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Los rayos de sol hirieron sus pupilas. Mientras para muchos la marcha
continuaba, Ramón acudía a su cita particular de las mañanas sanfermineras.
—Ya, un poquito. En siete días, más cava que la Ciudad Condal en todo un
año —dijo el cabezudo que, tras una pausa, volvió al ataque.— Y no es solo
cuestión de cantidad. Mira ésos, los que están vacilándole al zaldico. No digo
que no hayan bebido, pero intentar aparentar una cogorza que no llevan...
—No hace falta ser una lumbrera para ver que presumen de borrachos.
Si lo hacen, es para sentirse valorados y quien se siente valorado por su
alcoholismo, aunque solo sea por siete días....
—No, sin sentir. ¿Acaso crees que no siento cómo tus alentadas etílicas
van reblandeciendo el cartón de mi sesera?
La pertinaz insistencia de tres mocetes citando al kiliki, dieron a Ramón
la posibilidad de cortar el diálogo. Ramón y Caravinagre, en uno, salieron
despendolados tras ellos. Después de la carrera, agotados, sentaron sus
compartidas posaderas sobre el capó de un coche.
—Me vuelven loco. Me encantan cuando pasan haciéndose las longuis con
su corazoncito al galope y explotan en una sonrisa al sentirse descubiertas. Me
quitan el hipo cuando brotan allá por los diez y seis, explosión estética. Me
cautivan cuando maduran rotundas a los veinte y algunos. Me aturden al
golpearme con la energía de embarazadas. Me anonadan con ojeras de recién
despiertas o cuando me pestañean. Me encandilan con el cutis sudoroso tras
una noche sanferminera. Me chiflan...
—¡Para! ¡Para! ¡Ya vale! —exclamó Ramón. Y continuó para sí— Jodé, más
vale que no...
Ramón se enfadó:
—Pero, tú ¿quién te has pensado que eres? Has de saber, que cuando
nació tu abuelo, ya estaba yo aquí dando vergazos, y que te arrugarás, me
traerás tus nietos y yo seguiré aquí. Precisamente por eso, me tienes envidia.
Y no se hable más. Tu, quieto en mi paladar. Aquí quien dirige el cotarro soy yo,
faltaría más. O, acaso, ¿crees, de verdad, que algún chaval, algún chiquitujo o
alguna florida mamá se iba a fijar en ti si no llevases, tapando el tuyo, mi
seductor y sugestivo rostro?
—Que les tienes tirria, eso es lo que pasa. Como vas de perdedor, no les
puedes perdonar la "Golfada". Pero sábete que, gracias a un escritor
americano, nuestras fiestas tienen Fama Mundial. Pero...¿qué sabrás tú de
escritores? ¡Kabezolari!
—¡Sandiez! ¿Se puede saber por qué estás hoy tan borde? ¡Cómo estás
de insoportable!
—Mira, está ahí Caravinagre —y siguió en voz alta, pero para sí— Me
seduce mogollón, es un rostro tan sugestivo....
Su compañero prosiguió:
—Y ¿qué?
— ¡NOOOOOOOOOO!