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JORGE ROMERO BREST

LAS ARTES

" Algo similar a lo que Ocurre con el arte, ocurre cuando intentamos definir cada una de
las artes: la pintura, la escultura, el grabado, la música, el teatro, la danza, la poesía, el
cinematógrafo, amén de las numerosas artes derivadas, a las que impropiamente se
suelen llamar artes decorativas o artes industriales, así como de las nuevas artes,
determinadas por los progresos en la tecnología de la comunicación.

Ninguna de las cuales es el arte, ya lo he dicho; cuanto más un arte, y todas son las
artes, un artículo definido que reúne, pero sin el sentido ontológico del artículo definido el
cuando se lo aplica al arte.

Efectivamente, acostumbramos hablar de la pintura o de la música, pero nada concreto


hay que se pueda llamar así. Como que nadie ve la pintura u oye la música (aunque se
diga). Se ven cuadros o muros pintados, se oyen sonatas o poemas sinfónicos o
canciones, se ven y se oyen dramas o comedias o sainetes o filmes, se leen novelas y
poemas.

Pero hay una diferencia importante entre la indefinición de el arte, que nos ha llevado a
considerarlo un concepto operativo, y la indefinición de cada una de las artes, porque
éstas tienen en común cierto fundamento material.

De donde se desprende la posibilidad de establecer, si no leyes, por lo menos ciertas


regularidades.

Así, la pintura se hace con colores en objetos planos, la escultura con materiales
diversos (barro, piedra, bronce, madera) en objetos volumétricos, la literatura con
palabras, la música con sonidos, el teatro y la danza con seres humanos vivientes...

A consecuencia o por motivo de dicho fundamento material, lo sentidos que preponderan


en la creación y la contemplación son diferentes, llamándose artes visuales a la
arquitectura, la pintura, la escultura, el grabado..., artes fonéticas a la poesía y la prosa,
arte sonora a la música, artes dinámicas al teatro, la danza y el cinematógrafo. Mas,
aparte de que la distinción por el material y por el sentido preponderante está dejando de
tener vigencia en nuestros días, confundiéndose las artes entre sí, tampoco son pautas
absolutamente válidas para definirlas.

Resulta más sugestiva la clasificación según la manera de relacionar el tiempo y el


espacio.

Artes que existen en un presente vivo y por ello se manifiestan y vigorizan en la acción,
desarrollándose necesariamente en espacios reales: son las artes presentativas,
como la mímica, la danza y el teatro.

Y artes que existen en un presente inerte desde el punto de vista material,


desarrollándose necesariamente en espacios irreales por medio de palabras (literatura)
o de imágenes (pintura) o de signos (música) o de imágenes que se vuelven signos
(cinematógrafo) o de signos que se vuelven imágenes (arquitectura): son las artes
representativas. La escultura queda aparte, como transición entre las formas
presentativas y las representativas.

¿Hay diferencia entre presentar y representar? Al menos en apariencia toda obra de arte
presenta por ser cosa material, y representa, por ser forma que de algún modo alude a
cosas y situaciones ajenas a ella. Presentar es una palabra de sentido temporal.
Significa estar con algo que transcurre al mismo tiempo que uno. Referencia a un
presente que si bien no es absoluto, porque incluye un margen de pasado y de futuro,
tiene como carácter esencial el de no dejar más que rastros efímeros.

Representar, en cambio, quiere decir "hacer presente una cosa con palabras o figuras
que la imaginación retiene" (Diccionario). Es decir, un presente por delegación: algo que
se vuelve a presentar, algo que ocurrió o que podría haber ocurrido y vuelve a ocurrir,
por medios analógicos.

Por esto las artes presentativas se manifiestan en situaciones, en tanto que las
representativas lo hacen en cosas.

La distinción era clara hasta hace algunas décadas. En los últimos tiempos se advierte la
hegemonía de las artes presentativas, a la par que el descrédito de las representativas,
mezclándose éstas con aquélla para salvarlas.

Por otra parte, la caracterización de cada una de las artes se torna difícil por los modos
como han sido empleados los materiales a lo largo de siglos.

¿Le parece, lector, que Homero y Joyce practicaban la literatura de igual modo; que los
anónimos pintores de las cavernas paleolíticas practicaban la pintura de igual modo que
Piero della Francesca o Klee?

Por no hablar del abismo que hay entre la música vocal e instrumental de los griegos,
apenas anotada y extremadamente libre por ello, y la 9a. sinfonía de Beethoven, tan
pulcramente anotada; o entre ésta y las piezas electrónicas de hoy en día, en las que el
creador vuelve a ser libre.

Mucho tiento hay que tener, pues, para caracterizar a las artes, y si no fuera porque el
contemplador o el espectador o el lector deben conocer a fondo la estructura de las
obras de arte, para que la estimación de las mismas sea fecunda, diría que no vale la
pena ensayar la caracterización. Pero algunas referencias pueden ser útiles.

Empecemos por la mímica, arte que parece representativo, ya que se trata de imitar
acciones humanas, pero en verdad es presentativa.

¿No es misión del mimo volver actual una realidad, aunque por vía asociativa se la
vincule con otra realidad que se conoce o se considera verosímil?

Si lo representativo constituye el contenido intencional de la acción mímica, el modo de


existir la obra es presentativo.

Cuando la intencionalidad representativa desaparece o se debilita surge la danza,


también un arte de formas vivientes, pero que se independiza de toda ilusión en procura
de movimientos abstractos, signos de una superrealidad.

El bailarín se expresa, no imita, dándole al movimiento una dimensión nueva que lo


extiende hacia el infinito.

Tan es así, que probablemente la única danza legítima sea la que se hace al aire libre,
como parece que fue la de los griegos.

El teatro es más complejo, porque más que un arte es un conjunto de formas que
proceden de diferentes artes.
A primera vista se diría que es cierto, pues por una parte está el libreto (literatura) y por
otras los actores (cuyo juego escénico participa de la mímica y la danza) y por otra el
escenario (en el que colaboran la arquitectura, la pintura y la luminística) y todavía por
otra el edificio, que es absolutamente arquitectura.

No obstante, un análisis a fondo nos revela que al teatro lo constituyen solamente los
actores y el público, tan vivientes unos como otros, los responsables de la concepción
tempoespacial.

Me falta anotar otro carácter común de las tres artes presentativas, cuyas formas no son
obtenidas por agrupación convencional de elementos. Como siempre son seres
humanos los que se mueven, la expresión surge como de un todo existente con
anterioridad, resultado de un proceso que si bien admite colaboración extraña se
resume en el ejecutante.

Por otra parte, tan complicado es el problema que plantea la definición de las artes
representativas que me parece oportuno analizar una por una.

No sin advertir, por anticipado, que la fuerza expresiva de las obras que les
corresponden, se ejerce a través de materias inertes, por lo cual han sido propicias para
manifestar lo permanente.

Primero la escultura, enlace entre las artes presentativas y las representativas. Pues, si
bien el escultor crea una cosa que permanece fijada en el tiempo y en el espacio, cosa
que representa algo existente con independencia de ella, esa cosa actúa como una
presencia, tan real aunque no sea viviente como la del actor, el mimo y el bailarín.

No en vano se ha dicho que el teatro es "escultura viviente" y que las formas


escultóricas parecen "actores o bailarines detenidos". Porque al trabajar materiales de
tres dimensiones reales, contando con el espacio y la luz reales, el escultor nunca ha
podido ir más allá del volumen y el gesto, contenido o expansivo, del hombre o del
animal antropomorfizado. Al menos hasta hace dos décadas.

En consecuencia, aunque la vitalidad escultórica no se confunde con la biológica, como


tampoco se confunde en las artes presentativas, mantiene el cordón umbilical con ella.

La escultura ha sido siempre el arte de volver cosa al hombre para tornarlo vivo en otro
nivel.

La pintura es diferente, porque siendo ficticias las tres dimensiones del espacio creado
por el pintor en el muro, en la tela, en la hoja de papel... éste ha tenido una libertad para
trasponer las realidades que nunca tuvo el escultor.

Y porque siendo la capa de color que se extiende en una superficie plana despreciable
espesor, todo aspecto de realidades materiales es animado de sentido metafórico.

¿Acaso es lo mismo enfrentarse con una masa de piedra o con una superficie pintada?
En el primer caso la solicitación visual va acompañada por una solicitación táctil en
definitiva son dos cuerpos que entran en contacto -; en el segundo caso, como
predomina la solicitación visual, todo cuanto se refiere al volumen y al espacio, al
movimiento y la quietud de las formas, se resuelve en juego de imágenes planas, cuya
vinculación con los objetos que representa es mental.

¿Quién no sabe que Leonardo dijo: "La pintura es cosa mental"?

Por eso, aunque la pintura es arte de imágenes, arte representativo por antonomasia,
son tantas sus posibilidades como para oscilar entre la imagen y el signo. O sea, de la
imagen que produce ilusión de volumen (acercándose a la escultura) y la que produce
ilusión de espacio (acercándose a la arquitectura) a la imagen-signo que actúa como
representante no analógico de la cosa representada, pasando por las imágenes
verdaderamente pictóricas: las que desarrollándose en el plano viven en un espacio
inventado, sin referencias al espacio y al movimiento reales.

Imagen y signo sirven para diferenciar sensibilidades, según sea sobre qué clase de
realidad se ejercen, según sea la proyección imaginaria que se busque.

Cuando la sensibilidad se ejerce sobre personas y cosas, ella exige la imagen, por eso
es una sensibilidad material: la del escultor en gran escala, la del pintor en menor
escala.

Mas, cuando se ejerce sobre intuiciones de tiempo y espacio, personas y cosas son
reemplazadas por elementos de relación, y entonces la sensibilidad exige signos; la del
músico sobre todo, y la de más de un pintor que se acerca a la música.

Abordemos entonces la música con este esquema.

