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No recuerdo la última vez que sonreí, fue un instante mágico, que condensaste con tu
mirada, fue la dulzura de cada palabra mencionada, la tristeza de cada caricia olvidada, la
soledad acompañada.
Conozco el aroma que dejan tus sueños, el mismo aroma que deja el dolor, albergué la
esperanza, que le dio el derecho a la razón de quitarle lo que es del corazón.
El valor del corazón de vestirse de insensato, de fingir ser sutil tan solo por un rato,
tratando de esquivar tu mirada, que dio con la agonía, que despierta tu sonrisa inocente, tan
culpable como yo, por amarte ciegamente, sin cegar a la razón.
No me mires sin preguntar, perdiste de mi hasta la última palabra, la última lágrima que
llega, hasta el alma de aquel que ama con locura y se lleva un gran dolor, el dolor que
nunca sana, porque es el dolor del alma...
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