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EL DESARROLLO FUTURO

DE AMÉRICA LATINA
NEOLIBERALISMO, CLASES SOCIALES
Y TRANSNACIONALISMO

ALEJANDRO PORTES

Prólogo y notas de César A. Rodríguez Garavito

PORTES.p65 5 11/05/2004, 09:39 a.m.


ISBN: 958-

Traducción: Libardo Ariza


Revisión de textos: Emma Ariza
Diseño y preparación editorial: Marta Rojas - Publicaciones ILSA
Impresión: Ediciones Antropos

© ILSA, Alejandro Portes

Calle 38 Nº 16-45, Bogotá, Colombia


Teléfonos: (571) 2884772, 2880416, 2884437
Fax: (571) 2884854
Correo electrónico: silsa@col1.telecom.com.co

Bogotá, Colombia, mayo de 2004

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CONTENIDO

PRÓLOGO .......................................................................................... 9
César A. Rodríguez Garavito
CAPÍTULO 1
Introducción: La conceptualización
del desarrollo nacional y sus problemas ............................................. 15
CAPÍTULO 2
Las estructuras de clases sociales en América Latina:
Su composición y cambio durante la era neoliberal ............................ 21
CAPÍTULO 3
El neoliberalismo y la sociología del desarrollo:
Tendencias emergentes y hechos inesperados .................................... 71
CAPÍTULO 4
La sociología en el hemisferio: Convergencias pasadas
y una nueva agenda de alcance intermedio ...................................... 113
CAPÍTULO 5
El capital social: Promesas y obstáculos para su papel
en el desarrollo ................................................................................ 149
CAPÍTULO 6
El transnacionalismo de los inmigrantes: Convergencias teóricas
y evidencia empírica a partir del estudio de los colombianos,
dominicanos y salvadoreños en Estados Unidos ............................... 173
CAPÍTULO 7
Pasado y futuro del neoliberalismo en América Latina:
Entrevista con Alejandro Portes ....................................................... 199

Alejandro Portes. El desarrollo futuro de América Latina. Neoliberalismo, clases sociales y transnacionalismo
Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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PRÓLOGO

César A. Rodríguez Garavito*

LA OBRA DE PORTES Y SU CONTRIBUCIÓN


AL PENSAMIENTO SOBRE LAS ECONOMÍAS
Y LAS SOCIEDADES LATINOAMERICANAS

E ste libro recoge una muestra del trabajo reciente de Alejan-


dro Portes, uno de los pensadores sociales latinoamericanos más
sobresalientes de las últimas tres décadas. La obra de Portes es, sin
duda, una de las contribuciones más originales y rigurosas al estu-
dio de las economías y las sociedades latinoamericanas contemporá-
neas. Como lo muestran los ensayos incluidos en este volumen, el
carácter excepcional de su obra está fundado en al menos tres rasgos
poco comunes en la investigación social tanto en América Latina como
en otras regiones. En primer lugar, contra la tendencia dominante a
la especialización en el estudio de un país determinado y a la acepta-
ción del Estado-nación como unidad de análisis exclusiva, el trabajo
investigativo de este autor ha atravesado las fronteras nacionales y
regionales, y ha teorizado y estudiado empíricamente el efecto de los
acontecimientos globales sobre los países latinoamericanos. Una rá-
pida mirada a los estudios de Portes desde comienzos de los años
setenta revela un esfuerzo sin paralelo por indagar las tendencias
económicas, políticas y sociales en múltiples países latinoamerica-
nos, siempre con una perspectiva regional comparada y atenta a la
escala global. Para mencionar sólo algunos ejemplos, la trayectoria
inspirada en esta perspectiva ha llevado al autor a los barrios de in-
vasión de Santiago de Chile (Portes 1970), a las ciudades en expan-

* ILSA y Universidad de Wisconsin-Madison.

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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sión del Caribe (Portes y Dore 1996) y a los enclaves de inmigrantes


latinoamericanos en los Estados Unidos (capítulo 6, Portes y Stepick
1993). De igual forma, ha dado lugar a numerosos análisis regiona-
les de fenómenos esenciales en las sociedades latinoamericanas, ta-
les como el crecimiento de la economía informal (Portes 1995a; Portes,
Castells y Benton 1989), la evolución de las clases sociales (capítulo
2) y la urbanización acelerada (Portes y Browning 1976, Portes y
Lungo 1992).
En segundo lugar, contra la tendencia a la especialización des-
mesurada, el trabajo de Portes logra un equilibrio adecuado entre la
amplitud temática y la consistencia de los intereses de investigación.
En efecto, el autor aplica el mismo rigor teórico y metodológico a te-
mas diversos que ofrecen múltiples ángulos de visión sobre la des-
igualdad social y otras preocupaciones centrales descritas en su
introducción a este volumen. El resultado de esta apertura temática
es una rica obra que incluye, entre otros, estudios sobre desarrollo
económico (capítulo 3, Portes y Kincaid 1994), inmigración, trans-
nacionalismo y globalización (capítulo 6, Portes 1995b, 1996), movi-
mientos sociales (Portes 1971), teoría social e investigación sociológica
(capítulo 4, Portes 2000) y división internacional del trabajo (Portes
y Walton 1981). Al desarrollar esta tarea, Portes aplica herramien-
tas de la sociología y entra en diálogo con otros saberes en relación
con temas que generalmente son reclamados como exclusivos por
otras disciplinas, especialmente la economía. En este sentido, uno de
los aportes más importantes de su obra en general y de este libro en
particular es el examen crítico y empíricamente fundado de fenóme-
nos socioeconómicos fundamentales, a partir de una perspectiva que,
a diferencia de la dominante en la economía, se centra en el contexto
social y está abierta al examen empírico crítico del funcionamiento
de los mercados. Esto explica, por ejemplo, que las investigaciones
de Portes hayan hecho avanzar nuestro conocimiento sobre temas que
la economía ha marginado o ha asimilado con sus prejuicios ideológi-
cos y metodológicos, tales como la economía informal (Portes 1995a,
Portes, Castells y Benton 1989), el capital social (capítulo 5) y el de-
sarrollo económico (capítulo 3).
En tercer lugar, la originalidad de la obra de Portes resulta del
hecho de que supera dos fronteras que están sólidamente estableci-
das y que obstaculizan el avance de las investigaciones sociales en
América Latina. De un lado, como lo muestran los ensayos conteni-

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PRÓLOGO 11

dos en este libro, la perspectiva analítica y metodológica del autor


logra un equilibrio entre la reflexión teórica y la investigación empí-
rica. Según lo explica el autor en el capítulo 4, el pivote de este equi-
librio es el uso de conceptos de alcance intermedio que son a la vez
suficientemente abstractos como para promover el avance teórico y
las generalizaciones, y suficientemente concretos como para ser úti-
les en la investigación social y ser revisables con base en los resulta-
dos de éstas. Dada la tendencia en nuestros países a la separación
entre el análisis de coyuntura sin referente teórico y la gran teoría
sin referente empírico –esta última representada por corrientes muy
diversas que van desde la teoría económica neoclásica hasta las versio-
nes más especulativas de la teoría social crítica–, la vía intermedia
propuesta e ilustrada en este libro es una contribución especialmente
importante del trabajo de Portes.
De otro lado, el autor franquea la sólida frontera entre los estu-
dios sobre países del Sur y del Norte. Tanto los objetos de estudio
como la bibliografía de las investigaciones de Portes tienen la excep-
cional característica de combinar elementos del Sur y del Norte, es-
pecialmente de América Latina y los Estados Unidos. En esto, la obra
refleja la propia trayectoria académica del autor, que ha armonizado
una carrera destacada en la sociología estadounidense con una pre-
sencia constante en los debates latinoamericanos. Pero probablemen-
te la contribución más llamativa de Portes a la superación de la
frontera geográfica y científica entre el Sur y el Norte ha sido su es-
fuerzo por teorizar y documentar las conexiones entre los fenómenos
sociales que ocurren en uno y otro lugar. En este sentido, su trabajo
reciente sobre transnacionalismo (capítulo 6), que examina las co-
nexiones entre los inmigrantes latinoamericanos en los Estados
Unidos y sus comunidades en los países de origen, implica un avance
fundamental en el estudio de los lazos transfronterizos que los
analistas de la globalización han tendido a teorizar sin suficiente ilus-
tración empírica. Dada la creciente importancia de esos lazos para
las economías y las sociedades latinoamericanas, los trabajos recien-
tes de Portes y otros autores sobre el transnacionalismo de los inmi-
grantes encarnan el tipo de investigación transfronteriza que será
necesaria para entender y moldear los fenómenos sociales, políticos
y económicos del nuevo siglo.

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CLAVES DE LECTURA
Los ensayos contenidos en este volumen ilustran con claridad el po-
tencial de las perspectivas teóricas y analíticas descritas en la sec-
ción anterior, que el propio autor reseña al describir el hilo conductor
del libro en el capítulo 1. En esta sección, siguiendo el formato de los
volúmenes de la colección En Clave de Sur, me limito a esbozar el
orden de los capítulos y a sugerir algunas estrategias de lectura.
El capítulo 2 contiene un análisis detallado de la evolución de la
estructura de clases sociales en América Latina en la era neoliberal.
Al ocuparse de la forma en que la composición de las clases sociales
se ha polarizado durante las dos décadas de ajuste estructural, Por-
tes actualiza en este texto su análisis clásico sobre el tema (Portes
1985). Dada la ausencia de estudios económicos que utilicen la cate-
goría de clase social y de estudios sociológicos que documenten cui-
dadosamente este fenómeno desde una perspectiva regional, este
capítulo llena un vacío importante en los debates actuales sobre las
consecuencias sociales del neoliberalismo y sobre las perspectivas
para el surgimiento gradual de una era posneoliberal.
En el capítulo 3, el autor continúa su exploración del neolibera-
lismo, esta vez haciendo énfasis en la forma en que éste ha influido
en el curso de los estudios sobre desarrollo económico. En este senti-
do, este ensayo puede ser leído a la vez como un sondeo de la biblio-
grafía reciente sobre la sociología del desarrollo y como un análisis
crítico de la creencia infundada en el desarrollo económico basado en
la sola apertura al mercado mundial.
El capítulo 4, donde se hace un balance de la sociología en las
Américas, con énfasis en la sociología de los fenómenos económicos,
ilustra la superación de las barreras entre teoría e investigación
empírica y entre el Norte y el Sur, señalada anteriormente. El capí-
tulo puede ser leído por lo menos desde dos puntos de vista. Desde la
perspectiva de la teoría social, la epistemología y la sociología del
conocimiento, propone el uso de conceptos de alcance intermedio ca-
paces de crear un puente entre la reflexión teórica y la investigación
social. Desde la perspectiva de la sociología económica y la sociología
del desarrollo, los conceptos analizados en este capítulo plantean una
interesante agenda de investigación sobre fenómenos sociales como
la globalización, el desarrollo nacional y el transnacionalismo.
El capítulo 5 se concentra en un concepto que ha dado lugar a
numerosos estudios y debates en los últimos años: el capital social. A

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PRÓLOGO 13

través de la reconstrucción de la genealogía del concepto y sus apli-


caciones, el autor muestra lo inadecuado de algunas versiones del
concepto para describir y explicar el desarrollo económico, y a la vez
señala el potencial de una concepción rigurosa del capital social para
el análisis académico y la formulación de políticas públicas.
El capítulo 6 condensa los estudios de Portes sobre el transna-
cionalismo de los inmigrantes, a los que se hizo alusión anteriormente.
Además de una discusión general del significado del concepto de
transnacionalismo, el ensayo presenta en términos accesibles los
resultados de un complejo estudio sobre el transnacionalismo de los
inmigrantes colombianos, salvadoreños y dominicanos en los Esta-
dos Unidos. Este estudio, sin paralelo en la bibliografía disponible
en español, abre el camino para investigaciones futuras sobre un fe-
nómeno de creciente importancia académica, política y social.
Finalmente, el capítulo 7 contiene una entrevista reciente con el
autor en donde se exploran las tendencias actuales de las economías
latinoamericanas y se hace un balance sobre el descrédito del mo-
delo neoliberal, evidente a lo largo y ancho de la región. En este sen-
tido, la entrevista puede ser vista como una profundización y
actualización del análisis ofrecido en los capítulos precedentes (es-
pecialmente los capítulos 2, 3 y 4), a la luz de los acontecimientos de
los primeros años del nuevo siglo en América Latina.

SOBRE LA COLECCIÓN EN CLAVE DE SUR


Este libro es el séptimo volumen de la colección En Clave de Sur de
ILSA. Esta colección ha sido diseñada para promover el estudio de
las sociedades, el derecho y las economías latinoamericanas desde
una perspectiva interdisciplinaria y crítica. La colección busca divul-
gar trabajos escritos por autores latinoamericanos –o por autores
extranjeros cuyo trabajo sea especialmente relevante en América
Latina– que combinen la reflexión teórica rigurosa con el estudio siste-
mático de las prácticas sociales en la región. En particular, los libros
de la colección son aportes a las discusiones sobre teorías, institucio-
nes y movimientos orientados hacia la transformación social.
Por las razones anotadas en las páginas anteriores, el trabajo
de Alejandro Portes encarna de forma ideal los propósitos de la co-
lección. ILSA se complace en publicar este libro como parte de la co-
lección y de impulsar así la difusión del valioso aporte del autor a los
debates latinoamericanos contemporáneos.

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BIBLIOGRAFÍA
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la economía no regulada. México: Flacso.
______ (ed.) (1995b). The Economic Sociology of Immigration. Essays on
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______ (ed.) (1996). The New Second Generation. New York: Russell Sage
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______ and Harley Browning (eds.) (1976). Current Perspectives in Latin
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Flacso.
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CAPÍTULO 1

Introducción: La conceptualización
del desarrollo nacional y sus problemas

L os ensayos que se incluyen en este libro no constituyen una teo-


ría general sobre la sociedad o el desarrollo sino una serie de con-
tribuciones teóricas y empíricas al análisis de algunos aspectos es-
tratégicos de la realidad social. Como se señala en el capítulo 4, entre
los intelectuales latinoamericanos, y entre muchos europeos y norte-
americanos, ha sido común lamentar el “fin de los paradigmas”, esto
es, la ausencia de narrativas teóricas globalizadoras capaces de ex-
plicar deductivamente amplios aspectos de la realidad. Ejemplos de
tales paradigmas fueron, desde la sociología norteamericana, la es-
cuela funcionalista y, desde el marxismo, diversas teorías de la de-
pendencia y el imperialismo.
En ese capítulo argumento que tales lamentos son infundados
porque las narrativas globalizantes, más que contribuir al progreso
científico y a la comprensión integral de la realidad, los retardan. Esto
es así por dos razones. Primero, porque estas teorías producen expli-
caciones “fáciles” sobre la naturaleza y determinantes de toda una
gama de fenómenos, desestimulando al mismo tiempo la investiga-
ción empírica de los fenómenos y el desarrollo de explicaciones alter-
nativas. Segundo, porque las grandes teorías se constituyen en
universos cerrados que tienden a privilegiar la lealtad a sus postula-
dos antes que su problematización. Las grandes escuelas teóricas
degeneran inevitablemente en el escolasticismo: sus adherentes “todo
lo saben” con base en la aplicación deductiva de ideas generales a
cualquier fenómeno y se muestran más interesados en atacar a quie-
nes cuestionan tales ideas que en averiguar si efectivamente expli-
can aspectos puntuales de la realidad.

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Por el contrario, en el mismo capítulo 4 señalo que es en el nivel


intermedio donde la teoría realmente da frutos para el avance cien-
tífico y la comprensión de la sociedad. Este nivel intermedio es el de
los conceptos e hipótesis suficientemente abstractos como para esca-
par de la tiranía del detalle, pero a la vez suficientemente concretos
como para ser falsificables o modificables a partir de investigaciones
rigurosamente diseñadas. Es en este nivel, como señaló Robert Mer-
ton, donde se da un diálogo útil entre lo empírico y lo teórico, lo sin-
gular y lo general, de tal forma que los conceptos influyen y guían la
investigación de fenómenos, a la vez que los estudios de estos modi-
fican y hacen avanzar el desarrollo conceptual.
En ese capítulo ofrezco una serie de ejemplos de teorías de nivel
intermedio que pueden ser puestas a prueba y guiar investigaciones
sobre el desarrollo en América Latina. Sin excepción, el resto de los
capítulos abordan aspectos de esta realidad a partir de conceptos de
nivel intermedio de generalidad. Tales son los conceptos de estruc-
tura de clases y su evolución temporal, capital social y sus efectos en
el entorno comunitario, políticas de desarrollo y su interacción con
la estructura de clases y la “calidad” de los Estados que las aplican,
y transnacionalismo inmigrante y su papel en el proceso de globali-
zación y en el futuro de las naciones de origen.
Muchos otros conceptos y teorías similares podrían haber sido
objeto de análisis. Es este nivel intermedio el que produce la división
natural de toda disciplina en especialidades, en nuestro caso entre
sociología económica, sociología política, sociología de la cultura, etc.
Es dentro de cada una de estas ramas donde ocurre una interacción
fructífera entre los diversos aspectos del quehacer científico y se gene-
ran explicaciones válidas y bases confiables para políticas sociales.

LA DESIGUALDAD
Aparte de su estilo y metodología de análisis, la desigualdad es el
problema central que subyace tras todos los ensayos que conforman
los capítulos de este libro. Es un lugar común que la desigualdad existe
en todas las sociedades. Sin embargo, en las latinoamericanas revis-
te características únicas que requieren atención especial.
Existen dos tipos generales de desigualdad social: la absoluta y
la relativa. La desigualdad absoluta se centra en la existencia de
segmentos de la población de un país que no acceden al ingreso míni-
mo para hacer posible una existencia modesta pero digna. De acuer-

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INTRODUCCIÓN: LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO NACIONAL Y SUS PROBLEMAS 17

do con la filosofía de John Rawls, lo que importa es el “piso”, no el


“techo” de las distribuciones de ingreso y riqueza. Una sociedad jus-
ta se basa, de acuerdo con este marco filosófico, en el acceso de todos
sus miembros a un nivel mínimo de recursos que garantice su super-
vivencia material y oportunidades de avance social y económico. En
América Latina, las clases dominantes (descritas en el capítulo 2) rara
vez alcanzan a ser una décima parte de la población económicamen-
te activa. Este “decil privilegiado” se apropia de tal cantidad de re-
cursos que crea una brecha insalvable con el resto de la sociedad y
confina a una parte importante de la población, a menudo su mayo-
ría, a la pobreza.
En la mayor parte de los países latinoamericanos, el trabajador
informal promedio no recibe ingresos que le permitan superar la lí-
nea de pobreza. Esto significa que, al contrario de lo que ocurre en
casi todo el mundo desarrollado, ser trabajador en América Latina
generalmente supone ser pobre. Esto quiere decir que el esfuerzo hu-
mano que en otras sociedades se ejercita para escapar de la precarie-
dad, la desnutrición y la falta de oportunidades, no logra hacerlo en
Latinoamérica por la distribución tan sesgada de la remuneración al
trabajo. Uniformemente, desde la perspectiva de Rawls, éstas no son
sociedades justas.
La desigualdad también es relativa. De acuerdo con los progra-
mas de ajuste económico inspirados en la teoría neoliberal e imple-
mentados, en mayor o menor medida, en todos los países de la región,
la desigualdad relativa es de importancia secundaria. El crecimien-
to económico que estos programas persiguen debe beneficiar teórica-
mente a todos los miembros de la sociedad como “una marea que eleva
a todos los botes”. Por tanto, aun cuando las desigualdades persis-
tan, el crecimiento incide directamente en la reducción de la pobreza
absoluta.
Aparte de los muy desiguales resultados del programa neoliberal
en la generación de crecimiento económico, tal análisis no toma en
cuenta que las desigualdades relativas pueden tener efectos sociales
tan o más amplios que las absolutas. El descontento es similar o mayor
al de la situación anterior cuando, mientras que los grupos dominan-
tes detentan y ostentan niveles de consumo que nada tienen que
envidiar al de los países desarrollados, los trabajadores consiguen
empleos con los que rebasan la línea de pobreza absoluta pero que no
les dan capacidad alguna para satisfacer las nuevas expectativas de

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consumo. En un “océano de pobres” donde todos dedican todas sus


energías a la supervivencia material, la comparación con el estilo de
vida de los pocos privilegiados es una consideración menor. Cuando
se logra acceder a un mínimo estable que garantice la supervivencia,
la comprensión de la enorme distancia que separa este tipo de vida
del de las clases altas es una fuente creciente de frustración. A esto
se le llama “privación relativa”.
Chile es el único país latinoamericano donde la implementación
de políticas de ajuste neoliberal derivó, después de varios ensayos
fracasados, en un ritmo de crecimiento económico sostenido y una
eventual disminución significativa de la pobreza. Allí, la “marea” sí
logró levantar todos los botes pero de manera muy desigual. La enor-
me distancia entre ricos y pobres creció y esto ha dado lugar a una
mayor privación relativa. Dos de los ensayos que siguen, sobre es-
tructura de clases (capítulo 2) y la sociología del desarrollo (capítulo
3), analizan las particularidades de la experiencia chilena.
El punto a destacar es que tanto la privación relativa como la
absoluta tienen consecuencias sociales importantes, tales como las
crecientes tasas de deserción escolar entre jóvenes de las clases des-
poseídas, la proliferación del tráfico de drogas en áreas populares y
la ola de crímenes contra la propiedad y las personas. Esta última es
obra, en su mayoría, de jóvenes desempleados o precariamente em-
pleados que buscan acceso a los bienes de consumo moderno que ven
desplegados en la televisión y en las calles y que jamás podrán al-
canzar por vías legales.
La desigualdad en todas sus formas representa una de las caracte-
rísticas definitorias de las sociedades latinoamericanas. Las alterna-
tivas para superarla, ya sea a través de políticas estatales superiores
a las que hasta hoy se han ensayado o de la movilización misma de
los sectores populares, constituye una prioridad central para el futu-
ro. Esta es la línea temática común de los capítulos que siguen.

LA ECONOMÍA Y LA SOCIOLOGÍA
EN BÚSQUEDA DE LA EQUIDAD
La aplicación del modelo neoliberal en las últimas dos décadas re-
presentó no sólo un cambio drástico en las políticas de desarrollo de
los países latinoamericanos sino también el ascenso de la economía
ortodoxa a una posición de hegemonía absoluta sobre las demás cien-

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INTRODUCCIÓN: LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO NACIONAL Y SUS PROBLEMAS 19

cias sociales. Hubo mucho de arrogancia en el desdén con que los adep-
tos a esta doctrina rechazaron las precauciones y reservas provenientes
de otras disciplinas para implementar impávidos las mismas políti-
cas de privatización y apertura unilateral en un país tras otro.
Cuando se le compara con sus promesas, el resultado de tan radi-
cales reformas es muy poco halagador. Aun en Chile, la implemen-
tación ortodoxa de las prescripciones neoliberales por los famosos
“Chicago Boys” bajo la dictadura de Augusto Pinochet condujo a su-
cesivas catástrofes económicas sólo superadas por la fuerza de las
armas. Como diversos analistas lo han señalado, sólo después de va-
rios de estos fracasos fue cuando un cambio de rumbo hacia políticas
más eclécticas y menos doctrinarias consiguió al fin hacer resurgir
la economía chilena y situarla en el camino del crecimiento. En otros
países, el resultado fue aún peor. El empecinamiento de Domingo
Cavallo y sus seguidores en convertir a la Argentina en país desa-
rrollado de la noche a la mañana a través de la apertura de mercados y
la paridad cambiaria condujo al desastre económico por todos conocido.
Como ya hice notar y se describe en varios de los siguientes capí-
tulos, el costo social de estos experimentos ha sido muy alto en tér-
minos de desempleo, desigualdad y deterioro de la calidad de vida y
la legitimidad del Estado. No es que las teorías económicas sean ne-
cesariamente falsas o que no contengan prescripciones útiles para
impulsar procesos de desarrollo. Es que su aplicación a países muy
diversos no se compadece con las diferencias históricas entre ellos,
las características específicas de sus estructuras de clases, la compo-
sición étnica y la legitimidad del Estado nacional.
Todas estas son variables que condicionan la aplicación de cual-
quier modelo económico e inciden en sus resultados. Como lo ha se-
ñalado Ravi Kanbur, destacado economista y exfuncionario del Banco
Mundial, los logros de las políticas neoliberales han sido tan erráticos
y los análisis cuantitativos sobre las relaciones entre crecimiento,
desigualdad y pobreza tan contradictorios, que los economistas no han
tenido más remedio que echar mano de las “instituciones” como de-
terminantes del éxito o fracaso de tales políticas.
Pero las instituciones son entes sociales y su comprensión cientí-
fica escapa al arsenal conceptual o metodológico de la economía mo-
derna. Cuando los economistas se adentran en este campo tienden a
cometer serios errores. Es por ello que la colaboración entre econo-
mía y sociología –y, en algunos aspectos, la ciencia política– es cen-

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tral para la implementación exitosa de modelos de crecimiento con


equidad. En algunos de los siguientes capítulos se discuten concep-
tos y teorías recientemente elaboradas por la sociología del desarro-
llo y la sociología económica que son útiles para el análisis de las hoy
denominadas “instituciones”. Tales son los conceptos de redes socia-
les, capital social, Estado “weberiano”, cadenas de productividad, acu-
mulación causal y transnacionalismo.
La inserción de estos y similares conceptos en el análisis del de-
sarrollo económico conduce a una mejor comprensión de dónde y cómo
aplicar determinadas políticas, y a mayores posibilidades de éxito de
las mismas. El desafío para la sociología y otras ciencias sociales no
económicas consiste en refinar sus conceptos para aplicarlos no solo
a posteriori a las experiencias de éxito o fracaso en el pasado sino, en
forma proactiva, a las del futuro. La construcción de indicadores so-
ciales tales como calidad de los Estados nacionales, nivel de corrup-
ción, civismo de la población, actividad empresarial y legitimidad de
las autoridades ante la sociedad civil se vislumbras como acompa-
ñante necesaria de los indicadores económicos que hoy en día exis-
ten. El análisis del contexto institucional previo a la aplicación de
cualquier política económica ha de convertirse en paso indispensa-
ble para asegurar sus posibilidades de éxito y evitar los desastres del
pasado. Los conceptos y teorías de nivel intermedio a que hice refe-
rencia al comienzo de esta introducción pueden jugar un papel crucial
en la elaboración de tales diagnósticos.

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21

CAPÍTULO 2

Las estructuras de clases sociales


en América Latina: Su composición y cambio
durante la era neoliberal*

D urante la última década del siglo XX, Latinoamérica experimen-


tó un cambio trascendental cuando los países de la región aban-
donaron el anterior sendero de la industrialización autónoma defen-
dido por sus propios intelectuales y adoptaron un modelo de desarrollo
basado en la apertura económica y la competencia global. El neolibe-
ralismo, como se llama a este modelo, en realidad es un retorno a
una era más temprana en la cual los países latinoamericanos parti-
cipaban en la economía mundial sobre la base de sus ventajas dife-
renciales como productores de bienes primarios, al tiempo que
importaban manufacturas y tecnología del mundo industrializado.
Las políticas neokeynesianas de sustitución de importaciones fueron
diseñadas para superar la vulnerabilidad de estas economías de ex-
portación frente a las subidas y bajadas de los mercados externos
(Prebisch 1950, Furtado 1970)1.
Las políticas defendidas por la resucitada ortodoxia liberal y el
“Consenso de Washington” que le dieron su ímpetu ideológico han sido
descritas con detenimiento en la bibliografía contemporánea de las

* Versión original: Alejandro Portes y Kelly Hoffman, “Latin American Class Structures: Their
Composition and Change during the Neoliberal Era” Latin American Research Review 2003,
Vol. 38 (1). Agradecemos a Emilio Klein por su ayuda en la recolección preliminar de datos
para este escrito y a Peter Evans, William Smith y Susan Eckstein por sus comentarios a una
versión anterior del mismo.
1 Además de las materias primas y los productos alimenticios que constituyeron las mercancías
de exportación básicas de Latinoamérica en un primer momento, el modelo de exportación
contemporáneo resalta las exportaciones industriales, producidas generalmente por multina-
cionales subsidiarias y otras empresas de propiedad extranjera en las zonas de procesamien-
to de exportaciones. Las formas que asume esta nueva inserción de los países periféricos en
las cadenas globales de mercancías han sido analizadas detalladamente por Gereffi (1989,
1999), Castells (1998), Castells y Laserna, (1989) y Korzeniewicz y Smith (2000).

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22 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ciencias sociales (Sunkel 2001, Robinson 1996, Portes 1997). Otro tan-
to ha sucedido con las consecuencias de dichas políticas, en términos
tanto de crecimiento económico como de equidad social (Filgueira
1996, Roberts 2001, De la Rocha 2001). Los efectos de esta profunda
reorientación de las estructuras sociales de los países latinoamerica-
nos y, en particular, de los patrones de estratificación social de largo
plazo han recibido menos atención. La estructura de clase de estas
sociedades no podría permanecer ni ha permanecido incólume a estos
cambios significativos en su organización productiva y en los patro-
nes del comercio global. Aunque algunos organismos internacionales
como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) han rastreado la
evolución de la pobreza y la desigualdad en la región, su aproxima-
ción analítica les ha impedido analizar sistemáticamente estas ten-
dencias desde una perspectiva de clases sociales (Cepal 2000, OIT
2000).
Estas publicaciones oficiales usualmente excluyen el concepto de
clase debido a su origen marxista y a su consecuente evocación de
las nociones de conflicto, privilegio y explotación (Grusky y Sorensen
1998, Wright 1997). Esta omisión oscurece aspectos significativos de
las dinámicas sociales contemporáneas y nos priva de una herramien-
ta analítica valiosa. En este capítulo se pretende corregir este defec-
to mediante la recuperación de un marco explícito de clase para el
análisis de las sociedades latinoamericanas contemporáneas, que
ofrece estimaciones empíricas de sus distintos componentes y exa-
mina cómo han variado entre los distintos países a través del tiem-
po. Este análisis puede ser leído como una extensión y revisión
explícita de un artículo anterior, publicado hace casi veinte años, que
buscaba esbozar las estructuras de clase de las sociedades latinoa-
mericanas durante el final del periodo de sustitución de importacio-
nes (Portes 1985).

LAS ESTRUCTURAS DE CLASE


EN EL CENTRO Y LA PERIFERIA
El concepto de clase social hace alusión a categorías de la población
discretas y duraderas, caracterizadas por un acceso diferencial a los
recursos que otorgan poder y a las oportunidades que derivan de estos.
En las sociedades capitalistas, los recursos que definen la clase es-
tán ligados explícitamente a los mercados y a la habilidad de los in-

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 23

dividuos para actuar eficazmente en ellos (Weber [1922] 1965, Veblen


[1899] 1998, Mills 1959). Mientras que las teorías marxistas ortodoxas
comúnmente restringen los recursos de clase a la posesión de capital
y los medios de producción (en contraste con la propiedad de la mano
de obra), teorías recientes han adoptado una aproximación más flexi-
ble que incluye otros recursos que otorgan poder, tales como el con-
trol sobre el trabajo de otros y la posesión de destrezas laborales
escasas (Grusky y Sorenson 1998, Wright 1985, Carchedi 1977, Pou-
lantzas 1975).
La ventaja común del análisis de clase, tanto clásico como con-
temporáneo, radica en que se concentra en las causas de la desigual-
dad y la pobreza y no sólo en sus manifestaciones superficiales, como
usualmente lo hacen las publicaciones oficiales estándar. Las clases
también resultan esenciales para entender las relaciones estratégi-
cas de poder y conflicto entre grupos sociales y la manera como es-
tas luchas moldean las oportunidades con que cuentan de sus
miembros (Dahrendorf 1959; Hout, Brooks y Manza 1993; Portes
2000). Cuando explora la estructura de clase de sociedades particu-
lares, el analista busca develar no sólo aquellos grupos sociales cla-
ves, definidos por las oportunidades compartidas por sus miembros,
sino también la forma en que ciertos grupos intentan conscientemente
estabilizar el orden social para defender sus privilegios y la manera
en que otros grupos intentan subvertirlo para ampliar su participa-
ción. Este énfasis conduce directamente al análisis de la política y la
movilización política (Hall 1997).
Los análisis sistemáticos de la estructura de clase de las socieda-
des avanzadas han estado basados en el criterio fundamental del
control sobre los medios de producción, el control sobre la mano de
obra de otros y el control sobre los activos intelectuales escasos. Con
base en estos criterios, autores como Wright (1985, 1997), Goldthorpe
(2001), y Clark y Lipset (1991) han intentado delinear la configura-
ción básica de las clases en los Estados Unidos, el Reino Unido y otros
países europeos. Latinoamérica se diferencia de las sociedades avan-
zadas en tanto una proporción significativa de la población no está
incorporada a las relaciones laborales completamente mercantilizadas
y legalmente reguladas, sino que sobrevive al margen de éstas en una
amplia variedad de actividades económicas de subsistencia semi-
clandestinas. A estas actividades generalmente se les denomina sec-
tor informal (Bromley 1978, Roberts 1989, Tokman 1987).

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24 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

En términos marxistas, la diferencia entre los centros económi-


cos globales y la periferia (v. gr. Latinoamérica) yace en el desarrollo
imperfecto de las relaciones capitalistas modernas en esta última y,
como consecuencia, en la coexistencia de diferentes modos de produc-
ción –moderno, pequeño empresarial y de subsistencia–. Para un
grupo de autores pertenecientes a esta tradición, la articulación en-
tre estos distintos modos de producción es el elemento clave para
comprender las dinámicas del capitalismo periférico y la emergencia
del intercambio desigual entre las colonias y las semicolonias y los
centros capitalistas globales (Luxembourg 1951, Arrighi 1972, Hop-
kins y Wallerstein 1977, Wolpe 1975)2.
Sin importar si se emplea este u otro marco teórico, persiste el
hecho de que en las sociedades avanzadas las clases sociales (por ejem-
plo, el “proletariado”) pueden ser definidas como entidades relativa-
mente homogéneas, en tanto que en la periferia éstas se encuentran
segmentadas debido a su limitada incorporación a una economía to-
talmente monetizada y legalmente regulada. Wallerstein (1976, 1977)
denomina semiproletariado a los trabajadores que están parcialmente
incorporados a las relaciones capitalistas modernas, aunque los pe-
queños empresarios también se pueden encontrar en ambos lados de
esta división estructural (Capecchi 1989, Roberts 1978).
Al yuxtaponer los criterios para definir la clase en las sociedades
avanzadas con las condiciones estructurales que se encuentran en el
capitalismo periférico se obtiene la gama de activos de clase presen-
tada en la fila superior de la tabla 1. Al indicar si los individuos tie-
nen acceso (+) o no (-) a cada uno de estos activos, se puede presentar
una tipología de la estructura de clases básica de las sociedades lati-
noamericanas. Esta tipología sigue una lógica semejante a la de
Guttman, en la que cada clase inferior es definida por la carencia de
uno o más de los recursos disponibles para sus predecesores. El es-
quema proporciona una clasificación séxtuple cuyas características
se describen a continuación.

2 Este tópico –la articulación entre modos de producción y sus consecuencias para la estructu-
ra de las sociedades periféricas– fue discutido con detenimiento en el anterior artículo de
Portes (1985) sobre las clases sociales latinoamericanas.

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Tabla 1
La estructura de clase latinoamericana*
Clase Subtipos Criterio definitorio
Control de Control de Control de Control de Protegido y Modo de % de la

LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO


capital y fuerza de habilidades habilidades regulado por la remuneración fuerza
medios de trabajo escasas de alto subsidiarias, ley laboral*
producción impersonal y valor técnico-
25

organizada administrativas
burocráticamente
I. Capitalistas Propietarios y + + + + + Utilidades 1,8
socios
administradores
de empresas
grandes/
medianas
II. Ejecutivos Gerentes y _ + + + + Salarios 1,6
administradores y bonos ligados
de empresas a las utilidades
grandes/
medianas y de
entidades
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públicas
III. Trabajadores Profesionales _ _ + + + Salarios ligados 2,8
de élite asalariados a habilidades
con formación escasas
universitaria
en entidades
públicas o
empresas
privadas
grandes/

25
medianas
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26
Tabla 1 (continuación)

EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA


Clase Subtipos Criterio definitorio
IV. Pequeña Profesionales + _ +/_ + +/_ Utilidades 8,5
burguesía por cuenta
propia y
técnicos;
microempresarios
con empleados
26

directos
Va. Técnicos y _ _ _ _ + Salarios sujetos 12,4
Proletariado empleados de a la regulación
formal no cuello blanco legal
manual asalariados y
con formación
vocacional
Vb. Trabajadores _ _ _ _ + Salarios sujetos 23,4
Proletariado asalariados a la regulación
formal manual calificados y no legal
calificados con
contratos de
trabajo
VI. Trabajadores _ _ _ _ _ Salarios no 45,9
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Proletariado asalariados sin regulados,


informal contrato, utilidades
vendedores irregulares,
ambulantes y compensación
trabajadores no monetaria
familiares no
remunerados
* Información ponderada promedio de ocho países latinoamericanos cuyo conjunto constituye tres cuartos de la población económicamente activa
de la región. Los países son presentados en la tabla 2. Los datos no suman 100% porque el 3,6% de los trabajadores de la población económicamente

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 27

LA ESTRUCTURA DE CLASES LATINOAMERICANA


DURANTE LA ERA NEOLIBERAL3
Al igual que en las sociedades avanzadas, las clases sociales domi-
nantes en Latinoamérica están definidas por el control dentro del
mercado capitalista de los recursos claves que confieren poder. Para
efectos del análisis de datos, este grupo, identificado con el nombre
de capitalistas, es definido como los empleadores de empresas priva-
das medianas y grandes. Los estudios basados en las encuestas de
hogares que representan tres cuartos o más del total de la población
latinoamericana indican que el tamaño de esta clase fluctúa entre el
1% y el 2% de la población económicamente activa (PEA) en cada país
(Cepal 2000, 63).
Los altos ejecutivos son los administradores de más alto nivel de
empresas privadas y públicas medianas o grandes y de instituciones
estatales. A pesar de que no son los dueños directos del capital, ma-
nejan organizaciones importantes que controlan una vasta fuerza
laboral burocráticamente organizada. Junto con los empleadores,
comúnmente reciben los ingresos promedio más altos. Las estima-
ciones disponibles para diferentes países latinoamericanos les asig-
nan un tamaño que está entre el 1% y el 5% de la PEA. El siguiente
escaño en la estructura de clases está ocupado por los profesionales,
definidos como los trabajadores de élite con educación universitaria
que son empleados por empresas privadas e instituciones públicas
para ocupar posiciones administrativas de alta responsabilidad. No
controlan grandes cantidades de capital ni dirigen a muchos traba-
jadores, pero derivan su ventajosa posición de los conocimientos que
tienen, que son escasos en el mercado y que son requeridos por las
empresas privadas y las entidades gubernamentales. Los cálculos
sobre la presencia relativa de profesionales en la población de algu-
nos países llegan hasta el 10%, pero de acuerdo con las investigacio-

3 Los lectores que conocen el artículo de 1985 notarán muchas diferencias con la presente
conceptualización de las clases sociales. Ellas reflejan tanto una revisión de la tipología origi-
nal con base en la información más refinada con que ahora se cuenta, como los propios
cambios que han tenido lugar durante las dos últimas décadas en Latinoamérica. Por ejem-
plo, la información disponible permite realizar una distinción entre altos ejecutivos y profe-
sionales universitarios que antes no se podía efectuar con las series de datos disponibles. Por
otra parte, la clase de los pequeños empresarios, que durante el periodo de industrialización
de sustitución de importaciones podría haber sido incluida con confianza dentro del sector
informal, se ha hecho mucho más heterogénea y se ha convertido en un refugio para los
profesionales y trabajadores capacitados desplazados del empleo en el sector formal. Estos
cambios son analizados en las siguientes secciones.

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28 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

nes más recientes sobre la región como un todo no representan más


del 5% de la PEA (Cepal 2000, 64-5).
En conjunto, los grandes y medianos empleadores, los altos eje-
cutivos y profesionales, dan forma a las clases dominantes en todos
los países latinoamericanos (con excepción de Cuba). Como se anali-
zará más adelante, la remuneración que reciben supera ampliamen-
te el promedio en sus respectivas naciones aunque asuma distintas
formas: los capitalistas reciben utilidades, los ejecutivos devengan
salarios y bonos ligados a las utilidades y el desempeño de la organi-
zación que dirigen, y los profesionales reciben un salario equivalen-
te al valor y escasez de las habilidades profesionales que tienen.
Aunque la presencia relativa de estas clases fluctúa en países espe-
cíficos, para Latinoamérica como un todo representan aproximada-
mente el 10% de la PEA. Se puede esperar que este porcentaje se
encuentre en la cima de la distribución del ingreso nacional y regio-
nal. Las clases sociales señaladas más adelante corresponden a la
descripción marxista clásica de la “pequeña burguesía”, aunque en
las sociedades periféricas ésta asume una forma distinta. Dicha for-
ma está determinada por la coexistencia del capitalismo moderno y
varios modos informales de organización económica. Las principales
características de este grupo –comúnmente denominado como
microempresarios– son la posesión de ciertos recursos monetarios;
ciertas habilidades profesionales, técnicas o artesanales, y el empleo
de un pequeño número de trabajadores directamente supervisados.
En Latinoamérica, la clase microempresarial tradicionalmente ha
desempeñado la función de vincular la economía capitalista moder-
na, dirigida por las tres clases anteriores, con la masa de trabajado-
res informales que se encuentran en lo más bajo del mercado laboral.
Los microempresarios organizan este tipo de trabajo para producir a
bajo costo bienes y servicios para los consumidores e insumos bara-
tos por encargo de las empresas más grandes. Muchos autores han
sostenido que esta función constituye un factor clave que permite
tanto la supervivencia de los pobres como la continuación del proce-
so de acumulación capitalista bajo la forma que asume en las econo-
mías periféricas (Birkbeck 1978, Fortuna y Prates 1989, Portes y
Walton 1981).
Durante la década de los años noventa, la pequeña burguesía
asumió un rol nuevo en Latinoamérica como un lugar de refugio para
los servidores públicos, los profesionales asalariados y otros trabaja-
dores capacitados desplazados por las políticas de ajuste estructural

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 29

promovidas por el modelo neoliberal (Sunkel 2001). Como veremos


enseguida, el empleo en el sector público, que en muchos países cons-
tituía el soporte de la clase media urbana, declinó significativamente
durante la última década. Esta pérdida no fue compensada por un
crecimiento del empleo formal privado, lo que forzó a los empleados
desplazados a crear sus propias soluciones económicas a través de la
pequeña empresa. Por tanto, este tipo de adaptación económica se
ha convertido en la principal fuente de creación de empleo en la re-
gión. En 1989, las microempresas dieron cuenta del 100% de los nue-
vos empleos urbanos (Klein y Tokman 2000, 17). Entre 1990 y 1998,
de cada 100 nuevos empleos urbanos, 30 fueron creados en pequeñas
empresas y otros 29 en el autoempleo, proporciones que son mucho
mayores a las presentadas durante los años de la industrialización
de sustitución de importaciones (OIT/Lima 2000, Klein y Tokman
2000). El proletariado formal corresponde a los trabajadores de la
industria, servicios y agricultura que se encuentran protegidos por
el derecho laboral existente y cobijados por sistemas obligatorios de
seguridad social, incapacidad profesional y jubilación. Esta clase
puede ser dividida, a su vez, en un escalón superior compuesto por
trabajadores y técnicos oficinistas asalariados, y en uno inferior com-
puesto por trabajadores administrativos de la industria y los servi-
cios y por trabajadores rurales en empresas agrícolas modernas. En
conjunto, esta clase representa aproximadamente el 35% de la PEA
latinoamericana regional en el año 2000 aunque, como se mostrará
más adelante, existan variaciones importantes entre los países.
Durante la era de sustitución de las importaciones, el empleo for-
mal creció de manera constante, aunque nunca logró absorber el grue-
so de la fuerza laboral latinoamericana (Prealc 1990, Pérez-Sainz
1992, Roberts 1989). Entre 1950 y 1980, el 60% de los nuevos em-
pleos se generaron en el sector formal, de los cuales el 15% fueron
creados por el gobierno y el restante 45% por las grandes empresas
modernas (Klein y Tokman 2000, 18). Durante la década de los años
noventa, la situación cambió drásticamente, pues el sector formal
moderno redujo su participación en la creación de empleo al 20%, en
tanto que el sector público se encogió. Como resultado, la clase de
trabajadores formales no se expandió, como había sucedido en el
pasado, sino que permaneció estancada o de hecho disminuyó en
muchos países (Cepal 2000, 67-8).
La mayoría de las descripciones de las estructuras de clases de
las sociedades avanzadas terminan con el proletariado formal, defi-

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30 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

nido como aquella clase que carece de acceso a los medios de produc-
ción y que sólo puede vender su propia mano de obra (Wright 1997,
Grusky y Sorensen 1998). En Latinoamérica, como en otras regiones
periféricas, esta explicación resultaría insuficiente debido a la pre-
sencia de una vasta masa de trabajadores excluidos del moderno
sector capitalista que deben ganarse la vida a través del empleo no
regulado o de actividades de subsistencia directas (Tokman 1982,
Lomnitz 1977). Durante la década de los años sesenta, esta clase de
trabajadores fue denominada como la masa “marginal” para resal-
tar su exclusión de la economía moderna (Nun 1969, Germani 1965).
Investigaciones posteriores mostraron los vínculos entre estos tra-
bajadores y la economía moderna y las múltiples formas en que sus
actividades contribuían a la acumulación capitalista (Beneria 1989,
Peattie 1982, Roberts 1976, Birbeck 1978). Una de estas formas con-
siste en proveer la mano de obra para las empresas organizadas por
microempresarios, las cuales, a su vez, suministran bienes y servi-
cios a bajo costo a los consumidores e insumos baratos a las empre-
sas del sector formal (Castells y Portes 1989). Por esta razón, esta
clase puede denominarse más adecuadamente como proletariado
informal. En las investigaciones empíricas, esta clase es definida como
la suma total de los trabajadores por cuenta propia (menos los profe-
sionales y técnicos), trabajadores familiares no pagados, servicio
doméstico, y trabajadores asalariados sin seguridad social y otras
protecciones legales en la industria, los servicios y la agricultura. La
gran mayoría del trabajo en las microempresas es informal, pero en
las grandes y medianas empresas también existen trabajadores in-
formales. Estos son principalmente trabajadores temporales emplea-
dos sin contratos escritos y que no aparecen en los libros de las
empresas (OIT/Lima 2000).
La evolución del proletariado informal en América Latina es
opuesta a la de su contraparte formal. La proporción de trabajadores
informales se redujo, lenta pero constantemente, durante el período
de industrialización de sustitución de importaciones. El sector mo-
derno generó la mayor parte de los nuevos empleos durante este
periodo, pero resultó insuficiente para absorber una fuerza laboral
que crecía rápidamente. En consecuencia, durante esta era existió
una inmensa pero decreciente clase trabajadora informal. El período
de ajuste neoliberal ha presenciado una contracción del empleo for-
mal en tanto el sector público se encogió y el moderno sector indus-
trial se arruinó a causa de las importaciones baratas cobijadas por la

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 31

nueva doctrina de la “apertura económica” (Sunkel 2001, Díaz 1996).


Como resultado, el proletariado informal no continuó con su declive,
sino que por el contrario creció durante la última década. De acuer-
do con la OIT, el empleo informal alcanzó el 44% de la PEA urbana
latinoamericana en 1990 y el 47,9% en 1998 (OIT/Lima 2000). La
Cepal suministra datos similares. El aumento del proletariado infor-
mal es reproducido en casi todos los países de la región y es
interpretable como la contraparte popular del “empresariado forzo-
so” al que fueron inducidos los extrabajadores asalariados por las
nuevas políticas económicas. Una proporción significativa de la cla-
se trabajadora informal está conformada por trabajadores y vende-
dores por cuenta propia y por personas con poca capacitación, forzados
a sobrevivir a través de las formas empresariales menos lucrativas.

