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COMO DAR UN ROLLO

Secretariado de Cursillos de Mendoza.


Alfonso Milagro. 1965.

A los hermanos cursillistas


Nuestro Movimiento de Cursillos de Cristiandad es un Movimiento de
evangelización kerigmatica, es decir, de proclamación del mensaje de
salvación.

Esa proclamación se hace por la palabra; pero advierte San Pablo:


"¿Como invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en
Aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Por tanto la
fe viene de la predicación y la predicación por la palabra de Cristo". (Rm 10,
14-17)

El cursillista debe ser, pues, un verdadero profeta, o pregonero de


Cristo; ha de hablar de Cristo y ha de hablar en nombre de Cristo; pero
debe saber hacerlo.
Pero estas sencillas indicaciones van dirigidas preferentemente a los
cursillistas dirigentes, a los que en una u otra oportunidad deban preparar
algún rollo para luego darlo en cursillo o si tienen que preparar un tema para
la Escuela de servicio. Indicaciones que luego les podrán ser útiles para el
ejercicio de su apostolado de la palabra en los cursos prematrimoniales,
catequesis de adultos, conferencias prebautismales etc. etc.
Solemos decir que la eficacia del cursillo depende del Espíritu Santo y
nada más cierto podríamos afirmar; pero es que el Espíritu de Dios nos
exige que nosotros, elegidos para ser sus instrumentos, pongamos de
nuestra parte lo que podemos, a fin de merecer que luego el Espíritu Santo
haga lo que tiene que hacer de su parte; estemos seguros de que el Espíritu
Santo no suplirá lo que nosotros hayamos dejado de hacer por negligencia.
Dios no anula nuestra acción, sino que la suplementa: entra a actuar, cuando
nosotros ya no podemos hacer nada.
"Tentar al Espíritu Santo", es un verdadero pecado y ese pecado se
cometería, por ejemplo, cuando se envía al cursillo a un candidato no
debidamente preparado y también cuando el dirigente no va al cursillo con la
preparación que se le exige, ya de orden espiritual, ya de orden técnico o
metodológico.
Es sabia la norma de aquel santo: “hacer las cosas, como si todo
dependiera de nosotros, pero hacerlas con la tranquilidad de saber que todo
depende de Dios".
Deseoso de "dar una mano" a nuestros hermanos dirigentes, para que
vayan adquiriendo lo que tanto van a necesitar y deseoso también de que
sobre todo los dirigentes lleguen a convencerse plenamente de la estricta
obligación, que tienen como cristianos primeramente y como cursillistas
comprometidos en particular de distribuir la palabra de Dios, de predicar a
Cristo.
Convénzanse asimismo de que es el ministerio de la palabra el medio
principal de apostolado y por el que principalmente el cursillista se
convertirá en apóstol del Señor.
Por todo ello me tomo la libertad de presentar estas sencillas
indicaciones no a título impositivo, sino de orientación. Si les son útiles, me
daré por bien pagado y si ellos se acuerdan de rezar por mí alguna Ave
María la recompensa será amplia y desde ya agradecida.
Alfonso Milagro Asesor espiritual

ADVERTENCIA PRELIMINAR
No pretendo dar un curso completo de oratoria.
Tampoco referirme exclusivamente a los rollos; pueden servir estas
indicaciones para otras oportunidades.
Pero como nuestros dirigentes tienen su momento de la palabra
principalmente cuando dan los rollos, orientaremos nuestras reflexiones a
los rollos.
-1-

EL CONFERENCIANTE (o rollista)

1.- ¿La capacidad de comunicación es innata o es adquirida?

Esa capacidad es más bien mixta:


-hay en el sujeto cierta disposición natural;
-y con el estudio y la práctica esa disposición y aptitud se mejora y
perfecciona.
Hay ciertos dones naturales, que favorecen esa comunicación, como por
ejemplo, la prestancia del cuerpo, rasgos más o menos simpáticos, como
también el mismo timbre o potencia de la voz, el aplomo con que se habla,
etc.

