Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Erikson formula por primera vez en 1950 los conceptos de identidad, crisis de identidad y difusión de la
identidad como las características cruciales; respectivamente, de la personalidad normal, la adolescencia y
los trastornos severos de personalidad. Volvió a la definición del concepto de la identidad en 1956,
acentuando la importancia del sentimiento consciente de identidad individual. Él describe la identidad
como una síntesis global de las funciones del YO, y como la consolidación de un sentimiento de
solidaridad con los ideales y la identidad de grupo. Asimismo, recalca que la identidad se desarrolla
gradualmente, hasta que se produce una consolidación final de su estructura en la adolescencia.
(Kernberg, 2007).
La mayoría de los adolescentes tutoriados de los primeros ciclos “sufren”, porque ven que la naturaleza
los desaloja de su cuerpo de niños sin aviso y el mundo de los adultos está “aún ajeno y lejano”. Se
sienten envueltos en una serie de cambios físicos que les produce un intenso desajuste psicológico,
definido por crisis de identidad. Se preguntan ¿quién soy? ¿qué debo ser?, ¿qué tengo que hacer?, etc. Y
sienten la dualidad de desear y temer a la vez cuestiones fundamentales para su vida como la
emancipación, la elección vocacional y la sexualidad.
Erikson (1956), mencionado por Kernberg (2007) describe la difusión de la identidad como “una ausencia
o pérdida de la capacidad normal de autodefinición, reflejada en una ruptura emocional en momentos de
intimidad física, elección de profesión, competencia y necesidad incrementada de una autodefinición
psicosocial”. Sugiere que la evitación de elecciones como reflejo de tal difusión de la identidad daba lugar
al aislamiento, a un sentimiento de vacío interior y a una regresión a identificaciones anteriores, como los
padres, abuelos y/o ciudadores. La difusión de la identidad se caracteriza por la incapacidad de intimidad
en las relaciones, puesto que la intimidad depende de la autodefinición, y su ausencia desencadena el
sentimiento de peligro de fusión o pérdida de identidad que se teme como la mayor calamidad.
Referencia Bibliográfica: