Mi libro favorito del gran Carlos Iván Degregori, que en paz descanse, es “La década de la antipolítica: auge y huida de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos” (IEP, 2000), porque ataca un mal que nos corroyó el alma durante los 90 y hoy amenaza con una recaída: la desconfianza en la democracia generada deliberadamente por actores políticos que buscan afirmarse en el poder gracias a una relación clientelista con el pueblo. El fujimorismo, por ejemplo, disolvió el Congreso y el Tribunal Constitucional, golpeó el sindicalismo, exacerbó la desconfianza en los partidos tradicionales y reemplazó el tremendo vacío de poder resultante con clientelismo, yuca y televisión. Pero, ojo, esta reflexión que heredamos de Carlos Iván no hay que aplicarla solo a Keiko cuando reivindica el régimen de su padre, sino también a Ollanta cuando reivindica a Hugo Chávez. La antipolítica no es ni de izquierda ni de derecha, es un recurso de cualquier proyecto autoritario y nuestro entero sistema político, del cual el humalismo es parte desde hace un lustro, es portador del virus autoritario. En su mala esencia, la antipolítica es la generación de desconfianza entre un poder y otro, entre una institución y otra: ¿No es eso, acaso, lo que hacemos los periodistas cuando chancamos a los candidatos sin misericordia y generalizamos a todos los congresistas como otorongos? ¿No es antipolítica lo que hacen los políticos cuando nos meten a todos los periodistas en un mismo saco de mentiras e infamias? ¿No es un cotidiano gesto antipolítico el del ciudadano X que en cualquier esquina, reunión o bar dice “aj, la política me da asco”? La respuesta es sí. Lo peor es que la campaña presenta, mucho más del lado de Keiko que de Ollanta, alarmantes señales antipolíticas: promocionados brujos que profetizan quién ganará, Jaime Bayly convirtiendo en espectáculo la diatriba contra un solo candidato, señoras que arman canastas de víveres para alentar a votar por Keiko. Del lado humalista, no veo señales equivalentes pero tampoco encuentro en Ollanta a un líder de partido llamando a renovar la confianza en todas las instituciones. La antipolítica es más fuerte cuanto más vicioso es el círculo de la desconfianza. Si el ataque es insolente, la réplica es feroz y los testigos de una bronca de poderes (sea entre un candidato y otro, o de estos contra la prensa, o de un congresista contra el Gobierno), estamos prestos a suscribir cualquier engañosa proclama antipolítica.
Pronunciamiento de Amnistía Internacional Sobre La Querella Interpuesta Por El Arzobispo Sodálite José Antonio Eguren Anselmi Contra Paola Ugaz y Pedro Salinas