2.- La preparación
Puede ser y debe ser remota y próxima;
a) Remota: cierta cultura general… eso permite lo que se ha dado en
llamar: una improvisación largamente preparada.
El orador que parece improvisar, posee un subconsciente fecundo y una
elocución que ha sido facilitada por el adiestramiento o la practica.

De ahí:
=la necesidad de la lectura… del estudio… de algún curso…
=del ejercicio de exponer ideas por escrito, para afinarlas en la
mente y ordenarlas…
=de decidirse a hablar en público comenzando por un reducido
número de personas, un grupo, la catequesis, conferencias prebautismales
hasta llegar a reuniones prematrimoniales, cursillos etc.

a) la lectura: debe tenerse lo más frecuentemente posible, pero


metódica en cuanto al fondo y en cuanto a la forma:
=en cuanto al fondo seleccionando los temas y materias, ordenando la
lectura a la finalidad que uno pretenda;

=en cuanto a la forma:


+leer primero con la vista y en voz baja, tratando de captar el sentido
del párrafo, que se lee;
+leer luego en voz alta marcando bien las pausas, comas, puntos… dando
énfasis a las palabras y frases que corresponda, variando la entonación y
aun arriesgando hacer algún ademán mientras se va leyendo;
+grabe, si es posible, lo que ha leído y escúchese luego a si mismo con
cierto espíritu crítico; tratando de descubrir los aciertos y los errores,
viendo lo que se puede mejorar: rapidez o lentitud acomodada al
temperamento de cada uno, claridad u oscuridad de dicción, monotonía o
variación del tono de la voz, apatía, falta de comunicación o excesivo ímpetu
en la forma de hablar o de exponer;
+realizar las tres indicaciones anteriores leyendo un trozo ajeno y re-
petir luego con la composición propia;
+como el orador se hace hablando, exponga y amplíe esos conceptos.

b) El estudio: debe estudiarse primeramente


*el tema del que se debe hablar en público, el rollo que se debe dar;
*el ambiente en el que se debe hablar, para ver si es: favorable,
indiferente, hostil.
*las personas a las que se debe hablar según su cultura o su sencillez;
si son cultas, ver qué clase de cultura poseen: si en otras materias o en la
misma materia de la que se les va a hablar.
c) los cursos: debe procurarse la asistencia a conferencias o sesiones
de estudio, en las que se estudian temas en general; y sobre todo asistir a
cursos o centros de formación en los que se imparte una seria y sistemática
instrucción, religiosa.

3.- Obstáculos psicológicos a la comunicación: dejando a un lado las


dificultades que puedan surgir de algún defecto físico, o de tener que
hablar en un idioma, que no se domina etc. nos fijamos principalmente en los
obstáculos de orden psíquico, que pueden inhibir al orador.

A) el susto: es inevitable en las primeras veces que se habla en


público; todos recordamos nuestras primeras experiencias. Ese miedo se va
poco a poco suavizando, pero creo, que no llega a eliminarse nunca del todo,
máxime cuando el tema a tratar es grave o responde a una situación difícil,
o se dirige uno a un auditorio muy capacitado.
Tratando de dar algunas indicaciones, que puedan ser útiles, anotamos
las siguientes:
a- desconfíe de cualquier estimulante, o si prefiere calmante: vino, ca-
fé, wisky, cigarrillo…; sacudirán sus nervios y lo dejarán peor que antes;
b- comience a hablar despacio y con la mayor calma, que le sea posible;
poco a poco usted se irá serenando y adueñándose de si mismo;
c- si la vista del público lo asusta, tratar de no mirar a nadie en par-
ticular, pero no cierre los ojos, ni los clave en sus apuntes; dirija más bien
su mirada sobre las cabezas del auditorio;
d- piense que si usted va con rectitud de intenci6n y con deseo de dar
a conocer al Señor y sus misericordias, la mano de Dios estará sobre usted
y El lo guiará.

