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CUADROS HUMORÍSTICOS

DE

COSTUMBRKS A R A G O N E S A S

Crispin Botanai
MEMORIA-LlSTA EN ACTIVO SERVICIO
En

MADRID DE ESPAÑA

ZA&AGOZA
Tip. y Lib. de Comas hermanos, calle del Pilar, 1
1899
E s t e libro es propiedad de-
8u autor (C B.y V.),(|nien p e r ­
seguirá ante la ley al que lo
reimprima en todo A en p a r ­
te.—Queda lieclio el depósito
que se exige por la legislación
vigente.

Advertencia Importante.—Este librejo j


cada uno de los seis divertidos y jacarandosos l i ­
bros del mismo autor, titulados: LA GENTE DE MI
TiBBRA, se venden, ya sueltos, ya en colección, en
las librerías y kioskos de Zaragoza, al precio d&
una miserable peseliUa el tomo.

i "DOO-^O'JÍ^
US FIESTAS BE i M R
CUADRO PRIMERO

En el que se trata de un viaje impensado


y de las
vicisitudes que ocurrieron en él.

Pues señor—, y no va de cuento—, no sé si por


haber comido un día para postre cuatro 6 cinco
higos á medio sazonar ó por haber bebido después
un vaso de agua fresca del pozo de mi casa, que
equivocadamente me sirvió la criada, ó por ambas
cosas k la vez; el hecho fué que tuve una indiges-
tión tan grande j tan inmerecida, que, casi casi me
LAS FIESTAS DE MI LUGAR

puso á las mismas puertas del otro mundo. Ni vo-


mitivos de toda especie, ni purgas de todo género,
ni jarabes de los que venden los mercaderes de
farmacia, nada, nada sirvió, durante dos semanas,
para organizar la descompuesta maquinaria de mi
querido y delicado cuerpo. Al fin, un medicamen-
to casero púsomela en orden pero me quedó tal ina-
petencia que, en muchas horas no probé bocado,
tardando algún tiempo en encontrar gusto al esca-
so alimento que tomaba. Aburridísimo estaba de
no aliviarme, cuando una ma&ana de fines del mes
siguiente al Julio, recibí. por el correo una carta
del tenor y ortografía siguientes:

«Val de Cuerbos á í de Agosto de 4899.


«Mimas querido Primo Orupin: mea legraré que al
•«recÍDO deslas corlas letras le alies con lan guena s alú
<icomo yo pa mi deseo, á Dios Gracias, palo que gustes
«mandar, que lo aré con mucho gusto y guena bolunías:
«la mia guena á Dios Gracias.»
«Esta sirbe pa icíle, que por el chico de la lia Cerila,
«la mondonguera, que á heñido aqüi con Licencia Melitar
«contimporánea ú temporaliva, hei savido questás lalcua-
«lico de salú, y, como los Aires desle puevlo, que pité ser
«que drento é poco sea Cabeza é Partido, ti an echo
«ñempre guen prebo; me y determinau á escrevile pa icite
«que le bengas á pasar unos dücas en nuestro lau y más
tesíuvierido como estamos cerca de las fiestas de Nuestro
COSTUMBBES AKAQONESAS

«Patrón San Roque el apañau, de cuya Cofadria soy yo


«esíioño nada menos que el Mayordomo primeo, por lo
«qual ñus ¡amos propuesto hechar la casa por la bentana,
«yo y los dedemás compañeros de Junta, que son el lio Es-
«cula-lazas, el lio Bolleo, el lío Alma-sola, el tío Saluda
«ribazos, el lio Tripa-dura, el tío Escorre-botas y el lio
«Lamina-reliquias. Pa que tanímes más y le celdas á he-
«nir, haigas de saver quen la Sesión que eelevraremos
«luego algunos propelarios con este Ayuntamiento, tene-
«mos intinción de acordar que, antiparle de la Misa de
«tres en linia con monecillos y los músicos desle Ltigar,
«haiga tamien augueras y bailes en la Plaza, nubillos y
«boquillas, Iravucazos, trealo, prucision, corridas de Vu-
«rros. Sacos y Pollos, Rosario con Eslandalles y Santo
«Crislo, tiros, Danzantes con morros, digo, con moros y
«cristianos, y aun pué que mis estiremos a'que liaiya una
«corridica e dos toros, y si lu bienes, tendremos otro más
«i/ serán tres.»
«Ah, se mea pasau el dicilc como que lamien abrá des-
«amencs de chicos, pero no de chicas, porque la seña Er-
«merigilda, la Maislra, está mala en la cama ende ace
«muchos días á causa i cunsecucncias dun ataque de
«pelrresia dodc y ¡urminanle, que no se le pué qurar »i'
«con cajas de pindólas, ni con sindapismos, ni con ¡hú-
«ciones ú restregones de pintura é quina».
«Conque, sin que pongas ostacálo ni escusa arguna,
«ít asperamos con el primer biaje que con el carro aga el
«lio Gallofa el Ordinario. Ya carculo, que iciendo el ca-
LAS PIESTAS DE MI LUGAH

«mino desa manera, le sirbirá dalgún incomodo, pero


«p»r agora no pué ser otro hasta el año que biene, alen~
«to de que me dijo nuestro deputau, que me paice ques un.
«cha/andin, que si vulcaban al Gubierno y cogían los su-
«yos el podél, nns echarían mu pronto el ramal que lanío
^nesecitam.os: eslances, Uniendo ya en tren, será ya otra
«cósica».
«Vay: no te canso mas ni te digo mas, sino que rreci-
«vas muchísmas esprisiones de la Livoria y de tos chicos
«CMstobal, Rricarda, Juaquin y Manolico, y parliculera-
«menle, digo, parlicularmenle desle te primo que leslima
«y desea bele y abrázate
DoNisio CASCARULLO Y BOTANA

«Pos Data. Se mi olvidaba icíte que, como el carro


«del lio GaWo/a no allegará aqui asta las nuebe de la mu-
mana, yo saldré á espérate con un cavallo que corre
«más quel cierzo, asía el olibar del lio Rejresca-mucrlos,
«que, ya le acordarás questá junto al peirón de Santa
«Varbara y cuasi frente á la ermita é San Cosme.—Naa
«más. Adiós. Memo rias y ajezlos de toos.
Después de leer esta carta, híceme algunas re-
flexiones sobre su contenido y mi salud, y al fin,
caí en ]a tentación de marchar á Val de Cuervos,
de cuyo pueblo hacía más de veintitantos años que
faltaba. ¡Ay! Dios nuestro Señor me tome en cuen-
ta el sacrificio de este viaje y me lo descuente de
purgatorio, si es que voy á él.
COSTUMBBES ARAGONESAS

Preparé, pues, mi maleta, compré para mi p r i -


mo un par de docenas de esos cigarros puros que
venden en los estancos, para matar gente; compré
también unos cuantos enredillos para su mujer j
los chicos; y provisto de mi cédula personal, me
despedí de los Santos de mi más especial devoción,
hice lo propio con mis amigos y bienhechores, y
saltando baches, pues había llovido mucho el día
anterior, encaminéme á la posada de Santo Domin-
go, en la que ya el tio Gallofa estaba llenando de
innumerables encargos un carro bastante grande,
en cuyos lados del toldo, que e^a de hule negro,
decía con letras blancas: en un lado: Pro Fino Man-
zano Fa; y en otro: Piedad de Ru alias Gallo, que,
en junto quería decir: Propiedad de Rufino Manzano,
alias, Gallo/a, leyéndose en una tablilla clavada cer-
ca de las varas: Val de Cuervos, número diez y siete.
Media docena de melones, una caja con un som-
brero de teja, otra caja míis estrecha y larga en la
que había una jeringa para el veterinario del pue-
blo; otra caja más pequeña pero de mayor anchura
que la anterior, llena de higos de Fraga; nueve
ristras de ajos; ocho talegas de patatas y otras co-
sas de que no hablo, constituían el cargamento del
carro, al que, en calidad de viajeras, subieron una
mujer ordinaria, llamada la tia Braulia; una mu-
chacha de servicio, muy agraciada, de nombre Do-
lores; una señorita en extremo delgada que ladeaba
LAS FIKSTAS DE MI LUGAB

la cabeza al nombre de Caitila j que en los brazos


llevaba un falderillo llamado Tulipán; j una tia de
la misma Castita, llamada doña Paz, señora muy
gorda, viuda de no sé cuantos maridos, con el gu-
sano de la conciencia más grande que un cordero,
y que, enrroscado á la mano izquierda, llevaba un
rosario de quince dieces, de cuyo remate colgaba
una cruz de madera sin pulir y una calavera casi
del tamaño de la cabeza de un conejo.—También,
como viajeros, acomodáronse en el carro, D. Zoilo,
comerciante en caldos; D. Senén, tratante en cueros
y en borregos; un seminarista, de nombre Anselmo;
un tal Criyiin Botana; el tío Claro, hombre muy
alegre y ocurrente; y un ex-cabo de gastadores del
batallón cazadores de Arapiles, que regresaba á su
pueblo con la absoluta, llamado Calixto Tripas, el
cual llevaba en la espalda un repleto morral y con
la diestra empuñaba el mango de una buena gui-
tarra.
A vísperas tocaban las campanas de las catedra-
les del Pilar y La Seo, la tarde del siete de Agosto
del año citado, cuando, bien 6 mal sentados los
nombrados viajeros en el carro, enderezaron las
muías hacia la puerta del Carmen, y, por el camino
de la Casa-Blanca, partimos para el renombrado
lugar de Val de Cuervos, encontrando en dirección
opuesta y con más ó menos ligereza, varios arrieros
detrás de sus recuas, precedida cada una de su burro
COSTUMBBES ABAGONESAS 9

con cabezana y tieso penacho ó plumero, parecido


á un rábano, y con flamante collerón y ante-pecho
adornados de regulares y ruidosas campanas; un
carro con ruedas agrietadas y casi cubiertas de lodo;
y una pintarrajeada tartana con asientos de crin
y fundas de percelina, y tirada por un caballejo
que, en sus mocedades, quizá se bebiera los vien-
tos, pero que á la sazón parecía marchar entregado
á serias cavilaciones, acaso sobre lo vano de los pla-
ceres y la brevedad de la vida.
Hasta mitad del trayecto que hay desde Zara-
goza á la Casa-Blanca, todos los del carro fui-
mos enmudecidos y mirándonos, de vez en cuando,
unos á otros, como para conocernos y examinarnos
la cara. El tío Gallofa, después de decir al burro
que tiraba delante de las tres muías: Arre, Corru-
laco, cantó lo que sigue:
Si te vas de Zaragoza
no sé que te hará más duelo,
si la Virgen del Pilar
ú el Cristo que hay en La Seo.
La lia Braulia. Pus lo quesyo, no sea por retraído,
de los dos macuerdo cuando salgo de la zuidá, y,
alguna vez hatta les llevo una vélica, que, aunque
soy una probé y me llamo Braulia, les estoy á los
dos mu agraecida porque me dan muchísma salú,
y man quitan ya, en güeña hura sea dicho, los con-
tinos paicimicntcs que tenía y que no me dejaban
10 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

hacer ni un amparo é Dios.; Josús, hij%! Aborrecida


estaba ya.
Don Zoilo. Pues ¿qué le aquejaba á usted, buena
mujer?
La Üa Braul^. Pus, miuste, que á cada istante
me salían ramos de desipela. Aun no me síba uno,
desiguido tenía otro en perparación, Se conoce que
asinas esbotaba ú me se desahugaba la naturaleza
del cuelpo.
El lio Gallofa (al borrico delantero que acaba de dar
un gran tropiezo). ¡Arre burro, ridiós! ¿Con cabeza-
na nueva y trupiezas?
D. Senén (riéndose de las palabras del tio Gallofa).
Ji, ji, ji, ji. ¡Qué ocurrencias les vienen á estos
diablillos de carreteros!
D. Zoilo (á doña Paz). ¿Va usted bien, señora?
D." Paz. Ay, sí señor. Gracias. Pero extraño
mucho el cambeo del tren al carro. ¡Por Dioe! Esto
de ir tan despacio y con tantos traquisobos y rem-
pujones, mata á cualsiquiera. Y mas yo, que des-
de pequeñita, he viajeado bastante en ferro-carril.
Sobre todo desde que me casé con Castaños.
D. Zoilo. ¿Qué Castaños? ¿El general? Yo creí
que había muerto.
D.* Poa. No, Bartolomé Castaños, agente de ne-
gocios en Madrid y un hombre que de ten honrau
cuasi había días que se le caían los calzones, digo,
los pantalones. Al principio de nuestro matrimonio
COSTUMBBES ABAGONESAS 11

fuimos muj bien, mi Castaños ganaba mucho j


puede decirse que sin desajerar j lo mismo que me
llamo Paz, se nos entraba el dinero hasta por la
gatera de la puerta.
D. Zoilo. Y ¿en dónde vivían ustedes?
Z>.' Paz. En la plazuela de Afligidos.
D. Zoilo. ¡Que contraste!
D.' Paz. Después, la fortuna le volvió las espal-
das á la honradez de mi Castaños. Cesaron de fa-
vorecerle muchos parroquianos. Uno de ellos le dio
al infeliz un gran timo; otro le pilló la firma, ¡ají
¡maldita firma!, ella nos echó por puertas, j de un.
hermoso piso que teníamos, tuvimos que mudarnos
6 otro más barato y de menos comodidades. Lo
arrendamos, mir» usted que cosa más rara, lo arrea-
damos en el barrio de la Prosperidad.
D. Zoilo. Sí, efectivamente. Ser tan desgraciado
y vivir en la prosperidad, no puede ser más raro.
/).* Paz. Al poco tiempo, enfermó de cavilación
mi atrebulado Castaños, y una mañana de mucho
calor, me cogió mis manos con las sujas, que eran
un puro hielo, y con mi nombre en la boca, espiró
el desdichado. (Llorando). ¡Pobre Castañas, digo,
Castaños!
D. Zoilo. Vamos, señora, sosiégúese usted. To-
dos tenemos desgracias en la vida, El tiempo forti-
ficará ese corazón y aliviará ese luto que usted lle-
va por él.
12 LAS FIESTAS DE MI LUGAE

D.' Paz. (Seremndosi). No, silo llevo por el otro.


D. Zoilo. ¿Por el otro?
D.' Paz. Verá usted. Al año de haber perdido á
mi difunto, heredé de mi papá, que en paz des-
canse, unos cuartitos y unos bollos, digo, bonos
del Tesoro, y, como una mujer sola en el mundo,
no significa nada sin la sombra de un hombre...
D. Zoilo. Señora, para tener sombra, me parece
que no se necesita un hombre.
D." Paz. Ah, si señor. Todo el mundo se le atre-
ve á una, porque como á una la ven sola... Y lue-
go todos mormuran de una mujer viuda... No
puede una recibir á nadie en su casa ni salir á
ninguna parte sin que hablen de ella, en fin, que
una mujer sola, sino es del todo desgraciada, conlo
gracias á Dios yo no lo soy, está en una posición de
muchos compromises.
D. Senén (lerciando en la conversación). ¿Y quién
fué el afortunado mortal?
D." Paz. Pues fué ¡ay! un capellán, digo, un ca-
pitán de carabineros, que al poco tiempo de estar
casado con una servidora, me salió un perro que
ni los de presa. Molesto, digo Modesto se llamaba,
pero mejor debía haberse llamado León, Tigre 6
Pantera. Tenía un genio muy endemoniao, era lu-
nático, le olían los alientos, le dominaba el aguar-
diente, le gustaban todas las mujeres menos la suya,
y derrochaba cuasi todo el sueldo de su impleo en
COSTUMBBEg ARAGONESAS 13

comilonas y en lifaras, y sobre todo en fritadas,


de las que era muy protagonista.
D. Zoilo. Malitas eran esas cualidades, malítae.
Ya comprendo que sufriría usted mucho.
Z).* Paz. i Ayl Mucho, mucho. Si señor. Les digo
6 ustedes que no tenía el diablo por donde cógelo.
Después de hacerme pasar las de Caín y hasta las de
San Patricio, y pegarme con el sabré desinvainao
una paliza que me hizo estar un mes en cama, al
ñn quiso Dios lleyáselo de una plumonía doble.
También entonces vivíamos en Madrid. Il^uestro
domicilio estaba en la calle de la Paz.
B. Senén. Otro contraste. Y, diga usted. ¿No se
volvió usted á su marido cuando le pegó?
Z).' Paz. Ah, sí señor. Le rompí en la cabeza un
puchero, unas vinagreras y un jarrón de porcelana
que tenía allí cerca con un hermoso ramo de flores
naturales. Entonces él se enfureció más, me se aca-
pizó y por poco me ahoga con aquellas manos tan
brutas. jAy, don Senén de mi alma! A ninguna
seüora regular le aconsejaría yo que se casara dos
veces, y menos habiéndolo hecho bien y en paz y
en gracia de Dios con el primero. Crean ustedes
que cuando fui & repetir la maniobra del matrimo-
nio, debían de habeme arcabuciau ú habeme tirao
de cabeza & un río.
El lio Claro. Pus, miste, siñora. Eso epende de
cumplisiones. Lo digo, porque juendo la mujee
14 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

conforme 7 másime mas tuviendo bijos, mejor suele


criarlos 7 tirar pelante, si es burra, digo, viuda;
pero cuando al hombre se le muere la parienta, le
queda un fajo é chicos, 7 tiene que déjalos abaldo-
naus pa ise á navegar po el mundo 7 ganase el pan
ú la judía, no tiene más rimedio cacometer ú segun-
diar esa faina ú maniobra, 7 apezonar otra vez en el
matrimonio. Yo, que quiusté, S07 mu claro. Aquí
me tienuste & mí que mi casau cuatro veces al arreo
con cuatro hermanas destintas, queran hijas de la
tia Cotorra 7 del tío Mal-piensa. La primera mujer,
que se llamaba Ularia, me se murió dun avispero
que le salió debajo del mo&o, 7 se quedó al morir,
más negra cun tizo; la segunda parienta, quera
guapísma 7 tenía por nombre Veturiana, feneció
en menos de un lítes á causa 7 consecuencias duna
tisis redoblante, digo, ambulante; la tercera, ¡pro-
becica üstaquial, me se jué pa siempre al otro mun-
do por habésele parau del todo la pindola ú la var-
Yula 7 traquiteo del corazón; por fin, la cuarta
hermana, que aun vive, gracias á Dios, 7 se llama
Tirubia, se conserva bien 7 semos mu felices.
D.' Paz. ¡Santos del cielol ¡Cuatro mujeresl
M lio Claro. Si siñora, si. Cuatro veces me han
echau 7a el jubo 7 nunca ma pesau ni penau. Con
dos dallas hi tuvido tres criaturas 7 un chico, 7
los tres me hacen 7a buen juevo pa sirvime 7
«Ilúdame á ganar la manduca.
COSTüMBBES ABAGONESAS 15

D. Zoilo. Valor ha tenido usted y Valiente debía


«sted llamarse.
El üo Claro. ¡Quiál ¿Pa qué? Si estoy mu content»
con mi nombre. Yo me llamo Claro del Todo.
Castita. ¡A.Te María! ¿Del Todo, es el apellido de
usted; buen hombre?
Él lio Claro. Del Todo, sí siñora.
Castila. A j . Pues entonces nos parecemos los dos,
porque yo soy Casta del Todo.
El lio Claro. Siñora. Eso no lo dudo yo, pero,
por otro lau melegro de que se llamuste lo mesmo
que yo. Es un apillido mu conoció en mi lugar de
Val de Cuervos y tamién en Carrasquilla, ques un
pueblecico una miajica más menudo quel mío.
D.' Paz. Justamente voy «on mi sobrina á ese
último punto, donde tengo un pariente de mi ma-
mfi, con el cual vamos i pasar una temporadita y
«rreglar al paso un herencio que tuvimos hace
poco.
Castila (mirando con insislenda al seminaris(a Anselmo,
que lee án cesar en un libro de Teología). Pero, tía que
pena me da ver tan retrahido á ese joven tan sim-
pático y tan guapo. Fíjese usted en lo embebido
que está en la lectura. Desde que hemos salido de
Zaragoza, apenas se le ha oido una palabra.
Anselmo (viendo con el rabillo del ojo que le miran las
dot mujeres y hablando en voz baja.) De oculis, curiosi-
tale $1 furore muliertm. Libera me, Domine.
16 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

A este punto llegaba la conversación, cuando,


de pronto y al penetrar en una hondonada, el burro
que tiraba delante de las muías, comenzó á rebuz-
nar y dar grandes corcobos: espantáronse aquellas,
dieron á correr, y... volcó el carro que cayó sobre un
montón de piedras y un charco de agua estancada
que había junto á una cuneta.
¡Y, vaya un cuadro que instantáneamente se pre-
sentó! El tío Claro cayó encima de doña Paz, á
quien además le fué á parar al pecho la pesada caja
de hijos de Fraga; don Zoilo dio da cabeza con el
seminarista, escachándole el sombrero y rompiendo
los dos la caja en que iba el sombrero de teja p a n
el señor Cura de Val de Cuervos; á Castita le fué á
parar el gran cuerpo de^don Senén y un cesto de
fideos que se rompieron todos del golpe; & la tía
Braulia se le vino encima un talego con melones,
que por poco le machucan las piernas; la muchacha
Dolores tuvo valor para saltar por delante del ca-
rro, causándose una pequeña contusión y escachín-
dosele el moño; y el ex-cabo Calixto y yo salimos
repentinamente por atrás, cayendo aquél medio de
rodillas en el suelo, y yo dando de bruces contra
el tronco de un árbol y produciéndome un golpe
que me metió el sombrero hasta la boca, sin per^
mitirme lanzar la mis pequeña exclamación.
Fuera de los sustos consiguientes, no hubo otra
desgracia que la muerte del falderiUo Tulipán, &
00STC1CBBB8 ABA.GK>NKSA3 17

quien, al caer, aplastó en el suelo el obeso y pesa-


do cuerpo de D. Zoilo. Pasados los primeros ins-
tantes, repuestos del inesperado sustazo, y, algfin
tanto aplacados los ayes y lamentos que daba Do&a
Paz, más por la muerte del perro que por el golpe
atroz que había recibido con la caja de los higos;
nos dispusimos todos á prestar nuestra ayuda al
ordinario para levantar el carro y con él la muía
de varas que, con sus tristes miradas, parecía d e -
mandarnos misericordia.
El lio Gallofa. Hala, jollín. A sacar la juerza to-
dos, que con el mucho carguío del carro, bien se
nesecita. Amos, tio Claro, rempujaste con toa su
alma po el lau de la rueda, y usté, siñor Cura, á
cuando lo sea, echusté una mano á ese otro lau.
El seminarista. ¡Ah! ¡Cuanto cuesta menearlo!
EllioGallofa. Amos. Amos. Juerza too el mundo.
Calixto. Toos á una.
El tio Claro. ¡Chiquio, si sudo yol Más cun abrió.
Hala. A la una... á las dos... á las tres... ¡Aaaahl
Ya es nuestro, y salvada la caballería. Cuasi se
man hecho piazos los dedos de las manos.
Calixto. Pues yo hi pensau reveníame ú rómpeme
algo prencipal del cuerpo.
El tio Claro. ¿Tú? Sí. ¡Ya, ya! ¡Gtten sangartana
estás hechol Ende cas sido melitar y tas dau la
güeña vida comiendo y bebiendo, y pasiando y
luciendo la fegura, te sa olvidan el apencar el lomo.
9
18 LAS FIESTAS DB MI LtTGAB

Cualqué crío de pañales estuque tiene más juerza


que tú.
El íio Gallofa. Ea. Ya puen asubíse ustees al
carro, quel camino ya se ve po alante mfts seco. Yo'
no me desaparto ya, ni un punto ni medio, de la
cabezana de la muía é varas. Y po lo ques cuenta,,
j a li arrimau á ese pillo é burro la paliza más cum-
plidica y soberana que ha recibió nengún otrO'
burro en el mundo.
El lio Claro. Sí, sí, arriba too Dios, j no haiga
miedo, que un pelcance á cualísquier le pasa. Y la
que pues hacer, tu, Calistro, templar esa TÍrgüela
j echanus aquí una j ótica pa no -acordanus de lo
pasau. ¿Verdá, seña Pez, digo, seña Paz?
2).' Paz (subiendo eon todos al carro). ¡Aaaayt ¡Co-
mo usted quiera! ¡Pobrecito Tulipán! ¡Qué será de
su cuerpecillo! ¡Virgen Santa de la O! ¡Qué solo lo
dejamos!
El tío Claro. Amos, amos, güeña siñora. Dejesusté
de chemecauras, que ya li dicho al pión camine-
ro que ñus ha alludau á decantar el carro, que
enterrara al perro bien hondo. Hala, Calistro. A
ver como meneas bien el estrumento.
Calixto. Vaya de güeno. (Y el carro comenzó á an-
dar y el ew-cabo á tañer, cantando las coplas simientes):
En martes le hablé á mi noTÍa,
en martes juí y me casé,
en martes me salid fura
COSTUIIBBBS AIU.CK>NB8Afi 19

y en martes me disYurcié.
Una rara hi cemprado
en Perdiguera,
pa cáscale á mi suegra
8Í es respulera.
La tia Braulia. [OBÚS, que cinojol ¡Yaya una
cancioncica chocante. Tan pronto se casaría el fu-
lano como se escasaría. Y, miá pues la coda é la
canta. Gñena carucia pondría la suegra, al ver quel
jemo le perparaba el palo. No le faltarían desgus-
to8 á la hija.
Calixto. ¡Ole, ole! Vaya otra.
Si JO fu6 rajo de luna
por tus ojos penetrara,
j en silencio alumbraría
el sagrario de tu cara.
Cuatro cosas bien dichas
dice mi Elena,
hespido j murimento
zapo j cangrena.
La tia Braulia. ¡Anda, anda, salero, que por tu
me muero!
El tia Claro. ¡Peineta! La coplíca esa cas cantau
abura si que me gusta j tiene cilosofía j medoUa.
¡ Ah gurrión de canalera! Me paice que tú tienes tra-
za de haber comido pan de muchos hornos. Amos.
Que paprender mucho j de firme, no haj más que
20 LAS FIBSTA8 DB UI hVGAS

dír soldau 7 Uerar unos mesecicos'el chopo j la


muchila. Hala, hala. Echa utra cántica, Galistro.
CalixU). Allá ya, pues.
No me mires de rabiojo
ni me vengas resoplando,
porque paices & un crabito
cuando lo están degollando.
Me han dicho que durmiendo
me pongo feo,
j aunque duermo ojo alerta
nunca me veo.
La lia Braulia. Pus, hijo, bien. ¡Osús, que a&itar!
Yaja unas comparanzas qui hace en sus cantas este
güen melitar. ¡Pacho, pachol Lo que no locurra 6
esti hombre, estuque no li ocurre á naide.
El tío Claro. Si, ¿pus y que diremos del remate é
la canta? Ende que me conozgo j tengo celebro, no
hi visto 70 que denguno se vea, estuviendo dur-
miendo.
Calixto. Vaya la cuarta, 7 oido á la caja, ques
mu maja.
Si quieres darme la muerte
tira donde más te agrade,
pero no en el corazdn,
porque en él llevo tu imagen.
Cuando estás en tu g&erto
quisiá ser 7egúa,
OOSTDHBBES ABAOONKSAS 21

pa échame allí gñen pienso


de hojas 7 yerba.
CoílUa. Me gusta mucho la cancioncita, pero no
me sucede lo mismo con lo que sigue. ¡Por Dios,
que amigo es usted de cambiarse el sexo. ¿No es
verdad, Anselmo?
£1 teminarisía (dislrcüdo y meJ&o cerrando el libro).
Casi no me hefijadoen el c&ntico, señorita. (En voz
baja y para si). De mundana el prolana lingua tñrgimm,
libera me, Domine.
Calixto. Con esta va la última. Siñores.
Para que naide me diga
que en el cantar soj pesado,
les doj ya la despedida
á cuantos van en el carro.
D. Zoilo. Muy bien, muchacho, muy bien.
El lio Cla/ro. ¡Ah, pajárol ¡Ya se conoce que no es
esta la primera vez cas gubernau la guitarra! Al
güelo se comprende que las negociau güeña reca-
da é veces.
Calixto. {Oh! Es que es muy güeña esta guita-
rrica. Se la compré en Gáceres 6 la viuda de un
Premovedor ú Premotor Fiscal, que se llamaba
D,* Morfina, digo, Derfina, tía de un sargento,
amigo mío, nacido en Yitigudino.
Dolores (al carretero). Tio Gallofa. ¿Quiuste hacer
el favor de parar una miajica el carro, que voy i
bajar y andar un poco?
22 LAS FIBSTAS DB KI LVOAB

El tio Gallofa. Si, mujer. Eso j lo que quieras.


¡Soooo! [Soooo!
Calixto. ¿Que? ¿Se marea usté, Dolores?
Dohres. Un poquico.
D. Senén. Sin duda del susto del vuelco.
Dolores. Sí, señor, de eso estuque será, porque
tengo el costumbre de ir en carros j amontada «n
caballerías, j en jamás de Dios me ha pasau una
cosa semejante.
Calillólo. Tamien jo YOJ á bajar j andaremos en
compañía. Así estiraré las cuerdas de las piernas j
se me irá el dolorcico que tengo dende que me caí
el tamborinazo.
Crispin. Pues, lo propio voy á bacer yo.
El lio Claro. Y yo.
El lio Gallofa (después de bajar los cuatro nombrado»).
Arri, corrutaco.
Calixto, oyendo con Dolores detrás del carro). Se le
pasa ya á usté, bija mía?
Dolores. ¡Osús, que padre tan jovenl Sí. Ya me
se va el mareo. Muchas gracias po el interés.
Calixto. Aun no lo sabusté bien el que yo le ten-
go. Dende que la vide á usté en la posada cuando
íbamos á salir de Zaragoza, me comenzó usté 6
llamar la atención más de lo rigular.
Doksres. Ay, muchas gracias, pero no sé por qué.
Calixto. Porque tienusté uuos ojos capaces de re-
sucitar & un santo y unos piesecillos que cojen
GOSTUUBBBS AIUOONSSAS 23

«drento mesmo del cascarullo de una avellana; j


porque pa mi vista es usté tan resaláa j tan en-
«hícera, que á too lo bonito le da usté un aire.
Dolores. ¡Qué cosas dice usté, Calistrol Amos,
no sea usté guasón ni trapaleta j no quiera usté
tomarme el pelo.
CalúcU). No, eso si que no. ¡Piacieo é cielo! Pa
mí, créame usté, ¡capuUico é rosa!, es usté la me-
jor mujer que he conoció en la tierra j sus cerca-
nías. Su genial de usté ¡carica é miel rosáal, tiene
traza é ser más güeno que las rosquillas. Tienuste
un pelo m&s rubio cuna onza de oro, j una boqui-
lla, que, vamos, dende ella al cielo. Y, ¡vaja un
talle que tienuste! ¡Cara é sol! Con esa vistimenta
clara que lleva usté ahora, está usté, ¡chorrico di
oro!, apeticiblísima; j si, pongo por caso, se pu-
siera usté una saja encamada, estaría usté encan-
tadorosísima; 7 si fuese de color negro ú escuro,
con lo blanca ques usté, estaría irresistiblísima.
¡Cacho é gloria siempitierna!
Dolores. ¡Por Dios, Calistro! No sea usté tan
desagerau. Como se conoce que ha sido usté cosa
é tropa. A cuántas les habrá usté dicho lo mismo.
Cálvelo. No, Dolores. Por no mentir, le contaré
á usté que en Sivilla estuve en víspras de enten-
deme con una doncella ú lo que fuere, que servía
con el primer comendante del batallón, pero luego
«•nocí que yo no hacía pa ella, j que aunque era
24 LAS FIESTAS DK HI LUQAB

poco abierta de carázter j paicía más mansa que una


to rtola j contaba que su padre tenía las pesetas por
anegas, no me cuacaba, porque con la miaja der tra-
to, comprendí que era mu panda, que tenía un cora-
zón más frío'que una horchata é chufas j una san-
gre más negra quel intirior dun cafion de chamine-
la. La conocí j me medio amodorré por ella, indo
los dos en el-sudo-exprés j hablando con la mesma
fui enterándome de su carázter. Y lo acerté, porqué
másjadelante supe que se había enamoran de un
chulo'ifandangnero, más barbián quel mundo 7 más
tunante que un prestamista sobre ropas 7 alhajas.
Y ¡va^a un'tono que se daba la tal moza ú lo que
fuere! | Paicía que había que hacer rogatiyas, pa
que removiera una miaja los labios.
Dohres. Y, oiga usté, Calistro. ¿Es usté de po
aquíf
Calixto. ¿Que si soj desta tierra? Sí, amor mío.
Aragonés de pura raza j hasta la mesma férula ú
sustancia de los g&esos.
Dolores. Yo soj nacida en Tempujo, questá cerca
de Val de Cueryos, donde me criaron 7 estuve hasta
que fui á servir á Zaragoza.
Calixto. Pus 70 nací en Tencajo, á horica 7 me-
dia de Yal de Cuervos, 7 allí pasé la vida hasta
que caí soldau. Me llamo Calistro Tripas, 7 cual-
qué conoce á mi familia.
Dolores. Pues mi nombre es Dolores Fuertes 7
00STÜMBBK8 ABilQOMESAS 25

tamien mis padres tienen aucbísma conocencia.


¿D« qué ae ríe usté?
CaUxIo. Pus me rio de nuestros apillidos, j pien.
so, que si & usté, pongo por caso, le cumplo yo,
aceta mis relaciones j el sifior Cura ñus eclia el
santo jubo, se llamar& usté, ¡rediéz, que colinci-
diencia! Dolores Ifuerlet de Tripat.
Dolores (riéndose) Ji, ji, ji, ji. Miusté ques casua-
lidá, ¿verdá?
Calixto, ¡Yaja si esl Ni que ñus hubián eslegido
pa ajuntanus. ¿Yerdi? Naa, que si ñus casamos,
no le penará á usté, Dolores. Si no la salgo gúeno,
me dejo cascar ahura mesmamente la nuca que
llevo drento del cuello. Con el tratamiento que den-
de ahora mesmo tengamos, usté verá por sí mesma
j motru propio la táztica de mi presona, llena de
saliiz, como bien se ve, j se desengañará con er
tiempo de que es usté mu dizna de besar aunque
sea aonde jo me siente. Con lo que usté recoja J
JO reciba j me gane, iremos los dos á nuestro
ojezto j á nuestra práztica, j , ambos á dos ñus po-
dremos librar bien de la intimperie de la miseria
j muchismas veces podremos cantar con nuestros
hijos, si el Siñor ñus los da. Gloria, gloria «n excel-
sas el dedo.
El Uo Claro (que venia conmigo junto al tío Gallofa, el
vrdmairw). ¡Chico, chico! ¿Con que tu eres Glispín
Botana?
26 LAS FIBSTAS DB ! • LTrOAB

Critpin. Yo, 8Í. El mismo que viste j calza.


£{ lio Claro. Pus, hijo, bien me pues desimulat'
Si no te nombras por tu mesmo, es que no tuviá
conoció. Como en el carro has estau enmudeció j
como si tubián cuertau la lengua, no mi fegurau ni
d« cien leguas quien eras tu. Y, luego como tas
espaicido tanto. Cuando te juistes del pueblo eras
un sangrimís j abura tas engordan j tas hecho
mfs grande; j entonces tenías un pelaje más negro
que la mora, j abura, chico, te sá gúelto j a tordillo
y mu tordilla.
Crispin. ¡Oh, amigo mío! Es qTie"los años no pasan
en vano.
El tio Claro. Conque ¿vienes á las ñestecicás con
nosotros, eh?
Crispin. Si, á las ñestas y á pasar unos días entre
vosotros, recordando cosas de nuestras mocedades.
El tia Claro. Mu bien hecho. No se pué rimediar,
chico. La fierra siempre le tira á uno. ¡Calla, callal
Pus no va á tener poca sospresa y sastifación de
vete, too Val de Cuelvos! Y si es caso, tu primo
Donisio. ¡Cudiau si te quiere y te tiene lay! Más
que si fuá mujer y tuviá llevau doce ú trece meses
drento é sus mesmas entrafias corporales. ¡Painetal
Por tu sería capaz de quitase la vida con cualisquier
que te tocara sisquiá un pelo.
Crispin. Yo también le estimo mucho, y lo mi»-
mo á BU familia.
OOSTtrUBBKS ABAOONBSAS 27

El tio Claro. Ah. Tiene una mujer mu guallarda,


mu trebajadera, mu poco amiga é tipitiar y tan cu-
riosa como puá salir otra. Pus tamién tiene una
chica, ya mu espigadíca, que no le va á perder
pinta á su madre. ¡Que resuelta es y que vivaría-
cha! Pues ¿y los chicos? ¡Paineta, más que repai-
neta! Unos zagales son, más rubios que un panizo.
Y ¡qué enjuguerridos y qué alegres son los paine-
terosl Sobre too los dos más pequeños. ¡Yaya uiia
listeza que tienen pa subíse á los pericuetos y 6 los
arboles, pa cojer nidos! Al mejor dia se van á es-
nuncar.
Crispin. Si, como hacíamos nosotros.
El lio Claro. Aun macuerdo cuando yo y tu íba-
mos á la escuela y á lo mejor hacíamos pimienta
pa inus á la güerta con el chico del tio Greñas.
¡Cudiau si le arrimábamos gólis ú ge tazos á aquel
zanguildn y animalote. Solo tenía de presona, su
m^sma semejanza j fegura. Y ¡qué amigo era de
meter zuriza!
Crispí». ¡Ya no volverán aquellos días tan fe-
lices!
El tio Gallofa. Ea. Estorbándoles á ustees sus ra-
zones, ya ñus acercamos al pueblo ó Despeña-gatos.
Y, en efecto, divisábase en la punta de un altí-
simo cerro dicho pueblo, y, pasada una revuelta
del camino, vimos también al pie de aquella emi-
nencia un edificio, en cuya fachada pude leer, al
28 LAS FIESTAS DE MI LDOAB

acercarnos más, un rótulo que, en letras negras 7


grandes como pimientos riojanos, decía:
PaRaDor
DelaSi
meona,
alias la
(aquí había una mujer bailando).
18—J. M. j;.—61.
Que quería decir: Parador^de la Simeona, alias, la
Bolera.—Jesús, María y José.—4861.
Casi entre sol j caldíl era ja cuando bajamos del
carro j entramos en aquella venta, & la que serría
de entrada un ancho portón con enormes pojos de
piedra á derecha é izquierda: en el patio, que esta­
ba empedrado, había un esportón, unas albardas,
un aladro, tres cabezanas, unas pesebreras, dos
horcas, un carromato, unas jamugas, y dos sacos
de paja sobre los que ya dormían unos arrieros;
viéndose en el interior patio de luces, una ventana
en la que había una jaula con un perdigacho, cinco
calabazas vinateras, un botijo, 7 unas cebollas en­
ristradas; 7 al pie de la escalera esperaban derechos
un mofletudo hombre de calzón corto 7 cabeza ata­
da, que llevaba en la cara unas medias patillas
como de capellán de regimiento, 7 que resultó ser
el cebadero; 7 una mozuela, al parecer retozona 7
llena de salud, medianamente peinada, fresoota 7
coloradota, con medias azules 7 alpargatas, 7 con
OOSTÜHBBBS ABAOONESAS 29

traza de tener un corazón m6s grande que una casa


de vecindad.
Guando estábamos en los saludos de ordenanza,
presentóse un señor de muy buen porte con un
galgo, escopeta y arreos de caza, y, á los pocos mi-
nutos reconocímonos, con grandísimo júbilo, como
antiguos amigos y no olvidados condiscípulos. Sa-
bedor del propósito deioai viaje, se empeñó en ha-
cerme subir á su casa del pueblo, en el que figu-
raba como el mayor contribuyente, y, luego de
despedirme de doña Paz y demás viajeros, faí con
mi amigo á su domicilio, donde me recibieron ca-
riñosamente su señora y sus hijos. Tratáronme con
sencillez pero á cuerpo de rey, y muy & dis^ufito
de toda aquella familia, me decidí & salir de allí &
las tres de la madrugada siguiente, porque tenía
intención de adelantarme al carro del tio Gallofa y
sorprender á mi primo. Al efecto, monté, en una
yegua de la pertenencia de mi amigo, yegua que
en vez de correr volaba, y chana que chana y pre-
cedido de un arrogante y simpático peatón, me
encaminé á Val de Cuervos, á fin de llegar antes
que el nuevo sol iluminase aquellas pequeñas coli-
nas cubiertas de cepas cargadísimas de uvas, y
aquellos hermosos campos llenos de verdura y ár-
boles frutales.
CUADRO SEGUNDO

En el que se dan muy peregrinas noticias


del lugar de Val de Cuervos y del talento de sus
siempre hospitalarios y sencillotes moradores.

No esperes, no, curioso lector, encontrar en mi


inolvidable lugar, mujeres de estucada cara que
den ¿ los hombres perfumadas é inortográñcas car-
tas, aromatizados retratos ó mechones de pelo con
más ó menos grasa, á cambio de ligas de goma,
sortijas de dorada plata, pulseras con vejez de si-
milor, bombones de rosa y caramelos con declara-
ción en el envoltorio.—Tampoco encontrarás an-
chos paseos, ni calles de árboles tiradas á soga 6 á
cordel; ni fuentes lujosas pero sí naturales j rústi-
cas, murmuradoras como cualquier portera j claras
como chocolate de convite; ni habitaciones suntuo-
sas con ensambladuras en que el arte hizo primo-
res; ni colgaduras de terciopelo 6 damasco que re-
COSTUMBMES ABAQONHBAB 91

cubran las paredes; ni pienseí que los sujetos con


quienes voy á tratar son personajes empingorota-
dos, de largo gabán, de lustroso sombrero y de
honradez dudosa, no; mis estimados interlocutores
son simples aldeanos, de antiguos usos y costum-
bres, y de franqueza más ó menos ruda; pero sa-
biendo ya, muchos de ellos, ocultar, bajo su manta
6 capa con esclavina de inocencia y virtud, vici«s
aprendidos en las capitales de provincia.
Si en los edificios te fijas, verás que I09 vecinos
de Val de Cuervos habitan en casas de uno 6 dos
pisos, construidos de adobes 6 de cal y canto, con
su portal <5 patio lleno de honduras á propdsito
para retorcerse cualquiera un pie y estarse dos me-
ses sentado en una silla ó en la cama sin moverse
y haciendo el zángano; y verás también que detrás
de muchas puertas hay, pegadas con pan mascado,
estampas de San Antonio Abad, letrado, digo, abo-
gado de las caballerías; 6 de San Roque, especial
defensor contra la peste; percibiendo 4 la vez in-
gratos olores de cuadra ó de pocilga, choza ó zoUe,
y, oyendo á menudo rebuznos de burros, cacareos
de gallinas, ladridos de perros y gruñidos de cer-
dos. Si por curiosidad, penetras conmigo en la ma-
yoría de estas mismas casas, veremos que la angosta
escalera se halla dividida en dos ramales: por el
primero llegaremos á varios cuartos y á la sala de
respeto, en la que habrá sillas de enea, espejillo.
82 LAS TIESTAS DB KI LUSAB

cuadros, por lo común de santos j estampas sin


marco, j en la alcoba una limpia cama con un
Crucifijo 6 una Virgen del Pilar á la cabecera; y,
si por el otro tramo subimos, iremos & parar al gra-
nero, en uno de cuyos rincones veremos algún ces-
to 6 roscadero con caracoles secos, y, colgados de
diferentes cuerdas, veremos asimismo ajos, peras,
horcas de cebollas, longaniza, maíz, (del que tam-
bién habrá panojas adornando balcones y ventanas),
pemiles, manzanas, cascabelícos, membrillos, ris~
tras de azaroUas, y alguna vez... hasta ropa sucia.
£n la cocina, situada generalmente en el piso del
patio, donde está la cantarera, hallaremos unos
aparadores de yeso con limpia vajilla adornados
con papeles de color con picos y figuras, y un ho-
gar casi siempre humeante y con calderizo, que-
mándose recios troncos de leña; y, á derecha é iz-
quierda cedieras con anchos y respaldados asientos
de madera, donde, principalmente en invierno, se
reúne la familia toda bajo la presidencia del abuelo,
de la abuela 6 del padre, cuya blanquísima cabeza
es el copo de nieve que impone respeto á los por lo
común amorenados seres, algunos de apepinado y
despeinado cráneo, que contemplan á los ancianos
y oyen sus palabras, como si profética voz las
dijese.
Igualmente observarás que tales casas y otras
muchas más, miradas ya en conjunto, forman el
COSTüHBBES ABAGONESAS 83

perínclito lugar de Val de Cuervos, dividido en


diez 7 siete calles, un callejón j dos plazas, nom>
bradas las primeras (algunas tortuosas j estrechas;
otras anchas; y varias, mal empedradas ó sin em-
pedrar): de San Roque (patrón del pueblo). Mayor,
del Grieto, de las Huertas, de los Bolos (que no
tiene salida), del Rosario, de Canta-ranas, del
Horno, de Santa Águeda, (patrona también del
pueblo), de Don Paco, de la Virgen del Pilar, del
Calvario, de la Fuente, de las Eras, del Molino, de
los Grillos (denominada por muchos de las Culadas
ó de los Balsetes), del Río, 7 el callejón de la
Bruja.
Las dos plazas son: la Mayor, donde están la
Iglesia 7 la Casa de A7untamiento 7 una gran pa-
red donde se juega & la pelota; 7 la otra plaza, algo
mfis peque&a, se denomina de Mosen Pablo, cu7a
bronceada estatua sobre estrecho 7 alto pedestal se
halla en medio de la plaza, habiendo sido costeada
7 dedicada por el pueblo & la buena memoria de
aquel virtuosísimo 7 celoso párroco, á cu7as ex-
pensas, hízose una mu7 útil acequia 7 arreglóse el
agrietado 7 ruinoso ediñcio donde están las escu»-
las, á las que la estatua mira 7 señala con la mano
derecha.
Pasando 7 traspasando por plazas 7 calles, verás
viejos 7 viejas de ochenta, noventa 7 más años^
con facultades intelectuales todavía perfectas, pero
3
34 LAS FIESTAS DE MI LÜOAK

desgastadas sus fuerzas físicas por el trabajo de


muchos años, que pasaron expuestos & los ardien-
tes rajos de an sol abrasador é inaguantable 6 6
las heladas ráfagas de un cierzo, capaz de llevarse
cualquier par de orejas de la cabeza inás sana jr
dura. Asimismo verás hombres de calva tersa como
el marfil 6 como un queso de bola, de coloradas
megillas, de gran tripa ó manchón para dar aire al
cuerpo, de zancas largas, frente surcada por las
arrugas, hijas 6 hijastras del tiempo; y casi todos,,
por supuesto, conservando desde muchachos, los
dos nombres: el de pila, que cayó sobre ellos con
las aguas del bautismo; j el heredado del padre 6
de antecesores de la familia, no siendo raro oir lla-
mar el tio Desperdicios, á uno que pesa doce &
trece arrobas, porque su tatarabuelo era delgado
como baqueta de fusil. También verás pasar hom-
bres forzudos de atezado rostro que el sol quemó y
que curtió el aire, dispuestos á toda hora á comerso
de una sentada medio cordero asado ó cuatro ó
cinco pollos con tomate, y siempre con bríos en
acometer, alientos en el perseverar, destreza para
arrimar un garrotazo, y maña para derribar aun-
que sea una pared maestra; viéndose en todos, re-
vuelto pañuelo de vivos colores sujetando crespos
7 cerdosos cabellos, y llamando la atención sus vi-
gorosos y negros cuellos que tienen base en anchu-
rosas espaldas y musculares hombros, muy & pro-
C0STÜMBDE8 ARAGÜNESAS 36

piSsito para cargarse talegas de cebada ó trigo.


