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Mensaje de Ángel Ortiz Guzmán

Municipio Autónomo de Carolina, Puerto Rico


Auditorio Fortunato Vizcarrondo
19 de julio de 2006

La Constitución de Puerto Rico,


El Estado Libre Asociado y la Agenda de Futuro

I.

Felicito a la administración municipal de Carolina y a su Alcalde,


Honorable José Aponte De la Torre por permitirnos en esta noche
profundizar en el significado de la Constitución de Puerto Rico, el
Estado Libre Asociado y la Agenda de futuro de Puerto Rico.

Quiero comenzar citando las palabras del ex-Alcalde del Municipio


de San Juan Honorable Héctor Luis Acevedo en el prólogo del
libro La Generación del 40 y la Convención Constituyente cuando
señalaba con acierto lo siguiente:

AEn un mundo donde la abundancia de noticias y la


multiplicidad de reclamos hace efímera la memoria y, de
ligero pulso, el pensamiento, es vital saberse inmerso en el
recuerdo y la obra de los que nos precedieron, no porque
obliguen desde el pasado, sino porque invitan a
superarlos@1

Este año en que se cumplen cincuenta y cuatro años del


establecimiento del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, se hace
imperativo reflexionar en torno a los logros alcanzados luego de
la primera y única constitución, redactada y aprobada por el
Pueblo de Puerto Rico. Aprovecharé además esta ocasión, para
reflexionar sobre nuestra relación política con los Estados Unidos
con el interés de que comencemos, juntos, a pensar y soñar
sobre la agenda de futuro.
1Acevedo, Héctor Luis. La Generación del 40 y la Convención Constituyente, Universidad Interamericana
de Puerto Rico, Recinto Metropolitano, 2003, pág. xi.
II.

Comencemos nuestra reflexión recordando el contexto histórico


en que se establece nuestra constitución: la década de los
cincuenta. Veamos.

La Unión Soviética que había sido aliada de los países que


derrotaron a Alemania rápidamente se vio transformada en el
"enemigo de occidente" y el mundo vio formarse lo que se
conoció como "Guerra Fría".

Poco después del fin del conflicto mundial, la guerra civil en


China, dio el triunfo de Mao Zedong quien instauró en la parte
continental de su nación un régimen totalitario de base
comunista, conocido como la República Popular China.

En la década de los 50, la disputa entre estos dos nuevos ejes


mundiales, se intensificó notablemente con la guerra de Corea y
la posterior división de país en dos estados diferentes. Se inició
una carrera armamentista sin precedentes que se extendería en
las siguientes décadas, así la Unión Soviética y los Estados Unidos
crearon un arsenal capaz de destruir todo el planeta.

Estados Unidos vivió una revolución cultural impulsada por el


rápido desarrollo industrial y el consecuente fenómeno de
consumismo. Alemania y Japón experimentaron una sorprendente
recuperación económica que menos de dos décadas después del
final de la segunda guerra mundial, había transformado a ambos
países en potencias económicas, si bien no políticas o militares.
Por lo tanto, aunque Francia y Gran Bretaña tenían un mayor
peso político en el mundo, Japón y Alemania, superaban a los dos
países europeos que obtuvieron la victoria en la segunda guerra e
incluso su presencia en el comercio internacional superaba a la de
la Unión Soviética.

Un proceso de importancia capital para el futuro de Europa y del


mundo se inició cuando Robert Schuman pronunció la celebre
declaración que lleva su nombre y que constituye el embrión de
la actual Unión Europea (UE).

En enero de 1950, la India se convierte en república, tras su


declaración de independencia tres años antes. El 25 de junio de
1950 comienza la guerra de Corea que durará hasta 1953 y en
los Estados Unidos se realiza la primera emisión en color de
televisión. . Específicamente en 1952, los Estados Unidos detonan
la primera bomba de hidrogeno en el atolón de Enewetak en las
Islas Marshall en el Pacifico.

III.
En términos generales, la Constitución del Estado Libre Asociado
de 1952 permitió la organización del gobierno interno del Pueblo
de Puerto Rico. En su artículo III se estableció el Poder Legislativo
a través de una Asamblea Legislativa de dos cámaras, el Senado
y la Cámara de Representantes. El artículo IV organizó el Poder
Ejecutivo, el Artículo V el Poder Judicial, el Artículo VI las
disposiciones generales y Artículo VII estableció el procedimiento
para enmendar la constitución.

La Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico de 1952


estableció en su Artículo II una Carta de Derechos la cual
reconoció los derechos civiles y políticos de los puertorriqueños.
Estos derechos incluyen el respeto a la dignidad del ser humano,
el derecho al voto, la libertad de culto o religión, la libertad de
palabra y prensa, el derecho a la educación, libertad de
organización, el derecho a la vida, al disfrute de la propiedad
privada, a la igual protección de las leyes, la protección en contra
de los registros y allanamientos irrazonables por parte de las
autoridades gubernamentales y la prohibición de la esclavitud,
entre otros.

