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La ayuda invisible

Salir adelante en la inmigración

Beatriz Díaz Martínez


Likiniano Elkartea. Bilbao, 1999

ISBN 84-88455-75-5
DL BI-2513-99

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A todas las personas que me han mostrado cómo ayudan. A todas las que me han pedido y
me han enseñado a confiar y a las que han pasado por casa una tarde, unos días, unos
meses. A las que respondieron y me animaron en mis apuros sin indagar.

También a aquellos por los que he llorado y a otros de quienes he renegado; a quienes no
comprendo y a los que probablemente no me entienden.

Mención especial a todas y todos los que han revisado borradores del libro. A Mari Vi y
Begoña, porque me hicieron ver sobre lo que no debía tratar el libro; a Isabel y Mari Luz,
porque me demostraron que esto podía ayudar a pensar; y a Quique y Rachid, quienes me
convencieron de que lo iban a revisar; a Katy, quien supo decirme lo que necesitaba
escuchar; a Ana, Fernando y Oswaldo, que me resaltaron lo que no me gusta oír; y a
Juantxo, porque es guai.

A Javi, (para el final lo más dulce)... A Javi, empeñado en que resurgiera de mis propias
ruinas una y otra vez hasta que este escrito que tanto deseaba tomara forma.

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Nunca entendí lo que es un laberinto
hasta que, cara a cara con mi mismo
perfil, hurgara en el espejo matutino
con que me lavo el polvo y me preciso.

Roque Dalton, 1969


Taberna y otros lugares

EL APOYO ENTRE LOS INMIGRANTES

Será necesario empezar diciendo que vivo desde hace algún tiempo en el barrio bilbaíno de San
Francisco, donde han cambiado muchas cosas en los últimos años, y también en mi propia vida.
Conocer a la gente a quien se margina, entre ellos a muchos inmigrantes, y trabajar un poco de
cerca con ellos, me ha dejado una huella imborrable. Ha habido muchos momentos de cansancio,
de huida, de querer mirar hacia otro lado, de miedo también. La vida en el barrio no se detiene, y yo
he seguido aquí; algunos momentos duros han pasado y supongo que nos esperan nuevas
sorpresas. De cualquier modo, estoy satisfecha y Pablo Milanés me recuerda que “cada paso se da
porque se siente”.

Al llegar al barrio descubrí a los inmigrantes, descubrí la diversidad, descubrí lo más humano de su
vida; nació el libro “Todo Negro no Igual; Voces de emigrantes”. Conocimos después la actitud
policial hacia ellos y sus consecuencias; por eso Javi y yo escribimos “El Color de la Sospecha; El
maltrato policial a inmigrantes en el barrio de San Francisco”. Tras estos libros merodeaban otras
ideas, otros hallazgos que siempre quedaban relegados en pequeñas notas y no alcanzaban la
pantalla del ordenador, por la presión de los acontecimientos y de otros trabajos.

La ayuda, el apoyo entre la gente, la solidaridad... cuestiones tan cotidianas y desapercibidas


socialmente que no acababa de ver el modo de mostrarlas. Y sin embargo no dejaban de llamarme
la atención, y me pedían contar en positivo, rescatar aquello que en medio del sufrimiento ayuda a
vivir y a disfrutar de la vida. Por eso decidí frenar. Sin remordimiento alguno dejé a un lado algunas
urgencias y compromisos y empecé a dar forma a ese crisol de relatos y experiencias que hablan
de la ayuda entre los inmigrantes de mi barrio (un barrio pobre y marginado), que en parte se
reproducen en cualquier lugar donde viven inmigrantes, y en parte son peculiares de barrios como
éste. Hablar del apoyo entre gente de culturas y orígenes variados, que comparten el vivir o haber
vivido aquí situaciones hostiles que en ocasiones no les permiten prosperar.

Las primeras imágenes que me hablaron de la solidaridad entre los inmigrantes fueron la acogida
en las casas de los senegaleses, los espacios de encuentro en las tiendas de los africanos y el
apoyo entre los trabajadores de la venta ambulante. Vinieron detrás muchas otras... cada pequeña
revelación iba abriendo las puertas a la siguiente. En los dieciséis meses que han pasado entre el
comienzo del libro y el día en que decidí no revisarlo más he tenido muchas sorpresas que me han
empujado a cambiar el planteamiento inicial, a reescribir nuevamente, descartar y retomar.

Precisamente este escrito que yo deseaba que fuera positivo me ha resultado más duro, por qué no
decirlo, que los anteriores. Me disponía a hablar de actitudes obvias para quienes las viven: cuando
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te asomas a mirar, cuando las ves de refilón, quizás es fácil mostrar algunas anécdotas; pero
cuando entraba en el día a día la ayuda se mostraba tan extendida y asumida, que parecía ridículo
explicarla. Además, no encontraba estudios que me sirvieran de molde ni hilo que pudiera ordenar
tantos aspectos de la ayuda, a mi ver, interrelacionados. Más que una línea o un recorrido, yo
necesitaba muchos; más que un papel, yo buscaba una fibra de múltiples dimensiones donde
registrar todo lo que observaba e interpretaba. Eterno conflicto: ¿cómo simplifico, cómo recorto y
adapto este complejo sistema para situarlo sobre las simples líneas rectas y paralelas de un papel?
Seguramente Heissenberg, teorema de la incertidumbre en mano, se reiría al leer esto.

En este sinuoso camino, tomé varias decisiones metodológicas:

Primero, orientar el escrito hacia el apoyo que se da entre los inmigrantes. Centrarme en la gente
era mi exigencia, porque la gente es el punto de partida y de llegada de mi trabajo. Y porque lo que
precisamente quiero mostrar es que el apoyo entre la gente, como dice Dolors Comas, “posibilita la
conservación de la vida, el mantenimiento de las personas, el discurrir de las generaciones”
(1993:73).

Las instituciones públicas y asociaciones no gubernamentales de apoyo a inmigrantes hacen,


podríamos decir, dos tipos de tareas, una de ayuda directa (asesoría, ayuda económica o
material...) y otra de sensibilización hacia la opinión pública y de presión y denuncia ante el Estado
y las instituciones responsables, sobre su situación. En el texto se mencionan lateralmente algunas
situaciones, por lo general de apoyo directo, cuando creo que pueden ayudar a entender mejor la
importancia de la ayuda entre la gente. De ningún modo trato de comparar en paralelo ambas
formas de ayuda, ya que creo que cada una tiene una función y un alcance diferentes.

Sobre la ayuda institucional a los inmigrantes se ha escrito mucho y sin embargo hay todavía
bastante por desvelar. No dudo de que tarde o temprano alguien lo hará. Yo he preferido dedicar mi
energía a sacar a la luz el apoyo entre la gente, la ayuda primordial y primaria.

No aporto tampoco propuestas o soluciones a algunas cuestiones relacionadas con la ayuda


institucional; creo que en este ámbito sobran pautas generales de actuación y faltan acciones
concretas y ajustadas a la realidad. Cada cual desde su experiencia y trabajo habrá de buscar estas
últimas.

Segundo, decidí hablar de la ayuda, no de la desayuda. De las actitudes humanas que permiten
avanzar, no tanto de las que bloquean o frenan (el recelo, el rechazo o el engaño). Presento sobre
todo hechos y actitudes que creo que es necesario reconocer, valorar y aprender de ellos. Hablo en
positivo porque, en definitiva, la mayoría de la gente sale adelante a pesar de las numerosas trabas
institucionales y sociales que se les impone.

Tercero, adaptar las explicaciones de la gente, añadir contexto, ya que muchos comentarios
recogidos no podían mostrar por sí solos todo lo que contenían; he intentado reflejar aspectos de la
historia personal para los que la palabra no siempre es vehículo; hay muchas cuestiones que
quedan reflejadas en la acción, en las actitudes, en las miradas... que quedan grabadas en los
cuerpos. También he cambiado datos personales con más énfasis que nunca, ya que entro en
muchas cuestiones que requieren cuidar especialmente la confidencialidad.

Cuarto, elaborar un texto más o menos divulgativo, evitando palabras y conceptos de la sociología,
antropología o psicología. Sí he incluido citas textuales de personas escritoras o investigadoras. En
estos casos, añado en la cita el nombre de la autora o autor y la fecha de edición y página, y en la
bibliografía al final del libro aparece la referencia completa.
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Quinto, sé que hablar de la inmigración es hablar de muchas vivencias, incluidas las que suceden y
han sucedido en el lugar de origen de los inmigrantes y en todo el recorrido antes de llegar aquí, ya
que, como dice Amin Maaluof, “Antes de ser inmigrante se es emigrante, antes de llegar a un país
se ha tenido que abandonar otro” (1999:52). Mi punto de referencia es aquello de lo que puedo
hablar: la vida cotidiana en el barrio. La otra parte, tan importante como ésta, yo no tengo medios
para visionarla.

Estos papeles hablan de la ayuda entre muchos inmigrantes de mi barrio. Hablan de experiencias
que he vivido, visto y recogido como vecina, como amiga y como persona que ha participado en el
trabajo de varias asociaciones no gubernamentales de apoyo a inmigrantes como Bilbo Etxezabal y
Afrovasca; y colaborado con otras como Cruz Roja, SOS Racismo, Cáritas o el CITE (Centro de
Información para Trabajadores Extranjeros de Comisiones Obreras) y que ha tenido relación con
diversas instituciones municipales, autonómicas y gubernamentales (centros de educación de
adultos, el Ararteko, servicios sociales, centros de salud, prisiones e instituciones policiales).

Por lo tanto, hablar de mi experiencia es hablar de gente cercana, es hablar de la experiencia de


inmigrantes que ayudan o son ayudados y de gente que trabaja en diversas asociaciones de ayuda.
Yo valoro especialmente su opinión, porque creo que ellos, que viven la ayuda desde dentro y
desde cerca, son quienes mejor pueden hablar de ella. Ellos, como protagonistas de la ayuda,
dando y recibiendo a la vez, saben cómo apoyarse, saben cuándo puede resultar más efectiva su
ayuda. Son conscientes de los efectos de su solidaridad y de lo que significa pedir. Como dice
Ezequiel Ander-Egg:

Comprender no es siempre formular racionalmente las cosas. Comprender es muchas veces


comprender vitalmente, comprender con nuestra vida, porque a nosotros nos pasa, porque
la vida nuestra está hecha de muchas convicciones que no podemos formular
conceptualmente (1986:114).

Sé que hay muchas otras visiones. Sé que hay también, por supuesto, mucha gente que ayuda y
muchos logros y frustraciones que no conozco. Presento aquí la visión de quienes he conocido y la
mía.

Será necesario aclarar que en este texto las personas que trabajan en la calle vendiendo droga
ilegal tienen el mismo reconocimiento que las demás. Yo no creo que sean más corruptas ni que
tengan menos escrúpulos que otras; más bien pienso que la legalización de las drogas evitaría el
tráfico clandestino, sus altos precios, adulteraciones y mal uso. Mi experiencia en el barrio me ha
conducido a mirar por igual a todos, a no juzgar el estilo de vida ni el modo de trabajar, cuando
además a mucha gente no se le permite tener papeles o trabajar dignamente.

Por último, decir que no he querido escribir sobre algunas experiencias ya que no debo contarlas,
por el bien de quien lo ha sufrido. Y sobre otras, porque sólo con intentar darles nombre y
analizarlas quedaban destrozadas en simples líneas e hilillos de tinta, deshumanizadas.

Escrito en Bilbao, Cifuentes, Madrid y Tarifa.

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CUANDO LA AYUDA SE HACE INVISIBLE

La ayuda entre la gente. La ayuda entre los inmigrantes de un barrio pobre. Cuestiones
escurridizas, desapercibidas, poco conocidas e infravaloradas. Comas sugiere que la relación de
ayuda ocupa un lugar marginal en las investigaciones sociales, que no se ve porque se da en el
ámbito particular y se diluye en otras relaciones (1993:65). ¿Qué se piensa del apoyo entre los
inmigrantes?, ¿qué imagen tienen? ¿por qué se conoce poco esta forma de apoyo? ¿por qué casi
no hay escritos accesibles que hablen expresamente de esto? Demos un repaso a algunas
explicaciones:

En primer lugar, la fabricación de la imagen del inmigrante tiene una dimensión política muy
importante. De hecho, la política europea dirigida a la restricción de la emigración ha incluido, según
explica Bob Sutcliffe:

... el desarrollo de una campaña ideológica para denigrar (“demonizar” es la palabra


adecuada utilizada por Tahar Ben Jelloun) al migrante económico, tachándole de egoísta,
codicioso e indigno” (1998:159).

Esta es la imagen que se promueve. Y se hace no sólo a través de los portavoces oficiales del
parlamento y gobiernos europeos sino a través de los medios de comunicación. Éstos ofrecen
cobertura a los acontecimientos que provocan morbo y expectación, más que a las situaciones
cotidianas, que es donde se incluye la relación de ayuda. Las personas protagonistas de estos
acontecimientos considerados motivo de noticia lo ven nítidamente. Chimo, un joven francés hijo de
emigrantes magrebíes, habla sobre unos periodistas que llegaron a su barrio tras un suceso
cruento:

Al día siguiente vinieron dos tíos jóvenes de la tele cámara al hombro, se pusieron a filmar rastros
oscuros en el suelo y a preguntar a todo quisque pero nosotros no quisimos piar nada. Grand Jo
hasta quería romperles los huevos y la verdad es que siempre vienen como moscas a la mierda,
les encantan los suburbios cuando explotan y arden. Los abroncamos los llamamos
comemierdas, los dos tíos responden que es su trabajo y viven de esto, aquí han oído hablar de
una guerra de (...) nosotros no les decimos la verdad, yo soy el mejor informado de toda la
historia y voy de idiota con los cables cruzados. Enrollaos dicen, ayudadnos un poco insisten
(1996:147).

Además los medios de comunicación sugieren y refuerzan una percepción de las y los inmigrantes
como delincuentes potenciales y personas antisociales (F. Checa, y P. Escobar, 1996:148, 156),
que se agrupan en guetos y se automarginan. En este contexto, incluso noticias que aluden a
relaciones de apoyo entre inmigrantes, resaltan esta visión negativa. Por ejemplo, un artículo
periodístico aparecido en El País (4/10/98) titulado “Meninos da rua en los suburbios de Barcelona”
que habla de niños magrebíes, usa términos como supervivencia en “clanes” y “complicidad” entre
ellos, cuando podría emplear “grupos de apoyo” y “solidaridad” respectivamente.

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En segundo lugar, la función de las asociaciones no gubernamentales como divulgadoras de esta
realidad importante pero muy reducida. El mundo de la gente marginada (entre ellos muchos
inmigrantes) y de la gente mejor situada se suele conectar a través de estas asociaciones; casi no
existe otro tipo de conexión entre estos mundos. Pero al mismo tiempo, la vinculación entre la gente
marginada y este tipo de asociaciones no suele ser muy estrecha. Así lo explica el Colectivo de
estudios sociológicos IOE:

(...) llama la atención la desconexión existente entre los marginados y los agentes de política
social (partidos, sindicatos, instituciones de trabajo social, organizaciones no
gubernamentales, etc.), que pocas veces representan los intereses de aquéllos. (...) Los
agentes de política social, a pesar de su proximidad a los marginados, dependen más de sus
intereses corporativos y de las instituciones a las que sirven, que son las que marcan la
estrategia (1993:28).

Y pocos trabajadores de las asociaciones se sumergen en la realidad de la marginación, la analizan


y dan a conocer.

Las asociaciones ven la situación de quien se acerca a pedir ayuda, quien no ha podido salir
adelante por otros medios. Conocen un pequeño trozo de su vida; no saben cómo aquellos que se
acercan a la oficina han superado otras situaciones difíciles en las que no necesitaron acercarse a
una institución. Ni ven a quienes han salido por sus medios, gracias, entre otras cosas, a la ayuda
de gente cercana. Ana Victoria, de Madrid, recuerda:

Yo estuve trabajando en un centro de acogida a inmigrantes marroquíes de mi barrio. Con


mucho esfuerzo, con muchas dudas, muchas idas y venidas, habíamos empezado a
canalizar ayudas, a conseguir alquiler para algunos marroquíes, a dar algún apoyo... En ese
tiempo me hice amiga de una chica marroquí de mi edad que también colaboraba en el
centro. Con el paso de los años nos conocimos más de cerca y entonces me di cuenta de
que ella, desde su casa, había ayudado a mucha más gente y en muchas más cosas que
nosotras desde el centro de acogida. Y no sabíamos nada, no teníamos ni idea de lo que
ella hacía día a día...

De hecho la gente sale adelante principalmente gracias a su propio esfuerzo. Entre otras cosas,
gracias al apoyo entre personas que viven las mismas situaciones. La ayuda e intervención
institucional y de asociaciones cubre en términos globales una parte mínima, residual. No es el
principal apoyo con el que cuentan ni el primero que demandan. Esto queda recogido en diversos
estudios sociológicos sobre la inmigración, como comenta una persona del Colectivo IOE:

Desde nuestros primeros estudios, realizados en los años ochenta y hasta la actualidad,
siempre ha quedado claro que en el colectivo de inmigrantes, a la hora de llegar y ubicarse
en la sociedad de llegada, superar problemas... la ayuda institucional, incluyendo la ayuda
del Estado y la de asociaciones, entidades religiosas, etc... esta ayuda juega un papel
mínimo. Principalmente se ubican y salen adelante a través de sus propias redes de apoyo
(1999).

Y los propios protagonistas de la inmigración lo saben. Dice Tahar, vecino marroquí del
barrio de San Francisco:

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Nosotros no somos de pedir, no vamos a otros sitios a pedir ayuda, somos de arreglarnoslas
nosotros mismos, y así salimos adelante...

Partiendo de esta realidad, ¿cuál es la imagen, le idea de los inmigrantes que transmiten las
asociaciones? Una imagen que describe el pequeño trozo de realidad vista con los ojos de una
asociación, que sobrevalora su propia labor de ayuda y la proclama como si no existiese otra forma
de ayuda valiosa. Se instaura el valor de la ayuda de asociaciones como único, dando a entender
de algún modo que son las únicas que pueden apoyar a los “excluidos sociales”. Por eso muchas
veces cuando se habla de “la ayuda” se piensa sólo en “la ayuda de las asociaciones”.

Las asociaciones venden este producto en que se ha convertido la ayuda y permiten que se
publicite desde los medios de comunicación, sin dar valor a otras realidades. Así, un manifiesto
firmado por varias asociaciones explica que los inmigrantes que no tienen papeles se ven abocados
a “vivir clandestinamente, imposibilitados para regularizar su situación, desprovistos de todos los
derechos y con una única vía de supervivencia: la de la precaria asistencia ofrecida por las ONGs y
la de la marginación” (Varias Asociaciones, 1997).

Las asociaciones que tienen capacidad para la presión y denuncia política dirigidas a conseguir
leyes más justas y a que se reduzca, si no desaparezca, el sufrimiento de la gente ocasionado por
la política estatal y el rechazo social hacia ellos y ellas, necesitan realizar estas tareas contando con
argumentos sólidos y propuestas realizables, que son posibles partiendo del conocimiento cercano
de la realidad. Un conocimiento que vaya más allá de lo que se puede ver desde la oficina o el
trabajo diario de la asociación, que busque toda su complejidad y variedad.

Otra razón que hace pasar desapercibida esta forma de ayuda tiene que ver con sus propios
protagonistas. Para la gente que lo vive, la ayuda es algo cotidiano, habitual, ligado a su
supervivencia. Por eso cuando Tahar habla sobre el apoyo que presta a sus paisanos marroquíes,
no cesa de decir en sus explicaciones, “no, si esto está pasando todo el rato... si esto lo hacemos
siempre... estamos hartos de acoger a gente que llega...”. Es un apoyo espontáneo, inscrito en su
vida como un valor social que no requiere de propaganda ni de instituciones.

Quien se siente apoyado día a día y cuenta con sus paisanos casi incondicionalmente cuando se le
avecina un problema, quizás comente, por inesperada, aquella situación en que alguien no ha
respondido como de costumbre, y no hable expresamente de lo demás.

Además en las relaciones cotidianas se tiende a resaltar más lo anecdótico. Así lo entiende Puri,
una vecina del barrio que nació en Guinea Ecuatorial:

Hay más gente buena que mala, pero lo malo resalta más. Si vas a contar a alguien, no vas
a decir, “es que tengo una vecina que me acoge... “ sino que te acuerdas del que te ha
hecho algo malo...

Por último, muchos apoyos se dan en un ambiente de ilegalidad y de estigmatización: alguien que
es acogido no tiene papeles, a quien le gestionan un permiso de residencia trabaja en la
prostitución, aquel que ha pedido consejo se le ve mucho con pequeños traficantes. Por eso
muchas veces, para no poner en peligro a los paisanos, para no despertar sospechas ni
malentendidos entre los demás, no se habla abiertamente de estas situaciones.

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EL HILO CONDUCTOR

Este es el recorrido que haremos por el hilo invisible de la ayuda entre los inmigrantes:

Capítulo 1: Las trabas para los inmigrantes.


El punto de partida es aproximarnos a la gente, a las situaciones que viven como inmigrantes, a las
condiciones de vida que les imponen por ser extranjeros/as. Ese es el contexto desde el que surgirá
la ayuda para abordar algunas situaciones.

Capítulo 2: Qué mueve a los emigrantes a ayudarse.


Sobre la gente que se ayuda, tratamos de ver entre quiénes se apoyan, qué relación tienen entre
ellos, por qué se unen, y las diversas motivaciones que les mueve a ayudarse.

Capítulo 3: La relación de apoyo.


Entramos a hablar de la relación de ayuda. Todo lo que significa apoyarse. Los protagonistas de la
ayuda nos explican cómo piden y cómo responden a quien les pide. Vemos la importancia del
acercamiento, de la confianza, de la disponibilidad.

Capítulo 4: La ayuda implícita.


Vemos situaciones cotidianas de ayuda dentro de un grupo o comunidad. Qué son las redes de
apoyo. En qué consiste el apoyo entre los paisanos en la acogida, al llegar nuevo al barrio, en el
trabajo y en algunas situaciones extremas de la vida de muchos inmigrantes.

Capítulo 5: Personas clave en la ayuda.


Conocemos a personas que son punto de referencia en la ayuda para muchos inmigrantes en el
barrio. En qué situaciones muestran disponibilidad, lo que tiene de especial su aportación, y cómo
hacen su trabajo.

Capítulo 6: Criminalización y ayuda.


Puesto que hablamos de un barrio marginado y estigmatizado, hace falta también entender cómo la
política represiva y criminalizadora afecta a los lazos de solidaridad entre la gente. Descubrir que a
veces la propia ayuda se criminaliza, y las consecuencias que tiene esto.

Capítulo 7: Qué supone ayudar, personalmente.


Recogiendo diversas situaciones presentadas, vemos el efecto humanizador de la ayuda entre la
gente. Y la gente que vive la ayuda nos explica qué les supone personalmente ayudar a paisanos y
vecinos inmigrantes como ellos y ellas. Cómo lo viven y cómo llevan los momentos más y menos
agradables.

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No estamos locos. Lo que sentimos no es anormal, es la
situación la que es loca y anormal.

Anika Mikus Kos y Sanja Derviskadic-Jovanovic, 1998.


Respuesta de los campesinos refugiados de Bosnia-
Herzegovina, cuando se les ofreció ayuda psicológica.

Capitulo 1.
"Yo tenía muchos problemas”

LAS TRABAS PARA LOS INMIGRANTES

Para hablar de la ayuda entre los inmigrantes hace falta empezar hablando de ellos. Hablar de las
situaciones que viven, de las dificultades que comparten por ser de países más pobres, unos más y
otros menos. Del contexto donde surge la necesidad de apoyo. Situaciones muchas veces
impuestas por la sociedad de llegada, situaciones no elegidas o inevitables.

Saber de la ayuda es comenzar por conocer cómo se busca la vida la gente, cómo trata de salir
adelante poco a poco, luchando activamente y contando con otras personas o buscando diferentes
apoyos de las instituciones.

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A. LAS TRABAS
La gente que emigra e intentan hacer vida en la sociedad de llegada se encuentra con situaciones
muy complicadas. Muchas circunstancias que viven y que no son casuales, les empujan hacia el
sufrimiento y el dolor, a veces hacia la muerte. Hay diversas experiencias, gente de países, culturas,
nivel social, estudios y edades variadas. Cada cual es cada cual, y a la vez comparten ciertas
condiciones, por ser inmigrantes. Conozcamos algo de la historia de Miriam:

MIRIAM

VIVIR LA INMIGRACIÓN

Miriam tiene ahora treinta y dos años. Cuando tenía veinte años salió de una ciudad de Camerún
hacia España. Alguien le consiguió billete y visado a condición de que pagara después la deuda
con un trabajo que le darían al llegar.

El trabajo no resultó ser lo que ella pensaba, pero no tuvo otro remedio que aceptarlo. Dos años
más tarde, pagada casi toda la deuda, decidió dejarlo. Su familia en Camerún no supo nada de ella
en este tiempo.

Llegó después a Bilbao, donde conoció y se enamoró de un paisano suyo. Alquilaron una
habitación en un pequeño piso del barrio de San Francisco, conviviendo con otros jóvenes de
Guinea Ecuatorial y Angola. Allí vivían cuando nació su hija, lo que motivó a Miriam para volver a
establecer contacto con su familia.

Pocos meses después su compañero la dejó, y ella se quedó a cargo de la hija. Pasó por una
depresión de la que no saldría hasta años después, y estuvo tomando sedantes. Rompió de nuevo
el contacto con su familia.

Miriam encontró trabajo como cuidadora en una residencia de ancianos y metió a su hija en un
internado que estaba a unas horas de viaje de su lugar de trabajo. Ella no tenía documentación y
por lo tanto no tenía contrato de trabajo. Cuando salía de paseo los domingos, su día libre, algunos
hombres mayores la miraban, la seguían y hacían comentarios en voz alta sobre su cuerpo.

Cuando tenía treinta y un años, tras una detención de la policía nacional para comprobar su
documentación, la pusieron una orden de expulsión.

Miriam ha vivido situaciones relacionadas con el cambio cultural (de Camerún a España), de lengua
(ella sabía inglés y -¿lengua de su tribu?) y de religión predominantes, todo lo cual que puede
ocasionar depresión (como a Miriam), frustración o desorientación; situaciones relacionadas con la
lejanía del lugar de origen (su familia por temporadas no ha sabido nada de ella); con el rechazo
social (muchos hombres la humillaban) y con las trabas legales que impone el Estado a través de la
Administración (como necesitaba visado para entrar y no tenía, lo hizo pagando una gran cantidad
de dinero; además ni ella ni su hija, nacida en Bilbao, pudieron tener documentación, y después la
pusieron una orden de expulsión) y de la sociedad de llegada (Miriam cobraba un sueldo ridículo,
pero sin contrato no podía denunciarlo).

Muchas son situaciones nuevas, que no había vivido nunca en Camerún. Algunas dificultades
también las sufría la gente de su barrio (tener que alquilar una habitación cara y destartalada), un

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barrio marcado y atravesado en todos los aspectos de su vida por el tráfico de droga ilegal y la
prostitución tolerada (Miriam tuvo dos registros policiales en el piso donde vivía, y con frecuencia
oía comentarios morbosos por la calle). Hay cosas que su vecinos de barrio no vivían y no
entendían de Miriam, como sus dificultades de integración; ella vivía entre dos naciones, dos
culturas y dos familias. Su vida estaba y está en Euskadi y en Camerún, el país que por un tiempo o
quién sabe si definitivamente dejó, donde aprendió su cultura, su lengua y su religión y donde vive
la mayor parte de su familia.

Recorridos de vida como el de Miriam no son excepcionales. Algunas personas habrán vivido
situaciones parecidas a las de Miriam y otras personas, situaciones diferentes, quizás más duras
que lo que vivió Miriam y en otras ocasiones menos.

En todas estas situaciones surge la necesidad de ayuda material y de consejos, contactos y apoyo
afectivo para la ubicación a la llegada, para conseguir documentación legal, ubicación sociolaboral,
alojamiento y comida, atención sanitaria y formativa; para disfrutar de un ocio y encuentro
adecuados; para mantener prácticas religiosas; relacionarse con y hacer envíos al país de origen,
mantener a su familia (su salud, vivienda, la educación de los hijos en el país de origen), estar al
tanto de la situación social y política en su país; y hacer frente al rechazo social e institucional.

Es necesario resaltar que la mayoría de las situaciones difíciles que vive la gente suceden por
motivos no personales como las actitudes sociales (rechazo social) e institucionales (legislación
violatoria de derechos humanos, exigencias de documentación) originadas por una política de
Estado expresamente dirigida a impedir la entrada de emigrantes y a dificultar su estancia, y
cuidadosamente planificada plasmada en la Ley de Extranjería: se exigen visados de la embajada
española correspondiente para entrar en el país (una de las formas de pedir visado es con una carta de
invitación de una persona española); documentación específica para trabajar o residir (permiso de
trabajo y permiso de residencia); una oferta de trabajo para conseguir un permiso de trabajo; un permiso
de residencia para poder obtener una convalidación o titulación reconocida de los estudios.

Otras situaciones son inevitables y propias de la emigración (distancia de la familia y la cultura de


origen, desconocimiento de la lengua local, diferencias climatológicas y de desarrollo social y
económico entre el país de origen y el de llegada). En cualquier caso, no son debidas, como se
hace creer a veces, a actitudes personales como la inseguridad, o la falta de voluntad o de
autoestima.

B. SALIR ADELANTE
Lejos de faltar el ánimo o la autoestima, la mayoría de la gente es capaz de salir adelante con
voluntad y dignidad en medio de situaciones impuestas y realmente complicadas, pueden mantener
los ejes de su vida a pesar de no tener, en muchos casos, familia cercana, documentación ni
trabajo, cuestiones fundamentales para tener una vida equilibrada en la sociedad de llegada.

Y salen adelante con capacidades personales como el ánimo y las ganas de vivir, la actividad física,
la fe o las ideas políticas propias, la voluntad y la dignidad; con el apoyo de su gente más cercana,
de otros inmigrantes, y con la aportación de profesionales particulares, asociaciones no
gubernamentales e instituciones oficiales.

Salir a flote requiere luchar activamente. La gente sabe que vive situaciones muy duras, que quizás
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podrá avanzar, pero que será lentamente, como dice Jalil, de Marruecos:

Hay que empezar por donde se puede, hay que empezar por abajo. Así hemos hecho todos.
Y luego a partir de ahí, poco a poco, quizás puedes ir subiendo.

Sabe que no puede detenerse, que tiene que salir adelante.

Marta, de Guinea Ecuatorial, años después de llegar a Bilbao se separó de su marido y se quedó a
cargo de sus dos hijos. Ella luchó para salir de una depresión concentrándose en vivir el día a día,
en el presente:

Yo tenía muchos problemas entonces, estaba muy deprimida, y quería volverme loca... Y yo
sola salí, ¡me saqué yo sola! Yo me decía a mí misma, “si vas a un psicólogo... ¡no tengo
dinero para pagar un psicólogo! Si te llevan al manicomio... ¿quién va a cuidar de mis
hijos?”... Yo me decía, “tienes que salir adelante, no pienses en nada, ¿hoy tienes trabajo?
¡pues a trabajar!... mañana ya veremos. Hay que pensar en lo que estás viviendo hoy, no
pienses en mañana, porque si no te deprimes”. Y así salí adelante.

Cheikh, de Senegal, consciente también de las dificultades que vive, intenta no hundirse
manteniendo el movimiento, la actividad física, la distracción:

Yo pasé unos años en la cárcel. ¡Uf...! Es mucho tiempo: en la cárcel, un mes es como un
año. En la cárcel... la cárcel es un lugar muy muy malo... ¡Tú te puedes volver loco...! Si tú
no tienes la cabeza abierta, si tú eres demasiado tranquilo, puedes tener... ¿cómo se dice?
una depresión mental. La cárcel no es buena para nadie. Mucha gente ha salido mal...
tienes que ser fuerte, tienes que buscar como mantener tu cabeza abierta.

Ahora que ya no estoy en la cárcel, si pienso mucho no vale tampoco, no se puede pensar
mucho, ¡porque hay tantos problemas...!. Yo por eso voy a la discoteca los fines de semana.
Si me apetece bailar, bailo. Si no puedo, me siento un poco, tomo una cocacola, miro cómo
baila la gente... así pasa el tiempo y luego, a las cuatro, por ejemplo, me voy a casa.

Alí, de Gambia, sabe que, aunque vender por la calle es muy duro, es mejor que quedarse
encerrado en casa:

Si tú no sales a la calle, si estás todo el día encerrado en casa, la cabeza se te cierra un


poco. Necesitas salir, necesitas trabajar. Sales a vender por las calles, andas unos
kilómetros quizás. Así mueves tu cuerpo, hablas un poco, te ríes con la gente... Sales,
vendes por la calle, por los bares y quizás un día sacas dinero. Si eres viejo, tú puedes estar
ahí sentado todo el día, necesitas estar tranquilo, pero si eres joven, necesitas moverte para
mantenerte bien.

Para algunas personas, la fe es un mástil valioso al que abrazarse. Para Ismail, de Senegal, es una
forma de dar sentido a la experiencia que vive:

Para mí, como inmigrante, el vivir mi fe musulmana ha sido esencial para poder superar
todas las dificultades de la experiencia de la inmigración. Todas las pruebas... el rechazo de
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la gente, los problemas administrativos... las situaciones duras que yo vivo aquí puedo
aceptarlas desde mi práctica religiosa. Eso es lo que me ayuda a superarlo. Para mí esta
experiencia de emigración es una prueba... y gracias a mi religión es como puedo vivir aquí.

Cuando la gente se busca la vida, sabe que lo hace por necesidad, no por agrado. Así, Cristina,
una mujer congoleña que vive con su esposo e hija, realquila varias habitaciones de su casa,
aunque esto le crea inconvenientes:

Yo siempre busco una casa con muchas habitaciones para poder realquilarlas. Mil pesetas
por día y cama, eso cobro. Si tú no necesitas dinero, está bien que no lo hagas. Pero los que
lo necesitamos, así hacemos. Tú, si no lo necesitas, mejor que vivas sola con tu familia, sin
gente desconocida.

La mayoría de la gente trata de salir adelante por su cuenta. Puri solicitó asilo político al llegar y
vivió durante unos meses de una ayuda de Cruz Roja. Después de este tiempo, ella se planteó:

Y dices, no vas a vivir siempre de la ayuda, hay que salir por tu cuenta... y me pongo a
buscar trabajo. Empiezo limpiando en casas y poco a poco voy mejorando.

Pero hay muchas situaciones en las que es imprescindible pedir ayuda. Los trámites en la
documentación son una muestra de esto. Exigencias burocráticas que en principio puede realizar
cualquier persona se convierten en una auténtica traba para quienes no saben leer o escribir en el
lenguaje local administrativo y judicial. Hace falta rellenar impresos y redactar instancias,
declaraciones o certificaciones para hacer solicitudes o renovación de permisos de residencia o
trabajo; gestión de visados de entrada en el país para familiares directos (llamados visados de
reagrupación familiar, para el esposo o esposa, hijos y padres y madres); solicitud de ayudas
sociales (en concreto el IMI, ingreso mínimo de inserción, y la llamada “ayuda de emergencia”);
solicitud de plaza en mercadillos; denuncias o recursos judiciales... Por ejemplo, Alí, de Gambia,
necesita hacer un escrito donde explique por qué solicita la renovación de su permiso de residencia;
y Jalil, recién venido de un viaje a Marruecos, donde se ha casado, necesita un escrito para pedir
un visado por reagrupación familiar para su esposa.

C. ELEGIR LA SALIDA
Si es necesario o se puede contar con el apoyo grupal o social, cada persona elige diferentes vías,
cada cual decide qué tipo de apoyo buscar según criterios propios. Esto lo podemos ver con un
ejemplo: varias personas que hacen gestiones para solicitar su permiso de residencia.

SOLICITAR UN PERMISO DE RESIDENCIA

QUÉ APOYOS BUSCA LA GENTE

Una de las formas de obtener un permiso de residencia (el documento que reconoce como legal la
estancia de una persona en un país) para las personas que no lo han tenido nunca es solicitar un
permiso de trabajo (otras formas son obtenerlo como estudiante, como refugiado político o por
14
motivos de salud). En esta solicitud hay que presentar una oferta de trabajo por parte de un
particular o de una empresa, que es un escrito que muestra su intención de hacerle un contrato
laboral; de este modo se justifica la necesidad de que a esa persona le den el permiso de trabajo,
ya que para hacerle el contrato es necesario disponer previamente del permiso de trabajo.

Cuando se abre el plazo para dar nuevos permisos de residencia, se establece un cupo o cantidad
limitada de permisos a dar por cada provincia y sector de empleo. Las solicitudes se revisan por
orden de entrega, de modo que los primeros que entregan la solicitud tienen más oportunidades
que los siguientes. Por eso se organizan grandes colas a las puertas de las Delegaciones
Provinciales de Trabajo.

Esos días se instaló un mesa en la Delegación de Trabajo de Bizkaia para recoger las solicitudes.
En la cola podía verse a gente que lo pedía por primera vez, como Miriam, y a otros que llevaban
varios años pidiéndola. Se podía ver a familias marroquíes con hijos pequeños y a chicas
ecuatoguineanas jóvenes.

Había muchas mujeres que habían pagado grandes cantidades de dinero a cambio de que alguien
les hiciera un documento falso (ya que trabajaban en la prostitución y no les era posible hacer un
contrato real); otros como Phil, de Ghana, o Miriam, tenían una oferta de trabajo en el sector
forestal y en el del servicio doméstico, respectivamente; otros tenían algún amigo o conocido que
estaba dispuesto a hacerles algún papel para que pudieran así gestionar su residencia.

Independientemente del modo en que consiguieron los documentos exigidos, algunos de los que
esperaban habían tenido que pagar a un abogado o abogada particular por su asesoría; otros lo
habían hecho a través de un servicio gratuito de asesoría jurídica en una asociación o sindicato, por
lo que no habían pagado nada; hubo también quienes no esperaron la cola, ya que su abogado
había logrado introducir las solicitudes por otra vía.

A un lado de la cadena humana había algunas personas que no venían a arreglar su


documentación, sino a cubrir el suceso para incluirlo como noticia en algún diario local. Y se vio
también a un anciano que recorría la hilera repartiendo bocadillos recién comprados en un
supermercado cercano, porque había oído en la televisión que esa gente llevaba horas esperando
bajo la lluvia para presentar cuanto antes su solicitud de residencia.

Las personas que hacían cola, consiguieron la documentación necesaria para solicitar el permiso de
residencia por cuenta propia (contactando directamente con el o la posible empleadora), contando
con la asesoría de un profesional a quien se le paga; a través de una persona u organización que
falsifica documentos, a quien se paga; con ayuda personal, sin pago; o con la ayuda de una
asociación o institución que no cobra.

Cada cual habrá escogido según sus necesidades (por ejemplo, hay quien tendrá más urgencia por
conseguirlo; o quien no tendrá conocidos que le ayuden), sus capacidades (hay quien sabrá hablar
y leer castellano, y quien no sabrá casi nada; hay quien tendrá más dinero y quien no tenga), y su
experiencia en otras situaciones (si le ha ido bien con ese abogado; si confía en cierta asociación).

Hay quien busca una red de falsificación de documentos porque está trabajando en algo ilegal y sin
documentación legal. En este contexto, recurrir a una vía ilegal le resulta lo más cercano y a veces la
única posibilidad. Esta es la opción de personas que trabajan en la prostitución o en el tráfico de drogas
y que viven de forma semiclandestina. Estas personas pueden obtener muchos ingresos con estos
15
trabajos pero no pueden hacer vida abierta o cambiar de trabajo hasta que no adquieran documentación
legal. Como Melva, que no tiene documentación, y ha venido de Nigeria a través de una red de tráfico de
personas y trabaja como prostituta. Así lo explica ella:

Yo he estado mucho tiempo trabajando para sacar dinero: trabajar, trabajar sin parar para poder
pagar la cuenta por haberme traído a España. Acabé de pagar y estaba sin papeles. Yo quería
conseguir mis papeles, estabilizarme, y pensaba, “pago a alguien para que me los consiga, voy a
trabajar todo lo que haga falta, voy a pagar lo que sea y que me consigan los papeles” Yo
siempre hacía así, trabajar, trabajar mucho para sacar dinero... con dinero la consigo, no importa
si era mucho dinero.

Algunas personas, utilizan esta vía porque no conocen otra alternativa. Como Doris, de Brasil:

Doris estaba muy preocupada, llevaba años aquí y no veía el modo de conseguir su permiso de
residencia. Le habían dicho que intentara conseguir una oferta de trabajo. Doris estuvo
preguntando entre la gente que conocía cómo conseguir eso, y le pusieron en contacto con una
paisana suya que estaba dispuesta a conseguírselo por doscientas mil pesetas.

Otras, como los solicitantes de asilo político, aunque no tienen permiso de residencia, pueden vivir de
forma algo más abierta porque no pueden ser expulsados. Sin embargo, sin tener permiso de residencia
no pueden hacer ciertas gestiones y se ven obligados a recurrir a redes ilegales si desean hacerlas. Por
ejemplo, Kamel de Senegal fue solicitante de asilo político y trabaja en la venta ambulante desde hace
cuatro años, cuando le denegaron su solicitud. Quiere mejorar en su trabajo y para eso necesita tener un
carnet de conducir y un coche con el que salir a playas y fiestas a vender:

He encargado que me traigan un carnet de conducir de Senegal, dentro de unos meses estará
aquí. Yo pago y ya está. Un amigo me está enseñando a conducir y cuando aprenda un poco
voy a buscar algunas clases particulares. El coche... le he pedido a otro senegalés que me deje
su residencia para comprarlo a su nombre. Yo le pago veinte mil pesetas. Con un coche viejo de
segunda o tercera mano me vale, yo sólo lo quiero para ir a los pueblos...

Priorizar, elegir la salida que parece más adecuada, es una cuestión muy personal. Por eso,
aunque la gestión no lo exija, a veces la gente recurre a un abogado o abogada particular, para
agilizar el trámite o por cuestión de dignidad. Así hizo Abdulhak, de Marruecos, cuando estaba
haciendo gestiones para renovar su permiso de trabajo:

En las oficinas de la Delegación de Trabajo me ponen pegas, no se fían de lo que les digo,
se ríen de mí... Yo veo estas cosas y me pongo nervioso. Y entonces me cuesta
responderles, explicarles bien... me cuesta defenderme. Por eso voy a buscarme un
abogado y que me lo haga él todo. No me importa tener que coger un abogado y pagar
mucho dinero. Prefiero perder dinero a perder mi dignidad, a humillarme...

Mantener la dignidad es una necesidad muy presente cuando se viven situaciones extremas y se
busca el modo de salir adelante. Para no sentirse humillado por los funcionarios de la Delgación de
Trabajo, Abdulhak recurre a un abogado particular.

Para Rosibel, de República Dominicana mantener su dignidad implica hacer algo muy diferente.
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Cuando llegó a Bilbao, recién casada con un bilbaíno, Rosibel no encontraba trabajo; algunas veces
recogía restos de comida de la basura para comer en su casa. Ella sabía que podía pedir plaza
para ir a comer a un comedor social si solicitaba una tarjeta, previa entrevista con un responsable
del tema, y que después podría pasar a renovarla quincenalmente. No quiso pedirla, pues prefería
buscarse la vida de un modo más digno para ella. Así lo explica Rosibel:

Cuando yo recogía de los contenedores, me decían, “¿por qué no vas al comedor


social?” Quizás pensaban que recoger de los contenedores es indigno, pero yo me
siento más digna recogiendo patatas viejas de la basura y llegando a casa sabiendo que
yo las recogí, que me costó un sacrificio haberlas recogido, y me lo como con más gusto
y lo digiero más fácil, que tener un vale y sentarme allá en un salón y esperar a que me
sirvan el plato... ¡Eso yo no lo puedo hacer!

Cada persona busca el modo de mantener su dignidad. Abdulhak lo hace buscando un abogado
particular, sin importarle el gasto económico; y por encima de la imagen que pueda crear a su
alrededor, Rosibel decide buscar comida entre la basura.

Aengus Finucane, director de una asociación no gubernamental irlandesa, explica la importancia de


respetar la dignidad humana en situaciones extremas donde se plantea la ayuda:

Los servicios de salud, alimentación, vivienda y educación se pueden describir como


necesidades físicas básicas. Pero la base de las necesidades humanas de los refugiados es
la restauración de la dignidad. La dignidad es el ingrediente vital que falta cuando las
necesidades físicas básicas se cubren de una manera mecánica e impersonal. Con mucha
frecuencia, el respeto por la dignidad humana es la primera víctima de las respuestas de
emergencia para ayudar a los refugiados (R. Needham, 1994:17-19).

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Yo estaba haciendo lo que podía por ayudar a ese chico. Y un día él
me pregunta, como extrañado, “Oye ¿tú por qué me ayudas?”, ¡no
entiende por qué le ayudo...! “Porque soy humano”, le digo, “porque yo
también soy extranjero, como tú...”, le explico. Él no entiende por qué le
ayudo...

Abdesalam, de Egipto

Capítulo 2. “Somos todos una familia”


¿QUÉ MUEVE A LOS EMIGRANTES A AYUDARSE?

La gente pasa por situaciones difíciles y se ayuda para salir adelante. Ayudar, apoyarse,
solidarizarse, dar un empujoncito, complementar, subsanar, echar una mano... Todas las personas
nos ayudamos, todas pedimos ayuda en algún momento; hay situaciones en que se tiene más
necesidad de ayuda y otras en que hay más posibilidades de prestarse. Los inmigrantes, como
cualquiera, se apoyan entre ellos, y mucha gente que no ha emigrado también les ayuda.

Se ayudan entre personas conocidas, sobre todo entre familiares y amigos; también entre vecinos,
entre compañeros de trabajo y entre paisanos. A nivel personal, se sienten movidos a ayudar por
motivos variados, motivos pasionales (amistad, compasión, empatía), ideológicos, religiosos o por
tradición cultural y comunitaria de origen.

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A. QUIÉN SE AYUDA
El barrio de San Francisco es un barrio de inmigración interior y exterior. En un espacio como éste
conviven personas de la misma familia, personas que eran vecinas en su país de origen, personas
del mismo pueblo, de la misma ciudad, región geográfica, cultural o lingüística. Gente del mismo
país. Gente con la piel de tono parecido. Gente del mismo continente.

El apoyo se establece entre la gente que se siente unida, que se identifica como igual. Primero
entre la familia; los inmigrantes que están lejos de su familia se unen más con paisanos y si no
tienen paisanos, entre gente de la misma lengua o de culturas cercanas, etc.

Aquella gente a quien se sienten más unidos, ya sean paisanos o hermanos de continente, se
convierten en la familia; como explicaba Cheikh, de Senegal, pocos días después de salir de la
cárcel, donde había pasado unos años:

Yo ahora me voy a Valencia, me voy a buscar trabajo. Comprar artesanías, venta


ambulante... Bueno, yo allí no tengo familia, pero es lo mismo. Allí hay mucha gente de
Senegal. Los africanos somos todos una familia, ensemble, unidos ¿entiendes?

La gente ayuda cuando entiende lo que siente el otro, porque lo ha vivido o lo está viviendo. Dos
personas del mismo país o cultura, fuera de la misma, se sienten comprendidas y se unen. Esto
sucede siempre, hablemos de culturas más o menos comunitarias. Los andaluces en Catalunya
viven y trabajan en los mismos pueblos y barrios. Muchos gallegos en Euskadi viven en los mismos
barrios y pueblos y hacen fiestas en la Casa de Galiza, muchos vascos en Latinoamérica practican
deporte y cocina vascos y se dan cita periódicamente. Además, si la gente se enfrenta a situaciones
especialmente duras, cuando se siente agredida o rechazada, tiende a unirse más.

La ayuda puede darse entre cualquiera. Entre unos más y entre otros menos. Cada uno recurre o
apoya a las personas que siente más cercanas. Quien puede cuenta con su paisanos del mismo
barrio en el país de origen, quien no tiene paisanos, cuenta con sus vecinos de continente o con
otros emigrantes de otros continentes. De cualquier modo siempre se establecen lazos de apoyo.

Hay quienes se sienten cerca porque se identifican en el aspecto, aunque sean de culturas y
continentes diferentes. Tienen en común, eso sí, el estar en una sociedad y cultura desconocida y
diferente a la de origen. Así le sucedió a Celina, de Perú, que cuenta:

Cuando yo llegué aquí por primera vez, fue la comunidad china la que me acogió y ayudó.
Yo empecé trabajando en un restaurante chino, allí fue donde primero quisieron darme
trabajo. También las mujeres filipinas. Será porque... ¡ya ven que tenemos algún parecido!
chinas, peruanas y filipinas, nos vemos entre nosotras parecidas de cara.

Aquí había poca gente de mi país y ellos fueron los que me acogieron, como si fuera una
más. Participaba en sus encuentros, y las filipinas incluso me invitaban a sus fiestas, que
eran sólo para filipinas. ¡Filipinas...! Yo hasta entonces no sabía nada de ese país, nunca
había conocido a nadie de allí. Y ellas son las que primero me ayudaron a salir adelante,
junto con alguna paisana mía.

En general, quien vive o ve de cerca la situación de otra persona, sea o no inmigrante, está más
dispuesto a ayudarle. Como los habitantes de un pueblo holandés, cuando el gobierno holandés
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montó un precario campamento para refugiados en una finca cercana:

(...) Son unas 70 personas diarias las que las autoridades van enviando desde el lunes al
campamento, como una riada interminable (...). Los más privilegiados llegan en autobús, a los
menos los ponen en un tren que se detiene a cinco kilómetros de la zona empantanada. Los
vecinos de Ermelo, impresionados, han organizado turnos para esperarlos y trasladarlos en sus
coches privados (Sonia Robla, 1998).

B. MOTIVACIONES PERSONALES
Hemos visto entre quiénes se da o busca el apoyo. Damos ahora un paso más para plantearnos,
¿qué motivaciones personales tiene cada cual cuando ayuda? Vamos a verlo con el caso de la
gente apoyó a Abdul en su juicio:

APOYANDO A ABDUL EN SU JUICIO

QUÉ MUEVE A AYUDAR

Abdul es un comerciante senegalés vecino del barrio desde hace más de ocho años que regenta un
comercio de bisutería. Estando en la calle delante de su tienda, un ertzaina le agarró por detrás,
colocándole la porra en el cuello. Abdul le exigió un mejor trato y en respuesta fue insultado,
forzado para esposarle y tirado al suelo sin ninguna explicación. Estando esposado en el suelo
recibió una brutal paliza por varios ertzainas.

Abdul puso una denuncia contra estos ertzainas por agresiones. Seis meses después se celebró el
juicio y varias personas y asociaciones del barrio organizaron un acto de apoyo en los juzgados.

No fueron muchas las personas que se hicieron presentes. Un grupito entraron en la sala donde se
celebraría el juicio y el resto se quedó afuera, detrás de una pancarta donde se podía leer: “Alto a
las agresiones policiales contra los inmigrantes”. Entre quienes guardaban la pancarta y repartían
información a los viandantes estaba Miguel, de la asociación SOS Racismo de Bizkaia. A su lado,
una amiga de Abdul.

Dentro, esperaban a entrar en la sala del juicio una empleada de una tienda cercana al comercio de
Abdul, que iba como testiga porque vio la paliza desde su trabajo y la novia de Abdul. De testigo
también fue un vecino del barrio que pasaba por allí en ese momento e increpó a los policías.
Afortunadamente, como es profesor de psicología, el juez tomó por cierto su testimonio con más
confianza que el de otros testigos.

Vinieron unos cuantos chicos senegaleses, sus paisanos más allegados. Sólo uno de ellos pudo
entrar en la sala y los demás se marcharon a sus trabajos.

Los más puntuales en llegar al lugar fueron un asesor de la oficina del Ararteko y María, una vecina
angoleña que ha vivido una situación parecida a la de Abdul. Cuando acabó el juicio se la vio
apartada llorando y fumando compulsivamente. Tuvo la mala suerte de cruzarse dentro de los
juzgados con el policía que la había pegado. Como vino María llegó también su novio, pero casi al
final. Por eso se quedó afuera con el grupo de la pancarta.

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Las personas que estuvieron en el juicio de Abdul vinieron por motivos variados:

Unos vinieron como testigos, sensibilizados por haber visto la paliza con sus propios ojos.

Otros, como su novia o sus paisanos, motivados por sus sentimientos como familiares o amigos
cercanos.

Otras personas como María vinieron porque habían vivido situaciones similares y deseaban
solidarizarse con Abdul; María había recibido también apoyo en su propio juicio y deseaba hacer lo
mismo con otros africanos afectados por el maltrato policial.

Otros, como el representante de la oficina del Ararteko, vinieron porque su trabajo consistía, entre
otras cosas, en estar presentes en estos actos.

Algunos miembros de asociaciones, como Miguel, vinieron por su convicción ideológica, porque
para ellos la agresión a Abdul representaba, en palabras suyas, “una violación de derechos básicos
por parte de funcionarios policiales contra una persona negra y, por lo tanto, un hecho de racismo
institucional”.

Cada uno tiene un motivo diferente para estar presente. Hay motivos personales, naturales
(amistad, amor, complicidad) que son las de la gente más cercana a Abdul (testigos, amigos, novia,
paisanos y otros africanos). Y hay razones más ideológicas (compromiso político, lucha contra el
racismo) o técnicas (representación institucional), sobre todo de la gente que no le conoce
personalmente (varios miembros de asociaciones o instituciones).

Sea cual sea la causa por la que acudieron al juicio, el efecto de su presencia fue uno sólo, apoyar
a Abdul. Hacer que no se sienta sólo, que se sienta comprendido; hacer ver a los demás que
cuenta con apoyo y reconocimiento; y tratar de denunciar la situación que está viviendo.

Como Miguel cuando fue al juicio de Abdul, hay quien se plantea la ayuda como una forma de
solidaridad y una aportación desde un grupo de apoyo a inmigrantes, aunque en un principio no
vive las mismas situaciones que ellos. Marta explica por qué se acercó a un bar del barrio
frecuentado por africanos:

Fuimos allí porque queríamos ver lo que pasaba. Yo vivo en el barrio de San Ignacio y no
voy mucho por San Francisco... bueno, voy a veces para comprar comida africana o para ver
a alguna amiga. La gente de la asociación y otros africanos nos hablaban de los problemas
con la policía en San Francisco, del racismo... un día era uno y otro día era otro el que tenía
un problema; un registro ilegal, una paliza, insultos... Mi amiga Puri, que lleva el bar, también
me hablaba de eso. Ella había tenido muchos problemas. Y pensamos, “pues tenemos que
ver qué es lo que pasa, tenemos que estar allí...”

Existen más motivaciones personales que mueven a ayudar, recordemos que a veces la ayuda
representa una forma de vivir la propia religiosidad, es decir, se ayuda como modo de cumplir con
preceptos religiosos. Muchos textos religiosos definen un modelo concreto de ayuda. Por ejemplo la
Biblia propone estar dispuesto a dar tanto como a recibir, ayudar a quien tiene necesidad, ayudar a salir
de la opresión; y ayudar sabiendo que en caso de dificultad se encontrará apoyo:

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El agua apaga las ardientes llamas, la limosna perdona los pecados. Quien responde haciendo el
bien, prepara su futuro, y al momento de caer encontrará apoyo.

Hijo, no niegues al pobre su alimento, ni dejes esperando al que te mira suplicante. No


entristezcas al hambriento, y no enojes a nadie en su necesidad. No apenes al que tiene el
corazón afligido, y no te demores para dar limosna al mendigo. No rechaces al hombre afligido
que te suplica ni vuelvas la cara al necesitado; (...) Escucha al pobre y respóndele con palabras
buenas. Arranca al explotado de manos del opresor. No te acobardes cuando haces justicia. (...)
No tengas la mano abierta para recibir y cerrada para dar.

La Biblia, Eclesiástico, 3 (30-31), 4(1-4, 8-9, 31)

Y el Corán propone dar sin exigir ni hacer daño, dar parte de lo valioso que se tiene, no de lo que
sobra; y no hacer ostentación de la ayuda:

Quienes dan sus riquezas en la senda de Dios y a continuación no hacen seguir lo que
gastaron ni de reproche ni de perjuicio, tendrán su recompensa junto a su señor. No tengan
temor, pues no serán de los afligidos.

(...) ¡Oh, los que creéis! Gastad en la limosna parte de los bienes que poseéis y de los que
hemos hecho salir para vosotros de la tierra. No deis lo vil como limosna.

(...) Si dáis las limosnas en público, ellas os son buenas; si las ocultáis y las dais a los
pobres, os son mejores (...). Dios está bien informado de lo que hacéis.

El Corán, Azora II, 264/262, 269/267, -/270

Recordemos que la generosidad y la limosna son importantes preceptos en la religión musulmana


que deben cumplir todos los creyentes, cada cual en su medida, según su riqueza o pobreza. Aisha,
de Marruecos, dice:

Los musulmanes hemos de ser generosos. Si Aláh es bueno contigo, se espera de tí que
repartas su gracia, que seas generoso. Además hay una limosna obligada para los
musulmanes, la llamamos sadaka. Lo hacemos después del Ramadán. Reunimos dinero y
se lo damos a una familia necesitada. Por ejemplo, el año pasado se lo dimos a una
marroquina que vive en el barrio, porque está sola y tiene que mantener a un montón de
hijos. Lo damos de forma discreta, y ella acepta. Darlo y recibirlo, las dos cosas, son un
deber.

Se ayuda por compasión, como dice María, que tiene un comercio en el barrio:

Viene un chico a la tienda y me roba algo de comida. Yo me dejo, porque me da pena...


Claro, entonces él viene otro día y vuelve a robarme... ¡repite...! Otro entra pidiéndome algo
y yo le di el bocadillo que me estaba comiendo. Y otro día vuelve a entrar y mando a mi hijo
que vaya a la tienda a comprar pan y atún y que le haga un bocadillo... ¡Soy así...!

O por empatía. Este es el caso de personas que trabajan en el contexto de la actividad policial y
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judicial y se encuentra con paisanos o gente cercana en situaciones delicadas y que sienten la
obligación de protegerles, por delante de su compromiso laboral. Como Moha, un marroquí que
trabaja de traductor de árabe:

Un día me llaman para traducir y es para un chico que ha llegado hace poco a Bilbao.
Trabaja en la venta ambulante, está sin residencia y le han llevado detenido a comisaría. El
chico no entendía nada, además tenía miedo de que le expulsaran y estaba muy nervioso.
Le toman declaración, le preguntan qué medios de vida tiene y él no sabe explicar de qué
vive... le preguntan dónde está durmiendo y él no sabe qué decir... Y yo le digo en nuestra
lengua, “habla un poco, di lo que sea, tú haz que respondes y no te preocupes, que yo voy a
ayudarte...” ¿Qué voy a hacer? ¡yo tenía que ayudarle...!

Y otro día, uno que le cogen sin papeles y dice que es palestino, porque a los de algunos
países no les expulsan. ¿Sabes lo que te digo?... cada uno se las arregla como puede,
¿quién va a dejarse repatriar sin intentar antes lo que sea?... Y cuando están tomándole
declaración, le digo, ”ya sé que tú no eres palestino, pero tranquilo, no voy a decir nada”.

Ayudar fue para María, cuando trabajaba como prostituta y antes de abrir su comercio, un intento
de sobrellevar situaciones personales difíciles, un intento de salir de la soledad, de la depresión, de
tratar de olvidar los propios problemas, de sentirse útil... Así lo explica:

Yo tuve una depresión, entonces ya no quería estar allí todo el día. En casa no hacía nada,
algo tenía que hacer... Yo veía a ancianos que andaban por la calle solos y me ofrecí a estar
con ellos, yo por mi cuenta lo hacía. Sacarles a pasear, estar con ellos, darles conversación,
compañía...

Comas explica que las personas se ven motivadas a apoyar a otras por altruismo o sentimientos
individuales (compasión, complicidad, empatía...) y también por sentimientos moldeados o
condicionados por la cultura (1993:66). Efectivamente, mucha gente es consciente de que tienen
una cultura de ayuda y de que esto es parte de su forma de vivir, de hacer, de ser.

Pili, de Guinea Ecuatorial, siente que su cultura es más de ayudar y que esto no lo entiende su hijo,
que ha nacido y vivido en Euskadi:

Mi hijo viene conmigo a Guinea... Y cuando llegas allí una señora mayor va a venir a casa y
te va a regalar una piña. Mi hijo se va a extrañar, “¿cómo me regala esto si no me conoce?”
O una señora me dice, “mira, te voy a ayudar a lavar la ropa, que llevas aquí quince días...” y
él no va a entender eso. Eso son cosas nuestras, de nuestra cultura... ¡Y él no va a
entender! porque aquí no se hace esto...

En muchas culturas los lazos entre los miembros de una familia exigen un apoyo incondicional, que
prevalezca por encima de otros sentimientos personales. Por eso Abdelatif, de Egipto, sigue al lado
de su hermano, apoyándole, a pesar de los conflictos y desacuerdos que ha tenido con él:

Yo tengo que estar con mi hermano, no puedo dejarle solo. No me gusta lo que hace, no me
gusta lo que me exige hacer. Él es malo, pero no puedo dejarle. Yo llamo por teléfono a mi
madre. Hablo con ella y mi madre me dice, “cuida de tu hermano, hijo, no le dejes solo...” No
sé si me entiendes... Para vosotros, un hermano es otra cosa, para nosotros los árabes, un
hermano es tu sangre, no te puedes separar nunca de tu hermano...
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La gente entiende que algunas costumbres son propias de su cultura, y a la vez las conciben en
oposición a la costumbre local. En cierto modo, su identidad se refuerza por contraste con lo que
ven a su alrededor. Así lo transmite Moustakhi cuando explica lo que significa para los senegaleses
compartir la comida diaria:

Nosotros hacemos mucha comida todos los días. Mi mujer prepara para muchos. Nosotros
vamos a comer a casa de otro si queremos y no tenemos que avisar antes. El otro día, por
ejemplo, vinieron cinco personas a comer, ellos llegan y se sientan a comer, no tienen que
avisar. No es como vosotros, tú normalmente no vas a ir a comer donde un amigo si no has
avisado, o si no te ha invitado. Nosotros, en el momento vamos allí y todos los que estamos
comemos. No decimos “voy a comer”, no... En nuestra lengua, la lengua wolof, decimos “kay
ñu ñan, vayamos a comer”, y ya está.

Si sobra comida se la damos a los del piso de arriba. Allí viven otros senegaleses que
trabajan en mercadillos. Llegan cansados, quizás llegan a las tres o las cuatro y a veces no
tienen tiempo de preparar la comida...

Nosotros en nuestro país, cuando llega la hora de comer y está la comida preparada, la
gente que está cerca de la casa en la calle, trabajando, entran en casa y comemos todos
juntos. Todos lo hacemos, aunque tengas poco, lo compartes. Tú estás arreglando la
carretera o recogiendo algo... tú pasas por allí, quizás le conoces, quizás no. Tú estás allí y
entras en la casa y comemos todos juntos.

Desde su experiencia en la emigración, mucha gente que vive problemas como inmigrantes y recibe
el apoyo de otros tiene la convicción de que ayudar es parte de su forma de ser, y de que en
general los europeos no les ayudan del mismo modo. Mansour, de Sudán, contrasta el estilo de
ayuda de los africanos con el de los europeos. Él pensaba ir a París por un tiempo para buscar
trabajo y ver la posibilidad de quedarse allí y una amiga le propuso que llevara la dirección de un
conocido suyo, para que estuviera en su casa los primeros días. Mansour le respondió del siguiente
modo:

¡Tú estás loca!, ¡yo no puedo ir a la casa de un europeo si no le conozco! Yo conozco


Europa, llevo ya muchos años aquí. Los europeos no ayudan. Entre los africanos es
diferente. Si tú eres africano, llegas a París, a Londres, buscas a tus paisanos, buscas
africanos y ellos te van dar casa, comida, ellos van a ayudarte. Pero los europeos no nos
ayudan, ¡yo lo sé muy bien porque lo he vivido...!

Un valor muy importante en muchas culturas de origen de los inmigrantes latinoamericanos, árabes,
africanos y asiáticos es la hospitalidad. Como explica Pili:

Nosotros nos adaptamos bien a estar en otro país africano, nos entendemos con otros
africanos. Y aquí también nos unimos enseguida, porque sabemos que todos somos
emigrantes. Nosotros los africanos tenemos costumbre de que si alguien lo pasa mal lo
acogemos. Come en casa y está con nosotros hasta que puede encontrar alguna f orma de
arreglar su situación, de buscarse la vida...

La hospitalidad, es un valor cultural que se ha debilitado mucho y rápidamente en algunas


24
sociedades por la masificación de los lugares de vida, por la introducción de otros valores más
asociados al dinero que a la persona o al medio natural, y por el miedo frente a la llamada
„seguridad‟ personal. Cuando la sociedad de llegada no cultiva el valor de la hospitalidad, cabe
dudar si será capaz de acoger en lo más básico a los y las inmigrantes.

En muchas culturas, en las culturas más tradicionales, existe un fuerte sentimiento de comunidad,
que es muy importante para la supervivencia de la gente. Las culturas latinoamericanas, africanas y
asiáticas son más comunitarias que las europeas y norteamericanas. En estas últimas, la cultura se
ha hecho más individualista a través del capitalismo y el consumismo. Este sentimiento de
comunidad arraigado en la cultura es el que mueve a acoger y a os otros miembros del grupo y a
compartir con ellos. Ya que esto nos ayuda a entender por qué la gente se ayuda, vamos a ver
ahora con más detalle lo que significa vivir en comunidad, con el ejemplo de la comunidad formada
por los senegaleses en la emigración.

C. VIVIR EN COMUNIDAD
Los senegaleses tienen una organización comunal que es propia de su cultura. En muchas tribus de
Senegal este modo de organización está muy arraigado (Liliana Suárez, 1996). Estos pueblos
tienen tradiciones culturales muy antiguas que se mantienen todavía y que son esenciales para
mantener los lazos de apoyo de los senegaleses en el extranjero. Adriana Kaplan explica una de
estas tradiciones, llamada dankutó:

El dankutó es una relación de familiaridad que se dio entre diversos estados mandingas.
Significó que las dos partes juraban apoyarse mutuamente en tiempos de conflicto, mediar
en favor del otro sin ocasionar ofensas y permitir los enlaces matrimoniales entre ellos. La
alianza era vinculante incluso para generaciones futuras y cualquier persona que la rompiera
estaría sujeta a una terrible maldición (1993:71).

En la comunidad se define la identidad en función del grupo. Esto significa que cada persona se ve
y se sitúa como parte de un grupo, como parte de un organismo donde tiene una aportación y una
función. En la comunidad lo colectivo prevalece sobre lo individual.

En una comunidad, todos están relacionados con los demás: lo que afecta a una parte del grupo,
afecta a todo el grupo. Así lo expresó claramente Aliou, de Senegal, cuando justificaba la
indignación de la comunidad de senegaleses porque varios ertzainas habían pegado a un paisano
suyo:

Los senegaleses somos una piña, si pegan a uno, es como si pegan a todos.

En una sociedad comunitaria la propiedad es compartida, como explica el jefe samoano Tuiavii de
Tiavea comparando su sociedad con la sociedad occidental:

En nuestro idioma lau significa „mío‟, pero también significa „tuyo‟. Es casi la misma cosa.
Pero en el idioma de los papalagi, es difícil encontrar dos palabras que difieran tanto en
significado como „mío‟ y „tuyo‟ (Tuiavii de Tiavea, 1993:30).

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Por eso los senegaleses sienten que en su comunidad “lo que es de uno, es de todos”, como
explicó Mbaye a Laura, una vecina madrileña del barrio, cuando ésta le ofreció un ejemplar de un
libro sobre los inmigrantes en San Francisco:

Gracias, pero ya tengo... O sea... a mí no me has dado, ¡pero has dado a otros de nosotros!
Un chico que vive en mi piso tiene un libro y otro paisano mío también: tenemos dos libros
ya. Nosotros, lo que es de uno, es de todos... Gracias. Yo voy a leer tu libro cuando pueda.

Una persona sola ve debilitada su identidad, su fuerza. Por eso en culturas colectivistas, la gente
puede sentirse más afectada por el hecho de estar sola o no estar con su familia. En las culturas
comunitarias, donde además se da un valor de respeto y obediencia a los mayores como
transmisores de la experiencia en la vida, cuesta entender que los ancianos y ancianas vivan solas.
Meib habla así de una vecina suya llamada Amparo:

Esa mujer vive sola. Es muy mayor, y sus hijos no la quieren llevar con ella. Tiene hijos y
nietos, pero vive sola. Y pasa mucho tiempo con nosotros. Casi todos los senegaleses la
conocemos. Por la mañana y por la tarde, en casa y en la tienda. Ella viene a casa, vemos la
televisión... Por las tardes está un rato en la tienda, se sienta allí y charla con los africanos.
Mi mujer sube a buscarla a su casa si pasa uno o dos días sin verla, “Amparo, ¿qué tal
estás? hace dos días que no te veo, pensaba que estabas enferma, que te había pasado
algo... ¿estás bien?”. Vivir solo es muy malo, ¡no se puede dejar a una persona sola...!

A través de este apoyo a Amparo, la comunidad de senegaleses está cubriendo un vacío que la
cultura local no le aporta. Mirando hacia atrás en la historia de la sociedad de llegada, vemos que
en momentos no muy distantes la protección a los ancianos en la familia y en la comunidad local
era mayor. Así, la comunidad de senegaleses está apoyando a Amparo con una actitud que ha
perdido valor en la sociedad de esta mujer.

El sentimiento de pertenencia a un grupo o comunidad tiene efectos positivos para la persona,


como son ayudar a mantener la seguridad emocional y el apoyo y protección interna hacia todos
los miembros de la comunidad, y como contraparte requiere de otros aspectos que limitan más las
opciones personales, como es la presión social. Hace falta un control, una supervisión hacia
adentro del grupo, para mantener la coherencia del grupo. Este control lo realizan todos los
miembros en general (a través, por ejemplo, de los chismes o rumores), y algunas personas
realizan esta función más que otras (por ejemplo, los ancianos critican más los cambios de
costumbres de los jóvenes).

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Estaban siempre dispuestos a abrir su puerta para amparar a otros, su
casa se convirtió en un pasadero de gente. Hoy por ti, mañana por mí,
a veces toca dar y otras recibir, es la ley natural de la vida, decía
Inmaculada. Comprobaron que la generosidad tiene efecto
multiplicador, no les faltó la buena fortuna ni el trabajo, los hijos
resultaron sanos y las amistades agradecidas, con el tiempo superaron
las pobrezas del comienzo. Cinco años después de llegar a la ciudad
Pedro instaló su propio taller de automóviles.

Isabel Allende, 1991.


El plan infinito

Capítulo 3.
“A veces la ayuda es para uno, otras veces para otro”
LA RELACIÓN DE APOYO

Quienes se apoyan entre ellos día a día para salir adelante saben que ayudar o pedir ayuda implica
muchas cosas. Se ayuda mejor en un contexto de contacto cercano, de conocimiento mutuo, de
respeto y aceptación, confianza y disponibilidad; capacidades humanas que se relacionan entre sí y
que a veces se funden. Saben que sólo si alguien siente que va a ser creído se acercará a contar o
a pedir; y que esto supone estar presente en los momentos duros, estar disponible.

Saben que es cada cual quien define sus necesidades, quien valora cuándo ha de solicitar apoyo, y
probablemente lo hará sólo en situaciones muy concretas. Y que a veces hay que dar respuesta a
engaños de gente cercana.

Todo esto es lo que constituye la relación de apoyo.

Una relación en la que se encuentran o se buscan para hablar de lo que necesitan de modo y en
espacios cotidianos como las tiendas y bares del barrio. Una relación de ida y vuelta, donde todos
dan o reciben en algún momento, y donde hay una retroalimentación en forma de agradecimiento,
que estimula el propio apoyo.

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A. CONFIAR

Cuando hablamos de la confianza nos referimos a creer, a respetar la verdad de cada uno, su
forma de vivir y entender la vida (porque no hay una forma única de vivir). Confiar en alguien es
también creer en su autonomía.

Se aprende a creer, a confiar, desde la cercanía. Laura explica su experiencia:

Como vecina del barrio, cuando empecé a conocer a los inmigrantes africanos y magrebíes,
desde la cercanía aprendí a creer en ellos y ellas; era una necesidad para poder
entenderles. Algunas personas me pedían apoyo y yo sentía que si quería responder a lo
que me pedían, tenía que empezar por creer lo que me contaban de sí mismas, retales de
sus vidas no desvelados a todos. Confiando podía conocerles, y así iba descubriendo lo que
sucedía y a quienes sucedía y ellos me conocían a la vez.