LA MEDICIÓN DE LA ESTRUCTURA DE CLASES


LATINOAMERICANA
Como ya se señaló, las estadísticas oficiales no utilizan el término
clase social, ni reportan datos basados en él. Por esta razón, no es
posible llegar a cálculos precisos sobre el tamaño y la evolución de
las diferentes clases con base en los censos. En años recientes, dife-
rentes agencias internacionales han venido realizando estudios so-
bre el sector informal en los países latinoamericanos que suministran
aproximaciones útiles a la clase trabajadora informal (Prealc 1989,
1990). Más significativamente, la Cepal ha llevado a cabo un estudio
detallado de la estratificación ocupacional y del ingreso en ocho paí-
ses latinoamericanos que en conjunto reúnen al 73,5% de la pobla-
ción regional. Las detalladas tabulaciones ocupacionales producidas
por este estudio constituyen la base de los cálculos regionales pre-
sentados en la tabla 1 y además permiten realizar aproximaciones
bastante cercanas al tamaño de cada una de las clases en cada país.
Estos cálculos se presentan en la tabla 2.
La clase capitalista es representada en los cálculos por los pro-
pietarios de empresas de más de cinco trabajadores. Lo anterior es
una sobrestimación, dado que los pequeños empleadores –los dueños
de empresas que emplean entre 5 y 20 personas– probablemente se
acercan más a la categoría de microempresarios que a la de verdade-
ros capitalistas. Incluso tomando en cuenta esta sobrestimación, en
todos los países la proporción de la PEA representada por la clase
capitalista es mínima. Si los pequeños empresarios son excluidos,

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32
EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA
Tabla 2
La estructura de clases de países latinoamericanos seleccionados, 2000*
Clase Brasil Chile Colombia Costa Rica El Salvador México Panamá Venezuela
% % % % % % % %
I. Capitalistas 2,0 1,5 2,2 1,7 1,2 1,6 0,8 1,4
II. Ejecutivos 1,8 1,1 0,8 2,4 1,5 1,3 5,2 2,5
32

III. Profesionales 1,4 6,9 7,7 3,2 2,3 2,8 5,2 10,0
Total clases dominantes 5,2 9,5 10,7 7,3 5,0 5,7 11,2 13,9
IV. Pequeña burguesía 7,4 9,4 9,3 10,8 11,8 9,4 8,3 11,2
Va. Proletariado formal
no manual 12,7 16,2 7,9 14,1 10,5 13,7 16,3 9,2
Vb. Proletariado formal
manual
(I) 25,3 33,7 31,9 32,8 27,5 30,9 23,8 33,6
(II) 20,7 29,0 27,1 28,2 22,5 25,4 20,9 27,2
VI. Proletariado informal
(I) 43,5 30,2 40,1 34,3 45,0 40,2 40,1 31,6
11/05/2004, 09:39 a.m.

(II) 48,1 34,9 44,9 38,9 50,0 45,7 43,0 38,0


Sin clasificar 5,9 1,0 0,1 0,7 0,2 0,1 0,3 0,5
Totales 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

* Porcentajes de la población nacional trabajadora de 15 años de edad o más.


Fuentes: Cepal (2000, tabla 11); OIT/Lima (2000, tabla 8-A).

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004
LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 33

estas estimaciones de por sí bajas se reducirían en un 50% o más.


Las dos clases siguientes son definidas empíricamente como ejecuti-
vos y administradores de empresas privadas que emplean más de
cinco trabajadores (Clase II) y como profesionales asalariados emplea-
dos por las mismas agencias o empresas (Clase III). Nuevamente estas
son sobrestimaciones por las mismas razones dadas anteriormente
pero, incluso después de tener en cuenta este sesgo, la suma total de
las tres clases dominantes escasamente alcanza el 10% de la pobla-
ción, siendo aun menor en muchos países y superada por un pequeño
margen en tan sólo tres.
Los datos disponibles no permiten distinguir entre los microem-
presarios formales e informales. Estudios detallados en ciudades
particulares muestran que una amplia proporción de microempresas
son completamente informales y que otras operan en una zona gris,
cumpliendo algunas normas, pero eludiendo otras (Itzigsohn 2000,
Cross 1998). Klein y Tokman (2000, 17) muestran que, en 1998, en-
tre el 65% y el 80% de los trabajadores de estas empresas no tenían
seguro médico ni seguridad social. Los propietarios de dichas empre-
sas, que emplean hasta cinco trabajadores, así como los profesiona-
les y técnicos por cuenta propia conforman la pequeña burguesía. Esta
representa el 10% de la PEA latinoamericana. A pesar de su hetero-
geneidad interna, el tamaño relativo de esta clase es notablemente
constante en los ocho países estudiados. Estos resultados implican
que las clases subordinadas, definidas ampliamente, comprenden
aproximadamente el 80% de la población latinoamericana. Sin em-
bargo, estas clases no son homogéneas y deben ser desagregadas para
que se puedan entender cabalmente las dinámicas que están en jue-
go. La clase trabajadora formal no manual, compuesta por técnicos
asalariados y empleados administrativos subordinados, da cuenta del
otro 15% de la PEA regional, aunque los datos fluctúen entre los países
desde un 8% hasta un 16%.
Para calcular el proletariado formal manual se utilizaron dos
medidas. La primera corresponde a la suma total de los trabajadores
asalariados de empresas urbanas pequeñas, medianas y grandes más
los trabajadores agrícolas de modernas empresas medianas y gran-
des. Los datos anteriores asumen que todos estos trabajadores están
cobijados por contratos laborales y por las normas legales existen-
tes. Dicha suposición probablemente da lugar a una sobrestimación,
debido a que, como se vio anteriormente, algunos trabajadores de
empresas formales reciben un salario que no se registra y carecen de

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34 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

protección legal. El estudio de la Cepal no proporciona datos que


permitan ajustar estas series. No obstante, un segundo conjunto de
tabulaciones realizadas por la OIT presenta la proporción de traba-
jadores en el sector formal (definido como empleados gubernamen-
tales y trabajadores de empresas privadas pequeñas, medianas y
grandes) que no aportan al sistema de seguridad social .
La cobertura del sistema de seguridad social puede ser utilizada
como una aproximación razonable al empleo formal. La cobertura
promedio para los trabajadores de empresas del sector formal es del
80% y esta cifra es notablemente consistente en distintos años y paí-
ses. Esta estadística sugiere que aproximadamente una quinta par-
te de la fuerza laboral en el sector de la economía estimado es formal
y está conformada por trabajadores sin protección social. Si se utili-
zan los datos nacionales sobre cobertura de la seguridad social para
ajustar los cálculos iniciales, se obtienen los resultados en la siguiente
fila de la tabla 2. Basados en estos datos, el proletariado formal ma-
nual fluctúa entre el 20% y el 30% de la población adulta trabajado-
ra, y en ningún país supera un tercio de la PEA. Bajo la suposición
más generosa de cobertura legal para todos los trabajadores de em-
presas pequeñas, medianas y grandes, los datos se incrementarían
entre un 4% y un 5% en cada nación.
Los cálculos de la proporción de la población trabajadora repre-
sentada por el proletariado informal son la otra cara de estos datos.
Nuevamente se utilizan dos medidas. La primera representa la suma
total de los trabajadores por cuenta propia –menos los profesionales
y técnicos–, más los trabajadores de las microempresas urbanas, pe-
queñas empresas rurales, trabajadores domésticos y trabajadores fa-
miliares no remunerados. Estos datos subestiman al proletariado
formal por la misma razón dada con anterioridad, es decir, la exclu-
sión de los trabajadores de empresas grandes no protegidos. La se-
gunda serie ajusta esta menor contabilización con los mismos datos
usados para volver a calcular a la clase trabajadora formal. De acuerdo
con estos cálculos, el proletariado informal fluctúa entre un tercio y
la mitad de la población empleada, sin que esta cifra sea menor a un
tercio en ningún país. Lo anterior hace que en todas partes los traba-
jadores informales sean la clase mayoritaria. En otras palabras, el
segmento numéricamente más significativo de la población emplea-
da en Latinoamérica es aquel que está excluido de las relaciones ca-
pitalistas modernas y que debe sobrevivir por medio del trabajo no
regulado y actividades directas de subsistencia.

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 35

Tan importante como la composición actual de la estructura de


clase es su evolución a través del tiempo. Especialmente, interesa
saber en qué medida y bajo qué formas la transición de la era de la
sustitución de importaciones a la de la apertura económica ha afec-
tado la estructura de clase de países individuales. Infortunadamente,
el estudio detallado de la Cepal sobre estratificación ocupacional del
cual se derivaron los anteriores cálculos ofrece sólo una fotografía de
un punto preciso en el tiempo y carece de datos comparables para
periodos anteriores. Las series de tiempo disponibles suministradas
por los censos nacionales y por documentos de la ONU no son lo su-
ficientemente detalladas como para permitir estimaciones igualmente
filtradas. Además, las mejores estimaciones disponibles están limi-
tadas a la PEA urbana y no a la total, lo que hace que estos datos no
sean comparables con aquellos que fueron presentados anteriormente.
Teniendo en cuenta estos impedimentos, aun es posible llegar a un
cálculo simplificado, una “forma reducida”, de la evolución de la es-
tructura de clases en Latinoamérica durante las dos últimas déca-
das. Los datos, tomados de publicaciones recientes de la Cepal, miden
la clase “capitalista” como los propietarios y empleadores de empre-
sas que cuentan con cinco o más trabajadores (la definición varía li-
geramente entre los países, pero nunca es menor a cinco trabajadores).
Las otras clases dominantes no pueden ser estimadas por separado,
sino que son fusionadas en la categoría de ejecutivos asalariados y
técnicos/profesionales, sin importar el tamaño de la empresa. Una
vez más, lo anterior dará lugar a sobrestimaciones, dado que se in-
cluye a los propietarios y al personal asalariado de empresas peque-
ñas, quienes usualmente son más representativos de la pequeña
burguesía que de la verdadera clase capitalista. Aún así, después de
tener en cuenta este sesgo, la clase dominante sigue representando
una pequeña fracción de la PEA urbana de cada país. La pequeña
burguesía es considerada como la suma de los dueños de microem-
presas, que emplean menos de cinco trabajadores, además de los téc-
nicos y profesionales por cuenta propia. Los datos disponibles no
permiten diferenciar entre los segmentos manuales y no manuales
del proletariado formal (Clases Va y Vb). No obstante, nos permiten
diferenciar entre sus componentes según sean del sector público o
privado. Los trabajadores formales del sector público son los emplea-
dos de las entidades gubernamentales locales y nacionales, más las
instituciones de propiedad estatal; los trabajadores formales del sec-
tor privado son aquellos que son empleados por empresas con cinco o

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36
EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA
Tabla 3
La estructura de clase urbana de América Latina, 1980-1998
País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total
Ejecutivos2 empresar.3 Públicos Privados4 Subtotal Micro- Por cuenta Servicio
empresas5 propia6 doméstico Subtotal

Argentina 1980 2,1 3,3 4,3 — 44,2 10,1 32,2 3,9 46,2 100,0
36

(Gran Buenos 1990 1,6 6,9 6,4 — 41,1 44,8 11,6 23,0 5,7 40,3 100,0
Aires) 1998 1,4 6,9 5,6 5,0 46,1 15,7 19,6 4,8 40,1 100,0
Bolivia 1989 1,1 4,3 3,9 17,9 13,5 31,4 12,3 41,0 5,8 59,1 100,0
1994 1,4 6,8 7,8 12,8 15,5 28,3 13,8 36,8 5,2 55,8 100,0
1997 2,0 6,7 6,9 10,5 14,3 24,8 11,0 44,9 3,6 59,5 100,0
Brasil 1979 1,5 7,5 3,8 — 49,7 10,7 19,3 7,5 37,5 100,0
1993 2,2 4,6 3,3 14,4 31,5 45,9 8,5 26,4 8,2 43,1 99,1
1997 2,5 4,9 3,9 13,3 31,3 44,6 9,7 25,8 8,6 44,1 100,0
Chile 1990 1,6 12,9 2,7 — — 45,7 9,4 20,6 7,0 37,0 100,0
1994 1,5 15,4 6,2 — — 44,9 8,6 17,4 6,1 32,1 100,0
1998 1,6 17,0 7,2 — — 43,4 9,7 15,2 5,9 30,8 100,0
11/05/2004, 09:39 a.m.

Costa Rica 1981 1,5 2,7 3,4 28,0 32,1 60,1 10,0 16,7 5,5 32,2 100,0
1990 1,1 6,1 6,5 25,0 29,5 54,5 9,7 17,6 4,4 31,7 100,0
1998 1,6 8,8 8,9 19,7 30,2 49,9 10,6 15,4 4,8 30,8 100,0
Ecuador 1990 1,4 4,5 4,2 17,5 21,8 39,3 11,3 34,5 4,5 50,3 99,7
1994 1,4 5,6 8,5 13,7 21,8 35,5 12,2 32,1 4,7 49,0 100,0
1998 1,9 6,0 7,5 11,7 22,3 34,0 13,1 32,0 5,5 50,6 100,0

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Tabla 3 (continuación)
País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total

LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO


Ejecutivos2 empresar.3 Públicos Privados4 Subtotal Micro- Por cuenta Servicio
empresas5 propia6 doméstico Subtotal
37

El Salvador 1990 1,7 3,4 3,1 13,8 26,3 40,1 13,3 33,3 6,1 52,7 101,0
1995 1,3 7,2 5,9 12,5 27,2 39,7 10,5 31,1 4,4 46,0 100,0
1998 0,5 8,0 4,1 12,1 28,7 40,8 12,1 30,3 4,3 46,7 100,0
Honduras 1990 0,5 4,9 2,3 14,4 26,3 40,7 13,2 31,7 6,7 51,6 100,0
1994 1,2 6,8 4,3 11,3 30,5 41,8 11,0 29,5 5,4 45,9 100,0
1998 0,9 7,0 5,2 9,5 29,5 39,0 11,7 31,4 4,6 47,7 99,8
México 1984 0,2 6,2 3,3 — — (63,1) — 24,7 2,6 — 100,0
1989 0,5 9,0 4,4 — — (64,7) — 18,9 2,7 — 100,2
1998 0,9 6,6 5,8 14,2 33,1 47,3 14,9 20,5 4,1 39,5 100,0
Panamá 1979 2,1b 4,6 —b 35,8 34,1 69,9 — 17,3 6,1 — 100,0
1991 0,8 7,4 3,6 26,6 27,0 53,6 5,2 22,4 7,0 34,6 100,0
11/05/2004, 09:39 a.m.

1998 1,0 10,8 3,6 23,5 29,9 53,4 6,4 18,2 6,6 31,2 100,0
Paraguay 1986 1,7 6,1 7,8 12,0 23,3 35,3 12,0 23,8 13,3 49,1 100,0
(Asunción) 1990 2,1 5,5 8,3 11,9 24,9 36,8 15,6 21,2 10,5 47,3 100,0
1997 1,4 4,8 8,5 10,9 22,1 33,0 12,5 29,4 10,3 52,2 100,0
Uruguay 1981 1,6 3,9 4,6 22,8 33,0 55,8 8,8 17,7 7,5 34,0 100,0
1990 1,9 5,1 5,0 21,8 30,1 51,9 10,3 19,0 6,9 36,2 100,0
1998 1,7 6,5 5,9 16,3 32,0 48,3 10,6 19,9 7,2 37,7 100,0

37
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EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA
Tabla 3 (continuación)
País Año Capitalistas1 Profesion.1 Pequeños Trabajadores formales Trabajadores informales Total
2 3 4
Ejecutivos empresar. Públicos Privados Subtotal Micro- Por cuenta Servicio
empresas5 propia6 doméstico Subtotal

Venezuela 1981 1,5 5,2 6,4 23,9 19,6 43,5 20,2 18,0 6,1 44,3 100,9
1990 2,6 5,8 6,0 21,4 30,0 51,4 6,5 21,4 6,3 34,2 100,0
38

1994 1,9 6,1 6,1 18,1 27,1 45,2 9,2 27,4 4,0 40,6 100,0
1
Propietarios de empresas con cinco o más empleados.
2
Administradores asalariados, profesionales universitarios y técnicos de empresas con cinco o más empleados.
3
Propietarios de empresas con menos de cinco empleados, más profesionales contables y técnicos.
4
Trabajadores asalariados de empresas con cinco o más empleados.
5
Trabajadores asalariados de empresas con menos de cinco empleados.
6
No incluye profesionales y técnicos.
Fuente: Cepal (2000, tablas 4 y 10).
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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 39

más trabajadores, sin importar el grado de destreza. Por las razones


ya mencionadas, estos datos constituyen sobrestimaciones debido a
que una porción de los trabajadores de dichas empresas laboran sin
protección legal. En este caso, no obstante, no poseemos datos
confiables que permitan corregir esta sobrestimación para cada país
y cada año de censo. En consecuencia, es inevitable presentar las
series sin ajustar. Con base en los cálculos presentados en la tabla 2,
se sigue que el tamaño actual del proletariado formal en muchos
países es probablemente un 5% o 7% más bajo que en las mediciones
existentes.
El proletariado informal es definido como la suma de trabajado-
res por cuenta propia, menos los profesionales y técnicos, empleados
domésticos, y trabajadores de microempresas remunerados y no re-
munerados. Vale la pena repetir que estas cifras están basadas en la
PEA urbana y no en la total. Las estimaciones finales son represen-
tadas en la tabla 3. Para evitar la repetición, en lo que sigue no se
comenta el tamaño relativo de las clases, sino que se hace énfasis en
su evolución a través del tiempo.
Los datos muestran cuatro tendencias principales. Primero, se ha
producido un declive consistente de los trabajadores del sector pú-
blico, observable en todos países de la región. Segundo, ha existido
un declive paralelo del proletariado formal como un todo en la totali-
dad de países, con la excepción de Argentina (los datos se restringen
al área metropolitana de Buenos Aires)4. El declive no es uniforme,
pero es más evidente en aquellos países donde los datos se remiten a
los años ochenta. Los ejemplos incluyen a Brasil (50% en 1979 y 45%
en 1997), Costa Rica (60% en 1981 y 50% en 1998) y Uruguay (56%
en 1981 y 48% en 1998). En el caso de Venezuela, de hecho el empleo
formal se incrementó entre 1981 y 1990, pero luego cayó estrepito-
samente durante la década de los años noventa. En casi todos los casos,
el declive observable del proletariado formal se debe al estancamiento
del empleo en el sector privado, unido a una contracción significati-
va del empleo en el sector público. La tercera tendencia principal es
el surgimiento de la clase de los pequeños empresarios y la cuarta es
el estancamiento o incremento del proletariado informal. La peque-

4 La gran crisis económica que experimentó Argentina desde el 2001 hace que sea probable
que estos datos no reflejen la situación actual. Con el desempleo arriba del 25% de la PEA y
el subempleo en aumento, es probable que la debacle del modelo neoliberal en esta nación
haya caído más pesadamente en su clase trabajadora de lo que estos datos muestran. Este
resultado simplemente exacerbará las tendencias aquí señaladas.

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40 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ña burguesía permanece en dígitos pequeños en muchos países, pero


se produjo un aumento considerable durante la década de los años
noventa. En muchos casos, este aumento es uniforme y va desde
aproximadamente el 5% de la PEA urbana en los años ochenta hasta
cerca del 10% a finales de los noventa. Esta tendencia refleja de nue-
vo la práctica empresarial forzosa a la que se han visto abocados los
antiguos trabajadores asalariados debido al declive del empleo en el
sector formal. De manera semejante, el proletariado formal no decli-
nó durante el periodo neoliberal, sino que de hecho creció en muchos
países. Los datos no proporcionan ninguna evidencia que demuestre
que esta tendencia se debe exclusivamente a los trabajadores asala-
riados en microempresas. Como se puede observar en la tabla 3, el
tamaño relativo de cada uno de los tres componentes del proletaria-
do informal varía de país a país, lo que sugiere que, algunas veces, el
trabajo por cuenta propia fue la forma clave de ajustarse a la ausen-
cia de trabajos regulares, mientras que en otros casos fue el trabajo
remunerado o no remunerado en microempresas y en el servicio do-
méstico.

LOS INGRESOS LABORALES


Y LA ESTRUCTURA DE CLASE
Es bien sabido que América Latina como un todo presenta la distri-
bución más desigual de la riqueza y el ingreso del mundo (Robinson
1996, Galbraith 2002, Korzeniewicz y Smith 2000). Un vistazo a esta
situación desde una perspectiva de clase ayuda a esclarecer cómo
están ubicados en esta distribución sectores particulares de la pobla-
ción y cómo ha cambiado su condición a lo largo del tiempo. Para
empezar, vale la pena anotar que la desigualdad en el ingreso du-
rante los años del experimento neoliberal se incrementó significati-
vamente en la región y, con excepciones, en cada país por separado.
En 1998, el índice Gini regional de la desigualdad aumentó un poco
hasta alcanzar el mismo valor que tenía en 1970 (0,52). Esto quiere
decir que el 5% más alto de la población recibió ingresos que equiva-
lían a dos veces los de aquellos del grupo comparable en los países
más desarrollados (los pertenecientes a la Organización para la Co-
operación y Desarrollo Económico), mientras que el 30% más bajo
sobrevivió con el 7,5% del ingreso total o con sólo el 60% de la propor-
ción respectiva en las naciones avanzadas. No obstante, si el índice
Gini se computa en el 90% más bajo de la población de Latinoamérica,

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 41

su valor sólo sería 0,36, el cual es similar al de los Estados Unidos


(Klein y Tokman 2000, 20).
Debido a que, como se observó en la sección anterior, las tres cla-
ses dominantes comprenden máximo un 10% de la población, este
resultado es interpretable como un indicador de que toda la excesiva
desigualdad en el ingreso de la región es atribuible a la participación
combinada en el ingreso recibido por estas clases. De manera simul-
tánea, esto produce una situación en la que el 75% de la población
empleada, que corresponde aproximadamente a la suma del proleta-
riado formal e informal, no genera el suficiente ingreso a partir de
su empleo como para superar el umbral de la pobreza (Cepal 2000,
19). Esto implica que, con pocas excepciones, ser trabajador en
Latinoamérica significa ser pobre.
El mismo estudio de la Cepal sobre ocho países latinoamericanos,
citado anteriormente, divide la PEA nacional en cuatro categorías
útiles que corresponden a posiciones distintas en la estructura de
clases. Las tres clases dominantes (empleadores, ejecutivos/directi-
vos, profesionales universitarios) comprenden el 9,4% de la fuerza
laboral de estos países y reciben una remuneración promedio equi-
valente a 13,7 veces el ingreso mínimo para estar por encima del
umbral de pobreza. Las clases medias –pequeños empresarios y tra-
bajadores formales no manuales (técnicos, profesionales con un ni-
vel bajo de educación, empleados administrativos)– dan cuenta del
13,9% de la fuerza laboral y reciben remuneraciones equivalentes a
cinco veces el umbral de pobreza.
El proletariado manual (formal e informal) recibe ingresos cua-
tro veces menores al umbral de la pobreza, un nivel demasiado bajo
para sacar de la pobreza a una familia promedio5. Esta categoría es
subdividida por el estudio de la Cepal en dos subgrupos: (a) los tra-
bajadores urbanos del comercio y los trabajadores administrativos y
artesanos (incluyendo una mezcla de proletariado formal e informal)
representan el 38,7% de todas las personas empleadas con ingresos
promedio equivalentes a 3,5 veces el umbral de la pobreza; (b) los

5 El umbral o línea de pobreza es calculado con base en el costo de la canasta familiar para el
individuo promedio. En tanto los hogares de la clase trabajadora en promedio tienen más de
cuatro miembros en todos los países considerados, un ingreso de quien sostiene la familia
menor a cuatro veces el umbral de la pobreza resulta insuficiente para sacarla de la pobreza.
Las familias responden ante esta situación por medio de actividades alternativas para ganar
dinero, como enviar a otros de sus miembros a la fuerza laboral o involucrarse en la venta
ambulante u otras actividades informales (Roberts 1989, González de la Rocha 2001).

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42 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

trabajadores del sector servicios y trabajadores agrícolas (abruma-


doramente informales) dan cuenta del 34,5% de la fuerza laboral y
reciben ingresos que equivalen tan sólo a dos veces el umbral de la
pobreza.
Es posible, con base en estos datos, calcular los ingresos prome-
dio que reflejan las principales divisiones en la estructura de clases
de países individuales. Los resultados de este cálculo se presentan
en la tabla 4.
Dos hechos resultan evidentes de inmediato: primero, las enor-
mes disparidades en los ingresos entre las clases dominantes, espe-
cialmente capitalistas, y el resto de la población; segundo, la amplia
variación entre los países. Los niveles promedio de ingresos de las
clases dominantes son subestimados porque incluyen a propietarios
y gerentes de microempresas que forman parte de la pequeña bur-
guesía y que reciben ingresos mucho más bajos. Incluso después de
incluir a los microempresarios en la clase empleadora, la proporción
entre los ingresos de este grupo como un todo y la de los trabajadores
informales equivale a 6 veces en México, 10 veces en Chile y 11 veces
en Brasil.
Dentro de este panorama general existen variaciones significati-
vas entre los países. La nación más igualitaria obviamente es Costa
Rica, en donde tanto los trabajadores formales como los informales
reciben los ingresos relativos más altos y en donde la proporción en-
tre estos y el promedio de las clases dominantes es menor a tres. En
el otro extremo, tenemos a Brasil y Chile, con la importante diferen-
cia de que en Brasil el ingreso promedio de los trabajadores informa-
les es menor que el doble del umbral de pobreza, mientras que en
Chile es casi cuatro veces dicha figura. Chile posee el ingreso ocupa-
cional absoluto más alto de todos los países estudiados, lo cual con-
duce a una situación en que la desigualdad extrema coexiste con la
reducción gradual de la pobreza entre las clases subordinadas (Cepal
2000, 76-77). Este no es el caso de Brasil, o ni siquiera de México, en
donde aquellos que se encuentran en los más bajos deben subsistir
con salarios que, en ausencia de otras fuentes de ingreso, los conde-
nan a la indigencia.
Los datos disponibles además permiten vislumbrar la evolución
de la desigualdad en el ingreso dentro de la estructura de clases du-
rante las últimas dos décadas. Aunque las series se encuentran dis-
ponibles para un amplio número de países, contienen severas

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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Tabla 4
Ingreso promedio por clase social en ocho países

LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO


de América Latina, 1997*
Clases Brasil Chile Colombia Costa Rica El Salvador México Panamá Venezuela
43

Dominantes
Empleadores 18,4 34,6 9,4 8,8 8,1 14,0 15,6 11,4
Ejecutivos/gerentes 12,3 16,2 9,0 12,1 11,3 11,0 10,2 6,6
Profesionales 20,5 15,4 6,8 11,3 8,8 7,8 13,0 4,9
Intermedias**
Trabajadores no manuales (técnicos 5,7 7,0 4,1 7,0 5,0 4,1 5,7 2,4 ***
y empleados de cuello blanco)
Subordinadas**
Proletariado cuasiformal 4,1 4,8 2,9 4,9 2,8 2,6 4,5 3,4
(empleados manuales y trabajadores/
artesanos del comercio)
Proletariado informal 1,7 3,4 2,4 3,8 1,9 2,2 3,6 2,9
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(trabajadores de servicios y agrícolas)


Total: 4,5 7,4 3,5 5,7 3,3 3,4 5,2 3,7
* En múltiplos del umbral de pobreza nacional.
** Promedios balanceados.
*** Incluye sólo empleados administrativos.
Fuente: Cepal (2000, tabla 4).

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004
44 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

limitaciones que reducen su utilidad. En primer lugar, los datos es-


tán limitados a las áreas urbanas y, en los casos de Argentina y Pa-
raguay, a la capital. En segundo lugar, son reportados para diferentes
años, dependiendo del momento en que haya sido realizado el censo
nacional o las encuestas de hogares. Tercero, están basados en cate-
gorías que oscurecen los niveles de ingresos relativos acumulados por
las diferentes clases. Particularmente, la categoría “empleadores” in-
cluye a los propietarios de empresas de todos los tamaños. Los mi-
croempresarios, que superan por mucho a los empleadores medianos
y grandes, inundan estos datos, lo que lleva a subestimaciones signi-
ficativas de los ingresos reales de la clase capitalista. De manera si-
milar, la categoría “profesionales y técnicos” combina, en proporciones
desconocidas, trabajadores élite, trabajadores capacitados por cuen-
ta propia y miembros del proletariado formal no manual. Estas limi-
taciones hacen que las series de datos disponibles sean casi
inutilizables para estimar la evolución de los ingresos de las clases
dominantes.
De mayor utilidad resultan los datos para los ingresos promedio
totales y microempresarios, trabajadores del sector formal y los dife-
rentes integrantes del proletariado informal. Estas categorías son de-
finidas consistentemente a través de los años y entre países. A pesar
de que no corresponden perfectamente a las definiciones de las cla-
ses subordinadas, identifican ciertos componentes específicos de es-
tas últimas. Además, los datos sobre ingresos promedio totales muestran
el nivel relativo de enriquecimiento o empobrecimiento experimen-
tado por la clase trabajadora como un todo durante este periodo.
Las series de datos disponibles son presentadas en la tabla 5.
Estas indican que, para muchos países latinoamericanos, los ingre-
sos urbanos promedio o se estancaron o disminuyeron durante el
periodo del ajuste neoliberal. En Brasil y México, declinaron leve-
mente y pasaron de ser equivalentes a 5,6 y 4,8 veces el umbral de
pobreza per cápita a principios de los años ochenta a ser equivalen-
tes a 5,0 y 4,1 veces dicho umbral a finales de la década de los noven-
ta. En Uruguay y Venezuela, no obstante, el declive fue mucho más
dramático, y redujo los ingresos promedio en un tercio en Uruguay y
en más del 50% en Venezuela.
La excepción clara a este patrón es Chile, donde los ingresos se
incrementaron en un 57% durante la década de los noventa. Como
reflejo de este escenario favorable, los ingresos de todas las clases

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Tabla 5
Evolución del promedio de ingresos laborales por clase social en América Latina*

LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO


País Año Total Empleadores** Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales
técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados
45

*** **** asalariados propia domésticos


*****
Argentina 1980 6,9 19,3 15,6 18,4 6,6 5,1 5,2 3,1
(Buenos Aires) 1990 6,4 20,6 9,4 18,4 4,5 3,6 7,2 3,5
1997 7,2 24,2 — 23,1 — — — 2,6
Bolivia 1989 4,2 16,2 7,7 11,8 3,6 2,7 3,8 1,6
1994 3,5 10,3 7,3 8,1 2,7 2,0 2,2 1,0
1997 3,6 10,1 8,8 7,1 3,2 2,2 2,3 1,1
Brasil 1979 5,6 21,8 9,4 16,6 4,8 2,5 5,2 1,1
1990 4,7 16,1 8,2 11,3(1993) 3,8 2,6 3,4 1,0
1996 5,0 19,1 10,7 14,0 3,9 2,5 3,7 1,5
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Chile 1990 4,7 24,8 7,4 19,0 3,5 2,4 5,0 1,4
1994 6,2 33,7 9,6 18,0 4,0 2,9 6,3 2,0
1998 7,4 33,8 11,7 24,5 4,3 3,0 8,6 2,2

* Sólo áreas urbanas. Las cifras están dadas en múltiplos del umbral de pobreza per cápita para cada año/país.
** Todos los empleadores, incluyendo los microempresarios.
*** Propietarios de empresas con cinco o más empleados.
**** Trabajadores de empresas con cinco o más empleados.
***** Trabajadores de empresas con cinco o más empleados.

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EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA
Tabla 5 (continuación)
País Año Total Empleadores Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales
técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados
asalariados propia domésticos

Colombia 1980 4,0 17,1 8,3 — 2,2 — 3,7 2,1


46

1994 3,8 13,1 7,9 — 2,6 — 3,0 1,7


1997 3,8 10,9 6,9 — 2,7 — 2,9 1,6
Costa Rica 1981 6,6 13,1 11,4 12,9 4,8 3,5 6,9 1,8
1994 5,2 10,8 8,4 9,2 4,4 3,6 4,0 1,6
1997 5,6 8,4 9,0 7,4 4,8 3,2 3,6 1,8
Ecuador 1990 2,8 4,8 6,0 4,0 2,9 2,3 1,9 0,8
1994 2,9 6,6 5,2 6,1 2,6 1,9 2,0 0,9
1997 3,0 6,6 5,7 6,5 2,9 1,8 2,1 0,9
México 1984 4,8 14,8 8,8 13,3 4,4 — 1,7 4,1
1994 4,4 18,3 9,5 13,8 3,0 1,7 1,2 3,3
1998 4,1 18,2 6,9 11,7 3,1 1,9 1,3 2,6
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Panamá 1979 5,6 6,5 13,6 — 5,0 — 2,9 1,4


1991 5,0 11,8 9,4 7,7 4,1 2,6 2,3 1,3
1997 5,6 15,4 10,0 11,6 4,1 2,6 3,4 1,4
Paraguay 1986 3,1 9,0 6,9 7,6 2,6 1,7 2,2 0,7
(Asunción) 1990 3,4 10,3 4,7 8,2 2,6 1,8 3,8 0,8
1996 3,6 10,6 6,5 7,2 3,1 2,3 2,8 1,2

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Tabla 5 (continuación)
País Año Total Empleadores Profesionales/ Micro- Trabajadores Trabajadores informales

LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO


técnicos empresarios formales Trabajadores Por cuenta Empleados
asalariados propia domésticos
47

Uruguay 1981 6,8 23,6 10,0 19,9 4,1 3,0 1,8 8,1
1990 4,3 12,0 7,6 8,9 3,7 2,5 1,5 5,1
1997 4,9 11,5 9,8 9,8 4,6 3,0 1,8 3,5
Venezuela 1981 7,6 11,6 14,9 11,0 6,9 6,7 4,9 4,1
1990 4,5 11,9 6,6 9,5 3,6 2,5 4,3 2,1
1997 3,6 11,2 5,8 9,4 2,4 1,7 3,9 1,4
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48 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

aumentaron de acuerdo con la expectativa económica convencional


de que “una ola grande impulsa y hace flotar todos los botes” (Fire-
baugh 1999, Galbraith 2002). No obstante, el “impulso” fue más bien
desigual: los empleadores como grupo incrementaron su participa-
ción de 25 veces el umbral de pobreza per cápita a 34 veces, mientras
la de los trabajadores del sector formal sólo aumentó de 3,5 a 4,3.
Como resultado, la brecha de ingresos entre los dos grupos aumentó
de una proporción de 7 a 1 a una de 8 a 1. En esta economía expandi-
da, los microempresarios y los autoempleados tuvieron mejor suerte
que los trabajadores asalariados (formales o informales). Como con-
secuencia, los ingresos relativos de los microempresarios se incre-
mentaron levemente, de 7,9 veces los de los trabajadores informales
a 8,2 veces éstos. Con esta excepción, la evolución de los ingresos de
los microempresarios y de los diferentes sectores que componen el
proletariado informal reflejaba el desempeño total de las economías
urbanas de la región: en casi todos los casos, los ingresos de estas
clases o bien se estancaron o disminuyeron durante las dos últimas
décadas. Lo mismo puede decirse del proletariado formal, de nuevo
definido como los empleados de empresas que contratan cinco o más
trabajadores. En Brasil, los ingresos del proletariado formal dismi-
nuyeron de 4,8 a 3,9 veces el umbral de la pobreza; en México, de 4,4
a 3,1, y en Venezuela, de 6,9 a 2,4. En todos estos países, los ingresos
de los trabajadores informales siguieron una tendencia negativa
paralela.
Los datos consignados en la tabla 5 muestran una cercana simi-
litud y una evolución similar entre los ingresos de las categorías de
empleadores y microempresarios. Esto se debe a que los primeros
incluyen una amplia porción de los últimos. Por esta razón, no es
posible establecer si los ingresos de la verdadera clase capitalista (v.
gr. los propietarios de empresas medianas y grandes) también se
estancaron durante este período o si, por el contrario, se incremen-
taron en términos relativos. Los crecientes índices Gini de la desigual-
dad en el ingreso y medidas relacionadas indican, no obstante, que
la última alternativa es la más plausible. En 1997, el detallado aná-
lisis de la Cepal de ocho países muestra que mientras los ingresos
ocupacionales promedio de todos los empleadores representaban 15,8
veces el umbral de pobreza, los de los empleadores medianos y pe-
queños llegaban hasta 30 veces dicho umbral (Cepal 2000, 3). Como
resultado, la proporción entre el ingreso de la verdadera clase capi-
talista y el del proletariado formal en estos países fue de 10 a 1; la

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 49

proporción correspondiente entre la cima y el fondo de la estructura


de clases (trabajadores informales) fue de 15 a 1.
Klein y Tokman (2000) analizaron la evolución de la desigualdad
en el ingreso en nueve países latinoamericanos con base en los cam-
bios en la proporción entre el ingreso acumulado por el 20% más alto
de la población y el recibido por el 40% más bajo. Sus resultados es-
tán resumidos en la tabla 6. Ellos muestran que en cada país, con
excepción de Panamá, los ingresos del quintil más alto de la pobla-
ción crecieron más rápido (o disminuyeron menos) que los recibidos
por los dos quintiles más bajos. Como consecuencia, el coeficiente de
desigualdad entre los dos grupos se incrementó significativamente
en ocho o nueve países.
Los datos suministrados por Klein y Tokman son una subestima-
ción de la disparidad en el crecimiento económico entre las clases
dominantes y el proletariado formal e informal. Esto es así porque el
20% más rico de la población equivale a aproximadamente dos veces
el tamaño de las tres clases dominantes combinadas. Dado que, como
se vio antes, los ingresos de las demás clases, incluyendo a los pe-
queños empresarios, disminuyeron o se estancaron durante este pe-
riodo, la ventaja del 20% más rico de la población tiene que deberse

Tabla 6
Crecimiento y distribución del ingreso en nueve países
latinoamericanos durante los noventa
Tasa de crecimiento anual
del ingreso* (1990-1996) Coeficiente de desigualdad**
40% más pobre 20% más rico 1990 1996
Argentina 3,5 6,4 7,0 8,0
Brasil 1,3 1,5 19,2 21,5
Chile 4,1 5,9 9,4 10,4
Colombia 2,5 3,9 4,3 4,6
Costa Rica -0,6 2,7 3,0 3,4
México -3,8 0,2 6,0 7,1
Panamá 2,6 2,2 4,7 4,7
Perú 2,7 3,0 7,9 8,5
Venezuela -11,5 -9,1 4,7 7,6
* Tasa de crecimiento del ingreso en precios constantes de cada país.
** Cociente entre el ingreso promedio del 20% más rico de la población y el ingreso del
40% más pobre.
Fuente: Klein y Tokman (2000), tablas 5 y 6).

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50 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

exclusivamente a las ganancias acumuladas por aquellos que se en-


cuentran en lo más alto. Suponiendo que los ingresos del siguiente
10% más alto permanecieron estancados durante la década de los
noventa (una suposición que es plausible gracias a los resultados
presentados en la tabla 5), la tasa de crecimiento del ingreso de las
clases dominantes, representada por el 10% más rico, debería ser
aproximadamente el doble de la presentada por estos autores.
En síntesis, los resultados del análisis muestran que: (a) con la
excepción de Chile, los ingresos promedio de la fuerza de trabajo ur-
bana latinoamericana se estancaron o disminuyeron en términos
reales durante los años del ajuste neoliberal; (b) los ingresos prome-
dio de todas las clases subordinadas, incluyendo a la pequeña bur-
guesía urbana, también disminuyeron; (c) los ingresos de las clases
dominantes aumentaron más rápido que el promedio en todos los
países, con la excepción de Panamá, pero incluyendo a Chile; (d) como
resultado, la proporción del ingreso recibido por estas clases en rela-
ción con las varias clases proletarias se incrementó durante este pe-
riodo, exacerbando lo que ya era una brecha en la condición económica
y las oportunidades de vida entre los ricos y los pobres. Más que nunca
se reafirmó el hecho de que en Latinoamérica no es necesario estar
desempleado para ser pobre. La inmensa mayoría de la población
trabajadora recibe salarios que la condenaría a la pobreza, en parte
debido al subdesarrollo generalizado de sus economías nacionales,
pero también a causa de la muy sesgada distribución del producto
económico.

OTRAS FORMAS DE EMPRESARIADO


El crimen
La contracción del empleo formal y el crecimiento de la desigualdad
en el ingreso resultantes del modelo económico neoliberal han ido de
la mano con otras respuestas menos pacíficas que las pequeñas em-
presas y la creación de autoempleo. En el nuevo mercado libre para
todos, promovido por la ideología dominante, no resulta sorprenden-
te que algunos de los miembros más desaventajados de la sociedad
busquen remediar su situación ignorando el marco jurídico existen-
te. Por tanto, las percepciones de los niveles de criminalidad e inse-
guridad ciudadana han aumentado en la mayoría de las grandes
ciudades latinoamericanas. Según un informe de la Cepal (2001, 208)
sobre la materia,

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 51

Latinoamérica y el Caribe han experimentado un crecimiento


del crimen y la violencia. La situación es tal que la tasa de mor-
talidad asociada con sucesos violentos ha empezado a afectar
la tasa de mortalidad general. La delincuencia ha crecido en
todas las ciudades latinoamericanas y es identificada como un
problema creciente en todas las encuestas de opinión pública.
Como lo señala otro reporte del Banco Interamericano de Desa-
rrollo sobre el mismo tema,
el crimen se ha convertido en una característica central de mu-
chas ciudades latinoamericanas. Los atracos, hurtos, robos de
autos e incluso homicidios ocurren con una frecuencia alarman-
te e impunidad apabullante en muchos centros urbanos a lo
largo de la región. (Gaviria y Pagés 1999, 3)
Para respaldar estas afirmaciones, este último reporte presenta
datos sobre la evolución de la tasa de homicidios por cada 100.000
habitantes, reproducidos en la tabla 7. Estos datos muestran un in-
cremento generalizado de los homicidios en la región como un todo,
aunque con diferencias nacionales significativas. La tasa regional de
homicidios alcanzó el 20 por 100.000 habitantes en 1995, lo que hace
de Latinoamérica la región más violenta del mundo. Los datos regio-
nales se ven afectados por las tasas extraordinarias de Colombia y
El Salvador. Los países del Cono Sur junto con Costa Rica todavía

Tabla 7
Tasas de homicidio por cada 100.000 habitantes
en países seleccionados
País ca. 1980 ca. 1990 ca. 1995
El Salvador — 138,2 117,0
Colombia 20,5 89,5 65,0
Brasil 11,5 19,7 30,1
Venezuela 11,7 15,2 22,0
México 18,2 17,8 19,5
Perú 2,4 11,5 10,3
Panamá 2,1 10,9
Ecuador 6,4 10,3
Argentina 3,9 4,8
Costa Rica 5,7 4,1
Uruguay 2,6 4,0
Chile 2,6 3,0
Fuentes: Ayres (1998, tabla 1); Arriagada y Godoy (2000, tabla 2).

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52 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Figura 1
Homicidios por cada 100.000 habitantes, América Latina
40
35
30
25

20
15
10
5

0
Latinoamérica el Caribe Latino Países Andinos Países del Cono
y el Caribe Sur

1980 1991
Fuente: Cepal (2001, figura 6.2).

mantienen tasas bajas, pero los homicidios han crecido en los países
de la Región Andina, particularmente en Venezuela y también en
Brasil.
El deterioro de la situación referente a los crímenes violentos
puede ser apreciado gráficamente en la figura 1. Además de los ho-
micidios, otros crímenes violentos han aumentado, especialmente el
secuestro, aspecto en el que Colombia se encuentra en la cúspide de
estas negras estadísticas con 10 secuestros por cada 100.000 mil habi-
tantes al año durante la década de los noventa. Estas tasas también
se han incrementado en Guatemala, México y Brasil (Ayres 1998,
Cepal 2001).
Los datos cuantitativos disponibles sobre la criminalidad langui-
decen cuando se les compara con las reacciones de la ciudadanía, la
cual, encuesta tras encuesta, resalta el crimen y la seguridad como
unas de sus principales preocupaciones (Arriagada y Godoy 2000).
Un estudio basado en las encuestas de Latinobarómetro a mediados
de los años noventa presenta tasas aterradoras de victimización.
Como se muestra en la figura 2, más del 40% de los hogares urbanos
en cinco países (Perú, Ecuador, Guatemala, México, Venezuela y El
Salvador) tienen por lo menos un miembro que ha sido víctima de un
crimen durante el año anterior. En Guatemala, la tasa de victimiza-
ción supera el 50% de los hogares urbanos. Para Latinoamérica como

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 53

Figura 2
Tasas de victimización por país, ca. 1995
Guatemala

El Salvador

Venezuela

México

Ecuador

Argentina

Perú

Brasil
Costa Rica

Honduras

Nicaragua

Colombia

Bolivia

Paraguay

Chile

Panamá

Uruguay
España

Estados Unidos
0 10 20 30 40 50 60

Fuente: Latinobarómetro 96-98, en Gaviria y Pagés (1999, 32); U.S. Bureau of the Census
(2000b, tabla 240).

un todo, la tasa se estabilizó en el 38%, que equivale a más del doble


de la tasa reportada para España y siete veces la de los Estados Uni-
dos (Gaviria y Pagés 1999, 6 y 10).
La reacción de las clases dominantes frente a esta situación no se
ha hecho esperar. En Ciudad México, Río de Janeiro y São Paulo, e
incluso en Buenos Aires, se ha presentado un rápido crecimiento de
las comunidades-fortalezas en donde los ricos se autoaíslan del resto
de la población. De manera similar se ha producido un crecimiento
explosivo de los servicios de seguridad privada, especialmente en
Colombia, pero también en otros países andinos, Brasil y México. En
Sao Paulo, el número de guardias privados casi triplica el de poli-
cías; en Guatemala, se estima que el gasto privado total en seguri-
dad supera en un 20% el presupuesto público de seguridad (Arriagada
y Godoy 2000, 179; De Roux 1993).

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54 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Mientras el pequeño segmento de la población que pertenece a


las clases dominantes se protege a sí mismo dentro de comunidades
cerradas y contrata guardias privados, todos los estudios existentes
coinciden en que los autores de los crímenes y a menudo las víctimas
del crimen urbano son hombres jóvenes que pertenecen a familias
pobres, son desempleados o tienen un empleo informal. En 1996, en
Chile, el 94% de aquellos que fueron identificados como responsables
de robo armado eran hombres jóvenes, el 60% tenía entre 15 y 24 años
de edad y el 75% o estaba desempleado o tenía un trabajo manual.
En el mismo país, dentro de aquellos que fueron capturados por ho-
micidio, el 87% eran hombres, el 46% tenía menos de 25 años y el
77% estaba desempleado o empleado informalmente (Fundación Paz
Ciudadana 1998).
No existe una correspondencia perfecta entre los niveles de des-
igualdad en el ingreso y las tasas de crimen violento. Aquí también
las estadísticas regionales están sesgadas por la extraordinaria vio-
lencia en Colombia y, en menor medida, en El Salvador. En todo caso,
hay un patrón discernible en el que una menor desigualdad en el in-
greso está asociada con menos crímenes violentos y con un aumento
menor, o incluso un declive, de las tasas de criminalidad a lo largo
del tiempo. Costa Rica y Uruguay son los principales ejemplos de este
patrón. En contraste con esto, los países con grandes y crecientes ni-
veles de desigualdad generalmente se han visto afligidos por un sig-
nificativo incremento del crimen; los casos más notables son Brasil,
México y Venezuela.
Todos los estudios mencionados sobre las causas determinantes
de la criminalidad violenta en Latinoamérica coinciden en identifi-
car la desigualdad económica como uno de los factores más impor-
tantes (Londoño 1996, Bourguignon 1999, Arriagada y Godoy 2000).
La desigualdad creciente, más que la pobreza en sí misma, ha sido
asociada consistentemente con el crimen, una tendencia que concuer-
da con conocidas teorías sociológicas sobre el papel de la privación
relativa en el surgimiento del comportamiento delictivo (Merton 1968,
Sullivan 1989). En tanto los niveles de desigualdad han aumentado
en toda la región, no resulta sorprendente que los grados de crimina-
lidad y las tasas de victimización hayan seguido un camino semejan-
te. A pesar de toda la seguridad privada pagada por los ricos, las tasas
de victimización reportadas –especialmente el robo y otros crímenes
contra la propiedad– son más altas entre el segmento más alto del
ingreso de la población. La victimización también es más alta en las

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 55

grandes ciudades, en donde generalmente viven los miembros de las


clases dominantes y se hace más evidente el contraste entre sus es-
tilos de vida y la lucha diaria de las clases proletarias para subsistir
(Gaviria y Pagés 1999, De Roux 1993).
No se puede demostrar de manera empírica que la implementación
del modelo neoliberal sea la causa directa del aumento del crimen
urbano, objetiva o subjetivamente medido. Es igualmente posible que
otros factores, como el crecimiento del tráfico de drogas o las luchas
políticas internas, también hayan influido. No obstante, existe tanto
una coincidencia temporal entre los dos procesos como una afinidad
obvia entre el espíritu y el carácter de las políticas neoliberales y la
decisión tomada por algunos de los más oprimidos de arreglar las
cosas por su propia cuenta. Los programas de ajuste neoliberal les
han quitado un sinnúmero de protecciones a las clases proletarias,
desde los subsidios para la alimentación, energía y transporte hasta
los programas de creación de empleo (Díaz 1996, Sunkel 2001). La
nueva ideología predica la iniciativa individual y la autonomía en un
contexto de pobreza generalizada y desigualdad creciente. Sin acceso al
empleo y con programas compensatorios que se desvanecen, promovi-
dos por un Estado distante, no resulta sorprendente que una minoría
de los pobres haya llegado a la conclusión de que el único medio para
sobrevivir consista en la apropiación de recursos por medios ilegales.
Esta interpretación resulta consistente con el hecho de que el
grueso de los responsables de crímenes violentos y contra la propie-
dad provengan del proletariado urbano, dado que esta es la clase que
más ha sufrido la contracción del empleo y la desaparición de las
políticas compensatorias. En un contexto de visible desigualdad cre-
ciente, lo que quizás resulta notorio es por qué tan pocos miembros
de la clase social más grande –el proletariado informal– han elegido
sacar provecho de las oportunidades empresariales del crimen. A
pesar del deterioro relativo y a menudo absoluto de su situación, la
amplia mayoría de los trabajadores informales continúa trabajando
fatigosamente en un servicio doméstico mínimamente remunerado,
en empleos no protegidos dentro de microempresas o inventando al-
guna forma de actividad económica marginal.