Respecto a ella no se puede hablar de imágenes, no sólo porque la referencia a


personas y cosas son escasas (el ruido del mar, el canto de los pájaros...) sino porque
aun cuando el músico intente hacer imágenes sólo dispone de notas, que son signos
desprovistos de toda acción sensible por sí mismos, aisladamente.

Y aunque cada signo implica un sonido determinado hasta construirse por agregación
estructuras de sonidos, no ha de olvidarse que éstas obedecen a leyes propias,
científicas, mentales.

¡Qué lejos de la escultura con su fuerza de presencia material y aun de la pintura con su
fuerza de presencia imaginaria!

-¿No hay representación, entonces?

- Sí, hay representación, pero no de personas o cosas.

Se representa en la música, pese a todo cuanto se ha dicho en contra; se representan


estructuras existentes de sentimiento.

Hay otro arte de signos, aunque no lo parezca: la arquitectura.

Pese a que la obra arquitectónica se presenta como un volumen que encierra espacio,
lo que permitiría asociarla con la escultura, responde a una sensibilidad opuesta, más
mental aún que la del músico. Por cuya razón la arquitectura se funda en una teoría
científica y responde a un sistema de notación precisa.

No niego las intuiciones sensibles del arquitecto, como las del escultor y el pintor. Digo
que el proceso que va de la idea original, el esbozo, a la realización de la obra es
diferente. El arquitecto ajusta su idea a posibilidades de ejecución que son determinadas
por leyes físicas, y aunque se proyecta sobre personas, lo hace en función de los
espacios que con signos mentales va creando en el plano, en el que puede decirse la
obra queda terminada, antes de que exista. Consecuencia importante: no cuentan los
elementos aisladamente sino la estructura, es decir, lo pensado, lo que no se deja
fraccionar. Si el fraccionamiento se produce, sin embargo, cuando la vista se detiene en
un capitel, en un relieve o en un vitral, es porque penetran como un rondón otras artes
que son colaboradoras de la arquitectura. Se dirá entonces que la arquitectura no es
representativa, pero lo es. El arquitecto da forma representativa a las funciones que
cumple el hombre en los espacios creados por él.
Y al decir funciones no me refiero únicamente a los aspectos prácticos de la vida -
comer, dormir, enseñar, curar, mandar... - sino al proceso de sublimación que los
incluye formando nuevas situaciones en campo imaginario.

En cuanto a la literatura y el cinematógrafo, tiene una nota común a pesar de las


diferencias que las separan: son esencialmente significativas. Palabra ésta con la que
intento establecer que tanto el escritor como el realizador cinematográfico trabajan con
elementos que tienen débil fuerza como imagen y poderosa como signo, aunque con
caracteres diferentes a los del signo musical y el arquitectónico. Pues lo importante en
tales obras no es lo que se lee o lo que se ve sino lo que señalan, y este señalamiento
es siempre de realidades, otra vez personas o cosas o situaciones, no puras relaciones
tempoespaciales.

¿Se representa con las palabras? Hay un doble juego de representaciones: uno que
procede del significado propio de cada palabra, otro que procede de las relaciones
establecidas entre las palabras, las cuales pueden ser de posición, cuando la literatura
se acerca a la música, pero que habitualmente son de significación.

En cuanto a las formas cinematográficas, desde luego que son representativas, pero de
una manera tan fugaz como para que persistan en la mente de los espectadores más
como signos de realidad que como presencia de realidad.

He dejado para el final de este capítulo la consideración de lo que considero clave de la


creatividad artística, en cualquiera de sus campos: el dibujo.

Tan importante, efectivamente, que hasta parece no ser un arte sino la otra faz de el
arte.

Con razón decía Charles Blanc en el siglo pasado que la arquitectura, la pintura y la
escultura eran "artes que tienen por base el dibujo" Sólo que tienen idéntica base la
música y el teatro, la poesía, la danza, el cinematógrafo.

Ningún arte escapa al dibujo, porque dibujar no es solamente hacer líneas; es ordenar la
experiencia sensible.

O sea, que se dibuja con la luz, con las palabras, con los sonidos, con los hombres...

Razón tenía asimismo Alain cuando afirmaba que en el dibujo "el juicio habla del juicio",
pues quien dibuja afirma, con grados similares a los del juicios: trazos categóricos que
excluyen toda duda, hipotéticos proyectos de verdad, cuando no disyuntivos merced
al movimiento que los anima.

Y hay formas dibujadas que son asertivas, otras problemáticas y otras apodícticas.

Y en tren de dar razón, ¿por qué no dársela también a Ingres, que repetía
incesantemente a sus discípulos: "El dibujo es la probidad del arte"?

Probidad de pureza. El dibujo no es puro porque se descargue de materia -sería pobreza


y no-pureza- sino porque la transforma en signo que se significa a sí mismo."

De: Romero Blesrt, Jorge: "¿Qué es eso del arte?", en:Pensamiento en curso (inéditos 1972-1987) (Bs.As.,
Correegidor, 1996) (pág. 50-57)

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