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Objetivos
Nuestro sumiso tiene manos, labios y lengua para complacernos a nuestro gusto y
con la frecuencia que deseamos, por lo que su pene pierde la importancia y el
protagonismo del que disfrutaba en la relación anterior, pasando a un segundo
plano y con mucha frecuencia a un plano casi simbólico para la sexualidad
femenina. Y puesto que la dominación femenina implica que la sexualidad de la
pareja tiene como objetivo fundamental nuestro placer, La castidad del varón es la
consecuencia lógica de este proceso porque donde mayoritariamente encontramos
las mujeres el placer es en el masaje clitoridiano.
La prueba de que esto es así, la encontramos en que esta situación está muy
extendida entre las parejas que practicamos la dominación femenina. Somos
muchas las mujeres que adiestramos a nuestros sumisos para que perfeccionen su
capacidad de complacernos oralmente.
Una buena practica en el sexo oral requiere de tiempo, es necesario que nuestro
sumiso se adapte y reconozca cada uno de nuestros estados de excitación para que
sus movimientos nos sean placenteros y ajustados a cada momento, por lo que
nuestra labor de enseñanza en los primeros meses debe de ser concienzuda y
continuada.
Disponer de un sumiso bien entrenado, es una meta a alcanzar por cualquier mujer
Dominante. La mayoría de nuestros encuentros sexuales tienen en el sexo oral una
de nuestras principales fuentes de placer y como quiera que a medida que se
adquiere práctica las sensaciones son mayores, se podría decir que el sexo oral
“engancha”.
Un sumiso bien adiestrado en las artes del sexo oral es capaz de saciar
completamente nuestros deseos amatorios, con lo que se podría decir que
quedamos fuera de combate.... Totalmente relajadas.
¿Actuarías entonces contra tus fuerzas por el mero hecho de complacerle a él?.
Por duro que parezca para ellos, la respuesta es No. Rotundamente No. Al menos
en esos primeros momentos posteriores al agotamiento, después seguramente
harás lo que te plazca.
Beneficios evidentes.
Dado que esta situación se repite cada vez más durante nuestras relaciones
sexuales, llegamos a sentir verdadero placer no por el hecho de denegarlo, si no por
el hecho de sentir y saborear con total normalidad nuestra posición de Poder.
Llegar a sentir placer de nuestra posición de poder, es una meta irrenunciable para
cualquier Dominante.
Por eso, la penetración pasa a un segundo plano entre nuestras preferencias, con lo
que estamos actuando directamente sobre la usual fijación de los hombres con su
pene y su eyaculación.... poco a poco esta actitud dará sus frutos y de esta manera
conseguimos colocar en un lugar secundario un aspecto al que los hombres
conceden tanta importancia.
"Doblegar el subconsciente del varón hacia el abandono del papel de dominio que
su pene representa, no es fácil, especialmente en aquellos varones donde la
sumisión no formaba parte de su forma de ser sexual".
Durante los comienzos en la D/s se hace aun más necesario si cabe demostraciones
de poder continuadas aunque graduales como la que nos ocupa hasta que nuestro
sumiso sea capaz de saborear su condición.
Las nuevas practicantes de la Dominación deben entender que este proceso es uno
de los más costosos por los que pasará su sumiso hasta que consiga su estabilidad y
su identidad, por lo que se tiene que estar muy atenta a cualquier cambio en su
estado anímico y emocional. Sobre la depresión del sumiso se ha hablado en
muchos artículos y es un hecho probado que en algunas ocasiones ha llegado a
ocasionar graves problemas personales, sobre todo en aquellas parejas donde la
Dominación femenina se ha adoptado por motivos de dudosa conveniencia y en la
que se intenta suplir por parte de la mujer una falta de entendimiento y amor por
un dominio irresponsable y carente de preparación.
Ahora bien, tambien somos muchas las que sí tenemos orgasmos vaginales, y que
no queremos renunciar a la penetración, o algunas que aún no teniéndolos
disfrutan también de ella. En este caso, resulta obvio que si la sexualidad está
destinada al placer de la mujer, deben buscarse maneras de mantener la excitación
del varón sin renunciar al placer que indudablemente nos provoca la penetración.
