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Querida mía:
Han pasado más de 10 días y no puedo aguantar un día más sin poder
verte, sin soñar el día para correr a tus frágiles brazos, para tenerte abrazada sin soltarte
un solo segundo. Siento que esta guerra ya está pronta a terminar, no sé porqué, pero lo
presiento, pero sabes tengo este sueño donde veo a la gente alrededor de mi un poco
llorosos pero siento que esbozan una sincera sonrisa a la vez un poco forzada, pero igual
no te aburro mi amor, no debe significar nada. Sabes, no puedo esperar el día en que
vaya al Puerto de Veracruz a pedir tu mano en matrimonio, lo sé, tal como me dijiste en
la carta pasada, un patio enorme lleno de puras flores blancas que se poseen sobre el
camino que recorrerás hacia el altar, como si caminaras sobre una ligera cama de nubes.
Ahora me debo dirigir hacia Acatempan, como comandante, mi próxima guardia es ahí,
debo de estar atento y vigilar que la reunión planeada entre Vicente Guerrero y Agustín
de Iturbide se lleve cabo a cabo sin ningún contratiempo. Mi amada, no sabes cómo
ansío poder volver a ver tus bellos ojos y tu cabello castaño claro que brilla con el sol y
que el viento juega con él, cuando sales a pasear con tu señora madre. Me despide de ti,
Siempre tuyo,
Comandante en cargo
aguantar las ganas de tener noticias de su enamorado, leyó una y otra vez su carta,
esperando así poder de algún modo sobrenatural de que el comandante apareciera frente
a ella y se la llevara a vivir a su casa de ensueño, y que ella se olvidara de sus deberes y
del qué dirán de los personas, pero para la pobre chica ingenua de 15 años, todo era pura
fantasía.
De Febrero pasó Marzo seguido de Abril, las cartas de Elías no dejaban de llegarle a
Catrina, mientras que ella las atesoraba más que su propia vida, las guardaba como si la
Catrina no podía esperar a ponerse su vestido blanco, lo habían traído desde París,
pareciera que fue hecho especialmente para ella, le encajaba perfectamente. El blanco
hacía que resaltaran las bonitas facciones de su lindo rostro y sus mejillas rosadas
Junio pasó y llegó Agosto, sólo unos días más se decía así misma Catrina, sólo
exactamente dos semanas, y los invitados para su boda no tardaría en llegar en cualquier
momento, sólo aguardando los minutos en que llegara la última carta de su amado,
esposo de encargar varios bebés y éste, ya no volvería a enlistarse a las misiones que
cuantos días más su boda, a Elías lo habían mandado a Atzcapotzalco por las órdenes de
su general, y con los ojos llorosos y el corazón destrozado no tuvo más remedio que
aplazar su boda.
El calendario marcaba 20 de Agosto y para Catrina los días se le hacían eternos. Esperar
otros 10 días más lejos de su amado, mientras se perdía en la vista del hermoso paisaje
que reflejaba su ventana, en eso, pudo vislumbrar a una persona con uniforme que se
acercaba a las grandes rejas de su casa, no supo cómo, pero bajó las escaleras tan rápido
que parecía que volaba, casi al llegar al último escalón al virar hacia la puerta principal
uniformado, las ideas le empezaron a dar vueltas por su cabeza, cómo es que le diría a
sus padres, tendría que mandar a llamar a sus invitados de inmediato y su vestido y su
peinado, y el maquillaje, Dios había mucho que hacer, pero en eso notó que había algo
que no encajaba, el brazo de su Elías con el que la abrazaba, no era el mismo de siempre,
al ver su descaro, de un brinco se alejó del comandante anónimo. Con una cara
- Perdón por la intromisión, pero ¿quién es usted?- aún muy avergonzada por lo
los brazos del hombre. Lo único que quedó en su mente era de que su amado no
regresaría nunca más del campo de batalla, nunca más a sus brazos.
por Juan O’Donojú y Agustín de Iturbide, pero Elías nunca pudo regresar sano y