La migración
Para los profesionales, los empleados administrativos y algunos
trabajadores capacitados que han sido desplazados de posiciones
asalariadas en el sector privado o público, una alternativa al microem-

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56 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

presariado forzoso en sus propios países es buscar fortuna en el exte-


rior. La alternativa de la emigración no está abierta para todos debi-
do a las restricciones impuestas por las naciones receptoras y al costo
de la travesía y del proceso inicial de asentamiento. Por esta razón,
y con las excepciones ya anotadas, este sendero no es accesible para
el proletariado informal, sino para las clases que poseen un aval más
grande –los trabajadores capacitados no manuales, los artesanos y
los miembros de la pequeña burguesía–. Abandonar el país propio
supone una decisión trascendental que es tomada sólo bajo circuns-
tancias difíciles. Diferentes fuentes de datos coinciden en señalar que
durante los años noventa se presentó un aceleramiento de la migra-
ción desde Latinoamérica y una diversificación del flujo migratorio,
que ahora incluye a miembros de las clases medias. Ecuador es un
ejemplo claro de esto. Durante la década de los noventa, cerca de un
millón de personas (el 8% de la población) abandonaron el país. La
mayoría viajó a los Estados Unidos y creó así enormes concentracio-
nes de ecuatorianos en la ciudad de Nueva York (estimadas en 600.000
habitantes), y en Los Ángeles y Chicago (cada una con 100.000 habi-
tantes). Además hay cerca de 300.000 mil ecuatorianos en España y
un número cercano en Italia. En el año 2000, el Banco Central repor-
tó que las remesas de los expatriados habían alcanzado los US $1,4
billones, tan sólo US $200 millones menos que el petróleo, principal
producto de exportación del país (Latin American Weekly Report 2002,
56).
Para 1997, 13,1 millones, o cerca del 50% de la población extran-
jera de los Estados Unidos, había nacido en Latinoamérica. Aunque
los datos están fuertemente influidos por la inmigración mexicana,
que corresponde a más de la mitad del total, también existen con-
centraciones significativas y en aumento que provienen de Suda-
mérica (1,5 millones), Centroamérica (1,8 millones) y del Caribe latino
(2,8 millones) (U.S. Bureau of the Census 2000a). Considerables co-
munidades de inmigrantes que provienen de países que no exporta-
ron o exportaron pocos inmigrantes antes de la década de los noventa
han emergido en los Estados Unidos. Estas incluyen a Brasil (Levitt
2001), Ecuador (Kyle 2000) y Perú (Boswell y Skop 1995). Muchos
informes recientes de los países de origen indican salidas masivas
hacia los Estados Unidos, España e Italia desde Argentina, Colom-
bia, Ecuador, Perú y la República Dominicana (Latin American Weekly
Report 2002, 56-57, Criado 2001; Itzigsohn 2000; Guarnizo, Sánchez
y Roach 1999).

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 57

Junto con la aceleración de la migración, los estudios muestran


que la formación académica y la experiencia laboral de los inmigrantes
recientes es diferente a la de inmigrantes anteriores. La mejor informa-
ción proviene de los Estados Unidos, aunque las estadísticas totales
se ven sesgadas por la presencia masiva de inmigrantes mexicanos.
México comparte una larga frontera terrestre con los Estados Uni-
dos y su proximidad geográfica ha facilitado tanto el reclutamiento
laboral como la consolidación de canales migratorios transnacionales
(Massey y Durand 2002). Como resultado, la migración de trabaja-
dores rurales y, crecientemente, de trabajadores urbanos de México
a los Estados Unidos ha continuado casi ininterrumpidamente por
más de un siglo (Roberts, Frank y Lozano-Asencio 1999).
La situación es bien diferente para los países latinoamericanos
que, debido a la distancia geográfica y los costos de transporte, no
pueden exportar a los Estados Unidos una porción significativa de
su proletariado urbano o rural. En estos casos, la migración ha sido
abrumadoramente urbana y ha provenido principalmente de la cla-
se media. Para la década de los años noventa existe información que
muestra que la composición de la migración hacia los Estados Uni-
dos se diversificó, incluyendo una proporción más alta de profesio-
nales y personas con grados escolares dentro de los inmigrantes
legales, pero también abarcando un número creciente de inmigrantes
ilegales. Aunque la composición educativa y ocupacional de la pobla-
ción ilegal resulta difícil de determinar, estudios anteriores sugieren
que la mayoría de estos inmigrantes son miembros del proletariado
urbano formal y tienen un nivel promedio de educación modesto (Kyle
2000, Margolis 1994, Guarnizo y Díaz 1999).
Las tablas 8 y 9 proporcionan información preliminar sobre esta
tendencia. La tabla 8 muestra que la proporción de profesionales
universitarios y de ejecutivos/administradores entre los inmigrantes
sudamericanos con empleo se elevó significativamente durante la
década de los noventa. Aunque parte de este cambio es atribuible a
la Ley de Inmigración de 1990 que promovió una selectividad ocupa-
cional más alta para los inmigrantes legales (Portes y Rumbaut 1996,
Fix y Passel 1991), los cambios en los requisitos de admisión no pue-
den explicar por sí solos una tendencia que continuó durante toda la
década. La creciente proporción de personas con cualificaciones su-
periores dispuestas a emigrar es un reflejo del deterioro de las con-
diciones económicas y las oportunidades en sus países de origen.

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58 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Tabla 8
Profesionales y administradores suramericanos admitidos
en los Estados Unidos como inmigrantes legales, 1990-1999*
País Ocupación 1990 1994 1997 1999
% % % %
Argentina Profesionales 17,4 35,7 33,3 43,4
Ejecutivos 14,8 16,2 13,4 17,3
Total 32,2 51,9 46,7 60,7
Brasil Profesionales 18,8 31,0 24,9 43,4
Ejecutivos 10,2 16,0 18,2 17,3
Total 29,0 47,0 43,1 60,7
Chile Profesionales 11,4 30,7 21,0 30,8
Ejecutivos 9,5 9,8 9,8 21,3
Total 20,9 40,5 30,8 52,1
Colombia Profesionales 3,2 15,4 14,4 22,7
Ejecutivos 3,9 4,9 6,2 5,9
Total 7,1 20,3 20,6 28,6
Ecuador Profesionales 4,1 10,6 10,3 16,8
Ejecutivos 3,3 3,5 4,4 4,2
Total 7,4 14,1 14,7 21,0
Perú Profesionales 8,5 15,9 13,1 21,8
Ejecutivos 6,9 8,2 5,4 6,7
Total 15,4 24,1 18,5 28,5
Venezuela Profesionales 26,8 40,4 27,1 38,9
Ejecutivos 16,8 22,9 17,8 24,8
Total 43,6 63,3 44,9 63,7
* Como porcentaje de la población de 25 o más años.
Fuente: U.S. Bureau of the Census (1995-2000, tabla 4.4).

En consecuencia, la composición educacional y ocupacional pro-


medio de la población latinoamericana residente en los Estados Uni-
dos se elevó un poco durante la década de los noventa. Como se señaló,
los datos están fuertemente influidos por la presencia de inmigrantes
mexicanos, muchos de los cuales son trabajadores urbanos y rurales
cuyos niveles educativos son igualmente bajos. Como se muestra en
la tabla 9, esto genera un modesto nivel promedio de logros educati-
vos entre la población latinoamericana inmigrante como un todo. Los
bachilleres representan aproximadamente el 10% de esta población,
o menos de la mitad del promedio de 24,7 de los Estados Unidos en

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 59

Tabla 9
Nivel de formación académica de la población originaria de
Latinoamérica que vive en los Estados Unidos, 1995-2000*
Año Nivel de escolaridad Población latinoamericana Población suramericana
Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
% % % % % %

1995 Menos que secundaria 55,0 54,4 54,7 15,3 21,9 18,9
Con grado universitario 9,9 8,3 9,1 24,9 17,1 20,7
1997 Menos que secundaria 53,9 51,9 53,0 20,4 24,1 22,4
Con grado universitario 10,1 10,1 10,1 26,9 20,5 23,5
1999 Menos que secundaria 52,9 50,9 51,9 19,5 22,8 21,3
Con grado universitario 10,8 10,8 10,8 30,4 23,2 26,5
2000 Menos que secundaria 51,1 49,8 50,4 18,9 21,6 20,4
Con grado universitario 11,6 10,8 11,2 28,6 23,7 25,9
* Como porcentaje de la población de 25 o más años.
Fuente: U.S. Bureau of the Census (1995-2000, tabla 4.4).

1999. Entre los inmigrantes sudamericanos, no obstante, los datos


están a la par del promedio de los Estados Unidos y, significati-
vamente, han venido creciendo. Entre los hombres inmigrantes suda-
mericanos la proporción de bachilleres aumentó del 25 al 30% en la
última mitad de la década de los noventa, disminuyendo marginal-
mente al 29% en el año 2000. Estos datos muestran además un in-
cremento del 5% en la proporción total de bachilleres entre los
inmigrantes sudamericanos durante los mismos años.
Otros datos (que no se muestran) indican un incremento paralelo
en la proporción de profesionales, administradores y técnicos entre
los inmigrantes suramericanos ocupacionalmente activos. De mane-
ra conjunta, estos resultados refuerzan la impresión de que la mi-
gración desde estos países incluye un número significativo de
miembros de las clases medias mejor educadas y que su presencia ha
aumentado con el tiempo. Estos datos, aunque preliminares, concuer-
dan con las versiones de los países de origen que reportan un aumento
de las salidas de profesionales y otros trabajadores con grados univer-
sitarios como respuesta a las severas contracciones en las oportunida-
des de acceder a un empleo formal (Guarnizo y Díaz 1999, Margolis 1994).
No obstante, las estadísticas oficiales sobre la inmigración sólo
alcanzan a atisbar hasta qué punto la migración se ha convertido en
la estrategia económica preferida por un número creciente de latinoa-

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60 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

mericanos. Por ejemplo, el Servicio de Inmigración y Naturalización


de los Estados Unidos reporta que el número total de latinoamerica-
nos deportables aprehendidos durante los años noventa fue aproxi-
madamente de 6.000 por año (INS Statistical Yearbooks 1990, 1995,
1998). Durante el mismo período, el Departamento de Planeación de
la Ciudad de Nueva York informó que los ecuatorianos indocumen-
tados, que apenas aparecían en las estadísticas durante los años
ochenta, alcanzaban una cifra cercana a los 30.000 y que se acerca-
ban rápidamente a los dominicanos como la minoría latinoamerica-
na más grande de la ciudad (Kyle 2000, 36). A lo largo del tiempo,
este flujo se ha diversificado de manera importante, variando desde
los pequeños granjeros y artesanos urbanos hasta los profesionales
y técnicos.
Se ha hecho evidente que la magnitud y el significado social de la
opción de la emigración para los latinoamericanos durante la última
década sólo puede ser apreciada completamente a través de estudios
realizados en ciudades o regiones específicas. En su investigación
sobre cuatro barrios populares y de clase media de Santo Domingo
(República Dominicana), Lozano (1997, 160) muestra que entre el 61%
y el 82% de los hogares de estas zonas tienen miembros que han emi-
grado, principalmente a los Estados Unidos. El promedio total de la
ciudad fue del 77%. En su estudio de Governador Valladares, una
ciudad de unos 270.000 habitantes en Minas Gerais (Brasil), Levitt
muestra que, hacia 1994, unas 30.000 personas habían emigrado,
principalmente a Boston y otras ciudades de Massachusetts.
La fuerte conexión entre Valadares y Massachusetts es amplia-
mente conocida en todo el país. El que “no hay una sola casa
en Valadares que no tenga una familia en Boston” es un refrán
constantemente mencionado... los migrantes y los no migrantes
dependen social y económicamente los unos de los otros en for-
mas tales que han transformado la ciudad emisora. (Levitt
2001, 201)
Un estudio detallado realizado por Kyle sobre la provincia ecua-
toriana de Azuay llega a resultados semejantes. El 45% de los hoga-
res de esta provincia tiene por lo menos un familiar en el extranjero;
el 20% de la población ha abandonado la región durante los tres años
precedentes. Entre los estudiantes de secundaria que fueron
encuestados en la provincia a mediados de los años noventa, el 44%
estaba planeando o considerando abandonar definitivamente su país
(Kyle 2000, 64).

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 61

Para ver información adicional sobre la importancia creciente de


la emigración latinoamericana, retornemos a los datos sobre remesas.
El Banco Interamericano de Desarrollo informó que las remesas rea-
lizadas por expatriados latinoamericanos superaban los US $23 mil
millones en el año 2000 y que podrían haber superado los US $25 mil
millones si se hubieran reducido las tasas para las transferencias
monetarias. Esta cifra supera la suma total de la ayuda extranjera
para toda la región y un tercio o más de la inversión extranjera total.
Las remesas equivalieron al 17% del producto interno bruto de Hai-
tí; al 14,4%, del de Nicaragua y al 10% del de Ecuador y la República
Dominicana. El BID estima que estas transferencias crecerán hasta
cerca de los US $70 mil millones en diez años (Latin American Weekly
Report 2002, 56).
Existen, en consecuencia, suficientes elementos para recon-
ceptualizar la migración como una de las estrategias claves adopta-
das por los miembros de las diferentes clases sociales en respuesta a
la contracción del empleo de la última década*. Junto al empresariado
forzoso impuesto a la creciente pequeña burguesía y al empleo por
cuenta propia al que se forzó a los miembros de un creciente o estan-
cado proletariado informal, abandonar el propio país se ha converti-
do cada vez más en una opción para aquellos que cuentan con los
medios para hacerlo. Enfrentados a un modelo macroeconómico que
simultáneamente incrementa la desigualdad y abandona a los que
pierden en el mercado a su propia suerte, muchos miembros de las
clases medias y subordinadas han optado por partir. Como señaló
recientemente un sociólogo salvadoreño, “la emigración y las remesas
son el verdadero programa de ajuste económico para los pobres en
Latinoamérica” (Ramos 2002).

CONCLUSIÓN
Mi análisis inicial (Portes, 1985) sobre la estructura de clases lati-
noamericana concluyó señalando la notable estabilidad del proleta-
riado informal, el cual, a diferencia de lo que ocurrió en los países
desarrollados, no disminuyó significativamente durante el período
de rápido crecimiento industrial de la región (1950-1980). El artícu-

* Para un análisis detallado de las consecuencias sociales, políticas y culturales de la migración


latinoamericana a los Estados Unidos, véase el capítulo 6, además de otros trabajos sobre el
tema incluidos en la bibliografía, en los que el autor examina este problema bajo el concepto
de “transnacionalismo”. [Nota del editor]

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62 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

lo también señaló que la creciente desigualdad económica durante


este período se debió por completo a la ascendiente disparidad entre
la participación en los ingresos que recibían las clases dominantes y
el proletariado informal. Las clases medias, en particular la clase tra-
bajadora formal, se beneficiaron de un aumento lento pero constante
en las cifras y de un modesto, pero tangible, incremento de su parti-
cipación absoluta y relativa en el ingreso. A principios de la década
de los ochenta, cuando el artículo fue escrito, había evidencia creciente
de que esta situación cambiaría para mal:
el alarmante declive económico de muchos países latinoameri-
canos y el cambio regional a tasas negativas de crecimiento pa-
rece conducir a una rápida expansión de las clases informales...
aunque la evidencia sigue siendo incompleta, los datos dispo-
nibles indican que este efecto negativo ha adoptado una forma
dual: el deterioro de los niveles de salario real y la expulsión
de una parte del proletariado formal hacia distintas formas de
empleo no protegido. (Portes 1985, 35)
Lo que en su momento fue una conjetura, ahora se ha convertido
en realidad. El nuevo modelo económico, promovido con un inusita-
do vigor por las agencias del gobierno de los Estados Unidos, los ban-
cos multinacionales y las organizaciones financieras internacionales,
prometió un retorno rápido al crecimiento a través del libre comercio
y un alivio constante de la pobreza por medio de una dinámica nueva
de la economía de mercado que, con el tiempo, “sacaría a flote todos
los botes” (Galbraith 2002, Sunkel 2001). El nuevo consenso se asen-
tó rápidamente y las políticas de ajuste fueron implementadas por la
mayoría de los gobiernos en toda la región.
Un cambio de esta magnitud en las políticas públicas tenía que
presentar consecuencias trascendentales para las sociedades sujetas
a él. Estas consecuencias se han materializado, pero no son las que
predijo el modelo. Una clase trabajadora formal en reducción y un
proletariado informal estancado o creciente niega las predicciones
sobre la capacidad del nuevo modelo económico para absorber la mano
de obra y reducir la pobreza. Con excepción de Chile, la mayoría de
los trabajadores de la región, sin importar donde están empleados,
reciben salarios que por sí solos son insuficientes para sacarlos de la
pobreza. La contracción del sector estatal y del empleo formal priva-
do ha obligado a que una porción importante de las clases medias y
subordinadas busquen estrategias económicas alternativas. El nue-
vo régimen de apertura económica, por lo general, ha favorecido a

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 63

aquellos que cuentan con los recursos necesarios para tener éxito en
él, dejando que los demás se las arreglen por sí mismos. Las microem-
presas, el autoempleo marginal, el crimen violento y la migración en
aumento han acompañado al nuevo modelo como estrategias de adap-
tación ante sus consecuencias económicas.
Un efecto inesperado de los cambios forjados en la sociedad civil
a lo largo de este periodo es la consolidación de formas alternativas
de movilización política y protesta popular. Como Kenneth Roberts
(2002) lo ha anotado, los partidos basados en ideologías de clase han
sufrido un declive notable en Latinoamérica, en particular los parti-
dos marxistas y populistas de izquierda. Al contrario de lo que po-
dría esperarse, la creciente polarización de clases no ha conducido a
un fortalecimiento de los partidos de clase, sino a un estilo emergen-
te de política que presenta o bien alianzas multipartidistas que atraen
el apoyo de diferentes segmentos de la población o bien los anterio-
res partidos populistas cuyas ideologías se desdibujan cada vez más
al buscar un apoyo multiclasista. Las alianzas de gobierno multipar-
tidistas en Brasil y Chile son ejemplos de la primera tendencia, y la
evolución del Partido Peronista argentino, del Partido Socialista
Chileno y del PRI y PRD mexicanos, de la segunda.
En lo que se refiere a la movilización política, el primer artículo
mostró cómo los regímenes militares de los años setenta concentra-
ron sus esfuerzos represivos en los sindicatos, lo que condujo a for-
mas de protesta comunitarias alternativas (Portes 1985, 31-33). El
retorno de la democracia en muchos países de la región generó la ex-
pectativa de una recuperación de la fuerza de los sindicatos. Esta ex-
pectativa ha sido negada por un adversario que, aunque pacífico, ha
demostrado ser mucho más efectivo que la represión militar abierta.
Los cierres de fábricas, la precariedad del empleo, la subcontratación
y la creación de zonas especiales de exportación –todo como parte del
nuevo modelo– han debilitado severamente al proletariado formal y,
al mismo tiempo, su capacidad para sustentar partidos políticos de
clase. Como lo anota Roberts (2002, 22):
el nuevo modelo económico concentra muchos menos trabaja-
dores en relaciones estables... la fragmentación laboral ha he-
cho que para los trabajadores sea extremadamente difícil
involucrarse en acciones colectivas en su lugar de trabajo o en
la esfera de los partidos, lo que mina severamente la dimen-
sión organizacional de las clases sociales.

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64 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

El resultado es la consolidación de formas comunitarias alterna-


tivas de movilización popular, siguiendo los precedentes fijados du-
rante las dictaduras militares. Las favelas, las villas miseria y otras
formas de asentamientos ilegales junto con las áreas de bajos ingre-
sos de las zonas céntricas pobres han sido los lugares clave de movi-
lización en contra del aumento de precios, la eliminación de los
subsidios estatales o el deterioro generalizado de los servicios públi-
cos. Estas son las áreas donde se concentra el proletariado informal.
Sus condiciones de empleo atomizadas rara vez proporcionan la base
para la formación de sindicatos fuertes. Aunque los vendedores am-
bulantes y otros trabajadores algunas veces han sido capaces de or-
ganizar asociaciones de protección (Cross 1998), éstas resultan
insuficientes para apoyar partidos de clase viables. Al contrario del
proletariado industrial durante el período de sustitución de impor-
taciones, bajo el neoliberalismo el proletariado formal no tiene un
partido propio.
Las movilizaciones y protestas populares cada vez más tienen una
base comunitaria porque un destino común de pobreza y privación
que incluye tanto al proletariado formal como al informal proporcio-
na la base para la acción colectiva. Al contrario de las actividades
constantes de los partidos basados en sindicatos, las movilizaciones
comunitarias tienden a ser erráticas y reactivas ante eventos especí-
ficos: los organizadores rara vez son los activistas de partido sino las
organizaciones no gubernamentales y los líderes comunitarios es-
pontáneos (Roberts 2001, Katzman 2002). La política latinoamerica-
na durante la era neoliberal presenta así la paradoja de sociedades
con clases cada vez más polarizadas, de las que emergen partidos
políticos ideológicamente difusos y formas erráticas de movilización
de base. El descontento de las clases subordinadas ha alimentado
constantemente el éxito de líderes políticos neopopulistas quienes,
una vez en el poder, cambian de rumbo o demuestran ser incapaces
de implementar un modelo alternativo de desarrollo coherente 6 .
En este sentido, el neoliberalismo ha probado tener más éxito como
modelo político que como modelo económico, en tanto las transfor-
maciones que ha forjado en la sociedad han debilitado las bases para
la lucha de clases organizada y los canales para la movilización efec-

6 La experiencia de Argentina bajo Menem, Perú bajo Fujimori, Ecuador bajo Bucaram y Vene-
zuela bajo Chávez son algunos ejemplos. Para un análisis del cambio de rumbo ideológico de
los regímenes populistas una vez llegan al poder, ver Roberts (2002) y Sunkel (2001).

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LAS ESTRUCTURAS DE CLASES SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: SU COMPOSICIÓN Y CAMBIO 65

tiva del descontento popular. En todo caso, las dislocaciones creadas


por la nueva ortodoxia económica en las sociedades latinoamerica-
nas –la desigualdad creciente, el aumento del crimen y la inseguri-
dad, el empresariado forzoso y la migración– permiten pensar que la
situación actual será insostenible y que emergerán nuevas formas
de organización popular y política. En este sentido, las revueltas
masivas en Argentina que derrocaron a uno de los gobiernos que más
cuidadosamente buscó adherirse a la ideología neoliberal, bien po-
drían representar no un incidente aislado, sino un presagio de las
cosas que están por suceder.

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71

CAPÍTULO 3

El neoliberalismo y la sociología
del desarrollo: Tendencias emergentes
y hechos inesperados*

A comienzos del nuevo milenio, un tema que durante los últimos


50 años ha preocupado a los científicos sociales y a los políticos
ha asumido un giro inesperado. Se trata de la persistente desigual-
dad social y económica entre los países del mundo avanzado y mu-
chos países del pasado Tercer Mundo colonial y semicolonial. El giro
inesperado es el abandono de esfuerzos y programas que, inspirados
en distintas perspectivas teóricas, buscaban reducir esas desigual-
dades. En lugar de ello, ha ganado fuerza la idea de que la desigual-
dad está aquí para quedarse y que, de hecho, puede tener un impacto
positivo en el funcionamiento y crecimiento de la economía global.
En este contexto transformado, la sociología del desarrollo, preocu-
pada como lo estaba por los mecanismos que reproducían la desigual-
dad y por los medios para superarla, parece haber perdido en buena
medida su razón de ser. Esta pérdida tiene sus raíces en el dominio
de una aproximación al tema del desarrollo nacional que privilegia
el mercado y promueve la disposición de los gobiernos para seguir
los dictámenes políticos de las organizaciones financieras internacio-
nales que tienen la misma perspectiva.
En este capítulo me propongo presentar tres argumentos: (1) la
evolución actual de la economía global y la cada vez más débil pre-
ocupación por el desarrollo nacional corroboran las predicciones de
ciertas teorías sociológicas del pasado; (2) resulta necesaria una pers-

* Versión original: Portes, Alejandro (1997). “Neoliberalism and the Sociology of Development.”
Population and Development Review, 23(2), 229-59. El autor agradece los comentarios y las
sugerencias a versiones anteriores del capítulo hechos por Enrique Baloyra, Rolando Franco,
Manuel A. Garretón, A. Douglas Kincaid y Bryan Roberts.

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72 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

pectiva sociológica, que incluye un énfasis en los factores demográfi-


cos, como contrapeso analítico a la teoría y a la política basadas en la
suposición de la libre competencia en el mercado; y (3) el concepto de
“arraigo” (embeddedness)* de la acción económica, canales sociales,
efectos acumulativos y consecuencias inesperadas –tomadas de la
nueva sociología económica– representan puntos de partida útiles
para este esfuerzo teórico. Para exponer estos argumentos, resumo
brevemente la evolución de la sociología del desarrollo y la serie de
hechos de la vida real que la llevaron a su impasse actual.

CONTROVERSIAS DEL PASADO:


PERSPECTIVAS SOCIOLÓGICAS RIVALES
Robert Bellah, en su estudio de 1958 sobre la modernización de Tur-
quía y Japón, contrastó las experiencias de estos dos países de la si-
guiente forma:
El joven samurai que llevó a cabo la Restauración Meiji utilizó
el valor central de la lealtad al emperador para legitimar los
inmensos cambios que estaban haciendo en todas las esferas
de la vida social y para justificar el abandono de muchas pres-
cripciones del orden tradicional aparentemente sagradas... Aquí
observamos un movimiento ideológico, de naturaleza esencial-
mente política, cuyo objetivo fue el fortalecimiento y la moder-

* El concepto de “embeddedness”, aquí traducido como “arraigo”, es una de las nociones fun-
damentales de la sociología económica y la economía política contemporáneas. El concepto
se basa en una crítica a la visión neoclásica de las interacciones económicas y el mercado,
dominantes en la economía como disciplina académica. De acuerdo con esta visión simplifi-
cada, los individuos y las empresas toman decisiones económicas sólo apoyados en un cálcu-
lo racional de costos y beneficios, con base en las señales (precios) dadas por el mercado. En
el modelo neoclásico, el mercado, a su vez, es visto como una esfera autónoma de interacción
social en la que los resultados son determinados únicamente por dichos cálculos racionales
de los agentes económicos, independientemente del contexto social e institucional. Las
interacciones económicas y los mercados, por tanto, no tienen raíces –o, en la afortunada
terminología escogida por el traductor, no están “arraigados”– en la sociedad. Contra esta
visión, la sociología económica y la economía política han resaltado el papel fundamental del
contexto social en la operación de los mercados. En el nivel macro, el análisis clásico de Karl
Polanyi en La gran transformación (1944) muestra cómo el liberalismo económico de enton-
ces –igual que el neoliberalismo contemporáneo– buscó debilitar en la teoría y la práctica el
control de la sociedad sobre el mercado y, por tanto, el arraigo de éste en aquélla. En el nivel
micro, la “nueva sociología económica” –fundamentalmente a partir del artículo pionero de
Mark Granovetter (1985), “Economic Action and Social Structure: The Problem of Social
Embeddedness”– ha teorizado y estudiado empíricamente la forma como las interacciones
económicas son moldeadas por el contexto social (por ejemplo, por lazos de amistad entre
contratantes, por la segmentación de los mercados laborales con base en criterios no econó-
micos como la raza y el género, etc.). Junto con los aportes provenientes del neoinstitucio-
nalismo dentro de la economía, estas aproximaciones han enriquecido considerablemente el
estudio teórico y empírico de las economías contemporáneas. (Nota del editor)

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 73

nización de Japón, que adoptó un cariz religioso mucho más


abierto que en el caso de Turquía (Bellah 1958, 5).
La conclusión de Bellah refleja la confianza con la que los sociólo-
gos, por lo menos los norteamericanos, se aproximaron a la cuestión
del progreso nacional en los años cuarenta y cincuenta. El desarrollo
era cuestión de inculcar las orientaciones “correctas” –valores y nor-
mas– en las culturas del mundo no Occidental, de tal manera que
permitiera participar a sus habitantes en la moderna economía crea-
dora de riqueza y en las instituciones políticas del Occidente avan-
zado. Para ponerlo en términos de Max Weber, los sociólogos se
proponían identificar cuáles podrían ser tales ideologías moderni-
zadoras –los equivalentes funcionales de la ética protestante–. El
shintoísmo japonés, el secularismo estatal turco bajo Kemal Ataturk
e incluso ciertas versiones del confucionismo chino fueron identifica-
dos como probables candidatos (Bellah 1958, Levy 1966, Weiner 1965).
Esta primera perspectiva sociológica predijo correctamente la
difusión de las orientaciones occidentales modernas y sus formas
institucionales hacia tierras menos desarrolladas. De hecho, poste-
riormente toda una escuela sociológica se concentró en esta difusión
global de las formas institucionales de los centros avanzados hacia
la “periferia” del sistema internacional (Meyer 1987, Meyer y Hannan
1979). Dentro de estas predicciones no fue menos importante la ex-
pectativa de que los factores demográficos responderían a la moder-
nización y que, en especial, las tasas de fertilidad disminuirían (Stycos
1971). Los acontecimientos recientes han confirmado sobradamente
dicha expectativa. Sin embargo, las teorías de la modernización no
predijeron de manera adecuada otras consecuencias de este proceso
de difusión. En lugar de un crecimiento económico sostenido y ma-
yor igualdad social, la modernización de las sociedades del Tercer
Mundo produjo muchas consecuencias negativas inesperadas, tales
como el aumento prematuro de estándares de consumo poco relacio-
nados con los niveles locales de productividad, la división estructu-
ral entre las élites con capacidad para participar en el consumo
moderno y las masas conscientes de su existencia pero excluidas de
él, y la intensificación de las presiones migratorias, en tanto los indi-
viduos y las familias buscan acceder a la modernidad trasladándose
directamente a los países de donde emana (Portes y Walton 1981, Alba
1978, Roberts 1978).
La reacción ante los errores de presagio de la perspectiva de la
modernización no provino en un primer momento de la sociología

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74 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

norteamericana sino de su contraparte latinoamericana, fuertemen-


te influenciada en esa época por la economía política marxista. Des-
de este punto de vista alternativo, la modernización no era más que
el disfraz ideológico del capitalismo occidental, cuyas incursiones en
el resto del mundo lo mantenían en un estado de retraso permanente.
El subdesarrollo no era, de acuerdo con esta perspectiva, el pecado
de omisión de los países que estaban al margen de la industrializa-
ción moderna, sino un proceso activamente administrado en el que
los términos de intercambio fueron establecidos en detrimento de los
productores de bienes primarios y los Estados débiles. La tesis del
“desarrollo del subdesarrollo” fue defendida en los Estados Unidos
por economistas marxistas como André Gunder Frank (1967) y Paul
Baran (1973). Estos, junto con el influyente trabajo de muchos inte-
lectuales latinoamericanos, como el brasilero Fernando Henrique
Cardoso y el chileno Osvaldo Sunkel, dieron lugar a una nueva pers-
pectiva sobre el desarrollo en la sociología norteamericana, denomi-
nada “escuela de la dependencia” (Cardoso y Faletto 1979, Sunkel
1972, Furtado 1970).
Con sus raíces intelectuales firmemente asentadas en la econo-
mía política marxista, los ensayos de la dependencia dejaron de lado
las consideraciones sobre los valores y las ideas e imputaron la res-
ponsabilidad de la pobreza del Tercer Mundo directamente a las
empresas multinacionales y a los gobiernos que simpatizaban con
éstas. Gran parte de esta bibliografía mostró cómo a largo plazo el
capital que fluye desde Occidente, en lugar de ayudar al desarrollo
de los países periféricos, producía en ellos estancamiento económico
y desigualdad social. Desde esta perspectiva, las características de-
mográficas de las sociedades del Tercer Mundo, como la baja expec-
tativa de vida y la alta fertilidad, eran consecuencias directas de su
subordinación externa (Amin 1974). La alta fertilidad, en particular,
representaba una adaptación funcional de las poblaciones rurales
empobrecidas ante las inseguridades exteriores y no una causa autó-
noma del subdesarrollo. La teoría de la dependencia predijo correcta-
mente la creciente hegemonía global de las empresas multinacionales
y de las instituciones capitalistas internacionales. De hecho, desde
mediados del siglo XX en ningún momento los países periféricos, como
aquellos de Latinoamérica, África y parte de Asia, han dependido
tanto como hoy de los flujos externos de capital y de la orientación
económica de las organizaciones financieras internacionales (Castells
y Laserna 1989, Portes y Kincaid 1989).

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 75

No obstante, la escuela de la dependencia fracasó en predecir dos


tendencias importantes que contradicen sus expectativas originales:
primero, el desempeño errático de los modelos de desarrollo de sus-
titución de importaciones que intentaron contrarrestar la penetra-
ción capitalista externa con la intervención vigorosa del Estado y la
promoción de la industrialización autónoma; segundo, la experien-
cia exitosa de algunos de los países asiáticos más “dependientes”, que,
a través de una habilidosa reinserción en el mercado global, explota-
ron diversas ventajas en su propio beneficio (Amsdem 1989, Evans
1995, Gold 1986). Sin embargo, el fracaso de las políticas de sustitu-
ción de importaciones podía ser explicado desde el punto de vista de
la escuela de la dependencia. Esta explicación responsabilizó a las
empresas multinacionales que se saltaron las barreras aranceles
proteccionistas para competir directamente con las empresas loca-
les y, al hacerlo, subvertir la lógica del modelo de sustitución de im-
portaciones. Esta fue la queja repetidamente pronunciada por el
economista argentino Raúl Prebisch, fundador de la Cepal y uno de
los defensores más apasionados de la industrialización nacional au-
tónoma (Prebisch 1964, 1986).
Resultó mucho más complicado para los dependentistas explicar
las experiencias de los “tigres asiáticos” –países que lanzaron exitosas
oleadas de industrialización precisamente abriéndose al mercado
global y promoviendo vigorosamente exportaciones industriales a bajo
costo–. El “milagro brasilero” de la década de los sesenta también se
basó en una exitosa oleada de exportaciones, restricción fiscal y la
creación de un ambiente más favorable para la inversión extranjera.
La publicación en 1979 del libro Dependent Development, de Peter
Evans, que narraba la experiencia brasilera, puso punto final a la
suposición de que la dependencia y el desarrollo, por lo menos en
sentido económico, eran incompatibles. La perspectiva de que los
países pobres podrían superar su dilema precisamente explotando
las “ventajas de la dependencia” minó severamente las premisas de
dicha teoría y obligó a una reorientación del análisis sociológico del
desarrollo.
Entre las perspectivas sociológicas existentes, se puede decir que
la escuela del sistema mundial fue la que estuvo más cerca de prede-
cir la tendencia general de los eventos acaecidos durante el último
cuarto del siglo XX. El fundador de la escuela, Immanuel Wallerstein,
y sus seguidores nunca se cansaron de argumentar que la única uni-
dad de análisis “real” era la economía mundial capitalista que se ori-

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76 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ginó dentro del sistema estatal europeo del siglo XVI y que llegó a
abarcar al mundo entero. La evolución de este sistema mundial creó
naciones, incluyendo las del Tercer Mundo, y determinó su posición
relativa en la jerarquía internacional. En consecuencia, tenía poco
sentido hablar de desarrollo nacional pues la única entidad que real-
mente se “desarrolla” es la economía mundial capitalista (Wallerstein
1974, Hopkins y Wallerstein 1977, Chase-Dunn 1982).
Al igual que sus predecesores analíticos, la perspectiva del siste-
ma mundial asignó poco peso causal a los factores poblacionales,
excepto en la medida en que la cantidad de habitantes pudiera inci-
dir en el poder relativo de los Estados. El foco de atención seguía sien-
do firmemente dirigido a otras variables, como los flujos comerciales
entre naciones, sus ventajas geopolíticas relativas, y su fortaleza
militar y tecnológica (Wallerstein 1991). Como lo predijo esta teoría,
los últimos 25 años han presenciado un aceleramiento a escala uni-
versal de los flujos de información, tecnología, comercio y trabajado-
res, acercando cada vez más a las poblaciones de regiones dispares.
El colapso de los Estados socialistas de Europa del Este, además,
corroboró la tesis de Wallerstein de que el socialismo del antiguo
Bloque Soviético no era en absoluto un contrasistema. Por el contra-
rio, representaba una estrategia audaz –pero en últimas fallida– de
ascender dentro del sistema capitalista global (Hopkins y Wallerstein
1977, Chase-Dunn 1982).
Sobre todo los últimos 25 años han estado marcados por una nue-
va etapa de intensa competencia entre las multinacionales asenta-
das en varios países avanzados y por el surgimiento de nuevas
estrategias de acumulación capitalista ligadas a tecnologías que acor-
tan las distancias entre diferentes lugares y personas (Sassen 1988,
Castells y Portes 1989, Fernández-Kelly 1983).
A diferencia de las prescripciones provenientes de la teoría de la
dependencia, que recomendaban un retiro parcial frente a la economía
mundial, hoy en día la prioridad para los países menos desarrollados
es insertarse en las cadenas de mercancías y círculos financieros
globales para evitar la marginalización económica y política. La bús-
queda de la “competitividad” nacional dentro de una economía glo-
bal cada vez más unida resulta acorde con la perspectiva del sistema
mundial y sitúa esta aproximación en una posición teóricamente
privilegiada para analizar las tendencias actuales. Aun así, debido a
su férrea concentración en la evolución histórica, esta escuela no ha

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 77

logrado capitalizar dicha ventaja. El postulado de una unidad uni-


versal de análisis constituye una gran debilidad porque el nivel don-
de tienen lugar muchos problemas, dilemas y decisiones del desarrollo
es el intermedio, esto es, el de las naciones y comunidades que bus-
can adaptarse a las restricciones de sus situaciones particulares. En
consecuencia, paradójicamente, la perspectiva sociológica que estu-
vo más cerca de predecir las tendencias actuales resulta marginal
para las estrategias políticas específicas diseñadas para enfrentarlas.
Al rehusarse a abrirse a niveles diferentes al de la generaliza-
ción global, los teóricos del sistema mundial permanecen por fuera
de estos debates políticos concretos y su influencia ha debilitado la
sociología del desarrollo. Para recuperar el terreno perdido y situar
el estudio sociológico del desarrollo directamente en la realidad ac-
tual, debemos abandonar los debates modernización versus depen-
dencia e ir más allá de las generalizaciones históricas. Para lograr lo
anterior es necesario aprovechar los aportes de otras tendencias teó-
ricas. Semejante cambio supone prestar mayor atención a los facto-
res de orden doméstico, incluyendo las características de los Estados,
la relación de los Estados con las clases en la sociedad civil, y el ta-
maño y la densidad de la población. Es en este nivel donde los avan-
ces recientes en la sociología económica resultan prometedores pues
ofrecen herramientas tanto para superar las limitaciones de las an-
tiguas teorías como para dialogar con modelos macroeconómicos de
crecimiento nacional que están en boga. Para entender cómo esta
perspectiva teórica puede ayudar a elucidar los temas actuales del
desarrollo, ahora complemento el anterior repaso teórico con una
descripción de los acontecimientos que condujeron al dominio actual
de la perspectiva orientada hacia el mercado.

¿QUÉ CAMBIÓ?
Como en otras áreas de estudio, el análisis teórico en el campo del
desarrollo nacional refleja e interactúa con los eventos en el mundo
real. Las escuelas de la modernización y la dependencia surgieron y
compitieron en un contexto que presentaba muchas características
diferentes. Primero, los Estados Unidos eran considerados el centro
incuestionable de la innovación tecnológica y la acumulación capita-
lista. Dependiendo de las perspectivas, la hegemonía norteamerica-
na era descrita o como la fuente de influencias beneficiosas que
promovían la innovación y el cambio en países menos desarrollados

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78 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

o como la causa principal de su estancamiento. Segundo, en ese mo-


mento estaba presente la experiencia relativamente reciente de paí-
ses como Alemania y Japón, cuya exitosa industrialización podía ser
razonablemente imputada a una estrategia de sustitución de impor-
taciones. Después de que los economistas de la Escuela Histórica
Alemana le dieron forma teórica, en especial Friedrich List (1885),
estas experiencias demostraron ser una inspiración para aquellos que
en Latinoamérica y otras partes del mundo buscaban un sendero
autónomo hacia el desarrollo (Prebisch 1950, Amin 1974). Tercero, la
presencia del Bloque Soviético proporcionaba no sólo un contrapeso
político sino una alternativa ideológica a Occidente, en tanto los paí-
ses comunistas privilegiaban el papel del Estado para promover el
crecimiento de las economías nacionales. Comparado con esta alter-
nativa radical, el modelo de la industrialización a través de la susti-
tución de importaciones como forma de salir de la dependencia ofrecía
un camino ecléctico y razonable. Aunque su orientación seguía sien-
do capitalista, por este camino se buscó fomentar industrias nacien-
tes a través de la protección arancelaria y de un fuerte apoyo estatal,
de manera semejante a como lo había hecho Alemania y luego Ja-
pón. El mismo contexto global que presenta una jerarquía estable de
un único país hegemónico, una capa intermedia compuesta princi-
palmente por países europeos y un vasto sector de tierras empobre-
cidas coloniales y semicoloniales, sirvió de inspiración para el concepto
de un único sistema mundial (O’Brien 1975; Kahl 1976; Portes y
Walton 1981, Capítulo 1).
A partir de los años setenta, este contexto empezó a cambiar con
el desafío económico del Japón en resurgimiento, luego Europa Occi-
dental y finalmente los países asiáticos recién industrializados. El
desafío no fue militar ni científico, sino que se concentró en la aplica-
ción eficiente de conocidas tecnologías a la producción de bienes
manufacturados con un creciente valor agregado. Japón, en especial,
se destacó en esta estrategia con base en sus grandes grupos empre-
sariales solidarios, la estrecha coordinación de estos con las entida-
des estatales y una fuerza laboral altamente capacitada y disciplinada
(Arrighi 1994). El reto tomó por sorpresa a los Estados Unidos, que
hasta ese momento se habían concentrado en dos estrategias rela-
cionadas. En primer lugar, se concentraron en contener y eventual-
mente neutralizar el poder militar de la Unión Soviética por medio
de inversiones masivas en innovación científica y tecnológica orien-
tadas hacia actividades militares. En segundo lugar, hicieron énfa-

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 79

sis en la estabilización de las relaciones de clase domésticas a través


de la incorporación de la clase obrera organizada dentro del marco
institucional del país y la creación de una clase trabajadora indus-
trial bien pagada y segura (Edwards, Reich y Gordon 1975, Edwards
1979, O’Connor 1973).
Las grandes empresas industriales de los Estados Unidos podían
acceder a las demandas de sus empleados y, al hacerlo, crear una gran
“clase media” trabajadora porque el control oligopólico de los merca-
dos les permitía transferir los salarios altos y otros costos a los pre-
cios cobrados por sus productos. El mismo control privilegiado de los
mercados les permitió a estas empresas concentrarse en la expan-
sión a través de la publicidad y por medio de cambios cosméticos en
los productos, en lugar de mejorar la calidad de los mismos. El resul-
tado final de este doble proceso fue el crecimiento de un vasto com-
plejo industrial productor de bienes militares de alta calidad bajo
condiciones monopólicas, un sector oligopólico de bienes de baja y me-
diana calidad producidos masivamente para los mercados domésti-
cos y de exportación, y el surgimiento de una clase trabajadora
industrial “primaria” asociada a los dos sectores y que obtenía bene-
ficios materiales de la estabilidad laboral. La división de la clase tra-
bajadora estadounidense en un sector “primario” protegido y en un
grupo marginal “secundario” de trabajadores sujetos a los caprichos
del mercado fue tardíamente reconocida por los economistas labora-
les (Piore y Sabel 1984, Gordon 1972). Su hallazgo llegó justo en el
momento en que esta estructura empezó a desintegrarse.
El ingreso de Japón como competidor global hizo más que propo-
ner un reto creíble a las empresas multinacionales de los Estados
Unidos. Alteró radicalmente la forma como los países avanzados en-
tendían el manejo de sus economías y los países del Tercer Mundo
intentaban desarrollar las suyas. La proliferación de los competido-
res industriales internacionales, que era liderada por las compañías
japonesas pero incluía también un número creciente de actores eu-
ropeos y asiáticos, cuestionó tanto la creencia en el crecimiento eco-
nómico basado en una expansión sostenida de la demanda en los
países desarrollados como la idea del desarrollo basado en la susti-
tución de importaciones con apoyo estatal en los países periféricos.
En ambas regiones de la economía mundial, el principal perdedor fue,
y sigue siendo, el segmento organizado de la clase trabajadora.

