Halcón indignado, exigió que salieran de su isla.


- No es mi problema que se haya quemado vuestro bosque. Salid de mi casa y
volveros a la vuestra.

Mientras se abalanzaba sobre los inocentes pajaritos, arañándoles con las garras. Así
que no tuvieron más remedio que huir de vuelta hacia sus tierras quemadas.

Luego llegaron las vacas a la orilla del lago. Intentaron cruzarlo a nado, pero era muy
profundo y las más ancianas y las preñadas no pudieron. Sólo las jóvenes más ágiles
consiguieron su objetivo.

Pero en la isla vivía un rebaño de cerdos cebados, ya que había comida en abundancia .
A los cerdos les gustaba comer melones, sandias, cerezas, hierba, miel, y un montón de
cosas más. Cuando los cerdos descubrieron que habían llegado las vacas se
enfurecieron. Pensaban que si venían todas, tendrían que repartir la comida y entonces
ellos no podrían comer hasta hartarse. Los cerdos preocupados, se reunieron y fueron a
decirles a las vacas que no las querían en su isla.

- Nosotros estábamos aquí antes , así que todo lo que hay en esta isla nos
pertenece y no queremos compartirlo con nadie.

Las vacas no entendían el egoísmo de los cerdos que podían evitar que ellas pasaran
hambre. Muy tristes, se fueron de vuelta a su tierra desolada.

Por último llegaron los conejos a la orilla del lago. Pero los conejos no saben nadar, así
que no podían cruzarlo. Uno de ellos descubrió al otro lado, un mono que comía
plátanos de un bananero. Entonces el conejo gritó:

- ¡Eh amigo! Por favor, lánzanos unos plátanos para que podamos comer.
Tenemos hambre.

El mono cogió un plátano, lo peló y se lo comió. Después tiró la piel del plátano hacia
los conejos. Los conejos se abalanzaron hambrientos, pero resultó que no era
comestible.

Llegó la noche, y en la isla, los halcones, los cerdos y los monos dormían placidamente
con las tripas llenas. Al otro lado, los pajaritos, las vacas y los conejos no podían dormir
porque tenían hambre. Pero en la isla no todos dormían. Allí vivía un búho que dormía
de día, y estaba despierto por las noches. Esa noche, como siempre, sobrevoló la isla y
vio como dormían placidamente los halcones, los cerdos y los monos. Pero vio algo que
no había visto antes. Al otro lado del lago vacas, conejos y pajaritos lloraban porque
sentían un fuerte dolor de estómago por culpa del hambre. Era la primera vez que veía
algo tan triste y el Búho que tenía un gran corazón, se echó a llorar. Y los búhos cuando
lloran hacen mucho ruido.

- Buuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhhh!
- Buuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhhh!

Los halcones, los cerdos y los monos no podían dormir debido al estruendo que hacía el
búho. Entonces un mono indignado le preguntó al búho:
- ¿Por qué lloras?

- Lloro porque hay animales que pasan hambre.

- Es que si tu lloras, nosotros no podemos dormir.

- Si no queréis que llore ayudad a los animales que pasan hambre.

Entonces el cerdo egoísta dijo:

- Pero nosotros no queremos que coman nuestra comida.

El Búho contestó:

- Si sois ingeniosos y tenéis voluntad de ayudar habrá comida para todos.

- ¿Cómo puede ser eso?

- Basta con que cojáis semillas de vuestro bosque y las plantéis al otro lado del
lago . Con el tiempo las semillas se convertirán en árboles. Entonces esos
animales amigos nuestros, podrán vivir felices como lo habían hecho antes del
incendio.

- ¡Buena idea! – Gritaron cerdos, halcones y monos- Con nuestras semillas


repoblaremos su bosque.

Esa misma noche, los cerdos buscaron semillas por el suelo, los monos cogieron la de
los árboles, y los halcones se encargaron de llevarlas al otro lado del lago.
Al amanecer todos los animales pudieron ver como de las semillas iban creciendo los
primeros brotes. Pronto crecieron hierbas, después arbustos, y más tarde árboles, hasta
que toda la tierra se recuperó y volvió a ser el hermoso bosque que había sido. Las
vacas volvieron a pastar alegremente, los conejos volvieron a hacer madrigueras, y los
pajaritos volvieron a cantar desde sus nidos en la cima de los árboles.

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