Generalmente este tipo de penetración dominante, suele diferenciarse de la clásica
en que el sumiso penetra a su Ama a petición de ella y de la forma y manera en que
ella desea.
Por lo tanto la castidad no es fruto del capricho del Ama, tampoco es un castigo
como algunos no iniciados quieren verlo. La castidad es tan necesaria para poder
avanzar en una relación D/s, como lo es el combustible para un vehículo, sin
excitación no hay juego erótico, y esta forma de vida requiere de las dos cosas para
su funcionamiento.
Una vez que dispongas del control absoluto de la penetración, habras avanzado
hacia un nuevo estadio donde el sumiso siempre permanece al servicio de tu placer,
su miembro no es más que un instrumento a tu sevicio y así debe de entenderlo el
sumiso, ningún movimiento debe de escapar a tu voluntad. Generalmente
conseguirás tu placer mediante la combinación de la masturbación y el control de
los movimientos del pene de tu sumiso con arreglo a tu estado de excitación.
"Con el tiempo nuestro sumiso aprenderá que el acto sexual ya no lo controla él,
que está bajo nuestro dominio y control, su única misión es proporcionarnos el
máximo placer.... de todo esto, él debe aprender a sacar su propio placer... dale
tiempo".
Por mi experiencia personal puedo decir que es una de las practicas que más
afectuosamente recomiendo, porque además de todos los beneficios que he
enumerado para nosotras, es una de las formas donde nuestro sumiso más disfruta
de su condición, tengamos en cuenta que en esos momentos su pene esta
recibiendo de forma directa nuestros estímulos vaginales y su instinto animal
tiende a bombear para su satisfacción, Situación que tendrá que aprender a
reprimir. (de nuevo el binomio "represión / placer = más sumisión")
El choque mental entre la represión de sus instintos mientras siente el placer de la
penetración, provocará en él irremediablemente un fuerte conflicto interno con el
consiguiente avance hacia su verdadera sumisión.
Inicialmente no puedo decir que nuestro sumiso lo pasará bien, mas bien al
contrario, los conflictos son fuertes y las depresiones pueden aparecer en cualquier
momento, pero pasados unos meses, aprenderá a disfrutar enormemente de este
estadio de excitación/represión que caracteriza a los sumisos y que dispara su
sumisión hasta alcanzar su verdadera identidad.
Debemos contemplar este proceso educativo como un mal necesario para que
nuestro sumiso alcance su mayoría de edad, es decir para que nuestro sumiso
encuentre su verdadero placer en este tipo de relación y la personalidad que
necesitaba encontrar.
Por este camino va otra de las técnicas puras de dominación consistente en ordenar
a nuestro sumiso que nos penetre justo antes de que alcancemos el orgasmo,
aprovechando ese placer de la penetración para incrementar aun más nuestra
excitación y provocarnos un mayor orgasmo. La sensación que nos aporta esta
técnica es altamente satisfactoria por la carga de Dominación que lleva implícita, ya
que el sumiso en este caso solo se limita a cumplir ordenes y a sentir en su propia
carne como disfrutamos con su penetración.
Por dura que parezca esta técnica, satisface a las dos partes, porque mediante la
penetración de su pene, nosotras conseguimos aumentar con fuerza el orgasmo, es
decir que utilizamos su pene para nuestra satisfacción y esos detalles se valoran
mucho,....
"Sentirse útil para su Ama es una obsesión en todos ellos. Si además siente que es
utilizado para nuestro placer, le ayudará a sentirse realizado".
Por lo tanto podría decirte que una vez que hayas llegado a este punto recreate en él
durante un tiempo no determinado (diferente en cada pareja), debes tomarte el
tiempo necesario para que esta actitud arraigue en ti y en tu sumiso, tranquila que
con el tiempo, se convertirá en la base y punto de partida hacia una nueva
evolución dentro de la D/s ya que las voluntades e identidades de los dos se van
alimentando día a día con esta práctica.
