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Capítulo 1
EL PROBLEMA BÁSICO
Los estudios bíblicos muestran que la adoración de Yahvé como único dios de
Israel no anuló el reconocimiento de los dioses de otros pueblos. La pregunta es
cuándo se transformaron el henoteísmo y la monolatría originales en el
exclusivismo monoteísta del pueblo de Israel. También cómo se llegó a repudiar el
origen y la naturaleza del culto de esos otros dioses.
Los dioses paganos están muy relacionados con las fuerzas de la naturaleza y se
materializan en objetos naturales o fabricados que son adorados como portadores
de la divinidad. También tienen personalidad y son los protagonistas de la épica y
la mitología.
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Aparte de algunas breves referencias en los libros de Números, Jueces y Reyes a
los dioses paganos como entidades vivas, pronto triunfa la concepción transmitida
por el judaísmo helenístico al cristianismo de los dioses paganos como espíritus y
demonios. A veces aparecen como meras personificaciones de ídolos, sin
embargo no faltan referencias a dioses vivientes y activos en cuya acción confían
sus creyentes. Hasta ahí la referencia bíblica a estos dioses ya que ni sus roles
sexuales ni su influencia en la vida de los pueblos es aludida. Ni siquiera hay
referencia al concepto de diosa. En lo referente al culto del “señor de los cielos”,
su condena aparece aislada de las de los cultos de otras deidades celestes y de
dioses terrenales.
Está la cuestión de si el triunfo del culto de Yahvé sustituyó a los mitos como lo
hizo con los ídolos, ya que se suele considerar a los motivos mitológicos dispersos
en el texto bíblico como restos del pasado pagano. En la Biblia los enemigos de
Yahvé son siempre parte de relatos mitológicos israelitas y los dioses paganos
nunca aparecen como contrapartes activas. Sí aparece un Yahvé que dirige su ira
contra los ídolos de los dioses de las naciones. Este hecho sólo se puede explicar
por el desconocimiento de la mitología pagana en el tiempo bíblico.
Historias como la del becerro de oro (Éxodo 32), muestran la condena bíblica a la
idolatría caracterizada como fetichismo ya que el pecado prototípico del pueblo de
Israel y del rey de Babilonia no es adorar a la imagen de un dios sino considerar a
la imagen como el dios mismo.
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Del mismo modo, en la historia de Nabucodonosor (Daniel 3), vemos que incluso
en época persa y helenística la actitud judía hacia el paganismo está marcada por
la creencia de que los paganos adoran a ídolos-fetiches.
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El ejemplo más claro de la polémica contra la idolatría aparece en el segundo
Isaías, mostrando al mismo tiempo la visión bíblica del culto pagano. El rico caudal
de descalificaciones y burlas repite el mismo tema de la condena al fetichismo
pagano. Pese a que el autor emplea motivos mitológicos y es reputado conocedor
de su entorno politeísta, no usa el mito pagano en su argumentación. En toda esta
literatura los ídolos y las imágenes parecen ser los únicos rivales de Yahvé.
Puede ser que la polémica tomara esta forma para combatir en los hechos las
formas del fetichismo popular. Pero la Biblia no logra enfocar la esencia del
politeísmo que es, a final de cuentas, la creencia arraigada en varios dioses. En
ese sentido, no sólo falta una negación explícita de su existencia, sino que
tampoco se repudia sus mitos. La Biblia desconoce la estrecha relación entre los
dioses y la magia, la base cósmico-mitológica del culto pagano y el valor simbólico
de las imágenes.
El problema básico
Israel nunca estuvo aislado de las creencias paganas y los escritores bíblicos
debían saber más del paganismo de lo que reflejan sus escritos. Sin embargo, la
argumentación contra el fetichismo parece mostrar que las influencias extranjeras
en las creencias israelitas no incluyeron materiales mitológicos, y que, la lucha
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contra la idolatría, no incluyó el combate del politeísmo mitológico. Todo ello invita
a revisar la visión convencional de las influencias extranjeras en la religión de
Israel en tiempos bíblicos, e incluso el carácter de la idolatría israelita en el mismo
periodo.