Una asociación religiosa que trabaja en el barrio y quería abrir un piso para mujeres inmigrantes que
trabajan como prostitutas pidió consejo a María, de Angola, porque ella tiene credibilidad entre
muchas mujeres africanas del barrio. María lo único que les sugirió fue la necesidad de crear
confianza:

Me pedís mi opinión, me dices que te ayude... Pues mira, yo creo que lo primero que
tenéis que hacer es abrir las puertas. Las extranjeras somos así, somos un poquito
desconfiadas, por todos los problemas que hemos tenido... Algunas no tienen papeles,
a otras las han tratado muy mal, las tratan muy mal... tenemos miedo. Por eso te lo digo,
lo primero es abrir las puertas, que sepan que estáis allí, que vean que hay confianza...
y poco a poco se van a acercar.

La gente que vive en un mismo espacio vive situaciones parecidas y puede conocerse de cerca. Se
puede trabajar desde la confianza y la claridad en la comunicación. Vemos por ejemplo, la relación
de Laura con Teresa, una mujer congoleña a quien Laura conoció cuando daba clases de
alfabetización:

Yo era profesora y ella alumna. Esos papeles se fueron difuminando cuando acabaron las
clases. Vivimos cerca. Yo iba a verla a su casa. Empecé a cuidarle al niño y algunos días
ella me lo traía a casa cuando tenía que marchar a un recado. Ella me hacía papilla de
mandioca cuando estaba enferma del estómago. Nos encontrábamos por la calle.
Estábamos juntas en el parque con los niños. La iba a visitar al bar donde trabajaba. Poco a
poco empezamos a tener conocidos comunes. Su vida no era fácil. A veces iba a verla y la
encontraba con un lío, con un problemón. Trataba de hacer algo, de apoyarla. Sabía lo que
estaba viviendo, sabía que era sincera.

Ofrecer confianza significa muchas veces aportar algunas cuestiones básicas para que la otra
persona esté bien, sin preguntas, sin condiciones y sin esperar contrapartida. Marta, cuando llevaba
pocos años en Bilbao invitaba a personas africanas a quienes no conocía, les ofrecía compañía,
conversación, comida... Ofrecía confianza, como a a alguien de la familia. Así recuerda ella a un

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chico de Nigeria que conoció hace más de veinte años:

Creo que él tenía veintinueve años cuando le conocí. Él llevaba unos seis meses aquí. Mi
marido se lo encontró en la calle y como entonces eramos pocos africanos, invitábamos a
todos los que veíamos: “ven a casa... vente a pasar la Navidad...”. Ese chico vivía en una
pensión, con un amigo. Ahí vivió creo que un año. Como estaba solo, venía a casa. Si viene
a casa, le das un plato de comida, le ofreces... le hablas... y él te trata como a alguien de la
familia, porque no tenía a nadie...

No sabemos por qué vino... quizás por problemas políticos... Ni cómo llegó aquí. Hay cosas
que no sé... porque no tienes que preguntar... si no te las cuentan, no las preguntas, porque
parece que vas a controlar, o le va a sentar mal... No sé qué trabajo buscaba, ni qué
pensaba de muchas cosas.

Lo que más recuerdo de él es su interés por aprender castellano. Iba por la calle, y no le
gustaba ver que no podía contestar en español, ni a los que le miraban bien, ni a los que le
miraban mal... Llevaba siempre un diccionario en el bolsillo y lo memorizaba todo. Venía a
casa también con el diccionario y cuando hablaba decía “zapato, zapata...”, “cuaderno,
cuaderna...” ¡Por eso en casa le llamábamos Zapato Zapata!

Andaba buscando trabajo y no encontraba. Se le hacía difícil estar aquí, estaba


desanimado... Dejé de verle de repente, no se despidió. Quizás se marchó a Londres,
porque él sabía inglés...

Marta no interroga, no tiene afán de saber sobre la otra persona más de lo que ésta quiera contar.
Este no pedir explicaciones cuando no son necesarias es una muestra de confianza hacia la gente,
y esta confianza se valora mucho. Así lo comprobó Laura:

María me llama un día por teléfono: “Laura, mira, una chica quiere hablar contigo, ¿puedes
venir a su tienda?”. “De acuerdo, me paso esta tarde hacia las cinco o seis, dime dónde es”.
Paso por allí. No sé para qué es. María me presenta a Fátima, una chica africana... creo que
ecuatoguineana. “Un amigo mío quiere pedir visado para venir a España... necesita una
carta de invitación para solicitarlo...”, me dice Fátima. Yo no le pregunto nada. “De acuerdo,
voy a buscar a alguien”, le digo. Dos días después le paso el número de teléfono de una
amiga mía que está dispuesta a hacérsela.

“Fátima estaba sorprendida”, me comentaba más tarde María. “Fátima me dice, qué gente
más buena... me ha ayudado y ni siquiera me conoce, me busca alguien para hacerme ese
papel y casi no sabe quién soy... ni me ha pedido explicaciones...”

Por eso, a veces esta muestra de confianza tiene más efecto positivo que la propia ayuda. Laura
continúa:

Cuando la gente a quien ayudo me agradece, yo siento que sobre todo me agradecen la
confianza que muestro. El estar disponible, el creer en ellos o ellas y no preguntar más de lo
necesario, el rechazar con claridad... Yo creo que no agradecen una ayuda concreta,
agradecen mi disponibilidad, el saber que pueden contar conmigo. Me agradecen esa
confianza que no se esperaban...

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B. ESTAR DISPONIBLE

La cercanía y la confianza están enlazadas a la disponibilidad. Cuando el apoyo se da a través de


encuentros cotidianos entre vecinos de un barrio, no hay horarios de trabajo ni oficinas de atención.
Hay presencia, disponibilidad, simplemente; desde esta presencia hay escucha, compañía,
comprensión. Y en este marco de relación creado por la confianza puede surgir con más facilidad
una petición de ayuda a alguien que se sabe está dispuesto, como veremos después.

Una relación de confianza ha de mostrar claramente hasta dónde llega la disponibilidad y las
posibilidades reales de prestarse. No tiene sentido ofrecer una disponibilidad absoluta, que no será
viable. He aquí dos modos diferentes de responder, vividos en la relación entre Laura y Teresa:

El día que me pidió dinero por primera vez, me explicó para qué lo necesitaba y, como
estábamos dando un paseo, al momento fuimos a un cajero y le di lo que me pedía. No le
puse plazos, y Teresa tardó un año en devolvérmelo.

En la siguiente ocasión, quise saber lo que quería hacer con el dinero y negocié la cantidad
a dejarla. Le dije, “mira, no te puedo dar todo lo que me pides. Eso es mucho para mí, ahora
no puedo dejarte tanto... No te puedo dar más ahora, porque no sé cuándo me lo vas a
devolver. Si te puedes arreglar con menos... yo creo que sí... te doy algo.. Ahora no trabajo,
si yo te doy todo eso ahora y no sé cuándo me lo devuelves, voy a necesitarlo dentro de
poco...” Me lo devolvió en dos semanas.

Pedir significa hacer ver una necesidad. Cuando alguien pide, está explicando cómo piensa que
pueden apoyarle desde fuera, está planteándose junto con alguien varias posibilidades de salir
adelante o mejorar. Saber pedir es saber definir lo que necesitamos, la ayuda que buscamos. Así,
Hafida, una mujer marroquí que vive sola, fue a casa de Laura. Laura la invitó a comer y Hafida
aceptó, al tiempo que le aclaraba cortésmente:

Oye, no te preocupes por la comida. No tengo hambre. No he venido a comer, he venido a


hablar contigo, porque estoy mal... Siéntate a mi lado, mírame y escúchame. Yo sólo
necesito cariño, compañía. Necesito alguien que me escuche, que me haga una caricia... No
pido más. Sólo necesito eso, ¿sabes?

En general la ayuda entre personas se inicia por una petición, el apoyo responde a una petición. La
propuesta de ayuda parte de quien necesita, quien necesita busca ayuda (no se busca a quien
necesite ayuda).

Es la gente quien define sus propias necesidades. Cada cual da importancia a cuestiones
diferentes en momentos diferentes, y además cuando hay una necesidad prioritaria satisfecha es
cuando aflora otra que hasta ese momento no parecía importante. Veamos algunos casos de los
presentados hasta ahora:

Abdulhak busca un abogado privado que le ayude a renovar su residencia; Teresa pide
dinero prestado a Laura y Hafida le pide cariño y compañía; Fátima pide apoyo a María para
conseguir una carta de invitación.

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Hay una situación en que se ofrece apoyo: el acto de apoyo en el juicio de Abdul, que estaba
convocado por asociaciones y vecinos del barrio, y refrendado antes por Abdul.

En otras ocasiones no se da expresamente una petición ni una oferta: Cheikh sabe que cuenta con
sus paisanos para encontrar vivienda y trabajo; Moustakhi explica que cualquiera puede comer en
su casa; Mansour cuenta con el apoyo de otros africanos para ser acogido, y también Pili.

Estos ejemplos nos hablan de una ayuda extendida, insertada en la vida cotidiana, asumida como
modo de actuar, que sólo requiere tener la certeza de que puedes contar con alguien, o estar
disponible. En el próximo capítulo hablaremos más de esto.

Con frecuencia, la ayuda institucional consiste en ofertas, no en respuestas a peticiones. Para


definir la oferta se valoran previamente las necesidades, sin conocer de cerca a los interesados. De
este modo es fácil no beneficiarles. Álvaro, profesor en un centro de educación de adultos,
comentaba sobre la oferta de clases de castellano de su escuela:

Yo creo que muchas veces es más una intención y una necesidad nuestra, desde nuestra
perspectiva, y que para ellos no es real. No siempre es necesidad prioritaria el aprender la
lengua, o integrarse, tal como nosotros les pedimos. Nosotros insistimos sólo en eso, y claro,
ellos no responden, y nos frustramos o no entendemos...

Por otra parte, la confianza es muy frágil. Cuando se duda de alguien en un aspecto, se abre la
grieta en el resto de su recorrido. Así explica Laura lo que significaba para ella confiar en un joven
africano a quien acogió en su casa:

Ese chico había sido mi alumno por unos días. Habíamos tomado café juntos alguna vez,
habíamos comido juntos... Hubo unos meses en que le veía desesperado porque no
conseguía alquiler y le echaban del piso donde estaba. No encontraba con quién compartir
piso y él no podía firmar el contrato de alquiler.

Un día le dijimos, “mira, no te agobies, vente a casa y tranquilamente sigues buscando


alquiler. Cuando encuentres un sitio en condiciones y alguien dispuesto a compartir te vas...
Si te metes en cualquier sitio dentro de dos meses estás igual...” El chico lo estaba pasando
mal, a mí me salió de dentro...

Y cuando empezamos a vivir juntos yo pensaba, “¡si yo no le conozco... no sé en qué


anda...! Tenía claro que no iba a preguntarle. Nunca le pregunté. No podía hacer eso,
porque se iba a sentir incómodo. Él contaba de sí mismo cuando quería. A los dos o tres
meses se marchó a un piso donde un amigo suyo dejaba libre una habitación.

C. ACERCARSE A CONTAR
Cuando muestras confianza, cuando la gente sabe que les vas a creer, te cuentan, se acercan,
piden. Veamos cómo María habla de dos profesionales que trabajan en el ámbito de la salud y la
prostitución, en centros subvencionados del barrio, comparando su modo de estar con la gente:

Llevan años trabajando en el barrio con las prostitutas. Las dos son muy majas. Las dos
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trabajan bien. Pero una está más al tanto que la otra de lo que pasa, ¿por qué?

Una hace su trabajo y sale del barrio. Te la encuentras por la calle, quieres contarle
algo, quizás un día se para y te escucha, pero otro día no te va a escuchar. Un día
puede que sí, pero no va a ser siempre, no va a ser cualquier día. Por eso quizás ella no
va a saber todo lo que nos pasa. Quizás alguna vez le contamos algo, pero no va a
saber muchas otras cosas. No vamos a confiar tanto en ella.

La otra te va a escuchar siempre. Ella viene con un problema suyo y lo va a dejar a un


lado para escucharte. Nunca te va a decir que no tiene tiempo, que no es momento. En
ésta sí confiamos más para hablar. A ésta sí se van a acercar más las mujeres para
contarla, van a confiar. Porque ella está siempre abierta.

Por el contrario, si no crees en alguien, esa persona no te cuenta. Si no sabes lo que está
sucediendo a través de quien lo vive ni a través de los medios de comunicación, seguirás sin creerle
y no te pedirá apoyo, por desconfianza y por temor a que no le creas.

Algunos vecinos del barrio que trabajan en asociaciones de apoyo a inmigrantes, pudieron
comprobar esto de forma muy palpable cuando promovieron una investigación fundamentada en la
recogida de denuncias sobre el maltrato policial a inmigrantes (recogidas en el informe “El Color de
la Sospecha”). Lo cuenta Laura, quien participó en la investigación:

La primera vez que alguien te cuenta que le han dado una paliza, te resulta superfuerte
y no te atreves a creértelo. Pero unas semanas después otra persona te cuenta otra
cosa. Y oyes de otra a quien también le ha pasado... Entonces empiezas a creer,
aunque todavía tienes dudas, te preguntas, “¿y esto será muy frecuente?... ¿desde
cuándo está pasando? ¿por qué yo no sabía nada hasta ahora?” Comentas en algunas
asociaciones y casi nadie ha oído hablar de eso, no han llegado allí con denuncias por
maltrato policial... Y te dices, “hay que mover esto, hay que ver qué está pasando aquí,
hay que denunciar...”

Así fue como nos planteamos hacer una recogida de experiencias de maltrato policial. Y
fue impresionante, porque durante esta campaña denunciaron muchísimas personas a
través de gente de confianza del barrio. Cada vez contaban más y cada vez se oían
detalles más duros. La gente veía que creíamos en ella, y entonces contaban. Y cada
vez que uno venía a contarte, te daba la referencia de otro a quien también le había
pasado algo con la policía. ¡Se rompió el cordón del silencio y apareció todo lo que por
meses y años había estado oculto para quienes no lo sufrían!

Por eso Miguel, de SOS Racismo, quien también participó en la recogida de denuncias,
reflexionaba meses después de iniciarse este trabajo de investigación:

Nos hemos dado cuenta de que nosotros, la asociación no tenemos presencia en este
barrio. Estamos en la oficina de la asociación y si viene alguien a denunciar algo, pues
le atendemos. Pero nunca habíamos estado en el barrio de verdad...

Estás en el barrio y es diferente, entras en una tienda y la gente se acerca para


comentarte cosas y te cuentan alguna historia que les ha pasado... Ayudas un día a un
chico, discutes con el policía que le está intentando robar un dinero y al final el policía se
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lo devuelve. A los pocos días el chico se te acerca, te saluda y te da las gracias... ¡el tío
superagradecido!

Cuando no se conoce de cerca la situación o cuando ni siquiera se ha visto u oído hablar de ello, es
difícil creer y confiar, y por lo tanto no se está dispuesto a prestar un apoyo, por pequeño que sea.
Esto lo ha vivido muchas veces Faisal, de Marruecos, cuando busca a gente que ayude a sus
paisanos en los trámites con la documentación:

Algunos paisanos necesitan un precontrato para pedir la residencia. Yo busco alguien que
se lo haga, pero aquí es difícil. Yo he vivido mucho tiempo en Valencia. Allí la gente está
más acostumbrada a estas cosas. Aquí no. Allí pides a alguien que te haga un precontrato y
te lo hacen. Aquí tienen miedo, no saben y piensan que les va a pasar algo... Por eso cuesta
encontrar a alguien que lo haga.

La confianza tiene un límite claro e inevitable. Contamos y nos cuentan hasta cierto punto. Porque
no podemos traspasar la barrera que nos separa de la otra persona, la frontera que delimita nuestra
intimidad y nos protege frente al daño o la injerencia.

La confianza facilita una relación de ayuda equilibrada, y a su vez la relación de ayuda genera una
confianza, un reconocimiento, un respeto. Por eso con frecuencia somos capaces de hablar de
nosotros mismos, de abrirnos y ofrecer vivencias propias delicadas de transmitir a otra persona,
cuando sentimos ese respeto y reconocimiento tras su apoyo. La ayuda genera unos lazos que
hacen posible mantener la relación.

D. ENCONTRARSE
Para plantear una necesidad, para solicitar un apoyo, hace falta entrar en relación con una persona
o grupo, hace falta localizarla e iniciar la comunicación. Muchas personas de este barrio no tienen
teléfono (viven en pensiones, en realquileres), algunos no saben escribir o leer con facilidad o no
están acostumbrados a usar la escritura para comunicarse. ¿Cómo llegan hasta esa persona que
está dispuesta a ayudar o cómo se muestran disponibles? ¿cómo se encuentra la gente? ¿dónde
se encuentra?

Vamos a poner un ejemplo, el recorrido que hizo Laura una tarde por la calle San Francisco, para
hacer algunos recados.

SALGO A HACER RECADOS

EL ENCUENTRO

Me asomo al bar Marcos y dejo un sobre a nombre de Miguel, para que pase a recogerlo.
Aprovecho para preguntar si han visto a Tahar. No ha pasado por ahí esta tarde. “Dile que les estoy
buscando, que me llame”. Le dejo mi teléfono por si no lo tiene a mano. Sigo calle adelante...

Toco el timbre de Teresa. Se asoma al balcón: “¡sube!”. “Otro día, tranquilamente”, la digo, “sólo

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quiero que sepas que Sara ya ha conseguido la ropa, avisa a tu amiga para que pase a recogerla
cuando quiera, ya sabes dónde es, ¿no?”. Continúo el camino...

Meib me hace un gesto a través del cristal de su tienda y entro a saludarle. Hay dentro varios
africanos, entre ellos Alí. Me habla de un conocido suyo que está en la cárcel. Me apunta su
nombre, y yo le doy el teléfono de alguien que puede ayudarle. Otro chico a quien no conozco se
me acerca y me da una notificación judicial para que se la interprete. Alguien entra y deja una bolsa
de plástico en el mostrador: “¡luego paso a recogerla, gracias!” Salgo de la tienda y entro en el bar
de al lado...

Por fin encuentro a María. Me invita, pido un té. “Una chica joven busca para compartir casa con
otra mujer... ¿sabes de alguien? Mañana por la tarde estoy aquí en el bar, si sabes de alguien me lo
dices”. Y yo le digo, “mira, otra cosa, lo de la denuncia de ese chico... me han explicado que no hay
mucho qué hacer. Pero dile que si él quiere, lo intentamos, lo que quiera él... “Bueno, si viene otra
vez a buscarme, ya le diré”. Ya en la calle, de regreso...

Me encuentro con Shamsuddin . “Tengo algo que contarte”, me dice. “Vente a comer mañana a
casa y hablamos”. “Mañana no puedo”, me dice. “Pasado mañana”. “De acuerdo, estoy allí a las
dos, ¿qué número era tu puerta?”

¿Cómo llegan a encontrarse Laura y Miguel, Tahar, Teresa, Meib, Alí, María, Shamsuddin y otras
personas de quienes no sabemos sus nombres, en este recorrido? Los lugares de encuentro son un
bar (donde sabemos que suele pasar cierta persona), una casa (el balcón y el portal), una tienda
(de un conocido) y la propia calle. Más adelante hablaremos de estos espacios como lugares de
encuentro y acogida.

Hay encuentros casuales y otros buscados. Si no se puede contactar en ese momento con la
persona se deja un recado o paquete, se pregunta por alguien, se acuerda un encuentro posterior.
Cuando alguien encuentra a la persona que busca, le pide apoyo (para leer un papel, por ejemplo),
o le habla de sus necesidades o de otra persona (alguien que busca alquiler, que está en la cárcel o
que quiere hacer una denuncia delicada).

¿Cómo son estos encuentros? Son cotidianos (suceden cualquier día), abiertos (no tienen límite de
hora o espacio más que el de la propia intimidad), fluidos (cada cual los escoge y usa según su
necesidad), cercanos (cualquiera sabe y puede usarlos) y humanos (establecen una comunicación
de tú a tú).

Estos canales de acceso a la persona, que son el punto de partida de la relación de apoyo, van a
favorecer un modo de ayuda y comunicación también cotidiano, abierto, fluido, cercano y humano.

Existen otros canales como el horario fijo y la cita previa; la sala de espera, la ventanilla o la mesa
de despacho con silla y sillón en lados opuestos; la ficha, formulario o solicitud escrita... que son
más usados en instituciones y asociaciones. Estos canales, junto a algunas actitudes, con facilidad
marcan distancia, crean indefensión y dañan la dignidad de quien trata de solicitar apoyo. Una
mujer del grupo de Madres de Plaza de Mayo explica por qué empezaron a reunirse en la plaza:

... Y nos creamos porque en los otros organismos no nos sentíamos bien cerca; había
siempre un escritorio de por medio, había siempre una cosa más burocrática. Y en la plaza
éramos todas iguales. Ese “¿qué te pasó? ¿cómo fue?”. Éramos igual a la otra; a todas nos
habían llevado a los hijos, a todas nos pasaba lo mismo, habíamos ido a los mismos lugares.
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Y era como que no había ningún tipo de diferencia, ningún tipo de distanciamiento. Por eso
es que nos sentíamos bien, por eso es que la plaza agrupó, que la plaza consolidó
(Beristain, 1999).

Cada forma de apoyo tiene diferentes ventajas. Ante una petición, la respuesta que da una
institución o asociación puede ser muy diferente a la de una persona a título particular. Así lo pudo
comprobar María. Una mañana, cuando estaba frente a su portal hablando con Rose, una amiga
nigeriana, llegó un policía nacional de paisano y les pidió la documentación. Su amiga no tenía el
permiso de residencia y la llevaron a la comisaría “para comprobar su identidad”, según le
explicaron. María se quedó preocupada:

“¿Qué van a hacer con ella?” pensé. Podían expulsarla, como habían hecho con otras mujeres, o
maltratarla, como me pasó a mí. Yo sé lo que es estar sin papeles, sé lo que es que te lleven a
comisaría. Estás sola, hace unas horas has dejado a tu hijo en la escuela, le das un beso, “hasta
la tarde, cariño” ¡Y de repente ves que te pueden expulsar!

Llamé enseguida a los abogados que están en la Oficina del Inmigrante que hay en el barrio, a
ver si podían hablar con la policía, ir a comisaría y ver qué estaban haciendo con ella... Me dijeron
que no se podía hacer nada, era la hora de cerrar su oficina y ya no podían hacer nada hasta el
día siguiente. Después, camino de mi trabajo me encontré a un amigo de esa mujer, le conté lo
que había pasado y él me dijo, “vete tranquila a trabajar, que voy a hacer lo que pueda”. Llamó a
la Policía Nacional y no quisieron darle información, porque decían que solo informan a
abogados, así que se fue corriendo a la comisaría para visitarla y hablar con la policía.

Tras la detención de Rose, María pide ayuda a una institución municipal, la Oficina del Inmigrante, y a un
amigo. En la oficina, donde trabajan abogados, personas más reconocidas por los funcionarios
policiales, no dan ninguna respuesta, porque les preocupa cumplir su horario de trabajo. El amigo de
Rose, que no es abogado, llamó a comisaría y fue a visitarla. Aunque María llamó primero a la oficina,
porque sabía que los abogados tienen más capacidad de presión en estas situaciones, desde el punto
de vista de Rose, quien le apoyó fue su amigo.

E. PEDIR
Una relación de confianza sienta las bases para que la gente se anime a pedir, a pesar de que es
difícil. Se pide en situaciones más o menos extremas. David, un joven estudiante de Guinea
Ecuatorial, lo explicaba así a un conocido suyo cuando le pidió ayuda para una gestión complicada:

No te creas que es fácil hacer esto, no te creas que no me lo he pensado antes de


pedírtelo... ¡Me lo he pensado mucho...! Tú hazte a la idea de que para mí es un esfuerzo,
¡yo esto no se lo pido a cualquiera...! no le pido a cualquiera que me consiga ese papel...
Piensa que si yo pudiera arreglármelas no te lo pediría... Yo me siento mal, pero tengo que
pedírtelo... ¡no tengo otro remedio! ¿Me entiendes?

Se pide sólo en situaciones en las que uno no se puede manejar sólo, como explica David. Entre
otras razones, porque al pedir se muestra cierta vulnerabilidad; porque pedir ayuda es pedir cierta
dedicación de tiempo, energía, atención... Porque pedir coloca en una posición incómoda: de algún
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modo quien pide se pone en manos de la otra persona y quizás haya de responder a sus
planteamientos o exigencias.

Quien pide, tiene interés en ser autónomo, en poder manejarse solo, por eso intenta que la ayud a
dure lo menos posible. Además se minimiza la petición, o sea, se pide lo mínimo necesario para
salir adelante, no más de lo necesario; de forma que suponga la menor molestia y tratando de
ofrecer garantías.

El pedir sólo cuando no vemos otro remedio, el minimizar la petición, el tratar de ofrecer garantías y
de agradecer el favor, son gestos o actitudes en la búsqueda de ayuda entre personas y son
posibles en un contexto de confianza. No siempre suceden cuando una persona se acerca a pedir a
una asociación o institución.

F. LA CONFIANZA QUEBRADA

En la relación de ayuda, como en otras relaciones, hay engaños, hay expectativas de confianza que
no se satisfacen. En estas ocasiones es posible dar una respuesta que no necesite recurrir al
castigo, la venganza u otras actitudes deshumanizadoras. Como la respuesta de Simone, de Malí, a
un paisano que le robó dinero:

Simone llevaba entonces poco tiempo en Bilbao, y casi no hablaba castellano. Se alojaba en
una pensión con un paisano, que le guardaba su dinero y se encargaba de pagar a la dueña
de la pensión. A final de mes la dueña no había cobrado y su paisano se había marchado
fuera de Bilbao. Meses después Simone le encontró y le pidió que le devolviera el dinero.
Simone explica lo que sucedió entonces:

Él me dijo, “espérate quince días y cuando cobre te lo daré”. Yo esperé unos días y después
pensé, “si me espero los quince días va a ser peor. Él no me va a devolver el dinero, nos
vamos a pelear, va a haber lío... Si le denuncio, igual va a la cárcel, y por robarme un dinero
no merece la pena que el chico vaya a la cárcel, la cárcel no es buena para nadie... Así que
mejor lo dejo”, y me fui a buscar trabajo en otro lado.

Una respuesta que cuestione, que trate de impedir que se repita ese engaño. Así hicieron varias
personas cuando un joven africano le dejó a Laura una deuda por más de cien mil pesetas:

Yo no sabía qué decirle... Él entendía poco castellano, ¿cómo íbamos a discutir lo sucedido?
Pensé que me había dejado engañar y que ya no había mucho que hacer. Nunca recuperé
el dinero. “Dios sabe lo que ha hecho, Dios se lo cobrará”, me decía una amiga musulmana,
mas no era esa mi forma de entenderlo.

Lo que me dio mucha satisfacción fue saber que mis amigos africanos comunes le
amonestaron por lo sucedido. Uno a uno, en diferentes momentos, me hicieron saber lo que
habían hablado con él: le recordaron algunas suras del Corán que hablaban de esa actitud y
le explicaron lo que suponía robar a alguien que ofrecía su casa y su confianza a los
africanos.

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La gente que ayuda y pide ayuda es consciente de que si una persona rompe la confianza, la otra
persona detiene también la relación de apoyo. Cuando sucedió lo anterior, Meib buscó a Laura y le
comentó:

Ese chico te ha engañado. Y no te ha dado ninguna explicación. Ni siquiera te ha mirado a


los ojos cuando has ido a hablar con él después. Yo estoy muy enfadado con él, muy
avergonzado. Tú ayudas a los africanos. Eres una buena persona ¡pero ahora quizás no vas
a ayudar más a los africanos!

Para Meib, el no mirar a los ojos es un signo de falta de sinceridad o claridad, y también el no dar
explicaciones. Para él esas tres actitudes (no mirar a los ojos, no dar explicaciones, y engañar) van
enlazadas en una sola.

G. EL APOYO MUTUO
Normalmente, entre gente que vive situaciones comunes de emigración, uno mismo puede ayudar
en un momento y ser ayudado en otro. No se juega siempre el mismo papel. Otros animales actúan
así, tanto entre especies diferentes, como el guiamiel y el tejón abejero:

Un pájaro llamado guiamiel ha formado una asociación con el tejón abejero; el guiamiel
localiza la colmena y conduce al tejón hasta ella, entonces el tejón rompe la colmena y se
come la miel y las larvas de abeja. Después come el guiamiel. El guiamiel puede encontrar
colmenas con cierta facilidad, pero no puede abrirlas, mientras que el tejón no puede
localizarlas pero sí puede romperlas (Eric Pianka, 1982:216).

... como entre individuos de la misma especie, que es el caso de los murciélagos vampiros:

Ciertos murciélagos vampiros de Costa Rica dedican parte de la sangre conseguida en sus
salidas nocturnas a alimentar a otros murciélagos que están en estado de inanición porque
no han podido conseguir alimento esa noche. Un murciélago que ha recibido sangre, el día
que tenga éxito en su cacería alimentará a su vez a otros murciélagos (Helen Curtis y N. Sue
Barnes, 1995:1082).

La gente pasa por épocas más o menos necesitadas, con más o menos disponibilidad para ayudar.
Teresa, a quien una vecina del barrio encontró durmiendo en la calle y la acogió en su casa, ha
acogido después a otras mujeres. Jean, de Camerún, ayudaba económicamente a algunos
paisanos suyos cuando tenía posibilidades y en otro momento, cuando estaba pasando una mala
racha, fue acogido en casa de un amigo suyo.

El ayudar y ser ayudado en diferentes momentos facilita que esta ayuda sea más fluida. Se
entiende mejor el problema de la otra persona cuando se ha vivido algo similar. Por ejemplo, Jean
explica un encuentro con un paisano:

Ese chico me para, me pide un cigarro, me pide dinero. Él está enganchado, todo el día
fumando... y me pide dinero. Es paisano mío, somos de la misma tribu, hablamos la misma
lengua... Y yo le digo en nuestra lengua, “¿por qué me pides? ¿no ves que no tengo trabajo,
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que no tengo dinero?”.

Yo antes de estar así le daba al chico mil pesetas todos los días para pagar su comida y sus
cosas. Le daba cuando me lo encontraba en la calle: “Toma, mil pesetas...” Después se me
acabó el dinero. Ya no puedo ayudarle.

Como no puede dar dinero a su paisano, le explica su negativa con claridad. Quien ayuda y es
ayudado, cuando le piden, sabe bien lo que significa tener esa necesidad y tener que pedir, porque
lo ha vivido. Cuando pide, sabe lo que significa dar, porque también ha dado cuando tenía
posibilidad de hacerlo.

Se puede ayudar en un momento y ser ayudado en otro momento, y también se puede dar y recibir
apoyo al mismo tiempo, ya que en la relación de ayuda hay diferentes necesidades y diferentes
capacidades para ayudar. Quizás al tiempo que se recibe una ayuda por dificultades económicas,
ayudamos de otro modo a alguien cercano que está peor. Por ejemplo, Mansour, que recibía ayuda
institucional para comer en un comedor social, a veces ayudaba a un paisano que no tenía acceso
a esta ayuda. Mansour dice:

La tarjeta para el comedor social... tú puedes pedirla y luego se la das a un amigo, a


otro que no puede pedirla. Porque todos no pueden pedir... Si tú hablas bien español,
puedes conseguir más fácilmente ayuda. Puedes explicarte, “Yo soy pobre, no tengo
casa, no tengo dónde comer, yo tengo mucha hambre...” y te dan ayuda. Pero si tú no
hablas bien, no puedes decir eso. Ellos no te entienden, no se fían y quizás no te dan
ayuda. Por eso a veces uno pide la tarjeta para el comedor y se la da a otro amigo que
necesita comida. Así hacía yo a veces.

La gente aporta recordando cuando ha sido apoyada, sabiendo que otras veces aquel a quien da u
otro le han ayudado, y considerando que esta actitud también le permitirá contar con apoyo en otro
momento. Existe un dicho sobre la ayuda de ida y vuelta entre dos personas: “hoy por ti, mañana
por mí”. Hay otra forma de expresar la reciprocidad en el apoyo: “a veces damos y otras recibimos”,
que concibe el dar y recibir de un modo más global. En la vida todos damos y recibimos, aunque en
cada relación particular no siempre sea así. Alí lo explica tras ayudar a Mohamed, un joven de
Guinea Conakry para que saliera de la cárcel y, una vez fuera, animarle a buscar trabajo en el
campo:

Reunimos dinero entre algunos conocidos africanos y así él puede coger el tren y se va a
Murcia a la lechuga. Me llama unos días después desde un pueblo de Murcia y me dice, “Alí,
muchas gracias”. Yo le digo, “no pasa nada, Mohamed, algunas veces la ayuda es para uno,
otras veces es para otro. ¡Nunca sabes en la vida con qué te vas a encontrar, nunca sabes
lo que te va a pasar!”

H. AGRADECER

A alguien que ayuda, sea una ayuda grande o pequeña, se le recuerda de modo especial, se le
agradece, como poco, con una consideración. Como lo muestra Sulaimán, de Senegal, a Katy. Ella
trabajó en una asociación dando clases de castellano a inmigrantes, y Sulaimán fue su alumno.

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Sulaimán se marchó a trabajar a Salou, y desde hace años llama a Katy por teléfono:

Yo nunca te voy a olvidar, Katy, nunca te olvido. Nunca os olvidaré a vosotras. El español es
muy importante. Vosotras me habéis enseñado a mí el español cuando vine aquí. Yo no
sabía nada y vosotras me lo habéis enseñado a mi poco a poco. Ahora yo sé español, yo
puedo hablar y entender... Vosotras sois muy buenas. Ahora yo estoy aquí en Tarragona,
pero nunca te voy a olvidar. Gracias, muchas gracias...

Se agradece una compañía, una relación abierta o una confianza. Se agradecen apoyos materiales
como una gestión, un préstamo o la acogida en una casa. Aisha, que llegó de Marruecos hace
veinte años a Bilbao con sus padres, explica:

Hay un marroquí que estuvo en nuestra casa un mes, acababa de llegar de Marruecos.
Estuvo un mes con nosotros, y luego se fue a vivir a Francia, encontró allí trabajo. Y el
hombre viene todos los años a visitarnos. ¡Hace seis años que viene a agradecernos por
aquel mes que estuvo con nosotros, y nos lo recuerda todo el rato...!

Se agradece guardando un respeto especial hacia la persona que ha apoyado, un respeto


entendido a veces desde la vivencia religiosa. Por ejemplo Simone, de Malí, le explicaba a Laura
cuando ella le acogió en su casa:

Yo estoy aquí en tu casa, yo no te pago, me das para dormir, como en tu casa... Si yo un día
te veo en Barcelona, en Madrid, si un día me encuentro contigo y no te miro, a Dios no le va
a gustar, entonces Dios no va a mirarme bien. Si tú te encuentras a una persona en la calle y
la das de comer... le llevas a tu casa y esa persona duerme en tu casa y la das de comer...
esa persona no te va a olvidar nunca.

Quien recibe un apoyo y siente la necesidad de agradecer busca variadas formas. Hay muchos
modos de dar cuando no se tiene casi nada. Estos son, por ejemplo, diferentes detalles que Laura
recibió, según explica ella:

Aquel año, Rosibel me regaló varias latas de la ayuda alimentaria de Cruz Roja. La primera y
la última vez que acepto algo tan incomible.

Teresa me dio una falda: a ella le acababan de dar dos iguales en el ropero de la parroquia,
porque lo estaban desmantelando. Otro día me llevó a la pescadería con ella y me compró
dos kilos de chicharro.

Moustafá me trajo una lámpara vieja y unos pliegos de colores que encontró al lado de un
cubo de basura. A Moustafá le encanta recoger y aprovechar cosas de la calle y no deja de
admirarse de la cantidad de objetos que se dan por inútiles y se tiran.

A los tres les había conocido en las clases de castellano que entonces se daban en el barrio.
Rosibel era la alumna más aventajada. A Teresa no logré enseñarla a escribir. Moustafá, por
último, estuvo unos meses como profesor, enseñando a sus paisanos. Nuestra amistad no
había hecho más que empezar y es a través de pequeñas peticiones, agradecimientos e
intercambios como avanzaría.

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Quien presta un apoyo no suele esperar retribución, aunque este apoyo sí genera una necesidad
de agradecer. Un agradecimiento no busca pagar la ayuda con algo equivalente, equiparable; no
existen medidas. Se agradece desde la percepción y capacidades de quien recibió. Por eso a veces
se agradece especialmente a las personas de la sociedad de llegada, de quienes no se espera ya
un apoyo; o no se agradece a quien se tiene más cerca, como explica Aisha, que ha ayudado a
muchos paisanos suyos, porque lleva mucho tiempo en Bilbao y se desenvuelve bien en esta
sociedad:

A un paisano, con quien tienes más confianza, le vas a exigir más cuando le pides y en un
momento dado también le vas a reprochar. Esperas más de él. Si un paisano te ayuda,
piensas, “es que es de los nuestros”, es como un deber ayudar, y entonces no se lo
agradeces.