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80 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

En los Estados Unidos, la amenaza creciente de la competencia


extranjera llevó a cierto número de grandes empresas a echar por la
borda el pacto social sobre el que había sido construido el sector “pri-
mario” del mercado laboral. La noción keynesiana de que la expan-
sión de este sector de empleos bien pagados impulsaría el crecimiento
a través de incrementos sostenidos en la demanda de consumo fue
abandonada debido a que se hizo evidente que gran parte de esa de-
manda era ahora satisfecha por productores extranjeros más eficien-
tes (Sassen 1988, Gereffi y Korzeniewicz 1994, Hill y Fujita 1995).
Existen diferentes escuelas de pensamiento sobre los factores que
precipitaron el desmonte de distritos industriales enteros en los Es-
tados Unidos y el consiguiente arrasamiento de su protegida fuerza
laboral industrial, pero todas concuerdan en que la causa inicial fue
la conmoción producida por la competencia extranjera y la rápida
pérdida de la cuota de mercado (Bluestone y Harrison 1982, McKenzie
1984, Jaffee 1986, Storper y Walter 1989).
Las tesis que sostenían que la desindustrialización se debía a
costos comparativos más altos fueron reemplazadas por la perspec-
tiva de que sus principales factores determinantes estaban basados
precisamente en el éxito anterior de las empresas estadounidenses
con plantas verticalmente integradas que producían bienes bajo con-
diciones de oligopolio. Una clase trabajadora industrial protegida era
simplemente parte de este complejo donde los productos eran masi-
vamente comercializados con precios que se establecían sin tener en
cuenta seriamente a los competidores externos. Como lo señalan
Romo y Schwartz (1995, 888):
... la pérdida de la cuota de mercado en muchas industrias (in-
cluyendo la automovilística, fotocopiadoras y los implementos
agrícolas) se debió en gran medida al fracaso de las empresas
estadounidenses a la hora de comparar sus productos y adop-
tar nuevas metodologías de producción ... Ofrecían un producto
inferior a un precio más alto porque sus tecnologías y sistemas
de producción estaban rezagados.
Atrapadas en este predicamento, muchas corporaciones norteame-
ricanas recurrieron a la “cura espacial” (Harvey 1982), esto es, a tras-
ladar la producción hacia áreas de bajos salarios para compensar, por
lo menos temporalmente, sus tecnologías de producción inferiores.
En este proceso, dejaron detrás a gran parte de su clase trabajadora
“primaria” y a las prósperas comunidades edificadas a su alrededor.
La arremetida de las empresas japonesas impresionó tan profunda-

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 81

mente a varios analistas occidentales que algunos llegaron a decla-


rar el final de la hegemonía de los Estados Unidos y el comienzo de una
“nueva era” del capitalismo. Para Arrighi (1994, 335), por ejemplo:
La rapidez y alcance de la conquista japonesa de una gran parte
del ingreso y la liquidez mundiales no tiene paralelo en la eco-
nomía mundial contemporánea. Esto sitúa a la clase capitalista
japonesa en la categoría de verdaderos herederos de las clases
capitalistas genovesas, holandesas, británicas y estadouniden-
ses en el momento en que éstas dieron el gran salto para con-
vertirse en los líderes de procesos sistémicos de acumulación
de capital.
En los países periféricos como los de Latinoamérica, una incipiente
clase trabajadora industrial creada tras las barreras de la sustitu-
ción de importaciones sufrió un destino similar. Un país tras otro
buscaron emular el éxito económico de los “tigres asiáticos” y, así,
cedieron a las presiones de las organizaciones financieras interna-
cionales para que abrieran sus economías (Balassa et al. 1986,
Williamson 1994). La quiebra de muchas empresas domésticas inca-
paces de soportar la competencia internacional redujo la clase traba-
jadora industrial protegida, al tiempo que los triunfos laborales de
épocas anteriores y las barreras impuestas a la “competencia” exter-
na se vieron bajo una inclemente presión. En algunos países, como
Chile, los estándares laborales y los salarios mínimos fueron drásti-
camente reducidos por los regímenes militares. En otros, los gobier-
nos intentaron evadir su propia legislación laboral por medio de la
creación de zonas “especiales” de exportación en donde estas leyes no se
aplicaban. El proceso puede ser resumido de la siguiente manera:
... si México se rehusara a que las escurridizas industrias es-
tadounidenses en la región fronteriza desconocieran los pactos
firmados con sindicatos mexicanos, estas industrias simple-
mente se trasladarían a otro lugar, y el proceso de industriali-
zación se detendría ... (L)os países recién industrializados se
informalizaron a sí mismos en relación con sus competidores
para obtener una ventaja competitiva para su producción frente
a las áreas más reguladas de la economía mundial. (Castells y
Portes 1989, 29)
En todas las regiones del sistema capitalista internacional –tan-
to avanzadas como periféricas– los procesos de reconversión indus-
trial, reestructuración y reubicación han sido justificados con base
en las amenazas y exigencias de la competencia global. Aunque al-
gunos actores de la clase trabajadora “primaria” han hecho una te-

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82 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

naz defensa de sus privilegios, la amenaza de cierres adicionales de


plantas y de reubicaciones en el exterior les ha permitido general-
mente a las compañías mantener sus reducidas fuerzas laborales
disciplinadas. Una clase trabajadora relativamente segura y bien pa-
gada dejó de ser la norma o por lo menos la meta tanto en los países
avanzados como periféricos, dando paso en su lugar a una mezcla de
sistemas de producción “flexibles”, a la subcontratación a bajo costo
con empresas no sindicalizadas y a un aumento espectacular del
número de personas empleadas en las zonas “especiales” de exporta-
ción (Bluestone y Harrison 1982, Piore y Sabel 1984, Sassen 1989,
Itzigsohn 1994).
Para los propósitos de este capítulo, el punto central es que las
condiciones creadas por la nueva competencia global en el sector de
los bienes industriales y, posteriormente, en el de los servicios finan-
cieros se hicieron cada vez más incompatibles con las teorías que an-
teriormente habían dominado el pensamiento económico –esto es, el
keynesianismo en el centro y la sustitución de importaciones antide-
pendencia en la periferia–. Del mismo modo, estas condiciones con-
tribuyeron a la resurrección de las viejas teorías económicas. El
notable retorno de la aproximación neoclásica al desarrollo se acele-
ró debido a su correspondencia con las nuevas realidades económi-
cas y a la vigorosa actividad de sus proponentes para fomentar dicha
convergencia. Los cierres de plantas y las reubicaciones en el exte-
rior eran inimaginables para los defensores de una “política indus-
trial” nacional, pero fueron perfectamente compatibles con una teoría
que consideraba que las fuerzas laborales protegidas eran una res-
tricción para la competencia en el mercado. Para este último punto
de vista, es posible que la remoción de los subsidios estatales y de las
barreras arancelarias hayan afectado adversamente los estándares
de vida de los trabajadores y las perspectivas de crecimiento de cier-
tos sectores industriales en la periferia, pero constituían la medicina
que se necesitaba para lograr precios “correctos” (Williamson 1994).
Puede ser que la competencia externa haya devastado el mercado de
trabajo primario en los países avanzados, pero, según esta visión,
benefició a sus consumidores a través del acceso a bienes baratos.
A mediados de la década de los ochenta, un equipo de economis-
tas conservadores, liderados por Bela Balassa del Banco Mundial,
produjo el equivalente a un manifiesto capitalista para llevar el cre-
cimiento a los países del Tercer Mundo, particularmente a los lati-
noamericanos. El documento contenía una letanía ortodoxa de quejas

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 83

contra las políticas de sustitución de importaciones y proclamó que


el camino hacia el desarrollo estaba marcado por un modelo radical-
mente nuevo: eliminar unilateralmente las barreras arancelarias,
abolir los subsidios al consumo, retirar al Estado del manejo
microeconómico y promover el influjo del capital externo bajo todas
sus formas (Balassa et al. 1986). Este manifiesto neoclásico, decidi-
damente promovido por el Banco Mundial y la Agencia Estadouni-
dense para el Desarrollo Internacional (AID), circuló ampliamente
por toda Latinoamérica y proporcionó la justificación y la inspiración
para un creciente bando de reformistas “liberales”. En Latinoamérica
el término “liberal” es utilizado en un sentido opuesto al que es usual
en el discurso político norteamericano. Los liberales latinoamerica-
nos equivalen a los conservadores estadounidenses, en tanto predi-
can que el mercado contiene la solución para los problemas económicos
y sociales y defienden un papel del Estado drásticamente reducido.
Esta utilización del término corresponde a su significado original,
asociado con la Escuela Británica y su defensa clásica del libre mer-
cado (Bruton 1960).
Para finales de la década de los ochenta, el desmonte del Bloque
Soviético dio el empuje final a la consolidación del dominio de la teo-
ría neoclásica, que se convirtió así en el enfoque principal sobre el
desarrollo nacional. Con el total descrédito de las estrategias de creci-
miento más estadocéntricas (las de los antiguos Estados comunistas),
el camino estaba allanado para la expansión global del capitalismo y,
junto con él, para la hegemonía de la escuela teórica más orientada
hacia el mercado. En Latinoamérica, la implementación formal de
esta perspectiva fue catalogada como ajuste “neoliberal” y consistió
en siete pasos básicos: (1) la apertura unilateral al comercio exterior;
(2) la creciente privatización de las empresas estatales; (3) la
desregulación de los mercados de bienes, servicios y trabajo; (4) la
liberalización del mercado de capitales, con una privatización pro-
funda de los fondos de pensiones; (5) el ajuste fiscal, basado en una
reducción drástica del gasto público; (6) la reestructuración y reduc-
ción de los programas sociales apoyados por el Estado, que pasó a
concentrarse en esquemas compensatorios para los grupos necesita-
dos; y (7) el fin de la “política industrial” y de cualquier otra forma de
capitalismo y concentración estatal en el manejo macroeconómico
(Díaz 1996).
Junto con estos pasos económicos formales, el neoliberalismo tam-
bién provocó cambios socioculturales de carácter más difuso pero

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84 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

igualmente importantes: (1) la revaluación de la creación capitalista


de ganancias como algo deseable y congruente con los intereses na-
cionales; (2) la devaluación concomitante del trabajo organizado y de
la industria protegida como “refugios rentísticos” perjudiciales para
la eficiencia económica; (3) el apoyo a la inversión extranjera como
un elemento necesario para el crecimiento sostenido; (4) una fe reno-
vada en el mercado para reducir la desigualdad social, vía los efectos
indirectos de “goteo”*; y (5) la reorientación de los recursos de orgu-
llo nacional desde la resistencia ante la hegemonía extranjera hacia
su reinserción audaz en los círculos del comercio mundial (Castells y
Laserna 1989, Evans 1995, McMichael 1995).
La difusión de estas orientaciones valorativas junto con el pro-
grama económico que impulsaban dejaron muy poco espacio para una
reconceptualización del desarrollo en otros términos que no fueran
los del éxito en el mercado. Aun así, la implementación de las políti-
cas de ajuste neoliberal en muchos países del Tercer Mundo ha pro-
ducido consecuencias inesperadas, algunas de ellas contrarias a las
metas originales del desarrollo. Lo anterior muestra las limitaciones
del actual modelo hegemónico y la necesidad de una perspectiva teó-
rica alternativa.

¿QUÉ SALIÓ MAL?


El programa neoliberal, aunque promovido en todas partes por las
organizaciones financieras internacionales y uniformemente aplica-
do en los países del Tercer Mundo, ha terminado surtiendo efectos
dispares. La estampida de precios ha sido controlada en todos los
países que experimentaron este tratamiento económico. En otros
aspectos, no obstante, los resultados han sido inciertos y, en ocasio-
nes, contrarios a los esperados. Ni los individuos ni las instituciones
han reaccionado uniformemente a la aplicación de estas políticas; en
consecuencia, las predicciones sobre el comportamiento de categorías
económicas tales como “empresarios”, “consumidores” y “ahorradores”
a menudo no se han materializado.

* Los efectos de “goteo” (trickle-down effects) postulados por la visión neoliberal hacen alu-
sión a la tesis según la cual la riqueza de las élites empresariales y profesionales promovida
por un mercado desregulado eventualmente “gotea” hasta llegar a las clases trabajadoras y
marginales de la sociedad –por ejemplo, mediante la contratación de trabajadores que pres-
ten servicios suntuarios apetecidos por las clases altas–, sin necesidad de que el Estado inter-
venga para redistribuir el ingreso. (Nota del editor)

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 85

En esta sección se examinan numerosos aspectos de estas difi-


cultades de predicción como ejemplos de un tema más amplio, las limi-
taciones de una aproximación exclusiva al desarrollo nacional desde
el punto de vista del mercado. Para adelantar el núcleo de la tesis: la
suposición del interés personal racional y de la búsqueda no restrin-
gida de ganancias que subyace a las políticas de ajuste neoliberal
desconoce el contexto histórico en el que las políticas son implemen-
tadas. Las características específicas de estos contextos y la manera
como moldean el comportamiento institucional interactúan con las
políticas formales para generar una amplia variedad de resultados.
El análisis de los diferentes resultados requiere un aparato conceptual
que haga énfasis en el arraigo de la acción económica en las estruc-
turas sociales, incluyendo los factores demográficos y políticos, y en
el papel de la clase y las redes en la orientación de las estrategias
colectivas. Este es el terreno teórico de la sociología económica.

Las bases sociales ocultas del éxito


y del fracaso neoliberales
Un análisis desapasionado de la aplicación del pensamiento neoclásico
al desarrollo nacional muestra tanto logros como fracasos. En Lati-
noamérica, Chile y Perú bajo el presidente Fujimori son ejemplos cla-
ros de lo que pueden lograr los programas neoliberales. Pero en los
vecinos Ecuador y Bolivia, los esfuerzos para impulsar la economía
acudiendo a políticas similares se han atascado o han producido re-
sultados ambiguos. En Argentina, los siete años de ajuste neoliberal
bajo Domingo Cavallo, un ministro de economía fuertemente respal-
dado por el Fondo Monetario Internacional, generaron una inflación
muy baja, pero también un crecimiento errático con un creciente
endeudamiento externo (Filgueira 1996, Cepal 1990, Latin America
Weekly Report 1996 a)1.
El fracaso más significativo del modelo probablemente es Méxi-
co, donde, bajo la administración Salinas, una política de apertura
exterior unilateral y privatizaciones rápidas culminó con una mone-
da sobrevaluada que envió al país dando trompos hacia la depresión.
La crisis mexicana probablemente desequilibró el delicado balance
económico hemisférico y su efecto de amplificación fue evitado sólo

1 Al final, el fracaso de Cavallo para cumplir con sus propias metas de desempeño forzaron su
renuncia y la reorientación parcial de la política económica argentina (Latin America Weekly
Report 1996b).

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86 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

gracias a una fuerte inyección de capital y a las garantías para los


préstamos por parte del Tesoro de los Estados Unidos. Semejante
acción intervencionista de los Estados Unidos va directamente en
contra de las prescripciones neoclásicas que proscriben la interven-
ción del Estado en el funcionamiento libre de los mercados.
Cuando quiera que se presentan incidentes semejantes, los de-
fensores del ajuste neoliberal los imputan a su aplicación imperfecta
o argumentan que se requiere más tiempo para que sus efectos ten-
gan lugar. Pero estas justificaciones son sólo una petición de princi-
pio. Si el modelo neoliberal sólo es aplicado apropiadamente cuando
genera logros e inadecuadamente cuando fracasa, el argumento se
hace totalmente circular. De igual manera, la petición de más tiem-
po puede ser interminable y hacer imposible el falseamiento de cual-
quier predicción. En el caso de México, las agencias financieras
internacionales y otros defensores del ajuste neoliberal proclamaban
su éxito hasta el momento mismo en que se derrumbó, revelando así
las “imperfecciones” de su aplicación. En Argentina, las reiteradas
predicciones del ministro Cavallo sobre el fin del déficit fiscal y la
llegada del crecimiento sostenido nunca se cumplieron, expandiendo
indefinidamente el horizonte de tiempo para que los anunciados be-
neficios se materializaran.
Una estrategia más adecuada es examinar cuáles factores no es-
tán presentes en el análisis neoclásico de los elementos determinan-
tes del desarrollo, de tal manera que los resultados puedan ser
predichos con mayor confianza en lugar de ser ignorados. Mi tesis
inicial sobre la importancia del contexto sociohistórico donde son
aplicadas las políticas puede ser ahora ampliada por medio de la es-
pecificación de algunos de los principales factores contextuales. Es-
tos pueden ser resumidos en la siguiente hipótesis, la primera de las
muchas que serán presentadas en lo que resta de este capítulo:
1. Los resultados de cualquier programa comprehensivo de desa-
rrollo económico dependerán de las características internas del
Estado y de sus relaciones externas con la estructura de clases de
la sociedad civil.
Esta amplia proposición puede ser especificada adicionalmente por
medio de la identificación de dichas características y relaciones. Para
hacerlo de manera adecuada, no obstante, es necesario mostrar las
dinámicas que están en juego por medio de ejemplos concretos. En
aras de la brevedad, sólo acudo a dos ejemplos: el primero –Chile–

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 87

que generalmente es considerado como un episodio exitoso del ajuste


neoliberal, y el segundo –México– como uno de sus principales fracasos.
Chile. En Chile, un país de 14 millones de habitantes, la aproxi-
mación neoliberal al desarrollo fue implementada por un Estado
autoritario surgido de un golpe militar. Hoy por hoy se ha convertido
en un lugar común señalar la paradoja que supone que una ideología
que proclama los mercados libres y la libertad de elección sólo haya
podido ser impuesta a la sociedad chilena por la fuerza de las armas
(Foxley 1983). Dos puntos igualmente importantes resultan menos
obvios: el primero, que el experimento neoliberal chileno no “liberó”
los mercados sino que más bien los creó partiendo de cero con los
recursos del Estado; y el segundo, que dicho proceso fue fuertemente
auxiliado por las políticas impulsadas por los dos gobiernos anterio-
res, incluyendo el de la alianza entre socialistas y comunistas.
El neoliberalismo chileno fue lanzado por una élite tecnócrata,
entrenada en las universidades norteamericanas y que gozaba del
apoyo militar bajo el régimen del general Pinochet. La primera apli-
cación “ortodoxa” del modelo empezó con la conmoción económica de
abril de 1975, que culminó con la crisis económica de 1982 a 1983.
Durante estos últimos años, el desempleo en Chile alcanzó el 19.1%,
quintuplicando la cifra que había en el momento del golpe militar, al
tiempo que el producto interno bruto permanecía estancado. Los crí-
ticos del régimen anunciaron rápidamente el fin del experimento
neoliberal, mientras que incluso aquellos que lo apoyaban reclaman
modificaciones realistas de la rígida ortodoxia de los “Chicago Boys”2
(Meller 1981; Foxley 1981, 1983).
La primera década del gobierno militar destruyó gradualmente
el orden social ligado al anterior modelo de desarrollo. Los tecnócra-
tas a cargo de la economía sobrevivieron a las debacles provocadas
por sus teorías, no sólo gracias a la vigorosa represión militar en con-
tra de la clase trabajadora y del campesinado, sino porque otros ad-
versarios mucho más poderosos, los industriales y terratenientes,
habían sido fuertemente debilitados por las políticas de las anterio-
res administraciones. La reforma agraria de la Democracia Cristia-

2 Este fue el término popular aplicado a quienes en ese momento dirigían la política económi-
ca chilena. Hacía referencia a la capacitación de muchos de ellos en el Departamento de
Economía de la Universidad de Chicago y a la adhesión de todos a las teorías de los econo-
mistas de la Universidad de Chicago, en especial a las del ganador del premio Nobel Milton
Friedman.

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88 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

na, realizada durante la presidencia de Eduardo Frei, ayudó a trans-


formar el viejo orden rural, neutralizando el poder de la oligarquía
terrateniente. La ola de nacionalizaciones de las industrias bajo la
administración Allende debilitó a la burguesía industrial creada por
las políticas de sustitución de importaciones, colocando en manos del
Estado un poder económico que superaba ampliamente el de cual-
quier actor económico privado (Valenzuela 1978, Díaz 1996, Puryear
1994).
De este modo, los tecnócratas chilenos se encontraban en la posi-
ción privilegiada de ser simultáneamente inmunes a las presiones
de la sociedad civil y de contar con los recursos para reconfigurar el
capitalismo chileno tal como lo imaginaban. No restauraron la pro-
piedad de los anteriores terratenientes ni se alinearon demasiado
estrechamente con los viejos industrialistas del periodo de sustitu-
ción de importaciones. En cambio, utilizaron la influencia política
creada por las políticas de las administraciones anteriores para im-
pulsar una nueva clase agrícola comercial en el campo y una nueva
clase empresarial industrial y financiera en las ciudades. Los mer-
cados de tierras y financieros y la competencia entre las empresas
no fueron regulados por el gobierno chileno, sino que éste los creó
deshaciéndose de los masivos recursos que controlaba.
La élite tecnócrata chilena fue capaz de soportar retrocesos y fra-
casos que hubieran desacreditado su liderazgo si estos hubieran su-
cedido bajo condiciones democráticas. Tras aprender las limitaciones
prácticas de sus teorías y adoptar una posición más realista, utiliza-
ron la privatización de las empresas estatales para crear nuevos gru-
pos empresariales y luego protegerlos selectivamente, rememorando
así el viejo modelo de sustitución de importaciones3. Esta segunda
etapa ecléctica de la política económica siguió a la crisis de 1982 a
1983 y produjo mucho mejores resultados. Para el momento en que
el régimen militar abandonó el poder, los principales indicadores
económicos habían rebotado, dando inicio a un periodo de crecimien-
to sostenido con baja inflación (Piñera 1994). Esta tendencia conti-
nuó durante las dos sucesivas administraciones de la Democracia
Cristiana, que no adoptó el neoliberalismo sino que buscó adaptarlo

3 De manera conveniente, la compañía estatal que explotaba el cobre, Codelco, nunca fue pri-
vatizada pues su contribución a las arcas estatales ayudaba a financiar el nuevo capitalismo
de Estado y a la promoción de las zonas de exportación claves. En 1995, Codelco pagó más
impuestos al gobierno central que la suma de todas las empresas privadas chilenas.

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 89

Tabla 1
Chile: Indicadores económicos básicos, 1973-1995
Indicador 1973 1983 1989 1995
Índice del PIB (precios de 1997) 100,0 113,5 156,5 230,5
Índice del PIB per cápita (precios de 1977) 100,0 103,0 128,9 172,8
Inflación anual (porcentaje) 376,5 27,3 14,7 8,1
Desempleo (porcentaje)a 3,8 19,1 8,3 5,3
Índice de salarios reales 100,0 166,1 172,8 216,8
Exportaciones (millones de dólares)b 1.309 3.831 3.804 15.980
Importaciones (millones de dólares)c 1.288 3.171 4.291 15.914
a. Porcentaje de la población económicamente activa desempleada y en busca de tra-
bajo.
b. Free on board.
c. Costos, seguros y fletes.
Fuente: Díaz (1996, 9).

a la realidad chilena. La tabla 1 presenta los indicadores básicos que


muestran la evolución de la economía chilena de 1973 a 1990.
Para nuestros propósitos, la principal lección del caso chileno es
el singular contexto histórico heredado por la nueva élite tecnócrata.
Como lo señala el sociólogo Álvaro Díaz (1996, 8):
La Democracia Cristiana y especialmente la derecha chilena
fortalecieron el Estado y, por medio de la destrucción del viejo
orden oligarca, allanaron el terreno para que las élites neoli-
berales iniciaran su programa de reformas radicales de una
manera que nunca habrían logrado por sí mismas, pues éstas
podrían haber destruido sus propias bases de apoyo político.
México. El contexto social e histórico en México, un país mucho
más grande y complejo con cerca de 90 millones de habitantes, era
muy diferente al de Chile. El Estado mexicano no era menos auto-
crático que el chileno en el momento de aplicación del modelo
neoliberal. Pero mientras este último basó su pretensión de poder
manteniéndose distanciado de la sociedad civil y en la represión de
la oposición, en México el Estado buscó perpetuar su hegemonía abar-
cando a toda la sociedad a través de complejas redes de patronazgo.
El régimen mexicano, que nació de un levantamiento revolucionario
contra la dictadura aristocrática, prestó mucha atención a las deman-
das de base y rápidamente cooptó o reprimió a los disidentes (Camp
1993, Centeno 1994).
El corporativismo mexicano es un sistema de representación de
intereses que integra a los individuos dentro del Estado a través de

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90 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

organizaciones de masas que canalizan sus demandas y que son aten-


didas por las autoridades. El poder está altamente concentrado en la
rama ejecutiva, especialmente alrededor del presidente, pero el Par-
tido Revolucionario Institucional (PRI) fue capaz de mediar entre el
ejecutivo y distintos sectores de la sociedad civil. Para lograrlo, el PRI
está organizado sectorialmente y sus federaciones “populares” de
campesinos y trabajadores dan forma a los principales canales para
la articulación de intereses (Manning 1996, Portes 1977). No sólo los
sectores empobrecidos, sino los grupos de clase media que incluyen a
empleados estatales, profesores y empresarios son incorporados den-
tro de esta estructura corporativista. Como resultado, un sistema de
patronazgo e intercambios recíprocos basado en las conexiones per-
sonales se institucionalizó como el modus operandi del PRI y del
Estado mexicano.
A finales de la década de los setenta, la antropóloga mexicana
Larissa Lomnitz afirmó que el orden urbano del país consistía en la
imbricación de tres estructuras jerárquicas: el sector gubernamen-
tal/partidista, el sector corporativo privado y el sector laboral. Den-
tro de cada uno predominan las relaciones verticales de clientelismo,
de forma tal que cada capa sucesiva de autoridad funciona como pa-
trón de aquellos que están más abajo. La lealtad y obediencia de los
subordinados era intercambiable por promociones y prebendas. En-
tre los sectores, el intercambio de favores basado en las conexiones
personales era la norma. Aquellos dentro de estas tres estructuras
situados en niveles de poder relativamente iguales, a menudo entra-
ban en este intercambio, orientados por normas de estrecha recipro-
cidad (Lomnitz 1982).
Esta estructura de poder estaba sostenida por un modelo de de-
sarrollo basado en la protección de la industria doméstica y en la
intervención del Estado en todos los sectores de este vasto país a tra-
vés de las empresas de propiedad pública. Este modelo de sustitu-
ción de importaciones le proporcionó al gobierno mexicano la
influencia necesaria para mantener un sistema de legitimidad basa-
do en las concesiones selectivas y el patronazgo, pero también debi-
litó sus recursos. Durante la década de los setenta, el gobierno fue
capaz de mantener el statu quo a través de la suscripción de grandes
préstamos en el extranjero respaldados por las reservas petrolíferas
recién descubiertas. No obstante, una caída en el precio del petróleo
a comienzos de los ochenta mostró la vulnerabilidad financiera sub-

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 91

yacente de la economía mexicana y forzó a las autoridades a decla-


rar unilateralmente la suspensión de pagos (Camp 1993, Ayala y
Duran 1986).
El apretón de la deuda de 1982 sumió a la economía mexicana en
su más profunda recesión desde los años treinta y creó las condicio-
nes para un cambio rápido en la política económica. Sometida a una
presión creciente por parte del gobierno de los Estados Unidos y del
Fondo Monetario Internacional, la administración entrante del pre-
sidente Miguel de la Madrid dio los primeros pasos hacia el sendero
neoliberal (Manning 1996). La diferencia en relación con Chile en esta
coyuntura económica es digna de atención. Mientras que la dictadu-
ra de Pinochet abolió todos los vestigios del populismo chileno, el
gobierno del presidente De la Madrid dio inicio a su experimento
neoliberal, cargando con los compromisos y restricciones de un siste-
ma corporativista profundamente arraigado. La magnitud de Méxi-
co no facilitó las cosas, en tanto multiplicó las formas en que se
manifestaba esta imbricación entre el Estado y la sociedad civil.
El problema se agravó a causa de las contradicciones entre las
metas de la política neoliberal y los pactos sociales previos sobre los
que descansaba la legitimidad del régimen. La nueva política pre-
tendía “sacar al Estado de la economía” por medio de la reducción de
las protecciones arancelarias para el capital doméstico, recortando
los subsidios al consumo para las clases medias y bajas y desmante-
lando las oportunidades de conseguir empleo en empresas estatales.
Estos eran precisamente los pilares que sostenían la estrategia polí-
tica de inclusión y cooptación del régimen. No resulta sorprendente
que los sectores afectados, dentro y fuera del gobierno, resistieran. A
diferencia del caso chileno, su tamaño y capacidad para la moviliza-
ción eran más grandes y estaban intactos, por lo que fueron capaces
de organizar un contraataque efectivo, protegiendo sus intereses y
minando el modelo económico (Centeno 1994, Manning 1996).
Como era de esperarse, la arremetida neoliberal de la adminis-
tración de De la Madrid perdió ímpetu. Mientras que el gobierno tuvo
cierto éxito en reducir la inflación y el déficit presupuestal, la fuga
de capitales continuó y la balanza comercial negativa y el estanca-
miento económico persistieron, lo cual fue exacerbado por el terre-
moto de 1985. La administración entrante del presidente Salinas de
Gortari mantuvo el modelo neoliberal, dando pasos agresivos para
privatizar las empresas estatales, reducir los subsidios al consumo y

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92 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

fortalecer la recaudación de impuestos. La suscripción del Nafta se


convirtió en la piedra angular de la política económica mexicana, en
tanto el gobierno intentó dejar atrás el modelo de sustitución de im-
portaciones y apoyarse en los flujos de inversión de capital exterior
bajo el nuevo régimen de libre comercio. Los tecnócratas que mane-
jaban el nuevo modelo estaban dispuestos a pagar el precio diezmando
la industria mexicana, con niveles crecientes de desempleo y pobre-
za y una oposición en aumento dentro del partido gobernante
(Córdova 1994). Ellos esperaban que las nuevas políticas obtuvieran
una pronta recompensa a través de un crecimiento rápido que per-
mitiera proporcionar una nueva base de legitimidad para el gobier-
no y los “modernos” sectores del PRI.
Pero nuevamente la imbricación del gobierno y del partido con
los sectores de la sociedad civil proporcionó un espacio mucho más
reducido para las iniciativas tecnócratas. Los tratos de corrupción y
reciprocidad entre los miembros del gobierno y los arraigados inte-
reses privados no amainaban. Además, los tecnócratas mexicanos no
tenían la libertad de sus similares chilenos para reconocer grandes
errores políticos, recuperarse y cambiar el curso. Por el contrario, el
modelo tenía que “mostrar resultados” y hacerlo en un periodo rela-
tivamente corto (Cook, Middlebrook y Horcasitas 1994). Por esta ra-
zón y para proteger la confianza de los inversionistas extranjeros, de
la que dependía en gran medida el éxito, las autoridades mexicanas
apoyaron una moneda sobrevaluada, exacerbando el déficit comer-
cial y la falta de competitividad de las exportaciones nacionales. Este
esfuerzo desesperado –que, no por casualidad, condujo al sacrificio
de las reservas de moneda dura– demostró ser fútil. Tal como en 1982,
pero por razones diferentes, el castillo de naipes financiero se derrum-
bó, forzando una repentina y brusca devaluación. La devaluación de
1994 envió la economía mexicana a un abismo que tuvo peores con-
secuencias que las sufridas doce años antes.
La tabla 2 presenta los indicadores económicos básicos de Méxi-
co hasta el año siguiente a la crisis de la devaluación. Mientras que
los signos de recuperación económica han sido detectados desde en-
tonces, los sucesos que llevaron a este gran fracaso de la política son
suficientes para ilustrar un punto teórico central. Las experiencias
neoliberales comparadas de México y Chile muestran inequívocamen-
te cómo los factores sociales e históricos interactúan con la aplica-
ción de un paquete político uniforme para producir diferentes
resultados. El tamaño del país, la composición de su población, su

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Tabla 2
México: Indicadores económicos básicos, 1975-1995
1975 1980 1983 1989 1992 1994 1995

EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES


Índice PIB 100,0 213,4 241,3 253,9 280,4 281,0 —-
93

Índice PIB per cápita 100,0 184,3 135,0 163,1 198,4 200,2 195,9
Inflación anual (porcentaje) 11,31 29,78 80,77 20,1 15,5 7,1 48,5
Desempleo (porcentaje) a 6,4 3,9 6,8 2,9 2,8 3,4 6,4
Subempleo (porcentaje) b 18,9 11,5 20,1 8,6 8,3 10,0 18,9
Índice de salarios reales (1990=100) 88,04 128,3 97,4 96,5 114,3 129,1 112,0
Índice de salarios mínimo 100,0 91,2 67,6 44,9 20,2 20,0 15,8
Exportaciones d (en millones de dólares) 2.992 15.307 22.312 22.763 46.196 60.879 79.543
Importaciones e (en millones de dólares) 6.570 21.087 11.848 34.766 62.130 79.346 72.454
Déficit actual (en millones de dólares) -5.459 -8.162 5.403 -5.825 -24.806 -28.863 —-
a. Porcentaje de la población económicamente activa sin trabajo y en busca de trabajo.
b. Porcentaje de la población económicamente activa que se encuentra desempleada o involuntariamente empleada en ocupaciones menores a
jornada completa.
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c. Pesos nominales por hora ajustados por la inflación anual.


d. Free on board.
e. Costos, seguros y fletes.
Fuente: Pozas (1996).

93
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94 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

estructura de clases y el carácter del Estado cumplen un papel im-


portante en el proceso. Es posible, sobre la base de estas experien-
cias y de otras similares, presentar una segunda proposición teórica
sobre el papel que cumplen los factores contextuales en el desarrollo
nacional:
2. Cuanto más grande sea el poder del Estado frente a la sociedad
civil y más débiles sean los lazos de reciprocidad y patronazgo
que vinculan a los administradores estatales con los actores eco-
nómicos privados, más coherente será la aplicación de las políti-
cas de ajuste y mayores serán las oportunidades de éxito del modelo
neoliberal de desarrollo o de cualquier otro.
Evans (1995) se refiere a la operación conjunta de los dos facto-
res –el poder relativo del Estado y la libertad frente a los grupos
rentísticos privados– como indicadores de la “autonomía” relativa del
Estado. En Chile, este arquetipo fue solventado por los militares y
tecnócratas, quienes, en una sociedad relativamente homogénea,
fueron capaces de zafarse de las presiones de los antiguos sectores
de élite (Piñera 1994). En México, las tendencias similares de inno-
vación tecnócrata enfrentaron la poderosa oposición de un complejo
sistema de patronazgo político. La crisis de la deuda mexicana de 1982
obligó a la expedición de drásticas medidas de austeridad. Pero su
implementación, así como la introducción subsiguiente de un agresi-
vo modelo neoliberal bajo el presidente Salinas, fue resistida por la
estructura corporativista creada durante gobiernos anteriores y que
no fue desmantelada tras la crisis. El caso mexicano proporciona la
base para una tercera proposición que complementa la anterior:
3. Cuanto más fuerte sea la estructura de clases de la sociedad civil
y mayores sean los recursos organizacionales de sus distintos sec-
tores en relación con el Estado, será más difícil implementar los
modelos de ajuste que estén en desacuerdo con los intereses econó-
micos establecidos y la práctica institucional4.

4 Una etapa más reciente de este proceso es el fracaso del gobierno ecuatoriano en la in-
troducción de un drástico programa neoliberal. El anuncio de tal programa desató una oleada de
protestas masivas en la muy movilizada sociedad ecuatoriana, que condujo, en unos cuantos
días, a que el presidente Bucaram abandonara el poder (Latin America Weekly Report 1997).

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 95

Promesas fallidas: La igualdad a través de los efectos


de “goteo”
Desde su formulación clásica por W. Arthur Lewis, la doctrina econó-
mica ortodoxa sobre el desarrollo nacional ha enfatizado que la re-
compensa “social” de los programas de ajuste bajo la forma de menos
pobreza y desigualdad debe provenir del mercado y no de la inter-
vención estatal. La teoría de Lewis se basaba en una analogía hidráu-
lica en donde la mano de obra fluía desde un sector tradicional
estancado hacia uno dinámico y moderno. Si no se imponían restric-
ciones artificiales a este flujo a través de tasas de salarios respaldas
estatalmente y protecciones laborales, se esperaba que eventualmente
el desarrollo secaría el pozo del trabajo desempleado, punto en el cual
los salarios empezarían a subir (Lewis 1959, Bairoch 1973).
Este modelo es compatible con la famosa curva de Kuznets que
describe la relación entre el desarrollo económico y la desigualdad
en el ingreso. La desigualdad aumenta en las primeras etapas del
desarrollo (cuando el sector tradicional es alterado y el trabajo abun-
da) y se reduce en etapas posteriores (cuando la sobreoferta de tra-
bajo empieza a desaparecer y los salarios aumentan) (Kuznets 1955).
Los estudios históricos y contemporáneos que están basados en el
modelo de Kuznets han comprobado dicha predicción, pero también
han registrado excepciones (Nielsen y Anderson 1995). Estos casos
excepcionales son importantes en tanto señalan otros factores que
afectan la evolución de la desigualdad en el ingreso. Igualmente, el
modelo de Lewis, considerado entre la ortodoxia económica como un
artículo de fe, ha registrado muchas anomalías.
La literatura empírica muestra que las fuerzas sociales y políti-
cas, muchas de las cuales no tienen nada que ver con la imposición
estatal de salarios artificialmente altos, pueden retardar o descarri-
lar el proceso de absorción laboral. Las empresas se resistieron a las
consecuencias esperadas de una oferta de mano de obra reducida y
utilizaron su poder político y económico para mantener los salarios
artificialmente bajos. Sudáfrica y muchos países del Sudeste Asiático
suministran ejemplos dicientes (Wolpe 1975, Deyo 1989, You 1988). En
Latinoamérica, la experiencia de dos décadas de políticas diseñadas para
liberar los mercados no es alentadora. El sociólogo uruguayo Carlos
Filgueira (1996, 13) resume la experiencia de la siguiente forma:
Después de más de 15 años de experimentación con las políti-
cas de ajuste estructural y estabilización a lo largo y ancho del

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96 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

continente, los resultados económicos esperados son cuestio-


nables y los efectos sociales han sido decididamente negativos
... En 19 países latinoamericanos, el porcentaje de personas bajo
el umbral de la pobreza alcanzó en 1990 el 46% del total. Este
dato es superior a los registrados en 1970, 1980 y 1986. En
particular, en la década de los ochenta se incrementaron los pro-
blemas de pobreza y desigualdad con una notable regularidad.
Podría argüirse que estos 15 años representan el periodo inicial
de desarrollo sostenido en los que aumenta la desigualdad en tanto
los mercados son desregulados. Una mirada más detenida a las ex-
periencias de países individuales, no obstante, muestra amplias di-
vergencias en la evolución de la pobreza y la desigualdad:
La información disponible muestra que la desigualdad en el
ingreso entre 1980 y 1992/94 sigue creciendo en seis de los doce
países latinoamericanos para los que existen datos. El incre-
mento más importante del coeficiente Gini se presentó en los
tres países más grandes de la región –Argentina, México y
Brasil–. Colombia mejoró notablemente su distribución del
ingreso entre 1980 y 1986 y desde entonces se ha mantenido
constante, mientras que Uruguay siguió con un proceso regu-
lar y continuo de disminución de la desigualdad. (Filgueira
1996, 15)
El impacto del ajuste neoliberal en las tasas de desempleo pre-
senta el mismo panorama mixto. Sobre todo, la predicción de Lewis
sobre una rápida absorción de la mano de obra como resultado de la
liberalización del mercado no se materializó, aunque nuevamente los
datos muestran variaciones significativas. A mediados de 1996, Ar-
gentina, uno de los más fervientes seguidores de la ortodoxia liberal,
tenía una tasa oficial de desempleo del 16%, 10 puntos porcentuales
más que la registrada cinco años antes y más del doble de la tasa que
existía cuando el modelo empezó a ser implementado. Otros cuatro
países registraban tasas de desempleo que superaban el 10%, y los
datos permanecieron estables o se incrementaron durante la década
de los noventa, como lo muestran los datos más actualizados del ca-
pítulo 2. En el otro extremo, cuatro países –tres de ellos en Centroa-
mérica– registraron disminuciones en el desempleo de 2 a 3 puntos
porcentuales durante el mismo periodo (Latin America Weekly Report
1996c).
En Chile, el país en donde el desempleo disminuyó más y donde
los efectos de goteo aparentemente tenían mayores posibilidades de
materializarse, los datos muestran un resultado paradójico. Como se

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 97

indicó en la tabla 1, tanto el empleo como el salario real crecieron


sustancialmente entre 1983 y 1995. Aun así, la desigualdad no dis-
minuyó porque el nivel de ingresos del 10% más pudiente de la po-
blación creció todavía más rápido. Como resultado, Chile continúa
teniendo una de las distribuciones del ingreso más desiguales del
hemisferio. En 1994 su coeficiente Gini de .479 fue sólo un poco me-
nor al de Brasil, el país con la distribución más desigual del ingreso de
la región y quizás del mundo (Cepal 1995, tabla 11; Filgueira 1996, 16).
Un segunda consecuencia, más sutil, del levantamiento de las
protecciones laborales estatales y del advenimiento del libre merca-
do es el aumento de las prácticas de explotación en el lugar de traba-
jo. Chile nuevamente constituye un ejemplo diciente, pues los
beneficios del crecimiento económico –empleo y salarios más altos–
han sido acompañados por la inseguridad laboral y por la creciente
sujeción de los trabajadores a la autoridad arbitraria:
El derecho chileno no protege a los trabajadores –especialmente
a las mujeres, los jóvenes y los ancianos– de las recesiones,
racionalizaciones ni de la reorganización productiva. Tampoco
los protege de los jefes autoritarios que siguen existiendo en
muchas empresas chilenas y quienes han hecho que en muchas
de ellas aumente la intensidad del trabajo y la probabilidad de
accidentes. (Díaz 1996, 25)
Estudios sobre otros países generan una complicación adicional,
al cuestionar no sólo las consecuencias de las transferencias de mano
de obra del sector tradicional al moderno, sino la dirección misma de
la transferencia. En particular, allí donde el sector moderno está
compuesto por compañías que basan su estrategia en el uso intensi-
vo de mano de obra y que enfrentan una fuerte competencia externa,
se dan todos los incentivos para reducir los salarios y las condiciones
laborales. En estos casos, muchos trabajadores prefieren las activida-
des tradicionales al trabajo severo mal pagado en el sector “moder-
no”. Este es el caso de República Dominicana, donde las condiciones
en las recientemente creadas zonas de exportación son demasiado
precarias como para impulsar un considerable flujo de retorno labo-
ral hacia el autoempleo informal. En su estudio comparativo de los
mercados laborales en el Caribe, Itzigsohn (1994, 257-258) describe
este retroceso:
… el relajamiento de las leyes que protegen a los trabajadores,
cuando llega a extremos, conduce a un total desvanecimiento
de las líneas que separan la economía formal de la informal;

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98 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

las empresas informales han adquirido una renovada impor-


tancia, si no como un camino para la movilidad social, por lo
menos como una fuente de cualquiera de los estándares de vida
disponibles para muchas personas en las ciudades periféricas.
En la bibliografía académica, la economía informal generalmen-
te es definida como un refugio para aquellos que son incapaces de
encontrar trabajo en el sector moderno de la economía. En Latinoa-
mérica, este fue el uso común que se le dio durante el periodo de la
industrialización a través de la sustitución de importaciones (Portes
y Schauffler 1993, Pérez-Sainz 1991, Tokman 1982). Resulta irónico
que el advenimiento del neoliberalismo haya revertido la anterior
relación entre los dos sectores, convirtiendo la informalidad en un
refugio para protegerse de la depredación del libre mercado. La teo-
ría neoclásica carece del aparato conceptual necesario para acercar-
se a esta realidad y, por esta razón, tiende a justificarla. La perspectiva
alternativa que surge de las teorías sociológicas de la economía re-
sulta útil aquí como fuente de una familia diferente de tesis
verificables. Para el caso que nos ocupa, esta reconceptualización de
las transferencias laborales conduce a la siguiente hipótesis:
4. En situaciones de sobreoferta de trabajo, la eliminación de las
protecciones estatales tiende a hacer que el precio del trabajo sea
mínimo. Los trabajadores que se hallan en esta situación com-
pensan la baja remuneración de su capital humano con la movi-
lización de su capital social –esto es, la habilidad para controlar
recursos escasos gracias a la pertenencia a redes de parentesco y
amistad5 –. Las oportunidades económicas que estas redes pro-
veen comúnmente se hallan en la economía informal, llevando
así a un flujo laboral revertido hacia este sector.

Escapando del efecto de goteo:


La transnacionalización de los trabajadores
Cuando intentaron romper las barreras del comercio exterior en be-
neficio de la naciente burguesía industrial, los economistas políticos
británicos de principios del siglo XIX tenían en mente un mundo en
el que las mercancías y el capital fluían libremente a través de las
fronteras nacionales, mientras que los trabajadores permanecían
inmóviles. Esta visión provenía, en cierta medida, de la realidad de

5 Sobre el concepto de capital social, ver el capítulo 5, así como Coleman (1988) y Portes y
Sensenbrenner (1993).

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 99

una época en que eran excepcionales las migraciones masivas de tra-


bajadores a través de las fronteras nacionales y, en cierta medida,
del legado del mercantilismo. De hecho, para David Ricardo y otros
prominentes representantes de la escuela clásica, la batalla para que
Inglaterra se abriera a los cereales extranjeros baratos estaba basa-
da en la necesidad de reducir los costos de reproducción del inmóvil
proletariado urbano, haciendo de esta forma que los productos indus-
triales británicos fueran más competitivos en el extranjero (Dobb
1981, Letiche 1960).
Aunque desde entonces el tamaño y origen de las migraciones
laborales internacionales han cambiado dramáticamente, la teoría
económica ortodoxa ha permanecido firmemente asentada en tres
postulados que provienen del periodo clásico: (1) los trabajadores, por
lo general, son inmóviles; (2) cuando se presentan migraciones, és-
tas siguen al capital en busca de empleo; y (3) las migraciones están
conformadas por trabajadores sin propiedades que buscan salarios
más altos. Estos postulados dan forma al núcleo de la teoría según la
cual los trabajadores emigran o permanecen en sus países con base
en un cálculo racional de intereses, el cual es determinado por el mo-
vimiento previo del capital. El estudio clásico de Brinley Thomas so-
bre la migración transatlántica, por ejemplo, postulaba una
correlación con intervalos entre estos dos movimientos (Thomas 1973,
Parte III).
Los mismos postulados, hoy por hoy, sustentan la aplicación de
las políticas de ajuste neoliberal en Latinoamérica y otros países del
Tercer Mundo. Se cree que la apertura de estas economías al capital
extranjero aumentará las oportunidades locales de empleo, dirigien-
do la mano de obra hacia ellas y reduciendo los incentivos para emi-
grar. Aquellas personas que sigan emigrando serán, por lo general,
trabajadores sin propiedad atraídos por los altos salarios en el exte-
rior. Algunas de estas expectativas son corroboradas por la literatu-
ra empírica reciente, pero otras no.
Como se verá en mayor detalle en el capítulo 6, aquellos que
emigran rara vez son los más pobres entre los pobres, y muchos es-
tudios muestran una creciente participación de profesionales y em-
presarios en estos flujos. Además, los inmigrantes no van siempre
donde existe demanda laboral, sino donde se concentran sus compa-
triotas. Un número considerable de ellos ni siquiera toman un em-
pleo asalariado, sino que acuden rápidamente al autoempleo.

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Finalmente, no existe ninguna evidencia que demuestre que la apli-


cación del modelo neoliberal haya reducido los incentivos para la emi-
gración, y, en países como México y República Dominicana, de hecho
se ha incrementado (Acevedo y Espenshade 1992, Goldring 1992,
Guarnizo 1994). En general, el origen y las formas de migración in-
ternacional contemporánea escasamente corresponden a las predic-
ciones basadas sólo en un cálculo individualista de costos y beneficios
y en expectativas ortodoxas sobre las dinámicas de los movimientos
de capital y trabajo.
Es posible elaborar una explicación alternativa de la migración
internacional desde la perspectiva de la sociología económica. En
lugar de un trabajador aislado que persigue el capital tanto en su
nación como en el extranjero, se tiene una situación mucho más com-
pleja en la que los canales sociales son utilizados para hacer frente a
las restricciones y oportunidades creadas por el modelo neoliberal.
Como se mencionó, los tipos de empleos generados por las nuevas
industrias de exportación, creadas bajo el estímulo de este modelo, con
frecuencia son tan poco atractivos que muchos trabajadores prefieren
el autoempleo informal. Otros se adaptan viajando al exterior. Seme-
jante decisión, no obstante, rara vez puede ser implementada aislada-
mente sino que debe estar arraigada en una red de recursos familiares
y comunitarios. Esta razón explica por qué los grupos familiares, no
los individuos aislados, tienden a emigrar y por qué los inmigrantes
escogen a menudo destinos que no concuerdan con aquellos donde
existe demanda laboral sino con los lugares donde están ubicados sus
canales (Massey y Espinosa 1996, Portes y Bach 1985, Tilly 1990).
Una vez en el exterior, frecuentemente los inmigrantes se dan
cuenta de que los tipos de empleos y salarios disponibles son tam-
bién precarios. Este es el caso de los emigrantes caribeños que hoy
en día llegan a la ciudad de Nueva York. Aunque fuertes canales so-
ciales los conducen allí, la economía desindustrializada de la ciudad
les ofrece principalmente empleos de baja categoría y con bajos sala-
rios en el sector servicios (Sassen 1984, Waters 1994). Como se mues-
tra en el capítulo 6, para escapar a semejante situación, muchos
inmigrantes utilizan nuevamente su capital social, esta vez para
obtener los recursos necesarios para establecerse como pequeños
empresarios (Light y Bonacich 1988, Zhou y Bankston 1995). Como
era de esperarse, muchas de estas empresas están basadas en conexio-
nes con el país de origen, lo que genera un patrón migratorio y co-
mercial de ida y vuelta (Basch 1992).

