El universo como tal presenta un origen no determinado, dado que no es tan
sencillo el determinar su punto de origen. Es probable que este haya existido desde siempre, recreándose y redefiniéndose desde el comienzo de los tiempos, en un ciclo infinito. Igual es posible que posea linealidad, pero carácter infinito y por tanto no tenga un final específico. Igualmente, puede ser algo similar a un mar de datos indeterminados de los cuales solo una fracción se han determinado, la cual, a pesar de su aparente inmensidad, es solo un segmento de proporciones insignificantes. Si bien es complicado determinar el comienzo del universo por su condición de incertidumbre, su estructura es más fácil de determinar dado que permanece constante, a pesar del obstáculo que representa la subjetividad: es un factor de determinación y origen determinable hasta cierto punto.
El universo no es una unidad exclusivamente, sino una agrupación de diversas
unidades independientes, autónomas y causalmente relacionadas con elementos comunes. Estos elementos comunes son definibles como atributos: espacialidad, o la presencia de un área donde se desarrolla todo lo que percibimos activamente; temporalidad, o la presencia de un movimiento continuo en aquello que se desarrolla en el espacio; y dimensionalidad, o la presencia de las variantes activas y simultáneas para cualquier movimiento realizado por el tiempo. Cada elemento se relaciona de forma directa con el otro: ánima del espacio, variabilidad del tiempo, recursividad de la dimensionalidad, pero mantiene autonomía de forma tal que tornan su efecto en constante pero relativo, presentando varianzas en la forma en que se combinan dichos atributos dada la capacidad de lo real de ser incierto.
Este patrón recurre en sí mismo en forma de estratos, los cuales presentan la
distribución de lo perceptible, una realidad común, y nuestra propia consciencia, una realidad personal. Es nuestra consciencia la que permite determinar lo que nos rodea de una forma u otra, dado que todo es un constante estado incierto que determina nuestra consciencia del mismo. La consciencia actúa bajo las normas del efecto observador, siendo determinante para lo que nos rodea. El observador no es único, y el observador propio (la consciencia) determina algo de otras personas, que a la vez, usando su propia consciencia, determinan algo de ti.
El proceso de determinación capta un fragmento de la realidad que percibimos,
ya sea por los sentidos, o por la razón o por las emociones, o por el mecanismo que sea; y lo hace propio, siendo ese el fragmento de verdad que es de cada quién, el aspecto subjetivo de una realidad objetiva. Al entrar en contacto con más fragmentos de verdad del mismo objeto, se torna más objetivo proporcionalmente, detallando más de dicho objeto. La consciencia, nuestro observador, actúa de manera similar a una cámara fija a una grúa: observa todo cuanto nos rodea y determinándolo de forma automática, sin nuestro conocimiento de ello. Igual que esta cámara, puede subir o bajar, enfocando ahora un nuevo detalle que no se veía antes. La consciencia y la perspectiva funcionan de manera similar: dependiendo de tu punto de perspectiva, el tipo de información que obtendrás de dicho objeto. Un cambio en la perspectiva, por más mínimo que sea, revela una imagen completamente diferente que la que se tenía anteriormente: la perspectiva es la clave para un saber holístico hacia cualquier aspecto.