A pesar de los derechos civiles y políticos nuestra constitución a


penas menciona otros derechos tales como los derechos
económicos, sociales y culturales del Pueblo de Puerto Rico.
Tampoco incluye un conjunto de derechos denominados derechos
de los pueblos o de la solidaridad, que incluyen el derecho a la
autodeterminación, a la paz, al desarrollo, a la democracia, a
recibir y producir información equitativamente, al medio ambiente
sano y ecológicamente equilibrado y a beneficiarse del patrimonio
común de la humanidad.

Estos derechos nos pertenecen a todos como individuos pero


también al conjunto del pueblo de Puerto Rico e incluso a la
comunidad internacional. La definición, reconocimiento y
consagración de estos derechos es una tarea aún pendiente para
las nuevas generaciones de puertorriqueños.

Por definición, una constitución es la Ley fundamental de la


organización de un Estado. Debemos esta noche preguntarnos,
establecimos los puertorriqueños en 1952 la ley fundamental y
suprema de Puerto Rico? La respuesta es obvia: No.

La Constitución requiere como todo adaptarse al momento


histórico en que vivimos.

Nuestra Constitución debe dejar meridianamente claro que la


soberanía nacional de los puertorriqueños reside en el Pueblo de
Puerto Rico y no en el Congreso de los Estados Unidos como
sostienen algunos. En el futuro, la Constitución de Puerto Rico
debe establecer que la enseñanza que se imparta en Puerto Rico
sea en nuestro idioma español, que la paz es un derecho y un
deber de obligatorio cumplimiento.

La Constitución debe garantizar la adecuada y efectiva


participación de la mujer, debe promover el aprendizaje de los
principios y valores de la participación ciudadana, reconocer los
derechos sociales, económicos y culturales, la protección del
patrimonio cultural de la nación puertorriqueña.

La Constitución de Puerto Rico debe proteger los derechos


colectivos y del ambiente, como por ejemplo la prohibición de la
fabricación, importación, posesión y uso de armas químicas,
biológicas y nucleares, prohibir la introducción de residuos
nucleares y desechos tóxicos en suelo de Puerto Rico.
Nuestra Constitución debe definir quienes somos los nacionales
puertorriqueños. Debe elevar a rango constitucional, nuestra
bandera, escudo e idioma nacional. En cuanto a la organización
del Estado debe reflejar la voluntad clara manifestada por el
pueblo de Puerto Rico el pasado año de cambiar el Poder
Legislativo en un sistema unicameral.

La Constitución del futuro debe dejar claro quien es el Jefe de


Estado y de Gobierno de Puerto Rico y la sucesión del primer
ejecutivo. Debe además, elevar a rango constitucional la
autonomía fiscal y presupuestaria de la Rama Judicial, la
autonomía municipal y la finalidad social del Estado y de los
servicios públicos esenciales y su prestación eficiente para el
Pueblo de Puerto Rico.

IV.

Junto a Don Luis Muñoz Marín, trabajaron muchos de los mejores


talentos del país los cuales, en aquella época estaban disponibles
para el servicio público y allí ofrendaron su vida civil al servicio de
nuestro pueblo. Esa generación, la generación del cuarenta sentó
la medida de las cosas en Puerto Rico, en cuestiones de gobierno
y servicio público, marcaron así, para siempre, nuestra
historia.@2

Entre esos talentos del país es importante recordar, además de


Don Luis Muñoz Marín, al doctor Antonio Fernós Isern, Roberto
Sánchez Vilella, Ernesto Ramos Antonini3 y Vicente Geigel
Polanco4, entre otros.

Ahora nos toca a nueva generación de puertorriqueños lograr que

2Acevedo, Héctor Luis, op.cit. pág. xvi.

3Véase Rivera Hernández, Victor. Ernesto Ramos Antonini Una biografía necesaria, Centro de Estudios
Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, Puerto Rico, 2004, 94. págs

4Véase Duprey Salgado, Néstor. Independentista Popular Las Causas de Vicente Géigel Polanco,
Crónicas, Inc, San Juan, Puerto Rico, 2005, 684 págs.
la Constitución de Puerto Rico, no omita aquellos rasgos
inherentes a nuestra realidad de nación. En ninguno de los
artículos de la Constitución de 1952 se menciona que Puerto Rico
es una nación. Tampoco, que Puerto Rico tiene el derecho natural
e inalienable a su libre determinación y a su soberanía nacional.

