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• MARCO HISTÓRICO. 3
• LA HERENCIA BARROCA. 5
• BIBLIOGRAFÍA. 24
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MARCO HISTORICO
Los numerosos estudios que existen sobre el teatro español de esta época han
demostrado que las obras más representadas eran las de los grandes autores del
siglo XVII. Los principales autores de este momento, pobres en ingenio y
originalidad, no son más que imitadores. Se escriben comedias de capa y espada,
heroicas y de santos, históricas y de enredo. El tono es menos sublime, las
intrigas más complicadas; en resumen, se exagera y se recarga pero la esencia es
la misma. La primera mitad del siglo XVIII en España es post-barroca.
Durante los últimos decenios del siglo XVII y los primeros del XVIII se produce
en Europa un cambio trascendental en todos los órdenes. Los valores y conceptos
que dirigían la sociedad del Barroco entran en crisis poco a poco. El cambio parte
de Inglaterra y de un conjunto importante de pensadores que ponen en tela de
juicio los viejos valores de la sociedad y del saber tradicionales. Defendían unos
cambios de ideas y modos de interpretar el mundo que procedían del
racionalismo a ultranza de la clase burguesa en ascenso.
Este principio del XVIII testifica lo que ya se inició en el siglo anterior: el fin de
la hegemonía política de España en Europa y el comienzo de una larga
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decadencia política y social. Se produce un descenso de la natalidad (de forma
voluntaria), un descenso de la mortalidad (avances médicos, sociales). Se tiende
al ciclo demográfico moderno. Para BUSTELO y G. DEL REAL no se puede
hablar de revolución demográfica alguna, ya que sólo es un esbozo de reducción
de la mortalidad catastrófica. Se produjo un aumento de población que no fue
causa ni consecuencia de modificaciones estructurales. La economía del XVIII
está basada en la agricultura. Repercute en el interés de la nobleza y el clero por
la tierra. Se comenzará a pedir una transformación (desamortización de las tierras
vinculadas).
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LA HERENCIA BARROCA
• La muerte.
• El sentimiento amoroso vivido de forma desgarradora.
• La apariencia engañosa de las cosas (la vida es una representación
teatral, en la que Dios es el autor, y los seres humanos, los actores).
• La insatisfacción y la soledad (el hombre se siente solo ante el caos)
Paralelamente, en el siglo XVII, el ser humano adopta una postura ascética (de
menosprecio de todo lo terreno) y adopta una postura estoica (de resignación
ante la desgracia)
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EL TEATRO EN EL SIGLO XVII: LA “COMEDIA NUEVA”
El teatro fue el género literario más innovador y de mayor éxito en el siglo XVII.
En el se formaron compañías teatrales y, en algunas ciudades, se abrieron locales
dedicados a las representaciones: los corrales de comedia. A estos corrales,
acudía numeroso público, casi diariamente.
Las obras duraban dos o tres horas, y se representaban por la tarde para
aprovechar la luz del día. El escenario nunca quedaba vacío, ya que entre los
actos se representaban todo tipo de actuaciones. Los decorados y el vestuario
eran pobres. Ese deseo de satisfacer los gustos y exigencias del público fue lo que
impulsó a Lope de Vega a renovar el teatro español de la época. Hacia 1590,
Lope de Vega, en su “Arte nuevo de hacer comedias”, establece las pautas de la
“comedia nueva”. Para Lope, la acción de una comedia debía de ser rápida y el
público debía poder identificarse fácilmente con las costumbres y los valores de
los personajes.
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• Variedad métrica. Las obras se escriben siempre en verso, pero se utilizan
distintos tipos de metros y estrofas según el desarrollo de la acción. El verso
predominante es el octosílabo.