B) la presunción: es lo opuesto a lo anterior: una excesiva y soberbia


confianza en si mismo.
Es verdad, que hay que fomentar un sano optimismo, que alienta, pero
también hay que tener presente el respeto que se merecen:
=la Palabra de Dios, el mensaje de salvaci6n que vamos a trasmitir;
=el sentido kerigmático, que debe tener nuestra exposición, que ha de
expresar una proclamación gozosa de sentimos ya de hecho salvados;
=el público, que nos escucha, quizá con avidez y marcado deseo de
aprovecharse de nuestras palabras.

C) la autosuficiencia: pensar, que uno lo sabe todo y que el oyente


nada nos puede ni enseñar, ni corregir.
Hablar de tal forma, que suene a tono impositivo... no confundir la
imposición con el tono convincente.

4.- Cualidades morales del orador: el orador, que más se comunica


con el auditorio, es aquel que 10 que dice, 10 saca de su propia vida. Por eso
quizá ningún orador se sienta tan facilitado en su tarea, como el rollista, ya
que el rollo debe ser esencialmente vivencial.
Pero, como además de la vivencia debe dar doctrina, a la que responda
la vivencia, no se olvide el rollista de las siguientes cualidades, que debe
tener:
a- sinceridad: debe haber una adecuación total entre sus
pensamientos, sus palabras y sus obras; no debe dar por cierto aquello de lo
que no está seguro; no debe afirmar nada de lo que no se halle plenamente
convencido; sepa reconocer sus limitaciones e ignorancias; no tema
rectificarse de sus errores;
b- respeto a la verdad: ser sincero está bien; ser veraz es mejor.
Decir siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
c- humildad: no hablar, para escucharse a si mismo; saber que
tenemos que predicar a Cristo y no a nosotros mismos; saber aceptar la
humillación, cuando permita el Señor que nuestra palabra no salga del todo
bien dicha;
d- fidelidad: antes que nada fidelidad a la Palabra de Dios.
Dice San Pablo a su discípulo Timoteo: "Proclama la Palabra, insiste a
tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda prudencia y
doctrina" (2Tm 4, 2).
Es decir, que no debemos buscar el captar simpatías o aplausos, sino
simplemente el trasmitir el mensaje del Señor.
-II-
EL TEMA DEL ROLLO

1.- Preparación del rollo


Cuando se debe dar un rollo, ya nos señalan el tema del mismo; pero
cuando se nos fija otra cualquier conferencia, o se nos señala el tema, o se
nos deja libertad de elección.
En ambos casos es imprescindible preparar el tema; no sea usted como
aquellos, que antes de hablar, no saben lo que van a decir, mientras hablan
no saben lo que dicen y después de haber hablado, no saben qué es lo que
han dicho, o si han dicho algo. La conferencia y menos aún el rollo, no
pueden reducirse a mera palabrería.
Puede darse, que posea uno ciertos conocimientos sobre el tema; pero
aun en ese caso, se deben leer algunos libros o artículos sobre el mismo;
sobre esa lectura conviene tener presente lo que sigue:
a- No leer demasiado; a la pérdida de tiempo se sumara el peligro de
ahogarse en la propia documentación;
b-Seleccione los libros que lea; pocos, pero buenos;
c-Lea de un modo reposado; no como quien lee una novela, impaciente
por llegar al último capítulo;
d-Vaya anotando, no en el libro sino en papel aparte, los pasajes o las
ideas, que le puedan ser útiles o que tengan relación con su tema;
e-Ordene las ideas leídas y anotadas y -a ser posible- póngalas en
cuadro sinóptico, es decir: haga un plan;
f-Vaya desarrollando cada una de esas ideas; si quiere, anótelas en
fichas, por ideas separadas, que luego podrá tener ente su vista, al
pronunciar su conferencia; subraye la idea principal de cada ficha con
• Ejemplos,
• Comparaciones,
• Testimonios.
No olvide que tanto unos como otros en particular los testimonios han
de ser:
-Verdaderos: no dar nunca un testimonio no personal o ficticio;
-Sencillos: sin teatralizar, o darles excesiva importancia;
-Cortos: sin bajar a detalles, que alargan inútilmente y hacen perder
no poca fuerza a lo que se dice.
g-Escriba solamente de una cara de la ficha o del papel, pues de lo
contrario corre el riesgo de embarullarse delante de todos y el orador, que
revuelve sus papeles, nunca ofrece un buen espectáculo;

h-Clasifique y ordene las fichas y hágalo por un orden racional, según


el plan que se trazó anteriormente;

A partir de entonces, la conferencia o el rollo están terminados.