Yerés que su mal sujeta camisa les deja entrever
grandes 7 espesos bosques de pelo en el pecho, 7,
que sus remangados 7 fuertes brazos hacen adivi-
nar lo fáciles que son para de un puñetazo tirar las
muelas á cualquiera boca humana. Si en las pren-
das de su traje paras cuenta, notarás qne llevan apri-
sionada la cintura por multiplicadas vueltas de
ancha faja morada; ajustados en grandes botones,
holgados calzones negros en invierno 7 de pronun-
ciadas ra7as en verano, 7 cubriendo sus roñosas 7
peludas piernas con calcillas blancas en día de
fiesta 7 de lanilla azul 7 con estriberas en los de
hacienda, ó, siempre al aire, que es más cómodo 7
barato. Observarás que su calzado consiste en al-
pargatas de cáñamo llenas de tierra del campo, 6
de paja de la era, 6 de estiércol de la cuadra, 7, si
con muchos de ellos te juntas algún rato, te sor-
prenderá en el instante menos pensado un largo 7
ostentoso erupto 6 regüeldo, que acaso te ponga
morado el rostro, 6 quizá te corte momentánea-
mente'la respiración.
Por allá 7 acullá saldránte al paso, mozas de dis-
tintas edades, sucias unas, limpias otras, 7 tenta-
ción algunas del mismo diablo, con abultados pe-
chos, ajustado corsé, guardapié ó zagalejo corto,
medias de color de plata 7 zapato bajo 7 con gran
fleco de negra cinta; 7, con ellas ó separados, podrás
36 LAS FIESTAS DB MI LUOAB

contemplar despeinados muchachos de seis 6 ocho


años, con la cara sin lavar, el moco colgando j
enseñando por detrás de la tripa un trozo de no
muy blanca camisa, parecido en la forma á un ba-
calao, j , sabiendo ja faltar al aula 6 hacer pimienta
6 novillos, recojer estiércol, buscar nidos de pájaro,
apropiarse la fruta del cercado ageno, echarse al
suelo, tirarse los pelos de coraje j arrimar limpia
pedrada á los perros de ambos sexos; sin que tam-
poco dejes de hallar otros más espigados chicos,
alejados de la escuela por sus palurdos é ignorantes
padres, para dedicarlos á la escarda del cebollino
en los bancales, á la requisa de las espigas en los
rastrojos, al apacentamiento de las ovejas por los
campos, á la recolección de la aceituna en los
olivares, á recoger boñigos en calles j caminos
j á velar por las hortalizas al raso, ocupaciones
que muchos cabezas de familia de mi lugar, de
gran número de 'otros j aun de las tres capitales
de mi querido Aragón, consideran, ¡insensatos! >
más útiles, que aprender á leer, escribir j sacar
cuentas. *
En muchas puertas, hallarás sentada tal cual vie-
ja hilando grandes copos de estopa j quitando con
la lengua el pellejo á casi todas la mozas j viudas
del lugar; narrando otras veces cuentos más 6 me-
nos picarescos 6 curiosas tradiciones de esa historia
popular que, transmitida de padres á hijos, se guar-
COSTTTHBKBS ABAQONESAS 37

da mejor, mucho mejor, que en las crónicas y en


los archivos. Y, no lejos de tan murmuradores ce-
m enterios con faldas, encontrarás gallardas 7 va-
roniles mujeres que se cargan fácilmente grandes
talegas de trigo ó sacos de ropa; que van á lavar al
TÍO á los dos 6 tres días de paridas; que, á causa
de sus cortas sajas, medio enseñan sus no siempre
muy limpias pantorrillas, que, por lo gordas, pu-
dieran servir de cimiento á una catedral; y que lo
mismo siguen al hombre en las duras y pesadas
faenas del campo—sin olvidar las cotidianas de
casa—, que se ponen, especialmente los Domingos
por la tarde, en cualquier puerta, á jugar al bu-
rro, á la treinta y una, al siete y medio, & la bris-
ca y á la pichironga.
Si me preguntas, lector, por las cualidades de
los vecinos del lugar de que te vengo hablando, te
diré que su honradez corre parejas con su mucha
laboriosidad. Tan contento le verás en las melan-
cólicas tardes de otoño regalando precioso grano á
la tierra, que esta le devuelve lozano y abundante,
sino viene una mala tronada; como en la alegre y
bulliciosa época de la vendimia, quitando á las ce-
pas su ovalado fruto y llevándolo al lagar para
convertirlo en deleitoso vino, causa principal de
los fuertes tumbos que muchos cuerpos humanos
dan en las calles, ó de alguna riña en la que salen
& relucir armas blancas que abren pronto y seguro
38 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

camino para llegar á la vida eterna. Y tan conten-


tos, sin temor á dolores de costado, insolaciones,
pulmonías, ni tercianas, y con gran perjuicio de
los tordos, Terésles también en la recolecci<5n de la
oliva, chupándose los dedos de frío, entonando in-
geniosas coplas j subidos á un camajuste, expues-
tos, pero muj expuestos á caerse de él j romperse
la cabeza, un brazo 6 una pierna.
Si, bajo el punto de vista religioso los miras,
ocasiones tendrás de observar que cuando oyen
repicar las campanas de la torre de su Iglesia, les
hacen saltar de alegría sus corazones, mas, cuando
doblan, pronto el pecho inúndaseles de tristeaa.
Cuando á la hora misteriosa de los crepúsculos,
marchan al tajo 6 del tajo vuelven, se paran, la
mayoría de ellos, al oír la señal del Ángelus, quí-
tanse el sombrero 6 pañuelo de la cabeza, y, entre
dientes 6 con perceptible voz, rezan las tres Ave-
Marías. Por lo demás, nunca faltan á Misa los días
de obligación de oiría; confiesan y comulgan de
vez en cuando; asisten muchas tardes á vísperas j
al rosario; apenas profieren blasfemia alguna; se
hacen cuantos favores pueden; se descubren cuan-
do hallan al señor Cura, y, si le hablan, hácenlo en
frases de cariñoso respeto; los labios de los niños
se posan en la mano que solícito les tiende y dicen:
Ave María Pürlsma; y, en las desavenencias conyu-
gales, aquel buen párroco es eficacísimo mediador.
COSTUMBBES ABAGONESAS 39

así como en las públicas algaradas, es iris de paz 7


de concordia.
Y ¿qué diré de los vecinos de Val de Cuervos
cuando llega el Domingo? ¡Oh, el Domingo! En
este día, k las ocho en verano y á las nueve en i n -
vierno, así que las campanas tocan á Misa, vístanse
todos con sus mejores galas, dirígense á la Casa de
Dios, 7, fervorosamente, ojren el santo sacrificio,
quedándose un rato antes 7 después, la ma7oría de
los hombres, sobre todo los mozos, algo separados
del portón, pasando por entre ellos, primero los
muchachos de la escuela, en dos filas, con los bra-
cos cruzados 7 presididos por su maestro 6 maes-
tra; luego, renqueando, los viejos de ambos sexos,
mezclados con graves mujeres casadas 7 doncellas
7 viudas jóvenes, 4 quienes los matracos, destripa-
terrones 6 escacha-tormos, les echan flores ó requie-
bran á media voz ó con voz entera, en estos ó pa-
recidos términos:
Uno (á una sollerica muy blanca, muy desarrollada y
muy amable). Hola, Golasa. Rediéz que blanquiza
7 que guapísma estás ho7. Paice tu cara un platico
é natilla con bizcochos. ¡A7, pajara! Sisquiá te
golviás ahura mesmo una pinocha é panizo, 7 70
un abrió muerto di hambre.
Xa mwhacha. ¡Madre mía, que ocurrencia! Pues
¿pa qué, chico?
El halurro. Ice que pa qué. Pus pa cométeme de
40 LAS FIESTAS DB HI LUQAB

una engullida j méteteme drento é mi tripa. Ga-


pullico sin abrir.
Olro mancebo (aludieado á una joven guapa, per»
muy pequeña de estatura). Chiquio, Zurraco, digo,
Ciríaco. Miá ques lastima que se haiga quedau tan
currufiaña, la chica esa del tio Escacha-zapos. No
lamiente la familia, no. ]Cuidiau que son toos me-
nudos! Esa zuidaána si que pue icír ques de Is
marca é las mandurrias.
Olro mozo. ¿De las mandurrias, eh? ¡Aun dices
mucho. Si dijiás de los pirulos.
Otro, Pero ¿qué tiene que ver quesa moza sea
pequeñurria. Es hembra, j , basta. Que san diez.
Pa mujer cualqué cosa vale. ¿Verde, Celipe?
Un mozo, de nombre Felipe. Y que lo digas, üsta-
quio. Juendo mujer, tan igual es que sea grande
como que sea pequeña.
ün matraco (alio y con las manos en la faja ó ventre-
ra, dirigiéndose á una moza con cara de Pascua y un tan-
tico húmeda de ojos). Haste el cargo la Nicanora,
qué seria que se pasa. Ascucha, angélico con mo-
ño. Que poco te asomastes anoche á tu ventano,
cuando te tiré un zarpau de piedrecicas.
La Nicanora. Chico, no te vi. Bien me pues de-
simular. Estaría cerniendo en la masadería.
Otro (á otra muchacha, delgada como funda de para-
güas). Anicasia. ¿Irás luego á la juente?
Ella. Drentro é media hc^íca.
COSTUMBBBS ABACK>MEaá.S 41

El. Pus allí estaré j o bebiendo agua entrimedío


é los abrios j ñus cebaremos una miaja é conve-
aaciÓQ.
Un mozo (á una graciosa jovenalla de diez y siete
Abriles). Adiós. ¡Rosica sin golér!
Otro (á otra). Redidle, que gordillona te vas pu-
siendo, Geltrudes.
Olro. Ya ja. Si asinas sigue, luego será como su
madre, que tiene un talle como un fascél j paice
su corpancbón una olla con ansas.
Olro mócele (acercándose y locándole la mano á una
mozuela con un hoyuelo en la barba). Güenos días,
Sabastiana. [Me caso en diez, cáspro que tienes el
pellejo é la mano!
La muchacha. Otra, mira. Con el colijo de anti-
j e r j el fregóte de tanto vagillo anoche, me si ha
puesto la piel como una lija j aemás man salido
tres crebazas que mescuecen que rabian.
Otro mozo (incorporándose á una rubia que va con su
madre). ¡Aj, Beltasaral ¿Cuándo serás mía?
Baltasara. Otra. Cuando ha é ser. Cuando el s i -
üor Cura ñus apañe los papeles j ñus ponga ú ñus
apegue pa siempre á los dos juntos, con aquella
banda blanca.
Olro joven ^á una morena muy graciosa). ¡ A j , maña!
Tienes unos ojos que tablan. Con una miraíca tuja
se podía encender una huguera.
Otro (refiriéndose á una chica buena moza y desgarba-
42 LAS FIESTAS DE JO LUGAB

da). ¡Pelleta si es alta esa Calorina! Si paice un


camajuste. No iría j o con túá cojer higos ni fígas.
Una moza (á un balurrico que la pretende). ¿Qué
tienes, que tan triste estás?
El baturro (con cara de Viernes Santo y con vos en-
trecortada). Qui de tener. Que man dicho que topo-
nes á mis ideas.
La moza. No hagas caso, Cerilo, que todo son
envidias j malas queriencias.
Un mozo muy jovial (á una doncella en extremo ÜÍDO-
racha). Que centurica más maja que tienes, perra,
digo, pelrra. Mi alegraría ser su dueño pabrazala.
¡Sisquiá te haiga criau tu madre pa mi solícol
Otro (á su novia). Esta tarde al aboquecer pasaré
con el burro por la puerta é tu corral: has un poder
j sal por agua á la juente, que tengo que contate
un montón de cosas.
T más de una vez suele acontecer que, algún
mozo bromista, adelanta el pie para que tropiece
una muchacha, j ésta, volviéndose malhumorada
le llame bestia, j aquél, con sarcástica sonrisa le
diga: Pa sirvite, gorrina, digo, gurriona; retirándose
después hasta mediodía, unos mozos á entretenerse
jugando á los bolos en la calle de este nombre;
otros á cortejar á garren caido; éstos á echar una
partida de pelota en la pared 6 á lo largo; j aqué-
llos á comenzar una cuba de vino que, por probarlo
demasiado j con pocos algodones en el estómago.
COSTUMBEES AEAdONESAS 43

cojen una buena pítima ó trenzadera j hay que


acompañarlos á casa ó llevarlos en volandas, que
para ellos es más cómodo.
Mirando bajo otro aspecto el lugar á que me re-
fiero, manifestaré que su fundación es muy anti-
gua: haj quien la remonta á los arabescos tiempos
j señala las ruinas de un castillo que se dominan
desde el campanario de la Iglesia, castillo que, se-
gún las gentes de mayor longevidad, diz pertene-
ció á un arrogante y rico morazo, de nombre Ali-
Melón, que fijó allí su asiento, seducido por la fron-
dosidad y fertilidad de aquella hermosa vega tan
notable por sus peras y cardos, como Zaragoza, lo
es por sus verduras; Campiél, por sus melocotones;
Fraga, por sus higos; Lumpiaque, por sus membri-
llos; Mainar, por sus nabos; Monzón, por sus cere-
zas; Riela, por sus ajos; y Monzalbarba, por sus
melones.
Del propio lugar guárdense en descuidado j
empolvado archivo, no pocas y curiosas tradiciones
y se cuentan cosas tan raras y peregrinas, que han
servido para darle un gran renombre y considerar-
le como uno de los más famosos pueblos de la
siempre noble y francota tierra aragonesa, por
cuya razón han pretendido recientemente sus cari-
serios vecinos que se le haga Cabeza de Partido,
alegando, entre otras barbaridades de tomo y lomo,
la de que Val de Cuervos, con su crecida Iglesia y
44 LAS FIESTAS DE MI LUaAB

SUS dos empingorotados j desiguales campanarios,


es un pueblo bastante portátil.
A los hijos de mi lugar—notables por su muj
desarrollado meollo, por su muj claro j rarísimo
talento, j por su no poca brutalidad jtestarrudéz—,
suele conocérseles en aquella comarca, por bs
del Milagro, á causa de que en cierta ocasi(5n una
sencilla mujer, llamada la tía Pantaleona, colocó
un puchero de miel 6 arrope sobre una estampa de
la Virgen del Pilar, y, como el puchero tuviese
una casi imperceptible raja y el arrope empezara á
extenderse por la estampa, al advertirlo la buena
tía Pantaleona, salid precipitadamente á la calle,
gritando á voz en cuello: ¡Milagro, milagrol ¡Que la
Yirgen suda arrope!
Asimismo conócense á dichos vecinos de Val de
Cuervos, por los de la Claraboya, con motivo de lo
que voj á referir. Fué el caso que, habiendo llegado
á noticia de aquellos moradores, que el rejr D. Fer-
nando VII (que santa gloria haja), debía pasar con
su augusta señora por allí, les ocurrid, para reci-
birlos dignamente, la notabilísima idea de esterar
la plaza Major del pueblo j cubrir con sábanas,
colchas j cubiertas de cama, el suelo de las calles
por donde habían de pasar. Una vez hecho esto,
se reunieron en la Casa Concejil para acordar el
mejor modo de recibir á su respetable soberano,
j , después de una detenida discusión, se propuso,
GOSTCUBBES ABAGONBSAS 45

que ocho de los yecinos más forzudos, prevenidos


de sus correspondientes tiros 6 atalajes, reemplaza-
ran á los mulos del coche de Sus Majestades, te-
niendo así el alto ó bajo honor de ponerse á tirar 6
hacer de caballerías hasta llegar á la citada plaza.
Acordado esto en medio de una satisfacción indes-
criptible, púsose en marcha la comitiva, j un poco
antes de entrar el coche real en Yal de Cuervos,
desengancharon las robustas bestias, sustituyéron-
las ellos, y poseyéndose, los muy salvajes, del pa-
pel que representaban, mucho más de lo que con-
venia, empezaron ¿ correr tan desbocados, que casi
vuelcan el coche y descocotan y matan á Sus Ma-
jestades (*). Con semejante galope, no tardaron los
ocho realistas transformados en machos, en llegar á
la plaza, donde esperaban á su Rey, los más dis-
tinguidos hijos de Val d6 Cuervos. Mostróles Fer-
nando YII la complacencia que tenía de ver tan

0) Con este motivo un alegre poeta aragonés, dedicó á


los de Val de Cuervos, este chistoso epigrama:
Tanto quisieron tirar
del coche del rey Fernando
los vecinos de un lugar,
que, segura de volcar
iba la reina temblando.
¡Áltol Fernando exclamó;
mas como iban desbocados
ninguno le obedeció.
Gritóles con rabia: ¡tooool
T se quedaron clavados.
46 LAS FIESTAS DE i n LÜGAK

cubiertas las calles del pueblo j sobre todo tan bien


esterada aquella ancha plaza de la Iglesia, á lo
cual, el mostoso del alcalde, con voz entrecortada j
temblorosa, contesta: Siñor, sentimos con una barbari-
dá é sinlithiento, el que la falla é tiempo ñus haiga privau
del gusto de cubrila con una güeña claraboya, dizna de
vos. Ri(5se Su Majestad de la supina ignorancia del
alcalde, j , volviéndose ¿ su amada esposa, le dijo:
Con realistas tan sumisos y con subditos de esta especie
seriamos los dos muy felices.
Desde entonces se les designa á los vecinos de
tal pueblo, con el nombre de los de la Claraboya, y,
al llegar aquí, añaden las incorrectas y descabala-
das crónicas valdecuervas, que, agradecido Fer-
nando YII al buen recibimiento que le habían dis-
pensado, llamó á los ocbo animales, digo, vecinos
que habían tirado del coche, y les dijo que le pi-
dieran una gracia que les sería concedida. Y ¿qué
les parece á mis lectores que Je pidieron, de acuer-
do con el alcalde, bs agudos de Val de Cuervos?
¿Una bagatela? Pues, no señor, que le pidieron una
cosa que, el Rey con ser Rey, no se les pudo con-
ceder apesar de toda su real omnipotencia, y fué
que hiciese á Val de Cuervos nada menos que Puerto
de mar, siendo así que el mar está de allí, por la
parte más corta, centenares y centenares de kilóme-
tros. Y como á Fernando VII, no le fuera posible
hacer semejante milagro, les contestó dándoles una
COSTUMBBBS ARAGONESAS 47

cantidad respetable, cuja primera mitad fué repar-


tida entre los pobres del lugar, y la otra mitad se
empleó más tarde en hacer la estatua de Mosen
Pablo.
Empero, no es esto solo, no, lo que de los hijos
de tal lugar se cuenta, sino que se conservan tan
maravillosas tradiciones y tan extraordinarios y
estupendos lances, que no puedo menos de darlos á
conocer, para que se forme un exacto juicio de los
satúrales de tan justamente renombrado pueblo.
Pues señor, cierto día salían varios vecinos de
refocilarse con una soberbia torta y el rancio vino
de una bodega, y parándose en la plaza Mayor, se
puso uno á mirar las desiguales torres 6 campa-
narios de la Iglesia, y le ocurrió decir «qu« puato
que aquellas dos torres estaban separadas, podían juntar
la más grande con la mas pequeña, y estando reunidas las
dos, podría subirse á ellas por una sola escalera; añadien-
do, que este hecho formaría una nombrada del pueblo, y
eomtituiria un verdadero portento que indudablemente
vendrían á admirarlo de todas las partes de España, de-
jando los visitantes muy buenos cuartos en el lugar de Val
de Cuervos». Tan rara ocurrencia, parecióles muy
bien á los medio borrachos compañeros: estos di-
vulgáronla, y, á los tres días, reunidos casi todos
los vecinos en la plaza, una hora después de me-
diodía, hora en que, según ellos, estando recien
comidos, tendrían más fuerza, cogieron una larga y
48 LAS FIESTAS DE HI LUGAB

gruesa cuerda de lana, por distintas partes anuda-


da, y rodeando la torre méts pequeña con uno de
los extremos, quitáronse las chaquetas para traba-
jar mejor y con más desahogo, j , todos á una, co-
menzaron á tirar del otro extremo de la cuerda.
Gomo para esta faena, pusiéronse de espaldas al
sitio en que habían dejado sus chaquetas, no vie-
ron que unas mujeres las habían metido 'en un pa-
tio, para que á ningún muchacho 6 muchacha, le
ocurriera quitar nada de los bolsillos. Uno de loa
que más tiraban j daba la señal para hacer más
fuerza, miró hacia atrás, j , como no viese dichas
prendas, exclamó con aguardentosa voz: ¡Hala,
rediézl Otro tirón máá, que ya himos removido la torre,
puesno se ven las chaquetas aonde las himos dejan. T,
tirando, tirando, aquellos macatrullos, se rompió la
cuerda por varias partes, cayeron todos de culo, y,
como la tierra del suelo de la calle estaba todavía
blanda por la no escasa lluvia que había caído la
noche anterior, hiciéronse muchos hoyos, llená-
ronse estos de agua por el nuevo aguacero que cayó,
y, desde entonces, llueva ó no llueva, siempre hay
balsetes en aquella calle que se llama de los Grillo»,
Pero, lector, sí, por mal de tus pecados, vas á pa-
rar alguna vez á Val de Cuervos, no te ocurra pre-
guntar por la calle de La» Culada» 6 de los BaUetet,
porque no saldrías vivo. Tal es la ira que á los ve-
cinos les da, cuando les recuerdan la malograda j
COSTUKBBES ARAGONESAS 49

«nimalesca intentona de juntar las dos torres de su


Iglesia.
No deteniéndome en dar cuenta de lo que ocurrid
con un hijo del tío Encorre-topos, sindico del mis-
mo pueblo, que, habiendo salido un día de caza, j
encontrado por el camino rastrojos de escremento
de un animal cuadrúpedo, llamó desaforadamente
á su padre, preguntándole si aquella porquería era
de buey 6 de liebre; contaró otro hecho que referen
los enemigos de dicho lugar^ j fué que en cierta
ocasión ocurrióle al tio Atilano, alcalde de Yal de
Cuervos, hombre rico y con venas de loco, la ex-
travagante idea de subir al cielo. Al efecto, mandó
comprar todos los cestos que se encontraran en la
provincia y hasta se ensayó él mismo en hacer ces-
tos, y, como el primero no le saliese mal, fué ha-
ciendo hasta un centenar, de donde sin duda vino
el adagio que dice: el que hace un cesto hará ciento, si
le dan mimbres y tiempo. Pues señor, como íbamos
diciendo, reunió el bruto, digo, el bueno del tio
Atilano, una porción de miles de cestos, y, con la
correspondiente ayuda, los fué poniendo uno sobre
otro en las afueras del pueblo, formando una in-
mensa pirámide, por la cual fué subiendo como
<quieQ sube por un árbol hasta colocarse en la punta.
Guando ya estuvo arriba, se figuró que le faltaba
poco para llegar al cielo, y, dando una voz á los
que estaban abajo, les pidió por favor que le alar-
60 LAS FIESTAS DE ! • LÜGAB

garan otro cesto que necesitaba para alcanzar el


logro de sus deseos. Los zanguangos de abajo no se
anduvieron con chiquitas, j viendo que j a no que-
daba un cesto en todo el lugar, quitaron el primero
de la columna para alargárselo & su digno alcalde,
sin conocer, jlos muj burros jmentecatosl, que, aun~
que esta operación pudiera verificarse, nada habrían
adelantado, puesto que la pirámide no podía ser
más larga porque añadieran á una punta lo que 1&
quitaban á la otra. El hecho fué que al quitar el
cesto de abajo, que era la base de la misma pirá-
mide, viniéronse á tierra todos los cestos, incluso
el alcalde que quería subir al cielo, y que dio prue-
ba de ser el mayor de los cestos. Un testigo pre-
sencial me añadió, que cuando aquella desdichada
autoridad descendía, bajaba diciendo:
[Ya se acabó mi consuelo!
¡Ya se acabó mi placer!
¡Llegar al dintel del cielo
y tenerme que volver!
Sin embargo, otro vecino me aseguró con más
fundamento, que el pobre alcalde se hizo la cabeza
una tortilla.
Todavía en los chinchorreros pueblos de aquella
zona se citan hasta ocho casos más, que, hace
bastantes años, ocurrieron en mi lugar de Yal de
Cuervos. Ocuparéme de ellos, por el orden con que
me los narraron. Vamos al primero.
OOSTUUBBES ARIOONESAS 51

Diz que eu la torre 6 campanario mayor de la


Iglesia, nació una mielga, que es una hierba de un
verde oscuro que echa varias flores, y constituye
un bocado muy exquisito para las caballerías: esta
mata, por si no lo saben mis lectores, es más ó me-
nos espesa según la tierra en que se cría, pero la
frescura de su verdor y la hermosura de sus flore-
cillas, forman un conjunto tan alhagüeflo y recrean
la vista en tales términos, que, al reparar un chico
de Yal de Cuervos en la que he dicho que había
nacido en la torre, se le hizo agua la boca y entu-
siasmado exclamó: ¡Ah, San Diez, que mielga más rica!
¡Quien fuá burro pa cómesela!—Pues bien, es el caso
que la mielga á que me refiero, nació casi debajo
de las mismas campanas, y fijándose en ella los
vecinos de mi lugar, quisieron obsequiar con tan
sabroso manjar al mejor caballo de todo el pueblo:
al efecto, ataron á la garganta del animal una soga
con nudo corredizo, y, subiéndose después al tejado
de la torre, comenzaron á tirar con todas sus fuer-
zas, á fin de subir al caballo para que pudiera co-
merse la mielga. Como el pobre animal pesaba mu-
cho y el nudo fatal de la soga íbase corriendo,
cuando llegó á la mielga ya estaba ahorcado; ha-
biendo quien añade que uno de los panolis vecinos
de Val de Cuervos, al ver como el caballo torcía
los ojos y enseñaba los dientes, exclamó con el
mayor regocijo: ¡Hala, chiquios! Tirar firme, que ya
62 LAS FIESTAS DS UI LUOAB

güele el caballo la mielga y ahre la boca de par en par.


El segundo caso fué el que se cuenta del tio Me-
nudillo, que jendo á dar agua & su burro en una
noche de luna, vio reflejarse el astro en el agua, y
como se atravesara una nube y desapareciese la
luna mientras el borrico estaba bebiendo, murid
desconsolado al día siguiente, de pensar que el
burro se había bebido la luna.
El caso tercero consistió en que otro hijo de tan
notabilísimo pueblo, conocido por el tio Malas-ideas,
puso pleito á una cigüeña, porque le había coloca-
do el nido en lo más alto de su tejado j con sus
alas no dejaba salir por la chimenea el humo que,
con frecuencia, se le hacía en la cocina.
El caso cuarto parece que acaecid de esta mane-
ra. Un yecino del citado lugar, de nombre el
tio Barrabás, tuvo la singularísima ocurrencia de
plantar morcillas en su huerta, y como observara
que no crecían, hurgó la tierra á los quince días
con objeto de ver si habían prendido. Gomo era
natural, las morcillas corrompidas debajo del te-
rruño, se habían vuelto gusanos, y, dicen, que el
tio Barrabás exclamó, volviendo á tapar la tierra:
jBtto va bien, que ya ¡e va» formando los morcillicos!
El quinto caso me lo refirieron diciendo que el
tio Pilongo, marido legítimo de la tía Emplastos,
iba un día á sus majuelos montado en un burro,
y, al saltar una liebre de un lado & otro del cami-
OOSTUHBBES ABAGONBSAS 53

mo, se espantó el burro j tiró al ginete por un


pedregal abajo. ¡Aaay, Dios miol, exclamó el tío Pi-
longo, ¡iaay, que me he roto una pierna!—Pasado un
buen rato, subió como pudo al camino, cogió al
burro, j yolviendo á montar á fuerza de mil traba-
jos, regresó & Val de Cuervos, dirigiéndose ¿ casa
del cirujano.—Deo gracias.—A Dios sean dadas.—
¿Está en casa el siñor cerujuano?—No señor, íto Pilongo,
pero se le irá á buscar enseguida. ¿Está usted mah?—Es
que acabo de rómpeme una pierna.—¡Todo sea por Dios!
—^En el acto mandaron á buscar al cirujano, j ,
personado éste, bajaron con gran cuidado al tio
Pilongo del burro, tendiéronle sobre un colchón y
se prepararon trapos, tablillas, cañas secas j otros
utensilios de curar piernas rotas.—Vamos, lio Pilonr
go, dijo el cirujano. Quitese usted el cahoncilh y la
calcilla de la pienuí rota.—Ásperuste, contestó el en-
fermo titubeando: ¿sabustéque ahura no macuerdo bien
ti la pierna rota es la drecha ú la vira?—^Y, el ciruja-
no, por no errar, le entablilló las dos piernas.
Otra Tez, j paso al caso sexto, disputaban el bo-
ticario j el barbero, dos genios astronómicos del
insigne lugar á que me yengo refiriendo, acerca
del curso diurno del sol. ¿En qué consistirá, decía el
barbero, que el sol sale por alli, apuntando al Orien-
te, y se esconde por allá, señalando al Poniente, para
volver á salir por alli?, y volvió á indicar con el dedo
«1 sitio por donde sale el sol.—Pues, concho, ¿en que
54 LAS FIESTAS DE MI LUGAK

ha de consistir?. ¡ Caramba!, contestó el boticario r a s -


cándose el tozuelo: en que cuando llega el sol al Po-
niente se vuelve al Oriente por el mismo camino, solo que
como pasa de noche y estamos durmiendo, no lo vemos.
He aquí el caso séptimo. Una noche comenzaron
á oirse tristísimas lamentaciones de amargura en
una casa de la calle de Canta-ranas de Val de Cuer-
vos, de tal modo que, consternada la vecindad, se
agolpó á informarse de lo que pasaba. Los que con
tanto desconsuelo lloraban, eran un hombre y una
mujer, conocidos en el pueblo por padre é hija.
Preguntando á la muchacha la causa de su dolor,
respondió: ¡Ay, desgraciada de mil ¡Estoy pensando *t
tendré novio y me casaré; si tendré algún hijo y lo criaré;
si lo dejaré un dia debajo del vasar, y si se cae una cal-
zuela le romperá la cabezal—Los convecinos procura-
ron consolar á la joven inútilmente, porque ella,
derramando lágrimas en abundancia j levantando
m&B el grito cada vez, continuaba, sin escuchar á
nadie: / Válgame el divino Señor! ¡Si tendré novio y me
casaré; si tend/ré un hijo y lo criaré; y si me se muere por
el golpe de la cazuela, ¿con qué vestido lo enterrarán! ¡Se
lo comerán los gusanos antes que lo pudra la humedi, ó
lo pudrirá la húmeda antes que lo devoren los gusanos!—
Aturdidas las gentes de semejante atrocidad, deja-
ron que la muchacha lamentárase lo que quisiera,
se dirigieron al tio Salta-montes, que así llamaban
al afligido padre, el cual, tan previsor como la hija.
COSTUMBBES ABASONESAS 55

á moco tendido lloraba anticipadamente todas las


desgracias que pudieran sobrevenirle, para no t e -
ner que lamentarlas después, y decía: Para cuando
se muera mi Ayo.—Y lloraba un cuarto de hora.—
Para mm^o se mueran mis amigos Avarislo y Ulogio.—
Y lloraba otro cuarto de hora.—Para cuando me se
^nfuenf» burra p^rda que imgo en la cuadra.—^Y aquí
estuvo l|o^i^do pxúéíji hora.—De suerte que, cuan-
do despi^lssi» moría algún pariente 6 amigo, se
quedaba ipi hombre tan fresco y tan sereno, por-
que ya héb^a; íloMsdo áloréstamo.
Del casa octavo diré que un verano, varios veci-
nos de Val de Cuervos trataron de hacer un gran
lagar, y, al llevar á cabo la obra, quisieron meter
una gruesa viga por una puerta pequeña, pero en lu-
gar de introducirla de punta, se empeñaron, los muy
majaderos, en meterla atravesada. Buscaron gente
para que les ayudase, empujaron todos, y, por más
hincapié que hacían y por más aceite, sebo y man-
teca que á la viga dieron, para ver si se suavizaba
6 ablandaba, nada, no había fuerzas humanas ca-
paces de vencer lo imposible. Al cabo de dos 6 tres
horas, presentóse el médico en el sitio de la ocu-
rrencia, y como persona ilustrada y conocedora
de las propiedades de los cuerpos, y por tanto de
su impenetrabilidad, les manifestó que se retirasen
todos, se limpiaran el sudor y, que él, solo con
dos hombrea, metería la viga dentro del lagar. Al
66 LAS FIE8TA.S BB l a LUQAR

oír tales palabras, quedóse como pasmado el con-


curso, 7, lleno de admiración indescriptible, pre-
senció la introducción de la viga; pero, después de
unos minutos, comenzó un gran rumor entre la
concurrencia, queriendo unos matar al médico por
brujo; otros, calificáronle de santo milagrero; otros,
que tenían la casa cerca, fueron 6 buscar la eaco-
peta para descerrajarle un tiro; j en fin, otros, j
con estos el alcalde, cogieron piedras j la empren-
dieron contra el pobre seflor, que tuvo que aban-
donar el lugar j refugiarse primero en un pue-
blo cercano j más tarde en Zaragoza, donde, por
algún tiempo, aun no estuvo seguro.
Sin embargo de que lo expuesto basta j sobra
para formar cabal idea del peregrino talento y ma-
nifiesta bestialidad de los antepasados 6 padres de
los actuales residentes en Val de Cuervos; todavía
mi querido é inolvidable abuelo, ¡santo varónl, me
refirió de ellos cuatro hecbos más, que quiero dejar
consignados en este libro.
Acerca del primer hecho, me dijo: Mira, hijo
mío, una vez, dos vecinos de este nuestro lugar, se
dirigían á vender fruta al mercado de Zaragoza, j ,
al pasar por una de las arboledas de las cercanías,
oyeron á un cuclillo que, oculto en la espesttra de
las ramas, cantaba con acento melancólico j amo-
notonado compás: ¡CA, CU!—¡Cu, cu!—¡Cu, cu!—Chi-
quio, dijo el uno, miá como te cueft el cuoo.—Te
00STTJ1ÍBBB8 ABAOONBSAS 57

engañas, contestó el otro, que í qui«n le cuca es á


tu.—^T mientras tanto continuaba el cuco imp&yi-
do, sereno, triste j monótono: ¡Cu, cu!—¡Cu, cul-^
¡Cu, cu/—¡Hedióle! Abura, si que te cuca ¿ tu, re-
plicó el primero.—^Mientes, ¡repuñáll Que & tu es
6 quien le cuca.—^Y, sobre si el cuco cucaba al uno
ú al otro, empuñó cada cual su recia vara 7 empe-
laron & darse leña como si tuvieran alguna afren-
tosa injuria que vengar. Mas, no'paró aquí la cosa,
sino que después de ponerse como nuevos, apenas
entraron en Zaragoza, fuéronse enseguida á casa de
on abogado medio giboso, con objeto de consultar
j seguir el pleito basta que los dos, por los gastos,
qmdáranse sin camisa.—Vamos. ¿Qué ha sido eso?
Dijo el letrado, que llevaba barba j gafas, fumaba
de á cinco céntimos 7 usaba pañolón de hierbas
para escombrarse las narices.—Sifior, respondió el
imo de los de Val de Cuervos, tengo que ícile que
coando pasábamos por una arbole» que baj vi-
niendo á esta zuidá, emprencipio á cantar un cuco:
JO me pensé quel animalico le cucaba á este ques
de^nú lugar, j este mesmo se empeñó en qáe me
cacaba á mí, por lo cual himos tuvido los dos unas
palabras j de gúenas á primeras ñus himos em-
prendido á palos. ¿Qué le paice á usté? ¿Por cual
de los dos cucaba el cuco? T el abogado coatestó:
Pues, no señor: el pájaro no cucaba por uno ni por
oteo, que por quien cucaba era por mí. Y con eita
58 LM nKKFOJs I»! icr ívaAs,

reapuasta quedaron satisfechos los fbrasteroa, pa-


girenle un duro por cabeza al del bufete, j ^
arrc^ntidos de hdierse apaleado se fi»roa al
Gafé de Ambos^Mundos, y se tomaron un o^é coa
gotas de aguardiente enTeneaad» j varias copaa da
rom de Jamaica 6 de donde fuere.
El hecho segundo consistiiS en que una mañana
halMbace el tío Fiemcho podando su yiña, 7, de
cuando an cuando Tolyfa los ojos hacía Val de
GucatOB. ¿Qué esperaria? Pues, esperaba nada me^
nos que un rico guisado que le había ofrecido an
mujer, por ser día de su cumpl&>afios, pwo, el tío
Francho, por más que miraba 7 remiraba, á nadie
veía por al camino. Sin embargo, á la salida del
pueblo divisábase un diioo que llevaba una regular
cacuela en la mano. El diablillo del muchacho de-
bió aficionarse al dor del guisado, porque da tre-
cho en trecho arrimábaselo á las narices, hasta que
por ñn, no pudiendo resistir á la fatal tentación d«
la gazura, sacó una tajada 7 se la comió. ¡Que re-
diózl dijo «1 chico, tan igual me da comer una, oo>
aro dos, 7... sacó otra tajada; 7, considerando el
chiquillo que k mismo daba otaaer dos ({ue tres,
7 tres que cuatro, 7 cuatro que cinco, fué cooiién-
doea todas las tajadas de la cazuela hasta que sólo
quedó una, 7 esta se la comió también haciáidoM
la cuenta muj sencilla, de que lo mismo lehídsáíá
de castigar por llevar una tajada que no llevaado .
tíó"é*rÍLrkÉfiES AlftÁGioifESÁs 69

ninguna. Quedó, pues, la cazuela llena solanleíita


¿e caldo, j el chico empezó & temblar considerati-
do lo que le esperaba, 7 así se deúidió áfíngitÍUÉBL
mentira. El pobre tío Frahcbo, abrumado con tián-
to trabajo, leyantóse por última v«z á mirar al ca-
mino, deseando que llegara la comida prometida,
cuando vid acercarse á s'ü bijo con la cazuela en la
mano. Pero el chico venía llorando y esta era muy
mala señal.—¿Qué te ha sucedido, chko? Preguntó el
podador.—El muchacho nada respondió.—¡Adiot,
mi guisado!, dijo el tio Francho, maliciando lo que
había ocurrido. ¿A que me has dejau sin comerá—Sí
stñor, contestó llorando el chico.—¿Pues, hombre,
como ha sido eso? ¡Mala sela!—^Y repuso llorando él
chico. Muste, al saltar el terrero áil eumpo dtl Uú Pid-
sericas, di un tropezón y me se cayó elguisau en el suelo,
sin poder recog»r más que el caldo.—^Y, acto continuo
le sacudió el padre tan tremenda paliza que tíiñ
lo mata.
El tercer hecho me fué contado en los términos si-
guientes: Este era un tonto, natural y residente en
Val de Cuervos, y este tonto, que se llamaba Candi-
dico, comerciaba en miel y Vivía mortificado en Vé-
rano por la tenacidad con que le perseguían las mos.
¿as. Ño sabiendo como escarmentarlas, cogió un día
un palo, que era gordo como mentira de fraile, y 8e
fué & casa del alcalde de su pueblo, con objeto de
citar & las moscas á juicio dé conciliación. Estlt-
60 LAS FIESTAS DK MI I<uaAB

fidse el alcalde j dijo al pobre tonto que era inútil


lo que pretendía.—^Paes señor, añadid el tonto: 70
he Tenido á reclamar justicia j quiero justicia.—
Pero, hombre; ¡por los clavos de Cristo!, repuso la
autoridad local, ¿qué quieres tú que haga j o con
las moscas?—¡Otra que gaital Pus mételas en la
cárcel. Respondió Candidico el tonto, que lo creía
muy sencillo.—¡Vaya chiquio! Eso es imposible.
A lo más, & lo mfis que yo puó hacer es date licen-
cia ú premiso pa que aonde quiá que veas una
mosca, le des un garrotazo impunimente.—^No bien
el alcalde había acabado de pronunciar la última
palabra, cuando una mosca pósesele en la frente.
El tonto que vi6 la mosca, alz6 de pronto el garro-
te, y, sin encomendarse & Dios ni al diablo, le di¿
tal golpe al alcalde en la cabeza, que lo dejd en el
sitio.
El último hecho fué, que como en el mismo lu-
gar se cosecha y se hace uno de los mejores vinos
de Aragón, los hombres y las mujeres que allí
viven, se crían gordos y sanotes, llegando á contar
nlgunos noventa y hasta cien años. Esto expuesto,
diré que una vez pasaban por Yal de Cuerpos va-
rios estudiantes corriendo la Tuna, y, antes de en-
trar en el pueblo, hallaron un pobre viejo al pie de
un árbol, que estaba llorando como un niño. Ad-
miráronse los estudiantes de ver llorar á aquel an^
ciano, porque, á la verdad, había pasado ya de la
COSTTJKBBXS ASACJOIilESAS 61

«dad de las ligrimas. Tenía la cabeza toda calva,


la cara hecha una camisola de pliegues, 7 la boiea
completamente desierta de muelas 7 dientas; todo
lo cual hacía presumir que aquel viejo contaría lo
menos, lo menos ochenta 7 tantos años. Uno de los
estudiantes, el m&s atrevido, se acercó al viejo, 7,
con su peculiar franqueza, le preguntó: ¿Por qué
llora usted, buen viejo?—^T el viejo, abriendo mis la
boca 7 pataleando como un chiquillo, le contestó:
¡Porque me ha pegau mi padrell—^Echironse i reír
los alumnos de Minerva por semejante contesta-
ción, 7, en tono zumbón, le dijeron: Pero, ¡hombre
de Dios! ¿Es posible que le haya pegado á usted su padreT
—^Entonces vieron salir de detris de un vallado &
otro viejo de Val de Cuervos, mis viejo que el qae
lloraba, porque era su padre, 7 con voz de caña
rota, balbuciente lengua, 7 mostrando en el sem-
blante la cólera de que estaba poseído, les dijo álos
estudiantes: Si, siñores. Li pegau á mi hijo porque, el mu
tunante y mu bribón, ha perdió el respeto á su agüelo.
Réstame hablar de otro talentazo, de otro hijo
del referido pueblo, que vivió por los años de 1853,
conocido por el Padre Bartolo, fraile exclaustrado
7 excesivamente popular, 7, que, aunque de esca-
tMiB ó nulas dotes oratorias, tenía verdadera comezón
por predicar i tontas 7 i locas. Los vecinos de Val
de Cuervos, llénanse todavía la boca de agua, elo-
giando i su hermano de pila el Padre Bartolo, j
62 Jj^ PUESTAS PE KI hVQAS

wntando de él, con no poca gracia, cosas ocurridas


en sus vulgares sermones que, no quiero ignoren
MÜ8 lectores.
Predicando un año en su pueblo el día de San
Roque, j pareciéndole poco todo cuanto le ocurría
para ensalzar á este Santo, dijo al principio del
sermón: «¡Oh, queridos paisanos de mi alma j de
mi corazón! Decirme, decirme. ¿Aonde pondremos
un Santo tan esclarecido y tan ilustre como nues-
tro San Roque? ¿Acaso con los otros Santos? No,
porque hizo más milagros que todos ellos juntos.
¿Lo pondremos entre los Profetas? No, porque es-
tuvo encima de toda la Profetería. ¿Y entre los Pa-
triarcas? Menos, porque vio más cosas que ellos.
¿Lo meteremos entre los Angeles? Quiá, remenos,
porque no llegaron á ser ni una sombra de nues-
tro Santo. ¿Y entre los Angeles y Querubines? No
y no, porque les aventajó en acciones y palabras.
¿Y entre los Serafines? Jamás, porque fué mucho
más serafín y más guapo que ellos. ¿En donde, en
donde, pues, pondremos á tan popular y glorioso
Patrón? Por ventura, ¿entre las Virtudes? No, por-
que el tuvo, hasta morir, un montón de ellas. Lo
pondremos, decirme, con los Tronos, las Domina-
ciones y las Potestades? Ah, no, no lo verán vues-
tros ojos porque supo colocarse á mayorísima altu-
ra que todos ellos. ¿Pues entonces en donde lo pon-
dremos?—^Y, un vecino que tenía suelto el vientre
008XV1CBBE8 AMáiOOmmÁ» €»

j le oorria prisa salir da la Igleei^ «1 cvosideru


<(aa el seimón iba largo, ái^o al predicador ea TOE
alta j c6n la franqueza que todos gastaban con éh
«Padre Bartolo, póngalo usté al Santo aquí en eate
lÍBConcico, que jo me voj í hacer una nesecidá j
4 regar esta mesma mañana de boquera el güerto
de mi suegro el tío Mátalas-callando».
Otro día una familia del inmediato puebleciUo
de Lampaza, que babía recibido un bene&cio por
intercesión de San Juan Bautista, encargó el pa-
negírico de este al mismo Padre Bartolo, el cual
oomensó su cbavacano discurso de esta manera:
cQueridos hermanos míos: la presente es la prime-
ra vez que mi pobie persona, que esta humilde hor-
miguilla humana, yiene & dirigiros su palabra. En
el Viejo j Nuevo Testamento se encuentran tres
cabezas derribadas de los hombros: la de Goliat, la
de Holofernes y la de San Juan Bautista: la pri-
mera fué puesta en una pica; la segunda, fué
puesta dentro de un saco; j la tercera, fué puesta
en un plato: la cabeza de Goliat, significa el or-
gullo; la de Holofernes, es símbolo de la impure-
za; y la de San Juan, es figura de la santidad.
Ahora bien: plato, saco y pica, y pica, saco y pla-
to, estas tres cabezas comprenderán las tres nece-
sarias partes del sermón que os voy á enderezar.»
Finalmente, en el lugar de Val de Ranas, pre-
dicó el Padre Bartolo dos sermones: en el primero.
64 LAS FIBSTAS DB HI LUOAB

en honor á San Pancracio, dijo, entre otras risi-


bles cosas, cque este Santo fué tan precoz y tan afi-
cionado al ajuno, que desde la edad de dos mesas
se abstenía de tetar los viernes de Cuaresma,»; j
en el sermón segundo, que Yers<5 sobre la soledad
de María, estuvo, como de costumbre, tan poco
feliz j tan pesado, que la gente, aprovechando la
obscuridad de la Iglesia, fué desfilando poco k
poco, hasta dejarla completamente vacía. Al aper-
cibirse el Padre Bartolo, se bajó incomodado del
pulpito, j , al entrar en la sacristía, le dijo el sa-
cristán: ¡Ay, Padre! ¡Que lástima que no hubiá
estau usté en el Gólgota aquel día!—^¿Por qué? Le
preguntó el predicador tomando aquello por tma
alabanza.—Otra, respondió el sacristán, porque si
les encaja usté un sermón tan desustanciau j tan
largo, no queda allí ni un judío pa un remedio y
no hubiém crucifican á nuestro devino Redentor.
CUADRO TERCERO

En el que, aparte de otras cosas,


se da cuenta de una importante sesión concejil,
«e pregona un bando muy superferolitico.se explica
la causa por la que San Roque es patrón
de Val de Cuervos, y se describen las fiestas
que liubo la víspera del dia de aquel Insigne
y popular abogado contra la peste.