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EL NEOLIBERALISMO Y LA SOCIOLOGÍA DEL DESARROLLO: TENDENCIAS EMERGENTES 101

El resultado de este proceso no es la absorción laboral a través de


inversión extranjera en los países del Tercer Mundo sumada a la ab-
sorción de los inmigrantes, gracias a la fuerte demanda laboral en
los países del Primer Mundo. Esto sucede, pero junto con otros re-
sultados inesperados, incluyendo el surgimiento de una red de pe-
queñas empresas transnacionales. Este proceso requiere fuertes
canales sociales que atraviesen las fronteras nacionales y el desarro-
llo de altos niveles de confianza entre los inmigrantes empresarios y
sus socios en el país de origen (Kyle 1995, Mahler 1995). El perfil
que surge de estas interacciones coloca a las grandes empresas en la
cima de la economía mundial, transplantando las instalaciones de
producción a las zonas de exportación en países periféricos, al tiem-
po que los trabajadores de estos mismos países intentan eludir su
destino de proveedores de mano de obra barata involucrándose en el
autoempleo informal en su país de origen y en las actividades
transnacionales en el extranjero. Esta última característica de la
migración contemporánea generalmente no ha sido atendida por los
especialistas en desarrollo. Los siguientes ejemplos pueden ayudar
a esclarecer el punto.
En República Dominicana hoy en día existen cientos de peque-
ñas y medianas empresas fundadas y operadas por exinmigrantes
de los Estados Unidos. Dichas empresas incluyen pequeñas fábricas,
establecimientos comerciales y agencias financieras. Lo que hace que
estas empresas sean transnacionales no sólo es que hayan sido crea-
das por exinmigrantes, sino que su propia existencia depende de la-
zos estables con los Estados Unidos. Un estudio sobre 113 empresas
de este tipo realizado a finales de los ochenta mostró que su princi-
pal inversión de capital inicial fue sólo 12.000 dólares y que aproxi-
madamente la mitad continuaba recibiendo transferencias periódicas
de capital desde el exterior que en promedio alcanzaban los 5.400
dólares. Las remesas eran enviadas por familiares y amigos que per-
manecían en los Estados Unidos pero que eran socios o copropieta-
rios de las empresas. Durante el desarrollo del trabajo de campo para
este estudio, se descubrió un segundo mecanismo de reposición de
capital: los viajes periódicos del propietario al exterior para animar
a potenciales inversionistas. Estos viajes también eran usados por
los propietarios y gerentes para vender parte de su producción
(Guarnizo 1992, 1994).
Los propietarios de pequeñas empresas de ropa viajan con fre-
cuencia a Puerto Rico, Miami y Nueva York para vender sus mercan-

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102 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

cías. Cuando regresan, llenan sus maletas vacías con los suministros
necesarios para el negocio, como diseños textiles, tejidos y agujas.
Para el ojo no entrenado, estos viajeros internacionales parecen emi-
grantes comunes que traen regalos para sus familiares. En realidad,
están involucrados en una forma de comercio internacional informal
en crecimiento. La información necesaria para este tráfico invaria-
blemente es transmitida a través de canales de familiares y amigos
que reducen la distancia entre el lugar de origen y destino.
Una historia similar, pero con un giro cultural, es narrada por
David Kyle (1995) en su estudio sobre la comunidad indígena de
Otavalo de los altos Andes ecuatorianos. Tradicionalmente, la región
de Otavalo se ha especializado en la producción y comercialización
de prendas de vestir, desarrollando y adaptando nuevas destrezas
productivas desde el periodo colonial. Durante el último cuarto de
siglo, los miembros de la comunidad empezaron a viajar al exterior
para vender sus coloridas prendas en las principales ciudades de
Europa y Norteamérica. Al hacerlo, se apropian del valor de cambio
que en otros lugares captan los intermediarios. Tras muchos años de
viajes al exterior, han empezado a aparecer enclaves semiperma-
nentes de otavalanos en ciudades como Nueva York, París y Áms-
terdam. Su característica distintiva es que estos inmigrantes no se
ganan la vida por medio del trabajo asalariado o del autoempleo lo-
cal sino gracias a la venta de productos traídos desde Ecuador. Man-
tienen una comunicación constante con su ciudad natal para restituir
sus insumos, supervisar los telares y comprar tierras. De acuerdo con
Kyle, los otavalanos han descubierto el valor comercial de su folclore
musical, y en años recientes grupos de músicos se han presentado
cada vez más en las calles del Primer Mundo.
La venta de los coloridos ponchos y otros artículos de lana, acom-
pañada por las lastimeras notas de la quena, ha resultado bastante
lucrativa. El éxito económico de estos emigrantes indígenas se hace
evidente en su rechazo casi universal a aceptar un trabajo asalaria-
do en el extranjero y en la prosperidad de su ciudad. En este aspecto,
Otavalo resulta bien diferente de otras regiones de los Andes. Al re-
tornar, sus empresarios indígenas y emigrantes forman una gran
porción del estrato alto local, revirtiendo el tradicional dominio de
las élites blancas.
Un tercer ejemplo de transnacionalización muestra otra faceta
de este proceso, la influencia política y económica que los grupos de

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inmigrantes pueden adquirir sobre sus comunidades natales. Este


ejemplo está basado en el estudio de Robert Smith sobre la ciudad de
Ticuani, una pequeña comunidad de agricultores en la región mixteca
al sur de México. Smith narra la emoción de los miembros del Comi-
té de Agua Potable de Ticuani tras saber que el nuevo acueducto había
llegado y, con él, la solución harto esperada al problema de agua de
la población. Inmediatamente, los miembros realizaron planes para
inspeccionar los nuevos materiales y organizar su instalación. Smith
(1992, 1) comenta:
En apariencia, esto no es más que un proyecto cívico ordina-
rio... Pero cuando tenemos en cuenta otros aspectos de la esce-
na, el significado es bien diferente. El Comité y yo no estamos
parados en Ticuani, sino en una congestionada intersección de
Brooklyn... Los miembros del Comité no van simplemente a las
afueras de la ciudad para revisar el acueducto, sino que se di-
rigen al Aeropuerto JFK para tomar el vuelo vespertino hacia
la Ciudad de México, desde la cual hacen por tierra un viaje de
cinco horas a su pueblo, consultan con sus autoridades y con-
tratistas, para regresar a sus trabajos en la ciudad de Nueva
York el lunes por la tarde.
El proyecto de agua potable fue el último de una serie de obras
públicas en Ticuani iniciadas y pagadas por sus inmigrantes de Nue-
va York. Para este proyecto particular, la comunidad expatriada con-
tribuyó con más de 50.000 dólares que fueron reunidos por sus líderes
a través de donaciones de 100 dólares o menos. La obra del agua
potable también señaló el vigésimo aniversario de la exitosa culmi-
nación del primer proyecto público transnacional, y para esta oca-
sión el Comité de Nueva York dio a conocer su nuevo lema, el cual
debe ser utilizado en los futuros proyectos públicos y de correspon-
dencia. El lema dice: “Por el progreso de Ticuani: Los ausentes siem-
pre presentes, Ticuani y Nueva York” (Smith 1992, 1-2; 1995).
He proporcionado estos ejemplos para darle credibilidad a un fe-
nómeno que, cuando fue descrito inicialmente, forzaba la imagina-
ción. Muchos ejemplos similares podrían haber sido usados (ver
Basch, Schiller y Blanc 1994). El principal punto que dejan claro es
que la emigración desde países menos desarrollados es un proceso
mucho más complejo que el analizado por las teorías que postulan
un efecto mecánico de atracción de mano de obra hacia los países
desarrollados, y que sus nuevas características están invariablemente
arraigadas en el contexto social y cultural de las comunidades
inmigrantes. Cuando las empresas multinacionales derribaron las

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104 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

barreras entre los países para buscar ganancias, también abrieron


espacios que le permiten a la gente común buscar nuevos mecanis-
mos para mejorar su precaria condición y evitar el empleo sin futuro.
Los inmigrantes que se transforman en empresarios transna-
cionales, del mismo modo en que los exempleados de las zonas espe-
ciales de exportación se transformaron en comerciantes informales,
proporcionan una prueba en contra de los efectos de goteo constan-
tes. Estos trabajadores no han esperado a que sus dudosos efectos se
materialicen, sino que han enfrentado con sus recursos personales y
sociales la condición a la que han sido empujados por el neoliberalismo
y la globalización. Su experiencia puede ser resumida en la siguien-
te proposición final:
5. La búsqueda en el Tercer Mundo de mano de obra industrial ba-
rata por parte del capital no conduce a un proceso uniforme de
absorción de fuerza de trabajo. Cuanto más se organicen las con-
diciones del mercado de trabajo en contra de los trabajadores
periféricos, más movilizarán estos grupos su capital social para
buscar alternativas. La globalización económica en sí misma abre
nuevas oportunidades, de las que se apropian los inmigrantes
empresarios por medio de la utilización de sus canales. El creci-
miento del empresariado transnacional es un resultado directo
de este proceso.

CONCLUSIÓN
En este capítulo se resumen las perspectivas teóricas de la sociolo-
gía del desarrollo y se esboza la concatenación de acontecimientos en
la economía global que conducen a la resurrección y hegemonía de
una aproximación al desarrollo basada en el mercado. Esta perspecti-
va, que anima las políticas estándar aplicadas en muchos países, tie-
ne méritos considerables. Uno de ellos es el conjunto coherente de
expectativas sobre el comportamiento de los actores económicos in-
dividuales y la posibilidad de someter estas predicciones al escruti-
nio empírico. Aun así, muchos simpatizantes de estas ideas tienen la
tendencia a no tomar en cuenta las fallas de predicción, o a justifi-
carlas de manera circular. El resultado es una nueva forma de esco-
lasticismo en donde se hace que los hechos concuerden con la teoría y
no al contrario, lo que tiene serias consecuencias prácticas potenciales.
Tanto en relación con los resultados macroeconómicos como con
los efectos sobre la absorción de mano de obra y la equidad social, la

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aplicación del modelo neoliberal enfrenta una serie de contingencias


que generalmente no son interpretables con base en el marco con-
ceptual que las inspira. Estos factores alternativos van desde el ca-
rácter del aparato estatal y su relación con los diferentes sectores de
la sociedad civil, hasta el tamaño y composición de la población y la
densidad de los canales sociales entre sus sectores menos privilegia-
dos. Estas fuerzas hacen que se presenten variaciones en los resul-
tados de un paquete uniforme de políticas neoliberales aplicado en
diferentes contextos nacionales y que surjan respuestas inesperadas
por parte de los grupos más directamente afectados.
El análisis de estas fuerzas y sus efectos pertenecen al dominio
de la sociología del desarrollo. La incorporación de las innovaciones
conceptuales provenientes de teorías sociológicas más generales de
la economía debería ayudar a que este campo produzca descripcio-
nes precisas de las condiciones políticas, demográficas y sociales que
limitan la aplicación de los modelos de desarrollo y de las reacciones
probables de diferentes sectores de la población. Sin este tipo de tra-
bajo y sin su difusión dentro de los círculos de políticas públicas, es
probable que las políticas de ajuste neoliberal sigan generando “sor-
presas” y que el cumplimiento de las metas desarrollistas de creci-
miento sostenido e igualdad social siga siendo incierto.
De la misma manera, a falta de este tipo de trabajo, las ciencias
sociales no económicas seguirán estando confinadas al margen de los
debates políticos del desarrollo, donde actualmente permanecen y
donde no deberían estar. Un renovado énfasis sobre el significado
práctico de las tendencias demográficas, las estructuras sociales e
instituciones, debería proporcionar el tan necesario correctivo para
el sesgo individualista del paradigma dominante.

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CAPÍTULO 4

La sociología en el hemisferio:
Convergencias pasadas
y una nueva agenda de alcance intermedio*

E n este capítulo me propongo alcanzar dos objetivos. En primer


lugar, llamar la atención sobre la existencia de ciertos temas
comunes en la práctica sociológica en ambas partes del hemisferio
–Norteamérica, incluyendo a los Estados Unidos y Canadá, y Latinoa-
mérica, incluyendo a México–, a pesar de sus diferentes historias y
orientaciones. En segundo lugar, presentar una agenda teórica que
difiera de las grandes teorías que en el pasado han sido populares en
Latinoamérica y sobre Latinoamérica. Dicha agenda está basada en
un conjunto de teorías de alcance intermedio** que resultan prome-
tedoras para la reflexión teórica en el tema del desarrollo.
Autores como Briceño-León y Sonntag (1998), Quijano (1998) y
Garretón (1995), entre otros, recientemente han elaborado estudios
sobre el estado de la sociología latinoamericana. Me baso en ellos,
así como en estudios similares realizados en Norteamérica que in-
tentan identificar aquellos temas generales que, a pesar de las am-
plias diferencias en las tradiciones intelectuales, nos permiten hablar
de la sociología como “la misma” empresa practicada en una u otra
parte del hemisferio. Me embarco en este esfuerzo con la plena con-
ciencia de que será parcial y subjetivo, y que el conjunto de conver-

* Versión revisada de la ponencia inaugural del Congreso sobre Sociología Latinoamericana,


Universidad de Florida, 19-20 de abril de 2000. Agradezco a Charles Woods, Patricia Fernández-
Kelly y Bryan Roberts por sus comentarios.
** Aunque el término utilizado por el autor es “middle-range concepts”, a lo largo de este capí-
tulo se traduce como “teorías de alcance intermedio” para guardar unidad con la traducción
al español ya establecida en la obra de Merton. Al respecto, ver la introducción del propio
Merton a Teoría y estructuras sociales (pp. 15-20 y 283) (traducción de Florentino M. Torner).
México: Fondo de Cultura Económica, 1964. [Nota del traductor]

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114 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

gencias que serán discutidas a continuación podrán ser criticadas por


incompletas e incluso inadecuadas. De cualquier modo, presento es-
tas reflexiones con la esperanza de estimular la discusión y sortear
la brecha, en mi opinión demasiado amplia, que ha separado a los
practicantes de la disciplina en las dos Américas. El análisis de estos
temas comunes conduce naturalmente a considerar cuál puede ser
la agenda teórica más fructífera para los estudios en y sobre
Latinoamérica en el futuro.

CONVERGENCIAS
Impertinencia
Pierre Bourdieu señaló que la sociología, para ser pertinente, debe
ser impertinente. Con lo anterior se refiere al cuestionamiento no sólo
de las estructuras de poder existentes, sino también de todas las su-
posiciones cómodas de los diferentes grupos e instituciones acerca de
qué son y cuáles deberían ser sus objetivos (Wacquant 2000, 105-119).
Al contrario de la ciencia política y la economía, la sociología siem-
pre ha tenido una predilección por el cuestionamiento de los as-
pectos “superficiales” de los fenómenos sociales. La inclinación
disciplinaria común no es aceptar los pronunciamientos y los rasgos
de las organizaciones, sino buscar las razones reales y las motivacio-
nes que les subyacen.
Por tanto, mientras que un economista podría estar bastante de
acuerdo con la diferencia entre los “mercados” y las “jerarquías”
empresariales –esto es, entre transacciones impersonales y estruc-
turas formales de autoridad organizadas de manera claramente es-
calonada–, un sociólogo miraría cómo las interacciones reiteradas
“arraigan” las transacciones del mercado en redes personales y cómo
otras redes subvierten y modifican el funcionamiento de las jerar-
quías formales (Granovetter 1985, 481-510; Portes 1998a, 1-41). De
manera similar, mientras que un politólogo observaría los procesos
formales que conducen a la aprobación de una ley y asumiría que esta
última surtiría su efecto previsto, un sociólogo inmediatamente ob-
servaría el conjunto de fuerzas que afectarán la implementación de
dicha ley y que pueden generar consecuencias bien diferentes a las
inicialmente previstas (Tilly 1996, 589-601; Portes 2000a, 1-18).
La vocación por el cuestionamiento de los postulados aceptados
no surgió por casualidad, sino que tiene sus raíces en los orígenes
mismos de la disciplina. Dicha vocación está ciertamente presente

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 115

en la mirada impertinente de Marx que, indagando más allá de los


sermones piadosos en defensa de la democracia burguesa, encuentra
el “laboratorio oculto” de la producción capitalista (Portes 2000a)1.
De manera diferente, también está presente en Durkheim cuando
señala cómo las acciones y eventos que parecen estar guiados por
motivaciones trascendentales reflejan de hecho la actuación de fuer-
zas sociales más profundas. Así, las instituciones religiosas que apa-
rentemente buscan la salvación de los fieles en el otro mundo, de hecho
existen para cumplir funciones latentes, no reconocidas, de solidaridad
grupal y reafirmación normativa (Durkheim 1961, 1964; Collins 1994).
La impertinencia sociológica no supone una posición negativa o
desdeñosa ante las instituciones o procesos objeto de estudio, sino
un esfuerzo para ir más allá de sus manifestaciones superficiales. Max
Weber siempre tuvo respeto por las religiones del mundo y, al mismo
tiempo, investigó ampliamente sus profundos y no intencionados efec-
tos sobre el comportamiento económico (Weber 1963, 1985; Bendix
1962). Esta orientación común de la disciplina se aplica no sólo a los
fenómenos exteriores sino a sí misma, pues la sociología es también
una institución social. A diferencia de la economía neoclásica orto-
doxa que tiende a aceptar sin cuestionamientos su propio paradig-
ma teórico e incluso a identificarlo con la realidad misma, la sociología
es propensa a cuestionar su propia sabiduría y se pregunta, por ejem-
plo, en qué medida las teorías dominantes reflejan intereses econó-
micos ocultos o biografías personales.
Esta vocación de impertinencia de la disciplina es ilustrada por
uno de los grandes triunfos de la sociología latinoamericana. Enfren-
tados con una sabiduría recibida desde el Norte que identificaba el
progreso nacional con la adopción masiva de los valores y prácticas
occidentales, los sociólogos latinoamericanos procedieron a remover
los cimientos de la “teoría de la modernización”, exponiendo sus sesgos
ocultos y proponiendo un marco causal alternativo. Este marco sos-
tuvo que la penetración de las instituciones y valores occidentales
en el Tercer Mundo no era una precondición para el desarrollo, sino
con frecuencia una causa de su estancamiento, al introducir distor-
siones y contradicciones en la estructura de estas sociedades. El
mensaje de la modernización difundido por instituciones como la
Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (Usaid)

1 La referencia original al “laboratorio secreto” del capitalismo proviene del primer volumen de
El Capital. Ver Karl Marx (1967, 176).

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116 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

fue literalmente detenido por esta contraofensiva teórica lanzada


desde el Sur. La aproximación de la teoría de la dependencia que
resultó de este esfuerzo inspiró a dos décadas de sociología latinoa-
mericana y tuvo un impacto significativo en la disciplina en el mun-
do (Cardoso y Faletto 1979; Jaguaribe, Ferrer, Wionczek y Dos Santos
1970; Quijano 1998; Portes y Kincaid 1989).

Marginalidad
Junto con la predilección por el cuestionamiento de las ideas y es-
tructuras dominantes se encuentra el hecho de que la sociología
mundial tiende a habitar un terreno alejado de los centros de poder.
Las burocracias políticas y económicas dominantes se sienten incó-
modas con esta indagación despiadada sobre sus verdades acepta-
das y, por esta razón, relegan la investigación sociológica a una
posición marginal, cuando no la suprimen por completo. La sociolo-
gía ha sufrido este destino a manos de regímenes autoritarios de iz-
quierda y derecha. Como nos lo recuerda Marcia Rivera, una de las
primeras decisiones de las autoridades universitarias chilenas bajo
el general Pinochet fue suprimir la carrera de sociología y declarar
la economía como la única ciencia social “verdadera” (Rivera 1998).
Algo semejante sucedió en Cuba, donde la sociología fue eliminada
del currículo universitario durante veinte años, para ser reemplaza-
da por clases de maxismo-leninismo (Portes 1998b).
Debido a que la sociología es practicada no sólo lejos, sino a me-
nudo en contra de los centros de poder, necesita un medio ambiente
político democrático para funcionar adecuadamente. En este senti-
do, la disciplina no sólo es hija de la Ilustración, sino que depende
estrechamente de la institucionalización de los derechos civiles que
este movimiento intelectual presentó originalmente. Existe una co-
rrelación casi perfecta entre la democracia política y el crecimiento
de la sociología. Bajo regímenes autoritarios, la disciplina languide-
ce y su producción se hace profundamente pobre cuando se ajusta a
las directrices oficiales o se ubica expresamente en su contra. Las
sociologías argentina, brasilera y chilena durante los regímenes mi-
litares de la década de los setenta proporcionan ejemplos bien cono-
cidos. La sociología cubana proporciona otro ejemplo diciente y todavía
en marcha.
La marginalidad frente al poder tiene dos importantes corolarios.
En primer lugar, produce un apoyo precario para la investigación
sociológica. A diferencia de la economía, ungida por el poder como la

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 117

“verdadera” ciencia social, la sociología rara vez tiene una fuerte in-
fluencia en los círculos gubernamentales y debe o bien competir con
las ciencias “duras” por los fondos asignados por el gobierno nacio-
nal para el apoyo científico general, o bien depender de las donaciones
filantrópicas privadas. Afortunadamente para la sociología norteame-
ricana, el tamaño de los presupuestos de la Fundación para las Cien-
cias de los Estados Unidos (U.S. National Science Foundation) y de
las agencias oficiales relacionadas es enorme y los recursos disponi-
bles en fundaciones privadas son similares, lo que permite la finan-
ciación de una empresa de investigación vasta y diversificada.
En Latinoamérica la situación es mucho más precaria, debido a
que los montos asignados por el gobierno a la investigación científica
suelen ser ínfimos y a que las asociaciones filantrópicas nacionales
comúnmente están orientadas hacia la “caridad” tradicional y no a
los emprendimientos científicos. Bajo estas condiciones, la investi-
gación sociológica a gran escala o no existe o es realizada gracias a
fuentes externas de financiación. De hecho, la cooperación interna-
cional en gran medida fue la responsable de la supervivencia de la
disciplina durante los largos años de la dictadura militar en los paí-
ses del Cono Sur y Centroamérica. El retiro de este apoyo –cuando
los donantes internacionales asumieron que los gobiernos democrá-
ticos recién establecidos se harían cargo de la harto olvidada finan-
ciación– explica, de acuerdo con Rivera (1998), la crisis actual de
muchos centros de ciencias sociales de la región.
La segunda consecuencia de la marginalidad de la sociología ha
sido su orientación hacia la pobreza y la desigualdad como los tópi-
cos de investigación privilegiados. Nuestro famoso colega Fernando
H. Cardoso alguna vez señaló que los intelectuales en Latinoamérica
son las voces de aquellos que no puedan hablar por sí mismos. En
verdad, gran parte de los estudios sociológicos de la región durante
el último siglo han intentado documentar los orígenes de la desigual-
dad, las consecuencias para sus víctimas y los mecanismos sociales y
políticos que hacen que permanezca. Con más consistencia que la
Iglesia Católica, que acuñó el término, la sociología latinoamericana
ha ejercido su “opción por los pobres” y ha documentado las vastas
injusticias sociales en la región y defendido modelos de desarrollo que
podrían reducirlas (Quijano 1998).
Aunque la sociología norteamericana ha sido menos resuelta en
esta búsqueda, también existe una fuerte tendencia igualitaria en
ella, que está acompañada por un amplio componente investigativo

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118 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

concentrado en el análisis de la desigualdad y sus consecuencias.


Teniendo en cuenta las características de una nación rica, la sociolo-
gía estadounidense no se ha concentrado en documentar la pobreza
generalizada, sino aquellas desigualdades persistentes definidas por
el género, la etnicidad y, sobre todo, la raza, que segregan a ciertos
grupos en lo más bajo de la sociedad, de manera similar a lo que su-
cede en los sistemas de castas2. Por este motivo, la raza (y no las cla-
ses sociales) ha sido el tema dominante en la investigación sociológica
de la desigualdad en los Estados Unidos.
A pesar de las diferencias, el énfasis común en el destino de los
oprimidos por parte de los sociólogos de distintas zonas no surgió por
casualidad. Como la impertinencia y marginalidad de la disciplina,
los orígenes de esta orientación se remontan hasta el siglo XIX. Aquí
resulta útil una comparación con la economía. Como lo señala Heil-
bronner, la economía clásica no surgió como una teoría científica, sino
como una defensa polémica de las clases comerciantes. Smith y es-
pecialmente Malthus y Ricardo actuaron como los voceros intelectua-
les de los intereses de la naciente burguesía industrial. El suyo fue
un discurso desde el poder y, desde esa perspectiva, los pobres eran
esencialmente un problema: si les elevas sus salarios, se multiplica-
rán y crearán problemas de escasez de tierras y disminuirán las ga-
nancias; si les proporcionas un bienestar “excesivo,” no trabajarán,
lo que disminuirá los incentivos para nuevas inversiones de capital
(Heilbronner 2000).
La economía moderna ha abandonado estas suposiciones, pero ha
mantenido su orientación general. A su marco teórico le resulta difí-
cil incluir una preocupación por los pobres o por la implementación
de políticas para reducir la desigualdad, pues estas últimas se pue-
den convertir en un estorbo para la competencia en el mercado. Una
teoría que consagra al mercado competitivo y que critica cualquier
intento de reducir los productores ineficientes necesariamente está
inclinada a mirar con sospecha los programas de bienestar o cual-
quier otro intento de rescatar a los “perdedores”.
Por el contrario, la preocupación de la sociología por la desigual-
dad y por las condiciones de los oprimidos se remonta a los estudios
empíricos de Quetelet y al énfasis teórico de Marx y Weber en las
dinámicas de clases, estatus y poder (Collins 1994, Bendix 1962,

2 Ver el volumen sobre estratificación social editado por David B. Grusky (2001), posiblemente
hoy la colección más completa de la sociología en los Estados Unidos.

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 119

Heilbronner 2000). La manera en que Marx sacudió las bases de la


economía neoclásica, con Ricardo a su cabeza, es bien conocida y no
necesita una explicación adicional. No obstante, vale la pena recor-
dar que la sociología de Weber se basó en dos temas fundamentales:
las formas en las que los distintos recursos del mercado condicionan
las diferencias de clases en la sociedad y los medios a través de los
cuales el poder de las clases dominantes se hace legítimo. Las fuer-
zas que mantenían a las víctimas del mercado en su posición y que
hacían que éstas se conformasen con su propia explotación dan for-
ma al núcleo de la sociología política de Weber y, en particular, a su
análisis de las fuentes de la autoridad (Weber 1947).
Esta orientación atravesó el Atlántico e inspiró los primeros es-
tudios empíricos de la sociología norteamericana. Tras abandonar el
evolucionismo spenceriano, la Escuela de Chicago liderada por Robert
Park y Ernest Burgess se embarcó en una serie de trabajos de campo
acerca de la metrópoli industrial y de las minorías étnicas e inmi-
grantes que se encontraban en ella. Esta escuela produjo una serie
de estudios como Street Corner Society y The Social Order of the Slum,
que han tenido una influencia perdurable en la disciplina (White 1943,
Suttles 1968).
En Latinoamérica, la sociología a comienzos del siglo XX se inició
bajo una fuerte influencia francesa, particularmente de Comte y
Durkheim. La sociología era enseñada principalmente en las facul-
tades de Derecho y no contaba con un referente empírico. Sin embar-
go, tan pronto como la sociología latinoamericana abandonó los
protegidos confines de la universidad para volcarse al estudio de la
realidad que la rodeaba, la injusticia social se convirtió en el tema
por excelencia. Briceño-León y Sonntag (1998, 12) resumen conmo-
vedoramente esta vocación de la disciplina en la región:
...la sociología experimenta una importante metamorfosis en-
tre nosotros: su norte no es el equilibrio sino el cambio... La so-
ciología se presenta como un asombro ante la pobreza y demás
desigualdades e inequidades, pero lo hace con un compromiso
como resultado de una forma de expresar la ira, la rebeldía o
el malestar ante las grandes desigualdades y el dolor del otro.

Apertura
Un tercer rasgo común digno de atención es la apertura de la sociolo-
gía a las influencias externas y su disposición para incorporarlas. Lo
anterior se ve reflejado en la popularidad y en la aceptación de la

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120 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

noción de “interdisciplinariedad” entre los sociólogos de todas par-


tes, lo que indica su disposición para establecer relaciones de coope-
ración entre los distintos campos. En muchos países, a menudo resulta
difícil decir cuál es la diferencia entre un sociólogo, un politólogo y
un antropólogo social. Este desvanecimiento de las líneas disciplina-
rias no sólo es algo que sucede, sino que a menudo es bienvenido como
un signo de una empresa científica común.
En los Estados Unidos la sociología conserva un perfil distintivo,
pero incluso allí los llamados para la teoría e investigación inter-
disciplinarias por lo general son bienvenidos. Immanuel Wallerstein
ha llegado incluso a proponer una ciencia social unificada que rom-
pería, de una vez por todas, las barreras que separan la sociología de
la historia, la ciencia política y la economía (Wallerstein 1995). Esta
orientación complementa las otras dos características de la discipli-
na que he descrito: formamos parte de una empresa intelectual que
le habla al poder desde una posición crítica, que insistentemente
cuestiona las manifestaciones superficiales de las cosas y que en sí
misma está abierta a la crítica e influencia externas. Como dice
Wallerstein:
...El llamado que parece hacerse no se dirige tanto a intentar
transformar las fronteras organizacionales, sino más bien a
ampliar la organización de la actividad intelectual sin prestar
atención a los límites disciplinarios actuales. Después de todo,
tener una perspectiva histórica no es la tarea exclusiva de las
personas llamadas historiadores. Es una obligación de todos
los científicos sociales. Tener una perspectiva sociológica no es
la tarea exclusiva de las personas llamadas sociólogos. Es una
obligación de todos los científicos sociales. (Wallerstein 1995, 104)
En las facultades de sociología no es inusual encontrar individuos
formados en otras disciplinas –antropología, historia, incluso econo-
mía– que han buscado refugio dentro de los confines de la más hospi-
talaria de las ciencias sociales. Todavía más común es la presencia
en esas facultades de sociólogos con muchas orientaciones diferen-
tes –funcionalistas, marxistas y neomarxistas, weberianos y positi-
vistas– que son capaces de coexistir sin que ninguno de ellos cuestione
sus credenciales como miembros bona fide de la disciplina.
Ciertamente existen razones para celebrar la apertura y hospi-
talidad de la sociología, pero quisiera finalizar esta sección desde otro
punto de vista. A pesar de la simpatía que despierta el término
“interdisciplinario” y al contrario del llamado de Wallerstein a elimi-

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 121

nar todas las distinciones entre las ciencias sociales, creo que es va-
lioso reafirmar el núcleo disciplinario de la sociología. La herencia
intelectual recibida de los fundadores de la disciplina es una pers-
pectiva distinta sobre los fenómenos sociales. La perspectiva no es ni
más comprehensiva ni mejor que la de otras disciplinas, simplemen-
te es diferente. Su contribución radica en que presenta los eventos
sociales desde una óptica distinta y, al hacerlo, explica elementos cla-
ves que desde otra perspectiva podrían haber sido oscurecidos.
En consecuencia, cuando las teorías dominantes en la economía
y, de manera creciente, en la ciencia política afirman la primacía de
las preferencias individuales, la sociología afirma la primacía del con-
texto social y de las relaciones sociales. Mientras estas disciplinas
hermanas intentan explicar los eventos en la sociedad como el resul-
tado de un comportamiento racional con arreglo a medios y fines, la
sociología se concentra en las consecuencias involuntarias de dicha
acción intencionada debido a los efectos de las redes sociales y las
grandes estructuras. Mientras que la economía asume que el “mer-
cado” es una realidad axiomática, la sociología lo examina como una
institución construida, concentrándose en las estructuras normati-
vas y de autoridad que lo sostienen. Mientras que la ciencia política
toma las jerarquías formales de poder dentro de grandes institucio-
nes como algo dado, la sociología se concentra en las jerarquías in-
formales de estatus e influencia que emergen dentro de ellas y que
con frecuencia subvierten la autoridad formal (Granovetter 1992,
Hirsch et al. 1990, Portes 1998a).
La perspectiva de la sociología se centra en la dialéctica de la vida
social, concentrándose en sus interacciones y consecuencias invo-
luntarias (Portes 2000a). Creo que es importante defender el valor
de esta perspectiva y la importancia de las contribuciones que puede
hacer. Basados en ella, los sociólogos pueden formular explicaciones
y predicciones sobre los fenómenos sociales que son originales y dife-
rentes de aquéllas que surgen desde otras ópticas. No puede existir
una empresa interdisciplinaria viable si no existe primero una pers-
pectiva disciplinaria clara y bien delineada. La sociología cuenta con
la suya y debe usarla.

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122 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

LA CUESTIÓN DE LA TEORÍA
Las grandes narrativas

En ambas partes del hemisferio, y posiblemente en el mundo entero,


resulta común oír a los sociólogos lamentar “la crisis de los paradig-
mas”. Por lo anterior entienden la rápida pérdida de aceptación de
las grandes teorías capaces de proporcionar interpretaciones
comprehensivas de los fenómenos sociales (Garretón 1995, Barrios y
Brunner 1998, Rivera 1998, Portes y Kincaid 1989). En sus respecti-
vas épocas, tanto el funcionalismo estructuralista norteamericano
como el estructuralismo marxista y neomarxista europeo proporciona-
ron tales marcos teóricos generales. En Latinoamérica, la perspectiva
de la dependencia, desde su transformación de posición original críti-
ca a una interpretación histórica general, cumplió un papel similar.
La “crisis de paradigmas” es lamentada porque dejó a la discipli-
na desprovista de orientación. Al carecer de una narrativa general,
la investigación sociológica es representada como una empresa
atomizada, capaz sólo de captar un cúmulo de hechos sin sentido. Esto
lleva a una búsqueda para recobrar o descubrir el siguiente marco
teórico global que pudiera unificar y dar coherencia a toda la empre-
sa. Creo que dichas quejas están equivocadas y son innecesarias.
Aunque es cierto que existe una “crisis de paradigmas”, entendida
como la caída en desgracia de las grandes teorías, su desmonte no
hace retroceder la sociología sino que de hecho la impulsa. A pesar
de su engañoso atractivo, estos amplios marcos interpretativos re-
tardan el progreso científico por tres razones.
La primera razón es que las grandes teorías reemplazan una ló-
gica empírica/inductiva por una teórica/deductiva. Armado con esta
grandiosa espada, el gran teórico puede atacar cualquier problema
sin albergar ninguna duda. No importa cuál sea su naturaleza –des-
de la inmigración del campo a la ciudad en el Tercer Mundo, pasando
por las persistentes desigualdades raciales en el Primer Mundo, hasta
el surgimiento de las empresas multinacionales alrededor del mun-
do–, la espada es lo suficientemente poderosa como para cortarlos
todos por igual. Todo lo que se necesita es un poco de información
para reinterpretar el problema y situarlo con toda seguridad dentro
de los bastiones de la teoría. En los Estados Unidos, el funcionalismo
estructuralista produjo relativamente muy poca investigación empí-

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 123

rica porque se pensaba que esta teoría era lo suficientemente amplia


como para explicar casi cualquier fenómeno social3.
El segundo inconveniente de las grandes teorías es la desproble-
matización del mundo. Debido a que, desde esta perspectiva, los fe-
nómenos sociales pueden ser fácilmente explicados deductivamente,
existe muy poca necesidad de hacer estudios empíricos. Protegido con
este grandioso escudo, el gran teórico puede repeler exitosamente
cualquier ataque del mundo empírico, ya sea ignorándolo o forzán-
dolo a entrar dentro de las categorías preexistentes. Esta tendencia
universal de todas las grandes teorías hizo que fueran constantemente
sorprendidas por los acontecimientos en el mundo real. De acuerdo
con José Joaquín Brunner, esto fue justo lo que le sucedió a la socio-
logía en Chile durante el periodo de hegemonía marxista:
A partir de 1970, el sociólogo se convierte en un ideólogo por
medio de la utilización de un nuevo paradigma (el marxismo)
que le permite romper con la sociología “académica” sin aban-
donar la pretensión de verdad... Las jerarquías académicas
ahora son determinadas por el reconocimiento político... Así, la
interpretación y aplicación de la teoría marxista se convirtió
en el objeto central del trabajo sociológico, dotándolo de un
sentido exegético y del ritualismo arcano propio de todas las
hermenéuticas textuales. (Brunner 1988, 238-239)
En tercer lugar, las teorías generales llevan a la reificación de los
conceptos. Debido a su carácter globalizante, las grandes teorías
adquieren vida propia allí donde los conceptos no encajan con la rea-
lidad. La “competencia de mercado”, los “costos de transacción”, el
“equilibrio social”, la “introspección normativa”, el “valor agregado”,
la “lucha de clases” –para tomar sólo una muestra de conceptos– dejan
de representar construcciones mentales creadas con el fin de inter-
pretar los fenómenos sociales y pasan a ocupar el lugar de estos últi-
mos (Nagel 1961)4. Anticipándose en casi 70 años al panorama sombrío
dibujado por Brunner para Chile, Max Weber decía lo siguiente acerca
del paradigma marxista en su Ensayos sobre metodología sociológica:
La significación heurística eminente, y hasta única, de estos
tipos ideales cuando se les emplea para la comparación de la

3 Ver también la crítica mordaz de C. Wright Mills (1959) a esta tradición. Para un intento igual-
mente famoso de defender el funcionalismo estructuralista como paradigma viable para la
investigación sociológica, ver Robert K. Merton (1949).
4 Para un análisis del problema de la reificación en relación con la teoría clásica, ver Portes
(2000b).

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124 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

realidad respecto de ellos, y su peligrosidad en cuanto se los


representa como “fuerzas operantes”, “tendencias”, etc., que
valen empíricamente o que son reales (esto es, en verdad, me-
tafísicas), he aquí cosas que conoce quien haya laborado con los
conceptos marxistas. (Weber [1904] 1959, 92)
Los paradigmas en tanto grandes narrativas están en camino de
desaparecer. La sociología tiene su propio paradigma, que consiste
apenas en unos cuantos principios axiomáticos: la autonomía de los
fenómenos sociales frente a sus manifestaciones individuales, la
importancia de las normas sociales y los valores para la orientación
de la acción humana, la construcción social de las instituciones, la
durabilidad y fuerza constrictiva de las estructuras de poder, el arrai-
go de las iniciativas personales y colectivas en un contexto de rela-
ciones sociales. Más allá de estos postulados, todo es objeto de
problematización y de investigación. El papel adecuado de la teoría
dentro del paradigma sociológico es servir de guía para las investi-
gaciones. En lugar de asfixiar los resultados de las investigaciones,
las teorías deben ser modificadas a partir de ellos.

Las contribuciones latinoamericanas


a las teorías de alcance intermedio
La alternativa a una “gran teoría” no es dejar de hacer teoría, sino
formular teorías que tengan un nivel suficiente de abstracción como
para organizar y guiar la investigación empírica al tiempo que sigan
siendo lo suficientemente concretas como para ser modificables e
incluso falseables por la investigación. La aspiración desacertada de
muchos teóricos es alcanzar un nivel de generalidad lo suficientemen-
te alto como para que sus pronunciamientos eludan la confrontación
con los hechos, adquiriendo la falsa apariencia de la propia realidad.
El resultado de lo anterior son los tratados exegéticos y las herme-
néuticas textuales a las que se refería Brunner.
Una característica clave de una buena teoría es precisamente que
sea falseable. En sus Ensayos sobre metodología sociológica, Weber
llama “tipos ideales” a estos conceptos necesarios y explica con
detenimiento su origen inductivo, naturaleza heurística y sus múlti-
ples usos como guías para la investigación científica (Weber [1904]
1959). A mediados del siglo XX, Robert Merton volvió al mismo tema,
refiriéndose a este nivel de teorización como de “alcance intermedio”
(Merton [1949] 1968). Una mala interpretación común del argumen-
to de Merton es considerar que las teorías de alcance intermedio son

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 125

proposiciones que se limitan a fenómenos o instituciones sociales muy


específicas –los movimientos políticos, la criminalidad, las escuelas
o las empresas–. Esta interpretación es incorrecta. El alcance inter-
medio no se refiere al tema específico al que es aplicado la teoría sino
a su nivel de abstracción relativo: se trata de un punto medio entre
las leyes omnicomprensivas y las generalizaciones empíricas concre-
tas. Así, la propia teoría de Merton de las “expectativas de duración
socialmente compartidas”, acuñada para denotar la temporalidad
normativa de los eventos sociales, es empíricamente medible y apli-
cable en múltiples escenarios (Merton 1984). Aquellos que despre-
cian las teorías de alcance intermedio y las califican de limitadas o
mediocres cometen un grave error, porque es a este nivel que la teoría
genera conocimiento y es una guía para las investigaciones futuras.
A pesar de su propensión a las grandes narrativas, la sociología
latinoamericana ha contribuido a las teorías de alcance intermedio.
Como lo señala González Casanova (1998), la teoría de la margina-
lidad, introducida por Gino Germani en la Universidad de Buenos
Aires, esclareció ciertas características de la pobreza en la región y
sus dinámicas particulares. La teoría era lo suficientemente abstracta
como para abarcar una gran cantidad de información empírica, pero
lo suficientemente precisa para ser medible y sujeta a modificación,
tal y como sucedió en muchos estudios detallados en Argentina, Bra-
sil, Chile y otros países (Nun 1969, Desal 1969).
En la misma categoría se encuentra la teoría del colonialismo
interno que debe mucho a varios sociólogos latinoamericanos, inclu-
yendo a González Casanova. Los estudios en países con una alta pre-
sencia indígena fueron terrenos fértiles para el surgimiento de dicha
teoría, en la medida en que se caracterizaban por una profunda seg-
mentación de esta población mayoritariamente rural en relación con
la población dominante urbana de origen europeo. La brecha superó
en distintas formas las diferencias normalmente asociadas con las
clases sociales en sociedades industrializadas: la población indígena
colonizada ni experimentaba una movilidad ascendente entre gene-
raciones ni era considerada por los grupos dominantes como parte
de la “misma” sociedad (González Casanova 1969, Stavenhagen 1965,
Roberts 1978). La condición servil de estas colonias internas jugó un
papel clave para la consolidación de sociedades altamente desigua-
les en la región.
La tercera de estas teorías es la tipología “centro-periferia”, de-
sarrollada originalmente por Raúl Prebisch (1950, 1964, 1986). Tal y

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126 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

como lo utilizó el economista argentino, el “centro-periferia” no era


un deus ex machina que podía explicar todo lo que iba mal en Lati-
noamérica, sino un medio para demostrar las diferencias sistemáti-
cas en la organización del capitalismo y en los mecanismos para la
apropiación de la plusvalía en el mundo industrializado y en los paí-
ses periféricos. Así, mientras que en el centro las ganancias produc-
tivas eran parcialmente convertidas en salarios altos, en la periferia
se convertían principalmente en utilidades empresariales adiciona-
les. Y mientras las manufacturas de exportación del Primer Mundo
gozaban de una demanda elástica continua, las exportaciones agrí-
colas del Tercer Mundo enfrentaban una inelasticidad creciente, lo
que generaba perennes desbalances comerciales (Prebisch 1986, Por-
tes y Walton 1981).
Las teorías que las ciencias sociales latinoamericanas introduje-
ron, desarrollaron o popularizaron tienen en común un énfasis en la
condición de subdesarrollo y sus distintas manifestaciones en la re-
gión. La teoría de la marginalidad se concentró principalmente en
los pobres urbanos, definidos como una población económicamente
redundante; la teoría del colonialismo interno cumplió un papel si-
milar frente a los indígenas pobres de las zonas rurales, definidos
como una subclase permanentemente explotada que crea ganancias
para los terratenientes nacionales y extranjeros. Finalmente, la
tipología del “centro-periferia” tomó a la región como un modelo, con-
centrándose en su inserción particular y económicamente subordi-
nada en la economía global. El énfasis en el diagnóstico de los males
del subdesarrollo fue compartido por la gran teoría que dominó la
sociología latinoamericana a finales del siglo XX, la teoría de la de-
pendencia (Dos Santos 1970, 180).

MIRANDO HACIA DELANTE:


UNA AGENDA CONCEPTUAL
Uno de los problemas de una ciencia social aprisionada en grandes
teorías es su tendencia a presentar proyectos futuros demasiado ge-
neralizados que a menudo se van a pique en su etapa de implemen-
tación. Así, las versiones más radicales de la teoría de la dependencia
concluyeron que la única solución para el subdesarrollo era la revo-
lución popular y la autarquía económica. Semejantes intentos de
retirarse de la economía mundial produjeron muchas consecuencias
trágicas y no condujeron, en ningún ejemplo conocido, a sus fines

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 127

declarados. Más recientemente, los seguidores de una ideología opues-


ta, la economía neoclásica, han impulsado la liberalización del mer-
cado y el desmonte de la presencia estatal en la economía como
fórmulas mágicas que llevarían a un crecimiento sostenido y al ple-
no empleo. El capítulo 2 de este libro y otros estudios (Filgueira 1996,
Sunkel 2001, Portes 1997) documentan ampliamente los resultados
de dichas políticas y su tendencia a incrementar la desigualdad so-
cial y a degradar las condiciones de las clases trabajadoras.
Siempre hay un atisbo de verdad en toda gran narrativa. El pro-
blema con las fórmulas demasiado generales que proponen es que
carecen de una verdadera perspectiva sociológica. El contexto juega
un papel importante, y políticas idénticas pueden tener éxito o fra-
casar dependiendo de las estructuras sociales en las que sean inser-
tadas. En lugar de esta aproximación fallida, deberíamos considerar
la aplicación de muchas teorías de alcance intermedio recientemen-
te introducidas en la sociología económica y en la sociología del desa-
rrollo que cuentan con el potencial para dar nuevo vigor a la disciplina
y proporcionar herramientas para diseñar programas de desarrollo
efectivos. Estas teorías no forman un único marco, sino que deberían
ser concebidas como una “caja de herramientas” de tipos ideales úti-
les. Esta aproximación pragmática a la teorización parece ser prefe-
rible, por las razones que ya hemos visto, a los paradigmas generales
del pasado.

El capital social/cultural
Como se explica en mayor detalle en el capítulo 5, los conceptos ge-
melos de capital social y cultural, introducidos por el sociólogo fran-
cés Pierre Bourdieu, llaman la atención sobre los recursos con que
cuentan los individuos y las comunidades en virtud de sus lazos so-
ciales, y sobre el carácter intercambiable de estos recursos con el
capital monetario. Los actores que cuentan con redes sociales exten-
sas y diversificadas y que han aprendido los modos “adecuados” pue-
den movilizar recursos económicos mucho más fácilmente que otras
personas en los mismos círculos. Las comunidades que están dota-
das de lazos densos de reciprocidad y solidaridad pueden reservar
recursos para poner en marcha emprendimientos comerciales viables,
lo que conduce al crecimiento sostenido (Bourdieu 1980, 1985).
El valor heurístico de estos conceptos llevó a su popularización
por parte de académicos mucho menos cuidadosos que Bourdieu y a

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128 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

su transformación en una explicación fácil para los temas más


disímiles. Así, el politólogo Robert Putnam adquirió notoriedad al
atribuir a la ausencia de capital social resultados tan variados como
el fracaso de la democracia en los países de Europa del Este, la po-
breza y violencia de los guetos urbanos de los Estados Unidos y el
estancamiento económico de las ciudades del sur de Italia. Dichas
explicaciones tienden a ser tautológicas porque infieren la presencia
o ausencia del capital social de los propios resultados que le son atri-
buidos. En consecuencia, si una ciudad o nación es próspera y está
bien gobernada, es porque tiene capital social; si se está en presen-
cia del caso opuesto, entonces es obvio que se carece de este recurso
(Putnam 1993).
En este grado de abstracción, el capital social es un sinónimo de
“espíritu cívico” y no es un concepto muy útil. Resultan más útiles
las aplicaciones de esta teoría a comunidades delimitadas, como los
pueblos o los barrios. Esto se debe a que, en este grado de abstrac-
ción, la densidad relativa de las redes sociales dentro de las comuni-
dades objeto de estudio puede ser medida y el origen histórico de su
solidaridad interna, así como la presencia o ausencia de confianza
interpersonal pueden rastrearse.
El capital social en las comunidades puede ser definido como los
recursos para ellas disponibles en virtud de la existencia de redes
sociales y estructuras sociales más amplias de las que forman parte
sus miembros. El capital social comunitario tiene dos manifestacio-
nes principales y observables: la solidaridad delimitada es el nivel
de lealtad manifestado por los miembros entre sí, es una especie de
“sentimiento común” que genera un comportamiento de apoyo mu-
tuo en las relaciones con el mundo exterior; la confianza exigible es
la seguridad de que las obligaciones individuales serán respetadas,
gracias al poder sancionador de la comunidad. En comunidades que
cuentan con niveles altos de capital social, hay muy poca necesidad
de recurrir a contratos formales o abogados, pues la amenaza del
ostracismo u otras sanciones sociales actúan como garantes del com-
portamiento normativo (Portes y Sensenbrenner 1993, Portes 1995).
El capital cultural puede ser definido como el repertorio de cono-
cimiento del que disponen comunidades específicas para adaptarse
a su medioambiente físico y social y para alcanzar sus metas. Éste
crece a partir de una historia compartida y es transmitido por medio
del proceso de socialización. El capital cultural incluye la educación

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 129

formal y una amplia gama de destrezas informales prácticas y socia-


les transmitidas de generación en generación (Bourdieu 1985). Aun-
que menos teorizado que el capital social y hasta ahora menos
utilizado en las investigaciones empíricas, el capital cultural también
es medible y susceptible de ser incluido en hipótesis relacionadas con
la receptividad a las innovaciones y con la viabilidad de las iniciati-
vas de desarrollo comunitario. Estudios más recientes han indagado
sobre “el lado malo” de este fenómeno y sus posibles consecuencias
negativas. Por ejemplo, niveles altos de capital social en un grupo
particular pueden facilitar su acceso a recursos privilegiados, exclu-
yendo al mismo tiempo a los demás grupos. La existencia en una
comunidad de confianza exigible requiere niveles altos de supervi-
sión mutua que pueden sofocar la iniciativa individual y la libertad.
Las orientaciones culturales y las “formas de hacer las cosas” de un
grupo particular transmitidas intergeneracionalmente pueden resul-
tar inútiles de cara a las innovaciones tecnológicas y crear barreras
para una adaptación exitosa a ellas (Portes y Landolt 1996, Portes
1998c). Así, al igual que otros procesos sociales, la presencia de capi-
tal cultural puede generar tanto beneficios como costos latentes y
producir consecuencias divergentes para actores situados en posicio-
nes diferentes. La figura 1 resume gráficamente estas dinámicas.

