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PRESENTACIÓN RESUMEN
El texto que sigue presenta el concepto de identidad narrativa tal como ha sido desarrollado
cronológicamente por Paul RICOEUR en escritos publicados de 1985 a 1990. Tal
desarrollo muestra la caracterización, las tesis de los filósofos y narratólogos
“adversarios” y “confirmantes” así como los aportes de ese concepto en los campos de la
teoría literaria, la filosofía del lenguaje y la hermenéutica del yo. Se reseñarán así los
conceptos de identidad ibid, identidad ipse, sentidos de la identidad como mismidad,
carácter y mantenimiento de sí. A la presentación en sí de la noción, seguirá una breve
mención a su lugar en la obra de RICOEUR, críticas formuladas en su contra y defensa.
Finalmente mencionaremos nuestra “comprensión” del concepto, y su eventual aplicación
en crítica literaria, docencia e investigación, lo ya se hace entre nosotros.
Paul RICOEUR, hasta donde llega nuestro conocimiento, ha dedicado, entre secciones de
libros propios, ensayos en revistas y conferencias publicadas, cinco producciones al tema
de la identidad narrativa, de 1985 a 1990. A una primera “configuración global” del
término que abarca la definición como categoría de la práctica, alternativa a las aporías del
tiempo y aporte para la hermenéutica del yo (el libro de 1985), seguirán desarrollos acerca
de los orígenes de esas preocupaciones, de los conceptos de idem e ipse y los sentidos de la
identidad como mismidad (los ensayos de 1986 a 1987), para, finalmente, reafirmarse
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positivamente su hipótesis, reseñar a los filósofos “aporéticos” y narratólogos
“confirmantes” de su teoría de la identidad como agente mediador que pasa por el
lenguaje para alcanzar el conocimiento de sí (el libro de 1990).
Veamos en esos tres grandes pasos cómo ha podido mostrar el concepto de identidad
narrativa este pensador francés nacido en 1913.
La noción de identidad narrativa surge aquí como la solución a una de las aporías que
RICOEUR encuentra en las teorías del tiempo expuestas por los filósofos que él ha
estudiado. Ya aquí expresa las características esenciales de su concepto: respuesta a la
pregunta por ¿quién realiza la acción?; noción dinámica y categoría de la experiencia,
inestable, aplicable al individuo y a la colectividad, problema solución con límites y
peligros: “constitutiva de la ipseidad”, “juego cruzado” y “entrecruzamiento”, Ya aquí
expresa RICOEUR el gran valor que atribuye a la lectura, la escritura y la ficción narrativa
en la interpretación del conocimiento de sí: el tiempo humano como dimensión narrativa;
en vez de estructuralismo, hermenéutica; en vez de hermenéutica de la sospecha,
hermenéutica de la cosecha.
Según RICOEUR, las teorías del tiempo estudiadas por él adolecen de un abismo o no
concurrencia o aporía entre dos perspectivas sobre el tiempo, la de la fenomenología y la de
la cosmología. Las problemáticas se dan al confrontar el tiempo de las cosas creadas y el
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del alma individual (en (AGUSTÍN), el de la experiencia metafísica y la psicológica (en
ARISTÓTELES), el que estudia la naturaleza y el de la vida psicológica racional (en
KANT), el de la realidad entera y el de una conciencia individual (HUSSERL), y el del ser-
en-el-mundo- y el singular intransferible (HEIDEGGER). Similar “antinomia sin solución”
han tenido hasta el momento según RICOEUR las teorías de la identidad personal: o se
presenta un sujeto idéntico a sí mismo substancializado o en la diversidad de sus estados
(HUME), o como una ilusión substancialista (NIETZSCHE). A la “ocultación mutua”
entre las perspectivas fenomenológica y cosmológica, la más visible de las aporías, se unen
otras dos relacionadas: el decirse el tiempo siempre en singular y la imposible
representabilidad del tiempo.
Sólo “el tiempo humano narrado”, la “poética de la narración”, “el tercer tiempo”, se
presentan, según RICOEUR, como una alternativa a la problemática o aporética
anteriormente enfrentada. A esta conclusión-hipótesis llega al final de tres volúmenes
dedicados a confrontar La Poética de ARISTÓTELES y Las confesiones de AGUSTÍN.