La Constitución de 1952 omite hacer referencia a nuestro idioma


oficial, a la cultura nacional de los puertorriqueños, a nuestro
derecho natural a relacionarnos con nuestros vecinos caribeños y
latinoamericanos, es decir, al poder para establecer relaciones
exteriores propias, a los principios del derecho internacional
aceptados por Puerto Rico, a la protección de las riquezas
naturales, ambientales y culturales de nuestra nación. Esa es mi
queridos amigos parte de la agenda de futuro de los
puertorriqueños a principios del siglo XXI.

V.

Nuestra patria, Puerto Rico, enfrenta sin duda retos importantes


en esta delicada pero potencialmente prometedora coyuntura
histórica. Confío en que la misma nos ayude a mirar el futuro
político de Puerto Rico con renovada esperanza y con una
voluntad política cada vez más sólida para dejar atrás siglos de
colonialismo e indecisión y de la tan triste lucha entre
Puertorriqueños en la cual los derrotados somos todos.

Desde la noche misma de las elecciones del 2004, una de las


elecciones nacionales más cerradas de nuestra historia, Puerto
Rico vive una considerable dosis de angustia. Con el resultado
electoral que llevó al Partido Popular Democrático nuevamente a
la gobernación y con ella el control de la rama ejecutiva y al
Partido Nuevo Progresista, por su parte, a la rama legislativa, tal
escenario ha supuesto hasta el día de hoy una puesta a prueba
de nuestra democracia y de la capacidad de nuestro liderato
político para dialogar, identificar puntos de encuentro y concertar.
Y el mismo surgió como fruto del malestar ciudadano para con la
clase política puertorriqueña. Vivimos ante con un gobierno poco
ágil, distante, con evidentes señales de falta de concentración y
enfoque en lo que es verdaderamente importante. Vivimos con
una asamblea legislativa resistente y sorda; y un partido
independentista soberbio, arrogante y poco democrático, que
evidencia no tener siquiera, a pesar de un récord indiscutible de
labor patriótica, la voluntad política para hacer causa común con
los sectores no afiliados del independentismo.

Ante este panorama debemos aprovechar para reflexionar y


repensar las estrategias y estilos de manejar la cosa pública
como las propuestas políticas de futuro para el país.

Todos los partidos políticos deben tener claro una cosa


importante: la era del estado de los partidos terminó, vale decir,
los tiempos en que el espacio público era dominado por la
discusión intra e inter-partidista son hoy cosa del pasado. El
protagonismo de los ciudadanos, las organizaciones de sociedad
civil, el sector privado y la prensa, como actores políticos claves,
promotores y guardianes del bien público, reposiciona a los
partidos y les exige una entrada más discreta y una actitud de
mayor apertura al diálogo y la concertación con una diversidad de
actores y actrices.

La realidad actual supone una oportunidad impostergable para


que el Partido Popular Democrático se replantee su proyecto
político. Si bien el Partido Popular retuvo la gobernación, no hay
duda que tal triunfo fue el resultado de una alianza de facto entre
los simpatizantes del Partido Popular y simpatizantes de la
independencia de Puerto Rico, no afiliados al Partido
Independentista Puertorriqueño. Mientras que la base política del
Partido Nuevo Progresista ha crecido en las últimas décadas
Baunque no así el apoyo a la estadidad, la base política del
Partido Popular no ha registrado el mismo crecimiento. De ahí
que no podemos perder de vista que la única posibilidad de
hegemonizar el espacio político puertorriqueño y ser una opción
de gobierno pasa por la concertación entre sectores
autonomistas, independentistas y de centro izquierda e izquierda
democrática en Puerto Rico.
)Qué significa esto para el ideal del autonomismo? Creo que ha
llegado el momento para poner felizmente en primera fila a una
nueva generación política con la esperanza de dejar atrás viejos
estilos. Se abre una oportunidad inigualable para que el Partido
Popular Democrático vuelva a identificar, como le llamó el
fundador, don Luis Muñoz Marín, Anuevos caminos hacia viejos
objetivos@.

La ruta de la justicia social y el respeto por los valores


democráticos del pueblo puertorriqueño, requieren hoy de una
nueva ruta, que por la vía de una autonomía plena, logre ampliar
la base política de un Partido que indiscutiblemente le ha servido
bien al pueblo puertorriqueño y que hoy, bajo el liderato de
nuevo cuño del licenciado Aníbal Acevedo Vilá, propone una ruta
de progreso con dignidad.

Pero la ruta de autonomía plena y de progreso con dignidad, por


medio de un proyecto verdaderamente descolonizador, que
resignifique al Estado Libre Asociado por medio de la articulación
de una propuesta de soberanía política y asociación sin ningún
vestigio de territorialidad ni colonialidad, no debe pensarse como
una mera salida de oportunismo político para sumar votos y
ganar futuras elecciones. Por el contrario, se trata de aprovechar
la coyuntura para enfrentar, con voluntad política descolonizadora
y nuevas estrategias, el eterno dilema del status político y, al así
hacerlo, asegurar la inserción de Puerto Rico en el nuevo tablero
económico en condiciones más favorables y de mayor apertura a
nuestra comunidad natural y al mundo entero.