Poco más de la del alba seria, cuando llegué 6


las eras de mi querido lugar. Allí me apeé de la
lijara y soberbia yegua que me había facilitado mi
«xcondiscípulo y amigo de Despeña-gatos, y vol-
Tidse con ella á este pueblo, el peatón que me ha-
tía acompañado, recibiendo antes una erpresiva
muestra de mi agradecimiento. Con mi maletín en
la mano, avancé á pié hacia Val de Cuervos, sa-
biéndome al paso, en dirección opuesta y camino de
la fuente una mujer, la cual, hallando 6 un sujeto
s
LAS FIESTAS DE MI LUGAB

decentemente vestido que, casi & la par que yo,


llegaba montado en una bicicleta, tomóle por un
vaciador, y le dijo: ¡Ay, güen siñort Me paice que
sa escudiau usté y que ya llega usté tarde.—¿Por
qué? Le preguntó el biciclista. Y la mujer respon-
dió: ¡Otra! Porque ayer mesmamente se jue ya otro
amolador, que ñus añló toos los guchillos y navajas
que tenemos en el lugar.—Sonreímonos los do»
hombres: el de la bicicleta marchóse por otro ca-
mino del pueblo, y yo seguí el más recto, entrando
por la calle de las Eras, en ocasión que tocaban á
la dula y salía de un corral un lucido burro negro
7 en extremo retozón, gritando en largos tonosr
¡Que se va! ¡A-h, ahí ¡Ah, ahí ¡Ah, ah!
Cruzando dos ó tres calles, y después de tirarme
de espaldas al suelo un espantadizo cerdo que r e -
pentinamente apareció gruñendo por una esquina,
llegué á la casa de mi primo, que, como las demá»
del pueblo y á virtud de un enérgico bando del al-
calde, tenía la fQchada,blanca como la paloma y muy
pintarrajeados los balcones, puertas y ventanas
con almagre de un color rabiosísimo. A usanaa de-
pueblo, di dos golpes con una piedra en el portal,
abrióse luego una ventana y asomándose por ella-
lua cabeza, preguntó: ¿Quién llama?—Yo, disi-
mulando la voz, pues tenía empefio en que no me
conociese, le dije: ¿Se ha levantado ya el mayor-
domo de la cofradía de San Roque?—Nadie iSé'
CQgTyifflsg^ Ai^^g^s^s.^ ^s;

W ^ t e ^ , pgro enseguida/ atíTÍflfOJíi ¿^^^ ?ITO¥J?*

Bjuba, qiie, aunque; asíoj á( x p ^ p vi^íir./ ,?^,flti?,4^£|


listó lo que Iq ociurre,—Subí, ^il iilo;ne;it9 copo,??^-
ine, j , TÍoiiendp á B?Í;, J entre, saj^udo? jjjreg'uDtas»
notjdijposíau^ apretados, y cariñosos a^pazo^,—
DíispMés. dirigiéndose á }.i, fanpdlia,, gptfí;. Chicíi,
í<^J)0TÍa, "Í yusotros, pequefiosi 4mo^t JPfí^^'iV*?!'^
pyppntp, que tenemoBi aquí yaá ;tii pninq Qrj^pín..::?-
X df «tlí apoco, salid Ht Lilipria, vei;dederp pjoií^é-
l a d e bumildad y dechado, deca^adasy d^ madrea;
nos dimos un apretón de manos,, saludábanos, á la
vez, y mi primo le djjo: Oye. chica- Date pifisjcaf
encienda lumbre y haz el chocole^te cu^n;tQ antes^,
pa que este se desayune luego. Ah, y q^^) fe traiga
la Ricarda una boteja, á» agua de la fuente.—Unos
minutos mes tarde 8iryi(!>me> mi prima, con su acos-
tumbrada limpieza, una, buena jicara de chpoolfi^
y detrás un yaso de agua azucarada y tan fríe^ como
la nieye. ;
T tú, Dionisio, ¿no me acompañas? Le. p?ag^f7
té,—Quiá. Yo no tomo nuB«a. d¡e eso, sino <?n«!n,4®
estoy malo. Toas las m«ifi«ftas,, ya se s«fbi^,,,^t^ pri-
mer desamen es una copica de, anís,, q9^,¡hfi|3ta, la
hora de almorzar, me dfga pliVueriPO,,,^^ ¡guapa-
mente.—Mira, Liboria. Vinte i los pequ,?(ñ08, y ^a
ana prepararás dispués pa iq^; tardía un almu^rpj(K>
«pitítoso. Tani-mientras, y piieslto que,. Cri^pí^
I/A8 FIESTAS I»B KI I.UOAB

dice que no está cansan, le enseñaré las reformas


quimos hecho en la casa. Despójeme de la ropa que
me incomodaba, quedándome tan fresco como boti-
jo en pozo, y, yendo mi primo delante, recorrimop
las desiguales estancias de arriba y abajo del edi-
ficio, siendo la última el granero, que era grande y
bien oreado. Al entrar en él, díjome mi pariente:
Amos, Crispín, ¿qué te paice deste granerico? Mi&
que parvica é trigo. ¿Es rigular, eh?—^Ya lo creo
que es. Le respondí yo.—Y luego añadió. Ya tene-
mos pa comer pan y matar el hambre esti año.
Haste tamién el cargo dése montoncico é patatas
nuevas. No has visto cosa más rica en tu vida:
aunque no son muy gordas, salen como una man-
teca: no hacen mas que ver el fuego, y ya las tie-
nes cocidas. Con que ¿si serán de güeña calida y
de sastifación? Y, allí tienes colgaus dos pemiles,
cebollas, panizo, longaniza, y tamien ceroUícas y
membrillos, por si es caso tenemos destiemplanza ú
despeño y corrida é tripas.—Pues señor, díjele yo,
veo que estáis provistos de todo.—Si, chico, repuso
Dionisio, y de lo qui hay, naa ñus falta.
Bajamos luego á la sala que hacía de comedor J
allí mi primo me fué presentando sus hijos. Mi6i
me dijo enseñándome un pequeño, que apen«S
«abía andar. Este es Manolico. Mía que criatura
más rica. ¿Quién dirá que sélo tiene decinueve
meses? Haste cargo, haste cargo que piernas tiene.
OOSTUICBIUSS AIUaONBSAS 69

¿Qué carne, eh?—^T lo mejor en él, añadid la Libo-


ría, es su güeña condición. Por la mañana, en
cuanto Dios echa la luz del día, le doj un platico
é sopas, dispues una güeña tetadica, 7 me se queda
dormidíco como un queso, pa cinco ú seis horas,
que me vienen mucho bien para hacer las fainas
de la casa.
Aquí tienes á Joaquín,—dijo mi primo haciendo
acercar 6 un chisp de unos siete años de edad, con
varías arañadas en la cara j un gran zoquete de
pan en la mano.—Ahi, aonde lo ves, ¡ya es güen
pezolaga, jal El será cbiquirrindín, pero lo ques á
manifecero, guitonea y revisalsero, no hay en el
lugar quien le gane. Miá que carucia se puso ayer,
ññendo con el hijo de la tia Pingajos. Se conoce
que los dos se cascaron la borra'á su gusto. Lo ques
éste, es más malo que Geta y que el mismo Fie-
rabrás. Y miá con qué Currusco se esayuna. Too
el día lo tienes en un puro pienso, y, cuanto más
devora ú trajela, más arguellan se ñus queda. Amos
* ver, Liboria, ponle bien esa gorra, que paice que
'la lleva á la guingorria, y limpíale esas narices pa
que le dé un beso á su tío Crispín.—^Ven, dámelo,
que yo después te daré otra cosa. Atiende. ¿Ya
•ras á la escuela? Le pregunté yo. Y mi primo, ha-
Wando por él, dijo: Ah, si. Pus no ha de ir? No
feltaba más. Ya sabe leer en el Julián el Bueno y te
*^Qtesta ciAsi de carretilla y sin entivocase miaja
í'"í¿¿"íai'^^egu¿t¿ás Bé'Bb<i4»á t^ioitit. AHüta
i^TtíiM'éí!Catón itíl Pi^(!-^E^dldü'^R^iMa/^ eM^
¿íéii'óípiá'á'^éferibir létraig' góíídiij. Í l i . TÍ'p^ éíítM
ítóSáíitóey'aM'tiiia''í8iil'a que la éñStóaTl éX'xi&at
iííaíá»!ro;^¿Í fetf ÁCSrcátétttás; Esifiíi^lláTÍ. Záf^
'íiáB.-'Éíí'qúé ttla i[)tói. fitfíi-íííÁfe ioí píéi^á itó Aí/ó|.
¡Chico, chico! ¡Vaya una chanada! ¡Cuidiíiti'' ¿fonkb
íifeta ya4átfií[i*rgátot tosté él e^
íéJdé'0Wsií¿%(i'iíefta8 taahegías y tan dobles (Jde
le tfüjO¡íáé2bíagoía la semana pasada éltíoGailbfii
j^lás éátfeáó él Domingo? Mía, ya laé Héva' e«eoM<-
'dais pbr la punta y áétiíáB cbñ laá tntidiaá alí^MSoi.
¡A8ul)itela8,'lEaáiáiftigbl; No hasVistoen tu vid*,
Cri^pfií,'jín'criaüiiSii más roíópedory ni4ií atsabaSor
quéigajEainúso edtei De gíLeba gana le ari'éaba áhii-
ra Wtómé upa t¿ñina.--^l*efo, hoinbrt, dijo í ú
mj^^ré;'iífb sabes lo qué 'tíon criattiras y queiib
paran dés'dé qué se deVáátaii hástá' que se 8¿¿«é-
^n^--Í.^bs, re8{)bádi>6 mi primó, no 8a«[u:éB ta
áhürii lá cara por él. TSTo seas tan madraza y COÍ3ÍÍI*
Üáándréra, ni te enfurrúsqueB po lo que di¿o. Ha-
8Í«ü sabed tuque merece güénós lapóe y g&antazba
8é;néj'énte malfat&é. iiO qúb j^b Véb es que eéte erib
és tina sima y uil Yerdíféíro icedocire dé oaltiéíó. An-
1^'IB éompraba zajifttbs, y n o le-cíütaban miaja, 7
áMrá' cbti las apar^t^s, aun eBÍtÉ|tle nua bale ] ^
bti¿i^;"Miá pues qué colorabhbha sftcttb db-M
éaiícá. Í*e?b, fsi no pué ser otrb! Nb lítób aátóJ^tti»
COSTUMBEES ABAOONESAS 71

atiborrase de comer lamines j porquerías y ponese


de agua como un zaque. Los vicios de su madre j
de su agüela lo tienen así tan anequilau.
Vay, abura conocerás á la chica. Ven, Ricarda.
Saluda á tu tio.—Y la muchacha, que tenía trece
años, era en extremo agraciada, y con un color tan
sano y hermoso como el de una manzana, me salu-
dó y besó con el mayor cariño.—Su padre añadió:
Repara que ojos más negros y más majos tiene. Pai-
tcen dos moricas de zarza. Miá que alegrica es. Siem-
pre la tienes así, con el riso en la boca. Miá pues el
genial. Ko has visto una criatura de mejor pasta.
Es toda una mujer. Pa su madre es como una estra-
lica é mano. No es miaja é pendonera, y, ayuda
como una mujer á toas las operaciones y gubiemo
de la casa, ques la mejor adote que se le pué dar &
una hija, porque, chico, lo ques abura, hay po ese
mundo alante muchas chicas, ya cuasi mujeres,
que se van á casar y aun no saben hacer un mal
^ e v o , ni remendar una triste media, ni hacer un
miserable corcusido.
£a, Crispín, ya no te falta conocer mas que á
nuestro hijo mayor. Ta lo voy á llamar, que no
^ja^á destar en la cuadra ú en el corral.^Lo llamó,
y se me presentó en mangas de camisa, un chica-
rrón muy fornido, de sano y envidiable color, y
^e diez y siete años de edad.—Saludóme muy afac^
tuoso, me preguntó por mí .mujer y mis hijos, y.
72 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

tras este corto diálogo de cortesía, le hice la natu-


ral pregunta de, si trabajaba mucho.—^Ta iba él á
responder, pero, mi primo, que aquel día tenía co-
mezón por hablar, dijo: Ta lo creo que trebaja.
Más que un hombre de doble edá que él. Y, eso
queste iyierno lo tuvimos á saber que mantudo
j malico. Otra, se pué icir que consentimos ja
que se ñus iba á la utra banda. Cerca 6 tres sema-
nas se tiró en la cama.—Hola, dije yo. ¿Pues qu»
tuTo?—Quiá é tener. Naa. Adiccionó mi primo.
Emprencipió con pocas ganas de comer, á pénesele
el color mu pocho, á echase po aquí j devantase
po allá, á cántale á raticos el pecho, j á dar de
cuando en cuftndo algún chilo mu juerte. El me-
dico se espacenciaba de ver que nenguna melecina
le hacía prebo ni lo componía, j , al &n, de muerto
á morir, le recetó unas píndolas entre verdosas j
blancas que estuque tenían de compostura una mia-
ja é veneno. Pero, hijo mío, en tan güen hora se
las engulló, comenzó á venile el cuerpo á juebo,^
sacó po abajo que misió cuanta ponzoña j maleza
j se le espertó un hambre canina que por poco se
ñus come á toos de casa. Pero, vaj, por ahura,
gracias á Dios, ya está güeno 7 mu pito, y siem-
pre con ánimo de apencar el hombro al trebejo.
En esto mi prima acabó de poner la mesa, cu-
bierta con blanquísimos manteles, j todos almor-
zamos en santa paz j eon muj buen apetito. To-
COSTtnCBBES ABAQONESAS 78

daría no habíamos terminado, cuando comenzaron


6 Teñir yisitas de antiguos j nunca olvidados ami-
gos, 7 de otras personas más 6 menos principales
de la localidad. El primero que llegó fué Mosen
Rufino Perdiguero, ejemplar párroco del pueblo;
siguióle el maestro de la escuela, D. Agapito Yien-
trenseco, sujeto alto y delgado, de cincuenta y tan-
tos años de edad, de bigote entre-cano, ojos lloro-
sos j como ribeteados con seda encarnada; de apo-
cado espíritu, de no comunes conocimientos musi-
cales, por lo que era además organista del lugar;
algo alegrillo de genio, sobre todo cuando se le
ponía de frente un femenino j agraciado ros-
tro: vestía entre Agosto j Enero ó de entre-tiempo;
Hablaba j manoteaba con frecuencia; era pobre de
bienes de fortuna y no tanto de vanidad y reuma-
tismo; un poco miope; semi-cojo del derecho; no
muy rollizo de entendimiento; y mentor, en fin,
que bebíase los vientos á caza de chicos que desas-
nar, de inteligencias que descortezar, de zagalotes
que instruir, de folios y solfas que copiar, do age-
nas cuentas que resolver, y de cartas y memoria-
les que dictar ó «Iscribir.
Entraron después el tio Demetrio Perneras, ei-
ílcalde del pueblo, cofrade perpetuo de la taberna
concejil, fiscal municipal, protector de traspieses
7 padrino de pendencias. Cleto Membrana (alias)
el Mudo, barbero del lugar, cuentista incansable.
74 1.4.8 FIESTAS DE MI LU&AB

constante manoteador, bandurrista afamado, habla-


dor sempiterno, j doctor en embustes j chismes.
Don Pío Calasparra, ser enjuto de carnes; botica-
rio, herbolario, estrafalario, semidromedario j pro-
pietario de un depósito de sanguijuelas, dueño de
muchos frascos j botellas, padre de varios desfar^
gallados chicos^ hombre avaricioso hasta la majror
usura, y casado con Doña Tremedal Tiesuras, (que
también acompañó á su esposo), señora de su casa,
amiga de hacer gestos, santurrona, con cara como
de jeso j con un traje que parecía que la vestían
sus enemigos.
Cuando este matrimonio se despedía, entraron
D. Policarpo Membrete, veterinario, de avinagra-
do rostro, de pelo en pecho, unas veces algo abru-
tado, otras demasiado fino, j en extremo apasio-
nado por cosas teatrales; Don Trifdn Mala-garra,
médico, amigo de saludos, contorsiones j de citas
de Hipócrates j Galeno, tresillista inteligente, po-
lítico de afición y tan inacabable hablador como su
esposa (que llegó con él), Doña Relicario Porgue-
sas, señora mayor, sin hijos, desdentada, flacucha,
de poco atractivo, alhabadora de sí misma, mando-
na de todos y especialmente de su marido, del que
tenía que dormir separada por pertenecer & la rara
clase de seres que duermen á medias, ó lo que es
igual, que duermen, 'pero que no descansan; que
tardan en cojerel sueño y una vez dormidos, dan
ÍC08TÜMBEÍS ABASONESAS 75
vi)lt«¥8Ía8, ifiuéTense sin cesar, sanguijuelean con
empujejlíraqueteo, suben y bajan la ropa, duermea
con l<>s ojos abiertos como las liebres; bracean j có-
c«a!n á diestro j siniestro; derriban la lamparilla de
1» mesa de noche, j , si alguno duerme con ello»,
amanece espeluznado en el suelo ó Heno de carde-
nalea d aturdido de puñetazos.—Y por fin, entró
Boa Jeremías Poco-pelo, abogado sin ejercicio, de
acostilladas patillas, grandes orejas, narices largas,
j codicioso de engordar, pero la sabia pro videncia,
indifeírénte á sus ajes j á sus suspiros sorda, man-
teafale casi én estado de momia; siendo, por lo
d6más, cariñoso en extremo, buen ciudadano, j
digno consorte de Bo&a Flagelación Trampanto-
jos, alias, Boftá Mielsuda, (porque la tenía más
grande quenn cabestro), señora muj obesa, hasta
el punto de tener muy próximas á unírsele las
mantecas, lo cual habíala vuelto indolente y esto
etti la causa principal de que su amado y bon-
dadoso Jeremías se corriera con los cuidados do-
mésticos j con inimitable maestría diera & co-
nocer sus habilidades, ya componiendo las sillas
raiae. ya inventando aparatos y maquinillas úti-
1«8; bien, haciendo bajo la dirección de su es-
pesa, toda ciase d« conservas y compotas; bien,
laborando escobas de esparto y de ramullas secas;
ora, tsonleccionviBdo procedimientos químicos espé-
jale» para líHipiar ila ropa manchada; ora, friendo
76 LAS FIBSTAS DB VX LUSAB

los caracoles de un modo nuevo; j , ora, retocando


el color de las puertas, el de los marcos de los cua-
dros j la tabla j tapadera del retrete; j , entrete-
niéndose, por último, en quitar las pulgas al gato,
en cambiar los papeles del vasar, en esquilar al
perro, en construir, por Natividad, belenes 6 naci-
mientos de imponderable perfeccidn, con puentes
colgantes, mezquitas morunas, cuevas desmesura-
das, fuentes con agua j vallee con pastores de am-
bos sexos. En fin, Don Jeremías era lo que se lla-
ma un estuche, una especie de ungüento blanco,
un hombre sumamente ingenioso: todo lo contra-
rio que su esposa Doña Mielsuda, que se pasaba la
vida tumbada en un viejo sillón de guta-percha,.
ojendo á un tierno vastago, hijo de una hermana
suya, que empezaba & charlar en esa jerigonza i n -
fantil que tanto entusiasma á los padres j tan in-
inteligible es á los extraños, pidiendo man por
pan, llamando papá étodo bicho viviente, y aun
intercalando en sus frases, siempre con inopor-
tunidad, ciertas expresiones que no es posible tras-
ladar al papel.
Después de estas visitas y las de Cirilo, el sastre;
Roque, el confitero; el sacristán llamado Perfecto
del Todo, apesar de ser jorobado y con un brazo
más largo que otro; Marianico, el pelaire, y otros
que habían ido conmigo á la escuela; púsome á
comer con mi primo y la familia, y como aquél
OOSTUKBBBS ABA80NBSA8 77

tuviera que salir del pueblo para dar vuelta por


unos peones que le trabajaban en la veguilla, yo m*
fui primero & dar gracias & San Roque por mi íelis
llegada ái Yal de Cuervos, y por cierto, que en la
entrada de la Iglesia, hallé cuatro 6 cinco pobres,
y, uno de ellos, al parecer forastero, que llevaba
antiparras verdes y tenia asido de una cuerda k ua
perro, me dijo: Güen siñor. ¡Por San Roque ben-
dito! ¿Hazuste el favor de dar una limosnica á este
probecico ciego?—Yo, eché mano al bolsillo, y le
di media peseta en plata.—^En seguida, me añadió
el mendigo: Oiga, güen siñor. ¿No le paice á usté
qupsta moneda es mala?—¿A. ver?, dije yo: no se-
ñor, que aunque etitá algo borrosa y es de las anti-
guas, es buena y muy buena. Pero, oiga. No te-
niendo usted vista, ¿cómo ha visto y dudado tan
pronto de la media peseta?—Y replica el pordiose-
ro: no, si yo no soy ciego, si quien es el ciego, es
«1 perro.—No quise hablar más con aquel tunantón
y vago, entré en el templo, recé lo que deseaba, y
después encaminé mis pasos á la Casa de Ayunta-
niiento, en la que más tarde había de celebrarse
sesión para ultimar el programa de los festejos en
honor del santo patrón del pueblo.
Dicha Casa Municipal tiene un gran balcón,
cuatro ventanas y dos rejas que dan á la anch*
plaza de la Iglesia. Entrando por su viejo portalón
Calíanse: á la derecha el despacho del secretario.
78 I.AS E>IIISTAe OB «I LVQÁM

empleado que es mu; enrredador j más tuno que


una loma; j á la izquierda la taberna del lugar, en
la que constantemente se vende VÍLO, más Ó menos
cristiano, por el encargado, de nombre el tio Ra-
món, pero más conocido por el tio Zampa-migas,
porque, cuando Habla, parece que tiene la boca lle-
na de migajas de pan; y, en ausencia de tal taber-
nero, despacha su hija Pepa, moza graciosísima, de
negros y rasgados ojos, coloradota y frescona, blan-
ca como la misma nieve, y capaz, pero muy capaz
de hacer perder la virtud, aunque fuera al mismí-
simo San Antonio Abad, tan justa y constante-
mente admirado por sus triunfos de las tentaciones
y zalamerías del demonio.
Acompañado de Paulino Lagaita (alias) Lagarto,
alguacil, pregonero, enterrador y persona activa y
d« precipitado genio, entré en la sala de sesiones
del Concejo, llamándome desde luego la atención
en el testero de la sala, un retrato del Rey Don Al-
fonso XIII, á cuyos pies veíase pegado un papel
en el que una mano pérfida y aleve, había escrito
un letrero en esta forma:
Héste es el Siñor Don Halfonso el Trece,
Rrey de Eepafia,
déla Probinzia de Zaragoza
y de este Puevlo liveral.
Delante de tal retrato,—comprado de lance en
una almoneda de la capital del distrito—, se ha-
O O S T Ü M Í B E S ÁBAtíCfííESAS 79

liábala ancha mesa presidencial Con tres grandes


cajones é innumerables manchas de tinta j no po-
cas de aceite, reveladoras de haberse celebrado allí
Algunas Ufaras, observándose además señale» de
sangre j de otras cosas dejadas con la punta del
dedo.—A. cada lado de la mesa había un banco
para los miembros de Apuntamiento, j enfrente un
largo j enorme arcón, que, á la vez que guardaba
manuscritos, dinero, velas de sebo, libros de actas
J Boletines encieles de la provincia; servía para
que, dando un pequeño salto, pudieran sentarse
loa vecinos que asistiesen á presenciar las disca-
tiones, algunas tan acaloradas, que se había he-
cho necesaria la intervención de un cabo y dos ná-
Oleros de la siempre benemérita Guardia civil.
Con muj manifiestas señales de haberse posado
ca ellos infinidad de veces las moscas, veíanse col-
gados de las paredes laterales dos cuadros, desgr^
ciiidamente retocados por profana mano, teniendo
los rostros de los respectivos retratos un color entre
Oiorado y rojo, que cualquiera diría que los retra-
ídos habían muerto de borrachera 6 de un fuerte
*i&ago de hidrofobia. Cada uno tenía su correspon-
diente rótulo, hechos ambos con infame y mal cor-
tada pluma, leyéndose bajo el cuadro de la iz-
quierda:
Beste es el sifior don Paqo Rrodrijez,
que fue Arcalde de todo este Puelvo
80 LAS S'IB3T4JS DB IQ LUQAB

j ombre mu Limosnero j mu Yondad


oso,
que arregló el cimienterío y lo estrenó él mesmo.
Debajo del cuadro de la derecha, que era casi de
ig;aales dimensiones que el anterior, se leia lo si-
guiente:
Héste es el sifior Cura Mosen Pavlo,
el que apañó las Escuelas délos chicos
j izo la zaica bancba de la bega,
pa rregar la guerta.
Por último, ¡nervioso me pongo al dar cuenta
de ello!, frente al testero de la sala, había otro cua-
dro con una figura que representaba á un hombre
mal encarado, con ojos de perro perdiguero, barba
puntiaguda, nariz acotorrada j orejas como aventa-
dores, teniendo en una mano un cigarro puro, j
en la otra una mordaza, un martillo, cuatro clavos,
j dos herraduras, leyéndose en la parte baja del
marco, que estaba pintado de amarillo, lo que,
temblándome la pluma, copio á continuación:
Hete es elsiñor don Casi Miro Carra-Cuca,
Bitirinario que Curó delaBiruela
á muchos ombres, mugueres j abrios.
Hrequiescam im Pazzem.
Finalmente, en el piso segundo y máis alto de la
Gasa Consistorial, se hallaba la cárcel, en cuj o suelo
había esparcidos un jergón, una jarra rota, la urna
de las elecckmes, un apolillado morrión de nacio'
OOSTXTKBBBS AaA.GK>NBaAS Si

«ales, una jaula, un sable sin punta y muellísimas


•telas de araña por los rincones, en uno de los cua-
les, también en el suelo y sin duda en calidad de
preso, yeíase un empolvado San Roque de talla,
•con largos y negruzcos bigotes y achuladas pati-
llas, hechas, como aquéllos, con tinta ó corcho ahu-
mado. Al preguntarle á mi acompañante el algua-
cil, porque habían veriñcado aquella profanación
-con el Santo, me respondió el grandísimo membri-
llo: ¿Sabusté porque? Porque cuando ñus lo tru-
. jieron al lugar, lo recibieron refunfuñando porque
& cuasi toos les paició que era mu jovencico. Yo,
compadeció de que naide quería al probecico Santo,
y por ver si, hiciéndolo mfts hombre, lo empren-
'Cipiaban á trágalo una miaj etica, mentretuve una
^rde en píntale con vino y tinta esos vigotes y pa-
'tillas que lleva, y, como ni aun asinas les gustó,
porque entonces icían que paicía un viegistorio, lo
^ubí y lo encerré aquí en la cárcel, con ayuda de
Un tío mío, que le llaman el tio Estripa-conejos.
Después de tal respuesta, despedíme de seme-
jante camueso, y, de acuerdo con el tabernero del
^anicipio, pasé á ocultarme en un cuartito que
^QÍa un disimulado ventanillo que daba & la Sala
^«sesiones, y desde allí presencié la que se cele-
*ró para acordar el programa de las fiestas del pa-
*'ón del pueblo..
-^ la«aÍBÓn, eran brazos de justicia ó miembroa,
6
82 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

méis 6 menos menudos, del Ayuntamiento consti-


tucional de Val de Cuervos, los individuos ex-
presados á continuación:
El tio Antón Sobaquina, alcalde, apodado el tio
Güeco, porque desde que ejercía autoridad, era
menester muckas veces recomendación ó memorial
para hablarle: por lo demás era bruto, testarrudo
j no feo, recto en sus actos, demasiado claro en su
expresión, amigo de echar temos, y, aunque le
gustaba oir el parecer de todos, siempre hacía el
suyo, así le pusieran delante un toro de plaza.—,
Margarito Letargos, alias, Garra-seca, teniente-al-
calde, cari-ancho, pequeño, regordete y más que
algo aficionado al mosto.—Toribio Peraltilla, alias,
el tio Barrena, síndico, especie de abogado de se-
cano, alto, cuerpi-grueso, tuerto, boqui-angosto,
bastante hablador y activo é inteligente destripa—
dor de terrones.
Figuraban como concejales: Babíl Tobajas, alias.
Mata-ratas, hombre bonachón, buen marido, ejem-
plar padre y afamado coplero y bandurrista.—Se-
vero del Todo, tio del sacristán del pueblo y cuyo
nombre contrastaba con su genio alegre y bullan-
guero, con sus graciosas ocurrencias, y con el ca-
riño que á toda hora chorreaba por su cara y por
au boca.—Balbino Catana, alias, Escula-topos, pe-
laire acreditado, zanqui-largo, cuelli-estrecho, más
trabajador que un burro y por demás habilidoso.—
COSTUMBEES ARAGONESAS 83

Patricio Fiambrera, alias, el Bolinche, á causa de


su pequeña estatura j estremada obesidad, amabilí-
simo tendero, diligente secador de cuentas propias y
agenas y padre de nueve criaturas.—Roque Cerra-
jas, más conocido por el tio Poca-lengua, buen ti-
rador 6 cazador, algo camorrista y un si es 6 no
farfalloso.—Pascual Ranera, alias. Paja-larga, sin
duda por la secatura y altura de su cuerpo, hom-
bre decidor, formalote y gran patriota.—Tiburcio
Pistache, por otro nombre Media-leche, labrador co-
mo los dos anteriores, desgarbado, tozudo, capaz de
fumarse la lanza de un coche, el más bruto de todo
el Ayuntamiento y aun de todo el pueblo, y dis-
puesto siempre lo mismo á comer y beber, que á
tirar de un puñetazo 6 con la cabeza la puerta de un
corral aunque detrás hubiese una branca cruzada.
Por último, funcionaba como secretario. Canuto
Zangarriana, alias. Pesadumbres, ex-barbero muy
pillín, ex-pasante de Colegio, ex-cabo de munici-
pales, ex-escribiente de Audiencia y ex-profesor de
acordeón y de escritura y contabilidad.
Abierta la puerta de la Sala Concejil, comenza-
ron á entrar los señores de Ayuntamiento y otros
varios Tecinos del pueblo, que se fueron sentando
unos en un banco de deshecho; otros, encima dfel
•rcón; otros, en los palos de dos camajustes 6 esca-
las de cojer olivas, que había echados en un lado;
y otros, en fin, se sentaron en... el suelo.
84 LAS FIBSTAS DB I B liVQÁX

El alcalde, di<5 coa la vara de la Justicia un palo


en la mesa con tanta fuerza como si sacudiese una
noguera. Al golpe, se suspendieron todas las con-
versaciones, 7, aquella autoridad, con voz de so-
chantre recien-comido, dijo: Se emprencipia la se-
sión.—Luego, la misma alcasdesca persona, hacien-
do como que tragaba saliva, poniéndose de pie,
escupiendo hacia la izquierda j subiéndose los
calzones con una mano por delante j otra por de-
trás, habló en estos términos:
Sifwres: en nombre de la Justicia que jo, vamos
»al dicir, con esta vara represiento, que se escubra
»too Dios ahura mesmo la cabeza. En la sesión que
»8e va é escomenzar, tenemos que tratar de las
«fiestas que san di hacer esti año á nuestro aboban,
»digo, abogau j patrón San Roque, que ñus ha
»dalumbrar j quen la gloria esté. Amén.
Todoí. Amén, amén.
El alcalde. Sastifación tengo j grande en ver que
«contestáis así. Yo, como si juera el Santo mesmo
»en presona, sus doj las más ezprisivas gracias, J,
»como íbamos digendo, jo soj dopinion que Jft
»que semos nusotros los que estamos al frente del
>lugar, debemos acordar unas fiestas que metan
»raido j güen rebulieio por toos los pueblos de &
»la redól, por toa la comalca j por toa la pcpvin'
»cia, pa que ñus alaben los dilarios j dedemás p>'
Jípeles públicos de Zaragoza j hasta del meama
OOSrUUBXBS ABAOONXSASr 86

»l(bdrí. En el año presente,rifiores,Mdé aunílata


»nesecidá j estamos en la ñrme obligación de eati-
»rar lasfiestasj echar la casa no por la reatatia,
»como sizo otras veces, sino po el barc<5n. T dito
»lo digo 7 lo sustengo por dos raciones, digo, la-
»zone8: la primera, porque esti afio himos tuvido,
«gracias á Dios j ¿ nuestro Santo, una coaecha
>m¿8 que talcualica; j la segunda por habesen re*
»matau las recochinas guerras de Cuba 7 Gelipi-
»aa8, que ñus han redotau 7 dejau sin una perra;
»nuB han hecho redamar & zaicas 7 á rios la sangre
»de nuestros hijos 7 hermanos 7 primos 7 sobrinos;
>7 han llenau de luto 7 malancolía 7 amalguras 7
»trebajos, á montones de familias españolas 7 áa
»nuestra esgraciada 7 probé nación. Ea. vertú desto
^cacabo de icír, S07 dopinion que lo mesmo 70 que
>vu8otros, debemos animanus de firme 7 presien-
>tar güen recau de dívirsiones 7 atraitívos, pa que
»de los pueblos desta redolada, vengan á velas mu>
»cha gente 7 muchos abrios, que consumirán mu-
»cha carne, muchísmo pan 7 hasta mucha cebada,
^ftlfalce 7 paja, 7 por de consiguiente ñus dejarán
*en el lugar mu güeñas pesetas 7 no pocas perras
*8ordas 7 menudas. ¿Qué sus paice de mi preposi-
»cion? ¿Opináis vusotros lo mesmo? Amos, dicílo
coa franqueza.
M lio MatcM^at. Yo, opino por igual.
^' (to Garra-seca. Yo, ídem pelidem.
86 LAS FIESTAS DE MI LUGAE

El tio Poca-lengua. Yoooo... yoooo... tataaamien


meme... meadero.
El lio Escula-lopos. Y yo y todos. ¡Que rediéz!
El alcalck. Güeno pues. Asi me gusta, que h a i -
ga juntura é paiceres y que vayamos toos á una,
como una sola presona. Que coste asi en el afta,
secletario. Hala. Mano á la pluma y ponió lo pri-
mero.
El tio Barrena. Una cosa se mocurre.
El alcalde. Guala. Amos, dila luego, antes que te
se vaya del celebro.
El tio Barrena. Que si pa ordenar las fiestas y ha-
celas saber á toos, nesecitaremos la aprebacion del
arquiteuto que está en la cabeza del partido.
El alcalde. Hombre, yo estoy en el entender que
no. A mi me paice quel arquiteito solo < se implea
cuando hay que devantar algo de punta, como una
casa, un pajar, ó una cosa paicida. Ah. Y entre
parálisis, digo, entre pariéatesis. Pa que no ñus
falte el orden, otra vez que quiás hablar, ya harás
el favor de pidir po alante la palabra, porque ese
respeto y formalidá se merecen tan igual mi pre-
sona questa vara tiesa que tengo con la mano en-
trimedio é las piernas. Conque, amos á ver, que
ñus lea á toos el secletario la menuta de las fiestas
quicimos anoche en mi casa yo, como alcalde; el
tio Garra-seca, como tiniente-alcalde; y el cunee-
jal tio Lengua-larga, que, sin haber estudiau, sabe
COSTUMBaES ABAGONESAS 87

más cun abogan de la Audenoia. Si lo aprebais, lo


•vociará disiguido el pregonero. Hala. Lee espacíco
y sin aturrúllate miaja, pa que toos te entenda-
mos bien.
Elsecrelario flcijendo). Programa de los fencejos,
digo no, de los festejos...
El alcalde. Fiestas, debe icír, no te entivoques ni
pongas añadienzas.
El lio Bolinche. Pido la palabra.
El alcalde. La tienuste. (En voz baja). Ya esco-
menzamos á hacer la gaitica con intirruciones.
El lio Bolinche. Solo pa icír quen lugar de feste-
jos, debía icir, fiestividaes.
El alcalde. No siñor, no. Fiestas, que así es más
claro y lo entenderá muchísmo mejor too el mun-
do. A la fin, lo mesmo siznifica una palabra cótra,
porque, tan igual es jota que fandango, j lo mesmi-
co es leche que caldo é tetas. Asin, pues, Bolinche,
no seas cerollo y deja que se vaya liendo el plogra-
^ a . Amos, secletario, tira palante.
El secretario (leyendo). Punto primero. Al medudía
<5 doce de la mañana de la vispra del día de San
í^oque, habrá una hora de bandeo general de cam-
panas, andará la gaita por too el lugar, y tañerá
«n la plaza é la Iglesia el golpe de música que,
junta con la nuestra, vendrá de Val de Ranas. Por
la noche habrá toro de ronda, hoguera y baila
Piíblico.
88 LIS vmsTxa x>a la iiuaAS
JE7 alcalde. ¿Se apreba?
Todo». Apiebau.
El alcalde (al lecretario). Anda. Hasle cruz. Que-
coste en el azta j métete en el otro punto.
El tioPoco-lengua. Pipipii...do la papaaa...labra^
El alcalde. Tu la tienes, digo, usté la tiene.
El lio Poco-lengua. Quequequeee... seeepremiii—
ia... tatataamien... tititiii...rar tiros.
El alcalde. Güeno. Añaderás eso, Fesadumbres.^
Que dende los barcones j ventanas j en las ajue-
ras del lugar, se podrán tirar salvas, pero con el
conque de que se cudie de no causar daño ni ex-
prejuicio á naide. Ya sabís quel a&o autipasau se
leflcapó un taco al chico de la tia Capistra j dejó
tuerto al tio Calores; que el criau de Cerilo el Cha-
to, le socarró una oreja á la tia Lechuguina; j que!
sobrino del tio Perneras, fascál, digo, fiscal mune-
cipal, le metió unos perdigones loberos por detrás
de la tripa á la criada del siñor Cura.
El tio Barrena. Bien alvertío está eso, siñor ar^
calde.
El alcalde. Es que á mi, aunque me esté mal el
dicílo, no me se escapa ni me se pasa nunca naa.
Un mozo. Y ¿á qui hora será el jubillo ú toro é
ronda?
El alcalde (dando en la mesa tan fuerte golpe con la
vara, que cad rompe en dos pedazos la Justicia). Cuan-
do á mí me dé la gana. ¡Emprudente! Aquí no tiC'
OOS'SVWSBBS AUíBOJfSSAS 89

nes tu TOZ ni bota, digo, voto, j mucho menos no


pidiendo la palabra ni siendo endevido del Ajun-
tamiento. Secletario. Pon como añadíenza al pun-
to, que el jubillo será una hora dimpues del escu-
recer. ¿Se apreba ese apegamiento?
Todos. Aprebau.
El lio Media-leche. Pido la palabra.
El lio Barrena. Yo tamien.
El lio Escula-lopos. Y yo.
El alcalde (levantándose enfadado y volcando con el
codo el tintero, cuyo liquido mancha ó cubre de riguroso
luto el acia y da motivo al secretario para echar en voz
baja u» terno, que la pluma se reiste á trazar). ¡Silen-
cio j orden! ¡Pelleta! Que primero pida uno la pa-
labra, 7, en que este remate de hablar, que la re~
clame otro, j dispues otro j asín coleitivamente.
Sus pido que no menfadís ni me dis lugar i que
sus balde dun multazo y sus parta pol eje.—Amos
^ ver, tu, Media-leche. Habla y gomita lo que
Haiens.
El lio Media-leche. Pus, naa mas pa icír que con-
vendría nombrar agora mesmamente el mozo que
«»iga ó digerir, digo, dirigir con albelidá y juerza
*l toro que se ronde.
El tio Barrena. Y yo y este imos pidido la voz,
P& hacéle al siñor arcalde la mesma alvertencia. ^
El alcalde. Está bien. La almito, y, en preba
dello, nombro pal caso ú ímpleo quicís, á Cerílo,
90 LAS FIESTAS DE MI LüGAB

el hijo del tío Greñas, que, en tocante á puños y á


niervos j juerza, se las pué apostar con cualsiquier
bestia ú animal. ¿Está aquí, por causalidá?
El mozo Cirilo. Presente, si siñor.
El alcalde. Güeno, pus ya las oído y date por
nombrau.
El mozo Cirilo. Yo percuraré y de mi cuenta co-
rre que no haiga nenguna esgracia. Con el marri-
llo que tengo y sacando juerzas con toa mi alma,
haré que vaya el toro como yo quiera, mársime
más cuanto que la cuerda la pondré larga ú corta,
seguntes lo desija la calle. Esté seguro el siñor ar-
calde y dedemSs del Ayuntamiento, que, antes me
espiazará á mí el animal ú me hará estillas el cuel-
po, que por nengun caso le consienta hacer el me-
nor mal á nenguno. Yo haré que me obedezga tan
igual que si fuá un cordero.
El alcalde (al secretario). Amos á ver, secletario.
Alante con los faroks, y tírate al segundo punto.
El secretario (leijendo). Punto segundo. El día de San
Roque, al espuntar la mañana, se cantarán albadas
á las mozas, se tocará diana, habrá más tarde misa
solezne que la dirán tres curas á la vez y uno etrás
dotro, con sermán por el Gura de La Palomilla, y
música de aire. Desiguido saldrá la prucisidn, fa-
cetándose al viecindario pa que mistristanto tire
toas las salvas que sean de su gasto. En cuanto la
mesniíL prucisidn haiga reculau á la Ilesia, tendri
COSTUMBRES ABAGONESAS 91

. lugar el dance en meta é la plaza, con asistencia


del alcalde v del Santo, de los curas j concejales j
de too el publico que quiera.
El alcalde. Basta. ¿Se apreba el punto? El que
no esté confolme, que devante el dedo... ¿Naide lo
pone de punta?... Pus aprebau, j venga ulro.
El secretario. Punto tercero. Po la larde á las dos
y media habrá víspras; dispues, tamien bajo la
prisidiencia del Santo, habrá corrida é dos toros,
si el tiempo lo premite, percuraudo los capiadores
y toriadores tratar á los animales con las formas
debidas.
El lio Paja-larga. Pido la palabra pa una prepo-
sición supirficial.
Et alcalde. Continental, querrás dicir.
El lio Paja-larga. No siñor, no. Supirficial ú da
esencia.
El alcalde. Miá, chiquio. Aquí no ñus vengas
«hura con esencias ni charapotes. Si quiés deso,
ftnda á casa del botecario.
El lio Paja-larga. Güeno, pues. Llámese como
quiera. Mi ojeto es dicir que tuviendo en cuenta
que ha venido á estas fiestas, dimpues de vente ú
t r ^ t a años, nuestro querido paisano Crespín Bo-
tana; j , tuviendo tamien presente quel pueblo le
debe sirvicios y favores á manta y que h^ntregau*
* la cofadría é San Roque, pa estribuilos entre los
Probea del lugar, duscientas cincuenta pesetas...
92 LAS FIBSTAS DB MI LUOAB

El alcalde (interrumpiéndole). ¿Duscientas cincuen-


ta pesetas? Tú, secletario. ¿Cuántos ríales son?
El secretario. Me paice que suben & unos mil
ríales.
El tio Paja-larga. Si siñor. Mil ríales son. Pus
bien, JO BOJ dopinidn que en ausequio al mesmo
Botana, haiga otro toro más, que, pué ser el que
tiene el tio Saca-buches, ques tuerto, lleva un
cuerno roto j es talcualico de faro.
El alcalde. Manífico j estoj confolme. ¿Sus pai-
ce á toos bien?
Todoí. Sí, sí.
El alcalde. Güeno, pues. Aprebau. Secletario, en
lugar de los dos toros, echa utro más, j pon tres.
T ahura remata é leer el punto tercero.
El secretario. Al anochecer Habrá huguera j bai-
le general j á iscreción, en la plaza é Mosen Pablo
j en cualquier otro sitio que quián los particulares.
El alcalde. ¿Se apreba esti otro puntico?
Todos. Sí, sí. Aprebau, aprebau por ulaminidá.
El alcalde. Ea, pues. Ya que llevamos tres algu-
mentos aprebaus, escansemos agora una miaja, j ,
si sus paice, podemos echar un taquico j una gó-
tica, pa mojar la boca j escutír lo que falta.
El tio Garra-seca (que se había dormido ya, se des-
pierta, y, crmen,do que pregunta algo el alcalde, dice):
Aprebau.
El alcalde. Pus siñor, bien. A güeña hura respon-
003TÜKBBSS ABAGONBSAS 93

des, hombre. Siempre has de ser tu cerollo y al-


mendruco, 7 has di hablar á sopas hechas. (Al al-
guml), Ascucha, Langarto. Traite la cestica é las
rosquillas j la botella el anís. Ah. Traite tamien
la boteja del agua, por si es caso quié beber alguno.
El tio Mediorleche. Pol mi paite, estará de demás,
polque JO dejo el agua pa los abrios j las mujeres.
El alguacil (dejando en la mesa presidencial, lo que le
pidió el alcalde). Aquí tiene too su mercé.
El alcalde (á los individuos del Municipio). Amos,
pues. Acercarus toos á la mesa, j caá uno que coma
J beba lo que le cumpla, con ausuluta liberta.—
Vusotros los del publico, hacer el favor de desacu-
par por un poquico rato la sala j salirus ajuera,
que luego se apiavsará ú añudará otra vez la sesidn.
Un vecino (en voz baja y retirándose con los demás).
Ridiós, que pronto sancansau j han hecho ganas
de trajelár. Agora á comer y á beber á costa del
pueblo, y dimpués... dimpues que no hay cuartos,
7 6 echar redamas al viecindario.
Otro vecino. Hombre, me paice que naa subiá
perdió porque ñus hubián convidan á una misera-
We copeja. ¡Sisquiá las rosquillas ú lo que juere se
les conviertan en zufre, y el agualdiente se les
Suelva pitróleo y les encienda la entraña.
Otro vecino. Amos, chiquio, no desees mal á nai-
^0, que te pué castigar Dios, dándote á tu lo que
<Ittiés pa otri.
94 LAS FIESTAS DE MI LtS9AE