Solamente le resta ir fijando en la memoria el desarrollo -no la letra-
de las ideas de cada ficha.
Finalmente tome el tiempo a la conferencia o el rollo, es decir: reloj en
mano, vea cuánto tiempo le lleva, a fin de reducir o ampliar según necesite.
No olvide: los rollos tienen un tiempo establecido, que no es lícito traspasar,
tanto por espíritu de disciplina, como por pedagogía. No llegue a pensar
nunca, que si no dice talo cual idea, que le falta aún por decir, el rollo saldrá
mal; piense en cambio, que si usted se alarga más de lo que tiene autorizado,
produce a los demás verdaderos trastornos y esta falta de caridad sí que
puede producir la ineficacia de su rollo.

2.- Pronunciación del discurso o rollo: llegado el momento de


presentarse ante el auditorio, será bueno, que proceda as í:

a= Haga una visita al Señor en el Sagrario; si en ocasiones de otras


conferencias, que no sean los rollos, esto no le es posible, al menos,
encomiéndese interiormente a Dios y a la Santísima Virgen, pidiéndoles su
ayuda pero dispuesto a que se cumpla en usted la divina voluntad; dentro del
plan de Dios puede entrar un visible fracaso externo nuestro, para
conseguir lo que se halla conforme con el querer de Dios, y sus planes
providenciales.

b= Un discurso no se debe leer nunca, si no es de protocolo; entre


la lectura y el auditorio se establece una frialdad por parecer, que lo que se
lee no pertenece a uno mismo, no es vital, sino que más bien es algo
prefabricado y en consecuencia algo ficticio, o artificial; no surge, pues, la
comunicación, sino a lo más una mera curiosidad por saber lo que sucedió.
Se podrá leer algún texto o alguna cita importante, como para dar una
mayor autoridad; pero nunca conviene leer el discurso al pie de la letra y ni
siquiera en su mayor parte.
En el caso de los rollos nada hay que se oponga tanto a su forma de
darlos, corno su lectura, pues el rollo no debe leerse, ni decirse, sino vivirse.
Y si los rollos no pueden leerse, ¡qué decir de los testimonios!

c= Tampoco conviene decir el discurso ni los testimonios de


memoria, por la misma razón aducida en la letra b=.
Lo que hay que fijar bien en la memoria son:
*las ideas que hay que exponer
*y el orden de la exposici6n de las mismas;
pero no las palabras con que se expondrán, que deberán ser las que
espontáneamente surjan en el momento;

d= El hecho de no decir el discurso de memoria, se presta al


requerimiento y aprovechamiento de las circunstancias que se presenten de
local, personas o acontecimientos del día etc. Todo esto contribuye a mayor
espontaneidad y autenticidad de lo que se habla;
e= Trate de evitar las muletillas, por ejemplo:"este", "me explico",
“Cierto no”, “verdad” "o sea" y otras semejantes, como también todo lo que
pudiera ser menos educado, como rascarse la cabeza, nariz, pecho…

f= No emplee nunca palabras impropias de personas cultas; no


piense que con ello se hará popular o entrador. Pero esto debe tenerse
mucho más en cuenta cuando se está trasmitiendo el mensaje de Cristo; se
merece mucho respeto la Palabra del Señor y el contenido del mensaje
salvífico.
Como también se merece respeto el público, entre el cual, si puede
haber algunos a quienes nada les importe, que se les hable con vocabulario
atrevido, puede haber otros no acostumbrados a ello por su educación.

g= Hablar con suficiente intensidad de la voz, máxime si usted


reconoce, que su voz es débil, o que las circunstancias del lugar, de la hora
etc. convidan al auditorio a la somnolencia.
Conviene también acostumbrarse a las inflexiones de la voz y de tono,
a fin de evitar la monotonía; para esto ayudara no poco, escucharse a si
mismo en grabaciones magnetofónicas.