Para el autor francés que estudiamos, “el entrecruzamiento” de los respectivos objetivos
ontológicos de la historia y de la ficción constituye una réplica adecuada a la ocultación
recíproca denunciada. “El frágil vástago –nos dice- fruto de la unión de la historia y de la
ficción, es la asignación a un individuo o a una comunidad de una identidad específica que
podemos llamar identidad narrativa” (Ibid., p.996). La identidad así concebida soluciona el
dilema sujeto idéntico/ilusión sustancialista pues sustituye la identidad entendida en el
sentido de un mismo (idem) por la de identidad entendida en el sentido de un sí mismo
(ipse). “La diferencia entre idem e ipse –sostiene RICOEUR- no es otra cosa que la
diferencia entre una identidad sustancial o formal y la identidad narrativa.” Esta identidad
puede sustraerse al dilema de lo Mismo y de lo Otro en la medida en que descansa en una
estructura temporal conforme al modelo de identidad dinámica fruto de la composición
poética de un texto narrativo: “A diferencia de la identidad abstracta de lo Mismo –nos
dice- la identidad narrativa constitutiva de la ipseidad, puede incluir el cambio y la
mutabilidad en la cohesión de una vida”.
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Esta “experiencia” según Tiempo y narración III, está constituida, de un lado, por lo que
RICOEUR llama carácter y, de otro, los relatos que juntos ilustran la triple mimesis en el
caso de la trama. “La tercera relación mimética –leemos en la p. 1000 del volumen citado-
se define por la identidad de un individuo o de un pueblo fruto de la rectificación sin fin de
una narración anterior por otra posterior, y de la cadena de refiguraciones que ellas
derivan.” Aquí el sujeto aparece como lector y escritor de su propia vida, según el deseo de
PROUST, nos dice RICOEUR. Esta configuración de la identidad, concebida como la
configuración de la narración, es “confirmada” por la precomprensión y por los análisis
literarios de la autobiografía y de la historia de los pueblos. En el caso de la tras-
elaboración de una vida en psicoanálisis hay refiguración constantemente por todas las
historias verídicas o de ficción que un sujeto cuenta sobre sí mismo. La historia de un
pueblo, de una comunidad, así mismo, procede de la serie de correcciones que cada nuevo
historiador aporta a las descripciones y a las explicaciones de sus predecesores y,
progresivamente, a las leyendas que han precedido este trabajo propiamente historiográfico.
“La comunidad histórica que se llama pueblo judío –sostiene RICOEUR- ha sacado su
identidad de la recepción misma de los textos que ella ha producido” (p.999).
Esta identidad así configurada, concebida como una trama, de tramas, no es estable y sin
fisura, se hace y se deshace continuamente, es el título de un problema como de una
solución. Tiene además sus límites pues debe participar, junto con otros componentes no
narrativos en la formación del jeto agente ni agota la cuestión de la ipseidad del sujeto.
Cuando leemos, cuando nos leemos, cuando (nos) configuramos, estamos abocados
continuamente a decidir, escoger, (re)crear tramas. Estamos abocados, según RICOEUR,
cada instante, a una “responsabilidad ética”, “el factor supremo de la ipseidad”.
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una posibilidad de conocimiento de sí que se puede trabajar en escritura (filosófica)
literaria.
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Según “La identidad narrativa”, el personaje conserva, a lo largo de la historia, la identidad
correlativa de la propia historia, por lo que hay que buscar en la trama la mediación entre
permanencia y cambio antes de aplicarla al estudio del personaje: “La identidad de la
historia forja la del personaje”.
Esta hipótesis, la identidad narrativa, “aquella que el sujeto humano alcanza mediante la
función narrativa”, tiene sus implicaciones en la hermenéutica del yo: el sí mismo no se
conoce de un modo inmediato, sino indirectamente, mediante el rodeo de toda clase de
signos culturales; en el trayecto de la autodefinición, se interpone la identificación del Otro;
la figuración de uno mismo a través de la mediación del otro puede ser un medio auténtico
de descubrirse uno mismo. “La refiguración de uno mismo por el relato –concluye
RICOEUR- puede ser valiosa” (p. 229).