Transcurrida una media hora, liran las colillas de


los cigarros, el alguacil abre la puerta de la sala, entra
de nuevo parte del público, y se sientan todos).
El alcalde flimpiándose los labios con la manga de la
chaqueta, escupiendo por el colmillo izquierdo, poniéndose
entrepiernas la vara de la Justicia, y agitando una cam-
panilla que suena como un esquilo). Se prusigue la se-
sión, y que lea el secletario el punto que toque.
El secretario (leyendo). Punto cuarto y dia tercero de
lasfiestas.Por la mañana á las nueve habrá Misa
de los mozos en la Ilesia, y á las once se ripitirá el
dance en la era del tío Tripa-dura. Por la tarde á
las tres, habrá corrida de novillos y vaquillas, y
en cuanto se toquen las oraciones, habrá primera
quema de fuegos artificiales en las eras de detrás
de la Ilesia, socarrándose borraehuelos, carritillas
y güetes, saliendo al remate San Roque con el pe-
rro, hiciendo guau, guau, y echando po atrás un
eelemín de chispas y purnas de colores.
El tio Barrena (aplaudiendo como todos). ¡Bien, mu
bienl
El lio Bolinche. ¡Sobelbio! ¡Bravo! ¡Mu bonico!
Una voz (salida del público). ¡Que baile!
El alcalde (levantándose rabioso). ¿Eeeh? ¿Quién
ha sido ese prepasau y ese indeciente y alcagüete?
Que venga aquí si satreve y que se prebe á haceme
bailar, que pué que por disprecio lo llene de escu-
pinatas y dimpues lo esnuque ú lo espiace con mis
COSTUMBBES AKAGONESAS 9B

manos. Oje, Lagarto. Como otra vez oigas otra


recochina voz como esa, échate encima del que sea,
átalo codo con codo y enciérralo en la cárcel, que
JO dimpues, aemáe del multazo que le encajaré,
daré parte al Juez de primera estancia, pa que le
forme causa creminal por desataque á la autoridá
j le empuje una pesa que le quite las ganas de
bailar. Ojo, pues, sus digo á toos. Ya sabís que yo
tengo malas pulgas y que tanimienlras empuñe
esta vara, no almito pencas de naide,—¿Conque, se
apreba lo de los auvillos y güetes? ¿Estáis toos
confolmes y á una?
El lio Esculo-topos. Si siñor y con toa nuestra al-
ma. ¡Redíale! Pus ¡poquico que ñus alegran á toos
los del pueblo las colebrinas y los codetes que se
asuben hanza arriba y rematan echando bombicas
de que misió cuantos colorines!
El alcalde. Güeno. Pus se le dirá al pirotómico
que cargue en eso la mano. Por un duro más, no
seremos ni más probes ni más ricos. La cosa es que
too el mundo se quede acontentan y sastifecho.
Todos (aplaudiendo). ¡Mu bien! ¡Viva nuestro al-
caldel... ¡Vivaaa!
El alcalde. Hombre. Sus agradezgo muchísmo
Suestros palmeos y guestros vivas. Malegro de ve-
'M daber intrepetau con acielto guestras intincio-
aes y deseos.—Siga liéndose el ploglama.
El secretario. Punió quinto y día cuarta. Por la ma-
96 LAS 7IESTAS DK KI L09AB

flana á las diez habrá corrida de entalegaus; por la


tarde ft las tres última corrida é nuvillos y vaqui-
llas; y por la noche á las siete comedia de treatro
en el pajar del tio Encorre-yiudas, que es aonde ha
estau la paja pal consumo del Ayuntamiento.
El alcalde. ¿Se apreba este punto en seco y sin
añadienza nenguna?
Todos. Aprebau.
El alcaide. Alante, pues, secletario. Ponte en el
sesto.
El secretario (leyendo). Punto sesto y perultimo y día
quinto. Por la mañana á las diez se celebrarán de-
sámenes en la escuela con asistencia del Santo y
bajo su presidiencia: á las tres de la tarde corrida
en burros, unos en pelo, y otros con la albarda
suelta; y por la noche á las ocho, Rosario general
con su correspondiente gorpe de música.
El alcalde. Esto tampoco tendrís nengún aquel en
aprebalo. ¿Verdá?
Todos. Tampoco.
El alcalde. Corriente, Anda, Pesadumbres. Re-
mata ya la letura.
El secretario. Punto sétimo yfinal.—^Porla mañana
& las diez, corrida de pollos; por la tarde, baile
publico; y por la noche más fuegos y quema de
un sosprendente castillo.
El alcalde. Aprebau tamién. ¿No es eso?
Todos. Si, si.
OOSTUICBBBS ABA(K>NBSAS 97

El alcalde. Y si es caso conviene varear en algo


•el ploglama, yo quedo facurtau pa varéalo. Y, no
hubiendo más de que tratar, se devanta la sesión.
Un vecino (á los restantes del público). Ea, pues. Si
sa rematan ya, ameraos nusotros pa juera, que ya
estamos aquí por dedemás.
El alcalde (qtiedándose solamente con sus compañe-
Tos de Municipio y el secretario y el alguacil). Ascu-
cha. Pesadumbres. Ya pondrás bien en claro lo
que has lido y se lo darás dimpués & Lagarto,
pa que lo pregone po el lugar. Ab. Toma. Mañana
po la mañana, que vocee este bando qui traído en
el seno.—^Nusotros, agora, amónos á remojar el
verbo á mi bodega con un vino como un balsamo,
que tengo encerrau en una cuba dende bace dos
añicos y la meta di otro.—Ab, seoletario, que me
solvidaba. Diles á Pulseras, al Chato y á Pistoli-
cas, que ya han Uegau los vistidos de los dan-
zantes. Dimpués llégate á échate un piscolavia en
la bodega, porque, con tanta letura, te sabrá rese-
quido la garganta.—(Pasada una hora, á varios de
estos concejales hubo que acompañarlos á su casa,
porque el revolvedor zumo de la vid, les puso la
"Cabeza más pesada que una bomba de artillería).—
^or la tarde, en la grata compañía de mis parien-
'*w y antiguos amigos, fui al monte y á la vegui-
lle. para ver las heredades de mi primo. Este, pro-
^ en los cerros sus habilidades cinegéticas-, y >a
1
98 LAS FÍHSTAS DE MI LUGAB

mujer, demostró en el huerto que poseía muy bue-


nos j variados conocimientos culinarios.
La mañana siguiente la dediqué á varias visitas,,
siendo la primera la del maestro Don Agapito
Yientre-seco, quien, apesar de hallarse en periodo
de vacaciones, tenia escuela por las mañanas, hasta
que los niños despacháranse de sus exámenes. La
parte más interior del edificio «s irregular y destar-
talada como lo son la mayor parte de los que en
Aragón se destinan á la primera enseñanza, en cu-
yos locales suele haber abundantes grietas, donde
por fuera crecen el musgo, la parietaria, la yedra y
otras plantas que constituyen, como si dijéramos, la
' flora obligada de la soledad y de los escombros.—En
al testero del espacioso salón que servía de escuela,
había un retrato del Rey, y, sobre la mesa del maes-
tro, veíase un descomunal tintero de vajilla y diver-
sos y manoseados libros, titulados: El Mentor de la ni-
ñez. Las Fábulas de Samaniego y Julián el Bueno, siendo
el más nuevo, pero también el más lleno de polvo, el
que en el tejuelo decía: Alfalfa e^ritual para los ho~
rregos de Crislo.—Detrás de la mesa y con destino al
maestro había un sillón que estuvo hecho de cuero,
pero á la sazón ya no tenía más que diversos peda-
zos de forro. A lo largo de la estancia hallábanse
bancos y mesas de escribir: en las paredes se veían
carteles ó muestras de letras, alfabetos, cuadros de
Historia sagrada, tablas de Aritmética, bastantes-
OOSTUUBBBS XSLÁBOÜ^SÁ» 99

manchas de tinta y muy mal hechos muñecos de


todos tamaños, entre los que había una cabeza con
orejas de burro, leyéndose debajo: Ete a Venilo;
otro, que estaba junto á un mapa de África, figu-
raba un viejo con gorro, levitón y anteojos, que
tenía 6 los pies este rótulo: Yo soy el Maelro dm Ga-
piU), el que loca el Órgano y el Pilo; y, próximo al con-
tador había pintado un imperfecto hombre, en ade-
mán de pegarle con un palo al asno que montaba,
con un letrero que decía: Are Vuro.
Un corto rato pasé conversando placenteramente
eon dicho profesor, y cuando llegó la hora de entrar
BUS jóvenes discípulos en la escuela, salíme 6 ver
loB inmediatos locales y un pequeño pero bien cui-
dado jardinillo. Los chicos panetraron en el salón
formados en dos hileras, hablando unos entre sí, y
dando otros á la vez los buenos días 6 su maestro.
Don Ágapilo (dirigiéndose á los muchachos). Silencio
en las filas, y cada cual que ocupe luego su asien-
to, porque voy á pasar lista.—^Vamos á ver. Aten-
ción todos.—Roque Cabezana.
El chico. Presente.
D. Agapilo. Aquilino Truchuela.
El chico. Sirvidor de usté.
D. Ágapilo. ¿Cuándo es la boda de tu hermana?
El chico. Se ha estorban, pero todas las noches
habla mi hermana con su cortejo, unas veces po al
Ventano del corral, y otras se e»han en el suelo y
100 LAS FIBSTAS DB Kt LTTOAK

festejan po la gatera é la puerta. Mi madre dice


quel sifior Gura cojera por su cuenta á mi padre,
ques el quicen que tiene la culpa, j se apañará todo.
D. Agapüo. Me alegraré mucho. Siéntate.—Otro.
Casimiro Rodajas.
El chico. Aquí está.
D. AgapiU). Dromedario, digo, Trinitario Capa-
rota y Pan-seco.
El chico. Servidor de su mercé.
D. Ágapiío. ¿Ha parido ja tu madre?
El chico. Si siñor, ajer al medudía tuvo el desa-
cupo, 7 estando 70 en casa de mi agüela, trujo mi
tia Merenciana al chico pa que lo conociéramos, 7
echaba unos lloros 7 gritazos como el ternerico que
tiene el tio Anicleto .el pelaire.
D. Ágapito. Bien, bien. Sea enhorabuena.
El ehko. Y tamien tiene mi hermanico orejas,
ojos 7 narices lo mesmo que nusotros.
D. Agapüo. Hombre, es claro: siná no tendría
ser de persona.—Ponciano Garraspas.
El chico. Sirridor de usté.
D. Ayapilo. Timoteo Morcilla, digo, Marcilla.
El muchacho. Servidor dusté. v
D. Agapito. Y tu padre ¿cómo signe?
El mwfiaeho. S($lo una miaja talcualíco. Bnde ca-
noehe lecharon el golpe de sandrijuelas debajo del
melíoo, está más animau, habla más, come sémida
7 gaiéantos fritos 7 se le ve 7a más pitorrieo.
OOSa^CHBBB» ABA.GONSSAS 101

D. Agapito. Me alegro.—^Policarpo Fiambrera y


Chuchumeco.
' El ekko. Sirvidor dusté.
D. Ágapiio. ¿Ha venido ja tu abuela?
El chico. Si siñor, ya vino antiantayer, pero ano-
che al poquico rato que rematemos de cenar, tuvo
un cólico raquítico i|^itíco.
Z>. Agapito. Nefritico, querrás decir.
El chico. Si sifior, eso, y fué por haber comido
mucho besugo con cpibeza y coda. Lo menos dps
horas estuvo subiendo y bajando al corral, hasta
que se desacupó del todo y se quedó más asosegadaí
Todos ñus traguemos que se moria.
D. Agapito. Mas vale asi.—^Nazaiio Piobúi»!*
Naxam. Servidor dusté.
D. Agapito. ¿Aun tenéis los conejos?
Nazario. No sifior, que mi padre los vendió ayer
todos á una mano k los mozos del lugar, pero ha
dicho mi madre que esta noche le trairá á usté uno
mu grande y mu gordo, que ha criau diseparau
de los otros, con el prepósito de que usté se Ip
coma.
D. Agapito (queriendo inlemmpir al muehacho),
Ejem. Ejem... (Alcahuete: soplón: estos mocosos
no saben callar nada: todo cuanto oyen, todo lo ca-
carean y escudillan). Ea. Ya veo que no falta nadie.
Ahora, vamos & empezar la lección. (Coje una caña,
apunta en una de Uu muestrai de la pared, y varios ehi-
102 LAS FIESTAS DB VI LUGKAB

quilines repiten, con otros, en coro): Ma-ña-na-ba-ja-rá-


la-cha-fa-Ua-da-la-pa-ca-ta-ga-rra-sa-ya-za.
Un muchacho (dirigiéndose á otro): Estáte quieto j
no me pizques ni empentes: enredador.
D. Agapito. \k callari Continuad vosotros mis-
mos mascando esas mismas sílabas.
Un chico (con las manos en ln~farte trasera). Siñor
maistro ¿me deja usté bajar al corral que me estoj
hiciendo del cuerpo y no puó aguantar más?
D. Agapito. Si, si. Anda, veste.—Vamos á ver.
Los de cuentas. Mucho oido. (Con sonsonete). Doe
jrdos.
Los chicos. Son cuatro. •'
D. Agapito. Cuatro j cuatro.
Los chicos. Son ocho.
D. Agapito. Ocho y ocho.
Los chicos. Diez y seis.
D. Agapito. Diez y seis y diez y seis.
Los chicos. Son treinta y dos.
D. Agapito. Perfectamente. Veo que vais desarro-
llando bien el órgano de la contabilidad. Basta de
Matemáticas.—Veamos ahora como anda la Geo-
grafía, Tú, Gordillo. ¿Qué sabes del África?
Gardillo. El África es una de las cinco partes del
mundo y la tercera en orden, porque indo po el
horizonte y bajando hasta el ecuador, sencuentran
las tribus de animales salvajes que se comen era-
dos y vivos & los hombres.
COSTUMBRES ARAGONESAS 103

D. Agapilo. Bueno, bueno. Lo que es tu no te


•quedarás corto en hablar.—Otro. Tu, Gazapo. ¿En
dónde se halla Aragón?
Gazapo. En España j la rodean po los laus las
provincias de Portugal, la Galicia y Alicante.
D. Agapito. ¡Ave María Purísima! Galla, natizo,
j no digas disparates. Ponte ahí en medio en cruz,
para que otra vez no hagas viajar las provincias.
D.' Demetria, esposa de Don Agapito (entrando con el
chocolate y un DOÍO de leche). Vamos, hijo, que ya es
hora que te desayunes.
D. Agapito (á los muchachos). Vayase cada uno 4 su
puesto y á ver si se repasa bien esa Geografía..
D. Agapito se sienta para tomar el chocolate, y cuando
se ha sorbido la mitad, entra un chico, le dice que le espera
el sindico del Ayuntamiento y sale del local, siguiéndole m
esposa y quedando la escuela al cuidado de un alto y bon-
dadoso muchacho, llamado ladro. Sin hacer caso de éste,
se juntan varios chicos y juegan á la baraja: otro chico,
de nombre Onofre, sube agachándose á la plata-forma, se
loma el resto del chocolate, limpiando con Icis puntas de los
dedos la jicara que lame y relame, y se bebe la leche del
vaso: por fin, otros muchachos se cojen de la mano, y
hailan alrededor del encargada del orden, cantando á
media wz:
Un chico. Una moza de veinte años
& la fuente se escapó.
Coro. A la fuente se escapó.
104 LAS FIBSTAS DE UI liüOÁS

El chico de antes. Y el novio que la esperaba


en un güerto la encerró.
Coro, En un güerto la encerró.
Isidro. Callar, que me atontáis j después lo pa-
garé JO por todos.
Los chicos (en alta wz). ¡Que lo pagueeee! ¡Que lo
pagueeee!
D. Ágapiio (entrando en la escuela con avinagrado roS'
tro). ¡Eeeeeehl |Qué república es estal ¡De rodillas
todo el mundol ¡Yaja con los gaznápiros estosl—
(Mire usted que es pretensión la del sindicucho
ese. ¡Habrá mastuerzo semejante! Tiene un hijo
que es un grandísimo zoquete, j quiere que des-
pués de los exámenes le de una de las primeras co-
ronas. Una le daría, sí, pero sería de hojas de pa-
tatera ó de panizo).—¡Silencio! Y, sigan todos
arrodillados. (Repara en la jicara y en el vaso). ¿Eh?
Juraría que no me había concluido de tomarme el
chocolate ni la leche. Si me parece que dejé media
jicara... ¡A Ter! ¿Quién^^ha sido el insolente que sfr
me ha bebido el chocolate?
Un chico. Unofre ha sido.
El muchacho Ono/re. Mentira.
Varios muchachos. ¡Mentiiiiral ¡Mentiiiiral
D. Agapilo. ¡A callar! Tú, Espanta-moscas, digo^
p&jaros. Ponle á ese descarado^de Onofre la cabeza
de burro, cuélgale del cuello la afrentosa horca do
ajos, j que tenga al revés en la mano la escoba d»
OOSTUUBBi» A&10ONBSA8 105

barrer la escuela, para que otra vez no se propase á


desayunarse con lo ajeno.
Onofre (llorando). Si j o no he sido, si&or maistro.
D. Agapito. ¡Cállese usted, imprudentel Estarán
ustedes media hora de rodillas, j , cuidado que nin-
guno me alce el gallo, porque lo dejo encerrado y
no va á comer en tres días.
(Antet de media hora, D. Agapito perdona á los
muchachos, y, Imgo de encargarles que el día de los exa-
mines se presenten bien lavados y peinados y con vestido
limpio, los despide de la escuela, en medio de gran alga-
zara y repelidos gritos de ¡VIVA DON AGAPITOOO!—
¡VIVAAAI ¡VIVA EL SISORMAISTEOOOI—¡VIVAAAI
En estas j otras cosas fuéronse pasando los días
más inmediatos al en que habían de comenzar las
fiestas, y durante ellos no cesaron de llegar foras-
teros á Val de Cuervos, así como peatones y los
dos ordinarios del pueblo que, procedentes de Za-
ragoza, entraban con sus carros cargados, hasta no
más, de encargos, y todo hacinado y revuelto, figu-
rando entre ellos cubos de sardinas; paquetillos de
cigarros puros y de papel; cajas, unas de galleta, y
otras de esponjados y de bizcochos; sombreros de
felpa y gorras de chico, banastas de chorizos, bor-
ceguíes y zapatos de becerro, cestos de roscones 6
de fideos, sacos de garbanzos, sayas de mujer y
faldillas de niña, fardos de arroz <5 de bacalao, ca-
jones con botellas de rom y aguardiente, toneles de
106 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

aceitunas seyillanas, alpargatas de retorcido j blan-


quísimo cáñamo, naipes, bultos de cbocolate en-
vuelto en papeles y sobre éstos arpilleras, y pa-
quetes de velas de cera, sebo y esperma. A la vez,
entre confusa gritería y muy sonoros rebuznos
de inquietos borricos, y, unos andando y otros
montados, penetraron también en el pueblo un
buen número de vecinos de los lugares más cerca-
nos, que se fueron hospedando, ya en casas de
parientes; ya en las de amigos; bien en la po-
sada; bien en otros puntos donde, por favor, les
dieron albergue.
De Misa mayor (como festividad de la Asumpción
de la Virgen), salían, el día 15 de Agosto, los fieles
del pueblo y muchos de fuera de él, cuando se oyó
en la plaza mayor un ronco y largo redoble de
tambor que atrajo infinidad de curiosos, y, acto
seguido el ministro 6 alguacil Lagarto, con voz
alta, clara y llena, leyó, parándose muy á menudo,
el siguiente morrocotudo y arcipicúndico
BANDO.
Yo, Antón Sobaquina, alcalde costitucional y
prisidente del ilustre Ayuntamiento de este lugar
de Val de Cuervos y sus alrredores, por la gracia
de Dios y del Rey, y pa beneficio de los habitantes
y habitantas de la mesma julisdición; HAGO SABER
Y ORDENO Y MANDO:
COSTUMBBES ABAOONESAS 107

Artieulo primero. Dende la vispra de San Roque


»hasta el día que se rematen las ñestas, toos los
»vecinos cuelgarán corgaduras en sus barcones j
»Tentanas, pusiendo colchas, cubiertas de cama ú
»telas blancas, ribitiadas de color royo; y po la
«noche pondrán luces de velas de sebo ú espelma,
»ú candiles ú luminarias de caracoles.
Articulo segundo. Tani-mientras duren las divir-
»sione8, prohibo que por el prado del Munecipio,
»pasen animales de cualqué clase que sean, esceición
»hecha de mi presona y de la sefiá alcaldesa mi
»pariente, so pena de pagar tres pesetas de multa.
Artículo terutero. Se prohibe asímesmo que las
«mujeres, juera de fregar los cocharros de la coci-
»na, laven, ínterin duren las fiestas, en el río ú en
»la zaica, nenguna clAse de ropas puercas, juesen
»del color que juesen, pus, como lo hagan sin mi
»compiten te premiso, iré mu aspacio y á bonico
»aonden estén lavando, y, sin diciles nada, me les
»echaré encima, les quitaré, quiás que no, to&^la
»ropa, y, en el auto mesmo les encajaré cinc<f pe^r,
«setas de multa ú dos días de cárcel, á eslijír.
Articulo cuarto. Como quiera que haiga Uegau 6.
»mis uidos, que algunos regolvedores doficio tra-
»tan de alterar el orden publico en las fiestas de
«nuestro patrón San Roque, que hoy se emprenci-
»pian, y que en paz descanse en el cielo; prohibo
»de terminantemente y en ausoluto que denguna
108 LAS PIXSTAS DB MI LUaAB

»pre8ona, tanto paisana como melitar, haga uso, sin


»mí premiso, de armas de fuego, guchillos, pisto-
»licas, regolvers, navajas de muelle, palos con
«punchas ni otros estrumentos dañinos; bajo la
»pena de un mes de cárcel j multa de cien riales.
Articulo quinto. Mando tamién que estos días, no
^Tajan sueltos po las calles, ni po los judiares ni
»patatares, nenguna clase de güejes ni abrios, &
»fines de que no causen exprejuicios en los campos
»ni malmetan la Hortalicia, tan necesaria estos
»d£a8 pal consumo y ausequio del lugar y de los
»forasteros de los respeltivos sesos. El que faltare
»á esta dispusici(5n, pasará ocho días ^ la cárcel j
»pagará multa de vainte riales y el justinprecio de
»los estragos cocasione.
Articulo sesto. Prohibo, bajo la multa de un duro
»en plata ú en perras, que tanimientras dure la
»funcidn de títeres ú comedias, sestornude, ni se
»echen regoldos á juerte, ni se esperece ú se esti-
»re el cuerpo, ni se den patadas en el suelo, ni se
;^Sc£en vientosidades con ruido, porque todas estas
»cosas, antiparte de que no son miaja rigulares,
«acreitan falta de modos j crianza, j los que las
«hacen se igualan á las mesmas bestias ú caba-
»llerías del pueblo.
Articulo seztimo. Se prohibe tamien, bajo la su-
»sodicha pena, bailar bailes de los llamados aga-
»rrau8, tan igual en los varses como en las mazulcas
COSTUMBRES ABAOONKSAS 109

»y porcas, evitando así autos desolventes y contra la


»moral y las güeñas costumbres, que siempre han
»de ser el espejo ú virdrio aonde se miren las chi-
»cas y los chicos pequeños, tengan ú no padres y
»madres.
Articulo ozlavo. Con too el peso de mi autoridá,
»prohibo asimesmo y ausulutamente dicir blasfe-
»mias ni dijerir, digo, derigír palabras feas & las
»mozas y viudas jóvenes ú sin casase segunda vez'
»pues de lo contrario al que falte se le castigará se-
«veramente en su cuerpo y en su bolsillo. •
Articulo final. Por últimas, queda prohibido dis-
»parar salvas con balas de fusil ú carabina, ni con
«perdigones loberos: el que lo hiciere será ence~
»rrau un mes en la cárcel, pagando aemás los pre-
»juicios ú heridas que preduzca á cualqué animal
»ú presona que pase po la calle.
»Dau en Val de Cuervos á 15 de Agosto del
«corriente año.—El alcalde, ANTÓN SOBAQUINA.—
»El secretario, CANUTO ZANGARRIANA.»
Un aplauso general se oyó después de la publi-
cacidn de estebando,bBndo que fué comentado por
el auditorio muy favorablemente para la primera
autoridad del pueblo y que vino á ser, como muy
digno preludio,de las renombradas y popularísimas
fiestas que Val de Cuervos dedicaba á su esclare-
cido patrdn San Roque, Santo que en el mismo
patronato había sustituido á'SanLesmes, & causa
lio LAS FIESTAS DE UI LUOAK

de lo que me contó un vecino del pueblo, conocido


por el tio Chupa-huevos, marido de la tia Rabosa,
al preguntarle j o porque habían cambiado de pa-
trón. He aquí lo que me dijo:
Pus, á é saber usté, siñor don Clispín, que, allá
po los años de mil ochocientos cincuenta j nueve
ú sesenta, ú po el tiempo que cogíamos las habas
y las pataticas nuevas, tuvimos en este lugar una
peste empidémica y contagiosa, con turmentas y
que misió cuantas cosas más. El medico lo atribuía
á la falta de arboliau en los montes; el siñor Cura
á un castigo é Dios por la impiedá general de la
gente y la particular de su rábano; y el alcalde á
los malos Gubiernos de España, que, estuque tie-
nen la culpa é too, hasta de las sequías y inunda-
ciones que ñus dejan completamente redotaua y
poco menos que á la limosna. La verdá es, siñor
don Clispín, que los hombres y las mujeres morían
conío chinchecicos, porque los médicos hacían de
las suyas, al paso que los botecarios de aquí y de á
la redól hacían de las agenas, con virtiendo en oro
sus charapotes, póncimas y agua é pozo. De los fí-
ligreses del lugar, unos se daban caá puñetazo que,
los probecicos, se hundían loe paños ú telas del
corazón; y otros, en vez de darse allí, se daban un
poco más abajo y se metían los nudillos en la par-
te inferior del estomago, de lo cual debió venir sin
duda aquello de chacer de tripas corazón»; y, entre
COSTUMBBES ABAGONKSAS 111

tanto la peste, ni por esas... En esto, á uno dellos le


TÍao al celebro el nombre de San Lesmes, quera «B-
tonces nuestro patrón j que llevaba fama de espan-
tar los nublaus y las malas pestes, y, tanto el Ayun-
tamiento como los dedemás vecinos, acordamos
hacer una rogativa publica, llevando en andas la
imagen del mesmo San Lesmes, y al efeuto se ce-
lebró el Domingo más cerca, indo por las calles,
primero la cruz parroquial, á la que seguían dos
hileras de ñeles y ñelas y los estandaltes de las co-
fadrías: detrás el siñor Cura revistido con capa de
color amoratan, y dos monacillos con sotana roya,
sarpicada con churriones de cera, ahumada por el
inciensario, y oliendo á pabilo y aceite lamparero;
formando la coda é la rogativa los concejales j el
alcalde, hinchado y mu majo, lucienáo la gruesa
vara juresdicional y la capa ó barredera. Varios
de los concurrentes tresportaban al hombro, como
en pinitencia, gordas y pesadas cruces hechas
de troncos di árbol; otros llevaban á rastro re-
cias cadenas; y, aun hubo otros, que se cascaban
en las desnudas espaldas con esciplinas de rama-
les de caballerías adornaus con clavos y pun-
tas de virdrio. Pus siñor, cuando asinas íbamos
toes po las plazas y calles del lugar, mu compun-
gidos, llenos de fe y cantándola Letania de los
Santos, acompaüaus de un alcordión, se ñus vino
«ncima é la peste, un tronadón tan juerte, que
112 I/AS FIESTAS DE UI LUOAB

paicia que el cielo se ajuntaba con la tierra. ;Otra!


Como que cajeron algunos pedruscos de la mesma
semilitú y de la mesma grandura de la cabeza don
crio recienndcío. Toos ñus pusimos de repente ft
saber catrebulaus. El hombrío miraba á San Lea-
mos j á la vez se ponía too afligidico: el mujerío
lloraba á glarima viva, digendo en voces que esa-
cían el pecho: ¡Ay, Dios mío! ¡Ay San Lesmes hendiiot
¡Libranus, libranus del trebajo qw mis m á venir1 Al
oír estos gritos de las mujeres, que partían á piazos
ú estillas el corazón, macerqué al sifior alcalde y
dacuerdo con él j ajudau po el sacristán y un hijo
del tio Escoda-gatos, bajemos el Santo de la piaña,
lo pusimos solico en meta é la plaza é la Ilesia, pa
ver si con su poder espantaba luego la tronada y
se llevaba la peste, digéndole yo á bonico y como
de mi cuenta: Amos á ver, San Lesmes: amos á ver »i
le portas bien. Aqui te quedas solitario. Chúpale lamien
el agua que te cai dencima, y, ya coíras veces has hecho
algún milagñco, á ver como ahura haces otro nuevo,
rempujando elnublaupa utra parle y llevándote tapeste
aunque sea á los quintos infiernos.—Pero, hijo mío,
el Santo, como sino: lo mesmo que si hubiá
dicho truco. Dej6 escargar á su gusto la tronada,
ae ñus apedriaron los campos y las viñas, se nos
malmetieron las cosechas, y se ñus murieron á
fajos un celimín de cabezas de ganan y que mi-
BÍ6 cuantos abrios, premitiendo aem&i San Leamw
COSTÜMBBES ABAGONBSAS 113

que á la media hura se ñus viniera encima otra


tronada pior que la primera, que ñus atortol<$ j
ñus dej6 perdiícos del too. Asinas que se pasó, y
viendo lo malismamente que sabia portan el tal
San Lesmecico, ñus llenemos toos de codaje, y,
¡Dios nuestro Siñor y el Santo ñus lo perdonen!,
lo emprendimos á ñrme tomatazo, limpia pedrada
y juerte membrillazo, hasta que lo vulquemos en el
suelo sin dejale ni sisquiá un gileso sano. Estonces
el siñor Cura, too temblando y viendo caun siguía
el cielo hinchan y anublan, sacó de la Ilesia á San
Roque, y, oiga usté bien, siñor don Clispín, en
cuanto San Roque amaneció en la plaza, disiguido
escomenzaron á venir gurriones; el color del filma-
mento, hasta estonces plomizo, se cambió en un
azul más claro que las sayas que llevan las mozas
los días de fiesta;'y emprencipiaron, en fin, otras se-
ñales de alivio, con|lo cual la probé gente escomenzó
á respirar con mayor facilidá, es dicir, los vivos,
pues uno de los síntomas más alarmantes de tal
ipidemia era, que á los que morían de ella, se les
remataba la respiración, hubiendo vecinos que se
tocaban el cuerpo pa asegurase de que vivían, y
aun así no querían crer que lo estaban, hasta que,
desengañándose de que no eran almas en pena, se
deicaron ya, bien ensanchan el pecho, á sus fai-
tnas acostumbradas. Se jueron, pues, la peste y los
nublaus; y, pa avergüenzar y abichornar al antiguo
8
114 LAS FIESTAS DE MI LUOAB

patrdn San Lesmes, lo quitemos del cargo, nom-


bremos nuevo patrón nuestro á San Roque, j , de-
•iosos de que viera lo agradecios que le habíame»
quedau, eterminemos ausequiale toos los años con
güeñas fiestas, hubiendo entrellas, función de toros.
Conque, vaj, naa más, siflor don Clispín.
A muy poco de terminar esta relación el tia
Qhupa-huevos, señaló las doce del día el reloj d&
sol de la torre de la Iglesia. En el momento un
bandeo general de campanas, hizo saber á todo él
Tecindario de Val de Cuervos, que comenzaban las
fiestas en honor de su excelso patrón San Roque,,
alternándose en los intermedios del volteo con una
marcha granadera improvisada en el campanario
por algunos muchachos de la escuela. Al mismo
tiempo, para hacer como el contrapunto de esta
estrepitosa armonía, se encargó el alguacil Lagarto
de disparar en las afueras los trabucos del pueblo,
cargados con media libra de pólvora j otra media
de carbón, todo ello á costa del Ayuntamiento,
que suministró para tacos papeles del archivo-
concejil y algunos ejemplares del Boletín oficial.
Así que los vecinos oyeron las campanas y los tra-
bucazos, los más pudientes de aquéllos adornaron
con tapices en sus balcones; otros, colgaron colchas
en sus ventanas; y algunos, pusieron sábanas más
6 menos blancas. Al poco rato una gran caterva de
chiquillos apareció por la calle donde yo estaba.
COSTUHBBSS ABAGONESAS 116

acompañando al gaitero, hombre en extremo gor-


dinflón, colorado como un tomate y rechoncho
como sapo en estación de lluvias, que, llevando el
tamborilero & la izquierda, tocaba á maravilla el
alegre y popular instrumento, cubierto ó empañado
con un sayo de color de oliva sevillana. Asimismo
la música, compuesta de sujetos vestidos unos da
calzón y alpargata, y otros de pantalón y borcequí
ó zapato, recorrió el pueblo y sus afueras, oyéndose
al propio tiempo un gran escopeteo de salvas que
pusieron en peligro la vida de algunos transeúntes
y de diversas caballerías, que, con visible manse-
dumbre unas, y alegres y coceando otras, iban 6
volvían de apagar su sed en el pilón de la fuente.
En diferentes boca-calles y en la puerta de la
Iglesia, levantáronse muchos y frondosos arcos de
ramaje, y, en la plaza de Mosen Pablo, llamada
también de las Escuelas, estableciéronse variedad
de mesas, unas con rosquillas, perillos, bolas de
miel y cañamones, confituras, turrones y peladi-
llas; otras, con botellas de licores más ó menoa
compuestos; y otras, con ricas frutas de diferentes
clases; y colocáronse también puestos con objetos
de quincalla, de hojalata y hasta de bronce, gorras
para diferentes cabezas, un titiri-mundi, un juego
de ruleta, y demás cosas que constituyen una feria
y rompen la monotonía de la vida cuotidiana de un.
pueblo.
116 LAS FIBSTAS DE MI LüGAB

Aquella tarde se cantaron vísperas solemnes, apa-


reciendo la Iglesia profusamente iluminada en sus
altares y en la nave, de cuyo techo pendían tres
arañas de cristal con gran número de velas, y muy
engalanada con gasas y cortinones que revelaban
el celo del párroco y el interés de la muy piadosa
Hermandad del venerable San Roque.
A. muy poco de oscurecer se encendió en la pla-
za una gran hoguera, para la; cual tuvo que con-
tribuir cada vecino, según costumbre, con una
carga de leña ó de sarmientos, siendo de ver como,
al son de la gaita y del tamboril, veinte 6 treinta
mozarrones de uno y otro sexo, saltaban 6 bailaban
al rededor de la hoguera (cosa muy útil para exci-
tar la transpiración en el |mes de Agosto), chi-
llando unos, dejando oir otros frases intencionadas
é ingeniosas, y dirigiendo otros mozos á boca
de jarro y casi á tiro de beso á las mozas, raros
pero graciosos chicoleos en términos, á veces, no
muy morales. A la revuelta y aumentando el bu-
llicio y la algazara, saltaba también uu cente-
nar de muchachos, en su mayor parte vestidos
casi á la usanza de nuestro padre Adam con las
hojas de la higuera, fruto que tan mal probó á él
y á la diabla y tentadora de su mujer, y todos re-
tozaban igualmente en torno de aquel gran montón
de leña ó brincaban al través de ella con no pooo
peligro de sus pelos.
COSTUMBRES ARAGONESAS 117

Tan caliente j variado espectáculo era presen-


ciado, entre otros muchos, por viejas y viejos bas-
tante gruñones, quejumbrosos y muy censuradores
de lo calamitoso de nuestros tiempos, y, cuando
más alegría había, cuando la música más regoci-
jaba los corazones, y cuando allí reinaban la ma-
yor animación y movimiento, he aquí que de pron-
to se oye una confusa y cercana gritería, y en dis-
tintas direcciones comenzó á escapar cada cual por
donde mejor pudo, quedando en un instante de-
sierta la plaza. Los que nos hallábamos en una
casa de ésta, contemplando gozosos el baile y la
hoguera, y recordando con grau placer nuestros
buenos años, levántamenos presurosos de los asien-
tos que ocupábamos, haciendo lo propio otros
amigos, entre ellos cuatro sacerdotes, que en
la sala jugaban al tresillo. Enseguida vimos venir
un toro amarrado con una cuerda de la que tiraba
un hombre de hercúleas fuerzas, auxiliado por tre
mozos de buena talla y empuje, aflojándola cuandos
querían que avanzara el toro, y acortándola cuan-
do no convenía que fuese por determinados puntos.
Aunque la solitaria hogueiti de la plaza daba muy
buena luz, idearon algunos mozos que el toro mismo
llevase la iluminación por donde quiera que fuese,
para que nadie se quejara de que el animal le había
cogido á oscuras. Consiguieron su deseo con el sen-
cillo medio de ponerle al toro entre sus astas unas
118 LAS WBSTAS DB MI LÜGAB

bolas de pez j resina, á las cukles pegaron fuego;


j , &finde que dicho toro de ronda (6 jubillo, como
decimos en Aragón), no muriese pronto, llenáronle
de barro el cuello j la espalda j le cubrieron su ca-
beza con unas chapas de plomo, chapas que no im-
pedían que los lamparones de pez que caían, levan-
tasen un insoportable olor á chamusquina, de modo
que cuando al cabo de dos horas se le antojó al
cansado animal morirse, después de haber favore-
cido con asperges j tremendos coscorrones á varios
añcionados al toreo, estaba ja medio asado j casi
no había más que principiar á comer.
Pasado un cuarto de hora, comenzó el baile en
la plaza, de la que 70 me retiré luego á casa, sin
que apenas me dejaran dormir las músicas, gritaría
j algazara que toda la noche hubo en el lugar.
CUADRO CUARTO

€n ei que el lector, como día de San Roque,


oye Misa mayor y sermón,
ve la procesión, presencia el dance,
y por la tarde asiste á la corrida de toros
y á un baile de confianza.

Aun no anunciaba la Hermosa j sonrosada auro-


ra la venida del nuevo día, cuando ya los mozos
de Val de Cuervos, iban rasgando por calles y pla-
zas las cuerdas de sus bien templadas víbuelas,
bandurrias y guitarros, y, haciendo alto en las ca-
MB de sus respectivas novias, amigas 6 paríentas,
«antaron 6 cada una un par de tiernas y signiñca-
tívas canciones, elogiando á unas, sus gracias; &
otras, su hermosura; 6 estas, su gentileza; & aque-
llas, su blancura; y & todas su candor y habilida-
des para el doméstico gobierno; siendo devueltaa
120 LAS FIESTAS DE MI LÜQAB

más tarde estas atenciones por las mozas con gran-


des j azucaradas tortas, que los mismos mozos,
acompañados entonces de la gaita, recogían en pa-
ños 6 sábanas, limpias como bandeja de plata y
blancas como pluma de cisne.
Terminadas estas alboradas, 6 albadas, que así
llama el vulgo en Aragón á aquel sencillo galanteo
de los mozos, recorrió el pueblo tocando diana la
música del lugar, sobresaliendo los golpes de bom-
bo y los bien manejados palillos del redoblante.
Al poco rato comenzaron ét poblarse de gentes la»
plazas y calles: hermosas muchachas iban de aquí
para allí, luciendo sus moños de picaporte, sus ri-
cos pañuelos de seda, sus basquinas de azul oscuro
6 claro, sus poco vistas medias de plata y su zapato
abotinado ó sujeto con gran flecada de negra y
lustrosa cinta. Los mozos lucían también su encar-
nado ó azulado pañuelo de seda en la cabeza, lim-
pia camisa, ancha faja ó ventrera, chaqueta y cal-
zón negros, blanquísimas calcillas, y borceguíes 6
alpargatas pasadas á lo miñón. Y todos, todos ha-
bían sacado el fondo del arca ó del cofre, para
adornarse el cuerpo con sus mejores galas y honrar
así el día del insigne patrón de su pueblo. Los
danzantes, solteros en su mayoría, iban indivi-
dualmente por las calles á reunirse con los demás
en la Casa del Concejo, dejando oir los numerosos
cascabelillos que llevaban en sus gorras 6 turban-
COSTUMBBES ABÁOONBSAS 121

tes, en sus brazos j hasta en sus más 6 menos ro-


bustas pantorrillas, fijándose más la pública aten-
ción en el rabadán, con su palitroque adornado con
variedad de rolladas cintas de colores; en el ángel,
espigado y macilento hijo del escribano, con el
pelo rizado por el barbero, con alas no muj mal
hechas de pliegos de papel de barba j algunas pe-
gadas plumas de gallo, j con un espadín parecido
6 un asador de cocina; sobresaliendo, excitando la
risa j siendo causa de repetidas j graciosas chiri-
gotas, el diablo, personaje que á las mil maravillas
desempeñó, como otras veces, el herrero del pue-
blo, llamado el tio Chispas, no sé si por las que
despedía de su fragua 6 por las que solía cojer con
vino añejo: era de achaparrada 6 rechoncha figura,
j el más feo que se había conocido en el lugar des-
de los años del horrible campanero, apodado el tio
Podenco, habiendo aumentado ahora su fealdad con
la gran piel de lobo en que se había envuelto, con
una larga cola de buey por aj)óudice, j con la ne-
grura que se había puesto en la cara, en los brazos
j en las piernas con el cisco que tenía en su he-
rrería, dando origen con todo esto á que el señor
Cara tomáralo por ejemplo cuando explicaba la
doctrina á los muchachos, diciéndoles: «El pecado,
hijos míos, es una cosa mucho más fea j espanto-
sa, que nuestro herrero el tio Chispas, cuando hace
de diablo en las fiestas de San Roque.»
132 LAS FIESTAS DB MI LUC^AB

En cuanto al vestuario de los danzantes, uno de


los dos bandos iba equipado á lo morisco, aunque
«on trajes tan ideales, que en África probablemente
hubiéranlos tenido por trajes de máscara. £1 bando
opuesto, que era el de los cristianos, iba armado,
como el moro, con no muy limpias espadas, y sus
individuos llevaban unas gorras de cartdn con un
Mcapulario enmedio, pantalón blanco atado por
«bajo, 7 un tonelete, si es que tonelete podía lla-
marse á las repicoteadas enaguas de la paríenta 6
de la novia.
A las ocho j media de la mañana, las campanas
comenzaron á llamar al vecindario á la festividad
religiosa, que en nada desmereció de las esperan-
zas concebidas. La Iglesia, sobre todo el altar de
San Roque, parecía con tanta luz, un ascua de oro,
j el pavimento estaba sembrado de tomillo, hier-
ba-buena, laurel j otras plantas que aromatizaban
«1 ambiente de la nave. A las nueve, llegaron las
niñas y niños de la escuela, colocándose separada-
mente en medio y cerca de los blandones del pres-
biterio. En seguida entraron los danzantes, bailando
hasta el pie del altar mayor, delante del Ayunta-
miento, cuyos miembros llevaban aguaderas capas,
y una vez sentados en el banco delantero, situa-
do en el lado del Evangelio, tocó el sacristán la
•campanilla, el coro popular entonó la Misa, acom-
pañado de la banda de música, y comenzó la so-
COSTVUBBES ABAOONSSAS 123

lemne funcidn, luciendo un precioso temo encar-


nado j bordado, el párroco j los otros dos sa-
cerdotes.
El alcalde, cuja cara en aquel día parecía no
conocer linaje de piedad cristiana, celo de pública
quietud, rastro de verdad, ni sombra de justicia;
daba & cada momento por lo bajo, órdenes j más
iSrdenes al secretario j al alguacil, abriendo su des-
garradísimo agujero oral, por el que con holgura
€abía un queso manchego.
Después de cantarse admirablemente la Epístola,
tocó la música una retozona habanera, 7, luego del
Evangelio, subió al pulpito, precedido del sacris-
tán, acólitos, dos concejales 7 cuatro danzantes, el
predicador, párroco del vecino lugar de La Palomi-
lla, llamado Mosen Dímas, á quien por el sermón
habíale ofrecido el alcalde, además de la caridad
acostumbrada, una perra pequeña ó cinco céntimos
por cada vez que nombrase á San Roque. Mientras el
orador subía á la cátedra del Espíritu Santo, varios
casados j mozos que estaban en el coro ó abajo, se
salieron poco á poco á la plaza á fumar un cigarro,
J, no faltaron algunas mujeres que, con el major
disimulo, se fueron en un momento á casa á dar
vuelta por el puchero.
Al entrar el orador en la sagrada cátedra, díjole
en voz baja el alguacil Lagarto: Mosen Dimos: aqui
en esta sillicatímustiun vaso de agua con azucal y anís.
124 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

por si se nota su mercé que se le remala la palabra.


