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Esta
festividad debe su nombre al dios galés que encarna el principio de fertilización
masculino, y es la segunda de las Fiestas de la Cosecha. Los Druidas la llamaban Mea'n
Fo'mhair y honraban al Dios del Bosque ofreciendo libaciones de sidra y vino a los
árboles.
Es el momento de agradecer al Dios y a la Diosa las bendiciones que nos han otorgado
hasta ahora, de mirar hacia los esfuerzos del pasado y ver que han dado fruto. Se trata
de una festividad muy alegre que celebra la abundancia y la generosidad de la Tierra y
que completa la recolección del grano que comenzó en Lughnasadh. Pero se trata
también de un momento de equilibrio: las fuerzas de la oscuridad y de la luz se
encuentran en igualdad. A partir de este instante, la oscuridad irá ganando terreno hasta
alcanzar su punto álgido en Yule (Solsticio de Invierno).
Algunas de las tradiciones de esta época incluyen cosechar y pisar la uva; recolectar
hierbas; hacer coronas de hiedra y avellano para el dios anciano; hacer muñecas con
cubiertas de mazorcas de maíz que representan la fertilidad de la diosa, su protección y
su generosidad. También se hacen adornos en forma de Cornucopias como símbolo de
la abundancia de las cosechas.
Los colores propios de esta festividad son los rojos, anaranjados, dorados, marrones y
violetas, que permiten sintonizar con las energías de este día. Y muchas son las deidades
veneradas: Mabon y su madre Modron, Thor, Hermes, Deméter, Perséfone, Hades,
Baco... Además de todas las figuras de la Diosa Madre, que en este momento pasa a
tomar su forma de Anciana.
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