Más que trabajar para garantizarse una oportunidad en futuras


contiendas electorales, el Partido Popular Democrático, ente
posibilitador de la transformación económica y política más
importante de nuestra historia, tiene que comprometerse hoy con
un nuevo proyecto de país que asegure la viabilidad económica
de nuestra Isla.

Para ello, es imprescindible superar la planificación de cada


cuatro años y comprometerse con un esfuerzo de planificación a
largo plazo. Pero la planificación a largo plazo y un proyecto de
viabilidad económica de nuestra patria no puede quedar
secuestrada cuatro años más por la fragilidad y el desgaste de un
status político que, si bien le sirvió bien a Puerto Rico en la
segunda mitad del siglo veinte, no le sirve bien a la situación
actual de nuestra nación caribeña. Superar el déficit democrático
del Estado Libre Asociado como ha propuesto el ex gobernador
Rafael Hernández Colón; potenciar su inserción política y
económica como igual en el concierto de las naciones soberanas
del mundo; y resignificar nuestra relación de asociación con los
Estados Unidos de América liberándola de todo vestigio de
colonialismo, es una agenda de acción política que los
autonomistas puertorriqueños, el pueblo de Puerto Rico en su
conjunto, no puede aplazar.

En esta coyuntura surge la oportunidad de que la plataforma de


gobierno refrendada por la votación ciudadana en las elecciones
del 2004, incluyó el compromiso programático con la celebración
de una Asamblea Constitucional de Status en la que,
representantes de todos los sectores políticos y sociales del país,
pudieran acordar una ruta procesal y validar un mecanismo de
consulta ciudadana que considere únicamente opciones de status
político no coloniales y no territoriales.

Los simpatizantes del Estado Libre Asociado deben reconocer, con


honestidad y voluntad de futuro, que los contenidos actuales del
arreglo político que se alcanzo en 1952 con el gobierno de los
Estados Unidos de América, no cumple con dichas condiciones.
No se trata, como otros querrían, de dejar al Estado Libre
Asociado fuera de la contienda. Se trata de reconocer que lo
logrado en 1952, no era el final sino el principio de un proceso de
autodeterminación y descolonización.

Estoy seguro que el Estado Libre Asociado, que ha sido la opción


preferida de los puertorriqueños a lo largo de los últimos
cincuenta años, representa y representará en nuestra ruta de
cambio y consolidación democrática a lo largo de los próximos
años.
El Estado Libre Asociado tiene que replantear su relación política
con los Estados Unidos de América para asegurar que, validando
la voluntad ciudadana de seguir vinculados política y
económicamente a los Estados Unidos de América, dicha relación
nazca de la soberanía del pueblo puertorriqueño por la ruta de la
libre asociación, modelo político reconocido por la Organización
de las Naciones Unidas como fórmula legítima de descolonización
para el país.

La voluntad de impulsar la asamblea constitucional de status no


puede flaquear. Más aun, ése debe ser uno de los puntos clave
del diálogo y la concertación con el liderato político del País. De
ninguna manera el nuevo escenario de gobierno compartido debe
ser excusa para abandonar este importante compromiso. Por el
contrario, debe ser la ocasión para que la nueva generación del
liderato autonomista evidencie su compromiso inquebrantable con
la descolonización de nuestra patria y la identificación de nuevos
contenidos para el Estado Libre Asociado.

En efecto, esta es una coyuntura en la que como lo propusiera


Inés María Mendoza de Muñoz Marín, el Partido Popular, los
autonomistas, tienen que proceder sin miedo. El crecimiento del
Estado Libre Asociado se ha visto detenido por los temores a la
derecha republicana y estadista, y a su proyecto de meter miedo
a la soberanía. El futuro de nuestro país no puede quedar
prisionero de los miedo. tanto más si tal miedo nos aleja de la
única posibilidad viable de inserción económica exitosa y
competitiva en la globalización, que nos permita retomar con
éxito la ruta de la justicia social y el fortalecimiento de nuestras
instituciones democráticas, para desde esa plataforma identificar
novedosas respuestas a los desafíos sociales que aquejan a
nuestra población.

La ruta hacia la descolonización espiritual del pueblo


puertorriqueño pasa por la voluntad política decidida del liderato
autonomista para transformar al Estado Libre Asociado y
convertirlo en una fórmula cabalmente descolonizadora y no
territorial. Confío en que la reflexión de esta noche sirva de
referencia útil en la ruta y agenda de futuro de Puerto Rico.

Muchas gracias.

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