La Biblia no niega la existencia de otros dioses, más bien los ignora (en contraste
con las posteriores polémicas filosóficas, cristianas y judías); no se preocupa por
condenar la mitología. La persistencia de elementos mitológicos fosilizados en el
relato bíblico tampoco debe esconder el hecho de que, la ausencia de mitología,
es una diferencia básica entre la religión de Israel y el paganismo y confiere a
aquélla su trascendencia universal.
Capítulo 2
LA RELIGIÓN PAGANA
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El mito es el cuento de la vida de los dioses en el que éstos, son sujetos de
acciones y objetos de la acción de fuerzas iguales o superiores a ellos. La
limitación de su poder viene determinada por teogonías en las que incluso el
“padre” de todos los dioses proviene de una fuerza previa. La paternidad nunca
significa poder universal, sino un mandato limitado por fuerzas superiores. Los
dioses son personificaciones de una o varias fuerzas germinales de la fuente
primordial al igual que el agua, el cielo, la luz, la oscuridad, la vida, etc. La
existencia de una multiplicidad de poderes independientes emparentados por un
origen común es característica primordial del politeísmo más que la existencia de
muchos dioses.
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- La esfera primordial que contiene la semilla de todos los seres vivientes.
- La teogonía: que habla del nacimiento de los dioses, sexualmente
diferenciados y procreadores.
- La creación del cosmos: a partir de la misma sustancia primordial que los
dioses.
- Otros actos de creación.
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Los dioses creadores de muchas religiones paganas no lo son de todas las cosas,
ni existen aisladamente del universo ni de otros dioses o seres creadores. Su
eternidad no está asociada a una primacía causal o a la libertad de necesidades y
procesos vitales básicos. La subordinación de estos dioses a la esfera metadivina
no se suele expresar en las escasas teogonías sino por sus necesidades externas
de fortalecimiento y subsistencia.
Schmidt cree que las mitologías de estos dioses supremos tribales, son producto
de la decadencia de estas religiones, pero ocurre que en estos casos el dios
supremo no es objeto del culto principal que descansa en rituales mágicos y
totemsK, y que las mitologías no parecen ser el producto de una decadencia sino
más bien la expresión de la evolución de ideas fundamentales y originales.
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propiedades innatas de la sustancia terrenal. Los dioses, los mitos y la magia por
igual están sometidos al dictado de la inevitabilidad y el destino. Estas nociones
aparecen en la astrología babilónica, el pensamiento hindú (Rita, principio del
orden universal), persa (Asha) o griego (ananké y moira).
Otro reflejo del mismo concepto es la creencia de que los dioses y el mundo están
sometidos a tiempos prefijados y ciclos. La vida, el día y la noche, las estaciones,
todas son concebidas como reguladas por la inevitabilidad y en muchos casos se
habla del paso necesario por varias edades predeterminadas previas a la
destrucción o regeneración del mundo. En algunos casos, a través del estudio de
los astros, el paganismo se acerca a una concepción matemática y científica del
universo.
Los dioses y el mundo: La idea de que los dioses salen de la misma esfera
universal que los demás seres, difumina los límites entre ellos y el mundo del ser
humano y otras criaturas. Esto se refleja en la mitología y en el culto. Así, por
ejemplo, resulta difícil diferenciar entre el culto a la naturaleza y el culto a los
dioses de la naturaleza. Se empezó adorando a los fenómenos naturales para
acabar adorando a dioses de la naturaleza, que resultan ser símbolos de esos
fenómenos. Y este culto natural se extiende a otros elementos animados (plantas,
animales…) e inanimados (piedras, montañas…). El mejor ejemplo lo ofrece el
totemismo.
Del mismo modo, los dioses y los seres humanos aparecen genéticamente
emparentados y a veces son difíciles de distinguir o de plano llegan a formar
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parejas mixtas, muy abundantes en la mitología griega. Así, está muy extendida la
creencia entre los pueblos paganos de que descienden de los dioses, o al menos
de determinados grupos o individuos dentro de la colectividad.
