Sunteți pe pagina 1din 2

Pasamos parte de nuestra vida autolimitándonos y justificando nuestras decisiones en

parámetros de riesgo y seguridad. Nos “hacemos creer” que no nos arriesgamos porque no
merece la pena, o es un riesgo excesivo, o nos produce miedo… o en el fondo, porque no
nos creemos capaces ni merecedores de conseguirlo.

En una sociedad que tiene en tan alta estima la seguridad, ésta nos hace pagar un duro
peaje: renunciar a nuestros sueños y dejar sin explorar un elevado porcentaje de nuestro
potencial vital. Todo, a cambio de una vida segura con pequeños goces de subsistencia.

Los primeros sorprendidos al superarnos somos nosotros. De igual modo, los primeros y
los únicos que podemos y debemos dar el primer paso para cumplir nuestros sueños somos
nosotros; nadie más puede. Podemos autojustificarnos culpando a las circunstancias, a la
mala suerte o a nuestras limitaciones personales, pero en el fondo, el interruptor que pone
en marcha el proceso mágico y desconocido en su manifestación concreta que es
materializar nuestros pensamientos, sentimientos y deseos, se activa con nuestra capacidad
de mantenerlos con vida por medio de una actitud paciente, agradecida, calmada pero
expectante ante los nuevos acontecimientos.

Albert Einstein nos dio la pauta a seguir:

‘Dios nos hizo perfectos y


no escoge a los capacitados,
sino que capacita a los escogidos.
Hacer o no hacer algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia’.

Aunando el mensaje con la ilustración del Maestro Quino: a veces es preferible arriesgarse
a quemar nuestra vida intentando ensanchar nuestra conciencia en lo desconocido, que
limitarse a esperar en un cómodo y seguro aislamiento que la vida transcurra como mera
subsistencia ante nuestros ojos.

A veces el triunfo se mide por nuestra capacidad

El fracaso es lo que experimentamos cuando no sale bien una cosa y pensamos que
somos malos. Pensamos que somos un desastre. Pensamos que no valemos. El fracaso
no da opción a rectificar. No ha salido bien y no hay más remedio. No se puede
aprender de lo que ha sucedido porque cierra nuestro campo de visión. Nos
concentramos en lo que ha salido mal y sólo vemos las cosas negativas. El fracaso se
centra en el pasado y nos cierra puertas. También nos lleva a comportarnos como
víctimas del entorno y los elementos. El fracaso ataca el SER. El fracaso inmoviliza: por
miedo al fracaso, no actuamos, no hacemos.

El error en cambio predispone a la acción. El error favorece el aprendizaje


porque sabemos que podemos rectificar lo que no ha salido bien. Nos abre puertas y
nos enfoca al futuro. El error se basa sobre el hacer. ¿Qué he hecho mal? y no
replantea lo que somos como personas. Da posibilidad a crecer y aprender de la
experiencia.

S-ar putea să vă placă și