Echuste los ojos po la Ilesia y verá que hay presonas de
Zaragoza que han lido muchos libros. Esfórcese cuanto
pueda en la echada del sermón, pa que vean los folasteros
y los del pueblo, que no es uslé rana ni nengun iznoranle
sino un siñor clérigo de esperencia y de lelras.
Enterado Mosen Dímas, tosid tres veces, se san-
tiguó una j habló en estos términos, primero 6
media voz y luego con voz entera:
Ifihil novum sub solé: nada hay nuevo debajo
del sol.
üsque ranw vocant Roquem: Hasta las ranas llaman
á Roque.
Queridos hermanos y hermanas mías en Dios, en
Adáim y Eva, y en Nuestro Señor Jesucristo. Ilus-
tre y muy perínclito y peripatético Ayuntamiento
de Val de Cuervos. El mundo, no hay que darle
vueltas, es como una granada 6 mengrana, según
decís vosotros, y, dentro de ella existe una enor-
me porción de tierra, que se dice Europa: en ésta,
desde tiempos muy nebulosos y lejanos, hay una
nación que todos nombramos España; y, en una
parte alícuota de ésta, se encuentra, y no hay que
darle vueltas, un hermoso y extenso territorio di-
TÍdido en tres partes, porciones ó provincias, que
forman el antiguo Reino de Aragón, patria esclare-
cida de insignes varones y hembras de toda especie
j catadura. En este mismo suelo aragonés, surcado
COSTUMBBKS ABAGONESAS 126

de ríos caudalosos y de campos llenos de abundan-


tísima y envidiable verdura, estay estará siempre,
y no hay que darle vueltas, la grandiosa provincia
de Zaragoza, que con su cerúleo y estrellado manto
cobija, cual cariñosa oveja, á éate por demás hos-
pitalario pueblo de Val de Cuervos, pueblo aní-
malo y distinguido por su celebrada historia, por
sus buenas costumbres, por la fortaleza de sus an-
tepasados, por la protuberancia y fertilidad do su
suelo, por la larga vida de sus animales y sobre
todo por su magnífico y perilustrísimo protector y
patrón San Roque, San Roque y San Roque.
El sindico (al secretario, que, por orden del alcalde, va
haciendo con una navajiCa en un trozo de caña seca, ton—
tas rayas como veces nombra elpredicador á San Roque).
Apunta, apunta, chiquio. Ya van cuatro Roques en
castellano claro y uno en francés ú extranjero. Ri-
dios. A este pasico, ya podemos preparar cascajo.
El lio Pampurrias (á su convecino el lio Royo). ¡Que
boca, que boca tiene este Cura pa echar sermones!
Ya se conoce ca dau güen recau de ferrete á los li-
bros y á la letra, el gurrioncico ese. Asinas sa que-
dan él sin un pelo ni medio en la cabeza. Haste
cargo. Paice que lleva un queso ú melón blanco
encima é los hombros.
El lio Royo. Hombre, sisquiá este pedricaor da
gusto, porque ñus nombra güen tajo é veces á San
Roque. En un pronto se paice al del otro año. Con
ͻ6 LAS FIESTAS DE MI BUOAB

trebajo nombi6 al probé santo unas cuatro vece»


y aun estuque lo hacía como con reparo ú ver-
güenza.
Mosen Dimos (siguiendo su sermón). Pues bien, no
hay que darle vueltas, queridos hermanos y her-
manes míes, no hay que darle vueltas.
El lio Luquete. Ridiez, cuantas güeltas que da
este güen hombre. Quies juate algo é güeno, R u -
maldo, á que desta hecha se güelve loco ú mono-
maniético, dando tanta güeltecica.
El lio Romualdo. Quiá. Se conoce ques un cos-
tumbre que ha cogido, y lo ques agora, me paice
que ni aun San Pedro se lo quita.
Mosen Dimos [prosiguiendo su panegirico). Nadie
podrá negar que en este pueblo hay clavada una
Iglesia, que es esta, y en ella un santo muy prin-
cipal, de nombre Roque. Roque, sí, patrón de
vuestros mayores; Roque, patrón también de vues-
tras almas y las de vuestros hijos; Roque, protector
de vuestros hogares; Roque, guardador de vuestros
campos; Roque, abogau de vuestras enfermedades
pegajosas y pestilentes; Roque, guardián de vues-
tros rebaños; Roque, mantenedor de vuestras aguas;
Roque, en fin, patrocinador de vuestros olivos y
árboles frutales y de vuestras cuadras, gallineros,
chozas y palomares.
Elsecrelario (al alcolde). Miuste que van ya cator-
ce perras, y lleva trazas de subir hasta el duro.
COSTUMBUES ARAGONESAS 127

Bl alcalde. Pus, oje. ¿Cuántas perras pequeñas


tiene un duro?
El secrelario. Otra. El duro es cinco pesetas: cada
peseta son diez perras gordas ú veinte pequeñas;
conque, cinco pesetas, á veinte perricas, son cien
perras menudas.
El alcalde. Güeno, güeno. Pus, que tire po alan-
te, j ya se acontentará con dos pesetas y una falsa
que tengo y que se laremos tragar quiás que no.
Mosen Dimos (continuando su predicación). Desde
este pulpito os diré, honrados valdecuerveros, que
poquísimos días al año se os presentan con tanta
solemnidad como el día de hoy^ en el que yo qui-
siera tener la lengua del sol de ios soles, Santo
Tomás de Aquino; las palabras de Claudio Cicerón,
llamado así, porque de pequeño vendió ciruelas
Claudias y garbanzos turrados; los dichos de San
Agustín, hijo y obispo de la virtuosa madre Santa
Mdnica; y por último, quisiera tener también la fa-
cundia de San Feliz, del Crisóstomo y de otros ex-
celsos varones que tuvieron el habla clara, torren-
cial y hermosa, para poder publicar, bien á mis
anchas, las glorias tuyas, amado Roque, compasi-
vo Roque, humilde Roque, bondadoso Roque, ge-
neroso Roque, y santo Roque; empero, haré lo posi-
ble para salir bien del paso, contando con Vos, Ma-
dre del Cordero inmaculado, á quien os suplico
que, conmigo, saludéis diciendo: Ave María.
128 LAS FIKSTAS SE MI LUaAB

El lio Mata-chinches (despertánchse de su profundo tue-


ño y dirigiéndose á su convecino el lio Rampas, que, como
él, eslá senlado en el suelo). ¿Ha rematan ya de hablar
este güen hombre?
El lio Raspas. ¡Quiá é rematar! Ni maldita la tra-
za que lleva é parase. Aun está en el descansico
del Ave-María. Me paice cay caldo pa rato.
El lio Mala-chinches (dando media vuella y acomodán-
dose bien contra la pared). Si, ¿eh? Pus, ea, á dormir
otro ratico, y ya me darás un rempujón cuando se
haiga cansan de pedricar.
El alcalde (dando en la espalda al alguacil, eon la
punta de la vara de la Justicia). Ascucha, Langarto.
Miá. Lo que pues hacer es subíte arriba con desi-
mulo y á gato-miau, y dicile á bonico á ese Mosen
Simas ú Mosen Dimas, que no nombre ya tanto á
San Roque, porque ya me doy por sastifecho. Gúe-
no es complacenus, pero, rediole, no abusar ni des-
tralimitase.
(El algtuicil sube al pulpito como le dijo el alcalde, y
al dar el recado al orador, le dá ésle con el talón izquier-
do un empujón, y lo lira escaleras abajo).
Mosen Dimas (continuando). Dsque ranm clamant Ro-
que: hasta las ranas suspiran por Roque.—Mis que-
ridos hermanos y hermanas en Cristo: la historia
dice, y, cuando la historia lo dice, no hay que
darle vueltas, que vuestros antepasados 6 sea log
que vinieron al mundo antes que vosotros, cela-
COSTüUBBES ABAOONESAS 129

i>raron siempre este día con muchísima solezni-


dad. Solamente hace dos años que, por habéd-
seos apedreado la cosecha y no haber cogido
trigo ni aun para hacer hostias de comulgar, os
enojasteis con vuestro bienaventurado patrón, y
no quisisteis hacerle fiesta el día de su santo y
cumple-años, contentándoos con una muy sencilla
Misa. Pero al año siguiente fué ya talcualica, y
sobre toda ponderación ha sido muy buena en el
presente, en el que, no hay que darle vueltas, t e -
neis granos abundantes, y lo mismo os deseo para
los años consecutivos et per omnia scecula scecu-
lorum.
Muchos fieles, especialmente mujeres. Amen.
Mosm Dimos. El cuadro que hoy presenta este
lugar, no hay que darle vueltas, es en extremo
hermoso y lisonjero; tenéis alfalce, tenéis cuanta
paja necesitáis, tenéis grandes montonadas de ce-
bada y tenéis también panizo para vuestro con-
sumo y para vender. En vista de esta pespeltiva,
no puedo menos, tomando el nombre del ben-
dito San Roque, de daros las gracias; y alabar
vuestro propósito de haber preparado estas solezneg
y concurridas festividades, ad majorem gloriam
populi etsanti.—Ved aquí, ved aquí porque en el
día de hoy se os presenta vuestro ínclito patrón,
como con rostro sonriente, vestido con su conchada
• esclavina, apoyado en su palitroque y teniendo á
9
130 LAS FIESTAS DB MI LUQAB

SUS pies el manso perrillo; j , así como el Santo j


la Iglesia j sus ministros, rebosan alegría, tam-
bién la rebosa el pueblo piadoso j entero. Por to-
das las calles haj bulla j algazara: arcos de triun-
fo se ven en las entradas; colchas j sábanas en la»
ventanas; olorosa comida en los hogares; conejos,
liebres, perdices ó cabritos, tortas j cabezudo vino
en las mesas; sabroso café j agradables bebidas en
el casino; y por todos los lados, en fin, se ensan-
chan los cinco sentidos de que libremente dispone
sin traba alguna vuestra alma espiritual en este pi-
caro y tacaño mundo, gran valle de lágrimas y
verdadera escuela de danzantes. Y, para que todo
sea completo, hasta la misma naturaleza participa
también de vuestro regocijo. Los huertos están lle-
nicos de uvas y moscateles; los árboles cargados de
dorasnillas y ciruelas y de manzanas y peras de
Don Guindo, que á brazadas ó capazos podéis trae-
ros á casa; y, si recorréis cerrados como el del tio
Topo 6 campos como los de la tia Cuanto-antes,
os admirará la contemplacidn de tantos melones y
membrillos, casi tan gordos como vuestras cabezas-
Todo, todo, no hay que darle vueltas, todo se lo
debéis á Dios Nuestro Señor por intercesión de
vuestro amado patrón San Roque. '
El alcalde [en uoz bajaj. Si. Nómbralo, nómbralo
las veces que quieras, que, en pasar de las dos pe-
setas, no te doy un chavo más, aunque me lo pida»
COSTÜKBKES ABAOONESAS 131

con un trabuco. Si piensas espicular conmigo, ya


tas caido, pajaro.
Un matraco (áoíro, que no cesa de bostezar). C h i -
quio, Ustaquio. ¿Que no tas esayunau ú qué?
El mozo Eustaquio. Si, Cielidonio. ¡Pus no mi de
esayunar! Dimpues de cómeme un pizco é torta y
bebéme un trago de anís, aun mi tirau al venir
aquí una herraura é pan, un güen casco é conejo y
un trago é vino largo é talle; pero abura chico, no
sé á qué atrebuir este abrimiento é boca.
Otro matraco. ¿Antimás si tienes arguno desos
animaluchos que les icen desolitarias?
El mozo Eustaquio. Otra. Cosa es que pue ser,
Ulogio.
Mosen Dimos. La vida de vuestro Santo, que voy
á tratar de refilón, fué, no hay que darle vueltas,
un verdadero portento: nació, por casualidad, en
tierra de Francia, y sus padres tenían regular pasa-
miento, porque á su tiempo habían ahorrado muy
buenos cuarticos. Al salir el niño Roque del nace-
dero, conoció su madre que sería más lijero que
una liebre y más agudo que un esquirol, y notóle
una mancha colorada en la boca del estómago,
llamando esto luego la atención á toda la familia,
que se volvió turulata y loca de alegría, al consi-
derar que aquello era presagio de que la Providen-
cia lo tenía destinado para algo bueno. Muerto el
padre de unas perniciosas tercianas colaterales, y
182 LAS FIESTAS DS¡ HI LUOAB

muerta también la madre déla última enfermedad,


quedóse Roque solfeo, joven, pues que aun no iba
á ninguna barbería, lleno de virtudes j modestia,
amo y se&OT de muchas viñas j olivares j de varias
casas j un abejar, j , dueño también de no pocas
onzas, medias onzas j duros. Viéndose Roque en
aquel crítico estado, ¿que te hizo? ¿No os lo figu-
ráis, hermanos míos?
El lio Luquete (en voz baja á otro vecino). ¡Concho!
¿Pus qui había de hacer? Lo que haría cualisquier en
BU caso. Echase á la güeña vida. Comer bien, enca-
jase largos chaparrazos de vino clarete, bebese firme
taza é cafó j güeñas copicas, fumase ricos puros de
tabaco ligitímo y tirase po atrás güen cuesco.
MosenDimos (continuando su sermón). Pues bien,
repartió todo entre los pobres, se vistió de pele-
grino, se fué solíco & Roma con su palo y una ca-
labacica con vino rancio, y, allí, con licencia del
Santo Padre, que no me acuerdo en este instante
como se llamaba, se consagró al cuidado y servicio
de los enfermos apestados, curando lo mismo á jó-
venes que ancianos, y k chicos que chicas; y libran-
do á gran número de prógimos y prógimas, de que
fueran á parar al hoyo para in eternum. ¡Ahí No
hay que darle vueltas. ¡Cuántos dolores pasaría el
compasivo Roque, y qué cuadros más tristes y os-
curos se le presentarían á los dos ojos de la caral
Después, ¡oh!, después, ¡maldita sea la envidial
OOSTÜMBKES ABAQONBSAS 133

por causa de viles calumnias^ lo metieron preso en


la cárcel, no dándole al infeliz ni aun el preciso
alimento para matar el gusano del hambre.
Una beata (á media voz]. ¡Aaay, Josúsl ¡Que izno-
minia j que corazones más secos j más empieder-
nidos y previersosl
Mosen Dimos (prosiguiendo su predicación). Estando
prisionero, le salió sin más ni más, una terrible
llaga en una pierna, j , j a en libertad, se subió co-
mo pudo j cayéndose de necesidad á un monte
próximo á la ciudad, j allí unos cariñosos pastores
le hicieron unas miguicas con sebo j hasta un pe-
rneo del ganado le llevó un pan en }a boca, para
que apagase el desventurado Roque la necesidad que
tenía. Pasados tres días j seguido del mismo perro,
bajó nuevamente á la ciudad, moviendo Roque con
su ejemplo no pocos corazones, entre ellos el de un
elegantísimo caballero, que, por imitar á vuestro
santo Patrón, se despojó de su vestimenta, dio su
bolsa á los pordioseros andrajosos, j se cubrió con
hábito pelegrinante, sin hacer maldito caso de los
chuflidos de los chicos, ni de las cuchuñetas de
las mozas, ni de los dimes de los hombres treinte-
nos, ni de los diretes de los viejos ó de los que j a
bajaban la escala de la vida. En fin, queriendo
Bios recompensar al ejemplarísimo Roque tanto
Servicio á la humanidad j tanto cúmulo de virtu-
des, le llamó & su seno, colmándole de gloria y
134 LAS FIESTAS DE MI LÜGAB

permitiéndole gozar una felicidad eterna; porque^


her nanos míos, no haj que darle yueltas, al que
obra bien, el Señor le premia.
Una beata {con voz casi ininleligible). ¡Aj, Virgea
bendita! ¡Cuantisma razón que tiene!
Mosen Dimas (águiendo su discurso). Desde enton-
ces, muchísimos pueblos, especialmente en los có-
leras, han venerado á San Roque, modelo de san-
tos, de humildes, de compasivos y de hombres
trabajadores, como debéis serlo vosotros, descen-
dientes de Adám, y sobre todo vosotras, amadas y
descendientes hijas de aquella desgraciada, nogo-
ciera, curiosona y revisalsera Eva, mujer que, sin
embargo de ser más viva que una cardelina y más
lista que un falcino, fué la individua más liviana
de su tiempo, y una mala pécora, porque, no con-
tenta con haber sido la causanta del pecado origi.
nal, aun le dio la falaguera y tuvo la desfachatez
de atreverse, ]la muy infame!, á dirigir sus voces
y clamores al cielo. Afortunadamente fueron como
clamores de burro que no llegan á lo alto, según
palabras del Doctor inconsútil San Venancio. ¡Ayl
¡Infelices de vosotras, mujeres de Val de Cuervos!
¡Infelices de vosotras si llegáis á imitar á vuestra
madre Eva! Sufriréis amarguras y penalidades sin
cuento...
Un matraco (en voz muy perceptible). ¡Dnro, duro
con ellas! Que too es poco.
COSTÜMBBES AKAGONESAS 136

Otro. ¡Rediez, si raja este güen hombre! Cuidiau


ques muermo! Ni aun se para pa escupir. Por juer-
aa que ebe é tener una garganta más dura cun
mango é jada. Pa mi sería güeno. Desiguido ten-
dría que tírame una escuillica é vino.
Mosen Dimos (concluyendo ya el sermón). Pero, no, no,
yo espero de vosotras y de vosotros, que seguiréis
la senda del bien, contando con la protección vuee-
tra, ilustre pelegrino y gloriosísimo San Roque.
jOh, Sancho, digo, Santo dichoso! Míranos, míra-
nos con esos tus ojos. Aquí nos tienes hincados do
rodillas á tus pies, como buenos cristianos y fervo-
rosos devotos tuyos. Líbranos, si, líbranos de toda
peste nacional y extranjera, que cuanto más hagas
por nosotros, más festejos te haremos, y, áfin de que
veas nuestro ardiente y abrasador deseo de tenerte
alegre y contento, te llevaremos en procesión por el
pueblo con música y luces encendidas, y presidi-
rás el dance, los toros, los bailes, los fuegos y to-
dos aquellos espectáculos en que puedas divertirte
á tus anchas. Tu, en cambio, Santo mío, nos apar-
tarás las malas nubes y las horribles tronadas, y,
rogarás á Dios, en el cielo donde vives, que á todos
nos conceda veros y gozaros en la dichosa mansión
eterna, que, para mi quiero, y que á todos os do-
seo ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
—Amen.» Tres Ave-Marías os encargo. La prime-
ra, por mi intención; la segunda, por la del que
186 LAS FIESTAS DB MI LÜQAB

os ha predicado; j , la tercera, por la del que ahora


08 habla.—^Ave María Purísima.
Muchosfieles.Sin pecado concebida.
Esto dijo en su sermón el venerable Mosen Di-
mas, quien, en un cuartito de la sacristía, refrigeró
luego su estómago con media docena de rosquillas
blanqueadas con azúcar; se bebió un vaso de vino
blanco; j recibió más tarde, además de la caridad
ofrecida (seis pesetas, dos pollos y una gallina), dea-
cargas cerradas de plácemes, enhorabuenas j apre-
tones de manos.
Después del Credo, tocó la música la Marsellesa;
al alzar, la Marclia real; luego el Himno de Riego; y,
al fin, una Jota fematera, que hizo mover los nervios
á todos los jóvenes j aun á muchos fieles j fíelas
cargados de años. Terminada esta solemnidad reli-
giosa, se fueron agrupando en las distintas capillas
de la Iglesia los individuos de Cofradías ó Herman-
dades, para la procesión que había de recorrer las
calles del pueblo. El sacristán repartió velas á to-
dos, j luego, con un papel en la mano, señaló á
cada cual su sitio, expresándose de esta manera:
Yusotros, los cuatro mozos que habís de llevar el
Santo, irus j asperarus en la sacristía j quietos
allí: usté, señor maistro, ponga en fila los chicos 7
detrás que vaya la maistra adujanta con las chicas,
J al que enrede ó á la que enrede, cocotazo limpio.
Tu, Anicasia, tu que eres la moza que ha de He-
COSTUHBBES ABAOOKE3AS 137

var el estandarte de las Hijas de María, aprétate


firme á la centura la correa con el gancho, ponte
el palo sobre el pecho j metete bien la punta po
entre piernas pa que no te se vaya hancia atrás el
estandarte. Ustedes, las mujeres de la Cofradía de
la Soledad, sigan detrás de las Madres Cristianas,
j vajan apartadas de los hombres, porque, como
éstos muchas veces paleen papis j á menudo van
mirando & las abutardas, llevan los cirios tiesos y
les puen echar churriones de cera ú socárrales las
sajas j los melindrujes. A ver. Que se prepare á
salir ya la cabeza de la prucisión y que rompa el
fuego la cruz con los candeleros, indo delante la
escopetería. Ah. Que se molvidaba. £1 gaitero que
se ajunte á los danzantes cuando lleguen aquí, y,
á renglón seguido ú después del Santo, que se ape-
gue la música al Ayuntamiento. Sobre too, que
haiga orden y que no se preduzca confusión, no sea
que, sin querer, se arme aquí algún fandango á
causa del muchísmo estrapalucio y me carguen &
mí el muchuelo.
Comunicadas estas disposiciones, y, entre un
gran volteo de campanas y disparo de buen núme-
ro de cohetes y no pocas descargas, salió de la
Iglesia la procesión, por el orden siguiente: 1.° Cua-
tro escopeteros, gastando pólvora en salvas y dando
pruebas de su mucha agilidad y destreza en el
manejo del arma, si bien con el pequeño inconve-
138 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

niente de que alguna que otra baqueta quedárase


olvidada en el cañón y saliese luego entre torbe-
llinos de humo.—2." La cruz parroquial con un
acólito á cada lado.—3." Los chicos de la escuela,
presididos por el maestro Don Agapito, que aquel
día llevaba piramidal chistera j una especie de
leviti-bata negra.—4.® En dos filas, como los chi-
cos, seguían las niñas, bajo la custodia (por enfer-
medad de la maestra), de la auxiliar Doña Letanía
Firulete, mujer casi recien llegada al pueblo, de
apacible j agradable rostro j de una arquitectura
de miembros muy discretamente proporcionados.
—5.° La Asociación de Hijas de María y Congre-
gación de la Soledad de la Virgen, con sus respec-
tivos estandartes, con mucho primor bordados.—:
6.° Los pendones de las Madres Cristianas, en cu-
yas hileras figuraban: la señora doña Belém, casta
esposa del cirujano; la tia Rita, mujer fecunda en
partos y amiga de echar tacos; doña Silvestra Pa-
lominos, dama de recomendable cepa; la seña Per-
petua, mujer torcida de ojos, torcida de geta, tor-
cida de alma y torcida de cuerpo; la tia Pindonga,
muy charanguera y por demás alegre de semblan-
te; la seña Liboria, individua de penetrantes mira-
das y detenida de movimientos; la tia Miñona,
mujer en extremo husmeadora y habilidosa, y, tan
económica y regatona, que era capaz de encontrar
polvo debajo del agua y hasta de sacar pelos do
OOSTUMBKES ABAGONESAS 139

una calavera vieja; j la tia Pelada, persona seria


y muy k propósito para armar cualquier quimera 6
pleito hasta con el mismísimo lucero del alba.—
7.° Las banderas de las Hermandades de Santa
Águeda, San Antonio Abad, Santa Pantaria, San
Blas, Santa Quiteria y San Roque,—8." El gaitero
haciendo música á los danzantes que iban bailando
y paloteando delante del patrón del pueblo, mar-
chando á la cabeza y en amigable consorcio, el
ángel, el rabadán y el diablo.—9.° San Roque,
con flamante y colorada banda de General en jefe,
rodeado de flores, en medio de cuatro faroles y lle-
vado en andas en una alta peana por los cuatro
más bien plantados mozos del lugar, cada uno con
BU camisa de mujer, de esas que llevan sin man-
gas en el verano para hacer alarde de sus más 6
menos gruesos, limpios y torneados brazos.—10.
El terno con antiguas y bordadas capas pluviales.
—11. El muy ilustre Ayuntamiento constitucional
del lugar de Val de Cuervos, todos con aguadera
capa y gran sombrero de rodela, por cuyos lados
asomaban despeinadas greñas, llevando también
largos cuellos de camisa, alpargatas nuevas, cal-
cillas blancas y ancha y encarnada faja.—12. La
murga ó banda de música tocando de rasgan con
dos cornetines, un clarinete, un figle, un bombar-
dino, un bombo enorme, dos descomunales plati-
llos y un sucio tambor-redoblante muy parecido á
140 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

un roscadero 6 cesto por demás estrecho y largo,—


13. Numeroso séquito de mujeres del pueblo j fo-
rasteras, cari-risueñas unas, cari-acontecidas otras,
j todas con luces.—Y 14 y último. Una veintena de
hombres, á guisa de piquete, con carabinas unos,
y con escopetas otros, llevando el que hacía de
cabo un trabuco naranjero de esos que calzan balas
de media libra, y el jefe de la fuerza una espada
no muy brillante, pero sí suficiente para cortar
pronto y á cercén el cuello más duro del mundo.
El suelo de las calles hallábase cubierto de hojas
de laurel y menta, romero, panizo y yerbabuena,
y en dos puntos principalmente, sobresalían dos
altos arcos de hiedra y hojarasca, leyéndose en el
rótulo del uno: ¡Viva San Roque y su enáne Ayunla^
míenlo!, y en el del otro: ¡Biba San Roqey el Lujar de
Bal de Cuelbos!
En la forma indicada siguió la procesión su ca-
rrera en medio de infinidad de disparos de cohetes
y de salvas y más salvas desde tejados, ventanas y
miradores, sin otra novedad que la que produjo el
anímalo te hijo del tío Escula-grillos, el cual mozo
habiendo cargado su escopeta con mucha pólvora y
unos cuantos perdigones loberos, disparó con tan
mala suerte, que del tiro, que hizo un estrepita
atroz, se le llevó el sombrero á San Roque, con
gran susto y disgusto de todos, especialmente del
alcalde, quien hizo traer á su presencia al autor
COSTUHBBES ABAGK)NBSÁS 141

de tamaño desaguisado, rompióle en dos pedazos


en sus costillas, la respetable y dura rara de la
Justicia, mandóle á la cárcel é hízole pagar, ade-
más de una multa de veinticinco pesetas, un som-
brero de fieltro semejante al abrasado del Santo, al
cual, con el debido permiso, y á fin de que no se
le mojara la cabeza con la llovizna que comenzaba
á caer, le puso el veterinario (y lo llevó hasta la
Iglesia), su antiguo y altísimo sombrero de copa,
que sólo se ponía los días de incienso, canto recio
y sopa roya.
Celebrada la procesión, sereno el tiempo y des-
pués de haber echado los Curas y Ayuntamiento
un lijero piscolavis, tente en pie ó puntalíco, acu-
dieron á la plaza, (llenísima ya de gente apiñada al
ancho tablado, para presenciar el dance, y contando
con los muchos espectadores que había en balcones,
ventanas, rejas y tejados), acudieron, decía, y se
sentaron en un banco el señor párroco de Val de
Cuervos; el del vecino pueblo de Despeña-gatos,
llamado Mosen Leal, porque lo era y mucho, dis-
tinguiéndose por su pesada locuacidad, y por sus
repetidas manifestaciones y deseos de ser canónigo,
para cuya dignidad deeía que estaba cortado; el
ecónomo de Val de llanas, presbítero bautizado
con el nombre de Jerónimo, sujeto de cara de luna
en lleno, que parecía un bendita tu eres y era
muy amigo do referir consejas y salpicar su con-
142 LAS FIESTAS DE MI LUQAE

versación con variedad de cuentos, chascarrillos y


agudezas; acompañándoles, por supuesto, Mosen
Dimas el predicador, hombre bien criado y man-
tenido (según lo demostraban sus lustrosos y colo-
rados mofletes y su voluminoso abdomen), y apa-
sionadísimo por el tabaco hasta el punto de encen-
der un cigarro con la colilla de otro.—El segundo y
tercer banco fueron ocupados por los individuos del
Ayuntamiento; y en el cuarto sentáronse, con sus
respectivas señoras, el juez municipal, el médico,
el escribano, el veterinario, el maestro y el botica-
rio, hallándose en medio de los bancos San Roque
en su peana.
Luego que se hubo reunido en la plaza tan va-
riado, numeroso y animado concurso, aguantando
todos un sol abrasador, quitóse el alcalde su apara-
güado sombrero y acercándose á San Roque, ha-
blóle así: «Con premiso de su mercé. Patrón ben-
dito, se va á escomenzar el dance bajo güestra
dizna presidiencia.» Acto seguido se volvió á su
puesto, llamó al pregonero, que estaba ocupado en
echar requiebros á una viuda joven y guapa, y le
mandó vocear lo que estaba escrito en el papel que
le dio. Pronto se oyó el tambor, y, en seguida La-
garto, con voz de figle, unas veces; y de falsete
sobre-agudo, otras; leyó, en tantos tiempos como
comas, lo que sigue:
De orden, del siñor alcalde, coslitucional, de este pue-
OOSTÜMBBES ABIGONESAS 143

blo, se manda, y se hace saber, que todo Dios, lo mesmo


del pueblo, que de ajuera, guarde, ñlencio, por toa las
partes, tanimienlras, se prenuncia, el dance, por los dan-
zantes, en honor, y bajo, la prisidiencia, de nuestro pro-
ietor, y patrón San Boque, y, se prohibe, durante el
mesmo, el más liviano remor, so pena, de pagar, la mul-
ta, de tres pesetas, y aplicación, del Código penal, dis-
puesto, po el Gubierno, que con el Rey, me en Madrí.
Anunciado esto, el alcalde levantó la vara, guiñó
el ojo derecho, meneó la oreja del mismo lado, y
al momento avanzaron al centro del tablado el gai-
tero y tamborilero, siguiéndoles cinco cristianos con
su caudillo y el ángel al frente, brillando las mu-
chas lentejuelas de sus vestidos, especialmente el
del rabadán. Tras éste, presentáronse cinco moros
con su jefe, á quien llamaban Muza, junto al cual
iba el diablo, haciendo muecas y travesuras. Todos
saludaron con la cabeza á San Roque y al Ayunta-
miento; los del bando cristiano se colocaron, como
agazapados, detrás de la peana del Santo; y en
medio del tablado se quedaron los del bando moro,
cuyo caudillo, meneando una vez un brazo y otra
vez otro, habló de esta manera:
Antes que salga la aurora
coronada de gacíntos,
quiero como General
y como reuto caudillo,
registrar mis ciutinelas
144 LAS FIESTAS DB UI LUOAB

pa ver si me san dormido;


quel General que no vela
al frente de su enemigo
no es presonaje arrogante
ni espavilau ni atrevido.
El velmncrio (enlerrumpiendo á media voz). Bien:
muy bien va eso.
Uno de los Curas. Alta la cabeza, alta y derecha.
El secretario. Más alma, más alma en esos brazos.
El alcalde (levantando el símbolo de la Justicia). ¡Si-
lencio, paineta! Al que intirrumpa, sea quien sea,
le atizo un varazo que le parto el casco é la cabeza
y lo dejo seco. Sigue tu, cadillo, digo, cau-
dillo.
El cg,udillo moro. Hoy que celebra el cristiano
con gritos y regocijos,
aquel día en que nació
el que llaman Dios devino,
quiero saber si es que tiene
este altanero castillo,
algún General valiente
que quiá pelear conmigo.
Porque ardo ya de coraje,
y, de mi cochilla el filo,
está rabiando por dales
muerte á cuantos atrevidos
se pongan frente á los brazos
deste trigue vengativo.
OOSTÜHBBES ABA(K)NSSAS 145

que quiere pronto espiazar


ú cómese á un hombre vivo.
(Repara en el cuadro de la Virgen del Pilar, que está
ú los pies de San Roque entre bs dos faroles delanteros)'
Mas ¡cielos! ¡Ques lo que miro!
¿Estoj ú no esturdecido?
¿Quién el mantecato jué
que con su esmengüado brío,
se atrevió k poner allí
esa fegura, ese benchizo
que los de la Cruz le dicen
María, madre de Cristo?
¿Cómo el cristiano abatido
no ba temblau al ver que yo
sojr su más juerte enemigo?
Vojr á llamar á esa puerta,
que no estaré sastifecho
hasta que línque este sabré
á su deñensor po el pecho.
(Da un fuerte golpe con la espada en el suelo, tomo si
llamara, y continúa).
¡Ah deste insizne castillo!
Salir cuantos estís drento,
que hay aquí juera un león
de vor&z temperamianto;
y si pronto no salís
por ser unos cobardazos,
40
146 -LAS FIESTAS DK KI hVaJJt

SUS juro quése retrato


lo voy á hacer en mil piazos.
(Va á cojer el retrato y es detenido por el ángel y de-
más cristianos que salen de detrás de la peana que, según
«líos, fyuraba el castillo. Enseguida el caudillo cristiano,
después de limpiarse con la manga derecha del tonelete
los labios, manchados del vino que á hwtadillas acaba de-
beber, para tener más expedito el órgcmo del habla, se-
miélica de este modo:
¡Detente, impío barbare!
que si te sufrí el valor
para llegarte atrevido
á desafiar á cuantos
defienden la laj de Cristo;
ya no puedo aguantar más
al ver tu infernal desiznio,
porque, tocando á María,
de pureza claro almiño,
y hermosa y suprema Raína
de los ángeles devinos,
es como ofenderme á mí
y herirme en lo ques más vivo.
Aquí me tienes delante
bien sereno y no mohino,
á icíte en tu cara mesma
quéres un vil y un cochino.
Y ya que ahura te las echas
da matón y fíemientido.
OÓSTTJHBBES iJU0K}ir8»A8 147

saca tu encorvada espada,


saca ese cortante &lo,
j verás en poco tiempo
al más humilde caudillo,
córtate las dos orejas
como te mereces, ¡pillol
Ea, africano de África
desinvaina ese cochillo.
El caudillo moro (preparándose á la pelea con hs cris-
Áanos).
Desinvainado está j a .
¡Asísteme, gran Maromal
El caudillo cristiano. De naide auxilio tendrás,
porque vas é morir. ¡Tomal
(fface como que le clava la espada y cae el moro ton
¡os suyos: á la vez el diablo cae también boca abajo, po—
niMosele encima el ángel que le amenaza clavarle su
espadín en un átio opuesto al vientre, lo cual produce en
elpúblico grandísimas carcajadas).
El caudillo moro (cayendo).
¡Aj de mí, que j a la tierra
que pisaba, me ha faltado!
El caudillo cristiano. Estás vencido, tirano,
j castigada tu infamia.
Si ahura 6 Dios no te conviertes
ni de tu sezta te alpartas,
te cuertaré la cabeza,
j en la punta desta espada
148 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

la llevaré por bandera


j por trunfo de mi hazaña.
El caudillo moro (íodmía echado en el suelo).
[Oh, valeroso cristiano!
deten tu tajante espada,
j ajúdame á devantar
que me duelen las espaldas:
me venció j a tu algumento,
j agora te doy palabra
de recibir el bautismo,
j asistido de la gracia
confesar de Dios el nombre
7 el de su Madre sagrada.
(El caudillo cristiano le ayuda á levantarse, como íam-
bién h hacen los cristianos con los moros).
Dudaba no poder ser
que de una mujer intauta,
naciese Dios hecho un hombre
quedando ella inmaculada.
SI caudillo cristiano. No tienes que poner duda
pues no hubo en el apto mancha.
¿No has visto tu en un cristal,
allá en tus falsos rituales,
quel sol Bosprendente dentra
sin causar al virdrio males?
Pues, asina el sol devino
de Jesús, dentrd en María,
quedándose tan purísma
C0STUMBKE18 ABAaoNESASJ 149

como luz de hermoso día.


Por tanto sé dende hoy güeno
y no hagas más el babieca,
renegando bien sereno
de Maroma y de la Meca.
Así, serás güen cristiano
así, seremos amigos,
y yo viviré á tu lado
po los siglos de loa siglos.
M caudillo moro. Alabo en estos momentos,
gracias á Cristo y su Madre,
la juerza é tus algumentos
y el gran poder de tu sabré.
El cavdillo cristiano. Pues, ¡ea! ¡á la mar pelillos 1
¡Seamos dende hoy hermanos!
Los crislianos. ¡Viva el ray de los caudillos!
Los moros. ¡Viva el ray de los cristianos!
Grandes aplausos y nutrido y variado griterío
oyéronse por toda la plaza. Los danzantes, satisfe-
chos hasta no más, hicieron luego diferentes evo-
luciones al son de la gaita y palilleo del tamboril,
descargando acompasados golpes sobre los broque-
les que habían tomado, los cuales, de paso sea
dicho, eran tapaderas de tinajas. Enseguida danza-
ron con los palitroques, todo entre numerosísimos
"vítores de la concurrencia, y después, rodeándose
al palo del rabadán, éste dejó caer del extremo su-
perior doce cintas, y, cogiendo cada caudillo y cada
160 LAS FIBSTAS DB UI LUQAB

soldado la suya, tegieron j destegiéronlas, Hacien­


do bonitos trenzados j formando vistosos grupos,
en uno de los cuales, los moros doblaron la rodilla,
j los cristianos, sostuvieron al ángel en un broquel
colocado sobre la cabeza del diablo; obligando al
fin los mismos cristianos á los moros, á desfilar
bajo una bóveda de espadas, como si pasaran por
otras horcas caudinas. Estando el ángel en aquella
elevada posición, dijo al popular abogado contra
la peste:
Oh, Roque, patrón glorioso
que estás gozando en el cielo,
míranos siempre amoroso,
j sé de todos consuelo.
No olvides á estos cristianos
en sus dolores acerbos,
j bendice con tus manos
al pueblo de Val de Cuervos.
Nutridísimos aplausos siguieron á estas angéli­
cas palabras, j tras unos instantes de descanso,
ordenáronse moros j cristianos: el rabadán se puso
enmedio sin dejar el adornado palo de las cintas,
j se le fué presentando cada uno de aquéllos, para
los que tuvo su dicho correspondiente ejecutándo­
se á la vez una lijerisima vuelta bailable entre uno
7 otro acto. Antes de comenzar, se dirigió, descu­
briéndose, al patrón del pueblo, y le habló d»
esta manera:
003TUUBBBS ABA.GONBSAS 151

¡Oh, San Roque verginal


que presidís el dance estel,
librarnos de todo mal
j en especial de la peste.
Y, puesto que aquí ante todos,
tengo los dichos que icír,
y que, de diversos modos,
por mi boca han de salir;
sus pido que con presteza,
vos, que de amor sois alhaja,
deis á mi lengua clareza
pa no entiyocame miaja.
Desahogado así, se cubrió, se colocó enmedio, j
poniéndosele delante el caudillo de los cristianos,
he aquí el dicho que le dedicó:
Este chico está esmirriáu
dende casistió á un bautizo,
y á juerza é pan se comió
más de un almú de panizo.
Ejecutada la bailable vuelta al compás de la gai-
ta y tamboril, le dijo el mismo rabadán al caudillo
de los moros:
Este mozo pal trabajo
es mu torpe y es mu brozas,
pero encorre como un galgo
6 las viudas y á las mozas.
Ál cristiano i." Este sí ques guapo chico
y amigo de divirsiones.
152 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

que se come sin pelar


á docenas los gurriones.
Al moro 1. Este se llama Perico,
pero le dicen el Chato,
porque tiene la nariz
como el morro de un zapato.
Al cristiano 2° Este mozo, por lo bruto,
debía llevar ramal,
porque gana á comer paja
á cualsiquiér animal.
Al moro 2.' Este es chico mu beato
que reza siempre el rosario,
y á luz y á sombra presigue
á la hija del botecario.
Al cristiano 5.' Este sí ques guapo chico
que tiene ojicos de liebre,
y se pirra por comer
con su burra en el pesebre.
Al moro S.° Este, según mi memoria,
ques mozo tan lechuguino,
fué un día á besar la novia
y le dio el beso á un pullino.
Al erisliano i. Este sí ques guapo chico,
que empina mucho la bota,
y por eso baila tanto
el bolero de cocote.
Al moro 4.° Este á quien llaman Licér,
es hombre de mucho brío.
COSTUMBBES ABAOONBSAS 153

pero en tocante á comer


anguila más cun abrió.
Al cristiano 5° Este sí ques guapo chico,
que no tiene nengun diente,
por comer tanto pepino
y beber tanto aguardiente.
Al moro S." Este, de tan mal color,
tiene á menudo torzones,
porque una vez se tragó
un zarpan de perdigones.
Terminados estos dichos, cuja gracia fué pre-
miada con innumerables vítores j salvas de aplau-
sos, se OJO un aguardentoso vozarrón que gritó:
¡Que diga el diablo alguna cósica! á cujas palabras s i -
guieron otras, gritando: ¡Si, á! ¡Que diga y cable
alguna cosicaaal Y acto continuo el diablo, rindien-
do el chuzo, que era un palo con una bayoneta en
la punta, se fué al ilustre patrón j le dijo:
Yo, San Roque, te prometo
comprarme una carabina,
pa matar á los tenderos
que en el vino echan fuchina.
Grandes j generales carcajadas demostraron el
gusto con que el tio Chispas el herrero ó el diablo
había sido oido. Seguidamente bajaron del tablado
los danzantes j aun recorrieron algunas calles,
haciendo el mismo diablo mil travesuras j asus-
tando á chicos j mujeres, contra las cuales di-
164 LAS FIESrTAS DB UI LUSAB

rigía principalmente sus embestidas el maligno


tentador, sin duda por desempeñar su papel más al
natural, llegando en esto á tal punto que, cuando
se dirigía á algún grupo de mujeres, poníanse éstas
en defensa como las vacas al embestirlas un lobo,
j , en este estado permanecían, basta que llegaba el
ángel, á cuja vista buía repentinamente el diablo.
Al poco rato, quedaron desiertas plazas j ca-
lles. Todos se fueron á participar de los placeres de
la mesa, habiéndose consumido, según estadísticos
datos culinarios, siete terneras, trescientos veinti-
siete panes, ciento tres cántaros de vino, setenta j
un carneros, treinta j cinco liebres, sesenta j tres
conejos, ochenta j seis pollos j muchísimos postres:
también se hicieron cincuenta j nueve grandes
pucheros de achicoriado café, j se despacharon gran
número de botellas de aguardiente, que produjeron
bastantes pítimas j algunos partos que no necesi-
taron asistencia de comadrón.
A las dos j media de la tarde comenzó á acudir
gente á la plaza (deshecho ya el tablado), para pre-
senciar la lidia y muerte de tres toros, hallándose
enmedio del balcón del Ayuntamiento en calidad
de presidente honorario, el venerable San Roque.
Allí era de ver como á las cari-risueñas y muy em-
peregiladas mozas bailábales el corazón de alegría al
contemplarse miradas y remiradas por los baturros
del pueblo y forasteros; y como, [las muy gitanas!
OOBTUMBBBS ABAQONSSAS 155

se esponjaban por los chicoleos más 6 menos subidos


de color, que varios de aquéllos les dirigían, yién-
doee 6 la vez precisadas á aguantar el espeso humi-
llo de los cigarros puros que los matracos fumaban
j chupaban con más afán que los muchachos de la
escuela saborean j chupan los caramelos j los ciga-
rrillos de azúcar. También era de ver como el alcal-
de, hecho un portugués de finchado, multiplicábase
por los cuatro ámbitos de la plaza, j daba órdenes
por acá j acullá, sin reparar á veces en lo que hacía,
pues, entre otras cosas aconteció que, al pasar de una
casa particular á la del Ayuntamiento, necesitó con
urgencia sonarse, y, como no encontrara el pañue-
lo, hízolo por equivocación con los dedos, jendo
á parar la sustancia mucosa á la arrugada mejilla
de una vieja, que, por haber padecido de viruelas
en BUS mocedades, tenía la cara como regilla de
confesonario, sirviendo el hecho para que hubiese
un lijero tiroteo de fuertes palabras entre el supe-
rior j la subordinada.
Las ventanas j balcones de la plaza estaban l l e -
nos de espectadores, j , no siendo suficientes aque-
llos, rebosaba la gente por los tejados, sin temor al
sol abrasador que calentaba de firme: todas las
boca-calles afluentes á la misma plaza estaban ce-
rradas con carros, troncos de árbol, aladres, cama-
justes, puertas j maderos, coronados por mozos de
ambos sexos, j especialmente por una caterva de
156 LAS FIESTAS DE IQ LUaAB

muchachos, que, asomando las cabezas j los brazos


por donde podían, representaban muj al vivo cua-
dros del Purgatorio.—Hasta que dieron las tres,
hora en que había de dar principio la función, en-
tretuviéronse los aficionados al arte de Pepe-Hillo
j Costillares, en ejecutar algunos ensajos, hacien-
do unos de toreros j otros de toros, dando un buen
número de mugidos que, por lo perfectamente que
los daban, era lástima no estuviesen dotados de una
buena cornamenta.—La autoridad suprema, vulgo,
alcalde, después de ponerse varias veces detrás de
San Roque, para cerciorarse de si el Santo vería
bien el espectáculo, advirtió desde allí que en una
esquina de la plaza quedaba un portillo por el que
fácilmente podría escaparse el toro, j queriendo
cerrarlo j no encontrando en tan crítico momento
ningún objeto con que atravesar el paso, ordenó ¡el
m u j bruto! al alguacil j al secretario que pusieran
allí fuertemente atado á dos rejasy aun carro, el San
Roque que había en la cárcel, pareciéndole que de
esta manera quedaba el portillo convenientemente
asegurado. Pasados unos instantes, el mismo al-
calde asomó la geta por el balcón municipal y
luego de decirle en voz baja á San Roque: Congms-
tra venia se va á escomenzar la junción, se subió con
ambas manos los calzones, sacó de la faja un paño-
lón de yerbas, destinado á conservar la policía en
flua aloritadas narices, y, haciendo con él una se-
coermiBBxs ASAGKJNESAS 157
nal entre aplausos j algazara, púsose cada toreador
en su punto con la mirada ñja en la puerta de la
camecería, por donde había de salir el toro.
Apenas el tío Te-jeringo vid la sefial del alcalde,
alargó palmo j medio el cuello j empujando 6 dos
hombres que con él estaban en una reja baja, j ,
echándoselas de andaluz, porque motivo tenía para
ello, dijo: ¡Por vía é miz tripaz! Dezapartenzea
como coza de un canto de peceta culinaria, que
quid ver bien con loz ojoz de la cara, zi eze vicho
ez retinto, cuerni-gacho, blando, pegajozo, bravu-
cón y de güen trapío.—Tio güeno, echesusté & un
lau, decía una mujer tuerta á un hombre bizco que,
con otros, estaba dentro de un carro.—Amos, ri-
dids. ¿Aonde ñus pondremos pa que la dejemos &
usté ver?—¡Otral, replicó la tuerta, como lleva
usté pal sol un sombrero que paice un batiagas ú
pilámide escachuflada, no me deja usté ver á mí ni
á esta criaturica que llevo en brazos.—A estos
puestos, añadió el bizco, no se viene con crios.
¡Vaya una sustancia que sacará de la junción!—
¡El crío! ¡El crío! adiccionó la mujer, el crío será
usté. ¡TÍO morral! ¿Porque no hi de veníl coa k
criatura? Pus puó hacelo, y con más drecho que
usté, ques folastero y no ha nació en el lugal.
En esto abrióse la puerta de la camecería, y sa-
lió un toro de cuatro hierbas llamado Hermoso. Dio
tres ó cinco vueltas por la plaza abriendo repeüdaí
158 LA.8 FlKSTAS DB HI lAJ&ASL

Teces la boca en señal de hambre 6 de admiración


6 mofa, j , al pasar por junto á las ruedas de un
carro, recibid un garrotazo de un mozo que le dijo:
¡Áhi m eso, paisano/ Con saludo semejante, principia
el bicho á dar nuevas vueltas á todo correr por la
plaza, saliendo primeramente á ella el hijo del tío
Casca-huevos, pero, en tan mal hora, que, el animal,
enganchándolo con el pitón izquierdo por la culera
del calzón, sacóselo por el cuello de la chaqueta, co-
giéndole hasta la camisa j algo de carne. Con avi-
nagrada cara j abandonado por el toro, se levantó
enseguida, enseñando toda la parte occidental del
cuerpo, recibiendo ¿ la vez una gran ovación por
8u atrevimiento. Otros mozos, que dieron algunas
suertes con fortuna, comenzaron, como en vengan-
za, & descargar sobre el toro sendos estacazos con
los que le menguaron las fuerzas, fuerzas que se le
acabaron del todo por los veinte j tres navajazos
que le propinaron los toreros más brutos j de más
empuje del pueblo.—Sacado á rastras el ensan-
grentado animal, hubo un pequeño descanso, y,
pasado éste, el alcalde dijo al carnicero: «Celipe,
j a pues abrile al otro toro j púnchale bien po en-
cima é la coda, pa que salga furo y escopetiando».
Y dirigiéndose á varios de los toreadores, les habló
así: «Yusotros, ¡ojo al Cristo! Cudiar que no sus
enganche el que va á salir, porque al que le pes-
que, ya pué hacer cuenta que se va á cenar esta
OOSTUHBBBS AIUOONB8A.S 159

noche con la mesma Santisma Trenidá en presona».


