Sunteți pe pagina 1din 11

Las Anjanas

La anjana es el ser bondadoso por excelencia de Cantabria; protege a las gentes honradas, a
los enamorados y a quienes se extravían
en el bosque o en los caminos.
Las anjanas son mujeres de hermoso
rostro y atractiva figura. Sus cabellos
son largos y finos, adornados con flores
y lazos de seda. Se visten con delicadas
y bellas túnicas de seda blanca. Llevan
sandalias (aunque algunos dicen que van
descalzas) y un báculo con
extraordinarias propiedades mágicas
con el que apacigua a las bestias del
campo con solo tocarlas; con este
báculo se dice que realiza sus magias y
curaciones milagrosas.
El origen de las anjanas nadie lo conoce;
aunque se rumorea que son mujeres
santas que Dios manda al mundo para
realizar buenas obras y tras cuatro
siglos vuelven al cielo para ya no
regresar. También se dice que son
espíritus de los arboles que tienen
encargado cuidar de los bosques.
Se suelen alimentar de miel, fresas,
almibar y otros frutos que les
proporciona el bosque. Viven en grutas
secretas de las que se dice que tienen
el suelo de oro y plata y en las que
acumulan riqueza para la gente
necesitada.
Pasan el día andando por las sendas del bosque, sentandose a descansar en las orillas de las
fuentes y los arroyos parecen cobrar vida a su paso. Allí, en las fuentes, conversan con las
aguas, que entonces manan más alegres y cristalinas. También ayudan a los viajeros perdidos, a
los pastores, a los animales heridos y a los árboles que la tormenta, el viento o el ojáncano ha
quebrado.
Durante las noches, en algunas ocasiones, se pasean por los pueblos dejando regalos en las
puertas de las casa de aquellos que se lo han merecido por sus buenas obras. Se dice también
que las anjanas se reúnen en el comienzo de la primavera en los altos pastos de los montes y
danzan hasta el amanecer asidas de las manos en torno a un montón de rosas que más tarde
esparcen por los caminos. Aquel que encuentre una de estas rosas de pétalos rojos, verdes y
amarillos será féliz hasta la hora de su muerte.
Son hadas buenas de la montaña, son mieles y blanduras en su espíritu, reflejos de bondades,
de misericordias, De mansedumbres, de virtudes, muy hermosas y cabales, son la parte buena
del alma de la imaginación, de la fe, en estas hechiceras dulcísimas que alivian las penas, las
zozobras, las inquietudes, las ansias, el hambre, la sed y el dolor.
Son un espíritu eternamente sosegado, de mes de Mayo, de noche de estío, de remanso
transparente. Sensacines de lo divino. Sementeras y rocios inefables en sus manos pálidas, de
sus ojos verdes y serenos que miran amorosamente.
El corazón de las anjanas es una rosa muy grande, con muchas gotas de miel en las hojas y un
rocíu que díz que son las lágrimas de la madre Dana.
Antes del amanecer han aderezado su cabellera, con peines de coral y lazos de seda, despues
se hincan y rezan una jaculatoria por todas las desgracias de los hombres. Andan lentamente
por los senderos, se sientan a descansar a la orilla de los arroyos y los pajarillos les cantan
canciones que solo ellas logran entender, conversan con las aguas...
La voz de la anjana diz que es lo mesmo que la voz de los angeles. Unas veces paez un ruiseñor
(cuando están contentas y otras paez escarabajeu del pisar de las ojas en otoño
En el solsticio de primavera, a la media noche, se reunen en las brañas y danzan hasta el
amanecer asidas de la mano, esparcen rosas y quien logre encontrar una de estas rosas que tien
petalos encarnados, verdes, amarillos y azules, será feliz hasta la hora de su muerte.
No hay suplica sin merced, ni virtud sin regalo, ni lástima sin remedio, ni amargura sin alivio
cuando la invocación es sincera y se hace al amanecer en el punto y hora en que la anjana deja
asomar su báculo por entre las flores que rodean a la torca
Nos contó una moza de Carmona que se le apareció una anjana con el pelo suelto, largo y
castaño, con picaya en la mano, con zapatos de piel parda, vestido ligero y parecido a la gasa
blanca, Ojos verdes y con corona de flores en su delicada cabeza, bajita y bien parecida:

"Anjana de la compasión aliviame el corazón dame un pocu de consuelu del que diz bajas del
cielu dame un pocu de alegria en las horas de esti dia dame un pocu de la miel y haz de la pena
estiel Anjana de la güena suerti las mis penas son de muerti dame tu la bendición y aliviame el
corazón."
Caballucos del diablo

Los Caballucos del Diablo surgen en la mágica noche de San Juan en un estallido de fuego y
humo e inundando el silencio de la noche con un bramido infernal que libera la furia de estar
contenidos durante un año.
Los Caballucos del Diablo portan alas de libélula con las que surcan la noche en busca de los
tréboles de cuatro hojas que comen para evitar que los mortales los encuentren y les den
fortuna y salud.
Las leyendas relatan que los Caballucos eran siete que se corresponden con los colores: rojo,
blanco, negro, azul, verde, amarillo y anaranjado. El primero de ellos, el caballo rojo, el más
robusto y grande es el jefe que dirige al resto en su misión de búsqueda. Los lugareños que han
visto a los caballucos dicen que el mismo diablo cabalga sobre él.
Los Caballucos atraviesan
sendas y caminos dejando
huellas de herraduras
sobre todo lo que pisan. Las
rocas y piedras que se
encuentran bajo sus pezuñas
quedan marcadas como
si se tratase de tierra recién
labrada. Tal es la fuerza de su
pisada. También poseen
un resoplido tan fuerte y frío
como los vientos de invierno que
hace moverse y caer a las hojas
de los árboles y arbustos. A
veces, señalan los lugareños,
los caballos después de tan
fatigosa búsqueda, se paran agotados y su saliva goteando se vuelve barras de oro que si son
encontradas por algún hombre le traerán suerte y le harán inmensamente rico, pero cuando
muere, su alma baja directamente al infierno.
Las leyendas y supersticiones señalan que estos caballos provenientes del infierno, en realidad
eran hombres que por sus pecados perdieron su alma y se vieron obligados a recorrer
Cantabria por el resto de la eternidad. El caballo rojo era un hombre que prestaba dinero a los
labradores y luego embargaba sus propiedades con sucias tretas; el blanco era un molinero que
robaba muchos sacos del molino de su señor; el negro era un viejo ermitaño que engañaba a la
gente; el amarillo era un juez corrupto; el azul, un tabernero; el verde, un señor de muchas
tierras que deshonró y se aprovechó de muchas jóvenes y el naranja era un hijo que por odio
pegaba a sus padres.

Culebre

El Culebre es un misterioso dragón que las leyendas sitúan en una cueva en los acantilados de
San Vicente de la Barquera.
Está emparentado con los grandes
dragones de otras tierras. Como
estos, tiene una sola cabeza y una
enorme boca con terribles dientes por
la que expulsa fuego y azufre. Sus
ojos tienen el color de ascuas
ardientes. Todo su cuerpo está
cubierto de escamas y en su espalda
posee unas pequeñas alas de
murciélago que le permiten volar.
Se cuenta que el Culebre tras varios
siglos de longevidad ha perdido parte de sus poderes. Esto sucede sobre todo la noche de San
Juan cuando se dice que fallan los encantamientos mientras que, según se habla, la noche de
San Bartolomé sale de su cueva con sus poderes acrecentados, provocando tempestades y
desatando el terror entre las tranquilas gentes de San Vicente.
Cuenta la leyenda que el durante un tiempo el Culebre exigía como tributo una doncella virgen
para devorarla, pero una vez, una de las doncellas invocó al Apostol Santiago para que la salvara
de tan cruel muerte y entonces, el Culebre como herido en el pecho, soltó una nube de azufre
por la boca y retorciendose, herido y humillado, se metió en la cueva para no volver a pedir
tributo a las gentes.