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un orden trascendental, lo mismo que a un sistema de leyes y fuerzas inmutables.
Lo divino y lo mundano son parte de una misma realidad primordial y la idea de la
apoteosis alcanza su culminación con dioses y hombres buscando alcanzar la
esfera de gozo que trasciende a ambos.
(…)
Capítulo IV
LA RELIGIÓN DEL PUEBLO
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El Culto- Tampoco hay referencias a sacerdotes que usaran encantamientos o
conjuros mágicos. La Biblia simplemente ignora el peligro de la impureza que tanto
importa en los cultos paganos, y simplemente deriva que todo el posible daño y el
peligro provienen de la esfera de Yahvé. Se menciona la adoración de los sátiros y
la necromancia pero como parte de un sustrato pagano israelita y nunca como los
entes autónomos maléficos del paganismo.
Por las polémicas y acotaciones de los escritores bíblicos, sabemos que el Pueblo
creía en los sátiros y en la eficacia de la magia y de los sacrificios a Yahvé. Hubo
adoración a ídolos y un componente orgiástico en el culto, pero no encontramos
condenas de ritos mágicos o encantamientos, ni oposición a rituales de base
mitológica. Tampoco una condena de la creencia en el sacrificio como
alimentación del dios, muy extendida entre los pueblos paganos vecinos. Los
profetas simplemente desechan el valor del sacrificio.
Fiestas- Parece que tampoco se practicaron rituales de base mítica en las fiestas,
ya que no aparecen condenadas por los autores bíblicos.
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Universalismo y monoteísmo
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El argumento de la historia
La religión de la Biblia no se presenta sobre una base filosófica, sino histórica. Las
bases de los atributos del Dios de Israel son sobre todo históricas. Las leyendas
del Éxodo muestran la justificación del culto basada en la experiencia histórica del
Pueblo. Las leyendas bíblicas y el monoteísmo aparecen como patrimonio común
del pueblo y de los escritores de la Biblia. El culto de Yahvé no es la religión
exclusiva de una élite, como en las grandes religiones paganas, sino el producto
de un importante impulso popular.
Sin embargo, durante el periodo de Jueces, el pecado más recurrente del pueblo
parece ser la idolatría de dioses extranjeros a través de la adoración de ídolos, y
del señor del cielo que da como resultados los exilios primero de Israel y después
de Judea.
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La idolatría: dogma y realidad- A la luz de la esencia del monoteísmo descrita
más arriba, parece que la Biblia tiende a confundir la forma (el culto de ídolos, la
magia, la necromancia, etc.) con el fondo. De hecho, en los relatos más antiguos
aparecen prácticas y elementos idolátricos (la adoración de imágenes, la erección
de pilares, el uso de epítetos paganos para nombrar a la deidad, el sacrificio
humano…) que después pueden o no ser prohibidas.
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La primera vez que se establece un culto público de un dios extranjero en Israel y
Judea fue durante los reinados de Ahab y Jezabel en el primer caso y de Talía en
el segundo. Esta introducción provoca en Israel una rebelión dirigida por los
profetas, y un conflicto que culmina con la muerte cruenta de la reina y la
destrucción definitiva de la influencia pagana en el reino, lo que indica que ésta no
tenía raíces muy profundas.
En Judea, en los mismos tiempos, la influencia del culto a Baal parece ser aun
más débil y estar restringida a los muros de Jerusalén y la influencia de Talía.
Posteriormente encontramos algunos ejemplos de idolatría ligados a la influencia
asiria y fenicia y especialmente a la conversión al paganismo de Manases, que
provoca de nuevo una reacción violenta. Sin embargo no hay evidencia de una
fuerte implantación en sectores populares que nunca aparecen ligados a los
defensores del paganismo.
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prácticas fueron toleradas en la medida que no fueron una contradicción o
amenaza al culto del Dios único Yahvé.
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