Figura 1
Capital social, capital cultural y desarrollo comunitario
Orígenes históricos que generan con una serie de
consecuencias que
incluyen:

Tradiciones empresariales/ Capital social Positivo:


artesanales; movilización ➤ • Solidaridad vinculada • Apoyo mutuo en
política pasada • Confianza exigible actividades
• Proyectos económicos y
de infraestructura viables
• Articulación política
efectiva de exigencias

Orígenes étnicos comunes; Capital cultural Negativo:


resistencia al colonialismo • Educación formal • Exclusión de los

• Repertorio de extraños
destrezas informales • Restricciones a la
libertad individual
• Resistencia a las
innovaciones culturales/
tecnológicas

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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130 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Estos conceptos gemelos suministran un punto de partida útil


para el análisis del cambio social en el nivel de la vida comunitaria y
para una agenda de investigación diversificada sobre sus orígenes y
efectos. En Centroamérica, Pérez-Sainz ha hecho estudios pioneros
sobre la introducción teórica y aplicación empírica del capital social.
Sus estudios sobre este fenómeno y sus efectos en varios pueblos y
comunidades de Costa Rica y Guatemala representan una alternati-
va que vale la pena seguir (Pérez-Sainz 1994, 1996). Aunque menos
utilizado hasta ahora, el capital cultural también resulta promete-
dor para el estudio de las hasta ahora inexploradas diferencias entre
las clases sociales, las instituciones y las comunidades locales.

Las cadenas globales de mercancías


Una cadena de mercancías es definida como la variedad de actividades
requeridas para el diseño, producción y mercadeo de un producto. De
manera creciente, las cadenas de mercancías se han globalizado, no
sólo en el mercadeo del producto final, sino también en su produc-
ción y diseño. Las cadenas de mercancías son importantes porque
representan el “funcionamiento interno” del desarrollo económico.
Mientras que las grandes teorías y los expertos en política pueden
parecer muy elocuentes cuando hablan sobre los méritos relativos de
diferentes modelos de desarrollo, lo que en verdad determina los cam-
bios de un país en materia de crecimiento económico y absorción la-
boral es la forma como está organizado su aparato de producción y
como se inserta en los círculos globales de comercio 5.
Gary Gereffi y sus colaboradores han llevado a cabo un amplio
programa de investigación basado en esta teoría de alcance interme-
dio, vinculándolo tanto con las políticas de sustitución de importa-
ciones como con aquellas orientadas hacia la exportación en Asia y
Latinoamérica. Su investigación los ha llevado a muchas conclusio-
nes importantes. De acuerdo con ellos, los países en proceso de in-
dustrialización de Asia y Latinoamérica no se diferenciaron mucho
entre sí en la adopción de las políticas de sustitución de importacio-
nes diseñadas para proteger a los productores domésticos, a las que
siguió un giro hacia la promoción de las exportaciones. Mientras que
el factor tiempo puede haber sido diferente, la evolución de los mo-
delos de política económica fue la misma. La verdadera diferencia

5 Ver la colección editada por Gary Gereffi y Miguel Korzeniewicz (1994).

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 131

significativa fue el carácter de las cadenas de mercancías implanta-


das en cada región (Gereffi y Korzeniewicz 1994, Gereffi 1989).
Gereffi formula una distinción clave entre las cadenas “impulsa-
das por el productor” y aquellas “impulsadas por el comprador”. Como
lo ilustra la figura 2, las cadenas impulsadas por el productor son
aquellas en las que las grandes empresas multinacionales intentan
controlar todos los aspectos de la producción –desde el suministro de
la materia prima hasta el mercadeo final del producto–. Esta
“internalización” de las diferentes etapas de la producción y la venta
es característica de los grandes conglomerados automotrices, aero-

Figura 2
La organización de las cadenas de mercancías impulsadas
por el productor y por el comprador
Cadenas de mercancías impulsadas por el productor

Fabricantes Distribuidores Minoristas y


➤ ➤
distribuidores

Subsidiarias y
subcontratistas domésticos
y extranjeros

Cadenas de mercancías impulsadas por el comprador


EXTERIOR MERCADO
ESTADOUNIDENSE

Mercados de marcas

Comerciantes


Fábricas ➤ Minoristas


Compradores exteriores

Fabricantes de marca

Fuente: Adaptado de Gary Gereffi (2001).

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132 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

náuticos y de semiconductores. Dichas empresas no sólo controlan el


producto final sino que además emplean múltiples capas de
subcontratistas organizados en “escalafones” sucesivos por tamaño
y complejidad. Por otra parte, las cadenas impulsadas por el com-
prador son aquellas industrias en las que los grandes comerciantes
al por menor y las empresas basadas en el mercadeo de su marca
cumplen un papel clave y subcontratan la producción de toda la ca-
dena con plantas ubicadas en el Tercer Mundo. Como se muestra en
la figura 2, estas son “empresas sin fábricas” cuyo papel descansa en
la fase inicial del diseño y en las etapas finales del mercadeo, pero
que en realidad no producen nada (Gereffi 1999).
Este patrón de la industrialización impulsada por el comprador
se ha hecho común en los bienes de consumo de trabajo intensivo como
ropa, calzado, juguetes y artículos electrónicos. La diferencia clave
entre los dos tipos de cadenas yace en el locus de control y apropia-
ción de las ganancias. En las cadenas impulsadas por el productor,
éste descansa en la empresa industrial central –Ford, GM, Toyota,
Boeing, etc.–. En las cadenas impulsadas por el comprador, yace en
los comerciantes –sean grandes almacenes de cadena como Sears o
Wal-Mart o marcas como The Gap o Nike–. El hecho de que estas
compañías no produzcan nada no les impide apropiarse de la mayor
parte de los beneficios. Su fórmula es simplemente “comprar barato”
a contratistas dispersos del Tercer Mundo y “vender caro” a los clien-
tes en los mercados del Primer Mundo (Gereffi 1999).
El surgimiento de las cadenas de mercancías impulsadas por el
comprador dio lugar a la paradoja, enfatizada por Arrighi, de que hoy
en día un país puede industrializarse por completo y seguir siendo
pobre debido a que el grueso del valor agregado que produce es des-
viado al extranjero (Arrighi 1994). Esta nueva forma de intercambio
desigual crea una paradoja para los gobiernos de las naciones en in-
dustrialización: para fomentar el crecimiento y el empleo deben
involucrarse en los círculos de comercio global, usando cualquier re-
curso que los haga competitivos; si tal recurso es únicamente el tra-
bajo abundante y barato, dicha inserción puede perpetuar la pobreza
de su país: de productores de alimentos y materias primas a bajo costo,
simplemente pasarían a ser productores de bienes industriales a bajo
costo, mientras que el grueso de las ganancias fluyen hacia el exterior.
En este punto, Gereffi hace una segunda distinción clave entre
producción de ensamblaje, manufactura original de equipos (MOE)

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 133

y manufactura original de marcas (MOM). La producción de ensam-


blaje es la más simple y es el “punto de entrada” en las cadenas
globales, en donde las plantas del Tercer Mundo apenas ensamblan
productos de consumo como prendas de vestir, calzado y juguetes a
partir de partes y diseños traídos del exterior. La MOE refleja un
escenario más avanzado de la subcontratación (outsourcing), donde
las empresas industriales tienen la capacidad para subcontratar lo-
calmente la elaboración de partes y para fabricar todo el producto
según los estándares internacionales de calidad. Esta etapa común-
mente incluye un cambio cualitativo desde los productos simples,
como la ropa, hasta unos que tengan mayor valor agregado, como los
artículos electrónicos de consumo. Por último, las empresas MOM
representan una fase más avanzada de la manufactura de exporta-
ción, en la cual las empresas productoras son lo suficientemente
maduras como para diseñar sus propios productos y comercializar-
los bajo sus propias marcas. El cambio de las grandes empresas in-
dustriales japonesas hacia esta modalidad señaló la transformación
del país en uno de los principales actores de la economía mundial
(Gereffi 1989, 1999). Hasta ahora, sólo Japón y en menor medida
Corea del Sur se las han arreglado para irrumpir en esta fase de
desarrollo de sus propias cadenas impulsadas por el productor.
Esta tipología de alcance intermedio demuestra ser útil para en-
tender las diferencias entre los países asiáticos y latinoamericanos,
y para proporcionar un marco dentro del cual analizar los resultados
de los diferentes modelos de desarrollo. Hasta ahora, la exportación
latinoamericana de manufacturas ha sido relegada o bien a activida-
des de ensamblaje o bien a un papel subordinado en las cadenas im-
pulsadas por el productor y controladas por las multinacionales
extranjeras, como las de automóviles y electrodomésticos. Hay muy
pocos productores MOE que subcontraten la plena producción de
artículos electrónicos de consumo o vestido para los minoristas del
Primer Mundo. Las “marcas” latinoamericanas en el mercado mun-
dial están limitadas a bienes estrechamente ligados con la agricultura,
como vinos, café y cigarrillos. Incluso en los anteriores, la apropia-
ción de las ganancias es desviada hacia los mayoristas o minoristas
finales. Posiblemente, el único ejemplo exitoso de producción MOE
en la región es la empresa brasilera Embraer, una fábrica de aviones
iniciada por el Estado. El ingreso de Embraer en la competencia glo-
bal ha estado acompañado por muchos intentos realizados por com-
petidores del Primer Mundo que buscan, en esencia, hacer que Brasil

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134 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

regrese al estatus de exportador industrial subordinado (Latin


American Weekly Report 2001, 65).
En síntesis, el marco de las cadenas de mercancías ofrece un punto
de partida para la comprensión de las posibilidades económicas lati-
noamericanas que va mucho más allá de los análisis basados en la
perspectiva clásica de los “modelos de desarrollo”. También abre una
serie de temas importantes acerca del futuro de los países latinoa-
mericanos en una economía cada vez más globalizada. Como lo seña-
la Gereffi, dichos temas incluyen
... los mecanismos mediante los cuales las empresas aprenden
dentro de las redes de comercio, las trayectorias típicas entre
roles de exportación y las condiciones organizacionales que
facilitan el proceso de ascenso industrial, tales como el paso de
las redes de ensamblaje a las de producción completa. (Gereffi
1999)

El transnacionalismo
Como se explica con detenimiento en el capítulo 6, aunque es utiliza-
do en diferentes contextos y con significados distintos, el concepto de
transnacionalismo se usa cada vez más para describir los campos
sociales creados por las personas que migran a países avanzados y
reducen así la brecha existente entre sus comunidades actuales y sus
naciones de origen. Debido a su condición económica subordinada en
el sistema global, Latinoamérica no sólo se ha convertido en un
exportador de materias primas, alimentos y productos ensamblados
sino también de personas. El carácter cada vez más transnacional
de estas economías supone no sólo su creciente dependencia de la
exportación, sino también mayor información y acceso de su pobla-
ción a las condiciones de vida en el extranjero (Portes 1996, 1999).
La acometida implacable de las empresas multinacionales para
expandir su cuota de mercado conduce a su presencia creciente en
los países menos desarrollados, lo que expone a sus ciudadanos a la
atracción del consumismo, los precios bajos, el crédito y el acceso al
mundo avanzado por medio de la comunicación electrónica o los via-
jes aéreos baratos. No debería ser motivo de sorpresa que aproxima-
damente un décimo de la población de países como México, El
Salvador, República Dominicana y Haití viva en el extranjero. Muchos
países latinoamericanos tienen su “segunda ciudad” (por número de
habitantes) en los Estados Unidos –principalmente en Nueva York,
Los Ángeles y Miami (Guarnizo y Smith 1998, Landolt et al. 1999).

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 135

Aunque la emigración desde los países suramericanos no alcan-


za los niveles de la proveniente de México y el Caribe, también está
creciendo rápidamente. La migración colombiana hacia los Estados
Unidos, que se analiza en mayor detalle en el capítulo 6, se ha ma-
sificado, impulsada por la violencia y la inestabilidad económica del
país. Estudios recientes han descubierto varias ciudades y regiones
latinoamericanas que se han transformado por completo por la emi-
gración masiva. Este es el caso de Governador Valadares en Brasil y
de Otavalo y Cuenca en Ecuador (Levitt 2001, Kyle 1999).
En el pasado, la migración no aparecía de manera significativa
en los análisis económicos o sociológicos del desarrollo latinoameri-
cano. Desde el punto de vista público y oficial, los primeros inmi-
grantes fueron considerados casi como desertores. Cuando el flujo
incluyó una cantidad sustancial de profesionales y técnicos, se le
deploró como una “fuga de cerebros” que privaba a los países pobres
de sus miembros talentosos en beneficio del mundo desarrollado
(Glaser y Habers 1974, Oteiza 1971). Estas perspectivas no tuvieron en
cuenta la posibilidad de que los migrantes pudieran regresar y es-
tablecer redes cada vez más fuertes entre sus lugares de origen y
destino. Las mismas tecnologías de comunicación y transporte que
facilitaron su salida permitieron que los migrantes desarrollaran un
flujo continuo de información y recursos de ida y vuelta que trans-
forma el carácter tanto de sus comunidades de origen como de sus
lugares de asentamiento en el extranjero.
El trasnacionalismo es el concepto acuñado en la teoría sociológi-
ca para referirse a este fenómeno, y “comunidades transnacionales”
es el término bajo el que se estudian sus consecuencias más visibles6 .
A diferencia de las actividades “multinacionales” de las empresas
globales y de las relaciones “internacionales” dirigidas por los Esta-
dos, el “trasnacionalismo” abarca los contactos transfronterizos no
oficiales iniciados y sostenidos por inmigrantes y sus contrapartes
en el país natal. Los campos sociales así creados incluyen empresas
económicas que buscan capitalizar las oportunidades en las áreas
emisoras y receptoras, así como las movilizaciones políticas, los even-
tos culturales y los intercambios religiosos. Las comunidades indí-
genas pueden encontrar una voz poderosa para expresar sus

6 Ver la colección de artículos de investigación editada por Alejandro Portes, Luis E. Guarnizo
y Patricia Landolt, bajo el título “Transnational Communities,” Ethnic and Racial Studies, 22,
número especial, marzo de 1999.

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136 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

reivindicaciones al publicitarlas por intermedio de sus migrantes al


Primer Mundo. Las ciudades empobrecidas pueden encontrar un ca-
mino para evitar la inercia gubernamental gracias a la financiación
de las muy necesitadas obras públicas por parte de sus diásporas.
Las iglesias, católica y protestante por igual, ingresan en el campo
transnacional y proporcionan guía y protección para sus feligreses
en el extranjero y, a cambio, canalizan sus remesas y donaciones hacia
proyectos religiosos en casa (Smith 1998, Popkin 1999).
La investigación sociológica reciente sobre el trasnacionalismo es-
tablece el crecimiento y alcance de este fenómeno y también explora
sus principales causas. La figura 3 presenta la serie de tipos y conse-
cuencias observados tanto en las áreas de asentamiento migratorio
en los países del Primer Mundo como en los países y comunidades de
origen. Como se verá en el capítulo 6, los estudios acerca de los facto-
res determinantes del transnacionalismo establecen que los contex-
tos de salida y recepción de flujos particulares de inmigrantes afectan
decisivamente los tipos de actividades en las que éstos se ven involu-
crados. Los mismos estudios indican que son los inmigrantes mejor
educados y legalmente más seguros, y no aquellos que se encuentran
en una situación más marginal, quienes cuentan con una mayor pro-
babilidad de involucrarse en actividades transnacionales, sean estas
económicas o políticas (Landolt 2000, Itzigsohn et al. 1999, Guarnizo
y Portes 2001).
El concepto es adecuado para guiar un programa de investiga-
ción útil: es lo suficientemente abstracto como para abarcar una vas-
ta serie de fenómenos empíricos y lo suficientemente concreto como
para ser modificado y refinado por estudios de los mismos temas. En
tanto los gobiernos de los países emisores se involucran en el campo
transnacional al otorgar la doble nacionalidad y el derecho al voto a
sus nacionales en el extranjero, intentando influenciar sus lealtades,
los estudios de este fenómeno adquieren una importancia que rara
vez fue notada por las teorías del desarrollo (Smith 1998, Levitt 2001,
Landolt et al. 1999). Los gobiernos de los países de origen se han vis-
to obligados a actuar debido al tamaño de las remesas de inmigrantes
–que en algunos casos se acercan o superan el valor de las exporta-
ciones tradicionales– y por la creciente influencia política y cultural
de los expatriados. A su vez, los intentos gubernamentales para co-
optar y canalizar estas iniciativas esencialmente de base originan una
compleja dinámica que conduce a numerosos resultados inesperados.

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 137

Figura 3
Tipos y consecuencias del transnacionalismo inmigrante
Escenario Tipo
geográfico Económico Político Religioso Cultural
Exterior •Empresariado •Movilizaciones •Reorganización •Festivales
transnacional en beneficio de de las iglesias artísticos
como causas en el locales para y musicales
alternativa al país natal. responder a las organizados
trabajo de •Establecimiento preocupaciones en las
salario bajo. de ramas migratorias. comunidades
“extranjeras” inmigrantes.
de partidos
políticos.
Comunidad •Inversiones de •Comités cívicos •Parroquias •Creación de
natal los inmigrantes de planeación locales grupos teatrales
en bienes y fondos para fortalecidas por y musicales
raíces, obras públicas. las donaciones para actuar
construcción y •Autoridades de emigrantes. en las
comercio. locales •Viajes al comunidades
elegidas con el extranjero de de emigrantes.
apoyo de miembros de la
emigrantes. iglesia local
para asistir a
los expatriados.

País natal •Las remesas de •Aprobación de •Las iglesias •La industria


emigrantes se leyes que organizan musical es
convierten en garantizan la intercambios reorganizada
una fuente doble binacionales de binacionalmente.
clave de nacionalidad y clérigos y •Se adoptan
intercambio el derecho al sacerdotes. iniciativas
exterior. voto para gubernamentales
fortalecer las para apoyar la
lealtades de los difusión de la
migrantes. cultura
nacional en el
extranjero.

Roberts y sus colaboradores han realizado una prometedora in-


cursión en estos procesos, aplicando una versión modificada de la
famosa trilogía de Hirschman de la salida, voz y lealtad (Roberts et
al. 1999). Como lo señalan estos autores, las formas en que se pre-
senta la interacción entre el gobierno y las comunidades de migrantes
son novedosas y paradójicas: los migrantes adquieren una nueva “voz”
en la política nacional precisamente “saliendo” de sus países nativos;

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138 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

aunque su “lealtad” puede seguir firmemente apegada a sus comuni-


dades de origen, este sentimiento no se extiende necesariamente al
gobierno o partido gobernante. Los gobiernos fortalecen sus diásporas
como un aliciente para preservar sus lealtades y contribuciones fi-
nancieras pero, al hacerlo, se exponen a las movilizaciones de base
impulsadas por los migrantes, quienes buscan cambiar, subvertir o
incluso derrocar el sistema político actual (Roberts et al. 1999,
Fitzgerald 2000). Estas dinámicas requieren más investigación y
reflexión teórica, especialmente por parte de los investigadores de
las naciones de origen.

El Estado arraigado/weberiano
Los estudios sobre el desarrollo económico en Latinoamérica han
enfatizado de manera consistente el papel del Estado, bien como un
motor o un obstáculo del crecimiento. La visión positiva del Estado
en el desarrollo está estrechamente asociada con el trabajo de Raúl
Prebisch y con la defensa temprana de la industrialización por parte
de la Cepal, a través de la sustitución de importaciones (Prebisch
1950, Cardoso y Faletto 1979, Sunkel 2001). Como lo comenté en el
capítulo anterior, la visión negativa que ha llegado a prevalecer en
los círculos políticos refleja el resurgimiento de la teoría neoclásica y
de una desconfianza “smithniana” en la intervención del Estado en
los mercados (Portes 1997, Evans 1989). En cualquiera de las versio-
nes, el Estado es comúnmente representado como un ente uniforme
o monolítico –una caja negra institucional sin diferencias que se es-
pera que actúe de manera similar en todos los países.
Los estudios de caso sobre el papel de las entidades estatales en
el desarrollo han mostrado de manera reiterada cuán equivocadas
están estas perspectivas. Existe mucha contingencia e inconsisten-
cia en el carácter y consecuencias de la acción estatal, por lo que el
mismo “modelo” de desarrollo puede generar resultados exitosos en
algunos países y fracasar en otros. Al intentar explicar estas diferen-
cias, Evans enfatiza el carácter del propio aparato estatal, es decir,
el reclutamiento y funcionamiento de las burocracias gubernamen-
tales centrales. Inicialmente, Evans desarrolló una tipología que iba
desde los Estados “depredadores” que saquean sin más consideración
por el bienestar de la ciudadanía que la que tiene un depredador por
su presa (Evans 1989, 562), hasta los Estados “desarrollistas” que
son capaces de lanzar e implementar iniciativas empresariales a lar-
go plazo. Zaire bajo Mobutu Sese-Seko fue utilizado como el ejemplo

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 139

paradigmático del primer tipo, y Singapur y Japón como ilustracio-


nes del segundo.
Esta tipología no fue lo suficientemente lejos en la identificación
de cuáles características del Estado jugaban un papel clave en la
generación de estancamiento o crecimiento sostenido. En un trabajo
subsiguiente, Evans desarrolló dos conceptos que cumplieron este
importante papel diferenciador: la “weberianidad,” esto es, la medi-
da en que un aparato estatal se aproximaba al tipo ideal de Weber de
la burocracia como una organización meritocrática, internamente
cohesionada y orientada por las reglas, y el “arraigo” (embeddedness),
esto es, la medida en que dicha burocracia es capaz de cultivar, guiar
y coordinar las iniciativas empresariales privadas* .
En la medida en que el aparato estatal se acerque al tipo ideal
weberiano adquiere un esprit de corps mayor y se hace resistente a
la corrupción. Liberándose a sí mismas de los intereses rentísticos
privados, las agencias oficiales son capaces de implementar iniciati-
vas a largo plazo que requieren una orientación e inversión sosteni-
das. No obstante, el costo de esta autonomía es que el Estado se torna
cada vez más distante de la sociedad y pierde contacto con sus ele-
mentos más dinámicos. Es en este punto donde el “arraigo” entra en
escena con poderosas agencias estatales que patrocinan y cultivan el
desarrollo de empresas privadas competitivas. La historia del MITI,
el Ministerio Japonés de Industria y Comercio, investigada meticu-
losamente por Chalmers Johnson, es utilizada por Evans como el
ejemplo arquetípico de la “autonomía arraigada” del Estado (Evans
1995). La figura 4 resume el argumento de Evans como una serie de
respuestas a los sucesivos dilemas que se enfrentan durante el pro-
ceso de desarrollo nacional.
Existen problemas lógicos con la propuesta teórica del “arraigo”
porque Evans no ha podido proporcionar indicadores empíricos que
no provengan de casos exitosos de desarrollo, lo que hace que el ar-
gumento sea parcialmente circular (Portes 2000a). La “weberianidad”
descansa sobre bases más sólidas porque es posible, en principio, crear
medidas independientes sobre la calidad de las burocracias estata-

* Sobre el significado del concepto de “arraigo” (embeddedness) en la sociología y la econo-


mía política contemporánea, ver la Nota del editor al comienzo del capítulo 3. En la teoría de
Evans, el término denota específicamente el arraigo de la burocracia estatal en la sociedad,
esto es, los vínculos y flujos de comunicación entre los agentes estatales y los agentes econó-
micos privados que pueden permitir el avance de un plan coordinado de desarrollo económi-
co que involucra a los sectores público y privado. [Nota del editor].

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140 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Figura 4
La teoría de Evans de la autonomía arraigada
Problema: ¿Cómo provocar el ➤ Solución: Abrir la economía a
crecimiento de las economías las fuerzas del mercado.
nacionales?

Problema: ¿Cómo evitar la ➤ Solución: Involucrar al Estado
especialización en exportaciones en la economía como protector
con bajo valor agregado? de las nuevas industrias.

Problema: ¿Cómo evitar que ➤ Solución: Construir una
los intereses privados acaparen burocracia estatal de “tipo
los privilegios estatales? weberiano”.

Problema: ¿Cómo evitar el ➤ Solución: “Arraigar”
aislamiento de la sociedad y una selectivamente al Estado en la
orientación egoísta por parte de sociedad civil, cultivando
la burocracia? sectores económicos
estratégicos.

Resultado: Competitividad
internacional y crecimiento
económico sostenido
(Japón, Corea del Sur, Taiwán).

Fuente: Portes (2000a), basado en Evans (1995).

les. De hecho, esto fue lo que Evans hizo en su trabajo de investiga-


ción subsiguiente a través de una escala de “weberianidad” que ela-
boró para cerca de 40 países menos desarrollados con base en criterios
como el reclutamiento a través de exámenes públicos, los escalafo-
nes de carrera que recompensan la ocupación a largo plazo y los sa-
larios competitivos (Evans y Rauch 1999).
Evans y Rauch mostraron que su escala de “weberianidad” en la
muestra no sólo se correlacionaba de manera importante con el cre-
cimiento del PIB per cápita, sino que mantenía un significativo efec-
to positivo sobre el crecimiento del PIB una vez se controlaba el efecto
de variables independientes tradicionales tales como el PIB inicial,
la educación promedio de la población adulta y las tasas de inversión
de capital. La figura 5 muestra el punto de localización de los países
individuales en la escala, ilustrando la baja calidad de la mayoría de
los Estados latinoamericanos.
La autonomía arraigada ofrece un valioso punto de entrada con-
ceptual para el análisis de la paradoja que ha plagado las grandes

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 141
á

Figura 5
“Weberianidad” del Estado y crecimiento del PIB per cápita
(1970-1999)
300

Singapur

Taiwan
200
Cambio porcentual del PIB per c[apita

Hong Kong Korea


Portugal

100 Túnez
Malasia
Siria
Marruecos Tailandia España
México
Turquía
0 Kenia Brasil
Nigeria EgiptoColombia India Pakistán
Guatemala Ecuador
Israel Grecia
Re p ú b l i c a Haiti Uruguay Costa de Marfil
Dominicana Argentina Costa Rica
-100 Chile Sri Lanka
Zaire Perú
Filipinas

-200
0 2 4 6 8 10 12 14
Escala de “weberianidad”

Nota: La figura muestra la relación entre la escala de weberianidad (eje X) y el cambio


porcentual del PIB per cápita que no es explicado por las variables tradicionales (PIB y
escolaridad en 1965) (eje Y).
Fuente: Evans y Rauch (1999).

narrativas del desarrollo, sin importar su origen ideológico. Es un


hecho que, a pesar de una posición común de subordinación y de una
carencia inicial de recursos, algunos países han sido capaces de avan-
zar más rápidamente que otros. Aunque indudablemente las condi-
ciones económicas externas y las restricciones son importantes, cada
vez resulta más evidente que los factores institucionales endógenos
también juegan un papel clave. Dentro de estos, no hay otro más
importante que el carácter de las burocracias estatales y su habili-
dad para reorganizar y liderar la sociedad, en lugar de dejarse atra-
par por los intereses rentísticos privados. La “weberianidad” de Evans
es un buen término, no sólo porque honra a uno de los fundadores de
la disciplina sino porque alberga la promesa de una sólida contribu-
ción sociológica al análisis del cambio económico.

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142 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

CONCLUSIÓN
Los conceptos estudiados en este capítulo hacen parte de la propues-
ta de una nueva agenda teórica y de investigación. Aunque no fueron
presentados siguiendo un orden particular, tienen dos características
comunes. En primer lugar, como se señaló, proporcionan un asidero
analítico para aproximarse a vastas cantidades de material empíri-
co, a la vez que pueden ser modificados por los resultados de la in-
vestigación. Al contrario de las grandes narrativas, una característica
clave de los conceptos de alcance intermedio es que orientan la in-
vestigación al llamar la atención sobre ciertos aspectos del fenóme-
no objeto de estudio, sin anticipar el resultado. De esta forma dejan
espacio para los hallazgos inductivos que fueron marginados por el
razonamiento deductivo del pasado.
En segundo lugar, este conjunto de conceptos está orientado ha-
cia el futuro. En otras palabras, no se dirige principalmente a las
raíces históricas del subdesarrollo sino que busca explorar los me-
dios para superarlo en el entorno comunitario o nacional. La pers-
pectiva de la dependencia nos dio elementos demasiado generales
acerca de los orígenes de la pobreza y la subordinación de Lati-
noamérica. Por el contrario, la familia de conceptos que se acaba de
reseñar señala caminos concretos de acción para evitar las restric-
ciones impuestas por el atraso económico y político.
Bajo ciertas condiciones, las comunidades pueden movilizar su
capital social y cultural para superar la escasez material a través de
esfuerzos para mejorar el consumo colectivo y desarrollar empresas
económicas viables. El ingreso en una cadena de mercancías repre-
senta el primer paso de un proceso de aprendizaje que, cuando está
dirigido adecuadamente, puede llevar a la innovación tecnológica, a
las exportaciones con mayor valor agregado y a la competitividad en
el comercio global. Una burocracia estatal que se acerque al tipo ideal
weberiano se encuentra en una posición mucho mejor para imple-
mentar estrategias de desarrollo a largo plazo que las instituciones
estatales típicamente corruptas y personalistas que pueden encon-
trarse en el Tercer Mundo. El punto general es que, en un mundo en
el que la riqueza de las naciones y el bienestar de sus individuos
dependen de una inserción inteligente en una economía globalizada,
la tarea de la sociología no puede limitarse a diagnosticar lo que sa-
lió mal en el pasado, sino que además debe incluir la identificación y
movilización de mecanismos concretos para superar estos males.

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LA SOCIOLOGÍA EN EL HEMISFERIO: CONVERGENCIAS PASADAS Y UNA NUEVA AGENDA 143

En conclusión, muy pocas cosas han cambiado desde que Weber


publicó hace un siglo la “Objetividad en las ciencias sociales” (Weber
[1904] 1959). Como lo presagió Weber, los logros de la disciplina no
han consistido en la acumulación de leyes generales invariables, sino
en la interpretación de los fenómenos históricos concretos bajo la
orientación de los tipos ideales. A mediados del siglo XX, Merton nos
recordó el mismo punto. De algún modo, olvidamos estas reglas en el
camino y regresamos a la acumulación disparatada de hechos histó-
ricos y estadísticos o a la igualmente infructuosa búsqueda de la pie-
dra filosofal. A comienzos de un nuevo siglo, la sociología en el Norte
y el Sur haría bien en recordar y reconstruir los principios meto-
dológicos que hacen parte de su propia herencia. Las oportunidades
de progreso de la disciplina y su propia justificación como una em-
presa intelectual pueden depender de ello.

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CAPÍTULO 5

El capital social: Promesas y obstáculos


para su papel en el desarrollo*

E l propósito de este capítulo es triple. En primer lugar, revisar el


origen y la definición del concepto de capital social en el sentido
en que ha sido desarrollado en la bibliografía reciente. En segundo
lugar, examinar las limitaciones de este concepto cuando es interpre-
tado como una fuerza causal capaz de transformar las comunidades
y las naciones. En tercer lugar, presentar varios ejemplos relevantes
tomados de los estudios empíricos recientes sobre la urbanización y
migración latinoamericanas. Estos ejemplos muestran la importan-
cia de las redes sociales y del monitoreo comunitario para la viabili-
dad de las iniciativas económicas de base y, al mismo tiempo, la
dificultad para institucionalizar dichas prácticas.
El interés actual por el concepto de capital social en los estudios
sobre el desarrollo económico nacional surge de las limitaciones de
un enfoque exclusivamente económico sobre la consecución de las
metas básicas del desarrollo: crecimiento sostenido, equidad y demo-
cracia. Como lo mostré en los capítulos 2 y 3, la historia de la aplica-
ción de las políticas de ajuste neoliberales en los países menos
desarrollados muestra resultados mixtos, incluso cuando es evalua-
da con base en criterios exclusivamente económicos. En algunos paí-
ses las políticas ortodoxas de ajuste han generado una inflación baja
y un crecimiento sostenido, mientras que en otros han fracasado
espectacularmente y generado crisis monetarias, devaluaciones e
inestabilidad política (Portes et al. 1997, Centeno 1994). El paquete
de políticas económicas de “una misma talla sirve para todos”, pro-

* Versión original: Alejandro Portes y Patricia Landolt (2000). “Social Capital: Promises and Pit-
falls of its Role in Development.” Journal of Latin American Studies (vol. 32).

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150 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

movido por el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de los Esta-


dos Unidos en países que tienen niveles de desarrollo muy diferen-
tes, ha propiciado una serie de resultados contradictorios que la propia
teoría económica ortodoxa es incapaz de explicar (Filgueira 1996, Díaz
1996, Castells y Laserna 1989).
Como manifesté en el capítulo 2, en el terreno social la experien-
cia ha sido aún más problemática, en tanto la remoción de las pro-
tecciones estatales que dio paso libre a las fuerzas del mercado ha
producido una creciente disparidad en el ingreso y una atomizada
sociedad civil marcada por la erosión de los controles normativos. El
aumento del crimen y la corrupción generalizada de las institucio-
nes públicas, incluyendo las encargadas de conservar el orden públi-
co, ha estado asociado con este declive normativo. En el nuevo medio
ambiente de “sálvese quien pueda”, promovido por el libre reinado
del mercado, hay muy pocos incentivos para que los funcionarios
públicos se adhieran a estándares de probidad, o para que los pobres
respeten el orden social que los ha abandonado. En lugar de promo-
ver el crecimiento con justicia, las actuales políticas de liberalización
de los mercados pueden estar conduciendo a un problema hobbesiano
en el orden público, en tanto los individuos luchan por su supervi-
vencia bajo las duras condiciones en las que se ven envueltos (Díaz
1996, Castells y Portes 1989).
Aunque la situación en muchos países del Tercer Mundo y en es-
pecial de Latinoamérica aún no ha alcanzado este nivel crítico, la
tendencia es lo suficientemente visible para los políticos como para
que busquen la manera de reinstituir o crear nuevamente lazos co-
munitarios e instituciones sociales. Es en este contexto donde la no-
ción de capital social ha hecho su aparición, albergando la promesa
de una alternativa de base frente a las políticas jerárquicas promo-
vidas en el pasado reciente por las instituciones financieras interna-
cionales. En las versiones más optimistas, el surgimiento del capital
social desempeñaría una tarea doble como contrapeso para el indivi-
dualismo irrestricto del mercado y, de manera simultánea, como un
medio para obtener ventajas dentro de él (Putnam 1993, 1995). Es-
tas visiones halagüeñas no han pasado desapercibidas y de hecho han
sido sometidas a una extensa crítica. En las secciones siguientes re-
pasamos el origen del concepto de capital social, su evolución de ser
un rasgo individual a una característica de las comunidades y sus
limitaciones como un posible nuevo modelo de desarrollo.

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 151

EL CAPITAL SOCIAL: ORÍGENES Y DEFINICIONES1


Gran parte de la controversia que rodea al concepto de capital social
tiene que ver con su aplicación a problemas con diferentes niveles de
abstracción y su utilización en teorías que abarcan unidades de análisis
diferentes. Su desarrollo sistemático original por parte del sociólogo
francés Pierre Bourdieu (1979, 1980) y del sociólogo estadounidense
James Coleman (1988 y 1990) se concentró en los individuos o gru-
pos pequeños como unidades de análisis. Con algunas variaciones
importantes, los dos sociólogos se concentraron en los beneficios que
recibían los individuos o las familias en virtud de sus lazos con otros.
El tratamiento del concepto por parte de Bourdieu, en especial, fue
instrumental, en la medida en que el sociólogo francés asegura que
las personas construyen intencionalmente sus relaciones, teniendo
en cuenta los beneficios que éstas podrían traerles posteriormente.
En unas cuantas páginas brillantes, Bourdieu trata las interacciones
entre el capital monetario, el capital social y el capital cultural, y
define este último como la combinación de las credenciales de educa-
ción formal que posee un individuo y un complejo intangible de valo-
res y estilos de comportamiento. El principal aporte de Bourdieu fue
mostrar que estas tres formas de capital son fungibles, que pueden
ser intercambiadas unas con otras y que de hecho requieren dichos
intercambios para su desarrollo (Bourdieu 1980). Así, un capital so-
cial considerable rara vez puede ser adquirido sin la inversión de cier-
tos recursos materiales y sin la posesión de algún saber cultural, lo
que le permite al individuo establecer relaciones con otras personas
que tienen capitales valiosos.
La mayor parte de la bibliografía posterior siguió estas directri-
ces y se concentró en el tipo de recursos que las personas reciben a
través de sus lazos sociales. En la sociología en particular se estudió
una familia tripartita de efectos en la medida en que los investigado-
res exploraron las implicaciones del concepto. El capital social llegó
a ser definido como: (1) una fuente de control social, (2) una fuente
de beneficios mediados por las familias y (3) una fuente de recursos
mediados por redes no familiares. Esta última utilización –uno de
cuyos ejemplos son las conexiones personales que facilitan el acceso
a empleos, información mercantil o préstamos– fue la más cercana a
la definición original del concepto por parte de Bourdieu.

1 Esta sección está basada en Portes (en prensa).

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152 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Por su parte, Coleman le prestó especial atención al primer uso


del capital social, es decir, en tanto fuente de control. En los últimos
años de su vida se preocupó por la desintegración de lo que denomi-
nó los lazos sociales “primordiales” que garantizaban el cumplimien-
to de las normas. Para Coleman, dicha desintegración produce toda
una gama de patologías, desde el crimen y la inseguridad en las ca-
lles hasta la holgazanería de profesores y estudiantes en las escue-
las públicas estadounidenses. Coleman siguió un doble sendero,
buscando remedios para estas enfermedades sociales. En primer lu-
gar, escribió en defensa y celebración de los lazos comunitarios que
continuaban vigentes. En segundo lugar, defendió el reemplazo de
las estructuras sociales primordiales que habían desaparecido por
organizaciones “intencionalmente construidas” donde los esquemas
de incentivos tomaban el lugar de un capital social en desvanecimien-
to (Coleman 1990 y 1993).

LAS FUENTES DEL CAPITAL SOCIAL2


La noción de capital social como la habilidad para adquirir recursos
gracias a la pertenencia a redes o grandes estructuras sociales re-
presenta hoy en día la definición más aceptada del término. La defi-
nición no está exenta de problemas. En primer lugar, comúnmente
se tiende a confundir la habilidad para adquirir recursos a través de
redes con los recursos mismos. Lo anterior puede llevar fácilmente a
razonamientos tautológicos, en los que un resultado positivo indica
necesariamente la presencia de capital social, y uno negativo su au-
sencia. De hecho, la capacidad de un actor para obtener recursos por
medio de sus conexiones no garantiza un resultado positivo. Tenien-
do en cuenta la distribución desigual de la riqueza y los recursos en
la sociedad, los actores pueden contar con lazos de confianza y soli-
daridad y aun así tener acceso a recursos limitados o de pobre cali-
dad. Sostener que sólo poseen capital social aquellos que obtienen de
sus asociados bienes deseables equivale a decir que sólo los exitosos
tienen éxito.
En segundo lugar, la bibliografía en este tema tiende a hacer
énfasis en las consecuencias positivas de los lazos sociales y excluye
sus consecuencias menos deseables. Pero los mismos mecanismos
apropiables por unos individuos bajo la forma de capital social pue-

2 Esta sección está basada parcialmente en Portes (1996 ) y Portes y Landolt (1998).

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 153

den generar un conjunto de consecuencias negativas para otros. Es-


tudios recientes han identificado por lo menos cuatro consecuencias
negativas del capital social: la exclusión de los extraños, el exceso de
exigencias a los miembros del grupo, las restricciones a la libertad
individual y las normas de nivelación por lo bajo (Portes y Sensen-
brenner 1993). Por ejemplo, los mismos fuertes lazos que permiten
que los miembros del grupo obtengan un acceso privilegiado a recur-
sos impiden que otros accedan a los mismos activos. La preferencia
particular que se les otorga a los miembros de un clan o círculo de
amigos normalmente se hace a expensas de los derechos universales
de los demás. Para estos últimos, la situación equivale a un capital
social negativo y a menudo recurren a las instancias legales para
derribar las barreras erigidas por estos íntimos lazos sociales
(Waldinger 1995).
De manera similar, bajo ciertas condiciones, la clausura comuni-
taria puede impedir el éxito de las iniciativas de negocios, al hacer
que los empresarios tengan que cumplir con exigencias excesivas.
Geertz (1963), por ejemplo, mostró cómo en Bali los negociantes exi-
tosos eran abordados constantemente por parientes en busca de
empleo y préstamos, bajo la fuerza de normas comunitarias que pre-
dicaban la asistencia mutua. El resultado fue impedir el crecimiento
de las iniciativas de negocios y en ocasiones la quiebra de algunas de
ellas. En las montañas ecuatorianas, muchos artesanos textiles y
marroquineros se han convertido al protestantismo. El motivo tiene
poco que ver con sus convicciones religiosas o su afinidad con la “éti-
ca” protestante, sino más bien con su necesidad de escapar del con-
junto de obligaciones exigidas por las cofradías católicas. Para estos
muy trabajadores artesanos, el capital social negativo adopta la for-
ma de repetidas exigencias para que financien las celebraciones reli-
giosas y asuman el costo de la bebida y la comida del resto de la
comunidad (Portes y Landolt 1996).
En tercer lugar, la definición de capital social anteriormente dada
deja sin teorizar la motivación de los donantes en estas transaccio-
nes. Desde el punto de vista de los receptores, los recursos adquiribles
por medio de los lazos sociales tienen el carácter de “regalos”. Las
motivaciones de los donantes, sin embargo, resultan más problemá-
ticas. Fundamentado en las observaciones de Durkheim, Marx, Weber
y Simmel sobre las dinámicas de grupos, he identificado cuatro fuen-
tes de capital social distinguidas con base en la presencia/ausencia
de estructuras generales que definen el carácter de la transacción

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Colección En Clave de Sur. 1ª ed. ILSA, Bogotá D.C. Colombia, mayo de 2004

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154 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

(Portes y Sensenbrenner 1993). Las fuentes altruistas del capital


social incluyen: (1) otorgar recursos a otros sin obligación moral (v.
gr., los regalos de padres a hijos y las limosnas a los pobres.); estos
gestos están basados en valores interiorizados por los individuos
durante el proceso de socialización. (2) Otorgar recursos a otros sin
que exista solidaridad entre miembros de la misma comunidad terri-
torial, étnica o religiosa (solidaridad vinculada); esta fuente no se basa
en valores generales, sino en las lealtades particulares hacia el inte-
rior del grupo (v. gr., conceder una beca para los jóvenes de la misma
etnia, donar tiempo a un sindicato de compañeros trabajadores).
Además, las fuentes instrumentales del capital social son dobles:
(1) transacciones recíprocas cara a cara que traen consigo la expecta-
tiva de un reembolso equivalente por parte del beneficiado (recipro-
cidad simple), (2) transacciones de recursos arraigadas en estructuras
sociales que actúan como garantes de un reembolso pleno a los do-
nantes por parte del beneficiado o de la comunidad (confianza exigi-
ble). Esta última fuente es ilustrada por el otorgamiento de préstamos
sin garantía a miembros de la misma comunidad bajo la expectativa
de que los controles comunitarios garantizarán el pago y, adicional-
mente, generarán estatus y aprobación para el donante3.

Figura 1
Capital social individual: Fuentes y efectos
Fuentes Definición Consecuencias
Altruista: •Cumplimiento de las
•Introspección de normas (control social)

valores •Apoyo familiar


•Solidaridad vinculada •Beneficios económicos


Habilidad para obtener mediados por redes
recursos a través de redes
Instrumental: u otras estructuras
•Reciprocidad simple sociales •Cierre de oportunidades
exitosas a terceros
•Confianza exigible
•Exigencias excesivas

a los miembros exitosos


del grupo

•Restricciones a la
libertad individual

Fuente: Adaptado de Portes (1998).

3 Este es además el mecanismo que subyace a la asociación rotativa de crédito o mutualidades,

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 155

La confianza existe en aquellas situaciones precisamente porque


es exigible por medio del poder de la comunidad. Esta fuente de capi-
tal social está cercanamente asociada con el énfasis que hizo Coleman
en las estructuras comunitarias como mecanismos de control social.
De hecho, este fue el tema que atrajo a los académicos en otras disci-
plinas cuando transformaron el capital social en un remedio para las
enfermedades sociales, sin ser conscientes de sus efectos negativos
ni de la distinción entre sus causas y efectos. La distinción y el ante-
rior análisis están resumidos en la figura 1.

EL CAPITAL SOCIAL COMO UNA CARACTERÍSTICA


DE LAS COMUNIDADES Y LAS NACIONES4
Para Bourdieu, Coleman y otros sociólogos, los lazos comunitarios
eran importantes debido a los beneficios que generaban para los in-
dividuos bajo la forma de expectativas confiables. Una sutil transi-
ción tuvo lugar cuando el concepto fue exportado a otras disciplinas
donde el capital social se convirtió en un atributo de la comunidad
misma. Con este nuevo atuendo, sus beneficios eran recibidos no tanto
por los individuos sino por la colectividad, bajo la forma de menores ta-
sas de criminalidad, corrupción pública más baja y mejor gobierno.
Esta elasticidad conceptual, liderada por el politólogo Robert
Putnam, hizo posible hablar de la “cantidad” de capital social poseí-
do por las comunidades, e incluso las naciones, y de los consecuentes
efectos estructurales en su desarrollo. El capital social como una
propiedad de las ciudades o naciones es cualitativamente distinto de
su versión individual, hecho que explica por qué las respectivas bi-
bliografías se han hecho divergentes. Existen numerosas diferencias
entre estas dos formas, que deben ser examinadas cuidadosamente.
En primer lugar, la transición del concepto desde ser un recurso in-
dividual hasta convertirse en una característica comunitaria o na-
cional nunca fue teorizada explícitamente, lo que generó el estado de
confusión actual acerca del significado del término. En una frase, el
capital social es un recurso de familias intactas; en la siguiente, es

en donde los miembros se reúnen periódicamente para contribuir con dinero a un fondo
común que es otorgado por turnos a cada uno de ellos. Sin la presencia de obligaciones
contractuales escritas, la única razón para esperar una contribución adicional de aquellos
que ya han recibido el dinero es la amenaza del ostracismo y la pérdida de estatus para los
tramposos. Ver Ivan Light (1984).
4 Esta sección se encuentra parcialmente en Portes (en prensa).

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156 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

un atributo de las redes de comerciantes, y, en la que sigue, se con-


vierte en la explicación de por qué ciudades enteras son bien gober-
nadas y económicamente prósperas. El valor heurístico disminuye
igualmente, en tanto corre el riesgo de convertirse en un sinónimo
de todas y cada una de las cosas que en la vida social son positivas o
deseables.
Esta confusión resulta evidente cuando nos damos cuenta de que
las definiciones individuales y colectivas del concepto, aunque com-
patibles en algunos aspectos, están en franca oposición en otros. Por
ejemplo, las “conexiones” correctas permiten que ciertas personas
tengan acceso a contratos públicos lucrativos y a que evadan las re-
gulaciones en otros. En estos casos, el capital social individual con-
siste precisamente en la capacidad para socavar el capital social
colectivo, definido como el “espíritu cívico” y basado en la aplicación
imparcial de la ley. Para citar otro ejemplo, los fuertes vínculos de
solidaridad en las familias de la mafia y en las pandillas confieren
beneficios a sus miembros a expensas del orden público y la paz
(Gambetta 1993).
En segundo lugar, las causas y efectos del capital social como una
característica de las comunidades no fueron desenmarañados, lo que
ha dado lugar a muchos razonamientos circulares. El trabajo preli-
minar realizado por Bourdieu y sus colaboradores impidió que lo
anterior le sucediera al capital social como un rasgo individual. En
este nivel, las fuentes del capital social fueron estrechamente aso-
ciadas con las redes de una persona, incluyendo aquellas que ella
construyó explícitamente con tal propósito, mientras que los benefi-
cios fueron ligados a una gama de ventajas materiales e informativas.
El concepto de capital social colectivo o “espíritu cívico” carece de
esta distinción. En tanto propiedad de las ciudades y las naciones,
que puede ser medida en “cantidades”, se asegura que el capital so-
cial hace que haya mejor gobierno y su existencia es inferida simul-
táneamente de estos mismos resultados. Cuando no es por completo
circular, el argumento adopta la forma de un truismo:
En todo sistema político (ciudad, nación, etc. ...),
si las autoridades y la población están imbuidas en un sentido de
responsabilidad colectiva y altruismo,
entonces, el sistema será gobernado mejor y sus políticas serán más
eficientes.