Enanucos bigaristas

Solitarios enanos que habitan en las toberas de los árboles en los densos bosques cántabros.
Su nombre proviene de que saben tocar el bígaro, instrumento de viento musical similar a una
concha de mar, con cientos de notas diferentes, cosa que no saben hacer ni los más vie jos
hombres de mar.
Se dedican a ayudar a la gente
necesitada, dándoles consejos y
presagios con sensatez, ya que
conocen y entienden los
problemas de los hombres. Su
sabiduría también les permite
forjar alianza con alguna anjana
de buen entendimiento y juntos
discuten largamente sobre cosas
referentes a su cultura. A pesar
de tanta bondad, si alguien los
ofende o los engaña, estos se vuelven malvados con esa persona, haciendo que sufra por su
error.
Las leyendas rumorean que existe un enano maléfico en los montes de Iguña que habita junto a
una colina llamada Lindalaseras. Este se dedica por la noche a corromper el agua de la fuente
llenandola de escorpiones y por el día toca el bígaro produciendo un sonido mágico tan
agradable que atrae a jóvenes y pastores. Cuando estos llegan, con un brinco se presenta ante
ellos y les habla con zalamería, produciendoles inconscientemente sed y despues les incita a
beber de la fuente. Y así, se rumorea que los que beben de la fuente se vuelven pesimistas,
ariscos y son víctimas de la melancolía y más tarde de la muerte.

Nuberos

Los Nuberos son los genios traviesos y maliciosos que


montados en nubes grises se divierten provocando tormentas
con la intención de asustar con sus rayos a los animales y
destruir con el granizo las cosechas de los hombres.
Son pequeños, de cara maliciosa y aspecto obeso. Siempre
aparecen montados en sus nubes que ellos mismos crean y
desde ellas controlan el granizo, el rayo y la lluvia. Crean sus
nubes gracias a un poder especial que tienen y no les son necesarios componentes para
realizarlo. También pueden invocar rayos a voluntad, y no dudarán en utilizarlos como armas si
son atacados o molestados.
Los nuberos suelen cometer sus fechorías a antojo pudiendo incluso reunirse varios de ellos
para juntos formar un gran nubarrón de tormenta con la que divertirse.
La Ojáncana

La ojáncana también llamada "la novia del ojáncano" por las pérfidas maldades que tiene con él
en común, es una gran criatura humanoide y de
terribles rasgos físicos: carichata y macrocéfala,
adornada con greñas de cabello oscuro, sucio y
alborotado.
Con enormes y retorcidos dientes que surgen de
su sobresaliente labio inferior imitando a los de un
jabalí y con una piel escamosa y agrietada.
Pero la más caracteristica deformidad es el gran
tamaño de sus pechos que caen alargados como
bolsas y que puede cargarlos a la espalda, acto que
suele realizar cuando caza, está enfadada o huye.
Le gusta cazar los niños que se pierden por el
bosque, con los que se alimenta. Primero les roba
toda la sangre, para ella el más exquisito licor, y
más tarde los devora a grandes dentalladas.
Cuando no dispone de sus infantiles víctimas, se
tiene que conformar con comer animales, que
acumula en sus antros lobregos y profundos,
generalmente cuevas oscuras.
En los umbrales de estos lugares es donde algunos
lugareños dejan carne o pan de mijo junto a
cuencos de leche o sangre de animales confiando
evitar sus continuas salidas de caza de hombres,
niños y rebaños.
Se rumorea que existen ojáncanas en numerosas cuevas de Cantabria: en la Penilla de Cayón,
Santurce de Toranzo y Cieza en Torrelavega.

