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El niño que quiso cazar al Ratoncito Pérez

Esta historia trata sobre un niño de 8 años llamado Héctor.


Héctor era un niño tranquilo, hiperactivo y muy dormilón.

Como todo el mundo conoce, desde tiempos muy remotos y lejanos se


creó la leyenda del Ratoncito Pérez. Según la leyenda, este ratón era
pequeño, evidentemente, que cuando a un niño se le caía un diente, él iba a
su casa y le cambiaba su diente por un regalo.

Pero en algunos países no se los lleva. Los niños los ponían debajo de la
almohada o en la mesita de noche.
A muchos niños se les ocurre poner un trocito minúsculo de queso para él
en sus mesitas de noche.

Pues un día, Héctor se levantó y bajó a desayunar. Le dijo a su madre:


-¡Mamá, se me mueve un diente!-.
Su madre dice:
-¿Sí? Vamos a ver.- Le movió el diente.-Sí, es verdad. Se te mueve.-

El niño se puso muy contento porque sabía que el ratoncito Pérez vendría a
dejarle algún regalo de su orgullo.
A Héctor le gustaba desayunar pan tostado con aceite de oliva por encima.

Al terminar, Héctor se subió a su habitación y se vistió para ir a la escuela.


Creo que se vistió con unos desgastados pantalones vaqueros y un polo de
color verde. En el instante en que terminó de vestirse, bajó de nuevo las
escaleras, cogió el bocadillo, se colgó la mochila y se fue en marcha.

Fue en el coche de su madre, era recién nuevo y de color azul.


Su madre paró enfrente de la escuela. Dijo:
-Adiós, hijo. Que lo pases bien.-Le dio un beso en la mejilla.
Y él se fue corriendo hacia la puerta. Sonó el timbre y él estaba enfrente de
él, por lo que se quedó casi sordo.
A Héctor le iban bien las clases. Siempre sacaba buenas notas y muchas
matrículas.
A las 2 de la tarde, salió del colegio y esperó a su madre. Tardó sobre unos
5 minutos en llegar aproximadamente.
Cuando llegaron después de coger a su hermana pequeña de la guardería,
pusieron la mesa y comieron unos riquísimos macarrones.
Héctor recogió su plato y se fue a su habitación a jugar.
Pensó sentado en su cama cómo sería su experiencia en cuanto se
despertara y viera que el Ratoncito Pérez ha venido.

De repente, se le ocurrió una gran idea. Se le ocurrió cazar al Ratoncito


Pérez y saber si existe o no. Cogió una cámara de vídeo y una alarma por
si salía alguien en la cámara.
Mientras él hacía sus preparativos, su padre, de camino a casa, compró un
traje gigante de un Ratóncito Pérez.

Héctor, cuando terminó todos los preparativos, bajó las escaleras y corrió
hacia abajo para darse una buena comilona como merienda.
Después de comer 2 o 3 dulces, subió corriendo a su habitación. Pero
tropezó con un escalón y se cayó. Se pegó en el mentón y vio que le
sangraba la boca por una parte. Llamo inmediatamente a su madre y ella le
dijo:
-No estás sangrando por el golpe, es porque se te ha caído el diente-.
El niño se puso muy contento. Su madre le limpió con una servilleta la
zona que sangraba.

Héctor se llevó el diente a su mesita de noche y jugó con sus juguetes.


En el momento en el que se fue, llegó su padre. Le dijo a su esposa:
-Querida, mira. Un traje del Ratoncito Pérez. Escóndelo en el armario o tu
hijo lo descubrirá y se pondrá a llorar mucho.-
Su madre fue al armario y lo escondió en una bolsa.

Cayó la noche. Y Héctor tenía preparado todo el plan. La cámara se


encendió. La alarma se puso. Se acostó y puso el diente sobre la mesita de
noche. Rezó porque viniera el Ratoncito Pérez.
Cuando se quedó profundamente dormido, su padre fue al armario y se
puso el traje. Cogió el regalo y fue a la habitación de su hijo. En cuanto
tocó el regalo la mesita de noche, la alarma sonó. El padre se puso
nervisoso y corrió al salón. Pero su hermana se levantó y ya estaba allí.
Se puso a gritar terriblemente fuerte y llamó a sus padres. Aunque solo
vino la madre ya que el padre tenía puesto el disfraz.
Su hijo corrió hacia el salón. Pero su padre ya se había escapado.
Antes de que se fuera, la cámara hizo unas cuantas fotos y Héctor, días
después, las colgó en Tuenti.

Al día siguiente, su padre y su madre hablaron con él.


Su madre dijo:
-Hijo, lo que has hecho ha estado muy mal, pero, ah, tendremos que
contártelo-.
-Hijo, siento decirte esto pero, el Ratoncito Pérez no existe. Ese era tu
padre disfrazado. Lo siento. Todas estas veces que se te ha caído un diente,
siempre hemos sido nosotros-.
Héctor puso cara triste y les dijo muy decepcionado a sus padres:
-¿Qué? ¿Todas estas veces que se me ha caído un diente fuisteis
vosotros?-.
-Es... la... ¡mayor mentira de la historia! ¿Cómo podéis hacerme esto?
Y sus padres bajaron la cabeza como arrepentidos y dijeron:
-Lo sentimos, hijo-.

Héctor se puso a llorar y corrió a su habitación.


¡¡¡BUAAAAAAAAAAAAA!!! Los gritos se oían hasta la otra calle.
Héctor no paraba de soltar lágrimas y mocos.
Según sus padres, Héctor estuvo llorando aproximadamente un cuarto de
hora.
Sus padres no pudieron hacer nada, tarde o temprano tendrían que
contárselo.
Al día siguiente, Héctor desayunó y les dijo a sus padres:
Ahora, ¿qué? ¿Me vais a decir ahora que... vosotros sois Papá Noel o Los
Reyes Magos?
Sus padres dijeron:
-Hijo, ya te hemos dicho perdón. Pero ya eres grande y tenías que saberlo
algún día.
-Por favor, soy tu madre, perdónanos. Te prometemos que no nos
volveremos a poner otro disfraz ni diremos más mentiras-.
Héctor contesta:
-¿Me lo prometéis de verdad?
Su madre dice:
-Sí, hijo. Lo prometemos. Nunca más volveremos a decir una gran
mentira. Venga, un abrazo familiar-.
Héctor dijo:
-Vale. Abrazo familiar-.

Sus padres se abrazaron mutuamente y nunca se dijeron más mentiras.


Lo malo fue, que cuando se le cayó otro diente, ya no se alegraba tanto.
Porque ya sabía que no vendría.

Y finalmente, sus padres, su hermana y él vivieron felices para siempre.


Pero no saquemos conclusiones precipitadas, algún día, su hermana
también lo sabrá.
FIN
Basado en hechos reales

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