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Uno de los muchos elementos que pueden ser considerados como primordiales
para sobrevivir un periodo de crisis en una organización, es que sus directivos
reconozcan lo que están enfrentado. Esto bien puede ser un cambio en el
mercado, una deficiencia en la estrategia planteada o simplemente una falla en
la ejecución de la misma.
Por otro lado, los periodos entre los que se dan estos cambios estructurales en
el mercado han ido disminuyendo, a la par de las mejoras en las innovaciones
tecnológicas, de investigación de mercados, comunicaciones y movilidad del
capital intelectual. Con esto, la reacción que deben tener los directivos de
cualquier organización ante una crisis debe ser más rápida, más ágil y mejor
ejecutada, de tal forma, que la organización pueda resurgir fortalecida en el
menor tiempo posible, reduciendo el margen de oportunidad que puede
aprovechar la competencia.
Es ante la necesidad de edificar una estrategia que permita salvar estas crisis,
que el liderazgo aparece como un valor natural para ser considerado en esta
estrategia.
Quiero ser enfático en la palabra valor, el liderazgo debe ser entiendo como
una característica fundamental de cualquier cultura organizacional (y por lo
mismo un valor), y no como una simple herramienta para conseguir un cierto
objetivo. Un manager tradicional lo consideraría como una herramienta, algo
que puede ser utilizado por un cierto periodo de tiempo y una vez conseguido
el objetivo, simplemente desecharlo.
El líder es un guía, que lleve y dirija a los demás sin dejarse arrastrar.
Demuestra su compromiso con la empresa desde donde puede ver y ser visto.
Al mismo tiempo, el líder debe ser un ejemplo moral, consistente con lo que
dice y manda, no puede pedir aquello que no está dispuesto a hacer. Elija
aquella persona que prefiera hacer lo correcto, y a partir de ahí construya una
plataforma de confianza donde apoyar las relaciones con pares y subordinados.
CONCLUSIÓN