El Ojáncano
Los ojáncanos son quizás las criaturas más malvadas que habitan en Cantabria. Se oponen
completamente a las anjanas. Si estas son afecto, dulzura, humildad y amabilidad, el ojáncano
es odio, ira y destrucción. El ojáncano se alegra de los males de los hombres y disfruta con la
destrucción de sus cosas.
Su aspecto es tan terrible como
su conducta. Su rostro es redondo
de color amarillento y con unas
largas barbas de color rojizo. Los
cabellos son también de color rojo
pero menos intenso. Tiene un solo
ojo en mitad de la frente en el que
se dice se vislumbra su odio y
maldad. Este ojo brilla por la
noche como si estuviera al rojo.
Se cuenta también que tiene un
tiene un pelo blanco entre sus
espesas barbas; este es el punto
debil del ojáncano ya que si se le
arranca este pelo, muere
inmediatamente.
La voz del ojáncano es a su vez tan
terrible como si de un trueno se
tratara y suena como un vendaval
de invierno soplando en las
montañas.
Los ojáncanos son tan fuertes que
no hay peso imposible de levantar
para ellos. Muchos de los árboles
caídos a orillas de los ríos cuando
hay vendaval los ha tirado algún
ojáncano y es que cuando hay viento, se les enredan las barbas y estos enfurecidos descargan
su ira con los árboles y con todo lo que pillan a mano.
Los ojáncanos se alimentan de bellotas, de las hojas de los acebos, de las ovejas y de las vacas
que pastan por donde ellos viven. En alguna ocasión bajan a los valles y roban las panojas de
maíz.
Estas criaturas habitan en grutas profundas cuya entrada está siempre disimulada por maleza,
arbustos y grandes rocas. Cuando los ojáncanos están aburridos se dedican a arrancar rocas de
los montes y a colocarlas en las fuentes, en los atajos o en las puertas de los refugios. Otras
veces, estropea los puentes, roba ovejas y destruye el sembrado de los campesinos.
Se dice que el ojáncano se puede transformar en un mendigo anciano, cuando hace esto entra
en los pueblos y por las noches mata a las ovejas, a las gallinas y a las vacas, destruye los
frutos y huye al amanecer antes de que nadie despierte.
El mito masculino, fiero, malhumorado, gigantesco, siempre pensando en malas fechorias, este
es la antítesis de la bondad, de la dulzura de la Anjana.
Donde ésta pone afecto, recompensa, humildad y regalo, el Ojáncano pone rencor, castigo,
soberbia y hurto.
El rostro es redondo, de color amarillento, con unas barbas largas y bermejas como una llama,
los cabellos son de un rojo menos intenso. Su unico ojo, en la mitad de la frente, relumbra como
una candela y está rodeado de unas arrugas pálidos con unos puntitos azules. La voz del
ojancano es parecida a un trueno que se oye a lo lejos.
Al alba se levanta y empieza a caminar por el monte, con jadeo como el de un osu cansao. Para
entretenerse arrastra peñas y las acerca a camberas y brañas donde se guarece el ganado.
Tambien tiene la costumbre de estropear las juentis, de romper las tejas de las casas y dejar
bojonas a las vacas.

Osa de Ándara

Famosa mujer-osa de nuestra mitología. Se dice que vive en la región de Andara donde
aterroriza a sus habitantes. Habita en el Grajal y Mancodio en verano y en las cavernas de la
entrada al desfiladero de la Hermida
conforme se va acercando el invierno. A
medida que el tiempo empeora, el frío y las
nieves la obligan a bajar a Andara. Se dice
que es muy brava y forzuda atacando sin
cobardía solo a aquel que le irrita.
Tiene cara de mujer, aunque está arrugada y
quemada por el sol. Asimismo, sus rasgos
están desdibujados por su aspecto bestial.
Sus cabellos están arremolinados y son
oscuros como el carbón. Sus brazos y
piernas están cubiertos también por un
espeso pelambre semejante al de un oso, de
donde viene su nombre. Se cubre el cuerpo
con un traje raído y harapiento así como con
pieles de cabritillo.
Se alimenta de leche, castañas, raíces y
maíz, aunque también se dice que mantiene
con ella un rebaño de ovejas que ella misma
roba y de las que se alimenta. También
captura a veces un rebeco recien nacido al
que cría y domestica y que no sacrifica
hasta que ha encontrado otro para suplirle.

Tentirujo
Duende
malicioso de
orejas
puntiagudas
, manos
largas y piel
parduzca
de ropajes
rojizos y
boina en la
cabeza. Se
dedica
a pervertir
a las muchachas solitarias mediante caricias que realiza mientras se encuentra invisible con la
ayuda de una planta joven de mandrágora que, siempre que realiza sus fechorías, lle va en la
mano. Las muchachas que han pasado por esa singular experiencia cambian de conducta pasando
de ser solitarias a volverse alegres y apasionadas.
Se cree que el tentirujo puede tener cierta relación con la diablesa de la lujuria Masabakes y
que es ella quien le indica el lugar donde debe actuar ayudándole a transportarse hasta allí.

