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Pasión y destino en los personajes femeninos de

Los recuerdos del porvenir de Elena Garro

Susana Guerrero Herrera

Elena Garro, publicó Los recuerdos del porvenir en 1963. La historia está situada en la
etapa posrevolucionaria, en el pueblo mexicano de Ixtepec, durante la guerra cristera.
En la novela encontramos más de treinta y cinco personajes femeninos, de los
cuales más de la mitad tiene una participación importante dentro de la historia y los
demás forman parte del universo donde se desarrolla la trama. Debido a que es una
parte de la historia de los habitantes de Ixtepec, aparecen diversos personajes, no sólo
femeninos, que son parte del pueblo pero que no inciden en la trama principal de
manera importante, como son: Agustina la panadera, Blandina, la costurera, entre otras.
Algunos sólo son mencionados como referentes de otro personaje; como es el caso de la
madre de Doña Francisca, la abuela de Isabel Moncada, que sólo se la menciona como
parte de las memorias de la madre de ésta.
Existe tres grupos de personajes femeninos: por un lado las mujeres
pertenecientes a las familias del pueblo; por otro, las “queridas”, quienes viven en un el
Hotel Jardín, debido a su relación con los militares establecidos en el pueblo. Un tercer
grupo lo conforman “las cuscas”, que son las prostitutas de Ixtepec, quienes viven todas
en la misma casa, propiedad de una de ellas: la Luchi.
El presente trabajo abordará dos personajes femeninos, en los cuales se centra la
historia: Julia Andrade e Isabel Moncada. Ambas representan dos visiones del mundo
completamente diferentes y dos universos que en apariencia no tenían nada en común, y
sin embargo confluyen.
Julia es la querida. No tiene relaciones familiares. Su relación con el mundo se
da a través de su amante, el general Francisco Rosas. Es una mujer joven, hermosa e
indiferente. Curiosamente, sin ella proponérselo es un referente constante en el
acontecer del pueblo. “En aquellos días Julia determinaba el destino de todos nosotros y
la culpábamos de la menor de nuestras desgracias. Ella parecía ignorarnos, escondida en
su belleza.” (Garro, 26) Ella es un reflejo de los anhelos y limitaciones de los
habitantes de Ixtepec. Es la causa de todos los males que aquejan al pueblo y, al mismo
tiempo, la personificación de los fantasías de hombres y mujeres.

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Por su parte, Isabel Moncada, quien ha crecido en el seno de una familia
respetada en el pueblo, vive inconforme con las condiciones de la vida provinciana que
gira en torno a los hombres y que para las mujeres significa prepararse para el
matrimonio y mantenerse dentro de él.
A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus
hermanos. Le humillaba la idea de que el único futuro para las mujeres
fuera el matrimonio. Hablar del matrimonio como de una solución la
dejaba reducida a una mercancía a la que había que dar salida a cualquier
precio. (24)

Los habitantes de Ixtepec no son indiferentes a la presencia de Julia Andrade: los


hombres la desean y las mujeres envidian su belleza y el amor que Francisco Rosas
siente por ella. Esa fascinación, lleva a Isabel a confesar; “Yo quisiera ser Julia” (96), en
una especie de prefiguración del porvenir; ya que más adelante tratará de ocupar el lugar
de Julia, con un resultado no sólo amargo, sino trágico.
La estructura de la novela, dividida en dos partes, le da un lugar preponderante a
esta dicotomía: la primera parte está centrada en Julia y la segunda, en Isabel. Ambas
relacionadas con el general Francisco Rosas.
Físicamente Julia es descrita como una mujer sensual, segura y diferente de las
mujeres que viven en Ixtepec.
Desde la tarde que la vi desembarcar del tren militar me pareció una
mujer de peligro. Nunca había andado nadie como ella en Ixtepec. Sus
costumbres, su manera de hablar, de caminar y mirar a los hombres, todo
era distinto en Julia. Todavía la veo paseándose por el andén, olfateando
el aire como si todo le pareciera poco. (41)

