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“Querida Mía”

Por :Lluvia Loxar


10 de Febrero de 1821.

Querida mía:

Han pasado más de 10 días y no puedo aguantar un día más sin poder

verte, sin soñar el día para correr a tus frágiles brazos, para tenerte abrazada sin soltarte

un solo segundo. Siento que esta guerra ya está pronta a terminar, no sé porqué, pero lo

presiento, pero sabes tengo este sueño donde veo a la gente alrededor de mi un poco

llorosos pero siento que esbozan una sincera sonrisa a la vez un poco forzada, pero igual

no te aburro mi amor, no debe significar nada. Sabes, no puedo esperar el día en que

vaya al Puerto de Veracruz a pedir tu mano en matrimonio, lo sé, tal como me dijiste en

la carta pasada, un patio enorme lleno de puras flores blancas que se poseen sobre el

camino que recorrerás hacia el altar, como si caminaras sobre una ligera cama de nubes.

Ahora me debo dirigir hacia Acatempan, como comandante, mi próxima guardia es ahí,

debo de estar atento y vigilar que la reunión planeada entre Vicente Guerrero y Agustín

de Iturbide se lleve cabo a cabo sin ningún contratiempo. Mi amada, no sabes cómo

ansío poder volver a ver tus bellos ojos y tu cabello castaño claro que brilla con el sol y

que el viento juega con él, cuando sales a pasear con tu señora madre. Me despide de ti,

pero esto no es un para siempre, porque hallaré la manera de regresar a ti.

Siempre tuyo,

Comandante en cargo

Elías Pineda Maldonado.


Las horas dieron paso a los días, lo cual la joven Catrina Romero de la Torre no podía

aguantar las ganas de tener noticias de su enamorado, leyó una y otra vez su carta,

esperando así poder de algún modo sobrenatural de que el comandante apareciera frente

a ella y se la llevara a vivir a su casa de ensueño, y que ella se olvidara de sus deberes y

del qué dirán de los personas, pero para la pobre chica ingenua de 15 años, todo era pura

fantasía.

De Febrero pasó Marzo seguido de Abril, las cartas de Elías no dejaban de llegarle a

Catrina, mientras que ella las atesoraba más que su propia vida, las guardaba como si la

mera presencia de Elías siguiera en ellas. Conforme se acercaba Septiembre, ya se

empezaba a juntar todos los preparativos de la boda entre Catrina y Elías.

Catrina no podía esperar a ponerse su vestido blanco, lo habían traído desde París,

pareciera que fue hecho especialmente para ella, le encajaba perfectamente. El blanco

hacía que resaltaran las bonitas facciones de su lindo rostro y sus mejillas rosadas

iluminaban sus ojos.

Junio pasó y llegó Agosto, sólo unos días más se decía así misma Catrina, sólo

exactamente dos semanas, y los invitados para su boda no tardaría en llegar en cualquier

momento, sólo aguardando los minutos en que llegara la última carta de su amado,

después de su boda se dedicaría completamente a su nueva familia, a los deseos de su

esposo de encargar varios bebés y éste, ya no volvería a enlistarse a las misiones que

sus jefes en mando le encargaran.


Y llegó la tan esperada última carta, al terminarla de leer tuvo que atrasar por unos

cuantos días más su boda, a Elías lo habían mandado a Atzcapotzalco por las órdenes de

su general, y con los ojos llorosos y el corazón destrozado no tuvo más remedio que

aplazar su boda.

El calendario marcaba 20 de Agosto y para Catrina los días se le hacían eternos. Esperar

otros 10 días más lejos de su amado, mientras se perdía en la vista del hermoso paisaje

que reflejaba su ventana, en eso, pudo vislumbrar a una persona con uniforme que se

acercaba a las grandes rejas de su casa, no supo cómo, pero bajó las escaleras tan rápido

que parecía que volaba, casi al llegar al último escalón al virar hacia la puerta principal

por poco y tira la merienda de su madre que la sirviente le llevaba a su cuarto.

Al abrir la puerta, no pudo contenerse y lo abrazó, no lo podía creer, su Elías había

llegado antes de lo esperado. En eso mientras su cabeza se aferraba al pecho del

uniformado, las ideas le empezaron a dar vueltas por su cabeza, cómo es que le diría a

sus padres, tendría que mandar a llamar a sus invitados de inmediato y su vestido y su

peinado, y el maquillaje, Dios había mucho que hacer, pero en eso notó que había algo

que no encajaba, el brazo de su Elías con el que la abrazaba, no era el mismo de siempre,

por lo consiguiente volteó la mirada hasta encontrarse con la de un desconocido, Catrina

al ver su descaro, de un brinco se alejó del comandante anónimo. Con una cara

sonrojada y muy apenada se atrevió a preguntarle:

- Perdón por la intromisión, pero ¿quién es usted?- aún muy avergonzada por lo

que acaba de suceder.


- Soy el subgeneral Adrián Altamirano y vengo a informarle de la baja del

Comandante Elías…- en eso Catrina no pudo escuchar más y se desvaneció en

los brazos del hombre. Lo único que quedó en su mente era de que su amado no

regresaría nunca más del campo de batalla, nunca más a sus brazos.

Tristemente a la Independencia sólo le faltaban 4 días para reconocerse y ser firmada

por Juan O’Donojú y Agustín de Iturbide, pero Elías nunca pudo regresar sano y

salvo como juró él a su amada.

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