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 157

Resulta difícil pensar que podría ser de otro modo. Aun así, para-
dójicamente, este carácter autoevidente del argumento ha hecho que
sea popular en los círculos políticos: La “verdad” contenida en seme-
jante afirmación es inmediatamente comprensible sin que sea nece-
sario recurrir a una explicación compleja. En consecuencia, si algunas
ciudades son mejor gobernadas y más ricas que otras, es debido a que
están “bendecidas” con cantidades sustanciales de capital social. Esta
apelación intuitiva del argumento disimula pero no elimina su de-
fecto lógico básico.
Una tercera consecuencia del giro en la definición del capital so-
cial es que deja muy poco espacio para la consideración de otras cau-
sas posibles. En especial, la afirmación de que el “espíritu cívico”
generalizado conduce a mejores resultados políticos oscurece la posi-
bilidad de que causas ajenas expliquen tanto el comportamiento al-
truista de la población como el carácter efectivo de su gobierno. El
nivel de educación de la población, su concentración geográfica y una
historia de movilizaciones populares en el pasado son posibles cau-
sas que pueden afectar simultáneamente, por una parte, el compor-

Figura 2
Patrones causales alternativos del capital social como
característica de las colectividades
I.
1 2 3
Factores pasados ➤ Capital social colectivo ➤ Mejor gobierno
sin teorizar
II.
Mayor contacto con los Mayor “espíritu cívico” Mejores resultados
medios de comunicación capital social colectivo políticos (buen
Mayor número de ➤ Educación promedio ➤ gobierno, políticas
asociaciones cívicas de la población efectivas, crecimiento
económico, etc.)
Mayores expresiones de Ingreso promedio
confianza Historia de luchas
por la democracia


Contacto con los medios “Espíritu cívico” ➤ Resultados políticos
➤ ➤
Asociaciones
Confianza
➤ Hipótesis de relación causal

➤ Relación causal espúrea

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158 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

tamiento cívico y, por otra, la eficiencia gubernamental. La figura 2


ilustra el argumento sobre la falsedad potencial de los efectos del
capital social como resultado de factores históricos básicos.
Estas limitaciones deben tenerse en cuenta cuando se intenta
aplicar el concepto de capital social al tema del desarrollo. En este
caso la distinción básica que se debe considerar es entre correlación
y causalidad. Es posible hallar muchos casos en los que niveles altos
de solidaridad comunitaria van unidos a un crecimiento económico
sostenido o a otros resultados desarrollistas positivos. La falacia más
común es concluir que uno es la causa del otro sin tener en cuenta la
posibilidad de que ambos estén determinados por causas externas
comunes. Es posible que sean esas causas externas, no el capital so-
cial, las que juegan un papel clave en el proceso. Los casos exitosos
tampoco excluyen la posibilidad de que los vínculos comunitarios
fuertes puedan ser asociados, en otros casos, con efectos negativos.
La búsqueda de resultados desarrollistas positivos que puedan ser
vinculados con una historia de capital social es una manera particu-
larmente dañina de prejuiciar los resultados por seleccionar los ca-
sos a estudiar con base en la variable dependiente.
El punto clave es que se debe ser cauteloso al examinar el papel
del capital social como factor causal independiente en el desarrollo o
al generalizar con base en ejemplos exitosos. Hay casos en donde los
vínculos fuertes entre miembros de una comunidad han producido
efectos positivos importantes, y han sido analizados en la bibliogra-
fía existente. Aún así, sigue presente el interrogante de si estos ca-
sos son generalizables, o si cabe la posibilidad de crear estos vínculos
en lugares donde no existen. En general, los casos exitosos de desa-
rrollo impulsados por el capital social han sido precedidos por pro-
longados y peculiares procesos históricos que requieren una evolución
de años o décadas (Capecchi 1989, Kyle 1995). No ha sido inventada
aún la fórmula para transportar estos resultados a otros contextos.
Con esta consideración en mente, a continuación se reseñarán diver-
sos ejemplos tomados de los recientes estudios urbanos sobre
Latinoamérica.

EXPERIENCIAS LATINOAMERICANAS
CON EL CAPITAL SOCIAL
Los años ochenta fueron la década perdida de Latinoamérica. Empe-
zando con el declive económico generalizado de la región impulsado

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 159

por el incremento en los precios del petróleo en 1973, los países lati-
noamericanos abandonaron las estrategias de industrialización por
medio de la sustitución de importaciones (ISI) y se movieron hacia la
promoción de exportaciones como mecanismo para aliviar el déficit
en la balanza de pagos y para cumplir con la creciente deuda exter-
na. Las políticas de ajuste estructural y la consecuente transforma-
ción de la relación de Latinoamérica con la economía global han tenido
muchas consecuencias, a menudo no deseadas, en la vida social, eco-
nómica y política. En la Cuenca del Caribe, la década de los ochenta
dio paso a crecientes disparidades en el ingreso, a un desempleo abier-
to, a la erosión de la clase media y a la masiva emigración hacia los
Estados Unidos. La sociedad civil se desmoronó bajo el peso de la
delincuencia rampante, la violencia política y la desesperanza (Por-
tes et al. 1997). Ante la crisis y la consecuente reestructuración de la
sociedad latinoamericana han surgido múltiples respuestas políticas
y económicas de base que dan testimonio del protagonismo histórico
de los grupos subordinados. Como lo sugiere la evidencia recogida
en los estudios sobre el tema, las microempresas surgidas durante
este periodo muestran la importancia del monitoreo comunitario en
la prosperidad económica. De manera semejante, la evidencia reco-
gida en investigaciones sobre asociaciones civiles de migración inter-
nacional ilustra los obstáculos históricos para construir la confianza.
El cambio del modelo de desarrollo ISI por la industrialización
orientada a la exportación (IOE) provocó una transformación impor-
tante tanto en la función como en el carácter de la economía infor-
mal (Itzigsohn 1994). Lo más notorio fue que las empresas informales,
tradicionalmente vinculadas a través de una relación de subordina-
ción con las empresas nacionales que elaboraban productos para el
mercado doméstico, empezaron a establecer acuerdos de subcon-
tratación con manufactureras transnacionales que producían para
el mercado global de exportaciones. El resultado fue el surgimiento
de nuevas oportunidades, aunque limitadas, para las actividades
informales vinculadas con la economía global. Los talleres de produc-
ción de ropa de San Pedro Sacatepéquez (Guatemala) y las empre-
sas informales de empaque de frutas de Jamaica representan
ejemplos de los nuevos tipos de microempresas que funcionan como
contratistas de las empresas internacionales. A la luz de la experien-
cia europea de casos exitosos de desarrollo informal, este campo de
estudio se concentra en analizar en qué medida estas microempresas
tienen suficientes destrezas, capital e integración en redes de coope-

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160 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ración fuertes como para indicar la existencia de un potencial de cre-


cimiento (Capecchi 1989). Los dos casos anteriores, tomados de un
estudio comparativo más amplio sobre la economía informal en la
Cuenca del Caribe, muestran tanto la importancia como las limita-
ciones estructurales del monitoreo comunitario en el empresariado
local (Portes et al. 1997).
San Pedro Sacatepéquez es un pequeño centro urbano cerca de
Ciudad de Guatemala habitado por una población maya cuya lengua
predominante es el cakchiquel (Pérez-Sainz 1997). San Pedro es ade-
más un lugar tradicional de elaboración artesanal de vestidos. En los
años ochenta, la tradición fue transformada cuando los talleres reor-
ganizaron la producción para funcionar como subcontratistas de
empresas nacionales e internacionales ubicadas en Ciudad de Gua-
temala. En San Pedro existen tres tipos de establecimientos textiles:
empresas medianas y pequeñas subcontratadas por compañías ex-
tranjeras, establecimientos semiempresariales subcontratados por
manufactureras nacionales y establecimientos informales subcon-
tratados por comerciantes nacionales. El vínculo de San Pedro con
la producción destinada a la exportación se estableció en 1987 cuan-
do un empresario de Ciudad de Guatemala se acercó a los producto-
res locales. A partir de este contacto inicial se han desarrollado
rápidamente acuerdos posteriores y se han extendido por toda la
comunidad, con base en recomendaciones hechas entre familiares y
amigos. Los vínculos de subcontratación son el factor clave para el
éxito porque las empresas internacionales estimulan los talleres para
que actualicen su tecnología y les otorgan préstamos para hacerlo.
Los microempresarios de San Pedro se benefician de una amplia
red que se extiende más allá del grupo familiar para abarcar a toda
una comunidad en la que la identidad maya, y no los lazos familia-
res, es el elemento que une. Las extensas redes sociales que ligan a
los microempresarios de San Pedro facilitan el flujo de distintos re-
cursos. El aprendizaje en los talleres de familiares, amigos o conoci-
dos representa el primer paso para el establecimiento de un grupo
independiente. La asistencia financiera para la apertura de un ta-
ller típicamente es otorgada por parientes, y una vez se abre un ta-
ller, los amigos y familiares en San Pedro recomiendan al nuevo
empresario a las empresas internacionales con las que han estado
trabajando.
En San Pedro Sacatepéquez, las fuentes altruistas e instrumen-
tales del capital social facilitan que el conocimiento, los préstamos

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 161

de capital y los contactos de negocios con empresas manufactureras


sean compartidos. La solidaridad vinculada, expresada como “maya-
nidad”, se ha convertido en el punto de partida de un ciclo de acumu-
lación en el que el éxito económico de cualquier sacatepequense
constituye una reafirmación de la identidad del grupo. La confianza
exigible es generada y sostenida por la estructura de la red social en
la que tienen lugar las transacciones mercantiles no reguladas. La
comunidad confiere estatus a los empresarios exitosos que compar-
ten sus recursos y contactos, y ejerce una presión tanto normativa
como económica para garantizar la reciprocidad y el reembolso por
parte de los beneficiarios. Aquellos que burlan el sistema ponen en
riesgo su permanencia en la comunidad y se exponen a ser excluidos
de las oportunidades de subcontratación futuras. La comunidad como
un todo es la garante del cumplimiento de las obligaciones normativas.
A pesar de su relativa prosperidad, los microempresarios de San
Pedro enfrentan restricciones en el mercado que no pueden superar
con base simplemente en relaciones económicas de cooperación. Los
talleres de San Pedro están atrapados en el eslabón final de la cade-
na de producción transnacional. Debido a que carecen de toda vía de
acceso independiente a los mercados de consumo, su dinamismo eco-
nómico depende de la buena voluntad de los intermediarios. En teo-
ría, la situación de los productores de San Pedro podría mejorarse
por medio de la diversificación de sus mercados internacionales. Pero
los problemas estructurales que enfrentan los productores de San
Pedro claramente se extienden más allá de los límites de su pueblo y
son sintomáticos del proyecto de desarrollo impuesto desde afuera a
Guatemala. Aunque la estructura social de relaciones puede garan-
tizar el éxito de las transacciones no contractuales entre sacatepe-
quenses (v. gr., préstamos, aprendizaje, contactos de negocios), no
puede derribar las barreras estructurales que entorpecen el creci-
miento autónomo y la acumulación de sus microempresarios.
La industria de empaquetamiento de fruta tropical de Jamaica
presenta un segundo caso de productores informales ligados a em-
presas formales dentro de una cadena de subcontratación casual
(Gordon et al. 1997). La industria de procesamiento de alimentos de
Jamaica es un tanto compleja. La cadena de producción tiene cuatro
niveles que empiezan con (1) las grandes compañías nacionales de
distribución de alimentos que reciben suministros de (2) pequeñas
empresas que procesan y empacan frutas. Uno de los productos pro-
cesados y empacados por las empresas pequeñas es el ackee, plato

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162 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

típico de Jamaica. Las pequeñas empresas compran el ackee a (3)


transportistas y comerciantes que contratan a (4) recolectores por
temporada para que recojan la fruta del ackee. Dos complicaciones
adicionales están presentes en esta cadena de producción: en primer
lugar, el ackee crece silvestre y no es cultivado en huertos, por lo que
su suministro es irregular y, en segundo lugar, el ackee contiene
hipoglicina, prohibida desde 1972 en los Estados Unidos, donde está
el grueso del mercado de exportación. Típicamente, tanto las peque-
ñas empresas como los comerciantes tienen más de un contacto para
la compra y venta de sus respectivos productos. A pesar de que no
existen relaciones contractuales en esta cadena de producción de
cuatro eslabones, existen acuerdos informales entre los actores que
garantizan un mínimo de estabilidad.
Entre los pequeños productores informales existen muchas fuen-
tes de desconfianza. El establecimiento implacable de precios cuan-
do se compite por una oferta limitada de ackee genera tensiones y
disputas. El contrabando de drogas es además una de las principales
fuentes de desconfianza. Es bien sabido que los traficantes de drogas
ofrecen sobornos significativos a los empresarios y a sus hombres de
confianza, a cambio de que pongan a su disposición las plantas de
empaquetamiento para las actividades de contrabando. Los empre-
sarios, además, han tenido malas experiencias cuando han negocia-
do de manera independiente con grandes exportadores extranjeros.
Se sabe de casos en que los exportadores hacen pedidos a las empre-
sas pequeñas y, tras recibir el producto, no pagan el monto completo.
Incluso, eliminan todo tipo de contacto con el proveedor, quien se ve
obligado asumir la pérdida. La naturaleza no regulada del suminis-
tro de ackee y sus sistemas de distribución internacional fomentan
la competencia incesante, la sospecha y la atomización social.
Aunque los empresarios suelen resaltar situaciones que les han
hecho desconfiar de otros productores y distribuidores, la verdad es
que estas pequeñas empresas comparten ciertos servicios. Los ejem-
plos de comportamiento basado en la confianza incluyen: empresas
que se prestan entre sí el servicio de enlatado en épocas de escasez,
la remisión de productos a otra empresa para que sean enlatados
cuando su maquinaria se avería, servicios de mantenimiento com-
partidos, asistencia en la capacitación de nuevos empleados y siste-
mas para compartir órdenes grandes que superan la capacidad de
procesamiento de una sola empresa. En esencia, dentro de la indus-
tria, la única fuente de capital social que facilita las transacciones de

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 163

recursos son simplemente los actos mutuos de reciprocidad, con la


plena expectativa de un retorno equivalente. Los empresarios indi-
viduales, en todo caso, se benefician de las redes personales de ami-
gos y familiares que han sido instrumentales para la formación y éxito
continuo de su empresa. En cada caso, los amigos, la familia y los
compañeros de parroquia han sido motivados por la solidaridad vin-
culada a proveer el capital inicial necesario para lanzar la iniciativa
de negocios del microempresario.
La prosperidad económica de la industria de exportación de fru-
tas de Jamaica está ligada a su capacidad para acaparar un nicho de
mercado internacional de consumidores especializados (las comuni-
dades de inmigrantes jamaiquinos en Canadá, los Estados Unidos y
el Reino Unido) que generan una demanda de productos de su tierra
natal. Aun así, el principal obstáculo para transformar la industria
de exportación de frutas de Jamaica en un punto focal de crecimien-
to autónomo es la ausencia de una confianza exigible que pueda sus-
tentar las relaciones de colaboración entre los productores a lo largo
de los eslabones de la cadena de producción. Los empresarios de la
industria jamaiquina de frutas no tienen una historia de acción co-
lectiva, ni alguna forma de identidad de grupo que pueda servir como
base para la construcción de redes de negocios basadas en la confian-
za. Además, las características de la industria –varias de cuyas ope-
raciones tienen lugar entre la legalidad y la ilegalidad– dificultan la
construcción de relaciones de confianza. La reciprocidad existe, pero
es limitada. En verdad, en una cadena de producción tan irregular,
sólo bastan unos pocos casos conocidos de corrupción para que todos
los productores actúen con un creciente recelo.
Conservando la esperanza de que el dinamismo y la capacidad
empresarial puedan erigirse como pilares potenciales para sostener
estrategias de desarrollo futuras, las microempresas se han convertido
en el emblema de una política económica que celebra la informali-
dad como la “irrupción del mercado” en unas economías latinoameri-
canas que de otro modo estarían totalmente reguladas (De Soto 1989).
La mayoría de los programas existentes de promoción de microem-
presas toman al empresario o empresa individual como su blanco de
acción. Mi análisis de las redes personales y de negocios del empre-
sario, y de los múltiples derechos y obligaciones a los que están vin-
culadas, sugiere la necesidad de adoptar un rumbo alternativo. Las
políticas económicas deben basarse en las formas de cooperación y
solidaridad comunitarias ya existentes. La promoción por parte de

Alejandro Portes. El desarrollo futuro de América Latina. Neoliberalismo, clases sociales y transnacionalismo
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164 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

un agente externo de relaciones de colaboración entre microem-


presarios resulta más bien problemática. Los agentes externos de-
ben tener en cuenta la manera como un contexto social histórico y la
estructura de una industria particular facilitan o dificultan el surgi-
miento de la confianza y la cooperación. También debe reconocerse
que la cooperación local por sí sola no puede superar los obstáculos
macroestructurales para la estabilidad económica, el crecimiento
autónomo y la acumulación.
Un segundo resultado del desplazamiento económico causado por
la crisis económica de la década de los años ochenta y del cambio
subsiguiente de la ISI por la IOE es la migración internacional masi-
va, principalmente hacia centros urbanos. A su vez, la migración in-
ternacional contemporánea muestra nuevas tendencias que son en
sí mismas un producto de la reorganización global de la producción.
En especial, los viajes más asequibles y la difusión de las tecnologías
de comunicación, desarrolladas en primera instancia como respues-
ta a las exigencias del capital internacional, permiten a los inmi-
grantes mantener lazos intensos y regulares a través de las fronteras
nacionales (Basch et al. 1994, Smith y Guarnizo 1998). Como se verá
en detalle en el capítulo 6, el resultado de todo esto es la emergencia
del transnacionalismo, definido como las ocupaciones y actividades
que para su implementación requieren contactos sociales regulares
y sostenidos entre fronteras nacionales a lo largo del tiempo (Portes
et al. 1999).
La migración salvadoreña contemporánea es un claro ejemplo de
la transnacionalización de la experiencia migratoria. En el caso de
El Salvador, la emigración ha sido un elemento definitorio del orden
social desde el comienzo del siglo XX. Durante la década de los años
ochenta, los conflictos civiles y las dislocaciones económicas asocia-
das a él perturbaron los patrones migratorios establecidos y forza-
ron a más de un millón de salvadoreños a buscar un refugio seguro
en Canadá y los Estados Unidos (Zolberg et al. 1989). Durante este
período, una confluencia de factores locales y globales hizo que los
salvadoreños prefirieran las estrategias de incorporación social y
económica transnacionales a las nacionales. Los migrantes salvado-
reños superaron la distancia y las adversidades legales y económi-
cas para fraguar una variedad de relaciones y compromisos con sus
lugares de origen (Landolt et al. 1999).
Una de las formaciones transnacionales salvadoreñas más ubi-
cuas es la asociación de la ciudad natal o “comité del pueblo”, com-

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 165

puesto por un núcleo de entre cinco y veinte miembros y una amplia


base de contribuyentes. Los comités están conformados típicamente
por inmigrantes provenientes del mismo lugar de origen que organi-
zan eventos sociales y culturales en la comunidad salvadoreña de
inmigrantes para conseguir fondos destinados a proyectos en sus ciu-
dades natales. Al llevar a acabo estos proyectos, los miembros de la
asociación crean oportunidades para tender la mano no sólo a sus
ciudades natales, sino también a sus compatriotas que viven en otros
lugares de los Estados Unidos. De esta forma, el comité construye am-
plias redes sociales entre los migrantes y refuerza e institucionaliza
lazos culturales, económicos y políticos con sus lugares de origen.
La atención de los funcionarios públicos y los académicos se ha
dirigido a estas asociaciones por dos razones. En primer lugar, ellas
encarnan un esperanzador proyecto para el proceso de reconstruc-
ción de El Salvador de la posguerra. Reaccionando en contra de la
muy tensa situación política en el país, los comités típicamente pro-
mueven la tolerancia y la cooperación dentro de su propia orga-
nización y enfatizan la importancia de construir instituciones lo
suficientemente flexibles como para sustentar una membresía polí-
ticamente diversa. El potencial económico de los comités no es intras-
cendente. Se sabe que las asociaciones han llegado a conseguir US $
50.000 en efectivo y en especie para sus proyectos de desarrollo. Las
condiciones de vida en los municipios que reciben “ayuda trans-
nacional de base” confirman la relevancia económica de esta estrate-
gia colectiva de remesas. Las ciudades que cuentan con una asociación
de este tipo han pavimentado carreteras además de tener electrici-
dad y edificios públicos recién pintados. A pesar de que uno pueda
cuestionar las prioridades de desarrollo de los comités, es un hecho
que la calidad de vida en las ciudades transnacionales es mejor
(Landolt 1997).
En segundo lugar, los comités salvadoreños son excepcionales
porque demuestran la capacidad de los individuos para superar el
miedo y el recelo, para promover relaciones sociales de confianza y
solidaridad, y para fraguar redes sociales de cooperación. Existen
muchas fuentes contemporáneas de recelo que ponen en peligro la
formación de las relaciones de confianza necesarias para la construc-
ción de asociaciones de ciudades natales transnacionales. En El Sal-
vador, una historia de violencia política patrocinada por las élites
sofocó a la sociedad civil y cultivó el cinismo y el recelo en todas las
relaciones sociales (Browning 1984). Durante la guerra civil, el te-

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rrorismo sistemático y la militarización de la sociedad llevaron a que


los salvadoreños percibiesen el medio ambiente y a sus semejantes
como potencialmente hostiles y peligrosos (Martín-Baró 1990). En los
Estados Unidos, la estructura de oportunidades para los inmigrantes
salvadoreños se caracteriza por la inestabilidad legal y económica
(Repak 1995, Menjivar 1997). Una pobreza general de recursos ha
cobrado víctimas en los hogares inmigrantes y en sus redes sociales
de apoyo mutuo. Esto ha llevado a la mercantilización de los lazos
sociales y a la fractura de los intercambios recíprocos (Mahler 1995,
Menjivar, en prensa).
Numerosos factores explican cómo los salvadoreños han supera-
do estas condiciones adversas para dar forma a las redes sociales que
se necesitan para sostener las asociaciones de ciudades natales. En
primer lugar, la migración es un proceso de creación de redes que
incita a los individuos a crear nuevos roles y relaciones sociales que
pueden adaptarse a la ciudad anfitriona y ser transplantados a otros
lugares (Massey et al. 1987). Una dimensión de la identidad de gru-
po acentuada por la migración es el paisanaje o el sentimiento de per-
tenencia a una misma comunidad de origen. En efecto, la experiencia
migratoria sirve como un antídoto parcial contra la historia de mie-
do y desconfianza presente en el país de origen. Un sentimiento de
obligación respecto de los familiares y amigos que aún viven en el
lugar de origen, que se edifica sobre esta base frágil y coyuntural,
finalmente deriva en la construcción de los comités salvadoreños.
Como lo explican algunos miembros de la asociación, tras una
prolongada ausencia de sus lugares de origen, la suscripción de los
Acuerdos de Paz de 1992 y una situación legal más estable en los
Estados Unidos, les permitieron regresar a casa. Sobrecogidos por la
destrucción y la pobreza causada por la guerra, decidieron apoyar
las reparaciones, contribuyendo o conformando el comité local. En el
caso de los miembros centrales del comité, la obligación moral es re-
forzada por un sentido de solidaridad vinculada, generalmente fra-
guado durante los años de permanencia en el extranjero. Los
miembros fundadores de la asociación a menudo tienen una historia
previa de movilización colectiva en los Estados Unidos, alrededor de
temas como los derechos de los inmigrantes, igualdad en el acceso a
la vivienda o la cooperación en las aventuras empresariales. Adicio-
nalmente, muchos individuos que participan de manera activa en los
comités cuentan con una historia personal de activismo en El Salva-
dor.

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 167

Aunque las asociaciones de ciudades natales salvadoreñas exhi-


ben un gran potencial como instrumentos de reconstrucción y re-
conciliación, dos debilidades fundamentales ponen en peligro su
dinamismo a largo plazo. En teoría, la solidaridad vinculada que fo-
menta la formación de estas asociaciones está en consonancia con la
mayoría de “paisanos” en casa y en el exterior. En la realidad, las
lealtades hacia un grupo son demasiado particulares y más bien ines-
tables. En las comunidades de inmigrantes se presenta una erosión
constante de la membresía. Los paisanos transnacionales empobre-
cidos, que soportan la carga de conjuntos competitivos de relaciones
y obligaciones y que experimentan las lealtades cambiantes típicas
de la experiencia inmigratoria, abandonan la asociación. En El Sal-
vador, debido al desplazamiento interno forzado causado por la gue-
rra, los residentes “natales” de la posguerra a menudo son recién
llegados y no conocen bien la población emigrante que coordina las
actividades del comité. Igualmente, con frecuencia se muestran rea-
cios a involucrarse en los proyectos del comité y sienten que no com-
parten su visión sobre lo que constituye un proyecto de desarrollo
comunitario.
El segundo reto que debe ser enfrentado por las asociaciones de
ciudades natales es la construcción de una red social estable con una
amplia base que pueda permitir la circulación transnacional de re-
cursos. En la actualidad, la red que promueve las actividades de las
asociaciones de ciudades natales típicas es simplemente una fusión
coyuntural de lazos sociales personales de los miembros directivos.
En consecuencia, para los comités resulta fácil aparentar o llegar a
ser vehículos para el ascenso de su grupo de directivos. La naturale-
za transnacional de las actividades de la asociación tiende además a
fomentar las sospechas y acusaciones sobre corrupción y abuso de
funciones. Las asociaciones de ciudades natales intentan mitigar estas
preocupaciones albergando sus actividades dentro de organizaciones,
como la iglesia o el centro comunitario, que cuentan con mucha más
legitimidad y con los recursos para mantener un sistema de monitoreo
transnacional.
En la práctica, el problema que subyace a los temores sobre la
corrupción de la asociación es la incapacidad de los directivos para
presentarse como los genuinos representantes de la “comunidad”. A
menudo, los comités trabajan en proyectos que no concuerdan con el
complejo conjunto de intereses económicos, políticos y sociales exis-
tentes en los lugares de origen. El resultado es que, independiente-

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mente de lo que haga un comité para disipar los temores, siempre da


la sensación de que está fomentando los intereses de unos pocos.
Aunque han luchado por el establecimiento de una estructura demo-
crática de toma de decisiones y por la creación de mecanismos para
monitorear sus actividades, las asociaciones salvadoreñas transna-
cionales han sido incapaces de constituirse como la voz representan-
te por fuera de sus ciudades natales.
La historia de desconfianza y desintegración social y el contexto
fragmentado en el que operan las asociaciones conspiran en contra
del surgimiento de una visión más singular del desarrollo comunita-
rio que pueda estar apoyada por una base más amplia. Aunque las
asociaciones de ciudades natales tienen potencial para convertirse
en un vehículo para el desarrollo local, en la actual coyuntura su
funcionamiento a largo plazo está en duda. Esta experiencia mues-
tra la dificultad que supone construir la confianza en áreas con pa-
sado reciente de conflicto armado. Además, previene a los agentes
externos sobre la existencia de líderes locales egoístas que aseguran
representar a “la comunidad” y su agenda de prioridades de desarro-
llo, a la vez que ocultan sus agendas personales.

CONCLUSIÓN
Los anteriores ejemplos muestran simultáneamente tres aspectos del
capital social bajo su segunda definición, es decir, como conjunto de
vínculos de solidaridad dentro de una comunidad. En primer lugar,
que dicho capital puede ser un factor importante para las iniciativas
económicas y políticas populares; en segundo lugar, que resulta bien
difícil de establecer, y, en tercer lugar, que en el proceso de construc-
ción de las precondiciones requeridas a menudo surgen consecuen-
cias inesperadas. Por lo general, la bibliografía reciente no apoya los
intentos de “ingeniería social” que buscan construir redes de solida-
ridad cuando existen muy pocas o ninguna. La mayoría de las veces,
dichos intentos acaban fracasando, o bien por el individualismo de
algunos participantes o bien porque las estructuras comunitarias se
debilitan rápidamente tras el retiro del apoyo externo (Portes e
Itzigsohn 1994, Coleman 1990). En lugar de esto, es aconsejable cons-
truir sobre lo que ya existe, esto es, reforzar los lazos sociales y tra-
bajar con el diagnóstico hecho por los miembros de la comunidad y
no tratar de imponer otro desde afuera (Roberts 1995).

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EL CAPITAL SOCIAL: PROMESAS Y OBSTÁCULOS PARA SU PAPEL EN EL DESARROLLO 169

Es igualmente importante prestar atención al factor tiempo de


dos maneras. Primero, las situaciones cambian y el éxito mismo de
los esfuerzos colectivos para alcanzar ciertas metas hoy, puede cam-
biar o disminuir la motivación futura de los participantes (Mangin
1970). Segundo, con el tiempo, las estructuras de liderazgo pueden
afianzarse profundamente y convertir las elevadas metas iniciales
en justificaciones para líderes egoístas. La “ley de hierro de la oligar-
quía” de Michels (1949) funciona tan efectivamente a nivel de base
como en la cumbre de las estructuras políticas.
Tercero, no se debería albergar mucho optimismo respecto de lo
que pueden lograr a nivel colectivo la confianza exigible y la solidari-
dad vinculada, en especial cuando hacen falta recursos materiales.
El capital social puede ser una fuerza poderosa que promueva los
proyectos grupales pero, como se señaló, consiste en la habilidad de
ordenar recursos a través de redes sociales, no en los recursos mis-
mos. Cuando estos últimos son escasos, la capacidad de una colecti-
vidad para alcanzar metas es restringida, sin importar cuán fuertes
sean sus vínculos internos. Esta es otra forma de decir que, al con-
trario de las expectativas de algunos políticos, el capital social no sus-
tituye la provisión de crédito, la infraestructura material ni la
educación. Lo que el capital social puede hacer es incrementar el “ren-
dimiento” de tales recursos, al reforzarlo con las contribuciones vo-
luntarias de los participantes y con su capacidad para monitorear y
evitar las conductas tramposas.
No existe una fórmula generalizada para utilizar los lazos socia-
les en provecho del desarrollo. Los proyectos exitosos deben ser lo-
grados uno por uno, combinando las redes de base existentes con el
suministro cuidadoso de recursos y asesoría externa. Esto último no
puede simplemente bajar desde lo alto, bajo la forma de fórmulas de
desarrollo, sino que debe estar arraigado en el ambiente local e in-
corporar sus diagnósticos y sus prioridades. Limitado de esta mane-
ra, el capital social puede jugar un papel importante en el desarrollo
y puede ayudar a multiplicar la ganancia colectiva generada por los
recursos invertidos con este propósito.

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173

CAPÍTULO 6

El transnacionalismo de los inmigrantes:


Convergencias teóricas y evidencia empírica
a partir del estudio de los colombianos,
dominicanos y salvadoreños
en Estados Unidos*

INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES EL TRANSNACIONALISMO?


Las relaciones personales de tipo material y simbólico que conectan
a las sociedades a través de las fronteras nacionales alcanzaron nive-
les históricos durante el último tercio del siglo XX. Estas conexiones
trasnacionales afectan simultáneamente a más de un Estado-nación
y suelen ser generadas desde abajo por la migración humana (Glick
Schiller, Basch y Blanc 1992; Basch, Glick Schiller y Blanc 1994; Por-
tes 1996; Smith y Guarnizo 1998), los movimientos sociales (Smith,
Chatfield y Pagnucco 1997; Tarrow 1998) y las organizaciones no
gubernamentales (Keck y Sikkink 1998, Boli y Thomas 1999). La
proliferación de los lazos transnacionales de base por todo el mundo
es un fenómeno de mucha importancia pero, hasta ahora, ha recibi-
do poca atención. El objetivo de este capítulo es analizar las activi-
dades transfronterizas de carácter económico, político y sociocultural
realizadas por los inmigrantes contemporáneos que afectan a las
comunidades, los partidos e instituciones estatales de los países de
origen. A partir de este análisis se extraen lecciones generales que
modifican la creencia común acerca de lo que es un inmigrante y de
los procesos de adaptación a la sociedad receptora.

* Este capítulo es una versión levemente modificada del artículo “Theoretical Convergencies
and Empirical Evidence in the Study of Immigrant Transnationalism.” International Migration
Review, 37(3). La sección introductoria se tomó de L. Guarnizo, A. Portes y W. Haller,
“Assimilation and Transnationalism: Determinants of Transnational Political Action among
Contemporary Migrants.” American Journal of Sociology, 108(6). En este último artículo se
encuentra un análisis estadístico avanzado del fenómeno específico del transnacionalismo
político. Dado el carácter no técnico de este libro, y a petición del autor, en este capítulo no
se han reproducido las explicaciones detenidas de las técnicas estadísticas utilizadas en el
proyecto empírico que le sirve de base. [Nota del editor]

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174 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

La principal finalidad de este estudio es indagar el alcance, las


implicaciones y los determinantes sociales de las relaciones trans-
fronterizas iniciadas y mantenidas por los migrantes contemporáneos
hacia los Estados Unidos. El análisis se concentra específicamente
en las actividades transnacionales de tres de los principales grupos
de inmigrantes que residen en cuatro grandes áreas metropolitanas
de los Estados Unidos. Se busca establecer qué tipos, escala e inten-
sidad de compromiso económico, político y sociocultural prevalecen
entre estos inmigrantes y determinar los factores individuales y so-
ciales que dan forma a dichas actividades.
En años recientes, el adjetivo “transnacional” se ha incluido de
manera visible en los títulos de congresos y paneles de discusión
durante encuentros académicos en los Estados Unidos y Europa. No
obstante, esta oleada de interés ha estado acompañada por un au-
mento de la ambigüedad teórica y la confusión analítica en la utili-
zación del término. En consecuencia, mientras algunos académicos
han empezado a adoptar y poner en marcha el concepto en su traba-
jo, otros han respondido con un intenso escepticismo. Al intentar
aclarar el significado del término, muchos académicos han formulado
definiciones explícitas de la “migración transnacional” y de los “campos
trasnacionales”. Por ejemplo, para Glick-Schiller y Fouron (1999, 344):
La migración transnacional es un patrón de migración en el que
las personas, aunque atraviesen las fronteras nacionales y se
asienten y establezcan relaciones en un nuevo Estado, conti-
núan manteniendo conexiones sociales con la comunidad polí-
tica de la que son originarios. En la migración transnacional
las personas literalmente viven sus vidas a través de las fron-
teras nacionales. Dichas personas pueden ser definidas mejor
como “transmigrantes”.
El problema de esta definición es que no establece un criterio
específico para diferenciar entre quién participa en estas activida-
des y quién no lo hace. Si el simple acto de enviar remesas a las fami-
lias o viajar al hogar ocasionalmente cualifica a una persona como
“transmigrante”, el campo como un todo está sujeto a que se le tilde
de banal pues es bien sabido que los migrantes transnacionales siem-
pre se han visto involucrados en estas actividades (Foner 1997).
La principal dificultad que se presenta en el campo del transna-
cionalismo, como ha sido desarrollado hasta ahora, es que su base
empírica descansa casi exclusivamente en estudios de caso1. Aunque

1 Los estudios sobre varias actividades transnacionales en el pasado han sido realizados sobre

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 175

resultan útiles, estos estudios incluyen sólo a quienes participan en


las actividades de interés, excluyendo a aquellos que no lo hacen. El
resultado es una exageración del alcance del fenómeno, pues da la
impresión de que todas las personas de la comunidad estudiada es-
tán involucradas. Mientras que el viaje ocasional al país de origen o
las contribuciones financieras esporádicas a un partido político del
país natal ciertamente ayudan a fortalecer el campo transnacional,
por sí mismas no justifican el acuñamiento de un nuevo término. Lo
que yace en el núcleo del fenómeno que este campo intenta resaltar
y estudiar es el surgimiento de una nueva clase de personas, empre-
sarios o activistas políticos que de manera regular realizan activida-
des transfronterizas2. Estos son, para emplear un término de Glick
Schiller y Fouron (1999), los verdaderos “transmigrantes”.

CONVERGENCIAS TEÓRICAS EN EL ESTUDIO


DEL TRANSNACIONALISMO
Las siguientes cinco conclusiones parecen haber generado un cierto
consenso entre los especialistas en este campo:
1. El transnacionalismo representa una nueva perspectiva, no un
fenómeno nuevo
El debate de si en realidad hay “algo nuevo” en las prácticas hoy ca-
talogadas como transnacionales parece que ha sido resuelto con el
reconocimiento de que existen muchos precedentes en la historia de
la inmigración. Lo que faltaba era una perspectiva teórica convin-
cente que iluminara sus similitudes de tal forma que pudieran ser
identificadas como parte del “mismo” fenómeno. A falta de esta pers-
pectiva, dichos casos seguirían siendo episodios aislados que no ge-

distintos grupos de inmigrantes. Estos incluyen a los brasileros (Margolis 1994), centroameri-
canos (Hamilton y Chinchilla 1991, Mahler 1995, 1998, 1999), dominicanos (Grasmuck y Pessar
1991, Portes y Guarnizo 1991, Graham 1997, Sorensen 1998), ecuatorianos (Kyle 2000), mexi-
canos (Massey et al. 1987; Massey, Goldring y Durand 1994; Massey y Parrado 1994; R.C.
Smith 1994, 1998; Goldring 1998), haitianos (Glick Schiller et al. 1995; Glick Schiller y Fouron
1999, 2001), filipinos (Basch, Glick Schiller y Blanc 1994, Wolf 1997), chinos (Zhou 1992, Smart
y Smart 1998) e indios (Lessinger 1992). Con la excepción de los estudios de Massey y sus
colaboradores y el trabajo de Kyle sobre los ecuatorianos, la mayoría de la bibliografía no es
cuantitativa y está basada en evidencia etnográfica.
2 Aún así la participación en actividades transnacionales no se limita únicamente a las activida-
des en la esfera pública. Los actores transnacionales también incluyen a los miembros de
familias u hogares en más de un país que mantienen relaciones constantes entre sí (por ejem-
plo, proporcionando apoyo económico, social y emocional, y manteniendo vivas las relacio-
nes familiares, las lealtades y la obligaciones) a través de las fronteras (ver, Kyle 2000, 102-12;
Glick Schiller y Fouron 2001, Capítulo 4; Gardener y Ralph Grillo 2002).

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176 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

neran conocimiento acumulativo y, por tanto, no contribuyen al de-


sarrollo de nuevas tipologías o predicciones. En este punto vale la
pena recordar el clásico análisis de Merton sobre la “falacia de la an-
ticipación”, en virtud de la cual las ideas novedosas son sometidas a
la acusación contradictoria de que si son nuevas, no son verdaderas
o, que si son verdaderas, realmente no son nuevas. Como lo dice
Merton, “una vez que la idea ha sido formulada con tal claridad y
énfasis que no puede ser ignorada, se vuelve fácil encontrar precur-
sores de ella” (Merton 1968, 16). Robert Smith trae a colación este
punto, al señalar que “si la vida transnacional existió en el pasado
pero no fue considerada como tal, entonces los lentes transnacionales
cumplen la nueva función de proporcionar un medio para ver lo que
existía y no podía ser visto” (Smith 2003, 1).
Un punto de acuerdo subsidiario pero importante es el reconoci-
miento de que, aunque se pueden encontrar muchas variedades de
transnacionalismo en la historia de la inmigración, el fenómeno ha
experimentado un gran impulso gracias al advenimiento de nuevas
tecnologías en el transporte y las comunicaciones, que facilitan
enormemente la comunicación rápida a través de las fronteras na-
cionales y entre grandes distancias. Sin importar cuán fuertes fue-
ran las motivaciones de los primeros inmigrantes para mantener sus
lazos –económicos, políticos o culturales– con sus países de origen,
los medios de los que disponían eran exiguos si se les compara con
los que cuenta el residente temporal de hoy. Esto explica en gran
parte, si no completamente, la densidad y complejidad alcanzada por
el transnacionalismo inmigrante contemporáneo y en gran medida
es el responsable de su descubrimiento como un fenómeno digno de
atención académica (Guarnizo 2003, Levitt 2001, Kivisto 2001).

2. El transnacionalismo es un fenómeno de base


A pesar de las numerosas tipologías que en el pasado distinguían entre
el transnacionalismo “desde arriba” y “desde abajo”, refiriéndose el
primero a las actividades de los gobiernos y empresas multinaciona-
les, el grueso de esta bibliografía se concentra en las iniciativas de la
gente común para establecer lazos duraderos de diverso tipo a tra-
vés de las fronteras nacionales. Del mismo modo se reconoce, como
lo deja claro el trabajo de Vertovec (2003), que los inmigrantes no son
los únicos actores privados involucrados en este tipo de empresa. Las
organizaciones no gubernamentales de base y los activistas por los
derechos humanos, el medio ambiente y otras causas globales tam-

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 177

bién han contribuido a la proliferación de las redes transfronterizas


“desde abajo” (Keck y Sikkink 1998).
Por esta razón es plausible una tipología que distinga entre las
actividades de los Estados nacionales, las instituciones globales
multicéntricas y los actores privados no empresariales. Esta tipología,
que es reproducida en la figura 1, diferencia las actividades interna-
cionales de los gobiernos y otras instituciones identificadas con un
Estado-nación particular, las iniciativas multinacionales de institu-

Figura 1
Activismo transfronterizo por diferentes tipos de actores
Actividades Áreas
Política Económica Sociocultural
Internacionales Establecimiento de Exportaciones Programas de viajes
embajadas y impulsadas por e intercambios
organización de organizaciones organizados por
misiones diplomáticas agrícolas, ganaderas universidades
en el extranjero por y pesqueras de ubicadas en un país
los gobiernos un país particular. específico.
nacionales.

Multinacionales La ONU y otras Actividades de Escuelas y misiones


agencias producción y patrocinadas por la
internacionales mercadeo de Iglesia Católica y otras
encargadas de empresas globales religiones globales en
monitorear y mejorar cuyas ganancias múltiples países.
áreas especializadas dependen de
de la vida global. múltiples mercados
nacionales.

Transnacionales a) ONG establecidas a) Boicots a) Actividades


para monitorear organizados por caritativas de base
globalmente los activistas de base en que promueven la
derechos humanos. los países del Primer protección y cuidado
b) Asociaciones cívicas Mundo para exigir de los niños en las
de ciudades natales que las naciones más pobres.
establecidas por multinacionales b) Elección de reinas
inmigrantes para mejoren sus prácticas de belleza y elección
mejorar las laborales en el Tercer de grupos artísticos
condiciones de sus Mundo. en las comunidades
comunidades b) Empresas de inmigrantes para
emisoras. establecidas por los participar en los
inmigrantes para festivales anuales de
exportar/importar la ciudad natal.
bienes desde y hacia
sus países natales.

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178 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ciones globales como la Iglesia Católica y varias agencias de las Na-


ciones Unidas, y las actividades transnacionales de miembros de la
sociedad civil que no son gubernamentales ni empresariales. El
transnacionalismo de los inmigrantes estaría ubicado en esta última
categoría.
Claramente, como lo indica Bauböck (2003), no hay nada sagra-
do en esta tipología y pueden ser desarrolladas otras complementa-
rias o alternativas. No obstante, los objetivos que la impulsaron siguen
siendo válidos, sin importar qué modificaciones sean realizadas. Ella
sirve para destacar dos puntos. En primer lugar, el concepto de trans-
nacionalismo, tal y como es utilizado en la bibliografía contemporá-
nea, se refiere principalmente a las actividades transfronterizas de
los actores privados de base, incluyendo a los inmigrantes. Segundo,
es necesario un lenguaje que distinga estas actividades de las reali-
zadas por las grandes burocracias y otras instituciones que desde hace
mucho tiempo han formado parte de la escena global. Si no se hace
esta distinción, el concepto de transnacionalismo se convierte en una
mezcolanza de los más diversos tipos de fenómenos y pierde su valor
heurístico para denotar un proceso social diferente y limitado.
3. No todos los inmigrantes son transnacionales
El conjunto antropológico de estudios que lanzaron efectivamente el
transnacionalismo como una perspectiva novedosa sugería que éste
era un fenómeno generalizado entre las comunidades inmigrantes
contemporáneas. Lo anterior justificó, en cierto modo, que los inmi-
grantes fueran rebautizados como “transmigrantes” en la medida en
que habían dejado de seguir el camino tradicional de la asimilación
para involucrarse sistemáticamente en actividades “multivinculadas”
a través de las fronteras nacionales (Basch et al. 1994).
No resulta sorprendente que el inicial entusiasmo intelectual vin-
culado con el descubrimiento de este fenómeno hiciera que se exage-
rara su alcance. Ya se ha señalado que el problema de tomar muestras
sobre la variable dependiente, asociado con el método del estudio de
caso, es el responsable de haber oscurecido la ausencia del transna-
cionalismo en la vida cotidiana de muchos emigrantes (Smith 2003,
Portes 2001). Las investigaciones subsiguientes han indicado que la
participación regular en las actividades transnacionales, incluso la
participación ocasional, no es una práctica universal (Guarnizo 2003;
Landolt 2001). Aunque actividades tales como el envío ocasional de
una remesa o visitar el país natal indudablemente forman parte de

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 179

lo que es catalogado como transnacionalismo, difícilmente pueden


justificar por sí solas el acuñamiento de un nuevo término. Estas son
actividades en las que los inmigrantes han participado desde tiem-
pos inmemoriales. Así, tenemos la paradoja de que el transnacio-
nalismo, como una nueva perspectiva teórica en el campo de la
inmigración, está basado sólo en las actividades de una minoría de
miembros de su población.