Se agradece cuando se puede. Así como no tiene medida, el agradecimiento tampoco tiene un
límite temporal. Cuando se está un poco mejor, quizás uno recuerde a quien le apoyó en otros
momentos y le agradezca.

Así hace Abubacar, un chico de Malí que vivió tres meses en casa de Cristina. Dormía con otros dos
chicos en una pequeña habitación. Entonces no tenían trabajo. Compartían la casa con Cristina, su
familia y otros chicos que realquilaban. Pasaban mucho tiempo en la casa, iban a la cocina cuando
estaba libre, se hacían macarrones o arroz y se metían en la habitación a comer. Después de unos
meses Abubacar se fue a trabajar al campo:

Entender a Cristina era difícil, pero algo sí hablábamos entre nosotros. Estábamos juntos
mucho tiempo. Su hija era muy lista... Han pasado años de aquello y aún me acuerdo mucho
de ella. Ahora, cuando vengo a Bilbao y me los encuentro por la calle, le doy a Cristina algo
de dinero. “Toma, mil pesetas”, le digo, “para que le compres algo a la niña”.

La ayuda que genera una confianza, un respeto y reconocimiento, permite desde estos lazos que
quien recibió ayude a su vez, muestre su disponibilidad: así, una ayuda posibilita otra a modo de
agradecimiento. Se unen la persona agradecida con quien le ayudó y también con cualquier
miembro del grupo o comunidad de esa persona. Se entiende que la persona es parte de una
comunidad, y que sus actitudes son también las de su grupo.

Se agradece ayudando, y de este modo se abren más posibilidades de apoyo. Recordemos lo


hablado sobre la reversibilidad, entendida de forma global como “unas veces damos y otras
recibimos”: si se ayuda a cualquier miembro del grupo con quien se identifica a esa persona, se
promueve una refuerzo positivo del apoyo; cuanto más se da un apoyo, hay más posibilidades de
que siga dándose. Cuanto más ayudas tú, más te ayudan; y cuanto más te ayudan, más ayudas de
nuevo.

En la relación de una persona con una institución o asociación es más difícil crear una relación abierta ya
que hay una gran brecha entre quien ayuda y es ayudado. Pocas veces quien ayuda desde una
institución o asociación se abre, se da a conocer, muestra su vulnerabilidad. Por eso hay poca
retroalimentación a través del agradecimiento.

Este ciclo de ayuda y agradecimiento existe como un valor cultural y de supervivencia. Una cultura
donde el apoyo mutuo es importante, como sucede en muchas culturas de origen de los
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inmigrantes, es también una cultura donde se sabe agradecer. Se sabe dar, esto es, ayudar en una
dirección; y se sabe aceptar, recibir, o sea, ayudar en dirección inversa. Se sabe también
agradecer, y así se da el refuerzo positivo de la ayuda. Se viven y entienden las tres acciones
formando parte de un todo.

A veces en culturas con menos arraigo de la ayuda y el agradecimiento, cuesta entender algunas
actitudes. Sole explica lo que le pasó cuando contrató como empleada de hogar a una paisana de
Faisal, de Marruecos:

Después de quedar los dos con el abogado y hacer el contrato de trabajo, me llamó
dieciocho veces... un montón de veces... Todo el mes estuvo llamando. Sonaba el teléfono,
preguntaban por mí. “¿Qué tal estás, Sole? soy Faisal ” me decía. “Bien, bien”, respondía yo.
“¿Qué tal estás?” volvía a preguntar, “¿qué tal todo? ¿qué tal la familia?”. Y yo pensaba,
“eso es que le falta un papel y le da vergüenza decírmelo”. Yo pensaba que me llamaba
porque necesitaba algo y me ponía nerviosa, porque pensaba “¡nunca acaba de pedírmelo”.
Me ponía nerviosa ¡y no sabía cómo seguirle la conversación para que soltara lo que quería!
Llamaba un día y otro día... Y al final me di cuenta de que no, que me llamaba para ver qué
tal estaba y ya está. O sea, me llamaba porque estaba muy agradecido por el favor que yo le
había hecho al contratar a su paisana... era su forma de agradecérmelo, creo yo.

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Todos soltamos un hilo, como los gusanos de seda. Roemos y
nos disputamos las hojas de morera. Pero ese hilo, si se
entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso
tapiz, una tela inolvidable.

Manuel Rivas, 1998


El lápiz de carpintero

Capitulo 4. “Así hacemos nosotros”


LA AYUDA IMPLÍCITA

Hemos descubierto formas de apoyo que permiten superar un bache en la inmigración: surgen
cuando alguien tiene una necesidad en una situación concreta, puntual, y pide o se le ofrece apoyo.
A veces buscamos alguien que pueda apoyarle, tiramos del hilo de las amistades y los familiares.
Creamos así una pequeña cadena de ayuda: yo le pido a otro, que a su vez pide a... hasta que mi
amiga consigue aquello que necesitaba, ese empujón, esa información, ese dinero o
recomendación. Todos conocemos y vivimos esta forma de apoyo. “Le ayudo”, “me ayuda”,
explicamos cuando sucede.

Hemos visto también apoyos que permiten salir adelante en lo más básico: situaciones variadas de
inmigración, en las que todo un grupo de personas vive necesidades parecidas y entonces, sin que
sea necesaria una petición expresa o una oferta verbalizada, se unen y se ayudan. Aquí el grupo, la
cadena de apoyo no se forma ante una situación concreta como en la ayuda puntual. El grupo ya
existe, es el grupo de los inmigrantes, el de los africanos, el de los paisanos... una amplia y fuerte
red que permite ensayar a caminar por la obligada cuerda; aprender, a quien no le queda otro
remedio que subir al trapecio, a balancearse con cierta seguridad, una red que anima e invita a
entrar a quien lo necesita. La propia comunidad es el seguro de vida.

Probablemente no todos conocemos esta forma de apoyo, que es más común en situaciones
extremas y en ciertas comunidades y culturas. A menudo quien lo vive no le pone nombre, no lo
define, porque está imbricado en lo más cotidiano.

Ambas formas de apoyo se mezclan y se funden. No existen criterios para asignar en uno u otro
apartado a cada peculiar situación de ayuda. No tratamos aquí de hacer una clasificación ni de dar
títulos a una y otra. Lo importante es entender en qué consiste esta ayuda que con frecuencia se
apoya en una red, en un grupo, en una cultura; y sobre todo ver cuál es su efecto en la vida de la
gente. Respuestas cotidianas que acogen a la llegada, que arropan e incorporan al grupo, que
permiten encontrar o aprender un oficio, manejarse en situaciones extremas, apoyar al pueblo de
origen... logros de esta forma de vivir la ayuda que es necesario reconocer y promover, y sobre la
que profundizaremos a continuación.

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A. LA RED DE APOYO

Mirando las relaciones entre las personas de un grupo, nos daremos cuenta de que los lazos de
apoyo o líneas imaginarias que las unen forman un entramado similar a una red de pesca. Por eso
cuando nos referimos a las relaciones de ayuda entre las personas de un mismo grupo o las
relaciones entre varios grupos hablamos a veces de redes de ayuda o redes de apoyo.

Las redes de apoyo son efectivas en tanto que funcionan no sólo a nivel individual, para facilitar
que alguien salga adelante, sino a nivel global, para que una comunidad de paisanos pueda
mantenerse, y para que sea más factible todo un proceso migratorio.

Una gran proporción de inmigrantes no tiene papeles, no puede hacer variadas gestiones
administrativas, no puede cruzar fronteras libremente; otros, tengan o no papeles, no tiene derecho
o acceso real a la asistencia pública social, educativa y sanitaria; la mayoría no tiene derecho a
voto. Se mantienen por lo tanto al margen de lo que es la parte más formal del funcionamiento del
Estado: el funcionamiento administrativo, la delimitación de fronteras, la asistencia pública y la
participación electoral. No porque no quieran incluirse, sino porque se les excluye.

A pesar de todo esto, la mayoría de los inmigrantes logra hacer vida en esta sociedad, lo que
significa trabajar; tener una vivienda donde comer y dormir dignamente; tener cierta actividad social,
cultural y religiosa; mantener vínculos con su familia y sociedad de origen, etc. Las redes de apoyo
compensan en unos mínimos las limitaciones en derechos humanos básicos (salud, vivienda,
educación, trabajo, circulación).

Cientos de comunidades salen adelante gracias al apoyo entre ellos y ellas. Suárez afirma:

La precariedad de los emigrantes, que viven entre dos o más Estados, relativamente
desplazados de los dos, se contrarresta con actitudes y actuaciones basadas en las
relaciones de apoyo y protección y las redes sociales. Estas redes superan las limitaciones
de las fronteras geográficas, de la distancia cultural y de las barreras políticas (Suárez, 1996:
26).

La forma en que circula el apoyo en una red se llama estructura de la red o modo de funcionar de la
red. Veamos la estructura de la red de apoyo que se creó en torno a Mohamed, de Guinea Conakry,
cuando estaba en prisión preventiva:

APOYANDO A MOHAMED EN LA CÁRCEL

ESTRUCTURA DE LA RED DE APOYO

Cuando a Mohamed lo metieron en la cárcel, llevaba poco tiempo en el barrio y casi no tenía gente
conocida en Bilbao. Durante los seis meses que estuvo en prisión varias personas le ayudaron.
Algunas sólo le conocieron una vez fuera de la cárcel. Laura, que estaba entre ellas, explica cómo
le apoyaron:

Yo no le conocía. Alí me llamó un día, me contó lo que pasaba, que le habían metido en prisión... y
yo averigüé quién le había tocado como abogado de oficio.

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Llamé a Ainhoa, una amiga que trabajaba algunos días en la cárcel y le expliqué la situación. Mi
amiga Ainhoa comenzó a hablar con él en sus visitas a la cárcel.

Alí le hizo llegar dinero para que Mohamed pudiera llamarnos por teléfono. Y cada vez que
Mohamed necesitaba algo, Alí me llamaba a casa y me lo comentaba.

Yo le dí mi dirección a Mohamed y él me escribía cartas desde la cárcel. Escribía también a Alí y


nos pedía a los dos que buscáramos y le lleváramos su ropa, que le lleváramos cosas de aseo. Nos
pedía también que habláramos con su abogado de oficio.

En realidad las cartas que recibíamos de la cárcel no las escribía Mohamed, las escribía su
compañero de celda.

Alí fue quien me pidió que ayudara a Mohamed ¡y una vez me vi animando a Alí a que le apoyara!
Era yo quien le pedía a Alí que le enviara algunas cosas a Mohamed, porque él estaba cansado y
escéptico.

Cada vez que Ainhoa o Mohamed se ponían en contacto conmigo por carta o por teléfono, yo
llamaba a Alí, llamaba a Oiane, una amiga abogada y llamaba al abogado de oficio para
transmitirles las inquietudes de Mohamed y ponernos al día mutuamente.

Más adelante Alí habló con algunos conocidos de Mohamed que vivían en el barrio. Opinaban que
había que conseguirle abogado particular, porque quizás el abogado de oficio no estaba haciendo
todo lo que podía. Ellos pensaron en reunir dinero entre todos para pagar uno en el caso de que
Mohamed decidiera cambiar.

Mi amiga Ainhoa le seguía visitando siempre que iba por la cárcel. Y me llamaba de vez en cuando
para contarme cómo estaba. Alí me decía cuando hablábamos del tema, “¿quién es esa amiga tuya
que trabaja en la cárcel? ¡Esa chica es muy buena!”

Ainhoa me decía muchas veces, “este chico está muy sólo, está muy desesperado, este chico no
tiene que estar en la cárcel, no ha hecho nada...” Me pedía, “llama al abogado otra vez”,
“consíguele libros para que se distraiga un poco”, “quizás sea bueno hablar con el juez, inténtalo...”.
Realmente, había momentos en que yo seguía apoyando a Mohamed porque mi amiga le apoyaba.
Porque ella, que le veía de cerca, nos insistía.

Y llamaba a Dominique, una amiga francesa, para que me prestara libros y le escribiera en francés,
para que Mohamed lo pudiera entender mejor. Por eso él también escribió a mi amiga francesa.

Hablamos muchas veces por teléfono con el abogado de oficio. Poco a poco él empezó a confiar en
nosotras, y después empezó a creer en Mohamed.

Conocí a Mohamed el día del juicio, que fue el mismo día en que salió de la cárcel. Sólo nos
pudimos ver de frente en la sala en el momento en que los dos policías que le vigilaban se
levantaron para esposarle y sacarle de allí.

Esta es la historia de cómo varias personas relacionadas entre sí apoyaron a Mohamed mientras él
estaba en la cárcel. Vamos a fijarnos en algunos detalles de la historia, que nos indican como era
esta red de apoyo a Mohamed:

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Varias personas que no conocían a Mohamed estuvieron dispuestas a ayudarle a título personal,
porque confiaban en amigos o conocidos comunes: Laura ayuda porque se lo pide Alí, confía en
Alí; la abogada, Ainhoa y Dominique ayudan porque confían en Laura, quien a su vez confía en Alí.
La red se fundamenta en relaciones personales, se construye a través de la confianza.

A través de esos lazos de confianza, varias personas podían intercambiar información sobre la
situación de Mohamed, sobre el mejor modo de apoyarle; hacer llegar dudas y peticiones y
responder éstas (dudas sobre lo que había que hablar con el abogado, peticiones de ropa, de
libros...); transmitir inquietudes, miedos o ánimo. Indirectamente, a través de la comunicación que
establecieron, también intercambiaban la experiencia personal de cada una. La red de ayuda
permite hacer fluir, hacer circular información y experiencias. Al compartir con alguien la experiencia
e información personal, ésta puede ser de utilidad para todas las partes de la red, se hace de todos.
La red permite prestar apoyos concretos, en forma de tareas o gestiones, y también permite hacer
circular información y experiencias.

Cada vez que se da un paso, que alguien hace una petición: Alí pide averiguar su paradero;
Mohamed pide hablar con el abogado o con el juez; Ainhoa pide conseguirle ropa y libros... quien
puede responde, y todos saben lo que sucede. Durante el tiempo en que Mohamed estaba en la
cárcel la comunicación entre todas estas personas no cesó, si no era una persona, era otra quien
ponía en marcha el flujo de información, quien llamaba para contar, para pedir, para preguntar...
Tampoco abandonaron los esfuerzos por apoyarle, porque si una parte de la red se debilitaba, si
alguien se cansaba o desanimaba, siempre había otro que le empujaba a seguir adelante: Alí p idió
apoyo a Laura y después fue Laura quien animaba a Alí a seguir; Laura pidió apoyo a Ainhoa al
principio, y después fue Ainhoa quien insistía a Laura; por último, Mohamed pedía e insistía a todos.
La red se autorrefuerza constantemente.

En capítulos precedentes hemos visto que el equilibrio, la igualdad y el agradecimiento permiten


invertir el sentido de la ayuda. En este caso, la comunicación, al apoyo o el ánimo se da a veces en
un sentido (Laura anima a Alí), otras en el sentido opuesto (Alí anima a Laura), y a la vez en varias
direcciones (Laura llama a varias amigas). La red es reversible.

Laura mantenía relación con algunas personas (profesionales, amistades y conocidas suyas, entre
ellas Alí). Alí tenía relación con los africanos del barrio. Laura y Alí son como puntos de referencia,
nudos de la red, que contactan de modo especial con otra gente. La red tiene personas clave o
personas de referencia.

Alí no conocía a las amigas de Laura; Laura no conocía a los amigos de Alí, ni los conoció después;
y sólo Ainhoa, que entraba en la cárcel, conocía al compañero de celda de Mohamed, quien le
escribía las cartas. Es decir, nadie conocía todos los eslabones de la cadena y a la vez había
grupos de conocidos enlazados entre sí a través de personas clave. Por eso si fallaba un paso (por
ejemplo, si Alí se desanimaba), no se detenía el flujo de ayuda en la red, porque podían funcionar
otras ramas de la red. Había siempre un enlace con otra pequeña red, que refuerza el hueco dejado
por alguna de estas personas. Es en conjunto una red formada por pequeñas redes o ramas. La red
tiene ramificaciones.

En el caso de Mohamed, la red de ayuda creada sirvió para prestarle apoyo jurídico, para darle
ánimo y para hacerle llegar cosas a la cárcel. La red de apoyo funcionaba de forma diferente, según
el momento o la persona que participara. Es una red flexible. La red funciona en situaciones
diversas. No está especializada en una sola situación y modo de responder.

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Cuando Mohamed salió de la cárcel, a pesar de llevar seis meses encerrado allí, su red de
conocidos había crecido: se habían incorporado Laura, Oiane, Ainhoa y Dominique. Gente diversa,
cada cual aportando lo que podía. Como la red de ayuda sugería diversas posibilidades de acción,
podía participar gente con disposiciones y capacidades diferentes. Así es como la red podía crecer,
aglutinando a gente variada. La red crece y se fortalece cuanto más se usa.

Dado el primer paso, esa petición, esa respuesta, que sería como el ensayo primero de una ayuda,
la relación de ayuda se hacía cada vez más cercana e intensa, más fluida, como lo explica Laura:

Quienes nos conocimos a través de Mohamed y ensayamos por primera vez aquella red de
apoyo, la volvimos a usar en sucesivas situaciones. Sabíamos que podíamos confiar en las
otras personas para hablar de cuestiones delicadas. Sabíamos para qué podíamos contar
con cada una, desde nuestra experiencia y capacidades.

Encontraremos y reconoceremos estas características a menudo en las situaciones de apoyo en


grupo, en red, que veremos a continuación.

B. APOYO EN SITUACIONES EXTREMAS

Hay momentos en los que casi todo el mundo está dispuesto a aportar o ayudar, y otros en los que
no. De algún modo, se priorizan unas situaciones frente a otras. Hay situaciones en las que
subjetivamente se ve más necesaria la ayuda, más apremiante o más obligada éticamente,
situaciones más difíciles de llevar en soledad, más extremas, como la muerte y el encarcelamiento.

MUERTE

La muerte fuera del lugar de origen es uno de las situaciones en que casi todas las comunidades se
unen para dar respuesta, y dentro de la comunidad, todos aportan, sobre todo si la persona muerta
no tenía familiares en el lugar donde residía.

Vicky, mujer angoleña que lleva cuatro años aquí con su marido, también angoleño, y que tiene una
hija pequeña, decía sobre sus paisanos:

Nosotros yo creo que casi no nos ayudamos, pero lo que sí hacemos entre todos es juntar
dinero para llevar un cadáver... Siempre que ha muerto un africano hemos juntado dinero
para llevarlo a África.

Los ritos funerarios y de duelo son necesarios para muchas familias y comunidades, permiten
reconocer la pérdida, facilitan la expresión del dolor, mitigan la separación, ayudan a garantizar el
orden social y a honrar la memoria de la persona muerta (Bowlby, 1980). La necesidad del duelo,
las tradiciones de cada cultura respecto a la muerte, el valor afectivo de la muerte de un ser
cercano y querido... hay muchos factores que hacen de la muerte fuera de “casa” una situación
universal a la hora de apoyar. Especialmente si hablamos de países con poco desarrollo
económico y poca cobertura social, donde no se va a contar con el apoyo de las embajadas para la

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repatriación del cadáver, o no hay una cobertura del sistema de seguridad social para estas
situaciones.

Algunos motivos de muerte de inmigrantes africanos y magrebíes en los últimos años en Bizkaia
son enfermedades (cáncer, pulmonía, sida), agresiones y suicidios. Cuando un inmigrante muere se
hacen colectas de forma muy organizada y casi todos participan en ellas. La noticia de la muerte
llega con rapidez a todos los conocidos, paisanos o hermanos de cultura, religión o continente.
Todos entienden la necesidad de repatriar el cadáver y permitir un duelo y enterramiento dignos,
acorde con su cultura y religión, y según los deseos de su familia.

Así como la información pasa de boca en boca, las donaciones anónimas pasan de mano en mano
hasta llegar a las personas encargadas de recoger el dinero y hacer las gestiones para enviar y
acompañar el cadáver. En la comunidad senegalesa, por ejemplo, una persona cercana se
encargará de viajar a otros lugares del país donde viven paisanos a llevar la noticia y recoger
dinero.

Frente a estas situaciones en las que prácticamente todas las comunidades y personas se unen y
se establece automáticamente una red de apoyo, en otros casos no es así. El apoyo dependerá del
momento y la persona. Por eso Aidalina, de República Dominicana, dice:

Está muy bien que nos movamos cada vez que se muere una chica, pero lo que hay que
hacer es para antes de muerta, antes de morirnos tenemos que ayudarnos, ¿no?

También depende de cada cultura y religión, y del tiempo que la comunidad emigrante lleva
asentada aquí. Min, de China, que lleva veinte años en Bilbao, apunta:

Para nuestros padres igual era muy importante la forma de enterrar a los muertos. Hacerlo,
por ejemplo, según la tradición budista, hacerlo en una caja de madera especial, de muy
buena calidad, que es muy cara... Nosotros ya no lo vemos igual. Yo si me muero, que me
dejen aquí, ¿qué más me da? Ya estoy muerto. Quizá mi madre no lo ve así, pero eso es lo
que pienso yo...

Las catástrofes en el país de origen son otras situaciones en las que se hacen colectas. Min explica
sobre los chinos:

Hace uno o dos años, el año de las inundaciones en China, mucha gente se quedó sin casa,
y luego había un montón de enfermedades que se transmiten por... el tifus y otras... En
Bilbao recogimos dinero, reunimos entre todos y lo hicimos llegar a China a través de la
embajada.

ENCARCELAMIENTO

Las precarias condiciones de vida y de documentación personal de muchos inmigrantes junto al


tratamiento que se les da en el ámbito policial y judicial hacen frecuentes las detenciones, el pasar
días en comisarías o calabozos y el ser ingresado en prisión preventiva aunque esté acusado de
pequeños delitos, con el argumento de “falta de arraigo” o “falta de un domicilio de referencia”.

En estas situaciones, si no hay familiares o amigos cercanos, puede que nadie se extrañe de su
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ausencia, que nadie le eche de menos, pregunte por él, pida explicaciones o denunciar su
desaparición... Por eso es tan importante estar al tanto de esta gente que está más sola, más
aislada. Alí, de Gambia, se preocupó tras algún tiempo sin ver a Mohamed:

Pasaron quince días y yo no veía a Mohamed en la calle. Preguntaba por él y nadie le había
visto. Y yo pensé, “a este chico igual le han detenido, igual está en la cárcel...” Yo sabía que
él andaba my mal, no tenía dinero, no tenía trabajo, andaba trapicheando... Él estaba solo,
no tiene nada de familia aquí, no tenía amigos... Y yo pensé, “igual le ha cogido la policía,
igual está en la cárcel”. Y llamé a una abogada para ver si ella podía averiguar dónde
estaba.

No es extraño, por ejemplo, que algunas personas pasen tres días en comisaría sin que nadie más
que la propia policía o jueces sepan nada de ellas. En las situaciones extremas en que viven los y
las inmigrantes, muchos han pasado meses en la cárcel sin comunicación con el exterior, antes de
que alguien más o menos cercano se diera cuenta de su ausencia en el barrio o pudiera averiguar
su paradero.

En cuanto a la situación de los extranjeros en las cárceles del País Vasco, el Ararteko afirma, entre
otras cosas, que existe lentitud en los trámites con su documentación, que no les informan de sus
derechos, que tienen dificultades para las comunicaciones, desatención de abogados y denegación
de permisos (1996:129-130).

La cárcel es en definitiva un ambiente muy cerrado, poco transparente. Por ejemplo, la


comunicación con una persona presa se permite sólo si es a iniciativa de ésta. No es posible
llamarla por teléfono (ha de llamar ella, si tiene dinero) o ir a visitarla directamente (ha de hacer una
“autorización” previa de la visita), no se aceptan envíos de paquetes por correo y no todas las cartas
llegan. Por eso no fue fácil que Mansour localizara a Tom, su paisano. Veámoslo:

Mansour y Tom salieron de Sudán durante un conflicto y por vías diferentes. Años después
se encontraron en Bilbao, y eran los dos únicos paisanos en la ciudad. Tom era toxicómano.
Por temporadas dormía en las ruinas de una fábrica del barrio de Rekalde, junto con otros
toxicómanos africanos. Otras veces en los bajos de un edificio de Renfe, junto al muelle de
la ría de Bilbao, y otras pasaba las noches bajo el puente de Atxuri. Cambiaba de lugar
donde dormir cuando la policía le molestaba, pero donde adquiría la droga era siempre el
mismo sitio. Por eso Mansour se lo encontraba de vez en cuando por la calle San Francisco.
A veces Tom le daba una bolsa de ropa sucia y Mansour la lavaba en su casa.

Mansour empezó a dudar si a Tom le había pasado algo tras mes y medio sin encontrarse
con él por la calle. Mansour estaba nervioso y preocupado. “Igual está en la cárcel... igual
está muerto... Un día aparece muerto en la calle, un yonqui muerto, un negro muerto, y
nadie se va a enterar...”. Decía. Preguntó a la gente que le veía a diario en la calle y a los
comerciantes africanos que le conocían. Nadie la había visto desde tiempo.

Había que averiguar dónde estaba Tom. Empezaron por los hospitales, después intentaron
en las comisarías de la Ertzaintza y de la Policía Municipal y en la Prisión Provincial de
Basauri, pero en estas últimas no informaban: “sólo podemos decirlo a un familiar suyo, lo
siento, entienda que debemos proteger su intimidad”. ¿Cómo confirmar si estaba ahí?
Recurrieron a una persona que trabajaba dentro de la cárcel y ella les confirmó que Tom
llevaba allí dos meses.

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A quien no ha estado nunca dentro ni cerca de una institución tan cerrada como la cárcel, sólo le
queda imaginar o tomar como modelo las cárceles de su país. Alí decía:

Muchos tenemos miedo, no sabemos qué es la cárcel, pensamos que si vamos a ver a un
amigo a la cárcel nos coge la policía y nos mete para adentro. Tenemos mucho miedo de
acercarnos, no queremos que nos vean por allí...

Luego la conoces, y te das cuenta de que la cárcel aquí es otra cosa, no es como África.
Aquí en la cárcel no estás mal, te tratan bien. Solo que no puedes trabajar, pierdes el
tiempo, no puedes mantener a tu familia si estás en la cárcel...

Y Ousman, de Senegal, dice:

Nunca he ido a visitar a nadie a la cárcel. Nosotros pensamos que cuando alguien hace algo
malo, algo que nos gusta, si vamos a verle a la cárcel van a pensar que somos como él, que
hacemos mal... por eso muchos no vamos.

Gilberto, de Cabo Verde, intentaba visitar a sus amigos en la cárcel, y se frustraba porque no le
dejaban. Hasta que le explicaron cómo tenía que hacer:

Primero mi amigo tenía que rellenar una solicitud con mis datos, nombre, apellidos, el
nombre de mi padre y de mi madre, el número de residencia, mi fecha de nacimiento...
Claro, él no sabía todo eso, así que yo tenía que enviarle una carta por correo primero o
esperar a que me llamara por teléfono, pero eso no era fácil, ¡porque él solo podía hacer una
llamada de teléfono a la semana!... Y cuando ya estaba todo, yo tenía que llamar para pedir
hora para el fin de semana.

Ahora ya sé cómo hacerlo, y cuando meten a alguien, voy a visitarle. Me dejan verle durante
veinte minutos a través de un cristal, y hablo con él por un telefonillo. Antes, como no sabía,
iba allí y no me dejaban verle.

A pesar de la dificultad que supone, muchos inmigrantes hacen visitas a sus familiares, amigos o
paisanos en la cárcel. Y se hacen las gestiones que haga falta para conseguir, por ejemplo, objetos
de culto religioso musulmán (rosarios y alfombras para rezar, coranes...) o para establecer contacto
con representantes de otras religiones africanas.

C. LA ACOGIDA

La acogida, en las situaciones que viven las personas que emigran, más aún cuando residen en un
barrio excluido de atención social, es uno de los ejes que posibilita su supervivencia. Nos referimos
a la acogida en lugares de la vida cotidiana, nos referimos a la acogida que da calor humano
cuando se acaba de llegar o en otros malos momentos. Hay espacios que son más adecuados para
la acogida, para establecer relaciones de apoyo. Uno de ellos son las casas o pensiones donde
conviven paisanos o gente de lugares diversos, y otro son algunos bares y tiendas de inmigrantes.

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La gente que emigra está dispuesta a acoger en su casa, porque sabe que es importante para
echar a andar o para salir de un bache. Esto lo tiene claro Ghizlain, de Marruecos:

Yo conocí una chica marroquina, esa chica era muy buena... Hace mucho que no sé nada
de ella, y me han dicho que ahora está muy mal, que está sola, bebe mucho y lo está
pasando muy mal... Mira, ¿sabes qué te digo? Si yo la encuentro ahora, la voy a ayudar. Si
yo me la encuentro por ahí un día la voy a llevar a mi casa, la voy a tener allí y le voy a dar lo
que necesita, lo que sea...

Miriam, que ahora trabaja como empleada de hogar, no se lo pensó mucho cuando le llamó por
teléfono una antigua compañera de trabajo. Miriam recuerda:

Esa chica... era de Nigeria, era muy joven, hace tiempo que no sabía nada de ella, y un día
me llama por teléfono, me dice, “mira, Miriam, estoy muy mal, estoy enganchada, no tengo
dónde dormir, déjame ir tu casa...” Yo la dije que sí... “venga, vente a mi casa”. Y al día
siguiente me dice, “mira, mi novio también está enganchado, está como yo, en la calle...”. Y
la digo, “bueno, llama a tu novio, que venga...”. Y estuvieron unos días en mi casa.

Estar dispuesto a acoger a alguien significa tener la casa abierta y darle las cuestiones básicas para
vivir: lecho, comida, ropa, conversación, compañía y hasta apoyo para la inserción laboral,
haciéndole sentir bien, “como en su casa”. Como ofreció Cristina, de República del Congo, a una
joven conocida que llegó a Bilbao con una niña de pocos años. De un día para otro, Cristina las
acogió en su casa, les dio cama y comida, le buscó trabajo, se quedó a cargo de su hija pequeña, y
empezó a hacer gestiones para conseguir ropa para la niña y matricularla en una escuela. Así lo
explicaba Cristina el día siguiente a la llegada de esta joven:

Llegó desde Francia ayer por la tarde. Se ha venido, porque allí su tío le estaba tratando
muy mal y ella no aguantaba más. Ya la hemos encontrado trabajo en una casa, esta
mañana ha venido una vecina a recogerla para llevarla...

Y esta niña que me sigue a todas partes de la casa... claro, la madre no está y como sólo me
conoce a mí... Hemos puesto una colchoneta detrás del sofá y ahí han dormido. Está sin
nada de ropa... le quité la ropa que llevaba para lavársela, y resulta que no tenía más, había
venido con lo puesto. A ver si podemos apuntar a la niña a la escuela y conseguir ropa
cuanto antes... Dicen que hay unas monjas allí arriba que dan ropa un día a la semana.

En la acogida no se disponen plazos de antemano, se ofrece vivir con la familia o el grupo, hasta
que pueda salir adelante por sí mismo. Así conoció Carmen a su amiga Teresa, pocos meses
después de que llegara a Bilbao con su compañero y su hijo pequeño. Carmen dice:

Una noche me los encontré a los tres sentados, acurrucados en las escaleras de ahí abajo.
Estaba lloviendo y como además hacía viento, se notaba mucho el frío. A mí me dio pena
ver al niño tan pequeñito llorando en brazos de su mamá... Yo les pregunté que por qué
estaban ahí y me dijeron que no tenían donde dormir, que les habían cerrado la casa que
alquilaban y les habían tirado las cosas, la ropa y todo a la basura.

Ellos me lo explicaron en portugués, por eso me fue fácil entenderles, yo soy gallega... Así
que les dije, “vénganse a mi casa”... Yo les dejé libre una habitación y comíamos juntos en la
50
cocina... Y así pasamos juntos unas semanas. Hasta que tuvieron para volver a alquilar otra
casa.

La acogida es un espacio de apoyo a la persona, un espacio que resuelve algunas situaciones


vitales, ya que es un ambiente cercano y sin límite temporal previamente establecido. Una persona
que se siente sola, que tiene un trauma o está deprimida, encuentra en la acogida distracción,
compañía y conversación. Veamos qué supone la acogida para Samir, de Somalia:

Samir no podía trabajar con contrato porque era solicitante de asilo. Él trabajaba en la venta
ambulante por calles y bares, y dejó su trabajo porque se sentía muy rechazado por la gente, así
que cesó su única actividad física. Cuando empezó a vivir de la ayuda social exclusivamente, no
tenía una rutina que le obligara a salir de casa a diario, y como pasaba mucho tiempo encerrado
estaba muy aislado. Parecía difícil que saliera de esa situación. Iba a veces a visitar a su amigo
Mario, de Perú. Mario estaba preocupado por Samir:

Y nosotros veíamos que no estaba bien. Hablábamos entre nosotros y decíamos, “este chico
está mal, está muy solo, vamos a decirle que venga a casa. Necesita compañía, este chico
no puede estar solo”... Y le insistimos, “vente a casa, puedes dormir en la sala, te buscamos
un armario y una cama, y duermes ahí”... se lo dijimos muchas veces y al final se vino.

Mario y los otros compañeros de piso fueron su apoyo en esa temporada. Fueron su compañía, su
conversación, su acompañamiento para hacer gestiones. Se llevaban bien, comían siempre juntos y
a veces salían al monte. Más adelante animaron a Samir a que se apuntara a un curso de
electricidad y le acompañaron en las gestiones para matricularse. Mario estaba satisfecho de ese
logro:

Ya sabemos que no le servirá para trabajar... pero este chico necesita salir... ¡Este chico no
puede estar todo el día encerrado en casa! Teníamos que hacerle salir... Ahora por lo menos
sale todos los días de casa, y pasa distraído un rato... ¡eso ya es bastante para él!

Recordemos que en la emigración hay un antes, una historia cultural, social y personal previa,
donde se encuadra el presente. Aunque la gente esté lejos físicamente, esa historia no desaparece;
aunque sea difícil de conocer y reconocer por la sociedad a donde llegan, la historia les afecta.
Estas situaciones dejan efectos, consecuencias, dejan traumas, y se mezclan con otras dificultades.
Así, estas aportaciones se convierten en un modo de rehacer la vida dentro de un grupo o tejido
social.

Las personas como Samir, que en su experiencia de inmigración sufren traumas o dificultades
psicológicas, es en la gente cercana donde encontrarán comprensión; son otros inmigrantes los
pocos que quizás estarán dispuestos a permitir y respetar sus reacciones difíciles, sus altos y bajos.
Shamsuddin, de India, explica sobre un paisano suyo:

Ese hombre... si se quedaba solo se ponía a llorar. Llevaba muchos años sin papeles, lo había
intentado todo, y no conseguía los papeles. Lejos de su familia, sin poder salir... Tenía más de
cuarenta años y le veías llorar con una facilidad... Y unos dolores de cabeza que no le dejaban
dormir. Yo no lo podía dejar solo. Siempre estaba con miedo, no podía sacarse la tensión del
cuerpo...

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Y Hafida, que estaba sin trabajo y vivía sola, por temporadas se venía abajo porque no veía cómo salir
adelante y poder mantener a su madre en Marruecos. Cuando Hafida estaba en casa de sus paisanas,
se sentía diferente:

Hay unas paisanas mías que tienen una casa muy bonita. La han arreglado ellas poco a
poco... Tienen un salón como los de Marruecos, con los sofás, la mesita y todo igual, la
tapicería de Marruecos también...

Yo voy a visitarlas a veces. Y cuando estoy allí en la sala, tomo el té con ellas... y con el té y
en el casete la música árabe, yo me siento tan bien... ¡es como si estoy en mi pueblo! A
veces pienso, “si me voy a vivir allí con ellas me curo”, ¡se me pasa la depresión! Estoy allí,
en esa casa, con el té y todo... ¡y ya me pongo bien!... ¡entonces puedo salir, buscar trabajo
y hacer lo que sea!