3.- El gesto: un orador sin gestos es una obra de arte inconclusa; no


es lo mismo oír a un orador, que oírlo y también verlo en su rostro, en sus
ojos, en sus manos
a- Su físico: cada uno tiene el que Dios le dio; cada uno es como Días
lo hizo.
Pero en cuanto está de nuestra parte sí que debemos tener cuidado en
lo que se refiere a la presentación externa.
No se debe tratar de llamar la atención del público en la presentación
por la vestimenta; no llevar nada, que pueda distraer la atención, o menos a-
ún, que le pueda ser repulsivo.

En esto de la vestimenta y de la presentaci6n en general debe fijarse


más la mujer; en los rollos hay que dar el testimonio de la vida; luego la
mayor sencillez posible, ausencia de toda clase de joyas o vestidos caros o
llamativos; y dígase la mismo en la asistencia a Ultreyas y clausuras; son
detalles en los que las otras mujeres se suelen fijar bastante y que pueden
convertirse en verdaderos antitestimonios.
Póngase por tanto atenci6n:
=en el peinado: lo más sencillo y sin rebusques posibles;
=en el rostro: sepa sonreír o ponerse serio o grave, cuando lo que está
diciendo o exponiendo lo requiera;
=en los ojos: no los fije siempre en una misma persona o sector; vaya
variando con naturalidad y suavidad;
=en las manos: la inmovilidad conspira contra la atención y produce
monotonía; pero no se debe abusar; siempre la mayor naturalidad posible;
=en su cuerpo: si habla de pie no esté constantemente de un lado a
otro, como animal enjaulado; pero tampoco permanezca inmóvil como un
poste de teléfono.

CONCLUSION
Ya le hemos expuesto lo principal que usted debe tener en cuenta, para
presentarse en público y dar su rollo o su conferencia.
Es verdad, que se lo hemos dado en forma sumaria y en extremo
concisa, pero al menos tiene usted las indicaciones y las normas necesarias e
imprescindibles.
Ahora, cuando usted ya las conoce y las sabe de memoria, es el
momento de decirle lo que le dijo un gran músico a su discípulo, al terminar
el curso de armonía y contrapunto; "Ya sabe todas las reglas; ¡ahora
quebrántelas a todas!"
Con esto queremos decirle, que todo esto es útil y aun necesario, para
hacer de usted un verdadero orador; pero que al llegar usted por su
practica, ejercicio y estudio al dominio del público y del tema es usted
dueño de seguir su propia inspiración, a no ser en aquellas cosas o reglas a
las que todos sin excepción debemos sometemos siempre y en todos los ca-
sos, como usted mismo podrá discernir.
Por eso termino, diciendo que:
a- Cada uno llega a tener su propia oratoria, que corresponderá o
manifestara su propia personalidad; en último término, cuanto más personal
sea la oratoria, a no ser que esta responda a una personalidad extravagante,
será mejor y más convincente.
b- Podrían señalarse las siguientes etapas en la forma de llegar a
confeccionar y pronunciar un discurso:

1.- Se escribe todo el discurso íntegro, pero no se memoriza


íntegro sino el esquema de las ideas;
2.- Se escribe solamente el esquema y luego se desarrolla
mentalmente;
3.- No se escribe nada, pero mentalmente se confecciona un breve
esquema de ideas, dejando al calor de la improvisación su exposición verbal;
esto supone ya el dominio de la palabra o facilidad de expresión y la rapidez
mental o facilidad de exposición.
La expresión se refiere a la palabra y la exposición a la forma, que se
da a las ideas.
-IV-

NECESIDAD DE LA PALABRA PARA NUESTRO APOSTOLADO

Dijimos en la introducción que todo cristiano está llamado al apostolado


de la palabra, pero de un modo especial el cursillista, por razón de su
compromiso con el Señor.
Por esto ahora queremos dejar constancia de algunos textos del
Magisterio, en los que consta la urgencia del empleo de la palabra, para el
ejercicio del apostolado. Nadie puede eximirse de él; y si pretende ser
verdadero cursillista "no hablando", no practicando el ministerio de la
palabra, pretende un imposible.

