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La displicencia humana

“…sus criaturas llegarían a todas las casas de clase media baja en adelante y espantarían
a los niños con sus palabras atroces… y a los críticos literarios con su belleza
perpetuamente inasible y, además, no sólo física, sino artística, miniaturizada, de cosa
levemente nueva y a la vez muy antigua, del todo imprevista por la mediocridad y
abulia de la época.”
Alberto Chimal

1. Voces agradables, suaves, roncas, ácidas, sosas. Horas de charla o silencios


incómodos. Relatar una y otra vez los mismos sucesos, la vida pasada, alternando las
edades y cambiando los detalles. Mezclando realidad con mentira en recuerdos mutados
por una memoria no muy fiel.

2. Miradas intensas, lascivas, atractivas; transformadas en contemplaciones fastidiosas,


irritantes, insoportables. Buscar ser el centro, lo único, para después querer huir y
encontrar un escondite para esa fuerza que sobrepasa lo físico y llega hasta el alma, esa
fuerza que puede ver los secretos más profundos, las mentiras más asquerosas
encubriendo un hecho todavía más repugnante, pero a los que no puede descifrar por
desconocer su código, su lenguaje. Y es para dar gracias, a pesar de tener el peso del
castigo de esos ojos encima, sin que ellos sepan la capacidad de la represalia que
infligen, inconscientes de su poder.

3. El placer de degustar incontables litros de diferentes clases de alcohol, cafeína y


humo de cigarros no siempre de tabaco. Incluidas las pastillas de menta, los diversos
dulces y las píldoras ilegales. Lenguas y bocas húmedas de placer, escurriendo entre
palpitaciones vulgares. Cariño convertido en hiel, por simple gusto experimental.

4. Superficies muy suaves, que viven. Diversos matices de pigmentos que van de
oscuros a claros. Pieles lampiñas o cubiertas con un fino bello, tersura exquisita que se
alarga sobre las sábanas, buscando la manera de introducirse en ellas y desaparecer de
este mundo, en un arrebato de placer individualista que a pesar de ello, es respetado y
degustado por el (los) otro(s). Placer que deviene en aversión, suavidad trocada en
aspereza que adquiere una singularidad reprobada y rechazada. Una piel fría de muerte,
a la que se evita por miedo a perder la cordura.

5. Esencia natural del cuerpo femenino, enajenación pura, resquicios perfumados


sutilmente, que con lazos invisibles atan al cuerpo ajeno y lo atraen hacia sí. Lazos que
mutan en látigos flagelantes, aroma que demuda acerbo, líquido cáustico que corroe lo
virtuoso.

Cabelleras rubias, castañas, cafés, pelirrojas. Transitoriamente ocultando un poco sus


facciones, otorgándoles un secreto vital e inexorable. Falacias de formas y tonalidades
diversas, mentiras infantiles llevadas a engaños voluptuosos. Pero sus manos tienen la
obligación de dejar el rostro por completo al descubierto, para enfrentar la vida sin
trucos infames. Y es cuando cae el telón final.

Intentar memorizar series de diferentes números por días, a veces por semanas e incluso
por meses. Calles, direcciones. Trazar figuras geométricas exactas o irregulares en el
mapa del territorio. Números y letras que esconden personalidades tan disímiles como
iguales, gracias a lo subjetivo de las diferencias.

Nombres extranjeros, alusivos a la naturaleza o por completo religiosos. Sustantivos


sugestivos, encantadores, cautivadores; que se vuelven indiferentes, insulsos,
desagradables. Nombres que terminan siendo estigmatizados.

Todo esto fue antes de ti. Jamás pude encontrarte en ellas, ni en lo más recóndito de su
ser. Mucho menos en su imaginación, muchas veces más desierta que su amor propio.

Todo esto fue antes de que aparecieras, tan pequeña, saliendo del grifo de agua, segundo
antes de que te fugaras, por conmiseración, de aquel cuadro que compré tantos años
atrás. Lo único digno de ornar mi vida sin transmutarse en algo maldito, aún después de
comprender mi esencia.

Y ahora que llevo horas, días completos contemplándote parando sólo cuando parpadeo,
dándote refugio en este vaso de agua, sobre mi mesa de noche, puedo reconocer cuanto
tiempo de mi vida desperdicié con la humanidad.

Tu cabello azul ondulado, la claridad reflejada del agua en tu piel, las escamas que
cubren lo que suple a tus piernas y tu inexistente sexo, tu tamaño mínimo y el aura que
te envuelve y te hace tan distante, a pesar de tenerte a escasos centímetros y la atracción
desmesurada que siempre has ejercido en mí, reanimaban a mi psique después de cada
esperada decepción, después de cada descubrimiento y desencanto del otro.

Deberás cumplir tu promesa, mi alma será tuya a cambio de que me lleves al paraíso del
que has venido, colócame en tu roca, en medio del océano, en ese lienzo donde no pasa
el tiempo, donde el sol, con sus tonos cálidos, tranquilizará mi espíritu ansioso y podré
al fin regalar mis pensamientos al olvido, y ya no buscar nada, ya no buscarte.

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