Muchos emigrantes tienen más posibilidades de trabajar en unas cosas que en otras, y sólo tienen
acceso a los trabajos más duros. Esto significa que trabajan a veces en situaciones de mucho
estrés psicológico: trabajar en la venta ambulante, vender por las calles y bares de noche supone
oir a diario risas y comentarios despectivos; trabajar como prostituta significa tener que asimilar
muchas situaciones inaceptables humanamente. Esta gente necesita vivir con esto, aprender a
llevarlo; necesita mantener su dignidad a pesar de ello; y es través de la compañía, del intercambio
de vivencias donde encuentra salidas más fácilmente, ya que compartir las experiencias ayuda a
reconocer y entender lo que vivimos, a sobrellevarlo. Así lo vivía Paula, de Guinea Ecuatorial,
cuando trabajaba en la prostitución:

Yo recuerdo a una chica... Esa chica, cuando trabajábamos en el alterne, vivía sola. Yo
también vivía sola. Nos conocemos del trabajo, a veces nos encontramos también en la
calle, haciendo recados... Y entonces un día me dice, “vamos a comer juntas... ¿eh? Tú
vienes a mi casa y comemos juntas...”

Ella venía todos los días y comemos las dos como en nuestro país... ella cocinaba muy
bien... tomamos un café después, charlamos... Unas veces prepara ella la comida, otras
veces compro yo las cosas, subo a su casa y le ayudo. A veces ella tiene más tiempo para
cocinar, otras veces yo...

Hablábamos mucho, y ella me enseñaba muchas cosas... porque llevaba en esto más
tiempo que yo, tenía más experiencia... y me enseñaba muchas cosas de la vida. Ella me
enseñó mucho. Bueno, yo también le enseñé. Yo le contaba otras cosas que sabía y que
ella no conocía... Las dos aprendíamos... las dos lo estábamos pasando mal. Y así nos
apoyábamos...

Muchas situaciones parecidas a las que viven Samir, el paisano de Shamsuddin, Hafida y Paula son
poco reconocidas y atendidas por las instituciones de la sociedad de llegada, que suelen atender
necesidades más materiales, más fáciles de medir.

Además, algunas vivencias traumáticas que se necesitan abordar sólo pueden contarse a quien
vive algo similar, ya que se trata de situaciones fuera del margen legal, difíciles de entender o que
requieren mucha discreción. No poder contarlas crea un conflicto interno, un sentimiento de
ambigüedad, de incomprensión o aislamiento. Por lo tanto donde primero pueden y deben ser
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abordados estos temas es en espacios cerrados, casas y tiendas donde se habla relajado y en
confianza.

Las casas de paisanos son un espacio de acogida y también un espacio donde se puede vivir la propia
cultura. Conviviendo con paisanos se vive la cultura a través de la comunicación en la lengua materna, a
través de las imágenes culturales, de comidas y bebidas, a través de pequeños detalles de costumbres
cotidianas... así es como nos reconocemos como parte de nuestro grupo cultural. Todos nos
identificamos con una o más culturas y necesitamos mantenerlas, vivirlas. En el caso de los inmigrantes,
esto les dará fuerza para sobrellevar sus problemas y ser más capaces de incorporar otras formas
culturales. Como dice Maalouf:

Cuanto más perciba un inmigrado que se respeta su cultura de origen, más se abrirá a la cultura
del país de acogida (1999:55).

Es posible que una comunidad de paisanos acoja a gente de otras culturas o países. Samir explica
cómo le acogieron en la comunidad senegalesa meses después de llegar a Bilbao:

Yo solicité asilo político. Entonces tuve una ayuda de la Cruz Roja durante unos meses, porque
siendo solicitante de asilo no me permiten trabajar. Luego se acabó la ayuda. Yo no tenía aquí
nadie de mi país, estaba muy solo. Conocí a unos senegaleses en el barrio. Los senegaleses son
muy buenos. Aquí viven muchos senegaleses, unos en un piso, otros en otro... hay muchos
senegaleses.

Un día me dijo uno de ellos: “Samir, vente a vivir con nosotros, estás con nosotros en casa, sabes
que aquí siempre vas a tener para comer. Duermes aquí conmigo, mientras conseguimos un
colchón. No gastes en alquiler... Tú compra algo de género, lo vendes por la calle y con lo que
vayas vendiendo podrás comprar algo más... así puedes ahorrar un poco...”

Yo estuve con ellos más de un año. Comía con ellos... comía arroz, los senegaleses siempre
comen arroz, arroz con carne, arroz con pescado... Y trabajaba con ellos. Poco a poco ahorré
algo, hasta que me cambié a otro piso de senegaleses, ¡y esta vez ya podía pagar alquiler y
comida!

Ellos entienden que es el grupo de paisanos de cada cual el que podría arroparle en esa situación.
Cuando no existen familiares cerca, algún paisano puede acoger. Y si no hay paisanos, otras
personas cercanas pueden hacerlo. Vemos asimismo en qué puede consistir la acogida: la comunidad
senegalesa le brinda a Samir techo y comida, le ofrece compañía, y también le garantiza su entrada en
el mercado laboral.

Con frecuencia el realquiler o la pensión donde se alojan los inmigrantes es inhóspita y desoladora.
Además mucha gente que emigra viene de lugares donde la vida social y familiar se desarrolla en la
calle o en el patio más que en el interior de la casa y siempre en grupo. Este es el caso de muchos
africanos. Por eso, no sólo la casa de unos paisanos o conocidos puede ser espacio de acogida.
Una carnicería musulmana, una peluquería africana, una tienda de bisutería regentada por
senegaleses, un restaurante chino, un bar bereber... diversos locales llevados por inmigrantes o con
ambiente multicultural puede convertirse en lugar de acogida para musulmanes, africanos,
senegaleses, chinos, bereberes... Espacios de intercambio de información, donde pasar al baño o
sentarse largas horas junto a la estufa, donde charlar con conocidos, distraerse y olvidarse por un
53
rato de los problemas que obsesionan. Como explica Baba, de Senegal:

Llego del mercadillo, cuando me toca preparo el arroz, comemos, echo una siesta y salgo a
la calle. Yo paso la tarde en las tiendas de mis amigos. Estoy un rato con un amigo, luego
con otro. Estoy en su tienda y entran otros paisanos, hablo con ellos, arreglamos asuntos del
trabajo, comentamos cosas... Los senegaleses nos encontramos en algunos bares. Siempre
vamos a los mismos. Vemos la televisión, el partido. En la tienda a veces también vemos la
televisión, o escuchamos música o cintas del Corán. Entra la gente a comprar y me distraigo,
aprovecho para charlar, para saber dónde está un paisano con quien tengo que hablar. Hay
dos o tres sillas en la tienda y siempre están ocupadas. Espero hasta que mi amigo cierra la
persiana y si hace buena noche nos quedamos un rato hablando en la calle. Nosotros
somos de estar en la calle y nos gusta estar con la gente... no nos gusta estar solos.

Las fiestas son otra forma de apoyo mutuo. Ghizlain explica cómo hacía una paisana suya:

Había un paisana mía que estaba muy sola, sin familia... a veces hacía una fiesta en su
casa, porque otros paisanos vivían en pensiones, realquileres... ¡no podían hacer eso en la
pensión! y nos juntábamos algunos paisanos, los que andábamos así solos y algunos que
llevaban poco tiempo aquí, que habían venido hace poco y no estaban acostumbrados a
esta vida. Tomábamos algo, bebíamos, nos reíamos.

Una fiesta es un espacio de distracción, de encuentro, de reunión con paisanos, y a la vez, como en
las casas y tiendas, permite compartir tradiciones culturales, recuerdos de la tierra de origen. Quizás
esta es la razón por la que las asociaciones formadas por inmigrantes ponen interés en la
organización de fiestas. A veces este tipo de actividades es menos valorado por las asociaciones
de apoyo a inmigrantes, que se dedican más a la ayuda puntual, la asesoría y la sensibilización y
denuncia.

Los comercios y bares transformados en espacios de encuentro y acogida, son posibles en barrios
de inmigración, porque son espacios cotidianos y grupales. Un espacio de encuentro fuera del lugar
de vida o de residencia deja de ser un espacio cotidiano, donde pasar por casualidad. Esa tienda
que permanece abierta o a media persiana todo el día de lunes a domingo, fuera de un barrio de
inmigración deja de ser el punto de referencia de muchos canales de ayuda como recados,
mensajes o contactos.

Estos espacios son abiertos, no tienen medidas, como los concibe Aisha:

Para nosotros los marroquíes el espacio no es igual que para vosotros. Vosotros decís, “ven,
hay camas suficientes”, o bien “no hay bastantes habitaciones, no puedes venir”. Nosotros
decimos, “pasa”, “entra”. Lo de menos es si va a dormir compartiendo cama o en la sala
sobre unas mantas dobladas. Siempre hay sitio.

Algunos sitios pueden ser espacios de acogida con más facilidad que otros. Vamos a ver el ejemplo
de la casa de Cristina:

Por la casa de Cristina ha pasado en los últimos cinco años mucha gente, gente de todas las
edades y tonos de piel: mujeres marroquíes solteras, parejas bilbaínas, mujeres africanas
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con niños pequeños, jóvenes africanos que no tienen familia; gente abandonada por su
familia, o sin empleo, o mujeres que trabajan en clubes, gente que trapichea con droga
ilegal...

Algunos han estado unos meses, unas semanas, otros varios años. Unos alquilan
habitación, otros se alojan sin pagar nada, al menos mientras empiezan a salir adelante.
Cristina también ha estado al cuidado de niños algunas temporadas, cuando sus madres
iban a trabajar fuera de Bilbao.

Su casa es muy grande y tiene habitaciones alquiladas, pero no es una casa de alquiler solamente.
La casa de Cristina es también lugar de llegada. En el barrio no hay muchas mujeres africanas en
su misma situación: Cristina no tiene trabajo fijo; en casa trabaja siempre, y a veces también trabaja
cocinando en bares, planchando o limpiando casas; Cristina no es muy joven ni muy mayor, vive
con su marido y entra y sale de su casa con cierta libertad. En esta situación que vive y con su
forma de ser, es más posible que en su casa se sientan acogidas personas muy variadas; que sea
un espacio donde gente con problemas de vivienda, laborales, de soledad, etc. pueda encontrar un
hueco.

D. EL APOYO ENTRE PAISANOS

En anteriores apartados hemos visto muchos ejemplos de apoyo entre paisanos. La acogida entre
senegaleses que ofrece casa, comida, compañía y trabajo, el ánimo que Hafida encuentra en la
casa de sus paisanas marroquíes, el apoyo entre Paula y su paisana ecuatoguineana. Nos será
fácil entender entonces que entre paisanos existen unos lazos de confianza implícitos, por ser del
mismo país o la misma región cultural. Idir, de Argelia, explica qué significa para él la relación con
sus paisanos:

Entre nosotros hay una confianza como hermanos, te abres para todo, no sé cómo decirte...
Con ellos puedo charlar y hacer bromas a mi estilo, trivializar, y hacerlo en mi lengua. Vienen
cuando quieren a casa, tomamos café... Y nos ayudamos en pequeñas cosas. Gestiones
con la residencia, el empadronamiento, los papeles del IMI... Uno que tenía un problema
médico, le acompañas, consigues que le atiendan...

Me gusta ayudarles, me siento bien. Ellos responden siempre que les pido, para subir unos
muebles a casa, para hacer unos arreglillos, unas chapucillas... Son pequeñas cosas pero
me hacen estar bien, me dejan bien.

A veces no importa si no le conoces, estás dispuesto a apoyar a alguien sólo porque es de tu país.
Por eso Alí contaba de un paisano suyo:

Yo leí en el periódico que un señor había disparado a un chico de Gambia. Yo sabía quién
era ese paisano mío porque le había visto en un bar. Él me oyó hablar y me dijo, “¿tú de
dónde eres?”, yo soy de Gambia, y él me dice, “yo soy de Gambia también”... y hablamos un
rato. Yo leí eso en el periódico y fui al hospital a preguntar por él, fui a su habitación, estuve
hablando con él y luego cuando sale del hospital voy a visitarle a la casa donde estaba.

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Quizás es fácil de entender con un ejemplo inverso, el de unos españoles residentes en Gambia
que apoyan a dos pescadores españoles retenidos durante meses en la capital:

Antonio y Domingo no se cansan de alabar a la que llaman “su familia”. Algunos de los pocos
españoles que residen en Gambia han formado una piña alrededor de los dos marineros
retenidos. (...) A Antonio le gusta llamarles “tios” a estos extraños compañeros de viaje. Y tío este
y tío el otro les han ayudado a sobrevivir en un ambiente extraño. (...) han facilitado a estas
personas sobrepasar el trago de la distancia y la desolación sin perder la razón (Santiago
Fuentes, 1998:17).

Y Jawad, de Marruecos, ayuda a pasar la frontera a paisanos que viven fuera de Bilbao. Lo que
importa es que son paisanos:

Muchas veces llega un paisano a Bilbao, no tiene papeles, no tiene nada... yo no le conozco,
viene desde Logroño, por ejemplo. Y me dice, “yo quiero ir a Francia, quiero que me ayudes
a pasar...” Yo le digo, “ven a mi casa”. Está conmigo en casa unos días, come y duerme
conmigo... y un día nos vamos juntos a Hendaia, le acompaño hasta allí ¡He acompañado a
mucha gente!

Llegamos a la frontera y yo le digo, “bueno, yo soy tu amigo, te acompaño hasta aquí, tú


sigue adelante, a partir de ahora no te conozco... si pasa algo, tú no me conoces de nada...”
Y nos despedimos discretamente. Entonces él sigue adelante y yo me quedo mirando así un
poco apartado y compruebo que él pasa sin problemas... Nunca ha habido problemas...

El apoyo entre paisanos puede ser no sólo beneficioso, sino necesario para tener una vida
emocional y psicológica equilibrada. Idir lo vive así:

Los primeros años que pasé en Bilbao no pude relacionarme con mis paisanos. Yo sabía
que estaba siendo observado, y que cualquier contacto con personas consideradas
traficantes podían usarlo como escusa para no darme la residencia. No conocía a casi
ningún argelino. Estaba sólo con gente de aquí o de otros países. Fueron varios años de
muchos nervios. Desde que puedo relacionarme con ellos, desde que me acerqué, me noto
con menos tensión, más relajado... Ha sido un cambio, verdaderamente.

En una red de apoyo entre paisanos, es fácil localizar a alguien o hacerle llegar una cosa, un
mensaje. Por eso Tahar afirma con seguridad:

Localizarnos a los marroquíes a través de otros paisanos es lo más fácil del mundo.

Las redes de apoyo entre paisanos permiten, por ejemplo, conseguir mucha información sobre la
situación en los países de origen, que los medios de comunicación no ofrecen. Cuando el teléfono,
el correo y las agencias de envíos no son accesibles, las redes de apoyo también permiten
mantener la relación con las familias y amigos a través de otra gente que va o vuelve de la misma
zona.

Permiten intercambiar información sobre los trámites para conseguir la documentación, y en


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especial sobre los abogados: ¿qué abogados llevan mejor este tema? ¿qué abogados atienden a
nuestros paisanos? ¿qué tipo de casos han resuelto? ¿cobran mucho o poco? ¿hay situaciones en
las que no cobran? Esta información va constantemente de boca en boca, y de este modo la gente,
partiendo de la experiencia de sus paisanos o conocidos, recurre a un abogado que ha podido
resolver un caso parecido (“este abogado es muy bueno, a nosotros nos ha ayudado, a tí también
te ayudará”). También la experiencia negativa previene a otros (“a ese abogado no voy, muchos
paisanos míos han tenido problemas con él, ya le conocemos...”).

Entre familiares, conocidos y sobre todo entre paisanos, se informan sobre cómo manejarse en
cada situación. Esto permite responder a nuevas situaciones, adaptarse con rapidez a los cambios,
y en definitiva supone que las restricciones en la normativa sobre las personas extranjeras en el
Estado, pueden dificultar pero no impedir su entrada y estancia. Por ejemplo, en cierto momento se
empieza a pedir visado de entrada a los latinoamericanos, y ellos se avisan e informan, se adaptan
al cambio y siguen entrando al país; o la Policía Municipal empieza a ser más estricta en la
exigencia de un carné de conducir reconocido por la Comunidad Europea; quienes no lo tienen
averiguan cómo obtenerlo, y mientras tanto no dejan de usar el coche como herramienta de trabajo.

Uno de los aspectos más importantes del apoyo entre los paisanos es la acogida cuando la persona
acaba de llegar al país o ciudad, y una vez superada esta etapa, la cobertura en los gastos de la
casa siempre que sea necesario. Shamsuddin explica cómo hacen entre los indios:

Nosotros casi todos nos ayudamos. Siempre que viene uno nuevo lo tenemos en casa unos
meses sin pagar nada. Eso lo hacemos todos, aquí, en Madrid, en Barcelona... Cuando
llega uno no tiene dinero, no sabe hablar, no sabe nada... Está en casa de alguien, puede
comer y todo, no tiene que pagar nada hasta que encuentra un trabajo, aprende algunas
cositas...

Yo cuando vine de Francia me acogieron así. Ahora acabamos de tener durante un mes a
un chico que venía de Suiza, ayer se marchó a Madrid... Y la semana que viene me voy a
París, porque va a llegar un tío mío que no ha estado nunca en Europa, y voy a ayudarle un
poco.

Luego, otra cosa, cuando nos vamos de vacaciones a India y volvemos, durante unas
semanas no pagamos nada en la casa. Porque cuando te vas a tu país lo gastas todo,
vienes sin un duro, hasta que estás trabajando un tiempo no tienes dinero... hasta entonces
puedes estar sin pagar comida ni recibos. Eso es así siempre, ¿entiendes? No tenemos que
hablarlo, “oye, mira...”, no... es así, es como hacemos nosotros siempre.

Como dice Shamsuddin, este tipo de apoyos con frecuencia se realizan de un modo tácito, es decir,
no es necesario plantear la necesidad o acordar el modo de solucionarlo, en el grupo todos saben
que es así y lo hacen porque es su modo de estar con los paisanos.

Cuando hablábamos de los motivos por los que se ayuda la gente, pusimos el ejemplo de los
senegaleses para explicar en qué consiste el apoyo mutuo en la vida en comunidad. Vamos ahora a
ver en qué consiste el apoyo entre paisanos, con el ejemplo de la red de acogida entre los paisanos
marroquíes.

57
E. LA ACOGIDA ENTRE MARROQUÍES
Llamamos red de acogida a la red de apoyo que funciona en la llegada. Aisha dice:

Cuando vienes, tienes algún familiar que te acoge. Llaman los primos. Llama uno, “que voy
mañana”, pues venga... Uno estuvo ocho meses. Y le dices, “bueno... ¡tendrás que buscar
trabajo...!”

La red acoge a los recién llegados que son del mismo país, por eso la gente que llega a una ciudad
por primera vez, si necesita apoyo se dirige a la zona donde viven más inmigrantes, donde
encontrará paisanos o al menos personas con necesidades parecidas.

Tahar, de Marruecos, se ha encontrado muchas veces en estas situaciones. Él lo explica con


claridad:

LLEGA GENTE NUEVA

VIVIR LA ACOGIDA

Muchas veces llegan marroquíes aquí... llegan de cualquier lado... de Madrid, de Murcia, buscan
trabajo... o quieren ir hacia el norte. O llegan de Francia y quieren volver a Marruecos... Llegan sin
nada, muertos de hambre, llegan sin papeles, sin dinero... Estamos cansados de eso... ¡ha pasado
tantas veces...! Gente que no tiene una dirección, que no conoce a nadie... porque si por lo menos
tiene una dirección va a llegar allí sin avisar y le van a acoger, le van a dar casa, comida y con
suerte también trabajo... Pero cuando ni siquiera tienen una dirección piensas, “¿este hombre qué
va a hacer ahora? ¿va a pasar las noches tirado en la calle? ¿le van a coger y le devuelven a
Marruecos...? Y si no sabe nada de castellano peor todavía, porque no puede defenderse, no
puede decir lo que quiere ni nada...

Llega gente nueva, paisanos que no saben a dónde ir, que no tienen dónde quedarse... y les
decimos que vayan a la Mezquita... Allí pueden hablar con todos los marroquíes y si no tienen
dinero, que les digan... ellos le van a dar lo que necesiten. Le van a pagar el billete para que llegue
hasta donde tenga que llegar... a esa dirección que traen apuntada o que recuerdan más o men os
de memoria. Y si no tiene dónde dormir, le van a conseguir un sitio.

A veces te da pena y al final le metes en casa... te lo piensas antes un poco, porque es un


desconocido y no sabes lo que puede hacerte en la casa... pero al final lo metes, le tienes una
semana o dos, o le tienes un mes... Es difícil, porque nunca sabes cuánto tiempo va a quedarse,
cuánto va a necesitar hasta que decide lo que va a hacer, hasta que ve alguna posibilidad... ¿y
cómo le vas a decir que se vaya de casa? Un día, una semana, no es mucho gasto, pero pasa el
tiempo y ya lo notas... Hay que reunir dinero entre los paisanos, hay que hablar con él...

Le tienes en casa y le llevas contigo a donde sea... ¡porque no puede estar todo el día encerrado!
Vas a trabajar y te lo llevas a la obra. Le dices, “si quieres me ayudas, estás aquí conmigo, me
echas una mano... Si te cansas me esperas en el bar de al lado, te tomas un café...” No le llevas
para que te ayude, le llevas porque una persona en esa situación necesita estar con alguien, estar
acompañada, moverse y hablar... para que se vaya aclarando poco a poco. A ver qué es lo que

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quiere hacer, si va a buscarse la vida aquí, si prefiere ir a otro lugar, a trabajar en la fruta o en el
invernadero... Porque llegas y al principio nadie sabe lo que quiere hacer ni cómo, y además, si no
tiene papeles y vas con él es más difícil que tenga problemas con la policía. A veces te dice que se
quiere quedar aquí, le tienes uno, dos o tres meses trabajando contigo, para que vaya aprendiendo
el oficio y conozca a gente del gremio.

Cada dos por tres tenemos alguna de éstas. Ahora es un chaval de dieciséis años. Ha llegado hace
poco de Madrid. Estaba allí con otros chicos, se quedó sólo y se vino para aquí. Está en el
internado de Lujua, los fines de semana se viene al barrio, está con nosotros, le tienes en casa, le
llevas a comer.... Un día le acompaña uno, duerme en su casa, otro día sale a pasear con otro.

Tahar es suficientemente expresivo en sus explicaciones sobre la acogida entre paisanos.


Retomaremos algunos aspectos:

Él habla de la acogida a través de la mezquita, punto de encuentro de los musulmanes y de los


marroquíes especialmente. Es un espacio donde además se combate la soledad. Esto sucede con
los hombres, ya que en ciudades como Bilbao, de inmigración transcontinental reciente, hay pocas
mezquitas y son sólo para hombres. Las mujeres, si pueden, han de recurrir al espacio de la
vivienda propia o de una amiga (Varios Autores, 1998).

En Bilbao, la creación de la mezquita se organizó entre la propia comunidad marroquí musulmana.


Jalil recuerda:

Juntamos dinero entre nosotros para alquilar y arreglar la lonja que sería la mezquita. La
arreglamos por dentro, pintarla, poner un tabique, instalación eléctrica, agua y un cartel en la
entrada tallado en madera, que pone en castellano y en árabe “Esta mezquita es para rezar”;
reunimos material para la cocina, para el té, y las alfombras... Pagamos un dinero o limosna
mensual que va destinado al sueldo del imán y al alquiler y gastos de la lonja.

En la mezquita un recién llegado puede encontrar a otros paisanos, y éstos le ofrecerán las
cuestiones básicas para pasar los primeros días.

Tahar muestra también que es muy consciente de lo que significa acoger. Sabe que supone un
riesgo y un gasto y que hacerlo exige respetar unos ritmos (“nunca sabes cuánto tiempo va a
necesitar hasta que decide lo que va a hacer, hasta que ve alguna posibilidad...”). Sabe que el
acompañamiento en el quehacer cotidiano y en el trabajo es muy necesario, y menciona cuatro
razones para acompañar a la gente recién llegada, cuatro cuestiones que hacen valioso el
acompañamiento: salir del encierro en casa, tener actividad física y hablar con otras personas,
posibilitar un espacio de reflexión adecuado, evitar que tenga problemas con la policía y, si se da el
caso, apoyo para trabajar.

Esta acogida flexible y humanizadora que se da dentro de una red de paisanos, no es posible
desde una institución como Bienestar Social, que gestionan el Albergue Municipal para las personas
llamadas transehuntes. Así vivió Tahar este contraste:

Llega un chico marroquí, dice que viene de Almería, no tiene dónde dormir, no tiene dinero...
Alguien le ha dicho que vaya al Albergue Municipal. Pregunta dónde está y le llevo en el
coche. Cuando llegamos está cerrado, no dejan entrar a la gente hasta las ocho de la noche.
Llamamos por teléfono. Nos explican que le van a dejar quedarse una noche, pero que a la
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mañana siguiente tiene que ir a otro sitio para hablar con una asistente social, y esa
asistente le va a decir si puede quedarse por cinco noches más, nos dicen que allí no dan
cenas ni desayunos.

Y yo me quedo pensando... “Ese chico lleva todo el día sin comer, ¿dónde va a cenar? No
sabe hablar nada de castellano, ni francés... no conoce Bilbao... ¿cómo va a llegar donde la
asistente social mañana?, ¿quién le va a traducir? Y mañana también tendrá que tomar algo
por la mañana... ¿dónde va a desayunar?” Y al final pienso “Mejor me lo llevo a mi casa, que
coma y que descanse todo lo que necesite. Mañana le acerco a la peluquería de mi amigo
para que le corte el pelo, le busco algo de ropa... Ya me las arreglaré...”

Algunos profesionales de servicios sociales toman como referencia esta forma de acoger. Así,
Jorge Barudy, un profesional chileno exiliado en Bélgica que trabaja con familias para prevenir el
maltrato infantil, propone trabajar creando una red de profesionales que pueda funcionar a largo
plazo alrededor de la familia, creando una relación solidaria entre los profesionales y la familia, para
proteger a los niños maltratados. Barudy explica que lo aprendió de los emigrantes africanos en
Bélgica:

Esta idea nació de encuentros con familias africanas exiliadas, donde me impresionó su
capacidad natural de funcionar en red para hacer frente a las carencias existentes en el
medio ambiente y para aportar cuidado a uno de los suyos en el caso de que la familia
natural no pudiera hacerlo (1998:92).

F. EL APOYO LABORAL
El Estado y la sociedad de llegada en general no apoyan activamente el acceso al empleo de los
inmigrantes. Por eso acceden a trabajos no reconocidos social o legalmente como la venta
ambulante en las calles y bares; el tráfico de drogas ilegales en su escalón más bajo, la prostitución
y el trabajo de limpieza y cuidados en casas sin contratos; o a trabajos en el campo o las minas. En
la mayoría de estas situaciones se necesita su participación y por eso se permite, aunque en
condiciones laborales de explotación y a veces de semiesclavitud. He aquí el beneficio de su
aportación.

Es a través de los paisanos como casi siempre se logra acceder a estos trabajos. La red de apoyo
entre paisanos facilita a mucha gente aprender y desempeñar un oficio, un trabajo. Por eso lo más
frecuente es que la gente empiece a trabajar en lo mismo que sus paisanos. Veamos el ejemplo de
cómo un grupo de angoleños empezaron a trabajar en lo mismo, contado por María:

Joao, un chico angoleño, empezó hace unos años a enviar contenedores a Angola. Invierte
un dinero, compra cosas de segunda mano o cosas nuevas, las envía en un contenedor; allí
alguno de su familia las vende; le envían parte del dinero que han sacado... ellos salen
ganando algo y él también.

Joao empezó y le salió bien. Entonces otros angoleños hemos empezado a hacerlo. Todos
queríamos intentarlo, “si a él le ha salido, nosotros también...” Unos enviaban ropa, otros
coches, lavadoras... otros comida. Vimos que a él le iba bien y empezamos a hacerlo...
Hasta que empezaron a ponernos más trabas en Angola. Cuando llegaba el contenedor
había que estar presente, había que firmar para poder entregarlo. Luego se puso peor lo de
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la guerra y ya no fue tan fácil... Y entonces ahí estamos los angoleños arreglándonos cada
uno con nuestro seguro, porque muchos envíos se han quedado sin entregar... a ver si
cobramos indemnización...

Este tipo de negocio es más factible para un inmigrante, ya que su red de familiares en Angola
participa y tiene beneficios directos. María explica cómo sus paisanos angoleños se van
incorporando a esa tarea. ¿Por qué los paisanos? Porque son quienes pueden conocer más de
cerca los detalles del negocio a través de Joao, y porque el negocio se establece con el mismo
lugar, Angola. Incorporarse a la misma actividad que otros paisanos con quienes hay cierta
confianza supone poder conocer de cerca esta tarea y beneficiarse del negocio; y supone también
que cuando va mal el negocio, les puede ir mal a todos los paisanos.

La promoción en el trabajo se hace a través de préstamos, bien para comprar género, para invertir
en montar un negocio, abrir una tienda, un bar... Esta gente no suele recibir créditos bancarios, por
eso es crucial poder reunir dinero entre paisanos. Min explica cómo se puede progresar así:

¿Prestarnos dinero? Para algunas cosas, igual no, pero para un negocio, los chinos siempre
están dispuestos a juntar dinero. Prestar dinero, por ejemplo, para poner un restaurante. Eso
sí...

Cuando llegas te pones a trabajar enseguida. Alguien te ha buscado un contacto, por


ejemplo en un restaurante. Llegas a la estación de Bilbao, alguien te viene a recoger. No
tienes que buscar alquiler. El dueño te busca dónde dormir, en casa de otros chinos. Con
una manta en un sofá te arreglas La comida es en el mismo restaurante, no es mucho
gasto... Así que mientras trabajas puedes ahorrar prácticamente todo el sueldo. A la vez vas
creando confianza entre otros chinos, entonces se prestan entre varios y ya pueden montar
un negocio.

Una forma de dar posibilidades para buscar nuevos trabajos es algo tan sencillo como reunir dinero
entre varias personas para pagar un billete de autobús o de tren. Recordemos cómo poco después
de salir de la cárcel, cuando Mohamed decidió ir a Murcia a buscar trabajo en el campo, Alí y otros
conocidos suyos reunieron dinero para su billete de tren y los gastos de los primeros días hasta que
encontrase dónde trabajar.

El apoyo entre paisanos en estos aspectos es algo natural, obvio, con lo que se puede contar de
antemano. Esto permite hacer planes de cambio o mejora laboral, explorar otros trabajos con cierto
margen de riesgo, con cierta confianza y tranquilidad, siempre que los paisanos lo hagan, o que se
pueda contar con ellos para empezar. Shamsuddin piensa en la posibilidad de abrir un comercio:

Yo estoy pensando en abrir un negocio... Si yo abro un negocio aquí, puedo contar con mis
paisanos. Yo vivo con seis paisanos más. Si necesito dinero para abrir un negocio me van a
dar lo que haga falta, no hay problema. Nosotros somos como familia... ¿entiendes? Si me
tengo que marchar de la tienda no hay problema, ellos se quedan unas horas en mi
comercio, no les tengo que pagar. ¡Siempre me van a ayudar!

Y Abdulhak, vendedor ambulante, deja durante algunos meses del año este trabajo y se va a La
Rioja, Navarra o Cataluña a la fruta o el espárrago, el tomate, el champiñón... Cuando se dirige
hacia estos sitios, no sabe exactamente en qué pueblo y con quién va a trabajar:
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No lo sé. Pero allí hay muchos marroquíes, no hay problema...

Veamos en qué consiste el apoyo laboral en la venta ambulante, uno de los trabajos donde un
inmigrante puede entrar con más facilidad:

La venta ambulante se realiza en mercadillos y en fiestas, con o sin licencia municipal; y en bares,
playas y calles, donde esta actividad está más o menos tolerada, según el municipio. Como es
competencia de otros comercios, se restringe y controla localmente. Sobre todo entre marroquíes y
senegaleses, se cuenta con el apoyo de los paisanos para aprender el oficio y con préstamos de
género o de dinero, como primer paso para incorporarse con éxito a la tarea. Makhtar Ndiaye dice
sobre la venta ambulante:

Para vender hay que hacerlo donde te dejan y donde no. Pirateamos. Te quita la mercancía
la policía o te ponen multas; nunca sabes si esto es ilegal, pero tienes que pagarles si
quieres recuperar algo del género. En los pueblos cobran un montón por poner los puestos...

Puedes hacerlo sin hablar bien castellano, no exige demasiada experiencia ni capital de
inversión, y como al ser inmigrante estás al margen, tampoco puedes competir con la gente
de aquí en el trabajo de otros campos.

El apoyo entre nosotros para entrar a la venta ambulante es cuestión de solidaridad y de


redistribución. Uno que llega, tiene su amigo o pariente que le ofrece ir a vender. Le explica
cómo trabajar. Le da dinero. Y al otro también le va bien, porque es una forma de que le
venda su propia mercancía (1999).

Se aprende a través del acompañamiento. Lo explica Meib, de Senegal, que tiene un comercio de
bisutería:

Mis paisanos venden en las calles. Salen por la mañana, a las doce o la una, cogen el bus a
Basauri, a Otxarkoaga... a donde sea. Van a tres o cuatro bares, y sacan tres o cuatro mil
pesetas. Vuelven a casa hacia las cuatro, a descansar. A la tarde vuelven a salir. Van a otro
pueblo a las ocho de la tarde. Y venden en total unas diez mil.

Cuando llegan son nuevos, no saben bien... por eso al principio no van solos. Salen
acompañados. Van con otra persona los primeros quince días, uno que sabe y les enseña.
Cuando yo vine, fui con un amigo quince días. Luego llegó otro amigo y yo le ayudé quince días,
le enseñé. Luego llegó otro y ese le acompañó. Y así se hace... unos ayudamos a otros, primero
aprende y luego enseña. Todos empiezan sin saber, todos nesitamos aprender. Empezar es
así...

... Uno que llega nuevo puede aprender, porque tiene costumbre. Nosotros los senegaleses
tenemos costumbre de vender en nuestro país, por eso luego aprendemos fácil aquí.

Como dice Meib, hay que tener en cuenta que el comercio ambulante es tradición en algunos
pueblos, entre ellos el pueblo wolof de Senegal. En la lengua wolof, venta ambulante se dice “butic
um’ bag”, que significa “la tienda en las espaldas”.

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Entre varios vendedores se reparten las tareas. Mientras unos venden, otro vigila y silba o avisa
cuando se acerca la Policía Municipal. Hay ejemplos de esta forma de cooperación en otras
especies animales como los cuervos:

Un córvido centinela pasa un breve periodo de tiempo encaramado en un árbol observando


a los depredadores mientras el resto de la bandada se ocupa en la obtención del alimento
(Pianka, 1982:161).

Esta red de apoyo, que logra la inserción laboral, incluye apoyo para préstamos y aprendizaje y también
para los viajes de trabajo, para el almacén del género, para dormir y comer. Es decir, todo lo necesario
para aprender, trabajar y vivir al menos durante el tiempo en que no hay ingresos propios. Abde, un
marroquí que mantiene a su esposa e hijos en Marruecos, vino a trabajar a Bilbao desde Huelva:

Yo estaba agobiado por las deudas. Tenía pendiente de pagar un dinero en mi país y hasta
que no lo pagara no vería a mis hijos, ni podría volver a Marruecos... ¡porque entonces me
iban a meter en la cárcel!

Yo empecé ayudando a mi amigo Jalil en su puesto. Vivía con Jalil en la pensión y comía
con él. Como él tenía coche era más fácil ir lejos a vender a las fiestas de los pueblos
importantes. Cuando tuve un poco de dinero, compré algo de mercancía y me puse a su
lado en su puesto... así no había tanto problema por los permisos o las tasas. El género que
comprábamos en Madrid lo guardábamos en la lonja que habíamos alquilado entre diez o
quince paisanos.

Hasta que empecé a ponerme yo solo en los mercadillos y por las calles... Este año no tengo
plaza en ningún mercadillo, pero me pongo a la entrada, siempre atento por si viene la
policía, y así voy tirando...

Las redes de apoyo para el empleo y la vivienda permiten una auténtica autonomía frente a los
canales de venta habituales, y salvan las limitaciones por la exigencia de documentación legal para
muchas gestiones laborales y relacionadas con la vivienda y las limitaciones por no poder usar la
lengua y los recursos locales. De este modo, la comunidad puede echar a andar y mantenerse,
como explica Suárez respecto a los inmigrantes senegaleses en Granada (1996:28-29).