Trentis

Duendes de la mitología cántabra cubiertos de hojas, musgo y raíces; sus cara son
sensiblemente negras y sus ojos de color verde.

Tienen un comportamiento exageradamente bromista, siendo el típico duende malicioso y


pícaro. Gustan de esconderse entre arbustos y matorrales con la intención de sorprender a las
muchachas jóvenes para poder tirarlas de las faldas.
Acostrumbran a dormir en los árboles durante el verano mientras que durante el invierno
duermen en las torcas.
Se alimentan sobre todo de panojas y endrinas, aunque nunca se les ha visto beber agua puesto
que se sabe que los trenti tienen un miedo terrible al agua ya que esta resulta venenosa para
ellos, pudiendo resultarles mortal.
Tambien son duendes, pero a diferencia de los trasgus, estos suelen ayudar al hombre sin que
lo sepan, siendo particularmente buenos con los niños. Cuando alguien pierde algo, se entonaba
una cancioncilla y el trenti solia hallar lo perdido.
Siempre deseando agradar, ayudan a las ancianas que no pueden valerse ya los pastores que
pierden el ganado tras la tormenta o las fechorías del ojáncano.
Quien los ha visto los describe con pelo rojuco, ojos marrones y de mirada limpia, con ropa de
musgo y hebillas de plata, zapatines de pieles de animales y un leve tintineo, como de gotas de
lluvia que siempre se oye cuando se mueve.
Ventolines

Los ventolines son la contrapartida a los


nuberos. Los ventolines son al contrario que
los nuberos, unos genios benévolos
y simpáticos con cara de ángel y grandes
alas de color verde; sus ojos son tan blancos
como la espuma de las olas.
La principal diferencia con los nuberos es que los ventolines se encargan de ayudar a las
personas y muy especialmente a los pescadores viejos incapaces de remar o a aquellos que se
encuentran en peligro en el mar.
Cuando un pescador está cansado bajan de las nubes de la puesta de sol, su supuesto lugar de
origen, y soplando provocan una suave brisa que lleva sin peligro las barcas a la orilla. También
les ayudan protegiéndolos del frío con sus alas o ayudando a cargar los peces en su barca.

Trasgus

Son duendecillos que habitan bosques y que se dedican a hacer trastadas y burlas a los
humanos, sobre todo a sarrujanes y mozas. Son muy pequeños, con cara negra y ojos verdes,
pícaroros y burlones.... y, como han de pasar desapercibidos sus ropajes son tunicas de hojas
de castaño y verde musgo.
Quien oye su voz burlona y cínica cuando bajan de los montes siempre ha de acabar sufriendo
travesuras tales como que le escondan la leche, el quesu y otros alimentos mientras estos se
rien de los esfuerzos por encontrar las cosas donde las puso.

Trastolillo
Duendecillo
enredador y
burlón que vive en
las casas de los
hombres. Tira la
harina, bebe la
leche y afloja las tarabillas de las ventanas entre chirriantes risas e hipócritas lloriqueos.

La sirenuca

Guapísima moza de Castro Urdiales aficionada a trepar por los acantilados más peligrosos para
cantar al compás de las olas. Por ello fue transformada en una mujer con cola de pescado.

El hombre pez

Nació en Liérganes y hasta los 16 años fue un chico normal. Entonces desaparece en las aguas y
se convierte en hombre pez, siendo atrapado mucho tiempo después por unos pescadores en
alta mar.
Las ijanas del valle de Aras

Revoltosas y glotonas, saquean las colmenas y entran en las cosas a robar comida. Todas tienen
un pecho enorme que echan atrás por encima del hombro derecho, cayéndole a la esplada.

Dibujos de Gustavo Cotera para un cartel de ADIC

Sugerencias a rafa@atc.unican.es

S-ar putea să vă placă și