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Violencia moral

Por Roberto Martínez (08-Nov-1997).-

Los padres de familia somos susceptibles a la violencia física dirigida contra


nuestros hijos, pero casi insensibles a la violencia moral a la que diariamente son
sometidos. Independientemente de que estemos a favor o en contra de las nalgadas
como factor correctivo de conducta, nunca delegamos esta facultad a familiares del
niño, ni mucho menos a maestros. ¿Cómo entonces es que no reaccionamos igual
ante la violencia que sale del televisor y entra por los ojos de nuestros hijos directo
a sus mentes?

Los antiguos métodos de enseñanza, en donde el profesor utilizaba una regla o una
vara para golpear a sus alumnos, están en vías de extinción. Parece inconcebible
que tan sólo una generación atrás, fueran vistos estos métodos como
indispensables para "meter" las matemáticas en la cabeza de los pequeños. Hoy en
día un maestro que tenga dos dedos de frente no se atrevería a levantar su mano
contra ninguno de sus pupilos, so pena de ser expulsado del plantel educativo.

Un padre de familia que abulta las estadísticas de violencia doméstica con su ira
desenfrenada merece nuestra reprobación. Una madre de familia que sienta a sus
hijos frente al televisor para que no molesten, sin censurar lo que ven, igual los
daña, o tal vez peor. La violencia doméstica tiene estas dos facetas: una física, otra
moral.

La violencia moral es aquella que irrumpe el silencio de nuestra conciencia y la


carga de imágenes y contenidos contrarios a los valores, a la auténtica libertad y el
amor. Escenas donde desfilan las pasiones desordenadas y la desesperanza.
Situaciones donde la fuerza bruta se propone como la única solución a las
injusticias.

La violencia genera violencia, sin embargo, nuestros hijos no están recibiendo ese
mensaje. No necesito un estudio científico que me avale, es cuestión de sentido
común. La violencia engendra odio y rencor, deseos de venganza. El temor a la
supremacía de fuerza del enemigo aplaca los incidentes violentos, pero si el
sentimiento está arraigado surgen manifestaciones como el terrorismo, un
fenómeno imposible de erradicar mediante el uso de la fuerza.

Por otra parte, la paz no es sólo ausencia de violencia, la verdadera paz construye
lazos y relaciones personales que unen a los individuos y a las comunidades.
Entonces la violencia debe erradicarse mediante el perdón, que nunca es fácil, y la
comunicación, dos elementos siempre presentes en las relaciones humanas
constructivas.

El perdón es un acto movido por el propio conocimiento y el entendimiento de la


naturaleza humana, por lo que depende mucho de la educación que recibimos y
que nos auto-impartimos. La comunicación en cambio es un ambiente donde
podemos colaborar todos, los individuos, las instituciones y los medios masivos.

Todos podemos contribuir significativamente a disminuir la violencia moral si


evitamos el sensacionalismo. No podemos adoptar una postura indiferente en esta
cuestión, o se es parte de la solución o parte del problema.

Televisa y Televisión Azteca ya nos han puesto el ejemplo cancelando cada uno sus
noticieros sensacionalistas. ¡Felicidades para ellos!

El sensacionalismo alimenta la desilusión de los jóvenes y la angustia existencial


del hombre, porque se presenta la realidad, no tal como es, sino como callejón sin
salida. Estos reportajes siembran desconfianza y dañan la motivación para hacer
vida los valores humanos, además de difundir preocupación por el propio destino y
el futuro de la Nación.

El País no camina con suficiente dinamismo por falta de educación y el reportaje


"al desnudo" no educa, sólo ofrece una visión pesimista. Faltan noticias con un
enfoque más edificante, donde sean protagonistas los que contribuyen al bien
común y no el que se roba las despensas destinadas a los damnificados del Huracán
"Paulina".
No estoy proponiendo filtrar las malas noticias para difundir sólo las buenas. Lo
que necesitamos es informar objetivamente todo lo que acontece, pero buscar
aquellas noticias que vale la pena comentar y poner mayor atención en ellas.

Si el hecho es trascendente, que se publique, se comente y se difunda por televisión.


Si es un acontecimiento emocionante, que ocupe la primera plana. Si una persona
elocuente hace una declaración importante que se le preste atención. Si un hecho
deja una moraleja edificante que quede plasmada en los libros. Entre más
trascendente sea la noticia el artículo será más importante.

Pero si el caso no cumple ninguno de estos criterios y el hecho es que un hombre


mató, otro defraudó y el otro atacó a la hermana del señor Obispo, ¿por qué le
damos tanta importancia? ¿En qué nos ayuda? Al difundir de boca en boca estas
noticias estamos alimentando la morbosidad, la neurosis social y atizando el miedo
generalizado.

La selección de las noticias que difundimos masivamente y comentamos


personalmente es un buen camino para sustituir la violencia moral con la
verdadera paz. Te reto a que lo pongas en práctica. Elige una noticia positiva y
coméntala. No es fácil dominar la lengua, pero si comentamos lo bueno que
escuchamos y nos reservamos lo malo, podemos contribuir a crear un ambiente
positivo, propicio para la creatividad y la vida serena.

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