El apoyo entre paisanos les ayuda a mantener a sus familias y también a personas o instituciones
importantes en su sociedad de origen. Así, a través de colectas organizadas, la comunidad china
envió dinero para los afectados por unas inundaciones. Y la comunidad senegalesa en la
emigración apoya a los marabouts, que son, como explica Kaplan:

... personajes que gozan de un gran prestigio y respeto dentro de la comunidad


(senegambiana). Además de atender sus funciones ceremoniales religiosas diarias, de la
atención a los bautizos y funerales, de ejercer de maestros en las escuelas tradicionales
coránicas y ser los líderes religiosos, también practican curaciones y algunos son adivinos
(1998:138).

Los marabouts viajan expresamente a Europa para buscar el apoyo de la comunidad senegalesa.
Alí detalla cómo se apoya a estas personas:
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Ese chico que has visto es un marabout. Los marabout a veces vienen aquí, piden visado y
vienen. Vienen donde otros senegaleses y están en la casa de uno, por ejemplo, en la casa de
Meib, duermen allí. Y están allí unos días y recogen dinero, la gente les da dinero, cada uno pone
un poco, uno pone mil pesetas, otro dos mil, cada uno pone lo que puede, otro cinco mil... Juntan
dinero y vuelven a su país y con eso pueden vivir otro tiempo y dar de comer a su familia y a sus
hijos.

Y financia proyectos de desarrollo. Laura explica:

En la tienda de Alhagi estaba expuesto este listado:

625.000 de Salou portado por Ndiaye


128.000 de Bilbao portado por Lo
1.238.000 de Valencia portado por Dia
386.000 de Madrid portado por Seye

Alhagi me explicó que era el dinero que los senegaleses de cada ciudad habían recogido.
“Los nombres son de las personas que se encargan de recoger el dinero en cada grupo... en
cada ciudad. El dinero es para mantener un hospital en Touba, nuestra ciudad. Hace tiempo
que pagamos la construcción del hospital, ahora hace falta dinero para que se mantenga...”

G. MITOS SOBRE EL APOYO MUTUO

Hemos conocido suficientes experiencias de cerca como para analizar ahora dos imágenes que
tenemos sobre los inmigrantes, imágenes que en la distancia tienden a emborronarse y se
transforman en mitos.

Una imagen es aquella que nos presenta a los barrios de inmigrantes como “guetos” donde la gente
se aferra a su cultura y a sus paisanos y evita el contacto con el resto de la sociedad, porque no
desea integrarse; se trata pues de un mito que peyoriza a los barrios de inmigrantes.

Otra imagen es la que nos habla siempre de las asociaciones de inmigrantes como espacios de
formación de lazos, donde pueden apoyarse más que otros colectivos que no se organizan en
asociaciones; esto no siempre es así. Se trata, por lo tanto de un mito que idealiza a las
asociaciones.

Trataremos de romper estas imágenes, de desmitificarlas:

BARRIOS GUETO

Hemos visto casas y tiendas de inmigrantes que se convierten en verdaderos espacios de acogida,
hemos visto que cuando la gente llega por primera vez a Bilbao busca en este barrio a sus
paisanos, y sabe que le van a acoger. También hemos comprobado que aprender ciertos oficios y
trabajar es más fácil si se hace con otros paisanos.

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Vivir juntos en el mismo barrio, en la misma casa, compartir cama y comida, pasar los ratos libres en
tiendas y bares de otros inmigrantes, trabajar en lo mismo... puede ser entendido como una forma
de mantenerse viviendo como en el lugar de origen y aislarse del resto de la gente, de hacer
“gueto”; es en realidad un modo de salir adelante, de sobrevivir, es la respuesta a unas condiciones
de vida impuestas.

Salir adelante a través de la ayuda entre la gente del barrio, en familia, en grupo, en comunidad, es
un hecho que nos desvela a esos barrios llamados guetos como lugares de apoyo.

Estos espacios se crean en respuesta al propio rechazo social. Es decir, paradójicamente, se


fomentan cuando hay carencia de apoyo en la sociedad llamada de acogida. En estos barrios se
reduce el contacto de sus habitantes con el exterior: los inmigrantes que viven dentro no quieren
salir; y también se reduce el contacto del exterior con sus habitantes: algunos inmigrantes que viven
fuera vienen para estar con sus paisanos, pero otros no quieren ni pasar; como veremos, huyen del
acoso policial y del estigma y la criminalización que es más aguda dentro del barrio; y al tiempo la
gente no inmigrante que vive fuera no quiere entrar, por la imagen que se ofrece del barrio.

Así, en un barrio de inmigrantes se sienten más seguros, porque conocen a la gente y saben que
les conocen a ellos; fuera del barrio se sienten observados, son raros, diferentes; alguien
desconfiará cuando le vea pasar entre las estanterías de una tienda de ropa. Dentro del barrio
conocen a los funcionarios policiales, saben quién actúa y cómo lo hace; fuera del barrio quizás les
pare un policía que no les conoce.

Mucha gente que vive en estos barrios viviría en otros lugares si encontrara allí vivienda barata.
Además, en el barrio hay personas, que, aunque desconocidas, viven sus mismas penurias, lo que
crea lazos entre ellas. Así lo explica un inmigrante en Catalunya:

Vas con aquellos que hablan la misma lengua, que escuchan la misma música, que
comparten tus necesidades, tus mismos problemas, tus mismas vivencias. Y no es que
vayas con ellos porque sean mejores, sino porque son los únicos que pueden entenderte o
los únicos con los que puedes comunicarte (VVAA, 1998:166).

A veces es la necesidad de dar sentido a una vivencia cultural o religiosa lo que hace a la gente
unirse, buscarse, compartir espacios de vida o de ocio. Así le pasa a Imad, musulmán y de
Marruecos, quien va al barrio de San Francisco con más frecuencia en el mes de Ramadán:

Yo vivo en Larrabasterra, pero vengo a San Francisco de vez en cuando, sobre todo ahora,
en Ramadán, para dar más sentido a mi ayuno... para sentirme mejor. Me siento mejor entre
otra gente que también hace Ramadán, porque allí, en el piso donde vivo, la gente fuma, o
me ofrecen una cerveza... y eso no me ayuda...

Cuando un inmigrante comparte su vida cotidiana con gente de su país o de su cultura, esto le
permite “crecer socialmente y tener una vida rica (...) abrirse a los de aquí en pie de igualdad, es
decir, con la misma autoestima que tienen los de aquí” (VVAA, 1998:207-208).

Si una persona no se siente respetada, puede llegar a aferrarse exclusivamente a la cultura de


origen, y se plasma en detalles tan cotidianos como no estar dispuesto a saborear una comida
local, valorar sólo la música de la cultura de origen o ser incapaz de escuchar un comentario sobre
su tierra de origen sin exaltarse y buscarle un doble sentido. Maalouf explica por qué sucede esto:
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Para ir con decisión en busca del otro, hay que tener los brazos abiertos y la cabeza alta, y
la única forma de tener los brazos abiertos es llevar la cabeza alta. Si a cada paso que da
una persona siente que está traicionando a los suyos, que está renegando de sí misma, el
acercamiento al otro estará viciado; si aquel cuya lengua estoy estudiando no respeta la mía,
hablar su lengua deja de ser un gesto de apertura y se convierte en un acto de vasallaje y
sumisión (1999:57-58).

Por otra parte, los inmigrantes no niegan sistemáticamente la relación con otros vecinos, pero
muchos han constatado que aunque hayan pasado cinco, diez o quince años viviendo aquí,
quienes están dispuestos a ayudarles sin condiciones son sus paisanos u otros inmigrantes. La
cultura de origen y el color de la piel pesan mucho. Las condiciones impuestas que les hacen ser
ciudadanos de tercera categoría por haber nacido en países más pobres se arrastran con los años.
Quien comprende mejor estas dificultades es quien lo vive: una de las mejores amigas de Marta es
también ecuatoguineana, y a su amiga Puri la ve poco, pero sabe que puede contar con ella para lo
que sea; Miriam se siente apoyada por María; María busca comprensión en un amigo africano... Y
las tres llevan más de doce años aquí.

ASOCIACIONES DE INMIGRANTES

En Bizkaia existen varias asociaciones formadas por inmigrantes, asociaciones de chilenos,


africanos, angoleños, congoleños, senegaleses, bereberes, chinos... que se han ido creando en los
últimos años. Cada asociación ha surgido de un modo diferente y ha tenido su propio desarrollo: por
ejemplo, la angoleña tiene una vinculación directa con un partido político de origen; en la de
africanos trabajan muchas mujeres no africanas; la chilena ha ido incorporando a otros
latinoamericanos.

Todas estas asociaciones tiene una utilidad y una función. Pueden contribuir a promover el
conocimiento de sus culturas en la sociedad de llegada, sacar a la luz y denunciar situaciones
injustas, hacerse reconocer como colectivo de cara al exterior, etc.

Su creación puede haber significado un paso para estrechar la unión entre sus socios o
participantes, para apoyarse más entre ellos. “Qué bien, por fin se unen para ayudarse”, se
comenta a veces al saber que se ha creado una nueva asociación de inmigrantes. Pero no siempre
supone eso: puede ser que la comunidad esté perfectamente organizada para apoyarse, sin que se
haya creado ninguna asociación o, por el contrario, que a pesar de existir una asociación en ese
colectivo, no haya más apoyo que antes.

Hemos conocido cómo los senegaleses viven en grupo y se apoyan entre ellos. Hace algo más de
dos años se creó la Asociación de Senegaleses en Euskadi. Veamos en qué circunstancias fue:

En un periodo de pocas semanas, varios senegaleses fueron agredidos por policías, unos
por policías municipales y otros por ertzainas. Esto ya venía ocurriendo desde hace años en
el barrio, pero en ese momento la situación era especialmente apremiante. Los agentes les
daban auténticas palizas, les robaban dinero a comerciantes, les hacían desnudarse en
plena calle....

Esta situación de maltrato e impunidad afectó y afecta a muchos inmigrantes, en especial a


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los africanos negros. Cada colectivo vivió circunstancias diferentes. Unos recurrieron a sus
abogados particulares, otros no denunciaron. Algunos se unieron de forma transitoria, para
participar en una campaña de denuncia del maltrato policial.

Entonces algunos senegaleses que tenían más reconocimiento en la comunidad y otros que
llevaban mucho tiempo en Bizkaia, empezaron a plantearse que era el momento de crear
una asociación, que había que dar el último impulso a ese debate pendiente en la
comunidad. Podrían denunciar desde la asociación, y tener un abogado que atendiera los
problemas más comunes, pagándolo entre todos con una cuota mensual. Casi todos
conocían otras experiencias similares de senegaleses en Cataluña, Andalucía o Madrid, ya
que tenían familiares o habían trabajado allí. Hicieron falta unas pocas reuniones, y en pocos
meses estuvo constituida la Asociación de Senegaleses en Euskadi.

Aparte de las gestiones para legalizar la asociación y contratar al abogado, hubo otros
gestos de apoyo: algunas personas afectadas contactaron con el Ararteko. Meses después
otros paisanos fueron agredidos y llevados a comisaría. Quienes habían sufrido el maltrato
policial anteriormente llamaron por teléfono a la comisaría para preguntar por ellos,
intentaron visitarles, avisaron al Ararteko para pedir protección y denunciar lo sucedido y
acompañaron también a sus paisanos en las entrevistas con abogados y en los juicios.

La creación de esta asociación se debe entender como un paso para su reconocimiento desde el
exterior, desde las instituciones gubernamentales o no gubernamentales, un paso para defenderse
y tener más posibilidades de denuncia y reivindicación. La legalización representó la formalización
de unos lazos de apoyo que, como sabemos, ya existen, y que son los que permiten la
supervivencia de la comunidad. Ismael subraya:

Nosotros no necesitamos una asociación para apoyarnos, eso está claro. Hace unas
semanas, cuando murió el padre de Moustakhi, en un día reunimos el dinero suficiente
para pagarle el billete de avión a Senegal. Él ha estado allí dos semanas con su familia,
en las celebraciones y todo... No hemos hecho la asociación para apoyarnos, eso ya lo
hacemos todos los senegaleses, los que estamos en la asociación y los que no...

La unión de los senegaleses está mediada por la cultura de origen, no por la asociación: con o sin
asociación, en Euskadi, en Almería o en Canarias, la comunidad senegalesa tiene unas fuertes
lazos de apoyo.

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“El padre de los africanos”,
así me llaman a mí.

Alí, de Gambia

Capítulo 5. “Siempre está dispuesta a ayudarte”


PERSONAS CLAVE EN LA AYUDA

Hemos hablado de ayudas puntuales y de la ayuda cotidiana, insertada en la vida diaria. En ambas
situaciones, dentro del entramado de relaciones que forman la red de apoyo, hay personas que se
relacionan más, que ayudan más, personas de referencia en su grupo, que hacen alguna tarea
peculiar, como mediar, y conectan a pequeñas redes entre sí.

Gente que ayuda a personas variadas, desconocidas quizás. Que vive dificultades como cualquier
inmigrante y a la vez tiene más capacidad para prestar apoyos que no cualquiera puede dar, como
la mediación. Y cuya actitud les lleva a implicarse más en los problemas, a arriesgarse más.
Personas a quienes, por lo tanto, es necesario darles voz y credibilidad.

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A. QUIÉNES SON

Algunas personas clave en la ayuda a inmigrantes en el barrio son, Faisal, Marta, Alí y María, a
quienes ya conocemos. Estas dos últimas nos han presentado su experiencia de apoyo en
situaciones concretas: juicios, gestiones con la documentación, para encontrar alquiler, denuncias
de maltrato policial, visitas a personas detenidas y apoyo a gente encarcelada; y sus reflexiones
sobre la confianza, el apoyo entre paisanos o la reciprocidad.

Por ejemplo Faisal es una persona clave entre sus paisanos marroquíes. Desde hace años, Faisal
se mueve para ayudar a sus paisanos en los trámites para conseguir documentación, ayudarles en
los viajes de un país a otro. Ha conseguido trabajos y hecho otras gestiones para muchos de ellos.
Les acompaña cuando necesitan, se preocupa por su situación. Él explica:

Un paisano me pide apoyo, no sabe cómo hacer los papeles, tiene miedo... yo viajo a su
ciudad, hablamos con gente, con amigos, le pongo en contacto con alguien que le puede
hacer la gestión. Buscamos una empresa donde pueden hacerle un contrato laboral, antes
de hacerlo nos acercamos a un sindicato para aclarar los términos del contrato, le relleno los
formularios; paso unos días con él hasta que todo está listo; entonces vuelvo a mi casa.

Faisal dedica un tiempo y un esfuerzo a estas tareas de enlace y apoyo que no dedican otros
paisanos suyos. Por eso otros paisanos se dirigen a él en busca de ayuda. Él continúa diciendo:

Todas las semanas hago gestiones con mis paisanos. Tres o cuatro días tengo que salir a
acompañar a uno al médico, al hospital... acercar a otro al aeropuerto, ir al abogado, recoger
a uno que viene de Madrid... Todas las semanas estoy haciendo cosas con mis paisanos,
ayudándoles...

Personas como Faisal se manejan mejor que otras en estas situaciones. En general, tienen más
experiencia de emigración y conocen mejor el castellano. Faisal es entre sus paisanos quien mejor
se entiende en castellano, es quien lleva más tiempo en Bilbao, y ha tenido vivencias como
emigrante en otros países de Europa. Es una persona desenvuelta y de carácter animoso.

Esto sucede también con John, que es de los nigerianos que más tiempo lleva en Bilbao. Él tiene
un buen nivel de estudios y habla y escribe bien en castellano. Además tiene nacionalidad española
y trabaja como maestro. Esta posición privilegiada respecto a otros paisanos y paisanas suyas,
unido a su forma de ser, ha hecho que se convierta en un punto de referencia de ayuda en muchas
gestiones. Rose, la joven nigeriana amiga de María, afirma:

En Bilbao vivimos muchas nigerianas. Algunas llevamos aquí algunos años, pero no
aprendemos bien el castellano. Nosotras hablamos inglés, y nos cuesta aprender el
castellano. Estás todo el día trabajando, encerrada en el bar. Del bar a casa y de casa al
bar. Pasa el tiempo y cuando tenemos que hacer una gestión con papeles, no sabemos
arreglárnoslas. Te llega una carta del ayuntamiento o del juzgado, hay que renovar un
documento, hacer un envío... Muchas de nosotras buscamos a John. Él nos ayuda siempre,
traduce, explica, te acompaña a hacer lo que sea... No importa si te conoce mucho o poco,
siempre está dispuesto a ayudarte.

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Marta, de Guinea Ecuatorial, que vimos que lleva más tiempo de su vida aquí que en su país de
origen, representa un ejemplo de nudo en una red más amplia que las redes de paisanos. Ella
afirma que se siente más de aquí que de allá, pero también se identifica con los africanos porque es
su misma cultura de origen y color de piel, y porque entiende algunas situaciones que ellos viven
ahora y que ella tuvo que vivir hace tiempo. Marta participa en la Asociación Afrovasca, y aunque
no vive en el barrio, trata de estar al tanto de lo que pasa, y hace de mediadora entre africanos y
españoles. Muchas veces, por ejemplo, acompaña a otros africanos a buscar piso para alquilar:

A mí me llaman unos conocidos africanos u otros que no conozco, pero que alguien les ha
dicho que yo les puedo acompañar, porque ellos saben que yo hablo bien castellano y que
llevo aquí muchos años. Me dicen, “ayúdanos a encontrar alquiler, acompáñanos a buscar
piso...” y yo voy con ellos, a ver si podemos hacer algo...

Quedamos pronto por la mañana, te hablan de su situación, te cuentan sus problemas con el
alquiler. Compramos el periódico, preguntamos por las tiendas...Te pasas mañanas de aquí
para allá... Y es tremendo, ¡los caseros te dicen unas cosas...! tienes que estar oyendo de
todo. A veces discutes y otras te dan ganas de reírte. Porque sabes que es mentira, que
cuando no quieren alquilar a los negros...

En resumen, esta gente tiene más disposición personal para apoyar, un carácter más animoso y
además tienen más posibilidades de hacerlo, porque se manejan mejor en algunas situaciones
burocráticas o administrativas; saben hablar y escribir bien en castellano; tienen cierto nivel de
estudios; quizás están algo mejor económicamente que la gente a quien ayudan. En algunos casos
se trata además de personas que tienen cierto peso social, religioso o sanitario en su cultura de
origen. En otros, es gente con más experiencia de inmigración en tiempo y recorridos.

Estas diferencias respecto a sus paisanos o hermanos de continente o en la inmigración hacen


posible que sean ejes de apoyo en sus grupos. Al mismo tiempo, el compartir vivencias duras y
agradables con ellos les da mayor capacidad de ayuda. Porque hablamos de personas que viven
dentro del barrio, así que su experiencia como inmigrantes es similar el de otras personas.

Unas más que otras, en su propia piel o en la de sus familiares o amigos, han vivido diversas
sensaciones y situaciones difíciles. Han tenido que dejar su país, llegar a un lugar nuevo y
desconocido, intentar ubicarse... A su llegada, han pasado tiempos de desconfianza y temor. María
dice:

Cuando yo llegué aquí no confiaba en nadie, desconfiaba de toda la gente, me preguntaban


de dónde era, y decía que de un país diferente, nunca decía de verdad... La gente me
preguntaba cómo me llamaba y yo decía cualquier nombre, estaba yo sola, no conocía nada,
no confiaba en nadie...

Luego me arriesgué, según pasó el tiempo me ha abierto el camino una asociación que se
llama Askabide que trabajaba con prostitutas, me ha dado confianza, me ha protegido, me
ha ayudado, me ha dado trabajo. Entonces me he abierto...

No están necesariamente mejor situados ni más estables que otra gente del barrio. Hay personas
clave en la ayuda que tienen familiares con problemas de alcoholismo o de depresión; otras que
trabajan trapicheando o en la prostitución; muchas de ellas pasan momentos duros
70
económicamente y piden dinero para salir adelante; algunas se ven en situaciones de tensión y
traumas acumulados y recurren a apoyo médico y psicológico.

En su relación con algunas instituciones de ayuda, han vivido situaciones de humillación o rechazo,
como otros inmigrantes del barrio. Alí explica por qué no ha ido a una asociación a pedir ayuda para
hacer un escrito, y ha preferido decírselo a una conocida:

Voy allí a pedir un papel, una cosa que se hace en un rato, y me van a preguntar muchas
cosas y me hacen perder el tiempo. Van a tardar mucho, me dirán, ven otro día... ¿Sabes? A
veces me mandan de aquí para allá y vuelta a empezar...

Y María, que fue a una asociación a pedir un préstamo, cuenta cómo lo vivió:

Una vez tuve un problema muy grande y me encontré totalmente endeudada. He ido a
pedir un préstamo y me han dicho que no me lo dan, me han dicho que si necesitaba
dinero que me fuera a Lérida a trabajar en la fruta. La chica de al lado, una chica joven,
decía lo mismo, decía, “sí, eso es, tienes que ir a Lérida” ... ¡Dios mío...! ¿ella qué sabe?
pensaba yo... Y yo, claro... ¡he salido de su oficina peor de lo que entré...!

Varias personas clave, entre ellas Marta, María y Alí, han vivido la estigmatización, el maltrato y la
impunidad policial al tiempo y de igual modo que la gente que les rodea y que les pide ayuda: han
sido detenidas sin justificación, han sido maltratadas y amenazadas tras denunciar estas
violaciones de derechos básicos. Hemos presentado algunos testimonios de estos hechos.

El vivir situaciones duras y difíciles como cualquier vecino del barrio no impide que sean referencia
de ayuda para mucha gente, al contrario, esa experiencia les enseña y les da capacidad de ayuda y
credibilidad; y es precisamente el vivir problemas similares lo que les hace sentirse cerca de la
gente y que la gente confíe en ellas para pedirles.

Para examinar con más detalle quiénes son las personas clave en la ayuda y cómo trabajan, vamos
a conocer la experiencia de María y Alí.

B. A QUIÉN AYUDAN, QUIÉN LES PIDE

Hemos visto que el apoyo es más fácil entre paisanos o personas que hablan la misma lengua, o
son del mismo barrio o región. En el caso de personas clave como Alí y María, la ayuda se
establece en un ámbito más amplio. Ayudan a gente desconocida mucho más que otras personas.
Veamos el ejemplo de María:

Mucha gente va a pedir a María sin conocerla, porque alguien le ha hablado de ella, o porque le
llevan hasta ella y se la presentan. En la calle, en el barrio, se sabe que “ella ayuda”. La gente le
pide porque, aunque no la conozcan personalmente, sabe que responde bien, que ayuda sin
discriminar. María explica cómo le pide un favor un chico africano a quien no conocía:

Es un chico de Guinea Bissau. Es toxicómano. Me ve una noche por la calle y me llama:


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“¡Mamá, mamá...!”. Él dice que quiere salir de la droga, está empezando a buscar cómo
hacerlo. No sabe dónde ir. Tiene miedo... Quiere que le ayude a pedir cita en el Centro de
Salud, para ver si puede apuntarse a un programa de desintoxicación. Me deja un papel con
su nombre y sus apellidos para que sepa cómo se llama, para que lo apunten en la cita...

Yo he ido al Centro de Salud, pero me han dicho que tenía que venir él en persona. He ido
después a buscar al chico y se lo he explicado, que tenía que venir él conmigo.

“Mamá”, así llaman a María en el barrio muchas personas, africanos, jóvenes toxicómanos, etc.
Moustafá, de Marruecos, decía sobre María:

Ella es madre y hermana nuestra, embajadora de los inmigrantes.

La gente sabe que María está disponible. Ella muestra confianza, se abre, y por eso la gente se
acerca a contar:

Todos vienen a preguntarme, o a contarme, a que les escuche... Todos vienen a contarme,
hasta los yonquis. Me paran por la calle, me cuentan lo que les pasa, me llaman “Mamá”.
“¡Mamá, Mamá...!” me paran y me lo cuentan todo. Ellas también vienen y me cuentan. ¡Yo
no les pregunto...! Las chicas me buscan, me cuentan lo que les pasa... yo no sé...

Gente variada, que sabe que puede contar con ella para cosas pequeñas y grandes. Como este
chico que llama al timbre de María de madrugada:

Esta noche, ¿qué me ha pasado? Estoy durmiendo y tocan el timbre. Me levanto “¿Sí...?” Es
un un yonqui que me llama, “¡María, dame una manta... Tengo frío...!” Busco por casa una
manta vieja, la meto en una bolsa, me asomo por el balcón, se la tiro y me vuelvo a la cama.
¡El chico tenía frío...!

María, vive su disposición a apoyar como una relación abierta, e identifica la ayuda con la
confianza, con contar y escuchar, y con la mediación. Ella explica:

Y yo ahora me entrego a la gente toda. Que vengan negros, blancos, lo que sea, me entrego
a todos. Me vienen a hablar, y yo les digo las cosas a la cara. Yo no hablo, chillo y empiezo
a gritar. Ya todos me conocen que yo no hablo, grito... Y nada, entonces les pongo en su
sitio...

Yo creo que tengo un don, es como un don. Yo no sé si me ven como una persona buena,
porque yo tengo muy mala hostia a veces... pero ellas confían en mí. Es como mi madre,
cuando yo vivía con mi madre, todas las vecinas venían a ella. Si tenían un problema, una
disputa, venían a ella a contarla o la pedían que fuera donde la otra vecina a explicarla, le
pedían que mediara... Mi madre era así, todas acudían a ella. A mí me pasa lo mismo.

Aquí, en este barrio, es donde se han encontrado mucha gente alrededor a quien pueden ayudar.
En este barrio es donde se define su identidad, donde tienen ese reconocimiento. En otros
momentos quizás tenían otras tareas o dedicaciones. Y en el futuro esto puede cambiar también.
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María sabe que fuera de aquí no podría desarrollar esa tarea, mantener ese reconocimiento:

Este es mi barrio. Yo llevo aquí muchos años. Aquí todos me conocen. Todos me saludan
cuando se encuentran conmigo por la calle. Vienen a pedirme. Me agradecen. Aquí soy
conocida... Pero si me voy a otro pueblo, si me voy a veinte minutos de este sitio, no va a ser
igual. Nadie va a venir a verme, nadie se va a acordar de mí. Puedo estar allí y nadie me va
a llamar. Si estoy aquí, pasan por mi casa y tocan el timbre, o me ven y me paran para
comentar algo. Yo sé que si me voy no sería lo mismo.

C. AYUDAS MÁS CARACTERÍSTICAS

Entre las tareas de apoyo que hacen estas personas, hay algunas más peculiares, que no suele
hacer otra gente, o que ellas las hacen con más frecuencia o de un modo especial. Son entre otras,
el acompañamiento y la acogida, la mediación y la tarea de enlace. Así lo explica la gente que
recibe su apoyo, y ellas mismas son conscientes de ello.

ACOGIDA Y ACOMPAÑAMIENTO

Estas personas están al tanto de los demás, lo que vimos que es tan necesario cuando falta la
familia. Preguntan, hacen seguimiento de cómo le fue a ésta o a aquel, se preocupan por la gente
que está más sóla... Así para algunos, Alí es punto de referencia para saber cómo les va a los
africanos en el barrio. Así lo entiende Adolfo, de Guinea Bissau:

Yo llego al barrio cuando vengo de viaje y lo primero que hago es buscar a Alí. Alí sabe
cómo está todo el mundo. Yo le pregunto, “Alí ¿qué sabes de éste? ¿cómo está el otro?...
Alí ¿a dónde fue ese chico de Ghana?” Primero hablo con Alí y después ya puedo ir a
buscar a otras personas, a otros conocidos, amigos...

Se preocupan especialmente por la gente que sabemos que está s0la. Por eso estas personas son
en determinados momentos fuente de ánimo, de energía, de apoyo psicológico. Alí preguntaba por
Mansour cuando pasaba mucho tiempo sin verle, porque sabía que estaba muy solo. Y Moustafá
explica sobre María:

Muchos días estoy triste, estoy deprimido... A veces voy por la calle y me encuentro con
María, me ve de lejos, o la veo yo. Me llama, se acerca... María siempre tiene unas palabras
de ánimo, te va a preguntar qué tal estás, siempre va a pararse a hablar un rato conmigo...
Me encuentro con María y por un tiempo me levanta el ánimo, es algo especial... ¡Recupero
las fuerzas sólo con estar un poco con ella...!

Estar dispuesto a apoyar y dar confianza a gente desconocida es posibilitar la ubicación a la


llegada, es abrirles la puerta a la “integración” en el barrio. Abubacar ve en Alí una persona capaz
de hacer esto. Así lo explica:

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Cuando llega un africano nuevo al barrio, la gente no le conoce. Otros africanos no se fían,
algunos no le hablan, no se acercan... Alí siempre le ayuda. Alí sabe todas las lenguas, con
todos puede hablar. Alí dice, “Ahora es nuevo, no le conocemos, pero un día será como
nosotros. Un día será uno más en el barrio, por eso hay que ayudarle”. Alí ayuda a todos...
... Alí siempre se lee el periódico, todos los días, sabe las noticias, lo que pasa en el mundo,
el futbol... Y la gente va por la calle y le pregunta, “¡oye, Alí! ¿hoy hay partido?” Y Alí les
dice...

Por eso le avisan cuando llega alguien al barrio. Y muchas veces si otros africanos se encuentran
ante alguien que necesita apoyo recurren a Alí, porque saben que suele ayudar bien y que le gusta
hacerlo:

Una mañana llegó un chico desconocido al barrio, hablaba árabe y chapurreaba francés. No
tenía dinero. No llevaba equipaje consigo. Buscaba dónde dormir, preguntaba a la gente... y
en un bar le sugirieron que fuera al Albergue Municipal. Entró después en una tienda donde
había varios comerciantes africanos y comentó su situación.

Todos los de la tienda estaban de acuerdo en que debían avisar a Alí, ”Alí sabe árabe bien,
podrá entenderse con él, Alí sabe dónde está ese albergue... Le dejaremos recado para que
se pase por la tienda antes de las seis de la tarde. Al chico vamos a decirle que le espere
aquí...”, propuso uno de ellos.

Alí habla de otro chico africano que estaba durmiendo en la calle:

Ese chico... yo no tenía nada que ver con él, pero me daba pena verle así, y le ayudaba... Él
estaba durmiendo en la calle... Le veía muy solo y otros africanos me decían, “Alí, habla con
él, está muy solo... Tú que te entiendes bien, habla con él... está durmiendo en la calle...” Y
yo fui a buscarle.

En el capítulo anterior hablábamos de los espacios de acogida. El lugar de trabajo, la tienda de


María, se convirtió en un espacio de referencia especial para la ayuda. Como decía Javi Fantova:

Su comercio no sólo es un lugar de compra y venta. Es mucho más. Es un lugar donde la


gente está, donde muchas mujeres encuentran un espacio para reunirse y afirmar su propia
identidad, donde alguien puede llevarse algo con la promesa de quizás pagar al día
siguiente, donde refugiarse cuando no queda dinero para hacerlo en un bar. Mucha gente
obtiene préstamos sin plazo y a nulo interés; personas recién llegadas tienen un lugar al que
acercarse, conocer gente de su país, orientarse en qué pueden trabajar; también hay quien
sale a patadas por haber dicho una mentira o por haber faltado a una promesa (1998:1).

María conoce a gente muy desubicada y se preocupa por ellos. Quiere que estén ocupados al
menos un rato con las clases, para que no se metan en líos o para que no se depriman... Pasar las
horas, el tiempo, en la tienda de María, ha sido a veces el fruto de un compromiso con ella para salir
del círculo de estar en la calle trapicheando y enganchado al alcohol, la cocaína o la heroína.
Joseph, de Sudáfrica, decía:

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Yo estoy todo el día en su tienda. Ella está siempre allí, apoyándome... Yo voy a estar en su
tienda siempre, y no voy a estar sólo, voy a recordar que tengo que cuidar de mí. Ella va a
mirarme, va a vigilarme para que no ande por la calle haciendo otras cosas. Solo voy a salir
para ir a estudiar español. Y cuando salgo de estudiar voy a buscarla otra vez. Así puedo
pasar el tiempo, hasta que encuentro un trabajo. María es como mi hermana... es más que
mi hermana.

MEDIACIÓN

En un barrio de inmigración se habla o entiende una gran variedad de lenguas. Esto genera no
pocos problemas de comunicación. Por otra parte, la gente africana que casi no habla la lengua
colonial de su país, necesita también comunicarse con otros africanos para expresar sus
sentimientos e inquietudes. En un barrio multicultural los conflictos por malos entendimientos y
desconfianzas son comunes, por eso es muy importante todo lo que pueda facilitar la comunicación
y el entendimiento, y la tarea de mediación. Veamos cómo hace Alí:

Alí se entiende con muchos africanos porque conoce muchos idiomas, tanto africanos como
europeos. Esto le facilita hacer de intermediario. Marisa, una mujer ecuatoguineana que tiene un
comercio en el barrio, se dio cuenta enseguida:

Hay un chico que viene a mi tienda... ese chico es muy listo, sabe todas las lenguas. Ese
chico puede hablar con todos los africanos. Le oyes hablar en inglés, en euskera, en
mandinga dice que habla... En wolof con los senegaleses. En francés, en castellano... A otro
le habla en saranjule... ¡se entiende con todo el mundo!

La gente recurre a Alí para buscar alquiler, no tanto por ubicar el piso, sino para poder negociar con
el casero. Quizás quien le pide sabe un poco de castellano, pero confía en que Alí se va a entender
mejor con los caseros y va a saber acordar con ellos para que alquilen la habitación a un africano.
Así, la primera vez que Abubacar buscó alquiler en Bilbao, se dirigió a Alí. Alí le acompañó a varias
casas y al final se alojó en casa de Cristina, quien, como sabemos, le alquiló una habitación. En
este tipo de situaciones, Alí busca unas condiciones de equilibrio en el pago del alquiler, unas
condiciones que permitan autonomía y animen a buscar trabajo. Por eso explica:

Yo le he buscado alquiler al chico.. Yo le he dicho, “yo pongo la mitad del alquiler, yo te


pongo quince mil, la otra parte la pagas tú”. Yo le he dicho, “si quieres trabajar, yo te enseño
a vender ambulante”. Él me entiende bien porque yo puedo hablar en su lengua. Yo se cómo
está Abubacar, porque también he tenido muchos problemas como él... Yo tengo que
ayudarle, porque es africano... pero el africano tiene que trabajar. Si el africano no trabaja, el
africano a tomar por culo... si no busca trabajo, no voy a ayudarle más.

Le llaman para que les haga de traductor en discusiones o malentendidos y su tarea de traducción
se transforma a menudo en la de mediación. No traduce simplemente, sino que intenta entender
primero a cada parte, explica luego para que cada uno entienda la postura del otro, para que
entiendan los referentes culturales de la otra parte. Alí habla de una situación conflictiva:

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Un día me vienen a avisar. Quieren que vaya a la pensión de Marina, porque había un
problema con un chico africano y ese chico pedía que viniera yo. Yo llego allí, veo al chico
muy enfadado, gritando a Marina. Yo creo que como él casi no entendía español y además
estaba muy nervioso, por eso parecía enfadado.

Yo le digo, “a ver, cuéntame lo que ha pasado”, y él no sabía explicarme lo que pasaba... no


entendía y estaba muy nervioso... Entonces Marina me dice que no había pagado la
pensión. Yo le digo en mandinga, “escúchame, tú no puedes hablar así con la señora. Ella
tiene razón, ella te está pidiendo el dinero, no tienes que gritarla... esta señora tiene su
negocio, por eso te pide el dinero...”. Así le explico yo.

Alí es consciente del valor de la mediación. Sabe cómo usarla. Así recuerda una situación en la que
intentó mediar:

Un paisano mío tenía un problema con el señor que le realquilaba habitación. Mi paisano
traía chicas a casa, y el señor se enfadaba, no quería chicas. Cada vez hablaba más alto
ese señor. Mi paisano le decía que en su habitación podía hacer lo que quisiera. Un día que
yo estaba visitándole tuvieron una fuerte discusión, yo intenté ayudarles a entenderse, pero
el señor ya no quería escuchar. Por eso busqué a una mujer que conoce a ese señor. Él
tiene confianza en ella, y yo pensé, “si ella viene y nos escucha, él va a escucharnos
también, así podremos hablar, entendernos...”

ENLACE

Hay personas que son puntos de referencia, de conexión entre grupos (de paisanos, por ejemplo) e
instituciones (policial, sanitaria, municipal...). Lo explica Abdulhak, de Marruecos:

En San Sebastián hay unos nueve o diez marroquíes que son como las personas de referencia,
las más conocidas por la policía, y también tienen su nombre y su teléfono en los hospitales.
Cuando detienen a alguien, cuando hay un problema, si aparece alguien muerto o si hay un
accidente, pues les llaman a ellos y a través de ellos se localiza a los familiares. Una vez
acuchillaron a un chico por una disputa. En realidad era español, nacido aquí, pero de padres
marroquíes. La policía lo recogió y como tenía rasgos árabes, llamaron a un marroquí que
conocían. Él le reconoció y así se pudo localizar a su familia.