El carnicero di6 suelta al segundo toro, con sínto-
mas de buey, mogón del cuerno derecho 7 de bas-
tante genio, por lo cual al principio mir&ronle los
mozos con algún respeto, pero luego fueron salien-
do á la plaza hasta los menos animosos, hicieron
diversas suertes j sufrieron muy buenos porrazos
al saltar por unos maderos que les servían de valla.
Sin hacer caso de esto, entráronle ganas i un mozo
forastero, j a rancio, llamado Rudesindo, hijo del
tío Calambres, vecino de Mata-puercos, de lucir un
poco su arrogancia en la plaza j darse & conocer
del público con una sorpresa. Al efecto, j ¿ guisa
de capa, cogió una saja de bajete encarnada j se
puso delante del toro, el cual acometiéndol» en
seguida, de un topetazo lo tiró patas arriba ocasio-
nándole una regular herida en el muslo izquierdo.
Los mozos, corrieron luego en su auxilio j condu-
jéronle á la Casa de Ajuntamiento, á donde acu-
dieron para curarle varias compasivas mujeres que
prorrumpían en sollozos j frases de sentimiento j
amargura, á la vez que otras mujeres—para las que
no había más prójimos que los nacidos en Yal de
Cuervos—, decían á las primeras: Callana, tontas.
No sus asuslU. ¿Pus no vis que aforlunaamenle este mozo
no es daqvi de nuestro lugar?
Pasado tan triste incidente, unos mozos capearon
un poco al toro, j otros, armados de varas j garro-
160 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

tes arremetiéronle con infernal gritería: el pobre


animal, viéndose tan acosado, recorrió toda la línea
de carros, j , abriendo brecha por donde estaba San
Roque, echólo á rodar como si lo hubiera estado
ensayando quince días, y se coló fuera de la plaza,
dando lugar con esto 4 que muchos espectadores se
rieran j gritaran, j á que otros, especialmente fo"
rásteres, censarasen la brutalidad del alcalde que
había mandado poner allí la imagen.—Dos pasto-
res consiguieron traer al huido toro, que, muerto 6
asesinado, sirvió al día siguiente de alimento á la
majoría del vecindario, consumiéndose del propio
modo la carne del tercer toro, á quien no fué nece-
sario matar, porque á poco de salir á la plaza, so-
brevínole un accidente que lo dejó espatarrado y
sin vida al pie mismo de la Casa Concejil.
A las ocho de la noche, encendiéronse unas cuan-
tas teas en la plaza, y, á su luz y al compás de la
música, comenzó un baile general que duró hasta
las doce de la noche.—Yo, como simple espectador
y cediendo á las repetidas instancias del dueño,
asistí al baile particular que se dio, con asistencia
de la rondalla, en un granero de la casa del popu-
lar y graciosísimo tio Bolchacas, granero en el que,
fuera del espacio que ocupaba la música, había sillas
al rededor, y daban luminaria un grande y antiguo
velón de cuatro mecheros, colgado en medio del
techo, y varias arandelas con velas de sebo & lo*
OOSTüMBBES ASAGtONESAS 161

lados: iluminaban las escaleras dos averiados quin-


-qués de petróleo, colocados en los rincones del suelo,
j , al patio dábale luz un enorme candil tabernario,
<{ue despedía no tan mal olor como el que salía de
la cuadra j de la zolle ó choza en que se oían gru-
ñir unos cerdos.—^En el intermedio del segundo al
tercer baile, entró la seña Filara, dueña de la casa,
•con una gran bandeja de rosquillas blanqueadas,
sequillos j bizcochos, jendo detrás su hija Lucía,
rubia como las espigas del campo, con otra ban-
•deja llena de copas de retafía y aguardiente; y por
fin, acompañábalas la criada Manolíca, mozuela
decidora y vivaracha, con otra bandeja con vasos
do agua muy fresca y cristalina. Después que
todos participaron del obsequio, que se repitió de
hora en hora, continuó el baile con mucha mayor
animación que antes, hasta allá á las diez que se
oyó una estentórea voz que dijo: Siñmes: que se sal-
ga too Dios ajuera un útantico, porque se va á rujiar.
Obedeció la concurrencia y entró un bien plantado
mozo con un pozalón de agua que derramó á su gus-
to por el yesoso suelo y hasta por algunas sillas; y
terminada esta operación, volvió á gritar á los
asistentes: Ea. Ya puen dealrar loas ol/ra ves, que ya se
Íes hi puesto too bien fresco. Enseguida fué reanudado
el baile por unas cuantas parejas, mientras otras
departían amorosamente, explicándose de este mo-
do: Chiquia, Panlaliona, le decía un desmanga-mazos
44
162 LAS FIESTAS OB Itl hVOÁB,

á SU prometida: como no me case con (u pa esta Namdá^


es que me tiro de punta cabeza á la balsa. GontestaBdo
la moza: ¡JUiá que cosa quies hacer! ¿Sólo eso? Pus yo-
aun más.—Otro baturro le hablaba «sí á una m u -
chacha picada de viruelas: áicucAa, Berlolumea. ¿Quies
échale una porquica con este cura? Y la doncella le res-
pondió: No pué ser, maño. Te lo agraezgo mtwhismo,
pero, dende quel mes pasan tuve aquellos ataques á los
nkroos, no puó vakiar ni dar la más pequeña gütUa,
porque desiguido matonlo y me dan varios de cabeza,
me dentran stidaeras y acongojo, y gamito loo cuanto llevo
encierrau drenlo del arca del cuerpo.—¿Te cansas, salero
mió?, le preguntaba un matraco 6 su corteja con
quien bailaba; y ella le contestó: ¡Qmmi de cansar!
¡Ni por pienso! Causalmente me pasaría bailando toa h
taniisma noche sin hártame ni alosigame miaja. Y con tu
menos, ¡mostrenco! A lo cual replicó él; ¡Jolin, quere-
quierbos y que florecicas mechas, ¡pelindruscal Y ella le
añadió: No hagas caso, mañico. Masiau sabes, Apapudo,
caunque le diga lo que me paizca, siempre hago patuy
tengo el animo y prepósito de ser tuya ú del sepuclo. A
esto repuso el matraco: ¡Concho! No mobles d mi de co-
sas de cimenterio, porque se me enliernece el corazón y me
te pone más blando cun ingüento. Y, hago al lector gra-
cia de otras conversaciones baturriles un tantico
maliciosas. Se me olvidaba decir que también yo
i&e determiné á echar mi cuarto á espadas con
una joven forastera, bisoja y con un sombrero
COSTUICBBBS AIU.€K)NBSAS 1€3

lleno de flores j animales de pluma, que cirejéa-


dola apasionada por la música & causa de oiría ta-
rarear algunos de los bailes que tocaban, la dije^Ss-
ñorita: usted esfilarmónica,¿verdad? Y ella me respon-
dió: Quid, no señor: si soy de Balbaslro.—Por fin, se
bailó la Jota por todos los concurrentes; se canta-
ron varias coplas sumamente ingeniosas j hasta
picarescas; y al último hubo trago de despedida 6
de arranque, con lo cual terminaron ¡las fiestas se-
ñaladas para el día de San Roque.
CUADRO QUINTO

En el que hay solemnidad religiosa, corridas


en borricos y en talegas y de vaquillas y novillos,
repetición del dance, fuegos artificiales,
función de teatro y otras cosas
que sabrá el curioso lector.

El diez y siete de Agosto ó sea el tercero de las


fiestas (contando como primero el día quince, vís-
pera de San Roque), se celebró á las ocho de la
mañana. Misa de un solo Cura, cantada por los
mozos con acompañamiento de instrumentos de
cuerda, que, al alzar tocaron la consabida Marcha
real, y antes y después un par de habaneras y una
polka, ejecutando al fin la verdadera Jota aragonesa
del maestro Lahdz, que hizo bailar el corazón de
todas las mozas, el de varias casadas y hasta el de
algunas Hora-duelos y viejas carrasqueñas que.
COSTÜKBBSS ABAQ0NB8AS 166

con cara de responso, habían concurrido á la Igle^


sia.—A las nueve repitióse el dance en las afueras
del pueblo, j sobre las once tuvo lugar la corrida en
burros con albardas sueltas, que produjo gran ale-
gría é incesante risa k la apiñada muchedumbre J
ocasionó no pocas caídas y ridículos movimientos
& los mozos que tomaron parte, distinguiéndose,
por su seguridad 7 diligencia, el hijo del tio Cata-
salsas, el sobrino de doña Calvario, hermana del
cirujano, j el hijo del tio Poco-pelo, dándoseles,
como premio, al primero, seis pollos; al segundo,
cuAtro; j al tercero, dos, j siendo acompañados
después hasta la Casa Consistorial por la destem-
plada murga del lugar.
Por la tarde acudió un gentío inmenso á la ce-
rrada plaza para presenciar la corrida de novillos 7
vaquillas, saliendo al medio unos cuantos mozos
que hicieron alarde de sus atléticas formas, capaces
de habérselas mano á mano con los astados brutos
con que iban á divertirse ó salir descalabrados.
Hasta la hora de la función entretuviéronse un re-
gular número de mozalvetes jugando al toro, reci-
biendo, en vez de cornadas, fuertes puñetazos j
tremendos cachetes. La casualidad hizo que me
tocara presenciar este espectáculo en un balcón i n -
mediato al en que, entre otras personas, se halla-
ba un señor septuagenario, jubilado del ramo de
Hacienda y llamado don Espiridión, natural de la
166 LAS FIB8TAS DB KI LUOAB

Almolda, vecino de Zaragoza j hospedado durante


las fiestas en casa del conocido en mi lugar por el
tio> Cosca. Así que el anciano forastero, que lleva-
ba grandes gafas, se asomd al balcón,, empezd é no-
tarse en la más inmediata parte del público, cierto
susurro de mal agüero con síntomas alarmantes,
particularmente en las mujeres, que fué en aumen-
to, basta que baciéndose general, no se ojeron
otras voces que las de: ¡Que se quite los sarUiojos! ¡Que
it desamonte hs antriparrasl ¡Que se desaparte los virdriosl
]Ajuera las antojerasl Y el bueno de don Espiridión,
que no les entendía y que estaba muy lejos depen-
sar que aquellas voces referíanse á él, quedó gran-
demente sorprendido cuando el tio Cosca le advir-
tió que él mismo era el motor de aquel tumulto,
«iladiéndole: «que sino se quitaba los antiojos le
sería imposible responder de su seguridad, porque,
en aquel pueblo no le gustaba á naide que le vio-
tan de otra manera y hechura que aquella que Dios
le había dado».—^Maravillóse de esto el medroso
don Espiridión, y, aunque no adivinó la razón do
tan garrafal desatino, le pareció, y nos pareció lo
m&B prudente para calmar pronto los ánimos, que
descabalgara¡sus anteojos,con lo cual aquellos semi-
aalvajes se dieron por satisfechos. Debo consigntf'
aquí, que el motivo que tenían para mirar coa
tanta ojeriza 6 los anteojos, según pude averiguar,
dimanaba de que los lugareños habían oído deeir
(XWTXTMBBES ABAGONESAS 167

que con los cristales de aumento se veían las imá-


genes invertidas, j sacaban la consecuencia de que
«i las cosas se ponían patas arriba, las mujeres se
pondrían también, lo cual era un escándalo, j no
podía menos de ser una invención de Satanás.—
Luego que dieron las tres, el mofletudo alcalde, que
{Leseaba cortar el barullo armado por las gafas del
pobre don Espiridión, asomó su avinagrada cara por
el ancho balcón de la Casa Concejil, con no poca
algazara y aplauso de los concurrentes, y, sacando
«u pañolón de hierbas, hizo la señal para dar co-
mienzo á la función, previa, por supuesto, lávenla
del santo Patrón del lugar que, como en el día an-
terior, presidía honorariamente la taurina fiesta.
No bien tremoló en los aires el alcaldesco mo-
quero, digo, pañuelo, cuando ya se abrieron de
par en par las puertas de la carnecería, para dar
franca salida á un robusto novillo. Después de ha-
berlo capeado y más capeado los mozos, oyéronse
varias voces que decían: ¡Que salga eltio Jabalil ¡Que
íalga el lio Jahalil; y, en efecto, inmediatamente se
presentó en la plaza una ñgura gigantesca, cerdosa
y atezada, de formas atléticas y espantosa catadura.
Por todas partes resonaron numerosos aplausos, á
los que el atento tio Jabalí correspondió con grave
continente, y, luego de persignarse antes de aco-
meter el peligro, como cristiano á prueba de bom-
ba que era, se dirigió al novillo que sin duda no
168 LAS FIESTAS DB lU LUOAB

creía tan bravo como él, j haciéndole señuelo coa


un ancho j encarnado delantal de mujer, comenzó
á incitarle j á llamarle: Collón, güey cansino, poco-
hombre, hijo de mal padre, j otros términos más i n -
sultantes, con los que se figuraba picar el pundo-
nor de la bestia: al fin, esta incomodóse como era
de esperar, y, escarbando la tierra y levantando el
polvo con sus bufidos, arremetió con el major em-
puje & su contrario, quien le sacudió tan recio ma-
notazo en el hocico que resonó como la palmada
de un gigante. Pero no fué esto lo peor para lares,
sino que metiéndole los dedos por los agujeros de
las narices, la asió con la otra mano del asta con
tal destreza, que, con pocos esfuerzos que hizo le
torció la cabeza j dio con ella en tierra enmedio de
estrepitosos aplausos j aclamaciones. Levantóse el
vencido animal estornudando y se fué mohíno á un
rincón de la plaza huyendo de su adversario, que
con grandes voces decía á los espectadores: ¿De qué
íKi almirais? ¿De qui tumbau al novillo? Pm, ¡moñol
¿Que no soy^yo de carne y güeso lo mesmo que él? Un
largo palmoteo siguió á estas palabras, retirándose
el tio Jabalí más colorado que un cangrejo cocido
j completamente satisfecho de su brutal hazaña.
Otro jabalí, digo no, otro novillo vivaracho y
corretón salió luego á la plaza repartiendo testarra-
208 á todo ser viviente que se ponía delante. Llamó
la atención un rollizo y afanfarronado patán que
COSTUIfBBES ABAOOMESAS 169

estaba haciendo muecas debajo del balcón de la


Justicia, á cuja barandilla había atado la faja para
subirse por ella apoyando los pies en la pared en
caso que el novillo le embistiese: acometióle en
efecto, j , cual fué sir apuro al intentar la subida
que él había creído fácil, pues no tuvo la precau-
ción de quitarse unas alpargatas que había estre-
nado aquel día, y como la suela no se había dea-
gastado aun, se escurría en la pared j todo se le
volvía hacer zapatetas en el aire sin poder elevarse
á más altura. El público reía á mandíbula batiente:
las bellezas, más ó menos palurdas, estiraban la
gaita cuanto podían para ver la cara del paciente,
á quien el novillo daba de cuando en cuando un
amable boleo, habiendo perecido quizá si la mano
ó los buenos puños de la Justicia de Val de Cuer-
vos, no le hubiera auxiliado tirando de la faja, visto
lo cual por un mozalvete forastero que había en un
carro, se encaramó sobre sus compañeros j pronun-
ció estas palabras: Siñor arcalde, mire sú mercé lo qui
hace. Porque ha é saber mié que ese mozo es de mi pueblo
y yo sé que debe morir, porque la lia Grulla, que tiene
fama de bruja y enchicera, le dijo en una ocasión que
habia é morir por unos cuernos. Y cuando ella lo dijo,
*e cumplirá. Yu lo nerá su mercé, porque ese es su sino y
naide debe oponese al sino de naide.
Pasado este risible acontecimiento, siguieron los
ntozos capeando bastante diestramente al robusto
170 LAS FIESTAS BB MI LÜGAB

noyillo; j otros, desde la parte exterior de un im-


provisado toril, comenzaron á descargar limpios
garrotazos sobre las costillas del animal, cuantas
veces pasaba éste por junto al armatoste que les
servía de valla. Escocido sin duda, de tanto palo
como recibía, se fué al centro de la plaza, j desde
allí principió á dar tan buena cuenta de sus cuadrú-
pedas j cornúpetas facultades, que la dejó con esca-
so número de lidiadores. Estos, sin embargo, supie-
ron volver también por el decoro de la humanidad,
j en breve rato se halló ya {el ¡cornúpeto sin ganas
de ñestas. Apesar de esto, tenía de vez en cuando
salidas tan repentinas que terminaban con tozoladas
j batacazos de padre y muy señor mío. A la par que
menguaban las fuerzas del animal crecia el número
de aficionados, los cuales principiaban ya á des-
cargarle nuevos estacazos, cuando la autoridad al-
caldesca mandó que sacaran los güeyes para relevar-
lo, y por evitar que, á su vista misma, cometiérase
un nomllicidio. Siguiéronse tres ó cuatro vaquillas
por el mismo estilo poco más ó menos, pero como
la relación de sus fecliorías sería quizá demasiado
pesada y monótona, dejaré por un momento vacas
y novillos, para dar una ojeada sobre ciertas nota-
bilidades de la plaza.
Entre la cuadrilla de lidiadores excitó la curiosi-
dad un joven que parecía reunir la lijereza del ga-
mo, la agilidad de la ardilla y la astucia y serenidad
oosTUítKaas ASAOONESAS 171
de la raposa: al yer sus formas airosas j livianas,
su aspecto siempre alegre, sus ojos vivarachos j
saltones, fácilmente le marcará cualquiera por na-
cido en las orillas del Manzanares: parchear al toro,
saltar al trascuerno. j capearlo coa un ancho pa-
ñuelo limitándose á un estrecho círculo, todo se lo
hallaba hecho con la mayor soltura j destreza: si
la vaca acosaba algún indiscreto aficionado, al
punto estaba allí para echarle su capa torera; si
sacaban algún moñaco, él era el que lo empinaba y
citaba á la res para que le embistiese j sacase sus
pajizas tripas: la plaza toda resonaba con sus aplau-
sos, j , tanto las hermosas como las feas, tremola-
ban sus pañuelos en obsequio sujo. Algunas h i -
ciéronse con él ilusiones, pero en vano, porque las
miradas de Chirivias (que así se llamaba el mozo),
tenían su norte en un balcón donde estaba la Cola-
sica, hija del tio Tripa-güeca j una de las doncellas
más garridas que comía j bebía en Val de Cuervos.
Empero, por mucho que Chirivias la mirase, más
aún mirábala desde un rincón, otro mancebo, de
viril musculatura, apostura gentil j andar resuelto,
apodado Rompe-esquinas, hijo de la tia Barrigona
7 del tio Bscula-grillos, y el mozo más valiente que
se paseaba por la ribera del Ebro. £1 ojo más pers-
picaz conociera en la alteración de su rostro, que
alguna pasión violenta le agitaba y esta pasión era
la ds los celos, que paralizaban sus movimientos al
172 LAS FIESTAS D£ UI LtlOAB

paso que hacían hervir su sangre con un fuego


devoradoT. Cada aplauso que se daba al madrileño
era una flecha que atravesaba su abatido corazón.
Apercibido Chirivías del motivo de la inacción
j desasosiego de su rival, quiso jugarle una partida
serrana. Al efecto, encaminóse derechamente al
bravo j bien armado novillo que había en la plaza,
hizo dos ó tres cabriolas delante del balcón de la
Colasica, y dirigiendo á esta una mirada como de
lidiador que toma la venia de la autoridad, j , mar-
chando hacia la res, la citó, le persiguió hasta el
ángulo donde estaba el mohíno Rompe-esquinas,
y, al llegar junto á él dio una media vuelta, do-
jando burlado al animal, y, casi frente á frente de
su desapercibido adversario: al oir éste el ruido,
miró en derredor de sí y vióse enteramente perdi-
do, pues no tenía escape: todos los espectadores
prorrumpieron en un grito de terror, especialmente
la Colasica, que dio un alarido que penetró hasta
lo íntimo del alma de Rompe-esquinas, y por el
cual conoció éste que todavía la moza abrigaba a l -
gún interés en favor suyo, pues de lo contrario no
se asustara por su suerte. Animado por esta instan-
tánea reflexión, y viendo al terrible animal que ya
le embestía, decidióse á una acción desesperada, y
después de arrojarle la manta á los ojos, se le aga-
rró á los agudísimos cuernos y principió con él una
lucha descomunal. Avalanzóse entonces un robusto
00STU1CBBBS ASAOONESAS 173

gañán j comenzó á tirar de la cola del fiero novillo


con toda su fuerza. Alparta, chiqüio (le dijo Rompe-
esquinas), que quió habemelas con él mano á mano.—
Ya sabes, chico, dijo el gañán, ^ue íu amigo Calisíro
en jamás de Dios ti ha dejau solo; j sacando una na-
vaja de media vara fué á clavársela al bicho, pero
antes que pudiera hacerlo, apretó Rompe-esquinas
los dientes con toda su rabia y haciendo un gran
esfuerzo, dio con el animal en tierra sin ajenas in-
tervenciones, diciéndole con aire de triunfo: ¡Ah,
ffurriónl ¿Qué le paicia, que no ti haUa é vukar? ¡Qué pro-
hecico eres I A conocimiento me podrás ganar, pero lo ques
á juerza, m toa lu recochina vida.—Y con esto finalizó
la corrida de aquella tarde.—Por la noche se que-
mó una regular colección de fuegos artificiales, que
gustaron mucho, sobre todo cuando en el último
apareció dando vueltas la imagen de San Roque, y
el perrillo que abría y cerraba la boca y á menudo
meneaba la cola ó la coda, como decía la gente.
En las primeras horas del siguiente día, diez y
ocho de Agosto, estuvo ocupadísimo el maestro don
Agapito preparando iodo pera los exámenes que
habían de celebrarse á las diez de la mañana in-
mediata. Mira, Demetria, le decía á su esposa,
cuenta los diplomas y las estampas, mientras yo
pongo en la mesa las coronas: una de ellas tiene
que ser para el hijo de la tia Rita, que ya sabes
que con frecuencia me manda fruta, algún pollas—
174 I<A8 FIBSTAS DB ID IiUOtAB

tre j tal cual pichoncico; otra la destino para el


sobrino del alcalde, que aunque es muj bruto y
m u j exigente, es el que nos gobierna con la vara
de la autoridad; otra corona guardo para el cbito
de la tía Ponciana, que en el invierno no» trae
presente de mata-puerco, y en el verano magias y
alguna libreja de chocolate; otra para el nieto del
secretario que es el que nos paga y conviene te-
nerlo contento; y las demás coronas para los chicos
que las merezcan, gi bien yo, para que nadie se
ofendiera, coronaría á todos los muchachos y 6 sus
padres, y al Ayuntamiento y hasta al pueblo en-
tero, sin dejar al buey ero, al dulero y al pregonero.
La lia Rita (entrando con una cesta de peroi). Güenos
días tengan ustedes, siñor maistro y siñá maistra.
¿Qué tal, va bien?
D. Agapiío. Hola, tía Rita. No hay novedad. ¿Y
usted?
La lia Rita. Tamien estoy güeña, gracias k Dios,
y en casa naide se quié morir. Hi salido al ama-
necer á la güerta y como había tanta fruta madura
pol suelo, hi dicho: voy á llévale unas pericas á
Don Gapito, y aquí las tienuste.
D. Agapito. Ah. Muchas gracias, muchas gracias.
No sé porque se incomoda usted.
La tía Rita. Quiá. Si no es nengún incomodo. Al
contrario. Causalmente á mi y á mi marido ni»
paice too poco pa ausequiale á usté y págale en
COSTUHBBBS ASÁdOÜSSAS 175

nuestros cortos alcances lo mucbísmo que baoe por


nuestro chico.
B. Agapilo. Es deber mío, tía Rita. Para eso me
pagan.
La tia Rila. Si, pero masiau que no se ñus escon-
de y que vemos nusotros que mi cbico le ba den-
trau á usté po el ojo drecbo. Con la boca abierta
ñus quedamos j la baba se ñus cai, cuando viene
á casa j ñus redata que misió cuantas cosas que
usté con su santa pacencia le mete en- el celebro.
D.* Demetria. Mire usted. Estas coronas j estos
otros premios son ya para los niños.
La tia Rita. Desiguido que lo bi visto, me lo hi
fegurau, dueña Dimetria. Pero, oiga usté. Bato
aera pa dimpués de los desámenos, ¿verdá?
D. Agapiío. Naturalmente. Vea usted, que bien
le ban salido á mi mujer las coronas.
La tia Rila. Vaja. Si. Mu majas y mu bonicas
están. Si yo hubiá sabido esto, le podía haber trai-
dq & usté un güen manojo de viruletas y ababoles
j un gran fajo ú brazau de alfalce, pa cubiá usté
hecho esas coronas más grandes y más verdes.—
Oiga usté, siñor maistro. Supongo que una cotoni-
ca no ejará é ser pal hijo é la botecaria, ¿eh?
D. Agapiío. ¡Válgame Dios y que cosas le ocurren
6 usted, tia Rita! Eso no puede decirse hasta la
terminacidn de los exámenes.
La tia Rita. Amos. No se haga usté el desímulau.
176 LAS VIESTAS DE MI LUGÁB

Si sabré yo quel novio ú cortejo de su hija de usté


es hermano dése chico que viene 6 la escuela. Pri-
cisamente pega usté con una mujer que sabe po la
menuda too lo güeno y lo malo que pasa en el
lugar, sin que se me reselve nengún escondrijo.
Ah. Oiga usté. Áspero que á mi Geronimico no
ejará é dale tamién una coronica, ¿verdá?
Don Agapilo. "Ño quedará usted descontenta, y si
puedo he de hacer que su hijo de usted sea herma-
frodita 6 cosmopolita en las letras. Además de que
se la merece,sobre todo en la asignatura de Moral.
La lia Rila. ¿En moral? No me extraña, porque
su agüelo era mu añcionau á eso, y como criaba
gusanos de seda, les daba á too pasto unas veces
hojas de morera y otras veces hojas de moral.—
Conque, vay, Don Cabrito, digo, Don Gapito, le
doy á usté las gracias por su interés en que mi
chico se respingue y samonte encima é toos en las
cosas de letra, y me voy ya á casa, porque se está
hiciendo tarde y aun tengo que negociale el |al-
muerzaá mi hombre. Ea, malogro é velos tan gua-
nos y tan guapicos, y quedensen con Dios.
Dan Agapilo. Con él vaya, tia Rita, y muchas
gracias. (¡Qué guapa y qué frescona ha debido ser
esta mujer en sus buenos tiempos! ¡Aaay! ¡Si yo
volviera á tener veinte años!).
Unas tres horas después de esta escena, se veri-
ficó la corrida de entalegados, llevando los corre-
COSTUMBBES ABAGONESAS 1T7

dores 6 saltadores la boca de la talega atada por el


pecho j por debajo de los sobacos, habiendo toma-
do parte en ella el hijo del tio Campa-solo, el nieto
de la tia Girula, el hijastro del tio Cotorro, el so-
brino de la tia Santera j el entenado del tio Casca-
rabias; y después de sufrir innumerables caldas y
golpes en la cabeza, entre inacabables risas de la
nutrida concurrencia, ganaron solamente premio
de pollos, el segundo y último de los corredores.
Por la tarde á las tres se celebró la últi-
ma función de novillos y vaquillas, función en
la que no fué ya Chirivías el que llamó la atención
y logró arrebatar los aplausos, porque su censura-
ble conducta había concitado los ánimos en contra
Buya, y él mismo había dado margen á que le su-
plantase su competidor, el cual, reanimado con el
grito de su adorada Golasica y la consecuencia que
de él sacó, transformóse en otro hombre y recobró
sus abatidos bríos. Además, el supremo esfuerzo y
ánimo sereno mostrados en la lucha sostenida,
habíale atraído en su favor un interés casi gene-
ral; así es que, por donde quiera que iba, convi-
dábale la gente de bota con el blanco de Cosuenda,
con el clarete de Robres ó con el tinto de Aniñón,
según eran las facultades de los de botos. Por su
parte Rompe-esquinas, envalentonado con tantas
«tenciones, excedíase á sí mismo haciendo á cada
paso prodigios de valor, pues es sabido que para
13
178 LAS FIESTAS DB MI LUGAB

obligar á un hombre á que sea temerario, no h a j


mejor medio que tributarle desmedidos aplausos. Y
poco faltó para que este arrojo no tuviese funestas
consecuencias. Digo esto, porque habiendo pre-
senciado la función de la tarde anterior un zanqui-
largo j boqui-tuerto aprendiz de sastre, apodado
Chupa-guindas, hijo de la tia Gila y del tio Poco-
culo, y teniendo por demás envidia de los palmoteos
que consiguieran Rompe-esquinas, Chirivías y otros
varios aficionados, ardía en rabiosos deseos de cu-
brirse de ¡guales laureles, y determinó tomar una
parte muy activa en aquella tercera función de
Caemos y hacer todo lo posible para atraer sobre sí
todas las miradas del público. A ñn de conseguirlo
ideó un plan ingenioso á la par que original. Para
llevarlo á cabo se dirigió á la plaza durante el me-
diodía, mientras los novillos y vaquillas consolá-
banse á su modo de las averías pasadas, y ayudado
de algunos amigos, á quienes reveló parte del pro-
yecto, abrió un hoyo en un lado de la plaza (no sin
previo permiso de la autoridad), y metieron dentro
de él una tinaja de las más grandes y barrigudas
que se hacen en la aragonesa villa de Muel: luego
que estuvo bien apisonada la tierra de alrededor y
nivelado el piso de modo que los bordes no salie-
ran de la superficie del suelo, embutióse en ella el
impávido Chupa-guindas, ni más ni menos que como
se mete un conejo casero en el cántaro que le sirve
CXJSTTJHBRES A I U O O N E Í A S 179

de gazapera, j desde aquella especie de trinchera


comenzó á acosar impunemente con una garrocha
al novillo, novillo que por fuerza debió admirarse
(si es que los novillos se admiran), de que hasta la
tierra pariérale enemigos. Ocurrió, pues, que ha­
biendo atisbado el animalejo el objeto estimulante
é irritado sin duda de tan baja osadía, arremetió
hacia él con tal ímpetu, que faltó poco para que
sucediera un de-sastre, porque apenas le dio tiempo
para tirar la garrocha j cubrirse á medias con una
tapadera fuerte de madera que, para tales casos,
tenía al lado. Pero el bicho, que sin duda debía
ser gran geómetra, calculó tan bien la distancia y
supo bajar los cuernos tan perfectamente, que de
una topetada arrojó por los aires la tapadera hecha
pedazos, dejando al pobre Chupa-guindas con el
agarradero en la mano j agazapado j sin defensa.
Después, bien fuera porque conociese la dificultad
de penetrar en aquella sima,. á la que manifestaba
gran querencia; bien por no contaminar sus glorias
con una victoria desastrosa; 6 bien porque tenía
demasiado suelto el vientre; el hecho fué que el
animal volvió las posaderas, j , tendiendo su cola
sobre el espinazo, hizo encima de Chupa-guindas
cierta cosa, que j o quisiera no tener que indicar ni
aun remotamente, en obsequio del olor j la lim­
pieza. Yírnot!, que lo puso al sastre peididica
de porquería.
180 LAS FIESTAS DE JO LÜQAE

Viendo esto Rompe-esquinas, j temiendo que el


peligro fuese mayor, se arrojó á la defensa del en-
tinajado, que era primo suyo, y, como tal, habíale
cosido y pespuntado los calzones de pana azul con
que campaba en aquel momento, pero esta vez la
fortuna no le fué propicia, pues queriendo repetir
la suerte de la tarde anterior y postrar en tierra al
novillo para subsanar de este modo la afrenta de su
pariente, intentó asirle de las astas, pero yolvién-
dose repentinamente el animal, le dio una lijara
cornada en un brazo: y, no fué esto lo peor, sino
que, por evitar una cogida, se vio en la precisión
de arrojarse de cabeza en la tinaja, con no pequeño
detrimento de la limpieza de su cara y sus vestidos,
que se pusieron llenos de escrementosa sustancia.
Claro es que tan sucio y tan mal oloroso incidente
dio que reír muchísimo á la concurrencia, y que
esta lo comentó con singular gracia y alegría.
El alcalde-presidente, viendo ya que el rubicun-
do Febo se despedía para ir á ver otros novillos y
vaquillas en los antípodas, mandó sacar los cabes-
tees que volvieron al toril conduciendo á su com-
pañero como en triunfo, y con esto se suspendió la
sesión basta nueva orden, para dar tiempo á que
refrescase la autoridad, ínterin que la aristocracia
de los balcones tomaba chocolate y agua con holats,
j el pueblo soberano, convirtiendo la plaza en me-
rendero, comía de largo y esprimia hasta la pez de
OOSTÜMBHES ABAGONESAS 181

los botillos: es decir, suspendiéronse las vacas para


dar lugar á Baco.
Así que se conclujd el refresco, Tolvidse &
anudar el hilo interrumpido de las vaquillas, sa-
cando á la plaza un ternerito de medio año para
diversión de los muchachos, y con el plausible ob-
jeto de irlos avezando á estas lides: acosado el pe-
queño animal por aquella diabólica turba, se de-
fendió muy bien por un rato, con perjuicio de los
calzones y aun de las pueriles nalgas, hasta que
agotadas sus nacientes fuerzas principió ái ceder,
viendo lo cual la autoridad y los vivos deseos de
los ciudadanos adultos de probar que tal se lidiaba
con el compañero, mandó sacar la última vaquilla,
que por cierto no íué vaquilla, sino un toro más
grande que un trinquete. Entonces Rompe-esqui-
nas, deseoso de recobrar el honor comprometido de
resultas de la pesada aventura del penúltimo comú-
peto, tomó un cuéoano que le prestaron en el me-
són, y salió con bizarro continente gritando: «ai
aiémno, al cuévano: á formar la culebra.» Agregósele
una turba de hasta doe docenas de mozos, y se
abrazaron de la cintura unos detrás de otros for-
j a n d o una larga cadena en pos de Rompe-esqui-
nas. Luego que éste vio tan bien cubierta su reta-
guardia, se desprendió de los brazos de su amigo
Caliste, que le tenía ceñido por la cintura, y vol-
viéndose con aire marcial para ver quiénes eran
182 LAS ÍIBSTAS DB MI LÜGAB

aquellos intrépidos que se habían alistado bajo la


enseüa del cuéyano, divisó entre ellos á su. compe-
tidor Cbirivías, y, alzando enseguida la voz j con
los ojos centellantes de cólera,les dirigid, en vez de
arenga, la siguiente orden del dia:
«Sus aviso que cuakiquiera que rompa la trena pagará
el «tno pa loos, y el que no quiera que se vaya más allá de
donde jue el Padre Padilla.» Amen, gritaron todos, j
Caliste añadid: Hala, chiquios. A ver si sus agarráis
bien, y noMlis quel que la haga la paga. Acto seguido
volvió á sujetar con sus fornidos brazos la cintura
de Rompe-esquinas, j , con cierta expresión de ter-
nura j valor al mismo tiempo, le dijo: «Ea maño, va-
mos andúviendo, que la pracision está detuvia y...» No
tuvo tiempo para concluir la frase, pues adivinan-
do quizá el toro su pensamiento, determinó abo-
rtarles el trabajo de buscarlo, j se fué para ellos co-
mo un cohete. Avalanzóse contra aquella columna
cernde,imágen en miniatura de la falange mace-
dónica, que le recibió con un grito de ánimo empu-
jando con brío para hacerle retroceder: en vano el
toro luchaba contra la boca del cuévano, que apoya-
do en la tripa de Rompe-esquinasysostenido por su^
nervudos brazos, le obligaba á conservarse á cierta
distancia, pero no respetuosa. Retiróse el animal
viendo la inutilidad de sus esfuerzos, y tomando
otro partido principió á embestir de flanco con no
poco trastorno de los que estaban los últimos, que
C09TU1ÍBBES AEAGONESAS 183

tenían que recorrer un radio demasiado extenso,


para conservarse siempre á retaguardia de Rompe-
esquinas. Este, por su parte, se afanaba en presen-
tar al toro el cuévano, pues su obligación era dar-
le siempre la cara para proteger á los que guar-
daban sus espaldas: con todo lio pudo evitar que
¿ujesen los que estaban los últimos, viendo la obs-
tinación del bicho en no atacar de frente sino por
el flanco. Lo peor fué que así que se desbandaron
embistió el toro con tanta fuerza, que después de
forcejear por largo rato, abandonado Rompe-esqui-
nas de todos excepto de su inseparable Calistro, j
debilitado algún tanto su brazo por la herida, aun-
que pequeña, vinieron ambos al suelo, pero sin
soltar el cuévano. Levantóse Rompe-esquinas rápi-
damente, y avalanz&ndose hacia el toro que bre-
gaba por desprenderse de una manta que le habían
echado sobre la cabeza, le sacudió con el cuévano
tan estupendo porrazo sobre los cuernos, que reso-
nó el golpe por todos los ángulos de la plaza.
Atónito el animal con golpe tanto,
huye llevando la funesta manta:
y, dolido el alcalde del quebranto,
abre el toril, y la sesión levanta.
Llegó la noche y con ella la hora de ir á la co-
media. El veterinario y el doctor de Val de Cuer-
vos, es decir, los médicos de los animales irracio-
nales y racionales respectivamente, tomaron á em-
184 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

peño (sobre todo el primero y por eso le nombré


antes), en que había de haber espectáculo cómico.
Al efecto pudieron conseguir, muy á duras penas,
tres ó cuatro aficionados que accidentalmente resi-
dían en Zaragoza en precarisimo estado económico,
y se trasladaron al pueblo en compañía de la mu-
jer é hija de uno de ellos, que desempeñaban, la
primera, el papel de característica, y la segunda,
estaba cortada para dama joven. El teatro se levan-
tó en el largo granero y antes pajar del tio Man-
cha-paredes, mediante la cantidad de veinticinco
pesetas. El veterinario-director Don Policarpo, hizo
desentelarañar el local, y pintó con albayalde,
amarillo y almazarrón un telón de boca con un
sol en el centro: para bastidores, se pusieron unas
cortinas que facilitó su prima Doña Corazón; y,
para marco de la embocadura, se colocaron rolla-
dos dos trozos de esterilla que sacó del sótano de su
casa, la señora doña Remedios, viuda de un coronel
retirado, ya difunto. En medio de lo que ya lla-
maremos salón, se colgó para dar luz una enorme
cebolla forrada con papel de color, de cuyo centro
salían dos palos cruzados, pendiendo de sus puntas
cuatro grandes candiles pintados de blanco: en las
paredes se fijaron arandelas con velas de esperma^
en la entrada y paso una linterna de cuadra y un
farol de la posada; y, en el patio, dos velas de sebo
en una mesa, donde se cobraba el precio de la en-
OOSTÜMBBES ARAGONESAS 186

trada á la función, que, según pregón, se componía


del drama el Puñal del Godo, la comedia De Potencia
á Potenáa j el sainete El Robo consentido, amenizan-
do los intermedios la música de un piano, tocado
por un joven forastero, amigo j huésped del maes-
tro y organista Don Agapito. El alcalde, después
de recibir del síndico la noticia de que se iban á
echar El Pañal del Gordo, de Pacencia á Pacencia j el
Robo sin sentido, husmeó todo antes de la hora de la
representación, diciéndole aparte al que hacía de
primer actor: «Tengo que encargar á usté que
en la comedia que van ustees á hacer, no hablen
por nengun caso de amoríos, porque á causa de
unos amores mal intincionaus, hubo hace poco aquí
en el lugar una gran riña entre dos familias,
caun están las dos mu de punta j no se puen ver
ni la una ni la utra; y aemás tengo yo una so-
brina, de nombre Anselma, que, por habese ena-
moriquiau de un hijo del tio Zampa-bollos, qui
ha colgau los manteos, la himos tuvido á la muer-
de, y, ya quimos conseguío desapártale esa pasión
de su pecho, no quiero que si viene á ver la come-
dia, güelva otra vez á renacele la cosa, si es qui oye
hablar de pasos de amor.»—Y, acercándose luego
el alcalde al joven pianista, D. Segundo, amigo fo-
rastero del maestro de escuela, le dijo: «Ascuchus-
te, Don Primero, digo, Don Segundo: amosá ver
como se luce usté esta noche, tocando tocaticas
186 LAS FISSTAS DB MI LUGAB

nuevas con esas tabletas del peano, porque haiga


usté de saber, siñor Don Tercero, digo, Don Se-
gundo, caunque semos de pueblo, ¡que badajo!,
tamien ñus gusta k manta lo ques güeno.»
Poco después fueron entrando y sentándose di-
ferentes personas, entre ellas una señora muy obe-
sa, llamada Doña Oliva, y sus hijas Rosa y Sera-
fina, ambas descoloridas y delgadas como un junco,
6 quienes enseguida se dirigid Lagarto, que hacía
de acomodador.
£1 alguacil (á Doña Oliva). Asiéntesusté en este
silloncico, güeña siñora, caqui estará su mercó con
más comenencia pa regolvese hancia toos laus, si
es que asina le cumple. Aemás aquí no le caira de
las luces nengun churrión que le puá emporcar el
vistido ú malmétele el gorro.
Doña Oliva. Ay. Muchas gracias, muchas gracias.
La hermana del Cura (de nombre Matea). ¿Está us-
ted bien. Doña Oliva?
Doña Oliva. Si, no estoy mal. Vosotras, niñas,
sentaos á mi lado en estas sillitas.
El lio Conejo. Ghiquio, Celivestre. ¿Como la d i -
cho dueña Matea, á esa siñora del murrión?
Silvestre. Oliva, me paice que la Uamau.
E tio Conejo. Recdl. Pus si toas las olivas
juán como esa, ¡vaya unos olivarcicos que ten-
dríamos!
Un baturro (á oliro). ¡Ochí que Dios! Gaitano, ¿El
0OSTUMBBE8 ABAGK)NBSAS 187

que gosa ser eso qui hay pintan en ese paño y que
paice una tartuga vistida é coloran?
El baturro Cayetano. Hombre, bien se endevina
lo ques: un sol con puntas j rayos royos.
Doña Matea. Me parece. Rosita, que no lleva us-
ted bien colocado el lazo de la cinta del cuello.
Rosa (que tiene una imperfección en el órgano vocal).
Zi, zi. Ya lo llevo en zu punto. Ez que uzted, co-
mo vive en pueblo, no zabe el zignificado de la
colocación de loz lazoz. (Bajando la voz). Mire u&-
ted, Matea. En Zaragoza, llevándolo á la derecha,
quiere decir «que no tengo novio»; á la izquierda
«que lo eztoy dezeando»; y detráz zignifica: «que
ya he pezcado uno».
Doña Matea. T doña Calostros, la del boticario,
¿vendrá?
Rosa. Zi, no tardará. Ze ha quedado en caza,
acoztando á loz pequenez y le ha dicho á mam&
que vendría muy prezto.
ün matraco (aparte). Mu estorbada tienes la len-
guecíca, hija mía. Y que vistido más verde que
llevas. ¿Verdá, Escolástico, que paice un arraclán
soltero y con hambre? Si fuá de noche pol monte
y se la encontrara mi burro, estuque se la trajelaba
pensando quera un fajo é hierba.
La (ia Ambrosia. La madre, la madre sí questá
bien mantuyida y bien gordaza. ¡Quien tuviá un
tocino é su peso.
188 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

Un mozo, llamado Cipriano (empujando y dando un


pellizco á su novia, al oir locar en el piano una tanda de
valses). ¡Ay, cariño! De que güeña gana bailaría yo
agora este Talsecico con tu.
La moza. Amos, por Dios, Cirpiano. Ten forma-
lidá y no rempujes ni pizques. No Tes qui hay
aquí tantisma gente y mormurarán de nusotros.
En esto se oyó un largo repique de almirez, se
descorrió el telón, y, en medio de Tsrios árboles
refirmados en la pared y cortados en el soto del
Ayuntamiento, apareció sentado á la lumbre de un
brasero (que era el de la taberna del pueblo), el ac-
tor que íacía de ermitaño en el Puñal del Godo, con
gran barba pintada, y Testido con una bata de os-
curos cuadros pequeños, atada con una recia cuer-
da por la cintura.
El ermitaño. «¡Qué tormenta nos amaga!
¡Qué noche! ¡Válgame el cielo!
Y esta lumbre se me apaga...
¡Si está UoTiznando hielo!»
Un baturro (en voz baja). Rediéi, que embustero!
¡Pus no ice questá lluTÍendo hielo! Causalmente
está hiciendo agora una calor que se asan TITOS ios
pájaros.
Otro baturro. Güeno, hombre, pero has de tener
en cuenta que en los treatos se habla siempre de
mentiricas y que caá uno es caá uno y nenguno no
es naide.
COSTUMBBES ABAG0NE3AS 189

Ermitaño. «¿Y no queréis que me asombre


de que hajais aquí llegado?
Tmdia. En verdad, que es aprensión
tener, como una cigüeña,
en la punta de esta peña
un hombre su habitación.
Pero fatigado estoy,
¿tenéis algo que cenar?
Ermitaño. Fruta seca os puedo dar.
La lia Tecla. ¡Osús, fruta seca en este tiempol
¡Miá que regalo? Lo ques con comidica como esa
no ejará el enfeliz de criar güeñas pantorrillas.
¿Verdá, tio Licér?
El lio Licér. ¡Painetal ¡Yo lo creo! En un pronto
se paice á mí, que, antes de venir aquí, j a mi ti-
ran al coleto cerca de un pan entero con cuatro
sardinas escabichadas j un par de tragos de vino,
que m^n sabido á gloria.
La lia Pindonga. ¡Recielo! Envidia sus tengo á los
que tenis tan güeña gana é comer. Aquí me tenis á
mí que dende medudía no hi metido en la tripa más
que un platico é sopas bailando y un sorbico é vino
rancio. Dende que tuve el cólico, se me ha quedau
el cuelpo mu esguitarriau j too cuanto prebo me
sabe unas veces mu amargo j otras como á güevog
corrompidos, hubiendo días que paice que no me
quié aturar naa en el estomago-
Xa tia Poco-moño. Pus, hija mía, dame la mano.
190 LAS ITIBSTAS DB MI L^flAB

Asinas estoj yo tamien dende que tuve aquel aca-


loro con la mujer del tio Fencejo: desiguido que
eomo algo caliente, ya me tienes regoldando sin
parar, tan igual que si mubiá atracan de comida
como un pavo.
El tio Licér. Pus eso, ¿sabis lo ques? Pus, una
pura endigesti<5n. Si querís curarus, tomarus ma-
ñana por la mañanica en ayunas, una güeña purga
de clémol bárbaro, y, á la hura, sacaría toa la ma-
leaa y se sus quedará el cuerpo tan corriente como
un reíd.
Rodrigo. «¿Conque es hoy un día aciago
para España?
Teudia. ¡Sí, por Dios!
¿Qué, no ha llegado hasta vos
la noticia de ese estrago?
Ermitaño. En este desierto hundidos...»
El tio Mal-queda. ¡Otra que gaita! ¡Pus no llama
disierto á este pueblo! Pus, hijo mío, si te paice
qui hay aquí pocas presonas, anda y veste á Ma-
drí ú las Andalucías, y allí encontrarás güen recau
de gente güeña y mala.
La lia Blasa (tapándose las narices). ¡María Santís-
ma, que olor! ¡Vaya una bufada que san echau!
Bien descansan sabrá quedan el que haiga sido.
Impusible que no haiga comido carne de perro co-
rrompido.
El lio Salehichicas. Y ques la verdá. ¡Ridiéz, que
COSTUUBBES ABA(H)NEaÍLS 191

tufarrera y que corrompiciónl Miá ques una olor


que atapal ¡No, no: güeña salú tiene A cuelpo que
saiga esacupau asinasl
El tío líogue. Pus yo no güelo nada. Con eso que
no tengo fato, lo mesmo mimporta que saquen el
mal aire con ruido como que se esbafen.
La íia Rita. Amos, callar, callar con esa convesa-
ción tan fea pa este puesto, j oír lo quicen esos tios
que hacen la comedia.
Rodrigo [quitándose un largo puñal del cinto y claván-
dolo á su tiempo en una silla).
«Esta arma vil que á mi existencia amaga
quédese aquí después de mi partida,
j quede en este tronco con mi daga
enclavado el misterio de mí vida.»
Un matraco (aludiendo alpuñal). Ghiquío, Dímétrio.
Que chismecico ese pa escarbase los dientes, ¿eh?
Demetrio. Ya lo creo, Veturiano. No es mala pu-
guica pa hacele á cualsiquier una fíestecica en la
ombliguera ú en meta é la andorga. ¡Que güen ras-
trico ejaría en cualqué canal de cuerpo!
La tia Camila. ¡Osús, OBÚS! ¡Miá que es mucbo con
los bombrazos! No saben salir de casa sino llevan
el estrumento encima. ¡Lastima é multa que los
baldara! A puro ó multas y de cárcel, les había yo
dacer abaldonar las armas que llevan.
Rodrigo. «Tú te complaces en mi sino adverso
y todo es obra tuya, Conde infame,
192 LAS'FIESTAS DK MI LUSAB

