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Un joven huérfano inglés hereda una fortuna y un lugar en la sociedad londinense. Dorian Gray,
con apenas veinte años, posee una increíble belleza; al relacionarse con los miembros de la
aristocracia de Londres su imagen se gana la admiración de un hábil pintor, Basil Hallward, quien
de dispone a retratar a Dorian, pintura que se convertirá en su mejor obra.

Otro de los miembros de la aristocracia inglesa es Lord Henry Wooton, amigo de Basil. Al conocer
a Dorian le incita a que aproveche la juventud y la belleza que posee, por lo efímeras e
importantes que son ambas virtudes. Dorian recibe su retrato terminado, y al verlo, se da cuenta
de que la belleza permanecerá intacta en el lienzo, mientras que él se desgastará y se hará viejo.
Es entonces cuando susurra un deseo ʹ influenciado por los pensamientos que Lord Henry le ha
sembrado -: que sea el cuadro quien sufra el paso del tiempo, y él, Dorian, no cambie.

Quienes ven el cuadro quedan encantados con su perfección, al igual que en un principio se
maravillaron de la belleza del muchacho. Por su parte Lord Henry sigue influenciando el
pensamiento de Dorian, desvelándole los secretos del placer, cosa que para Wooton es lo
verdaderamente importante en la vida. ?  
       
   
     Siguiendo aquel consejo, y en su búsqueda
del placer, Dorian conoce a Sibyl Vane.

Sibyl Vane, una actriz de un teatro barato de las bajas zonas de Londres se enamora
completamente de Dorian, y a su vez, Dorian se enamora completamente de ella. Él le declara un
amor profundo e incondicional, a tal punto que ella, creyéndole, se le entrega en cuerpo y alma.
En el furor de su pasión, Dorian se promete con Sibyl, pero al comentarle su decisión al círculo
aristocrático y de alta clase en el cual se desenvuelve, éstos lo reprueban. Lord Henry afirma que
es muy pronto para arruinar su vida, casándose en su primer idilio. Dorian duda en sus reflexiones,
y cuando Sibyl le pregunta cuándo piensa casarse con ella, él la rechaza.

Es entonces cuando Dorian advierte que aquel deseo infantil y humano que pronunció al recibir su
retrato pintado se hacía realidad. Una lágrima roja, signo de tristeza mezclada con crueldad,
apareció en el cuadro. El hermano de Sibyl, James Vane, lo visita y le informa de que Sibyl Vane se
ha suicidado; James intenta matar a Dorian, pero el criado de éste lo detiene. Lord Henry consuela
a Dorian, y lo convence de que la muerte de Sibyl no fue una perdida, sino una experiencia
extraordinaria; para Wooton, ver más allá de las experiencias era tener perspectiva.

Dorian, curioso, examina su propio retrato y nota que una de las manos está sangrando. Se mira la
mano propia, vendada al resultar herido por el ataque de James Vane, y advierte que está intacta.
Es entonces cuando decide vivir a costas del retrato ʹ su propia alma ʹ puesto que en él no
quedará rastro de pecado; permanecerá igual de bello y puro. Desde entonces se dedica a una
vida hedonista y cruel, y mientras realiza aquellos actos inmorales, se divierte viendo cómo el
retrato, escondido bajo llave en el ático de su mansión, se va tornando más perverso.
En todo Londres corren rumores de las actividades de Dorian, pero la gente al verlo
personalmente queda maravillada con la belleza que conserva y se niegan a creer que un
muchacho tan puro realice actos tan atroces. Basil Hallward es uno de ellos, y en una de sus
charlas le pide que le deje ver el cuadro. Luego de insistir varias veces, Dorian accede y le muestra
al pintor en qué se ha convertido su retrato. El pintor, asombrado, le ruega que se arrepienta de
sus pecados y busque el perdón de Dios; Dorian no desea arrepentirse y para mantener oculto su
secreto más oscuro, asesina al pintor.

Pasan veinticinco años y Dorian Gray no ha cambiado ni un ápice. Algunos le temen, otros le
reverencian; él por su parte se ha dado cuenta de que el placer es algo muy distinto a la felicidad.
Lord Henry se limita a mostrar asombro, pero su actitud hacia Dorian no cambia. O así sucede
hasta que éste se involucra con la hija de Wooton, Emily. Dorian empieza a sufrir, a ver en cada
sombra, en cada espejo, una imagen de su alma corrompida; en el río ve flotar el cuerpo inerte de
su otrora prometida, Sibyl. Una noche James Vane, libre de la cárcel, lo encuentra mientras sale de
un burdel y se dispone a matarlo, pero al ver que el muchacho al que amenaza no aparenta sino
veinte años, lo deja libre. Sin embargo, Dorian deja caer su caja de cigarrillos al huir, y James
comprueba al ver el nombre en ella que, aunque le resulte inverosímil, aquél era a quien buscaba.

Emily Wooton recibe a un Dorian nervioso, asustado, y se muestra dispuesta a ayudarlo, e incluso
a amarlo a pesar de la inmensidad de perversidades que él le confesó haber cometido. Lord Henry
los encuentra juntos y se enfurece al ver que el monstruo que él mismo creó está interesado en su
hija; busca pruebas, indicios de por qué Dorian conserva su apariencia intacta, y pronto cree dar
con la razón. Aprovecha un momento en que Emily distrae a Dorian y se dirige al ático, donde
reposa el lienzo que esconde el secreto de aquella aparentemente eterna juventud. Dorian lo
detiene y le impide ver el cuadro, convenciéndole con los mismos argumentos que el mismo Lord
Henry le enseñó antaño; éste último está a punto de desistir, pero una de sus miradas da con el
abrigo de Basil Hallward, manchado de sangre en el suelo.

Dorian intenta asfixiar a Lord Henry pero se distrae al escuchar los gritos de Emily llamándole; en
sus pensamientos sueña con empezar de nuevo, con optar por el amor, camino que una vez
rechazó. Lord Henry prende fuego al cuadro y deja encerrado a Dorian en el ático. Emily corre
hacia la reja e intenta liberarlo; él a su vez va a su encuentro, negándose a huir se despide de ella y
se dispone a enfrentarse con su alma. Dorian observa atentamente en lo que se ha convertido, y
con el odio más profundo clava un cuchillo en el corazón del retrato.

Tiempo después en el interior del ático, Lord Henry encuentra el retrato de un joven de
extraordinaria belleza, y en el suelo el cadáver de un anciano muy consumido y con un rostro
repugnante. Al verlo, susurra: ͞¿Quién soportaría mirarte ahora, Dorian?͟

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