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identidad ipse, resalta la primacía que él otorga al lenguaje en el conocimiento de sí. La
exposición “Individuo e identidad personal” nació precisamente de una reflexión acerca de
la doble definición de individuo propuesta por Louis Dumont en Ensayos sobre el
individualismo. Para evitar la denunciada dualidad entre sentido empírico (una muestra
indivisible de la especie humana) y el sentido moral (un ser independiente, autónomo, no
social), RICOEUR plantea la necesidad de recurrir a ciertos universales ligados al
funcionamiento del lenguaje, a la estructura dramática, a la distinción idem e ipse. La
identidad del ipse -nos dice- no es la identidad sustancia del idem en el sentido de no
cambiante, sino que se conjuga con una mutabilidad fundamental: “La función mediadora
del relato consiste en sostener unidos la mutabilidad anecdótica de una vida y la
configuración de una historia” (p.86).
La identidad narrativa es aquí caracterizada como “esta noción y esta experiencia”, el lugar
buscado [le lieu recherché] de la fusión entre historia y ficción, “una mediación privilegiada
entre otros signos y símbolos” para solucionar las dificultades que ofrece la discusión
contemporánea sobre identidad personal. “Según mi tesis –leemos en “L’identité
narrative”- el relato [le récit] construye el carácter durable de un personaje, que se puede
llamar su identidad narrativa”. Esta hipótesis es expresamente opuesta a la solución
planteada por Derek PARFIT en Reasons and persons de 1986, por estar según RICOEUR
enmarcada dentro de la concepción de la identidad sólo como mismidad.
Todos los sentidos que tiene la noción de identidad vista hasta la fecha –insiste aquí
RICOEUR- remiten a la mismidad o idem (samenes, Gleicheit) y desconocen el sí (mismo)
o ipse (selfhood, Selbstheit). Es el caso de la idea de identidad en el sentido numérico, que
significa unicidad y su contrario es pluralidad; el sentido de parecido extremo, que significa
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la substituabilidad y su contrario es aquí diferente; o el de continuidad ininterrumpida,
criterio anexo al de similitud al servicio de la identidad numérica y cuyo contrario es la
discontinuidad; o el de la permanencia en el tiempo, primera categoría kantiana de la
relación, que se llama substancia y cuyo contrario es la diversidad. El sentido numérico de
la identidad tiene el inconveniente, como el sentido de la semejanza extrema, de no
implicar el tiempo, mientras que los que implican el tiempo suponen una sustancia
inamovible. A pesar de haber una región de sí (soi), que recubre (recoupe) la del mismo
(même), según RICOEUR hay un corte (coupure) no sólo gramatical sino epistemológico y
lógico que separa idem de ipse. Como el Dasein de HEIDEGGER, el ipse o sí mismo, en
intersección con el idem en la permanencia en el tiempo, no es sólo la perseverancia sino
“una cierta constancia en las disposiciones de un carácter, la fidelidad que se manifiesta en
la manera de honrar las promesas”. Todo esto hace necesario recurrir a un concepto de
interpretación narrativa de la identidad correlativa de la concordancia discordante de la
historia.
En la quinta y última obra de RICOEUR a la que nos referiremos, el libro Sí mismo como
otro de 1990, hay dos capítulos o “estudios” dedicados al tema que nos concierne: “La
identidad personal y la identidad narrativa” y “El sí y la identidad narrativa”, a los que nos
remitiremos en la edición de Seuil/Points (5). Se puede decir que en este libro RICOEUR
acentúa la orientación que había dado en el ensayo de 1988; detalla esta vez acerca de los
filósofos adversarios –sobre todo a su más grande adversario- así como de sus más grandes
apoyos; y precisa su concepción de identidad narrativa detallando el concepto de carácter y
de mantenimiento de sí, así como sus obstáculos y límites para una hermenéutica del sí.
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constitución del sí (mismo) (constitution du soi). Esto explica el énfasis nuevo en la
conceptualización de los términos carácter y costumbre, y presencia de la ética en toda obra
de arte.
Vista así la identidad narrativa oscila entre dos límites, un límite inferior en donde la
permanencia en el tiempo expresa la confusión del idem y del ipse, y un límite superior,
donde el ipse plantea la cuestión de su identidad sin auxilio y apoyo del idem.
En esta nueva orientación respecto a 1950, el carácter acumula la identidad del sí y del
mismo, es la mismidad en la miodad (yodad) (c’est la mêmeté dans mienneté). El carácter
es el qué del quién, pero el cubrimiento del ipse por el idem no implica su distinción: es el
sí mismo bajo la apariencia de la mismidad. La identidad de una comunidad, como la
personal, además de los rasgos distintivos durables, inclusive permanentes, está compuesta
de identificaciones a valores, normas, ideales, modelos, héroes en los cuales la persona y la
comunidad se reconocen. El otro polo está constituido por el mantenimiento del sí.