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ANTONIO DE ZAMORA
Vida y Obra
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Domingo de don Blas y Don Bruno de Calahorra, pero sobre todo por El
hechizado por fuerza, estrenada en 1698 y una de sus comedias más
famosas, donde se satiriza al necio Don Claudio; en ella al estilo de
Molière, dibuja un personaje que posee más vicios que virtudes, comunes a
una clase social poderosa por economía, rango y su presunta superioridad
moral; en la obra, su negativa a casarse impide de rebote el matrimonio de
su hermana, y su actitud prepotente, prejuiciosa y caprichosa trae de cabeza
a sus sirvientes, sus amigos y su médico. Al resto de los personajes que le
rodean no les queda otro remedio que urdir una trama de engaños en la que
le hacen creer que está hechizado y que morirá si no se casa. Para ello se
sirven de todos los medios a su alcance. Fue la obra más famosa de su
época y estuvo reponiéndose durante siglo y medio. Otra de sus obras de
más éxito fue No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o
convidado de piedra, que trata de la leyenda de don Juan, pieza menos sutil
que la de Tirso de Molina y algo más realista que la de José Zorrilla, pues
no deja el final abierto a la duda como este. Se estuvo representando
durante las fiestas de difuntos de todos los años hasta que fue sustituida por
la obra de Zorrilla. Antonio Zamora era un admirador de Calderón y fue un
autor popular en este primer tercio del siglo XVIII.
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EL MITO de Don Juan
EL mito es, inicialmente, palabra sagrada, y como tal, palabra que debe
guardarse, pues oculta en sí un secreto, un secreto que debe interpretarse
para extraer una enseñanza. Aquel que confiaron las divinidades a los
hombres, revelándoles, bajo esta forma, el origen del ser que son, del
mundo en que viven y de las instituciones que les rigen. Es, por tanto, la
palabra primordial que rige, establece y organiza la sociedad arcaica.
Muchas sociedades arcaicas comparten y profesan similares mitos.
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Esa violencia contra el orden, que Ixión practica reiteradamente, origina la
ruptura del vínculo familiar: la philía. Esta es una de las condiciones que
Aristóteles esgrime para que la tragedia exista. En el caso de Ixión y
también en Donjuán, dicha ruptura de philía se produce en dos instancias.
La primera con la promesa incumplida, burla que incluye un perjurio, con
el que se vulnera gravemente el viejo rito nupcial. Pero en la segunda, el
nexo humano y sagrado, salta por los aires con el crimen de Ixión en la
figura de Hesioneo. De ahí que el mito dibuje a Ixión como el transgresor
por excelencia de lo humano y lo divino para los griegos.
Otro tema que aparece, desplazando el episodio a las alturas del Olimpo,
en el que se reconoce nuevamente la mala índole del personaje, es el del
castigo. Tras el asesinato de Hesioneo, Ixión queda abandonado de todos y
sin perdón de los dioses, para caer víctima de la ate. Sin embargo,
encuentra la comprensión del padre, el dios Zeus, que le da una nueva
oportunidad perdonándole.
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todo el vigor juvenil. En ellos se muestra la juventud hecha mito. Asesinan
a los viejos, son la inconstancia en persona; burlan, traicionan y se ríen de
su burla. Son, como hoy y como siempres aves de paso que caminan aprisa.
No temen a la muerte porque esta les queda lejos, “tan largo me lo fiáis”,
decían el Don Juan de Tirso y el de Zamora. Estos son atributos perennes
del joven lleno de fuerza y vigor que no acepta deberes y
responsabilidades, que apetece de lo prohibido y desnuda sus instintos de
cazador arcaico.
La voz del mito arcaico resuena en las palabras que hicieron suyas algunos
de nuestros autores más preciados. Lope, Tirso, Zamora y unos cuantos
más hasta hoy mismo, trasladándonos con ellas la obligación de la
reflexión el aprendizaje y la trasmisión posterior en el alma de nuestros
textos.
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nacional, como apuntaba Marañón. Lo universal es el tema de la burla
amorosa. Este tenderá a eliminar lo más arraigado en la tradición popular
española: el convite macabro.
