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Juego con mi nieta y veo en ella a quien es y está siendo y también a su madre cuando
tenía esa maravillosa edad en la que todo cambia cada veinte segundos. De llorar a
reír, de querer abrazar al rechazo, de la trompa a la sonrisa
No me mentiré. La nostalgia esta todavía allí, como una compañera indeseada, pero la
dicha empieza a ganar su espacio. El presente, hoy, ahora…
No es mi caso.
Mi hitoria,esa que he repasado estos últimos años y que, en su presente toma la forma
de
mis hijos,
mis nietos,
Quiero dejar atrás esa sensación de pérdida que me ha acompañado tantos años y me
ha impedido muchas veces amar con intensidad a quien tengo al lado.
Quiero dejar atrás esa sensación de pensar en ayer cuando necesito pensar en hoy, de
desear el mañana cuando debo repasar mi pasado.
He puesto mi cuerpo en mi vida, para amar, para pelear, para entregarme al amor y al
dolor.
Mis lágrimas han salido más veces que mis risas. Pero eso no es un pecado porque ese
es mi espíritu.
Pecado seria no haber reído y no hacerlo cuando lo siento.
Pecado sería no haber amado con pasión aún cuando eso produzca a veces la
sensación de manejar una moto estando borracho.
No aprender a cambiar lo que se debe cambiar porque la vida y los nuevos tiempos lo
piden.
Pecado, el mayor de ellos es atarse a un recuerdo con la nostalgia infantil del paraíso
perdido.
“…Todos los hombres pasan por estas dificultades. Para el hombre medio es éste el
punto en que las exigencias de su propia vida entran en colisión dramática con las
circunstancias, el punto en que tiene que luchar más duramente por alcanzar el
camino que conduce hacia adelante.
Muchos viven tal morir y renacer, que es nuestro destino, sólo en ese momento de su
vida en que el mundo infantil se resquebraja y se derrumba lentamente, cuando todo
lo que amamos nos abandona y, de pronto, sentimos la soledad y la frialdad mortal
del universo que nos rodea.