Su estancia en el pueblo se debe a la relación que mantiene con el general


Francisco Rosas. Julia no se interesa en absoluto por la vida de Ixtepec y podría haber
seguido así, si no hubiera aparecido Felipe Hurtado. El fuereño que llega y cambia el
ritmo apacible del pueblo. Hace que los habitantes se interesen en el teatro, en la lectura
y convive con las familias del pueblo. Pero su intención, todos la saben, era llevarse a
Julia.
Pareciera que Julia y Felipe se conocían con anterioridad: “Si alguien la veía una
vez, era difícil que la olvidara, de modo que no sé si el extranjero ya la conocía; el
hecho es que no pareció sorprenderse del encuentro ni de su belleza.” (41)
Por su parte la actitud que Julia tiene con Francisco Rosas, es la de una mujer
inaprensible, como si estuviera siempre ausente y él no pudiera acceder a ella. Esa

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distancia que mantiene Julia, le da un poder sobre su amante al grado que él se sentía
inseguro ante ella.
Le acongojaba verla siempre tan perezosa, tan indiferente. Era igual que
él llegara o no llegara en muchos días: el rostro, la voz de Julia no
cambiaban. Bebía para darse valor frente a ella. A medianoche, conforme
se iban acercando al hotel, un temblor nuevo se apoderaba de él […]
Su voz cambiaba delante de la mujer. Le hablaba en voz muy baja pues
su presencia le ahogaba las fuerzas en la garganta. La miraba a los ojos,
quería saber qué era lo que ella tenía detrás de los parpados, más allá de
ella misma. Su querida se escondía de su mirada, ladeaba la cabeza
sonriente, se miraba los hombros desnudos y se recogía en un mundo
lejano, sin ruido, como los fantasmas. (44)

Es contrastante la situación de Julia con su actitud: aun siendo una mujer que
está a disposición de un hombre, prácticamente cautiva y vigilada todo el tiempo, ella
mantiene una distancia y un mundo personal al que nadie, ni siquiera él, puede acceder.
Lo que hace que Francisco Rosas sienta por ella no sólo un amor desesperado sino una
necesidad violenta de dominarla, de obtener algo de ella, aunque sea golpeándola.
Las criadas del hotel contaron que el general, al llegar a su cuarto, golpeó
a su querida con el rebenque “sin ninguna compasión”. Ellas desde el
corredor escucharon los golpes y la voz entrecortada del hombre que
parecía quejarse. De Julia no se escuchó nada. Luego el general salió a
buscar a Gregoria, la vieja ayudante de la cocina que sabía muchos
remedios.
[…] Gregoria preparó cataplasmas y aguas limpiadoras y con ellas curó
la piel ensangrentada de la más querida de Ixtepec (126)

La paradoja de una mujer sometida que mantiene un poder dominante sobre su


opresor, se verá contrastada, en la segunda parte de la novela, con la relación de Isabel
con Francisco Rosas. En la que ella, voluntariamente decide entregarse, no sólo como
eufemismo de tener relaciones sexuales, sino de ofrecerse a él, y entregarle su vida. En
ese sentido la fuerza de Julia cautiva es el polo opuesto a la debilidad de Isabel, que
voluntariamente se somete. Ambas formas del amor se vuelven fascinantes para el
espectador. No así para los protagonistas. Pareciera que los extremos apasionados y
desgarrados son las únicas formas que el amor verdadero encuentra para manifestarse.
El destino de Julia, es su liberación. Se fuga con Felipe Hurtado, que es a quien
realmente ama. El trágico destino de Isabel, está marcado por el desprecio que siente
Francisco Rosas por ella, pero fundamentalmente por el acto de traición hacia sus
hermanos, los cuales son asesinados por el mismo general Rosas.