Mi consejo personal es que los orgasmos del varón deben espaciarse lo más posible.
Una eyaculación cada una o dos semanas parece más que suficiente para mantener
limpias las tuberías del aparato genital masculino (con la edad puede
incrementarse el período de abstinencia).
Para los profanos en la materia les recuerdo que la castidad no significa la ausencia
de sexualidad, mas bien al contrario la castidad es capaz de conseguir el “estado
permanente de excitación” y en este estado, la sexualidad del sumiso estará
presente en cualquier momento del día. Los pensamientos eróticos brotan con
mayor facilidad y en general el estado anímico mejora.
De esta forma la eyaculación pasa a ser altamente apreciada por él, a la vez que sus
orgasmos se intensifican por el simple hecho de ser enormemente deseados.
Para mí son una de las frases que más me hacen sentir bien, su significado traspasa
el simple agradecimiento por liberarle de esa carga. Significan su total dedicación a
mí y la prueba de su amor.
Hasta aquí todo esta perfecto, pero el gran problema que se nos presenta a la hora
de decidir si permitimos la eyaculación o no, se encuentra en que la eyaculación
viene acompañada de una disminución evidente de su deseo sexual. Este
inconveniente es la principal causa por la que la mayoria de nosotras retrasamos
cada vez más el momento, algunas, llegan incluso a adiestrarle en la abstinencia
total..... personalmente no lo comparto, pero en algunos casos es una realidad
constatable.
Desde mis comienzos en este estilo de vida, siempre temí no equivocarme a la hora
de tomar la decisión de la eyaculación, temores como el de la frecuencia me
asaltaban constantemente, pues la diferencia entre un sumiso excitado y un sumiso
en el “día después “ es altamente notoria.
Puede también ser más humillante que se tenga que masturbar delante de ti con
plena luz y al ritmo que tu decidas, mandale parar y que se quede con las ganas. Y
desde luego mucho más humillante si a la presencia tuya se suma la de otra mujer.
La disciplina que requiere tu sumiso será mejor recibida si este siente placer al
recibirla (hablamos de disciplina no de castigos), por lo tanto y después de un
periodo de abstinencia, el sumiso está totalmente receptivo hacia cualquier tipo de
estimulación y ni que decir tiene que estará predispuesto a unir mentalmente el
placer con las enseñanzas que puedas impartirle durante su masturbación. Una
buena combinación es hacerle "llegar" mientras que le das ligeros azotes
(inicialmente), pellizcos en los pezones, mordiscos etc. a la vez que le asignas
ordenes o tareas a mejorar.
Las posibilidades son múltiples, y estos pocos ejemplos solo deben servirte para
estimular tu imaginación de dominante, a la hora de construir las prácticas que
mejor se adecuen a la personalidad de tu sumiso y al objetivo que persigues.
Si lo único que buscas es que tu sometido expulse su semen por creerlo necesario
por motivos de salud, acude a una práctica sustitutoria de la eyaculación mediante
el masaje prostático, que a la vez será altamente placentera para el sumiso:
Para que nuestro sumiso recupere y renueve con la mayor rapidez posible sus
deseos incondicionales por servirnos, aquí tienes algunas ideas:
"cuando tu sumiso eyacula por medio del coito, sin haberse producido ninguna
circunstancia potente que le haya recordado que su papel en la vida es servirte,
deberás imponerle un refuerzo a posteriori que haga patente su sumisión".
El trabajo de la dominante.
Pese a lo dicho, algunas mujeres piensan que un auténtico sumiso debe estimularse
a sí mismo para mantener la energía que le permite sostener con intensidad la
dedicación a su ama; que ese es su trabajo, no el de ellas. Desde el punto de vista de
la dominación, parece difícil cuestionar esta postura; pero la dominación femenina
no es exclusivamente dominación, sino también relación. Y en una relación entre
dos personas parece obligado contemplar las necesidades de las dos personas que
la conforman. Cierto que eso debe hacerse desde la posición que provoca el
intercambio de poder que caracteriza a la dominación, esto es, una relación
claramente desigual por la preeminencia que se concede por ambas partes a las
necesidades y deseos de la mujer. Pero no podemos olvidar que, por mucha que sea
la dominación, un ama debe tener presente también las necesidades de su sumiso y
colaborar a nutrirlas.