Por tí desprecio soy del universo;


fuerza es que sangre nuestra se derrame.»
El lio Babil. ¡Ah, repainetal Me paice que aquí
va él haber alguna que güelga. Cuando ha sacau
ese puñal, ya hi dicho yo pa mí: ¿á que tenemos
aquí arguna trifulca ú zaragata? Y miá, por lo que
se explica, la va á haber, y con sangre. Pero, por
eso, no tasustes, Camila.
La lia Camila. Si, no pues menos, hombre. De lo
que tengo ganas es de que se arremate esto luego,
porque lo encuentro á saber que soso: no me gustan
á mí los teratros tan jautos y tan tristes.
Rodrigo. «¿Quién hará de ello ante mi vista alarde?
Conde. ¿Tú eres el torpe rey.
Rodrigo. Tú el vil cobarde.
Conde. Yo el Conde Don Julián.
Rodrigo. Yo Don Rodrigo.»
¿7» matraco. Chiquio, Anrique. A un me paice á
mí questos dos zuidaanos se van á cascar la borra.
Pus, duro, duro, acarrazarus luego y que salga
pronto la colorada.
La tía Melcliora. No ejará é ser la plaitina po al-
guna desas mujerotas barranqueras y embrollonas
y alparceras, que no piensan más que en no treba-
jar, tener güen morro, ir bien majas, y laminiar y
preporcionar ú acarríar compromisos álostontus-
cos de los hombres.
OOSTüHBBES A]lA«ONESAS 193

€<mde. El mismo cieno nuestro timbre enloda,


la misma tumba nos dará cabida.
Teudia. ¡Mientes! Aun queda quien su honorrepare
y del traidor al infeliz separe.
(Da al Conde un golpe mortal y cae).
Varias mujeres (gritando). ¡¡A.aaay!!
Olra mujer (en voz alia y enfadada). ¡Amos! ¡Mal
«ristiano! ¿Sa quedan usté sastifecho? Siñor alcal-
de, ¡porla Virgen Santísma! Coja usté á ese infame
dombre j sepúltelo en la cárcel pa toa su vida. ¡Dios
mío. Dios mío! ¿Pero sus paice camargura y que
trebajo? Él, perdido; perdida su probecica mujer;
y perdidicos tamién sus hijos, si es que los tiene.
Naa. Abura pué que tengan que dir toos 6 la l i -
mosna. Pero, ¡Santismd pañuelo é la Vieronical ¿Pa
cuando, amos 6 ver, pa cuando se reselvar&n la
burea y el patículo?
El sindico. Vay, se arremató ya. Amos, siñor ar-
«alde. ¿Qué tal la paicido á usté esto?
El alcalde. Que va güeno y que me gusta porque
no se ha charrán naa de lilailas diamor.
El lio Pichirris. Ea, mistristanto tañen el peano,
«mos á echanus ajuera un cigarrico.
Su mujer. Si, si, al vicio: á que se sus ponga el
garganchón más negro cuna chaminera.
Doña Matea (á Doña Oliea). Voy á hacer que le
traigan á usted y á las señoritas unos vasitos d»
Agua fresca con azucarillos.
43
194 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

Rosa. Por Diez, doña Matea. Tanta moleztia por


nozotraz.
Doña Malea. Ca, si no es molestia: al contrario,
tengo en ello mucho gusto.
Rosa. Ay, puez muchaz graciaz: uzted ziempre
tan amable y tan carifloza.
Evaristo (á su novia). Sedapia, paice questás mu
ealladica.
Serapia. Pich. No mocurre nada. Estaba miran-
do á esa dueña Oliva, que no pué resollar de gor-
da. Pesadumbre tendría yo de véme con tanta carne.
Evaristo. Amos, maña: pus tampoco tu estás de
mal ver ni de mal año.
Serapia. ¡Osús! Más estaba antes: nenguna cosa
lo ice mejor quel corsé, que mi madre me lo tuvo
questrechar el otro día, lo menos cuatro dedos.
Evaristo. Va, chica. Lo ques á mí, tan igual me
es que estés gorda^, como que estés flaca: la mesma
lay te tengo dun modo como di otro. Conque me
mires con esos ojos tan ricos y tan furminantes,
macontento y tengo bastante.
Dn baturro. Hola, tio Seco. Amos, ¿qué tal le
van paiciendo estas fíestecícas?
El tio Seco. Que quies que me paizcan, Niceto,
que estuque no serán tan güeñas ni de tanta nom-
brada como las qui hubo hace tres años: cuando
menos en aquellas se hicieron tres muertes y hubo
siete heridos. Sabes lo que ma gustau muchísmo esta
OOSTUMBEES ARAGONESAS 195

mañana, la funci<5n de títeres cabido en la place-


tica é Mosén Pablo: han puesto un paño en el suelo,
han tocau un bombo y unos platillos rotos, y asi-
nas que sa formau corrinche, han trebajau mu bien
j medio esnudos, dos hombres j una chica y un
chico: allí han dau que misió cuantas golteretas;
han hecho un montón de piculinadas como si tu-
bián los güesos á torno; y, subiéndose los unos en-
cima é los otros, han andau de cabeza por toa la
redól del corro. Amos, ca estau aquello á saber
que majamente.
Vuélvese ahora á oír el almirez y aparece el es-
eenario con varios árboles y aperos de labranza,
comenzando la representación de la comedía en un
acto. De Potencia á Potencia. En un sillón traído de la
barbería se ve sentada la gracíosilla hija del direc-
tor, que hace el interesante papel de Carlota; y de
pie, junto á ella, está el segundo actor, que des-
empeña el papel del médico Don Gabino.
Don Gabino. «Me gusta poco esa calma,
y tu tristeza denota
que no te hallas bien Carlota,
¿qué te duele, niña?
Carbta. ¡El almal
La lia Peregiles. Atiende, mujer. Con que man-
séz y con que entrefenura dice, la probeciea lo que
le duele. Y que guapica es y que rubia, ¿verdá.
Qalorina?
196 LAS PIBSTAa DB MI LUGAB

La lia Carolina. Taya. Más royo tiene el pelo


quel que se saca de las pinochas del panizo. Y ¡qué
modos, qué modos y qué crianza! ¡Miá pues que
vistido tan bien hecho y tan bien cosido que Ueval
¿Eh, tía Trebucia?
La tía Tiburcia. ¡Si, chica, mu bonico es! No ha-
brá ejau di haceselo en Zaragoza una siñora mu
kien paicida j mu refina, que vive en una esquina
del Coso, debajo de una retratería y encimica mes-
mo di un barcón cerrau con virdrios, que paice un
mirador y que pues ver dende él too lo que pasa
po la talle, sin temor á pillar un resfrian ni cojer
nenguna plumonía.
Un matraco (refiriéndose á la joven que hace el papel
de Ca/rhta). Chiquio, Valantín. Haste cargo que
caidica di ojos que tiene la perdigana esa: así los
ponen las liebres asustadizas.
Valentín. Erdaeramente ques maja esa zagala.
Paice una codornicica asentada en un ribazo. Hom-
bre, mié lo que son las cosas, mejor le daría yo á
ella un güen colchoncico pa que durmiera encima,
que á tu un mal celpudo 6 un piazo de estera vieja
desa que dejan de desecho en las ofecinas.
El matraco anterior. ¡Rediéz! ¡Miá que milagro!
Lo ^ e s eso, chiquio, aunque no me lo jures, te lo
ereo. Mié si te conozgo yo. ¡Ya estás hecho tú güen
sarga, güen escalambrujo y güen gurrión de sar-
mentera, yal
COSTUMBBES ABAGONESAS 197

Carlota. «Hable usted quedo.


D. Gabino (mirando en derredffr).
¡Qué!... ni una mosca veloz...
Coríota. Hasta de mi propia voz,
Don Gabino, tengo miedo.
D. Gabino. Acaba por San Antonio...
Carlota. Ha tres meses...
D. Gabino. Tres... ¿y qué?
Carlota. Con Enrique, me casó.
D. Gabino. ¡Demonio, chica, demonio!
La tia Peregiles. ¡Purísma Virgen del Carmen!
¡Osús que enfelizona é criatura! Pus ¡esgraeiada!
Si eres como aquel quice una florecica sin eseapu-
11 ar, ¿en cas pensau de cásate tan pronto? ¿Qué mal
te mataba, ¡recontra!, estuviendo solterica y co-
miendo y bebiendo sin penas ni cuidiaus al arri-
mico mesmo é tus padres?
La lia Casiana [tocándose el perigallo). Si, miá, que
son jovenzanas, no tienen refleisión y no reparan
en malimpliase y arguellase pa siempre: aun no
hacen más que salir del cascarullo, como aquel
quice, y ya piensan en festejurriary en casase, pa
llenase de nesecidaes y dijos, ques la lotería m&s
segura é los casaus. Cuando sea tan viejestoria co-
mo yo, ya verás que pocas eslusiones tiene.
El tío Esharra-eahras. ¡Rediéz, callar si querís,
cabíais mas que las picarazas! A ver el quice la
Calrrotiea esa.
198 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

Carióla. Ser uno de otro juramos,


mas él, temiendo el deslío
de su padre y j o del mío
en secreto nos casamos.
D. Gabina. No es la cosa tan atroz...
Capitán es, ¡voto á tal!
y es hijo del General
que ahora manda en Badajoz.
Carlota. ¡Cómo! ¿Su padre?
El lio Mal-trabaja. ¡Otra que Dios! Pus po lo que
se ve, esa chica no sabía quel era é tropa cuando so
casó con ella docultis, y quera hijo dotro melitar
de los gordos. ¿Eh, tia Pencracia?
La lia Pancracia. Si, eso paice. Pero, vay meno s
mal, porque pal brazo é la chica, ques una probé
labradora, no tiene motivos pa quejase y no ha ido
mu desencaminada. Agora tendrá con pricisión que
mudase de juboncico y basquinas y ponese gorro
con flores y flocos y una miajica más alegante.
La lia Socarra-cenas. Mujer, eso por juerza. A la
fin, viniendo él de una familia de pu arriba y sien-
do lo ques, tendrá que dir ella con una vistimienta
al consolante.
La lia Capislra. Pero, ¡que labia, que labia tiene
la paniquesica esa! No ma contentaría nunca de
estala oyendo. Cuidiau si habla con esparpajo. Ni
una caidilina le gana.
Enrique. ¡Carlota!
COSTÜMBBES ABAGONESAS 199

Carlota (arrojándose en sus brazos). ¡Enrique mío!


Enrique. Ignoro si ante el señor
Carlota. Si, si.
D. Gabina. * Estoy en el secreto.
Todo lo sé: soy el médico.
Enrique. Es muy urgente el remedio.
Carlota. ¿Qué sucede?
Enrique. Que sin duda
se ha desatado el infierno
contra nosotros.
Carlota. ¡Dios mío!
¿Qué dices?
Enrique. Aprovechando,
esta mañana un momento
de buen humor de mi padre,
quise romper el silencio
en que yace la pasión
inmensa que te profeso.
Le dije cuanto adoraba
tus encantos: que en mi pecho
está grabada tu imagen:
que eres de bondad modelo...
y digna de que me honres
ante el ara de himeneo.
No me dejó proseguir,
pues con ademán colérico
temblando el labio de enojo
me arrojó del aposento.»
200 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

El tio Lamparones. Ya verás tá ya, qué salsica s&


va á preducir aquí. Se conoce cal padre no la sen-
tau bien el que su hijo se haiga enamoran duna
probé.
La lia Vuka-pucheros. Otra, miá. Quel hombre es
too un General y presona de campanillas, y hubiá
querido que su chico subía acomodan con una jo-
venzana de BU par igual. Hija mía, el que tiene,
busca á la que tiene.
La lia Rencores. Si, pero casándose asinas, se tie-
ne & veces dimpues lo que no sasperaba, porque,
¡qué pacho!, en eso hay tamién sus mas y sus
menos.
La lia Desíripa-pollos. Pero, ¡fepaflo!, y si él quie-
re á la moza, ¿por qué, amos á ver, la é romper su
padre esa pasión y ese cariño? Hijal, ¡miá ques
mucha lilaila esa!
El iifi Poca-tripa. No, pues ya se conoce; que la
probé tiene güeña cerotipia, ya. ¡Hum! Síucho ssrá
que no haiga casquina, en cuanto su papa a | p ^ e
á columbrar que san casan.
La lia Pela-vivos. Pus, hijo mío, hará mu mal de
pégale á la enfeliz. ¿Ques algún pecan el ajuntaso
po la Ilesia dos jóvenes que se quieren y saprecian?
Tamien yo me casó con este hombre que tengo con-
tra la volunta é mi familia, pero dimpues vieron
que me salió güeno, y luego tanto mi padre como
mi madre, no sabían aonde ponelo. ¡Miá pues, en
COSTCUBHHS AHAOONBSAS 201

(pie Dios ñus dio el primer chico! Se gol vían locos


j hacían un sendero á mi casa de tanto ir j venir
& maitiniar el nieto j á dale más besos que se dan
á una relica que tiene drento güesos de santo.
D. Gabino. ¿Quién viene?
Carlota, Mi padre.
¡Á-j, San Francisco de Salesl
Sálveme usted, Don Gabino.
D. Gabmo. Yo procuraré con tino
aliviar todos tus males.
Carióla. En vos confío, doctor.
D. Gabitw. ¡Oh amor! ¡Oh amor!
El alcalde (grilando enfoMíimu) g excitando una risa
general). ¡Oh mierda! ¡Oh mierda!
El dndico. Esa j a me la llevaba yo tragada, si-
ñoc aroalde.
El alcalde. A la fin sa nombrau el amor.j AO sa
hicho caso é mi pruhibición. Pus güeno, ese Don
Gorrino, digo, Don Gabino, pagará vainte pesetais
de multa ú sais días de cárcel, por haber desatacau
á m i autoridá. ¡Ya le daré yo á ese j álos dedemás
comediantes j comediantes con el amorcico ú al
cuernol U soy ú no soy alcalde. No, lo ques la mul-
ta, no se la quita ni el mesmo Cerineo é la Pasidn.
La tia Peregiles. ¡Repecho que lengua más dulce
y ft la vez que iudeciente ha estau ese hombre!
¿Qué dirá la forastería?
La lia Coja. El quiá de icír, que tenemos por ca-
202 LAS FIESTAS DE MI LÜ&AB

beza de Ayuntamiento un brutaña, un animal y


un mal hablau y deeolapau.
Rosita. Jezú, mamá. Que perzona máz inconve-
niente ez eze alcalde. Que ezprezionez y que po-
quízimo rezpeto & loz que hemoz venido á honrar
el ezpectáculo.
Don Talenlin (padre de Carlota, qw sak con escopeta
y unas perdices colgadas de la bandolera).
Esto te traigo, hija mía.
De un tiro dos he tumbado.
Un matraco. Aunqui cenan, agora mesmamente
me las comería yo las dos.
El tio Dingo-lindango. Pus siñor, sintiría que se
espacenciára esti hombre por habésele casan á es-
condidas la hija. Tiene traza é ser mu güeña pre-
sona. Ya se va pa drento. En la andana, paice que
tiene algún dolorcíco en una pierna. Pue que sea
dalguna caida ú de cualqué balazo cuando estaba
en la tropa.
(Don Valentín sale de nuevo i. la escena, pero
envuelto ahora en un levitón antiguo y abrochado
para recibir á Don León, padre de Don Enrique,
que entra también, enseñando la faja de General).
D. León. Buenos días, señor mío.
D. Valentín. Buenos días. General.
D. Lean. ¡Holal ¿Me conoce usted?
D. Valentín. No hay que ser muy perspicaz.
COSTUMBEES ABAGONESAS 203
pues veo su noble insignia
bajo el chaleco asomar.
D. León. Su hija de usted, ¿no se llama
Carlota?
D. Valentín. Así es la verdad.
D. León. Pues yo también tengo un hijo
•hijo único,., y ambos han
determinado casarse.
D. Valentín. ¿Cómo?
D. León. Lo que oyendo está.
En ella no hay que extrañarlo.
D. Valentín. Me asombra lo que le escucho,
¿tiene usted seguridad?
D. León. TeHgo la evidencia y quiero
con tiempo el daño evitar.
No me conviene un bodorrio
de esta clase: ella será
un prodigio de virtud,
de hermosura, una deidad,
pero yo tengo proyectos
y en ellos no entra jamás,
el tener por nuera á su hija.
D. Valentin. Y, sabe usted ¡voto á San!
si aunque usted me la pidiera
se la querría yo dar?
D. León. ¡Oh, si á mi hijo le pillo
vive Dios que va á un castillo.
D. Valentín. De eso yo me'encargaré.
204 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

2). León. Yo aquí soy la autoridad


y represento á la ley.
¿Sabe usted que si se estrella
conmigo, mando sin tasa
que prendan fuego á esta casa
y también á usted con ella?
La tia María. ¡Rebaraja, que geniucho más abru-
tau y avinagran tiene ese Don Lion! Pus si con esa
rabia y (todaje que le domina, allega á pillar de ga-
lafatón á los dos jóvenes, ¡güeña, güeña pecina se
arma!
Un baturro. Chico, chico. Que turbio y que me-
dianico se va pusiendo esto. Si yo hubiá estau
drento del pelejo é Don Valantín, y ese Don Lion
mice á mí esas palabricas, que pronto se las hago
meter en el cuerpo. T sino lo hace á las güenas, es
que le pego una tozolada como á un perro.
El lio Borrascas. Sabes lo que te digo, Rumaldo.
Que si ese tío sencára con mí estuviendo solos y mi-
ce lo que la dicho al probé Don Valentín, del primer
puñetazo le bato las muelas ú de un rempujón lago
dar más güeltas cuna galdrufa. Pus que, ¿así como
así se linsulta y se le da un desenrruejo á un en-
feliz labraor, porque él lleve gambeto con cuello y
botones gordos? ¡Lastima que dun tirón no larran-
cára ese trapo royo que lleva atau á la centura!
D. Valentín. General... aquí tratamos.
D. León. ¿Qué?
COSTUMBRES ABAGONESAS 206

D. Valentín. De potencia á potencia.


D. León. Le escucho á usted con desdén.
No se hará lo que usted quiera.
¡Soy General 1
D. Valentín (desabrochándose el lecilón y enseñando la
faja de Teniente General, la banda de San HeTmenegildo
y otras placas).
¡Yo también!
El tú) Poca-pena. ¡Anda, chúpate esa, escurabajo
pelotero!
La tia Poco-moño. No se le ha estau mal esa sus-
presa, no. Miá en que istantico se la bajan la s o -
belbia al cocodrillo ese. A. él si que se le puicír
que cuando menos se ha repensau, la saltau un
conejo. ¡Miá que cara pone! Se conoce que agora
le muerde de firme el gusarrapo é su concencia
por haber hablau con tanta esvergüenza, con tanto
escaro j con tanto arguUo.
D. León. (Cuadrándose lleno de asombro y con el som-
brero en la mano).
Saludo esa cruz bendita
que aún no he podido ganar.
Bsa gran banda, es señor
el mejor de los trofeos,
el blanco de los deseos
de todo oficial de honor.
(Carlota y Enrique salen de la mano, y de rodillas pi-
dea perdón á sus padres).
2d6 LAS FIESTAS DE MI LU&AB

D. Lean. ¡Sed felices, hijos míosl


h. Vahntin. ¡Y que os bendiga Dios!
General, mi mano es esta
la mano de un veterano.
D. León (estrechando la mam de D. Valentín).
Mi buena estrella bendigo.
General, la de un amigo.
D. Valentín (abrazándole).
General, la de un hermano.
Corrióse en seguida la cortina ó telón de boca j
una estrepitosa salva de aplausos j voces se ojó en
el teatro. Obligados á salir los actores, se presenta-
ron don Valentín j don León, teniendo en medio
él Carlota, á la que doña Oliva, le dio un ramo de
flores; su hija Rosita, una papeleta de caramelos;
su hermana Serafina, un papeletón de confitura; y
otras mujeres y mozos echaron panecillos de mos-
tillo, cascabelicos, higos secos, peras, pilongas y
manzanas, y, hasta una infeliz mujer le entró una
oestilla de caracoletas, á fin de que se las comiera
al día siguiente para almorzar.—El pianista co-
menzó á tocar una serie de aires nacionales que
entusiasmaron al concurso, y, habiendo transcurri-
do más de media hora, sin que hubiera señales de
acabar la función con el saínete titulado: El Robo
eontentido; el alcalde mandó al alguacil para que
comenzara la representación, pero ¡cual fué la sor-
presa de la misma autoridad, cuando supo que la
COSTUMBRES ARAGONESAS 207

compañía habíase escapado con los cuartos recau-


dados, por la ventana del escenario! En un princi-
pio se incomodó muchísimo, pensó en hacer salir
varios mozos con trabucos para cojerlos y meterlos
en la cárcel, pero se fué serenando poco á poco así
que supo que los comediantes se habían fugado
por no pagar la multa que el alcalde les había im-
puesto á causa de haber hablado, en mal hora, del
amor. Y todavía se conformó más el de la vara de
la Justicia, cuando don Policarpo el veterinario,
que no desconocía la miseria de los desventurados
comediantes, intercedió por éstos y aconsejó al al-
calde que puesto que se había frustrado el fin del
espectáculo, permitiese que se armara un baile.
Concedida la autorización, colocáronse las sillas á
los lados, comenzaron á bailar diferentes parejas, y
el alcalde, reunido con sus compañeros de Munici-
pio, se fué á la Gasa del Lugar, en cuya sala de
sesiones se comieron cinco liebres farnacas, once
kilos de costillas, dos grandes almudes de olivas y
veintiún panes, bebiéndose dos cántaros y medio
de vino y unas cuantas copas de anís que trastor-
naron completamente la mayoría de las cabezas de
los miembros ó individuos del Concejo.—A la ma-
ñana siguiente encontráronse en la plaza de la Igle_
sia el tio Babíl (alias) Mata-ratas, con el tio Rane-
ra, (alias) Paja-larga, concejales los dos, y el pri-
mero le dijo al segundo: Tio Ranera, con la me-
208 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

riéndola que tuvimos ayer, ¡chico que nochecica


más güeña qui pasaul: toa en un solo sueño.—¡Ohl,
añadió el tio Paja-larga, es que te tirastes largos
chaparrazos de vino: lo ques anoche no estabas tu
pa cantar cantas ni ráscale las cuerdas al guita-
rro.—Pero, hombre, repuso el tio Babíl, ¿en qué
consistirá quel vino me da á mi tanta juerza?—^Y
el tio Paja-larga respondió: chico, eso te podrá pa-
sar á tú, pero lo ques á mí, en cuanto bebo un tra-
guico más de lo rigular, j a no me puó tener en pie.
—Pus á mi ni uno ni otro, dijo el alcalde—, que
se había agregado § los concejales—, porque en
punto á beber vino, me paice que siempre hi tuvi-
do más aguante cun abrió pa beber agua: cuando
menos bebo es en el mes de Febrero.—¡Otra que
Diosl, replicó el tio Babíl, ¿y eso porque?—Pus,
¡cerollo!, adiccionó el alcalde, porque solo tiene
vaintiocho días.—Y separándose luego de sus in-
terlocutores, se fué á la Casa Concejil á firmar dos
oficios: uno dirigido al señor Gobernador, que le
había preguntado por el número de mozos que exis-
tían en Val de Cuervos para la próxima quinta; y
otro para el señor Juez de Instrucción, dándole no-
ticia de un ahogado en el río. A la autoridad civil,
le dijo en el escrito: «Boy por hoy, el número de mo-
eos, digo de mozos disponibles en esle pueblo, es el de
quince, pero como mié sabe tí no iznora pu6n nacer otros
hasta el dia del sorteo». T á la autoridad judicial, le
OOSTUMBRBS ABAQONESAS 209

ofició así: «En las arenas del río deste lugar, sa encon-
irau nadando esta mañanada, el cadaber de un ahugau,
y como de los intirrogalorios que por tres veces se lan
hecho, no resulta contra el mesmo nenguna climinalidá,
hei mandau procedel contra los autores del defunto.»
Después de cerrados estos oficios, bajó el alcalde
á la plaza, j viendo al tio Faccioso, que pasaba
montado en un jumento, le dijo: Tio Faicioso, pero
¿tienuste vergüenza ú qué? Cuatro días, como aquel
quice, que sa muerto su madre, ¿y ya lleva el bu-
rro con cabezana con cintas j aparejo ribitiau con.
colorines?—¡Otra, que chinflaina!, replicó el tio
Faccioso, ¡pus esto si questá güeno!: hasta abura
no sabía yo que mi burro tuviese nengun parien-
tesco con mi madre.—Y, sin hablar más, siguió su
camino cantando:
Cuando voy al cimenterio
y veo tanto gusano,
me digo pa mis adrentos:
¡rediéz, cuanto parroquiano!

44
CUADRO SEXTO Y ÚLTIMO

En el que se celebran exámenes con notables


discursos, se verifican giras campestres
y corrida de pollos, se queman fuegos de artificio,
se repiten los bailes
y se concluye con un rosario general

A las nueve de la mañana del día inmediato,


lora señalada para la celebración de los exámenes,
el Ayuntamiento en pleno se trasladó desde la Casa
del Lugar al edificio de la escuela, donde, desde
hacía rato, hallábase tocando, de rasgan como casi
siempre, la incansable música de la localidad. Con
la municipal corporación fueron la Junta local de
primera enseñanza y otros varios sujetos distingui-
dos de dentro y fuera de Val de Cuervos. El alcal-
de, al llegar junto á los músicos, díjoles amoscado
COSTUMBSES AKAGIONESAS 211

j bajando un poco la voz: ¡Tocar la marcha nal,


grandismos brutos! ¿Pus no vis, ridiós, que venimos «UÍ—
otros que sernos los brazos de la Justicia, y que yo, con
esta vara, represiento al mesmo Ray en presona? T , en
efecto, al punto la música tocó la marcha real has-
ta que recibió orden de guardar silencio. El tio
Lucas el gaitero, que estaba al pie de la plataforma
de la escuela, tocó con su bien hinchado instru-
mento la misma marcha j después una especie de
muñeira, que casi convidaba al sueño. Los chicos
ocuparon los primeros bancos de derecha é izquier-
da, y, en los restantes de atrás y de los lados, se
sentaron los padres, hermanos y demás parientes
de los muchachos, y loe amigos y relacionados de
las familias, teniendo que permanecer muchos de
pie. Tanta fué la concurrencia que asistió á aquel
solemne acto, presidido por San Roque.
Comenzó dicho acto—previa la venia del alcal-
de, que de tanta huecura casi no cabía en el sillón
presidencial—, con un coro de alumnos dirigido
por el maestro Don Agapito, y, tan medianamente
ensayado, que producía igual efecto que una mul-
titud de gallinas poniendo al mismo tiempo un
huevo. Sin embargo de lo mal que lo hicieron, el
benévolo ó indulgente concurso tributó á los can-
tantes, largos y ruidosos aplausos. A continuación
adelantóse dos pasos Don Agapito, y después de
estirarse los puños de la camisa y de pasarse lai
212 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

mano derecha por la garganta para facilitar la pa-


labra, soltó el siguiente discurso:
Señor Alcalde Consliliieional, Concejales y Cónchalas
del Ayuntamiento, y Junta local de este perilustre y arclii-
célebre ptteblo de Val de Cuervos: como humilde direc-
tor de la muj acreditada escuela de este insigne y
rubicundo lugar, que con tanta honradez y con tan-
to acierto representáis personalmente y á diario
El alcalde (en wz baja al señor Cura). Este maistro
es una lince y tiene una boca á manta é clara pa
hacenus justicia: me gusta como se preduce.
Don Agapilo fcontimaiido). Tengo el indiscutible,
altísono y superabundante honor de presentaros en
el deseado é impermeable día de hoy á mis ino-
centes y muy aplicados discípulos, para que ante
vosotros y ante el ilustrado, alegre y numeroso
coneurso que nos rodea, dé, como las dará, inequí-
vocas, admirables y maravillosas pruebas de sus
múltiples, profundos y raros conocimientos en las
diversas y variadas materias que son otras tantas
ramas del irreflagable, frondoso y universal árbol
del saber humano, y que, después de grandes é in-
cesantes sudores y desvelos por mi parte, he logra-
do abrirles las válvulas del cerebro y cerebelo y he
conseguido inocularles gran número de necesarias
ideas en sus juveniles, ignorantes, pusilánimes é
ineoncupicentes inteligencias, esmeriladamente en-
cerradas en sus tiernas, virginales y eilíndricas
COSTUMBBKS ABAGK)NESAS 213

raíces, para que andando el tiempo y creciendo en


ilustración, nunca los seres envidiosos y pornográ-
ficos puedan calificarles de torpes, ni de almen-
drucos, ni muchísimo menos de alcornoques. Por
este camino y de esta manera cuando sean grandes
como nosotros, servirán, no lo dudéis, servirán de
gloria al omnipotente Dios; de honor, á su inolvi-
dable y estudioso y sabio maestro; de alegría, á sus
bondadosos abuelos, padres, hermanos y primos;
de orgullo inmaculado y deletéreo á este corto,
digo, culto y renombrado pueblo; de satisfacción
inmensa al franco, noble y hospitalario país de
Aragón; y de júbilo constante á la que ha sido, es
y será eternamente, arcipicúndica, superferolítica
y magnánima nación española.
El alcalde (aplaudiendo como lodos). ¡Bien dicho
está eso, rediez! ¡Que torrente, que torrente y que
barranco é palabras ha soltau usté, Don Grajjito.
Que sea la enhorabuena.
Un mozo [á otro, y aludiendo al maestro). Chiquio,
Nicumedes. Métele mano y échale cañamones á ese
gurriónl
El mozo Nicomedes. Si, cañamones. Mejor le sa-
brían un parecico é costillas con tomate.
El alcalde. Don Gapito. Dende el mes que viene
se le darán á usté tres perras gordas más de paga;
aemás en cuanto entre el ivierno se le dará tamién
toa la leña que nesecite pa calentase el cuerpo; y
214 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

en el verano toa la fruta y too el verde que se pu án


comer usté, su mujer y su chica.—Tu, secletario.
Ya percurarás que coste en el azta.
D. Agapilo. Ah. Muchas gracias, muchas gracias.
El alcalde (dirigiéndose al lio Lucas). Oiga, tio gai-
tero. Usté, ya sabe cual es el costumbre: tani-mien-
tras ú mistristanto los chicos se cambean de puesto
y hacen cambeo de desamen, ñus tocará el estru-
mento, hasta que yo, como prisidiente, le toque á
usté la campanila.—Ea, siñor maistro: ya puen
emprencipiar los desámenos.
D. Agapilo. Pues, con permiso de usía, señor al-
calde.
El alcalde. Si, si. Escomience la cosa. (Tocando
una campanilla). ¡Silencio!
Don Agapilo. A ver. Que suba á la plata-forma
para decir la fábula, el muchacho Juaquinico Cas-
carullo.
Joaqtün (hace una pequeña reverencia, y con voz alta
y lonillo de escuela y levantando un hrazo al decir u»
verso, olro al otro verso y asi alternando, dice): En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.
LA PALOMA
Un pozo pintado vio
una paloma sedienta,
y tiróse 6 él tan violenta
que contra la tabla di6.
OOSTÜMBaES ABAOONBSAS 215

Del golpe al suelo cayó


y allí murió de contado.
De itt apelilo guiado
por no consultar al juicio,
así vuela al precipicia
el hombre desenfrenado.
Don Agapito. Muy bien, muy bien. Tomad ejem-
plo, hijos míos.
La seña Liboria (madre del chico). ¡Que salau ha es-
tán! Si lo tubiá aquí á ese hijo mío, es que delante
é toos, me lo comía á besos.
La lia Visle-muerlos. Es que, ¡ciruelo! Ha tuvido
razón y ha dicho el Avangelio en esa faula. A cuan-
tos jóvenes del día les lleva á su pirdición el des-
ienfreno ó los vicios. Y sino que lo diga su sobrino
de usté, ¿verdá, tio Nabos, digo, tio Coles?
Ll lio Coles. ¡Vaya! Ya habrá dan cuenta á Dio3,
el enfeliz. ¡Quien labift daber dicho que á los vain-
ticinco años se habiá de ver calave! Y no por falta
de consejos. Toos licíamos, y yo el primero: Vetu-
rián, desapártate desos amigos mandrias que tie-
nes, y déjate de burinas y arrauca-siegas. Miá que
te llevaren por malos pasos y á la unitiva darás con
el cuerpo en tierra. Pero... ¡que si quieres! Siguió
con ellos y él fué el que antes pagó el pato y dejó
a l a familia en un sumidero é desgracias y trebejos.
La lia Reimunda. ¡Probecicos padres! Ya no echa-
ron luz ende estonces.
216 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

D. Agapilo (en vos alta). Vamos á ver. Que se


acerque la sección de la DOCTRINA CRISTIANA.
La lia Roya. Miuste, miuste, seña Pabla. Agora
les van á preguntar á nuestros chiclanes. El que va
el zaguero es el mío. Atienda que pitorrico que va.
La lia Javiera. Hoy ha estrenan mi pequeño cha-
queta, pantalones y calcero. Y míe que bien pai-
nadico que li traído.
El lio Mala-sangre. Callar, pa veír como se espli-
can esos chicos tan remenudos.
D. Agapilo. Usted. El primero. ¿Qué es Doctrina
cristiana?
El primer chico. Un librico pequeño como un al-
menaque ú calandario de borsillo, que ñus enseña
lo que debemos creer, esperar, obrar y recibir.
D. Agapilo. Muy bien. Otro. ¿Cuántas partes tie-
ne la Doctrina cristiana?
El segundo chico Ccon voz de falselej. Cuatro, que
son: Credo, Padre nuestro, Mandamientos, Sacra-
mentos, y tamien las Bienaventuranzas y el Siñor
mío Jesucristo.
D. Agapilo. ¡Eeeeeh! Párate en los Sacramentos,
que ya son bastantes partes. Otro. ¿Quién hizo el
Credo?
El lercer chico. Los doce apóstales cuando salie-
• ron á merendar, digo, á predicar el santo Avange-
lio por too el mundo y á toos los seres vivientes
que tenían vida y se movían ellos solos.
COSTUMBEES ABAGONESAS 217

D. Agapilo. Conforme. Otro. Y ¿quiénes fueron


los apóstoles?
El cuarto chico. Los apostóles fueron unos probe-
cicos hombres, crudos, digo no, rudos é iznorantes,
que en su major parte se ganaban la vida, pescan-
do con cañas j con redes, barbos, tencas, abadejos,
engullas y besugos.
D. Agapilo. Está bien. Otro. Dígame usted, Pe-
rico Entre-ellas. ¿Cuántos dioses haj?
El quinto chico (con voz chillona y precipitada). Siete,
á saber:
El señor Cura. ¡Como siete! Muchacho, mira lo
que dices.
El chico {sin pararse un momento y contando eon los
dedos). Siete, si siñor, que son: El Padre, uno; el
Hijo, dos; el Espíritu Santo, tres; las tres presonas
destintas, sais; y un solo Dios verdadero, siete.
El señor Cura. Pues, no señor, que no hay más que
un Dios verdadero, autor de cielos y tierra. A ver si
no te se olvida jamás.—Otra pregunta, D. Agapito.
D. Agapito. Voy allá. Usted. El sexto. ¿Qué ar-
tículos comprende el Credo?
bl sexto chico. Los doce prencipales de nuestra
Santa Fe, perteneciendo el primero al Padre; los
sais que siguen, al Hijo; y los cinco zagueros al
.Espritu Santo.
D. Agapilo. De manera que no hay más artículos
que esos, ¿verdad?
218 LAS FIESTAS DE MI LUOAB

El chico. No siñor, digo, si siñor, que hay otros


que son artículos de primera nesecidá, como el
pan, el arroz, la carne, el vino, el chocolate, la le-
ña, la cebada, los garbanzos, el trigo j el panizo;
j haj tamien articules suzmarinos, digo, ultrama-
rinos, como el cacaUj las especias, el queso, las co-
raletas, el café, las sardinas, el pimentón, las chu-
fas y calcagués, y el azúcar y el escabeche.
El tie Roña. Miá que me quedo como pelrrático
de oiles tantas cosas á estos chicos tan pequeñurrios.
La tia Macaría. Y que tienuste razón, tio Roña.
¿Qué más les pue pidir naide á unas criaturicas
como esas? Con la meta que suplamos nusotros, ya
pudiamos estar contentos.
D. Agapito. Usted, Antón Pirulero. ¿Cuál es el
primer Sacramento de la Iglesia?
(El chico no responde).
D. Agapito. Piénsalo bien: el Sacramento que re-
cibe el niño recién nacido en la Iglesia y que le
administra el Cura en presencia del padrino ó de la
madrina, ¿cómo se llama?
Antón. £1 Bautismo.
D. Agapilo. Perfectamente. Y el segundo Sacra-
mento, el que se administra al niño algún tiempo
después de bautizado, ¿qué nombre tiene?
Antón (después de meditar un momento). La vacuna.
D. Agapito. No, hijo no. La Confirmación. A ver.
Otro. ¿Ha criado y cría Dios todas las cosas?
COSTUMBBES ARAGONESAS 219

El séptimo chico. Si siñor, pero haj algunas que


no las cría Dios, como verbo en gracia, la gallina
que tenemos en mi casa, que ella solíca cría trece
pellicos, que nus los comeremos con tomate, según,
dice mi madre, cuando sean grandes j estén gordos.
El lio Mala-sangre (riéndose con lodos). Esle chiclán
es de los míos, porque está po lo pusitivo.
La tia Roya. ¡Osús, cuantísma gracia me ha he-
cho el criíco ese! Con que¿puHicos con tomate, eh?
El tio Mala-panes.t'iQnion los pillara agora! Y an-
timás con la gazuza que j o tengo siempre!
Don Aí^apiU). Ea. Basta de Doctrina cristiana.
Marcharos j que vengan las Fuentes de conocimienlbs
generales ó reflexiones infantiles.
La tia Frisca (á su chiquito, que es uno de la sección).
Anda tieso, hijo mío, y no ti aturdas ni ta turru-
lles, quesos siñores questan ahirriba quieren mu-
cho á los chicos y no se comen á nenguno.
D. Agapito (luego de cesar el corto intermedio de gaita
y tamboril). Vamos ái ver. Usted. Andrés Zurribu-
rri. ¿Qué son fuentes de cocimiento, digo, de co-
nocimiento?
El muchacho baja la cabeza, se pone colorado, después
pálido, mira luego al lecho y sigue enmudecido),
D. Agapito. Pero, ¿no s^bes lo que son fuentes?
El chico. Ah, si siñor. Unos platos grandes que
hay en las cocinas pa sacar la comida á la mesa.
D. Agapito. Galla, hombre, calla. Tu, Gregorio.
220 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

¿Qué animal es el que ladra y cuál el que relincha?


El muchacho. El que ladra es el perro, j el qviié
relincha abriendo la boca y enseñando los dientes,
es el caballo.
D. Agapito. Muy bien. Sandalio. Qué animales
son los que rebuznan y cuáles los que mayan?
El muchacho. Rebnznian los burros y las burras,
y los que mayan son los gatos cuando van por los
tejaus en el mes de Enero.
D. Ágapilo. Está bien. Otro. Valentín Zurrapas.
Qué bestias 6 animales son los que mugen 6 gruñen?
El muchacho. Los que mugen son los toros cuan-
do llaman á su madre ú salen á la plaza pa toria-
los; y los que gruñen son los tocinos cuando no les
dan salvau ú peladizos de patatas, y cuando ba-
rruntan que los van á egoUar pa hacer con ellos
longanizas, morcillas y churizos.
El lio Bolo. ¡Chico, chico! ¡Si paice mentira!
¡Cuidiau si responden sin entivocase miaja estos
pardalicos! Menudos son, pero si siguen asinas,
van á ponese muy po encima é todos los mesaches
desta redolada.
El lio Poca-pena. No, no, pa tener tan pocos años,
no espuntan mal. ¿Quien sabe si algún chico des-
tos llegará á ser ubispo, menistro ú abogan.
La lia Mari-apuros. Otra. Cose es que pue ser.
Miá. El chico del tio Lesmes, era pequeño como
un pernio, lo llevaron á Madrí, entró en unas re-
COSTUMBHES ABAGONESAS 221

posiciones, y ganó una plaza desos que escriben


con garabatos y rayas con puntos y cuernos too lo
que hablan delante dellos. Tinquingrafos ú taquin-
grafos estuque les dicen.
D. Agapito. Otro. Usted, Fecundo, digo, Facun-
do. ¿Qué bichos son lo que cacarean y cuáles los
que tienen venenosa la picadura?
El muchacho. Los que cacarean son las gallinas,
cuando van á poner los güevos en el ponedero; y
los que tienen la picadura ú mordedura vienenosa
son: el arraclán, las avrispas, la vibdra, el farda-
«ho, la sirpiente y la colebra.
D. Agapito. El otro. Cosme. ¿Qué animal es el
que cría la lana?
El muchacho. El cordero, lo mismo que sea blan-
co como que sea negro.
D. Agapito. Muy bien, y muy rebien.
La tia Camila (con entvMasmo). Ese ha sido mi Cos-
mecico. Tiene razón el maistro, que lo ha hecho
mu bien y con mucha serenidá. En que pase po
aquí, es que lo estrozo á besos y abrazos.
La tia Mauricia. Hija, que suerte tenis las que
tenis hijos tan estutos y tan agudos. En un pronto
paicen al mío, que no piensa más que en la man-
duca, en juar, en dormir y en no estudiar ni des-
currir miaja: sólo le gusta ir con los abrios. No sé
lo que daría porque tubiá una miaja dañción á la
letra.
222 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

D. Agapito. Usted, Ramón. ¿De dónde se saca el


aceite y con qué fruta se hace el vino?
Ramón. El azaite se saca de las olivas, que cuan-
do hace mucho frío, se cojen de los arboles que
haj tiesos en los olivares; j el vino sa produce de
las uvas que haj en las viñas j sirven pa chorriar
mosto y emborrachase los hombres, las mujeres y
los chicos si se echan muchos tragos.
D. Agapito. Está,bien. Otro. Usted, Crisanto.
Nos sabrá usted decir con qué substancia se hacen
el queso y el pan?
El muchacho. Si siñor. El queso se hace del trigo,
y el paíi se hece de la leche, digo, no, viciviersa,
el pon dol trigo y el queso de la leche que se saca
de las uvejas, du las erabas y de las tetas de las
vacas que son mansas, no cornean y sestan quietas.
D. Agapito. Vamos á ver. Usted mismo. El be-
cerro es hijo de la vaca?
El chico. Si siñor.
D. Agapito. Y el padre ¿cual será?
El chico. El toro.
D. Agapito. Pues entonces ¿qué es el buey?
El chico. El buey... el buey... ¡otra! el tío.
D. Agapito. Usted, Mastín, digo, Martín. Que
árboles son los que dan nueces ó bellotas?
El muchacho. Las nogueras son las que dan las
nueces sagudiéndolas ú emprendiéndolas á palos, á
pedradas ú á membrillazos; y las abellotas, que son
COSTUMBEES ABAGONESAS 223

mu güeñas pa los cbicos y pa los tocinos, las pre-


duce un árbol muy ancbo y muy viejo, que se llama
cecina, digo, encina.
D. Ágapilo. Perfectamente. Diga usted, Bernabé.
¿Qué plantas tienen el fruto debajo de la tierra?
El muchacho. Las patatas, los nabos, las cebollas,
los ojos, digo, los ajos, y las azanorias.
D. Ágapilo. Conforme. Basta. Váyansen á sentar-
se en su Lauco res|)ectivo las Reflexiones injanliles, y
venga aquí á ponerse en fila la HISTORIA, SAGRADA.
El alcalde (en voz baja al gaitero). Hala, tio Lucas.
Duro al boto y firme gailazo, que viene abura mu-
cho rebullo ó cliicos.
D. Ágapilo. Oído á la caja. Cada cual que respon-
da por su nombre y apellido. Vamos á ver. Fabián
Solomillo. ¿Qué es Historia sagrada?
Solomillo. La que nos enseña las grandezas de
Dios y las maravillas obradas por su mercé en fa-
vor nuestro.
D. Ágapilo. Bien. Otro. Bolero, digo, Valero Per-
digacho. ¿Quién fué el primer hombre?
Perdigacho. Adám.
D. Ágc^pilo. Sigue contestando tu mismo. Adám
¿fué casado ó soltero?
Perdigachs. Casau.
D. Ágapilo. ¿Con quién?
Perdigacho. Con Eva.
D. Ágapilo. Está bien. Oye, y siendo Adam el
224 LAS FIESTAS DE MI LüGAE

primer hombre 6 marido, y Eva la primera mujer,


¿tuvo suegra Adam?
Perdigacko. Si siñor: la sirpiente.
D. Agapilo. Bien, chico, muy bien.
El medico. ¿Me sabrás decir por qué causa Adam
j Eva fueron echados del Paraíso?
El chico. Si siñor. Por no págale al casero.
D. Agapito. Otro. Petronilo Miserias. ¿Quién fué
Abrahám?
Miserias, ü n pastor viejo j aneianicc que se de-
dicaba al cudiau de ovejas, cordercíí y crabitos y
que fué mu buen servidor de Dios nuestro Siñor,
que está en los cielos.
D. Agapilo. Muy bien. Otro. Acisclo Casca-hue-
vos. ¿Cómo puso Dios á prueba la fidelidad del pa-
triarca Abrahám?
Acisclo. Mandándole matar á su chico Isaac, pero
no lo hizo porque al ir á enclávale el guchillo por
meta del cuello, vio enredau en unas zarzas un
crabitico, digo, un corderico blanco, y lo saclificó
en lugar de su hijo.
D. Agapito. Quedo satisfecho de tu respuesta.
La lia Bernabea. Amoe, tio Pablico, ya se puede
usté poner bien güeco con esas palabricas que la
dicho el siñor maistro á su chico.
El lio Pablico. Mujer, ya se ve que tengo motivo
pa poneme asinos. A cualsiquier en mi lugar,
locurriría lo mesmo.
GOSTUUBItES ABA(K)NESAS 225

La lia Nazaria. Cuasi dende que nacid ese chico,


le pornostiqué yo á su padre y su madre, que ha-
bía é ser mu agudico pa cosa é libros.
El lio Mal-queda. Si, pues, si lo viás alludar á Mi-
sa. Aquello es un refinallo. Tan igual techa pala-
bras en latín, como si se bebiá un vaso de agua.
D. Ágapito. Usted. Silvestre del Todo. ¿Porqué
vendió Esaú su derecho de primogenitura?
Sikeslre. Por una cesta de judías verdes.
Olro muchacho (llamado Gil). Mentira, que fué por
un plato de lentejas. ¿Verdá, siñor maistro?
D. Agapito. Exactísimo, hijo mío. Y, vamos á ver.
Tu mismo. Díme. ¿Gualas fueron las dos principa-
les ciudades nefandas, á las que Dios abrasd con
el fuego celeste?
Gil. Las dos más prencipales fueron Solsona y
Camorra, y sufrieron aquel castigo porque sus hom-
bres eran mu malos y mu preversos, porque no te"
nían temor de Dios, y porque siempre estaban
regolviendo con las mujeres.
D. Agapilo. Sodoma y Gomorra, eran las ciuda-
des. No equivoques otra vez los nombres.—Otro.
Jacinto Mórcales. Sírvase usted referirnos la his-
toria del casto José.
Mórcales. José era un chico pequeñico hijo de un
siñor viejo llamado Jacob, y por envidia lo arro-
jaron sus infames hermanos en una linterna, digo,
en una cisterna, pero, salvado por unos mercade-
15
226 LAS FIBSTAS DE MI LÜOAB

res que vendian telas, chaquetas, camisas j gorras


j pantalones, llegó á ser dispués el primer me-
nistro del faraón de Egizto, que se llamaba Bon
Pepe, digo no, Apepi.
El lio Mal-qúeda. ¡Rediole! Pa mí serían güenos
esos nombrecicos. Ni en una semana estuque me los
encasquetaba en la cabeza.
D. Agapito. Vamos á ver otro. Agustín Pulgari-
Uas. ¿Quién fué David?
Agustín. Un rej mu guapo j mu valiente que de
un pedruscazo mató al gigante Goliác, 7 que sabía
tocar, bailar y cantar jotas, fandangos y boleros,
con un guitarro mu grande y con cuerdas largas
que le icían arpa.
D. Agapito. Está bien. Celestino Salta-tumbas.
Oído á la pregunta. ¿Qué sabe usted de Salomón?
Celestino. (Sin fijarse en lo que le preguntan y hablando
precipitadamente). Samsón fué un tío de mucho cuer-
po j de muchos puños, que solo con las manos tiró
una ilesia potrestante, matándose él con tres mil
felibusteros, digo, fardiseos, quemándoles las v i -
ñas, los trigos 7 las cebadas, j los alfalces, panizos
y remolachas, con el fuego de unas achas encendi-
das que les puso atadas en la coda á una montona-
da é zorras hambrientizas que se escaparon llenas de
nbia j de codaje.
D. Agapito (después de la risa general). No le he
preguntado á usted por Samsón, sino por Salomón-
OOSTUMBBES ABA(K)NESAS 227

Celestino (siempre con igual preápitación). Ah, si.