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Don Juan, galanteador y por tanto galán. Un hombre de buena estatura,
bien proporcionado y con gracia en el movimiento». Este atractivo físico
hace singular a creaciones como el marqués de Bradomín, personaje
valleinclanesco, cuyas tres características son ser feo, católico y
sentimental. Estas aparecen opuestas al donjuanismo y son una lectura
grotesca del modernismo en el que Valle-Inclán navegaba en aquellos
momentos.
Don Juan busca la gloria, pero la gloria en la tierra: la fama. Por ella
pregonan sus triunfos, en Don Juan no hay prudencia, ni decoro, ni sutileza
y mucho menos anonimato. Este alarde se torna explícito en Zorrilla, con la
célebre apuesta y la escena correspondiente en la Hostería. En el caso de
La Regenta, el alarde, la enumeración de conquistas, tiene lugar en el
Casino, donde Álvaro hace un recuento de sus triunfos, presumiendo de sus
técnicas de seducción que, ante el posible fracaso en la conquista de Ana
Ozores, le acrediten como el maestro, el indiscutible y envidiado “Tenorio
de Vetusta”. Aventuras diversas en las que destaca su arte de seductor, su
ausencia de escrúpulos, su audacia, su astucia y rapidez en el ataque. El
verdadero donjuán del siglo, y de todos los siglos tal vez, vence, es
romántico, caballeroso, egoísta, vital, grosero, violento, descarado, y hasta
torpe, si hace falta.
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respecto a los anteriores. No es el libertino de Moliere ni el disoluto
rastrero de Goldoni. Los personajes clarinianos se salvan siempre por el
amor, su don Juan no. En su donjuán, Álvaro, todo es falso, frío y necio; un
egoísta incapaz de amar a los demás. Y tan ilusorio que es un galán ya
maduro que se las ve y se las desea para cumplir como corresponde con la
señora y la criada a la vez.
Hay en estos textos una denuncia social, fortísima en Tirso y más aún en
Moliere. Presentan las hazañas de don Juan como un abuso de poder por
parte de una clase cortesana, que se ampara en la impunidad de sus
prerrogativas y que traiciona la esencia de la caballería. Con su poder
social, su rango y hasta su dinero, y su confianza en las influencias políticas
de su padre pretende salir con bien de todo desatino. Clarín va más allá y
crea un donjuán que ostenta el poder el mismo, haciendo a su personaje
jefe del partido conservador en la sociedad española de la Restauración,
cuyas bases implícitamente se critican.
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NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA
NI DEUDA QUE NO SE PAGUE
Don Juna aparece en escena con este fondo rodeándole. Está en su territorio
y está en su salsa. Aquí en un dios. En esta primera jornada se nos pone en
antecedentes de sus correrías allende los mares y que no difieren mucho del
texto tirsista. La única diferencia es que don Juan fuerza su salida de
Nápoles movido por el deseo de regresar a España, su verdadero reino.
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personajes. En la estructura es visible la herencia barroca. No ay unidad de
tiempo ni de lugar. Las acciones existentes en la trama convergen todas sin
excepción hacia el núcleo principal, el personaje de don Juan, que al igual
que el de Tirso atraviesa la escena como un huracán hacia su destino final.
Final espectacular y truculento heredero del teatro barroco y especialmente
de la representación de los autos sacramentales con toda la puesta en
escena de lo fantástico y ultraterreno. En este sentido la raíz barroca está
clara pero hay elementos que ya hacen notar el aire de lo que viene. El uso
de la luz y la sombra, las escapadas milagrosas en medio del gentío, las
peleas de espadas, y otros elementos relacionados con la acción, que a
veces es trepidante, aunque sea un eco lejano, ya adivinan el romanticismo
que llega.