4. El transnacionalismo de los inmigrantes tiene consecuencias


macrosociales
A pesar de su limitado carácter numérico, la combinación de un cua-
dro de activistas transnacionales regulares con las actividades oca-
sionales de otros inmigrantes se suman para dar lugar a un proceso
social que tiene un impacto económico y social importante en las co-
munidades e incluso en las naciones. Mientras que desde una pers-
pectiva individual, el acto de enviar una remesa, comprar una casa
en la ciudad natal del inmigrante o viajar allí ocasionalmente tienen
una consecuencia puramente personal, cuando estas acciones son
agregadas pueden modificar la suerte y la cultura de estas ciudades
e incluso de los países de los que forman parte. Estas y otras accio-
nes similares, multiplicadas por miles, se traducen en un flujo de
dinero que puede convertirse en la principal fuente de intercambio
exterior de los países emisores, en inversiones que sostienen la in-
dustria constructora natal en estas naciones y en nuevas prácticas
culturales que modifican radicalmente los sistemas de valores y la
vida cotidiana de regiones enteras (Levitt 2001, Itzigsohn et al. 1999,
Ostergaard-Nielsen 2001).
Guarnizo (2003) señala la diciente ironía de que las remesas fa-
miliares de un inmigrante que trabaja por el bienestar de su familia
son aprovechadas por el gobierno del país de origen como una fuente
confiable de divisas e incluso son utilizadas como garantía para la
solicitud de préstamos internacionales. Los magos financieros que
dirigen el mundo capitalista han aprendido a contar no sólo con las
remesas presentes, sino con la expectativa de flujos futuros sosteni-
dos como un criterio para determinar los merecimientos crediticios
de los Estados naciones y su elegibilidad para realizar nuevas inver-
siones. De este modo, las diásporas creadas por una multitud de de-
cisiones independientes de hombres y mujeres que buscan mejorar
sus oportunidades de vida individuales, con el tiempo se transforman
en una “exportación” clave de las naciones emisoras y en uno de los

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180 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

principales medios para mantener su integración en la economía


mundial (Guarnizo 2003, Roberts et al. 1999, Goldring 1992).
Esta es la principal razón que explica por qué en los últimos años
los gobiernos de los países de origen de los inmigrantes se han inte-
resado con tanto entusiasmo por sus expatriados, apurándose para
aprobar la legislación sobre doble nacionalidad y ciudadanía y ga-
rantizando la representación de los migrantes en los parlamentos.
Las investigaciones existentes coinciden en este punto y muestran
que el conjunto más diverso de países, de Eritrea a Colombia y de
Turquía a México, ha adoptado medidas para mantener vínculos
duraderos con sus diásporas y para promover sus contribuciones e
inversiones (Al-Ali et al. 2001; Guarnizo et al. 1999; Ostergaard-
Nielsen 2001, 2003, Fitzgerald 2000; Smith 1998). Este activismo gu-
bernamental suscita otro giro paradójico de los hechos, ya descrito
por Roberts y sus colaboradores (1999). Utilizando la famosa tipología
de Hirschman, estos autores señalan que, con anterioridad a su via-
je al exterior, los inmigrantes eran desatendidos e incluso reprimi-
dos; su salida eventualmente los dotó de la voz política de la que
siempre carecieron como resultado directo de los esfuerzos de los
gobiernos natales que procuran preservar la lealtad de los inmi-
grantes hacia su país.
Las acciones decididas de los gobiernos para promover y apoyar
el transnacionalismo, particularmente en el campo económico, po-
drían sugerir a algunos que las políticas oficiales son la principal causa
de estas actividades. Esta sería una conclusión errónea porque el
comienzo de las actividades transnacionales en todos los campos se
ha debido a las iniciativas de los propios inmigrantes, quienes han
movilizado con este objetivo sus redes de larga distancia. Como lo
señala Vertovec (2003), los conceptos de red social y capital social
encuentran en el campo de los estudios acerca del transnacionalismo
aplicaciones excepcionalmente fructíferas, en la medida en que es-
tas actividades están asentadas y son apoyadas de manera invaria-
ble por recursos sociales de base que compensan la escasez de recursos
económicos y políticos.
Los gobiernos generalmente han ingresado en el campo sólo des-
pués de que se han consolidado un conjunto de actividades transna-
cionales como fruto de la iniciativa popular. Su ingreso no ha estado
exento de problemas: mientras que políticas oficiales aparentemen-
te amistosas pueden promover y expandir las iniciativas transnacio-

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 181

nales, también pueden poner en riesgo su viabilidad a través de in-


tentos de cooptación y manipulación. Por esta razón las organizacio-
nes cívicas y caritativas, creadas por medio de los esfuerzos de base
de los activistas transnacionales, de manera resuelta siguen siendo
“no políticas” y buscan mantener su distancia respecto a las tenta-
ciones oficiales, que pueden poner en peligro sus metas (Landolt et
al. 1999, Smith 1998).

5. El alcance y las formas del activismo transnacional varían de


acuerdo con los contextos de salida y recepción
Este punto ha sido menos discutido, pues desde el principio se ha
reconocido que las actividades transnacionales son heterogéneas y
varían entre las comunidades de inmigrantes, tanto en popularidad
como en carácter. Uno de los principales factores que determinan esta
variación es el contexto de salida y recepción de los grupos particula-
res, el cual condiciona su propensión para intervenir en actividades
transfronterizas o incluso para adoptarlas como su principal meca-
nismo de adaptación económica. Uno de los resultados iniciales del
estudio que se resume en la siguiente sección es que los inmigrantes
de áreas urbanas que llegan escapando de una situación de violencia
generalizada en sus países de origen tienden a buscar la integración
rápida en la sociedad anfitriona y a evitar la participación activa en
la que dejan tras de sí. Los inmigrantes colombianos son una buena
ilustración de este fenómeno (Guarnizo et al. 1999). Por otra parte,
los inmigrantes que provienen de ciudades pequeñas y áreas rurales
cuyo país está en paz son significativamente más propensos a
involucrarse en la acción política y cívica transnacional para apoyar
a sus comunidades natales. Los inmigrantes salvadoreños en los
Estados Unidos constituyen un conocido ejemplo de este fenómeno
(Landolt et al. 1999, Landolt 2001, Menjivar 2000).
La manera como los inmigrantes son incorporados a la sociedad
anfitriona también afecta su propensión a participar en actividades
transnacionales. La evidencia existente sugiere que los inmigrantes
que se dispersan y pasan desapercibidos protegiéndose de la discri-
minación son menos propensos a participar en estas actividades. Por
otra parte, las actividades transnacionales florecen en las comuni-
dades altamente concentradas, especialmente en aquellas que han
sido sometidas a una recepción hostil por parte de las autoridades y
ciudadanía de la sociedad anfitriona. Las grandes concentraciones
étnicas crean múltiples oportunidades para las actividades trans-

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182 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

nacionales, en tanto que la creciente discriminación exterior hace que


el grupo mire hacia adentro y fomente así contactos duraderos con
sus comunidades natales.
En tales contextos, las actividades culturales trasnacionales y las
asociaciones cívicas ofrecen una fuente de consuelo contra la hostili-
dad externa y protegen la dignidad personal de sus amenazas. La
experiencia de los haitianos, dominicanos y mexicanos en los Esta-
dos Unidos y de los emigrantes de India y Pakistán en Gran Breta-
ña, reportada en numerosos estudios etnográficos, suministra
evidencia de estas tendencias (Glick Schiller y Fouron 1999, Stepick
1998, Stepick et al. 2001, Itzigsohn et al. 1999, Goldring 1992, Roberts
et al. 1999, Ballard 2000).

EVIDENCIA CUANTITATIVA
Esta sección resume los resultados del Comparative Immigrant
Entrepreneurship Project (CIEP), el estudio más grande realizado
hasta ahora que fue diseñado para reunir datos sobre las activida-
des transnacionales económicas, políticas y socioculturales de los
grupos inmigrantes. Se presentan aquí para ilustrar los argumentos
teóricos previos. El CIEP constituyó un esfuerzo mancomunado, rea-
lizado por universidades de los Estados Unidos, que incluía un tra-
bajo de campo cualitativo y cuantitativo llevado a cabo entre el 1996
y 19983.
La fase inicial del estudio consistió en entrevistas con 353 infor-
mantes claves en seis áreas de concentración de inmigrantes en los
Estados Unidos (dos para cada nacionalidad) y en seis ciudades ex-
tranjeras, incluyendo la capital de cada país de origen seleccionado.
La segunda fase del proyecto consistió en un estudio de las tres co-
munidades de inmigrantes en su principal área de concentración en
los Estados Unidos. El estudio fue realizado en dos etapas. La pri-
mera consistió en una muestra aleatoria multinivel, basada en las
cuadras de la ciudad como las principales unidades de muestreo
(PUM) y una muestra aleatoria sistemática de cabezas de hogar de
las nacionalidades seleccionadas en cada cuadra. La segunda fue una
muestra referencial, basada en los datos obtenidos de los informan-

3 Este proyecto se basó en un acuerdo de colaboración entre la Universidad Johns Hopkins, la


Universidad de California-Davis y la Universidad de Brown. En sus etapas finales, el proyecto
tuvo su sede en el Center for Migration and Development de la Universidad de Princeton.

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 183

tes durante la primera fase y recolectada a través de múltiples cade-


nas de acumulación. Esta parte del estudio fue designada como el
“estrato especial” (Kish 1967, 409) y buscaba identificar a los
inmigrantes que estaban involucrados en actividades empresariales
en general y en actividades transnacionales en particular. Este es-
trato asegura la presencia de un número suficiente de empresarios
transnacionales para el análisis cuantitativo, pero sesga la muestra
en su dirección.
Para compensar este sesgo, los análisis estadísticos de la infor-
mación CIEP balancearon los casos referenciales con la proporción
que representaban los autoempleados en la población de adultos tra-
bajadores cabeza de familia de la nacionalidad relevante en cada área
de muestreo. Este procedimiento evita la pérdida de información
valiosa, a la vez que previene las estimaciones sesgadas que resul-
tan de diferentes probabilidades de selección (Kish 167, 407-409;
Sudman 1983). Las muestras balanceadas resultantes pueden ser
consideradas como representativas de las nacionalidades inmigrantes
objeto de estudio en sus áreas de concentración respectivas. No obs-
tante, las probabilidades de selección varían entre estas áreas debi-
do al tamaño desigual de las comunidades de inmigrantes presentes
en cada una de ellas. Para solucionar este problema, en los análisis
de la muestra total desarrollamos una segunda serie de balances. Lo
anterior es lo contrario de la fracción de muestreo, definida como la
razón entre la muestra y la población de cabezas de familia de la
nacionalidad objeto de estudio en cada área. El Censo de Población y
Vivienda de los Estados Unidos en 1990 proporcionó la información
necesaria para calcular estas fracciones de muestreo (Frankel 1983,
Sudman 1983).
La tabla 1 presenta las muestras, las poblaciones relevantes, las
fracciones de muestreo y las tasas de autoempleo (para balancear el
estrato referencial de empresarios). La muestra ajustada puede ser
considerada representativa de los 187.228 hogares colombianos, do-
minicanos y salvadoreños en cinco áreas diferentes de concentración.
En parte, estas nacionalidades fueron seleccionadas debido a su ta-
maño, en tanto se estima que actualmente cada una supera el millón
de personas y que, conjuntamente, representan cerca de un quinto
del total de inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos
(Farley 2001, Landolt 2001, Portes y Guarnizo 1991, Guarnizo et al.
1999). Lo que resulta más importante es que a pesar de sus orígenes
culturales y lingüísticos comunes, los contextos de salida y recepción

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184 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Tabla 1
Distribución de la muestra CIEP por origen nacional,
área y tipo de actividad económica
Origen nacional Número de casos Fracción Porcentaje de
y lugar del estudio de muestreo autoempleados
Muestra Población Censo de 1990
Colombianos
Queens, NY 311 26.750 1,16 8,0
Dominicanos
Providence,
Rhode Island 159 2.296 6,92 4,0
Washington
Heights, Nueva York 259 88.930 0,29 7,8
Subtotal 418 91.226 — 7,7
Salvadoreños
Los Ángeles 240 57.076 0,42 7,4
Washington 233 12.176 1,91 5,3
Subtotal 473 69.252 — 7,0
TOTAL 1.202 187.228 0,64 7,5

de cada uno de estos grupos son bien diferentes. Esto permite exa-
minar cómo estas variables macrosociales –las condiciones en el país
natal y las formas de incorporación a la sociedad anfitriona– afectan
el inicio y el carácter del transnacionalismo.
Las siguientes tablas presentan un resumen de los resultados
tomados de la muestra CIEP, la mayor parte basados en su versión
balanceada. Las fuentes son indicadas allí donde resulta apropiado.
La tabla 2 muestra el alcance del transnacionalismo económico, po-
lítico y sociocultural entre las tres nacionalidades de inmigrantes.
La tabla incluye cifras que corresponden a una definición “amplia”
del concepto que comprende tanto las actividades regulares como las
ocasionales y a una definición “estricta” basada únicamente en la
participación regular. En el campo económico los empresarios
transnacionales están limitados a individuos autoempleados que res-
pondieron afirmativamente a una de las siguientes preguntas:
- “El éxito de mi empresa depende de contactos regulares con paí-
ses extranjeros”.
- “El éxito de mi empresa depende de un contacto regular con Co-

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA


Tabla 2
Actividades trasnacionales en tres comunidades inmigrantes en los Estados Unidos
Actividad Participación regular Por lo menos participación ocasional1
Colombia- Dominica- Salvadore- Total Colombia- Dominica- Salvadore- Total
185

nos % nos % ños % % nos % nos % ños % %


Económica
Empresarios transnacionales 4,3 4,8 5,3 5,1 — — — —
Empresarios transnacionales como porcentaje
de los autoempleados 37,5 52,5 76,2 57,9 — — — —
Política
Miembro de un partido político del país natal 10,0 12,6 7,6 9,9 18,7 22,8 14,3 18,3
Da dinero a un partido político del país natal 2,3 10,8 5,6 7,2 5,1 15,8 9,8 11,5
Participa en las campañas y manifestaciones políticas
del país natal 3,2 12,4 5,2 7,7 10,6 18,8 10,7 13,8
2
Sociocultural
Miembro de una asociación cívica de la ciudad natal 7,1 9,6 19,3 13,7 18,0 19,9 37,5 27,7
Da dinero para proyectos comunitarios en el país natal 6,1 8,5 12,8 10,1 18,7 18,4 33,6 25,4
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Miembro de una asociación caritativa en el país natal 13,2 6,4 21,5 14,3 29,9 21,6 40,3 31,4
Viaja para asistir a los festivales públicos en el país
de origen 3,5 7,6 5,8 6,2 13,5 19,5 16,2 17,1
Participa en clubes deportivos locales vinculados
con el país natal 5,5 9,7 7,6 8,1 10,0 18,9 19,7 17,9
1
Incluye tanto la participación regular como la ocasional.
2
Las tres primeras actividades incluidas en esta categoría también pueden ser conceptualizadas como políticas en el ámbito local, en la medida en
que suponen interacción e influencia respecto de las autoridades y acontecimientos locales (ver Guarnizo et al. 2002).
Fuente: Muestra Ponderada CIEP.

185
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186 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

lombia /República Dominicana /El Salvador” (De acuerdo con el


país de origen del encuestado).
Así definidos, los empresarios transnacionales representan una
pequeña minoría de la muestra balanceada, que no supera el 6% en
ningún caso. Esta cifra difiere claramente de las descripciones reali-
zadas por los estudios etnográficos que algunas veces hacen creer que
las empresas transnacionales se han convertido en la principal for-
ma de adaptación económica entre los inmigrantes contemporáneos.
No obstante, es necesario señalar que los transnacionales represen-
tan una gran proporción de todas las personas autoempleadas en estas
comunidades. En consecuencia, en la medida en que los inmigrantes
se convierten en empresarios, un número significativo lo hará apo-
yándose en sus contactos con el exterior, particularmente con sus
propias naciones natales.
Se llega a la misma conclusión general cuando se consideran las
actividades políticas o socioculturales. Los activistas políticos trans-
fronterizos regulares representan una pequeña minoría, sin superar
el 10% en la muestra balanceada total y el 15% entre el grupo inmi-
grante más orientado hacia este tipo de participación (los dominica-
nos). Mientras que la participación ocasional es más común, en casi
todas las instancias no alcanza a superar un quinto de la muestra.
La participación en actividades cívicas es ligeramente más común,
especialmente entre los salvadoreños pero, en la muestra completa,
tan sólo un tercio ha participado por lo menos ocasionalmente.
Tomados como un todo, estos resultados demuestran que el
transnacionalismo no es la forma normativa o dominante de adapta-
ción de estos grupos de inmigrantes. La mayoría de sus miembros
parecen continuar con sus vidas en su nuevo país, olvidándose rela-
tivamente de aquellos que dejaron tras de sí. En esta medida se co-
rrobora la posición “canónica” en la teoría de la inmigración que hace
énfasis en la asimilación de los inmigrantes en la sociedad recepto-
ra. Adicionalmente, el reconocimiento de que el transnacionalismo
no es un fenómeno universal debe ser extendido para aceptar que,
por lo menos entre algunos inmigrantes, es casi ausente.
Los datos muestran que las actividades transnacionales son rea-
les, que existe un núcleo de empresarios y activistas transnacionales
comprometidos, y que una minoría considerable de inmigrantes par-
ticipa por lo menos ocasionalmente. Adicionalmente, los resultados
presentados en la tabla 3 agregan una cualificación importante a la

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 187

aceptación demasiado rápida de los principios asimilacionistas con


base en simples distribuciones de frecuencia. Esta tabla resume los
resultados sobre los factores determinantes del transnacionalismo
económico, político y sociocultural. En el caso de los dos primeros, el
análisis se concentra en la participación regular y sostenida; en el
caso del transnacionalismo sociocultural, incluye tanto la participa-
ción regular como la ocasional. Los métodos de análisis también difie-
ren: en el caso de las actividades económicas, los efectos de predicción
son indicados por coeficientes logísticos binarios y sus probabilida-
des asociadas; en el caso de la participación política, éstos provienen
de regresiones binarias negativas (RBN) y de los cambios porcentua-
les asociados en el conteo de la participación transnacional regular;
para el transnacionalismo cultural, los efectos sobre un índice com-
puesto de la participación regular y ocasional son dados por los coefi-
cientes que se derivan de una regresión ordenada con base en el
método logit.
A pesar de estas diferencias, existe una convergencia significati-
va en lo que los resultados dicen acerca de los factores determinan-
tes del fenómeno. La perspectiva convencional de la asimilación
conduce a la expectativa de que las actividades transnacionales se-
rán transitorias y que estarán asociadas con los sectores más recien-
tes y marginales de una comunidad de inmigrantes, los menos
educados y los que sufren de mayor movilidad descendente. Estos son
los individuos que tendrían todos los incentivos para mantener lazos
regulares con sus países natales. Los datos indican lo contrario: sin
importar la actividad que sea considerada, los inmigrantes educados
son los que tienen una mayor probabilidad de participar. Cada año
de educación incrementa la probabilidad del empresariado trans-
nacional en un 1% y un diploma de educación secundaria conduce a
un incremento del 173% en el número de las actividades políticas
trasnacionales regulares.
Todavía más dicientes son los efectos de las variables asociadas
convencionalmente con la asimilación. La adquisición de la ciudada-
nía estadounidense no reduce la participación transnacional y los años
de residencia en los Estados Unidos; de hecho, la incrementa. Por
ejemplo, cada año adicional en los Estados Unidos genera un aumento
del 3,5% en el número de las actividades políticas transnacionales
regulares. De manera semejante, la movilidad ocupacional descen-
dente no surte ningún efecto sobre el transnacionalismo político y de
hecho reduce la posibilidad de convertirse en un empresario trans-

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188 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Tabla 3
Factores determinantes del transnacionalismo
entre los inmigrantes latinoamericanos
en los Estados Unidos, 1998
Factores Económico Político Sociocultural4
1 2 3
de predicción (empresarios transn.) (definición estricta)
Demográficos Coeficiente p5 Coeficiente Cambio
porcentual6 Coeficiente
***
Edad 0,13 — ,101 10,6 -,008
***
Edad ajustada — — -,001 -0,1 —
* *** ** ***
Sexo (masculino) 1,035 ,08 1,209 235,3 ,697
* *** ***
Estado civil ,440 ,03 ,118 12,6 —
**
Número de hijos -,049 — — — ,120
Capital humano
**** ***
Educación (años) ,114 ,01 — — ,402
****
Bachiller — — 1,003 172,7 —
***
Universitario — — ,324 38,3 —
Antecedentes
profesionales/
****
ejecutivos 1,191 ,10 — — ,375
Asimilación
Años de residencia
** ****
en los E. U. ,036 ,003 ,034 3,5 ,018*
Ciudadanía
estadounidense — — -,041 — ,141
Experiencias
discriminatorias
**
en los E. U. ,308 — — — ,287
Movilidad
descendente7 ,402 ***
-,03 -,058 — —
Redes sociales
**** ****
Tamaño ,111 ,01 0,95 10,0 —
Alcance8 ,226 — -,084 — —
**** **
Probable regreso — — ,440 55,3 ,303
Nacionalidad9
**** ***
Colombiana -1,519 -,05 -1,212 -70,2 —
***
Dominicana — — — — ,661
**** ***
Salvadoreña 1,097 ,09 -,018 — ,920
Constante -6,235 -5,813 —
Seudo R2 ,256 ,104 ,167
1
Los factores de predicción que no están incluidos en cada regresión son señalados
con un guión en la columna “Coeficiente”. Se omiten algunos factores de predicción de
la regresión del transnacionalismo sociocultural.

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 189

nacional. En consecuencia, las actividades transnacionales no son el


terreno de los pobres y marginalizados, sino que están consisten-
temente asociadas con mayores recursos de capital humano: más
educación, más años de experiencia en los Estados Unidos y un
estatus ocupacional más alto.
Los coeficientes presentados en la tabla 3 completan la descrip-
ción sobre los factores determinantes del transnacionalismo. Indican
que, en gran parte, estas actividades son impulsadas por hombres
casados. El género en sí mismo tiene una influencia decisiva, pues
los hombres tienen una mayor representación entre los empresarios
transnacionales y entre los activistas políticos y sociales transna-
cionales. Los inmigrantes masculinos superan la participación feme-
nina en las actividades transfronterizas en un 200%. Este dominio
es complementado por el estado civil, como lo indican los fuertes co-
eficientes del matrimonio y número de hijos en las diferentes formas
de transnacionalismo.

Tabla 3
2
Regresión logística de las probabilidades del empresariado transnacional. Fuente:
Portes et al. (2002).
3
Regresión binaria negativa del número de actividades políticas, electorales y cívicas
en las que los encuestados están involucrados regularmente. Fuente: Guarnizo et al.
(2002).
4
Regresión logit ordenada del índice aditivo de participación regular u ocasional en
el conjunto de actividades socioculturales enumeradas en la tabla 2. La participación
regular en las tres primeras actividades también está incluida en la definición del
transnacionalismo político. Muestra CIEP sin ponderar. Fuente: Itzigsohn y Saucedo (2002).
5
Aumento/disminución en la probabilidad neta del transnacionalismo económico aso-
ciada con un incremento de una unidad en cada factor de predicción. Los efectos no
significativos son omitidos.
6
Aumento/disminución en el porcentaje de las actividades políticas transnacionales
regulares en las que los entrevistados participan, asociado con un incremento de una
unidad en cada factor de predicción. Los efectos no significativos son omitidos.
7
Cociente entre la última ocupación en el país de origen y la primera en los Estados
Unidos, codificadas a lo largo de una escala jerárquica de 5 puntos.
8
Coeficiente entre los vínculos locales y no locales en la ciudad de residencia del
encuestado.
9
La nacionalidad de referencia es indicada por un guión en la columna denominada
“Coeficiente”. Para las regresiones del transnacionalismo económico y político, Domini-
canos es la categoría de referencia. Para las regresiones del transnacionalismo socio-
cultural, Colombianos es la categoría de referencia.
* p<.10
** p<.05
*** p<.01
****p<.001

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190 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

Finalmente, no sólo el capital humano sino también el capital


social cumple un papel significativo en el proceso. Los inmigrantes
que cuentan con mejores redes tienen una mayor probabilidad de
convertirse en activistas transnacionales. Cada vínculo adicional
incrementa la probabilidad del empresariado transnacional en un 1%
y en un 10% el número de las actividades políticas transnacionales
regulares. Lo que resulta interesante es que no es el tipo de vínculos
sociales sino su número absoluto lo que cumple un papel dominante.
No importa mucho si las redes de un inmigrante son locales o extra-
locales; lo que cuenta para el activismo transnacional es su tamaño.
Estos resultados se ven complementados por el hallazgo de que los
inmigrantes cuyos parientes y amigos esperan que regresen a sus
hogares (“regreso probable”) tienen una probabilidad significativa de
involucrase en iniciativas socioculturales en su país de origen.
Una vez se ha tenido en cuenta y controlado estadísticamente esta
amplia gama de factores de predicción, todavía se presentan grandes
diferencias entre las tres nacionalidades inmigrantes en el estudio
CIEP. Utilizando a los dominicanos como la categoría de referencia,
encontramos que los salvadoreños tienen una mayor probabilidad de
convertirse en empresarios transnacionales y que los colombianos
tienen una mucha menor. Los dominicanos y los salvadoreños no di-
fieren mucho entre sí en el número total de las actividades políticas
transfronterizas en las que participan, pero ambos grupos tienen una
mayor tendencia a involucrarse que los colombianos. Con este últi-
mo grupo como referencia, tanto los dominicanos como los salvado-
reños muestran una mayor predisposición para apoyar iniciativas
socioculturales que los vinculen con su tierra natal.
Estas diferencias concuerdan con los contextos conocidos de sali-
da y recepción de los tres grupos. Lo anterior ha sido explicado con
detenimiento en otros lugares (Portes et al. 2002, Landolt 2001,
Guarnizo et al. 2003, Itzigsohn y Saucedo 2002). Para nuestros pro-
pósitos, lo importante es que estos resultados apoyan el consenso teó-
rico sobre la heterogeneidad fundamental del transnacionalismo de
los inmigrantes. Este consenso se refiere principalmente a las for-
mas que asume el fenómeno. Los resultados arrojados por su estudio
lo extienden, indicando que sus fuentes también son heterogéneas y
varían sistemáticamente de acuerdo con los orígenes nacionales.
En general, estos hallazgos ofrecen una sobria lección de reali-
dad no sólo para los defensores de la teoría convencional de la asimi-

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 191

lación, sino además para aquellos autores que han visto en el


transnacionalismo una herramienta nueva y poderosa en manos de
los pobres y desposeídos del planeta. Mientras que nuestros resulta-
dos muestran que las experiencias discriminatorias en la sociedad
anfitriona incrementan de manera significativa algunas formas del
transnacionalismo y mientras que otros resultados indican que es-
tas actividades pueden mejorar la suerte de las familias pobres en
casa, la evidencia actual muestra claramente que los inmigrantes que
están más involucrados en las iniciativas transfronterizas no son los
más explotados o marginalizados. Por el contrario, las diferentes
formas de transnacionalismo que emergen del análisis son el resulta-
do de las actividades de hombres de familia sólidamente estableci-
dos –educados, con buenas conexiones y firmemente arraigados en
el país anfitrión–. Son ellos, en lugar de los recién llegados y los que
sufren de una movilidad descendente, quienes organizan las empre-
sas transfronterizas, quienes apoyan a partidos políticos y comités
cívicos en su país de origen y quienes dirigen las festividades cultu-
rales, los deportes y los eventos religiosos que vinculan a cada diás-
pora emigrante con su nación respectiva.

SÍNTESIS Y CONCLUSIONES
A pesar de la participación limitada de los inmigrantes en el campo
transnacional, es aconsejable continuar con la investigación sobre este
tema por tres razones. En primer lugar, la existencia de este campo
crea un sendero alternativo de adaptación socioeconómica y política
en la sociedad receptora que no había sido vislumbrado por los mo-
delos tradicionales de la asimilación. Como lo muestra la evidencia
empírica presentada, no se trata de que la asimilación y el trans-
nacionalismo sean fenómenos opuestos pues suelen ser los inmi-
grantes mejor establecidos y que cuentan con mayor seguridad los
que se involucran en este tipo de actividades. En su lugar, la empre-
sa transnacional y el activismo político pueden ofrecer formas
novedosas de integración simultánea en la nueva sociedad junto con
una participación renovada en el país y comunidad de origen. En
algunas ocasiones, como es el caso de las empresas transnacionales
exitosas, estas actividades pueden ayudar a la adaptación exitosa de
los inmigrantes y sus hijos en su nuevo país (Portes et al. 2002).
En segundo lugar, las iniciativas transfronterizas, incluso cuan-
do son realizadas ocasionalmente, son de gran importancia para el

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192 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

desarrollo de las naciones natales. Como lo enfatiza Guarnizo (2003),


las remesas e inversiones de los inmigrantes han dejado de ser un
fenómeno marginal para convertirse en uno de los pilares de la esta-
bilidad financiera y de las perspectivas de desarrollo de los países
emisores. El significativo impacto que pueden tener las remesas y
contribuciones de los expatriados en el desarrollo de las comunida-
des locales ha sido bien documentado en trabajos de campo en El
Salvador (Landolt 2001), Brasil (Levitt 2001), México (Fitzgerald 2000,
Massey et al. 1987) y Eritrea (Al- Ali et al. 2000), entre otros países.
En tercer lugar, las ramificaciones del fenómeno y las formas que
puede asumir en diferentes países aún no han sido completamente com-
prendidas. Como lo muestra Levitt (2003), el campo del transna-
cionalismo no está compuesto exclusivamente de transacciones
económicas y políticas. La religión juega un papel clave en muchos ca-
sos y el alcance de su presencia e impacto en las naciones emisoras y
receptoras aún necesita investigación adicional. El estudio de otras for-
mas de vinculación transnacional como los movimientos culturales, los
lazos profesionales/científicos, el arte y los deportes aún está en su in-
fancia. Al igual que en el caso de las variaciones entre naciones, el des-
cubrimiento de que grupos tan cercanos lingüística y culturalmente como
los colombianos, dominicanos y salvadoreños difieran tanto en el alcan-
ce y carácter de su vida transnacional proporciona una base para anti-
cipar variaciones mucho más grandes de este fenómeno en el mundo.
Como ya ha sido señalado, el estudio del transnacionalismo se ha
basado principalmente en trabajos etnográficos. Mientras que el
método del estudio de caso tiene sus méritos, incluyendo la capaci-
dad para descubrir realidades tras las apariencias y su capacidad para
proporcionar descripciones ricas de un fenómeno social particular,
también tiene sus limitaciones. Es necesario realizar estudios com-
parativos y cuantitativos adicionales acerca del transnacionalismo
que estén basados en encuestas o estadísticas oficiales agregadas, por
tres razones. En primer lugar, para poner en perspectiva el fenóme-
no e indagar cuáles son sus verdaderas dimensiones. Las cifras so-
bre el tamaño absoluto y relativo de las remesas resumidas por
Guarnizo (2003) proporcionan una noción autorizada respecto al peso
de estas transferencias. De manera similar, el análisis de los datos
del CIEP proporciona una primera estimación confiable acerca del
verdadero número de inmigrantes involucrados en estas actividades.
Segundo, los estudios cuantitativos comparados resultan necesa-
rios para comprobar las hipótesis sobre los factores determinantes,

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EL TRANSNACIONALISMO DE LOS INMIGRANTES: CONVERGENCIAS TEÓRICAS Y EVIDENCIA EMPÍRICA 193

las formas y consecuencias del transnacionalismo. Los conceptos teó-


ricos analizados por Vertovec (2003) como relevantes para el estudio
del fenómeno, como el arraigo, las redes sociales y el capital social
han sido ilustrados en varios estudios de caso. Aún así, la evidencia
etnográfica no resulta suficiente para establecer la verdadera impor-
tancia causal de estos conceptos en casos nacionales específicos o
generales. Por ejemplo, ¿cuál es el papel del capital social en el inicio
del empresariado transnacional una vez se han tenido en cuenta la
edad, el género y la educación? ¿Cuál es la importancia de las redes
sociales para la organización de programas efectivos de asistencia a
la ciudad natal, una vez se tiene en cuenta la distancia geográfica y
el contexto político de los países emisores? Nuevamente, los resulta-
dos antes resumidos proporcionan evidencia sobre estas preguntas,
pero es necesario realizar abundante investigación adicional.
Tercero, se necesita información longitudinal para examinar el
tema crucial de la transmisibilidad generacional. ¿Es el transnacio-
nalismo un fenómeno que ocurre principalmente en la primera gene-
ración o se puede esperar que los hijos de los inmigrantes participarán
en cantidades significativas? Muchas opciones se sugieren: desde la
perpetuación del campo transnacional a través de generaciones has-
ta el uso instrumental de estas actividades para facilitar la integra-
ción exitosa de los jóvenes de la segunda generación en la sociedad
anfitriona. Ya existe cierta evidencia anecdótica sobre cada una de
estas opciones pero, a falta de estudios longitudinales más represen-
tativos, puede decirse muy poco sobre su importancia.
Al final, una combinación de métodos –desde el análisis de los
datos y censos oficiales existentes, pasando por los estudios longitu-
dinales hasta el trabajo etnográfico– ofrece la mayor promesa para
impulsar el estudio del transnacionalismo. Las investigaciones pa-
sadas han mostrado de manera convincente que el transnacionalismo
de los inmigrantes existe y que puede adoptar múltiples formas.
También conducen a la serie de convergencias señaladas al principio
de este capítulo. Para ir más allá de este escenario y para tener una
influencia perdurable tanto en las políticas de desarrollo como en las
ciencias sociales, en los años venideros se necesitará una aproxima-
ción metodológicamente más diversificada.

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CAPÍTULO 7

Pasado y futuro del neoliberalismo


en América Latina:
Entrevista con Alejandro Portes
César A. Rodríguez Garavito*
Chicago, 4 de abril de 2003

C .R. Profesor Portes, con base en su reciente trabajo sobre las con-
secuencias del neoliberalismo en la estructura de clases socia-
les, la desigualdad y la pobreza en América Latina, ¿qué balance y
lecciones nos dejan las dos décadas de programas de “ajuste estruc-
tural”?
A.P. Creo que una de las lecciones más importantes es que la idea
de que los países pueden ser desarrollados desde fuera, a través de
la dinámica de los mercados, ha probado ser una ilusión en la totali-
dad de nuestros países. No hay alternativa a un esfuerzo sostenido
del Estado nacional por modificar la situación y, en ese sentido, in-
sertar al país, eficiente e inteligentemente, en la economía global. La
pura apertura es problemática. Al mismo tiempo, como todos sabe-
mos, el mercado, cuando es abandonado a sus propias fuerzas, puede
ser en algunos casos (pero en otros no) una fuente de crecimiento eco-
nómico. Lo que sí constituye ciertamente es una fuente inevitable de
desigualdad social, entre los ganadores y los perdedores en el mercado.
En el caso de nuestros países, en América Latina, el problema es
que los grandes capitales no son endógenos sino que vienen de fuera.
Por tanto, el proceso de enriquecimiento que genera el mercado no
es apropiado necesariamente por las sociedades nacionales, sino que
frecuentemente es exportado. Es decir, el valor adicional producido
por nuevas industrias de exportación se apropia en los centros y no
en las zonas de la periferia como América Latina. Por tanto, la idea
del mercado como creador de riqueza para nuestros países es proble-

* ILSA y Universidad de Wisconsin-Madison.

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200 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

mática, y la idea del mercado como generador de desarrollo es impo-


sible de creer cuando se ha comprobado que en general ha sido la
fuente de enorme desigualdad. En ese sentido, lo que vemos al cabo
de veinte años de experimentos de ajuste estructural es una pérdida
de poder por parte de los Estados nacionales, una pérdida del con-
trol de la situación de los países, y una creciente desigualdad social
entre una minoría globalizada que se ha beneficiado ampliamente
del proceso de expansión mercantil y una mayoría que se encuentra
cada vez más en situación precaria.
C.R. Chile, un país que usted ha estudiado en profundidad, es pre-
sentado con frecuencia como un caso de éxito de los programas
neoliberales. ¿Chile es una excepción a las tendencias que usted se-
ñala? ¿Es en verdad un modelo a seguir que puede ser replicado?
A.P. Curiosamente, cuando Chile trató de implementar el mode-
lo neoliberal en forma ortodoxa, en los años setenta y principios de
los ochenta, fracasó rotundamente, llevando a enormes niveles de
desempleo abierto y a situaciones de extrema pobreza que ese país
nunca había conocido. Solamente después de repetidos intentos, fue
posible por el hecho de que había un gobierno militar –lo que permi-
tía errar una y otra vez sin tener que pagar las consecuencias–, has-
ta que al final el último modelo implementado –por cierto, no por
economistas neoliberales sino por un oficial del ejército de una for-
ma más pragmática–, efectivamente dio en el clavo y empezó a gene-
rar un proceso de desarrollo económico sostenido.
Es cierto, sin duda, que la experiencia chilena, primero, ha sido
relativamente exitosa y, segundo, ha sido presentada como un ejem-
plo del éxito del modelo. Pero no fue el modelo el que funcionó, fue
una aproximación extremadamente pragmática, después de varios
fracasos. Una aproximación, por ejemplo, que llevó a la creación des-
de el Estado chileno de grupos económicos privados, que no existían
anteriormente, utilizando para ello los recursos industriales que es-
taban en manos del Estado, precisamente porque habían sido expro-
piados anteriormente por el gobierno socialista. También implicó la
preservación de instrumentos clave de manejo económico tales como
la Corporación del Cobre, que nunca fue vendida, en clara violación
de los preceptos neoliberales. Chile tampoco se plegó a la exigencia
del Fondo Monetario Internacional de que hiciera lo mismo que Ar-
gentina, que dolarizara su economía, resistió fuertemente la presión.
Es decir, lo que vemos en el caso chileno es, primero, probablemente

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PASADO Y FUTURO DEL NEOLIBERALISMO EN AMÉRICA LATINA: ENTREVISTA CON ALEJANDRO PORTES 201

el Estado nacional de mejor calidad que existe en el continente, que


utilizó de forma pragmática una serie de recortes para promover el
capital nacional, para atraer capitales extranjeros pero en forma tal
que pudieran ser controlados efectivamente y para utilizar el discur-
so de los mercados al mismo tiempo que implementaba una política
más bien de corte keynesiano, de intervención estatal en la sociedad
y en los mercados con relativo éxito.
En resumen, yo le atribuyo el éxito del modelo chileno, primero,
al hecho de que el proceso de experimentación tuvo lugar bajo una
dictadura militar que permitió cometer errores hasta el punto tal de
llegar a una aproximación pragmática y, segundo, a la calidad del
Estado nacional, menos corrupto, menos permeado y penetrado por
intereses dentro de la sociedad civil, que con cierta calidad ha logra-
do hacer lo que un Estado nacional debe hacer en este momento, es
decir, combinar pragmáticamente una situación que sea atractiva a
los capitales nacionales y extranjeros con una promoción de intere-
ses estratégicos de la economía y de la sociedad civil. En ese sentido,
el caso chileno contrasta claramente con el argentino, donde al pare-
cer creyeron que simplemente abriendo el país al exterior, los merca-
dos desde afuera iban a desarrollar a la nación.
C.R. A propósito de Argentina, en una conferencia reciente, Luis
Carlos Bresser Pereira1 afirmaba que con Argentina –e incluso an-
tes, con la crisis asiática de 1997-1998 y la llegada de la crisis a Bra-
sil– se había acabado el período del neoliberalismo, había entrado en
su crisis final. ¿Usted está de acuerdo? ¿Estamos ya en un período
posterior al neoliberalismo?
A.P. No. Creo que todavía, aunque el neoliberalismo está muy
debilitado, la defensa de los mercados y la política de permitir a la
economía mundial y a los intereses globalizados penetrar en los paí-
ses no ha terminado, en parte porque esta no es una política que refleje
simplemente un consenso intelectual. El Consenso de Washington no
es consenso de intelectuales. Es un consenso de grandes intereses
existentes en la economía política de los países centrales. En ese sen-
tido, aun cuando se diga esto, es muy poco probable que el Fondo
Monetario Internacional cambie sus recomendaciones hacia los paí-

1 Economista brasilero, exministro de Hacienda, de Ciencia y Tecnología, y de Administración y


Reforma del Estado de Brasil. La conferencia a la que se hace alusión tuvo lugar en el Congre-
so de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) en Dallas, Estados Unidos, en mar-
zo de 2003.

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202 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

ses latinoamericanos y las modifique para tolerar una acción más


proactiva por parte de los gobiernos.
Vemos que en cada caso la misma receta que hemos estado pre-
senciando durante las últimas dos décadas –reducción de la inter-
vención estatal, manejo macroeconómico estable, disminución de la
inflación a cualquier precio– todavía sigue siendo dominante. En
Brasil, por ejemplo, el país de Bresser Pereira, la expectativa del
gobierno actual de centro-izquierda de implementar una política más
populista, más de defensa de los intereses nacionales, más de apoyo
a la economía y a las empresas brasileñas –es decir, un modelo más
keynesiano– se encuentra a cada paso con que los mercados le cie-
rran el camino, los mercados que le dictan al banco central una polí-
tica antiinflacionaria, que es al mismo tiempo profundamente
negativa para la promoción del desarrollo. Hay una lucha dentro del
Estado brasilero entre los intereses del poder ejecutivo que tratan
de promover una economía más adecuada a los intereses de la na-
ción, de un lado, y los intereses de los mercados representados por el
banco central, del otro.
C.R. Teniendo en cuenta estas limitaciones, y con base en sus in-
vestigaciones sobre el desarrollo económico, ¿qué margen de manio-
bra le queda a los gobiernos nacionales y locales en América Latina
para promover políticas públicas diferentes a las neoliberales?
A.P. Más del que parece. A mi modo de ver, hay margen de manio-
bra aun en los gobiernos locales. El gobierno de Curitiba no es igual
al gobierno de São Paulo; el gobierno de Bogotá no es igual al gobier-
no de Cali. Por lo tanto, hay margen de maniobra incluso local. La
economía globalizada es un enorme mecanismo que efectivamente
lleva a situaciones y a opciones parecidas, pero el manejo de esas
situaciones y de esas opciones depende en gran medida de la calidad,
la astucia y el conocimiento de los actores nacionales.
Nuestros países, como todos los países de la periferia –y, en rea-
lidad, como todos los países que se han desarrollado–, dependen de
un actor fundamental, el Estado, para manejar sus economías, y la
capacidad de maniobra es mucho más amplia de lo que a veces se
piensa. Por ejemplo, para poner algunos casos, Brasil y Chile resis-
tieron los embates y las demandas del Fondo Monetario Internacio-
nal para que hicieran lo mismo que Argentina, cuando Argentina
parecía ser el gran modelo latinoamericano a principios de los no-
venta. Si uno tuviera una visión mecanicista de la historia y la eco-

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nomía, diría que Brasil y Chile habrían tenido que adoptar las mis-
mas políticas, pero no lo hicieron. Es decir, el Estado nacional puede
no hacerlo. Y ya hemos visto claramente que las recomendaciones y
las recetas del Fondo Monetario Internacional pueden llevar al de-
sastre.
Por tanto, no hay quien pueda actuar con mayor efectividad en la
tarea de promover el desarrollo nacional que un Estado capaz y com-
prometido con el país. Obviamente, muchas veces eso no ha pasado
en América Latina porque los funcionarios con capacidad de decisión
se han preocupado más por sus intereses individuales, sus intereses
cortoplacistas, que por los intereses de la nación. Pero cuando se tie-
nen estos últimos en mente, es posible actuar dentro del contexto de
las limitaciones de una economía globalizada para privilegiar áreas
de desarrollo estratégico, para educar a la población de forma tal que
su capital humano sea suficiente para poder funcionar y crear em-
presas de alta tecnología, para crear un ambiente donde lo que se
atraiga hacia el país no sean simplemente empresas coreanas o chi-
nas buscando la mano de obra más barata posible, sino empresas de
alta tecnología que aunque busquen un abaratamiento de sus costos,
también busquen, precisamente por su nivel de competencia, trans-
ferir tecnología e ir creando las bases para un desarrollo nacional.
Ahí está, por ejemplo, el caso centroamericano, que muestra esas
diferencias. Uno puede ver países como Guatemala o República Do-
minicana, que son fundamentalmente fuentes de mano de obra ba-
rata, de producción industrial de exportación de bajo valor agregado,
intensiva en mano de obra barata y con poca capacidad de transfe-
rencia tecnológica. Esto contrasta con el ejemplo de Costa Rica, que
ha sabido atraer recientemente enormes inversiones de alta tecnolo-
gía de computación (Intel, etc.), que no podrían haberse realizado si
el Estado costarricense no hubiese invertido por muchos años en el
mejoramiento del capital humano de la población. En ese sentido, yo
soy optimista y creo que a medida que nuestros países maduren y
que el Estado nacional mejore, vamos a tener mucha más capacidad
de maniobra que la que parecería derivarse de las teorías del siste-
ma mundial formuladas desde los países centrales, en las que los
países de la periferia aparecen simplemente como marionetas guia-
das por la lógica del capital internacional.
C.R. Para agregar una última pieza a este conjunto institucional
y económico, ¿cuál le parece que puede ser el impacto del ALCA, si

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204 EL DESARROLLO FUTURO DE AMÉRICA LATINA

llega a ser aprobado, en la capacidad del Estado en el manejo de la


economía?
A.P. Creo que depende de a qué tipo de pacto se llegue en las ne-
gociaciones del ALCA. En general, veo con cierto escepticismo la po-
sibilidad de un tratado interamericano de libre comercio dominado
por Estados Unidos, por el hecho de la enorme asimetría que existe
entre los Estados Unidos y el resto de los países. Por otra parte, una
versión latinoamericana del mercado integrado puede tener un efec-
to positivo, como lo tuvo Mercosur durante buena parte de su exis-
tencia. Mercosur tuvo problemas solamente a partir de que Argentina
decidió abrir sus mercados completamente, rompiendo el modelo y
poniendo en riesgo la viabilidad de Mercosur como pacto regional.
Claramente, a medida que nuestros países se industrializan, las
posibilidades de una mayor compenetración, y al mismo tiempo de
una mayor amplitud del mercado, son prometedoras. En ese sentido,
yo creo que conviene profundizar en ellas. El caso mexicano es pecu-
liar porque México ha entrado en este tratado de libre comercio con
Estados Unidos y Canadá (el Nafta), que lo aleja notablemente de
América Latina. Vamos a ver si en el futuro esa es una ruta viable
para México o si eventualmente el país regresa a una cooperación
latinoamericana. Ahora bien, para el resto de América Latina, el pro-
ceso de integración ha sido hasta el momento más benéfico que per-
judicial –el mercado común andino, el Mercosur– y convendría
ampliarlo.
C.R. Terminemos con una pregunta relacionada con los eventos
políticos más recientes en América Latina, que tienen impacto direc-
to en el campo económico. En varios países latinoamericanos, los
partidos y movimientos de izquierda han logrado avances importan-
tes, en parte canalizando el descontento popular frente a los efectos
del neoliberalismo. ¿Cuál es su impresión sobre esta tendencia? ¿Qué
significa el resurgimiento de la izquierda para el futuro del
neoliberalismo en la región?
A.P. En general, me parece que claramente los electorados lati-
noamericanos están a la búsqueda de alternativas. No les complace
el modelo neoliberal ni sus consecuencias sociales. El modelo ha de-
mostrado repetidamente ser impopular, y por tanto está perdiendo
en las urnas. Sin embargo, la debilidad de los Estados nacionales y
la presión internacional hasta ahora han sido tales que repetidamente
en nuestro continente hemos visto candidatos elegidos con una pla-

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taforma progresista o populista que, una vez en el poder, dan una


vuelta de 180 grados para cumplir con los dictados de los mercados y
de las agencias internacionales. Podemos citar el caso de Fujimori
en el Perú, el caso de Fox en México, el de Menem en Argentina, el de
Lucio Gutiérrez en Ecuador y está por verse el caso de Lula en el
país más importante del continente. Esa tendencia se ha vuelto casi
generalizada. O sea, una agitación electoral populista y anti Fondo
Monetario y antineoliberalismo, pero luego, una vez alcanzado el po-
der, un viraje notable para cumplir con los compromisos existentes.
En ese sentido, la izquierda se ve muy debilitada por la caída de los
partidos de izquierda más coherentes que existían en el pasado, lo
cual a su vez se debe al debilitamiento del proletariado formal. Se
podría decir que el proyecto neoliberal, que no ha tenido éxito econó-
mico, sí ha tenido éxito político al debilitar a sus adversarios y a aque-
llos que podrían implementar una agenda alternativa coherente.
Parte de esta cuestión, me parece a mí, tiene que ver con el hecho
de que aunque el modelo actual se ve como impopular e ineficaz, hasta
este momento no se ha logrado elaborar alternativas. Muchos de es-
tos partidos y candidatos no tienen una idea muy clara de lo que podría
ser la alternativa y sospechan mucho de lo ocurrido en el pasado, es
decir del populismo anterior. Pero me parece que estamos maduran-
do. En nuestro continente claramente hay una creciente percepción de
que un modelo neokeynesiano que recupere y revalore el papel del
Estado para intervenir en la economía y en la sociedad, un Estado
capaz de dialogar con los intereses extranjeros, un modelo que com-
bine algunos aspectos importantes que hemos aprendido en este tiem-
po de neoliberalismo (como el balance macroestructural) con una
acción proactiva por parte de los Estados nacionales, es hacia donde
debemos ir.
El caso argentino es muy curioso en ese sentido, porque después
de la debacle claramente promovida por el modelo neoliberal, el go-
bierno pos De la Rúa, pos Cavallo, simplemente llevado por la nece-
sidad, implementa una serie de iniciativas que hace mucho tiempo
ese país debería haber implementado: ajuste monetario para hacer
la moneda competitiva, apoyo a la industria nacional, promoción del
turismo, solidaridad y fortalecimiento del Mercosur. Todas esas co-
sas fueron abandonadas en aras de la ideología neoliberal que con-
dujo a la Argentina de ser un país en vía de desarrollo sostenido a
una pobreza generalizada. Lo que está pasando en Argentina actual-
mente, el esfuerzo de Brasil por no llevar a cabo una política de corte

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populista pero sí una política responsable de apoyo a la industria


nacional y de apoyo a los sectores sociales más deprimidos, todo esto
es hacia donde debemos ir y eso claramente, a mi modo de ver, impli-
cará a mediano plazo un abandono del Consenso de Washington. No
creo que sea correcto decir que ya abandonamos el neoliberalismo,
pero creo que vamos en camino de ello.

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