Exigencia de la Iglesia post-conciliar


No es que antes del Concilio no reconociera la Iglesia la necesidad, que
el laico cristiano tenía de prepararse con toda profundidad en el estudio de
la fe; pero a nosotros, que nos toca vivir la Iglesia y el mundo post-conciliar,
debe acuciamos lo que en este, momento se está pidiendo en la teología del
laicado.

Vayan algunos textos significativos del Magisterio:


“Las circunstancias actuales piden un apostolado seglar mucho más intenso y más
amplio" (A. A. 1). Se han multiplicado en el mundo de hoy las necesidades; se debe
multiplicar e intensificar el apostolado.

"A todos los cristianos se impone la gloriosa tarea de trabajar, para que el
mensaje divino de la salvaci6n sea conocido y aceptado en todas partes por todos los
hombres" (A. A. 3). No puede ser más amplio el campo de apostolado señalado a los
laicos; no pueden decir esto no me corresponde, o a estos hombres no les puedo dar la
palabra; "en todas partes y a todos los hombres".

Ya Pío XII advertía: "Las exigencias de los tiempos actuales requieren, que aún
los laicos, especialmente los que coadyuvan en la obra del apostolado jerárquico, se
procuren un caudal de conocimientos religiosos no pobre y exiguo, sino sólido y valioso".
(Encíclica SERTUM LAETITIAE, en 1939)
Esto nos lleva a la reflexi6n en la preparaci6n que el laico necesita para ejercer
debidamente el apostolado de la palabra; idea y exigencia que nos repetirá y exigirá la
Iglesia más recientemente.
"El apostolado solamente puede conseguir su plena eficacia con una formaci6n
multiforme y completa" (A A. 28) Esa formaci6n no nos viene infusa, sino que la
debemos conseguir con nuestro propio esfuerzo y trabajo; de ahí nuestra insistencia
en que los hermanos cursillistas se anoten en alguno de los cursos de formación tea
lógica o catequética.

El mismo documento anteriormente citado en su número 31 especifica :"Con re-


lación al apostolado de la evangelización y santificación de los hombres, los seglares
han de formarse especialmente para entablar diálogo con los demás, creyentes o no-
creyentes, a fin de manifestar a todos el mensaje de Cristo."

En la LUMEN GENTIUM taxativamente se les dice: "Dedíquense los laicos a un


conocimiento más profundo de la verdad revelada y pidan a Dios con instancia el don de
la sabiduría" (35).

Y en la GAUDIUM ET SPES: "Es de desear, que numerosos laicos reciban una


buena formación en las ciencias sagradas y que no pocos de ellos se dediquen "ex
professo" a estos estudios y profundicen en ellos" (62). No se puede hablar con mayor
claridad e insistencia; pero tampoco es lícito hacer oídos sordos a todo esto.

Y si alguno preguntara cómo poder dar cumplimiento a todo esto, el mismo


Concilio le responde: "Los seglares dedicados al apostolado, disponen ya de muchos
medios -reuniones, congresos, retiros; ejercicios espirituales, asambleas frecuentes,
conferencias, libros, comentarios- para lograr un conocimiento mas profundo de la
Sagrada Escritura y de la doctrina católica… con tal fin se han erigido también centros
e institutos superiores que han dado ya excelentes frutos…" (A. A. 32)

Fundamento teológico del apostolado de la palabra: la obligación del ejercicio el


apostolado de la palabra en el laico puede surgir por la exigencia de un mandato
expreso y claro de la Jerarquía; al fin y al cabo el laico debe obediencia a la Jerarquía.

