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Santiago Yubero
Para formar parte de un grupo el/la niño/a tiene que aceptar los valores y
normas que existen en él y que en muchas ocasiones no coinciden con los
de la familia. Dichas normas y valores pueden potenciar la socialización
familiar o actuar diferenciándolas, lo que en la adolescencia puede implicar
cierta rebeldía hacia los valores impuestos por la familia. Buscan entonces
apoyo en los amigos, los que se constituyen en fuente de afecto y
orientación social, frente al modelo que ofrecen sus padres. Los amigos les
permiten socializarse sin crítica ni dirección externa. En esta etapa, la
influencia de la relación paterno – filial anterior a la adolescencia juega un
papel decisivo, y por ellos los esfuerzos en la socialización deben iniciarse
desde la niñez.
“Cada una de las personas con las que interactuamos en nuestra vida
cotidiana es un agente socializador, alguien que posee la capacidad de
influir en nuestro comportamiento (…). La socialización es un proceso de
interacción, donde los protagonistas poseen distintas posibilidades de
influencia social, durante un periodo variable y en segmentos específicos de
la relación” (Yubero, 2002).
Dentro de las causas que puedan explicar la actitud fatalista ante la vida,
de determinados grupos, se encuentra, la cultura de la pobreza,
entendida como un estilo de vida que florece en un determinado
contexto social. Constituye una adaptación y una reacción de los pobres
hacia su posición marginal en una sociedad estratificada en clases, muy
individualista y capitalista. Representa un esfuerzo para manejar los
sentimientos de impotencia y desesperación que se desarrollan ante la
comprobación de que es improbable tener éxito siguiendo los valores y
fines de la sociedad más amplia (Lewis, 1959; 1969).
Agentes de socialización: