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Ruben H. Pardo
"Ciencias sociales", "ciencias del espíritu", "ciencias humanas" o "ciencia morales". En el modelo naturalista y
esencialmente moderno de su matriz originaria recibe el perfil siempre controvertido y el status científico de
esas disciplinas nacidas con la misión de consumar el paradigma científico moderno: las ciencias sociales.
Es determinante partir de una comprensión adecuada del concepto de "modernidad".
De los últimos siglos de la edad media, momento en que comienza a resultar insostenible toda posible
conciliación entre una verdad de fe y una verdad de razón, se inicia un largo pero firme proceso de
secularización a través del cual se constituye la ciencia moderna, es el proyecto de la modernidad, esbozado
ya por Galileo y Descartes, consumado por la ciencia de Newton, la filosofía de Kant y la revolución francesa.
Los siglos XVI hasta el XIX caracterizan lo que entendemos por ciencia.
Racionalización: lo que funda el pensamiento moderno es un programa de control y dominio racional del mundo
basado en una precomprensión "matemática" del mismo, Lo real es comprendido como aquello que puede ser
calculado, medido.
A la ciencia moderna le es inherente una consideración de la naturaleza al modo de un objeto del cálculo, para
luego disponer de ella y mediante control y manipulación transformarla en recurso, en "material disponible", en
un programa de dominio tecnológico de la misma.
En segundo término requiere la conversión del hombre en sujeto de dicho proceso y de la naturaleza en objeto.
La posibilidad de determinar racionalmente la estructura de la realidad en leyes descansa en la suposición de
esa capacidad del científico de separarse del objeto a conocer. La determinación de "verdades fuertes"
(universales y necesarias), a condición de que supongamos un sujeto de conocimiento que -al modo de un
observador neutral y externo- sea capaz de determinar lo observado sin estar implicado en observación.
De la categoría/proceso de racionalización deriva una segunda: la de reflexividad. A mayor racionalización
mayor complejidad, la razón debe cuestionarse si misma y revisar sus propios límites (reflexividad).
Desde estos dos pilares conceptuales -los de racionalización y reflexividad- pueden pensarse todas las otras
características a partir de las cuales se acostumbra a comprender la modernidad: el desanclaje de los
contextos locales, una orientación temporal, y la diferenciación de la sociedad en subámbitos.
El proyecto filosófico-científico de la modernidad hizo devenir a esa razón todopoderosa en mera razón
calculante, en mera técnica. Se dice que la idea de razón en la que desemboca la modernidad es la de una
razón instrumental.
Las ciencias sociales son tributarias, en su nacimiento, del sentido moderno de silencio, signado por la
centralidad normativa del concepto de método. Implica la exclusión del error mediante verificación y
comprobación. La tendencia fundamental del pensamiento científico moderno es la de identificar el saber, el
conocimiento propiamente dicho, la ciencia, con lo comprobable empíricamente y, por lo tanto, la verdad, la
certeza.
El modelo naturalista significa la continuidad que las ciencias, la posibilidad de traspaso automático de las
normas de una -las naturales- a la otra -las sociales.
El modo de acceso categorial y conceptual al mundo físico serviría también para explicar el sentido del mundo
social, ambos a reducirían a un conjunto de hechos empíricos susceptibles de ser explicados mediante leyes.
¿Es “lo social" abordable científicamente del mismo modo en que puede ser la naturaleza?
¿Debemos pensar la investigación social desde el método?
¿Qué tipo de saber es el alcanzado por las ciencias sociales?
¿Son realmente ciencias, a la manera de las naturales?
Tres son los ejes sobre los que giran el debate en torno de la ciencias sociales: objeto estudio, el método, y el
status epistemológico.
El primero plantea si puede concebirse el mundo social como un conjunto de hechos empíricos, a la manera en
que la ciencia naturales hacen con la naturaleza.
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El segundo, de índole epistemológica o metodológica, plantea si hay una o dos maneras de hacer ciencia. Las
posiciones monistas afirman que sea lo que fuere el objeto de estudio de las ciencias sociales -si éstas son
cabalmente ciencias- deben abordar de dicho objeto del mismo modo en que la naturales estudian el suyo,
frente a este modelo se presenta una matriz interpretativa discontinuista, planteando un punto de vista dualista
en cuanto al método.
Todas estas polémicas terminan preguntando sobre el status epistemológico de las ciencias sociales,
resultando ser el eje principal. La cuestión de la cientificidad de las ciencias sociales, concentra los supuestos
sobre el objeto de estudio, como asimismo los metodológicos y epistemológicos. ¿Por qué? Sencillamente
porque aquí están en juego los conceptos de objetividad y de verdad.
Éstos serán los tres ejes sobre los que se dividen las respuestas a todas las preguntas, formuladas en dos
etapas o estadios:
a. La concepción naturalista-empirista, bajo cuya comprensión surgiera la ciencias sociales, y que ha
constituido desde el siglo XIX hasta el incipiente siglo XXI, la concepción dominante.
b. Y el actual escenario, los empiristas o postnaturalista, en franca oposición a la visión ortodoxa o estándar.