Salmón, digo, Salomón fué un rej de mucho saber
que tenía tamién mucha sabeduría j conocimiento,
j que hacía justicia cogiendo á los chicos pequeños
entre dos mujeres j cortándoles con un sabré j por
la meta, la canal del cuerpo.
D. Agapito. (A ti si que te cortaría yo la mitad
de la lengua por embrollón, hablador y embustero).
No, hombre, que para administrar justicia no obra-
ba de esa manera, sino dando á cada uno lo suyo.
Lo que usted ha citado es solo un caso que le ocu-
rrió entre dos madres, una falsa y otra verdadera.
D. Agapito. Otro. Timoteo Guindilla. ¿Cuáles
fueron los jefes de las doce tribus de Israel?
Timoteo. Esos doce se llamaron Rubén, Simion,
Lerví, Judá, Dandarandán, Nietalí, Guad, Asér,
Isacár, Zambulón, Joséf y Bienjamín, que fué el
más pequiñico, pero que, como todos, tenía su ban-
dera y sus trompetas y tambores.
D. Agapito. Bueno. Usted. Pío Calostros. Ultima
pregunta. ¿Quién fué Herodes Antipas?
PÍO. Herodes Sin-tripas, fué un siflor muy tuno,
muy malo y muy endino, indumeo por nacimien-
to y judío de religión, que se apoderó de la Judía,
digo, de la Judea, y de envidia y soberbia que lei3
cogió á los Reyes Magos porque fueron á adorar al
Niño-Dios, y supiendo que éste había nacido de
noche en un establo delante de una mulica y un
228 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

toro con cuernos, mandd matar á todos los chicos


de Belén que pasaran de dos años.
D. Agapito. Bien, sublime, muy perfectísima-
mente bien. Quedamos altamente satisfechos y
complacidos de los adelantos de esta sección. ¿Ver-
dad, señor alcalde?
El alcalde. Si siñor, mu sastifechos y mu llenos
de sastifación.
D. Agapito. Póngase ya en su sitio la Historia Sa-
grada y que se vaya acercando la GRAMÁTICA CAS-
TELLANA.
Un baturro (hablando con otro forastero que acaba de
separarse de una moza que está sentada en un banco de
junto á la puerta de la escuela). Hola, Sedapio. Que
güeña tripada tas dau de cortejar con la Birbiana.
El baturro Serapio. Cas di hacer, Matías; aprove-
char el tiempo lo mejor que se pueda. A.emáB hi
venío tamién por ver al hijo é mi hermana, que se
desamina hoy con toa la chiquillería.
Matías. De cuando acá vas tan afaitadico: miá
que ayer llevabas unos pelos po la cara que te ras-
piaban más que los de cualqué tocino.
Serapio. Otra, como que no me quise resurar con
el barbero é mi pueblo: sisquiá el daquí trebaja
más curiosico. Aquel, cuando va un folastero J
tiene prisa, aun le moja el jabón con saliva.
Mallas. ¡Moño, con salival Pus oye. ¿Y el qni
bace cuando sus afaita á los que sois del lugar?
OOSTUMBBES AHAOONKSAS 229

Serapio. Estonces, ante» de danus jabdn, ñus


escupe en los laus de la cara. Así es que no esta-
mos contentos con él, ni yo tampoco con el medico
nuevo, porque es un siñor mu desolapau j á saber
que argulloso. La semana pasada fí á icíle que,
como por la noche duermo con la boca abierta j
hay tantismo ratón en mi casa, tenía la aprensión
ú escupió de si mabría tragau alguno, porque me
sentía en el estomago algo así como si se movisse.
Y el mu bruto me dijo; pus mira, chico: si tas Iragau
un ratón, anda y trágate ahura un gato.
Matías. Miá no sea cosa quel medico ese te tenga
por algo, alguna miaja é tirria.
Serapio. Si que me la tiene, Matías. Y ¿sabes
dende cuando? Dende el día que se ajustó con el
Ayuntamiento pa vesitanos y lo truje al pueblo
amontau en el burro é mi tío, que al pasar por el
cimenterio vio cabía crecido hierba por toas partes
y me preguntó que porque lo teníamos asínas.
Matías. Y antonces tú ¿qué le digistes?
Serapio. Pus le dije, que había crecido tanto la
hierba, porque no se moría naide dende que no te-
níamos medico.
D. Agapito. Vamos á ver esta nueva sección. ¿Es-
tais dispuestos á contestar bien, queridos míos?
Todos hs chicos. Si siñoooooor.
D. Agapito. Pues, vamos allá. Tu, Ciriaco Chupa-
guindas. ¿Qué es Gramática castellana?
230 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

driaco. Gramática castellana es el arte que nos


da las reglas que neseci tamos saber pa 1er y escri-
bir correztamente lo mismo despacico que de co-
rrida j tan igual en yerso como en prosa.
D. Agapilo. Muy bien. Tu, Santiago Ghifli-cliafla.
La tia Genara. Abura, abura' le perguntan á mi
chico, ¡Ah, rico mío! Quien fuá Espritu Santo pa
ilumínate po atrás ese celebro y que dejaras bizcos
á toos con tus mesmas exprisiones.
D. Agapilo. Di. ¿Cuántas son las partes de la Gra-
mática?
Santiago. Cuatro, á saber: Analogía, Sintaxis,
Oltografía y Presodia, y otros ponen por añadienza
la Carcómanla.
D. Agapilo. Lo has dicho perfectamente, pero su-
primiendo la última.
La lia Genara. ¡Ah, salau mío! ¡Con qué clareza
la contestau á don Gapito! Si no pudía ser otro
con tantismo ferrete como la dau á la Garmatíca.
Hoy, en recompiensa li de dar al medudía pa pren-
cipio un güevo fresco y estrellan con su correspon-
diente piacico é longaniza y su canterico ú herra-
durica é pan.
D. Agapilo. Otro. Blas Retaco. ¿Qué es número
gramatical?
Blas. La variación que distingue á un endevido,
animal, bestia ú otro ojete, digo, ojeto solo, de dos
<5m6s.
COSTUMBRES ABAOONESAS 231

D. Agapito. Corriente. Vamos á ver el que sigue.


Luisito Cata-salsas. ¿Cuántos son los números?
Luis. Dos, singular y plural. Es singular si s«
reñere á una cosa sola, como cuando icimos: zapo,
eangartana, gurrión, tartuga y alifante: y será plu-
ral, si afeta á dos ú más endevidos ú presonas,
como cuando icimos: las burras, los abrios, las y e -
guas y los tocinos.
D. Agapito. (Te digo, hijo mío). Otro. Serafín
Mestizo, digo, Melguizo. ¿Qué es declinación?
Serafín. Declinación es la barbaridá, digo, la va-
riada de casos en que el nombre y pronombre se
encuentran en la oración, la cual se puede hacer lo
mismo en casa que en la iglesia, porque en todas
partes nos oye Nuestro Señor Jesucristo, Dios y
hombre verdadero, premiador de buenos y casliga-
dor de malos, dándoles á los unos la gloria eterna
y á los otros el infierno per omnia ssecula secu-
lorum.
D. Agapito. Has contestado bien en un principio,
pero, por tu exceso de saber, te has pasado de ma-
teria y te has metido en otro granero. A ver Froilán
Cotorro, si recuerda cuantos son los casos.
Froilán. Los casos son seis: nominativo, geniti-
vo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo, como el
conejo, del conejo, á ó para el conejo, al conejo,
oh conejo, y con, de, por, sin, sobre el conejo.
El alcalde (en voz baja al veterinario). Ahura ñus
282 LAS FIESTAS DE III liUOAB

comeríamos un parecico dellos con arroz, ¿verdá,


siñor albaitar?
El veterinario [también en voz baja). Hombre, por
mí, aunque fueran dos pares.
D. Ágapilo. A ver, tu, Nicolás Mariposo. ¿Cuán-
tas son las partes de la oración?
Nicolás. Diez: nombre, aljetivo, altículo, prenom-
bre, verbo, palticipio, alverbio, preposición, con-
junción é interjezción.
D. Agapito. Otro. Martinico Cerrajas. ¿Cuántos
géneros se conocen?
El muchacho. Tres: masculino, que es el que me
conviene á mí; femenino, que es el que no le con-
viene á usté; y neutro, que es el género humano,
porque participa de los dos. Tamién se dividen en
géneros ñnos, como los ñdeos, los pañuelos de seda,
los meriengues, la natilla y el arroz con leche; y en
géneros bastos, como las azanorias, los churizos,
los membrillos, el cordellate y los celpudos.
D. Agapito. Besta de Gramatiquería y que venga
la sección de GEOGRAFÍA. Usted. El primero. Agus-
tín Vientre-seco. ¿Qué es Geografía?
El muchacho. La ciencia que trata de la descrición
de todo cuanto hay y puede haber en las entrañas
ú tripas de la tierra.
D. Agapito. No, hombre, no. La ciencia que s©
ocupa de la descripción de la tierra.—Otro. Jorge
Lamparilla. ¿Qué es nube?
COSTUHBBES ABAGONESAS 233

El niño (con tono de papagayo). Nube es un feláme-


no que se presenta bajo tres especies destintas. La
primera es un glupo de color de plomo que se des-
colga del cielo en gotas de agua; la segunda es una
mancha blanca que se pone en los ojos j no deja
ver nenguna cosa; y la tercera es un trapo largo ú
bufanda que se ponen las mujeres por el cuello pa
no tener miaja é frío.
D. Ágapito. Bueno, bueno. Basta. A ver, usté.
Ger(5nimo Carratraca. ¿Qué es río?
El chico. Una corriente ú regacha de agua, que
por sí sola y sin rempújala denguno, se va siempre
hancJa abajo, como el Ebro, la Güerva 7 el Gallego.
D. Agapito. A ver. Tú. BlasPicolomini. ¿En don-
de desemboca el Ebro?
El chico. En el mar.
D. Ágapito. Y ¿por qué puerto?
El chico. Por el puerto de Cariñena.
D, Agapilo. ¡Por Dios hombre! Cállate. A ver. El
que sigue. Leopardo, digo, Leopoldo Cabezuela.
¿Qué entiende usted por continente?
Leopoldo. Continente es un cuerpo que contie-
ne á otro, el cual se llama contenido, como por
ejemplo; la bota ú el porrón es el continente del
vino.
D. Agapito. No señor, que continente en Geogra-
fía es Tina vasta extensión de tierra no interrumpi-
da por el mar, como el continente antiguo que
284 liAS FIESTAS DE MI LITOAIt

comprende Europa, Asia j África.—Otro. Sebas-


tián Buti-bamba. ¿Qué es istmo?
SebastiÁn. Un estrecho de tierra que une h una
península ó á un continente. Tamién es ismo el
conjunto de cuatro 6 cinco letras sin valor por sí
soles, pero que lo tienen como finales en algunas
palabras, como egoismo, sinapismo, buenísmo, cla-
taclismo j abismo.
• D. Agapilo. Usted, Mames Cusculina. ¿Qué es
cabo?
Mames. El cabo es un poquico más que el soldau
raso j muy poco menos que el sarjento. Hay cabo
primero y segundo cabo, pero éste ya es cabo más
gordo porque lleva sabré y cobra más perras men-
sualmente al año.
D. Agapilo. Ga, hombre, ca. Hoy están ustedes
por equivocarlo todo. ¿No se acuerda usted que ca-
bo es una punta de tierra que avanza en el mar?
Mames (llorando y algo enfadado). ¡Si siñooor!
La lia Peregiles (á un viudo que tiene al lado). Tio
Sidro. Ese que llora tan rabioso es su chico. ¡Pus
hijol Sobre no saber le que le preguntan, aun se
atufa.
El lio Isidro. Que llore, que llore, que el ombligo
tiene atau. Tan guen geniecico ha sacau ese como
su madre. Hasta que Dios se la llevó y me dejó
viudo, mizo pasar en este mundo más crudas que
iQiaduras. Al prencipio de casaus era mu goberna-
COSTüIífiBES ABAGONESAS 285

da y callada, mu amorosica, más mansa cuna ove-


ja y enemiga é contornillos; pero dimpues, ende
que sajuntó con la tia Ustaquia la masobera, se
golvió mu niquitosa, mu chorrotera y mu fura," y,
á dos por tres, se asubía á la parra y se ponía como
uua gripia, pero yo, siempre que se encarrañaba,
me llamaba andana, mi armaba é pacencia y me
aplicaba desiguido mi melecina.
La tia Polonia. Y ¿cuála era la melecina, tio Sidro?
El tio Isidro. Unas pulgarillas.
La tia Benita. ¡Osús, unas pulgarillas!
El tio Isidro. Si. En cuanto ella emprencipiaba k
dar rabadas, á mormotiar y á desalar gritos y chi-
los por cualqué cosa, yo sacaba mis pulgarillas y
repicándolas me echaba á bailar como un tonto,
aunque no tubiá ganas, pero llegó un día en que
me devanló la mano pa dame una ofeláa y eston-
ces perdí la pacencia, y le pegué una tabarda que
le rompí un retabillo en las costillas. No, no jué
aquella mala soba, no. ¡Otra!, como que de sus re-
sultas, le entró un moquillo ú tos que se desca-
saba, se jué pusiendo toa á saber quinchada, y vi-
niéndole luego una humorragia y un patatús tras
di otro, se quedó defunta en el último, y más negra
cun cabrón, digo, cun carbón. Gloria se llamaba,
pero en la gloria me quedé yo cuando la vesitó
la muerte y le dijo: «marchen y ajuera daquí pa
siempre».
236 LAS FIESTAS DB MI LüOAB

D. Agapilo. Dígame usted, León. ¿Qué es golfo?


El muchacho. Golfo es una porción de agua que^
con desimulo y sin decir nada, se mete drento é la
tierra. Tamien es golfo un juego que mi padre
se sabe de memoria j con el que gana muchas pe-
setas en el casino, supiendo juar además á la bris-
ca, al tute, al sietimedio, al guiñóte, al mus y á la
treinta y una.
D. AgapiCo (riéndose como lodos). Bien, hombre,
bien. No digas más, que eso nada nos importa.—
Usted, Marcos. ¿Qué forma de gobierno hay ahora
en España?
Marcos. Monárquico, que es el ejercido por una
sola presona, y lo mesmo que sea macho que sea
hembra.
D. Agapilo. Usted, Cañuto, digo. Canuto. Según
eso, ¿cuántos Reyes hay en España?
El mwhacho. Mi padre dice que, tantos como
Menistros, que son unos siñores con levita y chis-
tera, que, en su mayoría, hacen dende su ofecina
lo que les da la gana, no'premian á los que lo me-
recen, reparten turrón, sin ser Navidá, á los parien-
tes y amigos, y en muchas cosas no les importa
nada del escurabajo é la concencia.
El alcalde (aparte al Cura). Hombre, me gusta este
chico, porque habla con muchísma yerdá y clarura.
D. Agapilo. Diga usted, Delfinito Mosquitera.
¿Cuántas son las partes del mundo?
OOSTXJMBBES ABAGONBSAS 237

Delfin. Por ahora cinco, á saber: Earopa, Asia,


África, las Américas y la Oceanía, que es un mon-
tón de islas pobladas de personas con figura de
hombre, que están unas á meta é civilizar, y otras
se comen cruda la carne humana de los varones ú
hembras que pillan, dejándolos en esquileto.
D. Agapüo. Otro. Germán Habichuelas. ¿Cuáles
son los Estados de Europa?
Germán. España, capital Madrí; Francia, capital
París; Inglaterra, capital Londres; Austria, capital
Viena; Italia, capital Roma, donde vive el Santo
Padre, que va vistido de blanco y represienta á
Dios en la tierra y sus arrabales.
D. Agapito. Soberbiamente bien.—Otro. Usted.
Aquilino Sal-si-puedes. Vamos á ver. ¿Dónde está

El chico. Valdepeñas está en la bodega de mi pa-


dre, con otros vinos en cubas y botellas.
D. Agapito. No, hombre, no. (¡Jesús, que cría-
tura más cernícala!).—^A ver, usted, Matatías Ga-
rra-seca. ¿Dónde está Ceuta?
El chico. En África.
D. Agapito. Y ¿por dónde se pasa para ir á Ceuta?
El mismo chico. Por los Trebunales de justicia.
D. Agapito. No, hijo, no: por el Estrecho gibral-
tarefio.—Retiraros todos, y que venga á desocupar-
se la sección de HISTORIA DE ESPAÑA. A ver si se
portan ustedes bien y dejan solidariamente puesto
288 LAS FIKSTAS DB MI LITGAK

el pabellón mío j el de la escuela. Yamos al acto.


Usted. Perico Cerilleta. Respóndame. ¿Qué es
Historia de España?
El muchaclio. Ave María Purisma, Dominus te-
cum. Historia de España es la narracidn de los
principales sucesos ocurridos en nuestra península,
que se halla comprendida desde el estrecho de Gi-
braltar hasta los montes Pirineos y el mar Can-
tábrico.
D. Agapito. Muy bien. Superferolíticamente bien.
Otro. Ruperto Cascarilla. ¿Qué es Era?
Ruperto. El sitio donde se extienden y se trillan
las parvas del trigo. Hay varias eras como son la
del tio Tripote, la de la tia Garrosa, la del tio
Mala-gana y la del tio
D. Agapito (interrumpiendo al muchacho). No es eso.
Yo le pregunto á usted por la Era histórica.
Ruperto. Ah. Esa era es el momento que sirve de
partida para la existencia histórica de un pueblo,
sea grande ú sea pequeño.
D. Agapito. Casimiro Perdigacho. ¿En qué épo-
cas se divide la Historia de España?
Caámiro. En primitiva, cartaginesa, romana,
gorda, digo, goda, sarracena, castellana, austríaca
y borbónica. »
D. Agapito. Está dicho culminantemente bien.
El que sigue. Perico Nariguetas. Vamos á ver. ¿Has-
ta que siglo dominaron los romanos en España?
OOSTTTHBBES ABAODMESAS 2S9

Perico (titubeando, mirando al techo y después de mal-


oir á un compañero que le dice: <s.Hasla el' siglo cinco que
la invadieron los vándalos y alanos»). Hasta el siglo
Teinticinco que los echaroa los bandoleros con
perros alanos.
D. Agapito. (Osús, qué barbaridad! ¡Tú ai que
eres perro alano! ¡Afrenta maestros!). Otro exami-
nando. Policarpo Escorreduras. ¿Qué sabe usted de
la Historia de España?
Policarpo (disparado como un coliele y en tonillo de
romance).
Libre España, feliz é independiente
se abrió al cartaginés incautamente.
D. Ágapilo (interrumpiéndole en vano). Bueno, bue-
no. Basta.
Policarpo (con la vista fija en el techo).
Vióronse estos traidores
fingirse amigos para ser señores.
D. Agapito. Pero
Policarpo (sin hacerle caso al maestro).
Y el comercio afectando
entrar vendiendo por salir mandando,
comiéndose además con mucba maña
cual viboreznos la mete de España.
D. Ágapilo (en voz baja).—^A tí sí que te me come-
ría JO ahora. ¡Ojos de pato!—A ver otro. Antolín
Gatera. ¿Qué sabe usted de Aníbal?
Anlolin. Que fué un general cartaginés mu gua-
240 LAS FIBStAS DE MI LUGAB

po y mu agudo y rabioso que extendió sus conquis-


tas por el corazón de España, y atacó y tomó á Sa-
gunto, cuyo3 habitantes murieron herméticamente,
arrojándose á sus propias llamas.
D. Agapiío. Bien. Emeterio Pelotas. ¿Quién fué
Viriato?
Emeterio. ü n pastor muy caliente, digo, muy va-
liente y muy melitar que llegó á ser general y les
cascó la badana á los romanos, quienes le asesina-
ron cobardemente cuando el enfeliz estaba dur-
miendo en el suelo.
D. Agapito. Corriente. Esto marcha como una
seda. Vamos á ver. El que sigue. Bienvenido Es-
crófula. ¿Podría usted darnos alguna noticia de
Quinto Sertorio?
Bienvenido. Si siñor. Quinto Sertorio, sucesor de
su padre Cuarto Sertorio, fué otro general que vino
y peleó en España contra la romanería, digendo que
le daba ispireciones al oído y á bonico una perra,
digo, una cierva que le acompañaba á toa las partes.
D. Agapilo. Insignemente bien. Otro. Melquía-
des Chupa-tintas. ¿Quién fué Pelayo?
El muchacho. Pelayo fué un recaudiador de con-
trebuciones que vino el año pasau á Val de Cuervos,
y que lo emprendieron á pedradas y á tiros, por-
que se quería llevar los dineros que no eran suyos.
D. Agapito. No, hijo mío, no. Si le pregunto á
usted por nn rey que se llamó Don Pelayo.
COSTUMBBES ABAGtONESAS 241

El muchacho. Ab. Si. Ese fué un primo segundo


<>í tercero de otro rey de nombre el siñor Bodrigo,
que peleó con mucho valor contra los municipales,
digo, contra los musulmanes; los venció hiciéndo-
les correr un montón de leguas; y dispues hizo ase-
sinar á Don Sopas, digo, á Don Oppas, por haber
hecho traición en Ik batalla de Guardalete.
D. Agapito. Muy bien. Otro. Columbano Pan-
crudo. ¿Tiene usted alguna noticia de un rey que
se llamó Wamba?
Columbano. Si padre, digo, si siñor. Wamba fué
un hombre muy güeno y más gordo cun celindro:
aunque era del campo tenía muchismas pesetas á
rento y papeles de Banco, y el probé tuvo que ser
rey á la fuerza, porque si no lubián degoUau lo mes-
mo que á un crabito. Dispues, otro que tamien que-
ría ser rey, lo atontó con una bebida desas quedan
sueño, le cortó los pelos con una navaja de barbero
y lo vistió de flaire, y cuando Wamba se regolvid
«n sí y se vio sin pelaje y con aquel vistuario, tiró
la corona y se fué él solíco á cantar y rezar á un
convento que había po allí cerquica.
D. Agapilo. Bien. Otro. Evaristo Suda-miel. Qué
detalles tiene usted del Cid Campeador?
El muchacho. El Cid Capiador fué un soldau mu
güen mozo, mu guapetón y mu valiente, que
iba siempre con capa y que con un sabré de dos
«ortesganó é. Valencia, mató á muchos enemigos,
46
242 LAS FIESTAS DE MI LÜGAB

amenazó á su rey Don Alfonso porque no había


sido güeno, y VÍTÍÓ siempre dispuesto á reñir has-
ta con su mesma sombra.
D. Agapito. Otro. Usted. Antonino Traga-aldabas.
¿Quién fué Don Ramiro II de Aragón?
Antonino. Un siñor que fué monge ú flaire, y
obispo, casado y rey, que porque le hacían burlas
y muecas unos ricachones pulíticos, mandó córta-
les la cabeza á catorce ú quince dellos, y con las
mismas cabezas hizo una campana que, cuando la
bandiaban, sonaba el son por toda España y sus
alredores.
£l lio Liendres (carlista de opinión). Una campaoica
como esa quice ese chico, hacía falta hacer ahura
en Madrí. ¿Verdá, tio Anicasio?
El lio Nicasio. Y que lo digas, chico. Yo mesma-
mente iría y alludaría á hacela de mu güeña gana.
A ver si asinas sacababa duna vez contantismo em-
bustero y engaña-pueblos y con tantismo palrran-
chín y granuja de levita y sombrero.
D. Agapito. Usted, Hilarión Cebollino. ¿Sabe us-
ted cómo se llamaban los Reyes Católicos?
Hilarión. Si siñor, Melchor, Gaspar y Baltasar.
D. Agapito. No, criatura, no. Isabel y Fernando.
Vamos otro. Vicente Garapatillo. ¿Con quién es-
tuvo casada la nombrada reina D.* Isabel la Cató-
lica, que reinaba soberanamente en Castilla?
El muchacho (retpondiendo muy decidido). Estuvo
COSTUMBBES AKAGONHSAS 243

easada con... con... con el siñor Don Baldomcro


Espartero, j ambos á dos devantaron el Trebunal
de la Inquisición, ajuntaron la España que estaba
partida en dos piazos, y, pa que no hubiera revol-
tinas ni zaragatas, armaron la Malicia nacional,
que sólo sirvió pa hacer formaciones y lucir los
cuerpos, preducir pendencias y riñas, tocar trom-
petas y tamborea, y tirar á lo mejor guen recau
de tiros por las calles, hiciendo cerrar las botigas
j atrancar las puertas de las casas.
D. Agapüo (en vos baja). ¡El Santo Cristo de La
Seo me valga! Yo creo que tengo calentura de oír
á estos majaderos que se han olvidado de todo).
Sepa usted que Isabel la Católica se casó con el rey
de Aragón, Don Fernando.—^Vamos á ver, otro.
Usted, Aniceto Pelusilla. ¿A quién nombró suce-
sor Carlos III, último monarca ó rey de la casa de
Austria?
Aniceto (muchaeko bástanle leido y satisfecho de qut
tabe más que sus compañeros). Carlos II, llamado el
Enchizau ú el Emboban, porque una bruja le había
dan los enemigos en una copica de anis, nombró
por su heredero á Don Felipe de Borbón, nieto
del Rey de Francia y descendiente de los Doce
Pares
El señor Cura (con exlrañeta). ¿De los Doce Pares
áe Francia?
Ánkelo. Si siñor, que fueron San Fabián y San
244 LAS FIESTAS DB VI LUOAB

Sebastián, San Felipe y San Santiago, San Cosme


y San Damián, San Pedro y San
El señor Cura (no dejándole conlinmr). Cállate, hom-
bre, cállate y no digas disparates. Lo equivocas
todo y no miras lo que respondes. A ver si sabes
esta otra pregunta. ¿Quién es el Sultán?
Ankelo. El Sultán es un perro negro que tiene el
tío Mira-paredes para cudiar la casa, y que cuando
lo sueltan po la nocbe se acarraza y se tira á toos
los que puede, igual que sea hombre como que sea
mujer.
El alcalde. Voy á hacele yo una miajica é pre-
gunta á este chico. Amos á ver, pequeño. ¿Sabes
tú quién fué Don Rafél del Riego?
El chico. Si siñor. Un hombre mu liberal y de sa-
bré, que en los veranos cuando había mucho polvo,
se deicaba á rujiar con agua las plazas y las calles.
El alcalde. Me paice questás medio entivooau.
Pasuste á otra examinadura, Don Gapito.
D. Ágajñlo. Aléjese la Historia, y venga más sere-
na y segura la URBANIDAD.—^Vamos á ver, el pri-
mero. ¿Qué es urbanidad?
El chico. El manojo ú montón de reglas que nos
enseñan la manera con que debemos portarnos en
el viecindario, pa que todos ñus quieran, ñus apre-
cien y nua estimen con todas sus potencias y sen-
cidos corporales.
D. Agapilo. Muy bien. Otro. Doroteo Claraboya.
COSTUHBBES ABAOONBSAS 246

¿Gdmo se consigue el cariño de las personas que


nos tratan?
Dwoleo. Cuidando de la limpieza del cuerpo j
del vestido y de la manera de hablar, comer, beber
j vesitar á los endevidos y endevidas, que tan de
carne y güeso son como nusotros mesmos.
D. Agapito. El siguiente. Ceferino Mosqueruela.
¿Porque debemos procurar la limpieza corpórea?
Ceferino. Pa que no demos repuznancia á nadie;
pa que no echemos mal olor y se desaparten de
nusotros las personas; y pa que gustemos á todos
igual ú poco menos que si fuamos onzas di oro.
D. Agapilo. Bien, muy bien, y archi-bien. El que
sigue. Crescendo Zaragatona. ¿Qué se debe hacer
para conservar limpio el cuerpo?
Crescendo. Darse por la mañana en la cara güe-
Dos chaparrazos de agua fresca; restregase luego
con un paño ú toballa los carrillos y las orejas, pa
que se asomen los colores; sonase firme con el mo-
quero los caños de las narices pa que salga la ma-
leza y podamos hablar con claridá; y no escarbase-
las con la punta de los dedos, pa que no se ñus haga
drento cangrena ú mal de alcance.
D. Agapito. Conforme. Otro. Espiridión Sopla-
caldos. ¿Qué se debe hacer después del lavatorio?
Espiridión. Almorzar de güeña gana, y, con un
güen currusco de pan en la mano, ise luego muy
contento á la escuela.
246 LAS FIESTAS DS MI LUQAB

D. Agapito (riéndose como todos). No, si le pregun-


taba á usted respecto de la limpieza del cuerpo.
Espiridión. Ah. Painese bien las greñas con un
paine pa que se caiga la caspa, y dales un repasí-
co á las uñas pa que no paizcan á las de los gavi-
lanes ú escribanos.
D. Agapito. Está bien. A ver usted. Marcelino
Saca-corchos. ¿Qué se debe hacer para llevar lim-
pios los vestidos?
Marcelim. Cepíllalos bien con la escubilla pa
que se les vaya el polvo; cuidar de que cuando co-
memos ú cenamos no ñus caiga nengún churrión
de caldo, unto ú redetido; y precurar que no se
ñus vea nunca nengun roto ni rasgan.
D. Agapito. Bueno. £1 siguiente. Joaquín Cosca-
rana. ¿Qué se debe evitar en la mesa?
Joaquín. No llenarse de comida la boca, pa no
atragantase; no barrer los platos con el pan; no
empentar lo que se coma con los dedos sino con el
tenedor; no regoldar afuerte ni k la redól de los que
ñus acompañan en la mesa; no lámese la cuchara
ni bebese el caldo con el plato; no ponese el p r i -
mero los alimentos que saquen; y no beber más que
aquella cantidá que se crea suficiente y de neseci-
dá, pa que no se paren los bocaus en el vedan j
ñus hagan tener hipo.
D. Agapito. Bien. Otro. Baldomero Moco-ver-
de. ¿Qué se debe procurar en la conversación?
CXJSTÜMBBES ABAGONESAS 247

Baldomero. Hablar siempre con naturaleza, digo


no, con naturalidá; no meter la cucharada en la
convesación cuando no ñus preguntan; decir siem,-
pre la verdá; no mirar de rabiojo á la gente con
quien hablamos; y desimular los debilidades y co-
sas flacas de los dedemás semejantes nuestros.
D. Agapilo. Ea. Ultima pregunta. Vamos á ver.
Marcial Pela-gatos. ¿Gomo dehe portarse el ser hu-
mano en las visitas?
Marcial. Se ha de llamar en la puerta j decir
dispués «Ay María»; se ha de saludar con la gorra
en la mano; se ha de ser apestoso, digo, afectóse;
se ha de callar sino preguntan; no se ha de tener
á carramanchones una garra, digo, una pierna so-
bre otra, cuando estemos osentaus; y no se ha de
despeler con desimulo ú con ruido nengún cuesco
ú ventosidá pa que no ñus llamen bruto, salvaje,
gorrino ni animal.
D. Agapilo. Admirablemente bien. Retírense á
sus puntos los jóvenes miembros de este postrero y
último ejercicio. Con esto, señof alcalde, quedan
finiquitados los exámenes y terminada la faena
6 tarea de mi jurisdicción megistérica.
El alcalde. Corriente. Pus yo agora voy á echar
un piacico ó descurso, pa que naide ni denguno
diga que no sé hacer lo ques ligítimo y me corres-
ponde. (Seguidamente escupió de soslayo—y tan distraí-
do que por poco deja tuerto al leniente alcalde—, tosió
248 LAS FIESTAS DB MI LUSAB

dos veces, y, luego de limpiarse los labios con la mano de-


recha mella del revés, habló asi en voz alia): Siñorea
Val de Cuerveros y Val de Cuerveras: ha llegau el
momento de rematar este espetáculo que habís
visto con vuestros ojos y habís oído con vuestros
oídos. Yo, por la cercustancia de estar con mi vara
encima é toos los que me escucháis, tengo nese-
cidá de prenunciar algunas palabras 6 cápsulas,
digo, cláusulas, que han de comprender j abrazar
á toos vusotros sin esceición. (En vos baja al párro-
co), ¿Qué tal? ¿Voj bien, siñor Cura?
El Cura. Muj bien. Adelante, adelante.
El alcalde (lleno de salisfacáón). Primeramente j
en primer lugar tengo que darle á D. Gapito mi
más completa enhoragüena, por los grandes esfuer-
zos que ha redochau tarde y mañana pa intro-
ducir ú meter drento é las cabezas desos chicos de
todos tamaños, tantísma letra y tantísma esplicati-
va, hiciendo que los desamenes hayan salido luci-
dos, subidos y floridos, demuestrando los aciantos
desas criaturas que, con la meta qui han aprendió,
ñus encajan la garra encima á cuasi toos del lugar,
capenas sabemos echar ni sacar cuentas,ler un libro,
ni escrebir una mala carta, hubiendo algunos que
ni aun saben delitrear cual qué escritura que se les^
ponga por delante. Con la pacencia y con su sabe-
duría y longaminidá, ha conseguido este siñor
maistro una gloria simpitierna en este pueblo, qu»
COSTUIfBBBS ABAOONESAS 249

naide le podrá desputar. Estrechemuste esa mano,


D. Gapito, y que sea este apretujen una exprisiva
preba de mi gratitú, como güen represientante que
soy aquí del Rey en su presona mesma y en nom-
bre de toos los habitantes del ilustre, sano,]urétrico
y resplandeciente lugar de Val de Cuervos, que sa-
brá premiarus como sus merecís. Tamien susdo y la
enhoragüeca, digo, la enhoragüena á vusotros, h i -
jos menudos de este pueblo, porque sus habís apli-
cau y habís aprendió tautisma montonáa é bocaula-
rios, pusiéndoos mu por dencima de toos los chicos
de Carrasquilla, Tencajo, Val de Grillos, Lampa-
za, Tempujo, Despeña-gatos, Mata-puercos, Val
de Ranas, y dedemás pueblos desta redolada. El
Ayuntamiento, que sabe aonde tiene su mano dre-
cha y aonde se ha de atar el sedalíz ú hiladillo de
las apargatas, sus dará güenos premios asín de
coronas con flores y verdes, como de libros y es-
tampas, carambelos y coufeturas.
Y ¿qué sus diré á vusotros, maníficos vecinos y
vecinas de Val de Cuervos? Cuasi se me ataruga la
lengua en la boca, y cuasi no sé como emprenci-
piar, de tanto comal qiisiá hicirus. Ya habís visto
los grandísmos aelantamientos de vuestros hijos,
que BUS han dau á prebar la manera conque ha re-
daman la simiente de las letras en sus celebres este
siñor maistro, que estoy por dicir, que no ñus me-
recemos, y ques modelo, espejo de virdrio y ver-
250 I.AS FIESTAS DE MI LUGAS

daero ejemplo de bondadosidá, suaveza y cariño


con sus descipulos, porque ha demuestrau que,
asín como pa quen los canipos se críen güenosme-
lones y otros predutos de la tierra, hay nesecidá
de échales güen recau de ciemo, pa que salga too
gustosico; y asín tamien como hay que cudiar y
dales bien de comer á los pollicos, pa que crezgan
y se hagan grandes y se puan vender dispues á
güen precio ú cómelos con güen apitito con toma-
te ú á la chilindrón; asinas hay que curtivar ta-
mien las cabezas de los chicos, pa que sepan ser
presonas estruidas cuando nusotros ñus vayamos al
otro mundo, porque á la ñn, mortales sernos nus-
otros los hombres, y moríalas tamien sois vusotras
las mujeres. Por eso, yo, que soy mu claro, sus diré
que sus pegaría cuatro tiros cuando respaldiais ó sus
echáis hanza atrás, porque sus piden el tanti cuan-
ti que hay que págale al que sesvive por la ense-
ñanza de vuestros hijos. Acordarus estonces de las
paccncias que tienen que tener y de las impelti-
nencias que tienen que sufrir los enfelices mais-
tros, sobre too cuando hacen de madres con los
chicos más ruines y que cuasi no se van solos, ya
dándoles un corrusquico ú canterico é pan cuando
ven que tienen gazuza; ya indo con ellos cuando
tienen que echar las aguas; y ya cuando tienen que
limpíalos cuando tienen nesecidá de hacer del
cuerpo. No sus olvidís nunca, no, de mantener en
CX>STUMBaES ARAGONESAS 251

vuestro celebro que la estrucidn es el pilan ande


descansa la felicidá, garbosidá, prosperidá j maz-
nanimidá de los pueblos. El no págales bien y pun-
tualmente á los probes maistros, es como querer
vivir en trinieblas; es criar hijos pa burros ú ani-
males; es andar atrás como los cangrejos y las tar-
tugas en el mundo é la cevilización; y es querer
que se bulrren de nusotros y de nuestros hijos y
hijas, los otros habitantes de España y los estran-
jeros de Francia, Ingalaterra y dedemás naciones
terratinientes y tirritoriales.
Finalmente, y por ultimas y pa rematar, porque
ya me se apega la lengua de reseco, sus diré que
eus doy las gracias á toos los da drento como de
ajuera del pueblo, por haber venido á honrar este
solezne é impereciedero espeláculo que me llena de
sastifaición á mi por ser alcalde; al siñor maistro
por ser maistro; á vusotros, porque sois padres y
madres;y ávuestros hijos porque son vuestros hijos,
hijos can de allegar á ser el arguUo deste honran y
hermosísmo pueblo, en el que como nusotros han
nació, y que siguiendo como estiaño po el camino
é la estrucián, allegarán por juerza y con razón á
amontase á gran altura sobre toos los dedemás de
las tres provincias de Aragón.—Hi dicho, y se de-
vantan los desaménes.
Numerosos aplausos se oyeron en el local, y,
acto seguido comenzó á moverse el concurso que
S52 LAS FIESTAS DB VX LUOAB

con el major entusiasmo prorrumpid en: Viva el


siñor alcalde!—¡Vivaaa! ¡Viva el siñormaisirol—¡Vi-
vaaa!—¡Viva el lugar de Val de Cuervos!—I Vivaaa!
Siendo el último grito el que dijo: / Vivan los que
sernos desle pueblo!— / Vivaaa!
Después de tales vivas, el gaitero, tocando la
gaita delante del Ayuntamiento, regresó con este
y sus acompañantes á la Casa Concejil, al com-
pás de un pasa-calle de la música del pue-
blo, teniendo lugar en la sala de sesiones un lunch,
donde se devoraron tortas, bizcochos j esponjados;
desapareció el aguardiente de varias botellas; y
se fumó de largo sin que nadie se escondiera nada
en los bolsillos ni se llevase para la familia ningún
objeto envuelto en papeles, como suelen hacer en
las ciudades muchos hambrones mal educados que
gastan sombrero y visten gabán ó levita más ó me-
nos sebosa.—A las tres de la tarde del mismo día
tuvo lugar la corrida de pollos, en la que tomaron
parte cinco mozos del pueblo y cinco de los inme-
diatos, habiendo llegado el primero á tocar el palo
donde estaban colgados los plumíferos animales, el
hijo de la tía Medalla; el segundo, el sobrino del
tío Cabeza-dura; y el tercero, el hijo del tío Mos-
carda, recibiendo respectivamente ocho, cuatro, y
dos pollos.—Después de la corrida, hubo baile pú-
blico en la plaza hasta el anochecer, y á esta hora
se quemaron varios fuegos de artificio, entre ellos
COSTUMBBES ABAGfONESAS 253

un castillo que causó gran admiración y fué muy


aplaudido, especialmente cuando comenzó á arro-
jar bombas.
Al día siguiente, último de los festejos á San
Roque, hubo giras campestres, animados bailes en
los que se cantaron graciosas coplas, muchísimas
meriendas al aire libre, y no pocas borracheras que
originaron abundantes escenas cómicas.
Por la tarde, á eso de las siete, enmedio de un
gran bandeo de campanas y disparo de cohetes,
salió, presidido, por supuesto, por el Ayunta-
miento, el rosario general, en cuya preparación
estuvieron ocupadísimos toda la tarde el señor
Cura del pueblo y los Mayordomos de las cofra-
días. Llegada la hora de salida, fueron distribu-
yéndose en la espaciosa sacristía, entre los mo-
zos, seis estandartes y diez y ocho faroles, siendo los
del medio mSs grandes y de mayor número de lu-
ces que los laterales. Solo quedaba en un rincón
un pesado Crucifijo que se había de llevar al fin del
rosario y delante del último estandarte. Como no
quedaba por allí otro mozo desocupado que un hijo
del tío Palomo, llamado Carlos, dirigióse á él el
Mayordomo mayor y le dijo: Hala, Calrros. Cuélgale
la correa del cuello y engancha el gancho en la anilleía
del Santo Cristo, pa llévalo tu. Mas como el mozo no
se moviese é hiciera gestos y movimientos de ne-
gativa, por el mucho peso del madero de la Cruz y
254 LAS FIESTAS BB HI LUCtAB

de la imagen del Crucifijo, tuvo que mediar el pá-


rroco, el cual, á fuerza de reflexiones pudo con-
seguir que lo cogiera, exclamando el mozo, que
era un gran pedazo de atún y más torpe que un
cerrojo enmohecido: ¡Güeno, güeno. Ya lo llevaré
yo, ya, siñor Cura; pero está visto, ¡rediez!, que agora
«orno antes, siempre me encajan á mi lo pior.
Ya había recorrido el rosario varias calles, sir-
yiendo de guión con una pequeña bandera encar-
nada el pelaire conocido por el tío Forra-gaitas,
cuando este, que aquella tarde había merendado
bien j empinado la bota más de lo necesario, me-
tióse de hoz j coz en la calle de los Bolos, sin
acordarse, ¡el muj mastuerzo!, que no tenía salida.
Llegado á la tapia que cerraba el camino, paróse
en seco, hicieron lo propio los que le seguían, j ,
al intentar la vuelta para regresar por otra calle á
la iglesia, se presentó el alcalde con gran corajina,
y, dando muestras de su reconocida tozudez, dijo
con voz de trueno, á unos mozos que iban á la
cabeza del rosario: Chiquios: amos á ver: dejar refir-
maus en ¡aparé los faroles y el estandalte, y con esos pi-
tos qite sus traigo con el aguacil, precurar en un istantico
tirar á la paineta esa tapia, pa que siga alante el rosario
y no esté más detmido; porque ¡que badajo!
¡ Yal de Ctiervos no recula,
aunque ¡o mande la Bula!
Y, en efecto, poco después continuó su marcha el
C08TUMBBES ARAGONESA» 265

rosario, pasando porentre los escombros de la tapia,


cruzando varias eras, y entrando en la iglesia sobre
las diez de la noche.
Tales fueron las FIESTAS DE MI LUGAB, y tales son,
por lo general, las fiestas que los pmeblos de Ara­
gón celebran en honor de sus respectivos patronos.

FIN.
ÍNDICE
Cnadtos EPÍGRAFES FgnM.

I En el que se trata de un viaje impensado y


de las vicisitudes que ocurrieron en él .
11 En el que se dan muy peregrinas noticias
del lugar de Val de Cuervos y del talento
de sus siempre hospitalarios ysencillotes
moradores 30
III En el que, aparte de otras cosas, se da cuen­
ta de una importante sesión concejil, se
pregona un bando muy superferolítico,
se explica la causa por la que San Roque
es patrón de Va! de Cuervos, y se descri­
ben las fiestas que hubo la víspera del día
de aquel insigne y popular abogado con­
tra la peste 65
IV En el que el lector, como día de San Roque,
oye Misa mayor y sermón, vé la proce­
sión, presencia el dance, y por la tarde
asiste á la corrida de toros y á un .baile
de confianza 419
En el que hay solemnidad religiosa, corridas
en borricos y en talegas y de vaquillas y
novillos, repetición del dance, fuegos ar­
tificiales, función de teatro y otras cosas
que sabrá el curioso lector 164
VI En el que se celebran exámenes con notables
discursos, se verifican giras campestres y
corrida de pollos, se queman fuegos de
artificio, se repiten los bailes y se conclu­
ye con un rosario general. . . . . . . 910

Este divertido libro de d a s Fieataa <te m i Iingrar, se


vende en Zaragoza por una sola pesetica; y, por igual precio
se venden también, sueltos ó en colección, cada uno de log
seis humorísticos libros de costumbres baturras, titulados:
liM e e n t e d e m t T i e r r a , escritos por el mismo autor
C B I S P Í N B O T A B A , presona que, no soa por retraído y
aunque le esté mal el dicilo, es á manta é católica, mu rigu-
lar y corriente, más gttena quel pan, mucbísmo fina, y d e
mu sanas y reutas costumbres.

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