Pero es que esa exigencia surge de la entraña misma de su existencia bautismal,


vale decir, de la esencia misma de su bautismo y en consecuencia no puede darse un
cristiano, que siendo cristiano, no "cristianice" por la palabra. Y esto es lo que necesita
meditar con la mayor frecuencia y profundidad posible el cursillista, que esta
determinado a ser y vivir como un sincero y auténtico cristiano.
Y aquí es donde claramente se ve, qué es ser cursillista: ser nada más que un
auténtico cristiano; pero no contentarse con ser menos que un verdadero cristiano.
Nada más que cristiano; pero nada menos que cristiano. ¡Si le parece poco!

Vayamos al Magisterio de la Iglesia en algunos de sus textos:

a= "Al haber recibido los seglares participación en el ministerio sacerdotal


profético y real de Cristo… "(A. A. 2).
Nos preguntamos: si el laico cristiano por su misma vocación bautismal participa
de la misión profética de Cristo… ¿cómo cumplirá esa misión si no habla, si no predica,
si no profetiza, si no habla en nombre de Cristo? El apostolado sacerdotal y real lo
podrá desempeñar de otros modos testimoniales y vitales; pero el apostolado de su
misión profética ¿cómo lo desempeñará si no es con el empleo de la palabra?

b= No es que neguemos -líbrenos el Señor- la imprescindible necesidad del a-


postolado testimonial; pero es que ahora nos estamos fijando en el apostolado de la
palabra; el mismo Concilio en el decreto sobre el apostolado dé los laicos en el número
6 aclara: "Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida pues el verdadero
apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra ya a los no-creyentes
para llevarlos a la fe, ya a los fieles para instruirlos… En el corazón de todos deben
resonar aquellas palabras del apóstol: "Ay de mí, si no evangelizare" (1 Co 9, 16).

c= "La misión de la Iglesia tiene como fin la salvación de los hombres… el


apostolado de la Iglesia y de todos sus miembros se ordena en primer lugar a ma-
nifestar al mundo con palabras y obras el mensaje de Cristo y a comunicar su gracia
Todo esto se lleva a cabo principalmente por el ministerio de la palabra… en el que los
seglares tienen que desempeñar un papel de gran importancia" (A. A. 6).

d= "Los verdaderos apóstoles… ponen todo su empeño en anunciar a Cristo a sus


prójimos, también de palabra. Porque son muchos los hombres, que sólo pueden
escuchar el Evangelio, o conocer a Cristo por sus vecinos seglares". (M 13).

e= "Con el apostolado de la palabra absolutamente necesario en algunas cir-


cunstancias los seglares anuncian a Cristo, explican su doctrina, la difunden cada uno
según su condición y saber y la profesan fielmente". (A. A.16).

f= Terminemos con las palabras claras de Pablo VI, que escribe así: “Queremos
volver a recordar la suma importancia que conserva la predicación de la palabra divina…
Ninguna otra forma de difundir el pensamiento podrá sustituirla… Nuestro ministerio
es ante todo un ministerio de la palabra… Debemos volver al estudio ciertamente no de
la elocuencia humana y de una retórica huera sino al arte genuino del anuncio de la
palabra divina". (ECCLESlAM SUAM - 1964).

Hermanos cursillistas
Termino como empecé: nuestro Movimiento es un Movimiento de evangelizaci6n y
dentro del campo de la evangelizaci6n es kerigmático.
¡Que el Señor haga que cada uno de nosotros tome conciencia de su obligación de
ser el ''kerix'' o pregonero del Señor!
Que todos y cada uno de nosotros nos convirtamos en aquello, que debemos ser,
ya que como dijo el Libertador, "serás lo que debes ser y sino, no serás nada".
Seamos, pues, lo que debemos ser:
PROFETAS DEL SEÑOR; porque si no lo somos, no seremos ni cursillistas, ni
cristianos, ni nada, pues no seremos aquello que Dios quiere que seamos, habrá
fracasado en nosotros el plan de Dios.
En cambio, si somos lo que debemos ser, seremos otros Cristos, otros redento-
res, otros salvadores del mundo y del hombre.

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