En primer lugar una de las características principales y diferenciales en la ciencia moderna, respecto de la
anterior era de su conciencia metodológica: identifica el saber, lo comprobable empíricamente, la verdad con la
certeza. Esto es lo que posibilita, la reducción de la verdad al método. Así, un cuerpo de conocimientos, para
que sea considerado como "científico", debe seguir, necesariamente, cierto procedimiento, ciertos pasos. Si
una investigación omite o elude alguno de ellos (los cuales son establecidos por la comunidad científica),
pierde inmediatamente su pretensión de cientificidad.
Esa conciencia metodológica prescribe que el quehacer propio de toda ciencia ha de ser el de explicar la
realidad, dar cuenta de fenómenos particulares mediante leyes universales derivadas de la observación.
Debe seguirse puntillosamente otra norma ineludible del método científico, la de la objetividad.
El conocimiento científico, bajo el paradigma de la modernidad, es a la vez exigencia matemática, cuantificar
todo cuanto suponga que es objeto de ciencia, algunos llegan a creer que a mayor matematización o
cuantificación de variables, más cientificidad. éste es el ideal de ciencia.
Esta primera y tradicional comprensión de las ciencias sociales -aquí llamada concepción naturalista-empirista-
se extiende incluso hasta nuestros días y sigue siendo de algún modo, la visión dominante hasta estos albores
del siglo XXI. Se distinguen tres etapas o períodos: positivismo fundado por Comte, el empirismo lógico,
surgido del círculo de Viena, y lo que hoy en día se sigue denominando como la concepción estándar o el
consenso ortodoxo sobre las ciencias sociales (Nagel, Popper, entre otros).
1) Supuesto naturalista.
Este supuesto, que da nombre a la concepción, consiste en homologar el mundo social al físico, entendiendo
ambos como estructuras invariantes en las que es posible encontrar regularidades empíricas. Lo cual significa,
sea lo que fuere "lo social", en tanto objeto de ciencia, debe ser considerado como un conjunto de hechos
empíricos a ser explicados, que limita y ubica todas las particularidades del mundo social en un segundo plano.
2) Reduccionismo cientificista.
Como corolario del principio anterior, ahora se agrega que hay una sola manera de hacer ciencia -a saber- la
que corresponde al método de las ciencias naturales. Todo aquel pretendido saber que esté por fuera de este
proceder, en realidad no es ciencia. La racionalidad toda queda reducida así a ciencia y esta última a método
experimental de las ciencias naturales, manifiesto en el positivismo de Comte. Todo lo demás será "mera
metafísica".
4) Supuesto empirista.
En este análisis de los principios naturalistas de la concepción de las ciencias sociales arribamos a un supuesto
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fundamental: el de la confianza en la experiencia y en el conocimiento empírico como fundamento último de la
ciencia.
Si hacer ciencia es explicar, y explicar es subsumir un hecho particular bajo la ley general, ésta sólo será tal si
es derivada de la observación. La experiencia será, por tanto, la fuente primera y la razón última del
conocimiento científico.
7) Objetividad.
Por objetividad debe entenderse la capacidad del sujeto de elevarse por sobre todo condicionamiento histórico
y subjetivo y tomar la distancia suficiente respecto del objeto conocer, como para adoptar el punto de vista de
un observador neutral.
El cumplimiento de estas prescripciones metodológicas, la capacidad explicativa, la testeabilidad empírica, la
objetividad, determina la cientificidad de una investigación.
2) Dualismo metodológico.
Sería totalmente descabellado y erróneo concebir la labor del científico social de de los preceptos
metodológicos atinentes al modo de acceso al mundo físico-matemático. En síntesis, es una visión dualista de
conocimientos científicos.
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Problemática hermenéutica está ligada al arte de la comprensión e interpretación de textos. Sus orígenes
pueden ser ubicados en las necesidades, dogmáticas de la teología, el derecho y la filología. Así hay una
hermenéutica teológica y una hermenéutica jurídica. Originariamente se pone de manifiesto el tema de la
interpretación, se funda en una problemática común: la de restablecer el vínculo con una tradición cuya
comprensión se encuentra oculto o ha sido distorsionada. Hay necesidad de hermenéutica allí donde no es
posible significado inmediato, donde el sentido se ha quebrado y se requiere el trabajo del interpretar.
Un segundo momento en la historia (o prehistoria) de la hermenéutica está constituido por la reacción
romántica e historicista al modelo de la ilustración. Contra el paradigma de una razón absoluta de la ciencias
naturales, resurge la problemática de la interpretación como tema de reflexión filosófica. El real descubrimiento
de la importancia de la subjetividad hace aparecer ahora al autor detrás del texto, la obra comienza a ser vista
como reflejo del autor.