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él es totalmente distinta, está locamente enamorada de don Juan. Nada
puede hacer que desaparezca su amor, es un personaje romántico: La
pasión la desborda, no le deja ver y cuando ve le sigue amando. Beatriz
crre en el poder curativo de su amor y, por esto, a pesar de sus muchos
engaños y su desprecio, sigue luchando por su amor en la confianza de que
algún día cambie. Siempre está dispuesta a ayudarle y en más de una
ocasión le libra de la muerte. Su vida es un continuo sobresalto: "Entre mi
hermano y mi amante / es con iguales vaivenes / toda tragedia es mi vida".
Pero acabará desengañándose ante la realidad de los hechos y decidirá
pasar el resto de sus días en un convento. El destino de las mujeres
decentes en aquella época seguía siendo el matrimonio o el convento como
únicas opciones. Por esto es novedoso el personaje secundario de “La
Pispireta”. Mujer descarada, buscavidas, artista y pícara, presumida y
alegre, que sobrevive por si misma y no duda en usar todas sus artimañas
para seguir adelante. Es una mujer que disfruta de la vida, para bien y para
mal. Ella es también una burladora, y se burla de todos, tanto de las
mujeres como de los hombres. Don Luis de Fresneda, con quien mantiene
relaciones sentimentales, la llama Catuja, apelativo familiar de Catalina.
Encarna un tipo popular, diferente en todo al de las otras dos mujeres. En
escena se presenta "con mantellina blanca y montera", acompañando a los
estudiantes cantando jácaras. También será ella la que contrate don Juan
para que amenice con su guitarra y canciones la cena en su casa. Habla de
manera vulgar, con un lenguaje continuamente salpicado con vocablos
propios de germanía.
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Con respecto al protagonista Zamora retoma los rasgos propios del
arquetipo, pero da mayor relevancia a algunos de ellos, con lo que su Don
Juan se diferencia claramente de los anteriores. Ya desde el principio nos lo
presenta como una persona con fama de burlador de mujeres, ya desde este
inicio don Juan aparece nítidamente dibujado. Para ahondar en este dibujo
Zamora coloca la figura del criado frente a la de don Juan como un espejo
inverso. Esto da mayor relevancia a la perversidad del personaje. El criado
se muestra circunspecto por los engaños y burlas de don Juan. intenta
constantemente desviarle de este camino, le avisa de las consecuencias, le
intenta hacer ver la inmoralidad de su proceder, pero no consigue su
objetivo. Como criado que es se debe a su amo. Así nos muestra la realidad
de la servidumbre el autor. Una servidumbre que obliga a presenciar lo que
no se desea, una servidumbre más moral que sus amos en muchas
ocasiones, y de la que no se pueden librar. Los criados no tienen opción de
elegir al amo, de hecho Camacho se queja en una ocasión de no poder
dejarle y servir a un mejor amo. Curioso es que el criado tenga en cuenta la
clase para discernir la magnitud del delito, en cuanto a la burla a una mujer,
y que don Juan por el contrario iguale a todas las mujeres, eso sí en la
desgracia.
El eje central de las acciones de don Juan está unido a la figura del
comendador mayor de la Orden de Calatrava y padre ce doña Ana de Ulloa,
con quien pretender casarle su padre, cuestión a la que no está dispuesto
don Juan, “¿Pues creíste / aunque el cielo se juntara / con la tierra que me
entregue / yo a prisión voluntaria”, aunque esto no significa que renuncie a
conquistarla, a la vez que ronda a Julia. De hecho la única a la que no ama
pero no puede conquistar es la única a la que no olvida. La obsesión del
cazador que no soporta que se le escape una de las mejores piezas le ronda
durante toda la obra. Esto convierte a doña Ana en un personaje central de
la trama. Esta, junto a su padre y Filliberto son el reverso del mundo
representado por don Juan. Un don Juan frente a todo el mundo, a toda una
sociedad, es lo que nos propone Antonio de Zamora. Un don Juan más frío
y calculador que el ingeniado por Tirso. Un personaje consciente de sus
actos y que convierte estos es un acto de reafirmación frente a la sociedad.