Claro que esta situación nos conduce a una pregunta que resulta bastante habitual:
¿debe asumir la dominante un trabajo arduo y continuo para recuperar la energía
de su sumiso o, dicho de otra forma, para mantenerle excitado? ¿No estaríamos
asistiendo así, en realidad, al dominio indirecto del sumiso sobre la mujer a la que
tendría que servir? Obviamente, la contestación a estas preguntas va mucho más
allá del espacio exclusivo de la práctica de la castidad a la que se dedica este
artículo, pero parece obligado contestarla, siquiera mínimamente.
Así que el posible conflicto que a algunas les podrían crear preguntas como las
anteriores, bien podría resolverse por la combinación de las características tanto de
la dominación como de la relación: una dominante debe colaborar al
mantenimiento de la relación y, por lo tanto, a las necesidades de su sumiso, pero
sin olvidar que es el sumiso quien está dedicado a servirla a ella y no al revés.
¿Cómo hacerlo? Se trata de colaborar a mantener al sumiso excitado o a recuperar
esa excitación tras la eyaculación con un esfuerzo y una dedicación que no pueden
ser muy grandes. Es decir, se trata de recurrir a pequeños recordatorios o pequeñas
intensificaciones de la dominación, que resulten cómodamente asumibles para el
Ama y no le supongan mucho esfuerzo o, incluso, tiempo.
Esas pequeñas cosas pueden ser de muchos tipos, pero en realidad dependerán de
las prácticas y del estilo que haya impuesto la dominante en la cotidianidad de la
pareja. Pongamos algunos ejemplos para que se entienda:
El orgasmo del sumiso siempre será visto por este como un premio que le concede
su ama. Por el contrario su denegación no deberá verse como un castigo sino como
una prueba más en su educación, como el cumplimiento del deseo de su ama.
En el caso de que sean habituales prácticas más físicas en la relación, puede bastar
con colocarle unas pinzas en los pezones para recordarle lo que pretendemos
recordarle y estimular su sumisión. De nuevo, los ejemplos simplemente sirven
para evidenciar que las posibilidades son múltiples y que deben enmarcarse en el
comportamiento habitual de cada pareja que practica la dominación femenina;
además, no deben suponer una carga de trabajo para la dominante que contradijera
la realidad de que es el sumiso quien tiene que trabajar para ella.
No hay más que preguntarles a los hombres obligados a practicar la castidad para
comprobar que su placer se incrementa. Y esto es tan claro que son numerosos los
ejemplos en los que muchos de ellos suspiran por esta forma de dominación,
incluso aunque no la estén practicando, bien porque su dueña no lo haya
considerado oportuno, bien porque no la tengan (puede comprobarse en las
páginas que circulan por Internet sobre la castidad).
Como en muchos aspectos de la vida, una renuncia constituye la base sobre la que
se asienta el éxito posterior; en este caso, la posposición del momento culminante
del placer, que supone la eyaculación para los varones, revierte en la intensificación
del tiempo durante el cual se disfruta del placer, entre otras cosas, porque también
el hombre disfruta de las consecuencias positivas de evitar la relajación o el bajón
que se produce tras su orgasmo.
Pero el placer del varón no queda ahí, porque en la dominación femenina su goce se
alimenta también del servicio a su ama. El auténtico sumiso obtiene un innegable
placer cuando sirve a su dueña, y ese placer se incrementa en función de su
excitación, y esa excitación crece significativamente por medio de la práctica de la
castidad. En consecuencia, la necesidad de elevar el nivel de excitación tras el
orgasmo revierte en el mutuo beneficio de las dos partes de la relación, que no es
otro que potenciar la dominación femenina y el intercambio de poder que conlleva.