El tercer paso en la conformación, se enmarca en el contexto de la consumación del proyecto moderno de
razón; o el perfil hermenéutico, que caracteriza al pensamiento filosófico actual, comprendido como la filosofía
de la época de la técnica. La interpretación ya no ha de estar limitada al ámbito de las humanidades o de la
ciencias sociales, sino que atañe al hombre mismo, a su propio ser. Gadamer le da el nombre "hermeneútica
filosófica".
Si la primera etapa -la de la hermenéutica clásica- se centra en la búsqueda o recuperación del sentido
"auténtico" de ciertos textos paradigmáticos (teológicos, clásicos, o jurídicos), y la segunda en la emergencia
del autor y en general de la subjetividad en torno al quehacer de la ciencias sociales, en ese tercer momento
-el de la hermenéutica filosófica gadameriana- la clave está en lo que se conoce como giro lingüístico. La
comprensión ya no girará en torno de la empatía entre autor e intérprete sino que será lingüística. El lenguaje
pasa a ser concebido como materia prima del mundo social y rajo ontológico fundamental de la racionalidad
humana, sobre el que sí puede haber algún tipo de control.
De lo que se trata es de desocultar todo lo condicionantes previos que determinan el conocimiento, incluso el
científico. Se ha descrito a la hermeneútica filosófica de Gadamer como reconocimiento de la ineludible
condicionalidad a la que está sometida la comprensión; la racionalidad humana lejos de la "objetividad" no
puede evitar ciertos "prejuicios" constitutivos de su propio ser. Por lo tanto, ni siquiera la ciencia está
desprovista de influencias "subjetiva"; todo acto cognoscitivo, todo intento por explicar el mundo, o se de una
dimensión de "interpretación". Ese "mundo" con sentido, en una "comunidad de perjuicios" es lo que se
denomina "tradición". A esa supuesta primera relación de sujeto-objeto de la que se asienta la "objetividad" la
anteceder otro más originaria: el que lo que en la hermenéutica se denomina "pertenencia". En el conocimiento
todo se mueve dentro de una cierta circularidad: al fin y al cabo siempre hablamos "desde" algún lugar.
La "pertenencia" comprende una "comunidad de prejuicios condicionantes", con una suerte de "saber de
fondo". Se afirma que hay prejuicios legítimos que no pueden ser evitados ni tendría sentido hacerlo, ya que
sólo comprendemos "desde" ellos. También se reivindica el concepto de tradición. "Pertenencia", "tradición",
"comunidad de prejuicios fundamentales", señalan la presencia ineludible de los elementos que se anteponen
siempre a toda distanciación, objetivadora: la historia de lenguaje.
Así, "tradición" y "pertenencia" indican la historiacidad de la comprensión, y el carácter lingüístico de todo
comportamiento humano.
Cabría preguntar: si todo conocer, si cualquier teoría, está condicionada por su vínculo con una tradición, por
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su pertenencia a la historia y al lenguaje, ¿O es sólo "repetir" lo dicho en el pasado? El reconocimiento de la
propia finitud, no implica la renuncia a la creación, al cambio. Pues esa tradición no es algo fijo e inmodificable,
existe sólo en tanto la "interpretamos". Ni repetición, ni creación total. A partir de Nietzsche quedó claro que el
conocimiento no es una representación exacta y necesaria de la realidad, sino que posee una cuota de ficción,
de creatividad, ahora la hermeneútica agrega que dicha creación está condicionada por los límites de la historia
y de lenguaje. La innovación estaría puesta por la situación particular e irrepetible del intérprete, y la limitación
por la tradición o comunidad de perjuicios a la que se pertenece. Colosal ser un proceso de fusión de dos
mundos: la tradición y el nuestro.
Cabe aclarar que en la concepción hermenéutica tampoco queda suprimida la instancia crítica, la necesaria
dimensión de una cierta objetividad a la cual el conocimiento científico no puede ni debe renunciar. El "saber
de fondo", debe ser luego confirmado, revisado y/o corregido por un posterior "saber crítico".
4) supuesto hermenéutico.
Nos referimos a la ruptura con el supuesto empirista, base de la visión naturalista. A la ingenua confianza en la
experiencia y el conocimiento empírico como fundamento último del saber científico, poniendo el acento en la
inevitable carga teórica de los enunciados científicos. Como toda matriz de datos reconoce tras de sí una
historia olvidada, un dato es en realidad una construcción que echa sus raíces en la praxis vital misma. Si
hablamos específicamente de ciencias sociales, la cosa es más compleja, ya que el mundo social sobre el que
ejerce su investigación del científico social, es ya un mundo interpretado por otros -a saber- por los actores
sociales. A esto suele hacerse referencia, el concepto de doble hermenéutica.
3,3. A modo de conclusión: acerca de la función de las ciencias sociales en el siglo XXI.
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