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La novela de Garro, ubicada temporalmente en la época de la rebelión cristera
en México, permite ver las complicidades que se establecen entre los habitantes del
pueblo para enfrentar al ejército y tratar de salvar al sacerdote. Dentro de este conflicto,
Julia escapa con Felipe Hurtado. Isabel, por su parte, trata infructuosamente de ocupar
el lugar de ella.
Los habitantes de Ixtepec, urden un plan para salvar al sacerdote para lo cual
organizan una fiesta en honor del general Rosas. Ahí es cuando Isabel aprovecha la
oportunidad de acercarse y bailar con él. Al final de la fiesta él le pregunta si se va con
él y ella accede. Desde ese momento Isabel pierde el contacto con el mundo. El mismo
general Rosas se pregunta “¿Por qué se había ido con él? Cuando la llamó en los
portales y se la llevó a su cuarto a sabiendas que Juan estaba muerto y Nicolás en la
cárcel de la guarnición. Pensó en el triunfo total sobre Ixtepec” (244)
Para Francisco Rosas tener en su poder a Isabel significa parte de su venganza
contra los pueblerinos que ayudaron de alguna manera a Felipe Hurtado para que se
llevara a Julia. Para Isabel, estar en ese cuarto que ocupara Julia, la hacía vivir su
fantasía de ser tan amada como aquella. Pero Francisco lo sabía: “No era ella la que
podía sustituir a Julia”. (246) Desde el primer momento en que ve a Isabel donde antes
estaba Julia, le molesta su presencia.
“¿Cómo era posible que una joven decente estuviera en su cama después
de lo que había ocurrido en su familia? Francisco Rosas trataba de
adivinar lo que pasaba dentro de Isabel, pero no entendía ni la frente
cargada ni los ojos sombríos de su nueva querida. Tampoco entendía las
conversaciones indecisas sostenidas con ella.” (250)

Isabel tenía, desde niña el mismo modo de pensar de su padre, Martín Moncada,
en el que el tiempo presente se superpone al futuro. “Él sabía que el porvenir era un
retroceder veloz hacia la muerte y la muerte el estado perfecto, el momento preciso en
que el hombre recupera plenamente su otra memoria” (34) Por eso Isabel se perdía en
sus pensamientos, ajena al mundo y Francisco no sólo no la entendía, sino que le
producía desasosiego, esa mujer que se quedaba en la cama mirando el techo para
decirle: “–Francisco, tenemos dos memorias… Yo antes vivía en las dos y ahora sólo
vivo en la que me recuerda lo que va a suceder. También Nicolás esta dentro de la
memoria del futuro…” (251)
La traición de Isabel hacia sus hermanos, Juan y Nicolás, la hace ser objeto del
repudio del pueblo. Las queridas la ven también con desconfianza. Nadie entiende qué

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hace con el hombre que mató a Juan y está por matar a Nicolás. Por eso Rosa y Rafaela,
dos de las queridas que viven en el hotel Jardín la sacan de su marasmo y la obligan
prácticamente a salir a salvar a Nicolás y, salvar con él un poco de su propia dignidad.
Gregoria va con ella.
La tomaron del brazo y la pusieron frente al portón cerrado del hotel […]
levantaron los cerrojos, abrieron las puertas y la empujaron a la calle. Se
encontró en la plaza rodeada de un gentío oscuro que se movía como un
animal informe. […] “Ya se llevaron a tu hermano al camposanto”, le
dijeron las bocas acercándose hasta humedecerle el rostro con saliva.
“Hija ingrata, tus padres están llorando su desgracia” (383)

No logra Isabel salvar a su hermano. Nicolás muere fusilado por el ejército y


Francisco Rosas abandona Ixtepec. Isabel alcanza a verlo huir en su caballo. El mundo
de Isabel de desploma en ese momento: no tiene a donde ir. Sabe que el amor que siente
por Francisco está maldito, y sin embargo decide ir tras él.
— ¡Aunque Dios me condene quiero ver a Francisco Rosas otra vez!
Su voz sacudió la colina y llegó hasta las puertas del Ixtepec. De sus ojos
salieron rayos y una tempestad de rizos negros le cubrió el cuerpo y se
levantó un remolino de polvo que volvió invisible la mata de pelo. En su
carrera por encontrar a su amante, Isabel Moncada se perdió. Después de
mucho buscarla, Gregoria la halló tirada muy abajo, convertida en piedra,
y aterrada se santiguó. Algo le decía que la niña Isabel no quería
salvarse: estaba muy sembrada en el general Francisco Rosas (291)

El destino de Isabel y Julia está marcado por la relación que mantuvieron con
Francisco Rosas. Mientras Julia era dueña de sí, aun dentro de su reclusión; Isabel se
volvió esclava de la pasión que sentía por su amante. Julia se libera e Isabel se paraliza,
se petrifica.

Obras consultadas

Garro, Elena. Los recuerdos del porvenir.1963 México: Joaquín Mortiz. 2001

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