Cuando no pueden dar salida a la situación que les plantean, tratan de buscar otra persona o
institución que pueda apoyarles. Conocen algo el trabajo de las instituciones y asociaciones de
apoyo a inmigrantes y a su vez les conocen en estos lugares.

María pone en contacto a quien le pide ayuda con alguien que quizás trabaje en una institución o
quizás no, pero en cualquier caso, busca a alguien de confianza. Cuando le pide apoyo a Laura,
ésta puede dar respuesta a algunas peticiones personalmente, o acercándoles a otras
asociaciones. Laura explica sus primeros años de relación con María:

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MARÍA BUSCA QUIÉN APOYE
SER ENLACE

Durante cuatro años fui vecina de María, fuimos vecinas de la misma calle. Pocos días después de
conocernos, y cuando supo que me dedicaba a dar clases de castellano en el barrio por medio de la
asociación Bilbo Etxezabal, empezó a pedirme apoyo para algunas personas que se dirigían a ella.

Me puso en contacto con gente que quería aprender. Me fue presentando a gente en situaciones
variadas relacionadas con los estudios: un niño pequeño a quien había que llevar a la escuela
porque su madre a esas horas estaba durmiendo, un marroquí que se ofrecía a enseñar a escribir a
sus paisanos...

Semana a semana me hizo llegar todo tipo de gente, quien buscaba alquiler, quien necesitaba una
oferta de trabajo, quien necesitaba hacer una gestión en la policía pero temía hacerse presente
porque tenía una orden de expulsión...

Me veía desde la acera de enfrente y me avisaba, o venía a buscarme a casa. Otras veces
aprovechaba cuando pasaba por su tienda a saludarla... Me buscaba en el trabajo, o me llamaba
por teléfono cuando no tenía otra opción.

María pone en contacto a Laura con la gente para que alguien aprenda castellano, busque otras
posibilidades de estudios, encuentre alquiler, arregle la documentación o haga gestiones judiciales.
Después de ese primer contacto entre Laura y quien le pidió, María trata de seguir el caso, de saber
si consiguió lo que necesitaba... Pregunta a Laura y pregunta a la interesada cómo les fue.

Si la persona a quien deriva tiene una pequeña red de apoyo, como es el caso de Laura, esta red
podrá ir creciendo. María explica sobre alguien que venía con frecuencia a pedirle ayuda:

Ese chico, antes venía siempre a pedirme a mí. ¡Todas las semanas pasaba por mi tienda!
Yo le puse en contacto con Laura. Laura le ha ayudado... ¡Y ahora ya no viene a verme a mí!
Ahora le busca a ella cuando necesita ayuda, ¡todos los días Laura tiene visita...!

Las personas clave hacen también de canal en sentido inverso, para ayudar a una institución que
ofrece ayuda y busca clientes a ponerse en contacto con la gente. María es un punto de referencia
para las asociaciones del barrio y para las que trabajan desde fuera con inmigrantes: cuando hace
falta difundir una convocatoria o localizar a inmigrantes, sobre todo si se trata de africanos, se
dirigen a ella en primer lugar (por ejemplo en campañas de vacunaciones y convocatorias de cursos
y jornadas).

Ellos saben que son muy necesarios para las instituciones, ven con claridad que una institución
aporta y también recibe; no sólo porque aprende de aquellos a quienes dice ayudar sino porque
necesita de ciertas personas que hagan de enlace, que contacten con el colectivo al que se dirigen,
para que su ayuda pueda tener un mínimo alcance. Perciben la ayuda como un intercambio, como
un dar y recibir a la vez, tanto entre personas como entre personas e instituciones. Así lo afirma
María:

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Yo les he ayudado mucho a las asociaciones. Venían a pedirme que les pusiera en
contacto con gente. Venían a pedirme que les hiciera entrevistas... Todos han venido a
pedirme, del centro de atención psicosocial... ¿cómo se llama...? y de Cáritas, del
Centro de Salud para la vacunación de los niños... y de otro sitio que no recuerdo el
nombre, que querían contactar con mujeres.

La última vez fueron unos que buscaban extranjeros con permiso de residencia para un
curso de nosequé... Todas las asociaciones han venido a pedirme, ¡y los curas de la
parroquia también!, todos han venido por mi tienda. Cuando necesitan gente todos
vienen... De todos los sitios han venido a pedirme ayuda y yo se la he dado... Yo hacía
lo que podía, porque veía que eso podía servir para que mi gente estuviera un poco
mejor.

Personas como María y Alí no derivan a instituciones tanto como se espera desde las propias
instituciones, si tenemos en cuenta la cantidad de gente que se dirige a ellos a pedirles. Su
experiencia personal con las instituciones les ha hecho tomar distancia con éstas, desconfiar en
ocasiones.

Un modo de establecer contacto entre los inmigrantes y las instituciones y resto de la sociedad es
ser voz de la gente ante los medios de comunicación y estudiosos del tema.

Cuando sucede algo en el barrio relacionado con los inmigrantes (una paliza policial, una pelea,
detenciones por tráfico de personas, cierre de un club de prostitución...), los medios de
comunicación se dirigen a María para preguntarla; año tras año vienen a entrevistarla emisoras de
radio, canales de televisión y periódicos locales, nacionales y estatales; se han dirigido a ella en
estudios sobre los inmigrantes relacionados con la salud o el maltrato policial. No hay muchas
personas inmigrantes en el barrio que estén dispuestas a hablar en público y que se relacionen con
soltura con periodistas y entrevistadores.

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Antes de la droga, a cualquiera que venía se le daba casa,
venía a vivir con alguno de nosotros. Y le poníamos a trabajar
en los mercadillos, en la venta ambulante. Después de llegar la
droga al barrio, ya no ayudamos a cualquiera, no nos fiamos.

Tahar, de Marruecos

Capítulo 6. “Ya no nos fiamos”


CRIMINALIZACIÓN Y AYUDA

Los inmigrantes de países pobres que son etiquetadas habitualmente con el apelativo de “ilegales”,
“negros” o “negras”, o como “traficantes”, sufren la criminalización y la represión policial que se
justifica a partir de estos estigmas. La criminalización de los inmigrantes hace más difícil el apoyo,
porque se fomenta la desconfianza y se dificulta el encuentro entre la gente, porque lo hace más
arriesgado.

Como comprobaremos, la ayuda a quienes cargan con estos estigmas también se criminaliza:
apoyarles se considera “ilegal”, se considera “dar cobertura a la delincuencia organizada”, lo que
tiene graves consecuencias, sobre todo en las personas clave en la ayuda y en los propios
espacios de acogida.

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A. ESTIGMAS Y CRIMINALIZACIÓN

En el barrio de San Francisco, después de payos y gitanos, fueron sobre todo marroquíes y
argelinos los que se incorporaron al tráfico de drogas en su escalón más inferior; más tarde
entraron africanos; en algunas tareas, unos colectivos fueron sustituyendo a otros. El tráfico de
drogas se sumó a la prostitución como sustento económico del barrio directa o indirectamente
(comercios, farmacias, bares y pensiones participan de los beneficios de la compra y venta ilegal,
ya que traficantes y toxicómanos pasan en el barrio el día y algunos la noche también).

Cuando tener el estigma “negro” es por sí mismo una prueba de delito, cuando el hecho de ser
negro es signo de ser delincuente; se está criminalizando a la población negra, por ser negra. Dicen
Beatriz Díaz y Javi Fantova:

El estigma, una etiqueta asociada a alguna característica de la persona (en este caso el
color de la piel) parece explicar completamente sus acciones. El estigma no distingue a las
personas, y hace pasar a todas por el mismo rasero en función de una imagen social
determinada. Por efecto del estigma, todas las personas etiquetadas (en nuestro caso,
“negras”) pasan a pertenecer al mismo grupo, a tener las mismas características. Para
quienes lo utilizan y promueven, el estigma es suficiente para justificar las actuaciones
contra ellas (1998:75).

A la vez, el estigma “traficante” es promovido y reforzado por las instituciones estatales. De hecho,
la identificación o detención a través del estigma es defendida públicamente por representantes de
instituciones policiales: en unas jornadas abiertas, una funcionaria de la Ertzaintza, explicó
consideraban como indicios evidentes de criminalidad el vestir ropa cara, unido al color de la piel y
al lugar por donde se pasa (Itziar Marrokín, 1997).

Es en el contexto de la política autonómica, estatal y europea frente a la inmigración donde se


crean algunos estigmas, una política que trata de frenar la inmigración impidiendo la entrada (así se
crean el estigma “ilegal” y el estigma “mafia”) y haciendo difícil la estancia (así se crean el estigma
“negro” y el estigma “traficante”).

Se trata también de una política de lucha contra la delincuencia bien definida y aplicada ya en
Estados Unidos y en diversos países de Europa, a pesar de no tener resultados positivos, según
afirma Loïc Wacquant:

... “tolerancia cero”, toque de queda, denuncia de la violencia de los jóvenes (es decir de los
jóvenes considerados inmigrantes de los barrios puestos en barbecho económico),
focalización sobre los pequeños traficantes de droga (...) esos programas no tienen ninguna
incidencia mensurable en la delincuencia, se contentan con desplazarla en el tiempo y en el
espacio (...) y están siendo vigorosamente combatidos ante los tribunales en razón de su
aplicación discriminatoria y de su vocación represiva que contribuye a criminalizar a los
jóvenes de color de los barrios segregados (1999:13).

La criminalización, la represión y la impunidad policial existen en este barrio y se viven en el día a


día. La gente trata de responder a ello. Cuando varios senegaleses sufrieron agresiones policiales,

80
se movilizaron para apoyarse; cuando detuvieron a la amiga de María, ella corrió a pedir ayuda a
una oficina municipal y a un amigo; en la campaña de denuncia del maltrato policial a inmigrantes
en el barrio, muchos de ellos ofrecieron testimonios; si alguien es encarcelado se le apoya; si desea
denunciar una agresión policial, se buscan los medios para que lo haga; cuando alguien llega
nuevo al barrio, como explicaba Tahar, se le hace un acompañamiento más cercano, que entre
otras cosas sirve para evitar que tenga problemas con la policía.

En medio de la criminalización, estas actitudes de apoyo son difíciles y arriesgadas, por eso
decimos que la criminalización tiene efectos en la ayuda entre la gente.

B. EFECTOS DE LA CRIMINALIZACIÓN EN LA AYUDA

LOS LAZOS DE APOYO SE DEBILITAN

En un barrio donde se entrelazan varias redes de trabajo ilegal como son el tráfico de droga ilegal,
la prostitución, la falsificación de documentos y el tráfico de personas, la verdad y la mentira están
confundidas; porque a través de esta confusión pueden ocultarse mejor estas actividades. Pero al
mismo tiempo, para que ciertos apoyos puedan ser efectivos, para que la persona que ayuda no se
arriesgue más de lo necesario, hace falta una claridad en la relación que a veces no es posible.

Por otra parte, cuando no se tiene documentación también hace falta construir una doble versión de
algunos hechos de la propia vida y a veces vivir semiclandestino. Esto supone una dificultad
añadida a la hora de prestar ayuda.

La estigmatización se suma a estas limitaciones inevitables. El estigma se apoya en el


señalamiento de lugares y personas (“¿qué haces tú en este bar?”, le preguntó la policía a Marta).
Se convierte en traficante todo aquel a quien la policía u otros vecinos señalan. Por ejemplo, para la
gente que vive fuera, ir al barrio a visitar a un amigo o a dejar un recado puede ser muy costoso.
Zuriñe lo explica así, hablando de los africanos:

La gente no quiere hablar del tema, no quiere pasar por el barrio, no quiere que nadie piense
que... “¿Qué hacías tú un martes por la tarde en San Francisco?” El menor acto supone una
acusación, una marca. Y la gente quiere vivir tranquila. Conseguir dinero, apoyar a la familia
en África y ya está.

Entre los inmigrantes que se sienten afectados por estigmas y estereotipos, quien puede se va a
vivir fuera del barrio, quien puede no pasa por allí. Esto provoca dificultades de encuentro entre
paisanos o gente cercana, encuentro que sería el punto de partida para establecer un apoyo.

Además, se agudiza la imagen de marginalidad del barrio, la imagen de “gueto”, como vimos en el
capítulo anterior, y esto impide más aún que gente diversa se acerque al barrio, y hace que los
inmigrantes que salen fuera del barrio se sientan señalados u observados.

Los rumores crean desconfianza y miedo a ayudar: si estás aquí, si vas con ése, hacen creer a tu
entorno incluso a tí mismo que también colaboras (“si me relacionan con él van a pensar que yo
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también...”). Quien no desea verse afectado por ese estigma, ve necesario saber si las personas
que se relacionan con él o ella están “metidas”, saber quiénes frecuentan el local donde acaba de
entrar. Desea saber para que no le impliquen, para que no le identifiquen con “esos”. Comienza a
sospechar y desconfiar. De este modo, entre amigos, entre paisanos, entre pobres, entre los que
forman parte del propio colectivo criminalizado se empieza a usar el estigma y se asume la forma
de actuar y los criterios de sospecha de la policía (Díaz y Fantova, 1998:76).

A mucha gente que tiene miedo de que se le implique en el tráfico le cuesta confiar en
desconocidos. Moustafá, de Marruecos, explica lo que le sucedió hace años cuando llegó al barrio
por primera vez:

Yo vine de Barcelona, allí trabajaba por temporadas en el campo, y convivía con otros
paisanos y africanos... yo estaba acostumbrado a compartir casa y comida con mis
compañeros... Llegué a San Francisco, iba todo el día con mi equipaje al hombro. Pedí a
varios paisanos que me dejaran guardarlo en su casa, para no andar todo el día cargado.
Nadie quería, nadie respondía. “No, es que en la pensión no podemos tener cosas...” me
decían. Al final tuve que deshacerme de él, lo tiré a un contenedor, ¡ya no tendría que
cargarlo más!

Tras una operación policial de registro de un local, tras una redada, una detención o
encarcelamiento, circulan con rapidez las versiones sobre los hechos, (“por algo habrá sido, ya lo
decía yo...”); no se desmentirá una afirmación aunque se crea malintencionada; no hay gestos
visibles de apoyo; pocos se acercan a la persona o a su local los primeros días; porque esto
supondría ser relacionado con quienes han sido señalados.

Abdurrahim, de Egipto, era vecino de un chico que fue ingresado en prisión preventiva acusado de
tráfico de drogas. Mientras el chico estaba dentro, alguien tendría que llevarle algo de ropa y
calzado a la cárcel, y recoger y guardar sus pertenencias. Abdurrahim no pensaba hacerlo:

Yo no quiero saber nada... Se ha metido en eso, y ahora ya no quiero saber nada de él. A mí
me da igual si entran en su casa. Me da igual si necesita ropa. Si alguien se lleva las cosas,
me da igual...

Esta muestra de desconfianza y desinterés, más que una cuestión personal, se entiende como una
forma de desenvolverse en este entramado sin que te impliquen y a la vez sin delatar, en respuesta
a la necesidad de sobrevivir en el barrio.

Otras personas sí se relacionan con paisanos que trafican. Cuando se vive al margen, como es el
caso de estos pequeños traficantes, el acercamiento y la confianza entre paisanos cobra una
especial importancia; cuestiones que no se quieren sacar a relucir con otra gente, surgen hablando
entre paisanos y pueden solucionarse. Idir explica:

A veces me encuentro con unos paisanos que llevan tiempo aquí. Ellos viven un poco al
margen, apartados, porque trabajan en la droga, entonces no quieren que les molesten... ni
tampoco meter en líos a nadie... ¡Y ni se han planteado hacerse los papeles!. Les dices,
“¿no tienes papeles todavía?” Hay cosas que no se les habían ocurrido, pensaban que no
podían, yo qué sé... Entonces les ayudas a intentarlo, a hacérselos.

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Algunos tienen la seguridad de que no les van a implicar; pero saben también que han de guardar
ciertas distancias y precauciones, porque la policía sí puede hacerlo. Idir explica:

Mis paisanos conmigo están bien. Algunos trabajan en la droga, pero conmigo no hay
problemas... Ellos viene a mi casa, pero yo no voy a su casa si me invitan a comer, porque
igual están metidos en la blanca, y si entra la policía en su casa y tú estás alli, meten a todos
en el mismo saco.

Cuando estas situaciones se generalizan, cuando van afectando a aspectos diversos de la vida
cotidiana, pueden debilitar la cobertura de apoyo entre la gente, especialmente entre paisanos. Por
eso Tahar tiene claro que la entrada de la droga en el barrio supuso una limitación para la con fianza
entre sus paisanos. Y Abdulie, de Gambia, recuerda:

Cuando yo llegué a España, hace muchos años, era diferente. Entonces todos los africanos
estábamos juntos. Se reunía dinero... necesitabas viajar a otro sitio, se juntaba dinero entre
todos. Era otra historia... Luego empezó el rollo este, las drogas, estos sitios donde... eso
antes no existía, los líos en estos barrios, con la policía... todo eso. Entonces cambió la
cosa...

Para ellos, el momento de la entrada de algunos inmigrantes al tráfico de drogas y el aumento de la


marginalización de los barrios de inmigrantes es la frontera entre el antes y el después de la ayuda
entre paisanos o hermanos de continente.

Esto es quizás lo que define de forma más cruda el efecto que el estigma y la criminalización
pueden tener en las redes de apoyo.

LA AYUDA SE HACE ARRIESGADA

En un contexto de criminalización y de estigmatización de colectivos variados ayudar supone


arriesgarse. No todo el mundo está dispuesto a hacer tareas en principio sencillas que a través de
la criminalización y el estigma se hacen complicadas.

Apoyar a alguien afectado por la impunidad policial (por ejemplo, estar presente en un juicio como
el de Abdul) denunciar o hacer de testigo contra una institución poderosa como la policía, significa
ponerse en peligro, cargar con otra marca. No es fácil tomar la decisión cuando se sabe de muchas
personas cercanas que han sido amenazadas, seguidas o agredidas por la policía después de
denunciar públicamente o por vía judicial. Veamos un ejemplo:

Un grupo de africanos fueron detenidos ilegalmente en una redada policial y maltratados en


comisaría. Uno de ellos fue ingresado en prisión. Varias de las personas que fueron detenidas se
buscaron en días posteriores, hablaron de lo sucedido y se animaron entre ellas para denunciar los
hechos en la oficina del Ararteko. Una de ellas comentaba:

Esto es una cosa muy difícil, muy peligrosa. La policía tiene mucha fuerza. Podemos tener
problemas luego, porque somos africanos, puede pasar algo y no va a importar a nadie
luego, ¿sabes? Algunos dicen que van a denunciar. Pero otros ya no quieren, dijeron que sí,
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pero se han echado para atrás, tienen miedo. Tenemos que denunciar, tenemos que apoyar
a ese chico... queremos hablar para que no se haga injusticia... Ese chico no tiene que estar
en la cárcel.

Según explica esta persona, la intención de la denuncia es reparar el daño y humillación personales
y apoyar a quien está en la cárcel, alguien que está peor que el resto del grupo.

AFECTA A PERSONAS CLAVE

El ejemplo de María es muy claro. Poco tiempo después de que María abriese su tienda se había
creado un ambiente de acogida, de escucha, de intercambio. Ella explica:

Todos saben que soy muy reconocida en el barrio, que tengo un respeto, que la gente
escucha lo que digo y para ellos es importante. En mi tienda podía entrar todo el mundo, yo
no marcaba diferencias. Saben que estoy al tanto de lo que pasa en el barrio, yo me entero
de todo lo que pasa...

Su tienda era un referente donde acercarse a contar problemas o pedir ayuda. Ella no discriminaba.
Se convirtió así en una persona con mucho reconocimiento en el barrio y a la vez en un punto de
referencia de ayuda para todo tipo de gente, entre ellos pequeños traficantes.

Cuando María fue agredida por varios ertzainas, que la pegaron y humillaron delante de su tienda
en plena calle, ella convocó una reunión en el barrio para pedir apoyo y respuesta pública. Avisó a
todas las personas y asociaciones que conocía. Probablemente nunca en una reunión del barrio
convocada por ninguna asociación había ido tanta gente africana y magrebí, que no suelen
participar activamente en asociaciones. Fue quizás la constatación de que era de las pocas
personas en el barrio con un grupo tan amplio y variado de personas que confiaban en ella.

Este tipo de agresiones no sólo las había sufrido ella, pero a través de ella se pudo movilizar a otros
para denunciar la situación. A través de ella otra gente se animó a denunciar por la radio, en la
calle, en ruedas de prensa o en entrevistas personales, el maltrato policial que habían vivido.

Tras los primeros meses del calor de las movilizaciones de denuncia y cuando perdió el juicio por la
denuncia que la Ertzaintza puso contra ella, María cerró su tienda. Como explica Fantova, no fue
casualmente:

María fue una de tantas personas que por el solo color de su piel fue objeto de maltrato
policial. María fue de las pocas que se atrevió a denunciar (...) Todo esto fue una carga de
profundidad en la línea de flotación de su dignidad. Una identidad basada en el respeto
ganado a pulso durante años, se derrumbó. Pérdidas económicas, señalamientos por parte
de vecinas y vecinos del barrio, escalada en el hostigamiento policial. María cerró la tienda, y
con ella buena parte de su historia y su sentido de vivir (1998:1).

Para María, cerrar su tienda fue cerrar parte de su identidad. Para el barrio, y en concreto para
muchos inmigrantes, significaba cerrar un espacio de acogida.

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María trata después de salir adelante. Así lo cuenta Laura:

Vi como María se hundía, ¡y no creo que fuera sólo por los problemas económicos! Fue
también porque su identidad, en este barrio donde había vivido más de quince años, se
fundamentaba en la ayuda a los demás y su tienda era el punto de referencia para esta
ayuda. Lo pude comprobar cuando un año después trataba de recuperar su ánimo y su
identidad del mismo modo: tratando de ayudar, de relacionarse con la gente. Ella era
consciente de que se había debilitado ese eje importante en su vida y trataba de
reconstruirlo.

Tiempo después, María comentaba:

Echo de menos la tienda. Cuando estaba en la tienda... ¡Eso era increíble! ¡venía todo el
mundo...! Todos venían a contarme. ¡Estaba cansada de escuchar historias! Eso no era una
tienda, ¡era como un centro de salud mental!

Actualmente, María sigue luchando por mantener su papel en el barrio. Dos años después de las
agresiones policiales que vivió y de sus denuncias, sigue recibiendo un goteo de variadas
denuncias por parte de la Ertzaintza. Habiéndose quedado sin empleo como efecto de la propia
represión policial, todavía se ve obligada a pagar multas tras resoluciones judiciales en su contra,
acusada de “faltar el respeto a la autoridad”.

La represión policial, en definitiva, no sólo supone una humillación personal y una violación de los
derechos básicos, sino que tiene este efecto a largo plazo que acabamos de ver. Supone, en
definitiva, una forma de cortar, de bloquear ese fortalecimiento de los lazos de ayuda que se apoya
especialmente en estas personas. Tiene como efecto “secundario” romper la vida de una persona y
alterar además una amplia red de apoyo que estaba centrada en esa persona.

LAS ASOCIACIONES E INSTITUCIONES PARTICIPAN EN LA REPRESIÓN

Hemos visto cómo la gente afectada por la criminalización puede acabar asumiendo el estigma y los
criterios criminalizadores del estado y de la policía en concreto. Del mismo modo sucede con
algunas asociaciones e instituciones, lo que tiene graves consecuencias.

Las asociaciones y grupos religiosos que tradicionalmente han apoyado a los pobres y marginados
son acusadas de colaborar con el tráfico de drogas ilegales cuando apoyan a alguien sospechoso
de ser traficante. Muchas de ellas, ante estas acusaciones, lejos de enfrentarse a las instituciones
oficiales y policiales que realizan este señalamiento y promueven el estigma, optan por no ofrecer
ayuda a personas de este colectivo estigmatizado, no acercarse a ellos, no responder a sus
solicitudes o, si se había establecido algún tipo de ayuda, retirársela.

Veamos varias situaciones en que se han retirado ayudas y las explicaciones o justificaciones que
ofrecen estas asociaciones a las personas afectadas.

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NO TRABAJAMOS CON “ESOS”

PARTICIPANDO EN LA REPRESIÓN

La institución encargada de administrar el pase para los comedores sociales (quincenal, para
ciudadanos no españoles, mensual para ciudadanos españoles) se lo ha retirado a algunas
personas de quienes piensa que trafican; en la oficina les dicen que no deberían hacer “eso” (es
decir, vender droga ilegal).

En una asociación se retiró el apoyo para tramitar una denuncia por malos tratos policiales a una
persona que podía tener relación con el tráfico de drogas; la asociación le explicó que no
trabajaban con “esos temas” porque no querían arriesgarse a tener problemas.

En una parroquia del barrio se despidió como empleada de la limpieza a una persona que
realquilaba habitaciones a pequeños traficantes. Ella misma lo cuenta:

Yo estuve unos años trabajando en la parroquia, con los curas. Limpiaba los locales dos
veces a la semana, y ellos me pagaban algo. Así salía adelante, con eso y lo de las habitaciones
que realquilaba.
Una tarde, cuando acabé de limpiar en la parroquia, un cura me dijo: “Cuando quieras
puedes dejar de venir a limpiar, porque hay gente que lo necesita más que tú... Tú ya tienes
suficiente...” Así fue como dejé de trabajar allí...
Y después otro día que no tenía para la comida fui a pedir a la parroquia algo de dinero.
Ya me iba a dar el dinero un cura cuando otro le llamó y le dijo desde el otro lado del cristal... ¡pero
yo lo oía todo!... ”A ella no se le da dinero, no le des nada, a ella no”. La asistente social de la
parroquia también me dijo que no me iban a dar más ayuda. No me explicó más.

En otra asociación durante algún tiempo se impedía ser socio o se expulsaba de la asociación a
quien se pensaba que traficaba. En la asociación afirmaban que no querían recibir acusaciones de
apoyar el narcotráfico.

Las explicaciones dadas a la gente en estas situaciones han sido, en general, poco transparentes:
la trabajadora social y algunos curas de la parroquia no se sienten obligados a dar explicaciones; el
encargado de dar el pase para el comedor social y otro cura de la parroquia, ofrecen justificaciones
que entran a juzgar cómo la gente se busca la vida, valorando que trapichear o realquilar a
pequeños traficantes es menos adecuado que otras formas; en las asociaciones dijeron más
abiertamente que querían protegerse para evitar acusaciones.

Estas instituciones no se detienen a cuestionar la estigmatización o denunciar la relación entre la


ilegalización y el tráfico clandestino de algunas drogas. Al retirar su ayuda buscan proteger la
imagen de la asociación, lo que de hecho resulta necesario y dificultoso, ya que algunas
asociaciones han sido acusadas públicamente o por vía judicial, tanto por instituciones policiales
como por una asociación vecinal, de colaborar con el “narcotráfico” y de encubrir a traficantes (de
esto hablaremos más adelante). Poco a poco la imagen y la seguridad de la institución llega a
convertirse en la referencia de su actuación, y la persona que necesita ayuda deja de ser el objetivo
principal.

Incluso en situaciones de violaciones de derechos básicos relacionadas con la criminalización, las


asociaciones no siempre están dispuestas a colaborar. Un ejemplo:

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Una noche, un joven africano murió desangrado en la calle, tras recibir una puñalada en la
pierna. Los testimonios de varias personas coincidieron en subrayar la lenta respuesta de la
Policía Municipal y de la Ertzaintza en atender y trasladar al chico al hospital. Un testigo
aseguraba que desde que se hizo presente la policía hasta que murió en ese mismo lugar
pasó más de media hora. Otro testigo escuchó comentarios despectivos de los funcionarios
que vigilaban al chico cuando les pidió que lo llevaran al hospital (“no lo vamos a trasladar,
no somos taxistas”) y una vez muerto (“¡un negro menos!”). Un tercer testigo afirmó que tras
la muerte del chico, un mando se hizo presente y estuvo amonestando a los policías por no
haber valorado antes la gravedad de la situación. La versión que la policía ofreció a la
prensa hablaba de una puñalada “con tan mala suerte que le provocó la muerte
instantánea”.

Muchas asociaciones conocieron estos hechos y escucharon testimonios de varios testigos.


Sabían también que el joven apuñalado y dejado desangrar vendía drogas ilegales. El
Ararteko dio el paso de pedir a las instituciones policiales datos concretos sobre su
actuación aquella noche (pero la impunidad policial permite también cambiar y ocultar datos).
Ninguna otra asociación denunció, cuestionó o pidió investigar el caso.

Una mujer africana que fue testigo, impresionada por el silencio y la pasividad de las asociaciones
vecinales y de apoyo a inmigrantes, exclamaba:

Un día me puedo morir, me matan... Van a decir que soy traficante, van a decir que soy
ladrona, que soy prostituta... ¡pero no van a investigar mi muerte, porque soy negra!

La Policía Municipal y la Ertzaintza emplean, entre otros métodos, la presión psicológica con
amenazas, para hacer que se firmen escritos, o la convocatoria de reuniones para que las
asociaciones de ayuda participen en la represión informando, asesorando o haciendo de enlace. Una
persona cuenta:

Teníamos miedo, nos sentíamos presionados, coaccionados. Estábamos aturdidos. No


sabíamos que hacer. A algunas personas les pedían firmar una declaración de que estaban
contra los traficantes, a otras les pedían que hicieran de confidentes... muchos nos
negamos, no queríamos saber nada... ¡Ellos querían usarnos!...

Poco después de comenzar el operativo especial de lucha contra el tráfico de droga en el barrio de San
Francisco, ambas policías convocaron a los representantes de asociaciones vecinales, asociaciones de
inmigrantes y de apoyo a inmigrantes, y les pidieron su “colaboración” para localizar e identificar a
pequeños traficantes. La mayoría de las asociaciones se negaron a colaborar. M‟ Foumou, de Angola,
que es socio de Afrovasca, recuerda:

Llamó el jefe de la comisaría de la Policía Municipal a la asociación y pidió cita para hablar
conmigo. Fui allí, y me pidió que “colaborara“ con la policía... ellos lo llaman así, “colaborar”... que
les diera listados de los africanos que trabajan en la droga. Y también quería que les explicara
cuáles son los documentos válidos y cuáles no, porque ellos no saben, detienen a alguien y no
saben si su documento está en regla... Yo le dije que ése no era mi trabajo. Para mí eso es
vender a mis hermanos africanos, sean o no de mi país, ¡mi trabajo es proteger a mis hermanos,
no hacer de chivato!

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También me han llamado de la Ertzaintza, “a ver si nos apoyas en este proyecto que vamos a
hacer”. El sindicato de la policía convocó una reunión con las asociaciones, lo mismo, querían
“colaboración”. Y nos decían, “si no queréis colaborar, por algo será”. Dicen que algunos
africanos han dado nombres a cambio de conseguir sus papeles... si no nos controlamos caemos
en su trampa.

Una asociación sí estuvo y está dispuesta a colaborar, y lo hace de modos variados. A Irene, socia de
Afrovasca, no le cabe duda de que hay una estrecha colaboración entre esta asociación y las dos
instituciones policiales que actúan en el barrio. Y lo explica con el ejemplo de un acto de protesta
convocado por esta asociación:

Una noche, al acabar una reunión, vinieron a avisarnos, que la asociación esa iba a manifestarse
frente a un bar de africanos. Vamos para allá. La asociación coloca una pancarta al lado del bar.
A un lado la Ertzaintza, al otro la Policía Municipal, por allí cerca dos furgonetas.

El presidente de la asociación, megáfono en mano, empieza a hablar contra los negros y los
traficantes, que tal, que cual... en tono provocador. Una situación muy tensa... Cuando dejaba de
hablar, uno de la Ertzaintza le hacía un gesto para que siguiera. El otro repetía lo mismo una y
otra vez. Querían provocar.

En un momento dado, la Ertzaintza coge a una mujer africana que estaba con nosotras, se la
lleva aparte, le pide los papeles, le toma los datos, y la vuelve a traer... nosotras teníamos claro
que había que controlarse, ¡ellos querían que saltáramos! De repente la Ertzaintza dice, “se
acabó”, y se retiran todos.

Yo lo tengo muy claro, la policía era quien dirigía esa acción, los otros estaban a sus órdenes.
Tengo la seguridad de que querían provocar a los africanos para que saltasen, justificar
detenciones y el registro del bar.

Los Servicios Sociales de Base municipales participan también en la criminalización de algunos


colectivos. Tras una petición de ayuda (Ingreso Mínimo de Inserción o Ayuda de Emergencia) hay
una intromisión de la institución en la vida personal, a través de entrevistas, y se imponen
condiciones para conceder la ayuda, entre ellas la presentación de un certificado de convivencia.
Este certificado es expedido por agentes de la Policía Municipal que trabajan de paisano en el
barrio y se dedican expresamente a ello, y quienes usan criterios difusos y discriminatorios para
decidir si extienden el certificado (Díaz y Fantova, 1998:66-67).

Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) también exige un certificado de convivencia a los menores
extranjeros o mayores de edad con residencia, para conceder la Tarjeta Sanitaria. De este modo,
queda en manos de la propia policía el valorar si esa persona puede recibir una ayuda social o si se
le debe reconocer el derecho a la atención sanitaria.

Estas instituciones públicas asumen el estigma, como indica el Colectivo Apachas (1999:41), y
participan de forma creciente en la tarea de la represión y control estatal, lo cual es un modo de
criminalizar la propia pobreza. En cuanto a algunas asociaciones no gubernamentales, al dejarse
arrastrar por el huracán de acusaciones criminalizadoras y no apoyar a quien es considerado
delincuente, asumen también indirectamente la llamada estrategia policial de lucha contra la
delincuencia, dejándose utilizar por el Estado.
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Otra consecuencia es que muchas personas no se acercan a estas instituciones y asociaciones a
pedir apoyo o denunciar violaciones de derechos humanos, porque sienten que no les creen, que
siendo pequeños traficantes no pueden recibir apoyo, o porque saben de otras personas a quienes
han rechazado (recordemos lo explicado en el capítulo 3, sobre acercarse a contar).

En algunas asociaciones de ayuda, a raíz de algunas experiencias similares se ha generado un


debate que ha ayudado a retomar sus principios de actuación. Puede ser positivo también aprender
de la reciente experiencia de movimientos de apoyo a toxicómanos, a personas presas o con
determinadas ideas políticas, que también fueron criminalizados.

El colectivo educativo Apachas, que trabaja en un barrio situado entre Getafe y Madrid, sugiere,
desde su experiencia:

(...) trabajar en la lucha contra la criminalización de la pobreza (en concreto contra las
actuaciones represivas de policías y servicios sociales) “tejiendo y fortaleciendo redes
sociales de autodefensa en los barrios y pueblos”: sacar a la luz las situaciones, ayudar a
perder el miedo, formar asambleas a través de las cuales denunciar públicamente, apoyar
procesos judiciales abiertos, organizar manifestaciones de denuncia, acciones de
información y debate, y luchar por una renta económica básica incondicional (1999:47).

C. CUANDO AYUDAR SE CONVIERTE EN DELITO

Personas que estaban presenciando actuaciones policiales han sido increpadas por los policías y
les han pedido incluso forzado a que se marchen. Se ha llegado a identificar y registrar a un
trabajador de SOS Racismo que observaba una actuación (Díaz y Fantova, 1998:65,102). Este es
un modo de criminalizar los intentos de garantizar el respeto a los derechos de los inmigrantes por
esta asociación, y de tratar de neutralizar su testimonio.

Otro método policial que refleja un intento de criminalización es filmar y fotografiar a los
participantes en manifestaciones o actos de apoyo a inmigrantes. Por ejemplo, una filmación en un
acto de protesta contra la violación de una mujer brasileña en una comisaría de la Policía Nacional
en Bilbao, convocado frente a esta comisaría, da a entender que están considerando como
sospechosas a las personas que muestran su apoyo a esta mujer afectada por la impunidad
policial.