Una sociedad a la que utiliza para conseguir sus fines y a la que reta para
erigirse como merecedor de la mayor gloria. El don Juan de Zamora no
tiene la profundidad psicológica de otros donjuanes anteriores o
posteriores, este es una máscara terrible de la chulería del mito hispano,
quizás enraizado con el mito del soldado español de la época. Una suerte de
soldado fanfarrón famoso en toda Europa por seductor, valiente, arrojado,
jugador y amoral.
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Reincidente y pertinaz en sus correrías no se arrepiente en ningún momento
de sus fechorías. Desterrado, como en Tirso, de Nápoles por deshonrar a
doña Beatriz de Fresneda, a la recriminación por la ofensa, que le hace
Camacho, don Juan contesta con un menosprecio y un laconismo
sangrante: “Sí, y toda su hincha fue / por no cumplirla la palabra / que la
di de ser su esposo”. Está acción, reincidente en la obra de Zamora, resalta
el valor de don Juan, que el criado no le niega, como no niega nadie su
arrojo, lástima que lo gaste de manera tan funesta. Aunque su valor está
minimizado por su posición de privilegio, al igual que en Tirso, y del lo
cual es consciente y alardea. Con la ayuda de los estudiantes, los hechos
que se han ido encadenando en el diálogo entre amo y criado culminan
cuando don Juan le agradezca a don Luis, su espejo, la ayuda prestada con
una herida, que dobla los motivos de venganza del hermano de doña
Beatriz. Este comportamiento acaba de caracterizar a don Juan, quien, al
herir a su salvador, afirma que él es “el diablo”.
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condena. Las dos escenas cierran un ciclo completo, en el que ni la
venganza individual ni la justicia de la sociedad, representada por el Rey,
alcanzan a un personaje demoníaco que pone su castigo fuera del ámbito de
lo humano.
Zamora nos retrata a un don Juan de peor calaña que el de Tirso. Este don
Juan no tiene empacho en empuñar la espada y liarse a mandobles con el
menor motivo, contra cualquiera, contra una mujer, contra su padre y
contra el mismísimo rey. No tiene reparo en pisotear y ofender con la
espada los lugares sagrados y reírse de los muertos, llega a desafía hasta a
Dios. Nada está fuera de su alcance, nada le arredra, su soberbia,
atrevimiento y arrogancia son casi infinitos. Entra en conventos si es
necesario para robar virginidades, o demuestra su crueldad ofendiendo a
desahuciadas, como se dice de doña Beatriz de Fresneda, Doble crueldad,
pues, hacer esperar y creer a quien ya no tiene esperanzas de matrimonio.
Sólo ante la muerte se acobarda, y sólo ante la muerte pide perdón y se
redime. Que tan fácil redención. Don Juan que siempre elude el castigo lo
elude hasta el final.
Zamora pretende dar una lección, asustar con el peligro del infierno a los
disolutos y amorales de la sociedad. Esto queda ya patente en el título,
título que encierra la amenaza: “No hay plazo que no se cumpla ni deuda
que no se pague”. En consonancia con la tradición católica se intenta
controlar a la sociedad mediante el miedo. Miedo a una condena eterna que
significa quemarse en el infierno. Este miedo debía estar patente en la
sociedad de la época teniendo en cuenta los quemados por la inquisición en
la hoguera. Claro que quien hace la ley hace la trampa, y al igual que la
Inquisición, que con sólo arrepentirse perdonaba a los pecadores, don Juan
queda libre del castigo al pedir perdón y mostrar ese arrepentimiento en
última instancia. Fácil pues es la solución para poder seguir pecando
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justicia terrena. A esto concurre, en diferente medida el azar y la fortuna,
que también parecen estar del lado de don Juan. En la escena en que don
Luis le dispara y la oscuridad ampara a don Juan impidiendo que el
caballero le de muerte.
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
• La Regenta. Clarín.