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La naturaleza verdadera de la identidad narrativa, concluye RICOEUR al respecto en Sí
mismo como otro, se revela en la dialéctica de la ipsidad y la mismidad. En este sentido,
“representa la contribución mayor de la teoría narrativa a la constitución del sí” (p.167).
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contexto externo, el referente y la enunciación, es decir, al sujeto del discurso. Al insistir en
el “cuadrilátero del discurso”, muestra también su discrepancia con lo que se conoce como
la Escuela de los Anales o “Nueva historia”, lo que le hace colocar el rótulo de subjetivista
por la importancia que atribuye al sujeto que escribe y lee (7).
Como se sabrá, acerca del concepto presentado aquí ha habido varios estudios (10) (11) (12),
en favor (13) y en contra (14).
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2.3. Por otra parte, RICOEUR nunca ha aceptado la crítica que ve en su teoría literaria, su
filosofía del lenguaje o su hermenéutica del yo algún “injerto teológico”. Cristiano
protestante exmilitante socialista que se considera más un exegeta de la Biblia que un
teólogo, RICOEUR siempre ha creído poder separar la teología de la filosofía, aun a costa
del drama que ello significa para su “identidad”. Al respecto en su Autobiografía habla de
“la cuestión de la relación conflictiva consensual entre mi filosofía sin absoluto y mi fe
bíblica más nutrida de exégesis que de teología; para permanecer fiel al antiguo pacto en
virtud del cual las fuentes no filosóficas de mis convicciones no se mezclarían con los
argumentos de mi discurso filosófico”.
De aquí en adelante, creemos, el lector de esta exposición podrá “configurar” una posición
ante la “aporía teología filosofía ricoeurdiana”. En el caso que nos concierne, el de la
fundamentación, argumentación y sentido último de la identidad narrativa, se trataría de
asumir si el “tercer tiempo” ha sido presentado aquí como un símbolo del Mal, si hemos
estado frente a un alegato teológico o a una argumentación filosófica, si se ha presentado la
identidad de la comunidad bíblica hebrea como paradigma para las identidades de los
pueblos del mundo no cristiano.
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Hemos comprendido la noción de identidad narrativa como un concepto límite de la teoría
literaria, la filosofía del lenguaje y la teoría del yo que puede desarrollar aportes en nuestros
estudios de crítica literaria, en nuestra docencia de la escritura, en nuestra teoría y práctica
de la investigación.
Vista así, la identidad narrativa, inestable, con límites y peligros como la decisión libre y el
quijotismo-bovarismo, concibe al sujeto como un lector escritor de propia trama vida, como
un configurador de su propia fábula existencia que puede proyectar, integrar, (re)componer
las conexiones de su vida. Esta concepción de la identidad puede tener varios usos, o
aportes o “funciones” entre nosotros.
3.2. Tenemos en primera instancia la posibilidad puntual, como lo hace Jorge LARROSA
en La experiencia literaria Estudios sobre literatura y formación, de orientar nuestros
estudios literarios hacia este tema específico de la lectura, la escritura y la formación
literaria en obras de nuestra literatura universal, latinoamericana y caribe. Hay aquí toda
una cantera para estudiar, desde lo clásicos europeos Ensayos de MONTAIGNE, Tratado
sobre la naturaleza humana de HUME, En busca del tiempo perdido de PROUST, pasando
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por los clásicos hispanoamericanos como el BORGES de “El hacedor”, el NERUDA de
Confieso que he vivido, el Vivir para contarla de GARCÍA MÁRQUEZ y los casos
particularmente colombianos de La vorágine de RIVERA, Cuatro años bordo de mí mismo
de ZALAMEA o Mateo el flautista de Alberto DUQUE L., obras en las cuales la
autoconciencia por la escritura tiene gran importancia (16).
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tan rica en el caso de América Latina y el Caribe (20), para ser trabajada en los casos
regionales (21).
3.3. Para fundamentar las “aplicaciones” que ya se realizan en estos campos y para
construir marcos teóricos en investigaciones, para incentivar los procesos de lectura y
escritura como “vástagos”, “mediaciones” o configuraciones de nuestras identidades
personales, colectivas o narrativas, se ha realizado esta lectura, escritura y configuración
del concepto de identidad narrativa en Paul Ricoeur, el cual ahora dejo a la reconfiguración,
decisión libre y conocimiento de sí en este auditorio.
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