La ayuda a las personas marcadas como “ilegales” también es criminalizada. Dice Mikel Mazkiarán
que “la Ley de Extranjería, de forma subliminal, trata al extranjero como a un “ilegal”. De ahí que los
medios de comunicación no hayan hecho sino multiplicar y normalizar el concepto de ”ilegal” en sus
crónicas diarias” (1998:18). Las personas identificadas como “ilegales” por no tener documentos son
consideradas gente sin derechos; no se les llama personas, se les llama inmigrantes ilegales; aunque la
ilegalidad no es una característica humana, hacer algo ilegalmente o estar presente en un lugar
ilegalmente se considera ser ilegal. Ser extranjero se identifica con ser ilegal y con ser delincuente, con lo
que existe un doble motivo de ilegalidad. Mazkiarán afirma que “basta con dar un repaso a la legislación
europea para ver que el asilo es tratado junto con la delincuencia organizada, las drogas y el terrorismo”
(Mazkiarán, 1998:19).

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De hecho, ley de Extranjería actual considera como infracción grave el apoyo a personas sin
documentación:

(...) promover, mediar o amparar la situación ilegal de extranjeros en nuestro país o facilitar el
incumplimiento de cualquiera de las obligaciones que a éstos se señalan en las disposiciones
vigentes. Se consideran incluidos en este apartado los incumplimientos de los compromisos
contraídos por quienes suscriban certificados de alojamiento o actas notariales de notificación a
favor de extranjeros, cuando actúen con la finalidad de facilitar la estancia ilegal de éstos
(apartado 10, artículo 98).

La sanción prevista puede llegar a una multa de medio millón de pesetas (en la proposición de ley
pendiente de aprobar en estos meses asciende a un millón de pesetas). Hasta ahora esta ley no se ha
aplicado con rigurosidad, salvo en situaciones contadas. Efectivamente, Gabriele Schwab dice, hablando
de la política policial de inmigración europea, que “muchas de las medidas decididas por los ministros de
interior y justicia europeos no se han desarrollado todavía plenamente” (1997:6).

La inmigración es un espacio de ensayo de políticas estatales y comunitarias. Con los inmigrantes


se ensaya la negación de derechos básicos, la criminalización de la ayuda y el control:

(...) evidentemente, es con los refugiados y los inmigrantes -legales, sin papeles o como sea-
con quienes se va a ensayar, y se está ensayando ya, un sistema de control, de recogida e
intercambio de datos y de medidas represivas (Schwab, 1997:5-6).

Se ensaya en esta población porque es inexistente desde el punto de vista de la opinión, presión y
alarma social: oculta (que no se ve y no se hace ver, flotante), por lo tanto la actuación estatal con
ellas no alarman ni escandalizan al resto de la población. Además es inexistente desde la visión
judicial y electoral, se les niegan derechos y protección jurídica (ya que no tienen documentación, o
temen perderla o no poder renovarla) y no inciden en el cambio político a través del voto.

Este sistema de control y represión va extendiéndose a toda la población: por una parte se dirige a
otra porción de ciudadanos que interesa excluir, que son los pobres en general. Por otra parte se
dirige hacia la sociedad, porque no es posible continuar reprimiendo la inmigración llamada ilegal
sin reprimir al resto de la sociedad, como bien expresa Sutcliffe:

Los países ricos intentan preservar su riqueza relativa a través de la exclusión de los pobres.
Pero los pobres tienen tanto conocimiento como medios para entrar. El barco tiene un
agujero. Pero la única manera de cerrarlo seguramente es utilizar sobre los extranjeros una
violencia que será posible solamente abandonando los derechos democráticos para todos.
Ninguna sociedad ha descubierto un método de restringir su represión solamente a los
extranjeros (1998:163).

Hay que tener en cuenta que muchas de estas medidas represivas se deciden fuera del ámbito
parlamentario, lo que hace muy difícil conocerlas, ser sometidas a control o cuestionadas por los
ciudadanos. Sutcliffe explica cómo se establecen las políticas sobre la inmigración europea:

Cada vez más las políticas son el resultado de consultas ad hoc entre los distintos gobiernos.
Aunque los países de la Unión Europea han llegado a diseñar sus políticas de migración
90
colectivamente, lo hacen a través de instituciones que no son parte constituyente de la Unión
Europea y que por lo tanto no están sujetas al examen del Parlamento Europeo o del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (1998:161).

María Teresa Gil Bazo, de Amnistía Internacional, afirma:

Durante décadas, en países europeos se premiaba a los civiles que ayudaban a las víctimas
de guerra, sobre todo los que ayudaron a los judíos. En la actualidad, hay Estados miembros
de la Unión que quisieran criminalizar a aquellos que ayudan a los refugiados (Adrián Soto,
1999).

De hecho existen muchas experiencias en las que se ha criminalizado el apoyo: hemos visto que la
ayuda entre la gente es importante para entrar y vivir sin papeles. Jawad ayuda a sus paisanos a
pasar la frontera, Faisal les apoya para conseguir ofertas y contratos de trabajo.

Muchas veces esta ayuda se oculta y criminaliza haciéndola ver como mafia, se equipara a quien
ayuda a personas indocumentadas con quienes lo hacen por lucro. Esto es lo que le pasó a Min, que
como sabemos lleva muchos años residiendo en Bizkaia:

Hace unos años... ¿sabes lo que me pasó? Fue hace cuatro o cinco años. Yo fui a la Policía
Nacional a acompañar a cuatro chinos para que arreglaran su situación, porque había salido una
nueva ley, y entonces ellos tenían posibilidad de conseguir los papeles, la residencia, vamos...
porque hasta entonces no habían podido.

¿Qué pasó? Al lado de la oficina donde íbamos a hacer los papeles me detuvo la policía. Dijeron
que yo pertenecía a una mafia de tráfico de inmigrantes, de tráfico de chinos. Me esposaron, me
llevaron a la comisaría. Me tuvieron en comisaría cuatro días. ¡Sí, cuatro días!... ya sé qué solo te
pueden tener setenta y dos horas en comisaría, pero a mí me tuvieron cuatro días... Yo no
denuncié, no podía hacerlo porque iba a poner en peligro a esos chicos, ellos no tenían
documentación... ¡claro, por eso habían ido conmigo a arreglar los papeles!

Cuando salí de allí, de comisaría, me hicieron ir a firmar cada quince días durante unos meses...
Ya ves... ¡Eso me pasó por acompañar a unos chinos a hacerse los papeles!

Se criminaliza la actuación de personas y también la de asociaciones de emigrantes. Un ejemplo de ello


es la detención del portavoz y del presidente de AEME (Asociación de Emigrantes Marroquíes en
España) a principios de 1999, acusados de promover la inmigración ilegal, y de falsificar documentación
y lucrarse con ello. Precisamente esta asociación ha denunciado repetidamente los malos tratos
policiales a inmigrantes y la existencia de redes policiales que se benefician del tráfico de inmigrantes
(Colectivo Tritón, 1999:19). Jalid, vecino marroquí del barrio y miembro de AEME, declaraba que en este
proceso aún abierto varias personas y empresas han sido presionadas por policías para que declarasen
en contra de AEME y que casi todos los medios de comunicación silenciaron las declaraciones de AEME
y las manifestaciones de la plataforma de asociaciones creada en su apoyo.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que muchas veces, la única vía posible para cumplir la exigencia
de documentos propuesta por el Estado es encargar su falsificación.

91
Faisal explicaba que la gente tiene miedo de hacer ofertas de trabajo, porque piensan que es ilegal.
Confundiendo la ayuda con la extorsión se facilita el rechazo en la opinión pública y la confusión
personal (“¿estaré haciendo algo ilegal?”). Si por acompañar a alguien que quizás no tiene papeles me
detienen y me denuncian, a los ojos de la gente que me rodea, he hecho algo ilegal o al menos puedo
empezar a ser objeto de sospecha. Mi apoyo ha sido criminalizado.

Se criminaliza también entrando en el campo de la opinión y decisión personal de algunos colectivos. Es


el ejemplo de los casamientos considerados ilegales. Los casamientos llamados acordados (entre
personas que no creen en la naturaleza de ese matrimonio) o ilegales son muy frecuentes y están
extendidos entre diversas clases sociales. Incluyen objetivos muy variados: conseguir con facilidad un
permiso de vacaciones en el trabajo; conseguir un crédito; detener las presiones familiares; hacer acopio
de bienes; lograr un mayor reconocimiento social; conseguir la documentación con más facilidad... El
Estado no cuestiona los motivos de casamiento de cada persona, sólo este último caso se criminaliza y
es objeto de investigación judicial y policial.

A pesar de todo esto, hay gente dispuesta a hacer ciertas gestiones que son criminalizadas o que
traspasan el límite de la ley. Este es el caso de Peru:

Casarme por acuerdo, para mí es como una forma de reírme de... Yo no creo en eso, para mí no
significa nada y además a esta persona se le va a solucionar... Mira, después de muchos años
con miedo y dolores de cabeza, con preocupaciones, sin poder volver a su país para ver a sus
hijos que se van haciendo mayores... va a tener documentación, dejará atrás el miedo a ser
expulsada, y ya puede volver a su país sin problemas... pues venga...

Una experiencia de lucha contra la criminalización desde las organizaciones no gubernamentales es la


campaña de autoinculpaciones promovida por diversas asociaciones de Andalucía, Barcelona y Madrid,
donde se rechaza la disposición legal que penaliza el apoyo a la estancia de personas indocumentadas.
Esta campaña consiste esencialmente en recoger escritos (ver anexo) firmados por personas más o
menos reconocidas socialmente y representantes de asociaciones, en los que declaran que están en
contra de la ley y que han apoyado a personas indocumentadas, y hacerlos llegar al ministro de Interior
(Centro de Documentación, 1998:5); se llaman autoinculpaciones porque estas personas se declaran
culpables de haber violado dicha ley.

Henry David Thoreau dice sobre este modo de actuar, llamado desobediencia civil:

Creo que deberíamos ser primero hombres y después súbditos. No es tan deseable cultivar el
respeto por la ley como cultivar el respeto por la justicia. La única obligación que tengo derecho a
asumir es la de hacer en cada momento lo que creo justo.

(...) Si se requiere de ti que seas agente de la injusticia para con otro, entonces digo: rompe la
ley. Haz que tu vida sea una contrafricción para detener la máquina. Lo que tengo que hacer es
observar en cualquier circunstancia que no me presto al mismo mal que condeno (1849:4,18).

Frente a la criminalización de la ayuda de personas e instituciones y al uso de éstas como


instrumento de la represión, la gente y las asociaciones se unen, cuestionan la ley... Se sigue
viviendo en el barrio y apoyando a quien es reprimido, se siguen pasando fronteras y acogiendo a
quien acaba de llegar y no tiene papeles; y siempre hay personas que a título individual o desde
una institución están más dispuestas a asumir el riesgo de la criminalización.
92
La política europea dirigida a frenar la inmigración, con todas sus disposiciones legales y su aparato
policial represivo, no es capaz de detener la entrada y asentamiento de emigrantes. El flujo
migratorio permanece, y no sólo gracias a las llamadas “mafias”; aunque es deseable que fuera sin
tanto sufrimiento y sin los miles de muertos y desaparecidos que esta política provoca.

93
La emigración es una experiencia clave para conocer la
naturaleza humana, para aprender cómo funcionamos los
humanos, cómo trabajamos, cómo nos situamos en el entorno,
cómo nos hacemos a nosotros mismos, cómo nos
estructuramos. Porque en la emigración, en la experiencia
personal del emigrante, todos estos procesos básicos se dan de
una manera desnuda. Vivirlo personalmente es muy dramático.
Aunque también se aprende mucho, se crece mucho.

Inmigrante latinoamericana en Catalunya, 1998


La interculturalidad que viene. El diálogo necesario

Capítulo 7.

“A mí me da nosequé, pero también me gusta”


QUÉ SUPONE AYUDAR, PERSONALMENTE

Hemos visto efectos de la criminalización en la ayuda, cómo la limita o interfiere. El apoyo entre la
gente ayuda a salir de muchas situaciones difíciles y al mismo tiempo, como veremos, es
humanizador.

Aparte de estos efectos, ayudar tiene consecuencias en la persona que se compromete. Para cada
cual estas implicaciones pueden ser muy diferentes.

Presentamos a continuación estos dos efectos de la ayuda.

94
A. UN APOYO QUE HUMANIZA

Hemos recogido en el siguiente cuadro todas las situaciones mencionadas en las que la gente se
ayuda en nuestros ejemplos y las formas de apoyo que se sugieren, se intentan o se dan.

Todas las necesidades tienen aspectos humanos como son la dignidad, la inserción en la
comunidad, la necesidad de comunicación... Además, unas son más materiales, como la necesidad
de ubicación a la llegada, de formarse en lengua y oficios, de trabajo, alojamiento, dinero y papeles;
de manejarse en situaciones cotidianas en que se exige documentación cuando no se tiene y de
mantener contacto y apoyar a la gente del país de origen. Y otras menos materiales, como sentirse
útil, sentirse parte de un grupo, de una cultura y comunidad; estar acompañada; dar salida a
situaciones traumáticas pasadas que afectan en el presente y hacer frente al rechazo social e
institucional de la sociedad de llegada.

Así las hemos agrupado en el cuadro, donde se ve con claridad que esta forma de apoyo reconoce
todas estas situaciones (se da cuenta de que existen), las valora (se da cuenta de que son
importantes) y les da respuesta.

NECESIDAD FORMA DE APOYO EN RESPUESTA


UBICARSE A LA LLEGADA Acogida en casa
Acompañamiento, consejos

COMER Comer en casa de paisanos o conocidos


Pagar una comida, dar un bocadillo
Pasar tarjeta del comedor social

DORMIR, ALOJAMIENTO Prestar o pagar pensión o alquiler


Acogida en casa
Acogida en mezquita
Acompañar a buscar alquiler

NECESIDAD DE DINERO Préstamo personal sin intereses


Apoyo para pedir ayudas sociales

FORMACIÓN EN LENGUA Y OFICIOS Contactos, acompañamiento

INSERCIÓN LABORAL Préstamo personal sin intereses


necesidad de dinero para invertir, Acompañamiento, búsquedas, consejos
material, transporte, Transporte al lugar de trabajo
contactos laborales Préstamo de material

ABORDAR PROBLEMAS DE PAPELES Acompañar y apoyar en gestiones con conseguir


documentación, gestiones abogados. Acogida en casa.
y paso de fronteras sin papeles, Ayudar a conseguir ofertas y contratos de trabajo
trámites administrativos Acompañamiento, consejos, información

95
Casamientos acordados
Compras a nombre de un conocido
Préstamo de documentos

SENTIRSE ÚTILES Acogida en casas y tiendas


Dar tareas de la casa o el trabajo

SENTIRSE PARTE DE UN GRUPO, Espacios de encuentro, tiendas y bares


ENTENDERSE CON ALGUIEN, Compañía, conversación, fiestas
MANTENER LA PROPIA CULTURA

SENTIRSE ESCUCHADO/A Denuncias y declaraciones en nombre del grupo


Y RECONOCIDO/A

SALIR DE LA SOLEDAD, AISLAMIENTO Acogida, seguimiento


en la cárcel, en la casa, en el hospital Contactos, visitas, envíos
Compañía de paisanos, conversación

ABORDAR SITUACIONES Acogida, compañía


TRAUMÁTICAS PASADAS
QUE AFECTAN EN EL PRESENTE

ENTERRAMIENTO Y DUELO DIGNOS Colectas para la repatriación y acompañamiento

ABORDAR RECHAZO SOCIAL Vida en grupo, acompañamiento


E INSTITUCIONAL

AGRESIONES POLICIALES: Intervención en el momento


reducir el efecto de la agresión, Visitas y llamadas a comisaría, a abogados
superar el trauma, y oficinas de derechos humanos
denuncia pública o judicial Contratación de un abogado para la comunidad
Compañía, intercambio experiencias

CONTACTO CON Y APOYO A LA Envíos a través de conocidos


GENTE EN EL PAÍS DE ORIGEN Colectas para proyectos de desarrollo
Apoyo económico a figuras sociales

El recorrido por los anteriores capítulos también nos ha revelado que estas necesidades se
resuelven entre la gente de una forma humanizadora, porque el apoyo entre las personas se
establece cuidando unos valores. Retomamos algunos de ellos:

Esta forma de ayuda no impone roles. La gente no tiene sus funciones definidas de
antemano, puede por lo tanto desempeñar tareas variadas. Cada cual actúa desde su
integridad, cada cual escoge los términos en que da o acepta, no juega un papel concreto
previamente asignado. Es, como veíamos, flexible, reversible.

Está insertada en la comunidad y potencia nuestra capacidad de comunicarnos, como seres


sociales. Potencia la conversación, el entendimiento (desde la cercanía), la claridad. Se
busca y se da a través del grupo, de redes. Usa la presencia, la compañía, el
acompañamiento, los espacios de acogida y encuentro.
96
Es integral, es global, encuadrada en su contexto (quien ofrece su casa, lo hace con todo lo
que implica: dormir, comer, compañía, conversación...)

Cuando la gente da y recibe, en definitiva, se hace más humana.

Cuando se ayuda a título personal, el apoyo (sea desde el grupo o individualmente) dependerá de
la implicación de la gente, no depende de una estructura fija y organizada, como sucede en la
ayuda puntual o directa desde una institución. Depende de valores personales como la voluntad, la
vitalidad y la constancia, y de que existan efectos gratificantes. A diferencia del apoyo prestado por
algunas instituciones y asociaciones, esta forma de ayuda:

Puede responder a necesidades inmediatas (comer un día, dormir unos días, averiguar algo
concreto) y a medio plazo (comer con paisanos, ser acogido en casas).

Puede automantenerse (no hay aportes externos ni son necesarios).

Es económica, porque se da entre gente de pocos medios, que busca un mínimo gasto; por
otra parte, no hay gastos de infraestructura: las oficinas no son necesarias; las llamadas y
viajes corren por cuenta de quien hace la gestión, o se acuerda entre ambas partes quién lo
paga; los gastos necesarios para la persona que es ayudada se cubren con colectas en el
grupo más cercano.

Permite una continuidad, ya que siempre están presentes los actores y los recursos, no hay
horarios ni turnos de trabajo. Es rápida, ya que hay cercanía y la información fluye con
relativa facilidad. No hay plazos arbitrarios de solicitud o de espera.

Al mismo tiempo, tiene el contrapunto de la fragilidad. Hace falta cuidar la relación, cuidar al grupo,
porque debido a coyunturas personales puede debilitarse la red de apoyo o la ayuda individual,
como veremos a continuación.

B. QUÉ SUPONE AYUDAR

Cuando se ayuda no siempre se recibe reconocimiento o agradecimiento. A veces la ayuda no es


bien entendida por quien recibe. Tahar, de Marruecos, que acoge a paisanos desconocidos y sabe
que puede suponerle un riesgo y un gasto, dice:

Les propones a tus paisanos que vengan contigo a trabajar para que aprendan el oficio.
Saben poco castellano. Aceptan encantados. Pasa el tiempo, y cuando ya empiezan a
despertar, cuando aprenden a trabajar y saben hablar mejor... entonces quieren ir por su
cuenta ¡Y algunos dicen que te has aprovechado de ellos porque no les pagabas! pero no es
eso...

Porque cada persona resalta cuestiones diferentes de una misma relación. Como dice Aisha:

97
A veces el que acoge resalta cómo acogió. No dice nada de los problemillas que hubo. El
que fue acogido va contando que el otro le hizo nosequé...

Y cada parte puede tener expectativas diferentes. María, a menudo, queda con alguien para
acompañarle a hacer gestiones; como ese chico de Guinea Bissau que se acercó a pedirle ayuda
para desintoxicarse y quedaron para ir al Centro de Salud. A veces esa persona no aparece. María
trata de explicar así su actitud:

El chico tiene miedo, hemos quedado y él no ha aparecido. Hasta hoy sigo esperándole. No
he sabido nada de él. Tiene miedo.

Quien ha movilizado esfuerzos por alguien espera implícitamente, al menos una despedida o una
explicación, que no siempre se da. “No he sabido nada de él”, dice María. “Se marchó sin
despedirse”, comenta Marta de aquel chico nigeriano que conoció en la calle. “No he vuelto a saber
nada de ella”, dice Miriam de la joven a quien acogió en su casa.

Quizás una de las dos espera que ese acercamiento para pedir u ofrecer sea el inicio de una
relación más fuerte. “Mucha gente sólo te llama cuando te necesita, cuando tiene un problema”
comentan tanto Abdesalam, de Egipto, como Laura. Aisha también tiene esa sensación respecto a
sus paisanos marroquíes:

Te cuentan sus problemas, te piden y nadie se preocupa por los tuyos. Muchos se te
acercan por necesidad, pero no es una amistad de verdad. No se preocupan por tu vida. Ni
se les ocurre decirte, “¿a tí que tal te va?”.

La ayuda de algunas personas puede darles un beneficio económico. Por ejemplo, cuando María
hace gestiones y contactos, lo hace desde su tienda. Esto quizás le permite crear o aumentar la
clientela, aunque podría tenerla, como cualquier otro comerciante, sin prestar esos apoyos. De
cualquier modo, su trabajo no le exige esa actitud: pudiendo no hacerlo, ella elige ayudar, y desde
su trabajo y en cualquier momento, sin sacar beneficio directo del apoyo que presta.

A veces pierden, a veces se presta un dinero que nunca será devuelto, o se paga por un mes una
habitación que no podrá ser usada, como le pasó a Alí:

Una vez yo le pago al señor de una pensión para que pueda dormir un chico africano. Y
cuando me entero de que lo han metido en la cárcel, yo voy al señor y le digo, “Dame el
dinero de las semanas que faltan, porque este chico tiene problemas y no va a venir más”. Y
el señor me dice que no, que le busque otro chico... Yo no quiero tener problemas con él,
por eso al final el señor se ha quedado con mi dinero: el chico ha estado allí sólo unos días y
el señor se ha quedado con el dinero de todo el mes.

Saben que puede pasarles eso, ya que les ha pasado otras veces, y eso no frena su disposición a
apoyar.

La propia experiencia de la ayuda anima a seguir ayudando, fortalece las relaciones personales y
grupales. Cada vez que se pide a una nueva persona y responde, ésta sigue colaborando con las
demás, es decir, se incorpora a la red; cada vez hay más confianza y por lo tanto es posible un
98
mejor seguimiento. Así es como poco a poco se va ampliando el ámbito de la relación de ayuda, va
creciendo la red. La red se fortalece también aprendiendo de la experiencia de otros. Se van
creando claves comunes de actuación y complicidades entre las personas que participan. Así es
como se mantiene la ayuda entre la gente. Enrique Martínez Reguera dice:

La vida se rige por dos principios, el de la dominación y el de la solidaridad. (...) La


dominación siempre glotoneando y engordando a costa de los demás. Sin embargo, la
solidaridad, qué vigorosa no será, puesto que ve caer un imperio tras otro y a pesar de todo
sobrevive (1990: 10-11).

C. AYUDAR DESDE LA MARGINALIZACIÓN

El apoyo supone un compromiso implícito que no siempre es valorado. Hay situaciones más
arriesgadas que otras: apoyar a una persona en el contexto de la ilegalización o de la
criminalización, supone más riesgo. Retomemos el ejemplo del juicio de Abdul (capitulo 2), ¿qué
supone personalmente para cada uno su presencia en el acto?

APOYANDO A ABDUL EN SU JUICIO

QUÉ SUPONE PERSONALMENTE

Para los testigos, el dar testimonio contra unos policías que trabajan a diario en su calle, frente a su
casa o su lugar de trabajo, supone un riesgo personal. Supone también volver a revivir -y por lo
tanto sufrir- aquella visión de la paliza. En tercer lugar, al tener que ceñirse a responder a las
preguntas de juez y abogados (“¿cúanto tiempo duró? ¿a qué hora fue? ¿cuántos golpes vio dar?
¿cuántos policías estaban? ¿en qué parte de la calle estaba exactamente? ¿en qué parte del
cuerpo dice que le pisaron con la bota? ¿dónde daban los golpes exactamente...?”) y al verse
forzados a transformar un testimonio de su vivencia del maltrato y humillación en una fría
descripción temporal, espacial y cuantitativa, se sintieron muy violentados. Más de un testigo rompió
a llorar o acabó respondiendo al juez con actitud molesta.

Los amigos y familiares de Abdul también tuvieron que revivir aquella situación, y también suponía
cierto riesgo a aquellos paisanos que día a día han de encontrarse con esos mismos policías en el
barrio, que es su lugar de trabajo.

El trabajador de la Oficina del Ararteko está presente en este tipo de juicios por su compromiso
laboral. Se trata de una de sus tareas encomendadas y la realiza dentro de su horario de trabajo.
Para él estar es una forma de conocer más de cerca estas situaciones y de hacerse conocer.

Los amigos y familiares de Abdul y también los voluntarios de asociaciones, tuvieron que dejar sus
trabajos o responsabilidades diarias para estar en el juicio. Algunos no abrieron su comercio ese día
y otros, como Miguel, tuvieron que cambiar su turno de trabajo.

María, al estar presente en el juicio de Abdul tuvo que rememorar su propia experiencia, que fue
muy traumática, y enfrentarse cara a cara de nuevo con aquellos policías que la maltrataron y que
violaron su dignidad.

99
Resumiendo, vemos que la participación en un acto de apoyo tiene implicaciones personales
variadas, que abarcan riesgos personales debidos a las amenazas, a la necesidad de renovar
periódicamente la documentación, a las pérdidas económicas por desatención del comercio; la
vivencia repetida de situaciones traumáticas, el reencuentro con los agresores, el deterioro de la
imagen personal. También supone, para quienes no conocían de cerca estas vivencias, acercarse a
ellas y sensibilizarse.

Ayudar inmerso en la situación, desde dentro (como María o como los paisanos de Abdul) lleva a
arriesgarse más que estando fuera. Marta, que fue al bar de una amiga a ver qué sucedía (capítulo
2), es negra y africana, así que sabía que podía ser tratada como el resto de los africanos a quienes
intentaba ayudar. Marta no sólo se acerca y escucha, sino que se mete en el mismo bar donde le
han dicho que hay problemas. Esta actitud le llevó a vivir en su propia piel aquello que había
querido conocer. Como ella dijo:

...¡Fíjate lo que me pasó!, aquel día yo estaba en el bar de Puri y ese día también entró la
policía y estuvo registrando de malas formas. Entonces me ven a mí, me piden la
documentación y me preguntan qué hago yo allí... Cuando los policías me preguntaron yo
les expliqué por qué estábamos en ese bar. A mí me trataron tan mal como a los demás, me
hicieron vaciar el bolso y tirar las cosas al suelo, me insultaron...... y como tengo
nacionalidad española les puse una denuncia. Tuvimos suerte, porque gané el juicio y pocas
personas han ganado juicios así... ¡aunque lo pasé muy mal, de verdad, muy mal...!

Vivir esto desde dentro, hizo que Marta se sensibilizara más y que mantuviera y ampliara su
compromiso de presencia en el barrio, junto a otras personas que trabajan con ella en la asociación
Afrovasca. Por eso dice:

...Y después lo hemos hecho más veces, salimos de una reunión o de una charla y decimos,
“vamos un rato al bar de Puri, a saludarla”, “vamos a ver cómo van las cosas...” Y Puri te
dice nada más entrar, “mira, justo se acaban de llevar a un chico que estaba aquí y le han
quitado treinta mil pesetas... a ver si podéis alcanzarlos en la comisaría o en el juzgado”. Y
vamos corriendo para allá.

O en la barra un africano te cuenta lo que le pasó ayer... Y cuando ves estas cosas te da
una impotencia... pero al mismo tiempo dices, “tengo que venir más por aquí... tenemos que
hacer algo...”

D. QUÉ SUPONE PARA LAS PERSONAS CLAVE

La criminalización repercute especialmente en las personas referencia de la ayuda, ya que ayudan


sin discriminar. No es casualidad que María y Alí hayan sido observados cuidadosamente y
amenazados por funcionarios policiales. El cierre del comercio de María no sólo significó la
desaparición de un importante espacio de acogida, sino que María viera tambalearse un importante
eje de su vida.

Puesto que muestran una gran disponibilidad, a veces pueden verse desbordados por las
peticiones o impotentes ante tantas personas cuyos problemas y situaciones conocen de cerca y a

100
quienes no saben cómo apoyar o acompañar. María se agobia, porque tiene sus propios problemas,
y a veces le es difícil conjugar ayudar con salir adelante:

Vienen a mi tienda siempre a pedirme ayuda. Yo no sé qué hacer, me gustaría ayudarles a


todos, pero también tengo que cuidarme a mí, tengo que sacar el negocio adelante...

Desde las situaciones que viven dentro del barrio, apoyan a la gente y entienden a quien vive lo que
ellas. También en este contexto se dibujan los límites de su ayuda. Laura explica:

María a veces se siente incapaz de apoyar a gente que es nerviosa como ella. O a quien ha
vivido como ella duras experiencias en el tiempo en que trabajaba como prostituta. Cuando
se encuentra en estas situaciones, calla y escucha, no se ofrece, porque se siente débil. Ella
también necesita superar traumas y olvidar. También necesita ser escuchada.

Pueden sentirse quemadas, porque no reciben siempre retroalimentación, como Alí:

¿Sabes? Algunos africanos, tú les ayudas. Vienen pidiéndote, “estoy solo, necesito dinero,
explícame esto, ayúdame a encontrar pensión...” y les ayudas, les das dinero... ¡yo he
perdido mucho dinero ya...! Dedicas tu tiempo, te esfuerzas por ellos, estás con ellos... Y
cuando han solucionado su problema ¡ya no quieren saber de tí! no te van a dar las gracias,
no te van a devolver el dinero. No te van a a saludar... Eso hacen algunos africanos ¿sabes?

¿Cómo se da salida personalmente a estas sensaciones? Se aprender a vivir con ellas entendiendo
lo que sucede.

María y Alí son muy conscientes de lo que supone su forma de actuar, lo han ido aprendiendo con
la experiencia. Como hemos visto a través de sus propias explicaciones, saben que son referencia
de la ayuda, saben por qué lo hacen, conocen los efectos que tiene su actuación. Como no se trata
de un apoyo casual o puntual, no se acaba con un enfado ni cuando llega la sensación de estar
desbordado. Con todo esto, con cansancio, con desesperanza a veces, la ayuda puede quizás
detenerse por un tiempo y luego sigue adelante. Los aspectos dificultosos de esta forma de ayuda
son los propios de cualquier relación humana, y se entienden como pasajeros o como parte de la
reconstrucción de una relación.

Para muchas personas clave, esta es su forma de ser, de vivir. Ellas se presentan y definen como
personas que ayudan, están orgullosas de ello. Esa misma actitud de ayuda que les desborda y
quema a veces, les aporta a su autoestima e imagen. Es duro y agradable, es contradictorio, como
la vida misma. Por eso María dice:

Todos vienen a contarme, a pedirme... A mí me da no se qué, pero también me gusta...

Para ellas la ayuda ha sido o es el eje de su vida, como dice María:

Para mí, toda esa gente que ha pasado por mi tienda a buscarme, a aceptarme, a pedirme...
es la que más me ha apoyado. Ellas son las personas más importantes de mi vida.

101
GLOSARIO

Ararteko (euskera): Defensor del Pueblo en el País Vasco.

Blanca: cocaína. Estar metido en la blanca: participar en el tráfico de cocaína.

Ensemble (francés): juntos.

Ertzaintza (euskera): policía autónoma vasca. Ertzaina: policía de la Ertzaintza.

Imán: entre los musulmanes, quien dirige la oración en la mezquita.

Magrebí: del Magreb. Magreb: región cultural e histórica que incluye Mauritania, la República
Saharaui, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia.

Mandinga: pueblo y lengua de África del Oeste.

Mandioca: arbusto tropical con una raiz grande y carnosa de donde se saca una harina comestible.

Marabout (francés): morabito, santón musulmán. Se llama así en África del Oeste a las personas
que tienen poderes mágicos y una función sanadora y como adivinos. A la vez pueden ser líderes
religiosos.

Meninos da rua (brasileño): niños de la calle.

Papalagi (samoano): hombres blancos.

Ramadán: noveno mes del año lunar musulmán. Es un periodo de ayuno diario desde que sale el
sol hasta que se pone, y de oración; y con un significado religioso en origen similar a la cuaresma
cristiana.

Sadaka (árabe): limosna.

Saranjule: pueblo y lengua de África del Oeste.

Sura (árabe): cada una de las divisiones o apartados del Corán.

Wolof: pueblo y lengua de África del Oeste, muy presente en Senegal y Gambia.

102
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105
ÍNDICE DE PERSONAS

Abde Marruecos
Abdesalam Egipto
Abdelatif Egipto
Abdul Senegal
Abdulhak Marruecos
Abdulie Gambia
Abdurrahim Egipto
Abubacar Malí
Adolfo Guinea Bissau
Ainhoa Bilbao
Alhagi Senegal
Aidalina República Dominicana
Alí Gambia
Aliou Senegal
Aisha Marruecos
Alvaro Bilbao
Amparo Bilbao
Ana Victoria Madrid

Baba Senegal

Carmen Galiza
Celina Perú
Cheikh Senegal
Cristina República del Congo

David Guinea Ecuatorial


Dominique Francia
Doris Brasil

Faisal Marruecos
Fátima Guinea Ecuatorial

Gilberto Cabo Verde


Ghizlain Marruecos

Hafida Marruecos

Idir Argelia
Imad Marruecos
Irene Bilbao
Ismail Senegal

Jalid Marruecos
Jalil Marruecos
Jawad Marruecos
Jean Camerún

106
Joao Angola
John Nigeria
Joseph Sudáfrica

Kamel Senegal
Katy Bilbao

Laura Madrid

Mansour Sudán
María Angola
Mario Perú
Marisa Guinea Ecuatorial
Marta Guinea Ecuatorial
Mbaye Senegal
Meib Senegal
Melva Nigeria
M‟ Foumou Angola
Miguel Bilbao
Min China
Miriam Camerún
Moha Marruecos
Mohamed Guinea Conakry
Moustafá Marruecos
Moustakhi Senegal

Oiane Bilbao
Ousman Senegal

Phil Ghana
Pili Guinea Ecuatorial
Paula Guinea Ecuatorial
Puri Guinea Ecuatorial

Rose Nigeria
Rosibel República Dominicana

Samir Somalia
Sara Bilbao
Shamsuddin India
Simone Malí
Sole Bilbao
Sulaimán Senegal

Tahar Marruecos
Teresa Angola
Tom Sudán

Vicky Angola

Zuriñe Bilbao
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ÍNDICE GENERAL
EL APOYO ENTRE LOS INMIGRANTES ...............................................................................................
CUANDO LA AYUDA SE HACE INVISIBLE........................................................................................
EL HILO CONDUCTOR ......................................................................................................................

“Yo tenía muchos problemas” .................................................................................................................


LAS TRABAS PARA LOS INMIGRANTES .............................................................................................

“Somos todos una familia” ......................................................................................................................


¿QUÉ MUEVE A LOS EMIGRANTES A AYUDARSE? ..........................................................................

“A veces la ayuda es para uno, otras veces para otro” ..........................................................................


LA RELACIÓN DE APOYO ....................................................................................................................
LA CONFIANZA QUEBRADA .............................................................................................................
AGRADECER .....................................................................................................................................

“Así hacemos nosotros” ..........................................................................................................................


LA AYUDA IMPLÍCITA ............................................................................................................................
LA RED DE APOYO ...........................................................................................................................
APOYO EN SITUACIONES EXTREMAS ............................................................................................
LA ACOGIDA ......................................................................................................................................
EL APOYO ENTRE PAISANOS ..........................................................................................................
MITOS SOBRE EL APOYO MUTUO ..................................................................................................

“Siempre está dispuesta a ayudarte” ......................................................................................................


PERSONAS CLAVE EN LA AYUDA ......................................................................................................
QUIÉNES SON ...................................................................................................................................
A QUIÉN AYUDAN, QUIÉN LES PIDE ...............................................................................................
AYUDAS MÁS CARACTERÍSTICAS...................................................................................................

“Ya no nos fiamos” .................................................................................................................................


CRIMINALIZACIÓN Y AYUDA ................................................................................................................
ESTIGMAS Y CRIMINALIZACIÓN ......................................................................................................
EFECTOS DE LA CRIMINALIZACIÓN EN LA AYUDA .......................................................................
CUANDO AYUDAR SE CONVIERTE EN DELITO ..............................................................................

“A mí me da nosequé, pero también me gusta” ......................................................................................


QUÉ SUPONE AYUDAR, PERSONALMENTE ......................................................................................
QUÉ SUPONE AYUDAR ....................................................................................................................
AYUDAR DESDE LA MARGINALIZACIÓN .........................................................................................
QUÉ SUPONE PARA LAS PERSONAS CLAVE ................................................................................

GLOSARIO .............................................................................................................................................
BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................................................
ÍNDICE DE PERSONAS .........................................................................................................................

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